02 - Christmas With The Boss - C.M. Steele

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Christmas with the Boss

C.M. Steele

(The Fiore Family 02)

Traducción de Fans para Fans, sin fines de lucro


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Sinopsis

Fabio: Es la hermana de mi chef favorito, pero después de


hablar con ella por primera vez, siento algo que nunca he
sentido por su gemela. Sólo hay un problema: ella cree en las
noticias sensacionalistas que se han difundido sobre mí y las
celebridades a las que sirvo. ¿Cómo puedo demostrarle que es
la única para mí?
Anabelle: Fabio Fiore es más sexy en persona de lo que
estaba preparada. Cuando urdimos el plan para juntar a mi
hermana y a su hermano, nunca esperé ser yo la que se
enamorara perdidamente. Aun así, no soy el tipo de chica del
próximo plato del mes, pero ¿podré ignorarlo cuando me lance
su encanto?

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Capítulo 1

Anabelle

—Si no te mueves, vas a llegar tarde. —Isabelle está de pie


en la puerta de mi habitación con los brazos cruzados sobre el
pecho.
Compruebo mi teléfono, y tengo unos cuarenta minutos
antes de encontrarme con él. —Tengo otros quince minutos
antes de tener que salir corriendo de aquí.
—Estás dando vueltas al asunto.
—No lo estoy haciendo. Bueno, al menos no más de lo
habitual. Ya sabes que odio salir de casa con frío.
—Mentira. Te gusta la nieve. —Pone los labios de pato ante
mi mentira.
—Para jugar en ella y mirarla, pero no para conducir en
esta mierda. —Realmente odio conducir en la nieve porque me
da demasiado miedo.
—Um... no ha nevado en tres días. Las calles están secas.
Sí, se me están terminando las excusas. Me siento en mi
cama y me pongo mis bonitos tacones negros. Seguro que me

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voy a congelar desde la casa hasta el coche, pero ese es el precio
de la belleza, supongo. Aunque podría llevar mis zapatillas
hasta llegar allí. De hecho, eso es exactamente lo que voy a
hacer, pienso, quitándome los tacones y poniéndome un par de
zapatillas por encima de las medias.
—¿Vas a estar bien si salgo? —le pregunto.
—Por supuesto que voy a estar bien. No estoy lisiada y
tengo todo lo que necesito al alcance de la mano una vez que
deje mi culo en el sofá. Espero que tengas pensado cambiarte
los zapatos antes de llegar al restaurante. Habrá un valet allí
para llevar el vehículo por ti.
—Me olvidé de eso. Aun así, pararé la manzana antes y me
pondré los tacones.
—Buena decisión.
Me pongo de pie y preparo una pequeña bolsa con mis
tacones y luego entro en el baño para terminar de arreglarme.
Esta noche tengo mi primera cita en mucho tiempo. Es una
locura que me planteé esto, pero después del post de Instagram
que vi hace dos días, mi corazón no tuvo ningún problema en
aceptar la cita. Fabio Fiore, el jefe de Isabelle en el restaurante
agradeció al cirujano con una cena gratis en Fiore's, así que el
doctor llamó preguntando si me gustaría cenar con él. Isabelle
está a unos días de volver al trabajo después de curarse más
rápido de lo esperado, lo que emociona a todo el mundo,
incluido a su sexy jefe playboy.

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—¿Segura de que estás bien? —vuelvo a preguntar
mientras termino de pasarme el carmín por el labio inferior.
Odio dejarla sola cuando ya está aburridísima. Han pasado
cinco semanas desde que la operaron del hombro y está
deseando volver al trabajo.
—Chica, tienes que salir. Es caliente y cirujano. Sin
mencionar que incluso después de todas estas semanas, no te
ha olvidado. —Él es todas esas cosas, y sin embargo, no me
atrae de esa manera. No, mi cuerpo y mi corazón laten sin
control por un chico malo no disponible. Tal vez si me recuerdo
a mí misma que Fabio acaba de comprometerse, entonces podré
disfrutar de mi cita con John.
A pesar de los años que Isabelle ha trabajado con Fabio, él
y yo no nos hemos conocido en persona. De hecho, sólo en los
últimos dos días nos hemos comunicado por correo electrónico
para trabajar juntos. Por supuesto, me pregunta cómo está su
empleada estrella después de su operación de hombro antes de
que avancemos sobre lo que está buscando.
Ella me toma de la mano y me arrastra fuera de mi
habitación y hacia la puerta principal.
—Sí, pero tal vez sólo está interesado en vernos a las dos
desnudas —digo, con la esperanza de disuadirme de esta cita
con el Dr. John Malcolm, un destacado cirujano con todo a su
favor.

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—Trabajó en mi hombro. Las enfermeras me prepararon
para la operación, así que no vio nada de mi cuerpo. Sólo estás
poniendo excusas para poder escaparte.
—Está bien, pero se supone que tengo que terminar mis
maquetas y la presentación del sitio web para Fabio en dos días
—le recuerdo, aunque sé que no me llevará mucho tiempo ya
que tengo tres opciones ya terminadas.
—Bueno, eso será mañana. Sal esta noche y disfruta de la
cocina de André, y quizás considéralo como una investigación
para los diseños que Fabio pidió. Cuando llegues a casa, puedes
trabajar y contarme cómo te fue.
—Bien. —Pongo los ojos en blanco y le doy un beso en la
mejilla antes de dar otra vuelta.
—Estás increíble. —Estoy vestida de forma completamente
diferente a mi atuendo habitual. Soy una chica de pantalones
de yoga con una camiseta de tirantes y un jersey fino o una
sudadera con capucha. Esta noche, llevo un precioso vestido
que me llega hasta los pies con un bonito y largo corte hasta el
muslo.
—Tienes razón. Me veo bien —digo, mirándome en el espejo
que hay cerca de la puerta de entrada para hacer arreglos de
última hora. Me he recogido el pelo largo en un bonito moño
porque era el peinado más fácil y deja ver mi esbelto cuello, y
he rematado el look con un toque muy sutil de maquillaje y un
fino collar de oro con un colgante de corazón. Sinceramente,
todo esto ha sido idea de Isabelle, pero lo llevo muy bien.

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—Pásalo bien, y si el jefe está allí, dile que estás fuera de
servicio. —Me guiña un ojo, pero una abrumadora sensación de
pánico me invade.
—¿Realmente podría estar allí? —pregunto, con la voz
temblando involuntariamente.
—Sí, siempre está en uno de sus restaurantes. Rara vez se
toma un día libre. —Pongo los ojos en blanco y me pongo mi
abrigo de lana casi hasta el suelo, porque este vestido se merece
un abrigo bonito, no uno tan funcional como el que suelo llevar.
—No olvides que vamos a poner algo de decoración
navideña antes de que vuelvas al trabajo —le recuerdo. Se
supone que mañana será un gran acontecimiento porque sólo
faltan dos semanas para la Navidad. Solía ser mi fiesta favorita,
llena de amor, alegría, bonitos adornos y, por supuesto,
toneladas de regalos. Los regalos no son lo mismo cuando eres
adulto. Es como si la magia se desvaneciera, pero sé que si
Isabelle o yo alguna vez tenemos hijos, esa magia volverá.
—No lo he olvidado. No tengo nada más que hacer la
mayoría de los días. Podría tener este lugar decorado... —
comprueba su reloj imaginario y continúa— ...como ayer si me
dejaras hacer algo por mí misma.
—Recuerda que eres tú la que está ansiosa por volver a tu
profesión. —No quería operarse porque temía que Fabio la
sustituyera, pero es todo lo contrario. Él no puede esperar a que
ella se mejore y regrese, llegando incluso a pagar la cirugía
directamente.

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—Es cierto —suspira ella, con los hombros caídos.
Odio lo deprimida que suena, pero no confío en que no
ponga a prueba sus límites, y aquí no hay nadie que la vigile.
—No hagas mucho esta noche.
—No lo haré. Tengo que leer un libro. —Agita el último
thriller que ha comprado esta mañana durante nuestra
pequeña excursión a Barnes & Noble.
—Te quiero —digo, recogiendo mis llaves del estante junto
a la puerta.
—Yo también te quiero. —Saludo a Isabelle con la mano
mientras salgo por la puerta principal y subo al coche. Como él
tenía que trabajar esta noche, decidí que era mejor que
condujera yo misma al restaurante.
Cuando llego al restaurante, un valet se acerca y me
sostiene la puerta. Me cambio rápidamente de zapatos, lo que
hace que sonría. —Es mucho más fácil conducir sin tacones.
—Y definitivamente mucho más cálido —añade.
Un segundo valet me acompaña al interior. En el fondo de
las mesas centrales, Fabio está sentado frente a John. Me
quedo atónita y me detengo en seco. Fabio impacta sin decir
nada. Los dos lo hacen, pero son la noche y el día: John es rubio
y de ojos azules, mientras que los ojos y el pelo de Fabio son
oscuros.
Arreglo mi expresión y levanto la cabeza mientras me dirijo
a la mesa.

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—Ah, ahí está ella. —Los dos miran hacia mí. John sonríe
ampliamente, pero la cara de Fabio expresa pura conmoción y
luego se transforma con rabia.
—¿Llego tarde? —pregunto, preguntándome por qué están
sentados juntos.
John se levanta y me besa la mejilla. Wow, no nos
conocemos tanto, y actúa como si estuviera marcando su
territorio. Quiero decirle que se aparte, pero si soy sincera, hay
algo en Fabio que no puedo quitarme de la cabeza. —En
absoluto, cariño. No quería que te quedaras sola, así que decidí
venir un poco antes. Estábamos hablando. —Está bien. Está
poniendo el encanto a flor de piel, pero no me molesta.
—¿No se supone que estás trabajando? —dice Fabio,
poniéndose de pie y mirándome con mala cara. Frunzo el ceño,
sabiendo muy bien que tiene que estar confundido... ¿o
realmente puede creer que se supone que estoy cumpliendo su
horario y no el mío?
—Esta no es Isabelle, es su encantadora gemela, Anabelle
—le informa a Fabio.
Y él gruñe: —Sé quién es. Se supone que tiene una reunión
conmigo mañana.
—En realidad, nuestra reunión es para el lunes por la
tarde, Sr. Fiore. Este es mi tiempo libre. Tendrá sus
requerimientos satisfechos para entonces.
Un camarero se acerca a Fabio y le susurra algo al oído.
Fabio dice: —Sí, tienes razón. Por favor, discúlpenme. Que

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tengan una buena noche. —Se marcha, pero tengo la sensación
de que no está contento. ¿Será porque no le gusta que sus
empleados no trabajen como perros, o será que el jugador está
celoso? Tiene que ser lo primero porque está comprometido con
esa modelo de Instagram que ni siquiera toca su comida cuando
come aquí.
John se pone detrás de mí y me ayuda a quitarme el abrigo.
—Wow, te ves increíble. —Mientras dice esas palabras, mis ojos
se elevan para ver a Fabio observándome atentamente. No, en
realidad está mirando las manos de John que se quedan en mis
hombros un poco más de lo aceptable.
—Es curioso, es lo mismo que dijo Isabelle cuando me fui
—digo con una sonrisa, girando ligeramente para que ya no me
toque.
—No hay otra palabra que lo exprese. Por favor, siéntate. —
Asiento con la cabeza y me siento en la silla que Fabio acaba de
desocupar, y que aún está caliente. Me viene a la mente un
pensamiento sucio, y lo alejo mientras John me acomoda la silla
y luego toma el asiento frente a mí. Concéntrate en tu cita,
Anabelle.
—Siento lo de mi jefe. Puede ser exigente —me disculpo por
el comportamiento de Fabio.
—No sabía que trabajabas aquí. —Arquea la ceja, como si
le molestara pensar que puedo ser una camarera o algo así.
—No lo hago. No creo que mi hermana lo haya mencionado,
pero tengo una empresa de diseño gráfico y la semana pasada

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el Sr. Fiore solicitó mis servicios.—Todavía me sorprende la
reacción de Fabio. Fue exagerada.
—Oh. No sabía que no sólo eras hermosa, sino también
talentosa y ambiciosa. —John sonríe como si estuviera
realmente satisfecho. Su expresión cambia cuando mira hacia
la esquina de la habitación y luego vuelve hacia mí. —No creo
que esos sean los únicos servicios que le interesan.
—Teniendo en cuenta que siempre está recibiendo a gente
hermosa, dudo que le interese algo más que los negocios
cuando se trata de mí. Después de todo, mi hermana y yo somos
idénticas, y él no se ha interesado por ella. —Es cierto, por lo
que sé. Isabelle nunca ha mencionado ningún interés o
movimiento hecho por Fabio en los muchos años que ha
trabajado para él.
—Tal vez para el público en general, pero puedo ver la
diferencia entre ustedes dos. No es que tu hermana no sea
también hermosa, pero hay algo en tus ojos que me llamó la
atención —dice, tomando un trago de agua. Al tener que
trabajar, tiene que mantenerse sobrio. Yo hago lo mismo porque
tengo la boca repentinamente seca.
—Creo que eran lágrimas. —Me había emocionado y
alegrado cuando mi hermana salió bien de la operación. Incluso
abracé al médico.
—Y sentido del humor. —Ambos nos reímos ligeramente, y
veo por qué las mujeres también se enamoran de este hombre.
Tiene una sonrisa asesina, y sin embargo no veo ningún futuro

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con él. Casi quiero terminar la noche ahora, pero no quiero ser
una perra ya que se esforzó por invitarme a salir.
El camarero que ha interrumpido a Fabio antes llega a
nuestra mesa y toma nuestros pedidos de bebidas; los dos nos
conformamos con más agua con limón.
—¿Has comido aquí antes? —me pregunta, con sus ojos
clavados en los míos por encima del menú.
—Sólo lo que Isabelle me trae a casa en una bolsa para
llevar al perro. —Le guiño un ojo.
—Es la primera vez para mí. ¿Alguna recomendación?
—Depende. Cuando mi hermana cocina, diría que
cualquier cosa del menú estaría bien, pero no sé quién es el
chef esta noche. —Echo un vistazo al menú, viendo que en
realidad no necesitan una actualización, pero a los negocios se
les dice que deben refrescar sus marcas de vez en cuando.
—Es una pena. He oído que es fabulosa en la cocina.
Asiento con la cabeza, porque Isabelle es la mejor cocinera
que he tenido. —Es increíble, y estoy segura de que Fabio no
puede esperar a tenerla de vuelta. —Me froto el cuello, sintiendo
un cosquilleo. Mi estómago se inquieta, pero bebo un trago de
agua y me relajo.
—Si me disculpas, voy a usar el baño de mujeres.
—Por supuesto.
Hay tensión en los hombros de John, y me pregunto si se
arrepiente de haber salido conmigo esta noche. Me excuso
porque podría jurar que Fabio me estuvo mirando la nuca todo

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el tiempo. Miro alrededor de la habitación para encontrar el
cartel del baño y veo los ojos de Fabio directamente sobre mí.
—Es por ahí.
—¿Está oculto? —le pregunto a John.
—En su mayor parte, sí. Tuve que lavarme las manos
cuando llegué y tuve que pedírselo a la anfitriona.
—Bien, entonces no me sentiré como una completa
despistada.
—Cualquier cosa por ti. —Me guiña un ojo y camino,
sintiéndome ligeramente mejor sobre nuestra cita, aunque hay
otra parte de mí que está completamente desgarrada porque
quiero estar sentada con Fabio. No debería, pero quiero.
En cuanto entro en el baño, me dirijo al lavabo y miro mi
reflejo. Sabía que esta noche no sería buena, pero maldita sea,
esto es una mierda hasta ahora. John es un tipo maravilloso al
que debería estar agradecida por conocer, pero lo único en lo
que puedo pensar es en Fabio y en que está actuando de forma
extraña. Fabio está actuando como un amante descontento, y
John está siendo un caballero al respecto. Entonces, ¿por qué
me siento tan culpable?
Me paso los dedos por los mechones de pelo sueltos y
respiro profundamente. Envío un mensaje de texto a Isabelle.
Las cosas no van bien. Debería haber cancelado.
Llámame.
—¿Qué pasa, Ana?

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—John es genial, pero me siento como una perra por haber
dicho que sí porque no veo ningún futuro con él.
—No necesitas un futuro, sólo el presente.
—Es más que eso. Fabio está aquí, y digamos que está
realmente molesto de que esté aquí. Es muy raro.
—¿Y sabe que eres tú y no yo?
—Sí. Ha dejado claro que lo sabe, pero actúa como si mi
tiempo fuera suyo.
—Qué raro. Eso no es para nada propio de Fabio. Puedo
hablar con él si quieres.
—No. Dios, no. Sólo voy a terminar la noche con John y ver
qué pasa.
—Bien. Tal vez algo pasó en el día de Fabio o algo así.
—Bueno, cuando llegué, estaba sentado en la mesa
hablando con John en una conversación amistosa, pero luego
pasó algo.
—Fabio es un caballero, y tal vez John se dio cuenta de lo
sexy que te veías y comentó algo que hizo enojar a Fabio. —
Entonces recuerdo que ha sido excesivamente amable conmigo,
como si no fuera nuestra primera cita.
—Puede ser. De cualquier manera, estoy lista para dar por
terminada la noche.
—Buena suerte.
—Gracias. Hablamos luego. —Termino la llamada, meto el
teléfono en el bolso y me vuelvo a pintar los labios. Con otra
respiración profunda, enderezo mi columna vertebral y salgo

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del baño. Todavía no puedo ver mi mesa, así que me deslizo por
la esquina y veo a Fabio y a John discutiendo sobre algo, y
entonces John responde a su teléfono. Tiene que ser algo que
no tiene nada que ver conmigo. Espero a que cuelgue el teléfono
para entrar en el comedor.
Los ojos de Fabio me alcanzan primero, recorriendo mi
cuerpo con disgusto en su rostro. Wow, no puedo... respirar. Él
no es importante. Podría decir eso internamente, pero
sinceramente tengo ganas de llorar. Así que la pelea es
probablemente sobre mí y cómo no soy lo suficientemente digna
para John. Es un médico, después de todo, pero ¿por qué le
importa a Fabio? ¿Por qué me odia tanto?

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Capítulo 2

Fabio

La ira, una ira brutal y el arrepentimiento fluían por mis


venas mientras la veía entrar con una hermosa sonrisa en su
perfecto rostro.
Me arrepiento de la maldita oferta de una cena gratis para
el Dr. Malcolm. Fue el cirujano de mi hermano y por eso le pedí
que se encargara de la cirugía de Isabelle, sin tener idea de que
iría tras Anabelle.
Mi Anabelle.
Se supone que ella debería estar conmigo, y no hay forma
de que no lo esté. He tardado demasiado en saber de su
existencia, y ahora alguien intenta ocupar mi lugar. Diablos, no
tenía ni idea de que querría a Anabelle hasta que contestó al
teléfono la semana pasada cuando intentaba llamar a Isabelle
para comprobar su recuperación.

—Háblame sucio —contesta Anabelle con un tono sensual


que me atraviesa.

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—Perdona —respondo, ahogando mi sorpresa. Mi polla se
endurece al instante, tomándome más por sorpresa.
—Oh, Dios mío. Creía que era usted otra persona, Sr. Fiore.
—Casi puedo ver su expresión de asombro y su sonrojo a través
del teléfono porque sé cómo luce su gemelo. Sé que son gemelas,
pero empiezo a preguntarme por qué me atrae instantáneamente
Anabelle. El sonido de su voz es diferente al de su hermana.
Joder, se me pone la polla dura solo con pensar en hablarle sucio
a ella, pero entonces mi mente salta directamente hacia quién
demonios ha sido eso.
—Ahora tengo curiosidad por saber quién es esa otra
persona —gruño, sintiéndome extremadamente posesivo.
—¿Qué tal si nos olvidamos de todo esto, Sr. Fiore?
—No estoy seguro de que me guste eso.

Se negó a decirme quién creía que era, pero no lo he


olvidado y ahora lo sé. Ella ha estado viendo al imbécil que
invité a su vida, un médico nada menos. Cuatro años, y ha
estado bajo mis narices todo este tiempo. Pensamientos de
tener una familia con ella plagan mi mente. Podríamos haber
tenido un par de hijos ya, y ella no estaría en una cita con otro
hombre. Esa es la peor parte de todo esto, el haber preparado
el camino para que ellos dos se conocieran en primer lugar.
Joder. Tenía que tener una excusa para meterme en su vida
sin exigirle que se casara conmigo, así que le pedí que
rediseñara nuestros menús y el esquema de nuestra página

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web. Aparentemente, no me moví lo suficientemente rápido.
Ahora tengo que deshacerme de él. El asesinato y el enterrarlo
en la finca de mi hermano me vienen a la mente mientras los
observo como un espeluznante voyeur. No puedo apartar los
ojos de ella mientras la ayuda a quitarse el abrigo, y la bilis me
llena la garganta al pensar en ellos juntos.
Clavo el tenedor en la mesa que tengo delante, doblando al
maldito porque me molesta mucho que su impecable piel esté
bajo sus manos. Él se esfuerza por tocarla. Lleva un vestido
largo de color verde oscuro con mangas cortadas por la mitad.
Quiero arrancar ese vestido de su cuerpo y hacerla mía para
que el mundo la vea. Pero sé que no puedo, porque estoy seguro
de que no le gusto ni un poco.
Se va al baño, dándome mi oportunidad. Me dirijo a su
mesa, que será retirada del lugar para mañana. —¿Te lo estás
pasando bien? —gruño.
—Lo estaría si no me estuvieras lanzando dagas mientras
miras fijamente a mi cita. Comprendo que no estás molesto sólo
porque ella trabaja para ti. La quieres para ti. —Su acusación
es cien por cien correcta, lo que hace que sea más fácil hacer
entender mi punto de vista.
—Eres un hombre inteligente. Tal vez deberías encontrar
otra mujer porque voy a hacer todo lo que esté en mi mano para
detener cualquier relación entre ustedes dos.
Se levanta y pregunta en un susurro: —¿Es una amenaza?
—No. Sólo una promesa. Ella es mía.

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Se ríe con una sonrisa arrogante en la cara. —Y sin
embargo, está en una cita conmigo. —Su teléfono suena en su
bolsillo como un karma instantáneo. —Hijo de puta. —Lo saca
y lo silencia, pero el teléfono vuelve a sonar. —Parece que has
ganado esta ronda, pero a menos que ella diga lo contrario,
Anabelle y yo estamos saliendo, así que tendrás que encontrar
una nueva cosita bonita.
—Ya lo veremos. —Quiero romperle los dientes ahora
mismo, pero no ayudará a mi causa y aguantaría mucha mierda
para no crear mala publicidad para los restaurantes.
—Que gane el mejor. —Su teléfono no deja de sonar.
—Tal vez deberías responder eso.
—Tal vez deberías ocuparte de tus jodidos asuntos. —Aun
así, contesta su teléfono. —Habla el Dr. Malcolm. Sí. Muy bien.
Estaré allí en breve. —Resopla y termina la llamada, tirando la
servilleta.
Miro en dirección a los baños y veo a Anabelle dirigirse
hacia nosotros. Luce como para comérsela. Miro fijamente su
sexy vestido, que muestra su muslo a cada paso, como un
pequeño juego de escondite, y mi polla se pone rígida en el acto.
Los celos calientes e hirvientes me hacen ver lo que se ha puesto
para él. No para mí, sino para el Dr. Malcolm. El muy imbécil.
Nunca he odiado a nadie más que a él en este momento.
—Discúlpame —dice él con una sonrisa, caminando a mi
alrededor hacia Anabelle, quien se ve impresionante en ese

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largo vestido verde. —Lo siento, preciosa, pero tengo que ir al
hospital.
—No pasa nada. Lo entiendo.
—Realmente lo siento. No quería que esta noche terminara.
—Toma su rostro y le besa la mejilla. Ella se sonroja y se frota
la mejilla mientras él se aleja, guiñándome un ojo.
Joder, estoy perdiendo a lo grande. Nunca he querido a
nadie como quiero a Anabelle, y nunca lo haré. Ella es lo único
en lo que he pensado desde nuestra conversación de un minuto,
y verla en persona solo amplifica esta atracción que es
jodidamente inexplicable y a la vez tan visceral.
—Ahora que se ha ido, quizá deberíamos hablar de
nuestros planes —le digo, con la esperanza de que me
acompañe a cenar.
—Lo siento, pero tengo que irme. Tendré tus documentos
listos a la hora de nuestra reunión. —Toma su abrigo del
perchero junto a la mesa y lo desliza sobre sus sensuales
brazos.
—Anabelle —le digo. Ella se gira para mirarme, pero oigo
un grito en una de las mesas.
De nuevo, mi camarero interrumpe mi búsqueda de
Anabelle con un problema de otro cliente.
—Te veré el lunes por la tarde.
Ella asiente y sale corriendo. Lleva un rato tratar con el
cliente descontento y hacer que su pedido se haga tal y como
ha solicitado. Aun así, salgo corriendo con la esperanza de que

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nuestro valet haya tardado demasiado en buscar su coche y ella
siga allí, pero no hay suerte.
Se ha ido.
—¿Todo bien, señor? —Me giro para ver a uno de mis valets,
Mario, de pie junto a mí con una mirada de curiosidad y
preocupación.
—Sí, Mario. —Sopla un viento fuerte que me hace sentir un
escalofrío, y entonces recuerdo que salí corriendo sin abrigo. No
me extraña que piense que algo va mal.
—¿Isabelle está bien? —pregunta de repente.
—Sí, ¿por qué?
—Bueno, la saludé antes de que se fuera y bueno, no estaba
tan amable como de costumbre.
Me río porque la mayoría no puede ver la diferencia entre
las dos mujeres, pero yo sí. Son sus ojos y su voz. Dios, mi polla
se está poniendo dura de nuevo, a pesar del clima helado. —
Oh. Mario, ella no era Isabelle. La mujer del hermoso abrigo
crema era su hermana, Anabelle. Son gemelas.
—Wow, doble de belleza. Tengo primos gemelos, y esos tipos
son el doble de feos. —Eso me hace reír, permitiendo que mi
temperamento se calme.
—¿Isabelle volverá pronto?
Asiento con la cabeza. —Sí. En un par de días, justo antes
de las vacaciones.
—Bien. André es un gran chef, pero su comida es especial.

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—No le digas eso. —Le guiño un ojo y le doy una palmada
en la espalda antes de volver a entrar en el restaurante porque
mi erección se ha calmado por fin, gracias al aire gélido.
Recibo varias miradas de los clientes, pero todas son del
tipo que recibo por ser toda una celebridad. Nunca esperé ese
estatus, pero ocho años después sigo siendo un chef y
empresario gastronómico superpopular. Aunque últimamente
apenas paso tiempo en la cocina. Es algo que echo de menos,
pero la parte comercial lo hace un poco difícil.
—Señor, ¿esa mesa no va a volver? —pregunta Colin. Es un
buen chico y siempre intenta agradar, a sus dieciséis años.
Viene de una familia muy pobre con un padre maltratador, así
que está ansioso por conseguir mi aprobación.
—No. No volverán esta noche. —El Dr. Malcolm no volverá
nunca más, y la próxima vez que Anabelle entre, lo hará de mi
brazo. Me dirijo a la oficina trasera y cierro la puerta con llave
porque necesito estar a solas con mis pensamientos.
La mayoría de las noches abrimos hasta medianoche, pero
la última reserva es para las diez y media, porque no me gusta
que mi personal se quede más allá de su horario y no me gusta
apurar la salida de mis clientes. En cuanto el restaurante cierra
por la noche, ideo un plan para que tanto Franco como yo
tengamos las mujeres que necesitamos.
Espero a que todo el mundo se haya ido antes de cargar la
mesa y las sillas en la parte trasera de mi todoterreno. Tengo
que deshacerme de esta mierda antes de perder la cabeza. El

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mejor lugar para hacerlo es la finca de mi hermano, así que
hago el viaje de una hora hasta Rochester e introduzco mi
código para entrar en su portal. Sólo la familia tiene acceso a
los códigos de la puerta.
Al llegar a la parte trasera, veo que la luz de su despacho
sigue encendida. ¿Qué demonios? Son las dos de la mañana.
Intento no hacer ruido y saco la mesa y las sillas para
convertirlas en leña. La puerta trasera del extremo este del
castillo se abre y mi hermano, todavía vestido para el día, sale
con el abrigo puesto. —¿Qué pasa?
—Tengo que cortar leña, pero con las ordenanzas de la
ciudad y todo eso, he venido aquí —comento, sacando las piezas
y moviéndolas hacia el tocón para cortar con el hacha que está
a unos metros.
—Es una mesa y sillas. —Sí, supongo que no es la leña
tradicional, pero estará bien.
—Claro que lo es. Ahora puedes volver a la cama. No haré
mucho ruido.
—Sólo estoy preocupado. Te das cuenta de la hora que es,
¿verdad?
—Y aún así estás levantado.
—Estaba leyendo un nuevo libro —dice. Bueno, es un
punto razonable.
—Bien. Digamos que no me quedaré sentado mientras mi
mujer sigue adelante sin mí. —La idea de que Malcolm la bese,

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la toque, me hace dar el primer golpe, cortando una pierna de
la mesa.
—¿Tu mujer? —pregunta. Me conoce mejor que nadie.
Todos los que me rodean sólo ven lo que yo quiero que vean,
pero Franco me entiende.
—Sí. Tu culo entrometido tiene vigilado mi restaurante.
—No lo he vigilado desde que ella se fue. —El único objetivo
de Franco era verla, así que supongo que es otro punto
razonable. El muy jodido tiene que dejar de decir cosas
razonables a estas horas en las que no me siento más que
irracional.
—Bueno, retrocede el vídeo hasta hace unas horas y verás
por qué lo hago.
—De acuerdo. —Vuelve a entrar, cerrando la puerta tras de
sí para que no salga todo el calor, pero me enciende los focos
de atrás. Vuelvo al trabajo, cortando estos trozos como un
leñador furioso o Jason Voorhees a adolescentes cachondos
desprevenidos. El sudor me resbala por la espalda mientras
continúo dando lo mejor de mí mismo para trabajar el dolor de
mi corazón.
Unos cuarenta y cinco minutos después, vuelve con un
vaso de líquido ámbar. —Aquí tienes, hermanito. Simplemente
hay algo en ellas. —Asiento con la cabeza. —Ahora que has
terminado de destruir un conjunto perfectamente bueno y caro,
entra y pasa la noche.

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—Gracias. —Lo sigo, me quito las cosas de invierno y las
botas antes de subir a nuestras habitaciones.
—¿Cómo te sientes?
—Físicamente, algunos días son mejores que otros. Bueno,
la otra parte la entiendes mucho más que antes.
Así es. Buenas noches, hermano.
—Buenas noches. —Nos separamos y recorro el pasillo
hasta la habitación que uso mientras estoy aquí.
A la mañana siguiente, mis planes se ven frustrados, ya que
una emergencia me manda al local de Rochester a hacer
trabajos manuales. Es una pena, pero tengo que cancelar
nuestra reunión de la tarde del lunes. Durante los días
siguientes, intercambiamos correos electrónicos.

25
Capítulo 3

Anabelle

Termino los últimos cambios en el diseño del menú para


Fabio y lo envío. Dos minutos después, suena mi teléfono. Al
ver el identificador de llamadas, estoy tentada de enviarlo al
buzón de voz, pero cuanto antes termine con esto, mejor. —
¿Hola?
—Es Fabio. —No me digas. Pongo los ojos en blanco,
enojada porque lo deseo y cada llamada es como una burla a
mi corazón roto.
—¿Recibiste mi correo electrónico? —consulto,
preguntándome por qué demonios está llamando, teniendo en
cuenta que el correo electrónico se explicaba por sí mismo.
—Sí, lo recibí, y por eso te llamo. No me gusta el color.
Estoy empezando a ver rojo. Después de haber arruinado
mi cita para cenar y de haber pasado dos días yendo y viniendo
de un lado a otro cuando tenía tiempo, vuelve a cambiar de
opinión. —Es el color que pediste. A veces en diferentes
pantallas aparece un tono diferente.

26
—Lo he imprimido y sigue sin gustarme. Es monótono.
¿Qué te parece a ti el color?
—Um... —Quiero decirle que es el color de su sangre
después de ponerme un poco alegre con el cuchillo.
—Vamos. Dime lo que realmente piensas de él. —La súplica
en su voz juega con la niña buena que hay en mí, y quiero
hacerlo feliz.
—Es aburrido, pero ¿qué tienes en mente?
—No lo sé.
—Es tu restaurante. Quieres que refleje la sensación de
Fiore's. —¿Está hablando jodidamente en serio?
—¿Qué tal si cenamos y discutimos las opciones de color?
—¿En serio? No puede hablar en serio. John me advirtió que
Fabio quería añadirme a su lista de amantes. Ya le he dicho a
John que no estaba interesada en una relación con ninguno de
los dos porque estoy demasiado ocupada con el trabajo y no
estoy de humor para tratar con dos hombres apuestos que son
unos rompecorazones.
—No voy a acostarme con usted, Sr. Fiore —le informo,
porque no habrá duda de que esto es un negocio, mi negocio,
por mucho que esté tentada.
—Pues qué bueno, porque no he dicho que quiera tener tu
coño para cenar. Es una cena de negocios. Supongo que nunca
has tenido una antes. —Dios, mi cabeza fue directamente a la
idea de su boca entre mis piernas comiendo mi coño como la
más sabrosa comida. Tal vez he mentido mucho porque ahora

27
mismo estoy locamente cachonda. Saco mi calendario y
compruebo la fecha. Es casi mi época del mes; eso explica la
creciente excitación. Es como un reloj.
—Ya las he tenido antes, pero no todos mezclamos los
negocios con el placer —siseo, ocultando lo excitada que estoy.
Sentada en la cama, miro hacia la mesita de noche, con ganas
de sacar mi juguete del cajón y ocuparme de este dolor que ha
creado.
—Nunca mezclo... Bueno. Eso no es exactamente cierto. —
No importa. Puf. Toda la lujuria ha desaparecido al imaginarlo
con esa barbie.
—No quiero oír hablar de tu vida sexual —digo, rechinando
los dientes.
—No me refiero a eso. Mi negocio es el placer. Ver a la gente
disfrutar de la comida en mis restaurantes me emociona y por
eso me encanta cuando es difícil. —Supongo que lo entiendo
porque he visto a Isabelle iluminarse con las elogiosas críticas
a su duro trabajo.
—Bien, nos vemos en el restaurante a las siete y nos
pondremos manos a la obra. —Eso ha sonado más sucio de lo
que debería. Tal vez es sólo en mi cabeza, sin embargo.
—Bien. También quiero hablar contigo de otra cosa.
—Nos vemos pronto. —¿De qué más podría querer
hablarme? No pregunto porque el sonido de su voz me excita
más de lo debido.

28
Nada más terminar la llamada, saco mi juguete y me hago
correr dos veces, imaginando sus manos sobre mí, su boca en
mi dulce coño, dándome lo que necesito. Luego me meto en la
ducha, sintiéndome sin huesos.
Una vez que estoy lista para irme, meto mi portátil junto
con mis impresiones para él en mi maletín y me dirijo al salón
para despedirme de mi hermana.
—¿Adónde vas con un aspecto tan sexy como el infierno?
—me pregunta, torciendo el cuello para mirarme con una carga
de sospecha.
—No me veo sexy. Esto no es nada especial. De todos
modos, he quedado con Fabio para repasar los cambios que
quiere. El hombre es un verdadero dolor de cabeza. Cancela
nuestra reunión, sólo para querer que se repita. Comeré en el
restaurante.
Se cruza de brazos, enojada. —Estoy celosa. Echo de menos
Fiore's.
—¿Quieres que te traiga algo en una elegante bolsa para
llevar? Seguro que te la preparan.
—No. No tengo hambre, pero echo de menos servir a la
gente.
Tomo asiento junto a sus piernas en el sofá y le froto los
muslos cubiertos de mantas. —¿Qué tal si mañana pruebas tus
fuerzas conmigo, si realmente necesitas cocinar? Sabes que no
puedo rechazar tus comidas.

29
Sus ojos se iluminan como si acabara de ganar una cita con
el chico de sus sueños o le hubiera tocado la lotería o algo así.
—Sólo tengo un par de días más, pero tendré que volver a ello.
Así que tendrás una comida completa de siete platos. Será
mejor que te prepares.
—Me pondré unos pantalones elásticos. —Le doy un beso
en la mejilla y salgo corriendo de la casa, dejando mi abrigo
abierto antes de entrar en mi coche. Parece que va a ser una
buena noche, pero nunca se puede estar demasiado seguro.
Llego al restaurante dos horas después de que Fabio y yo
hayamos hablado, y él me está esperando en una mesa del
fondo. Se pone de pie y me fijo en cada centímetro de su figura.
Lleva una camisa de vestir blanca con las mangas
levantadas más allá de los antebrazos, y veo varios tatuajes
asomando. Maldita sea, el hombre es puramente sexy y no es
justo que se vea tan sexy en mi presencia. Tenemos que hablar
de negocios. Debería llevar un maldito traje completo que le
quede grande.
—Me alegro de que hayas podido venir con tan poca
antelación.
—No hay problema. Es mejor hacer estas cosas en persona
para que haya menos confusión. —Me quito el abrigo inflado
para revelar un jersey de manga larga con cuello en V y un par
de vaqueros azules ajustados que abrazan mis caderas con
botas peludas.

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Un sonido proviene de Fabio, y podría jurar que es un
gruñido.
—Siento sacarte corriendo con el frío que hace, pero gracias
por venir esta noche. —Me pregunto si sabe que me he corrido
dos veces antes de llegar aquí.
Sonrojada, digo: —De nada.
Me acerca una silla. —Por favor, siéntate. —Su voz es más
gruesa y áspera. Le permito que me empuje la silla y me
pregunta: —¿Qué quieres comer?
—No lo sé. No me acuerdo de lo que es bueno aquí. Isabelle
sólo trae comida a casa de vez en cuando, y la semana pasada
me cortaron la cena. —Me estoy excusando porque no puedo
decirle que en el momento en que mis ojos se posaron en su
atractiva figura, mi estómago dio un vuelco y no estoy segura
de poder comer un bocado.
Miro hacia donde John y yo nos sentamos en nuestra cita,
pero la mesa ha desaparecido. —¿Qué ha pasado con la mesa?
—Remodelación. Entonces, ¿trajiste la información?
Cierro los ojos y me doy una palmada en la frente. —Mierda.
No puedo creer que lo haya dejado en el coche. Déjame ir a
buscarla. —Me pongo en pie, pero él me agarra de la mano y me
detiene. Se me acelera el pulso. Me pregunto si puede sentirlo
con su pulgar contra mis venas. Lo miro a los ojos y juro que
leo más de lo que debería. —Seré rápida —insisto.

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Niega con la cabeza y finalmente suelta su agarre. —No.
Podemos hablar de ello más tarde. Además, necesito tu ayuda
en algo. —La voz de Fabio baja en esa última parte.
—De acuerdo. ¿Es un secreto de estado? —pregunto, con
la esperanza de aliviar la tensión que se está gestando entre
nosotros. Él sonríe, a punto de responder, cuando aparece el
mismo camarero de la otra noche, interrumpiendo toda
conversación.
—Señor, ¿puedo ofrecerle algo de beber? —pregunta el
camarero, y Fabio me mira.
—Sólo un poco de agua —le digo. Sé que su trabajo es ser
servicial, pero aún así me irrita.
—Un whisky, por favor. —El hombre asiente y nos deja.
—Entonces, ¿dónde estábamos? Ah, sí. ¿Secreto de
Estado? No, pero es sobre mi hermano, Franco, y tu hermana
—dice, despertando mi interés.
Me inclino y suelto: —Oh, Dios, ¿te has enterado de que
está enamorada?. —Me llevo la mano a la boca, dándome
cuenta de que no debería haber dicho eso.
—¿Ella está enamorada de él? —Una sonrisa se dibuja en
su cara.
—Bueno, sé que solía estarlo.
—Wow. Esto es incluso mejor. —Se frota las manos
maniáticamente.
—Entonces, el día que llevé a tu hermana al hospital, no fui
yo quien se dio cuenta de que estaba herida. Mi hermano me

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llamó. —Inmediatamente salto al recuerdo de otro post de
Instagram en el que vi por primera vez a esa modelo y a él
cenando juntos. Había dos mujeres y dos hombres en la foto
con Fabio al lado. La siguiente vez que la modelo posteó con él
fue de ella en el restaurante con un anillo de compromiso.
—¿Sí? ¿Estaba él allí? —¿Se esconde en el techo?
—No. Nunca. Franco nunca sale de su casa. Tiene miedo
de que alguien lo vea, principalmente tu hermana, así que la
vigila por las cámaras. Está locamente enamorado de ella. —
Mis ojos recorren la habitación y se fijan en varias cámaras.
—No lo suficiente, obviamente —me burlo. Ella lleva años
pensando en él.
—No. Él moriría por ella, pero sólo tiene miedo del rechazo
una vez que ella lo vea.
—¿Es así de malo? Lo de sus cicatrices, quiero decir. —¿Se
parece a Freddy Kruger o algo así? Aunque, de alguna manera,
dudo que a Isabelle le importe porque está enamorada del
hombre. Estoy segura de ello.
El camarero vuelve con nuestras bebidas, y nos sentamos
con la espalda recta. Tomo un sorbo, esperando que se vaya,
pero él pregunta: —¿Quieren pedir?
—¿El especial? —pregunta Fabio. No sé qué es, pero asiento
de todos modos.
—Muy bien. Por favor, avísenme si necesitan algo.
—Lo siento. En cuanto a mi hermano, ya sabes cómo es. Es
su peor crítico. A decir verdad, tiene unas cuantas cicatrices, la

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mayoría invisibles, pero se deja ganar por ellas. —Así que está
derrotado, triste, y obviamente anhelando a Isabelle.
—Cree que no lo noto, pero Isabelle lo menciona todo el
tiempo —agrego, con la esperanza de ayudarlos a ambos.
—Bueno, tenemos que poner fin a este estancamiento. No
creo que él mejore sin ella. Toda la familia está preocupada. —
Mi corazón se rompe por él y su familia. Han pasado por tanto
en los últimos dos años, y tiene que ser trágico que Franco se
haya aislado por miedo a no merecer la pena.
—¿Qué quieres que haga? —Si esto los hace felices a
ambos, estoy a favor.
—No mucho, pero este es el plan.
Escucho mientras me explica. Cuando hace una pausa,
pregunto: —Suena muy bien, pero ¿cómo voy a librarme de ir
con ella? Pasamos todas las Navidades juntas. —No hay manera
de que Isabelle acepte sin sentirse culpable.
—Puedes decirle que tienes una reunión con un cliente y
que por eso no puedes adelantarte, pero que te reunirás con
ella esa noche. Te recogeré después de tu reunión y te llevaré al
castillo. —Toma un trago y espera a que yo responda. ¿Puedo
soportar estar en un coche con él durante tanto tiempo?
Asiento con la cabeza y acepto. —Eso suena bien. ¿Crees
que funcionará?
—Sólo puedo esperar. —Veo la tristeza en sus ojos. Está ahí
por un minuto, y luego algo cambia y él palidece.

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—¿Pasa algo? —Sigo su mirada y tengo mi respuesta. Su
mujer ha llegado. Por un momento, casi olvido que no está
soltero.
—Oh, Fabio, ahí estás. —Entra la supermodelo de esa
noche. Se apresura a acercarse a la mesa y coloca su mano -la
que tiene una gran piedra en el dedo- en el brazo de él. Luego
se gira hacia mí y me mira fijamente.
—Malena —gruñe Fabio. —¿Qué estás...?
—Um... quién eres tú, o espera... eres la chef principal.
Bueno, si nos disculpas y vuelves a la cocina. —Me mira
fijamente y Fabio gruñe algo, pero no escucho nada porque me
siento muy mal.
Me pongo en pie y digo con calma: —Te enviaré el nuevo
diseño por correo electrónico y conduciré yo misma. —Me voy
furiosa, sabiendo que nadie me sigue. Al echar un vistazo por
la ventana, veo los brazos de ella alrededor de su cuello.
Me alejo y dejo caer las lágrimas, con el corazón destrozado.
Incapaz de conducir más de unas pocas manzanas porque mis
lágrimas caen como una lluvia torrencial y me nublan la vista,
estaciono el coche en el parking de un supermercado. Tardo
más de una hora en calmarme.
Enviando cinco veces sus llamadas al buzón de voz, consigo
controlarme. Mi reacción ha sido reveladora y patética. En
cuanto llego a casa, me precipito a mi habitación y me pongo a
trabajar. En dos horas, le envío cuatro nuevos modelos, algunos

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de los mejores trabajos que he hecho. Tiene que ver que no me
afecta.
Me llega un correo electrónico de él. No hay nada entre
Malena y yo. -Fabio
Le respondo, sabiendo que miente. No es asunto mío. -
Anabelle
Esta vez, me envía un mensaje. Tenemos que hablar.
No, no tenemos que hacerlo. Elige uno de los modelos.
Son increíbles.
Aún así te llevaré hasta allí. Fin de la historia.
Vete a la mierda, escribo. Mi mano se cierne sobre el botón
de enviar, pero me acobardo y lo borro, eligiendo no responder
en absoluto. En su lugar, apago el teléfono y dejo que el peso
de los acontecimientos de la noche se apodere de mí hasta que
ya no puedo mantener los ojos abiertos.

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Capítulo 4

Fabio

He tratado de ser discreto, civilizado, pero ella no parece


captar la indirecta. Aparto sus brazos de mí. Sintiéndome sucio
y como un completo bastardo, dejo que mi temperamento se
apodere de mí. —Basta —grito. De repente, los ojos se posan en
mí.
Sin querer montar una escena y sin querer quedarme a
solas con esta loca, la acompaño a la entrada del restaurante
con toda la educación posible. Varias personas hacen fotos, lo
que significa que nunca más podrán entrar en mi restaurante.
Normalmente, no me importa, pero la imagen podría destruir
cualquier oportunidad que tenga con Anabelle.
En cuanto estamos en la acera, quito la mano de su brazo.
—He dejado claro que no quiero tener nada que ver contigo,
Malena. No puedo entender qué te hace pensar que voy a
cambiar de opinión.

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—¿Tiene esto que ver con tu chef? Te estás follando a tu
personal —prácticamente chilla, asegurándose de que todos los
que están dentro y pasan por allí lo escuchen.
—Cierra la boca. Ese no era mi chef.
—Mentira, la he visto antes —dice, apuntando con su dedo
a mi pecho. Si fuera un hombre, se lo habría roto.
—No. Es su hermana, pero eso tampoco es asunto tuyo.
Nada en mi vida es de tu incumbencia.
—No pudiste tener a una, así que fuiste tras la otra.
—Perra, ya he tenido suficiente de ti. No eres bienvenida en
ninguno de mis restaurantes. Si oigo mi nombre en tu boca, en
la prensa, o si te veo cerca de mí, haré saber al mundo la orden
de alejamiento que tengo contra ti. —La puse después de toda
la foto del anillo de compromiso en Instagram. Joder, realmente
espero que Anabelle nunca haya visto eso.
—No lo harías.
—Prueba conmigo. He sido más que justo porque no quiero
que mi nombre esté en la cuneta, pero la única persona cuya
buena opinión quería, la arruinaste.
—¿Por qué ella? ¿Por qué no me quieres a mí? —Hace un
mohín como una niña, lo que la hace más repulsiva para mí.
¿Cómo puede alguien ser tan condenadamente superficial que
necesita que todo el mundo se enamore de ella? No soy el único
hombre. Cualquier hombre que la rechace recibe toda la rutina
de psicópata.

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—Porque jodidamente no lo hago. Me alegro de no querer
tener nada que ver contigo porque estás loca de remate. Ahora
vete antes de que llame a la policía. —Me doy la vuelta y vuelvo
a entrar en mi restaurante, y se corta la luz. Joder. Se enciende
un minuto más tarde, y veo que mis invitados han tenido
suficiente. —Perdón por la iluminación. —Justo cuando
termino, hay un fuerte crujido en el cielo. Un aguacero de
finales de otoño. Lo siento en el alma. —Por favor, terminen sus
comidas y conduzcan con cuidado. Parece que será una noche
dura.
Entrando en la cocina, ayudo al personal con el resto de las
cenas hasta que llega a mi teléfono un correo electrónico de
Anabelle. Me excuso y voy a mi oficina para tener mi segunda
pelea de la noche. Debería haber corrido detrás de Anabelle,
pero mi polla se había puesto tan dura que no pude aguantar
ni un segundo, aunque al ver la mirada de mi futura esposa,
todo se desinfló, y luego le siguió la rabia.
Si esa perra arruinó cualquier oportunidad que tengo con
Anabelle, destruiré su carrera.

***
Es la víspera de Navidad, y estoy de camino a la casa de
Anabelle que comparte con Isabelle. El tiempo es una mierda, y

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la tormenta se ha presentado más rápido de lo que los
pronósticos habían previsto.
Anabelle y yo no hemos hablado desde ese día, pero he
pensado en dejar que se calme antes de que se arruinen mis
trucos navideños. La felicidad de mi hermano importa más que
la mía en este momento. Ya ha esperado bastante, y no quería
arruinarle esto.
Al acercarme, llamo a Isabelle para ver cómo está. Lo que
oigo me asusta mucho, así que llamo a mi hermano y le exijo
que actúe. Me quedo al teléfono con ella hasta que llega mi
hermano, aunque llevo cinco minutos sentado en la entrada de
su casa.
Ahora tengo que ver cómo está Anabelle. Ella abre la
puerta, frotándose los ojos, con un aspecto adorable en su
pijama de Navidad, pero no es el momento de dar rienda suelta
a mis sentimientos. Se trata de Isabelle y tengo que decírselo,
así que me abro paso en la casa antes de que pueda cerrar la
puerta.
—Tenemos que hablar —exijo, quitándome la bufanda.
—No tengo nada que decirte. Sólo dame la dirección y vete.
—No se trata de nosotros. Se trata de Isabelle. Ha tenido un
accidente. —Los ojos de Anabelle se abren de par en par y luego
se quedan en blanco mientras se derrumba. Por suerte, la
atrapo. Joder, qué manera de ser delicado.

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—Amore, por favore. Mi amor, por favor, despierta. —Le
pongo la mano en la garganta para tomarle el pulso y luego
presiono mis labios contra los suyos.
Lentamente, sus ojos se abren y se recupera. —¿Qué está
pasando? Tenemos que llegar a ella.
—Está con mi hermano. La tiene a salvo en su casa. Se salió
de la carretera porque las condiciones meteorológicas son
peores que las de aquí, pero ya no se ve así. —El cielo se ha
nublado mientras la nieve cae con fuerza sobre el suelo.
—Necesito llegar a ella. —Se va corriendo a la otra
habitación. Llamo a mi hermano para ver qué pasa. Por
supuesto, está jodidamente enojado conmigo. El teléfono suena
en mi bolsillo en cuanto termina la llamada. Es una alerta
meteorológica: las carreteras de su casa están cerradas. —
Joder —murmuro. Quería darles la oportunidad de hablar, no
perder la Navidad en familia. Es algo importante para nuestra
madre, que exige que nos reunamos.
—Vamos.
—Parece que no vamos a ninguna parte.
—¿Qué quieres decir? Dame la dirección y conduciré yo
misma—resopla, dándome un codazo con el hombro para que
me mueva, pero ya he tenido suficiente. Me doy la vuelta y la
atraigo contra mi pecho. Estoy cubierto de nieve y agua
mientras la sostengo contra mí. Le aparto el pelo y le digo: —
Basta, Anabelle. Puedes pelearte conmigo todo lo que quieras,

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pero no vamos a ir a ninguna parte hasta que aclaremos esta
mierda.
—Necesito ver a mi hermana.
—No sucederá. El camino está intransitable. —Le muestro
mi teléfono sin soltar mi otra mano alrededor de su cintura. —
Iremos en cuanto se despeje.
—Pero...
—Pero nada. Ahora, esto que hay entre nosotros hay que
solucionarlo —insisto, abrazándola. La he echado tanto de
menos que no puedo dormir.
—No hay nada entre nosotros más que tu maldita ropa
mojada, empapándome a mí y a mi piso. Sería estupendo que
te fueras. —Me aparta de un empujón.
—No va a suceder. —La arrastro de nuevo hacia mí,
necesitando que entienda lo serio que voy con ella.
—Me gustaría que te fueras. —Joder. El quiebre en su voz
me destruye. Suelto mi agarre sobre ella.
—No puedo dejarte. Hay algo que debes ver. —Se da la
vuelta y yo rebusco en mi abrigo, saco un papel y se lo doy.
—Es una orden de alejamiento... contra ella —murmura,
leyendo el documento.
—Sí, mira la fecha en que se emitió. —El día después del
post que decía que estábamos comprometidos. A mis padres no
les gustó enterarse por las redes sociales.
—El día después de la publicación en Instagram.

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—Sí. Anabelle. Para que sepas, la vi cuando llegué a casa a
la mañana siguiente porque visité a mi hermano y pasé la noche
después de haber bebido. Nunca me he acostado con ella. Está
jodidamente loca.
—No tienes que darme explicaciones. Sólo trabajo para ti.
—Está tratando de usar esa mierda para construir un muro
entre nosotros, pero eso no servirá.
—Trabajabas. Nuestro contrato ha terminado, ¿cierto?
—Sí.
—Bueno, entonces no me siento culpable por hacer esto. —
La envuelvo con mi bufanda y la arrastro a mis brazos. —Estoy
loco por ti, Anabelle. —Bajando la cabeza, beso sus labios. Ella
se relaja lentamente y desliza sus manos hacia mis hombros,
devolviéndome el beso. Joder. Con un gruñido, la levanto y la
llevo al sofá, la recuesto y me quito el abrigo antes de volver a
aplastar su boca con la mía.
Nos besamos y nos apretamos el uno contra el otro en el
pequeño y jodido sofá. Necesito llevarla a la cama. A mi cama,
preferentemente, pero viendo el tiempo que hace, no es seguro.
—¿Dónde está tu dormitorio?
Como si hubiera hecho la pregunta equivocada, se congela.
—No puedo. Suéltame. —Confundido, hago lo que me pide
aunque todo en mí me dice lo contrario.
—¿Qué pasa?
—¿Qué pasa? Que no te hayas follado a esa tonta modelo
no significa que no haya un montón de mujeres como ella. Sé

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que no puedo cambiar tu pasado, pero no puedo estar con un
hombre que va por ahí ligando y acostándose con casi
cualquiera.
—Eso es jodidamente bueno porque no me he estado
acostando con mis clientes. Eres la única para mí, Anabelle. No
sé cómo demostrártelo, pero no soy ese tipo que los medios de
comunicación han hecho pasar por mí. Soy un maldito
showman, la fachada de Fiore's para mantenerlo lleno todo el
año.
—Mira. Puedes quedarte aquí, pero tan pronto como el
tiempo se despeje, tienes que irte. Tengo trabajo que hacer, y la
Navidad está arruinada. —Se aleja de mí y se dirige por el
pasillo a lo que supongo que es su habitación. No me iré a
ninguna parte. Tomo sus llaves del gancho junto a la puerta y
salgo a buscar mi bolso en el maletero.
Cuando vuelvo, está de pie en medio del salón, mirándome
con el ceño fruncido. —Pensé que te habías ido.
—No. Te he dicho que no me iré a ninguna parte.
—Llama a tu hermana si quieres, pero te lo digo ahora:
discutiremos esta mierda que te molesta. Lo entiendo, porque
pensar en ti con cualquier otra persona me vuelve loco de celos.
Quiero destruir a ese desgraciado con el que tuviste una cita.
Puede que tenga manos mágicas, pero no las quiero cerca de ti.
He revisado tu perfil de Facebook, el del trabajo y el personal,
he anotado los nombres de todos los putos hombres a los que
les ha gustado o han comentado tus publicaciones. ¿Eso me

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vuelve loco? Probablemente. ¿Me importa? Joder, no. Tienes un
pasado en el que no quiero ni pensar, pero eso no me impide
querer un futuro contigo. —Diablos, por eso me deshice de esa
mesa. No sólo me deshice de ella. Le di un hachazo, la corté en
pedazos y la usé como leña.
Dios, intento que no me vengan a la cabeza imágenes de
ella con otros hombres, pero es difícil no pensar en ello. —Un
futuro temporal —dice ella, haciéndome cambiar de enfoque.
Dejo caer mi bolso y cierro la distancia, dejando sus llaves
sobre la mesa. En cuanto estoy frente a ella, ahueco su rostro
y le respondo: —La vida es temporal, pero no quiero que sea
temporal. Quiero la eternidad contigo.
—Quiero creerlo. —Aparto las lágrimas que resbalan por
sus suaves mejillas.
Presiono mis labios suavemente sobre su frente. —Créelo.
Eres la única para mí. Y lo digo en serio. No hay nadie. Sólo tú;
sólo has existido tú.
—Hubo otros antes que yo.
—No, no las hubo. Tuve una novia cuando tenía como
dieciséis años, pero rompimos a las dos semanas porque pensó
que era gay. —No se lo he mencionado a nadie más que a
Franco cuando éramos adolescentes.
—¿Qué? ¿Por qué?
—No quería acostarme con ella, y me encantaba cocinar. —
Me encojo de hombros, incapaz de explicar que no era lo único.

45
No llegué a tener este cuerpo de adulto hasta que cumplí los
veinte años.
—¿Me estás diciendo que eres virgen, Fabio, o que sólo has
tenido una cantidad limitada de amantes?
—Virgen. Me he masturbado mucho, pero eso es todo, y
mucho desde que nos conocimos, tanto que creo que necesito
operarme.
—Basta ya.
—Hablo en serio. Me duele la muñeca y la polla no está
mucho mejor. Le di una tremenda sacudida a esa pobre
bastarda al pensar en tenerte para cenar.
—¿Lo hiciste, eh? —Su ceja derecha se arquea, y me regala
la primera sonrisa en semanas.
—Cada puto día, cada noche y cada vez que puedo. —Me
bajo la cremallera del abrigo, lo deslizo y lo sostengo.
—¿Por qué no has intentado hablar conmigo desde aquella
noche? Fue hace casi dos semanas. —Si supiera lo doloroso que
ha sido evitar marcar su número o enviarle un correo
electrónico.
—Porque no quería arruinar las cosas para Franco. Mi
hermano ya ha sufrido bastante.
—Oh.
—Ahora, si me enseñas dónde está el trapeador, limpiaré
los charcos que he hecho alrededor de tu casa.
—Sólo quítate los zapatos y yo limpiaré este desastre. —Me
quita el abrigo y lo cuelga en el perchero cerca de la puerta que

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tiene una alfombra para atrapar la nieve que se derrite. Es la
primera vez que me quedo en su casa. Es pequeña, pero
ordenada, excepto una pequeña sección cerca del sofá que
parece ser la estación de trabajo de Anabelle. Ella necesita su
propia oficina, y un día se la daré completa.

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Capítulo 5

Anabelle

No ha intentado besarme de nuevo, y no estoy segura de


cómo me siento al respecto. Mi corazón quiere creer que me está
diciendo la verdad, pero tengo tantas imágenes de Internet en
mi cabeza. De hecho, la más grande ha sido una mentira.
Quiero estrangular a esa mujer yo misma.
Llamo a Isabelle para asegurarme de que está bien, y
cuando por fin me siento satisfecha de que está bien, nos
despedimos. Dejo de lado que nuestro jefe está sentado en
nuestro sofá, mirándome fijamente porque no quiero responder
a preguntas que no puedo contestar.
—Háblame de ti, Fabio. El verdadero tú.
—No mucha gente conoce mi verdadero yo. Diría que
Franco es quien mejor me conoce, pero en realidad no hay
mucho que decir. Trabajo mucho. Unas ochenta horas a la
semana entre los tres restaurantes. Unas dos veces al mes, me
reúno con mis invitados de honor, o con las celebridades, como
se diría. Es una cosa de la prensa que aprendí hace mucho

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tiempo. La comida puede estar muy bien hecha por mucha
gente, pero sin esos que la prueben, es bastante difícil
conseguir que la gente entre en tu restaurante. Una vez, tuve a
ese famoso actor de Los Juegos de la Naturaleza. Vino y publicó
sobre mi comida en Twitter, y a partir de ahí arrancó mi negocio.
Mi primer restaurante estaba en Rochester, y como él era de
Canadá, se detuvo en el lago Ontario. Después, monté un
restaurante en Nueva York con la ayuda de Franco. Me arrendó
una propiedad y ha sido un éxito.
—Wow. Tú y tu hermano son cercanos. Espero que se
recupere emocionalmente.
—Con tu hermana a su lado, no veo como no podría
hacerlo. ¿Y tú?
—¿Yo? ¿Qué pasa conmigo?
—Háblame de ti. ¿Por qué eres diseñadora gráfica?
—Me resultaba fácil en la escuela, así que lo acepté y me
dediqué a ello. Llevo haciéndolo desde que cumplí los dieciocho
años. Ha sido un proceso lento mientras aprendía el lado
comercial de todo esto. Ahora me gano bien la vida, aunque no
sea nada comparado con lo que ganan tú y tu hermano.
—Deberías estar muy orgullosa de ti misma. He visto tu
trabajo y sé que tienes talento, pero te diré que sólo necesitas
el vehículo adecuado para impulsar tu negocio. También es una
cuestión de a quién conoces. Quizá una vez que se lance mi sitio
con tus diseños, hagamos algo de marketing y pueda conseguir
algo de publicidad para él.

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Nos sentamos juntos en el sofá, hablando y conversando
mientras cae la tarde. El sol se ha puesto y me sorprende
haberme olvidado por completo de mi hermana. Hemos hablado
brevemente hace un par de horas, pero sé que se está poniendo
manos a la obra, así que me alegro por ella.
—Voy a empezar la cena —dice.
—¿Ah, sí? No hay mucho en la nevera.
—Me las arreglaré. Sabes que soy un chef.
—Sí, de fama mundial, por lo que he leído en internet. —
Me arde el estómago con todas las imágenes online.
Cruza la distancia con calma, ahuecando mi cara de nuevo
con sus fuertes manos, que se sienten tan increíbles que quiero
inclinarme hacia su toque, pero no lo hago. —Tienes que dejar
esa mierda. La mayoría de las mierdas que publican son para
que leas sus mierdas y no son reales. Entiendo que todavía no
confíes en mí, y supongo que fui un tonto al esperar que lo
hicieras, pero no me voy a rendir. —Me pasa la mano por la
mandíbula y luego se aleja. —Le dije a tu novio que no lo haría.
—¿Novio?
—El Dr. Malcolm. Ojalá nunca lo hubiera contratado para
que me ayudara con Isabelle, así nunca habría tenido la
oportunidad de engatusarte.
—Nunca tuvimos otra cita.
Se dirige hacia la cocina, pero antes de que se pierda de
vista, le pregunto: —¿Quieres ver una película de Navidad
conmigo?

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—Sí. Elige tú una —dice, de pie, con la cabeza asomando
por el pasillo, mirándome fijamente.
—Puede que no te guste.
—La veré aunque no me guste.
—¿De verdad?
—Sí. Ahora ve y ponla en marcha. Yo haré algo de comer.
—Recorro todas las películas y me decido por una comedia
romántica. La pongo en cola y compruebo el tiempo que hace
fuera. Apartando las cortinas, jadeo: —Oh, Dios... —El suelo
está todo blanco, y también mis neumáticos, que han
desaparecido en la nieve. Él no estaba bromeando. Si no
hubiera venido, estaría completamente sola en Navidad por
primera vez en mi vida.
Tengo al hombre del que estoy locamente enamorada,
encerrada por la nieve para las fiestas, y me estoy quejando con
él. ¿Puedo creer que me está diciendo la verdad? Es demasiado
incomprensible que alguien como él sea virgen. Tiene veintiocho
años, es tremendamente atractivo y es súper popular entre
todos. Entonces, me recuerdo que yo no soy diferente. Soy
popular, bonita y tengo veinte años, y aún me aferro a mi
virginidad.
Tal vez debería darle el beneficio de la duda. —Anabelle,
¿puedes venir aquí, por favor?
—Ya voy. —Abro la puerta de la cocina y prácticamente
gimo al contemplar la imagen que tengo delante. Lleva puesto
uno de los delantales genéricos que mi hermana tiene para el

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trabajo, y las mangas de su camisa verde están remangadas tal
y como recuerdo del restaurante. El hombre es tan
condenadamente sexy que es un crimen.
—Um... ¿qué sucede?
—¿Hay algo aquí que no te guste o que no comas? —
pregunta. Mi corazón da un vuelco ante la pregunta. Seguro
que es parte de su trabajo, pero es muy considerado ya que no
estamos en el restaurante.
—No. Isabelle y yo somos iguales cuando se trata de
comida, así que sólo guardamos aquí cosas que comeríamos las
dos.
—Bien. Esta noche van a ser espaguetis sin carne, pero
prometo hacerlos valer la pena.
—En realidad, hay algo de salsa con carne básica
prefabricada en el congelador. Isabelle suele hacer más de lo
que necesitamos, así que sólo es necesario añadir algunas
verduras frescas y pasta y tenemos un plato. Si quieres, por
supuesto.
—Eso será perfecto . —Se inclina y me besa la mejilla. —
¿Qué película has elegido para mí?
—The Holiday.
—Gran elección. Es una de las favoritas de Mia. —Sigue
cocinando como si no acabara de mencionar lo favorito de otra
mujer delante de mí después de afirmar que nunca ha estado
con una mujer, nunca.

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Con las manos en las caderas para no alcanzarlo y
ahogarlo, siseo: —¿Quién es Mia?
—Mujer, Mia es mi prima, a la que conocerás en la reunión
de Navidad. —Sacude la cabeza.
—Um... pensé que estaríamos atrapados por la nieve.
—Es posible que la nieve se detenga pronto, y entonces es
cuestión de que las máquinas quitanieves lleguen a las
carreteras. Mi hermano tiene una flota en la marcación rápida,
por lo que incluso si vamos con un día de retraso, vamos a ir
allí.
—¿Por qué? Él no sale de su casa, así que ¿por qué tener
quitanieves a mano?
—Sí, pero no es sólo para él. Tiene vecinos y empleados que
viajan, así que quiere asegurarse de que todos estén a salvo.
Dios, estaba tan enojado conmigo por enviarla allí. Pensé que
ella llegaría antes de que llegara la tormenta, pero luego tuvo
problemas con el coche. —Maldita sea. Franco suena cada vez
mejor a cada minuto. Puede que lo perdone por haber herido a
Isabelle sin saberlo.
—Lo hizo. Se le pinchó una rueda y tuvo que arreglarla.
—Aún así, me siento como un idiota porque ella podría
haber sido gravemente herida.
—No lo hagas. Mi hermana parece feliz.
—Eso es maravilloso, porque eso significa que mi hermano
también lo está.
—Gracias por esto.

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—¿Por qué? —Sus cejas se juntan al inclinar la cabeza.
—Por reunirlos.
—Es lo que se merecen. —Levanto la cabeza y la acerco a
la mía, besando sus labios.
—¿Por qué fue eso? —gime.
—Es lo que te mereces. —Desliza sus manos alrededor de
mi cintura y me coloca en la encimera cerca del fregadero.
—Mujer, eres más de lo que me merezco, pero no creo que
vaya a dejarte ir.
—¿Vas a secuestrarme? —lo desafío, arqueando la ceja y
retándolo. Aunque no sé muy bien por qué teniendo en cuenta
que soy nueva en todo esto.
—Para el resto de nuestros días.
Me rindo y me besa con fuerza, gimiendo mientras presiona
su longitud a lo largo de mi calor. —Yo también soy virgen,
Fabio —suelto.
—Perfecto, porque la idea de que estuvieras con otra
persona, especialmente con Malcolm, me mataría.
—Sinceramente, no recuerdo mucho de él. Es un buen tipo,
pero no para mí. Doctor o no.
—Todavía lo odio. —Pongo los ojos en blanco, fingiendo que
me molestan sus descarados celos, pero me resulta muy sexy.
—Estás siendo tonto.
—¿Lo hago?

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—Te pones celoso por nada. Has tenido montones de citas
para cenar con famosas y ricas compitiendo por tu atención —
le recuerdo.
—Nunca tuve una cita con ellas. Siempre fueron negocios.
Este imbécil podría haber ocupado mi lugar. Quería estar
contigo, desafiándome a que me echara atrás, pero yo nunca
hubiera cedido.
—Lo que sea. ¿Vas a terminar la cena o me vas a dejar morir
de hambre?
—Te daré de comer, pero todavía estoy considerando tener
tu coño para cenar. No tienes ni idea de las veces que te he
imaginado desnuda y con mi lengua follando tu coño.
—¿A menudo?
—Todos los malditos días. Ahora, sienta tu bonito culo y
relájate mientras preparo la cena. —Hago lo que me dice, me
siento en la mesa de la cocina y lo veo hacer su magia. Una
extraña sensación me invade mientras pienso en un futuro con
él. ¿Acaso quiso a Isabelle?
Llena dos platos y los pone sobre la mesa mientras trae un
bol de pan de ajo. Ni siquiera sabía que teníamos los
ingredientes para prepararlo. Traigo un par de bebidas de la
nevera y nos sentamos a comer, pero no encuentro la voluntad
de dar un bocado.
—¿Qué pasa? ¿No huele bien?
—No. Huele muy bien. —Si no fuera por mi repentino
cambio de humor y por su presencia, me lo habría comido todo.

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—¿Entonces qué pasa? Estás molesta, pero no sé por qué.
—Alarga la mano, sosteniendo la mía sobre la mesa.
—¿Estabas interesado en mi hermana? —suelto.
Deja el tenedor. —No. No digo que no sea hermosa; al fin y
al cabo, son gemelas, pero nunca me he sentido atraído por ella.
Si quieres que sea sincero, me tomó por sorpresa desearte como
si no pudiera respirar si no te hacía mía cuando nunca había
pensado en Isabelle de esa manera.
—Es extraño para mí. Cuando crecíamos, los chicos
coqueteaban con las dos, y luego nunca confiábamos en si nos
querían a nosotras o a la otra. La mayoría de la gente no puede
distinguirnos.
—Yo puedo, y Franco también —dice. —Porque es algo más
que la apariencia. Mi corazón late sin control cuando te miro.
Mis terminaciones nerviosas se electrifican cuando pienso en
tocarte. Es una locura el poder que tiene tu presencia sobre mí.
Ahora, por favor, come porque te prometí una noche de cine.
—De acuerdo. —Me sonrojo y empiezo a comer. Maldita sea,
de acuerdo. También es un gran chef. No es de extrañar que
todo el mundo admire a este hombre. Terminamos la cena en
silencio porque me ha atado la lengua.
—Voy a lavar los platos. —El viento aúlla sobre la casa. —
Oh, Dios. El tiempo no parece mejorar.
—Déjame comprobar mi aplicación. —Saca su teléfono del
bolsillo y mira el tiempo. —Se supone que dejará de llover en
una hora.

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—Eso es bueno. Tal vez podamos verlos mañana.
—Eso estaría bien. A mis padres y al resto de la familia les
encantaría ver a Franco feliz.
—Lamento todo lo que ha sufrido. —No puedo imaginarme
estar en su posición. Si algo así le hubiera pasado a Isabelle,
estaría destruida.
—Gracias. Ahora ve y siéntate. No tardaré mucho.
—Puedo lavar los platos —insisto.
—Estoy seguro de que puedes, pero como yo he hecho el
desorden y deberíamos estar de camino a casa de Franco, me
haré cargo y con mucho gusto, lavaré los platos.
Me aprieto la mano en el pecho, haciendo un gesto con los
ojos. —Qué galantería. ¿Qué haré para pagarte alguna vez?
—Tomar mi apellido. —Lo miro para ver si está bromeando,
pero sus ojos son todo seriedad. No es que no quiera casarme
con él, porque por supuesto que sí, pero todavía estoy marcada
por las historias y mi corazón podría no sobrevivir si él decide
cambiar de opinión.
Trago con fuerza. —Um... es un precio muy alto por lavar
los platos. ¿Qué tal un beso?
—Creo que tenemos un acuerdo, mi señora. —Me tiende la
mano, pero me alejo rápidamente, corriendo hacia la puerta.
—Sí, pero después de lavar los platos. —Giro sobre mis
talones y salgo de la habitación. Una profunda carcajada sale
de su pecho.

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Unos minutos después, entra en el salón, secándose las
manos en una toalla. —Vamos a hacer esto. —Se deja caer en
el sofá junto a mí e inmediatamente me atrae hacia su lado,
rodeando mi hombro con su brazo. No me resisto ni me inmuto,
sino que me acurruco y pulso el play.
Me siento tan bien entre sus brazos. Quizá demasiado bien,
porque suelto un bostezo y cierro los ojos.

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Capítulo 6

Fabio

No sé cuándo nos hemos dormido, pero cuando abro los


ojos, el sol entra suavemente por la ventana delantera. Tengo el
cuello agarrotado y el brazo entumecido, pero no lo cambiaría
por nada del mundo, aunque estaría bien poder abrazar a
Anabelle en la cama.
Ella suspira suavemente mientras duerme. Haciendo lo
posible por no molestarla, me deslizo fuera del sofá. Me dirijo a
la cocina y busco las provisiones para el café. Casi lo tengo
preparado cuando ella entra en la habitación, frotándose los
ojos con sueño.
—Café —refunfuña.
—Lo estoy preparando ahora mismo. —Todo ha sido fácil
de encontrar porque Isabelle lo ha organizado como lo haría un
chef.
Anabelle saca una silla y toma asiento en la mesa de la
cocina. —Entonces, ¿tomas un café súper fuerte como el que
hacen en Italia?

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Me apoyo en la encimera de la cocina porque si me acerco
demasiado a ella, podría hacer algo más que hablar. —Hago un
tueste un poco más fuerte, pero no, no tomo café expreso. Sé
que no es como esperabas que fuera el día de hoy, pero Feliz
Navidad, Anabelle.
Ella sonríe suavemente y responde: —Feliz Navidad, Fabio.
Hay un silencio incómodo porque estamos de pie,
demasiado separados, y ninguno de los dos cruza esa distancia.
La inmovilizaría contra la superficie más cercana y la besaría
hasta dejarla sin sentido si supiera que eso es lo que realmente
quiere, pero parece nerviosa. —¿Crees que podremos llegar a la
casa de tu hermano hoy?
—Espero que sí. Puede que sea un día tarde, pero aún
podremos celebrarlo esta noche. Aunque tendré que despejar
mi vehículo con una pala. —Esa es una tarea desalentadora
teniendo en cuenta que esta no es mi casa y no sé si tienen las
herramientas adecuadas. Por lo que sé, contratan a un chico de
la zona o a un servicio para limpiar la calzada con una pala o el
quitanieves.
—Tenemos algunas palas en el garaje. —Me sorprende,
pero Isabelle tuvo que ser operada del hombro porque tenía
demasiados nervios dañados.
—Gracias. Tengo una en el maletero, pero supongo que
estará enterrada. —Viviendo en un lugar donde nieva mucho
todos los años, es algo inteligente tenerlo porque nunca sabes

60
cuando sales del trabajo si tienes que desenterrarte. —¿Quieres
desayunar?
—No. Sólo necesito un poco de café. Me quedé dormida
justo después de comer.
—Sí, creo que no llegué muy lejos en la película.
—No llegué a la parte en la que se cambian de casa. Esa
pasta estaba deliciosa y saciante.
—Un coma de carbohidratos. Lo entiendo perfectamente,
pero tu hermana se merece la mayor parte del mérito. Fue su
salsa la que añadí y estoy un poco molesto de que ella
mantuviera esa en secreto.
—Hablando de trabajo, necesito trabajar un poco.
—Es Navidad —digo.
—Sí, pero como me voy a tomar un par de días, necesito
hacer lo que pueda por adelantado.
—Es cierto. Abrimos los restaurantes el día veintisiete.
Aunque tendré que notificar a André que ahora será el chef
principal.
—¿Qué? ¿Y qué pasa con Isabelle?
—¿Crees que él la dejará escapar de sus garras?
—No, probablemente no. —Se ríe, y me pregunto cómo se
sentiría si la atrapara en mi condominio y la mantuviera allí
hasta que compráramos nuestra propia casa. —¿En qué estás
pensando?
—En nada importante.

61
—Bueno, discúlpame. Necesito mi café. —Agarra una taza
de los ganchos y se sirve una taza con un poco de azúcar y una
gota de crema antes de salir de la habitación. Preparo mi taza y
la sigo para verla sentada con las piernas cruzadas debajo de
ella y la tableta en el regazo. Está tomando notas cuando le
pregunto: —¿Has visto mi teléfono?
—No. ¿Quieres que te llame? —pregunta, pero niego con la
cabeza. Está trabajando y no debería molestarla con eso.
—Tal vez lo dejé en la cocina. —Me dirijo allí, pero entonces
escucho el tono de timbre que puse para su llamada. 'Teeth' de
5 Seconds of Summer.
Me dirijo a ella y veo que está mirando mi teléfono, sabiendo
muy bien que me han atrapado. Es una foto robada de ella con
el identificador de llamadas diciendo Esposa llamando.
Termina la llamada y dice tranquilamente: —Estaba en los
cojines.
—Gracias. —Lo tomo con manos temblorosas. Su teléfono
aprovecha ese momento para sonar, distrayéndonos de esa
conversación.
—Tengo que atender esto.
—Estaré fuera sacando la nieve. —Una hora después, creo
que mis pelotas se han arrugado permanentemente y se han
metido en mi estómago.
—¿Una taza de café? —me ofrece Anabelle cuando entro. La
tomo, asegurándome de no tocar sus manos para que no se

62
enfríe, pero luego le beso la nariz. —Santa mierda, estás hecho
una paleta.
—Bueno, al menos estaremos listos para salir en una hora.
—Esa es una gran noticia. Y hablando de grandes noticias,
Franco e Isabelle se van a casar.
—¡Joder, sí! Nuestro plan funcionó.
—Tu plan. Yo sólo era tu pequeña ayudante —dice, pero no
voy a dejar pasar eso ni un minuto.
—Eres mucho más que eso para mí. —La beso suavemente
después de quitarme todas mis cosas mojadas. —¿Sigues
trabajando?
—Sí. Necesito una hora más, y luego puedo llevarme mis
cosas y trabajar mientras estamos de viaje.
—Eso es genial. —Le doy el tiempo que necesita trabajando
en mis propios asuntos. No es que no tenga mil correos
electrónicos diarios que responder o solicitudes de gente que
quiere la conexión para reservas de cena de última hora. En su
mayor parte, puedo complacerlos, pero también depende del
lugar. Tengo uno en Nueva York que está muy reservado con
meses de antelación, y rara vez hay un hueco para cenar.
Hemos empezado a ofrecer un menú para el almuerzo.
—Voy a meterme en la ducha —dice. —No tardaré más de
diez minutos porque no me voy a lavar el pelo. Lo siento, sólo
tenemos un baño en esta casa. —Está avergonzada por mi
riqueza, pero pronto será su riqueza si me salgo con la mía, que
es lo que haré.

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—Está bien. Entraré justo después de ti.
—Genial. —Guarda todas sus cosas de trabajo en su bolsa
de ordenador y salta del sofá.
—Prepararé algo pequeño antes de salir.
—Eso sería increíble. Gracias, Fabio. —Me besa la mejilla y
sale corriendo. Mis ojos están pegados a su culo, que rebota a
cada paso. Joder, quiero hundir mis dientes en su trasero y
luego lamer su coño antes de tomarla profundamente con mi
gruesa y larga polla. Me agarro la polla, ahogando a la jodida
porque estoy muy dura. Mis pelotas están llenas de semen sólo
para ella, pero tengo que esperar, así que esta carga podría
terminar en el suelo de su ducha.
Cuando sale sólo con una toalla, mi polla se sacude en mis
pantalones. Se dirige a su habitación a grandes zancadas y sé
que no tardaré en correrme. Me apresuro a entrar en el cuarto
de baño y abro la ducha, respirando los jabones que quedan en
el aire. Me desnudo y entro, dejando que el calor golpee mi
cuerpo.
Agarro mi polla y la acaricio desde la base hasta la punta,
acelerando el ritmo mientras pienso en ella mirando y
queriendo ayudarme a correrme. ¿Cuántas veces la he
imaginado arrodillándose, llevándome a lo más profundo de su
ingeniosa boca y chupándome la polla? Demasiadas para
contarlas. Es bastante complicado, ya que no la conozco desde
hace mucho tiempo, pero la mayor parte de mi tiempo a solas
ha sido acariciando a esta maldita.

64
Me apoyo en la pared, con la polla palpitando en mi mano
y los ojos cerrados. Mi corazón se acelera un par de veces
mientras dejo que se desarrolle el espectáculo mental en la
parte posterior de mis párpados. Anabelle se burla de mí
recogiendo su larga melena rubia en un moño desordenado
porque no quiere que le moleste en la cara, y luego se arrodilla,
diciéndome lo mucho que le apetece chupar mi enorme y dura
polla. Le digo que siga y abra su bonita boca porque yo estoy al
mando y va a hacer lo que yo diga. Sigo acariciando mi polla
mientras ella susurra, me suplica, que le dé permiso. Se lo
concedo y entonces ella rodea la cabeza con sus labios,
deslizándose por mi polla hasta que tomo el control.
—Joder, Anabelle —gruño, tan condenadamente cerca
cuando escucho un ligero jadeo que me hace abrir los ojos de
par en par; Anabelle está allí. —Lo siento. Acabo de escuchar
mi nombre.
—Lo siento, nena. Esto es lo que me haces. —No estoy
avergonzado, y estoy seguro de que no voy a ocultar lo dura que
está mi polla. Que se acostumbre a ver a esta gran hija de puta.
Sus ojos no han abandonado mi cuerpo, sobre todo mis
movimientos entre las piernas.
—¿Puedo mirar? —pregunta con las mejillas rosadas por la
excitación o la vergüenza. En cualquier caso, no importa.
Aceptaré cualquier proposición que quiera hacer en lo que
respecta al sexo.

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—Con mucho gusto. Ven aquí. —Se acerca, todavía con la
toalla puesta. La alcanzo y tiro de ella. —No voy a tomarte ahora
mismo porque quiero tiempo para hacerlo bien. —Acaricio su
cara y beso sus labios mientras mantengo la otra mano en mi
polla. Tímidamente, roza con sus dedos mi longitud. —Joder —
gruño contra sus labios.
—Lo siento.
—No lo sientas. Vas a hacer que me corra rápido, eso es
todo. Tócame todo lo que quieras, porque no soy el único que
se va a correr.
Me meto entre nosotros y le acaricio el coño, deslizándome
entre sus suaves rizos rubios, y empujo un dedo a través de sus
pliegues para sentir su estrechez. —Anabelle —gruño. Girando
un poco, la aprisiono contra la pared, con el dedo dentro de ella
y la boca en la suya. —Eres mía. Nunca tendré suficiente.
—Te necesito, Fabio. Por favor. —Ella separa los labios y
echa la cabeza hacia atrás cuando añado un segundo dedo.
—¿Quieres correrte? —le pregunto. No responde porque su
cuerpo está casi a punto de explotar, así que vuelvo a exigir. —
Contéstame.
—¿Cuál es la pregunta?
—¿Quieres correrte?
—Sí. —Sus gemidos jadeantes casi me hacen perder el
control.

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—Acaríciame. Haz que me corra en toda tu mano, aunque
debería ser en tu vientre donde pienso poner a mis hijos. Quiero
que tengas mis bebés. ¿Quieres mis bebés, Anabelle?
—Sí. Todos ellos.
—Siempre serás la única para mí —susurro a lo largo de la
columna de su garganta, corriéndome con fuerza sobre su
mano. Ella gime, acariciándome, y mi polla no baja; en cambio,
estoy listo para hacerlo de nuevo. Retiro su mano y me arrodillo.
Abriéndola bien, lamo su húmeda abertura, arrastrando mi
lengua a lo largo de su coño. Sus jugos me cubren la cara
mientras grita, corriéndose para mí.
Cuando por fin encuentro fuerzas para ponerme de pie sin
que me tiemblen las piernas, tomo el control de la ducha,
agarrando la esponja y el jabón. —Vamos a limpiarnos antes de
que meta mi polla gorda en tu pequeño coño como quiero.
—Feliz Navidad, Fabio.
—Feliz Navidad. —Nos lavamos rápidamente antes de
dejarnos llevar de nuevo. Ajustándome lo mejor que puedo, me
visto con unos vaqueros y una camiseta blanca con una rebeca
beige encima. Cuando sale del dormitorio, veo que vamos a
juego, y me muero de ganas de casarme con esta mujer. Algún
día espero que ella lo quiera, pero por ahora, aceptaré lo que
pueda conseguir.
—¿Estás lista? —pregunto, mirando el pequeño bolso y su
bolsa de ordenador en el sofá.
—Sí. Es suficiente, ¿no?

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—Yo diría que hay que meter un poco más en la maleta, por
si vuelve a nevar. —Pero no es por eso. Planeo arrastrarla a mi
condominio y encerrarla, pero usaré cualquier excusa que
pueda.
—¿Debo llevar más ropa para Isabelle?
—Creo que se quedará allí mucho tiempo, así que podría
ser una muy buena idea.
—De acuerdo. Entonces necesito otros veinte minutos.
Cargo el maletero y contemplo la vista que tengo ante mí.
Viven en un pequeño y pintoresco barrio en el que podría ver a
nuestra familia viviendo, aunque con una casa mucho más
grande. Los dos tenemos familias pequeñas, pero estoy
planeando cambiar eso. Quiero un equipo de pequeños chefs y
diseñadores corriendo por ahí, y estoy seguro de que Franco
piensa lo mismo. Tiene un castillo para guardar a todos sus
futuros hijos y con espacio de sobra.
—¿Qué pasa? —pregunta Anabelle, viniendo a mi lado, con
los ojos llenos de preocupación
Deslizo mi mano alrededor de su cintura y la atraigo a mi
lado. —Nada. Absolutamente nada. Sólo estaba pensando, y
sólo en cosas buenas.
—Bueno, por fin estoy preparada.
—Ya era hora, mujer —me burlo, girándome hacia ella y
besando sus bonitos labios rosados. Se ríe, se aparta y corre
hacia el lado del pasajero, subiendo antes de que pueda
alcanzarla.

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—Supongo que usas mucho esa cinta de correr.
—Normalmente ocho kilómetros al día —suspira. No la he
visto en esa cinta hoy ni ayer, pero puede que haya llegado aquí
después de que hiciera ejercicio.
—Maldita sea, ¿te he jodido el día?
—No en lo más mínimo. Tengo la sensación de que me
ayudarás a quemar muchas más calorías antes de que termine
la noche.
—Claro que lo haré. O al menos lo intentaré. —Nos
abrochamos el cinturón de seguridad y, justo cuando estoy a
punto de dar marcha atrás para salir de la calzada, me pone la
mano en el antebrazo.
Me detengo y le presto atención. —Mira. No niego lo que
tenemos ni hacia dónde va esto, pero por hoy, no quiero que se
trate de nosotros. Franco e Isabelle llevan mucho tiempo
esperando este momento.
—¿Así que quieres mantener nuestra relación en secreto?
—En la boca del estómago odio esta idea más que nada, pero
ella tiene razón. Franco ha amado a Isabelle durante mucho
tiempo y se merecen compartir su felicidad con nosotros sin que
se vea ensombrecida, aunque sea una pequeña sombra.
—Sólo por hoy.
—Bien. Sólo por hoy.
—¿Entonces mañana puedo publicarlo en Instagram? —
ofrece, burlándose del post que le ha traído tanto dolor para

69
nada. Ojalá lo hubiera sabido porque Anabelle era mía antes de
conocerla.
—Sí. Quiero que el mundo sepa que eres mía. Por lo que
puedes compartirlo cuando estés lista. —Me inclino y le robo
un beso. —¿Tienes todo?
—Sí.
—De acuerdo. Entonces vamos. —Por fin salimos a la
carretera y, afortunadamente, los quitanieves han hecho un
buen trabajo. Será necesario más trabajo, pero esto no es un
arreglo que se pueda hacer al instante cuando hay que recorrer
miles de kilómetros en un día festivo. Aun así, disfruto del
tiempo que tengo a solas con Anabelle, respirando su aroma
afrutado. Llegamos a casa de mi hermano en un tiempo
razonable y entonces Anabelle suelta el habitual grito ahogado
cuando alguien ve este lugar por primera vez. Es una obra de
arte, sin duda.

70
Capítulo 7

Anabelle

Santa mierda, él no bromeaba cuando dijo que era un


castillo. Es una mansión con dos agujas en los extremos, lo que
le da esa sensación y a la vez es moderna. Majestuosa. Eso es
lo que me parece y estoy enamorada de su belleza. Es realmente
una obra de arte.
Entramos en el amplio camino de entrada y me pide que
espere aquí. Otro hombre alto sale del otro coche y se abrazan.
Me pregunto si será uno de los primos, porque se parece a ellos.
Despejan las escaleras y entonces veo a una bonita pelirroja
con una sonrisa en la cara. Salgo del vehículo, negándome a
esperar. —Esa es Mia —dice Fabio, llegando a mi lado antes de
que empiece a meter la pata de nuevo y saque conclusiones
precipitadas.
—Dios, es preciosa —susurro asombrada.
—Sí. Ha heredado su aspecto de su madre.

71
—Bueno, maldita sea. Esos son unos buenos genes. ¿Quién
es ese? —pregunto, refiriéndome al hombre con el que estaba
quitando la nieve.
—No te preocupes por él. Ve a saludar a tu hermana y yo
iré en un minuto con nuestras maletas.
Subo corriendo las escaleras mientras él se dirige de nuevo
al vehículo. —¡Isabelle! —grito, subiendo corriendo las escaleras
y casi me caigo sólo para sentir las manos de Fabio sobre mí,
manteniéndome a salvo y excitada al mismo tiempo.
—Maldita sea, mujer. ¿No vas a aprender nunca a tener
cuidado? —gruñe, y me da un poco de rabia.
—Sólo con los hombres mandones. —Miro fijamente a
Fabio y luego me giro hacia mi hermana con una sonrisa. —
Feliz Navidad. Me alegro mucho de que estés a salvo —digo,
abrazando a mi hermana.
—No las conozco oficialmente a ninguna de las dos, pero
soy Mia. —Extiende sus manos y las estrechamos.
—Hola, Mia. Dios, sigues siendo tan hermosa como
recuerdo —dice Isabelle.
—Lo mismo digo, chica. Te presentaré a la familia más
tarde, pero vamos a caminar. —Mia pasa el brazo por encima
de los hombros de Isabelle y la conduce a través de una enorme
entrada con techos de dos pisos. —Por la sonrisa de mi primo,
quiero dar las gracias. Es bueno verlo feliz, y la única que lo
hace estar así eres tú.

72
—Gracias, pero él también es mi felicidad. —Me encanta ver
esa mirada en la cara de Isabelle.
—Eso está más claro que el agua. Wow, ¿cómo se lo perdió
Fabio todo este maldito tiempo?
—Fabio se ha perdido muchas cosas. Demasiado ocupado
persiguiendo celebridades y modelos probablemente. —Dios,
sueno como una perra. Tengo que calmarme. Sé que es mejor
hombre de lo que nunca le di crédito y está loco por mí.
Después de que nos presentan a toda la familia, me
mantengo cerca de mi hermana porque la echaba de menos y
porque necesito un amortiguador entre Fabio y yo. Es una
locura, pero me apetece trepar por su cuerpo y machacarlo
delante de todos, aunque sea yo quien haya puesto el freno a la
relación.
Ya es tarde, así que, aunque es Navidad, la familia quiere
abrir los regalos por la mañana, como habrían hecho esta
mañana. Me encantan las tradiciones que comparten, y cada
vez más, quiero formar parte de ellas. Los ojos de Fabio se
posan en mí un par de veces a lo largo de la cena, llegando
incluso a afirmar que estoy tomada.
Son casi las diez cuando todos damos por terminada la
cena y nos vamos a la cama. Tengo mi propia habitación lejos
de Fabio, pero en cuanto se cierran las otras puertas, irrumpe
en la mía y me echa por encima del hombro. —Es imposible que
durmamos separados.

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Me tapo la boca, amortiguando la risa que me sale de lo
más profundo mientras me lleva a su habitación. —Um...
Alguien puede haber visto —siseo mientras cierra la puerta.
Me arroja a la cama, mi cuerpo rebota y entonces él me
ataca con su fuerte cuerpo inmovilizándome contra el colchón.
Sus ojos se oscurecen con una intención acalorada y su
mandíbula se flexiona antes de hablar: —No me importa. Ya he
tenido que soportar suficiente tortura por hoy. Eres mía y
quiero anunciarlo al mundo. —Fabio aplasta mi boca con la
suya en un beso que grita posesión. Tiene razón. Le pertenezco
y lo sé. Lo he sabido antes que él.
Me agarro a su pelo, pasando mis dedos por su cabeza,
marcándolo. Necesito mucho más de lo que él puede entender,
y quiero que por fin dejemos de lado el pasado y empecemos
nuestra vida juntos.
Me lame el pulso y no puedo evitar el gemido de necesidad
que sale de mis labios. —Te deseo, Fabio.
—No te contengas más, Anabelle. Estoy enamorado de ti,
aunque eso me asuste mucho. Por favor, dime que me darás la
oportunidad de demostrártelo.
—Entonces hazme el amor, Fabio. Llevo años pensando en
ti, esperando de una forma que sólo tú podrías inspirar. Lo
siento si he ido demasiado lejos esta noche.
Se paraliza, mirándome con una energía nerviosa. La
preocupación y la excitación luchan entre sí cuando se aclara
la garganta y dice: —Cariño, todo lo que has dicho acerca de

74
que no te han tomado, ha sido un empujón para demostrar lo
contrario. Estás a punto de comprobar lo contrario, porque
estás más que tomada. Te reclamo como mía para siempre. ¿Me
entiendes?
Recorro con mis manos su fuerte mandíbula, amando su
barba de dos días. —Está claro, Fabio. Sólo recuerda que estoy
igual de loca de celos y que necesitaré que me tranquilices
constantemente con orgasmos diarios, como mínimo.
—Tesoro, no puedo prometer que sea bueno la primera vez,
pero intentaré controlarme.
—Bueno, ya me lo compensarás después.
Ambos sonreímos con una pequeña carcajada, pero
rápidamente es reemplazada por una intención seria en sus
ojos. Con una sonrisa arrogante, susurra: —Al menos una vez
al día.
Fabio me sujeta la cara, sus manos son fuertes pero hay un
ligero temblor en ellas cuando acerca su boca a la mía. La
pasión, el hambre y el deseo se reflejan claramente en sus ojos
color caramelo antes de que se cierren, y sus labios me besen
con ternura. Mis emociones desenfrenadas exigen que vayamos
más rápido, pero quiero que este momento dure.
Levanto las manos y las deslizo por su espalda, deseando
que ya esté desnudo para poder sentir sus músculos tensos sin
nada entre nosotros. Su lengua acaricia la mía mientras empuja
sus caderas contra mi pelvis, moviendo su longitud sobre mi
montículo. Deseo a este hombre como mi próximo aliento.

75
Necesito más.
—Necesito verte toda —gruñe como si me leyera la mente.
—Por favor —gimo, viéndolo retroceder. Me levanto y me
deslizo para quitarle el jersey. Hago lo mismo, quedándome con
mi sujetador más bonito, porque tenía la sensación de que hoy
le daría a este hombre cada parte de mí si lo aceptaba. Por la
mirada de sus ojos y la tienda de campaña de sus pantalones,
no hay duda de adónde lleva esto.
—Joder, eres... wow... tan perfecta. Ahora deshazte de esos
pantalones o te los arrancaré yo mismo. —Ya nos hemos visto
desnudos, pero esto es diferente. Esto es mucho más. Levanto
las caderas y me bajo los pantalones, dejando al descubierto
unas bragas con forma de árbol de Navidad.
—Maldita sea, es mi papel de regalo personal. —Se lame los
labios y se agarra la polla a través de los vaqueros. Fabio se baja
al suelo y se quita el resto de la ropa. Es mi turno de mojarme
los labios, sacando la lengua mientras veo su enorme polla
rebotar contra su estómago. Su cuerpo es una obra de arte de
la que puedo disfrutar.
—Ven a desenvolver tu regalo —le digo, arqueando la ceja
mientras deslizo lentamente la mano por mi montículo y me
acaricio el coño a través del material, que está absolutamente
empapado.
Un gruñido bajo lo atraviesa como un animal salvaje. —No
toques mi regalo. Es mío y ya te puedo decir que no me gusta
compartir mis cosas.

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—Egoísta. —Hago un mohín pero no me detengo.
—Posesivo y orgulloso de ello. —Se arrodilla en la cama,
apartando mis manos. Los talentosos dedos de Fabio agarran
la tela y tiran, arrancándomela.
Le lanzo una mirada de sorpresa. —Hey, me gustaban esas.
—Te lo dije: papel para envolver. Se rompe, pero me
aseguraré de que tengas muchos pares nuevos cada año. —Baja
la cabeza y presiona besos por mi cuerpo hasta llegar a mi coño.
Me lame hasta que estoy a punto de estallar, se levanta y
presiona con la punta justo más allá en mi coño. Jadeo cuando
la presión se intensifica casi hasta el punto de que me duele.
Nuestros ojos están fijos en el otro mientras él levanta una de
mis piernas sobre su cadera y con la otra mano me agarra el
pelo. Con un fuerte empujón, me besa con fuerza antes de
penetrarme completamente con su polla. Le muerdo el labio
inferior y luego grito.
No me duele tanto como esperaba, pero el torrente de
múltiples puntos de contacto me produce placer y dolor, y no
sé qué disfruto más. Lentamente, abro los ojos y veo a Fabio
mirando con preocupación, con el labio sangrando.
—Lo siento.
—Soy yo quien lo siente. Te he hecho daño.
—De una manera tan buena. Por favor, no te detengas
ahora. Bésame y prometo no morder tan fuerte.
—Dios, mujer, te amo condenadamente tanto.

77
—Te amo, Fabio. Más que a nada en el mundo. —Nos
besamos y nos balanceamos juntos, moviéndonos lentamente,
trabajando nuestros cuerpos hasta que aceleramos el ritmo.
Cada embestida es acompañada por palabras de necesidad y
promesas de eternidad. Ya no tengo dudas sobre mi hombre. —
Fóllame más fuerte, Fabio.
—Silencio, mujer.
—Estoy tan cerca. Me voy a correr —grito.
—Córrete en silencio o habrá problemas —gruñe. —Nadie
puede escuchar tus orgasmos, excepto yo.
Bueno, tal vez quiera tener problemas. Me agarra la
garganta con un poco de agresividad, pero no me hace ningún
daño. —Quieres problemas, ¿verdad, chica mala?
—Sí. —Me machaca más fuerte y más rápido.
—Tira abajo estas paredes con tus gritos antes de que los
niños llenen estas habitaciones.
—Sí. Me corro, Fabio. Sí. —Estoy teniendo un orgasmo.
Supongo que eso le gusta, porque puedo sentir su grosor
pulsando en mí y entonces embiste una vez más y luego hace
una pausa, derramando su semilla por todas mis fértiles
paredes. Noto que nuestra liberación nos golpea de lleno.
Nuestras voces recorren la habitación hasta que su boca corta
mis gritos.
—Te amo tanto, Anabelle. Ahora y siempre.

78
—Siempre, Fabio. —Nos acomoda suavemente para que
apoye mi cabeza en su pecho y nos cubre a medida que nos
vamos quedando dormidos.

79
Capítulo 8

Fabio

A la mañana siguiente, la familia se reúne en el salón para


intercambiar regalos, pero lo único que quiero es estar a solas
con mi mujer. Ahora que la he probado a fondo, voy a ser como
un cachorrito enfermo.
Incluso ahora, sigo a Anabelle a la cocina para ayudarla con
el café, y en cuanto la tengo más allá de la puerta, la inmovilizo
contra la pared y hago que sus piernas me rodeen. —Dios, eres
preciosa... y mía.
—Tú también eres muy atractivo. —Perdemos el control y
le meto las manos en la blusa, ahuecando sus tetas.
Le gruño contra los labios: —Debería darte unos azotes por
la falta de sujetador, pero maldita sea, me lo has puesto fácil.
—Mi objetivo es complacer al jefe. —Su suave risa se
convierte en un gemido cuando le levanto la blusa y me meto
en la boca uno de sus duros pezones. Su espalda se arquea
contra la pared y sus piernas se tensan alrededor de mi cintura.

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—Siempre que sepas quién manda, mi amor. —Le muerdo
la oreja y empujo mi polla contra ella cuando oímos abrirse la
puerta de la cocina. Dejo caer su blusa para cubrir su cuerpo,
pero seguimos enredados contra la pared. Es obvio que nos
estamos enredando.
—Whoa.—Mia levanta las manos. —No he visto nada.
—Uy. Parece que nos han descubierto.
—Sí, porque esa estupidez a la que intentaron jugar los dos
engañó a todo el mundo —dice, poniendo los ojos en blanco. —
Sinceramente, me alegro por ustedes dos, pero si no empiezan
el café pronto, tendremos la tercera guerra mundial en nuestras
manos ahí fuera.
—Oh, sí. Ves, me haces olvidar lo que estoy haciendo. —Me
da una palmada en el pecho y se mueve para preparar el café.
Colaboro, pero sigue siendo un proceso, así que nos robamos
besos.
—Pronto habrá toneladas de bebés aquí.
—Ooh. ¿Hay alguien con quien estés saliendo, Mia? —
pregunta Anabelle.
—¿Lo hay? —gruño, queriendo saber quién se atreve a
hablar con mi prima sin acercarse a nosotros primero. No tengo
derecho a meterme en sus asuntos porque es mayor de edad,
pero no por eso no lo haré.
—Yo no. Me refiero a Franco y a ti.
Asiento con la cabeza porque tiene razón. —Es justo. Pero
si conoces a alguien, será mejor que lo presentes rápidamente.

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—Si llega ese día lo sabrás.
Llevamos el café mientras Mia agarra las rosquillas. Nos
reunimos todos alrededor del gran árbol mientras Zia María va
sacando fotos y, por primera vez, Franco no se esconde. La
familia no dice nada, pero las sonrisas que se extienden por la
habitación son contagiosas.
Abrazo a Anabelle mientras nos sentamos uno al lado del
otro. Después de los regalos y las delicias, nos hacemos un
montón de fotos alrededor del árbol. Le robo un beso en una de
ellas, tomando a Anabelle por sorpresa, por lo que su cara se
pone roja durante el siguiente par.
El resto de la mañana transcurre como un borrón. No
puedo creer que las fiestas pasen tan rápido, pero es hora de
volver al mundo real. Todos nos separamos, planeando
reunirnos para la boda en una semana, aunque las chicas se
estarán juntando a través del teléfono y de las visitas.
Isabelle todavía tiene que vaciar su casa, lo que significa
que tienen tiempo para salir esta semana. Mi restaurante está
sufriendo una gran pérdida, pero en este momento me importa
un carajo porque nuestra familia se ha vuelto a juntar.
—¿Estás lista, mi amor? —pregunto mientras salimos del
camino de entrada.
—Sí. Supongo que no necesitaba toda la ropa extra. —
Inclina la cabeza hacia la parte de atrás.

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—Oh, seguro que sí, a no ser que pienses pasearte desnuda
por el condominio. No me importará, siempre que las cortinas
estén cerradas.
—¿Condominio? ¿Dónde vives?
—Maldita sea, sí. Tu casa es bonita, pero tu bonito culo
puede trabajar desde cualquier sitio y yo tengo comida en mi
casa para alimentarte.
—Eso es sorprendente. Siempre estás fuera todo el tiempo.
—Sé lo que quiere decir, pero se muerde la lengua. Estamos
dejando atrás sus ideas, pero llevará tiempo.
—Me gusta probar nuevas recetas cuando estoy en casa.
—¿Puedo ser tu degustadora?
—Me encantaría degustarte todo el maldito tiempo, amore.
—Maldita sea... debería haber mantenido la boca cerrada.
—Nunca. Quiero escuchar todo lo que tengas que decir,
incluso cuando estés enojada conmigo.
—Esperemos que haya menos días así.
—Estoy de acuerdo con eso.
Su teléfono suena en el bolsillo. Lo saca y jadea.
—¿Qué? —pregunto, muy preocupado.
—Concéntrate en la carretera. Estoy bien, pero tenemos un
drama. Me han etiquetado al igual que al restaurante Fiore's en
Twitter. Los Tramposos se acurrucan en Navidad. —Me salgo a
un lado de la carretera donde es seguro y echo un vistazo a su
teléfono.

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—¿Qué demonios? —Es una foto del exterior de su casa en
la que Anabelle y yo estamos en su sofá en Navidad mientras la
beso.
—Alguien nos estaba mirando.
—No me molesta que la prensa tenga esa foto, sino las
acusaciones que se hacen. Ella no ha aprendido la maldita
lección. —Es la página de Instagram de Malena, donde afirma
que soy el padre de su bebé. Ni siquiera puedo ver bien.
Inmediatamente estoy al teléfono con mi abogado.
—Evans. Necesito que te encargues de esta mierda ahora.
No te contengas. Esta perra no se rinde. Quiero que la arresten
y la acusen de violar la orden de alejamiento.
—Haré que la acusen. Supongo que esto tiene que ver con
el post de Instagram que vi esta mañana.
—¿Y no has dicho nada?
—¿Por qué arruinar tus vacaciones con tu prometida?
—En eso tienes razón. Aun así, quiero que todos ellos
escriban una retractación y una disculpa a Anabelle.
—Sí, Fabio. Me pondré a ello. —Termino la llamada, furioso.
Cuando me giro hacia Anabelle, se ríe. —Amore, te amo, pero
no sé qué tiene de gracioso todo esto.
—Estaba a punto de actualizar el estado de nuestra
relación.
—Oops.

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—Bueno, se lo dejaré a tu abogado. ¿Qué tal si volvemos a
tu condominio y luego me das toda esa energía de macho alfa
reprimida que te recorre?
—¿Eso te excita, nena?
—Por supuesto que sí. Así que vuelve a la carretera y
muéstrame quién es tu verdadera mujer.
—Tú. Siempre tú. —Vuelvo a la carretera después de
ajustarme la polla a través de los vaqueros.
—Entonces, ¿cuáles son nuestros planes después de esto?
Sé que estarás trabajando en tus restaurantes.
—Estaré entrando y saliendo, pero con el drama que ha
comenzado, podría tener una excusa para tomarme un tiempo
libre después de presumirte.
—Me parece bien. —Me llevo su mano a los labios, la beso
y me centro en la carretera. Tenemos un largo camino hasta
Buffalo, donde vivo ahora.
Una vez que llegamos a la carretera principal hacia mi
propiedad, recibo una llamada de mi abogado. —Dime qué está
pasando.
—Ha sido arrestada, dada la evidencia en su contra. Será
procesada, pero si está embarazada, habrá que hacer una
prueba de ADN.
—Nunca me he acostado con ella. ¿Qué demonios?
—Te creo, pero ya sabes cómo es.

85
En realidad, no, no lo sé. Esto es una mierda. Si me hago
una prueba de ADN, parecerá que realmente hemos tenido una
relación, cosa que no hemos hecho. No le haré eso a Anabelle.
—Está bien.
—No. Tengo una solución fácil. Me someteré a una prueba
de detección de mentiras. Arréglalo para esta noche. No estoy
de humor para tratar con esta mierda.
—Eso puede hacerse.
—Hazlo, y hazme saber dónde lo haré.
—Lo prepararé. —Entramos en el garaje subterráneo,
dando gracias a que la prensa no sabe dónde vivo.
—Siento todo esto, Anabelle.
—Te creo, Fabio. No tienes que hacer esto para
demostrarme nada. —Suena su teléfono y dice: —Lo siento,
tengo que contestar. —Asiento con la cabeza.
—Hola, Sra. Smythe. Bien. Lamento que se sienta así. Será
una decepción perderla como cliente pero, si debe saberlo, es
mentira. —Mira su teléfono mientras cuelga. Su teléfono suena
un par de veces más.
—¿Qué está pasando?
—Por lo visto, ha encontrado mi empresa y ha hecho un
trabajo maravilloso para destrozarme en internet y a todas las
empresas que trabajan conmigo.
—Cariño, por favor, no llores. Lo solucionaremos.
—He trabajado muy duro para esto.

86
—Ella lo pagará. Además, estoy seguro de que podemos
conseguirte un montón de nuevos clientes que no sean
imbéciles.
—Sólo quiero acostarme. —Subimos las escaleras y la
acompaño a mi apartamento. —Wow, esto es hermoso.
—Mia hizo toda la decoración, por supuesto. No dejo que la
gente venga aquí.
Veinte minutos más tarde, mi abogado me pide que vaya a
la comisaría local donde un polígrafo profesional está dispuesto
a hacer la prueba. —No tardaré mucho. Por favor, descansa.
Suena mi teléfono y es Franco. —¿Qué pasa? Isabelle está
preocupada. Algo sobre que has dejado embarazada a otra
mujer.
—Franco, tú sabes la verdad. Nunca he estado con una
mujer hasta ahora. Anabelle es la única para mí, y esto es una
mierda total. Han atacado a Anabelle.
—Hazme saber lo que necesitas que haga.
—Sólo cuida de Isabelle. Quizás haz que llame a Anabelle.
Tengo que salir corriendo y ocuparme de esto.
—De acuerdo. Lo haré. Mantenme informado.
—Lo haré.—Hago el viaje donde mi abogado me está
esperando. —Quiero hacer una declaración después de esto. —
Hago la prueba y la paso fácilmente porque nada es mentira.
Son casi las ocho de la noche cuando me dirijo a los medios
de comunicación. —Hola. Como la mayoría de ustedes saben,
soy el chef Fabio Fiore... —Empiezan a gritar preguntas y a

87
disparar las cámaras. Levanto una mano para decirles que se
detengan.
Tardan un minuto en calmarse, pero una vez que lo hacen,
continúo. —Me han acusado de tener una aventura con la Sra.
Moore. No es asunto de nadie si es cierto o no, pero como esto
afecta a algo más que a mi persona, voy a referirme a este
asunto. No volveré a hablar de ello. No tuve ninguna relación
con la Sra. Moore. Ella era una de las muchas invitadas que
han frecuentado mi restaurante. Nunca me he acostado con
ella, así que las mentiras que está soltando se han salido de
control. La más reciente de la que me he enterado es que tuvo
un aborto involuntario por arte de magia tras enterarse de mi
supuesta infidelidad, que sospecho fue un embarazo ficticio. Le
he dado a la Sra. Moore más amabilidad de la que se merece.
Hago una pausa porque, al haber sido criado como un
caballero, nunca pretendería avergonzar a una mujer así, pero
ha ido demasiado lejos. Saco un papel del bolsillo de mi
chaqueta y lo despliego. De nuevo las cámaras se vuelven locas
y también las preguntas. Lo dejo a un lado y espero. Cuando se
calman, me aclaro la garganta.
—Esta es la orden de alejamiento que presenté la noche del
post de Instagram en el que ella decía que estábamos
comprometidos. El post fue eliminado; sin embargo, eso no la
detuvo. Me abordó en mi restaurante mientras insultaba a mi
futura esposa. Le dije que se detuviera o haría públicas sus
locuras, pero lo llevó a un nuevo nivel. Hoy, me he alejado de la

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mujer con la que quiero estar para hacer la prueba del detector
de mentiras. Aquí está el examinador para explicar los
resultados de la prueba.
—Hola, soy el inspector Rodríguez. Le hice al Sr. Fiore una
serie de preguntas, durante todas las cuales no mostró ningún
tipo de engaño, incluyendo el no haber tenido nunca una
relación de carácter sexual con la Sra. Moore.
—Gracias por su tiempo. Eso es todo lo que vamos a decir.
—Los periodistas gritan sus preguntas en la pequeña sala, pero
yo me alejo porque hay un lugar en el que prefiero estar. Dando
las gracias a mi abogado, salgo de la comisaría y les agradezco
que nos hayan permitido utilizar la sala.
Cuando llego de nuevo al condominio, Anabelle está de pie,
lista para recibirme. —He visto tu conferencia de prensa.
—Lamento que haya sido necesario. Te amo, Anabelle.
Desde el primer momento en que nos conocimos, supe que me
pertenecías. Me robaste el corazón y no quiero que nada ni
nadie se interponga entre nosotros.
—Yo también te amo. Hemos dejado que muchas cosas se
interpongan entre nosotros. Ahora, ¿qué tal si disfrutamos del
resto de nuestras vacaciones? —Me encanta esa idea. Nos
sentamos en silencio un momento antes de que ella diga: —
Tendré que buscar otro tipo de empleo, pero pienso mudarme
por aquí pronto. Debería ser fácil vender la casa antes de que
caduque la hipoteca.

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—Ah, sí. Sobre eso. No tengo intención de dejar que te
vayas. Mi hermano no es el único bastardo obsesionado.

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Capítulo 9

Anabelle

Nuestros dedos se entrelazan mientras su cuerpo se inclina


sobre el mío. Es entonces cuando siento el peso añadido en mi
mano izquierda. Hace una semana que estamos juntos, y amo
a este hombre con todo mi corazón, así que estoy encantada,
pero él se olvidó de un paso. —Hey, no has preguntado. —
—Algunos riesgos no merecen la pena —gruñe contra mi
oído mientras su polla empuja dentro de mí desde atrás. No
puedo recuperar el aliento mientras arrastra lentamente su
longitud casi por completo antes de volver a meterla de golpe.
—No puedo existir sin ti.
—Estás intentando que me corra —gimo.
—Ese es el objetivo, amore. Ahora, dame lo que necesito. —
Su mano me aprieta el pelo y me echa la cabeza hacia atrás
mientras su lengua se desliza por mi garganta. —Córrete para
mí.
Mi coño se agita, mi estómago en tensión cuando me
muerde, rompiéndome en mil pedazos y enviando un intenso

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orgasmo a través de mí. Temblando, aprieto mis manos contra
sus muslos y aguanto las olas. Él acelera, impulsando sus
caderas hacia delante, moviendo el sofá con cada empujón.
—Dámelo, Fabio. Córrete dentro de mi codicioso coño.
—No hasta que te corras otra vez. —Se retira de mí,
presiona su mano en mi espalda, empujando mi pecho contra
el respaldo del sofá antes de arrodillarse. La lengua de Fabio
acaricia mi coño, sumergiéndose en él, hambriento de mi sabor
en sus papilas gustativas. No se cansa de lamer mi orgasmo. —
Es una comida gourmet sólo para mí.
De pie, me levanta y se sienta en el sofá con mis muslos a
horcajadas sobre los suyos, mis rodillas sobre el cojín mientras
me empala con su enorme longitud. Grito por la plenitud, algo
a lo que estoy segura de que nunca me acostumbraré, y cabalgo
sobre mi prometido.
—Estas tetas son perfectas —gruñe, chupando una en su
boca, mordiéndolas y marcándolas con mini mordiscos de
amor. Sus manos se aferran a mi culo, apretándolo y
amasándolo como si estuviera haciendo masa. —Todo en ti es
jodidamente increíble, Tesoro. Cásate conmigo, por favor.
—Sí, sí. Joder, sí —grito mientras mi segundo orgasmo de
la noche me golpea. Me mantiene quieta, disparando su carga
en mi vientre para asegurarse de que quede embarazada. El
hombre tiene la misión de formar nuestra familia, y yo también.
Es muy probable que ya lo haya conseguido, pero no voy a
impedir que lo intente.

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—Te amo, Anabelle. ¿Te casarás conmigo la semana que
viene?
—Sí. Antes de que mis padres regresen a Florida.
—Me parece estupendo. Lavémonos y vayamos a la cama.
—No puedo dormir ahora. Tengo que llamar a Isabelle.
Tenemos que planear una boda lo antes posible. —Me bajo de
un saltito de su polla semidura y me meto en nuestro dormitorio
y en su increíble ducha, que es más grande que mi antiguo
cuarto de baño. Hay tanto que hacer. Miro el anillo y me río. Es
tan grande y hermoso, y lo publicaré esta noche.
Después del drama que ha habido con esa zorra, no puedo
esperar a restregárselo. He perdido mucho porque ella estaba
enamorada de mi hombre. Es una pena que haya tenido que
llegar a esto, pero está recibiendo la ayuda mental que
desesperadamente necesitaba. Tiene un ego que la hizo
perseguir al único hombre que la rechazó. Quiero sentir lástima
por ella, pero arruinó la carrera por la que he trabajado muy
duro, y llevará mucho tiempo repararla.
He recibido una docena de disculpas, pero algunas cosas
no se pueden volver a meter en la botella. No volveré a tratar
con ninguno de esos clientes bajo ninguna circunstancia. Sin
embargo, con el tiempo, podré perdonar la precipitación del
juicio.
—Amor, ¿has terminado ahí dentro? —Salgo del baño con
una toalla y miro fijamente a mi hombre, que al parecer ha
utilizado la otra ducha. Tiene un condominio con dos baños,

93
aunque supongo que ahora también es mío porque ya me ha
exigido que no me vaya nunca. Por supuesto, tenemos más de
uno.
—Que me jodan. Vas a volver a ser inclinada en la cama si
no te pones algo de ropa pronto.
—Sí, porque la ropa realmente detiene tu culo caliente.
—Muy cierto, así que sube tu bonito culo a la cama porque
en realidad estoy cansado y tenemos una semana completa de
preparación para que te conviertas en mi esposa. —Dejo caer la
toalla y me pongo una de sus camisetas. —Eso hará que seas
clavada.
—Guárdalo para la mañana, Chef Fiore, después de
hacerme el desayuno.
—Trato hecho. —Me besa los labios y luego me atrae hacia
sus brazos mientras suelto un largo bostezo. —Buenas noches,
bella durmiente.

94
Capítulo 10

Fabio

Ha caído otra nueva tanda de nieve en Rochester, pero es


perfecta para mi hermosa novia, que camina hacia mí con un
vestido largo y ajustado y una estola blanca sobre los hombros,
con el aspecto de un ángel de nieve. Lleva el pelo suelto con
ondas, como una estrella de los años cuarenta, y los labios
pintados de rojo vivo.
Todo en ella irradia felicidad, y joder, no puedo esperar
mucho a que se dirija hacia mí. Mi hermano y mi primo me
agarran de los brazos, y sólo el movimiento de su cabeza me
detiene. La necesito, pero es un honor para su padre
acompañar a su hija hasta mí.
Una vez que la trae a mi lado, dice: —Gracias por ser tan
paciente. —Anabelle suelta una risita y yo me encojo de
hombros.
—Por ella, haría cualquier cosa.
—Eso es lo que quiero oír.

95
El sacerdote le pide a su padre que la entregue, y él lo hace
amablemente. Tiene que ser difícil, porque dejar ir a Anabelle
es algo que nunca podría hacer.
—Te ves impresionante. Soy un hombre afortunado.
Nos enfrentamos al sacerdote y escuchamos como nos une
en matrimonio. En cuanto dice: —Los declaro marido y mujer
—la arrastro a mis brazos y la beso como debería haberlo hecho
el día que nos conocimos.
Nuestros invitados nos aclaman, entre ellos un par de
personas de la prensa que han estado a nuestro lado. No
tenemos intención de vender las imágenes, no hay secretos que
ocultar. Anabelle ha sido mi único amor y lo será para siempre.
—Venga, Sra. Fiore, vamos a celebrarlo.

***
Más tarde, esa noche, salió el primer comunicado de
prensa, y fue perfecto.

Un romance de cuento de hadas

Fabio Fiore se casó con su encantadora prometida,


Anabelle Jones, en una ceremonia privada ante menos
de cincuenta familiares y amigos. Todo, desde la
comida hasta la decoración, resultó perfecto en la
glamurosa finca propiedad de su hermano, el magnate

96
inmobiliario Franco Fiore, que también llevaba del
brazo al amor de su vida. Sin embargo, nada se
comparaba con la pareja que estaba en el centro. El
amor de Fabio y Anabelle estaba a la vista de todo el
mundo, incluso el hilarante, pero romántico, momento
de faux pas cometido por el novio. Fabio tuvo que ser
retenido por sus padrinos de boda mientras intentaba
correr por el pasillo y agarrar a su novia.
Un hombre obsesionado, sin duda.
Estos hombres Fiore llevan el amor en los ojos,
pero, afortunados señores y señoras, hay dos primos
Fiore que están solteros: la encantadora Mia Fiore, y su
hermano mayor, Soren. Quien los atrape lo tendrá difícil
para demostrar su devoción tan fuerte como Fabio y
Franco, pero todos podemos esperar.
Encuentren el amor y la felicidad, mis queridos
lectores.
- escrito por Always the Bridesmaid.

—Eso fue bastante adorable —susurra Anabelle mientras


nos acostamos en la cama.
—Gracias. Me encanta estar en la cama con mi mujer
completamente desnudos y que me diga que soy adorable. —
Pongo los ojos en blanco, fingiendo tristeza.
—De acuerdo. Así que también ha sido sexy. —Su mano se
desliza por mi muslo, sabiendo que no me molesta lo más

97
mínimo; de hecho, mi polla se sacude antes de que llegue a mis
caderas. Su tacto me excita tanto que prácticamente podría
enloquecer en sus manos ahora mismo.
—Ten cuidado, mujer. Te he dejado el coño muy dolorido.
Quiero que seas capaz de manejarme mientras te follo por toda
Italia.
Ella gime y apoya su cabeza en mi pecho. —Bueno,
entonces tendrás que ser muy creativo, mi sexy chef. —Sus
labios rozan mi piel, burlándose de mí mientras baja. Con su
lengua asomando entre sus labios, se acerca a la punta de mi
polla, lamiendo la gota de pre-semen que es sólo para ella.
Sacudiendo la cabeza, la alejo y la pongo de espaldas. —No,
no duraré ni un minuto con esa boca a mi alrededor. Diablos,
no sé si podré soportar ese coño tan apretado que tienes, pero
quiero cada gota de mi semilla justo donde debe estar.
Separando sus piernas, alineo mi cabeza con su entrada,
pasando la punta hacia arriba y hacia abajo, probando lo
mojada que está mi mujer. Está empapada y la recompenso con
una suave embestida. Ambos gemimos cuando nuestros
cuerpos se unen uno contra el otro. Mi pecho se apoya
ligeramente en el suyo mientras tomo su boca en un beso.
Me retiro y me pongo en cuclillas, separando los tobillos de
mi mujer sobre mis hombros y bombeando hacia delante. —
Eres tan sexy. Necesito ver cada centímetro de ti que pueda. ¿Te
vas a correr para mí, Anabelle?

98
—Estoy tan cerca —gime y entonces se levanta para
apoyarse en los codos para ver mi gruesa longitud entrando en
ella y su coño se aprieta a su alrededor.
—Sí, te gusta lo que te estoy haciendo, ¿verdad? Mi gran
polla desapareciendo en tu estrecho coño. Tu calor devorando
mi polla. Vas a hacer que me corra profundamente dentro de ti.
¿Quieres que derrame cada gota de mi semilla en tu vientre?
—Joder. Sí. Dámela, Fabio. La necesito. Es tan grande y me
está partiendo en dos.
—Sí, Tesoro. Toma cada centímetro —gruño, acelerando el
ritmo mientras disfruto del espectáculo. Mi polla se desliza en
su coño cada vez más rápido hasta que ambos gritamos. —
Joder, eso es. No voy a dejar que me convenzas para que te
machaque más el coño por esta noche —jadeo, saliendo de ella
y cayendo de nuevo en la cama.
—Bien, de todos modos tengo sueño —suspira, apoyando
su cabeza en mi pecho con un gran bostezo.
—Cierra esa boca, mujer. Eso fue lo que inició esto.
—Es sólo un bostezo. Me reservaré para chuparte la polla
después de que nos duchemos mañana.
—Soy un hombre afortunado.
—Mientras lo sepas.
Mañana volamos a Italia para nuestra luna de miel. Quiero
enseñarle el pueblo de mis padres y donde viví brevemente, así
como el viñedo de Soren. Lo he visitado de vez en cuando a lo
largo de los años, pero a medida que crecíamos y trabajábamos

99
más y más, los viajes se convirtieron en viajes de negocios y
rara vez me quedaba más de unos pocos días, aunque aprendí
mucho cocinando con mi nonna y varias de sus amigas.

***
—Esta semana ha sido increíble —oigo decir a Anabelle a
mi prima mientras respondo a una llamada de uno de los
restaurantes. Por mucho que me guste alejarme del trabajo, hay
cosas que requieren mi atención. Así que les dedico una hora
de mi día. —Fabio dice... —No escucho el resto porque se han
ido por el camino de la villa de Soren. Estamos aquí de visita
durante una semana después de nuestra gira por Italia. Mi
primo está siendo el anfitrión perfecto y yo hago todo lo posible
para no estar celoso porque no debería tener nada de lo que
estar celoso. Mi mujer tiene mi semilla goteando por sus piernas
mientras hablamos, pero el animal que hay en mí sigue
queriendo toda la testosterona lejos de ella.
Apenas termina la llamada, me levanto de un salto y voy a
buscarlos. Me levanto de un salto y voy a buscarlos. Soren lleva
a mi mujer en brazos hacia esta dirección. —¿Qué demonios?
—Se la quito.
—Estoy bien.

100
—Casi se desmaya —gruñe Soren. —Voy a llamar al
médico. —Saca su teléfono, lo que supongo que era difícil de
hacer mientras la cargaba aquí.
—Amore, Anabelle. Te encuentras mal.
—No pasa nada. Sólo me he mareado un poco y...
—Mierda.
Me precipito hacia la casa y grita. —¡Detente! Me voy a
enfermar.
—Estás enferma.
—Estoy bien. Puedes ponerme en el suelo y puedo caminar.
—¿Estás loca? No. —La llevo al interior de la casa y subo
directamente a nuestra habitación y a nuestra cama, pero ella
se lanza al baño y cierra la puerta. Durante los siguientes veinte
segundos me deja fuera y no puedo entrar. —Abre la maldita
puerta, Amore.
—Tráeme agua, por favor. —No quiero dejarla, pero sé que
lo necesita. Oigo pasos rápidos y pesados. Soren se acerca con
una jarra de agua y un vaso.
—Gracias. —Sirvo un vaso y dejo la jarra sobre la cómoda.
—Me imaginé que lo necesitaba. Quizá demasiado sol y
ejercicio. —Eleva sus cejas hacia mí. Sí que me ha montado
duro esta mañana como si estuviera en el Derby de Kentucky.
Llamando a la puerta, le digo: —Tengo tu agua. —Ella abre
la puerta y yo entro, cerrándola tras de mí. —¿Cómo estás, mi
amor?
—Estoy bien.

101
—¿Qué necesitas?
—¿Puedo acostarme?
—Por supuesto. —La levanto y la llevo a la cama. Mi primo
ha salido de la habitación, así que tenemos algo de intimidad.
Me quito los zapatos, me meto en la cama junto a ella y le pongo
el dorso de la mano en la cabeza. No está húmeda ni tiene fiebre.
Quizá haya tomado demasiado sol o haya practicado demasiado
sexo sin comer lo suficiente.
—Hoy no te he alimentado lo suficiente —digo casi para mí.
—No, no es eso, Fabio. Tengo la sensación de que sé lo que
es.
—¿Qué es?
—Creo que nuestra pequeña familia está creciendo. —Mis
ojos bajan inmediatamente a donde descansan sus manos en
su estómago. —Esta mañana tenía los pechos tan sensibles que
pensé que tal vez eras demasiado brusco, pero cuando me puse
el sujetador, me sentí incómoda.
—Te buscaremos unos nuevos.
—Es demasiado pronto para saberlo sin alguna prueba,
pero ya debería haberme venido la regla.
—Wow, ¿voy a ser padre? —No puedo evitar que la sonrisa
se extienda por mi cara ante la noticia. Desde el primer día he
querido que ella gestara mi hijo y ahora es una posibilidad más
que probable.
—Parece que sí.

102
—Sí —aclamo, besando su frente y atrayéndola hacia mis
brazos.
—No lo sabemos con seguridad —me recuerda. Es cierto,
pero prefiero creer eso a que esté realmente enferma.
Una hora más tarde, el médico llega y Anabelle está sentada
en la cocina sintiéndose mucho mejor. —¿Eres tú la paciente,
querida?
—Sí.
—Estás radiante. ¿Estás embarazada?
—No estoy segura. ¿Cómo lo has sabido?
—No lo sabía. Es una pregunta que hacemos a la mayoría
de las mujeres casadas cuando se sienten mal. Tengo una
prueba, por favor, hazla ahora. —Se la entrega y ella entra en
el cuarto de baño al final del pasillo.
—Estoy seguro de que debe ser el caso porque ella no
parece estar como la describiste, Soren.
—No. Parece haber mejorado.
—Fabio, me alegro de verte, muchacho. Han pasado
muchos años.
—Lo mismo digo, Dr. Argo.
—He oído que ahora eres mundialmente famoso con tu
comida.
—Sí. Tal vez podrías traer a tu encantadora esposa a cenar
con nosotros una noche.
—A ella le encantaría. Es una pena que no tengas un
restaurante aquí.

103
—No lo necesitamos aquí. Tienes a un talentoso cocinero
trabajando en el país.
—Cierto. Cierto. Ah. Bella ha vuelto. ¿Y? —dice, mirando
fijamente a mi hermosa esposa. Ella asiente y sonríe. La agarro
y la alzo en mis brazos.
—Te amo tanto, Anabelle.
—Felicidades. —Nos besamos y luego la pongo de pie. —
Tenemos mucho que celebrar.
—Es demasiado pronto. Todavía tengo que decírselo a mi
familia —dice Anabelle.
—Tiene razón. Mi madre, sin embargo, estará emocionada
de que el mundo sepa que tenemos un bebé en camino. Estoy
seguro de que Franco puede estar en el mismo barco ahora
mismo.
—Oh sí, él también se casó —dice el doctor.
—Sí, con mi hermana gemela.
—¿Oh?
—Sí, y era mi chef principal. La razón por la que mi
restaurante estaba siempre ocupado.
—Bueno, entonces ella debe venir a Italia también un día y
compartir sus dones.
—Franco no la compartirá con nadie.
—Hombre sabio. —Guiña un ojo. —Tengo que irme. Tengo
dos pacientes más que ver. Me alegro de verte y muchas
felicidades por tu nueva familia. Por favor, descansa y come
poco y a menudo, para que no se te revuelva el estómago. Le

104
diré a mi mujer lo de la cena. —Nos damos la mano y Soren lo
acompaña a la salida mientras yo abrazo a mi mujer.
—¿Cómo te sientes, mi amor?
—Mejor. Feliz. Es demasiado pronto para decírselo a la
gente, pero tengo la sensación de que va a ser un cotilleo de
pueblo dentro de poco. ¿Deberíamos llamar a nuestros padres?
—Sí. Creo que mis padres primero, ya que tienen vínculos
aquí.
—Sí. Inteligente.
Hacemos varias llamadas y la última es a mi hermano y a
Isabelle. Por supuesto, nos alegramos juntos porque es muy
probable que nuestros hijos nazcan con días de diferencia.
—Chica, va a ser maravilloso —le dice Anabelle a Isabelle.
Las dos chillan y mi hermano y yo soltamos una carcajada
porque nos encanta su felicidad. Ese sol es solo para nosotros.
No sé qué habría hecho si Anabelle no me hubiera dado una
oportunidad. Podría haber salido en uno de esos programas de
crímenes, habiendo destrozado a ese médico como hice con esa
mesa.
No... mis cortes hubieran sido mucho más limpios.

105
Epilogo

Anabelle

Próxima Nochebuena

—Bien. Entonces quiero que publiques los nuevos menús


el mismo día. ¿Me has enten... entendido? —tartamudea Fabio,
con los ojos concentrados en mis pechos turgentes mientras me
burlo de él desde la puerta de su despacho. —De acuerdo...
tengo que irme. Feliz Navidad. Escribe un mensaje con
cualquier problema. —Termina la llamada distraídamente.
Sacudiendo la cabeza, muevo el dedo con un: —Tsk, tsk.
—No deberías ser tan brusco con tu personal —me burlo.
—Ven aquí. Ahora. —Tira de su cinturón de cuero,
liberándolo del cierre. Camino hacia él, mordiéndome el labio
inferior. Fabio se levanta ligeramente para pasar sus
pantalones por debajo del culo. —Ven aquí y déjame ver ese
coño. —Me subo la falda que me he puesto especialmente para
hoy, mostrándole mi montículo desnudo.

106
—¿Te gusta lo que ves? —Separo las piernas y paso los
dedos por mi calor.
—Sabes que sí. Sobre el escritorio, las piernas sobre la silla.
Tengo sed. —Arrastra mi culo desde el escritorio y luego
presiona su cara contra mi coño, chupando mi clítoris. Echo la
cabeza hacia atrás, gimiendo y temblando mientras me trabaja
muy bien. Su lengua me lame una y otra vez, comiéndome hasta
que grito su nombre.
Se levanta y me hace girar. Mis rodillas descansan contra
el escritorio, con el culo fuera y las manos extendidas sobre la
superficie de madera. De un solo empujón me llena, enterrando
su polla profundamente en mí.
—Vamos a llegar tarde —me quejo mientras aprieto su
polla, sabiendo que yo he empezado, pero, francamente, no me
importa.
—¿De quién es la culpa, nena? —pregunta, dándome una
palmada en el culo.
—De ti. Estaba ocupándome de mis asuntos, enviando
mensajes de texto a mi hermana y amamantando a tu hijo,
cuando entraste en la habitación con la toalla puesta —resoplo.
—No puedo evitar lo que me hacen tus tetas. —Empiezo a
reírme, sabiendo lo que le hago y lo mucho que me gusta. —
Estaba tratando de prepararme para el trabajo. Entonces, como
venganza, has entrado en mi despacho y me has enseñado las
tetas, sucia esposa. —Vuelve a azotar mi culo, deteniendo la
risa que sale de mis labios. Me encanta burlarme de él.

107
—Así es. Soy tuya —gimo, echando mi trasero hacia atrás,
haciendo que entre más profundamente en mí.
—Ten cuidado, cariño. No querrás hacerte daño. —Fabio
me agarra por el pelo, tomando el control con breves golpes,
golpeando justo en el punto adecuado para llevarme al límite.
Grito, con las rodillas temblando y los nudillos blanqueando
mientras me aferro al escritorio. Su ritmo aumenta, disparando
su semilla dentro de mí. Una vez que nuestros corazones se han
calmado, se arregla los pantalones.
—Ayúdame a bajar, galán. Tengo que prepararme. —Me
levanta en sus fuertes brazos y me saca de su despacho. En
cuanto llegamos al cuarto de baño, me deja sobre la encimera.
—Vamos a llegar muy tarde.
—Apuesto a que nuestros anfitriones lo agradecerán.
Apuesto a que mi hermano tiene a tu hermana doblada sobre
alguna superficie.
—Probablemente tengas razón. Los hombres de Fiore están
muy cachondos todo el tiempo. No sé cómo lo manejamos.
—Tú lo manejas muy bien. Métete en la ducha antes de que
tengas que manejarlo de nuevo.
—Lo que sea. Ve a ver cómo están nuestras hijas. —
Tuvimos gemelas, Chiara y Camilla inmediatamente, pero tengo
otro regalo de Navidad para él. Estamos esperando otro bebé.
—Sí, mi amor.
Tras pasar la siguiente hora preparando a las bebés, nos
dirigimos al castillo de Franco e Isabelle desde nuestra casa,

108
que está justo entre Buffalo y Rochester. Fabio empezó a buscar
en cuanto supimos que estábamos embarazados. Quería
asegurarse de que pudiéramos estar cerca de ambos lugares,
pero también de que cuando tuviera que estar en el restaurante
de Buffalo, no estuviera demasiado lejos de nosotras, y lo
mismo con el lugar de Rochester.
Sólo ha hecho comprobaciones virtuales con el equipo de
Nueva York porque éste funciona como una máquina bien
engrasada. Estamos planeando un viaje hasta allí en
primavera, cuando las niñas sean un poco más grandes.
—Yo iré a por los bebés, tú sube.
—Puedo llevar las maletas.
—Mujer —gruñe, sacando a las niñas del coche. Está
completamente obsesionado con nosotras tres.
—¡Sorpresa!—Mi madre abre la puerta.
—¡Ya están aquí!
—Sabes que no podíamos perdernos la primera Navidad de
nuestros pequeños nietos.
—¿Dónde están nuestros anfitriones?
—Oh, tenían algún asunto que discutir en la cocina. —
Segundos después veo salir a mi hermana, con el pelo revuelto,
y a Franco acomodándose los pantalones. —Problema resuelto,
parece.
—Fabio tenía razón. Siento que lleguemos tarde. Ya sabes
cómo es. —Abrazo a mi hermana. —¿Al menos limpiaste el
mostrador después? —le susurro al oído.

109
—¿Por qué? Esta vez fue la pared. He oído que es un buen
rincón.
—Maldita Mia. —No puedo creer que les haya dicho que nos
sorprendió contra la pared. Al menos no estábamos follando
todavía.
—Aw... déjame ver a estas preciosidades —grita nuestra
madre cuando Fabio cruza el umbral.
—¿Dónde están mis princesas? —dice mi padre.
—Estamos aquí —decimos Isabelle y yo al mismo tiempo.
—Oh, ahora son reinas. Quiero ver a las pequeñas
querubines.
—Son tan hermosas. —Se parecen a Blancanieves,
teniendo mi tonalidad con el color del pelo de Fabio.
—Fabio, Anabelle —grita su madre, acercándose a los dos.
—Feliz Navidad.
—Ah, me han robado las niñas primero. —Hace pucheros
como si no pudieran ver a las bebés lo suficiente. Nuestros
padres están locos por los niños, y todos no podemos estar más
contentos.
—Bueno, es justo ya que tú lo tuviste primero.
—Nunca pensaré que es justo. —Mi suegra me hace gracia
mientras se aleja con un resoplido.
—Gracias a todos por venir. Isabelle se ha vuelto a superar
—dice Franco antes de agacharse y robarle un beso a su mujer.

110
—He oído que eres una buena cocinera, ¿buscas trabajo?
—le pregunto. —Fabio está buscando a alguien que cocine en
casa. Se casó con la hermana equivocada.
—Nunca. Prefiero cocinar el resto de mis días antes que
entregarte a nadie, ni siquiera a la versión casi idéntica de ti
misma. Eres mía, y lo digo en serio. —Me besa con fuerza. —
Ahora, siéntate y compórtate. No puedo permitir que te sientas
mal con ese pequeño.
Mis ojos se abren de par en par, y balbuceo: —¿Qué?
¿Cómo...?
Ladea la cabeza y sonríe de oreja a oreja. —¿Lo estás?
Acabo de asumir que te he dejado embarazada porque es lo
único en lo que pienso. —Le doy una palmada en el pecho
mientras me atrae hacia sus brazos. —Te amo, Anabelle —
susurra antes de rozar sus labios con los míos. Es breve, pero
mi corazón da un vuelco cuando me besa con tanta ternura.
Cuando nos separamos, miro alrededor de la habitación y
me doy cuenta de que falta alguien importante. —¿Dónde está
Mia?
—Se ha ido a Nueva York a visitar a sus amigas —responde
Soren con un gruñido.
—Espera. Creía que iba a volver mañana —dice Isabelle.
—No, este año va a pasar las vacaciones con sus amigas —
añade como si no le importara en absoluto la idea. Supongo que
sí ya que ha venido desde Italia para pasar la Navidad con la
familia y su hermana no está aquí.

111
—Está bien. Bueno, la llamaré dentro de un rato —digo.
Mia se ha vuelto distante últimamente y, aunque los chicos no
están seguros, las mujeres sabemos muy bien lo que es. Se
siente sola y tiene fiebre de bebés. Se siente excluida, sobre todo
porque Soren vive al otro lado del océano. Sus padres quieren
que encuentren pronto a sus parejas para poder disfrutar
también de ser abuelos. Por ahora, les encanta ser tíos abuelos
de nuestros hijos.
Espero que Mia encuentre muy pronto su otra mitad como
nosotros.
Necesita un hombre como los nuestros que la ame
incondicionalmente.

112
Epilogo

Fabio

Quince años después

—Esta es el último —refunfuña Anabelle.


—Lo sé. Te prometí que sería el último —le digo a mi bella
esposa. Después de todos estos años, está embarazada de
nuevo. Está a punto de arrancarme las pelotas porque ya
tenemos seis hijos y otro en camino.
—Me refería a los correos electrónicos. No quiero mirar mi
computadora por el resto de la semana.
Es Nochebuena y, por suerte, volvemos a celebrarlo en casa
de Franco. Sinceramente, después del caos que se produjo el
año pasado, agradezco que nos hayamos turnado como
anfitriones. El año pasado tuvimos más gente de la que cabía.
Vamos a construir una adición a nuestra casa en la primavera
porque sólo tenemos diez dormitorios, y cada uno de ellos fue
utilizado junto con la sala de estar. Entre todos nuestros hijos,
se ha vuelto agitado, así que nos turnamos. Diablos, Franco ha

113
considerado ampliar su casa, pero nuestros hijos mayores se
irán a la universidad en un par de años, así que no vale la pena.
Los padres de Anabelle fallecieron hace unos años, pero la
familia siempre reza una oración por ellos, esperando que vean
crecer a sus nietos. Mis padres estarán aquí, pero mis tíos se
quedarán con sus hijos durante las vacaciones. Con todo el
mundo casado y con bebés, nuestra familia ha crecido
exponencialmente, pero es maravilloso.
—¿Has terminado toda la comida para esta noche?
—Está casi hecha, así que tenemos una hora antes de
irnos. Los niños se están vistiendo ahora. —La abrazo, sabiendo
que está pensando en sus padres. Siempre lo hace cuando nos
preparamos para celebrar. Besando su mejilla, paso mis manos
por sus tiernos pechos y le susurro: —Quizá podamos...
—Joder, Fabio —gime ella, apoyando su cabeza en mi
hombro.
—Sí, eso es lo que quiero. Me encanta que te jodas a Fabio.
—A mí también. Aunque no se lo digas a mi marido porque
se pone muy celoso.
—Claro que sí. —Aunque sé que se está burlando, no se
equivoca. Me estoy volviendo posesivo, dispuesto a luchar
contra mi yo imaginario porque estoy loco por esta mujer. La
gente tiende a crear distancia cuando tienes una familia tan
grande y llevas tantos años casado, pero yo me aferro aún más
a mi mujer. Trabajamos en equipo, con las niñas ayudando en
los restaurantes, aprendiendo a cocinar, pero también todas

114
trabajan en los ordenadores, queriendo ser una mezcla de los
dos.
—Entonces, ¿la puerta está cerrada?
—Sí, mi amor. —Le beso la garganta y le levanto la blusa,
bajando para saborear sus suaves pechos. Sus gemidos vibran
en mis oídos, pero no tan fuertes como para no escuchar los
pasos que se acercan.
—Supongo que tendrá que esperar.
—Mamá, necesito ayuda —dice Leo, nuestro hijo menor,
fuera de la puerta. —¿Por qué está cerrada con llave? —Porque
estoy tratando de follar con tu mama.
—Vamos, Leo, yo te ayudaré. Mamá está trabajando.
—Pero papá entró ahí.
—Sí, tienen una reunión para el restaurante. Te ayudaré a
prepararte.
—Así se hace, Chiara.
Levanto a mi hermosa esposa por su redondo trasero y la
pongo encima del escritorio, usando mi tiempo sabiamente. Me
arrodillo y le bajo los leggings hasta quitarle un lado, el otro
colgando porque tenemos prisa. Abriendo sus jugosos y
húmedos labios, introduzco un dedo en su interior mientras le
doy golpes con la lengua, acariciando su endurecido capullo
hasta que empieza a empujar su montículo contra mi cara. Está
a punto de correrse y entonces me libero, entrando
bruscamente en su vientre con tanta fuerza que hago temblar
mi escritorio de roble de cuatrocientos kilos.

115
Apoya las manos en la superficie para hacer palanca
mientras la machaco. Le levanto la blusa y me meto en la boca
uno de sus sensibles pezones, haciendo que arquee aún más la
espalda. —Córrete para mí. —Muerdo un poco más fuerte de lo
que debería, pero eso sólo intensifica su necesidad.
Se balancea con fuerza, rodeando mi cintura con sus
piernas y enganchando sus pies para apretarme más. No puedo
contenerme más y le muerdo la garganta mientras se corre,
ahogando mi polla con su estrecho coño. Descargo cada gota
dentro de ella como si quisiera asegurarme de que está
embarazada de nuevo.
—Mierda. Eso fue increíble—jadea, tratando de recuperar
el aliento, y yo también.
—Igual que tú. Te amo, Anabelle Fiore. —Me aferro a ella
un minuto más, dejando que nuestros corazones se calmen.
—Yo también te amo, pero será mejor que nos demos prisa.
Oigo más pasos. —La ayudo a vestirse rápidamente y me arreglo
antes de abrir la puerta.
—¿Quién está listo para irse? —pregunto.
—Yo no —gritan por la casa nuestros seis hijos.
—De acuerdo. Tenemos veinte minutos más —grita
Anabelle. Veinte más es tiempo suficiente para conseguir otra
ronda. Levanto las cejas y miro fijamente sus regordetas tetas.
—No me mires así. Tengo que arreglarme otra vez.

116
—Todo lo que quería decir era Feliz Navidad, mi amor. —
Estoy mintiendo y ella sabe que lo hago, pero ¿qué puedo decir?
No puedo dejar de amarla.

117
Epilogo

Fabio

Veinte años después

Llega al altar vestida de blanco, la nieve ha caído en todo el


exterior al igual que su madre, hace veinte años. Mi dulce
Camilla se agarra a mi brazo, nerviosa y feliz, mientras camina
hacia su futuro marido, que está deseando ocupar mi lugar. Me
río porque recuerdo ser él, y luego recuerdo ser él y gruño. —
Papá, por favor, compórtate.
—Quiere hacerte cosas —confieso, ralentizando nuestro
paso, lo que hace que su prometido levante una ceja y mi mujer
me fulmine con la mirada.
Camilla les sonríe y luego susurra entre dientes apretados:
—Está a punto de ser mi marido, papá. Así es como funcionan
estas cosas.
—Sí. Pues tiene suerte de que me guste. —Vuelvo a mi
ritmo habitual y me concentro en mi esposa para que me apoye.
No tenía ni idea de lo dolorosamente duro que sería este

118
momento. Entregar a mi princesa y confiarla a otro hombre. Si
él hiciera algo que la dañara, lo destruiría.
—Lo sé. Ahora relájate porque tienes una hija más que
llevar al altar en una semana. —Maldita sea, tal vez pueda
convencer a Chiara de no hacerlo.
—De tal madre tal hija. —Anabelle aprovecha ese momento
para guiñarme un ojo y todos mis nervios desaparecen. Camilla
es la novia sonrojada y yo el nervioso.
—¿Y no es ella una joya? —pregunta Camilla.
—La más bonita que se ha hecho nunca. Te quiero, mi
dulce niña.
—¿Quién entrega a esta mujer? —pregunta el sacerdote.
Con orgullo, digo: —Yo. —Beso la mejilla de mi niña y tomo
asiento para verla casarse con el hombre que ama. Ahora me
alegro de que mi hermano me haya impedido arrastrar a
Anabelle lejos de su padre. Levanto los ojos al cielo y doy una
bendición silenciosa al hombre que me dio a Anabelle hace
tantos años, para que yo pudiera tener este momento hoy.
—Es preciosa.
—Se parece a ti, mi amor.
—No exactamente, pero es feliz y así es como me sentí
cuando me convertí en tu esposa. —Anabelle apoya su cabeza
en mi hombro y yo le beso la parte superior.
Vemos a nuestra hija casarse y a nuestra familia y amigos,
que han crecido con los años. Mis padres, por suerte, han

119
podido estar aquí para esta ocasión, lo que le hace mucho bien
a mi corazón.
En cuanto termina la ceremonia y seguimos a los novios,
mi hermano me da unas palmaditas en la espalda y se ríe. —
Parece que estuvieras a punto de sacarla corriendo de aquí.
—Yo no me reiría. Tus gemelas se acercan a la edad de
casarse y se ven tan encantadoras como mis hijas.
—Imbécil.
—Franco, estamos en la iglesia.
—Lo siento, mamá. —Toma su mano y la besa. Yo hago lo
mismo y me disculpo también ya que he empezado. Puede que
esté subiendo de edad, pero todavía me da un poco de miedo mi
madre.
—Chicos, ¿ya terminaron de meterse unos con otros?
Tenemos un montón de fotos que hacer y un increíble banquete
de bodas que celebrar —dice Isabelle. —Nuestro equipo ha
estado cocinando y preparando todo el día. No podemos
hacerlos esperar. —A Isabelle le encanta ayudar a Fiore's con el
departamento de catering. Es el único momento en que Franco
le permite 'trabajar'. Ella disfruta demasiado como para
considerarlo un trabajo y su paga siempre se reparte entre los
camareros de ese día.
—Sí, por supuesto, jefa. —Guiño un ojo y luego tomo el
brazo de mi esposa y la conduzco escaleras abajo mientras
todos los demás toman a sus esposas y las conducen hacia
abajo.

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En dos generaciones, nuestra familia Fiore ha crecido
mucho, y espero con impaciencia a los nuevos que vendrán en
los próximos dos años. Nuestros hijos más jóvenes se reúnen
en torno a su hermana recién casada, la abrazan y se hacen
fotos con el fotógrafo a cuestas.
Anabelle y yo nos quedamos mirando. Hace frío y es
Nochebuena, pero a nadie parece importarle porque son felices.
—Esto no habría ocurrido si no me hubieras dejado
demostrarte mi amor.
—Gracias por demostrarme que estaba equivocada.
—Te amo, Anabelle. Ahora y para siempre.
—Siempre, Fabio.

Fin

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