ISAIAS 6
Versión Reina Valera 60:
6 En el año que murió el rey Uzías vi yo al Señor sentado sobre un trono alto y sublime, y sus
faldas llenaban el templo. 2 Por encima de él había serafines; cada uno tenía seis alas; con dos
cubrían sus rostros, con dos cubrían sus pies, y con dos volaban. 3 Y el uno al otro daba voces,
diciendo: Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos; toda la tierra está llena de su gloria. 4 Y
los quiciales de las puertas se estremecieron con la voz del que clamaba, y la casa se llenó de
humo. 5 Entonces dije: ¡Ay de mí! que soy muerto; porque siendo hombre inmundo de labios,
y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, Jehová
de los ejércitos. 6 Y voló hacia mí uno de los serafines, teniendo en su mano un carbón
encendido, tomado del altar con unas tenazas; 7 y tocando con él sobre mi boca, dijo: He aquí
que esto tocó tus labios, y es quitada tu culpa, y limpio tu pecado.
Traducción del Lenguaje Actual
6 Yo, Isaías, vi a Dios sentado en un trono muy alto, y el templo quedó cubierto bajo su capa.
Esto me sucedió en el año en que murió el rey Ozías. 2 Vi además a unos serafines que volaban
por encima de Dios. Cada uno tenía seis alas: con dos alas volaban, con otras dos se cubrían la
cara, y con las otras dos se cubrían de la cintura para abajo. 3 Con fuerte voz se decían el uno
al otro:
«Santo, santo, santo
es el Dios único de Israel,
el Dios del universo;
¡toda la tierra está llena de su poder!»
4 Mientras ellos alababan a Dios, temblaban las puertas del templo, y éste se llenó de humo. 5
Entonces exclamé:
«¡Ahora sí voy a morir!
Porque yo, que soy un hombre pecador
y vivo en medio de un pueblo pecador,
he visto al rey del universo,
al Dios todopoderoso».
6 En ese momento, uno de los serafines voló hacia mí. Traía en su mano unas tenazas, y en
ellas llevaba una brasa que había tomado del fuego del altar. 7 Con esa brasa me tocó los
labios, y me dijo:
«Esta brasa ha tocado tus labios.
Con ella, Dios ha quitado tu maldad
y ha perdonado tus pecados».
Su ministerio comenzó cuando murió el rey Uzías. Isaías comenzó este capítulo con
una nota triste, llevándonos al funeral del rey Uzías. Uzías había sido un buen rey y
acababa de morir. En realidad, hay muchas personas que opinan que Uzías fue el
último gran rey del reino del sur, es decir, del reino de Judá y que, después de su
muerte, ya no se podría ver más la gloria del Señor. Uzías había logrado dominar a los
filisteos, a los árabes, y a los amonitas. Él había gobernado la nación por 52 años, y su
nación había sido bendecida por Dios desde un punto de vista material durante este
período, de acuerdo con la promesa de Dios. La gloria nacional de Israel también murió
junto con el rey Uzías, y nunca ha podido ser recuperada hasta el día de hoy.
Isaías el profeta, va al templo a llorar esto, pero en el templo, Isaías descubrió que el
verdadero Rey de la nación no estaba muerto.
Y dijo: "vi yo al Señor sentado sobre un trono alto y sublime, y la orla de su
manto llenaba el templo". O sea, que Dios estaba en Su trono.
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versículo 5:
"Entonces dije: ¡Ay de mí que soy muerto!, porque siendo hombre inmundo de labios y
habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, el
Señor de los ejércitos."
Isaías era ya era un hombre de Dios antes de haber tenido esta experiencia, pero aún
tuvo un efecto tremendo sobre él. La reacción de Isaías a semejante visión fue
revolucionaria: se vio tal como realmente era en la presencia de Dios, como una
persona inacabada, como una obra sin terminar. La visión le reveló su condición
versículo 6:
"Y voló hacia mí uno de los serafines, trayendo en su mano un carbón encendido,
tomado del altar con unas tenazas.
detalle interesante para observar aquí es que el carbón encendido fue tomado del
altar en el cual el pecado había sido tratado. Isaías aquí necesitaba ese carbón
encendido tomado del altar, y ese altar es un símbolo de la muerte de Cristo. Este
carbón encendido representa la sangre purificadora de Cristo, que continúa
limpiándonos de todo pecado.
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versículo 7, dice:
"Tocando con él sobre mi boca, dijo: He aquí que esto tocó tus labios, y es quitada tu
culpa y limpio tu pecado."
Isaías era un hombre de labios impuros, y por supuesto, la condición para la limpieza
es la confesión. carbón encendido que tenemos aquí en Isaías no es simbólico de
ningún otro sino del mismo Señor Jesucristo. Él fue Aquel que estaba en un trono alto
y sublime. Así fue que los labios de este hombre fueron limpiados. Interpretamos que
este acto de colocar un carbón encendido en sus labios fue simplemente una
manifestación externa, de lo que había sucedido en el interior de aquel hombre. Ya
que es lo que procede del corazón de una persona, lo que sale a través de sus labios; y,
cuando sus labios son limpiados, significa que el corazón también es limpiado.