Del Caminar Sobre El Hielo - WH

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Del caminar sobre el hielo // Werner Herzog


Domingo, 8/12


Al campo acá lo están matando por negligencia. Los chicos juegan alrededor de la
iglesia. A la noche tuve mucho frío. Un hombre mayor cruza el puente, no se siente
observado; camina despacio y pesadamente, haciendo pausas todo el tiempo después
de dar unos pasos cortos y vacilantes; es la muerte que camina con él. Todo está medio
a oscuras aún. Nubes bajas, hoy no va a ser un buen día. El casamiento de Till era sobre
la montaña, que estaba cubierta de nieve, y yo empujaba a la abuela montaña arriba.
Desde lo alto Erika gritaba que nos quedáramos sentados y , segundo, dónde nos
íbamos a sentar en la nieve mojada. Una oveja atlética y esquilada que se había perdido
en la calle pueblerina se me acercó en el semi crepúsculo y me baló, tras lo cual recayó
de nuevo en un trote elástico. Ahora que amanece empiezan los gorriones. El pueblo
estaba ayer perezoso como una oruga en el frio. Hoy, domingo, ya se metió en su
capullo. Con la helada revientan las lombrices que no llegaron a cruzar el asfalto de la
ruta. Bajo los aleros de chapa, donde uno puede sentarse afuera en verano, ahora se
agazapa la soledad, lista para saltar.

Domrémy-Greux-Le Roises-Vaudeville-Dainville-Chassey: sobre las colinas pende una


lobreguez lluviosa bien baja, pero es sólo llovizna, eso se aguanta. Soledad total, un
arroyo del valle es mi acompañante. Una garza gris vuela todo el tiempo unos kilómetros
delante mío, luego se posa y, cuando me acerco, avanza volando otro trecho. La voy a
seguir, vuele adonde vuele. La humedad lo cubre todo, la campera, los pantalones, la
cara, el pelo. De los arbustos pelados cuelgan gotas. Las belladonas, negro azuladas, se
han cubierto de bruma gris. En todos los árboles crecen líquenes gris hielo, a veces
también hiedra, es un bosque infinito, denso , salvaje, exuberante, gris hielo. Desde muy
adentro llega el eco de una batida, luego aparecen cazadores por la ruta. Desde una
camioneta emerge una jauría de perros. Los pueblos están medio abandonados, medio
desmoronados, totalmente olvidados. Las casas no son más pequeños montones de
piedras gris hielo, humedad y hundidas en sí mismas. De a poco va aclarando, pero el
aire sigue húmedo, el paisaje es sombrío y gris. En Chassey, un camion chupa leche de
unos cántaros a su tanque. Dentro de mí ascendió una gran y clara determinación acerca
de mi destino. Voy a llegar al Marne hoy mismo. Cirfontaines languidece, casas
abandonadas, un árbol cayo atravesado sobre un techo, hace mucho tiempo. En el
pueblo habitan grajillas. Dos caballos comen la corteza de un árbol. Las manzanas se
pudren alrededor de los árboles sobre el suelo embarrado y mojado, nadie las cosecha.
En un árbol, que de lejos parecía ser el único con hojas , aún cuelgan todas las
manzanas, misteriosamente juntas las unas a las otras. 

No hay una sola hoja en el árbol mojado, sólo manzanas mojadas que no quieren caer.
Agarré una, me resultó bastante ácida, pero me dio jugo contra la sed. Tiré el corazón de
la manzana contra el árbol y las manzanas cayeron como lluvia. Cuando las manzanas
volvieron a calmarse y a quedarse quietas en el piso, pensé que no había nadie que
pudiera imaginar semejante desolación humana. Es el día más desolado, el más solitario
de todos. Fui hasta el árbol y lo sacudí hasta que quedó completamente vacío. En medio
el silencio las manzanas tamborilearon contra el suelo. Cuando se terminó, cayó un
silencio terrible sobre mí, miré a mi alrededor y no había nadie. Estaba solo. En una
lavandería abandonada tomé agua, pero eso fue más tarde.

Caminaba hacia un alud de nieve mojada y ni me daba cuenta al principio. De pronto


toda la pendiente entraba en un movimiento reptante, el suelo entero empezaba a
moverse bajo mis pies. ¿ Qué es lo que repta ahí, lo que silba?, decía yo. ¿Es una víbora
lo que silba? Entonces toda la aldea de la montaña reptaba y silbaba conmigo. Mucha
gente debía pasar la noche en un estadio y , como dormían bien juntos sobre escalinatas
muy empinadas, se patinaban y rodaban aludes enteros de gente. No tenia de dónde
agarrarme y terminaba en un arroyo, mucho antes de Poissons, incluso podía ver dónde
nacía, y el arroyo, decía yo, te llevará al Marne. En la oscuridad pasé al Marne a la altura
de Joinville, primero el canal, después el río, que fluye veloz y está sucio de lluvia. 

Al pasar por una casa vi que había una carrera de esquí en el televisor. ¿Dónde voy a
dormir? Un sacerdote español leía la misa en mal inglés. Cantaba con tonos errados en
un micrófono saturado, pero detrás suyo había hiedra sobre le muro de piedra y ahí
hacían ruido los gorriones, tan cerca del micrófono que al sacerdote ni se le entendía.
Los gorriones se amplificaban por cien. Una chica joven y pálida se desmayaba en los
escalones y moría. Le llegaban a dar agua fresca en los labios, pero ella prefería la
muerte.

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