Manifiesto Sobre Los Plenos Jurisdiccionales Civiles - Stamped

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Universidad Nacional Mayor de San Marcos

From the SelectedWorks of Fort Ninamancco Cordova

Spring October, 2016

Manifiesto sobre los Plenos


Jurisdiccionales Civiles.pdf
Fort Ninamancco Córdova

Available at: https://works.bepress.com/fort_ninamancco/

32/
Estudio introductorio
Manifiesto sobre los plenos
jurisdiccionales civiles
Fort Ninamancco Córdova(*)

I. INTRODUCCIÓN
Los plenos jurisdiccionales civiles (PJC) constituyen una figura de amplia
práctica en nuestras treinta y tres cortes superiores. La Corte Suprema, sin embargo,
jamás ha celebrado un PJC. Esto último ya es una señal de que algo no anda del
todo bien con los PJC. De hecho, los resultados de los PJC son poco conocidos por
los operadores jurídicos. Tengo la fortuna de haber participado en varios PJC como
expositor invitado, por lo cual puedo dar testimonio personal del enorme esfuerzo
que realizan los magistrados encargados de su preparación. Por eso lamento que
todos sepan que se celebran PJC en distintas partes del país sin que se conozcan sus
resultados y, sobre todo, la función que nuestro ordenamiento les asigna.
Una situación harto diferente se presenta con los plenos casatorios civiles, que
tienen mucho más reconocimiento. La explicación de esta situación es fácil: sucede
que los acuerdos adoptados en un PJC, a diferencia de las sentencias de los plenos
casatorios civiles, tienen la fama de no ser vinculantes u obligatorios para los jue-
ces. En consecuencia, supuestamente, no ser necesaria su aplicación por parte de los
órganos jurisdiccionales, poca atención se les brinda. Es más, en las aulas universi-
tarias se discute ampliamente en torno a los plenos casatorios civiles y las diferentes
opiniones de sus respectivos amici curiae, pero casi nadie habla sobre los PJC.
Y es que si se celebra un PJC en la Corte X, pocos lo saben en la Corte Z y
nadie comenta nada en la Facultad de Derecho ubicada dentro de la competencia
territorial de la Corte Y. Solamente cuando el PJC es a nivel nacional recibe alguna
atención de parte de nuestros medios especializados.

(*) Abogado y magíster en Derecho Civil y Comercial por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos
(UNMSM). Profesor de Teoría Legal y Derecho Civil en la UNMSM, en la Universidad Ricardo Palma
y en la Universidad San Ignacio de Loyola. Profesor asociado de la Academia de la Magistratura. Amicus
curiae de las salas civiles reunidas de la Corte Suprema de la República del Perú - VII Pleno Casatorio
Civil y expositor ante el Pleno Jurisdiccional Nacional Superior Civil y Procesal Civil del 2015.

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Los plenos civiles vinculantes de las cortes superiores

El desinterés por los PJC es tal que es muy posible que en estos momentos
usted esté leyendo uno de los poquísimos ensayos (si es que no el único) dedica-
dos a la figura del PJC en sí misma considerada. Y esto no lo digo con alguna ínfula.
Todo lo contrario, es una circunstancia más que triste. Si la doctrina poco ha dicho
sobre la figura del pleno casatorio civil en sí misma considerada, ya se podrá imagi-
nar usted, amable lector o lectora, el grado de escasez de doctrina sobre los PJC y su
regulación.
Pero la presunta ausencia de fuerza obligatoria de los PJC no es el único factor
que explica el poco interés que les brinda nuestra comunidad jurídica. Ocurre tam-
bién que la regulación de los PJC no parece resultar precisa o clara para los opera-
dores jurídicos. En los materiales de trabajo del último PJC nacional se dice que los
PJC implican un debate que permite “cumplir con la función de resolver los con-
flictos e incertidumbres jurídicas sometidas a la justicia ordinaria, lo cual fortale-
cerá sin lugar a duda la seguridad jurídica del país sobre la base de la predictibilidad
de las resoluciones judiciales”(1). Es decir, solo se dice que los plenos jurisdicciona-
les coadyuvan a la seguridad jurídica, confiriendo predictibilidad a las resoluciones
judiciales. Esto, como se comprenderá, es demasiado impreciso y gaseoso. Lo que
se necesita es saber el funcionamiento concreto de los acuerdos de un PJC, de cara a
la solución de casos por parte del juez. De no satisfacerse esta necesidad, los PJC no
pasarán de ser más que una figura decorativa.
En un contexto como este, me pareció por completo pertinente el proyecto de
la revista Gaceta Civil & Procesal Civil, el cual consistía en editar una obra colec-
tiva que tenga por objeto generar una discusión crítica sobre los diferentes PJC
nacionales. Dada mi condición de miembro del Consejo Editorial de la revista, tuve
el agrado de aceptar la coordinación de esta obra. Por ello, tomé contacto con ami-
gos profesores y magistrados de diferentes partes de nuestro país, quienes gentil-
mente aceptaron la invitación a contribuir con sus análisis críticos sobre los dife-
rentes PJC nacionales. Con su aporte no solo ganan limpidez los diferentes temas
tratados en los PJC nacionales de los últimos ocho años, sino que se pone de relieve
la necesidad de reflexionar sobre el papel concreto que cumplen los PJC en los pro-
cesos y en la formación de una jurisprudencia uniforme. Un papel que, como vere-
mos dentro de poco, puede incluso superar en importancia al de los mismísimos ple-
nos casatorios civiles.
En las líneas que siguen esbozaré algunas consideraciones críticas sobre el fun-
cionamiento concreto de los PJC y la fuerza vinculante que pueden tener conforme a
su regulación actual. Pongo fin a esta introducción reiterando mi gratitud a los auto-
res de esta obra y manifestando mi compromiso en el trabajo de futuras ediciones de
la misma, pues no debe dudarse que el estudio y la difusión de los PJC son más que
prometedores para el desarrollo de la justicia civil en nuestro país.

(1) PODER JUDICIAL. Pleno Jurisdiccional Nacional Civil y Procesal Civil 2016. Centro de Investigacio-
nes Judiciales del Poder Judicial, Lima, julio de 2016, p. 13.

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Estudio introductorio

II. LOS PJC: QUÉ SON Y PARA QUÉ SIRVEN


Según la práctica judicial actual, en un PJC se reúnen un grupo de jueces (cuyo
número puede variar dependiendo del tipo de PJC que se esté celebrando) para deba-
tir sobre ciertos temas polémicos que se presentan con frecuencia en la práctica judi-
cial. Entiéndase polémicos como temas en donde los jueces tienen opiniones dis-
pares, de manera que emiten sentencias que, pese a tratar el mismo asunto, tienen
sentidos diferentes o hasta contradictorios entre sí. No sobra recordar que, desde
hace ya tiempo, nadie discute el hecho de que los jueces tienen una amplia discrecio-
nalidad frente a las normas que aplican. Actualmente, pensar que las leyes o precep-
tos del sistema legal tienen una sola interpretación es algo ya inaceptable. En la gran
mayoría de casos los jueces pueden tener distintas interpretaciones de las mismas
normas, lo que desemboca en sentencias en sentido diferente para casos iguales(2).
En el seno de un PJC cada tema se presenta en forma de pregunta y se plantean
dos (en pocas ocasiones tres) respuestas que reciben la denominación de ponencias.
La comisión de jueces, encargada de la organización, invita a docentes universita-
rios para que participen impartiendo una conferencia sobre cada uno de los temas, la
cual incluye una rueda de preguntas. Una vez reunidos los jueces, escuchan las con-
ferencias y luego se dividen en grupos o mesas de trabajo. Acá los jueces debaten en
torno a los temas y proceden a emitir un voto en favor de alguna de las ponencias.
Los votos de todas las mesas de trabajo se contabilizan y así se tiene el resultado
final, que puede ser un acuerdo adoptado por mayoría o por unanimidad en favor de
alguna de las ponencias. Es frecuente que algunos jueces opten por abstenerse. De
este modo, en el tema X existen las ponencias Y (primera ponencia) y Z (segunda
ponencia). Un resultado podría ser, por ejemplo, 20 votos en favor de la ponencia Y,
10 votos en favor de la ponencia Z y 5 abstenciones. En este ejemplo, en el tema X,
habría ganado la ponencia Y por haber obtenido un acuerdo a su favor por mayoría.
El artículo 116 de la Ley Orgánica del Poder Judicial (LOPJ) señala lo
siguiente: “Los integrantes de las Salas Especializadas, pueden reunirse en plenos
jurisdiccionales nacionales, regionales o distritales a fin de concordar jurisprudencia
de su especialidad, a instancia de los órganos de apoyo del Poder Judicial”.

(2) En otro trabajo, siguiendo a una autorizada doctrina sudamericana, anoté lo siguiente: “(…) una homoge-
neidad a todo nivel en el criterio de los tribunales es prácticamente imposible. Y esto porque es legítimo
que los jueces discrepen entre sí en sus interpretaciones, es inevitable que esto suela ocurrir, puesto que
las normas pueden tener más de un significado luego de un válido proceso interpretativo, ya que –tal como
ocurre en el lenguaje común– en el lenguaje jurídico el significado de las oraciones está determinado por
el significado de las palabras que la integran y por el ordenamiento sintáctico de ellas. En muchas ocasio-
nes las palabras usadas en una oración plantean problemas en cuanto a la determinación de su significado,
y en otras el vínculo sintáctico entre los términos de la oración da lugar a equívocos” (NINAMANCCO
CÓRDOVA, Fort. “Anotaciones sobre una desatendida fuente del Derecho Civil: ¿qué son y cómo se apli-
can los plenos casatorios civiles?”. En: AA.VV. Derecho Civil extrapatrimonial y responsabilidad civil.
Gaceta Jurídica, Lima, 2015, p. 54).

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Los plenos civiles vinculantes de las cortes superiores

Según esta normativa, el Centro de Investigaciones Judiciales del Poder Judi-


cial (CIJ), órgano de apoyo por excelencia para la realización de plenos jurisdiccio-
nales, es el encargado de proponer la realización de los PJC en todos los niveles. Si
la propuesta consiste en que se reúnan los jueces superiores de las salas civiles de
una Corte Superior, estamos ante un PJC distrital. Si la propuesta busca que se reú-
nan los jueces superiores de las salas civiles de un grupo de cortes superiores, pues
nos hallamos ante un PJC regional. Si la finalidad de la propuesta es reunir a los
jueces superiores de las salas civiles de todas las cortes del país, se trata de un PJC
nacional. Nótese que el citado artículo se refiere solo a la reunión de jueces superio-
res(3), sin mencionar a jueces de jerarquía inferior o a los jueces de la Corte Suprema.
No obstante, una aplicación analógica de esta regulación se impone con total facili-
dad. Así como los jueces superiores pueden reunirse en PJC, de igual manera pueden
hacerlo los jueces de paz letrados, los jueces especializados en lo civil y los jueces
supremos de sala civil.
Solo los PJC distritales pretenden reunir a la totalidad de su respectivo grupo
de magistrados de la especialidad civil. En el caso de los PJC regionales y naciona-
les, por cada corte superior participante se designa solo un pequeño grupo de jueces
superiores de salas civiles para que asistan. Esto es así porque se busca evitar que los
PJC perjudiquen el servicio a los usuarios. Además, dados los conocidos problemas
presupuestarios que aquejan al Poder Judicial, también se busca ahorrar el presu-
puesto, pues no es difícil imaginar los altos costos que involucra reunir –brindando
las facilidades que corresponden– a un gran número de jueces de distintas partes del
país en un solo lugar.
Por lo tanto, forzosamente se tiene que concluir que los jueces que participan
en los PJC cumplen una función de representación de sus respectivas cortes superio-
res. Recuérdese que el artículo 116 dice que los PJC se entienden como una labor de
cortes superiores. El artículo no habla de una reunión de jueces superiores en cuanto
tales, sino en cuanto integrantes de una corte superior. De esta manera, cuando un
juez asiste a un PJC regional o nacional, no participa solo en su personal calidad de
juez, sino también en nombre de sus colegas de su respectiva corte superior. Lo ideal
sería, por supuesto, que se reunieran la totalidad de jueces superiores de las salas
civiles de todas las cortes superiores participantes. Al ser esto materialmente casi
imposible, necesariamente se tiene que entender que los jueces participantes acu-
den al PJC ejerciendo también una función de representación. Estoy convencido que
obviar esta última función implicaría traicionar el texto de la LOPJ.

(3) “Los plenos jurisdiccionales –en rigor– son reuniones de jueces superiores de la misma especialidad, cuyo
objeto es examinar situaciones problemáticas relacionadas al ejercicio de la función jurisdiccional espe-
cializada. En dichas reuniones se discuten las soluciones a determinados conflictos jurídicos, debatiendo
sobre los distintos criterios de interpretación utilizados por diversos órganos jurisdiccionales ante casos
similares, para luego realizar un acto de consenso denominado ‘Acuerdo’, en sesión plenaria, y proceder
a votar por el criterio más idóneo y con ello concordar la jurisprudencia” (CONSEJO EJECUTIVO DEL
PODER JUDICIAL. Plan Nacional de Plenos Jurisdiccionales Superiores 2011-2012. Centro de Investi-
gaciones Judiciales del Poder Judicial, Lima, 2011, p. 5).

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Estudio introductorio

Ahora bien, la función de los PJC es clara: concordar jurisprudencia. Se trata,


siguiendo lo que dice el Diccionario de la Lengua Española, de “poner de acuerdo
lo que no lo está”. Me permito resaltar que la ley no dice que el PJC tiene por fun-
ción “intentar” concordar jurisprudencia o “coadyuvar” a concordar jurisprudencia.
La ley derechamente dice que los PJC concuerdan la jurisprudencia de la especia-
lidad. ¿Y cómo se hace esta labor de poner de acuerdo lo que no lo está? Pues hoy
domina, dentro de los propios fueros judiciales, la visión que dice que se trata de una
labor más ética que legal. Así, cuando se habla de los PJC, se prefiere evitar hacer
referencia a la fuerza vinculante que pudieran tener. Se hace énfasis, en cambio, en
los (grandes) beneficios que se pueden obtener si los jueces tienen la buena volun-
tad de aplicarlos.
En efecto, en sus palabras de bienvenida al último PJC (y Procesal Civil) Nacio-
nal, el presidente de la Corte Superior de Lima afirmó que un PJC refleja la “volun-
tad de uniformizar criterios que nos permitan solucionar las controversias jurídicas
con justicia y con predictibilidad (…) los PJC trascienden la simple discusión acadé-
mica sobre las instituciones jurídicas y las reglas procesales, pues su objetivo prin-
cipal es encontrar soluciones jurídicas reales a conflictos jurídicos recurrentes (…)
a través de un PJC se llega a consensos que permiten que, en la labor jurisdiccional,
ante situaciones similares, las decisiones sean predecibles, otorgando así seguridad
jurídica a la ciudadanía, generando confianza en el sistema de administración de jus-
ticia y, sobre todo, consolidando la institucionalidad del Poder Judicial”(4).
Por su parte, el juez supremo encargado de inaugurar dicho pleno jurisdiccional
describió bastante bien el enfoque dominante sobre los PJC:
“(…) parte esencial de la vigencia del Estado de derecho es una predecible
administración de justicia. En un país donde cada juez va a resolver como se
le ocurre, no existe ninguna seguridad jurídica, las inversiones se van, nadie
va a invertir un centavo en un país donde no sabe qué va a pasar si surge
un problema con su dinero. Entonces, la única forma de llegar al desarro-
llo y atraer inversiones es mediante una administración de justicia que sea,
sobre todo, uniforme. No puede ser que en Arequipa, en Trujillo, en Ica o
en cualquier otra ciudad se resuelvan casos idénticos en formas diferentes.
Esto hace que la ciudadanía desconfíe del Poder Judicial. Y estos PJC pre-
cisamente tienen por objeto ponernos de acuerdo a efectos de dar la misma
respuesta jurídica a problemas similares. Todos sabemos, es verdad, que
los acuerdos que se toman en estos PJC, a diferencia de los plenos supre-
mos, no son vinculantes. Así lo establece la norma. Pero creo yo que debo
acudir al espíritu de buena fe de todos los jueces, a efectos de que una vez
llegados a acuerdos por unanimidad o por mayoría, regresen a sus cortes y

(4) ORDOÑEZ ALCÁNTARA, Oswaldo. Palabras de bienvenida al Pleno Jurisdiccional Nacional Civil
Procesal Civil - Lima 2016. En: <https://www.youtube.com/watch?v=S4dGjN4tjBg> (consultado el 26
de setiembre de 2016).

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Los plenos civiles vinculantes de las cortes superiores

apliquen los acuerdos que acá se tomen. Nada ganaríamos con que regresen
a sus cortes y cada uno siga aplicando el criterio que le parezca. Si fuera así,
nos habríamos reunido por gusto, habríamos perdido tiempo y dinero sin
ningún objeto definido. De modo que los que pierdan en las votaciones, los
que pierdan en sus criterios, sean buenos perdedores y acaten lo que dice la
mayoría, pues solo de esta manera llegaremos a que en el Perú se resuelvan
los mismos problemas con el mismo resultado”(5).
En el documento de trabajo denominado Plan Nacional de Plenos Jurisdic-
cionales Superiores 2011-2012, se hace una explicación muy genérica acerca del
rol de los plenos jurisdiccionales en la formación de una jurisprudencia predecible,
pero no se llega a especificar en qué consiste este rol. No se dice en qué consiste el
papel de los acuerdos plenarios en la solución de los casos concretos. A decir verdad,
este documento evita en todo momento tocar el tema de la fuerza vinculante de los
acuerdos de los plenos jurisdiccionales. Solo se dice que los mismos se erigen como
“referentes para el correcto ejercicio de la función jurisdiccional”(6). En otra sec-
ción, se asevera que los plenos jurisdiccionales sirven para “contribuir a la predic-
tibilidad de los fallos”(7). Otro documento es mucho más directo con esta cuestión:
“Los acuerdos adoptados en el Acta de Sesión Plenaria no poseen fuerza vinculante
para la resolución de un caso en particular; sin embargo, orientan a los magistra-
dos en el ejercicio de su función jurisdiccional, lo cual conlleva a la predictibilidad
de las resoluciones judiciales”(8). Los acuerdos de un PJC serían, en consecuencia,
nada más que un referente que carece de todo “peso” jurídico. En otras palabras, el
juez aplicará los acuerdos de un PJC solo si quiere; si no quiere, pues no los aplica y
punto. No pasa nada.
No resulta ocioso repetirlo: pese a tener una función establecida de modo
expreso nada menos que por una ley orgánica, nuestros jueces solo asignan una
fuerza vinculante moral a los acuerdos de los PJC. Se dice que si los jueces, al resol-
ver las causas, aplican los acuerdos de los PJC, se pueden obtener grandes benefi-
cios. Pero, al mismo tiempo, se dice también que los jueces no tienen ninguna obli-
gación legal de hacer tal aplicación. ¿No le parece extraña esta idea, amable lector o
lectora? Pues en las líneas que siguen voy a tratar de rebatirla.

III. PARÉNTESIS: ¿TIENEN SENTIDO LAS ABSTENCIONES EN LOS PJC?


Pero antes de continuar, permítaseme hacer un paréntesis. En los PJC, como
ya lo mencioné, es frecuente el voto de “abstención”. Estoy convencido de que esta

(5) LECAROS CORNEJO, José Luis. Acto inaugural del Pleno Jurisdiccional Nacional Civil y Procesal
Civil - Lima 2016. En: <https://www.youtube.com/watch?v=S4dGjN4tjBg> (consultado el 26 de setiem-
bre de 2016).
(6) Consejo Ejecutivo del Poder Judicial. Ob. cit., p. 6.
(7) Ibídem, p. 11.
(8) CONSEJO EJECUTIVO DEL PODER JUDICIAL. Guía metodológica de plenos jurisdiccionales apro-
bada por el Consejo Ejecutivo del Poder Judicial. Centro de Investigaciones Judiciales del Poder Judicial,
Lima, 2008, p. 15.

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Estudio introductorio

práctica debería desaparecer. Ya son bastante débiles los PJC como para permitir un
factor negativo más. Repito que he presenciado el enorme esfuerzo que realizan los
jueces y sus cortes para llevar adelante un PJC, razón por la cual es inadmisible que
un participante prácticamente diga: “He venido al PJC, pero haré como si no hubiera
venido, votaré absteniéndome”.
Comparto la preocupación del juez supremo ya citado. No se puede ir a un PJC
“por gusto”. Si se permite que un participante se abstenga en las votaciones, la ver-
dad que su asistencia (y todo lo invertido en esta por la respectiva corte) habrá sido
“por gusto”. No tiene sentido que un juez asista a un PJC para no emitir voto alguno.
Y no se diga que al ser posible la abstención en un proceso civil es legítimo el voto
de abstención en un PJC. Por supuesto que no es así. La abstención se justifica solo
si existen situaciones puntuales, previstas en el Código Procesal Civil, que compro-
metan la imparcialidad del juez en un caso concreto.
Una atenta doctrina dice al respecto: “La abstención es el deber de cada juez
de apartarse del conocimiento del proceso por considerarse parcializado. El artículo
313 del Código Procesal Civil permite al juez abstenerse, no por causas recogidas en
la recusación e impedimento, sino en las fundadas en otros motivos graves de decoro
o delicadeza”(9). Lo cierto es, entonces, que la abstención únicamente tiene sentido
con relación a un proceso. ¿Qué puede afectar la imparcialidad de un juez en un
PJC? Pues, en realidad, nada, sencillamente porque no se analizan casos particulares.
Es simple, un PJC no es un proceso, así que la invocación de la figura procesal de la
abstención es totalmente impertinente.
Otro argumento en favor de esta mala práctica es aquel que indica que la abs-
tención se encontraría justificada si es que el juez no tiene todavía una opinión bien
formada sobre el o los temas que se estén tratando en el PJC. Una idea de este tipo
solo tendría un sustento genuino si el PJC fuese un foro netamente académico. Pero
no es el caso. Los jueces tienen por meta uniformizar los criterios jurisdiccionales en
un PJC. No existe ningún fin académico o científico propiamente hablando. ¿Acaso
un juez puede abstenerse de sentenciar porque no tiene una opinión jurídica bien for-
mada sobre el tema que es materia del proceso?
Dada la expresa función que le asigna la ley, el PJC importa una auténtica labor
jurisdiccional. Por tanto, el juez participante siempre debe tener un rol activo en los
debates y votar en un determinado sentido. Es menester recordar el principio de no
dejar de impartir justicia por vacío o deficiencia de la ley, previsto en el inciso 8 del
artículo 139 de la Constitución (y consagrado también en el artículo VIII del Título
Preliminar del Código Civil). Por más que el caso sea, en opinión del juez, muy com-
plicado académicamente, de todas maneras este no puede dejar de tomar una deci-
sión. Así de sencillo. Por consiguiente, si se permiten abstenciones “académicas” en

(9) LEDESMA NARVÁEZ, Marianella. “Los regalos de Baltazar y la imparcialidad del juez”. En: Gaceta
Constitucional & Procesal Constitucional N° 76, Gaceta Jurídica, Lima, abril de 2014, p. 180.

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Los plenos civiles vinculantes de las cortes superiores

una labor jurisdiccional como la que se realiza en un PJC, definitivamente se está


violando dicho principio.
Por último, pero no menos importante, es innegable que la abstención aporta
nada a la función legal de concordancia que tiene el PJC. Por el contrario, es un
nocivo obstáculo. Entonces, es fácil comprender que la admisión de abstenciones
constituye una verdadera trasgresión a la regulación legal de los PJC.

IV. LA FUERZA VINCULANTE DE LOS ACUERDOS DE LOS PJC

1. ¿Tiene sentido entender que los PJC solo tienen un valor moral?
Dada la redacción del artículo 116 de la LOPJ, sostengo que es inviable asig-
narle una fuerza vinculante meramente moral a los PJC. A decir verdad, es bastante
difícil postular que esta normativa no hace más que regular un deber de concien-
cia para los jueces. ¿Tiene sentido buscar uniformizar la jurisprudencia mediante el
establecimiento de meros deberes morales sobre los jueces? ¿Tiene sentido que los
PJC cumplan una función establecida por ley a través de un mecanismo sin valor
jurídico?
A decir verdad, no tiene sentido que el sistema legal establezca deberes pura-
mente morales. Si uno recuerda los aspectos elementales de la relación entre Dere-
cho y moral, que tanto se suelen estudiar al comenzar los estudios en una Facultad
de Derecho, advierte que si bien existen normas jurídicas que son también evidentes
preceptos de morales, no existe ninguna necesidad de que el ordenamiento jurídico
establezca deberes puramente morales. La razón es simple: estos deberes son, por
definición, de espontáneo cumplimiento. Por esta misma razón se comprende que la
moral se dirija a la conciencia del individuo y no a las relaciones con sus semejantes.
El Derecho nada gana tratando de regular la conciencia del juez. Ojo, no pretendo
simplificar indebidamente el problema de la relación entre Derecho y moral, el cual
es sumamente complejo(10). Lo que pretendo señalar es que no tiene sentido alguno
que el sistema legal establezca meros deberes éticos sin trascendencia jurídica. Esto
último no admite discusión.
El amplio debate sobre las relaciones entre Derecho y moral se refiere bási-
camente a las reglas morales que no han sido recogidas o absorbidas por el sistema
jurídico. Cabe recordar que el enfoque, hoy dominante, para distinguir la moral del
Derecho fue construido por Christian Thomasius e Immanuel Kant. Según estos filó-
sofos germanos, el Derecho regula las relaciones externas de los hombres, en tanto
que las reglas morales gobiernan su vida íntima, apelando a la conciencia. Así, la

(10) BODENHEIMER, Edgar. Teoría del Derecho. Traducción de Vicente Herrero, Fondo de Cultura Econó-
mica, México D. F., 1964, p. 96: “Desde el punto de vista histórico, la relación entre Derecho y moralidad
no puede encerrarse en una fórmula abstracta y omnicomprensiva. Esa relación es, en sí misma, resultado
de evolución y cambio”.

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Estudio introductorio

garantía del cumplimiento de los preceptos morales reside en el alma del indivi-
duo(11). Precisando esto último, hay que anotar también que los preceptos morales
se cumplen con base en la convicción íntima de la rectitud inherente a ellas. Por tal
motivo la doctrina más acreditada resalta que las reglas morales se deben cumplir
de forma espontánea, a diferencia de lo que sucede con las reglas jurídicas. El acto
moral no puede jamás ser fruto de la fuerza y de la coacción. El cumplimiento del
precepto moral implica siempre una adecuación o coincidencia entre el dictamen de
la conciencia del sujeto con lo que prescribe el precepto. El cumplimiento de los pre-
ceptos jurídicos no requiere tal adecuación o coincidencia. Así, en caso de que una
norma moral y una norma jurídica coincidan en su contenido, y se cumple solo por la
intervención de la fuerza pública, dado que el obligado no tenía ningún deseo o gana
de cumplir, se habrá cumplido una norma jurídica, mas no una norma moral(12). Por
tanto, gran éxito en doctrina ha tenido la idea según la cual el principal competente
para enjuiciar si las acciones de un individuo son morales o no es el propio indivi-
duo(13). En este sentido, se anota que “el propio individuo, con respaldo en su liber-
tad y de pensamiento, es quien elige sus normas morales (…). El Derecho no debe
penetrar en estas esferas individuales, ya que toda persona tiene derecho al libre pen-
samiento y a la libertad de conciencia”(14). No es rol del Derecho, en consecuencia,
buscar el perfeccionamiento de la moralidad de los sujetos(15).
Lo reitero entonces: no tiene sentido que el ordenamiento jurídico establezca
meros deberes morales garantizando el cumplimiento de estos mediante una simple
apelación a la conciencia individual. No tiene sentido interpretar el artículo 116 de
la LOPJ como un mensaje a la moral de los jueces, en el sentido de que tienen que
enderezar su conciencia al respeto a los acuerdos de un PJC. Tal cosa violaría lo dis-
puesto en el inciso 3 del artículo 2 de la Constitución: el derecho a la libertad de con-
ciencia. Hay que recordar que este es “el derecho a mantener las propias conviccio-
nes acerca de todos y cada uno de los asuntos de la vida”(16).

(11) Ibídem, p. 94 y ss.; MONROY CABRA, Marco. Introducción al Derecho. 13ª edición. Temis, Bogotá,
2003, pp. 114 y 115. DÍEZ-PICAZO, Luis. Experiencias jurídicas y teoría del Derecho. 3ª edición. Ariel,
Barcelona, 1999, p. 47.
(12) REALE, Miguel. Introducción al Derecho. Traducción de Jaime Brufau Prats. Ediciones Pirámide,
Madrid, 1984, pp. 53 y 54.
(13) ROUBIER, Paul. Teoría general del Derecho. Traducción de José Cajica Jr. Puebla, Editorial José Cajica
Jr., 1950, p. 57. REALE, Miguel. Ob. cit., p. 57. En sentido análogo se pronuncia quien escribe que “en
el Derecho se valora lo interior desde afuera; en la moral se valora lo exterior a partir de lo interior”
(KAUFMANN, Arthur. Filosofía del Derecho. Traducción de Luis Villar y Ana María Montoya. Universi-
dad Externado de Colombia, Bogotá, 2005, p. 395). Es un genuino despropósito, por tanto, considerar que
las normas jurídicas pretendan efectuar valoraciones “a partir de lo interior”. Lamentablemente, eso es lo
que hace, según la interpretación dominante, el artículo 116 de la LOPJ.
(14) ARCE ORTIZ, Elmer. Teoría del Derecho. Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú,
Lima, 2013, p. 46.
(15) KAUFMANN, Arthur. Ob. cit., p. 393.
(16) BERNALES BALLESTEROS, Enrique. La Constitución de 1993. Veinte años después. Idemsa, Lima,
2012, p. 109.

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Los plenos civiles vinculantes de las cortes superiores

Ahora bien, la uniformización de la jurisprudencia presupone necesariamente


que un grupo de jueces renuncie a su manera de pensar, que asuman que tienen que
dejar de lado sus criterios, para adaptarse a otro que será el que marcará una pauta
para lograr la predictibilidad. Entonces, es evidente que está fuera de lugar implan-
tar deberes morales para alcanzar esta unificación de criterios. El juez tiene todo el
derecho de mantener la idea de que su criterio es el mejor y no sentir el deber moral
de adherirse a un acuerdo adoptado en un PJC. Así de sencillo. Si en un PJC vence
por amplia mayoría una ponencia, el juez que votó en favor de la ponencia perdedora
puede perfectamente mantener en su pensamiento la creencia de que esta ponen-
cia es mejor y más adecuada. No tiene sentido alguno que el sistema legal se limite
exclusivamente a decirle al juez que mantener tal pensamiento o creencia es moral-
mente incorrecto. No le corresponde al sistema legal erigirse en evaluador de la
moral de los jueces. Como ya vimos, la moralidad depende exclusivamente del fuero
íntimo de la persona. Mal se hace, en consecuencia, en interpretar el artículo 116 de
la LOPJ como un precepto netamente moral.

2. La fuerza vinculante de los PJC: la redacción del artículo 116 de la


LOPJ y el artículo 70.4 de la Ley de la Carrera Judicial
Como ya dije, la redacción del artículo 116 de la LOPJ otorga una función clara
y concreta a los PJC: concordar jurisprudencia. Si los acuerdos adoptados en un PJC
pueden ser legalmente desacatados por los jueces (por ostentar una fuerza vinculante
solo moral), pues sencillamente tales acuerdos no están concordando nada en reali-
dad. Y ya se dijo también que el citado artículo 116 derechamente señala que los PJC
concuerdan jurisprudencia, no dice que los PJC solo “ayuden” a lograr tal concor-
dancia. Esta normativa tampoco dice que los PJC no sean vinculantes jurídicamente.
Por consiguiente, es lícito afirmar que si antes del PJC los criterios de los jue-
ces no estaban de acuerdo, pues luego del mismo debe entenderse que los criterios
estarán de acuerdo. Solo así se cumple la función de concordancia jurisprudencial,
solo así se puede decir que, por medio de un PJC se pone de acuerdo lo que estaba
en desacuerdo.
Es paradójico, pero una interpretación literal del artículo 116 de la LOPJ otorga
fuerza vinculante legal a los acuerdos adoptados en un pleno jurisdiccional. La inter-
pretación dominante de esta normativa, en cambio, viola claramente el tenor expreso
de la ley, dando como resultado una interpretación incompatible con cualquier
noción sobre las relaciones entre el Derecho y la moral.
Al ser una labor jurisdiccional encaminada a la uniformización de la juris-
prudencia, los PJC definitivamente deben considerarse previstos en el inciso 4 del
artículo 70 de la Ley de la Carrera Judicial. Esta normativa establece que en el marco
de la evaluación del desempeño de los jueces se debe tener en cuenta el manejo de
la jurisprudencia en la emisión de sus resoluciones. El objetivo final de la evalua-
ción es lograr una mejor impartición de justicia (artículo 67 de esta ley). Siendo así,
la exigencia de evaluar el manejo de la jurisprudencia por parte del juez se tiene

16
Estudio introductorio

que considerar como un mecanismo para lograr la uniformización jurisprudencial.


Entonces, forzosamente se tiene que interpretar extensivamente el inciso 4 mencio-
nado, de tal manera que se incluya a los PJC.
Dada la función que ostentan los plenos jurisdiccionales, según el artículo 116
de la LOPJ, sería ilógico que en la evaluación que realiza el Consejo Nacional de la
Magistratura se analice la “jurisprudencia”, pero se ignore por completo a los plenos
jurisdiccionales. Por ello, sería buena idea que en respectivo reglamento del CNM
no se reproduzca simplemente lo dispuesto en el inciso 4 del artículo 70 de la Ley
de la Carrera (como sucede actualmente con el nuevo reglamento, Res. N°221-2016-
CNM, en su artículo 34), sino que se precise el mismo, indicándose que los plenos
jurisdiccionales también tendrán que ser tomados en cuenta en la evaluación.
La fuerza vinculante en materia jurisprudencial es un tema no poco compli-
cado, tal como lo advirtiera en otra sede(17). Dado que el objetivo de estas páginas
es solo refutar la tesis que dice que los PJC no tienen ninguna fuerza jurídica vincu-
lante, solo apuntaré que los PJC sí son vinculantes legalmente. No cabe otra inter-
pretación de su regulación. De este modo, un PJC distrital vinculará solamente a los
jueces de la corte superior respectiva. Un PJC regional vinculará solo a los jueces de
las cortes superiores participantes. Solo un PJC nacional vinculará a todas las cor-
tes superiores del país. Aquí resulta fundamental recordar la (ya mencionada) labor
de representación que ejercen los jueces participantes en un PJC regional o nacional,
pues si se dice que la vinculación se refiere solo a los jueces participantes, estaría-
mos prácticamente inutilizando a los PJC. Por último, es claro que, tal como sucede
con los plenos casatorios civiles, por excepción, el juez podrá apartarse de los acuer-
dos de los PJC, siempre que motive adecuadamente esta decisión y deje constancia
del acuerdo que está desaplicando(18).

(17) “Sucede, sin embargo, que la fuerza vinculante de un precedente puede tener diversos grados, cosa que
casi nunca se dice en nuestro medio. Acá tenemos la mala costumbre de decir que un precedente o juris-
prudencia tiene o no tiene fuerza vinculante, sin reparar en la diversidad de grados que dicha fuerza
puede presentar. En realidad, los investigadores más acreditados a nivel internacional han señalado que es
posible distinguir hasta siete grados distintos de fuerza vinculante en los precedentes” (NINAMANCCO
CÓRDOVA, Fort. Ob. cit., p. 57).
(18) Ibídem, p. 62: “(…) creo que la fuerza vinculante de un Pleno es contrarrestada por la propia normativa
del Código Procesal Civil y la Ley Orgánica del Poder Judicial.
Así es, por un lado tenemos al artículo 22 de la Ley Orgánica del Poder Judicial (como sabemos, de jerar-
quía superior al artículo 400 del Código Procesal Civil), el cual expresamente establece que un juez puede
apartarse de los principios jurisprudenciales que han de ser de obligatorio cumplimiento, en todas
las instancias judiciales. De ser así, están obligados a motivar adecuadamente su resolución dejando
constancia del precedente obligatorio que desestiman y de los fundamentos que invocan. En conse-
cuencia, sin necesidad de invocar la Constitución, sino tan solo una facultad concedida por una ley orgá-
nica, un juez puede apartarse del precedente obligatorio (que así no resulta tan obligatorio que digamos),
teniendo, eso sí, el deber de efectuar una motivación especialmente sustentada.
Por otro lado, tenemos al artículo 386 del Código Procesal Civil, según el cual el recurso de casación se
sustenta (…) en el apartamiento inmotivado del procedente judicial. A contrario sensu, si el aparta-
miento del precedente judicial es motivado, no cabe interponer el recursos de casación, simple y llana-
mente porque el mismo no tendría en qué sustentarse de acuerdo a las exigencias del citado artículo 386”.

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Los plenos civiles vinculantes de las cortes superiores

En consecuencia, no se puede decir que un PJC tiene la misma fuerza vincu-


lante que un pleno casatorio civil. Los PJC son vinculantes en tanto no contradigan
lo dispuesto en un pleno casatorio civil. De igual manera, salvo se trate de un pleno
jurisdiccional supremo, los PJC no vinculan a las salas civiles de la Corte Suprema.
Así que con esta mera constatación no se puede formular una crítica contra la idea
que vengo defendiendo, en el sentido de que equipara indebidamente los PJC a los
plenos casatorios civiles. Nada más inexacto.

3. Algunos principios que justifican la interpretación en favor del carác-


ter vinculante de los PJC
Si se puede hacer, con mucha facilidad, una interpretación en favor del carác-
ter vinculante de los PJC, por qué ha tenido tanto éxito la idea que niega esta vincu-
lación. Muchas veces he escuchado que el principio de independencia jurisdiccional
tiene que ser protegido, razón por la cual estaría mal que los PJC tengan fuerza vin-
culante. A decir verdad, si los jueces, en general, aceptan sin mayores objeciones la
fuerza vinculante de un pleno casatorio civil, no se entiende cuál sería la razón para
negar la fuerza vinculante de un PJC.
La independencia jurisdiccional en modo alguno ha sido una institución que
se entienda como un mecanismo para proteger el criterio jurídico personal de un
juez. Tal independencia busca, fundamentalmente, evitar la interferencia del poder
político en la administración de justicia(19). La independencia jurisdiccional, así las
cosas, nunca ha sido vista por los estudiosos como un obstáculo para promover la
uniformidad de la jurisprudencia. Al contrario, siempre ha existido la conciencia
de la necesidad de evitar que los jueces tengan demasiada libertad al momento de
interpretar las normas y resolver los conflictos. Es más, es interesante notar que en
la experiencia anglosajona fue la conciencia generalizada del margen de arbitrio del
que gozan de hecho los jueces lo que llevó a plantearse la necesidad de sujetarlos de
manera eficaz a los precedentes(20). Se habla, así, de inevitables “limitaciones racio-
nales” al poder del juez para lograr un auténtico respeto al principio de separación
de poderes(21).
Una destacada doctrina conjuga el principio de igualdad con el de separa-
ción de poderes para explicar la pertinencia de mecanismos destinados a unificar la
jurisprudencia:
“Partiéndose de la premisa –fundacional del Estado de derecho– de que
los hombres son iguales ante la ley y los tribunales –y, por tanto, delante

(19) CASSELLA, Fabrizio. “La magistratura”. En: AAVV. El valor de la jurisprudencia como fuente creadora
de Derecho. Dykinson, European Research Center of Comparative Law, Madrid, 2012, p. 56 y ss.
(20) MAGALONI KERPEL, Ana Laura. El precedente constitucional en el sistema judicial norteamericano.
McGraw Hill, Madrid, 2001, p. 8.
(21) NGUYEN THI HONG, Rose. “¿La jurisprudencia es creadora de Derecho?”. En: AA.VV. Derecho Civil
extramatrimonial y responsabilidad civil. Ob. cit., p. 88.

18
Estudio introductorio

de sus decisiones–, se torna paradójico admitir que personales iguales, con


casos iguales, puedan obtener decisiones diferentes del Poder Judicial. Se
trata, bien vistas las cosas, de un absurdo curiosamente todavía alimentado
por algunos sectores”(22).
En este punto, resulta menester recordar a un ex presidente del Poder Judicial
español, quien resaltaba que los mecanismos de unificación de la jurisprudencia no
implicaban ninguna afectación negativa al sistema constitucional de justicia, sino
que, por el contrario, tales mecanismos no eran más que una verdadera “necesidad
del Estado de derecho”. Alertaba el juez español que se debía evitar el grave error
de confundir independencia jurisdiccional con libertad de criterio del juez: “La inde-
pendencia judicial en modo alguno equivale a independencia de criterio propio. La
independencia es objetiva, funcionalmente afectada al imperio de la ley y previsible,
pues su contenido es el contenido de la ley. El criterio subjetivo es personal, mutable
y, por tanto, imprevisible”(23). Así, no existe problema alguno en consagrar mecanis-
mos vinculantes de uniformización jurisprudencial, siempre que nos mantengamos
dentro de los límites de la ley y respetemos la jurisprudencia vinculante de los máxi-
mos tribunales(24).
Es deseable, pues, restringir la libertad interpretativa de los jueces. Si los ple-
nos casatorios civiles lo hacen, pues no existe ningún inconveniente legal para admi-
tir que los PJC tienen fuerza vinculante. Y es que los PJC limitan el arbitrio judicial
de una manera menos intensa que los plenos casatorios civiles, por lo cual la legali-
dad y constitucionalidad de su fuerza vinculante no puede ser puesta en duda. Por el
contrario, entender a los PJC como un mecanismo que no tiene ninguna fuerza jurí-
dica vinculante, implica no solo violentar el artículo 116 de la LOPJ, sino también
traicionar el principio de separación de poderes y el principio de igualdad. Hay una
considerable cantidad de beneficios que se pueden obtener si se fortalecen los meca-
nismos de unificación jurisprudencial. Si empezamos a otorgar la calidad de vincu-
lantes a los PJC, hay mucho por ganar y nada que perder.

V. LA PUBLICIDAD: CLAVE PARA DOTAR DE MAYOR EFICACIA A LOS


PJC
Al margen de la imperiosa necesidad de abandonar el enfoque dominante
sobre los PJC, la tarea de concordancia que a estos les corresponde puede cumplirse
mucho mejor si se les aplica una alta dosis de publicidad. Pero acá no corresponde
hacer una invocación a los medios especializados en Derecho. No. La invocación es
a los señores jueces encargados de realizar los plenos jurisdiccionales: se tienen que

(22) MARINONI, Luiz Guilherme. Precedentes obligatorios. Traducción de Christian Delgado. Palestra,
Lima, 2013, p. 240.
(23) HERNANDO, Francisco José. Jurisprudencia vinculante: una necesidad del Estado de derecho. Discurso
pronunciado por el excelentísimo Presidente del Tribunal Supremo en el solemne acto de apertura de tri-
bunales del 13 de setiembre de 2005. Consejo General del Poder Judicial, Madrid, 2005, pp. 14 y 15.
(24) Ibídem, p. 15.

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Los plenos civiles vinculantes de las cortes superiores

publicitar más a los PJC y, sobre todo, sus acuerdos resultantes. Es más, si se quiere
ir más lejos en el ánimo de la transparencia, que se publicite también el sentido del
voto de cada juez participante en cada uno de los temas. Si esto último ocurriese, no
habría duda de que por lo menos todos los abogados en ejercicio estarían muy aten-
tos a los resultados de los PJC. Los colegas estarían ávidos por conocer la opinión de
los jueces, a efectos de emplear esta información en procesos que tuvieran ante ellos.
En este contexto, se hace necesario que la mayor cantidad de jueces participen
en los PJC. Se puede apelar a mecanismos informáticos para que más jueces pue-
dan participar en las votaciones. Y, por supuesto, el voto no debe tener ningún carác-
ter secreto. La transparencia nunca será excesiva en este asunto. Viene a mi mente
ahora el PJC realizado este año por la Corte Superior de Justicia de Lima Norte,
donde se practicó una política de puertas abiertas, permitiéndose la asistencia del
público en general. Sin duda, una práctica digna de imitar. Y es que a más participa-
ción y más transparencia, los PJC pueden convertirse en una herramienta clave para
la predictibilidad.
Por eso decía que la publicidad y la transparencia pueden ayudar bastante,
incluso si se persiste en la criticable idea de que los PJC solo generan deberes mora-
les. Aunque no tengan peso jurídico los acuerdos de un PJC, conocer el sentido del
voto de la mayor cantidad de jueces ayudará significativamente a tener una mayor
predictibilidad en cada uno de los procesos que se puedan tener ante un juez determi-
nado. Este resultado positivo, no es ocioso reiterarlo, puede aumentar exponencial-
mente si participa la máxima cantidad de jueces que sea posible. No se podrá decir
que hay una uniformidad en la jurisprudencia por la supuesta carencia de fuerza jurí-
dica vinculante de los acuerdos, pero sí podrá haber predictibilidad en el caso parti-
cular si se conoce la opinión del juez manifestada en un PJC. Esto ya es mucho.
Una mejor interpretación del artículo 116 de la LOPJ, máxima participación,
publicidad y transparencia en los PJC son los elementos principales de este mani-
fiesto, que refleja el propósito de muchos jueces y profesores que están comprome-
tidos con la formación de una jurisprudencia predecible. Confiamos en que en un
futuro no muy lejano se habrá superado la anticuada interpretación que hoy se suele
brindar a la regulación de los PJC y se hablará, como lo dice el título que lleva esta
obra, de la jurisprudencia vinculante de las cortes superiores.

Lima, octubre de 2016.

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