Pic-Nic.: Aquelarre y Negra Noche de Nosferatu

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 2

7.

EL TEATRO DESDE 1939 HASTA NUESTROS DÍAS

Al terminar la Guerra Civil, el teatro español había perdido a sus mejores dramaturgos (García Lorca, Valle
Inclán), y otros muchos se vieron obligados a emprender el exilio. Si la posguerra fue muy perjudicial para la
poesía y la novela, resultó aún más funesta para el teatro, ya que este género tuvo que luchar contra una
doble censura, la del propio texto y la de la representación. Además en esta época surge el cine como claro
competidor.
Así las cosas, en los años 40, no pudo llegar la influencia de la renovación teatral europea. Aislado, el teatro
de la época tomó una triple dirección:
1º.- Un teatro continuista, burgués, evasivo y acomodado, de comedias blandas, con temas como enredos
amorosos, infidelidades, el honor y la honra. Autores representativos son: José María Pemán, Joaquín Calvo
Sotelo, Luca de Tena.
2º.- Un teatro cómico, que buscaba la risa complaciente del público no comprometido y que criticaba
levemente las costumbres de la burguesía. No obstante, hubo dos escritores dignos de mención por su
carácter de renovación: Enrique Jardiel Poncela con su obra Eloísa está debajo de un almendro y Miguel
Mihura, autor de Tres sombreros de copa.
3º- Un teatro en el exilio, de carácter comprometido y representado por Max Aub (San Juan) y Alejandro
Casona (Los árboles mueren de pie).

Años 50. Teatro social y realista. Antonio Buero Vallejo


Como ocurrió en otros géneros, también el teatro de los 50 reflejó las inquietudes sociales de una época a
través de un teatro realista. Lograron criticar la sociedad de su época con un lenguaje que imitaba el habla
coloquial de la calle. Destacan Antonio Buero Vallejo con Historia de una escalera y El tragaluz, y Alfonso
Sastre con Escuadra hacia la muerte y La mordaza.

Años 60 – 75. Teatro experimental o vanguardista. Fernando Arrabal, Francisco Nieva, Grupos
Independientes.
Hacia mediados de los 60 y por influencia del Teatro vanguardista europeo se produce una amplia
renovación dramática que afecta a numerosos planos del espectáculo teatral: los temas tratados (aparecen
subgéneros como el metateatro o el teatro de la crueldad), la escenografía (minimalista y altamente
simbolista), etc. Destacan dramaturgos como Francisco Nieva en Aquelarre y negra noche de Nosferatu y
Fernando Arrabal, con su obra El cementerio de coches.
En esta etapa de renovación se crearon también algunos grupos de teatro independiente que han llegado hasta
nuestros días: Els Joglars y La Fura del Baus.

Tras el Experimentalismo de los años 60 y 70, el teatro vuelve la vista a la tradición y hacia la comedia
realista. Destacan José Luis Alonso de Santos con Bajarse al moro; la obra del actor Fernando Fernán
Gómez Las bicicletas son para el verano; José Sanchís Sinisterra con ¡Ay, Carmela! o Fernando Arrabal con
Pic- Nic.
En democracia confluyen todas las tendencias y se funda la Compañía Nacional de Teatro Clásico (1983).
La característica más notable del teatro contemporáneo es que integra todas las artes (pintura, fotografía,
música, etc.) y se rompe con la idea de que el teatro solo puede ocurrir en una sala, así se desarrollan
subgéneros como la performance o el happening, que busca que el público deje de ser espectador para ser
partícipe. Dramaturgos actuales son Carmen Resino (Premio Lope de Vega y Tirso de Molina, entre otros)
con obras como Allegro (Ma non troppo); o el joven Francisco J. Becerra (Paco Bezerra) que cuenta ya con
el Premio Nacional de Literatura Dramática 2017 entre su palmarés por su obra Grooming.

Actualmente, la actividad dramática depende mucho del auge de los grandes festivales de teatro que suceden
en el territorio español, especialmente en verano: festival del Teatro Romano de Mérida o el festival de teatro
clásico de Almagro (Ciudad Real), entre otros.
8. LA NOVELA DESDE LOS AÑOS 70 HASTA NUESTROS DÍAS
Las novelas vuelven al relato tradicional y la historia interesante en sí misma. Predomina un sentimiento
de desencanto, una visión irónica y distante de los problemas colectivos en beneficio de temas más
personales e íntimos. Los autores más destacados de esta época pertenecen a distintas generaciones:
novelistas de posguerra renovados (Delibes, Cela, Torrente Ballester) conviven con autores de los 60 (Martín
Gaite), de los 70 (Juan Benet) y de los años 80 y 90 (Antonio Muñoz Molina).
Los novelistas de la generación del 75, cuenta con representantes como Gonzalo Torrente Ballester (La
saga/fuga de J. B.) y Eduardo Mendoza (La verdad sobre el caso Savolta), con los que se inicia la
recuperación de los pilares de la narración y el arte de contar historias.
Entre los años 80 y 90 surge un gran número de novelistas nuevos (Manuel Vicent, Javier Marías, Julio
Llamazares, Luis Mateo Díez, Rosa Montero, Antonio Muñoz Molina, Luis Landero) Por otra parte, no
resulta fácil discernir en la nueva narrativa unas corrientes o escuelas definidas; sí es posible, no obstante,
identificar ciertas tendencias temáticas. Relevantes son:
a) Novela poemática: Tiende a integrar superlativamente las virtudes del texto poético: Julio Llamazares en
La lluvia amarilla; Escuela de mandarines de Caballero Bonald; Juegos de la edad tardía de Luis
Landero o La isla de los jacintos cortados de G. Torrente Ballester.
b) Novela de memorias y de testimonio: La memoria de una generación y el compromiso son los temas
básicos de esta corriente, en la que se encuadran novelistas como Rosa Montero con Te trataré como a
una reina; Francisco Ayala con Recuerdos y olvidos, o Carmen Martín Gaite con El cuarto de atrás.
c) Novela histórica: fabulación imaginaria del pasado, proyección del pasado sobre el presente. Octubre,
Octubre de J. L. Sampedro; El jinete polaco de A. Muñoz Molina; El hereje de Miguel Delibes; Acrópolis
de Rosa Chacel; Los pacientes del doctor García de Almudena Grandes; La voz dormida de Dulce
Chacón.

Otras tendencias de interés son la novela intimista (Malena es un nombre de tango de Almudena
Grandes o la novela neorrealista (Amor, curiosidad, Prozac y dudas de Lucía Etxebarría).
En la primera década del siglo XXI se siguen las tendencias anteriores, aunque se observa un auge del cuento
en consonancia con los nuevos tiempos. José Mª Merino, La trama oculta. Cuentos de los dos lados con una
silva mínima (2014) o Soledad Puértolas con Chicos y chicas (2016). Uno de los mejores cultivadores del
relato es Alberto Méndez con sus relatos en forma de “derrotas” (Los girasoles ciegos, 2004).
En los últimos tiempos se escriben memorias, autobiografías, libros de viajes, cuentos, relatos, microrrelatos
y, por supuesto, novelas de todas las tendencias: infantil, de ciencia-ficción… narrativa de más o menos
calidad. Si acaso, una tendencia destaca sobre todas: la histórica, tanto del pasado como relacionada con el
tema de la recuperación de memoria histórica (La voz dormida de Dulce Chacón o Soldados de Salamina de
Javier Cercas).
De los últimos años, podemos destacar autores como Alejandro Palomas (Un amor, premio Nadal 2018);
Eduardo Mendoza (El rey recibe); Fernando Aramburu (Patria, premio Nacional de Narrativa 2017); o
Javier Marías (Berta Isla, 2017).

También podría gustarte