Resumen Neolítico
Resumen Neolítico
Resumen Neolítico
Los cambios provocados por la sedentarización requirieron ciertos desarrollos técnicos y tecnológicos. Por ejemplo, la
necesidad de una fuente de agua constante para regar los cultivos y dar de beber a los animales generó la construcción
de represas y canales de riego. Además, para desmalezar y cosechar la tierra comenzaron a desarrollarse nuevos
utensilios y herramientas como las azadas, machetes y arados. También aparecieron morteros para moler los granos de
los cereales y elaborar harina con la que luego se hacían panes, alimento básico de la dieta neolítica.
Alfarería y metalurgia
Uno de los grandes desarrollos técnicos fue la aparición de la alfarería. Frente a la necesidad de transportar, almacenar,
cocinar y servir los alimentos se desarrolló una técnica que permitió confeccionar recipientes, por ejemplo, vasos y
platos. Los seres humanos descubrieron que si se moldeaba el barro o la arcilla y luego se cocía, los objetos se
endurecían y mantenían su forma, lo que permitía distintos usos. Entonces, el hombre comenzó a investigar las
propiedades del fuego sobre los distintos materiales.
Así, el ser humano desarrolló la metalurgia, es decir, la fundición y el trabajo de los metales. Hasta que se comenzó a
utilizar el horno y el fuelle -que posibilitaban controlar el fuego y las temperaturas generadas para fundir el metal-, los
elementos de metal se modelaban a golpes. Por esta razón, el cobre (más blando que otros metales) fue uno de los
primeros metales utilizados por el hombre y comenzó a trabajarse antes del 4000 a. C.
Aquellos pueblos que lograron desarrollar la metalurgia tuvieron enormes ventajas frente a sus posibles rivales, ya que
pudieron elaborar armas más resistentes y letales. Además de armas, los artesanos del Neolítico utilizaron el cobre, el
oro, la plata, el estaño y el hierro para fabricar herramientas, alhajas, adornos y utensilios para uso cotidiano, como
cuchillos.
Otra área que logró grandes desarrollos fue la textil. La producción de lana, lino y algodón permitió la confección de telas
y tejidos, que reemplazaron las rudimentarias prendas de pieles y cueros. De a poco, comenzaron a aparecer novedosas
prendas de vestir y demás productos textiles, como frazadas y alfombras, que cambiaron las formas de vestir y
promovieron nuevas tareas dentro de los hogares.
Por su parte, la domesticación de animales no solo facilitó la obtención recursos como carne, leche o pieles, sino que
también algunos fueron utilizados como animales de carga y transporte. Así, la invención de la rueda, carretas, arneses y
aperos posibilitó usar la fuerza de bueyes, caballos, elefantes y camellos, entre otros, para arrastrar piedras y maderas
pesadas, transportar agua y arar la tierra, así como para favorecer la movilidad de los humanos.
¿Cómo pudo la humanidad desarrollar estas tecnologías y técnicas en unos cuantos cientos de años? A diferencia de las
sociedades previas (igualitarias) donde todos trabajaban para obtener alimentos, en las sociedades con una organización
social más compleja, herreros, tejedores, alfareros, carpinteros, entre muchos otros artesanos, comenzaron a dedicarse
tiempo completo a su actividad gracias a que otros producían el alimento para todos. Así, los avances técnicos fueron
cada vez más significativos.
De este modo, la Revolución Neolítica complejizó la organización social y permitió aumentar la capacidad de la población
para producir excedentes y acumular riquezas.
Al igual que los grupos humanos del Paleolítico, los grupos neolíticos continuaron preguntándose sobre las fuerzas de la
naturaleza, la vida y la muerte. Pero, a diferencia de sus antepasados, desarrollaron otro tipo de creencias, algunas de
ellas muy elaboradas y complejas.
Las actividades agropecuarias tuvieron un gran impacto en el desarrollo de los ritos y creencias. Por ejemplo, en el
registro arqueológico se encuentra la proliferación de estatuillas de mujeres obesas -conocidas como “diosas de la
fertilidad” o Gran Madre-, similares a las del Paleolítico Superior. Su culto estaba relacionado con la constante
preocupación por la fertilidad de la tierra y de los animales de la cual dependía su supervivencia.
A su vez, la importancia de los fenómenos naturales como las lluvias, el viento, la salida del Sol, las fases de la Luna y el
cambio de las estaciones comenzaron a ser de vital importancia para las sociedades neolíticas. Por ello consideraron que
los fenómenos naturales eran dioses o producidos por dioses, a quienes dedicaban ofrendas, ritos y sacrificios para que
influyeran positivamente sobre los cultivos y rebaños de animales. De esta forma, así como una tempestad o una sequía
eran interpretadas como desprotección divina, una cosecha exitosa era atribuida a la buena relación entre los seres
humanos y sus dioses. A partir de esta asociación surgieron los cultos agrarios (como los llamaron los investigadores).
Los encargados de coordinar las prácticas religiosas e intermediar entre los hombres y los dioses eran los sacerdotes, que
formaban parte del grupo dominante y tuvieron mucho poder, riqueza y prestigio.
Lentamente estas prácticas se fueron concentrando en edificios llamados templos, culto, se donde se realizaba el
almacenaban recursos y se concentraba el conocimiento. Efectivamente, como los fenómenos de la naturaleza estaban
ligados a las creencias religiosas, muchos sacerdotes se dedicaron a la observación de estos fenómenos para comprender
cómo funcionaba la naturaleza. Estos conocimientos dieron origen a la astronomía antigua, y algunos templos y
monumentos de esa época funcionaron como observatorios astronómicos que registraban los cambios anuales en los
ciclos de la naturaleza.
También adquirió gran importancia la práctica de enterrar a los muertos. Esto solía hacerse en lugares próximos a las
aldeas y, en algunos casos, a las viviendas. En muchas oportunidades los muertos eran ubicados en sepulturas junto con
alimentos y alguna de sus pertenencias. Esta práctica manifestaba las creencias de la vida después de la muerte y el
respeto hacia quienes habían formado parte del grupo.
Como una forma de expresión de la espiritualidad, durante el Neolítico se crearon obras de piedra que pesan varias
toneladas y se conocen como monumentos megalíticos (del griego, mega, "grande", y lithos, "piedra"). Algunos
funcionaban como tumbas; otros, como puntos de observación del Sol o la Luna; y otros eran centros de adoración de
dioses o espíritus. Las estructuras más características son los menhires, monolitos altos que se ubicaban en filas; los
dólmenes, piedras verticales cubiertas por otras a manera de losa; y los cromlech, circulos de menhires o dólmenes.
El crecimiento económico de algunas aldeas neolíticas y la formación de sociedades jerárquicas complejas dieron origen
a la Revolución Urbana, como se conoce al nacimiento de las primeras ciudades. Estas surgieron por primera vez en el
Cercano Oriente hacia el 7000 a. C.
A diferencia de las aldeas, las ciudades presentan una complejidad mucho mayor y construcciones más sólidas y de
mayor tamaño que evidencian funciones económicas, políticas, sociales y culturales diferenciadas. En ellas, el uso de los
espacios comenzó a segmentarse según las actividades que en ellos se realizaban. Así, por ejemplo, surgieron zonas
donde se concentraban los templos, los palacios, los cuarteles, los graneros y los grandes talleres artesanales,
fundamentales para la vida de las sociedades agrícolas.
Por su importancia y las riquezas que contenían, estos edificios fueron protegidos con fosos, murallas y empalizadas.
Rodeadas por estos sistemas defensivos se encontraban también las residencias de los sectores dirigentes, lo que refleja
el aumento del poder político y religioso. Por el contrario, generalmente el resto de la población de las ciudades habitaba
fuera de los muros.
Algunas de estas ciudades llegaron a albergar decenas de miles de habitantes. Por lo tanto, para satisfacer las
necesidades de la población, las ciudades comenzaron a efectuar obras de infraestructura. Para ello construyeron
acueductos y fuentes de agua, sistemas de desagües, zonas para arrojar los desperdicios y abrieron calles que facilitaban
el tránsito, entre otras obras.
Sin embargo, el aumento de la población también trajo complejos problemas de convivencia. Para solucionarlos, los
sectores dirigentes buscaron reglamentar la vida de la comunidad, es decir, establecer normas y reglas que, en caso de
ser infringidas, implicaban un castigo.
Además de mantener el orden, las normas establecidas pretendían legitimar y sostener los privilegios de los sectores
dominantes. Por eso, las reglas que se imponían eran atribuidas a la voluntad de los dioses. Con este fin, los sacerdotes
cumplieron una función de suma importancia en estas sociedades, ya que justificaban la existencia de la desigualdad y
las jerarquías sociales.
Al concentrar grandes cantidades de recursos y de población, las ciudades se convirtieron en centros administrativos,
económicos, políticos y culturales. En ellas se lograron importantes avances en el conocimiento humano -como la
astronomía, las matemáticas, la escritura y la arquitectura- que dieron lugar a algunas de las principales civilizaciones
que estudiaremos en los próximos capítulos.
Los restos arqueológicos de las ciudades más antiguas se han encontrado en Turquía (Catal Hüyuk, des- de el 6400 a. C.),
Iraq (Jarmo) e Israel (Jericó, desde 6000 a. C.), Chipre (Khirokitia, desde 5800 a. C.) y en Serbia (Lepenski Vir, desde 5800
a. C.).
El crecimiento tanto de la complejidad social como de la capacidad de producir excedentes provocó el aumento de los
conflictos y de las diferencias sociales entre los sectores dominantes y dominados. ¿Cómo hacer frente a las nuevas,
crecientes y complejas funciones que requería la organización productiva? ¿Cómo defender los territorios de posibles
ataques o ampliar los existentes mediante la conquista? ¿Cómo mantener el orden de la organización, la estructura y la
jerarquía social? Para hacer frente a estos problemas, los sectores dirigentes desarrollaron una serie de elementos que
dieron origen al surgimiento del Estado.
Un Estado es una forma de organización política y legal que tiene autoridad sobre una población asentada en un
determinado territorio y pretende mantener el orden existente a través de un sistema de leyes.
Además de las funciones mencionadas, el Estado se ocupa de la defensa de los territorios ante enemigos externos, así
como de la organización de las tareas que requieran trabajos colectivos. Al contar con el monopolio del uso de la fuerza
legítima -es decir, aquella considerada apropiada por estar basada en un conjunto de leyes y creencias-, es el único que
puede aplicar castigos y sanciones a la población que controla. Este poder de policía le permite mantener un
determinado orden social interno.
El Estado también realiza importantes obras de infraestructura como la construcción de represas, diques, canales,
graneros, monumentos, templos, murallas, entre otras costosas construcciones, orientadas a aumentar la capacidades
productivas del conjunto social o satisfacer las necesidades de la población. Para poder financiar todas estas actividades
y mantener a las personas encargadas de realizarlas, los Estados establecieron un sistema de impuestos sobre la
población y el territorio que controlaban. En la Antigüedad, la principal forma de cobrar impuestos era mediante los
tributos en productos o en trabajo. Por ello se los suele llamar Estados tributarios.
El poder de tomar decisiones que había pasado del conjunto de la comunidad a los jefes y sacerdotes, con el surgimiento
del Estado quedó en manos de autoridades que concentraban las más variadas funciones: dirigir el ejército, hacer las
leyes, etcétera. Estas autoridades contaban con la ayuda de un grupo privilegiado de su familia y un conjunto de
funcionarios de distinta jerarquía que se ocupaban de tareas especializadas, como la recaudación de los impuestos. A
este grupo de asistentes se lo denomina burocracia.
Para mantener su dominio, las personas que están al frente de un Estado y conforman el grupo dominante utilizan tanto
la coerción como el consenso. La coerción consiste en la aplicación de la fuerza a quien ponga en duda el orden social
que intenta ser perpetuado. Por ejemplo, si un campesino se niega a pagar tributo, seguramente sufrirá las
consecuencias (arresto o castigo físico). Por el contrario, el consenso se produce cuando los sectores dominados
sostienen la creencia de que el orden social existente es algo justo, aceptable y correcto, es decir, es legítimo.
En la Antigüedad el consenso se lograba gracias a la religión. Es decir, el dominio de unos hombres sobre otros
descansaba en la creencia de que quienes gobernaban lo hacían porque los dioses así lo habían querido. Por esto último,
a los primeros Estados también se los conoce como Estados teocráticos, es decir, gobiernos basados en la supuesta
voluntad de los dioses.