El documento presenta una investigación sobre la relación entre la funcionalidad familiar y la agresividad en adolescentes. Explica que el sistema familiar juega un papel fundamental en el desarrollo de los hijos al construir las bases de su conducta. Se enfoca en la población adolescente, un período crucial de autonomía e identidad. La funcionalidad familiar puede ser un factor protector o negligente para el desarrollo de los adolescentes.
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El documento presenta una investigación sobre la relación entre la funcionalidad familiar y la agresividad en adolescentes. Explica que el sistema familiar juega un papel fundamental en el desarrollo de los hijos al construir las bases de su conducta. Se enfoca en la población adolescente, un período crucial de autonomía e identidad. La funcionalidad familiar puede ser un factor protector o negligente para el desarrollo de los adolescentes.
El documento presenta una investigación sobre la relación entre la funcionalidad familiar y la agresividad en adolescentes. Explica que el sistema familiar juega un papel fundamental en el desarrollo de los hijos al construir las bases de su conducta. Se enfoca en la población adolescente, un período crucial de autonomía e identidad. La funcionalidad familiar puede ser un factor protector o negligente para el desarrollo de los adolescentes.
El documento presenta una investigación sobre la relación entre la funcionalidad familiar y la agresividad en adolescentes. Explica que el sistema familiar juega un papel fundamental en el desarrollo de los hijos al construir las bases de su conducta. Se enfoca en la población adolescente, un período crucial de autonomía e identidad. La funcionalidad familiar puede ser un factor protector o negligente para el desarrollo de los adolescentes.
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Albán, E. (2022).
Funcionalidad familiar y su relación con la agresividad en
adolescentes de básica superior de la unidad educativa General Ricardo Descalzi. La presente investigación nació de la necesidad de entender que el sistema familiar cumple un papel fundamental en el desarrollo de los hijos, puesto que es el encargado de construir los cimientos conductuales que les permitan fortalecer su identidad desde la infancia a la adolescencia; de tal modo que es indispensable comprender como la funcionalidad familiar puede ser un factor protector o negligente para el desarrollo de los adolescentes.
Dentro de este marco, el estudio se enfocó en la población adolescente, puesto
que es un periodo crucial y de preparación para la adultez, en este tiempo se evidencian varios sucesos de desarrollo de gran importancia como el paso a la autonomía, la construcción de la identidad, la consecución de competencias para adoptar funciones y fundar vínculos de adulto. Pero si estas no son potencializadas, existe conflicto dentro del entorno familiar y los estilos de crianza no adecuados, son recurrentes los desacuerdos, episodios agresivos, escasas demostraciones de afecto, falta de comunicación y responsabilidades, entre otras
Cordero, P. (2022). La agresividad en los escolares adolescentes: una revisión
de la literatura científica del 2015 al 2020
La agresividad es una conducta negativa que generalmente va asociado con
la violencia; en algunos casos se pueden diferenciar, en el sentido que, la primera de ellas representa un acto natural y espontáneo, mientras que la última es un comportamiento cruel y socialmente destructivo. La conducta agresiva es una de las problemáticas de mayor incidencia entre los escolares, y debido a sus consecuencias sobre el clima escolar ha causado alarma en los docentes, quienes tienen como tarea realizar acciones con el fin de prevenirla o disminuirla, para ello es necesario dotarlos de herramientas que apoyen su identificación (Rojas & Santa-Cruz-Espinoza, 2021).
En el ámbito educativo, generalmente la mayoría pueden ser considerados
víctimas y agresores, mientras que un reducido grupo se considera víctima o agresores (Mora-Merchán & Ortega, 1997). Esa misma posición describen Garnica, et al. (2019), cuando manifiestan que lo innato es la agresividad, a diferencia de la violencia. La agresividad es una conducta que se caracteriza por ser fuerza vital, pulsión, instinto de supervivencia, en muchos casos para hacer daño a otra persona, sea física o verbal, o en muchos casos en busca de dañar relaciones o el status social de los demás. Dichos comportamientos agresivos se comienzan a externalizar en los años pre-escolares, y teniendo en cuenta que es en este período en el que se produce la socialización de la agresión, resulta muy conveniente actuar en este ciclo de la vida de tal manera que se frene tempranamente el desarrollo de una trayectoria hacia la violencia ( Pérez & Cernuda, 2020 ). En ese sentido podemos manifestar que, la agresividad es una conducta de “disfunción social que genera confrontaciones, conflictos y agravios en un grupo de individuos; los niños la asocian con el uso de la fuerza física, para atacar, controlar o dominar al otro” (Buss & Perry, 1992, citado en Munevar, et al., 2019, p. 143); además, es propio el uso de la agresión verbal para someter a la víctima, causándole sometimiento y vergüenza ante los demás.
Cuétara, J., Vera, B., Ponce, T., Jáuriga, B., García, C. y Rodríguez, E. (2018). Violencia intrafamiliar. Una mirada desde la adolescencia. Acta Médica del Centro, 12(3),
la violencia intrafamiliar es la acción o la omisión por algún miembro de la
familia en relación de poder que incluye el abuso físico, emocional, por descuido y sexual. El término violencia ha sido parte de las diferentes sociedades, familias e individuos desde el principio de la historia de la humanidad hasta la actualidad. Se define como cualquier relación, proceso o condición por la que un individuo o grupo social viola la integridad física, psicológica o social de otra persona. Es considerada como el ejercicio de una fuerza indebida de un sujeto sobre otro, siempre que sea experimentada como negativa.1 La violencia intrafamiliar es toda acción y toda omisión cometida en el seno de la familia por uno o varios de sus miembros que, de forma permanente, ocasione daño físico, psicológico o sexual a otros de sus integrantes y que menoscabe su integridad y cause un serio daño a su personalidad y a la estabilidad familiar.2,3 La de tipo física es considerada como toda lesión corporal que deja huellas o marcas visibles; incluye golpes, bofetadas y empujones, entre otras.4 La psicológica se refiere al hostigamiento verbal entre los miembros de la familia a través de insultos, críticas permanentes, descréditos, humillaciones y silencios, entre otras; es la capacidad de destrucción con el gesto, la palabra y el acto. No deja huellas visibles inmediatas, pero sus implicaciones son más trascendentes.4 La sexual representa la imposición de actos propios del sexo por parte de un miembro contra la voluntad de otro. Este tipo de violencia incluye la violación marital. Dueñas, J. (2013). Violencia intrafamiliar: un análisis desde la psicología humanista. Revista del Hospital Psiquiátrico de La Habana, La literatura especializada define la violencia intrafamiliar como un acto intencional que tiene lugar en el contexto de las relaciones interpersonales, ocasiona daño físico, psicológico, moral y espiritual, tanto a víctimas como a victimarios, y vulnera los derechos individuales de los integrantes del núcleo familiar (sobre todo, niños, adolescentes, mujeres y ancianos). Según el criterio de los especialistas, existen diferentes tipos de violencia intrafamiliar: corporal, verbal, psicológica, sexual, mientras que —desde la vertiente conceptual— se percibe como una conducta humana aprendida en el medio socio-familiar y generada por múltiples factores desencadenantes. Los hallazgos de investigaciones médico-forenses y socio-psicológicas llevadas a cabo en nuestro medio registran las repercusiones, consecuencias y secuelas biopsicosocioculturales y espirituales dejadas por la violencia intrafamiliar en las personas pesquisadas. El vehículo idóneo de la violencia intrafamiliar es — sin ningún género de duda— la agresividad, que el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española registracomo un «desequilibrio [psíquico] que provoca la hostilidad de una persona hacia las otras que la rodean». Viene del verbo agredir, que es sinónimo de golpear, herir, acometer, embestir, arremeter, atacar y asaltar. Por consiguiente, la violencia debe percibirse como una reacción emocional negativa, desencadenada por el miedo, el odio, la ira o la envidia, y caracterizada —básicamente— por su marcado efecto boomerang, es decir, se vuelve contra quien la padece, ya que lacera el cuerpo, la mente y el espíritu de la persona que experimenta esa reacción emocional negativa. Al parecer, la violencia emerge de las estructuras más primitivas del inconsciente freudiano, o sea, donde se encuentra lo peor del ser humano, lo que lo acerca a la ancestral bestia salvaje que el hombre lleva dentro. De acuerdo con la Psicología Humanista,1 la naturaleza humana es buena y sana, no obstante todo lo que pueda argumentarse en contra de esa verdad filosófico- antropológica, ya que si la naturaleza del homo sapiens fuera realmente violenta o agresiva, jamás hubiéramos alcanzado la categoría excepcional de personas humanas, sólo prisioneros de una oscura emoción que eclipsa nuestro mundo interior, y por consiguiente, no nos permite descubrir cuánto amor y felicidad se “ocultan” en el centro mismo de nuestro yo espiritual.