Ciyas

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Albán, E. (2022).

Funcionalidad familiar y su relación con la agresividad en


adolescentes de básica superior de la unidad educativa General Ricardo
Descalzi.
La presente investigación nació de la necesidad de entender que el sistema
familiar cumple un papel fundamental en el desarrollo de los hijos, puesto que
es el encargado de construir los cimientos conductuales que les permitan
fortalecer su identidad desde la infancia a la adolescencia; de tal modo que es
indispensable comprender como la funcionalidad familiar puede ser un factor
protector o negligente para el desarrollo de los adolescentes.

Dentro de este marco, el estudio se enfocó en la población adolescente, puesto


que es un periodo crucial y de preparación para la adultez, en este tiempo se
evidencian varios sucesos de desarrollo de gran importancia como el paso a la
autonomía, la construcción de la identidad, la consecución de competencias
para adoptar funciones y fundar vínculos de adulto. Pero si estas no son
potencializadas, existe conflicto dentro del entorno familiar y los estilos de
crianza no adecuados, son recurrentes los desacuerdos, episodios agresivos,
escasas demostraciones de afecto, falta de comunicación y responsabilidades,
entre otras

Cordero, P. (2022). La agresividad en los escolares adolescentes: una revisión


de la literatura científica del 2015 al 2020

La agresividad es una conducta negativa que generalmente va asociado con


la violencia; en algunos casos se pueden diferenciar, en el sentido que, la
primera de ellas representa un acto natural y espontáneo, mientras que la
última es un comportamiento cruel y socialmente destructivo. La conducta
agresiva es una de las problemáticas de mayor incidencia entre los escolares, y
debido a sus consecuencias sobre el clima escolar ha causado alarma en los
docentes, quienes tienen como tarea realizar acciones con el fin de prevenirla o
disminuirla, para ello es necesario dotarlos de herramientas que apoyen su
identificación (Rojas & Santa-Cruz-Espinoza, 2021).

En el ámbito educativo, generalmente la mayoría pueden ser considerados


víctimas y agresores, mientras que un reducido grupo se considera víctima o
agresores (Mora-Merchán & Ortega, 1997). Esa misma posición describen Garnica, et al. (2019),
cuando manifiestan que lo innato es la agresividad, a diferencia de la violencia.
La agresividad es una conducta que se caracteriza por ser fuerza vital, pulsión,
instinto de supervivencia, en muchos casos para hacer daño a otra persona,
sea física o verbal, o en muchos casos en busca de dañar relaciones o el
status social de los demás. Dichos comportamientos agresivos se comienzan a
externalizar en los años pre-escolares, y teniendo en cuenta que es en este
período en el que se produce la socialización de la agresión, resulta muy
conveniente actuar en este ciclo de la vida de tal manera que se frene
tempranamente el desarrollo de una trayectoria hacia la violencia ( Pérez & Cernuda,
2020
).
En ese sentido podemos manifestar que, la agresividad es una conducta
de “disfunción social que genera confrontaciones, conflictos y agravios en un
grupo de individuos; los niños la asocian con el uso de la fuerza física, para
atacar, controlar o dominar al otro” (Buss & Perry, 1992, citado en Munevar, et al., 2019,
p. 143); además, es propio el uso de la agresión verbal para someter a la
víctima, causándole sometimiento y vergüenza ante los demás.

Cuétara, J., Vera, B., Ponce, T., Jáuriga, B., García, C. y Rodríguez, E. (2018).
Violencia intrafamiliar. Una mirada desde la adolescencia. Acta Médica del
Centro, 12(3),

la violencia intrafamiliar es la acción o la omisión por algún miembro de la


familia en relación de poder que incluye el abuso físico, emocional, por
descuido y sexual.
El término violencia ha sido parte de las diferentes sociedades, familias e
individuos desde el principio de la historia de la humanidad hasta la actualidad.
Se define como cualquier relación, proceso o condición por la que un individuo
o grupo social viola la integridad física, psicológica o social de otra persona. Es
considerada como el ejercicio de una fuerza indebida de un sujeto sobre otro,
siempre que sea experimentada como negativa.1 La violencia intrafamiliar es
toda acción y toda omisión cometida en el seno de la familia por uno o varios
de sus miembros que, de forma permanente, ocasione daño físico, psicológico
o sexual a otros de sus integrantes y que menoscabe su integridad y cause un
serio daño a su personalidad y a la estabilidad familiar.2,3 La de tipo física es
considerada como toda lesión corporal que deja huellas o marcas visibles;
incluye golpes, bofetadas y empujones, entre otras.4 La psicológica se refiere
al hostigamiento verbal entre los miembros de la familia a través de insultos,
críticas permanentes, descréditos, humillaciones y silencios, entre otras; es la
capacidad de destrucción con el gesto, la palabra y el acto. No deja huellas
visibles inmediatas, pero sus implicaciones son más trascendentes.4 La sexual
representa la imposición de actos propios del sexo por parte de un miembro
contra la voluntad de otro. Este tipo de violencia incluye la violación marital.
Dueñas, J. (2013). Violencia intrafamiliar: un análisis desde la psicología
humanista. Revista del Hospital Psiquiátrico de La Habana,
La literatura especializada define la violencia intrafamiliar como un acto
intencional que tiene lugar en el contexto de las relaciones interpersonales,
ocasiona daño físico, psicológico, moral y espiritual, tanto a víctimas como a
victimarios, y vulnera los derechos individuales de los integrantes del núcleo
familiar (sobre todo, niños, adolescentes, mujeres y ancianos). Según el criterio
de los especialistas, existen diferentes tipos de violencia intrafamiliar: corporal,
verbal, psicológica, sexual, mientras que —desde la vertiente conceptual— se
percibe como una conducta humana aprendida en el medio socio-familiar y
generada por múltiples factores desencadenantes. Los hallazgos de
investigaciones médico-forenses y socio-psicológicas llevadas a cabo en
nuestro medio registran las repercusiones, consecuencias y secuelas
biopsicosocioculturales y espirituales dejadas por la violencia intrafamiliar en
las personas pesquisadas. El vehículo idóneo de la violencia intrafamiliar es —
sin ningún género de duda— la agresividad, que el Diccionario de la Real
Academia de la Lengua Española registracomo un «desequilibrio [psíquico] que
provoca la hostilidad de una persona hacia las otras que la rodean». Viene del
verbo agredir, que es sinónimo de golpear, herir, acometer, embestir,
arremeter, atacar y asaltar. Por consiguiente, la violencia debe percibirse como
una reacción emocional negativa, desencadenada por el miedo, el odio, la ira o
la envidia, y caracterizada —básicamente— por su marcado efecto boomerang,
es decir, se vuelve contra quien la padece, ya que lacera el cuerpo, la mente y
el espíritu de la persona que experimenta esa reacción emocional negativa. Al
parecer, la violencia emerge de las estructuras más primitivas del inconsciente
freudiano, o sea, donde se encuentra lo peor del ser humano, lo que lo acerca
a la ancestral bestia salvaje que el hombre lleva dentro. De acuerdo con la
Psicología Humanista,1 la naturaleza humana es buena y sana, no obstante
todo lo que pueda argumentarse en contra de esa verdad filosófico-
antropológica, ya que si la naturaleza del homo sapiens fuera realmente
violenta o agresiva, jamás hubiéramos alcanzado la categoría excepcional de
personas humanas, sólo prisioneros de una oscura emoción que eclipsa
nuestro mundo interior, y por consiguiente, no nos permite descubrir cuánto
amor y felicidad se “ocultan” en el centro mismo de nuestro yo espiritual.

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