Los Gau

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Primera edición, Banda Oriental, julio de 2018

Segunda edición, Banda Oriental, agosto de 2018

Diseño de tapa: Fidel Sclavo

Corrección: Lucía Manta

Diseño gráfico: Silvia Shablico

ISBN 978-9974-1-1070-0

© de esta edición:
EDICIONES DE LA BANDA ORIENTAL S.R.L.
Gaboto 1582 – Tel.: 2408 3206 – 2401 0164 – Fax: 2409 8138
11.200 – Montevideo, Uruguay.
www.bandaoriental.com.uy

Queda hecho el depósito que marca la ley


Impreso en Uruguay – 2018
PROPÓSITO

Este trabajo era una obligación con muchos:


• con los compañeros que ya no están;
• con los que aún son desaparecidos y sus familiares;
• con todos los que fueron militantes de esta historia;
• con los demás compañeros del Frente Amplio, en cuyo origen se inte-
gra también este proceso;
• con todos los interesados en conocer otra parte de la rica historia de
nuestro país.
Era también una obligación con nuestros hijos y nietos, de todos, para que
puedan hacerse una idea de la militancia política de sus antepasados.
En estos años hemos recibido muchas veces la demanda de estas páginas
por parte de allegados y ajenos, de académicos y de militantes. Con todos ellos
estamos en deuda y esperamos que este aporte ayude a entender. Otros, sin
duda, ampliarán y modificarán este ensayo.
Sobre los Grupos de Acción Unificadora (los GAU) se ha escrito, pero
poco. Y en esas escasas veces, en muchos casos, se ha escrito desde la óptica
de quienes usurparon todos los derechos humanos y ciudadanos durante los
tristes y duros años de autoritarismo y dictadura que vivió nuestro país.
Todos sabemos que se trata de una etapa aún no cerrada. Los más de cien
desaparecidos de todo el arco militante de aquellos años constituyen una per-
manente apelación contra el olvido. Un compromiso visceral para todos que
se suma, naturalmente, a las tareas obligatorias del presente.
La acción de los GAU fue importante. Como lo expresó el politólogo Jaime
Yaffé,1 «llegó a jugar un rol destacado en la dirección del movimiento sindical y
estudiantil uruguayo, así como en el proceso que condujo a la unificación de la
izquierda en el Frente Amplio. Héctor Rodríguez, su más destacado dirigente,
fue uno de los conductores más importantes del movimiento sindical uruguayo
durante largos años y jugó un rol también relevante en el proceso fundacional
del Frente Amplio, reunió además el extraño mérito de ser un personaje recono-
cido y consultado por miembros de todas las tendencias sindicales y políticas».
Haremos más memoria que historia. La memoria es plural y esta será la
nuestra. No abarcaremos todo, seremos selectivos. Nos proponemos reseñar

1. Proyecto de investigación Historias de la izquierda uruguaya: los Grupos de Acción


Unificadora (1969-1986), 1998, Instituto de Ciencias Políticas. Inédito.
–8–

el aporte político y social de los GAU al proceso histórico del Uruguay con-
temporáneo.
No somos historiadores sino políticos. Por consiguiente, no pretendemos
hacer la Historia (con mayúscula) de los GAU sino delinear su aporte. Solo
nos vamos a detener en lo que consideramos más relevante. Seremos muy es-
cuetos en relación con debates internos. También con aspectos de su accionar
por fuera de la legalidad vigente (¡relativamente!) en esa época, que no consi-
deramos decisivos desde el punto de mira que hemos elegido, aunque se hayan
usado para pretender contextualizar las características de la terrible represión
que se desató sobre los GAU, en el país y en la Argentina –como parte del
Plan Cóndor–, y que costó tantas vidas de jóvenes luchadores uruguayos con
quienes teníamos una relación entrañable y con los que adquirimos una deuda
para siempre en materia de Verdad y Justicia.
Sabemos que el involucramiento que tuvimos en este movimiento puede
sesgar nuestra reflexión, pero el cuarto de siglo largo que ha transcurrido desde
la disolución de los GAU al inicio del proceso de reapertura democrática cons-
tituye un lapso suficientemente extenso para adquirir perspectiva. Nos molestan
tanto la invisibilidad como las versiones distorsionadas que hemos soportado,
ya sea en la producción política o periodística, como en las versiones dadas
por los libros y comunicados de las Fuerzas Armadas.
En diversos aspectos la actividad de los GAU constituye un proceso igno-
rado. Muchos de sus militantes nos han pedido, como hemos dicho, que hable-
mos. Otros tantos han elaborado materiales y reporteado a parte de los actores
de aquella época y, con generosidad, nos han brindado sus trabajos. Recibi-
mos también el testimonio de las vivencias de muchos. Así que, con enorme
reconocimiento a todos los aportes, hemos decidido encarar la cuestión, con
el propósito de hacer, en suma, una memoria política para revertir una invisi-
bilización tan real como injusta.
Por razones prácticas –los tiempos de lectura de los interesados son muy
diversos –realizaremos primero una breve reseña histórica de la Organización,
luego un desarrollo que ocupará la mayor parte de este libro y, sobre el final,
incorporamos algunos apéndices y testimonios de amigos de los compañeros
que aún falta encontrar.
Héctor Rodríguez, referente y maestro.
INTRODUCCIÓN

«Los “militares” quieren que les expliquemos qué son los GAU».
Estábamos en el Penal de Punta Carretas, casi treinta integrantes de los
GAU, y los «militares» estaban tan presos como nosotros. Se habían opuesto,
en diversos momentos y de distintas formas, a la dictadura vigente. El planteo
se lo trasladó a Héctor2 el coronel Carlos Zufriategui, en nombre propio y de
los también coroneles Óscar Petrides y Pedro Aguerre, los mayores Guillermo
Castelgrande, Juan Antonio Rodríguez y Carlos Dutra, y los capitanes Carlos
Cabán y Édison Arrarte. Todos ellos estaban detenidos desde hacía años y poco
tiempo atrás habían sido trasladados desde Cárcel Central, donde compartían la
prisión con el Gral. Seregni y otros oficiales, hacia Punta Carretas. Otros doce
militares habían quedado en Cárcel Central.
La pregunta no era trivial. No se trataba de explicarle a otro luchador de
un gremio o del Frente Amplio lo que nos podía individualizar. Tampoco a una
persona del ámbito político clásico. Ni siquiera a civiles con culturas de entor-
no más o menos parecidas. Y había que ser claros, ya que similares preguntas
iban a otros presos y tiendas sectoriales, y la ocasión era de tiempo acotado,
dadas las circunstancias.
Punta Carretas compensaba la superpoblación de las celdas (estábamos de
a cuatro o cinco en celdas de 2.40 por 4 metros) con horarios de patio bastante
amplios (dos horas de mañana y tres de tarde); desde «la Tercera especial»3
bajaban juntos al patio los que deseaban (y no estaban castigados).
El Patio 23, que era el habitual, era una calle interna con piso de hormi-
gón y veredas clásicas de material, que se desplegaba junto al muro exterior
en una esquina del Penal próxima a la Iglesia de Punta Carretas. Allí, verano o
invierno, hacíamos ejercicio y estudiábamos o conversábamos en «trillos» de
a dos o tres, o sentados en ruedas de hasta ocho o diez. Más no se podía, pero
eso era muchísimo y compensaba la escasa superficie y las durezas varias del
patio-corredor. Por tanto, podríamos hablar con todos los oficiales seregnistas
juntos, y para eso nos preparamos.

2. Héctor Rodríguez, principal dirigente de los GAU, de larga trayectoria sindical, perio-
dística y política. Fundador del Congreso Obrero Textil (COT), de la Convención Nacional de
Trabajadores (CNT), de los Grupos de Acción Unificadora (GAU) y del Frente Amplio (FA).
3. Zona del Penal de Punta Carretas ocupada por los presos políticos.
– 12 –

Como lo que sobra en prisión es el tiempo, decidimos trasladarlo a nues-


tros compañeros y preparar la exposición entre todos. Fue una experiencia
realmente interesante.
Luego de algunas semanas de idas y vueltas en el sistema de intercambio
que teníamos entre nosotros, los presos de los GAU, fuimos redondeando una
forma de plantear la cuestión.
Una organización política es:
–– un rumbo,4 un horizonte al que se quiere ir;
–– una historia;
–– un grupo humano;
–– una estructura orgánica;
–– un programa, elaborado en su propio proceso.
Y sobre esa base y en ese orden desarrollamos, bajo la atenta mirada de los
guardias desde la cima de los 8 metros del muro, la explicación sobre los GAU.
Creemos que ese planteo resulta útil para explicar una organización política
y su historia. Por consiguiente, con más tiempo y espacio, y en estructura de
libro, trataremos de respetar y desarrollar esos puntos en este trabajo.

4. El rumbo era el de una militancia progresista, surgida en años de profundización de la


crisis del país que pegaba duramente a la clase media y a los sectores de menor poder adquisi-
tivo. Fue organizar y organizarse para cambiar, sintiendo que los sectores dominantes del país,
internos y externos, precipitaban a la población uruguaya «barranca abajo».
BREVE RESEÑA HISTÓRICA
DE LOS GRUPOS DE ACCIÓN
UNIFICADORA (GAU)5

Los Grupos de Acción Unificadora (GAU) fueron fundados como movi-


miento político el 19 de abril de 1969. Se autodisolvieron como parte del pro-
yecto Izquierda Democrática Independiente (IDI), a la salida de la dictadura,
en 1985.
Actuaron inicialmente como un ámbito de coordinación política desde me-
diados de 1967, y con mayor profundidad, una vez que el cierre del diario Época
y la disolución de los seis grupos políticos que lo apoyaban, en diciembre de ese
año, anunciaron que nuevas e inclementes etapas políticas llegaban al Uruguay.
En esa etapa fundacional vincularon:
–– A un grupo de militantes de fuerte arraigo sindical, encabezados por
Héctor Rodríguez (dirigente textil y ex parlamentario).
–– Al Movimiento de Acción Popular Uruguayo (MAPU), de importan-
te peso en el movimiento estudiantil y de significativos vínculos con Acción
Popular Brasileña (varios de cuyos dirigentes, en particular Herbert José de
Souza –Betinho–, se exiliaron en Uruguay luego del golpe militar de 1964).
–– A un grupo de independientes que apoyaban al diario Época, encabe-
zados por el Dr. Pedro Seré.
–– A otros activistas independientes, en particular nucleados en ámbitos
como la Parroquia Universitaria (Iglesia católica), Emaús,6 entre otros, que se
acercaban y agrupaban en el fragor de los acontecimientos en Uruguay.
En los primeros tiempos se fueron constituyendo Grupos de Acción Unifi-
cadora por centro de trabajo o área de actividad, como los GAU de la fábrica
Alpargatas, de Ciencias Económicas en la Udelar, de UTE, bancarios, profe-
sores y otros.

5. La parte referida a la reseña histórica reproduce, con correcciones y agregados, el Memo-


rándum elaborado por Martín Ponce en 2002 y 2005, destinado a la Fiscalía Italiana en el marco
de lo que sería el Juicio del Plan Cóndor en Roma. En esos años fue enviado con la firma de los
tres parlamentarios de ese momento que habíamos sido militantes de los GAU: los autores de
este libro y Margarita Percovich.
6. La expresión nacional del movimiento o fundación que había creado en Francia el abate
Pierre.
– 14 –

Luego de más un año de coordinación y crecimiento, se conformaron como


movimiento político el 19 de abril de 1969. Fue un movimiento con permanente
trabajo para unificar los sectores progresistas y con una importante capacidad
de formación política de sus integrantes.
Desde su nacimiento los GAU definieron dos objetivos estratégicos funda-
mentales, a los que dedicarían todos sus esfuerzos: 1) la creación de un frente
antioligárquico y antiimperialista, capaz de superar la atomización y la disper-
sión táctica y estratégica que habían esterilizado a la izquierda y al progresismo
durante décadas, para orientar al país hacia el desarrollo y la liberación de la
dependencia externa; 2) la construcción de un partido unificado, con el objetivo
de conducir las luchas ciudadanas hacia objetivos socialistas de largo plazo.
Para alcanzar estos dos objetivos idearon una política de unificación –que
Héctor Rodríguez ya había puesto en práctica a mediados de los sesenta para
posibilitar la unidad de todo el movimiento obrero en una sola central– y rea-
lizaron aportes muy significativos. Así colaboraron en forma importante en la
fundación del Frente Amplio (FA), al que consideraban la matriz del primer
objetivo, de una vasta alianza social y política que décadas más tarde gober-
naría Montevideo y transformaría al Uruguay en el siglo XXI.
En relación con el segundo objetivo, participaron de un avance mucho más
modesto: la constitución en 1972 de La Corriente, cuyo desarrollo se frustró
con la implantación de la dictadura cívico-militar en 1973, y el proyecto polí-
tico de la Izquierda Democrática Independiente, de corta duración, durante los
años iniciales de la reapertura democrática.
Durante los años previos a la dictadura, publicaron un periódico Lucha Po-
pular y participaron activamente en otro editado por La Corriente: Respuesta.
Fue uno de los numerosos movimientos y sectores de la izquierda nacio-
nal formados en el marco de un país que detuvo su crecimiento a mediados de
los cincuenta, y transitó en crisis y estancamiento los sesenta. En esta última
década Uruguay asistió a un fuerte incremento de la sindicalización (el punto
culminante fue la formación de la central sindical unificada: la Convención
Nacional de Trabajadores, CNT, en 1966) y a un incremento del recurso de las
Medidas Prontas de Seguridad, marco represivo usado por sucesivos gobiernos
que no lograban detener la crisis económica.
El presidente Gestido, electo en 1966, murió a fines de 1967, y el vicepre-
sidente Pacheco Areco asumió como presidente. A los pocos días, marcando la
impronta de su gobierno, se produjo la clausura del diario Época y la disolución
de seis grupos políticos: Partido Socialista (PS), Movimiento de Acción Popular
Uruguayo (MAPU), Federación Anarquista Uruguaya (FAU), Movimiento de
Izquierda Revolucionaria (MIR), Movimiento Revolucionario Oriental (MRO)
y Grupo de Independientes de Época.
– 15 –

En 1968 se suceden la congelación salarial, los primeros mártires estudian-


tiles y las masivas militarizaciones de trabajadores públicos y de bancarios pri-
vados. En este marco del «pachequismo», el país asiste al auge del Movimiento
de Liberación Nacional (MLN-Tupamaros), que llegó a determinar la escena
de noticias y aún la agenda política del país.
En los años siguientes, fundamentalmente entre junio de 1969 y febrero de
1972, los sindicalistas de los GAU lideraron desde el Secretariado de la CNT
la postura minoritaria que procuró, apelando a la movilización social, quebrar
la escalada autoritaria.
El año 1971 constituyó un paréntesis singular ya que, al ser año de eleccio-
nes, se concentraron los esfuerzos principales del campo político en la lucha
cívica tradicional.
Los GAU, ya cargados de esos intensos años, formaron parte de los doce
sectores fundadores del Frente Amplio el 5 de febrero de 1971. Su principal
dirigente, Héctor Rodríguez, integró cuatro meses antes la Comisión de Ciu-
dadanos convocantes a «un frente amplio» desde las páginas del semanario
Marcha, que dirigía don Carlos Quijano.
En la polarización existente, el FA obtuvo un histórico 18 % en el Uruguay
pero triunfó el candidato de Pacheco Areco: Juan María Bordaberry.
Con Bordaberry en el gobierno y el MLN retomando acciones armadas,
luego de los cruentos sucesos del 14 de abril de 1972 se declaró el Estado de
Guerra Interno. De abril a noviembre de 1972, las Fuerzas Armadas (FF. AA.)
derrotaron a la guerrilla, pero ya no volvieron a los cuarteles. A las violacio-
nes de los derechos humanos se sumó en febrero de 1973 el desacato al poder
civil, y el 27 de junio de 1973 se consolidó el golpe cívico-militar disolviendo
el Parlamento.
Ese mismo día se inició una huelga general que duró quince días. Allí, los
GAU, junto a otros sectores con quienes coordinaban en La Corriente (entre
ellos los sectores de los senadores Zelmar Michelini y Enrique Erro) jugaron
un rol significativo. Durante esos días, en accidente de tránsito, fallece Adrián
Montañez, dirigente de los GAU e integrante del Secretariado de la CNT por
los textiles.
En el marco del quiebre institucional y culminada la derrota guerrillera, el
régimen militar prosiguió la represión que fue transitando también por otros
sectores de la izquierda. Los Grupos de Acción Unificadora fueron de los pri-
meros en ser golpeados. Entre octubre del 73 y marzo del 74 fueron detenidos
decenas de miembros de nuestra organización y la Justicia Militar procesó por
asociación subversiva con prisión por largos años, a veinticinco de sus inte-
grantes, entre los que estaban los dirigentes Héctor Rodríguez, Martín Ponce
de León, Ricardo Vilaró, Carlos Fasano, Enrique Rubio y Antonio Asensio.
Muchos compañeros se exilaron.
– 16 –

A partir de allí, en el marco de dictadura y persecución general en el país


o el exterior, se sucedieron episodios represivos directos sobre los GAU entre
1975 y 1978 en forma paralela con el asesinato en mayo de 1976 de Zelmar
Michelini, Héctor Gutiérrez Ruiz, Rosario del Carmen Barredo y William Whi-
telaw, en Argentina; la represión sobre el Partido Comunista concentrada prin-
cipalmente en 1975 y 1976 y continuada luego; la del Partido por la Victoria
del Pueblo en Argentina en 1976, y la del conjunto de organizaciones políticas
y luchadores, tanto en Uruguay y Argentina como en otros países.
Como parte de la coordinación represiva regional, en 1976 en Buenos Ai-
res fue secuestrado, permaneció «desaparecido» (y en ese marco fue torturado
en Orletti7 y asesinado) Hugo Méndez, dirigente sindical y de los GAU. Sus
restos fueron encontrados en Buenos Aires en el año 2001.
Otros tres compañeros fueron secuestrados en Buenos Aires en junio-julio
de 1977.
El golpe represivo más violento contra la organización comenzó en Mon-
tevideo en noviembre de 1977, cuando el régimen constata que integrantes de
los GAU seguían actuando organizadamente en la resistencia y organización de
trabajadores y estudiantes, en los albores de lo que pocos años después serán el
Plenario Intersindical de Trabajadores (PIT) y la Asociación Social y Cultural
de Estudiantes de la Enseñanza Pública (Asceep).
Hubo cientos de detenidos. Decenas de «ratoneras» por la ciudad. Duras
torturas en los Fusileros Navales.8 Antes de un mes, del 21 al 27 de diciembre
de 1977, una veintena de integrantes de los GAU fueron violentamente deteni-
dos en Buenos Aires y salvajemente tratados, junto con otros integrantes de la
Unión Artiguista de Liberación (UAL), del Partido Comunista Revolucionario
(PCR), del Movimiento Socialista (MS), y del ex MLN. Algunos murieron en
los primeros días de martirio, según testimonios de sobrevivientes, y todos in-
tegran las nóminas de «desaparecidos», incluidos quienes tenían, a esa fecha, la
responsabilidad directriz en Buenos Aires: Julio D’Elía, Alberto Corchs, Raúl
Borelli y Edmundo Dossetti.
De su presencia en los «pozos» de Quilmes y Banfield hay varios testimo-
nios. Y dos niñas y un niño nacidos en Banfield, entre diciembre del 77 y ju-
nio del 78, fueron reencontrados luego de ingentes esfuerzos, diecisiete años
después.
Desde 1973 a 1985, los compañeros exiliados desarrollaron importantes
tareas en diversos países europeos y americanos contra la dictadura y por los
derechos humanos.

7. Centro clandestino de detenciones en Buenos Aires.


8. Los Fusileros Navales son el personal del Fusna, o sea la Infantería de Marina de la
Armada Uruguaya.
– 17 –

Al reabrirse algunas rendijas para el accionar político en Uruguay, miem-


bros de los GAU participaron de la Mesa Política del FA en la clandestinidad.
Desde allí interactuaron en las negociaciones de la salida del régimen de fac-
to, mientras en la sociedad y en la calle participaron del triunfo del «NO» en
el plebiscito de 1980, del «voto en blanco» frenteamplista en las elecciones
internas de 1982, y finalmente en la campaña electoral del recién rehabilitado
Frente Amplio, con dirigentes proscriptos y militantes presos y exiliados. Recién
en 1985, junto a tantos otros, fueron liberados los últimos presos de los GAU.
Integrados desde febrero de 1984 en la Izquierda Democrática Indepen-
diente (IDI), los GAU se autodisuelven en agosto de 1985.
A su vez, la IDI confluyó con otros sectores y activistas frenteamplistas en
la formación de la Vertiente Artiguista (VA), sector que encabeza el ex inten-
dente de Montevideo, Arq. Mariano Arana.
En ese marco, a lo largo de los últimos veintiocho años, varios ex inte-
grantes de los GAU han sido electos legisladores nacionales y municipales, y
han participado en responsabilidades del Gobierno Nacional y de los Gobier-
nos Departamentales, de la vida política y del acontecer nacional en Uruguay.
Héctor Rodríguez, quien salió con la salud quebrantada por sus diez largos
años de prisión, falleció en 1996.
En setiembre del 2005, la Marina uruguaya asumió públicamente responsa-
bilidad en parte importante de la represión y tortura de integrantes de los GAU.
En el marco de los casi doscientos desaparecidos que permanecen en ca-
lidad de tales, hay diecisiete compañeros de nuestra organización, entre los
veintiocho desaparecidos en los episodios mencionados de 1977.
Todos nos pertenecen a todos y encontrarlos es una deuda nacional.
CAPÍTULO I
LA CRISIS DEL URUGUAY LIBERAL
(1958-1968)

La alternancia de los partidos tradicionales


En una década, desde el cambio político de 1958 con el triunfo histórico
del Partido Nacional, hasta el quiebre de 1968 con la instauración del pache-
quismo en el gobierno, el Uruguay transitó del liberalismo político al autori-
tarismo y al inicio del ciclo golpista; pasó del estancamiento económico que
sucedió al empuje industrializador de la segunda posguerra, a la más dura puja
social redistributiva; la «Suiza de América» se empantanó en la crisis profun-
da y despegó el proceso que conduciría a la dictadura cívico-militar de 1973.
Este proceso afectaría en forma transversal y profunda a la sociedad uru-
guaya. Impactaría en la interna de los partidos y en el vínculo entre ellos, en
los gabinetes del Poder Ejecutivo y en el Parlamento, en los movimientos so-
ciales y en las estructuras militares, en los medios de comunicación y en los
grupos económicos, en la vida cultural y en las relaciones internacionales y,
muy especialmente, en la opinión pública.
Ese es el contexto de las luchas sociales y de la unidad sindical de los traba-
jadores, y posteriormente de la unidad política de la izquierda. Ambos procesos
culminaron a mediados de los sesenta y principios de los setenta.
A mediados del lapso 1958-1973 se produjo el nacimiento de los GAU
(1967-1969) y el despliegue de su accionar (1969-1973). Después sufrieron
una dura represión en Uruguay y en Argentina (últimos meses de 1973 hasta
el fin de la dictadura cívico-militar en 1985).
En relación con el contexto del proceso que condujo a la creación de la
organización, tomaremos como punto de partida el Uruguay político de 1958.
Lejos de dicho punto de partida había quedado en el pasado el ciclo crea-
dor del Uruguay batllista de principios del siglo XX; más cercana en el tiempo
se encontraba la dictadura de Terra de los años treinta y sus ecos posteriores;
y en el propio punto de partida (1958) acababa de registrarse el quiebre del
denominado Uruguay neobatllista de la posguerra, con la derrota electoral
del Partido Colorado y las políticas que se aplicarían en los años siguientes.
– 20 –

A pesar de todo ello, y como titularía su libro el notable intelectual uruguayo


Carlos Real de Azúa, en ese Uruguay de 1958, en términos históricos, habían
quedado marcadas las huellas del «impulso y su freno»: de aquel empuje em-
prendedor del batllismo de principios de siglo XX y del freno posterior de las
clases dominantes.9
Luis Batlle, sobrino de José Batlle y Ordoñez, fue presidente luego del
fallecimiento de Tomás Berreta, desde agosto de 1947 a marzo de 1951. Para
bloquearlo, para evitar su reelección, un sector del Partido Colorado, la Lista 14,
y el herrerismo pactaron una reforma constitucional que introdujo el Ejecutivo
colegiado y que se plebiscitó el 16 de diciembre de 1951. Es la Constitución
de 1952. No obstante ello, Luis, el último caudillo populista del Partido Colo-
rado, volvió a ganar las elecciones para el período 1954 a 1958, como primer
candidato al Consejo Nacional de Gobierno.
A mediados de los cincuenta, terminada la Guerra de Corea (1950-1953)
y sus altos precios para nuestra producción, se había manifestado en el país el
estancamiento económico (el PBI real será el mismo en 1957 que en 1968)10 y
paralelamente la caída del salario real.11 Poco después esta parálisis se expre-
sará en el cambio político sistemático desde 1958.
Para comprender cómo fue variando nuestro lugar en el mundo, desde el
Uruguay de las «vacas gordas» (1913-1919) de la segunda década del siglo
XX, al Uruguay empequeñecido –en términos relativos– de la séptima década,
bastan unos pocos números. De acuerdo con el trabajo de Luis Bértola citado,
en 1913 nuestro PBI per cápita representaba el 76 % del promedio correspon-
diente a Alemania, EE.UU., Francia e Inglaterra; en 1957 había descendido al
65 % y en 1968 al 39 %.12
El imaginario de las sociedades, su percepción de la realidad, se transforma
mucho más lentamente que el producto o los ingresos de un país. Si aún hoy,
en la segunda década del siglo XXI, parte de los uruguayos añora y se compa-
ra con la bonanza del Uruguay «que fue» durante el país de las vacas gordas
(de exactamente un siglo antes), imaginemos lo que sucedía hace cincuenta o
sesenta años.
En el 58 los blancos obtienen una victoria arrasadora. El sector de Luis
Alberto de Herrera encabezaba la lista con Martín R. Etchegoyen; Benito Nar-
done (Chicotazo), del sector ruralista, ocupaba el segundo lugar. Recordemos

9. Real de Azúa, Carlos: El impulso y su freno, EBO, Montevideo, 1964.


10. Bértola, Luis: Ensayos de Historia Económica. Uruguay y la región en la economía
mundial 1870-1990, Trilce, Montevideo, 2000, p. 87.
11. Sobre ambas variables, producto y salarios, aportaremos algunas cifras más adelante,
puesto que permiten dimensionar la entidad de la caída.
12. Ib., pp. 85 a 87.
– 21 –

que Herrera lideraba pero no podía ir en la lista porque era consejero de go-
bierno por la minoría.
Cuando se reúnen los triunfadores para designar a sus ministros, en el cón-
clave eran inicialmente siete: Herrera con sus cuatro consejeros, y los dos rura-
listas. Nardone plantea que los ministros «los deciden los consejeros», ante lo
cual Herrera, de acuerdo con las crónicas, dice «¡¿entonces yo no soy nadie?!»
y se va. El caudillo histórico del Partido Nacional se retira. Paradójicamente
muere cuatro meses después de ganar la elección con la que se quiebran noventa
y tres años de dominio del Partido Colorado, como se encargaron de reiterarlo
los blancos en su incansable prédica.
En 1962 los colorados perdieron la elección nacional nuevamente pero
ganaron varios departamentos, en especial Montevideo que era su fuerte. Luis
Batlle no quiso ser consejero de la minoría porque había perdido por escasa
diferencia en el 62 y no tenía la menor duda de que ganaría en 1966. Los dos
consejeros de la Lista 15 fueron Alberto Abdala y Amílcar Vasconcellos. Quien
entró como tercer consejero de la minoría del Partido Colorado fue el general
(R.) Óscar Gestido.
Gestido era un hombre austero y con autoridad, de los fundadores de la
Fuerza Aérea cuando aún era parte del Ejército, y como militar retirado fue un
gestor relativamente exitoso de empresas públicas; recordemos que, designado
como presidente de AFE, logró que los trenes salieran en hora, ¡hecho insólito
para la tradición uruguaya! Por otra parte, a Gestido le dio mucho prestigio su
actuación en las inundaciones de 1959, en las que dirigió la Comisión de Ayuda
teniendo como jefe ejecutivo de las tareas al entonces coronel Líber Seregni.
Zelmar Michelini ya se había apartado de la Lista 15 en 1962, luego de
ser el principal diputado en el período 58-62, y había creado la Lista 515 en el
seno del batllismo. Pero en un acto en el Cerro, Hugo Batalla planteó críticas a
los errores cometidos durante el período en que gobernaron; Luis Batlle llamó
a Zelmar y le manifestó que excluyera a Batalla o su acuerdo allí terminaba.
Zelmar respaldó a Batalla y quedó fuera del sublema de la 15.
En Uruguay, esta rebeldía encabezada en 1962 por un joven y vibrante po-
lítico tendría consecuencias profundas para el futuro de la izquierda. En ese
marco Zelmar Michelini se unió con Renán Rodríguez, que pertenecía a la Lista
14 y había quedado a la intemperie, y se presentaron como grupo, alcanzando
un notable éxito. Había nacido «la 99», con dos senadores y siete diputados:
Lanza, Batalla, Massa, Martínez Moreno y Zelmar son electos diputados por
Montevideo, Alberto Roselli por Florida y Julio da Rosa por Treinta y Tres. Era
el primer ademán progresista dentro del batllismo, pero no el único.
El sector de la Dra. Alba Roballo –Pregón– tenía también una marcada
tendencia progresista.
– 22 –

Tengamos en cuenta, además, la figura de Enrique Rodríguez Fabregat,


diputado en la primera mitad del siglo junto a Julio César Grauert, Domingo
Arena y otros. Permaneció como diputado desde 1923 hasta 1933, e integró el
sector progresista del Partido Colorado. Después se dedicó a la carrera diplo-
mática hasta que cesó, a los 70 años, durante el gobierno blanco. Como suplente
de Alberto Zubiría, colorado, consejero de la minoría, entró incidentalmente al
Consejo de Gobierno, y ahí habló sobre la reanudación de las relaciones con
Cuba. En el surgimiento del Frente Amplio, Rodríguez Fabregat creará el Mo-
vimiento Integración, Doctrina Batllista, y se integrará al Frente sosteniendo
que ingresaba con la ideas del batllismo. En 1971, junto con Zelmar y Alba
Roballo, formará parte de la Lista 9988.
En 1965 muere Luis Batlle. Sus correligionarios deciden hacer eleccio-
nes internas de la Lista 15, y se conforman tres grupos: el de Jorge Batlle,
el de Vasconcellos y el llamado «de los cuatro senadores» (Glauco Segovia,
Justino Carrere Sapriza, Alba Roballo y Luis Tróccoli). Este último sector
tenía una poderosa estructura de clubes barriales. Para asombro de muchos
ganó Jorge Batlle y fueron varios los que no aceptaron su victoria. La 15 se
fractura. Jorge Batlle se había presentado con Julio M.a Sanguinetti, Eduar-
do Paz Aguirre y otros.
La experiencia colegialista no duró. La expresión masiva de disconformi-
dad de la población con la situación del país, que primero se proyectó contra
los colorados y luego contra los blancos, se terminó manifestando con gran fa-
cilidad y convirtiendo al Consejo de Gobierno en blanco de las críticas. Como
era previsible, este proceso desembocó en una crisis y en el inexorable retor-
no al presidencialismo. Así, en 1966 habrá reforma constitucional y recambio
político con el retorno del Partido Colorado.
Cuando en 1966 Gestido fue postulado a la presidencia, le ofreció la vi-
cepresidencia a Lacarte Muró, quien no la aceptó, y después a Michelini. La
discusión fue épica en el Consejo Directivo de la 99, y con Aquiles Lanza a la
cabeza resolvieron no aceptar por un voto de diferencia.
Michelini rechazó el ofrecimiento prefiriendo evitar problemas en la 99.
Fue una de esas decisiones que marcan los acontecimientos, que bifurcan los
caminos. Sin duda, otra hubiera sido la historia…
Luego Gestido se la ofrece a Jorge Pacheco Areco.
Dentro de los colorados, Gestido, apoyado por el grupo de los cuatro sena-
dores, le gana a Jorge Batlle y será presidente a partir del 1.o de marzo de 1967.
Conformó su primer gabinete con todo el espectro colorado. La 15 lo integró
con dos ministros: Carlos Vegh Garzón (Hacienda) y Julio Lacarte Muró (In-
dustria). Pero esta situación no se sostuvo.
– 23 –

Estábamos en las postrimerías del Uruguay liberal. El estancamiento eco-


nómico que dominaba desde mediados de los cincuenta y la consiguiente puja
redistributiva teñían todos los escenarios.
Pronto Jorge Batlle rompió con Gestido y retiró sus ministros, con lo cual
se inició el segundo gabinete, conocido como el «gabinete de los cien días».
Gestido nombra a Vasconcellos como ministro de Hacienda, y a Michelini en
Industria, y sustituye a los dos ministros de la 15. Ambos se suman al gabinete
donde ya trabajaban Luis Faroppa en la OPP, Heraclio Ruggia en Obras Pú-
blicas y Enrique Véscovi en Trabajo. El acto más espectacular de ese gabinete
fue cuando Vasconcellos rompió con el FMI por cadena de radio y televisión,
con el respaldo del presidente.
A Gestido le crean una situación complicada: lo hostiga mucho Héctor Lui-
si, su ministro de Relaciones Exteriores, y al final termina en un duro altercado
con Vasconcellos. En efecto, durante una huelga del Correo decreta Medidas
Prontas de Seguridad, renuncian cinco ministros y en los entredichos siguientes
Vasconcellos lo reta a duelo. Los padrinos deciden que no hay lugar al mismo,
por lo cual el duelo no se hace.
Era un Uruguay político que desaparecería en pocos años.
Rápidamente viene el tercer gabinete. Las Medidas Prontas de Seguridad
«embretaron» al ala progresista, que renuncia. Gestido nombra a César Char-
lone como ministro de Economía y a Jorge Peirano Facio como ministro de
Industria dando, nítidamente, un giro a la derecha. Las Medidas se levantaron
en 48 horas.
El fallecimiento del general Gestido, a las pocas semanas, constituye un
verdadero final de ciclo. En diciembre de 1967 Pacheco asume la presidencia.
Inaugura su gestión clausurando al diario progresista Época y al semanario
socialista El Sol, y declarando ilegales el Partido Socialista (PS), la Federación
Anarquista Uruguaya (FAU), el Movimiento Revolucionario Oriental (MRO),
el Movimiento de Acción Popular Uruguayo (MAPU), el Movimiento de Iz-
quierda Revolucionaria (MIR) y el Grupo de Independientes nucleados en el
diario Época. Esta última situación culminaría con el procesamiento de los
cinco directores del diario, uno de los cuales era Pedro d’Aurrecoechea y otro
Pedro Seré. Ambos participarían en el nacimiento de los GAU.
El director del diario era el joven escritor y periodista Eduardo Galeano,
y el consejo de dirección se integraba con un representante de cada uno de los
sectores políticos que respaldaban el emprendimiento. A la postre serían pro-
cesados todos.
Fue el verano en que Pacheco se iba a bañar, rodeado de «bellezas» compa-
triotas, al Club de Las Grutas, en Punta Ballena (Maldonado), hasta que desde
el propio gobierno le plantearon que su conducta no condecía con el cargo que
había asumido.
– 24 –

En ese marco arrancó el 68. En este año, entre otras cosas, se da en el MLN
el período que algunos han denominado «Robin Hood». En realidad se extiende
desde mediados del 68 a mediados del 69. La cronología13 de algunas de sus
acciones constituye una buena guía:
1 de julio de 1968: el MLN vuela la planta emisora de Radio Ariel;
7 de agosto de 1968: secuestro de Ulysses Pereira Reverbel, presidente de
UTE;
8 de octubre de 1968: detención de dirigentes del MLN;
29 de noviembre de 1968: asalto al Hotel Casino Carrasco;
14 de febrero de 1969: copamiento y retiro de documentos de la Financiera
Monty, por parte del MLN, en uno de sus golpes más espectaculares;
18 de febrero de 1969: asalto al Casino San Rafael de Punta del Este;
1.o de abril de 1969: asalto a tres sucursales bancarias en Montevideo;
15 de mayo de 1969: el MLN interrumpe la emisión deportiva de Radio
Sarandí, en el momento en el cual Carlos Solé14 relata un partido entre Nacio-
nal y Estudiantes de la Plata, y emite un comunicado.

Los partidos de izquierda


Es posible recorrer medio siglo de historia, hasta la crisis de los cincuenta,
y encontrar la misma izquierda: atomizada y sin incidencia política, porque
entre otras cosas no comprende al batllismo (por algo criticó duramente a Do-
mingo Arena). Es una izquierda anarquista, comunista, socialista, tercerista (ni
EE.UU. ni la URSS). Una caja de resonancia de los conflictos internacionales.
En las páginas de periódicos de organizaciones de izquierda de la época
abundan las dedicadas a los conflictos entre los propios grupos de izquierda, y
es habitual encontrar esos debates más fácilmente que las páginas dirigidas a
polemizar con la derecha. Es la idea de que lo que importa es «marcar perfil».

13. Se han elaborado muchas cronologías de la acciones del MLN. Preferimos seleccionar
algunos hechos básicos. Para una versión más detallada se puede apelar a Marta Machado Ferrer
y Carlos Fagúndez Ramos: Los años duros. Cronología documentada (1964-1973), Monte Sexto,
Montevideo, 1987. Lo esencial de esta última cronología fue tomado por Benjamín Nahum en su
clásico Manual de Historia del Uruguay, (T.2), 1903-2010, EBO, Montevideo, 2013. También
Rolando W. Sasso: 8 de octubre de 1969. La toma de Pando. La revolución joven, Fin de Siglo,
Montevideo, 2005. Para contextualizar nada mejor que la Cronología comparada de la Historia
del Uruguay, 1830-1985, de Roque Faraone, Blanca Paris y Juan Oddone, Udelar, Montevideo,
1997, o la Cronología comparada de la historia reciente del Uruguay, 1967-80, coordinada por
Carlos Demasi y otros, en dos tomos, FCU, CEIU, FHCE, Montevideo, 1996 y 2003. También
otras publicaciones de diversos equipos de investigación de la Udelar.
14. Relator «leyenda» en Uruguay.
– 25 –

En ese marco crece una corriente que procura pensar con cabeza propia y
que desarrolla el tercerismo como postura internacional en el marco de la Gue-
rra Fría.15 En los GAU siempre nos consideramos continuadores de esa postura.
Eran como nuestros tutores: Pablo Carlevaro,16 distintos dirigentes de la FEUU,17
y fundamentalmente el semanario Marcha dirigido por el notable doctor Carlos
Quijano. Esa corriente tenía un peso muy importante en ese momento.
El Partido Socialista, ya en los sesenta, era el liderado por José Díaz, Vi-
vián Trías, José Pedro Cardozo y otros dirigentes, en tanto que paralelamente
comenzó el Movimiento Socialista, con Emilio Frugoni a la cabeza.
Desde 1956 venía un fuerte cambio de orientación en el Partido Comunista,
donde Rodney Arismendi había desplazado a Eugenio Gómez como Secreta-
rio General.
La situación internacional y latinoamericana, y los conflictos político-so-
ciales propios también se expresaban en la izquierda con la aparición de nuevos
grupos de izquierda independiente o que seguían antiguos o nuevos debates y
alineamientos internacionales (así nacen el MIR, la FAU, el MAPU y otros).
Y va surgiendo, desde 1963, la adopción de la vía armada por militantes
que se organizan.
Las tentativas que procuraban revertir la esterilizante atomización políti-
ca de la izquierda chocaban con barreras fuertes. Algunas eran barreras en el
campo electoral, otras se centraban en los «métodos de lucha» o en las «vías
de la revolución».
Como ejemplo de las primeras vale la exclusión de los comunistas de los
acuerdos electorales de 1962. Primó la idea de que con los comunistas se per-
dían votos. Estos, por su parte, ante el acuerdo de los socialistas con Erro en la
Unión Popular (Erro había sido ministro de Industria, se fue del Partido Nacional
y contribuyó a formar la Unión Popular) desarrollan el Fidel (Frente Izquier-
da de Liberación) con Luis Pedro Bonavita, político e intelectual blanco, que
luego amplían con la adhesión de Ariel Collazo en 1966 y otros intelectuales
como Luis Gil Salguero.
Los socialistas tuvieron muy mala votación en 1962 y quedaron fuera del
Parlamento; el Fidel logró un senador y tres diputados (en 1966, un senador y
cinco diputados), saliendo adelante pero siempre en ese escalón del 5 %.

15. Así se llamó al enfrentamiento iniciado al finalizar la Segunda Guerra Mundial entre
el bloque Occidental, liderado por Estados Unidos, y el bloque del Este, liderado por la Unión
Soviética.
16. Médico uruguayo, de vasta trayectoria gremial y social, decano de la Facultad de Me-
dicina a fines de los años sesenta.
17. Federación de Estudiantes Universitarios Uruguay. El brasileño Carlos Fuques fue uno
de sus dirigentes.
– 26 –

Por otro lado, en el marco del proceso de reforma de la Constitución, parte


de la izquierda política había transitado –y también forzado a los sindicatos
a hacerlo– por la frustrante experiencia de la «reforma amarilla» en 1966. En
efecto, el Partido Comunista y sus aliados en el Fidel habían impulsado «la
reforma popular o amarilla». Héctor Rodríguez, líder de los textiles y de toda
una corriente sindical, se opuso fuertemente y opinó que era como querer me-
ter «un elefante en una caja de fósforos» (en relación con las dimensiones del
Congreso del Pueblo que se había realizado en 1965 y al que nos referiremos
más adelante).
En síntesis, la izquierda histórica era bastante cerrada, en un país donde a
su vez dominaban los partidos tradicionales. Después del 58, cuando se agu-
diza la crisis, parte del electorado pasa de los colorados a los blancos, quienes
con su política económica y social profundizan la crisis. Ya en el 62 se mani-
fiestan los problemas sociales pero también se esboza su expresión política.
Así comienzan los desprendimientos de los partidos tradicionales, en escala
menor a la que se dará luego, pero que como hemos referido posibilitan los
mini-frentes del 62 y las expresiones políticas del 66. No obstante ello, esa
frontera del 5 % no se supera.
Para comprender la profundidad de la crisis social de los sesenta, sus raí-
ces económicas y sus impactos políticos basta con tener presente la evolución
de algunos indicadores. Es suficiente considerar la evolución de la inflación
y de los salarios reales. Los años pico en materia inflacionaria fueron, entre
1963 y 1968, 1965 con el 88 % en el crecimiento del IPC y 1967 con el 136
%.18 El promedio aritmético de la inflación en los años 1963 a 1968 (incluido
el efecto de la congelación de precios y salarios decretada el 28 de junio del
68) fue del 70 %.19
Los salarios básicos reales, sobre una base 100 para 1957, cayeron al 76.5 %
en 196720 (de acuerdo con otras fuentes, con la misma base, el promedio anual
1969 fue 82.1 %)21. Esa caída se acentuó en 1968: los salarios reales, sobre
una base 100 para el período 63-66 cayeron al 30 de junio de 1968, al 68 %.22
Con la constitución del Frente Amplio se logrará, finalmente, la consolida-
ción de la izquierda como una opción política; sin embargo, para ello deberán
pasar largos y dolorosos años.

18. Toda la información procede de El proceso económico del Uruguay, Instituto de Eco-
nomía, Udelar, Montevideo, 1971, cuadro 39, p. 314.
19. Ib.
20. Ib., cuadro 35, p.369.
21. Faraone, R., Paris, B. y Oddone, J.: Cronología comparada de la Historia del Uruguay,
1830-1985, Montevideo, Udelar, 1987, pp. 299-300.
22. El proceso…, o. cit., cuadro 69, p. 416.
– 27 –

La tradición anarquista
El peso de la tradición anarquista no ha sido suficientemente jerarquizado
en el país. Gerardo Gatti, por ejemplo, integraba la FAU. Y junto con Gerardo
Cuestas, del Partido Comunista, y Héctor Rodríguez, los tres actuaron como
coordinadores de la emergente CNT y se constituyeron en figuras claves del
proceso de la unificación sindical. Un buen pie a tierra tenían.
Alfredo Errandonea, otro ejemplo, más allá de lo que sostenía en el plano
teórico, como dirigente universitario abarcó todo el espectro con un liderazgo
fuerte y muy anclado en la realidad. Su contribución al proceso universitario
y a la FEUU fue mucha.
Tenían una unión muy vigorosa con la herencia que provenía de los inmi-
grantes europeos de filiación anarquista, así como otros partidos o corrientes la
tenían con otros inmigrantes europeos, como es el caso del Partido Socialista.
A nivel sindical los anarquistas se habían implantado en Artes Gráficas, en
la fábrica Funsa y en otros lugares, con respaldo muy claro de los trabajadores
respectivos y con una nítida inserción social.
La FAU participaba de un modo de interpretar la realidad bastante «erró-
neo», desde nuestro punto de vista, porque no percibía la necesidad, la posibi-
lidad y la conveniencia de la conformación de un vasto movimiento de fuerzas
políticas progresistas. Por ello cuando se constituyó el FA lo caracterizaron muy
críticamente y se quedaron afuera. Podían haber estado entre sus fundadores.
Sí participaron, en cambio, en los grupos de Época.
De los cinco grupos políticos disueltos en diciembre de 1967 (MRO, MAPU,
FAU, PS y MIR), tres entraron al Frente en distintos tiempos, entre octubre y
diciembre de 1970. Pero los anarquistas se pronunciaron en contra; no acep-
taron al FA, eran irreductibles en ese aspecto. Formulaban un juicio durísimo,
«reformista» era el calificativo más común. Discutimos mucho. No aceptaban
que ingresaran políticos de los partidos tradicionales, veían todo lo que sucedía
como un proceso de derechización. Después, los herederos de la FAU –algunos
de los cuales culminaron en el Partido por la Victoria del Pueblo (PVP), pasan-
do antes por la Resistencia Obrero Estudiantil (ROE)– rectificaron su postura.
Por su parte, los miembros del MIR no cambiaron nunca su posición. En
la Facultad de Medicina había numerosos partidarios de este grupo y tenían
mucha militancia también en Mercedes.23 Su discurso, a nuestro juicio, se de-
sarrollaba en una realidad paralela. Se reconvirtieron como PCR (Partido Co-
munista Revolucionario). La represión sobre ellos fue atroz.

23. Un gran militante de UTE, que estuvo en los orígenes de los GAU, fue Ricardo Blanco.
Se incorporó luego, en su Mercedes natal, al MIR-PCR. Por años desaparecido. Sus restos fueron
encontrados en marzo de 2012 en los predios del Batallón 14, en Toledo.
– 28 –

El Movimiento de Unificación Socialista Proletario (MUSP) también es-


taba actuando y tampoco se incorporó al FA. Constituía una escisión del PS.
Esta izquierda de los fracasos y la atomización, vinculada a un movimiento
sindical igualmente dividido y en la cual tanto incidieron las referencias ideo-
lógicas de las corrientes principales de la izquierda mundial y los lazos inter-
nacionales estaba, sin embargo, acunando un proceso de cambios.
El politólogo Jorge Lanzaro ha analizado con agudeza estos cambios en
la izquierda uruguaya, en particular lo que se ha denominado el dualismo y
su posterior superación mediante la nacionalización de la izquierda. Sostiene
que en la segunda posguerra, durante el neobatllismo y después bajo los go-
biernos colegiados en los que predominaba el Partido Nacional, los militantes
de izquierda conducían y representaban a los sindicatos privados y públicos.
Sin embargo, fuera «del círculo de militantes y de adeptos más cercanos, los
trabajadores –en cuanto ciudadanos– confiaban sus opciones de sociedad y la
gestión general de gobierno a los partidos tradicionales».24 Este dualismo do-
minó el escenario de los cincuenta y de los sesenta.
Pero con el correr de esta última década «se desata una crisis política ma-
yúscula, que viene con el derrumbe del modelo batllista. La descomposición
del sistema de partidos, la pérdida del centro político y la polarización creciente
son elementos decisivos en este proceso. Las colectividades tradicionales no
encuentran el camino para renovarse y renovar el diseño político, el Estado y
la economía. Pierden centralidad, aptitudes de liderazgo y capacidad de agre-
gación de intereses».
En ese contexto «la izquierda emprende una nueva etapa de desarrollo, que
se basa en sus recorridos anteriores y muestra la incidencia que estos tienen,
pero implica innovaciones considerables y constituye un antecedente de los
procesos actuales. En concreto, el trámite pasa por dos pistas de acción política:
a) la movilización corporativa, a partir de los sindicatos y mediante la recon-
versión de las prácticas gremiales; b) el ensayo de nuevas fórmulas partidarias,
mediante una estrategia de frentes, que buscan ensanchar la organización de
masas y mejorar en la competencia electoral».
Si analizamos la evolución de los partidos Comunista y Socialista –de la
mano de Rodney Arismendi y Vivián Trías– y de otras corrientes de izquierda,
advertiremos cambios que impactan en la vida sindical y política. En espe-
cial a partir de lo que Lanzaro caracteriza como una nacionalización política,

24. Esta cita y las siguientes proceden de Lanzaro, Jorge: «La izquierda se acerca a los uru-
guayos y los uruguayos se acercan a la izquierda. Claves de desarrollo del Frente Amplio», en
Lanzaro, Jorge (comp.): La izquierda uruguaya entre la oposición y el gobierno, Montevideo,
Fin de siglo, 2004, cap.1, pp.13-108. Este concepto de dualismo fue ampliamente desarrollado
por el profesor Aldo Solari en sus cursos de Sociología a principios de los sesenta.
– 29 –

ideológica y cultural (las referencias históricas25 y los símbolos se modifican,


por ejemplo) que facilita enormemente los procesos de unidad sindical y pos-
teriormente política.

El movimiento sindical, la CNT y las luchas de los


trabajadores
En las décadas del cincuenta y del sesenta, los principales movimientos
sociales fueron los sindicatos y los gremios estudiantiles universitarios.
Podemos tomar un caso, para ejemplificar la situación del movimiento sin-
dical. La evolución del sindicato de UTE es bien interesante. En el arranque del
primer gobierno blanco, en agosto de 1959, la Agrupación UTE (AUTE), un
sindicato estatal y en buena parte de «cuello blanco», realizó el primer paro con
corte de servicios. A las 24 horas lo levantó. Cuatro años después, en febrero
de 1963, se resolvió una huelga en UTE, luego de una asamblea con el Palacio
Peñarol lleno. Desde el movimiento estudiantil seguíamos atentamente esta
huelga. Sobre todo en el interior, donde los funcionarios de UTE eran echados
de algunas poblaciones y los estudiantes ayudábamos con abastecimiento ya
que había lugares, en ciudades del interior, donde no les vendían nada.
En la asamblea del Palacio Peñarol sucedió algo bien significativo dado
que una de las mociones presentadas por la directiva era la de incorporarse a la
Mesa Sindical Coordinadora de los Entes. No obstante ello, los mismos traba-
jadores que aprobaron la huelga con corte de servicios se negaron a coordinar
y votaron en forma negativa.
Sin embargo, luego de diecisiete duros días tuvieron que levantar la huelga.
El sindicato se mantuvo unido, pero los huelguistas consiguieron muy poco
de aquello por lo que peleaban, y la situación se hizo insostenible. Una nueva
asamblea (autorizada a pesar de las Medidas Prontas de Seguridad estableci-
das), a Estadio Peñarol lleno, levantó la huelga. Y en esas circunstancias vo-
taron por la afirmativa la incorporación a la Mesa Sindical Coordinadora. Su
proceso constituye una expresión de la paulatina comprensión de los sindicatos
de que había que unirse.
En realidad, por muchos años el movimiento obrero se concentró esencial-
mente en los conflictos en el sector privado, en la defensa de derechos mínimos
de los trabajadores como fue el caso de los gráficos, los metalúrgicos, los tra-
bajadores de la carne, los textiles, la construcción, las curtiembres o la aguja.

25. Quizás el mejor ejemplo lo constituya la monumental investigación sobre los aspectos
económicos y sociales de la revolución artiguista realizada por Lucía Sala de Tourón, Nelson de
la Torre y Julio Rodríguez, publicada en cuatro volúmenes a fines de los sesenta y comienzos de
los setenta por la editorial Pueblos Unidos.
– 30 –

En ello consistía el movimiento sindical. Si se tenía gravitación o no en esos


gremios, era lo que contaba.
Pero los trabajadores del sector público en el marco de la crisis se organi-
zaban e integraban. Docentes, funcionarios de los ministerios, trabajadores de
los entes autónomos iban cambiando la escena.
Al no haber un organismo único de vinculación, temas como la solidaridad
se hacían difíciles.
En esas condiciones se convocó en 1964 un plenario nacional de trabaja-
dores. Llevó tiempo de conversación y negociaciones lograr hacerlo. Solo se
resolvía si había unanimidad: había que ponerse de acuerdo para que hubiese
resolución. (Esta regla del consenso también se aplicaría exitosamente, como
veremos, para la construcción del Frente Amplio).
La Central de Trabajadores del Uruguay (CTU), la tentativa más reciente
de unión sindical –culminada en 1961– quedó como una experiencia impor-
tante pero parcial.
Pero la nueva realidad referida, que se fue conformando en lo social, con-
fluyó en ese plenario común al que se llamó Convención Nacional de Traba-
jadores (CNT). Su proceso fundacional se desarrolló entre 1964 y 1966. En la
primera fecha se convirtió en un organismo coordinador y en la segunda (en
el Congreso de Unificación Sindical) se transformó en Central, incorporando
experiencias y manteniendo el nombre original de Convención.
En 1966 se aprobó una Declaración de Principios, se resolvió apoyar el
programa del Congreso del Pueblo celebrado en 1965 y se definieron los es-
tatutos de la CNT.

El Congreso del Pueblo


El Congreso del Pueblo marcó un jalón de enorme importancia en una doble
dirección: por un lado, amplió la base de los sectores sociales que sintiéndose
lesionados por la política imperante eran capaces de tomar resoluciones conjun-
tas; por otra parte, el programa que levantó se convirtió luego en el programa
de la unificada CNT de 1966 y en la base principal de lo que sería, cinco años
después, la forma de aglutinar al Frente Amplio creado a principios de 1971.
Además de los sectores de asalariados, públicos y privados, participa-
ron las organizaciones representativas de jubilados y pensionistas, de peque-
ños y medianos productores rurales, de trabajadores del campo, de artesanos
y pequeños comerciantes, de cooperativistas, de profesionales del arte y la
cultura, de desocupados, de inquilinos, de villas, de comisiones de fomento,
de comisiones vecinales, etcétera. En total 707 organizaciones y 1376 dele-
– 31 –

gados.26 En la sesión inaugural del Congreso, el 12 de agosto en el Palacio


Peñarol, en nombre del Comité Organizador hizo uso de la palabra Héctor
Rodríguez.27 Nunca se había dado en el país un agrupamiento tan amplio.
En el Mensaje al Pueblo Uruguayo se afirmó: «Todo lo que vive, palpita, es-
tudia, piensa, trabaja y produce, está en nuestro Congreso».
Y allí se definen «propuestas de soluciones a la crisis» que van desde la
reforma agraria, la nacionalización de la Banca y del comercio exterior, la re-
forma tributaria con los impuestos al patrimonio y a la renta como base, hasta
el desarrollo de la educación pública, gratuita y laica; desde la defensa del po-
der adquisitivo de salarios y jubilaciones y su pago en fecha, hasta la defensa
de la búsqueda de petróleo, la utilización de las fuentes hidroeléctricas o la
búsqueda y explotación del hierro, las arenas negras y el manganeso.28 Era un
programa nacional, no un «programa de clase».
Muchas veces nos hemos preguntado cómo fue posible, en la práctica, este
proceso de unidad sindical y de construcción de una plataforma mucho más
amplia, que revirtiera la fragmentación histórica. Una de las claves se encuen-
tra en la nueva orientación impulsada por Héctor Rodríguez. El profesor Óscar
Destouet lo advirtió y expuso en distintos trabajos. En uno de ellos sostiene que
su «aporte siempre estuvo vinculado a la búsqueda de la unidad en términos
programáticos, respetando la diversidad y buscando adaptar las formas orga-
nizativas al grado de desarrollo de los acuerdos».29
La otra clave también ha sido advertida por el autor citado: la pelea por la
autonomía de las organizaciones sociales frente a los partidos políticos y a las
organizaciones internacionales, que Héctor expresó en un libro tan rico como
breve titulado Reflexión para sindicalistas, en el que sostuvo que «La orga-
nización sindical en todos sus niveles será independiente de los empresarios
–privados o estatales–, del Estado y de los partidos políticos y se regirá en sus
orientaciones y en sus formas organizativas, por la voluntad de sus afiliados
cotizantes. Esta voluntad se manifestará por medio de asambleas realizadas a
niveles que tiendan a garantizar, sin discriminaciones, la participación activa
–con voz y voto– de todos los trabajadores y mediante el voto secreto, libre,
igual y directo. Todos serán electores, por su condición de afiliados voluntarios

26. CUI: El pueblo delibera. El Congreso del Pueblo veinte años después, Montevideo,
1985, p.9.
27. Ib.
28. Ver: Mensaje al Pueblo Uruguayo, y Programa de soluciones a la crisis, del Congreso del
Pueblo - 12 al 15 de agosto de 1965. El libro citado, El pueblo delibera, incluye todo el texto del
Programa. También se publicó como apéndice en Rodríguez, Héctor: Sindicatos: participación
y negociación, FCU, Montevideo, 1985. Y en numerosas publicaciones.
29. Arana, Mariano y Destouet, Óscar (compiladores): 5 vertientes de la izquierda, EBO,
Montevideo, 2004, p. 159.
– 32 –

al sindicato; y elegibles, según la estimación de sus méritos gremiales realiza-


da por los electores».30
La tercera clave fue observada por muchos: como se expresó en su home-
naje parlamentario,31 no se entiende a Héctor si no se apela a su matriz como
obrero textil; a su modo fue textil toda su vida. Fue un tejedor de acuerdos e
hizo de la unidad programática la piedra angular. Apeló a la unanimidad, al
consenso, a las mayorías calificadas, como vías virtuosas de la unidad. Esta
calidad de tejedor de acuerdos fue particularmente evocada por Eleuterio Fer-
nández Huidobro en un significativo libro.32

Consolidación de la unificación sindical


Como hemos dicho, la labor de los tres dirigentes que pivotearon todo este
proceso –Gerardo Cuestas, Héctor Rodríguez y Gerardo Gatti– fue de enorme
importancia para culminar la unificación sindical. Supieron, incluso, darle bajo
perfil a la reforma amarilla. Se debe tener en cuenta que el planteo inicial pro-
curaba que todos los sindicatos la apoyaran, pero los trabajadores no la querían.
La veían asociada al Partido Comunista del Uruguay. La derecha y el propio
PCU contribuyeron a esa caracterización.33 Los trabajadores entendían que se
estaba incursionando en la política partidaria.
Desde la dirección de la CNT se permitió la militancia por la reforma
amarilla pero sin pronunciamiento de la Central. Fue apoyada por un numero-
so grupo de sindicatos, básicamente con direcciones vinculadas al PCU. Más
adelante los números darían la razón a quienes se opusieron.
Luego vino el año bisagra de 1967. Y después arrancó el ciclo del pache-
quismo.
Empalmemos con ese fin del 67 y principios de 1968, que se inicia con un
movimiento sindical coordinado, con una inflación arriba del 120 %, con una
tensión social muy fuerte, y con el estilo Pacheco.
Poco tiempo después comienzan las militarizaciones: la primera sobre la
banca oficial, y en los días siguientes (1.º de julio de 1968) prosigue con los
funcionarios de UTE, Ancap, OSE y Telecomunicaciones. El país entró en ese
año en la ruptura de las reglas de juego; se congelaron precios y salarios en el

30. Rodríguez, Héctor: Reflexión para sindicalistas, CUI, Montevideo, 1985, p. 12.
31. Homenaje que realizara Enrique Rubio en la Cámara de Diputados el 5 de noviembre
de 1996.
32. Fernández Huidobro, Eleuterio (1995): El Tejedor, TAE, Montevideo, 1995.
33. En UTE, por ejemplo, cuando los dirigentes llegaban con los volantes por la reforma –que
el sindicato apoyaba como tal– varios delegados, en la Central Batlle, los tiraban a quemar en la
caldera y decían que era la única forma de evitar que los trabajadores se desafiliaran de AUTE
– 33 –

peor momento de los salarios; se creó la Coprin,34 que instrumentó el manejo


de los precios, y comenzó lo que podemos denominar como el autoritarismo
creciente. Recordemos que el movimiento sindical venía creciendo y con cien-
tos de experiencias de lucha, pero nunca nadie había sido militarizado.
En el mismo tiempo cambió la represión a los estudiantes: comenzaron a
usar balas. Cayó Líber Arce el 14 agosto, primer mártir estudiantil. Lo siguieron
Hugo de los Santos y Susana Pintos en setiembre de ese terrible 1968.
En UTE, el 1.º de octubre de 1968, tras tres meses de lucha, se quebró fi-
nalmente la resistencia en su lugar más fuerte, la Central Batlle, y se comenzó a
mandar a cientos de funcionarios a la Laguna del Sauce.35 Una etapa se cerraba.
Todo esto iba radicalizando las situaciones. A su vez, en los distintos espa-
cios militares, la forma de relacionamiento de las FF. AA. con los trabajadores
era distinta. La Fuerza Aérea, por ejemplo, se mostraba mucho más dura en
ese período que la Marina.36
El 68 terminó. En ese marco se procesó en el 69 una fortísima discusión
en el seno del Secretariado de la CNT, a la que nos referiremos en detalle más
adelante. Pero en sustancia, unos planteaban que no se podía aceptar lo que
estaba pasando y que había que contestar con dureza en ese momento dado
que había fuerza, para que no desgranaran a los gremios de a uno por vez, y

34. Comisión de Productividad, Precios e Ingresos creada por la ley 13.720 de 16 de di-
ciembre de 1968.
35. Martín Ponce: «Antes del 1° de octubre y luego de algún paro parcial por “comedia
de errores”, hicimos un acuerdo con la Marina: cuando la policía detenía a algún trabajador, le
pasábamos a los oficiales, en su oficina en la Central Batlle, los datos de los detenidos, y desde
ese momento empezaban a correr 24 horas antes de que su sección parara. La Marina los iba a
buscar y los reclamaba sobre la base de que, al estar militarizados, eran “reclutas” de ellos. La
camioneta enviada volvía a la Central, y los liberaban en nuestra presencia, de inmediato. Así
se evitaron varios choques. Los funcionarios comenzaron a recibir “instrucción militar” y los
delegados a ser detenidos en forma creciente. Nos liberaban antes de generar un lío y volvía a
comenzar la pulseada.
Estuvimos sucesivamente presos un día, tres días, una semana, en el Dique Nacional junto a
Milton Montemar y otros dos trabajadores de Ancap, y así fuimos recorriendo las sedes de la Ar-
mada. Cuando el entierro de Líber Arce, yo estaba en las dependencias de la Armada en el Cerro.
Años después, estando en el Penal de Punta Carretas, me encontré con un compañero (Pablo
Ferreira, preso por el MLN), con el que mantuve este dialogado:
Pablo: ¿Vos estuviste preso en el Centro de Instrucción de la Marina?
MPL: Sí. Donde había tres calabozos. Estuvimos 48 horas tres delegados allí.
Pablo: ¿Sabés quiénes te cuidaban?
MPL: No.
Pablo: Garín y yo.
El Uruguay había cambiado aceleradamente».
36. Recuerda Martín Ponce que en nombre de la Directiva de AUTE, llegó, en agosto, a ha-
blar con el Brig. Sena y con el Cnel. González, para plantear que si la Fuerza Aérea seguía con
ese nivel de represión, como sindicato íban a tener que parar. Fue inútil totalmente.
– 34 –

en consecuencia proponían ir a la huelga. Otros sostuvieron que no, que había


que seguir acumulando fuerzas.
Recordemos que el 68 había terminado con los gremios que fueron mili-
tarizados todos derrotados.

La FEUU: de la Ley Orgánica a Líber Arce


El movimiento estudiantil hizo su proceso simultáneamente. El punto de
partida fue la Ley Orgánica de 1958. Esta constituye el momento en el cual
una federación de estudiantes, que era movilizadora desde 1908, se cruzó con
un país en crisis económica, que arrastraba al propio movimiento sindical al
menos en sus sectores organizados. En el 58, la Ley Orgánica opera como un
marco en el cual la FEUU encabeza la lucha, y los obreros se incluyen detrás.
Cuando se vota la ley, que es cuando Luis Batlle dice «arreglemos», se votan
también leyes obreras que venían postergadas porque no tenían peso suficiente
los sindicatos aislados. En pocas horas se votan varias leyes buscando desar-
mar la movilización.
La FEUU tenía un acceso fluido al Consejo de Gobierno, más que el mo-
vimiento sindical en ese momento. En la sociedad uruguaya era considerada
como los jóvenes del mismo palo que los miembros del Consejo, en cambio
los otros, los trabajadores, eran de otra mesa. El clasismo se imponía. De ahí
que varias veces los estudiantes fueron intermediarios.
Cuando en 1964 se declaró la ruptura de las relaciones con Cuba, ante las
protestas estudiantiles la policía avanzó y sitió la Universidad. Vino el minis-
tro del Interior, Adolfo Tejera, y los estudiantes salieron a conversar con él.
Llegaron a un acuerdo y se levantó el sitio. Parece que Tejera venía de alguna
celebración pues le costaba tenerse en pie… Sin embargo, el diario El Plata,
de su colectividad, lo daba como el héroe de la jornada.
Pero al día siguiente, se hace una nueva concentración y se reanuda el si-
tio. Sorpresivamente un auto ingresó hasta la puerta de la Universidad. Los
estudiantes, cuando vieron que era Tejera con el megáfono, empezaron a tirarle
piedras y se tuvo que ir. Este segundo sitio duró varios días.
Los diputados iban a visitarlos y de entre los sobretodos sacaban chocola-
tes. Era el Uruguay liberal que no quería morir.
Finalmente dejaron salir a casi todos y varios dirigentes de la FEUU fueron
presos a Jefatura y liberados al otro día. El embajador cubano se había ido en
esas horas. Este es solo un ejemplo del tipo de enfrentamientos de la primera
mitad de los sesenta: choques (caballos, gases y golpes incluidos) pero acota-
dos, y detenciones por plazos cortos.
– 35 –

Como ya relatamos, ese Uruguay recibiría, y mucho más profundamente


en los años que vendrían, golpes demoledores. Los sucesos más dramáticos se
iniciarían en 1968 con el pachequismo.
En las represiones de las manifestaciones se comenzó a tirar con balas. La
muerte de Líber Arce el 14 de agosto de 1968 marcó un jalón dramático en esa
escalada. Sobrecogió a gran parte de la sociedad uruguaya.
El movimiento estudiantil fue un protagonista de primera línea en la re-
sistencia al autoritarismo creciente. Durante todo ese período mantiene un es-
trecho vínculo con el movimiento sindical. Aquello de «obreros y estudiantes,
unidos y adelante» continuó resonando con gran intensidad. Desde la secreta-
ría sindical de la organización estudiantil se articuló el vínculo que permitió,
entre otras cosas, la activa participación en el congreso de la CTU y luego en
todo el proceso que condujo a la construcción de la CNT. Si se leen los esta-
tutos de esta última se advertirá que un lugar en la Mesa Representativa está
reservado para la FEUU.

Las armas en el escenario


Por un lado o por otro las armas habían ingresado, o lo harían, en el es-
cenario público. Era habitual, por ejemplo, que a las asambleas estudiantiles
en el IAVA (Instituto Alfredo Vázquez Acevedo) ya desde 1960 concurrieran
algunos estudiantes o seudo estudiantes armados. La serie de atentados contra
locales o personas se iniciaba. La ultraderecha se expresaba en grupos violen-
tistas como la Juventud Uruguaya de Pie (JUP) o, años después, en los temi-
bles escuadrones de la muerte. La izquierda sindical o política comenzaba a
conformar grupos o cuadros de autodefensa. La guerrilla iniciaba su marcha
ascendente. En las Fuerzas Armadas los movimientos golpistas aumentaron
desde la primera mitad de los sesenta. Era otro país.
Como se sabe, la crisis económica o política de los sesenta, la política de
la diplomacia norteamericana y otros factores afectarían la interna militar en
diferentes países de América Latina y también en Uruguay. Tomaron impor-
tancia opciones golpistas.
Entre 1964 y 1966 se dio un proceso de organización contra la posibilidad
de un golpe de Estado tanto en los movimientos sociales como en la izquierda
política y también entre los militares constitucionalistas. Así, luego del golpe
de Estado de Brasil en 1964, se acordó en el movimiento sindical que los sin-
dicatos debían enfrentar cualquier tentativa golpista con la huelga general y la
ocupación de los lugares de trabajo.
En relación con este tema, ocurre un episodio que vale la pena mencionar.
En esa época, 1964, como reacción a movimientos de otros altos oficiales, el
– 36 –

Gral. Seregni (colorado) al mando de la Región 2, y el Gral. Pomoli (blanco),


de la Región 3, instrumentaron una estructura militar antigolpista. Se debe tener
en cuenta que el Gral. Aguerrondo estaba al frente de la Región 1.
Circularon rumores de movimientos golpistas a propósito de una «buseca»
muy sonada.
En determinado momento Gestido buscó contacto con la FEUU ya que en-
tendió que de hacerse público el hecho, los golpistas perderían fuerza. Según
él, mientras Seregni siguiera en la Región 2, iba a ser difícil que pasaran. Había
siempre una mayoría en el Consejo de Gobierno que aguantaba ajustadamente
a Seregni (5 a 4 salían las votaciones) para evitar sacarlo.
Ante el planteo de Gestido la FEUU llenó 18 de Julio de volantes y creó
un comité de movilización.
A las 48 horas se publicó un remitido de la Jefatura de Policía, por el cual
el jefe de Policía invitaba a las fuerzas vivas de la República a dar informa-
ción al respecto.
La FEUU entendió que, de ignorarlo, facilitaría el desmentido de una Po-
licía cuyos jefes estaban implicados.
Cuando la FEUU estaba examinando la implicancia del episodio, la policía
dejó una citación en las respectivas casas de Martín Ponce, José Pepe Massera
y Horacio Bazzano. Al parecer la lógica era la de citar a los que habían habla-
do en reuniones importantes en el Paraninfo y en los salones de actos repletos
de estudiantes de las facultades de Medicina y Arquitectura.
Resolvieron ir a hablar.37 Consultaron a Gestido y el general dijo que sí,
que le avisaran a qué hora iban a declarar, que se quedaba en su despacho en
Casa de Gobierno y que lo mantuvieran informado.
Como se advierte, la FEUU tenía un vínculo fluido con integrantes del
Consejo de Gobierno. No solo con Gestido, también con Vasconcellos quien
en su época había sido Secretario de la FEUU.
Buscaron un abogado y hablaron con el Dr. Daniel Sosa Díaz. Tomando
en cuenta lo conversado, Martín Ponce se presentó. Vino un joven a buscarlo,
era el comisario Otero, de Inteligencia y Enlace. Lo saludó, lo hizo pasar y le
manifestó que estaba como invitado, y que en el despacho de al lado se encon-
traba el jefe de Policía, que después lo vendría a saludar.
Martín manifestó que estaba dispuesto a hacer declaraciones pero que quería
llevar una copia de ellas. Otero contestó que no, que eso no tenía antecedentes.
«Entonces yo me retiro, salvo que ustedes me digan que estoy detenido… que
no lo estoy, ¿verdad?». «No, no», le contestó Otero. Se levantó y fue a hablar
con el jefe, que era el general Ventura Rodríguez. Volvió y dijo que excepcio-
nalmente entregarían una copia.

37. Martín Ponce conserva aún el original de la citación y de sus declaraciones.


– 37 –

Otero hizo las preguntas y luego preguntó si tenía algo para agregar. Martín
respondió que sí, que tenía información de carácter confidencial para dar a la
Policía. Otero preguntó cuál, y le dijo que se estaban haciendo reuniones gol-
pistas entre los militares Cnel. Tanco, Gral. Aguerrondo, Cnel. Ventura Rodrí-
guez, Cnel. Martín y Cnel. Eduardo Zubía. Otero, cada vez más serio. Cuando
terminó y no había más nada que agregar, tomó la copia y se fue al salón de al
lado. Volvió, entregó la copia prometida y lo acompañó a la salida, ¡evitando,
naturalmente, el saludo al jefe denunciado!
Pasaron 48 horas y no hubo ninguna declaración de la Jefatura. ¡Se había
frustrado la operación! Se le informó a Gestido, hecho a hecho.
Luego todo fue volviendo a la normalidad, aunque si bien el momento pa-
saría, las tensiones militares subirían.
En el marco de la fuerte participación en contra de los intentos de golpe
de Estado en el 64, algunos de los dirigentes estudiantiles también se fueron
vinculando estrechamente con los militares constitucionalistas, y estos con
diferentes actores sociales y políticos. Se generaron, además, relaciones con
La Corriente 181538 –fundada a mediados de ese año y liderada por el Cnel.
Pedro Montañez, el Cnel. Pedro Aguerre y otros oficiales– que «buscaba rena-
cionalizar a las Fuerzas Armadas, que consideraban subordinadas a los intere-
ses norteamericanos, así como enfrentar a cualquier intentona golpista».39 Se
establecieron contactos uno a uno. Como antecedente muy útil para compren-
der lo que vendrá, vale tener en cuenta que el vínculo de Seregni con Héctor
Rodríguez se había iniciado en 1961.40 El libro del Gral. (R.) Pedro Aguerre41
es una verdadera «joyita» sobre todas estas cuestiones y, de lo que conocemos,
muy fiel relato de la realidad.
En el 65 muere Luis Batlle y en el 66 vuelve a ponerse al rojo el tema de
la posibilidad de un golpe. Una expresión simbólica de las tensiones la da el
episodio en que Alberto Heber, presidente del Consejo de Gobierno por ese
año, le niega la mano al general Líber Seregni y al general Santiago Pomoli, al
saludar a autoridades militares en un evento. Reclaman ambos y Heber debe
finalmente rectificarse, saludándolos especialmente en la Casa de Gobierno,
el 1.o de mayo de 1966.

38. Las sociedades secretas y las logias civiles o militares tienen una larguísima y rica his-
toria fuera y dentro del país.
39. Caetano, Gerardo, y Neves, Salvador: Seregni. Un artiguista del siglo XX, EBO, Mon-
tevideo, 2016, p.114.
40. Ib., p.106.
41. Aguerre Albano, Pedro: Hermano, trabajaremos de presos. El coronel Pedro Montañez
y la Corriente 1815, EBO, Montevideo, 2012. También aporta sobre estas cuestiones el libro
de testimonios de Miguel Aguirre Bayley: Los militares antigolpistas. Una opción ética, EBO,
Montevideo, 2016.
– 38 –

Finalmente a fines del 66 hay elecciones, gana Gestido y el 1.o de marzo


Heber entrega el poder en medio de un episodio muy atípico, diciendo «he-
mos fracasado».
Gestido, de inmediato, toma dos decisiones: a Aguerrondo lo pasa a la di-
rección del Hospital Militar y a Seregni lo destina al mando de la Región mi-
litar 1. Por unos meses, el golpismo parecía superado.
Durante estos años muchos militares fueron legalistas. Algunos, con Sereg-
ni a la cabeza, habían asumido o adoptarían posturas progresistas, pero otros,
llegado el momento, respaldarían a Pacheco y terminarían siendo golpistas.
Estos últimos se fueron agrupando con la logia Los tenientes de Artigas, que
había fundado el general Oscar Mario Aguerrondo.
Hemos dedicado este apartado a la presencia de las armas en el escenario
político por una vía u otra. Por consiguiente, y aunque se trate de una etapa muy
preliminar, corresponde que tengamos en cuenta el proceso inicial del Movi-
miento de Liberación Nacional (MLN). No vamos a historiar aquí los orígenes
de este movimiento. Se ha escrito bastante al respecto, aunque no siempre con
rigor. Pero se debe considerar, como referencia cronológica elemental, que en
los años iniciales se producen, entre otros, los siguientes hechos:
- 31 de julio de 1963: asalto tupamaro al Tiro Suizo;
- 12 de setiembre de 1964: asalto a una sucursal del Banco de Cobranzas;
- 9 de agosto de 1965: aparición de los primeros volantes con la rúbrica
«Tupamaros» cuando se coloca una bomba que vuela los depósitos de la
compañía Bayer;
- 22 de diciembre de 1966: asalto de los tupamaros a un local de Funsa,
oportunidad en la que se produce un enfrentamiento con efectivos poli-
ciales y resulta un guerrillero muerto.
CAPÍTULO II
EL PROCESO FUNDACIONAL DE LOS GAU

Veremos en este capítulo los antecedentes históricos así como el período


inicial de la coordinación política o, lo que es lo mismo, la etapa de formación
de grupos a los que se llamó «de acción unificadora».
Esos orígenes se expresarán en los documentos de 1967 (primer acuerdo
elaborado) y de 1969 (ya incorporando un par de años de trabajo conjunto).
La estructura orgánica fue avanzando a tono con la situación del país, con
la experiencia vivida y las definiciones asumidas.
Los procesos políticos fundacionales en general constituyen verdaderos
ríos con muchos afluentes y aportes en su camino. En el caso de los GAU, las
raíces hay que buscarlas al menos en tres fuentes:
• el Movimiento de Acción Popular del Uruguay (MAPU),
• los textiles agrupados con el liderazgo de Héctor Rodríguez,
• parte del llamado «Grupo de Independientes» de Época.
A estos aportes se sumaron otras personas con recorridos personales in-
dependientes.

El Movimiento de Acción Popular del Uruguay (MAPU)


Lo que se conocería como el «Grupo de La Teja» constituye el antecedente
del MAPU. Aquél es el producto de estudiantes gremialistas, inicialmente de
la Facultad de Ingeniería, también de las facultades de Ciencias Económicas y
Medicina, aunque con vínculos en otros lugares.42

42. Al comienzo eran ocho o diez. Entre ellos, Ricardo Vilaró y Marta Ponce, cuya casa
hacía de «local». Los de Ingeniería eran todos de la misma agrupación: «Reforma». Alberto Or-
tega, Pedro d’Aurrecoechea, Víctor Bachetta y Martín Ponce fueron consejeros de la Facultad
en distintos períodos. En determinado momento, en Reforma tuvieron diferencias y decidieron
apartarse y constituir la Lista 11; en las elecciones obtuvieron la mitad de los cargos, luego 8 en
11 y finalmente 10 en 11. El peso en Ingeniería era fuerte. Y en Ciencias Económicas militaban
Carlos Pérez, Juan Manuel Rodríguez y otros.
Todo había comenzado cuando, como producto de las convicciones comunes, se fueron
incorporando a vivir en un barrio, que fue Pueblo Victoria, parte de la Teja. Fue en la Teja, pero
podía haber sido en otro lado. Allí se alquilaron casas contiguas. En una estaban Alberto Ortega
– 40 –

Los sábados se reunían estudiantes de distintas facultades, se hablaba de


los problemas de la FEUU e interfacultades, y había charla sobre temas sindi-
cales. (¡También mucho truco!).
Comenzamos a ser identificados como «el grupo de La Teja» (por el lugar
de reunión), aunque nunca fue un grupo en el sentido político de la expresión.
Era, en los hechos, un espacio de coordinación gremial con fuerza en la FEUU.
En esas circunstancias se discutía sobre el movimiento estudiantil, en el
país del 64 y del 65. Era una época de muchas movilizaciones. En el 64, ade-
más de la lucha por el Presupuesto, estuvo la ruptura de relaciones con Cuba
y la primera denuncia pública estudiantil de una conspiración para un golpe
de Estado desarrollada entre militares. Hubo tres movilizaciones masivas es-
tudiantiles en un mismo año.
Como varios activistas vivían juntos allí, cuando se decretaban las Medi-
das Prontas de Seguridad la Policía iba, y si no encontraba a nadie dejaba las
citaciones para la Comisaría. A veces una pequeña anécdota ilustra más que
un largo texto. En este caso acerca del contraste entre el Uruguay que fue y el
que vendría. Una noche, a fines de 1965, Martín había decidido quedarse dado
que ya estaba en UTE, y había terminado la huelga en Ingeniería, y no tenía
ninguna responsabilidad sindical ni estudiantil. En la madrugada fueron cuatro
policías en un jeep, que se sorprendieron por haberlo encontrado, y le dijeron
que tenía que acompañarlos a la Comisaría, pero como ellos tenían que seguir
recorriendo casas, lo mandaron caminando con uno de los policías, doce cuadras
más o menos. Durante el camino el policía se la pasó quejando de su sueldo y
de la situación del país. Decía que ellos, los de izquierda, tenían razón; sacó de
un bolsillo el recibo como prueba de lo mal pagos que estaban, y agregó que
ni armamento les daban, y mostró su cartuchera vacía. Siguieron caminando y
expresó si no le importaría ir un poco más lento, porque tenía la rodilla «joro-
bada». ¡Estaba queriendo que se fuera! De la Comisaría, con otros, lo llevan a
Jefatura. El 4.º piso estaba lleno de gente. En determinado momento siente a

y Mireya. En otra Ricardo Vilaró y Marta. También Felipe Goiriena y Mirta, muy vinculados
con Emaús y con el sacerdote católico Sierra. El lugar se convirtió en un centro de encuentros.
Algunos, de Ingeniería, decidieron formar una comunidad. Los fundadores de la comuni-
dad, además de Marta Ponce y Ricardo Vilaró, fueron Pedro d’Aurrecoechea, Víctor Bachetta,
Rafael Guarga y Martín Ponce. Rafael se retiró diez días después y a su lugar vino a vivir Ramón
Firme, un floridense como Felipe. Eso fue en el 64. Felipe y Mirta, que estaban en Veterinaria
y Magisterio, meses después se radicaron en el interior.
En el 65, Martín, ya ayudante de ingeniero en UTE, alquila con Pilar otra casa al lado. Al
tiempo, con más espacio, se incorpora Luz Labat a la comunidad. Se mantenía buena interac-
ción con el barrio.
Al conjunto de amigos, mayoritariamente estudiantes, que participaban de las reuniones
allí se lo comenzó a conocer en la FEUU como «el grupo La Teja».
En esa misma época, por otra parte, y también en la Teja, surgen otras historias paralelas.
– 41 –

uno que grita ¡viva la UTE! Era Elbio Moreira Piegas, el Abuelo; años después
compartirían la prisión política. En 24 horas lo soltaron. Eran detenciones de
militantes, pero ¡muy distintas de lo que vendría después!
En esos años comenzaron a adquirir peso otros sectores políticos en la
FEUU, sobre todo el PCU y el PS. A su vez, los viejos terceristas planteaban
que los sectores políticos eran inadmisibles. Recordemos, para comprender las
posturas, que en la FEUU se arrastraba este debate desde la Ley Orgánica de
1958. En la FEUU predominaba una corriente anarquista que sostenía que era
inaceptable la militancia en los gremios estudiantiles de miembros de partidos,
dado que seguían las directivas de los mismos. Visto eso con la lupa del movi-
miento estudiantil tenía su lógica, pero cuando fueron advirtiendo otros aspec-
tos de la vida del país, se replanteó la discusión acerca del dilema «grupo» o
«gremio». Era un absurdo analizar problemas como los sindicales o la pobreza,
y después decir que solo se admitía reunirse con el gremio propio. No cerraba.
Por consiguiente se decidió entrar en la vida política. Fue un proceso co-
lectivo. Se formaron equipos para estudiar temas. Gran parte del mapa econó-
mico, político y social del país fue abordado.
Finalmente, en julio del 65 se constituyó el MAPU en el salón de actos de
la Asociación Cristiana, que habían alquilado. Se eligieron las primeras au-
toridades, un grupo de tres integrado por Pepe Rodríguez, Gustavo Cosse43 y
Ricardo Vilaró. Este último quedó como secretario general.
A partir de esta situación la intención fue hacer crecer al movimiento recién
fundado. Con ese propósito se vincularon, entre otros, con el padre Sierra, un
jesuita que estaba al frente de Emaús, que se encontraba cada vez más desenga-
ñado de las posibilidades de la labor meramente asistencial, y que concordaba
con iniciar la actividad política porque «esta situación solo se cambia desde la
política» (ya había pasado el Concilio Vaticano II). Les manifestó que quería
participar y llegó a concurrir a dos reuniones pero, lamentablemente, falleció
en un accidente. Iba con el camioncito de Emaús, se le quedó al pasar la vía y
lo mató un ferrocarril. Él tenía vínculos por todos lados porque Emaús recorría
la República. El padre Sierra dejó su huella.
Al poco tiempo se dio un caso similar. Mabel Aguerre, vinculada con miem-
bros del MAPU, se había casado con un militar, Juan José López Silveira44, el
Tape, que había ido a pelear en la guerra de España como lo hicieron decenas
de uruguayos.45 Poco o nada sabíamos de la peripecia de esos uruguayos com-
batientes en otras tierras. Tampoco sobre la influencia del Tape en muchos,

43. Rodríguez y Cosse se irían tiempo después, cada uno por distintas discrepancias.
44. Sobre sus vínculos con Seregni consultar la biografía de Caetano y Neves, o. cit.
45. La editorial Banda Oriental publicó en 2017 un libro sobre estas cuestiones escrito por
tres investigadores españoles, Sergio Yanes, Carlos Marín y María Cantabrana, titulado: Papeles
de plomo. Los voluntarios uruguayos en la Guerra Civil española.
– 42 –

como Seregni, que tanta importancia tendrían en la historia posterior. Había


pertenecido al ejército nacional y se incorporó a las brigadas internacionales.
Después volvió. Tenía un gran conocimiento del mundo y de la sociedad. Es-
taba en la política, pero independiente. Era un hombre que escribía en Marcha.
Comenzó a conversar con el grupo, fue a dos o tres reuniones en las que habló
de política, del ejército y de las brigadas internacionales. Murió poco después
el 14 de noviembre de 1965, con tan solo 53 años. Al cortarse esas vidas, se
cortaban también posibilidades y experiencias.
Habían comenzado a recorrer el país, y fueron incorporándose al MAPU
personas en el interior: Tacuarembó, Rivera,46 Salto, Paysandú, Florida. Reco-
rrían y trataban de armar una organización política visitando a los compañeros
que se sumaban en cada localidad.
En ese mundo, EE.UU. desplegaba una actividad intensa en América Latina.
La Revolución cubana –que tanto incidió sobre la izquierda uruguaya– había
generado la réplica en los gestos de EE.UU. En el marco de la Guerra Fría en
la posguerra mundial, ella constituía, como tantas veces se ha expresado, el
«forúnculo» en América Latina. Se abrió, en consecuencia, un período de gran
injerencia de EE.UU., directa, no sutil.
Dentro de las influencias sobre el MAPU, junto con la Revolución cubana
estuvo, en la otra punta, el golpe militar en Brasil. Porque la peripecia de al-
gunos dirigentes de Acción Popular (AP) tuvo una enorme trascendencia para
este movimiento recién nacido. Se dio el golpe de Estado en Brasil en 1964
e inmediatamente aparecieron aquí los exiliados brasileños, en especial, para
los autores y otros compañeros nuestros, Betinho (Herbert José de Souza) y
Aldo Arantes, dirigentes de AP, de fuerte incidencia estudiantil e intelectual.
Betinho tuvo un largo exilio hasta su regreso en 1981 en el marco de la
«salida» brasileña. Antes había vuelto a entrar al Brasil, pero después tuvo que
salir nuevamente al exilio, primero en Chile y luego en países más lejanos. En
1981 ya estaba nuevamente en su Rio de Janeiro y allí se reencontró con al-
guno de nosotros (los autores o compañeros nuestros). Fue fundador de Ibase,
institución que tendrá una importante proyección en Brasil (la mantiene en la
actualidad). Era hemofílico, al igual que sus dos hermanos varones. Falleció
en agosto de 1997. Al asumir Lula la presidencia, lo invocó en su discurso

46. Martín Ponce recuerda un accidente en las recorridas por el país que persiste con niti-
dez en su memoria: «En un viaje de Rivera a Minas de Corrales, con Carlos Fasano y Eduardo
de León, en un Volkswagen que manejaba Carlos, nos llevamos una piedra descomunal ¡y con
menuda punta! que, al hacer la “nueva” Ruta 5, allí habían olvidado. Íbamos muy rápido para
esquivarla y la punta dio contra el piso y lo dejó como papel rasgado. Allí podía haber termina-
do la incursión por el interior profundo… pero no fue así. Bajamos y nos tiramos en la carretera
para festejar la sobrevivencia».
– 43 –

inaugural. Siempre continuó su vínculo personal con los autores y con otros
compañeros nuestros.
También vinieron Darcy Ribeiro, que había sido ministro de Educación, y
Leonel Brizola, que era gobernador de Río Grande del Sur. Recordemos que
se refugió en Uruguay João Jango Goulart, el presidente de Brasil derrocado
por el golpe de Estado. Este último se vinculó poco y a otro nivel. Brizola, en
cambio, se relacionó mucho; integraba un circuito de brasileños que se conec-
taban estrechamente.
Acción Popular estuvo en el gobierno de Goulart, una vez que este asumió
cuando se suicidó el presidente Jânio Quadros.
¿Por qué tuvo tanta importancia la influencia de los brasileños? Porque al-
gunos de ellos también tenían origen cristiano y eran dirigentes estudiantiles
de la Unión Nacional de Estudiantes Brasileños, conocían a estudiantes de la
FEUU y esta les dio apoyo; vivieron en las casas de los estudiantes de acá.47
Nos ayudaron a cerrar circuitos intelectuales y políticos.
Influyeron mucho; ellos tenían experiencia porque de estudiantes pasaron a
ser líderes de gobierno, y en el mundo del pensamiento nos ayudaron a conocer
elaboraciones más estructuradas que las nuestras. De la formación cristiana no
se extraía acción política, y del tercerismo de la FEUU tampoco. En esa etapa,
en esos temas nos ayudaron mucho los brasileños.
Siempre la relación se mantuvo. En el 72 fueron Martín Ponce y Víctor
Bachetta a Chile, y luego Ponce y Rubio. En los congresos del MAPU chileno
de esa época, a los que concurrimos, estaban Betinho, allí exiliado, así como
también Paz Zamora de Bolivia y Teodoro Petkoff de Venezuela, entre otros.
Algunos han preguntado si se registra influencia del MAPU chileno. En
realidad los dos nombres MAPU son meras coincidencias. Lo que es cierto es
que los dos reconocían una cierta paternidad en la AP brasileña. Betinho era
un referente común. Por otra parte, el MAPU chileno también incluía grupos
de extracción cristiana. Hubo un buen vínculo.
En el año 1965 los militantes del MAPU participamos muy activamente
en el Congreso del Pueblo. En esa oportunidad y en otras fuimos encontran-
do mucha cercanía con Héctor Rodríguez y su grupo de sindicalistas textiles.
El 66 es el año de la Mesa por la Unidad, de la reforma amarilla, de la uni-
ficación sindical. Nos reuníamos cada vez más con el líder de los textiles. En
esa época fue creciendo la presencia del MAPU en el movimiento sindical y
pudimos actuar en el Congreso de Unificación Sindical. Varios participamos
como delegados. Se va formando una ya interesante red para la acción políti-
ca y social.

47. Durante un período, en un apartamento que alquilaba Enrique Rubio junto con otros
estudiantes floridenses.
– 44 –

Pero el proceso de unidad política de la izquierda no avanzaba. En 1966


la Mesa por la Unidad, que se pretendía sin exclusiones, había fracasado. Ahí
también, defendiendo el concepto de la unidad, el MAPU coincidió con el lí-
der textil. Era evidente que la capacidad de movilización del movimiento so-
cial excedía a su expresión política: una cosa no guardaba relación con la otra.
De los temas de confluencia, uno de los más importantes fue la postura
común contraria al impulso de lo que después se conocería como la reforma
amarilla en las elecciones de 1966.
El Congreso de Pueblo había marcado un hito programático y de alianzas,
y la CNT se consolidaba. ¿Qué sentido tenía ese salto a una opción de reforma
constitucional que, más allá de su contenido, era concebido por los ciudada-
nos como herramienta típica de los partidos políticos y no de los sindicatos o
gremios? ¿Qué sentido tenía forzar decisiones de las alturas, que la base no
acompañaba? Era achicar un movimiento social que avanzaba.
En 1967 y ya en comienzo la etapa de los grupos de acción unificadora
como coordinación, el MAPU aumentó la impronta en la vida sindical. Carlos
Fasano y su entorno (entre otros, Mingo Mendivil, Mario Núñez, Eduardo de
León, Juancho Artola,48 Carlos Viera y Gustavo Vilaró) se destacaban entre los
bancarios. Estaban en una agrupación que era mayoritaria. Tenían mucho peso
en banca privada. A su vez, los bancarios estaban participando en el proceso
de unificación sindical.
Martín Ponce y otros militantes (Carlos di Trápani, Danilo Cordones, Dante
de Ritis, el Chumbo Borgounder, Gina Couto, Raúl Cestau y otros) incidían en
la UTE. En el 67, cuando tenía dos años en UTE, Martín se presentó a la elec-
ción de delegados de la Central Batlle y se alejó de la militancia en la FEUU.
La decisión de volcarse a lo sindical estaba tomada. Carlos di Trápani fue cla-
ve, para ser elegido y para trabajar con respaldo. Ambos fueron delegados, con
fuerte equipo de apoyo.
Otro lugar de ámbito sindical en que nos insertamos con fuerza fue la docen-
cia; a partir de compañeros como Pedro de Aurecoechea, Kalín Núñez, Marta
Ponce, Reinhard Rupp y otros, y con el apoyo de muchos aliados, rápidamente
Ricardo Vilaró, docente en Canelones, fue designado como representante de
los docentes de enseñanza secundaria por la Fenapes de aquella época, en la
CNT; allí integró el Secretariado y fue vicepresidente. También actuaba En-
rique Rubio que integraba la dirección de esa federación y que años después
sería presidente de la gremial de profesores de Montevideo.

48. Fallecido recientemente. Además de bancario, pasó por la refinería de Ancap, vivió el
exilio en Buenos Aires, Nicaragua, México y otros países. Integró el CC y la Comisión de Or-
ganización. Colaboró activamente para este trabajo.
– 45 –

Revista Al Rojo Vivo, enero de 1966: periodista Antonio García Pin-


tos, Martín Ponce y Luz Labat.

El MAPU también expandía su radio de acción. Había adherido al intento


de volver a publicar el diario Época. Y tuvo una referencia permanente en la
Revolución cubana, aunque siempre con una reflexión anclada en nuestro país.
Claro que esto no era fácil de trasmitir en aquellas circunstancias. Vale como
ilustración lo siguiente. El MAPU había alquilado un local en Paysandú 1340,
que era un sótano. Un día nos avisan que había entrado la Policía la noche an-
terior. Al día siguiente, era titular en los diarios que habían allanado un local
del MLN. Se llevaron un mimeógrafo, todos nuestros «cuadernos rojos»49 y
otros documentos. Cuando fuimos a la Jefatura a reclamar nos devolvieron
todo. ¡Solo la revista Al Rojo Vivo, aceptó aclarar la situación!

49. Documento fundamental del MAPU


– 46 –

En ese proceso, como hemos dicho, se fue confluyendo con Héctor Rodrí-
guez. A determinada altura sostuvo que con lo sindical no alcanzaba y que era
necesario realizar una actividad política. Volvía a la política él, que se había
retirado, que había renunciado al PCU, que había sido diputado, y luego se
había dedicado solo a la reconstrucción del gremio textil y a la unificación del
movimiento sindical.50
Con él nos planteamos comenzar un proceso de «unificación» de la izquier-
da y junto con integrantes del Grupo de independientes de Época y otras per-
sonas, se elaboró un acuerdo político con la idea de tratar de unir sectores, no
de constituir un agrupamiento más en una izquierda esterilizada por su aguda
atomización.
Estábamos en 1967. ¿Importaba políticamente la guerrilla en ese momento?
Una información es bien gráfica para mostrar los pesos relativos y los tiem-
pos en la vida política. No conocimos ningún discurso de la campaña electoral
de 1966, ningún comentario, que mencionara la existencia del MLN. Desde el
punto de vista de la percepción general, eran fenómenos policiales. Sin embar-
go, los tupamaros, como se sabe, venían haciendo un proceso.
Cuenta, coincidentemente, Fernández Huidobro: « (…) nosotros como or-
ganización [en 1967] estábamos casi en la lona. Y viene Pacheco y empieza a
dar palo a todo el mundo, a los bancarios, a los empleados públicos, a los es-
tudiantes. Y empieza a arrojar sobre filas un crecimiento que era incontenible.
De algún modo era la confirmación de nuestras previsiones teóricas de cuando
nacimos. Pero el hombre que confirma eso es Pacheco, el pachequismo o el pa-
checato, mejor dicho, que es una conmixtión de intereses bastante complejos,
un sector determinado del Partido Colorado muy imbricado a ciertos grupos
empresariales. Y de ahí en adelante se produce el auge de los tupamaros».51
¿Era una expresión principalmente estudiantil el MAPU en ese momento?
Sí, pero no solamente. Y aspiraba a más. Sus vínculos eran de los más dispa-
res y con alcance incipiente en el interior. En algunos lugares con maestros, en
otros con algún oficial del Ejército, o con otras personas y características. Pero
el vínculo decisivo fue con el líder de los textiles.

Los textiles y el liderazgo de Héctor Rodríguez


La trayectoria de Héctor Rodríguez en textiles, al igual que en cada lugar
donde militó, fue una verdadera «escuela». Desde comienzos de los cincuen-

50 Ver su propia versión de la evolución sindical en 30 años de militancia sindical, Rodrí-


guez, Héctor, CUI, Montevideo, 1993.
51. Reportaje de Alfonso Lessa a Eleuterio Fernández Huidobro para Estado de Guerra,
Editorial Fin de Siglo, Montevideo, 2011, pp. 199 y ss.
– 47 –

ta trabajó por la organización de las fábricas, la unificación de los textiles y


de todo el movimiento sindical. Sus décadas de trabajo en la industria textil,
desde su propio trabajo como tejedor en Slovak y en Sedafina, ayudaron a ese
proceso de unificación y le dieron un peso personal inmenso.
Muchos viejos militantes con gravitación en diversas fábricas le decían «el
caudillo» (contra su voluntad) y, muchas veces, las directivas solo se seguían
luego de su confirmación personal. Desde el Congreso Obrero Textil (COT) fue
un gestor de la Convención Nacional de Trabajadores (CNT), primero como
plenario intersindical de coordinación (desde 1964) y luego, desde fines de
1966, ya como estructura sindical permanente y unificada.
Quizás un perfil ayude a comprender su estilo de trabajo y las caracte-
rísticas de su influencia. El profesor Óscar Destouet lo ha hecho con mucha
agudeza al decir que «era capaz de enseñar sin recetas, sin recargas teóricas
innecesarias y sin la pose de quienes dictan cátedra. No porque despreciara la
experiencia histórica, no porque desconociera las teorías que son una guía para
la acción o porque ignorara las virtudes de las cátedras, sino porque utilizaba
cada uno de estos elementos para mirar la realidad y desanudar sus claves en
cada conversación. “El análisis concreto de la situación concreta”. Su dogma
fue el antidogmatismo. Siempre recordaba a otros que Marx había dicho a los
marxistas franceses que él no era marxista, y que Lenin jamás había admitido
el leninismo. Fue un antidogmático, nunca daba nada por sentado».52
Cuando en 1967 decide que la actividad sindical no es suficiente y apuesta
con otros a iniciar un proceso de estructura política, su preocupación fue ha-
cerlo con la mayor cantidad posible de luchadores de las fábricas textiles. La
decisión, en esa conjunción que se fue dando con el MAPU, independientes
de Época y otros, buscó procesarla en colectivo.
En textiles, como recuerda hoy su compañero y amigo Luis Muñoz desde
sus 90 años, «la primera reunión, para plantear más formalmente el tema, fue
con treinta y siete militantes textiles de casi una decena de fábricas».53 En el
69 harían otra, «fundacional», con más de cien textiles.
La lista de dirigentes sindicales de fábricas que lo acompañaron y apoyaron
es muy difícil hoy de reconstruir, pero es obligatorio rendir tributo, al menos, a
algunos de aquellos trabajadores politizados que, en distintos casos, pagarían
hasta con su vida su compromiso con el país a través de los GAU.
Los trabajadores textiles crearon una potente área de los GAU, con nu-
merosos núcleos por fábrica cuyos referentes participaban de los zonales de
Montevideo que les correspondían y, a la vez, hicieron funcionar un Coordi-

52. Arana, Mariano y Destouet, Óscar: 5 Vertientes…, o. cit., p. 160.


53. Entrevista para este trabajo.
– 48 –

nador textil, donde se reunían semanalmente delegados para acordar su intensa


actividad en el Congreso Obrero Textil.
Desde fábricas como Alpargatas, La Aurora, Fibratex, Musa, Lanasur, Cotex
y otras, se impulsaron, además de las tareas sindicales, tareas políticas hacia
sus respectivos barrios o se convocaron internamente varios de los primeros
Comités de Base de trabajadores (Comités Funcionales, en la terminología del
FA) desde donde se promovía también «la admirable alarma» y la estructura
del FA a partir de 1971.
Debemos mencionar, sin otro orden que el alfabético, a:
Gustavo Arce, de Alpargatas, desaparecido en Argentina en diciembre de
1977.
Peñaflor Avellaneda, fuerte dirigente en La Aurora, entrañable con su líder
(como sucedía, por otra parte con todos los textiles que venían militando juntos
desde episodios como la larga y victoriosa huelga de 1960). Peñaflor, junto a
su esposa Graciela, también activa militante, fueron durante años los caseros
en la sede de la calle Freire del COT.
Eusebio Caetano, sucesivamente de Campomar, Sedafina e Hitesa, otro
de los «históricos», de hablar claro y muy firme, buen orador y extraordinario
polemista.
Juan Casares, administrativo de Alpargatas y directivo de FAIT (Federación
de Administrativos de la Industria Textil).
Luis Ignacio Cruz, de la hilandería de La Aurora.
Walter Chiappe, de Fibratex, dirigente del COT hasta su bastante reciente
fallecimiento.
Maximiliano da Costa, joven y potente dirigente en Lanasur.
Emilio de Concilis, con largos años de luchador en su trayectoria por Cin-
tas, Textil Seda y Sedafina, y quien desempeñara luego importante papel en el
Instituto de Amistad con China y más recientemente en el Centro de Protec-
ción de Choferes.
El Chino Enciso, administrativo de Alpargatas.
Ana Ferreira, de Lanasur y Cotex, exiliada en Suecia.
Camilo Fumeiro de Fibratex.
José Frost, gran militante en Lanasur.
Rosita Fuentes, de La Industrial de Juan Lacaze, por años ayudante directa
de Héctor.
Luis Gallo de Cotex (ex Manufactura Unión), dirigente principal de esa
cooperativa textil que resultó de un conflicto y mantuvo su actividad por años.
Raúl Gámbaro, de Alpargatas, desaparecido en diciembre del 77 en Bue-
nos Aires, junto a su amigo de siempre, Arce, ya mencionado. Su viuda y sus
hijos, Julio y Raúl, se exiliaron en Italia y fueron testigos, recientemente, en el
Juicio de Roma al Plan Cóndor.
– 49 –

Oriol González, de Musa, detenido y torturado en el Fusna y preso en el


Penal de Libertad por muchos años.
Lacués, de Ildu, compañero de Héctor en viaje a China y tradicional teso-
rero de la Seccional Maroñas del COT.
Graciela López de Fibratex, activista del COT hasta años recientes.
Juan José Márquez, de Alpargatas, detenido y torturado en el Fusna y preso
en el Penal de Libertad por muchos años.
Jesús Martínez, de Musa.
Julio Martínez, administrativo de La Aurora.
Hugo Méndez, de Alpargatas, delegado del COT a la CNT ya ilegalizada
en 1974, fue detenido, torturado en Automotores Orletti y asesinado en Buenos
Aires en junio de 1976.
Roque Méndez, dirigente en La Aurora-Martínez Reina, detenido y tortu-
rado en el Fusna y preso en el Penal de Libertad por muchos años.
Adrián Montañez, de Alpargatas, joven pero importante dirigente sindical,
integrante por el COT del Secretariado de la CNT, trágicamente accidentado
mientras militaba en la preparación de la resistencia al golpe de Estado, y fa-
llecido a consecuencia de las heridas, durante la huelga general. Fue velado
junto al Centro Obrero Alpargatas, en la Facultad de Medicina.
Luis Muñoz, organizador del gremio de administrativos textiles (FAIT), con
quien se conoció al coincidir, en 1953, como delegados al Consejo de Salarios
de la Industria Textil. Fue, por muchos años, uno de los militantes de confianza
para las tareas de mayor nivel político.
Jorge Pascual, administrativo en Textil Uruguaya.
Washington Pérez, otro de los «históricos», trabajador sucesivamente de
Phuasa, Mausa y Cotex, de gran confianza y nivel político-sindical.
Gerardo Pimienta, líder en Fibratex, también con larga trayectoria y fuerte
liderazgo.
Maika Pintos, de Cotex.
Adhemar Estoyanoff, de La Aurora, de corta pero fecunda trayectoria antes
de partir al obligado exilio en Argentina y Europa.
Heriberto Beto Suárez, de Musa, detenido y torturado en el Fusna y preso
en el Penal de Libertad por largos años.
Mario Wilkins, de Fibratex, detenido y torturado fuertemente por el ejército
en 1972, partió tiempo después al lejano exilio.
La lista podría ser mucho más larga.
Todos ellos fueron activos y permanentes luchadores y varios tuvieron res-
ponsabilidades políticas importantes en diferentes áreas.
– 50 –

Pedro Seré y el Grupo de Independientes de Época


Hemos dicho que la tercera vertiente en la conformación de los GAU pro-
vino de independientes que se habían nucleado para apoyar al diario Época,
encabezados por el doctor Pedro Seré.
Tenemos de él un recuerdo entrañable. Típico intelectual de izquierda de
los sesenta, con una muy sólida formación, verdadero estilista del pensamiento
y de la vida, que optó por el bajo perfil y el aporte significativo, con una plu-
ma y sagacidad envidiables. Escribió en Marcha, Época y otras publicaciones,
pero más que nada aportó a la elaboración del pensamiento de izquierda y a su
expresión en nuevos movimientos políticos. En esa línea constituyó una figu-
ra fundamental en el nacimiento y desarrollo de los GAU; después hizo algo
similar, aunque a una gran escala, en relación con el Frente Amplio, funda-
mentalmente desde el «grupo de consulta» del general Seregni. En la reaper-
tura democrática y los años siguientes participó intensamente en los procesos
de conformación de la Izquierda Democrática Independiente y de la Vertiente
Artiguista. Fue, hasta su muerte en 1998, el colaborador más importante del
senador Mariano Arana y después del entonces diputado Enrique Rubio. Por
otra parte, y como se recuerda en el libro 5 Vertientes de la Izquierda, también
fue activo participante en la campaña del voto verde y en otras campañas de
los años siguientes.54
Otros militantes del mismo grupo lo acompañaron en su trabajo por los
GAU.
A mediados de 1967 se elaboró un documento de acuerdos, verdadero punto
de partida de la constitución de los GAU en 1969. Ese Documento Básico in-
cluía las definiciones fundamentales y constituyó una propuesta y convocatoria
pública –realizada en octubre de 1967– a los restantes sectores de la izquier-
da. Durante el año y medio que transcurrió hasta abril de 1969 se coordinaron
las acciones y se intercambió abundante información entre el MAPU, Héctor
Rodríguez y su base política de activistas textiles y de otros orígenes, y los re-
ferentes del Grupo de Independientes de Época que optaron por participar del
nuevo proyecto. Como producto de ello se fueron constituyendo «grupos de
acción unificadora» en diferentes ámbitos del acontecer social, con especial
acento en los movimientos sociales de naturaleza sindical o estudiantil. Así sur-
gieron grupos entre los profesores de la enseñanza, en UTE, en Ancap, entre los
bancarios y los textiles, en las facultades de Ingeniería, Ciencias Económicas,
Medicina y otras, y en distintos lugares del interior del país.

54. Un perfil sobre la personalidad y la actividad política e intelectual de Pedro Seré se


puede encontrar en 5 vertientes de la izquierda, o. cit., pp. 175 a 188.
– 51 –

Los comienzos fueron intensos. Como se sabe, a los pocos días de asumir,
Pacheco clausuró Época (que había publicado el manifiesto de la OLAS55) y
disolvió los grupos políticos que lo respaldaban e integraban el Consejo Editor.
Los miembros de dicho Consejo fueron procesados. Entre ellos, dos integrantes
de los incipientes grupos de «acción unificadora»: Pedro d’Aurrecoechea (del
MAPU) y Pedro Seré (del Grupo de Independientes de Época).

Documentos fundacionales56: El Documento Básico (1967)


El Documento Básico (DB) fue el primer texto conjunto «discutido y apro-
bado como proyecto en julio de 1967» y «comunicado a otros sectores de la
izquierda».
Fechado en octubre de 1967, integra las principales definiciones iniciales
de los GAU, en el arranque de un proceso fundacional que culminará en abril
de 1969. Si se comparan estas definiciones, como haremos más adelante, con
textos y posturas asumidas a lo largo del tiempo transcurrido hasta la hora de
la autodisolución, en agosto de 1985, se podrá advertir que lo sustancial de su
pensamiento político se mantuvo durante casi dos décadas.
Este documento, verdadera piedra fundamental, fue redactado en su versión
final, por lo que recordamos, en la casa del Dr. Pedro Seré. En ese lugar acoge-
dor, que compartía Pedro con Inés Previtali y su numerosa prole, se desarrolla-
ron las principales jornadas de trabajo. La voz cantante, como se puede suponer
con facilidad, la llevaban Héctor y Pedro. Algunos de nosotros –los autores y
otros– participábamos en esa tarea como jóvenes representantes del MAPU.
El DB arranca focalizando el objetivo estratégico de este agrupamiento en
curso: «la búsqueda de un camino que permita encauzar a nuestro pueblo en
el camino de construir una sociedad socialista».57 Para lograrlo será preciso
luchar contra el capitalismo, a nivel nacional, y en oposición al imperialismo
norteamericano, en el plano internacional. Dicho escuetamente: «Imperialis-
mo y capitalismo son las dos vertientes de una misma realidad contra la cual
se dirige nuestra acción».
La envergadura de la tarea histórica propuesta demandaba la construcción
de medios a escala para avanzar en esa dirección. Fundamentalmente «la con-

55. Organización Latinoamericana de Solidaridad


56. A fines de 1969 los GAU imprimieron y distribuyeron un folleto titulado Bases de acuer-
do político de los Grupos de Acción Unificadora. De acuerdo con la «Explicación previa» que
introduce dicho folleto, en él «se incluyen los documentos que constituyen los acuerdos políticos
básicos de los Grupos de Acción Unificadora». A saber, el Documento Básico de fin de 1967
y, en segundo lugar, un documento de 1969, posterior al Congreso Fundacional de los GAU en
abril, denominado «Perspectivas para la acción en el movimiento de masas».
57. Todas las citas que realizaremos en este apartado refieren al DB.
– 52 –

junción política de un amplio movimiento de masas anti-imperialista y anti-


oligárquico», es decir, de un «frente común» de las fuerzas populares.
Efectuada esta introducción, el DB pasa a establecer las características ge-
nerales de lo que denomina como «Medio Nacional».
Para ello recorre el siglo XX, determina los avances y limitaciones histó-
ricas del batllismo, caracteriza la crisis estructural que el país arrastra desde
mediados de los cincuenta, establece la incapacidad de «los sectores dirigen-
tes de los partidos agrupados bajo los lemas tradicionales Blanco y Colorado»
para impulsar una alternativa desarrollista, lo que los condena en la práctica a
similares políticas antipopulares. Va más lejos, sostiene que no es posible pre-
ver «que el país transite hacia un capitalismo avanzado o maduro, pues ni su
dimensión económica facilita la evolución, ni el sector que podría constituir-
se en elemento dinámico del tránsito, el sector agropecuario, está dispuesto a
modificar su estructura».
El tercer punto del DB, luego de la introducción y de la exposición de la
realidad nacional, se concentra en la lucha antiimperialista. Caracteriza a la hora
como de «formidable desarrollo de la agresividad del imperialismo, el cual, en
general, constituye la respuesta del capitalismo al largo proceso de liberación
iniciado antes de la guerra en Asia y continuado en África y América Latina».
Esta parte destaca con fuerza la importancia de la Revolución cubana y de
los procesos de coordinación de las luchas de los movimientos de liberación
en Asia, África y América Latina, con especial énfasis en este último lugar, y
de la concertación de esfuerzos por intermedio de la Organización Latinoame-
ricana de Solidaridad (OLAS).
El cuarto punto se detiene en el panorama político nacional. Desarrolla una
aguda crítica de las organizaciones de izquierda por su falta de estudio de la
realidad (que las incapacitó, incluso, para comprender el arraigo emocional y
la diferenciación interna de los partidos tradicionales), por su esquematismo,
por el definido sectarismo («ninguna unidad real de los sectores revolucionarios
o proletarios puede lograrse en tanto uno de ellos se proclame la vanguardia
de las fuerzas populares») y el electoralismo que las caracterizan. En conse-
cuencia, su «dispersión orgánica e ideológica» se ha traducido en una escasa
significación política, incluso electoral, (menor en 1966 que en 1946) y en ex-
periencias frustradas y excluyentes de unidad de acción.
Paradójicamente, estas limitaciones de la izquierda no le impidieron operar
como dinamizador del movimiento sindical, impulsar su extensión en el país,
procesar su unificación en torno a una central única (la CNT, a lo largo del
proceso fundacional entre los años 1964 y 1966), realizar inmensas jornadas
de movilización y levantar un programa de soluciones a la crisis elaborado por
el Congreso del Pueblo en 1965, verdadera instancia policlasista, con definido
perfil antioligárquico y antiimperialista.
– 53 –

Incluso esa «extensión cuantitativa del movimiento sindical y de la influen-


cia de la izquierda en el mismo, puede ser una de las premisas para la renovación
cualitativa de la propia izquierda». Como sabemos, esta aguda observación se
confirmaría en los hechos de los años siguientes.
El quinto punto, relativo a las perpectivas, establece coherentemente las
condiciones para avanzar: el frente político necesario y posible debe ser muy
amplio, traspasar las fronteras de las organizaciones de la izquierda, ser capaz
de contar con una vasta red de activistas para organizar e impulsar la movili-
zación popular por un programa superador del dominio oligárquico y de la de-
pendencia imperialista, edificarse sobre la base de un acuerdo en la izquierda
para actuar dentro del movimiento popular con «un plan político común». Se
trataría así de «un movimiento político libre de características sectarias, preo-
cupaciones electorales y aspiraciones hegemónicas».
Para contribuir al desarrollo exitoso de estas perspectivas se propicia, ya
cerca del final del documento, la creación de los GAU, que se conciben no
como «una finalidad sino un instrumento».
Y termina afirmando un tema nada menor y que será señal de identidad:
«La organización debe instrumentar los medios para formar a sus militantes y
capacitarlos para la lucha política o ideológica en todas sus formas; debe pro-
mover la investigación teórica articulada con la práctica política; la formación
del militante debe perseguir esa misma unidad de teoría y práctica».
Mirado con la perspectiva que el tiempo puede dar, resulta sorprendente
la diversidad y el acierto del acumulado de tesis que el DB condensó en muy
pocas páginas.

Documento fundacional 2:
Perspectivas para el movimiento de masas (1969)
Prosigamos con lo documental. El segundo texto significativo fue denomi-
nado «Perspectivas para la acción en el movimiento de masas». Fue elaborado
en el semestre siguiente a abril de 1969. En efecto, tanto por el contenido de
las Perspectivas como por la fecha en que se culminó (octubre de 1969), dicho
texto constituye el fruto de la experiencia inicial de los «grupos» ya formados
y coordinados. Esta reflexión permitió, junto con el Documento Básico, «al-
canzar un nivel más alto de acuerdo político».58
La mayor parte de este documento refiere, con sentido amplio, al movi-
miento sindical, que había vivido en 1968 y 1969 durísimas luchas. Aunque
también integra reflexiones sobre el movimiento estudiantil al que considera
un aliado, con sus virtudes y limitaciones.

58. Ver la Explicación Previa en p. 2 del folleto antes citado.


– 54 –

Se inicia con un sucinto repaso del nacimiento y desintegración de cinco


centrales sindicales en el siglo XX. Atribuye el fracaso de estas experiencias a
la impericia de los equipos dirigentes, que «actuaron según sus propios propó-
sitos subjetivos y dejaron de lado los propósitos reivindicativos generales que
agruparon antes y agrupan ahora a los trabajadores de todas las ideologías en
el seno de los sindicatos».59
Rápidamente se interna en el relato de las principales luchas del perío-
do 1959 a 1968, a la vez que detalla los aprendizajes, demandas, esfuerzos y
aproximaciones en favor de la unidad sindical en una sola organización. Estos
últimos trabajos culminarían en setiembre de 1964 en el nacimiento de la CNT
«como órgano coordinador de las luchas y acciones del movimiento sindical».
Como se sabe, se trataba de una Convención, no de una Central. De acuerdo
con nuestra memoria, Héctor Rodríguez insistió reiteradamente, durante todo el
proceso negociador, en otorgarle ese carácter por la autonomía que implicaba
para los sindicados, como modo de reconocer su diversidad y de viabilizar el
proceso de acercamiento, así como manera de bloquear el predominio de alguna
de las tendencias que operaban en el interior de los sindicatos. En ello fue casi
obsesivo. Era la vía para superar una larga historia de fracasos.
En esa dirección, el texto repasa las principales conclusiones de la Asam-
blea Nacional de Sindicatos (ANS) convocada por la CNT en enero de 1966.
Estas conclusiones destacan el valor del paro nacional del 6 de abril de 1965,
verdadero ícono en la historia sindical (el documento había sostenido antes que
«la CNT supo organizar la gigantesca demostración orientada a objetivos fi-
nalistas, en reclamo de soluciones a los grandes problemas del país, expresada
en el paro del 6 de abril de 1965»), y la importancia del Congreso del Pueblo
realizado en 1965.
Con posterioridad, en el texto pero referida a ese tiempo, se intercala una
nota a la que cabe atribuir tanta importancia como la dada a la institucionali-
dad de la Convención: la nota sostiene que la ANS «superó un encontronazo
interno, debido a que un grupo de sindicatos querían arrancar de la misma la
resolución de impulsar una reforma popular, contrapuesta a la reforma naranja,
colorada y gris. La puja dio lugar a una solución gracias a la cual se dejaba en
libertad a los sindicatos a adoptar resolución sobre el particular (así nace la re-
forma amarilla) pero que vista hoy en perspectiva fue una falsa conciliación».
Como hemos mencionado antes, Héctor fustigó esa postura en todos los
medios y dijo con sorna que se quería encerrar, como ya hemos recordado, «un
elefante en una caja de fósforos».
Más adelante el documento se detiene en el Congreso de Unidad Sindical,
realizado en setiembre de 1966, en el cual «la CNT se da sus estatutos –y pasa

59. Las citas de este apartado corresponden a las pp. 11 y siguientes del folleto citado.
– 55 –

así de organismo coordinador a Central Sindical– y un programa (que es el


programa del Congreso del Pueblo)».
Luego se enumeran rápidamente los principales acontecimientos de 1967
y 1968, y en dos párrafos se caracteriza la situación política al finalizar dicho
período: «En materia represiva, la militarización, las destituciones, las sancio-
nes, las listas de disponibilidad y el enfrentamiento callejero, que dio un sal-
do de cuatro muertos, son exponentes de situaciones represivas a las cuales el
movimiento sindical no estaba acostumbrado.
Asimismo ocupaciones de fábricas y salidas a la calle, contundentes paros
generales, acciones callejeras conjuntas con centros estudiantiles han mostrado
un potencial de lucha de gran importancia».
Más adelante en el documento, en la parte denominada «Conclusiones
Generales», se expresa una visión fuertemente crítica de la conducción del
movimiento sindical. En especial el numeral séptimo sostiene que el «período
transcurrido desde el 13 de junio de 1968 hasta el presente muestra cómo la
CNT contó con un gran potencial de lucha, pero el mismo quedó desdibuja-
do en los hechos por vacilaciones, discontinuidad y carácter espasmódico de
éstas, que configuran un factor que incidió en la quiebra de la resistencia a la
aprobación de la Coprin».60
También se aborda, entre otras cuestiones, el vínculo entre las organiza-
ciones políticas y el movimiento sindical, estableciendo un concepto central al
decir «Es preciso analizar los procedimientos utilizados, apuntar criterios para
combatir la expropiación partidaria61 del acto de decisión y ejecución de las
resoluciones, que debe cumplirse en el seno del movimiento sindical».
En el numeral siguiente, el octavo, dedicado al «carácter progresivamente
político de la lucha sindical, el programa, la táctica, los métodos», insiste en
que es en «la lucha efectiva por el programa» la cuestión en torno a la cual «se
presentan las diferencias de línea política y tácticas fundamentales».
Por ello aprovecha para realizar un deslinde tajante con lo que en los GAU
llamábamos «el metodologismo», o sea, el radicalismo en los métodos, legales o
ilegales, pacíficos o violentos, como criterio para discernir el acierto o desacierto
en las luchas. Por lo cual, «en aras de un radicalismo circunstancial sacrifican el
desarrollo de una conciencia política». No se debe omitir que en ese momento ya
se destacaba la presencia política del MLN, y que algunas tendencias sindicales
practicaban el radicalismo metodológico. Por eso el punto 8 afirma que, por un lado,
«se encuentran aquellos que desprecian en los hechos la lucha por el programa, no
se preocupan por conectar las luchas reivindicativas y coyunturales con el mismo,
haciendo del problema del método el centro y eje de toda acción».

60. El texto se refiere a la Comisión de Productividad, Precios e Ingresos creada por la ley
13.720 de 16 de diciembre de 1968.
61. En negrita el concepto de expropiación partidaria.
– 56 –

Al mismo tiempo realiza un deslinde igualmente nítido con la otra punta,


con «aquellos que le dan un carácter declarativo, de instrumento de acumu-
lación de fuerzas en torno a un partido, al hecho de ligar las reivindicaciones
con soluciones de fondo».
El camino que se pregona va por otro lado. En una etapa de «defensiva
estratégica» como la de esa hora, correspondía realizar «ofensivas tácticas»
uniendo al pueblo en torno a una «plataforma inmediata»62 sobre «temas ac-
cesibles a la realidad», coherente con el programa, desplegadas mediante un
«plan de lucha», lo cual iría permitiendo modificar la situación estratégica. A
nuestro juicio, es innegable la sutileza y el equilibrio político de esta postura.
El documento de Perspectivas sostiene en sus párrafos finales:
«A la luz de su experiencia obreros, empleados, funcionarios, estudiantes,
deben recuperar la dirección de sus organizaciones de lucha para transformar-
los en ejecutores fieles de su voluntad de combatir; deben reafirmar la unidad
para la lucha y deben sustituir a quienes invoquen la unidad para justificar la
pasividad y el repliegue, sin otra perspectiva que las fechas electorales del
calendario. Todas las personas dispuestas a cumplir esta tarea las llamamos a
integrar los Grupos de Acción Unificadora.
Los Grupos de Acción Unificadora (GAU) están abiertos a la incorporación
de todos los que quieran combatir con el pueblo oriental por su futuro eman-
cipado de tutela imperialista y parasitismo oligárquico. Los militantes de los
GAU están siempre abiertos a la discusión fraterna con los militantes de todos
los partidos; pero conciben como fin único de estas discusiones la unión para
la lucha popular».63

La construcción organizativa inicial


La primera decisión, que confirmaba la intención de iniciar un trabajo po-
lítico conjunto, fue la de asumir la creación de grupos que se definían por su
tarea principal: la de acción unificadora.
Lentamente fueron surgiendo, en el primer semestre de 1967, como gru-
pos con autonomía propia, pero que coordinaban su accionar e intentaban una
elaboración política común.

62. Como la contenida en la carta del 2 de abril de 1968 al presidente y vicepresidente de


la República, o los documentos aprobados por la Mesa Representativa de la CNT para enfrentar
las Medidas Prontas de Seguridad el 26 de julio y el 10 de octubre de 1968.
63. Párrafos de cierre del documento, p. 20 del folleto citado.
– 57 –

Para ello funcionaba un Coordinador de los grupos y allí se asignó a los in-
tegrantes de las diferentes vertientes redactar e ir poniendo a consideración un
documento básico que definiera los conceptos comunes para la acción política.64
Los primeros grupos surgieron, como hemos dicho, en textiles, en UTE,
en bancarios, en profesores, en varios centros de estudiantes y en algún lugar
del interior ya vinculado.
A su vez estos grupos se fueron organizando y, cuando el número lo habili-
taba, tendieron a estructurarse por centro de actividad, o sea por fábrica, centro
de estudios o sección de trabajo, manteniendo una coordinación interna que, a
su vez, conservaba el delegado común en la coordinación global.
La frecuencia de la coordinación a todos los niveles era altísima, motivada
por la vorágine del acontecer social y político de ese momento.
Luego de la experiencia conjunta acumulada en 1967 y 1968, y del rechazo
a sumarse (por la prevista condición de disolución, que era rechazada) de otros
sectores de izquierda, se tuvo que adoptar una decisión entre los participantes.
¿Se mantenía lo hecho o se avanzaba, disolviendo el MAPU y consolidando la
estructura en marcha? Esta última opción fue la que se acordó.
Se reunió entonces el Congreso Constituyente del 19 de abril de 1969 y
allí se resolvió:
–– Ratificar los compromisos políticos del Documento Básico.
–– Darse en lo organizativo una estructura de partido, es decir, una organi-
zación con dirección única y centralismo democrático como método de trabajo.
–– Consolidar como nombre el de Grupos de Acción Unificadora (GAU),
acumulando con lo ya establecido y descartando no solo llamarse partido, sino
también movimiento, para dejar claro en lo interno y en lo externo, la apuesta
por la unificación. Aspirar a aportar el mejor destacamento político posible.
–– Designar un Comité Ejecutivo como responsable de conducir al con-
junto hasta el primer congreso, que se fijó para un año y medio después.
A partir de esa fecha comenzó la estructuración de los militantes en gru-
pos. Esa será la unidad básica del conjunto y en su congreso radicaría la res-
ponsabilidad última.

64. DB antes referido.


CAPÍTULO III
DE 1969 AL FRENTE AMPLIO (1969-71)

En el período que va de abril del 69 a febrero del 71, continúa el país des-
lizándose por el presidencialismo autoritario o pachequismo; prosigue la crisis
económica, los conflictos sindicales y la incapacidad para desarrollar políticas
nacionales de desarrollo; y también se forjan o consolidan nuevas fuerzas en
el escenario político. La principal: el Frente Amplio, fuerza que cambiaría la
política nacional. Simultáneamente, la dura represión de las actividades sindica-
les y estudiantiles volcaría a miles a la acción política, y se produce un enorme
crecimiento del MLN y de las demás organizaciones de izquierda, incluyendo
el surgimiento de nuevas estructuras.

La constitución de los GAU en 1969 y el período inicial


Ocupémonos de lo que sucedió con la constitución de los GAU, y luego
de sus primeras actividades.
Los que veníamos del MAPU estábamos ahí, pero no conducíamos el pro-
ceso; sin dudas el conductor fue Héctor Rodríguez, verdadero maestro para
nosotros.
Cuando terminó el año y se produjo la derrota del 68, sin perjuicio de discutir
el balance de la acción sindical y todo lo que significaron las terribles muertes
de Líber Arce, Susana Pintos, Hugo de los Santos y otros mártires, decidimos
formalizar el planteo a los grupos que habían estado en la experiencia de Épo-
ca. Para ello los invitamos y concurrieron los principales dirigentes. Pero los
agrupamientos tenían una valoración del papel de cada uno de tal importancia
que ni podían ni querían plantearse la disolución.
Llegó un punto en que la única solución posible era si continuábamos el
trabajo conjunto, con tal que los militantes que veníamos del MAPU adoptára-
mos nuestra propia disolución. Hubo integrantes que pidieron hacer un balance
previo de la historia vivida. Procesamos esa discusión y resolvimos disolver al
MAPU en los Grupos de Acción Unificadora.
Como ha dicho Juan Manuel Rodríguez: «Los GAU no tenían “nombre de
partido”. Porque, en realidad, lo que había atrás era una concepción que, yo
– 60 –

creo, viene de la experiencia viva de Héctor Rodríguez»65; en relación a ella


agrega que «hubo un proceso por el que se llegó al Congreso de Unificación
Sindical que dio origen a la CNT. Yo creo que este proceso fue lo que marcó
políticamente a Héctor Rodríguez. Y luego, en los GAU, lo que hizo fue tras-
ladarlo al área política (…). La idea básica de este proceso es: no pongamos
las ideologías para dividirnos, sino encontremos puntos para trabajar juntos.
Y en el proceso de confianza que da el trabajo político, o trabajo sindical, o
trabajo a nivel que lo quieras hacer, se van conformando crecientes procesos
de unificación.
En otros términos: la unidad programática debe primar sobre la ideológica.
La misma orientación mantuvo Héctor en la unificación sindical, en la creación
de los GAU y en la creación, como veremos, del Frente Amplio en 1971 y, al
final de la dictadura, dentro del Frente, con el llamado de la Izquierda Demo-
crática Independiente en 1984».
Claro, hoy reflexionamos que ese primado de lo programático es mucho
más aplicable a la unificación en una central sindical o en un frente político
que en un partido. Pero no nos adelantemos.
Se hizo, en consecuencia, el 19 de abril de 1969, un congreso con delega-
dos de todos los grupos de acción unificadora. Fue identificado muchas veces
como Congreso Fundacional, pues se formalizó el compromiso común y los
objetivos, y se estableció la estructura orgánica consiguiente.
Como hemos referido, los principales objetivos estratégicos de esta orga-
nización naciente venían siendo elaborados desde 1967, y en 1969 ya estaba
lo medular.
Desde el comienzo se definieron dos objetivos estratégicos fundamentales:
el frente antioligárquico y antiimperialista, y la construcción de un partido de
vanguardia.
El primer objetivo se fundaba en un concepto que apuntaba a tratar de aislar
lo que se entendía como el enemigo fundamental, de acuerdo a las circunstan-
cias y las formas de aquella época. En la actualidad continúa operando el im-
perialismo, pero en ese momento y con el marco de la Guerra Fría, los niveles
de control del mismo eran altísimos, y los niveles de las alianzas antiimperia-
listas también eran altísimas. En cuanto al poder oligárquico, lo constituía la
dominación ejercida por la napa superior de la clase dominante.
Siempre hubo una percepción muy clara de que poder no es sinónimo de
gobierno, que tampoco es una manzana –y quien logra dar un manotazo y
apropiársela se queda con el poder–, que es lo que naturalmente se interpreta-

65. Entrevistas que Gonzalo Ares y Magela Fein realizaron hace cerca de diez años, prin-
cipalmente en 2007 y 2008, con el objetivo de acumular testimonios e información para la me-
moria e historia de los GAU. Generosamente nos han brindado ese material.
– 61 –

ba cuando se decía «la toma del poder». Lo que existía, y sigue siendo así, es
una cierta relación de poder.
En relación con el segundo objetivo, participábamos muy fuertemente de
la idea de una militancia política con altas exigencias en términos de conducta
y de participación. Era una estructura de cuadros. Un destacamento para el fu-
turo partido. A su vez, teniendo en la otra vereda adversarios o enemigos níti-
dos, estando tan en primera fila, era indispensable contar con una organización
muy estructurara y sólida. Acerca de sus características nos extenderemos más
adelante en el apartado relativo al desarrollo organizativo de los GAU.
En un país en el cual tantas personas estaban asumiendo compromisos de
izquierda y dedicándoles tanto tiempo, para los GAU carecía de sentido el
nivel de fraccionalismo que existía; en algunos casos eran sectores con larga
historia, y en otros nucleamientos recientes. Pero tenían algo lastimosamente
común: cada uno de ellos se autoconsideraba «la vanguardia».
De ahí que estimáramos que había que crear una verdadera articulación de
confluencias, y ese era el segundo punto estratégico: unificar para crear una
verdadera vanguardia política. Nos referiremos a este asunto más adelante.
En tanto, procurábamos alcanzar una estructura propia con altos niveles de
compromiso, capacitación y confianza, porque ello mejoraba sustancialmente
la capacidad de incidir, pero con una clara definición: no éramos «la vanguar-
dia», sino una vertiente, lo más sólida posible, que pelearía por una unificación
que la posibilitara.
En suma, se aprobó una estructura organizativa de centralismo democráti-
co, se creó como organismo directriz un comité ejecutivo, se ideó un sistema
de núcleos de base y se fijó el criterio de no llamarse «partido», ni siquiera
«movimiento». Se optó por formalizar el nombre ya experimentado: seríamos
los Grupos de Acción Unificadora.
También comenzó la publicación de un periódico mensual, Lucha Popu-
lar. Y, algo muy importante, se tuvo la hoja semanal Hechos y Comentarios.
66

Por otra parte, siempre se estimó que la formación política constituía una
cuestión central. Para ello se elaboró un manual y se creó un sistema de cur-
sos y talleres. El manual Materiales para la formación política del militante67
fue un libro que abordaba un amplio abanico de temas históricos, sociales y
políticos. Entre otras cuestiones realizaba el análisis de las clases sociales en
el Uruguay y se extendía en la alianza social68 o base social del cambio para

66. Fue durante un tiempo un periódico de exclusiva distribución militante. Con el tiempo
llegó a venderse en varios quioscos. En cinco años salieron casi cuarenta números. Se disconti-
nuó al comenzar a salir Respuesta, órgano de la Corriente, en 1973.
67. GAU, Montevideo, abril de 1970.
68. La Resolución del primer Congreso de los GAU, realizado en noviembre de 1970, se
extiende en este concepto. Ver la investigación colectiva que dirigió Gerónimo de Sierra, Parti-
– 62 –

desarrollar una política antiimperialista y antioligárquica. También en la carac-


terización de los partidos tradicionales desde el punto de vista del programa
real que desarrollaban en el gobierno y no del proclamado en sus textos y cam-
pañas. Asimismo, incursionaba en otro conjunto de temas que se consideraban
relevantes para la capacitación.
Esta tarea de formación había empezado desde el comienzo de la «coordina-
ción», pero ahora se volvía más sistemática. Su responsable fue Enrique Rubio.
Ricardo Cetrulo69 recuerda con precisión el primer curso que dio, para una
docena de textiles de fábricas de la zona del Paso Molino, ya en 1967, con
fuerte acento en «el pasaje de la militancia sindical a la política». Y ese curso
no era el primero. Era continuación de otro de semanas antes.
Volvamos, en los años iniciales de los GAU, al plano político más amplio.

Un 1969 de autoritarismo y confrontación


En el país, muy rápidamente apareció un pachequismo que se endurecía
aceleradamente, y un MLN que iba emergiendo y operando en forma creciente.
Del 15 al 17 de mayo sesionó el 1.er Congreso de la CNT, con importantes
discusiones y definiciones.
En el movimiento sindical las evaluaciones se bifurcaron fuertemente.
Cuando terminó el 68 y en el correr del 69, los balances comenzaron a ser
completamente distintos. Para algunos era un triunfo (la etapa 1968, como lo
sería igualmente la evaluación de 1969), porque se había logrado mantener con
vida a los sindicatos. Para otros, habíamos salido mal, se había perdido fuerza,
los sindicatos eran mucho más débiles.
En la dirección sindical hubo dos informes, en mayoría y en minoría; este
último lo firmaron Héctor Rodríguez y Ricardo Vilaró, en nombre de los texti-
les y de los profesores de la enseñanza secundaria, respectivamente.
Además de la pelea contra el régimen, en 1969 los sindicatos venían acu-
sando un doble impacto.
El primero fue de tipo conceptual, interno, procedía de los años 1966 y
1967, por la pérdida de autoridad interna en algunos sindicatos que habían
forzado la reforma amarilla como apuesta, la que en el 66 logró apenas unos
ochenta mil votos. Ahí el movimiento quedó embarcado en una opción que no
era representativa.
El segundo golpe fue la derrota sindical en las militarizaciones de 1968.
En UTE, por ejemplo, la táctica del «desgaste» significó una larga pelea desde

dos Políticos y Clases Sociales en el Uruguay. Aspectos ideológicos (1972), FCU, Montevideo,
pp. 258-259.
69. Ex sacerdote jesuita, sociólogo. Entrevista para este trabajo.
– 63 –

el 13 de junio del 68, pero el 1.º de octubre la resistencia última en el sector


industrial, en la Central Batlle y Talleres Generales fue quebrada. Los traba-
jadores comenzaron a desfilar por cientos por la Base Capitán Curbelo de La-
guna del Sauce, como ya lo venían haciendo desde antes, en menor escala, por
otras unidades militares.
A medida que avanza el 69 retornan los sindicatos a la misma discusión. Es
un año que tiene un par de sucesos muy fuertes en la confrontación sindical y
política. En un breve lapso, en mayo de 1969, ya se estaba en plena huelga de
UTE y en una nueva militarización. Poco después a mediados de año vinieron
la huelga y la militarización de los bancarios privados.
Entonces enfrentamos lo que prácticamente fue la segunda etapa de esa
lucha sindical 68-69, que la asumimos con otras formas de trabajo político y
social, dado que ya no eran solamente grupos de acción unificadora dispersos,
sino los Grupos de Acción Unificadora (GAU), con Comité Ejecutivo y núcleos
con criterios organizativos mucho más fuertes.

UTE: lucha aislada y heroica derrota


A mediados del 69, en el lapso de aquellos «veinte días que valieron un
año»70, al decir de Héctor, se aprueba la participación de AUTE en el paro ge-
neral del 11 de junio.
Los que se oponían a la medida sostenían que el gremio estaba débil y que
la táctica del desgaste implicaría una nueva derrota. El paro, en votación divi-
dida, se aprobó. Los trabajadores sindicalizados estaban muy caídos, pero al
día siguiente los delegados igual salieron –los que habían votado a favor y los
que habían votado en contra– a bregar para que se cumpliera con la resolución.
Pero en las centrales térmicas, todas las secciones fueron resolviendo que no
adherían al paro. Los plazos eran muy breves y se avisó inmediatamente a la
Mesa Directiva que la Central Batlle, el corazón obrero del gremio, no iba a
parar. Eso era muy grave; el propio presidente, Wladimir Turiansky, pertene-
cía a la Central Calcagno, y la gente tenía un gran respeto por él, pero igual
resolvió no parar.
Los trabajadores opinaban que si se jugaban había que hacerlo en serio,
y reclamaron que si había sanciones por ese paro, la siguiente medida sería
un paro con corte de luz. Turiansky aceptó el compromiso. Resolvieron hacer
una asamblea general de la Central porque ya las secciones habían resuelto, y
le pidieron que fuera. Aunque estaba destituido, Turiansky fue temprano en la

70. Título de un artículo periodístico de Héctor Rodríguez en Marcha el 30.12.1969. Se


refiere a los 20 días que transcurren entre el paro general del 11 de junio y las decisiones de la
dirección de la CNT de fines de ese mes.
– 64 –

mañana del día siguiente a la Batlle. Se hizo la asamblea, el paro estaba defi-
nido para el miércoles (era martes). Turiansky habló en la asamblea y ratificó
el compromiso, y atrás de él varios de los que en principio se habían opuesto
pidieron la aprobación de la medida resuelta. Se aprobó finalmente hacer el
paro por enorme mayoría.
Pero antes del paro, el mismo martes en la tarde, llegó un aviso a Ponce
de León de que tenía que presentarse en el Directorio; de inmediato llama a
la Mesa Directiva, pide instrucciones y le indican: «andá y te esperamos en el
boliche de enfrente, nosotros no podemos ir porque estamos todos destituidos;
probablemente quieran negociar».
Lo recibe Rodolfo Fonseca que sustituía, como vicepresidente, a Pereyra
Reverbel. Le anuncia que los tres que habían hablado ese día de mañana en la
asamblea –Panizzi, di Trápani y él– quedarían sumariados para ser destitui-
dos. O sea que no había empezado el paro y ya había sanciones, con lo cual el
compromiso de Turiansky tenía que entrar en vigencia.

Portada del diario Extra


(6/11/1969):
Carlos di Trápani, Juan
Miguel Panizzi y Martín
Ponce, destituidos.
– 65 –

La Mesa Directiva cumplió el compromiso y el Congreso aprobó un paro


de 24 horas con corte de servicio, sin fijarle fecha. Pero el tema de la fecha no
tenía importancia para el gobierno de Pacheco, por lo que dos días después, el
25 de junio, militarizaron a los funcionarios de UTE y comenzaron a detener
a los delegados y activistas en general.
En esas circunstancias el gremio decidió la huelga. Hubo una verdadera
epopeya en la Central. En pocas horas, en un episodio particularmente fuerte,
se pulsaron los botones adecuados, vino el corte de servicios y se apagó la Cen-
tral. De ahí salieron presos los trabajadores; los tuvieron en la Rambla muchas
horas y después los destinaron a distintos lugares, algunos a la Isla de Flores.
A los pocos días el gobierno logró re-encender la Central.
En el medio, ya con la UTE en huelga, recién el 28 de junio se reúne el
Secretariado de la CNT. Se debe tener en cuenta el escenario en esas horas
críticas: por un lado, un movimiento huelguístico que llevaba cuatro meses en
la industria de la carne, cerca de tres meses de paros y huelgas en los bancos
privados, veinte días de huelga en los diarios y varios en UTE, además de la
realización por el movimiento sindical de un importante paro general el 11 de
junio; por otro, la reimplantación de las Medidas Prontas de Seguridad el 24
de junio y de las militarizaciones, las que se extenderían después a la activi-
dad privada. En ese marco, Héctor Rodríguez, Ricardo Vilaró y otros plantean
la huelga general en respaldo al gremio de UTE (procuraban lo que los GAU
denominarían «una confrontación decisiva» para «quebrar» la escalada autori-
taria). La propuesta, sin embargo, es rechazada. El propio delegado del gremio
de UTE se opone y el secretariado de la CNT decide el 28 de junio que no, que
no es el momento, que es preciso acumular de otra manera (postura que con-
firmaría la Mesa Representativa el 30 de junio).
Aislada, y con un gremio muy desgastado en el 68, la huelga dura pocos
días y se levanta el día 30 de junio, heroica pero derrotada. Las represalias fue-
ron detenciones, sumarios y destituciones en cantidad.
Años después, en AUTE, Turianski hizo una revisión muy honesta de este
período 1968-69 y valientemente aceptó los errores de apreciación.
La polémica pública que provocarían las posturas adoptadas en la conduc-
ción del movimiento sindical en esos días y horas decisivos es la más impor-
tante de la época. Incluimos en un apéndice una reseña de la misma.

La huelga bancaria quiebra las militarizaciones


En forma casi simultánea, a los tres días de la derrota de AUTE, comienza
la huelga de AEBU-Banca privada.
– 66 –

El 26 de julio, entusiasmado por el notorio éxito que venían dando las mi-
litarizaciones, Pacheco da un paso más y militariza la Banca privada.
Pero AEBU-Banca privada, que en ese momento se oponía a pelear de a
poco, resistió los emplazamientos con todas sus fuerzas y mantuvo la paraliza-
ción de los bancos, lo le que creó al gobierno un enorme problema.
Fueron a buscar a sus casas a los bancarios y de ahí los llevaron a los cuar-
teles. Nada funcionaba. Estamos hablando de trabajadores de todos los colores
políticos, que iban llegando y volviendo diariamente a las distintas unidades
militares.
El 5 de agosto la Asamblea General levanta la militarización bancaria. El 6
de agosto el Poder Ejecutivo la restablece. El estilo confrontativo y rupturista
del gobierno no solo lo era con los sectores sociales, también en lo político-
institucional.
Finalmente el 11 de setiembre se levantó la huelga con una fórmula que fue
compleja, pues se mantenían 181 destituidos y se perdía el reclamo económico,
pero fue diferente al final de las otras militarizaciones previas: la huelga duró
72 días y la militarización no logró hacer funcionar a los bancos.
¿Por qué la banca privada quebró las militarizaciones? Porque era impo-
sible hacer marchar los bancos, no había alternativa. Banca privada demostró
cuál era la forma de enfrentar una militarización. Nunca más hubo en el país
militarizaciones.
Vale la pena señalar que estos relatos escuetos se refieren a historias muy
intensas de muchos miles de personas de las que hoy, lamentablemente, se ha-
bla y escribe poco.
¿Cuál fue el resultado de dos años de una forma de confrontación que no
enfrentó colectivamente y que fue quebrando importantes gremios? Un deterioro
de la opción sindical y, naturalmente, el ascenso de la opción armada. Tengamos
en cuenta que solo los trabajadores militarizados (Banca oficial, UTE, Ancap,
OSE, Telecomunicaciones y Banca privada) fueron más de cincuenta mil.
Como consecuencia, en lo político se iban multiplicando las opiniones a
favor de un enfrentamiento conjunto al autoritarismo.
Sin estos episodios no se entiende el 5 de febrero con la fundación del Frente
Amplio ni el acto del 26 de marzo del 71, y tampoco se comprende la dinámica
del MLN. Recordemos que el 8 de octubre de 1969 los tupamaros coparon la
ciudad de Pando, episodio que terminó con varios muertos. El MLN mostraba
su creciente importancia en la sociedad.
– 67 –

Nacimiento del Frente Amplio (1970-71)


El lapso 1969-1973 es el más importante en la historia de los GAU, aun-
que no el más dramático. Lo dramático vendrá después en la etapa de repre-
sión despiadada. Es el período, entonces, más importante de la vida «normal»
de los GAU.
De la historia anterior venía lo fermental, la formación de los grupos y su
convergencia. Este lapso largo en la vida de una organización nueva constituyó
un período de desarrollo y consolidación.
En esa época creció toda la izquierda y, en particular, el MLN. Todos creci-
mos. Esa expansión de la izquierda implicó un trabajo profundo en los inters-
ticios de la sociedad, de consolidación política y social, hasta que comenzaron
los golpes represivos más duros. Es un período que se podría calificar de tra-
bajo intenso. Quizás por ello resulta muy difícil elaborar un relato abarcativo.
En el país el caldero hervía, y al costado de la intensa lucha sindical seguían
dándose los procesos políticos.
En ese período ya Seregni había pasado a retiro. El pretexto fue un tema
incidental de un cambio de lugar en la Escuela Militar. El general se negó a
acompañar el rumbo autoritario del pachequismo: esa fue la cuestión de fondo.
La confrontación en el país se iba ampliando. Es cierto que estaban fuer-
temente deteriorados los sindicatos del sector público, pero comienzan a suce-
derse conflictos en el área privada.
El 12 de febrero de 1970 se decretó por Medidas Prontas de Seguridad la
intervención de los Consejos de Enseñanza Secundaria y de UTU.
El 4 de marzo la Comisión Permanente del Poder Legislativo levantó las
Medidas Prontas de Seguridad. Al día siguiente, el 5 de marzo, las reimplantó
el Poder Ejecutivo.
El 10 de abril comenzó un duro conflicto en TEM. La huelga duraría 112
días, hasta el 31 de julio.
El 29 de mayo de 1970, el MLN efectuó el copamiento del Centro de Ins-
trucción de la Marina y se llevó todo el armamento allí existente.
El 24 de julio el Partido Demócrata Cristiano (que ya tenía algún antece-
dente conceptual similar) propuso a otros sectores de izquierda formar un frente
amplio. Un frente de propuestas al país y electoral.
El 27 de julio fue secuestrado Dan Mitrione, experto en «técnicas de con-
trainsurgencia» y asesor norteamericano en la Policía. A los pocos días, en
medio de febriles tratativas, cayó la dirección del MLN. El 10 de agosto fue
ejecutado Mitrione.
En ese último mes hubo conflicto en Pepsi-Cola.
El 28 de agosto el Consejo Interventor de Secundaria clausuró todos los
cursos de enseñanza media pública de Montevideo. Comenzaron rápidamente
– 68 –

los contracursos y los liceos populares. Miembros de los GAU participaron ac-
tivamente en la organización y lucha consiguiente, tanto desde los profesores
como desde los estudiantes de secundaria (ya en esa época se estaban organi-
zando los GEU, Grupos Estudiantiles Unificadores).
El 16 de setiembre se inició el conflicto en la Salud.
El 22 de octubre comenzó el conflicto en ATMA, importante para los GAU
por la centralidad en ella de uno de sus integrantes, Daniel Ponce. El conflicto
durará hasta el 22 de diciembre. Incluirá, en los últimos días, una huelga de
hambre desarrollada en la Parroquia del Cordón. Un día fue ocupada por inte-
grantes, armados, del MLN, que allí anunciaron su disposición, con observa-
ciones, de apoyar el proceso del Frente Amplio.
El punto 5 del comunicado del MLN manifiestaba: «Mantenemos nuestras
diferencias de métodos con las organizaciones que forman el Frente y con la
valoración táctica del evidente objetivo inmediato del mismo: las elecciones.
Sin embargo consideramos conveniente plantear nuestro apoyo al Frente Am-
plio (…) Al apoyar al Frente Amplio entonces, lo hacemos en el entendido
de que su tarea principal debe ser la movilización de las masas trabajadoras y
que su labor dentro de las mismas no empieza ni termina con las elecciones».
La realidad era que el Frente Amplio se había creado para «la acción po-
lítica permanente».
Triunfante el conflicto de ATMA, se consolidó un nutrido grupo de miem-
bros de los GAU, incorporando a Miguel Guzmán, Fermín Díaz, Sofildo Oli-
vera y otros, y se crearon buenos vínculos con trabajadores de metalúrgicos y
posteriormente de la construcción.
En línea paralela todos los elementos represivos aumentaron, las libertades
se fueron cercenando, las Medidas de Seguridad se convirtieron en permanentes.
Los opositores de todos los partidos aumentaron su coordinación para res-
ponder a la situación y encontrar salidas; las posturas y sentimientos a favor
de unirse crecieron o se intensificaron fuertemente.
El Partido Demócrata Cristiano de Juan Pablo Terra, la Lista 99 de Zelmar
Michelini, el Partido Comunista y el Fidel, y otros, en un amplio arco, fueron
adoptando decisiones paulatinamente convergentes en lo político.
Ya existían conversaciones entre Michelini, Francisco Rodríguez Camusso,
Juan Pablo Terra, Luis Bonavita y Enrique Rodríguez en su ámbito de parlamen-
tarios. El Partido Socialista estaba ilegalizado, no tenía legisladores, pero era
informado de estas conversaciones por reuniones de sus dirigentes con Juan
Pablo Terra. José Pedro Cardozo y José Díaz timoneaban en ese período al PS.
El empuje fuerte comenzará en octubre del 70. El día 7 se efectuó una re-
unión de ciudadanos significativos en Marcha, y en ella se acordó la convoca-
toria a la formación de un frente sin exclusiones. Con la tarea de impulsarlo se
– 69 –

nombra una comisión integrada por el Gral. (R.) Arturo Baliñas, Óscar Brus-
chera, Héctor Rodríguez, Germán D’Elía y Luis Alberto Viera.
El impacto fue inmediato.
El llamamiento del 7 de octubre canalizó situaciones y dio expresión a un
clima político preexistente.
Pronto invitaron a sus firmantes a concurrir a diferentes localidades del in-
terior a explicar la propuesta. En lugar de pequeñas reuniones, se encontraron
con cines llenos de gente. En las semanas siguientes se publicaron en Marcha
los lugares a los que habían concurrido y los comités de respaldo al nuevo
agrupamiento político que iban quedando constituidos. Estos incipientes co-
mités pro-frente amplio comenzaron sus propias actividades. Se creó un clima
muy particular, al punto de que el proceso que se había acordado en dos tiem-
pos –un primer tiempo para la constitución del Frente del Pueblo, alianza en
la cual no estaba el Partido Comunista, y un segundo tiempo que convocaría a
la constitución del FA– fue desbordado.
Entre octubre y diciembre los sectores políticos apoyaron el proceso fren-
tista. En diverso orden, el PDC, el PCU, la Lista 99, el MBPP (Movimiento
Blanco Popular y Progresista), los GAU, el Fidel, el POR, el PS, fueron des-
granando pronunciamientos que se sumaban a adhesiones individuales de per-
sonalidades y al proceso de creación de comités de apoyo.
Las vertientes paralelas fueron confluyendo; los hechos tuvieron su propia
dinámica y determinaron los acontecimientos políticos. Si se leen los docu-
mentos se verifica que se constituyó efectivamente el Frente del Pueblo en di-
ciembre y que fue el que convocó a la formación del FA. Pero ya no hubo dos
tiempos porque la realidad era otra. En los comités pro-frente amplio estaban
todos los sectores.
Recordemos que el llamamiento del 7 de octubre de 1970 convocaba en
su primer punto a «la concertación de un acuerdo sin exclusiones entre todas
las fuerzas políticas del país que se opongan a la conducta antipopular y anti-
nacional del actual gobierno, con vistas a establecer un programa destinado a
superar la crisis estructural que el país padece (…)».
Héctor sostuvo en aquella oportunidad que nuestro principal objetivo era la
constitución de un frente antioligárquico y antiimperialista, y por consiguiente
no podía haber un llamado a constituir un frente amplio y nosotros estar ausen-
tes. Estaba aplicando la línea política de los GAU.
Nos reunimos ese mismo día en la Comisión Política de los GAU, y empeza-
mos a hacer circular una hojita de respaldo a la iniciativa. Los hechos políticos
se publicitaron rápidamente. En los núcleos se dio cierta resistencia para juntarse
con personas que carecían de las estructuras políticas clásicas de la izquierda,
pero esa disputa se saldó en pocos días, por consenso, en un intercambio fér-
til. Se hizo una reunión extraordinaria del Comité Ejecutivo de los GAU y se
– 70 –

resolvió apoyar el llamamiento del 7 de octubre de 1970.71 El primer congreso


nacional de los GAU ratificó en forma unánime esa postura72 en noviembre de
1970, y reiteró el apoyo al llamamiento y constitución de un frente amplio. Se
creó inmediatamente un nuevo sector de trabajo correspondiente a esa área.73
Tuvimos, por consiguiente, un proceso de consolidación interna muy com-
plejo y muy intenso, sacudido por la coyuntura de esos años. Los fuertes con-
flictos sindicales y estudiantiles interactuaban con el avance del autoritarismo.
Trabajamos simultáneamente por la constitución del FA, principal herramienta
política para el futuro.
¿Qué pasó en la izquierda histórica, legal o ilegalizada?
Los comunistas estaban desde el comienzo entre los impulsores del frente.
El resto de la izquierda tuvo respuestas diversas.
Ariel Collazo (MRO) resolvió apoyar.
A mediados de diciembre el Partido Socialista hizo un comité central, y
luego de una importante discusión, porque mantenían diferentes percepciones,
decidió apoyar al frente amplio.
En los grupos que se encontraban en la clandestinidad la convocatoria para
el frente amplio también tuvo reacciones muy fuertes en contra.
Nos reunimos más de una vez con el MIR y con la FAU –en ese momento
ya eran la Resistencia Obrero Estudiantil (ROE)– pero sin conseguir que cam-
biaran su postura. Consideraban al frente como una opción reformista. Ni el
MIR, ni su sucesor el PCR, cambiaron nunca. La ROE devino en Partido por
la Victoria del Pueblo (PVP), y entró al Frente Amplio después de la dictadura.
Cierta idea de la profundidad de la polémica con los que no aceptaron el
proceso frentista la dan las publicaciones. El periódico de los GAU –mensuario–
Lucha Popular dedicó tres páginas74 a responder, argumento por argumento, a
la postura del MIR, expresada en un memorando enviado a diferentes organi-
zaciones y en un documento publicado en Voz Obrera, el periódico de aquella
organización. El artículo de los GAU dio distintos ejemplos del «subjetivismo
y escolasticismo» en que incurría el MIR. Concluyó que esa postura «los aleja
del movimiento real de masas».
El Frente Amplio fue un proceso audaz, de rupturas y uniones complicadas.
A la propia Alba Roballo le costó tomar la decisión. Pregón, su movimiento,
se integró después del 5 de febrero. A Alba le pesaba mucho dejar el Partido
Colorado, pero dio el paso y se incorporó.

71. Lucha Popular, n.o 19, noviembre de 1970, Montevideo.


72. Lucha Popular, n.o 20, diciembre de 1970, Montevideo.
73. En la Comisión creada trabajaron activamente, Martín Ponce, José Arocena, Hugo Achu-
gar, Olga Senatore, Enrique Méndez Vives y los que se asociaron a las tareas de las Comisiones
Centrales del FA recién creado.
74. Lucha Popular, n.o 23, marzo de 1971, Montevideo.
– 71 –

Héctor Rodríguez hace uso de


la palabra en la fundación del
Frente Amplio, el 5 de febrero
de 1971, en el Palacio Legisla-
tivo. (El Popular, 6/2/1971).

Erro no estuvo en el Palacio Legislativo el 5 de febrero. Frente a los acon-


tecimientos decidió convocar a su gente para que en cabildo abierto decidie-
ran qué actitud asumir. Él tenía una tradición de carácter, de independencia,
de imagen austera –seguía viajando en ferrocarril a La Paz, donde vivía–, jun-
to con un estilo enormemente personalista. Erro convocó y fueron los suyos,
pero también otros, y cuando preguntó sobre si debían adherir, la gente aprobó
multitudinariamente la adhesión y la Unión Popular de Erro se incorporó. Sin
embargo, mostrando su estilo, cuando se lanzó la candidatura de Seregni no
votó, se abstuvo.
Seregni se había vinculado con todos los que estaban para defender la Cons-
titución desde hacía mucho tiempo. Con el MAPU comenzó la relación en el
65, pero con Héctor desarrolló un vínculo importante desde 1961.75
A medida que los sectores fueron aceptando, avanzó el acuerdo de que el
candidato sería Seregni.

75. Ya nos referimos a este vínculo de acuerdo con Gerardo Caetano y Salvador Neves
(2016): Seregni, un artiguista del siglo XX, o. cit.
– 72 –

Segovia quiso venirse al Frente y se le dijo que no. El Frente transmitía la


imagen de algo que crecía, pero la idea era no aceptar incorporaciones al ba-
rrer. Era un desarrollo hacia la herramienta que queríamos construir y había
que cuidarlo.
Se fue preparando la fundación del 5 de febrero de 1971 y el lanzamiento
popular del 26 de marzo en el Acto de la Explanada, en el cual el nuevo Frente,
en un marco multitudinario, izaría su bandera y proclamaría a Seregni como
su candidato.
Los GAU no solo participaron activamente del proceso sino que apor-
taron muchas ideas sobre las características que debía adquirir la nueva
fuerza política. A modo de ejemplo, en un detallado Memorándum76 elabo-
rado «con motivo de la reunión constitutiva del FA», expusieron en nueve
puntos un diseño global de la nueva fuerza política, abarcando: su acuerdo
fundacional, los lineamientos de sus bases programáticas y de una platafor-
ma de acción inmediata, su organización inicial y su disciplina interna. El
principio del consenso (entendido como ausencia de votos negativos) ocu-
pa en ese documento un lugar destacado, así como también la necesidad de
convocar a una reunión nacional o congreso de los Comités de Base, que
se concretaría en diciembre de 1971.

Diferencias estratégicas
Hemos dicho que otro aspecto clave lo constituía la cuestión del método.
En los GAU se sometía el método a los objetivos políticos y se procuraba no
estereotipar.
A mediados de 1970, en el documento preparatorio del Congreso de no-
viembre se establece con claridad: «La represión (agresión y muerte a mani-
festantes, encarcelamientos, torturas, prohibición de reuniones, entre otros)
justificó por sí todas las formas y métodos de lucha surgidos para proteger al
pueblo; pero si se pretende pasar de la defensiva a la ofensiva todas las formas
de lucha por históricamente bien justificadas que estén deben integrarse, en las
condiciones del Uruguay, con el desarrollo del movimiento real de las grandes
masas populares».77
A nuestro juicio, por el lado del MLN había un estereotipo que era la vía
armada, y por el lado del PCU otro estereotipo que consistía en evitar las con-
frontaciones firmes y coordinadas, a cualquier precio.
Los GAU no se ceñían a estereotipos y eso seducía. Hay experiencias que
generan cultura, y los GAU generaron cultura. Tuvieron su especificidad. De-

76. Lucha Popular, n.o 33, febrero de 1972, Montevideo.


77. En «Preparación del Primer Congreso», 1970.
– 73 –

fendíamos la validez de todas las formas de lucha, habilitadas ya por la vio-


lencia de la derecha, pero absolutamente supeditadas al desarrollo del movi-
miento popular.
En realidad, más que estereotipos fueron diferencias estratégicas las que
bloquearon la unificación de las corrientes socialistas en el interior del Frente
Amplio o en sus proximidades, y que fundaron la dispersión operacional. Como
lo ha dicho también Juan Manuel Rodríguez en la entrevista citada, «creo que
en el 60 había diferencias estratégicas que se expresaban en que también había
tácticas distintas. Eran expresión de bases teóricas distintas. Yo creo que había
una concepción del MLN que no es compatible con una estructura de partido,
con un trabajo de masas, por lo menos con el trabajo de masas que planteaba
tanto el GAU como el Partido Comunista. Así como con en el PC había una
diferencia esencial en la forma de operar el trabajo de masas». Y más adelan-
te agrega «Claro, en muchas cosas, a veces éramos más afines a la gente del
MLN, en la táctica, pero en realidad el MLN tenía una concepción del trabajo
de masas absolutamente lateral y seguidista de lo que hacía el aparato armado.
Una organización de tales características no puede pensar en un trabajo de ma-
sas, y a la larga termina dando una batalla para el aparato y termina diciendo
que todo el aparato de masas tiene que defender a la vanguardia, (…) encubrir
a los guerrilleros».

Desarrollo organizativo de los GAU


No había padrón de integrantes, por decisión clara, de acuerdo con la situa-
ción general. Nunca tuvimos ficheros de afiliación; tampoco sede, excepto para
la campaña electoral de 1971. Los núcleos se reunían habitualmente en la casa
de alguno de sus integrantes o en los lugares de trabajo y estudio; surgimos con
una estructura de acuerdo con la época represiva que vivíamos.
El concepto era el de una organización de cuadros, estructurada en núcleos
de base territorial o por lugar de trabajo o estudio, u otras afinidades.
Para evitar los corporativismos se dividió Montevideo en zonas (los «5
zonales»: Centro, Aguada, Paso,78 Norte y Maroñas), y en ellas participaban
núcleos de los diferentes orígenes (los núcleos estudiantiles o textiles, por ejem-
plo, estaban distribuidos en los distintos zonales y allí todo interactuaba).79 Los
participantes regulares eran los responsables políticos de los núcleos, pues allí
se daba una instancia clave de intercambio y elaboración. Cada zonal tenía, a

78. Refería al Paso Molino, centro gravitatorio de su accionar.


79. Varios núcleos estudiantiles fueron reasignados a zonas diferentes, por la misma razón
y para reforzar tareas en áreas claves. Así, Ciencias Económicas funcionaba en el zonal Paso,
Ingeniería en Maroñas, etcétera.
– 74 –

su vez, un responsable político, otros de organización, de propaganda, de se-


guridad y uno de cada frente de masas (sindical, estudiantil, Frente Amplio).
Un ejemplo vale: el zonal Norte incluía los núcleos de Lanasur, Magisterio,
Textil Uruguaya, Liceo 18, Textil Miguelete, Frigorífico Cruz del Sur, Agrono-
mía, Territorial, y un par más. A ellos se agregaban los responsables indicados.
En el interior se hicieron las adecuaciones correspondientes para realidades
más reducidas. Salvo excepciones, los núcleos eran por localidad.
En noviembre de 1970 se realizó el primer congreso. Allí se estableció una
estructura de dirección con base en un Comité Central (CC). Se ratificó unáni-
memente la prioridad del trabajo por el incipiente Frente Amplio.
Esta dirección rápidamente se estructuró como colectiva y fue relati-
vamente numerosa. El CC se subdividía en grupos que dirigían áreas de la
organización: había una comisión estudiantil que articulaba ese frente de
trabajo, una comisión sindical, una organizativa, una de Montevideo que
incluía los cinco responsables políticos de zonales, otra del interior, etcé-
tera. La idea era que todo integrante del CC tenía que ser capaz de ejercer
una conducción político-organizativa.
Ingresar en la organización equivalía a participar en un núcleo. Estos se
reunían semanalmente e intercambiaban opiniones y organizaban activida-
des a partir de una guía estructuradora que era la hoja de Hechos y Comen-
tarios. Esta hoja semanal fue clave; trasladaba información política que se
consideraba relevante, y muchas veces era el hilo conductor. No transmitía
órdenes sino una breve narración sobre acontecimientos políticos signifi-
cativos y una reflexión asociada a la información que se daba. Además de
la militancia práctica, la principal herramienta de esa «escuela de cuadros»
fue la hoja semanal.
Cada semana se distribuía por la estructura a los núcleos, se leía, se
conversaba sobre ella y se destruía. Ese criterio, indispensable en la época
para transmitir información política seria, fue cumplido tan a rajatabla que
hoy nos impide contar con archivos o copias de lo que fue, junto a los in-
formes de los responsables políticos, el motor principal del conjunto. Solo
algún ejemplar aislado ha aparecido, como resultado de los innumerables
allanamientos de casas de compañeros y, a la inversa, la no destrucción de
documentos fue en alguna ocasión la «punta» de importantes operativos
represivos.
Se editó una serie de cuatro Cuadernos con elementos claves del pensa-
miento político. Cuaderno n.o 1: Los GAU y el Frente, de marzo de 1971; n.o 2:
Los Sindicatos de 1969 a 1971 (s/f); n.o 3: Los GAU y la construcción del Par-
tido, de octubre de 1971, y n.o 4: Resoluciones del 2.º Congreso de los GAU,
de fines de abril de 1972.
– 75 –

La organización territorial se complementaba con los frentes de trabajo


que estructuraban lo que era específico a ellos, tanto en el plano estudiantil,
sindical o territorial.
Lo que no se permitía era militancia sin inserción o, eventualmente, al ser-
vicio de la inserción, en algún «frente de masas».
Siempre se pensó que la acción política constituía un esfuerzo colectivo,
en el más amplio sentido de la expresión.
No teníamos dos organizaciones sino una sola, pero por supuesto que era
imprescindible preservar a sus militantes. Si se quería realizar una acción po-
lítica e incidir en el país, era necesario contar con un escalón que constituyera
la expresión pública de lo que pensábamos en los más diversos planos. Simul-
táneamente, sin perjuicio de que se tratara de «no regalar a la gente», si no
había activistas que en su entorno claramente fueran de los GAU no se podía
crecer. Por otra parte, sin áreas más reservadas no se sobrevivía en una etapa
autoritaria y represiva. Publicidad y reserva debían articularse.
Paralelamente se discutió mucho y se terminó estableciendo, para momen-
tos difíciles, una forma de organización de crisis: toda la estructura pasaría a
funcionar de a tres, y en esa estructura de a tres cada uno le transmitía la in-
formación a dos, y esos dos, cada uno a otros dos, y así sucesivamente. No
se reunirían los núcleos, lo que daría una capacidad funcional mucho mayor.
Probamos esta forma organizativa en varias ocasiones y funcionó excepcional-
mente bien. Nos dio una capacidad de incidencia real y de participación muy
fuerte. En cada momento de crisis fue aplicado el sistema. Por excelencia fue
utilizado en la huelga general de 1973.
Nunca tuvimos militancia rentada.
Este concepto de organización fue tan fuerte que al comenzar los ochenta,
después de terminada la detención de los autores y luego de todos los dramas
y peripecias colectivos, nos buscó una compañera para decirnos: «¡nosotros
seguimos funcionando!». Era del núcleo de La Paz, que nunca dejó de funcio-
nar; la reunión con ellos fue un momento inolvidable y muy emotivo.
La reserva, en el Uruguay del autoritarismo creciente, se entendía como una
protección. Ya era el Uruguay de los atentados (solo el FA sufrió 45 atentados
entre su fundación y el 26 de marzo de 1971, o sea en 50 días). Y también el
Uruguay de los asesinatos del «Escuadrón de la muerte».
En tiempos de atentados, detenidos y torturados; en tiempos de tatuajes antes
y Escuadrón de la muerte luego; en tiempos de la JUP y otras bandas armadas
actuando, la violencia era parte también de la vida política; nuestra obligación
era estar con los mejores niveles de autodefensa y de preparación para todos los
escenarios posibles. Por ello se estimó que constituiría una irresponsabilidad
carecer de personas preparadas para las más difíciles circunstancias.
– 76 –

Los GAU tuvieron siempre una preocupación vital por la seguridad de su


organización y de sus militantes y, dadas las condiciones de inseguridad deta-
lladas, mantuvieron un criterio de niveles para cada integrante en función de
sus tareas.
En el nivel A estaban quienes asumían la representación pública de los GAU
y por tanto su identificación era de uso general y de riesgo asumido.
En el nivel B se ubicaban los activistas con cierta responsabilidad sectorial
(en un sindicato, centro de estudiantes, Comité de Base del FA, cooperativa u
otros) y cuya pertenencia notoria a los GAU hacían visible, en su ámbito de
actuación, a la organización y sus posiciones; este elemento era clave para el
crecimiento.
En el nivel C estaba probablemente la mayoría de los compañeros.
Eran solo ubicables –en términos de organización política– en su entorno
inmediato, por lo que tenían un mayor nivel de protección en una embes-
tida represiva.
En el nivel D se encontraban quienes nunca se identificaban. Eso daba
un escalón más firme para las necesarias tareas de protección, seguimien-
to, tareas reservadas, locales más seguros, etcétera, que la época volvía
imprescindibles.
Estos niveles eran de compartimentación interna limitada, ya que todos ellos
participaban de sus correspondientes núcleos en forma igualitaria.
La idea, en definitiva, nunca fue pretender tener un «ejército», fundamen-
talmente porque nunca concebimos la tarea política separada del trabajo en el
movimiento ciudadano, en la organización de la gente. Teníamos una consigna
que todos conocíamos: «las multitudes pesan en la vida política, pero solamente
cuando están organizadas deciden».
Tener algunas capacidades propias de la época no quiere decir usarlas
ofensivamente: nadie podrá decir, sin faltar a la verdad, que haya habido algún
herido por acción de los GAU. En la realidad histórica los hechos de la época
obligaban a tener algunas capacidades, pero ellas nunca se convirtieron en cen-
tro del accionar político. Y eso constituyó una concepción política. Una opción.
Pero la vida sí demostraría que nuestras precauciones no fueron suficientes.
Con la dictadura, la violencia que ya venía del período autoritario se tornó
implacable, fuertísima.
Esto se expresó en forma contundente cuando encontraron militantes or-
ganizados en diferentes lugares y años. En dictadura, organizarse implicaba
un riesgo, el arma era la organización. En esa época nadie tenía un arma como
tal. Para los compañeros era tan fuerte la concepción de que su objetivo debía
ser político, y fundamentalmente la lucha política de los ciudadanos y no otra,
que cuando muchos se tuvieron que ir, los que quedaron asumieron la dirección
teniendo muy claro lo que podían y no hacer.
– 77 –

Ya veremos que sobrevivieron varios episodios represivos, hasta que llegó


el golpe general más duro que, con participación del Servicio de Información
de Defensa (SID), ejecutó fundamentalmente el Fusna, en Montevideo y Bue-
nos Aires.
CAPÍTULO IV
DEL 71 A LA HUELGA GENERAL

En este período de excepcional intensidad histórica se produjo la forma-


ción del FA en febrero de 1971 y su posterior desarrollo, la campaña de ese
año y las elecciones nacionales de fines de noviembre, el Congreso de Comités
de Base en diciembre de 1971, la constitución de «La Corriente» en 1972, el
despliegue y derrota del MLN en 1972, las tensiones institucionales de 1972
con la aprobación del Estado de Guerra Interno, sustituido luego por la ley de
seguridad del Estado, y en 1973 una ruptura institucional abierta en febrero y
en junio el golpe de Estado y la huelga general para enfrentarlo.
Veremos los sucesivos momentos, con una narración inevitablemente so-
mera para la densidad de lo vivido en esos años.

1971: El despliegue del FA


Luego del 5 de febrero el trabajo se multiplicó. El Frente Amplio tenía mu-
chas cosas para resolver que confirmaran e instrumentaran los acuerdos. Desde
su Declaración Constitutiva ya se había establecido con claridad que se trataba
de un acuerdo de largo plazo, no de una mera alianza electoral. Para quienes
integrábamos los GAU era como la concreción de un objetivo vertebral.
Ese mismo día se constituyó una Mesa Provisoria de diez miembros (que
integramos y que funcionó por cuarenta días) y cuatro Comisiones de trabajo:
Programa, Organización, Acuerdo Político y Jurídico-electoral. Estas comisio-
nes lograron resultados en plazos muy diferentes.
La Comisión de Programa llegó a un texto de acuerdo que se aprobó en
doce días. El 17 de febrero el FA aprobó su Programa (El Congreso del Pueblo
del 65 fue la base indudable).
Nuestros delegados en esa Comisión fueron Julio D’Elía, en ese momento
estudiante de Economía y hoy desaparecido desde su secuestro el 22 de diciem-
bre de 197780, y Alfredo Escande, también estudiante de Ciencias Económicas.

80. Fue secuestrado junto a su esposa embarazada, Yolanda Casco. Diecisiete años después
apareció Carlos, el hijo de ambos.
– 80 –

Julio D’Elía, hoy desaparecido, participando en la Comisión de Programa del Frente


Amplio, el 9 de febrero de 1971. (El Popular, 10/2/1971).

La Comisión de Organización fue bastante más difícil ya que no había


muchos antecedentes. Allí se trabajó el primer Reglamento del FA, finalmente
acordado y aprobado el 16 de marzo de 1971, pocos días antes del Acto de la
Explanada. Este Reglamento dio lugar a la existencia del Plenario, con voto
ponderado y constituido como el órgano superior; a la Mesa Ejecutiva y a la
Presidencia como órganos de la nueva fuerza política, y convalidó a los ya exis-
tentes Comités de Base. Finalmente estableció las Coordinadoras de Montevideo
y los Plenarios Departamentales. Todos los sectores tenían un lugar reservado
en cada estructura, así como en la Mesa de cada Comité de Base. En Monte-
video, estos designaban delegados a la Coordinadora a la que pertenecieran.
La discusión fue larga, en particular sobre los Comités de Base. En la pri-
mera sesión su institucionalización solo fue respaldada por los GAU y por la
Organización Nacional de Independientes (ONI) representada por Oscar Brus-
– 81 –

chera. Con el correr de los días los Comités se expandieron y concitaron apoyos
crecientes hasta obtener la unanimidad. Como se sabe, la tesis alternativa era
hacer como la Unidad Popular chilena para pertenecer a la cual los ciudadanos
se debían incorporar a una estructura de base de alguno de sus sectores, sin que
existieran comités comunes.81 La vida misma de los comités emergentes deter-
minó otra cosa. Nuestro orgullo fue ayudar, abajo y arriba, a esa consolidación
unitaria que, además, permitía participar a los independientes.
Nuestros delegados en Organización fueron Martín Ponce y Manuel Pose.
La Comisión de Acuerdo Político debía fijar los criterios de relacionamiento
de las fuerzas políticas que integraran el FA. Fue un largo trabajo de acuerdo y
cuidadosa relación. Se entendió que constituía el documento más importante y
por ello es el único cuya modificación requiere unanimidad. Su texto se acordó
después de casi un año de trabajo y se aprobó por el Plenario el 9 de febrero de
1972. (Justo un año antes de la ruptura de la línea de mando del Poder Ejecu-
tivo y los hechos conocidos. ¡Vale la pena reflexionar acerca de la velocidad
que tuvieron los acontecimientos!).
Nuestros delegados en dicha Comisión fueron Héctor Rodríguez y Pedro
d’ Aurrecoechea.
La cuarta fue la Comisión Jurídico-electoral, que se ocupaba de los temas
a tramitar y que se fueran acordando. Su actuación se desgranó en múltiples
acuerdos a lo largo del período.
Nuestros delegados allí fueron José Arrillaga y José Arocena.
Pronto llegó el 26 de marzo, con su Acto en la Explanada de la Intendencia
de Montevideo, y el primer discurso de Seregni. La multitud fue impresionan-
te, unas cien mil personas. El estrado expresaba la unidad lograda. La orato-
ria galvanizante de los líderes sectoriales se expresó en la parte inicial. Como
cierre, el Gral. Seregni, el nuevo candidato, hizo un muy sentido discurso. Ese
día se levantó por primera vez la bandera de Otorgués como enseña del FA,
reivindicando su raíz artiguista. «Padre Artigas, ¡guíanos!» exclamó Seregni
al terminar su primera oratoria en un acto.
Se dijo, con razón, que «si el entierro de Libre Arce había sido un plebiscito
en el dolor, el 26 de marzo era un plebiscito en la esperanza».

81. En Chile no había comités de la Unidad Popular, solo había comités del Partido Socia-
lista o Comité del Partido Comunista o del MAPU, etcétera, y esa era la base militante.
– 82 –

Un mes después, el 22 de abril, comenzó la primera gira por el interior,82


con actos que proclamaban la fórmula Seregni-Crottogini.83 La primera salida
fue por Ruta 5 y el primer acto en Rivera. Fue «inaugural» en muchos senti-
dos: primer acto en el interior, primera oratoria de Crottogini, primer saludo y
reconocimiento de muchos de los participantes.
En realidad, en ese acto en Rivera, en un día muy frío, la expectativa en el
estrado por el discurso de Crottogini había sido enorme. «¿Habremos elegido
bien? ¡Esto no es la Academia!» Al rato, después de cinco o seis legisladores
con años de campañas, le tocó al profesor. Comenzó explicando las produc-
ciones y la realidad social de Rivera, de forma muy didáctica y amena. Luego
dijo, palabra más, palabra menos: «Me han dicho que aquí no hablara del con-
trabando… ¡pero hablemos del contrabando! Hay dos tipos de contrabando:
uno, del que tiene campo a los dos lados de la frontera y que trasiega los gana-
dos para venderlos donde tienen mejor precio; ¡ese contrabando es ilegal y es
inmoral! Y hay otro tipo de contrabando, de quien cruza la frontera con unos
pocos pesos para comprar la comida o la leche que necesita para alimentar a
la familia; yo no sé si es ilegal… ¡pero lo que sí sé es que no es inmoral!» Los
aplausos no paraban. En la tribuna se respiraba con alivio y entusiasmo. ¡Ha-
bía candidato para rato!
En la noche, nos desplazamos a un galpón cerrado donde un asado espera-
ba a la delegación. El mismo Crottogini llamó a uno de los responsables de la
seguridad y le dijo, dándole los pesos necesarios: «Traé dos botellas de grapa
o de caña. Si alguien te dice algo, lo traes por mi prescripción médica». La ba-
rra, que tiritaba de frío, agradecida. En el techo, cada tanto, se oía caer alguna
piedra, de aquellos «demókratas» que no soportaban un frente opositor.
La mañana siguiente se continuó con Minas de Corrales, Tacuarembó y
Paso de los Toros.
Sobre Minas de Corrales, Martín Ponce recuerda que era un lugar dificilí-
simo, donde años atrás habían expulsado a los habitantes que se atrevieron a
hacer un acto en defensa a la Revolución cubana; después no hubo más actos
progresistas.

82. Las anécdotas fueron muchas, pero algunas ayudan a sentir el clima: La salida fue a las 3
de la mañana, en ómnibus, desde la sede del PDC en la Plaza Libertad. Se hizo un alto, desayuno
incluido, en Paso de los Toros. Allí, ya en la Mesa, el Sacha Previttali contaba: «al despertarme y
bajar puse mi mejor sonrisa profesional y “Encantado, compañero”, “Encantado, compañero”…
y ahora, al verlos sentados desayunando, me doy cuenta que saludé a la mitad del ómnibus».
83. EL Dr. Juan José Crottogini era un médico muy prestigioso, que había sido decano de
la Facultad de Medicina y rector de la Universidad. Fue escogido para integrar la fórmula con
Seregni y será, en 1984, quien lo suplantará como candidato a la presidencia acompañado por
José D’Elía.
Figura señera del Frente, independiente, enormemente apreciado, jugó un papel destaca-
do en la resistencia a la dictadura.
– 83 –

Un dialogado que mantuvo, lo ilustra:


«–¿Estás armado?
–No.
–¿Sabés manejar armas?
–Sí.
–Entonces tomá, que Minas de Corrales no es changa» –le dijo el Dr. Silva
Antuña, mientras le entregaba un arma corta.
Antes de llegar a la ciudad, la Policía paró el ómnibus. Subió un comisa-
rio y se cuadró ante Seregni: «Señor, está todo dispuesto para la seguridad del
acto. Cualquier cosa, a sus órdenes». Seregni agradeció y el ómnibus siguió.
En Minas de Corrales el acto entero fue adentro de un gran galpón. Había
armas en el entorno de Seregni, incluyendo a sus guardaespaldas y a parte de
la delegación. También un círculo rodeando al acto, con frenteamplistas arma-
dos venidos de Rivera y alguno de allí mismo. Y luego había un tercer círculo
de la Policía, protegiendo el acto. Todo eso no impidió que sonaran varias ve-
ces las piedras en el techo, pero todo terminó en calma (a diferencia de lo que
ocurriría pocos días después en Rocha y en Castillos, con el intento de acuchi-
llar a Seregni y con un incidente al salir de Castillos donde hubo un fallecido).
Los actos de Rivera, Tacuarembó y Paso de los Toros fueron de varios mi-
les de personas, hecho bastante insólito en pleno invierno y a tanta distancia
del acto electoral. Expresaron lo mismo que el 26 de marzo en Montevideo: la
necesidad de un camino político nuevo era una realidad y abría una esperanza.
(«Hermano: ¡no te vayas! ha nacido una esperanza», diría una recordada con-
signa de ese año, aludiendo a la impresionante emigración de jóvenes urugua-
yos y al nacimiento de una nueva fuerza política).
El 30 de marzo del 71 el MLN había secuestrado, por segunda vez, a Pe-
reira Reverbel. (Sería liberado un año después, el 27 de mayo de 1972, al caer
la «Cárcel del Pueblo»).
El 15 de abril se reimplantan las Medidas de Seguridad (que solo saben de
«descansos veraniegos»).
En junio hubo numerosos atentados de la JUP.
El 11 de junio grupos de derecha armados atacaron la Facultad de Ingeniería.
El 23 de junio sesionó el II Congreso de la CNT.
En este II Congreso se reiteraron los lineamientos de años anteriores. En
efecto, en abril de 1971 Lucha Popular84 publicó un documento suscrito por
Héctor Rodríguez, en su carácter de delegado del COT en la Mesa Representa-
tiva de la CNT, y por Ricardo Vilaró, como delegado de la Federación Nacional
de Profesores ante el mismo organismo. En él se sintetizaron las discrepancias
con el Informe del Secretariado Ejecutivo a la Mesa, en tanto que documen-

84. Lucha Popular, n.o 24, abril de 1971, Montevideo.


– 84 –

to preparatorio del segundo Congreso Ordinario de la Central a celebrarse en


junio. Este Congreso debía realizar un balance de las luchas populares desple-
gadas desde el primer Congreso Ordinario (mayo de 1969) y definir distintos
lineamientos de acción. El documento reiteró los argumentos ya desarrollados
en este libro sobre los errores cometidos y las orientaciones a seguir. Esta dis-
cusión se reproduce en el Congreso. Con motivo del mismo, entre el 23 y el
26 de junio de 1971, Lucha Popular publicó un número extraordinario en ese
mes,85 que incluye varios documentos suscritos por una minoría integrada por
distintos y poderosos gremios –federaciones, plenarios departamentales, sin-
dicatos de empresa, etcétera– en discrepancia con el Informe de la mayoría de
la Mesa Representativa y con otras resoluciones adoptadas por el Congreso.
Fue un año de permanentes atentados y crecientes provocaciones en contra
de integrantes y locales de Comités del Frente, y duras acciones del Escuadrón
de la Muerte.
El 17 de junio secuestró a Abel Ayala, cuyo torturado cadáver fue encontra-
do la noche del 18. El 31 de julio apareció el cuerpo de Manuel Ramos Filipini,
acribillado también por el Escuadrón. Héctor Castagnetto fue secuestrado el 10
de agosto, torturado, asesinado y arrojado al mar. Finalmente el 28 de febrero
del 72 se encontrará igualmente acribillado a Íbero Gutiérrez.
El 23 de julio la Cámara de Representantes había votado el juicio político
al presidente Pacheco. El Senado no lo aprobaría.
El 28 de julio se fugan veintiocho detenidas (casi todas del MLN) de la
Cárcel de Mujeres.
El 25 de agosto Pacheco plantea públicamente su reelección.
El 6 de setiembre ocurre «el abuso»: ciento seis miembros del MLN y cinco
presos comunes se evaden de la cárcel de Punta Carretas.
El 9 de setiembre el Poder Ejecutivo asigna a las FF. AA. la «lucha anti-
subversiva». Simultáneamente se crean la Junta de Comandantes en Jefe y el
Estado Mayor Conjunto (Esmaco).
El 10 de octubre el senador Erro se bate a duelo con el ministro del Interior
brigadier (R.) Danilo Sena.
En ese marco de confrontación sin precedentes en las décadas anteriores, el
Frente fue desarrollando su actividad, su organización, su campaña electoral, y
los GAU se dedicaron con intensidad a participar de ese esfuerzo.
Los Comités se multiplicaron, así como los actos en los más diversos ám-
bitos de la capital y del interior. Las Mesas Departamentales en lo nacional y

85. Lucha Popular, n.o 26, junio de 1971, Montevideo. En alguno de los documentos se
incluye una extensa cronología de las luchas sindicales del período, particularmente detallada
en relación con la huelga bancaria de 1969.
– 85 –

Seregni, candidato del FA, visita la CNT. Flanquedo por José D’Elía (presidente de la CNT) y
Carlos Gómez (de AEBU) . En los extremos, Ricardo Vilaró (de Profesores) y Adrián Mon-
tañez (de Textiles), ambos dirigentes de los GAU.

las Coordinadoras en Montevideo operaban como forma de estructuración de


una adhesión nunca antes vista.
También se dio en ese contexto la convocatoria a lo que inicialmente fue una
reunión de independientes, para coordinar su actuación. Decidimos concurrir,
ya que nos considerábamos parte de lo que se llamaba la «izquierda indepen-
diente» o de «los independientes», y hacerlo solo a través de dos compañeros
para que nadie pensara que deseábamos gravitar de forma indebida. A la reunión
fueron Héctor y Martín. En ella se pidió un cuarto intermedio, durante el cual
vinieron dos personas (con una de ellas, el Pucky, ya presos en Punta Carretas
recordamos muchas veces esa instancia) y les dijeron: «Miren, en realidad el
cuarto intermedio es por ustedes, porque esta reunión es una reunión de inde-
pendientes y ustedes no son independientes». La verdad es que no íbamos a
decir nada, pero había muchos que de independientes, ¡tenían poco! Expresa-
ron que siempre estarían de acuerdo con coordinar y se fueron. Allí se formó
el Movimiento de Independientes 26 de Marzo. Mario Benedetti y Domingo
– 86 –

Carlevaro fueron sus representantes más notorios, si bien en su dirección había


otros activistas también relevantes.
Como parte de nuestra participación en las estructuras del FA (ya en su
nuevo local de la calle Julio Herrera, en pleno Centro) ayudamos con varios
compañeros a las tareas de Propaganda, Organización, Seguridad, entre otras.
Recordemos solamente aquí a dos: a quien presidiera la Comisión de Propa-
ganda por muchos años, Juan Carlos Rodríguez Castro, y a uno de los compa-
ñeros de Seguridad que cuidaba el local de Julio Herrera y atendía el ingreso:
Mario Martínez, entonces estudiante de Servicio Social, luego secuestrado
en Buenos Aires en diciembre del 77 junto a su esposa la Dra. María Antonia
Castro, ambos de Florida.86
En la búsqueda de antecedentes documentales que los autores llevaron a
cabo para este trabajo, y superando la destrucción –propia y ajena– de los «años
duros», apareció una copia de un trabajo que creíamos perdido. Los GAU gene-
raban, semanalmente, una copia ordenada en computadora (por cierto escasas en
1971) de los Comités de Montevideo, con sus datos básicos (nombre, dirección,
Coordinadora, Zonal de los GAU,87 día y hora de reunión de su Mesa y de su
Plenario). Una copia de ese trabajo se ponía a disposición del presidente de la
Comisión de Organización del FA, Cnel. Pérez Rompani, y era consultado por
los delegados de todos los sectores. El trabajo incluía un prolijo cuadriculado
de los sectores que habían acreditado delegado en cada Mesa de Comité (esta
última parte, riesgo represivo mediante, había sido cuidadosamente cortada y
destruida en la copia encontrada). Los Comités registrados actuantes sobre el
final del año llegaban al número 269. Este documento encontrado fue entrega-
do a la Presidencia del Frente para que pudiera ser visto por todos. Constituye
un buen testimonio de esa época fermental y de implantación en lo que refiere
a la capital del país.
La distribución geográfica del interior, con cifras menores, hacía menos
necesario este trabajo.
Nuestra propia realidad de «equipo militante» y la convicción de que el
principal aporte a esta nueva unificación debía estar en las tareas necesarias
para el conjunto, nos llevó, ya desde el mes de mayo del 71, a decidir que no
presentaríamos candidatos propios. El nuevo Frente tenía suficientes opciones.
Éramos más útiles trabajando por consolidar el naciente patrimonio común y

86. De Mario se sabe que falleció torturado por militares uruguayos en el pozo de Quilmes
en abril del 78. De María Antonia no se sabe nada desde mayo del 78, último testimonio de su
presencia en el pozo de Banfield.
87. El trabajo incluía, además del ordenamiento alfabético y ordinal, la clasificación por
los cinco zonales propios de los GAU, cada uno de los cuales agrupaba tres o cuatro Coordi-
nadoras del FA. El listado de cada zonal se le suministraba al responsable de ese frente en el
zonal correspondiente.
– 87 –

Inauguración del local en la calle Juncal.


(El Popular, 27/5/1971).

no integrando una única lista, fuera propia o de alianza. Esto no significaba


minimizar lo electoral, al contrario, pero estábamos convencidos de que el re-
sultado que importaba era el global y no el de un sector en particular. Trabaja-
ríamos por todas las listas.
Inauguramos un local en Juncal 1480, para poder tener un punto de referen-
cia con nuestras publicaciones y para colocarlo al servicio del FA y sus secto-
res en la zona en la cual estaba. Varios Comités y sectores lo supieron utilizar.
Su inauguración fue el 25 de mayo del 71, ante la atenta mirada y escucha del
público que llenó la calle y de los integrantes de otros sectores frentistas que
nos acompañaron, entre ellos el Gral. Baliñas, Julio Castro, el senador Fran-
cisco Rodríguez Camusso, los diputados José Luis Massera y Ariel Collazo, y
delegados del PS (Nelson Salles y Leonel Francis), del PDC (Carlos Baráibar),
del MAN (Jorge Durán Mattos) y del POR (Roberto Gurmida). Abrió la par-
te oratoria Enrique Rubio, siguieron Ricardo Vilaró y Héctor Rodríguez, y la
clausuró el candidato Gral. Seregni.88 El número de mayo89 de Lucha Popular

88. La crónica y las fotos del acto se pueden encontrar en El Popular del 27.05.1971.
89. Lucha Popular, n.o 25, correspondiente a mayo. En este mismo número aparece el aviso
con la Audición de los GAU en CX 42, Radio Vanguardia, todos los días a las 21.45.
– 88 –

reproduce la intervención íntegra de Héctor. En esa circunstancia ya anunció


que los GAU iban a «sostener firmemente» las candidaturas comunes y que no
postularían candidatos propios.
También tuvimos una modesta pero diaria audición en CX 42, donde se
seguían y comentaban los hechos del día y se indicaban las tareas generales
necesarias.
Avanzada la campaña, y sin perjuicio de nuestro trabajo principal en las
estructuras comunes, decidimos realizar una charla pública, que por varias razo-
nes se nos reclamaba, sobre «Unificación Socialista y Partido de Vanguardia».
Lo hicimos con anuncio en la prensa el 20 de octubre de 1971 en el Teatro El
Galpón de la calle Mercedes. Lo más memorable de ese acto, más allá de la
adecuada asistencia y las exposiciones, ocurrió cuando ingresó un fotógrafo
no previsto. Alguien, en el diario Ahora, había decidido con pleno derecho re-
gistrar el acontecimiento, y publicó al día siguiente la foto obtenida. Dos días
después el diario El Día levantó la foto de Ahora: «Morir… Tal vez Soñar…»
fue el título que acompañó la foto. Era comprensible. En automática y colec-
tiva reacción propia de la época, cada uno había inclinado la cabeza y levan-
tado la mano como quien se apoya un momento, buscando evitar el registro
individual. El conjunto era una platea que parecía totalmente dormida, lo que
aprovechó El Día para su puya. Mucho reímos y también aprendimos que ¡no
más actos propios chicos!

Charla en el Teatro el Galpón, 20 de octubre de 1971. (El Día, 23/10/1971).


– 89 –

Finalmente, ya cerca del acto eleccionario, decidimos hacer una única pe-
gatina llamando a votar al Frente. Las fotos que siguen muestran dos de los
murales utilizados, con nuestras consignas del momento: «La patria se hace
luchando», «Votar al FA», «Luchar es vencer».

Nos tocó la responsabilidad de preparar un escrutinio de control en Mon-


tevideo, donde las posibilidades eran mayores. Se le llamó el «conteo rápido»
y estaba basado en unos pocos datos que un delegado del FA, especialmente
asignado en cada mesa de votación, recogía y retiraba rápidamente. De inme-
diato lo entregaba en las Coordinadoras para hacer llegar los datos a los tres
puntos de concentración desde donde se trasladaban al lugar de digitación y
procesamiento. Esto permitió, sumado a la tarea de muestreo de circuitos que
otros instrumentaban, conocer un resultado cierto, con un número velozmente
creciente de circuitos. Pudimos así tener en el FA una versión propia del re-
– 90 –

sultado, lamentablemente perdedor, pero que permitió actuar rápidamente con


seguridad en las cifras. (Algunos veteranos frenteamplistas recordarán segu-
ramente las «planillas verdes» usadas para ese conteo rápido).
Sin perjuicio de nuestro trabajo de apoyo directo al Gral. Seregni en lo
que necesitara, fuimos aportando propuestas a lo largo del período, varias de
las cuales están reflejadas en los números de Lucha Popular que hasta ahora
hemos logrado rescatar.90
La primera está fechada el propio 5 de febrero y la hicimos pública en el ani-
versario de la fundación del FA, como ya hemos referido en el capítulo anterior.
Un punto peculiar fue el de las afinidades políticas. En el surgimiento del
Frente pensábamos que nuestros naturales aliados iban a ser los que venían,
como los que fueron integrantes del MAPU, de la «ilegalidad» (PS, MRO e
Independientes). Con el paso de los meses esto se fue desdibujando y las coin-
cidencias fueron cambiando.
A fines de agosto el Comité Central de los GAU libró un comunicado en el
que expresaba que por unanimidad había «confirmado la decisión de no postu-
lar militantes de los GAU como candidatos a cargos electivos y (…) propiciar
fórmulas susceptibles de lograr el máximo de adhesión popular».91 En efecto,
en la iniciativa presentada el 1.o de setiembre al Plenario Nacional del FA92 el
punto 2 dice que los «grupos políticos del FA facilitarán la presentación de una
lista de integración frentista, que incluya a los principales candidatos de los
sectores que postulan listas (…) y que sea capaz de servir como opción» para
los independientes (propuesta que no tuvo andamiento). Y agrega hacia el final
que los GAU no postularán candidatos y trabajarán por todas las listas (la de
integración y las sectoriales).
Cuando se planteó cómo se distribuirían las listas del Frente, sostuvimos
que los locales de todos los sectores del FA debían repartir todas las listas, pero
que lo íbamos a presentar como propuesta solo si había unanimidad.
Se opusieron todos los partidos (PC, PS, PDC, POR y otros): cada cual
distribuiría la suya. En cambio, grupos que suponíamos distantes de ese com-
portamiento en lo electoral nos dijeron que sí: la 9988, de Michelini y Roballo,
así como también también Erro y su 4190.

90. Los autores agradecen cualquier aporte que pueda obtenerse para completar los números
faltantes (casi veinte). Para contactarse con los autores pueden resultar útiles los correos elec-
trónicos siguientes: [email protected] y [email protected]
Los ejemplares disponibles tienen varias fuentes: los propios autores, aportes de compañe-
ros, la recopilación hecha por Jaime Yaffé en el Instituto de Ciencia Política y el archivo de la
Dirección Nacional de Información e Inteligencia (también para el Lucha Estudiantil), producto
de requisas en dictadura.
91. El Popular, 02.09.1971.
92. Lucha Popular, n.o 28, agosto de 1971, Montevideo.
– 91 –

Rápidamente se fue dando el acuerdo en repartir todas las listas, lo que nos
permitió pasar a tener una militancia en común con algunos grupos. En ese mar-
co, la 9988 nos propuso hacer un comando electoral entre aquellos que repartía-
mos todas las listas (eran diez listas las del FA en Montevideo)93 y lo hicimos.
La 99 tenía un local en Colonia y Rondeau y ahí pusimos la sede central.
Para todos nosotros a esa altura era full time la actividad, así que algunos de
los nuestros prácticamente pasaron a estar el día entero allí, pivoteando las
distribuciones de la propaganda y especialmente de las listas. Nuestra relación
con Zelmar se hizo diaria a partir de entonces, y muy especialmente lo sería
en 1972 y hasta su salida en junio del 73.
Paralelamente, el 26 de Marzo, que tampoco presentaba candidatos, tam-
bién terminó decidiendo repartir todas las listas. Se sumó a la tarea y ese co-
mando electoral funcionó bastante bien. Se agregó también el Movimiento In-
tegración, Doctrina Batllista, que estaba en la 9988, y que era el que conducía
Rodríguez Fabregat.
En las elecciones se dio una situación curiosa: la 9988 iba electoralmente
en sublema con el PDC, pero a esa altura las distancias sobre el acontecer po-
lítico entre ambos grupos aumentaban.
Faltando dos semanas para las elecciones, decidimos internamente que de
las diez listas que presentaba el FA, cada integrante de nuestra organización
eligiera su voto, sin publicidad, entre cuatro: la 90 del PS y la 1811 del MRO
por razones históricas, la 9988 y la 4190, de Michelini-Roballo y Erro respec-
tivamente, porque habíamos llegado a niveles de acuerdos importantes.
Desde allí en adelante, las sintonías políticas se mantendrán e irán acen-
tuando, y darán origen, a través de los tremendos acontecimientos de 1972 y
del primer semestre del 73, a la creación de La Corriente, estructura política
de coordinación en el interior del Frente que ya en 1973 realizará varios actos
y publicará el semanario Respuesta.

Las elecciones de 1971


El 28 de noviembre se realizaron las elecciones nacionales, que fueron
precedidas por un incremento sustantivo del clima de violencia y atentados
contra el Frente, agudizado especialmente después de su gigantesco acto de fin

93. Listas: 77 – Independientes (Julio Castro); 90 - PS (José Pedro Cardozo); 808 - PDC
(Juan Pablo Terra) en el Sub-Lema Frente del Pueblo; 9988 (Michelini, Roballo, Rodríguez
Fabregat), en el Sub-Lema Frente del Pueblo; 1001 - PCU (Enrique Rodríguez), FIDEL (Ro-
dríguez Camusso); 471 – POR; 1968 – PRT; 4190 (Erro, Durán Mattos), en el Sub-Lema Patria
Grande; 1811 (Ariel Collazo), en el Sub-Lema Patria Grande; 700 (Daniel Díaz Maynard), en
el Sub-Lema Patria Grande.
– 92 –

de campaña. Los últimos tres días, la agresividad anti-Frente en la vía pública


dominó las calles céntricas de Montevideo y de muchas ciudades del interior.
Concomitantemente, por primera vez, votaron los soldados de línea.
El Frente Amplio obtuvo un 18 % (5 senadores y 18 diputados) y los parti-
dos tradicionales sumaron un 81 %. Se proclamó ganador a Bordaberry, por el
Partido Colorado, que superó por tan solo unos 12.000 votos al Partido Nacional.
El Directorio del Partido Nacional impugnó el resultado como fraude. La ree-
lección de Pacheco fue derrotada, pero «arrastró» a Bordaberry en la elección.
Corresponde señalar que en 1966 y durante las décadas anteriores, los
partidos tradicionales sumaban el 90 % o más de los electores. Que la opción
no-partidos tradicionales aumentara al 18 % anunciaba un cambio del que no
se volvería atrás.
En Montevideo, su reducto principal, el FA llegó al 30 %, pero perdió ante
el 39,6 % del Partido Colorado. Los partidos tradicionales en conjunto, en la
capital, quedaron justo debajo del 70 %. De allí en más perderían porcentaje,
elección tras elección, hasta el acceso del Frente Amplio al Gobierno de Mon-
tevideo (1990) y al Gobierno nacional (2005).
El Frente había crecido especialmente entre los jóvenes, pero como estos
tenían una sensación de imperatividad de los hechos y una noción de cerca-
nía en los resultados, no les cayó nada bien el «veredicto de las urnas». El no
triunfo del FA, sobre todo en su candidatura a la Intendencia de Montevideo,
causó una decepción importante entre ellos. Los más veteranos sostenían que
no se había obtenido nunca el 18 %, por consiguiente era cuestión de conso-
lidar y seguir creciendo. Pero este razonamiento no conformaba a los jóvenes
ni a muchos otros.
Por otra parte, no se pudo revertir la situación de temor que los partidos
tradicionales habían instaurado en la calle con su campaña terrorista en relación
con el FA, a través de distintas acciones e incluso de movilizaciones conjuntas.
Amén del collar de atentados que hubo.
Después de las elecciones de 1971 hasta la finalización de la «guerra» entre
militares y tupamaros en noviembre de 1972, existieron muchísimas dificul-
tades para adquirir un protagonismo central frentista en el escenario político.
La radicalización primó.
Inmediatamente Seregni convocó para diciembre a una Asamblea Nacio-
nal de Comités de Base, buscando quebrar la depresión generada y queriendo
confirmar el texto fundacional que establecía que el Frente nacía «para la ac-
ción política permanente».
El 18 de diciembre se llevó a cabo el encuentro en el Club Platense, con
sus instalaciones colmadas. (Los primeros efectos de tal evento se tendrían en
el texto del Acuerdo Político del FA que se firmaría pocas semanas después,
el 9 de febrero de 1972).
– 93 –

En lo nacional, diciembre fue un mes con decenas de atentados contra Co-


mités y locales de sectores del FA.
También se asistió a una oleada de aumentos de precios que deterioraron
el poder adquisitivo de los salarios.

1972: El Estado de Guerra y el avance militar


Ya con Bordaberry electo –e incluso con Pacheco en la Presidencia hasta
el 1.º de marzo– el año 1972 llevó la confrontación nacional a niveles nunca
vistos en el Uruguay contemporáneo.
El 1.o de enero el MLN dio por terminada la «tregua unilateral» del año
anterior.
El 24 de febrero el MLN secuestró a Bardesio, fotógrafo integrante del
Escuadrón.
El 28 de febrero aparece acribillado Íbero Gutiérrez.
El 1.o de marzo asume Bordaberry.
El 9 de marzo, el nuevo Parlamento, ya instalado, hizo un levantamiento
parcial de las Medidas de Seguridad.
El 14 de marzo se realizó un paro general de la CNT por libertades y un
reclamo salarial del 40 %.
El 13 de abril se producen, simultáneamente, un nuevo paro general y la fuga
(«el gallo») de más de una docena de miembros del MLN desde Punta Carretas.
El 14 de abril es la «jornada trágica». El MLN mata a Acosta y Lara, a
dos policías y al capitán de corbeta Motto. Al poco rato el Ejército ocupa dos
bases del MLN, mata a ocho integrantes y toma importante información. Son
detenidos varios de sus dirigentes.
El 15 de abril el Poder Legislativo declara el Estado de Guerra Interno y
suspende las garantías individuales.
Comienzan fuertes acciones de las Fuerzas Armadas y Policía con deten-
ciones y «rastrillajes», seguidos de duras torturas.
Los atentados a locales y casas de frenteamplistas se cuentan en abril por
decenas.
El 17 de abril son asesinados ocho militantes en la Seccional 20 del Par-
tido Comunista.
El 29 de abril, en un acto del Frente Amplio, Seregni reclama «Paz para
los cambios y cambios para la paz».
El 18 de mayo se produce la acción del MLN contra la guardia de la casa
del comandante del Ejército, Gral. Florencio Gravina. Se mata a cuatro sol-
dados. Las acciones de las «Fuerzas Conjuntas» y las torturas se intensifican.
El 25 de mayo muere por torturas en Treinta y Tres, Juan Carlos Batalla,
integrante del PDC.
– 94 –

El 27 de mayo cae la «Cárcel del Pueblo» y son liberados Pereira Reverbel


y Frick Davies.94
El 10 de julio se promulga la ley de Seguridad del Estado.
El 31 de julio, en el Senado, Zelmar señala que del 30 de junio al 23 de
julio hubo una tregua en el país pactada por el Ejército y la guerrilla.
El 31 de agosto es herido y detenido Raúl Sendic.
En octubre, la negativa a la liberación de cuatro médicos desata una profun-
da crisis. Se van Gravina y Legnani. Asume como comandante el Gral. César
Martínez, y Armando Malet es designado ministro de Defensa.
El 15 de noviembre, las Fuerzas Conjuntas declaran «derrotada» la «se-
dición».

Veamos cómo evolucionaron los distintos actores durante los meses críti-
cos de 1972.

En las FF. AA la situación se fue decantando.


Estaban los grupos golpistas de siempre. También el antiguo grupo consti-
tucionalista, que cultivaba la lealtad al poder civil. Con Gestido no había pro-
blemas, pero con Pacheco la situación se complicó. Como hemos señalado,
algunos pasaron a retiro; otros, los más seregnistas, quedaron marginados, y
otros, como los coroneles Raimúndez y Trinidad se fueron acercando a los ya
conocidos golpistas. En la Marina, el C/A Francisco de Castro (comandante en
jefe de la Armada Nacional hasta octubre de 1969) se va pasando a la postura
de apoyar al golpismo, y el C/N Walter Pérez, que era de los constitucionalistas
que coordinaban con el movimiento sindical, también. En ese proceso, de Pa-
checo al golpe de junio del 73, los constitucionalistas van quedando en minoría.
El coronel Ramón Trabal (jefe de Inteligencia) también cambió de bando,
pasó de antigolpista a golpista.
En la represión antiguerrilla estaban todos de acuerdo. Y en pocos meses
lograron su objetivo: derrotaron a la guerrilla.
Los militares claves en el período del verdadero enfrentamiento con el
MLN no son los que fueron fuertes después del 75. Hubo un proceso de con-
centración de tareas a partir de la creación del OCOA (Organismo Coordinador
de Operaciones Antisubversivas). En determinado momento sacaron a Trabal
de Inteligencia y colocaron al general Amaury Prantl, que era un «duro», y
que luego fue desplazado y sustituido por el también general Iván Paulós, que
mantuvo el mismo signo de dureza. El período 73-78 fue de sistemático endu-
recimiento político y represivo.

94. Ulysses Pereira Reverbel, ex presidente de UTE, persona de confianza de Pacheco.


Carlos Frick Davies, ex ministro de Ganadería de Pacheco.
– 95 –

Consideremos ahora la evolución del MLN durante 1972.


En 1971 el Frente no había dejado de estar en el primer plano, pero en 1972
irrumpió el MLN con fuerza. Se colocó en el primer escenario.
En realidad, había comenzado a crecer a partir de 1968. La suma de lo que
estaba sucediendo en aquellos años a nivel sindical y político constituyó un
escenario favorable para el crecimiento del MLN. Politización radicalizada
y simpatía al MLN se daban casi en un solo acto. Así creció de una manera
formidable. Es la época en que se recogen los ensayos de Regis Debray y su
teoría del «foco».
En suma, empezaba a operar una guerrilla en un país y en unas circuns-
tancias en que parecía imposible que existiera una guerrilla. Sin embargo, el
MLN despertaba admiración en el Uruguay y en el exterior.
No obstante su crecimiento, durante 1971, atendiendo a las circunstancias
políticas, el MLN no tuvo un gran protagonismo (con excepción de las fugas
de sus integrantes). Pero una vez producidas las elecciones, la evaluación que
realizaron concluía que había existido una elección en la que había ganado la
derecha, por lo tanto a partir de allí tenían que intervenir ellos. Sin darse cuenta
que después de la fuga del 71, Inteligencia los tenía muy vigilados. La misma
había ubicado dos casas importantes del MLN y controlaba los movimientos
de varios dirigentes.
En aquella época, los hechos ya mencionados del 14 de abril de 1972 fue-
ron, para la población uruguaya, un shock muy impactante. Hubo una ruptu-
ra político-cultural, y en ese marco se votó el Estado de Guerra Interno en el
Parlamento.
Los temas fundamentales relacionados con libertades individuales se de-
terioraron dramáticamente.
La cuestión de la guerrilla tuvo luego otra inflexión el 18 de mayo cuando
el MLN mató a los cuatro soldados. Hasta ese momento se había atacado a ofi-
ciales, pero en esa fecha los ejecutados son soldados. La reacción interna en el
Ejército fue sentirse todos en riesgo, con lo cual se unificaron totalmente. Si el
14 de abril podía tener, o no, una explicación selectiva, el 18 de mayo unificó
a las Fuerzas Armadas totalmente.
Arrancó el período más duro y en seis meses, en noviembre, las Fuerzas
Armadas y policiales dieron por liquidado al MLN.

En forma simultánea, ¿cómo evolucionó el FA en 1972?


¿Qué hacía el Frente en el Parlamento? Tenía por primera vez una bancada
parlamentaria y peleó mucho contra la degradación de la llamada «guerra inter-
na». Denunció la acción autoritaria del Estado y, en particular, la violación de
los derechos humanos. Michelini se convirtió en una voz de enorme impacto.
– 96 –

Erro, Jaime Pérez95 y otros hicieron fuertes denuncias. Terra y Sosa Díaz tam-
bién y desde ángulos no susceptibles de ser acusados de simpatías con el MLN.
Pero al Frente, en el marco de la polarización y la guerra, le costaba re-
cuperar el protagonismo. Hubo un acto que se realizó sobre 18 de Julio, en el
Cordón, el 29 de abril, en el cual la gente no entendió la consigna de Seregni
–«Paz para los cambios, cambios para la paz»– y el pedido de la pacificación,
de la tregua. Se había llegado a un punto donde todo era maniqueo, blanco o
negro, no había posibilidades para otras posturas. Y este antagonismo dominó
los hechos; los frenteamplistas –y no solo ellos– no entendieron el mensaje
en ese acto. Por consiguiente, el protagonismo era del MLN y de las FF.AA.

Por último, ¿qué pasó con los GAU en esas circunstancias?


Una semana después del 14 de abril, los GAU le dirigieron una carta a
Sapelli en la cual se contestaba un comunicado de las Fuerzas Conjuntas que
declaraba a Lucha Popular una publicación clandestina.96
En los meses siguientes continuaron participando en las movilizaciones
sociales y políticas. Así el primero de mayo de 1972, en horas críticas, Ricar-
do Vilaró, al término de su intervención en el acto de los trabajadores como
miembro del Secretariado de la Central, advertía que «sepan los oligarcas y
enemigos del pueblo, que las organizaciones de base de todos los sindicatos del
país responderán con la huelga general, la ocupación de los lugares de trabajo,
a toda tentativa golpista y darán curso a la lucha del pueblo para imponer el
cambio que el país reclama como una condición de paz».97
Todo el mundo tenía alguna vía por la cual se contactaba con el MLN. Los
GAU habíamos discutido bastante con ellos sobre la importancia del Frente.
Como había un gran respeto por Héctor se dieron discusiones significativas.
Había contactos al más alto nivel y, después de abril, los informes que él daba
eran consistentes con lo que se lee en su momento en Lucha Popular.
En ese momento en los GAU manejábamos la necesidad de coordinar polí-
ticamente todas las formas de lucha, las legales y las ilegales. Considerábamos
que el que se abre por separado está condenado al fracaso.

95. Diputado y dirigente del PCU.


96. El 24 de abril de 1972, Héctor Rodríguez y Martín Ponce de León elevaron una car-
ta a Jorge Sapelli, como presidente de la Asamblea General, amparándose en el artículo 30 de
la Constitución, con una protesta porque en un comunicado oficial y en slides de televisión se
hizo referencia a Lucha Popular como un «periódico clandestino». Véase Lucha Popular, n.o
35, mayo de 1972, Montevideo.
97. Lucha Popular, n.o 35, mayo de 1972, Montevideo.
– 97 –

Febrero a junio de 1973


En esa época el Plenario del FA equivalía a lo que es en la actualidad la
Mesa Política, es decir se trataba de un organismo de reunión semanal donde
estaban todos los grupos. Los GAU teníamos allí dos votos. Nos representaban
Héctor Rodríguez y Martín Ponce, pero alcanzaba con que fuera uno de ellos;
generalmente concurría este último junto a José Arocena.
Recuerda Martín que en una oportunidad, ya en febrero de 1973, en la vie-
ja sede de la calle Julio Herrera y Obes, se reunió Seregni con Zelmar, Juan
Pablo Terra, Erro y Enrique Rodríguez o Arismendi. El despacho del general
estaba arriba. Cuando terminó la reunión y bajaron, Martín subió al despacho
por otro tema y encontró al general pensativo, como ensimismado, y sin pre-
guntarle nada le dijo, palabra más o menos, «sin duda que saben más que yo de
política, pero no puedo entender que no entiendan que el que sabe de militares
soy yo. ¡¿Cómo pueden tener dudas sobre Zubía o sobre el Goyo Álvarez?!».
¿Por qué importa tanto esta anécdota que ha quedado fijada en la memoria?
Porque coexistían en la izquierda varias visiones sobre el comportamiento de
los militares en febrero de 1973.
Nos consta que Seregni nunca se engañó. Pero tuvo que expresar a un Fren-
te dividido. A nuestro juicio, tenía una diferencia muy grande con el Partido
Comunista en cuanto a la interpretación de este último sobre el fenómeno del
«peruanismo»98 y sobre su eventual expresión en Uruguay. Entre ambas pos-
turas había una gama de posiciones. Michelini mantenía el diálogo con Trabal
y con César Martínez; significativamente, este último se retira con los sucesos
de febrero de 1973.
Aguerre, que estuvo preso con nosotros en Punta Carretas, tenía la misma
visión que Seregni. El 12 de febrero le dijo a su abogado el Dr. Korzeniak:
«doctor, ustedes son entendidos en leyes y política, pero de milicos no saben
nada. De lo contrario no podrían tomar en serio esas promesas de cumplir con
un programa con partes progresistas por parte de un grupo de militares donde
son mayoría los fascistas o filo fascistas, con algún nazi entre ellos. Esto es un
Golpe de Estado. Primeramente eliminarán las organizaciones de izquierda,
estudiantiles y obreras; los diarios de izquierda y luego los restantes, y al final
todo lo que no se declare a su favor incondicionalmente».99
Ya hemos señalado que quienes emprendieron la represión contra los tupa-
maros no fueron los mismos que posteriormente la siguieron contra los otros
grupos. En el período que va de abril a noviembre del 72, son todas las FF. AA.
las que están en lucha. Después comienza el período de la OCOA (y del SID).

98. En Perú, los militares de la época llevaban a cabo un gobierno militar con medidas
sociales y económicas progresistas.
99. Gral. Pedro Aguerre Albano, Hermano, trabajaremos de presos, o. cit., p. 93.
– 98 –

Participa, en lo grueso, una parte de las FF. AA.; los demás, sin perjuicio de
eventuales colaboraciones y de tareas propias del avance represivo y político-
militar, se dedican a otras tareas. Dentro del mismo proceso, es un cambio en
la organización de las tareas.
En febrero el gobierno quiso retomar un mando cada vez más esquivo.
Designó al general Antonio Francese como ministro de Defensa, pero ya los
sectores golpistas habían consolidado sus posiciones y lo bloquearon. Si en
lugar de Bordaberry hubiera estado al mando alguien con más entronque en
la vida política del Uruguay –Sapelli,100 por ejemplo–, posiblemente se habría
manejado la situación de otra manera y con otros respaldos. Ese fue el primer
desastre de Bordaberry y cuando comprobó que le había salido mal, creyó que
la gente lo iba a respaldar y todo terminó en el ridículo que conocemos.101 Cam-
bió entonces su postura y acordó con los militares en el pacto de Boizo Lanza.
En definitiva, bloquean a Francese y los militares publican los Comuni-
cados 4 y 7.
Los hechos de febrero tuvieron un fuerte impacto, hubo perplejidad en la
izquierda. ¿Cuál era, en el lenguaje de la época, la contradicción principal? ¿Po-
der civil versus poder militar, como plantearían Quijano y Aguirre González?
¿Oligarquía versus pueblo, atribuyendo un alcance peruanista a los Comuni-
cados 4 y 7, como sostendría el PCU y otros en la izquierda? ¿Otras posturas?
En medio de estas disyuntivas el Frente Amplio actuó. Durante la crisis
político-institucional realizó un acto en 8 de Octubre. Esa mañana los dos re-
presentantes del GAU habían ido a la casa de Seregni, porque este quería ha-
blar con Héctor Rodríguez. Recordamos el cuadro: Seregni, sentado; Licandro
al lado, Zufriategui parado, y en el mismo sillón de Seregni, otro militar que
suponemos era Pérez Rompani. Seregni decía, de acuerdo con nuestra memo-
ria, más o menos lo siguiente: «¿Y cómo piensan seguir? A ver, pregúntenle».
Zufriategui llama a Trabal y le transmite, y luego expresa: «Mi general, dice
que no tienen muy claro cómo seguir, pero que van a sacar otro parte, y que
tienen las unidades tales y cuales». Seregni responde: «Muy bien, dígale que
me doy por enterado, pero comuníquele que el acto en 8 de Octubre lo vamos a
hacer». Luego vuelve la respuesta a Seregni transmitida por Zufriategui: «Muy
bien, que se da por enterado».
El general tenía que resolver, porque en la interna del FA había opiniones
dispares. Por ejemplo Erro, que estaba en el extremo radical.
Seregni no quería confrontación. Conversó la postura con Héctor, quien
le manifestó que pararse respaldando a Bordaberry era un absurdo ya que ese

100. Jorge Sapelli era entonces el vicepresidente de la República. Mantuvo siempre una
firme actitud democrática.
101. Convocó a los ciudadanos a la Plaza Independencia y la concurrencia no llegó a un
centenar.
– 99 –

personaje no daba garantías. Luego le propuso que planteara la renuncia de


Bordaberry para que asumiera Jorge Sapelli, dado que este tenía historia, con-
sistencia, relación con distintas esferas del país, y además era el vicepresidente
de la República. A los militares se les complicaría, en esa hipótesis, si renun-
ciaba Bordaberry.
Si el mismo planteo le llegó de otros actores, no lo sabemos. De esta parte,
fuimos testigos.
El general estuvo de acuerdo con el planteo y fue al acto con dos cosas
claras: una, que solo hablaría él, y la segunda que en su discurso plantearía la
renuncia de Bordaberry.
Seguimos pensando que era una línea correcta. Esa línea del general no
era peruanista sino institucional: si se concretaba, el Ejército debía volver a los
cuarteles. En definitiva caminó por un hilo delgado en esa compleja situación
del entorno. Pero fue una de las veces en las que tomó la posición solo, y asu-
mió la responsabilidad, experimentó el choque. Él estaba seguro y veía que los
otros se equivocaban. Tomó una postura más allá de la opinión de los partidos.
Sobre la posición formal de los GAU en el tema, que no fue la de Quijano
ni la de Aguirre González ni la del PCU, tanto los documentos de los GAU de
esa época como distintas manifestaciones posteriores de Héctor han desarro-
llado el punto.
Así, en dos charlas dadas en 1984 a integrantes del Frente Independien-
te Universitario102 manifestó sobre la crisis de febrero: «La apreciación sobre
estos comunicados motivó divergencias en el seno del movimiento popular:
nadie podía desconocer que algunas de las reivindicaciones que el comunica-
do número cuatro contenía eran viejas reivindicaciones del movimiento popu-
lar; pero el problema es que no se trataba de poner al movimiento popular a la
cola de las Fuerzas Armadas, porque formularan estas reinvindicaciones para
encubrir una intervención en la política, porque el propio comunicado número
cuatro terminaba con una amenaza de represión general (…)».
Para los GAU la postura de renuncia de Bordaberry debía ir acompañada
de muy importantes movilizaciones, principalmente del movimiento sindical.
Ha recordado Ricardo Vilaró103 que el dirigente textil e integrante del secre-
tariado de la CNT, Adrián Montañez, exigió concreciones inmediatas de los
Comunicados 4 y 7, y propuso en la Plenaria Nacional de Delegados una Pla-
taforma de Acción Inmediata de contenido programático acompañada de me-
didas de lucha tendientes a iniciar una movilización creciente y en ofensiva,
del conjunto del movimiento sindical. El propio Héctor Rodríguez manifestó

102. Que fueron publicadas como Rodríguez, Héctor: Unidad sindical y huelga general,
CUI, Montevideo, 1985, pp. 52,53.
103. 5 Vertientes de la izquierda, o. cit. p. 166.
– 100 –

en 1990 en una entrevista-video realizada por Universindo Rodríguez que «Si


nosotros hubiéramos tenido la mayoría en la dirección del movimiento sindical
(…) hubiéramos lanzado la huelga general».104
En esta concepción, la oposición oligarquía-pueblo se expresaba en febrero
del 73 en una postura institucionalista y políticamente viable (el presidente era
indefendible pero el vice haría un relevo ordenado si tenía un decidido apoyo
social y político). Seregni, pues, planteó la renuncia de Bordaberry, el manda-
tario quebrado por el golpismo militar.
Al respecto, discrepamos con Caetano y Neves cuando, en la obra ya cita-
da, atribuyen a Seregni «una evaluación sin duda benévola –e ingenua– sobre
la creciente injerencia de la fuerzas armadas en la vida política de Uruguay»,
que agregaba «confusión».105
Claro, no desconocemos que en un contexto fuertemente teñido por el
«peruanismo» de algunos sectores del FA, las posturas del general pudieron
introducir incertidumbres diversas.
Pero el fondo estaba claro.
Los acontecimientos de los meses siguientes son conocidos. Mucho se ha
dicho y escrito sobre el lapso que separa la crisis de febrero del golpe de Es-
tado del 27 de junio de 1973. No vamos a agregar nada nuevo. Bien es sabi-
do que la crisis de febrero implicó un salto en calidad en el proceso golpista.
Para algunos fue más, constituyó el propio golpe. Para otros –nos incluimos–,
su «preámbulo». Los GAU insistieron, en distintos pronunciamientos y docu-
mentos, en caracterizar al período (diciembre de 1967-junio de 1973) como
signado por un autoritarismo creciente, iniciado con el pachequismo y luego
convertido en una escalada golpista que culminaría en el golpe cívico-militar
del 27 de junio. En esta última fecha el presidente Juan M. Bordaberry decretó
la disolución de las Cámaras Legislativas y de las Juntas Departamentales, y
la instalación de un Consejo de Estado.

27 de junio, Seregni y la huelga general


Recuerda Martín Ponce que luego de conocer que la disolución del Par-
lamento era un hecho, mientras varios salían de la reunión interna efectuada
de urgencia a concretar el lanzamiento de la huelga general, a él le tocó ir al
Parlamento para hablar con Jaime Pérez. Le manifiestó que se debía comenzar
de inmediato la huelga general, y Jaime le contestó «por 48 horas, y después
vemos». Y eso fue lo que en definitiva resolvió el Secretariado. En el medio,
Seregni salió fuertemente a respaldar la huelga, la convirtió en una posición

104. Ib.
105. Caetano y Neves, o. cit., pp. 335 a 338.
– 101 –

política y entonces, a las 48 horas, la huelga tenía el peso del general. El Se-
cretariado de la CNT resolvió su continuación, a partir, sin dudas, del enorme
respaldo que ella había obtenido.
Sin embargo, si no se hubieran impulsado determinado tipo de medidas, en
pocos días la huelga general habría quedado desahuciada. El talón de Aquiles
fue febrero, en muchos sentidos. Las apreciaciones que se hicieron no fueron
del todo correctas, y la huelga general se desencadenó en un momento en que
no se tenía una conciencia nítida y general de lo que estaba pasando. Hubo di-
ficultades ya en los primeros días.106
El libro firmado por Hugo Lustemberg107 sobre la huelga general recoge en
líneas generales la visión que tuvimos de ella en la conducción de los GAU. Es
el primero, por otra parte, que se publicó en el Río de la Plata incluyendo los
principales documentos de esta gesta en defensa de la democracia uruguaya.
Tengamos en cuenta algunos jalones de la huelga:
Jueves 28: la Dirección de la Central levanta una plataforma de cinco puntos:
libertades, garantías y derechos, saneamiento económico (nacionalización de la
banca, del comercio exterior y la industria frigorífica), incremento de salarios
y pasividades, erradicación de las bandas fascistas en la enseñanza. También
ese día se da el primer comunicado de Seregni108 y se produce en esas circuns-
tancias iniciales la integración de un comando de dirección de la huelga, sin
participación de la tendencia minoritaria.109

106. Unidad sindical y huelga general, o. cit., pp. 57 a 59: Héctor sostiene que no hubo
claridad en cuanto a los objetivos de la huelga, tampoco un plan detallado (los problemas del
transporte y del abastecimiento de combustible derivan de esta carencia).
107. Lustemberg, Hugo: Uruguay: imperialismo y estrategia de liberación, Achaval Solo,
Argentina, 1974 (aunque se terminó de imprimir en enero de 1975). Hay documentos en este libro
de la más diversa naturaleza: gremiales, políticos, universitarios, religiosos, etcétera: pp. 132 a
176. Se incluyen al final dos documentos en los que también intervinieron los GAU: «Digan la
verdad señores jefes», firmado por Frentes de lucha contra la dictadura, del 11 de julio; y «La
lucha continúa», declaración de La Corriente, del 12 de julio. El libro se cierra con dos capítulos,
uno sobre «Las Enseñanzas de la Huelga General», y otro sobre las «Bases para una Perspectiva».
Como narra Víctor L. Bachetta, en Las historias que cuentan, 20 años después, testimonios
para una reflexión inconclusa, Instituto del Tercer Mundo, Montevideo, 1993, p. 7: en enero
de 1974 se fue para la Argentina, llevando consigo varias carpetas de materiales reunidos por
los GAU sobre la huelga general, y el encargo de escribir una crónica de la misma. Así lo hizo.
Refleja, en lo fundamental, «la opinión de la organización política».
Lustemberg, un compañero delegado del sindicato del medicamento en la Mesa Representa-
tiva de la CNT, quien salía hacia Cuba por razones de tratamiento médico de un familiar, aceptó
se utilizara su nombre ya que su alejamiento obligado daba mejores condiciones de seguridad
para quienes permanecían en la zona.
108. Ib. pp. 89, 90.
109. Ib. p. 90.
– 102 –

Sábado 30: Declaración conjunta del FA y el PN proclamando su «más


amplia y fervorosa solidaridad y el apoyo decidido a ese combate popular en
defensa de los intereses del país».110
Ese mismo día comienzan las desocupaciones y se da una doble directiva:
«concentrarse en los locales sindicales» desde el Secretariado de la CNT, y el
boletín de La Corriente dirá: «re-ocupar los lugares de trabajo apenas se reti-
ren las fuerzas represivas». Esta última consigna unifica la forma de resistir.
Jueves 5: Acuerdo político FA-PN estableciendo las «Bases para la salida de
la actual situación»: restablecimiento de las libertades, derechos y garantías; de-
rechos de los partidos y los gremios; incremento de salarios y pasividades; pro-
grama mínimo contra los privilegios de los poderosos y la dependencia externa;
Asamblea Constituyente y Legislativa y posterior convocatoria a elecciones.111
Lunes 9: histórica movilización en 18 de julio «a las 5 de la tarde».
Miércoles 11: Levantamiento de la huelga por mayoría.
Estos jalones, sin embargo, no nos dan idea de las principales etapas de la
huelga. De acuerdo con la visión que nos formamos en aquellas circunstancias,
que se corresponden en líneas generales con lo que se desarrolla en el capítulo
sobre las enseñanzas del libro citado, esas etapas serían las siguientes: el des-
pliegue inicial y el intento de negociación (del 27 al 29/6); la represión y as-
censo de la huelga (del 30/6 al 4/7); la nueva ofensiva represiva y el descenso
(del 5/7 al 7/7); la recuperación y alza de la movilización (del 8/7 al 10/7); el
levantamiento (11/7/1973).
Esta periodización corresponde en líneas generales con la experiencia que
tuvimos en el comando de los GAU durante ese período. Es definidamente
crítica de la conducción, y destaca vacilaciones en el arranque rápidamente
subsanadas por la contundencia de la convocatoria de Seregni, directivas con
objetivos limitados en la negociación con el ministro Bolentini, marchas y
contramarchas en el transporte y en otros gremios e inicialmente en las reocu-
paciones, etcétera.
Levantada la huelga, La Corriente dirá112 el 12 de julio:
«Con el cumplimiento de una huelga general durante 15 días ha culminado
una etapa de la lucha del pueblo contra la dictadura instaurada en nuestro país.
Todos los orientales debemos expresar nuestro orgullo por un pueblo tra-
bajador que, despreciando amenazas y presiones, derrochando coraje, firmeza
y disciplina, supo ratificar ante el mundo que esta no es patria ni de mansos ni
de sometidos.

110. Ib. p. 97.


111. Ib. p. 114.
112. Declaración de La Corriente, La lucha continúa, 12 de julio de 1973.
– 103 –

Hoy, cuando la huelga general cede su lugar a otras formas de lucha, La


Corriente ratifica su vocación revolucionaria, llamando a todo el pueblo a la
resistencia contra la opresión (…)».
En suma, a nuestro juicio y con independencia sobre algunas valoraciones
críticas, nadie debería desconocer el valor de esta experiencia formidable en
la sociedad uruguaya.
No quisiéramos terminar esta parte sin la memoria de Adrián Montañez. Fue
uno de los militantes textiles más jóvenes y brillantes, llegó a ocupar los luga-
res de dirección más importantes en el gremio textil (era obrero de Alpargatas)
y en la conducción de la CNT. Ya se lo visualizaba como el sucesor de Héctor
en el sindicalismo. Falleció a consecuencia de un accidente de moto absoluta-
mente banal, durante la huelga general, el 1.o de julio de 1973. Adhemar Esto-
yanoff evocó en una entrevista113 el contexto y las dramáticas circunstancias:
«El Tano fue decisivo para mi ingreso en La Aurora (…) por los últimos meses
del año 72. A partir de ahí nos comenzamos a ver seguido, nos integramos en
las tareas de militancia del COT, en la agrupación GAU de La Aurora (…) me
empieza a llevar a lo que era el Coordinador Textil de los GAU. (…) me hacía
dar opinión, era medio difícil, yo creo que él lo hacía con toda intención, era
removedor y había mucha gente que eran «vacas sagradas» del movimiento
sindical, pero muy anarcos en su forma de militar, eran caudillos sindicales y
respondían, si se ponía difícil la cosa, solamente a Héctor Rodríguez.114 (…)
Cuando termina la reunión, el Tano tenía una Vespa, que andaba por todos la-
dos y ya había tenido varios accidentes, en particular uno muy aparatoso en la
marcha de los textiles de Juan Lacaze a Montevideo, donde si mal no recuerdo
salió con varias quebraduras. Te cuento esto porque increíblemente esa noche
no le arrancó la moto, volviendo al local de la calle Concordia y Carlos María
Ramírez, la moto que no le arranca y se tira por Concordia hacia el lado del
Frigorífico que había una bajada, yo lo miraba desde la puerta del local, aden-
tro estaban todos los compañeros, y cuando le arrancó la moto en la segunda
cuadra, pega la vuelta, viene subiendo, y en la esquina había un pocito, porque
en realidad era un pozo de mierda, era la ruptura del paño entre hormigón y
hormigón, se le clavó la rueda y el Tano cae aparatosamente por encima de la
motoneta y queda tirado en la calle».
Después sigue lo peor. Se golpea en la cabeza. Lo trasladan al Clínicas
donde es operado en un intento por salvarle la vida, pero fallece. Fue velado
por muchos compañeros en la Facultad de Medicina.

113. Entrevistas citadas de Ares y Fein.


114. Evoca a Peñaflor, Pimienta, Caetano, Wáshington Pérez, Maximiliano da Costa y otros.
– 104 –

La construcción de La Corriente
Es muy claro todo lo hecho en esos años buscando nuestro primer objetivo
estratégico (el frente antioligárquico y antiimperialista), pero cabe preguntarse
qué había sucedido con nuestro segundo objetivo: la unificación del partido de
definición socialista.
De acuerdo con el Cuaderno n.o 3, esta vanguardia debía tener definiciones
ideológicas muy precisas; gran capacidad para la previsión y la acción estra-
tégica; «preparación para actuar en todos los terrenos, con todas las formas y
métodos de lucha»; aceptación y aplicación del «centralismo democrático»;
contar con «un sistema eficaz de formación teórico-práctica (…) y de acumu-
lación y transmisión de la experiencia lograda»; «una permanente capacidad
autocrítica»; «una importante centralización de la información (…)» y, final-
mente, «una moral de militancia ejemplar».115
En relación con los métodos de lucha siempre se participó de una concep-
ción amplia y a la vez estrictamente vinculada con la sociedad civil. Así, en el
material preparatorio del Primer Congreso realizado a fines del 70, se escribió:
«La represión (agresión y muerte a manifestantes, encarcelamiento, torturas,
prohibición de reuniones, etc.) justificó por sí todas las formas y métodos de
lucha surgidos para defender al pueblo; pero si se pretende pasar de la defensiva
a la ofensiva, todas las formas de lucha por bien justificadas que estén históri-
camente, deben integrarse –en las condiciones del Uruguay– con el desarrollo
del movimiento real de las grandes masas populares».
En relación con la estrategia para la construcción de dicho partido, el Se-
gundo Congreso celebrado en 1972 en el punto n.o 29 de la Resolución General
establece:116 «La política unificadora para la creación del Partido Revolucio-
nario de Vanguardia debe tener en cuenta las características de tal partido (ver
“Materiales para la formación política del militante”, pp. 72 y 73) y, en conse-
cuencia: a) priorizar y lograr un incremento del papel político de los Comités de
Base de las grandes empresas en el FA, en todo el país; b) promover y ayudar
a los cuadros obreros en los comités de barrio; c) buscar acuerdos con los gru-
pos de definición socialista para actuar específicamente en las organizaciones
obreras de masas; d) dar una clara consigna por la unificación socialista, rea-
lizando un llamado a todos los grupos y partidos para discutir las condiciones
del proceso de unificación hacia la construcción del partido obrero unificado;
atendiendo a la dramaticidad que adquiere en las actuales circunstancias del
país la dispersión táctica aún vigente en la izquierda, el Congreso reafirma la

115. Todos estos conceptos provienen del Cuaderno n.o 3, pp. 5 y 6.


116. Las resoluciones del Congreso se publicaron como Cuaderno n.o 4.
– 105 –

decisión de impulsar la unificación con todas las organizaciones y en todos los


niveles de la lucha popular».
En aquella época, el avance más importante que realizamos hacia dicho
objetivo fue la participación en la creación de La Corriente.
En ese tiempo se comenzó a hablar de que ese grupo, el que había tenido
un comando electoral común, era una «corriente» con muchos puntos compar-
tidos. ¿Por qué no establecer una coordinación más institucionalizada? Ello se
decidió a la altura de octubre del 72.
El Movimiento 26 de Marzo seguía en actividad, aunque había caído mu-
cha de su gente vinculada al MLN.
El primer acto de La Corriente fue en Colón; el segundo, ya más formalizado
el agrupamiento, en Sayago; el tercero en Gral. Flores y Garibaldi y el cuarto
en Maroñas. El acto final de la primera etapa fue en la Caja de Jubilaciones.
Más adelante, en el Palacio Peñarol, se realizó un formidable acto de La Co-
rriente el 29 de mayo de 1973, en plena turbulencia política, al que asistieron
Seregni, Crottogini y Villar,117 y los principales dirigentes de las fuerzas políti-
cas frenteamplistas; se recibieron adhesiones de organizaciones de izquierda no
frenteamplistas y también de movimientos sociales y de Comités de Base, así
como de distintas fuerzas políticas de la región.118 Hablaron Michelini y Erro.
Este período es riquísimo; en él se procuró convertir en una estructura polí-
tica común119 a esa conjunción de gente que venía de muy distintos lados pero
que en el Frente adquiría otra significación.
La carta previa al primer número del semanario Respuesta es muy impor-
tante. Ya se había realizado el acto de Colón, e incluso salen fotos del acto de
Sayago. Incluye una declaración que firman los grupos políticos. En ella se
definen aspectos tales como realizar actos públicos, editar el semanario Res-
puesta, la oratoria en los actos y la orientación del semanario. Manifiestan una
fundamental coincidencia en objetivos programáticos y políticos y la resolución
de formar un grupo político al que se denominará La Corriente (con la mirada
de hoy, quizás uno de los mayores aciertos: no se habla de un «partido» sino
de una «corriente»). Tuvo singular importancia el área sindical de la Corriente.

117. El Dr. Hugo Villar fue el candidato común a la Intendencia de Montevideo en 1971.
118. La principal cobertura gráfica se encuentra en el n.o 7, del 31.05 al 07.06.73, Impre-
sora Alborada, Montevideo. La crónica de ese número 7 se amplía en el 8, correspondiente a la
semana del 7 al 14 de junio.
119. Para coordinar las actividades se estableció una reunión semanal en el despacho de
Michelini en el Senado. Allí concurrían regularmente Zelmar y Nelson Alonso por la 99, Mario
Benedetti y Domingo Mingo Carlevaro por el 26 de Marzo, Erro y el diputado Luis Imas por Pa-
tria Grande, Héctor Rodríguez y Martín Ponce por los GAU, Eduardo Juarena, Sergio Previtalli
y algún otro más ocasional. Allí se acordaron las actividades en el texto relatadas.
– 106 –

En todo este proceso los que confluiríamos en La Corriente estábamos muy


confrontados con el PCU, antes y después de febrero del 73. Antes de febrero
este enfrentamiento se expresaba en los actos del FA: mientras intentábamos
corear «liberar a los presos por luchar», ellos trataban de acallar esa consigna
y masificar con «unidad, unidad».
La edición del semanario Respuesta fue muy importante para el desarrollo
de La Corriente. El redactor responsable fue Héctor Rodríguez. Todos los nú-
meros incluían cuestiones nacionales –con mucha información gremial–120 y
latinoamericanas. Y una de las plumas asiduas fue Zelmar Michelini. En honor
a él, en 1985 el CUI editó un libro con sus artículos.121 En el Prólogo firma-
do por Héctor, dice: «En los 20 ejemplares que el semanario Respuesta pudo
editar –desgarrado por clausuras– entre abril y octubre de 1973, encontramos
10 artículos firmados por Zelmar Michelini. Los 7 primeros fueron escritos en
Montevideo; los 3 últimos, en Buenos Aires donde se había trasladado para
cumplir una tarea política encomendada por el Frente Amplio. Allí estaba cuan-
do se produce el golpe de Estado del 27 de junio de 1973 y desde allí reanudó
sus vínculos con el semanario mediante el cual se expresaba la “Corriente”,
asociación de fuerzas frenteamplistas que integraban (…)», y sigue el listado.
Termina el Prólogo con un párrafo muy expresivo: «La lectura de estos artí-
culos permite ubicar un pasado relativamente reciente, determinar tareas para
el presente y fijar un rumbo claro para el futuro. “Encender el futuro con una
pocas brasas”, como –a propósito de Zelmar– dijo Mario Benedetti en mayo
de 1976. Y nadie podrá decir mejor».
En medio de ese período del semanario Respuesta –abril a octubre de 1973–,
y después del golpe de Estado del 27 de junio, La Corriente suscribe una Decla-
ración Constitutiva en agosto que firman todos sus grupos. En ella se definen
los tres pilares de su acción política: popular, nacionalista y revolucionaria.
En el punto cuarto afirman que «las organizaciones firmantes, sin perjuicio
del mantenimiento de sus respectivas identidades, acuerdan orientar su lucha
por la liberación nacional a través de una organización común».122 Firman la
Agrupación Pregón-Julio César Grauert, los Grupos de Acción Unificadora,
el Movimiento de Acción Nacionalista, el Movimiento de Independientes 26
de Marzo, el Movimiento por el Gobierno del Pueblo, el Movimiento Revolu-

120. El reportaje que se hiciera a Enrique Rubio en el n.o 17, correspondiente a la semana
el 16 al 23 de agosto, por ejemplo, analiza a página entera la crisis de Secundaria. En un número
anterior, el n.o 1, del 26 de abril de 1973, se difunde la Lista 21-73 de la Corriente que permitió
a Enrique llegar a la presidencia de la Gremial de Profesores de Montevideo.
121. «Siempre el pueblo. Artículos de Zelmar Michelini en Respuesta», CUI, Montevideo,
1985.
122. El Tejedor, o. cit., p. 360.
– 107 –

cionario Oriental, el Movimiento Socialista, la Unión Popular, y otros grupos


coordinados con la UP y el MAN en el movimiento Patria Grande.
Pero resulta claro que el golpe de Estado y la represión posterior frustra-
ron este proceso.
Sin perjuicio de ello, transcurridas varias décadas, nos permitimos algunas
reflexiones.
Hoy el concepto partido de vanguardia está diluido. ¿Por qué ha cambiado
tanto dicho concepto? Resulta difícil determinarlo.
La realidad ha seguido otros caminos: ¿quién fue la vanguardia en la salida
de la dictadura, quién del voto en blanco, quién del referendo del voto verde,
quién de la lucha contra la privatización de las empresas públicas, es decir,
quién fue la vanguardia de las verdaderas gestas?
En los hechos, el concepto de partido de vanguardia no se ha expresado.
El pensamiento democrático ha seguido otros caminos. Rechaza lo que pare-
ce «elitista» (toda vanguardia supone una retaguardia). No habla de «masas»
sino de ciudadanos o de sociedad civil, de corrientes, vertientes o redes, o eli-
ge otros conceptos y expresiones, según el caso, lugar y tiempo. Las formas
de participación y comunicación han adquirido una extraordinaria diversidad.
A la vez se constatan elementos más complejos: las agendas se han modi-
ficado; la gravitación y seducción de lo político se ha debilitado; la relación
entre lo individual y lo colectivo, transformado; los sistemas de valores han
evolucionado en distintas direcciones.
Lo que no se ha diluido, sino que asume en este mundo cambiante un valor
de enorme importancia, es el concepto del militante, con toda su impronta de
compromiso, de valores éticos, de actitud solidaria, y el concepto de organi-
zación política (que hoy puede ser en distintos escalones y ámbitos) con capa-
cidad de formación y de información, de coordinación y actuación. De lo que
se trata, hoy más que nunca, es de participar de herramientas con la capacidad
de pelear para transformar el mundo, a la velocidad y con las formas posibles
en el mundo real, en la dirección de la sociedad solidaria y con realización de
todos, a la que aspiramos.
Por otra parte, con menos ajustes, el concepto de alianza social, lo que
hoy acostumbramos a llamar la base social del cambio o el bloque social de
los cambios, se mantiene; la política de aislar al enemigo principal y unir a lo
demás (los textos y resoluciones diferencian siempre la o las clases dominan-
tes de su franja superior oligárquica), de superar la atomización y la dispersión
táctica, ha conservado plena vigencia.
– 108 –

La evolución organizativa de los GAU


Al comenzar los Comités de Base del Frente Amplio se multiplicaron los
núcleos territoriales de los GAU, en general por Coordinadora y excepcional-
mente por Comité. Un nuevo frente de tareas se había creado.
En el Comité Central se agregó una nueva comisión de dirección asociada
al Frente Amplio y a las cuestiones políticas en general.
La acreditación de delegados en las Mesas de Comités, Coordinadoras y
Departamentales del interior, para ayudar a consolidar un FA que se entendía
fundamental, llevó a muchos de los nuestros a asumir la representación formal
de la organización, con todo lo que esto implicaba de necesidad de coherencia
general y las posibilidades de tareas y crecimiento asociadas.
Fue el período de mayor despliegue de los GAU. Su trabajo, reconocido
en lo sindical, en lo estudiantil, en el Frente Amplio y en todo lo asociado al
funcionamiento interno de respaldo, llevó a coordinar a un millar de militan-
tes en esta etapa.
A los sectores clásicos (sindical y estudiantil) se agregará el territorial y la
expansión del sector estudiantil hacia Secundaria, donde se formarán núcleos
en más de una decena de liceos.123 Los GEU o Grupos Estudiantiles Unifica-
dores llegaron a reunir varios cientos de adherentes.
En relación con la importancia de la estructura de base del Frente Amplio
un claro indicador lo constituye el contenido de los diferentes números de Lu-
cha Popular.
En todos los números posteriores a octubre de 1970 se toma nota de acon-
tecimientos internacionales significativos, latinoamericanos y mundiales, se
realiza la crítica de las posturas del gobierno, se informa de las movilizacio-
nes sindicales y populares, y se exponen directivas para el accionar del Fren-
te Amplio, en particular de sus Comités de Base. En relación con este último
punto, un extenso artículo titulado «Tareas de los Comités» desarrolla en abril
de 1971124 las cinco principales orientaciones de trabajo: el fortalecimiento y
expansión del FA con núcleo en los problemas de la coyuntura que más sufría
la población, la «asimilación crítica de todas las experiencias de lucha vividas
en estos últimos años»; la planificación de las acciones y movilizaciones del
Comité vinculadas con distintas luchas solidarias; la realización de campañas
de afiliación y otras vinculadas con la desocupación y distintos problemas so-
ciales, y todo esto llevaba, en quinto lugar, a que el Comité se sintiera «órgano
de lucha y de poder del pueblo», con independencia de los ciclos electorales.

123. Liceo 18 (Prado), Liceo Larrañaga (3), Liceo 15 (Carrasco), Liceo Miranda (2), Liceo
Suárez (7), Liceo 11 (Cerro), Liceo 22 (La Teja), I.A.V.A., Liceo Zorrilla (4), Liceo 13 (Maro-
ñas) y contactos en otros.
124. Lucha Popular n.o 24, abril de 1971, Montevideo.
– 109 –

Esta postura es coherente con una consigna reiterada en muchos textos: «las
multitudes pesan en la vida política; pero solamente cuando están organizadas
deciden».
En la concepción que desarrollaron los GAU, los comités territoriales
(«geo-referenciados», diríamos hoy) o funcionales (por lugar de trabajo o es-
tudio) cumplen un rol clave como eslabón o vínculo entre la lucha sindical y la
política. A este tema se dedica una página íntegra en Lucha Popular de agosto
de 1971: cada vez que un comité apoya a un gremio fortalece el vínculo entre
las demandas reivindicativas y la lucha por el programa de cambios para el
país (el programa para la nación, no el programa de la clase, distinción clave
que permitió la elaboración del programa del Congreso del Pueblo). Y, cada
«lucha reivindicativa que se convierte en combate programático crea entre los
trabajadores la necesidad de su organización también a otros niveles, al nivel
político partidario (y frentista)».125
En 1972, en pleno «período de guerra» se realizó el Segundo Congreso de
los GAU. Fue, probablemente, la mayor «operación» interna en cuanto a la
complejidad que supuso, en ese marco, reunir con razonable seguridad a casi
un centenar de compañeros delegados de todos los núcleos del momento. La
discusión de la propuesta de conclusiones se dio en las semanas anteriores a
todos los niveles y en paralelo a mantener las tareas de los «frentes de masas».
Luego del Congreso, las resoluciones fueron publicadas en el Cuaderno n.º 4.
Por otra parte, la mayor potencia de coordinación y dirección se ejerció
durante la huelga general.

125. «Combate sindical y lucha política», en Lucha Popular n.o 28, agosto de 1971, Mon-
tevideo.
CAPÍTULO V
LA REPRESIÓN SOBRE LOS GAU

Después de la huelga, ¿qué hicimos en agosto y setiembre de 1973 en las


elecciones universitarias? ¿Cuáles fueron, de nuestra parte, los episodios más
importantes?
Fue un período de despidos, detenidos, reacomodo sindical, presentación
de dirigentes sindicales buscando «legalizarse» y, en otro plano, instalación de
la «institucionalidad» de la dictadura cívico-militar.
Con especial intensidad se vivieron en la Universidad las elecciones uni-
versitarias de setiembre del 73, último reducto de manifestación electoral en
el país, con un triunfo arrollador de las expresiones contrarias a la dictadura.
Pocos días después, el 27 de octubre de 1973, estalló una bomba en la Fa-
cultad de Ingeniería, suceso en el que murió Marcos Caridad Jordán, integrante
de los GAU. Se nos acusó de haber generado el hecho.
Recién cuatro días más tarde, el 31 de octubre, fueron a la casa de Héctor
Rodríguez y lo detuvieron.
Por decreto del 28 de noviembre la dictadura dispuso la ilegalidad de ca-
torce organizaciones políticas y gremiales, entre ellas los GAU, junto al PS,
PCU, UP, ROE, la FEUU y otros sectores de izquierda.
Durante esos meses y a pesar de las dificultades, seguimos haciendo los
mayores esfuerzos en los diferentes ámbitos. Enterados de que iban a detener
a los decanos y al rector, ayudamos a salir del país a Samuel Lichtensztejn y
a algunas personas más.
En los primeros días de abril del 74, previa decisión de la Junta de Coman-
dantes, la Justicia Militar decidió procesarnos, a la gran mayoría, por «asocia-
ción subversiva» (¡de 6 a 18 años!), y quedaron presos veinticinco miembros
de los GAU.
Vivíamos un cambio de época, a tono con la dictadura instalada definiti-
vamente meses antes. Los compañeros que continuaron con la actividad cam-
biaron totalmente el estilo de trabajo.
En octubre del 75, con la Operación Morgan, se desarrolló una dura y ma-
siva represión del Partido Comunista.
En los años siguientes vinieron nuevas oleadas represivas.
Años terribles con torturas sistemáticas, muertos y desapariciones y, como
especial característica de nuestra dictadura, miles y miles de presos y de tortu-
– 112 –

rados. Llegó un momento en el cual decenas de miles de familias tenían algún


preso o exiliado entre sus miembros. Militantes del MLN, PCU, PVP, PCR,
GAU y otros, llenaban las cárceles y cuarteles.
La dureza del régimen fue extrema en este período. El país se fue convir-
tiendo en una gigantesca prisión de control y, para expresarlo en términos ya
clásicos, vigilancia y castigo. No obstante ello, estos mismos hechos fueron
consolidando el aislamiento del régimen, ya marcado a fuego desde la huelga
general. Los militares y sus «civiles» anexos fueron quedando marginados en
ámbitos crecientes, incluyendo los familiares.
La «pelea por los espacios» entre el campo de la represión y la mayor parte
de la población uruguaya se dio siempre durante toda la dictadura. Implicó un
retroceso permanente para la sociedad democrática hasta 1978-1979. Después
comenzará el lento proceso inverso de ir «ampliando espacios» todo lo posible.
Por cierto, ¡nunca en forma simple!

Octubre de 1973 a abril de 1974:


El primer golpe duro represivo
Mantengamos el orden cronológico.
Se levantó la huelga y los militares progresivamente fueron afirmándose.
Pero a sesenta días de terminada la huelga, el 12 de setiembre del 73, se
hicieron las elecciones universitarias y arrasaron, como hemos ya adelantado,
las corrientes contrarias a la dictadura.126
El 27 de octubre de 1973, como hemos dicho, estalló una bomba en la Fa-
cultad de Ingeniería. Ese mismo día se decreta de intervención de la Universi-
dad y se detiene por dos meses al rector y a la mayoría de los decanos. Serán
liberados a fines de diciembre y algunos de ellos posteriormente procesados,
como el caso del excepcional decano de Ingeniería, Ing. Julio Ricaldoni, quien
estuvo por dos años detenido en Cárcel Central.127
Hasta hoy no sabemos exactamente lo que pasó en Ingeniería. La explo-
sión fue en la cabina de proyección del Salón de Actos, un lugar de acceso
restringido pero muy fácilmente visible. Tres integrantes de los GAU tenían
llave para entrar allí, sin perjuicio de que en otros momentos distintas personas

126. El año anterior se había elegido rector: en la FEUU el PCU apoyaba al arquitecto
Carlos Reverdito, mientras que los GAU, el 26 de Marzo y otros, a Samuel Lichtensztejn. En
definitiva, en 1972 ganó Lichtensztejn y fue el rector.
127. MPL: Cuando fuimos a verlo luego de su primera liberación a fines de diciembre y le
ofrecimos ayuda para salir del país, nos contestó: «¿Qué voy a hacer afuera? Les causaré ma-
yores problemas preso en mi país que libre afuera». Y agregó razones asociadas a su extraor-
dinaria fe cristiana.
– 113 –

también ingresaban. Aprovechando su acceso habían habilitado un escondrijo,


en el ducto de aire acondicionado, donde guardaban diversos documentos y
materiales peligrosos. Era un lugar en plena entrada de la Facultad, con acceso
a través de dos únicas escaleras grandes y abiertas.
Hoy también sabemos de los informantes que los servicios de la Policía y
el Ejército tenían en la Facultad.
Lo más probable es que, conociendo la ubicación de dichos materiales,
alguien puso un «cazabobos» sabiendo que allí solo entraban habitualmente
esas tres personas. Algo estalló. Es muy difícil afinar demasiado porque no hay
testigos, y se produjo una deflagración que rompió todo.
Parecía que la Policía lo estuviera esperando: llegó al instante junto con los
bomberos y rodeó la Facultad. Ese mismo día se emitió un comunicado que
involucraba directamente a los GAU en el hecho.
Vale la pena saber lo que dijo el entonces presidente de la CNT, José Pepe
D’Elía128 desde su ubicación cercana a la cancha del Club Defensor:
«En las primeras horas de la mañana del 27 de octubre observé desde la
ventana del apartamento donde estaba “enterrado” un inusitado despliegue po-
licial. Me alarmé. Pensé que venían por mí. Estaba a punto de levantar cam-
pamento y huir cuando me percaté que su objetivo era otro (…) la Facultad de
Ingeniería. Un rato después explotó misteriosamente en su interior una bomba
que le costó la vida al estudiante Marcos Caridad Jordán. A la tarde, el Cosena
decretó la intervención de la Universidad, la suspensión de los cursos, la clau-
sura de las facultades y el arresto de todos los miembros del Consejo Directivo
Central. Era el principio de un nuevo vendaval represivo. El 1.º de diciembre
se conoció la ilegalización de todos los partidos de izquierda y la incautación
de sus bienes y valores».
Interesa tener en cuenta que José D´Elía ya había mencionado este punto
con anterioridad: «La bomba que estalló en la Facultad de Ingeniería es un he-
cho que no se investigó bastante. Puedo afirmar que horas antes ya estaba en
alerta y desplegado el dispositivo policial a la altura de la cancha de Defensor.
Eso es muy grave y no se ha averiguado. No me lo dijeron. Lo vi».129
En El Tejedor,130 Héctor desarrolla con lujo de detalles los elementos po-
líticos y fácticos (sabían la filiación política de un cuerpo no identificado…;
llegaron al instante con un cartel pronto que decía «nos atrevemos», etcétera)
que a su juicio abonan la hipótesis de la provocación, precisamente durante
el proceso de asunción de las nuevas autoridades universitarias después de la

128. Chagas, Jorge y Trullen, Gustavo: José D’Elía: Memorias de la Esperanza, Trilce,
Montevideo, 1996, 1998, volumen 2, p. 122.
129. El Tejedor, o. cit.
130. Ib.
– 114 –

fulminante derrota sufrida por las fuerzas que apoyaban a la dictadura en las
elecciones.
Marcos Caridad era notorio integrante de los GAU. Era también dirigente
del Centro de Estudiantes. Había participado del cogobierno en la Facultad.
Buen estudiante y muy responsable, era objeto de un aprecio generalizado. Un
gran compañero.
Ese mismo día se llevaron al barrer a los activistas presentes en la Facultad.
Hacia la noche, repitiendo versiones ya dadas a la prensa, salió el comuni-
cado n.° 72 de la Jefatura de Policía que establecía la existencia de un «berre-
tín» y la relación con los GAU.
La dirección de los GAU se reunió en la misma jornada y estableció que
se desmarcaran los militantes que tenían relación con Marcos, y que los miem-
bros de la organización con mayor responsabilidad política, al contrario, con-
tinuaran en sus lugares habituales, ya que no aceptábamos ser calificados de
otra manera que como un movimiento político legal, aún en el complejo marco
existente. En definitiva, se trató de pelear «espacios» para los que no se sabía
si había todavía condiciones.
Por otra parte, como reflexión de contexto, en un país en proceso de con-
solidación de una dictadura los límites de lo legal e ilegal eran difusos. Con
independencia de esto y cualquiera sea la realidad de lo sucedido en la Facul-
tad de Ingeniería, ello no implicaba que se hubiera optado a esa altura de los
acontecimientos por una vía armada. Los GAU no habían hecho esa opción.
Así como el camino al golpe fue un proceso, el desarrollo represivo dentro
del Golpe también constituyó en su fase inicial otro proceso.131
Luego del 27 de octubre pasaron más de 72 horas sin que nadie fuera a
buscar a Héctor Rodríguez, que seguía haciendo su vida normal como el resto.
Después sobrevino la detención y tortura de Héctor y de otros dirigentes
de los GAU.
«Como la principal acusación venía dirigida directamente contra los GAU
y yo era la figura más conocida de esa organización, tomé la decisión de dar
la cara, afrontar los acontecimientos y quedarme en casa. Pasarme a la clan-
destinidad o irme del país en esas circunstancias era, a mi juicio, confirmar la
acusación. Esa fue la valoración que hice; confieso que a lo mejor pequé por
demasiado ingenuo o legalista esperando algo de justicia donde ya no queda-
ba nada de ella.
Recién cuatro días después me fueron a detener.

131. Un grupo de seis compañeros, tres de ellos de Lanasur, fueron detenidos en una reunión
con Héctor Rodríguez en un apartamento céntrico en setiembre de 1973. Después de algunos
malos tratos fueron conducidos al Cilindro y liberados todos a los quince días.
– 115 –

Otra cosa rara y que parece indicar que, justamente, esperaron en vano que
yo huyera, para dar más verosimilitud a la provocación.
Cuando vieron que no me iba ni pasaba a la clandestinidad, decidieron de-
tenerme en la madrugada del 31 de octubre».132
Hasta fines de 1973 fue torturado junto a otros compañeros en dependen-
cias policiales y luego encarcelado por más de nueve años. Las secuelas en su
cuerpo de las torturas y de la cárcel lo acompañarían hasta su muerte en 1996.
Desde el Cilindro, Enrique Rubio y Ricardo Vilaró, detenidos en esos días
como dirigentes gremiales, fueron trasladados a Jefatura.
A fin de noviembre algunos comenzaron a tener visitas, si bien las deten-
ciones continuaban.
El 28 de noviembre de 1973, por Decreto 1026/73, se declararon disueltos
los movimientos de izquierda y la FEUU.133
Terminada la etapa de tortura e interrogatorio, y luego de pasar por el Juez
Militar, todos los presos «por Ingeniería» fueron llevados al Cilindro. Allí
vuelven a coincidir en similar itinerario con otros detenidos en Cárcel Central,
como Carlos Quijano y Julio Castro (detenidos, junto a Juan Carlos Onetti, a
raíz de la publicación en Marcha del cuento «El Guardaespaldas» de Nelson
Marra, también detenido).
La detención y el procesamiento de Martín Ponce, por las anécdotas que
incluye, pinta las circunstancias. Dice Martín que era absurdo que, acusados
los GAU, no lo fueran a buscar. Pasados dos meses, a fines de diciembre, en-
terado de nuevas detenciones, se fue con su familia como todos los años al
domicilio de sus suegros en Playa Honda, donde sus hijos disfrutaban de la
playa. Esa misma noche fueron buscarlo al lugar que había abandonado, aun-
que sin allanarlo nunca.
En febrero se trasladó a su vivienda en La Floresta. El ritmo de vida era
como el de todos los años. El 21 de febrero fue a cobrar a la Facultad y cuando
lo estaba haciendo sintió que alguien, desde atrás, le apoyaba un revólver en
la cabeza. De ahí lo llevaron para Jefatura.134

132. El Tejedor, o. cit., pp. 361 a 368.


133. «Art.1.- Disuélvanse las asociaciones ilícitas, Partido Comunista, Partido Socialista,
Unión Popular, Movimiento 26 de Marzo, Movimiento Revolucionario Oriental, Partido Co-
munista Revolucionario, Agrupaciones Rojas, Unión de Juventudes Comunistas, Partido Obrero
Revolucionario, Federación de Estudiantes Universitarios del Uruguay (F.E.U.U.), Resistencia
Obrero Estudiantil (R.O.E.), Federación de Estudiantes Revolucionarios (F.E.R.), Grupos de
Acción Unificadora (GAU) y Grupos de Auto Defensa (G.A.D.)».
Por el Art.2 se clausuran sus locales y se incautan sus bienes. En el Art.3 se clausuran los
diarios El Popular y Crónica
134. Relata Martín que un policía uniformado después de palparle armas lo lleva abajo y lo
hace sentar en un banco de la entrada. Le dice que vienen otros a buscarlo. Él espera que alguno
de la Facultad se entere de la situación. En eso ve venir a Juan Grompone, que pasa al lado y ni
– 116 –

Así había circulado cuatro meses. Iba a trabajar a una oficina que tenía en
la Bolsa de Comercio. Seguía en el circuito político. El tema era tener más
cuidado a medida que seguían cayendo compañeros, pero no aceptar la ilega-
lización era lo definido.
En esos días los integrantes del área de Organización pusieron a los diri-
gentes un enlace a través del cual intercambiaban información y directivas, en
los períodos entre reunión y reunión. No conocía a su enlace, lo que sabía era
su seudónimo. Se encontraban en la piscina de Neptuno. Ahí, nadando, al final
de cada piscina, conversaban de datos y directivas. Eso funcionó perfectamente
hasta su detención.
Cuando llega a Cárcel Central, para la policía el tema GAU ya estaba supe-
rado. Lo que sí le preguntaron, «de pesados», era dónde había estado viviendo.
Preguntaban mucho «por qué estaba clandestino», y se manifestaban sorpren-
didos cuando les decía que estaba en su casa.
A cierta altura del plantón lo llevan a un calabozo donde le sacan la capu-
cha. Era el 4.º piso de Cárcel Central, que ya conocía de otras ocasiones, donde
de inmediato vio a varios compañeros. Conserva un recuerdo muy nítido de
que en los interrogatorios no le preguntaron por ningún hecho delictivo. En las
semanas siguientes irá al Juez Militar y al Cilindro.
En los primeros días de abril del 74 rodearon el Cilindro fuerzas de la Me-
tropolitana. Héctor, que tenía muy buena información y una gran capacidad
de análisis, afirmó: «Esto viene de arriba, lo resolvió la Junta de Comandantes
y va por nosotros».
Luego de rodear el Cilindro unas horas, seleccionan a veintidós detenidos
y los transportan en abarrotados «roperos» a Jefatura. Agregan además a tres
compañeras. Total: veinticinco. Al día siguiente les hacen firmar el procesa-
miento. En la mayoría de los casos (dieciocho) fue por asociación subversiva,
lo que significaba de 6 a 18 años de prisión. Un día más y las mujeres fueron
llevadas a la Cárcel de Cabildo y los hombres a la Cárcel de Punta Carretas, a
la «planchada» de presos políticos, donde ya había algo más de ochenta presos
de diversas organizaciones guerrilleras, con mayoría del MLN.
La menor detención fue de cuatro años. En 1979 serán trasladados diez de
ellos que quedaban allí, junto al resto de los presos de ese tiempo, al Penal de
Libertad. Solo quedarían en Punta Carretas, hasta 1984, ocho oficiales «cons-
titucionalistas» llegados hacia el 76 desde la Cárcel Central y ya mencionados
en la introducción.
En definitiva, de un lugar liviano de detención (el Cilindro), se pasó, sin
ningún hecho adicional, a un muy duro procesamiento y prisión. Precisamen-

lo mira, ¡y se va! En realidad, Juan no miró por precaución, pero estaba saliendo para hacer una
llamada e informar a su familia.
– 117 –

te, cuando llegamos a Punta Carretas había presos políticos de organizaciones


partidarias de la acción armada que se asombraban de las penas que nos habían
dado. A ellos los habían procesado por los delitos ejecutados. «Ustedes, ¿qué
hicieron?». No nos creían lo de nuestras penas. Era, en realidad, un peldaño
más en el avance dictatorial del régimen contra el país todo.

La reorganización de 1974 a 1977 en Uruguay


Enmarcado en dos fuertes episodios represivos, se da el período de tres
años y medio, desde abril de 1974 a noviembre de 1977, en que los nuestros
que continuaban libres mantuvieron la vigencia de la organización en el país,
esquivando los aparatos represivos y, en algunos eventos, perdiendo grupos de
militantes, logrando que los hechos no afectaran al conjunto.
Una idea muy afirmada en los GAU era que no se podía dirigir ni desde
la cárcel ni desde el exterior. Hubo tres espacios que establecieron su propia
dinámica de trabajo en forma ordenada, pero operando en paralelo (cárcel, exi-
lio y «calle»), con una posibilidad limitada de pasarse algún comentario o, en
ocasiones, comunicaciones puntuales. Pero la responsabilidad central era de
los que estaban libres y en el país.
¿Cuáles fueron los episodios represivos más significativos del período?
Después del «grupo de los 25» vino alguna detención del Ejército, por pin-
tadas, que terminó sin consecuencias.
Luego se dio el episodio de octubre de 1974, que afectó al sector estudiantil
del zonal Aguada, involucrando a Medicina, Química y Secundaria.
Más adelante se produjo la detención de Carlos Pérez y Álvaro Jaume, en
agosto de 1975, que fue una operación de la Fuerza Aérea.
En 1976 secuestraron en Buenos Aires a Hugo Méndez y Mara Martínez.
El 30 de abril del 77 varios compañeros fueron procesados por tener vo-
lantes sobre el 1.º de Mayo.
En junio y julio de 1977, también en Buenos Aires, se produjo el secuestro
de José Enrique Michelena, Graciela De Gouveia y Fernando Martínez.
En noviembre de 1977 empezó en Uruguay, y a fines de diciembre también
en Buenos Aires, la operación represiva del Fusna. Incluyó las detenciones,
torturas y desapariciones masivas de integrantes de los GAU y allegados. Fue
una operación de exterminio en el marco del Plan Cóndor, en la que, sin per-
juicio del rol clave del Fusna, participó activamente el Servicio de Información
de Defensa (SID).
Por último fueron detenidos algunos militantes nuestros en marzo del 78 y
el médico Raúl Lombardi en junio de 1978, último detenido de este episodio.
Consideremos en primer lugar el episodio represivo de octubre de 1974.
– 118 –

Comenzó con la detención de una compañera que fue observada cuando


colocaba un cartel gremial estudiantil dentro de la intervenida y controlada
Facultad de Medicina. Detuvieron a más estudiantes y luego de varias sema-
nas de investigación y de pasajes por Inteligencia Policial y por el cuartel de
artillería de La Paloma, se consolidó la detención de numerosos compañeros;
una decena fueron procesados y pasaron a engrosar las filas de los presos del
Penal de Punta Carretas y de la Cárcel femenina de Cabildo.
Como consecuencia de este episodio se trasladaron a Buenos Aires varios
militantes vinculados al zonal Aguada, entre ellos Hugo Méndez (secuestrado
en 1976 en Orletti y asesinado), Raúl Gámbaro y Gustavo Arce (secuestrados
ambos el 27 de diciembre de 1977 y hasta hoy desaparecidos), textiles de Al-
pargatas. Otros activistas de los GAU se desplazaron al exterior lejano o al
interior de la propia Argentina. Alguno volvió a Montevideo, en 1975, cuando
creyó que había «pasado la ola».
Prosigamos, en segundo lugar, con el episodio del 75.
Fue un episodio significativo porque, si bien abarcó a muy pocas personas,
afectó a miembros del aún vigente Comité Central, incluyendo un integrante
de la dirección ejecutiva existente. Un integrante de los GAU perdió un porta-
folio en el que tenía anotaciones con nombres y alguna referencia política. Los
materiales llegaron a la Aviación militar y a partir de allí detuvieron a Carlos
Pérez y a Álvaro Jaume. Torturados en la base aérea de Boiso Lanza, fueron
posteriormente procesados y pasaron dos años presos en el Penal de Libertad.
Otros militantes fueron también detenidos y torturados en Boiso Lanza, pero
finalmente liberados.
Las precauciones obligadas en cada episodio provocaron la salida al exte-
rior de varios compañeros. En ese entorno se fue Raúl Borelli (secuestrado en
diciembre del 77 y hasta hoy desaparecido) y otros.
Aumentaron los luchadores nuestros en el exilio lejano, y en especial el
europeo, donde Marta Ponce, desde 1975, desarrolló una labor de solidaridad
con Uruguay y con sus presos y perseguidos, muy importante.
En definitiva, los compañeros que quedaron libres en el país, a partir de
abril del 74 encararon un período de varios años en la época más consolidada
de la dictadura y de represión más aguda. Esto refiere no solamente a las orga-
nizaciones guerrilleras, sino también a otros sectores y, poco después, desde
octubre del 75, se acentuará agudamente sobre el Partido Comunista.
En ese período los miembros de los GAU tuvieron que diseñar una estra-
tegia que se extendió desde abril de 1974 hasta noviembre de 1977 cuando se
dio el golpe represivo tremendo del Fusna. Durante esos tres años y medio se
funcionó con fuertes criterios de seguridad. Aunque las personas circulaban
normalmente, lo que era clandestino era el funcionamiento, el hecho de estar
organizados.
– 119 –

Eran compañeros que no estaban identificados; los que fueron o serían de-
tenidos y después liberados quedaron al margen.
Se mantuvo, como desde el 73, un centro de dirección reducido; eran los
responsables y mantenían vinculados a una buena cantidad de militantes, para
la época, en grupos de tres o de cuatro.
Los que estábamos presos fuimos perdiendo idea y contactos de informa-
ción, tanto por detenciones cercanas como por salidas obligadas al exilio.
Los que estaban en el exterior tampoco mantenían contacto, con la excep-
ción de Buenos Aires donde se organizó una Regional con la que la conexión
era formal, si bien las conducciones eran muy independientes.
En el país se tomaron varias decisiones que implicaban concentrarse en dos
o tres ideas básicas y abandonar toda otra tarea política. La primera orientación
consistía en mantenerse organizados, en una forma que se pretendía segura, lo
cual llevaba a operar en grupos principalmente de tres miembros y a mucho
contacto personal, pero con un racimo estructurado en forma ordenada. Se re-
dujeron los cinco zonales de Montevideo a tres regionales y, ya a mediados
del 77, a dos regionales.
La terna que ejercía la dirección ejecutiva mantuvo total continuidad y luego
de la detención de Álvaro Jaume pasó a estar integrada por Leonardo Pessina,
Hugo Bértola y Juan Manuel Rodríguez. Dos años después, detenido Bértola
en el marco del 1.º de Mayo del 77, Gustavo Vilaró lo sustituirá.
Pero ¿organizarse para qué? Ese «para qué» era la segunda orientación y
consistía básicamente en dos ideas:
La primera: poder colectivizar la mejor información posible, en un marco
dictatorial donde estaba particularmente bloqueada y con las dificultades ob-
vias de la cantidad de militantes presos o en el exterior. La información de los
acontecimientos del país se fue trasmitiendo al conjunto de los que quedaron
vinculados o que fueron revinculados en ese nuevo esquema.
La segunda: tratar de crear las condiciones para el desarrollo del movi-
miento social entre los trabajadores, los estudiantes y otros posibles actores y
sectores, y desde allí intentar promover las estructuras de organización para la
recuperación de la democracia. Y en eso se concentraron.
La información pasó a ser solo verbal y se complementaba una vez al mes
o cada dos meses con una hoja con las noticias obtenidas. Esta hoja circulaba
con criterios estrictos de seguridad pues en cada unidad de base era obligatorio
destruirla luego de leerla.
En tanto, en pocas y selectas ocasiones, se arriesgaban a actividades no-
torias que ayudaran al difícil estado de ánimo general. Eran ocasiones espe-
ciales, como por ejemplo el 1.o de Mayo. También el 27 de junio y, en algunas
circunstancias, con motivo de algún conflicto sindical puntual.
Algunos casos, del comienzo y del final, fueron de fuerte recuerdo:
– 120 –

En 1974 se imprimieron y distribuyeron volantes. Se volantearon al costado


del viaducto del Paso Molino, en fugaz pero notorio episodio. Los compañeros
se retiraron rápidamente. A las dos cuadras Germán es encañonado por un «tira»
que lo siguió desde el lugar. Le costó veinte días de detención e interrogatorio,
pero el tema no pasó de allí.
Se insistió al año siguiente: quienes iban a hacer la volanteada fueron ana-
lizando, uno por uno, su excusa para estar en la zona donde se tirarían los vo-
lantes que gritaban: ¡Viva el 1.º de Mayo! ¡Abajo la dictadura! Si bien se ge-
neraron detenciones en la zona del viaducto de Agraciada, la preparación fue
efectiva. Los militantes tenían su compra realizada en algún comercio cercano.
Eran indistinguibles de los vecinos. Fueron liberados en pocas horas desde la
Seccional de la zona.
Sobre esos mismos años, narra Eduardo Brenta:135
«El 1.o de Mayo de 1974, militantes de todos los sectores del FA y aquellos
que estaban contra la dictadura, nos convocamos a manifestar por Gral. Flores
desde Domingo Aramburú a Blandengues, volanteando un material de la CNT.
La marcha era de una cuadra y a la mitad comenzamos a correr sin siquiera apa-
recer un policía; la voluntad de resistir la dictadura estaba, el miedo también.
Allí por 1974 me propusieron integrar el Sector Juventud de los GAU; te-
nía algo más de 15 años, acepté, y en ese verano nos distribuimos a trabajar en
los comités clandestinos del FA. Acompañé a una compañera del 26 de Marzo
en el Comité Kruger del llamado Barrio de los judíos; íbamos casa por casa y
en cada casa además de dejar materiales clandestinos del Frente Amplio, es-
cuchábamos los relatos de las acciones individuales, a veces mínimas, que los
frenteamplistas hacían para repudiar a la dictadura.
En 1976, a instancias de Jorge Seco y a través de un compañero que era
del GAU pero luego se afilió al PCU, entré a trabajar en una fábrica de cal-
zado llamada Santa Paula, en Jacinto Vera. Era el boom de las exportaciones
no tradicionales. Allí, junto a militantes del PC iniciamos la refundación del
Sindicato del Cuero y en un viejo mimeógrafo imprimíamos el Cuero Obrero,
órgano del sindicato, totalmente clandestino, que repartíamos entre los com-
pañeros más seguros y luego dejábamos en todos los lugares de la fábrica que
fueran posibles».
En 1977 el caso fue más complejo pues la represión hizo un trabajo previo
y el 30 de abril logró ubicar volantes para distribuir. Detuvieron a varios com-
pañeros, fueron procesados tres de UTE y uno de Ciencias Económicas. Las
golpizas en el Departamento 5 de Inteligencia de la Policía se concentraban en
buscar a qué organización se vinculaban y dónde estaba la imprenta que había

135. Narración para este trabajo


– 121 –

generado los volantes. Afortunadamente se logró cortar el episodio en cuatro


personas y quedó como un asunto básicamente sindical.
Lo que en su apariencia eran hechos muy simples, en ese país controlado,
resultaban inadmisibles. Eliminar cualquier forma de oposición u organización
contraria constituía un objetivo declarado para un régimen con miles de presos
y muchos más exiliados.
A la inversa, para la gente, pequeñas acciones tomaban la dimensión de una
piedra arrojada en un estanque. Mostraban que no todos estaban de acuerdo,
que algunos se animaban a resistir y desafiar al régimen.
En los hechos, colocar unos simples volantes en un lugar de trabajo o el baño
de un «boliche» –mucho más volantearlos en alguna vía pública– implicaba
muchas cosas: alguien que los redactaba, un lugar donde se imprimían, alguien
que los retiraba, el sitio donde se depositaban, la persona que los distribuía a
los activistas, y estos, que en definitiva los entregaban o repartían. Y lo princi-
pal, una organización que hiciera los nexos necesarios para que funcionara la
secuencia del principio al final. Todo esto implicaba riesgos, en un marco muy
duro. Hacía falta mucha convicción política y mucho compromiso para lograrlo.
Entre las cosas que se cortaron, intencionalmente, estuvieron todas las re-
laciones políticas, y quedaron tan solo los vínculos aislados que se daban en
centros de trabajo o similares.136
Al decir de un compañero, «éramos draconianos» en cuanto a seguridad.
Un conjunto de activistas sin vínculos externos, con funcionamiento muy sim-
ple, trabajando solo a nivel de base, en sus lugares de trabajo o de vida, eran
los precios para sobrevivir a largo plazo bajo la dictadura.
Fueron decisiones muy acertadas, plenamente compartibles, y si no se hu-
biera dado el cruce de circunstancias que determinaron los acontecimientos del
Fusna –que desbordaron lo que había como capacidad para resistir– podrían
haber constituido una de las columnas de lo que después fue Asceep y el PIT.
Nos parece muy valioso rescatar ese período. Cuando desaparece la vieja
dirección y asumen los nuevos, estos crean en Montevideo algo interesantísi-
mo. Admira conocer cómo quienes estaban adoptando responsabilidades fue-
ron manejando la situación, prescindiendo de la cárcel y del exterior, tal como
correspondía.
Lo nuestro tenía una dimensión sorprendente para el momento. Otras expre-
siones surgirían, durante este período o después, como el Frente Independiente
Universitario (FIU), que comenzó antes del «No», el Serpaj, etcétera. Aparecen
nuevas generaciones con muy poco vínculo con lo anterior.

136. Ejemplos de esto fueron las áreas de la construcción, donde los nuestros coordinaban
con comunistas los esfuerzos para el mantenimiento de las tres zonas en que trabajaban por el
Sunca, asumiendo la responsabilidad de la zona Centro; similar coordinación se dio en la industria
del cuero con miembros del PCU, donde los nuestros imprimían a mimeógrafo al Cuero Obrero.
– 122 –

Si no hubiera ocurrido el episodio de la cédula, al que nos referiremos más


adelante, que vinculó por azar a los GAU con los montoneros, se podía haber
llegado a empalmar un año y medio después con las nuevas militancias y nuevos
grupos que comenzarían a actuar para que el movimiento popular pudiera resur-
gir. En ese caso el aporte que podrían haber tenido habría sido muy importante.
Lo que estaban haciendo tenía un alto coeficiente de realismo… y de riesgo.
De acuerdo con Ronald Salamano, cuando fue liberado en junio de 1977
el país parecía una estepa; le habría llamado mucho la atención que hubiera
algo activo allí, porque todo indicaba que cualquier cosa que ocurriera sería
detectada inmediatamente.
En cambio, cuando Martín fue liberado en octubre de 1979, la sensación
era completamente distinta. Las circunstancias políticas ya eran otras.
Comienza el período de lenta recuperación de espacios, que culmina el día
del plebiscito en el que triunfa el «No». A partir de esa expresión ciudadana se
abrirá otra etapa en la pelea por la libertad y la democracia.
La resistencia a la dictadura constituyó una permanente pelea por mantener
espacios y, con el correr de los años, por conquistar nuevos espacios.
Por espacios peleábamos los políticos, pero también los dirigentes sindi-
cales, los trabajadores o estudiantes, en luchas que parecían al comienzo per-
didas o menores, pero que con el tiempo consolidaron la actitud de resistencia.
En los primeros años esta pelea por los espacios implicó un progresivo y
sistemático deterioro para la sociedad democrática. Esa etapa, hasta el segundo
semestre del 78, tiene esa dura característica, hasta que el régimen dictatorial
llega a adquirir un nivel de control represivo masivo.
A partir de algún momento del 79 «el aire» comienza a cambiar, confluyen-
do expresiones en el exterior con –y sobretodo– un estado interno de opinión
masivamente adverso al régimen.
Esa resistencia tuvo un logro capital en 1980 con el triunfo del «No» en el
plebiscito en que la mayoría rechazó, en un episodio internacionalmente inédi-
to, la propuesta constitucional del régimen.
Disputaban espacios los partidos políticos y las murgas, Serpaj y los clubes
de barrio, las parroquias y los sindicatos; unos u otros caían y resurgían una y
otra vez. Se fue escribiendo la historia que conduciría en los años siguientes al
camino de salida de la dictadura, de la libertad de los presos y de la recupera-
ción democrática en general.

Los años 1974 a 1977 en Buenos Aires


Durante estos años vivió en Buenos Aires un grupo de uruguayos de los
GAU que fue creciendo lentamente. Lo hicieron en una realidad argentina
– 123 –

que se deterioraba pero dentro de la cual debían trabajar. Algunos de quienes


allí estaban tenían fuerte trayectoria. Por otra parte, Buenos Aires se convirtió
también en lugar de tránsito hacia horizontes más lejanos, con instancias par-
ticularmente dramáticas.
Se dio apoyo y ayuda a muchos luchadores políticos que salían hacia la
Argentina obligados por las circunstancias. Hubo viviendas que vieron des-
filar durante esos años a muchos militantes nuestros en su tránsito a destinos
más seguros.
En materia de relaciones políticas fue distinto lo que se hizo en Buenos Ai-
res. Allí, por ejemplo, hubo un esfuerzo notorio por lograr la conexión con otros
grupos. La Unión Artiguista de Liberación (UAL) constituyó una expresión de
ello. Dentro de la UAL se reunían algunos grupos y personas con perspectivas
parecidas a La Corriente uruguaya a la que nos hemos referido con anterioridad.
De acuerdo con el testimonio del inolvidable Ruben Tito Valls137 «en un
principio el contacto del núcleo era con Corchs, por lo menos con nosotros la
llevaba adelante Corchs. Una de las cosas que hacíamos era comprar en la calle
Corrientes todos los diarios uruguayos para juntar la información. Luego esa
información se pasaba al resto de la organización. También venía información
desde Montevideo, pero increíblemente no nos imaginábamos que estábamos
tan cerca de Montevideo, era como estar en otro lado. Del 74 al 76 vivíamos
como en democracia. Había un compañero que era “Mariano”, que se encar-
gaba de las prácticas de seguimiento y ese tipo de cosas, como identificación
de vehículos, o sea con todo lo que tenía que ver con seguridad.
Pregunta: ¿la discusión política se basaba en lo que pasaba en Uruguay?
Sí, esa era la base de la discusión: economía, política, un informe sobre la
coyuntura, la situación de nuestros compañeros presos. Todas las semanas en
un día determinado íbamos a una estación de metro con Búsqueda abajo del
brazo, la cual era la contraseña, por si venía algún compañero desde Montevi-
deo. Más adelante, el tema de la seguridad pasó a ser algo prioritario».
El lógico aislamiento con relación al país, aunque este estuviera tan cerca,
y el inevitable desarraigo que produce el exilio, llevó a vivir en el marco de la
cruel dictadura argentina una situación peculiar. La distancia era corta y ello
inclinaba a sentir que se mantenía buena información del país. Se creía tener,
además, adecuadas precauciones para Buenos Aires.
La relación con la dirección en Montevideo no era simple. Desde el exterior
costaba ver la importancia de las pequeñas-grandes cosas. Lamentablemente, la
percepción sobre la realidad del Uruguay y las posibilidades efectivas de actua-
ción no fue bien apreciada desde la otra orilla. Algunos planteaban el retorno
en condiciones de clandestinidad. Como consecuencia de todo ello, entre el 74

137. Entrevistas citadas de Ares y Fein.


– 124 –

y el 76 se procesó una discusión importante. Montevideo trató de convencerlos


que aquí en el país no había condiciones para volver, pero no aceptaron. Víctor
Bachetta tenía peso e historia, y era uno de los que planteaba la vuelta. Cuando
se convenció de que eso no sería realizado, manifiestó su discrepancia, renun-
ció a la organización a comienzos de 1977 y se fue a Cuba.
La base de la permanencia en Buenos Aires era una actitud heroica. Un re-
cuerdo lo ejemplifica: Héctor no podía leer sin emocionarse la carta en la que
Julio D’Elía le decía que mientras hubiera compañeros presos él no se iría de
Buenos Aires.
Por otra parte, toda la admiración que nos produce esta actitud de lucha y
de compromiso de tan valiosos militantes de los GAU, no puede conducirnos
a omitir que los documentos sobrevivientes del período y los testimonios de
quienes lograron zafar de la masacre nos muestran un desconocimiento del ni-
vel de dramatismo de los riesgos que se vivían en Argentina. Como pasó con
tantos luchadores, no lograron darse cuenta de lo que sucedía en su entorno, en
cuanto a la inminencia y al carácter ominoso del ataque. Esto ocurrió también,
muchas veces, en nuestro propio país.
Episodios emblemáticos como los asesinatos de Michelini, Gutiérrez Ruiz,
Whitelaw y Barredo, los tremendos acontecimientos de Orletti no solo sobre
el PVP sino también sobre Hugo Méndez, Francisco Edgardo Candia, Mara
Martínez y otros y, ya en 1977, los secuestros de José Enrique Michelena y
Graciela de Gouveia así como un mes después de Fernando Martínez Santoro,
no alcanzaron para advertir la alta probabilidad del golpe que, en Buenos Ai-
res, se descargó en diciembre del 77, treinta días después de la operación del
Fusna en Montevideo.
Recordamos que había mucha angustia en el Penal de Punta Carretas des-
pués que mataron a Michelini y a Gutiérrez Ruiz; por ello rompimos la norma
general: salió por y para todos lados que los militantes de Buenos Aires debían
irse de allí. Porque la información que teníamos en la cárcel era bastante. En
todo caso, además de intercambiar los datos de cientos de visitas semanales
que describían cada una un pedacito del país, contábamos con la posibilidad de
escuchar radios internacionales en las que hacíamos un seguimiento sistemático
de las audiciones sobre Uruguay y la región, y sus dictaduras. Intercambiába-
mos y discutíamos esos datos.
Las de Buenos Aires fueron actitudes heroicas de lucha, y las desapariciones,
miserablemente causadas, nos siguen convocando y comprometiendo a todos.
– 125 –

La masacre del Fusna y la Operación Cóndor


En noviembre de 1977, la Prefectura naval uruguaya detiene al ingresar
al país con diferente nombre, a un importante dirigente montonero: Oscar de
Gregorio.
De Gregorio estaba instalado desde hacía un tiempo en Uruguay, desde
donde se desplazaba ocasionalmente a la Argentina.
El prisionero es entregado al Fusna, el cuerpo de Fusileros Navales de la
Marina uruguaya, especializado desde 1974 para la llamada lucha anti-subver-
siva, con todas las técnicas salvajes del período. Su historia y su calvario han
sido narrados extensamente en otros materiales.
En Argentina se ha llamado al conjunto de esta operación «el huevo del
Cóndor» y entre las múltiples fuentes corresponde destacar el documental re-
trospectivo de la represión de los argentinos del período en Uruguay.138
A los efectos de la historia de los GAU, lo que interesa es que De Gregorio
traía entre sus objetos personales una cédula de identidad uruguaya, perdida
en Argentina, y que había llegado hasta él. Se supone que era para un posible
uso por parte de su mujer.
Entre las medidas laterales de la detención, el Fusna fue a buscar a la titular
de la cédula perdida y allanó su casa. Un hermano de esta mujer era integrante
de los GAU y tenía en su cuarto documentos y libros de formación de izquierda,
los que dispararon la primera detención y el comienzo del salvajismo habitual
en las investigaciones del Fusna en el período.
A la primera detención siguió una segunda y comenzaron las «ratoneras».
En pocos días alcanzaron la convicción de que habían encontrado una estruc-
tura política de los GAU que funcionaba y generaba información (¡terrible de-
lito!). No tenían idea de su existencia en ese momento y creyeron que podían
lograr un «éxito» muy valorado por la estructura del aparato de Inteligencia
del momento, que también podría contribuir a los proyectos políticos con los
que soñaba en la Armada, el locuaz comandante Márquez.
Se informó a la OCOA y al SID, que pasaron a seguir los procedimientos
con oficiales en el propio Fusna.
Progresivamente la Armada llegó a destinar a las operaciones a algunos
oficiales de los barcos y hasta fue utilizado el auto del propio comandante en
algún procedimiento.
Como hemos dicho, en Buenos Aires, meses antes, habían quedado deteni-
dos tres integrantes de los GAU desde junio y julio de 1977, en forma aparen-
temente aislada; habían permanecido en «depósito» en una Comisaría, como
atestigua una nota que ellos mismos lograron hacer llegar a sus familiares.

138. https://youtu.be/iyUft9Vv9pQ
– 126 –

La caída de De Gregorio fue el 16 de noviembre. La detención del primer


compañero en Uruguay, el 19. El 21 detuvieron a varios más y en los siguien-
tes quince días son decenas las ratoneras y cientos los detenidos que llegaron
al Fusna.
Siguieron quince días de preparación de la segunda etapa. Todo en un mar-
co de salvajes torturas.
En ese tiempo, muchos otros integrantes de los GAU salieron hacia el exi-
lio, vecino o lejano.
Finalmente, luego del cruce de datos internos o con el SID, y con los dete-
nidos anteriores en Buenos Aires, en el marco de los acuerdos de la Operación
Cóndor, el día 20 de diciembre de 1977 viajó a Buenos Aires el jefe del S-2,
el entonces teniente Jorge Tróccoli, con dos de sus oficiales del S-2, Ricardo
Dupont y José Uriarte. Ellos viajaron en avión, otros lo hicieron por vía marí-
tima. Esa noche comenzaron los secuestros en Buenos Aires.
Apuntaron a lo que ya conocían como la cabeza del Regional Buenos Aires:
El 21/12 secuestran a Alberto Corchs y Elena Lerena, y a José Dossetti e
Ileana García, en cuya casa, recién llegado de Montevideo, cae también Al-
fredo Bosco.
El 22/12 continúan con Julio D’Elía y Yolanda Casco (embarazada) así como
con Raúl Borelli y Guillermo Sobrino. Corchs, Dossetti, D’Elía y Borelli eran
los principales responsables de los GAU en Buenos Aires. Con Sobrino (de la
A.M. Socialista) se había iniciado mucho antes la etapa de coordinación con
los otros integrantes de la UAL (llevaba varios años esa coordinación política).
Especialmente compartían la información sobre Uruguay, con participación
además de los GAU, de la AMS (Agrupaciones Militantes Socialistas) que So-
brino representaba, del PCR y de un sector vinculado con anterioridad al MLN.
EL 23 y 24 secuestran a Gustavo Goycoechea y Graciela Basualdo, a Ma-
rio Martínez y a la Dra. Ma. Antonia Castro, a Ataliva Castillo, a Aída Sanz
(embarazada) y a su madre, Elsa Fernández de Sanz.
El 25/12 secuestran a Miguel Ángel Río Casas y a Eduardo Castro Gallo.
El 27/12 secuestran a Raúl Gámbaro y a Gustavo Arce.
El 30/12 secuestran a M.a Asunción Artigas (embarazada) y Alfredo Moya-
no, a Carolina Barrientos y Juvenil Carnero Da Fontoura, y a Carlos Cabezudo.
Finalmente, el 8 de enero de 1978 secuestran a Célica Gómez.
Absolutamente todos son hoy desaparecidos.
Después del secuestro de los dirigentes de los GAU, el día 22 de diciembre
los oficiales Tróccoli, Dupont y Uriarte, del S-2 del Fusna, regresan a Mon-
tevideo; seguirán su «trabajo» y pasarán la Navidad con sus familias, aunque
parezca increíble en medio de esas actividades.
– 127 –

Hay testigos sobrevivientes que estuvieron con los compañeros en diferen-


tes etapas de su cautiverio y tortura. De esos testimonios, repitiendo datos de
los secuestrados, se desprende:
1. En los últimos días de diciembre fueron traídos cinco de los secuestrados
a Uruguay. Entre ellos, Ríos Casas y Julio D’Elía.
2. Luego de duras torturas en COT-1 Martínez, la mayoría fueron trasla-
dados al Pozo de Banfield donde Aída Sanz dio a luz antes de fin de año a una
niña, que sería recuperada años después. También en Banfield, Yolanda Casco
de D’Elía tuvo un niño, el 26 de enero de 1978, también recuperado diecisiete
años después.
3. En Banfield permanecen varios meses en penosas condiciones, y en
ocasiones son trasladados al llamado Pozo de Quilmes donde son nuevamente
objeto de torturas. Dice un sobreviviente, hablando de abril del 78: «Según me
relataron los uruguayos, en su traslado e interrogatorio en Quilmes participa-
ban las mismas fuerzas de seguridad uruguayas que los habían secuestrado».139
4. En una de esas ocasiones, en abril de 1978, muere Mario Martínez como
consecuencia de las torturas aplicadas a pesar de su asma crónica. A su espo-
sa médica, María Antonia Castro, le niegan los medicamentos necesarios para
evitar el desenlace. La propia María Antonia se lo contará a los sobrevivientes.
5. El 16 de mayo de 1978, todos menos dos fueron vendados especialmente
y sacados de Banfield para un «traslado» sobre el cual nada se sabe aún. Es el
último testimonio sobre ellos.
6. En Banfield quedaron dos mujeres, creyendo que darían a luz. Mary
Artigas de Moyano lo hizo y su criatura fue años después recuperada. Ileana
García de Dossetti no estaba embarazada.
7. La última noticia de Ileana es que fue retirada de Banfield «para tras-
lado», sin destino conocido, en los últimos días de junio del 78. En el mismo
traslado llevan al matrimonio Logares (argentinos), secuestrado en Uruguay y
trasladado a Buenos Aires a mitad de mayo del 78.
8. El 22 de agosto, Mary Artigas de Moyano dio a luz una niña que años
después fue recuperada. Hasta el 11 de octubre seguía allí. Es la fecha en que
son trasladados a otro lugar de detención los dos últimos testigos sobrevivien-
tes. Nada más se sabe sobre ella.
Mientras esto ocurría en Buenos Aires, en Montevideo hubo algunas de-
tenciones adicionales.
Muchos de los detenidos en Montevideo serán liberados a pocos días de su
detención, y algunos, semanas después. En cambio, treinta militantes nuestros
fueron procesados por la Justicia Militar y en el correr de 1978 ingresados en

139. Testimonio de Adriana Chamorro.


– 128 –

los penales de Libertad y Punta Rieles, según su sexo. Otros lograron evitar la
detención y escapar al exilio.
En esos penales se sumarán a los detenidos de todos los orígenes políticos,
hasta ser liberados en el transcurso de 1984 y algunos en los primeros meses
de 1985.
Luego de este duro golpe no quedó una dirección sobreviviente, la estruc-
tura fue quebrada. Quedaron personas y algún núcleo, aislados entre sí.
Recién en 1980 comenzará el proceso de «reactivación» de los GAU.

El Frente Amplio y los GAU en el exterior lejano


Sobre el exilio, como sobre tantos otros temas referidos en estas páginas,
existen muchos trabajos y libros escritos. Faltaría que se escribieran muchos
más, pues casi cada caso significó una historia con valor testimonial. Solo aspi-
ramos, en un pequeño pantallazo, a manifestar que nuestros compañeros fueron
parte de esa historia colectiva que integra la historia toda del país. Y que de ello
sentimos reconocimiento, orgullo y deuda. Con todos ellos.
Compañeros de los GAU en el exterior comenzaron a existir desde la acu-
sación de la Policía de fin de octubre de 1973. Al comienzo «el exterior» era
sinónimo de Buenos Aires y de retaguardia, pero rápidamente fue cambiando
la situación.
A partir de 1974, como hemos expresado, se dispersaron militantes por exi-
lios más distantes y seguros, alejados de ese Plan Cóndor cuyo nombre no se
conocía pero cuyos efectos se sentían. Por otra parte, la realidad en Argentina
se endureció rápidamente hasta los dramáticos niveles conocidos.
Para los uruguayos, los asesinatos de Zelmar Michelini y Gutiérrez Ruiz,
junto a Barredo y Whitelaw así como la casi simultánea desaparición del Dr.
Liberoff, marcaron a fuego la nueva realidad.
El exilio distante fue engrosándose y hacia el mismo destino fueron mar-
chando integrantes de los GAU que, por diversos motivos, debían alejarse de
los golpes represivos.
Siempre se integraron a las tareas de solidaridad con Uruguay en los dife-
rentes países y ayudaron a crear nuevas herramientas, en un marco absoluta-
mente unitario, como las circunstancias exigían. Sobre el exilio uruguayo se
puede encontrar un recomendable resumen producido por Serpaj, inmerso en
su libro Nunca Más,140 tanto en su análisis como en su desarrollo. Libros como
el coordinado por Silvia Dutrenit141 lo amplían abundantemente. También aquí

140. Uruguay, Nunca Más, Serpaj, p. 363 y siguientes.


141. El Uruguay del exilio. Gente, circunstancias, escenarios, Trilce, Montevideo, 2006.
– 129 –

vale reiterar que cada exiliado y cada subconjunto de exiliados vivieron su


propia y dura experiencia.
Desde 1975, a partir de su base en Holanda, Marta Ponce de León desarrolló
una fuerte red de vinculaciones, muy especialmente con Amnistía Internacio-
nal (a partir de lazos establecidos en noviembre de 1974 en Montevideo, en el
marco de la primera visita de AI al país), que desplegaba tareas de solidaridad
permanentes, pero también mantenía vínculos que iban desde Zelmar Miche-
lini en Buenos Aires, Mario Benedetti en España, Wilson Ferreira Aldunate en
Inglaterra, Óscar Maggiolo en Venezuela, Alberto Pérez Pérez en USA, En-
rique Rodríguez en Checoslovaquia, Enrique Erro y Hugo Cores en Francia,
Alejandro Artucio y Nicolás Grab en Ginebra, y un sinnúmero de compatriotas
que impulsaban la solidaridad imprescindible.
Poco a poco se va logrando repercusión internacional. Ya estaban las de-
claraciones de Zelmar en el Tribunal Russell, y se agregan otras visitas de or-
ganizaciones de DD. HH. al país, que resuenan en el exterior.
Wilson declara en Washington. La «enmienda Koch» deja al régimen con
limitaciones de ayuda y lo califica como «la cámara de torturas de América
Latina».142
Desde 1977, y todos los años hasta el fin de la dictadura, la Comisión de
Derechos Humanos de las Naciones Unidas trata el caso de Uruguay. Similar
actitud se logra en otros múltiples organismos internacionales, lo que contri-
buyó al aislamiento exterior del régimen. Muchos ayudaron en esa dirección
y no fue menor el aporte de nuestros compañeros.
A partir de 1978, Ricardo Vilaró, que había sido liberado de la cárcel, re-
detenido en el Fusna y nuevamente liberado (después de una muy importante
campaña internacional) participó activamente en la instalación del Coordina-
dor de la CNT en el exterior. Este organismo estaba integrado por dirigentes
sindicales de todas las tendencias, al igual que la propia CNT. A partir de ese
punto focal, se creó una muy importante campaña de solidaridad con Uruguay
y muy especialmente con los familiares de los presos políticos.143
Fueron también reconocidos en la OIT, con todo lo que eso implicaba.
El marco del trabajo era de denuncia de la dictadura y de solidaridad con
los presos y sus familias. Muchos miles de tarjetas y cartas fueron enviadas al
país. Muchas eran de protesta a las autoridades de turno. Y otras iban dirigidas
a las familias de los presos, con expresiones de solidaridad y con ayudas con-
cretas, ambas cosas de fuerte impacto en las familias golpeadas. Fue enorme
la actitud solidaria y el afectuoso apoyo de ciudadanos de todos los países.

142. Nunca Más, o. cit., p. 368.


143. Carlos Bouza mantuvo un sistemático y prolijo archivo de los envíos de dinero reali-
zados a cada familia así como de los acuses de recibo. Ver Cartas para ellos de Noel Fernández
y Silvia Maresca, editado por organismos del PIT-CNT y del MUME, año 2017.
– 130 –

A su vez desde 1977 comenzó a funcionar un «FA Exterior» que, plantea-


do inicialmente con limitaciones de integración, fue ampliando su accionar y
terminó siendo una herramienta válida de solidaridad. Ricardo participó desde
marzo de 1979 y en representación de los GAU en el Frente Amplio en el ex-
terior, desplegando allí también su capacidad.
Otros militantes nuestros se integraron en los ámbitos de denuncia y soli-
daridad en múltiples países, de forma más o menos estructurada. Daniel Ponce
y otros compañeros vendían nuestros documentos reimpresos para hacer finan-
zas.144 Se organizaban actos del más diverso tipo. Se participaba, denunciando
al régimen, en las más diferentes actividades. Se enviaban cartas de denuncia,
cartas de reclamos y cartas de solidaridad. A partir de 1980 se agregó el apoyo
a los nuevos movimientos que en el país surgían o resurgían. Se apoyaba desde
estructuras variadas, como las ya mencionadas del FA o de la CNT en el exte-
rior, o de otras originales como la Convergencia o los Comités de Solidaridad
con Uruguay que iban surgiendo en los diferentes países.
Nos resulta insoslayable decir que a lo largo de todo el período, Belela
Herrera, desde sus cargos en la Organización de las Naciones Unidas para los
Refugiados (Acnur), fue un referente incansable y una tabla de salvación para
muchos de los compatriotas perseguidos.
Además de los líderes políticos exiliados, el papel de aglutinantes lo reali-
zaron muchas veces los cantantes populares: Daniel Viglietti, Alfredo Zitarrosa,
los Olimareños, el Sabalero y tantos otros que tuvieron un rol destacado. Eran
a la vez convocantes y multiplicadores, así como Quijano, Mario Benedetti,
Galeano y otros lo eran con sus plumas.
Por otra parte, desde comienzos de 1981 comenzamos los intercambios pre-
senciales en Brasil, contando al inicio con la ayuda de Betinho y sus amigos.
Los espacios aislados comenzaron a reconectarse en forma creciente año a año.

La cárcel
Paralelamente, en las prisiones fueron recluidos integrantes de los GAU que
estuvieron, según el lugar o el tiempo, con distinto grado de aislamiento. Una
vez terminada la etapa de interrogatorios y las habituales torturas asociadas a
cada época y unidad represiva, el lugar de depósito fue primero Punta Carre-
tas y después Libertad, para los hombres, y para las mujeres primero Cabildo
y después Punta de Rieles.
Como señalamos antes, en abril de 1974 se produjo el procesamiento de
los veinticinco y su distribución: veintidós para Punta Carretas y tres compa-
ñeras para Cabildo. A partir de ese momento, en consecuencia, pasamos a vivir

144. Algunos de esos materiales se utilizaron en este libro.


– 131 –

durante años en «vida de presos», junto con compañeros de diferentes organi-


zaciones, según avanzaba la historia de la represión.
La compañeras que pasaron por Cabildo y Punta de Rieles son unánimes
al recordar, más allá de las duras condiciones del momento, las vivencias de
solidaridad, de firmeza, de capacitación y esfuerzo de estudio, y las múltiples
experiencias de convivencia entre las detenidas. Diversos ámbitos de encuentro
las vinculan hasta hoy a muchas de ellas.
La experiencia de los autores fue en Punta Carretas y, en el caso de Martín
Ponce, también en Libertad.
En Punta Carretas las condiciones físicas eran malas; abundaba la mugre
y era muy mala la comida, pero las condiciones de reclusión resultaron «más
humanas» que en Libertad, que era más limpio, con la comida hecha por los
presos políticos, pero mucho más destructivo.
Punta Carretas era un presidio global, de comunes y políticos; había ni-
veles de reglas que no podían ser muy distintas, y por más que estuviéramos
en patio aparte, se escuchaban, se recibían y se mandaban comentarios por la
«planchada»145 al resto de los presos. El nivel de hacinamiento, durante varios
años, fue importante: cuatro por celda en una mitad y en la otra cinco por cel-
da, en cuarenta y cinco celdas en total. Había tres horas de recreo de mañana y
tres horas de tarde, y administrando las bajadas y subidas al «patio», daban la
oportunidad de algunas horas de soledad que distendían algo el hacinamiento.
Había un grado de intercambio importante y nos dejaban reunir en el patio
hasta de a siete u ocho, lo que fue muy bien aprovechado. De ahí vino la posi-
bilidad de organizar la distribución de alimentos provenientes de las familias.
Era una tarea que permitía recorrer la planchada, cosa que también hacían los
médicos o estudiantes de medicina, por ejemplo. Este servicio médico podía
circular para atender a los compañeros, y entraban en forma autorizada a las
celdas para ver a quienes lo requerían.
En la experiencia de los autores, fueron años de tratar que el estudio posi-
ble, los ejercicios físicos posibles, las artesanías posibles y las conversaciones
posibles le ganaran la pelea a las dificultades del momento.
Vivimos146 esa peculiar experiencia a lo largo de cuatro o cinco años, se-
gún el caso, en ese Penal de Punta Carretas, junto a los detenidos de diferentes

145. Los presos políticos estábamos en el tercer piso de una de las alas del Penal. Consti-
tuíamos «la categoría especial». Había dos líneas de celdas, la que daba al Sur, con el mar a lo
lejos, y la que tenía por frente a la calle Ellauri, hacia el interior. Entre ellas se conectaban por
un pasillo abierto y con baranda –la planchada– por el que se circulaba.
146. Junto a los compañeros mencionados ya en la reseña inicial y junto al Pibe, al Pepe,
al Pepe Luis, al Oxidado, a Luis Eduardo, al Sirio, al Flaco, a Juan, a José Pedro, al Canario, a
Daniel, al Leo, al Bolita, a Ronald, al Kimba, a Miguel, a Fernando y otros, conocimos al Pica-
Palo, al Tatú, al flaco Fonseca, al Conejo, al Galgo, a Sosita, al Negro Viñas y al flaco Rivera
– 132 –

orígenes que se iban agregando y llegamos a ser, simultáneamente, casi dos-


cientos presos políticos. Entrañables compañeros con los que fuimos haciendo
pequeñas grandes cosas.
Armamos nuestra propia OPP (Organización de Presos Políticos), absolu-
tamente general y unitaria, compartimos alimentos escasos, remedios posibles,
etcétera.
Simultáneamente las familias de los presos vivían una situación que no suele
destacarse, pero que siempre sostuvimos que era más dura que la nuestra. Al
fin y al cabo los presos, una vez terminada la etapa de «interrogatorios», tenía-
mos esencialmente que «bancarnos», mientras que las familias debían obtener
el sustento, educar a los hijos que hubiera, soportar las categorías represivas
existentes, el maltrato para poder tener las limitadas pero tan importantes visi-
tas, preparar y traernos los alimentos, productos de higiene y otros elementos
que lograran autorización de ingreso, escribir y recibir cartas leídas y tachadas
por la censura, y demás…
En diferentes penales y cuarteles, cada uno con sus normas propias, la si-
tuación era generalmente peor que en Punta Carretas.
La idea de acción unificadora en el espacio de los presos, se aplicó. Y lo otro
era la actividad intelectual y mantener la información de lo que estaba pasando
en el país, para lo cual teníamos el ordenamiento de las noticias que traían los
familiares; además contábamos con la radio y nos dedicábamos a sistematizar
la información, sobre todo la de onda corta.
El tipo de actividad en relación con la información del país y la tarea de
formación y estudio se realizaba bajo la premisa de que algún día íbamos a ser
gobierno. Nunca compartimos la idea de «la generación perdida» a la que al-
gunos apuntaban. Buscábamos diagnosticar problemas del país y elaborar po-
sibles soluciones concretas. Y se dio también el mantenimiento de los estudios
como realidad, lograr que el colectivo avanzara en ese aspecto. Se estudiaba
mucha economía y mucha historia. También literatura, y hasta los contenidos
de primaria y secundaria para quienes lo requerían. Fue una actitud además
preventiva y saludable, de ponernos mirando hacia delante y no hacia atrás,
evitando los enfrentamientos entre grupos en las internas.
Héctor tenía muy claro que había que investigar en todos los estamentos.
Y en particular en la industria textil, hacía ya diez años que lo venía repitien-

(estos dos últimos, presos comunes devenidos políticos, con sus muchos años anteriores de pri-
sión cada uno), al Morsa, al Patón, al flaco Carlos, a Pablo y a Emilio, al Pucky, al Teca, a Di-
daskó, a Yessi, al Cabeza, al Garza, al Principito, al Pipa, al Gurrumín, al Colorado, al canario
Ben Ben, al Lobito, al Tronco, al Pistola, al Fraile, al Yuyo, al Indio, al Cacho, al Ajo Macho,
al Quino, al Chumbo, a Cribari, al Magnate, al Cepillo, a los ocho oficiales seregnistas y a más
de trescientos compañeros.
– 133 –

do.147 Sin innovación, iban a existir muchas dificultades. ¡No era con salarios
que íbamos a competir con los chinos! Los treinta mil obreros textiles estaban,
a futuro, en una cuerda floja.
Ese trabajo en Punta Carretas fue muy útil no solo para nuestro grupo sino
también para el conjunto de los que allí estaban; se llegaron a hacer incluso
reuniones de análisis político y de coordinación con delegados de varios de los
grupos presos y de los militares presos, y también a organizar estudios en con-
junto con los interesados. A cierta altura fueron bastante famosos los cursos y
las discusiones sobre el libro El proceso económico del Uruguay, del Instituto
de Economía de la Udelar.
Estaban también lo que los presos llamábamos «materiales estratégicos»,
que eran, por ejemplo, la revista El Tony, Asterix, y otras de ese tipo; para leer-
las había verdaderas listas. Entre los presos, el mate, el tabaco y los materiales
estratégicos tenían la relevancia imaginable.
Existía una actitud unitaria, respetuosa de todos, que contribuyó a la salud
mental.
Podemos traer a cuento innumerables anécdotas, que algún significado
tienen en relación con la izquierda. Por ejemplo, al poco tiempo de entrar (nos
habían procesado en los primeros días de abril, y a los diez o quince días era
Semana Santa), se anunció que alguien había hecho gestiones y venía un cura
a dar la comunión. Esto provocaba un escándalo antes, y los prisioneros viejos
habían llegado a resolver que quedaba prohibida la religión y los que la man-
tenían eran radiados de su grupo político. Se anotaron los cuatro o cinco que
había de antes para la comunión, y de los nuevos lo hicimos diez o doce, con lo
cual fue un bulto de cierta importancia que provocó un asombro brutal. Al día
siguiente los demás miembros del área política del Penal esperaban el lío con los
que no habían asistido, y muchos de estos le fueron a preguntar a Héctor cómo
era eso; con las definiciones ideológicas que teníamos, cómo podíamos aceptar
esas posturas. Y Héctor preguntó qué tenía que ver lo que se hacía en la tierra
con lo que se creía para después. Llamó a Martín para interrogarle delante de
los que se habían inquietado, si se había sentido incómodo en algún momen-
to en la vida política a raíz de que él no era cristiano. Y ahí terminó el asunto.
También hubo episodios de otro tipo, vinculados con la represión y que
en verdad nos sorprendieron. Acude a nuestra memoria uno en particular. En
una oportunidad Enrique Rubio fue «chupado» del Penal y luego devuelto.
En efecto, en junio de 1975, antes y después del 27, fue «secuestrado» por un
cuerpo represivo, llevado encapuchado y esposado a lo que después identificó
como la casona de Punta Gorda conocida como «300 Carlos R» o «infierno

147. Había publicado incluso un pequeño libro: Nuestra industria textil ¿tiene futuro? Héc-
tor Rodríguez, Nativa Libros, Montevideo, 1967.
– 134 –

chico». Allí se le sometió a torturas por orden de quien se autoidentificó como


«coronel 300», quien pretendió imputarle una absurda actividad de espionaje
por el hecho de haber viajado como parte de una delegación a Corea del Norte
en 1969 (el mismo viaje, el año anterior, entre otros, lo había realizado el Dr.
Julio María Sanguinetti). Después de tres o cuatro días –sin resultado alguno
para los represores– se lo devolvió al Penal.148
Cada Penal era un mundo independiente. En el Penal de Libertad la sepa-
ración interna que los militares establecieron (diferentes áreas en el celdario –
no solo por piso, sino por sector y por ala– y en barracas) hacía que se pudiera
estar muchos años sin siquiera poder cruzarse con otro compañero caído en la
misma fecha. O sea: eran muchos ámbitos o mundos diferentes. Las posibili-
dades de estudio resultaban también más difíciles, porque no estaba permitido
reunirse en grupos (el máximo en los recreos era de a dos). Por otra parte la
censura de los libros había acumulado dificultades importantes.
Cada preso o pequeño grupo de presos tiene su historia o sus historias.149
Y cada pareja, cada familia, vivió su propio calvario de angustia, búsqueda,
recortadas visitas y sufridos sistemas para hacer llegar alguna carta a la semana
o al mes, así como algún tipo de suministro de víveres admitido, siempre con
censuras y revisiones duras.

148. Enrique Rubio: De otras anécdotas y, fundamentalmente, de nuestro mundo subjeti-


vo, hemos dejado algunas páginas escritas en el libro que hiciéramos con nuestra esposa, para
nuestros afectos, no para el circuito comercial, en 2017: Luisa Manzanar y Enrique Rubio, Uno
X Dos, Rumbo, Montevideo, 2017.
149. Cada caso una experiencia. De la narración ya citada de Brenta:
«En noviembre de 1977 llegaron a mi casa un grupo del Cuerpo de Fusileros Navales, solo
tocaron timbre, mi madre abrió la puerta y al minuto desperté con un revólver en la cabeza;
encapuchado salí del edificio y fui llevado a un lugar desconocido donde tras dos días de plan-
tón sin agua y en medio del delirio, fui liberado. Cuarenta y ocho horas más tarde fui detenido
otra vez, en esas 48 horas no me contacté con nadie, porque me sabía vigilado. A las 48 horas
nuevamente de noche me llevaron a un lugar desconocido y comenzaron los interrogatorios en
serio, los que le practicaban a la mayoría de los detenidos.
Luego de más de un año en el Fusna, me llevaron al Penal de Libertad; para quienes estába-
mos en los sótanos del Fusna, llegar a Libertad era casi como ser liberado: ver luz, no estar enca-
puchado, tener visita regular, hacer deporte, era una mejora importante. Fui llevado a las barracas
donde había mayoritariamente militantes comunistas. Cuando supieron mi edad alguien dijo “es
una manteca” y aunque todos éramos jóvenes yo era el más chico, y desde allí llevo ese apodo.
La cana fue para mí una experiencia muy dura, pero muy enriquecedora. Tomé contacto con
la experiencia de gente que forjó el movimiento obrero y el Frente Amplio. Conocí por ejemplo a
José Luis Massera, a muchos militantes del MLN y en especial a Héctor Rodríguez que llegando
ya al final de su condena, me transmitió a mí y a muchos compañeros valores ideológicos claves
en el desarrollo de la izquierda. La austeridad, el compromiso con los trabajadores, el respeto a
las decisiones colectivas, la integridad y la ética innegociable».
– 135 –

En consecuencia, cada lugar de detención y cada familia afectada merecen


un libro que rescate esas memorias. Tarea de los jóvenes de hoy, antes que los
recuerdos se vayan…
Esto duró toda la dictadura. Aún en sus etapas finales.
Avanzado el segundo semestre de 1984, como ya había pasado con otros
presos con la salida negociada y a la vista, se pierde la vida del Bile Martínez
en el Penal de Libertad. Los autores no han encontrado palabras más vívidas
que las escritas en aquellos mismos días por uno de ellos, Martín Ponce, y que
fueron publicadas en el semanario Aquí. Este semanario, número a número, era
otro de los actores que peleaba en este caso desde filas del PDC, por nuevos
espacios de libertad. (Se transcribe como Anexo 1).
CAPÍTULO VI
LA IZQUIERDA DEMOCRÁTICA INDEPENDIENTE Y
LA DISOLUCIÓN DE LOS GAU (1984-1985)

Los GAU comenzaron a reorganizarse durante el largo proceso de sali-


da de la dictadura. Al reabrirse algunas rendijas para el accionar político en
Uruguay participaron de la Mesa Política del FA en la clandestinidad. Desde
allí interactuaron en las negociaciones de la salida del régimen, mientras en
la sociedad y en la calle participaron del triunfo del «No» en el plebiscito de
1980, del «voto en blanco» frenteamplista en las elecciones internas de 1982 y
finalmente en la campaña electoral del recién rehabilitado Frente Amplio, con
dirigentes proscriptos y militantes presos y exiliados. Recién en 1985, junto a
tantos otros, son liberados los últimos presos de los GAU.
No nos vamos a referir aquí a todo este proceso. Tomaremos solamente la
fase final. ¿Qué lapso abarca dicha fase? La periodización que nos guiará puede
resultar arbitraria, pero nos parece fundada. Para definir un marco temporal en
relación con la transición de la dictadura a la recuperación democrática, identi-
ficaremos un par de jalones altamente significativos. Adoptaremos como punto
de referencia inicial el acto del 1.o de Mayo de 1983 del PIT, y como jalón final
la asunción del nuevo gobierno el 1.º de marzo de 1985.
Fueron dos años muy intensos, fermentales, cargados de emociones, luchas,
reencuentros y nuevas ideas.
Si nos atenemos al clásico Manual de Historia del Uruguay del profesor
Benjamín Nahum,150 y le incorporamos otros sucesos a partir de diversas fuen-
tes y de nuestra memoria, esos años incluyeron numerosos acontecimientos
relevantes, a saber:
1983
1.o de mayo: primera celebración del Día de los Trabajadores, después de
diez años;
13 de mayo al 5 julio: negociaciones en el Parque Hotel entre militares y
políticos;
20 de mayo: visita del rey de España;
5 de julio: ruptura de las negociaciones en el Parque Hotel;
25 de agosto: primer «caceroleo» contra el régimen;

150. Tomo II: 1903-2010, 2013, Ediciones de la Banda Oriental, Montevideo, pp. 327 y 363.
– 138 –

Setiembre: primera Semana del Estudiante151 que culmina en multitudinaria


marcha y acto en el Estadio Franzini;
8-9 de noviembre: segunda jornada de protesta sindical convocada por el
PIT y apoyada por la Intersocial (PIT, Asceep, Fucvam y Serpaj), con marcha
por el centro de Montevideo y represión;
12 de noviembre: desproscripción de dirigentes políticos, excepto Wilson
Ferreira Aldunate y numerosos dirigentes del Frente Amplio;
27 de noviembre: multitudinario acto en el Obelisco;
20 de diciembre: retornan, por algunos días, trescientos hijos de exiliados.
1984
18 de enero: paro general e ilegalización del Plenario Intersindical de Tra-
bajadores (PIT);
19 de marzo: liberación del general Líber Seregni;
16 de abril: asesinato del Dr. Vladimir Roslik;
17 de mayo: reunión de la Multipartidaria;
1.o de junio: designación del general Medina como comandante;
16 de junio: retorno y detención de Wilson Ferreira Aldunate;
27 de junio: «Paro Cívico» convocado por la Multipartidaria;
6 de julio al 3 de agosto: negociaciones en el Club Naval y Pacto;
26 de julio: desproscripción parcial del Frente Amplio;
Mes de julio: aceleración de expedientes de presos políticos;
5 de agosto: Acto Institucional n.o 19, como resultado del Pacto del Club
Naval;
21 de agosto: cese de la intervención en la Universidad de la República;
4 de setiembre: instalación de la Concertación Nacional Programática
(Conapro);
25 de noviembre: elecciones nacionales con proscriptos (ni Seregni, ni
Wilson, ni Jorge Batlle pudieron ser candidatos): triunfo del Partido Colorado
y de Julio M.a Sanguinetti;
30 de noviembre: liberación de Wilson Ferreira Aldunate;
1985
12 de febrero: renuncia de Gregorio Álvarez;
15 de febrero: instalación de las Cámaras Legislativas y de los Gobiernos
Departamentales;
1.o de marzo: Julio María Sanguinetti152 asume la presidencia de la Repú-
blica;
8 de marzo: Ley de Amnistía para los presos políticos.

151. El CUI publicó en 1986 tres volúmenes (Movimiento estudiantil. Resistencia y tran-
sición) con documentación sobre el movimiento estudiantil.
152. El proceso que lo condujo a la presidencia fue analizado por Marcelo Pereira, 1980-
1984: Operación Sanguinetti, CUI, Montevideo, 1986.
– 139 –

Iniciado el año 1984, con la dictadura en retirada, el FA y sus grupos consti-


tuyentes estaban en pleno proceso de reorganización. Esto sucedía prácticamente
con todos los grupos, listas y corrientes. En el caso de los GAU, se produjeron
distintos intercambios fundamentalmente entre los ex presos y con militantes en
el país y en el exterior desde 1981, pero más ampliamente durante 1983 y 1984.
Como habían pasado muchos años y era notoria la gravitación de una ge-
neración de nuevos trabajadores sociales y políticos –a los estudiantes se les
ha denominado «la generación 83», aludiendo a la militancia estudiantil y a su
expresión pública en la primavera de ese año–, constituyó una preocupación
central para los GAU establecer un puente con dicha generación.
Ello se logró al concretar un vínculo de intercambio y entendimiento con el
Frente Independiente Universitario (FIU). Se realizaron numerosas reuniones
con sus principales dirigentes: José Bayardi, Edgardo Rubianes, Daniel Parada,
Marcelo Pereira, Roberto Elissalde y otros.
También se retomaron los vínculos con los distintos grupos del Frente Am-
plio y participamos de su Mesa «clandestina», junto a entrañables luchadores
como Juan José Crottogini, Alba Roballo, José Pedro Cardozo, Hugo Batalla,
el recordado «Sr. Sánchez»153 (luego senador Walter Olazábal) y otros pocos.
En las Comisiones que el FA iba reactivando, tuvimos que tomar precau-
ciones por un tiempo, con acuerdo de todos los participantes, y así varios com-
pañeros nuestros se incorporaron a través de la asunción de delegaciones de
otros grupos. Muy relevante fue el trabajo de Walter Genta154 en la Comisión
de Interior del FA de esos años difíciles, donde recorrió más que nadie el país
organizando al FA, a los GAU y a ese Pregón de la Dra. Roballo, que le daba
cobertura y a quien informaba sistemáticamente.
Cuando fue liberado Seregni, una delegación de los GAU,155 concurrió a
saludarlo y a comenzar los nuevos intercambios directos.
En ese marco fermental, a fines de 1983 y principios de 1984 comenzó el
diálogo entre varios militantes significativos, tendiente a la creación de una
organización que los englobara y evitara la dispersión de los esfuerzos. Como
producto de ello, el 28 de febrero de ese año 1984 se firmó un acuerdo origi-
nal, que tuvo cinco puntos: 1) Iniciar de inmediato los trabajos por la organi-
zación de un partido. 2) Elaborar en el más breve plazo los fundamentos ideo-
lógicos y programáticos. 3) Encomendar a una comisión especial el proyecto
del programa del partido. 4) Coordinar y aunar posiciones en todos los planos.

153. Seudónimo adoptado por quien fuera el primer delegado del Partido Comunista en
esta etapa.
154. Entrañable compañero, fallecido tempranamente luego de una larga enfermedad.
155. La delegación estuvo integrada por Héctor Rodríguez, José Colombo, Daoiz Uriarte
y los autores de este libro.
– 140 –

Enrique Rubio, Martín Ponce y Héctor Rodríguez saludando al recién liberado Seregni.
(Video registrado por José Luis Díaz).

5) Tomar como denominación distintiva común el de Izquierda Democrática


Independiente (IDI).
Este acuerdo lo firmaron los GAU, los Núcleos de Base Frenteamplistas,
Patria Grande (Compuesta por la Unión Popular y el Movimiento de Acción
Nacionalista, liderado por el arquitecto Jorge Durán Mattos), la Lista 99, la
Agrupación Pregón, el Movimiento Blanco Popular y Progresista (hoy MPF)
y el Partido por la Victoria del Pueblo, que había solicitado su incorporación
al FA pero que aún no estaba integrado a él.
En consonancia con lo resuelto, comenzó el trabajo de redacción del pro-
yecto de bases programáticas. En prolongadas sesiones entre el 12 y el 14 de
abril surgieron las primeras discrepancias serias que se expresaron en dos en-
cabezamientos del documento de bases programáticas.
Si extraemos el primer párrafo de ambos encabezamientos, se aprecia que
la versión mayoritaria dice:
«Se presenta a continuación un anteproyecto de bases programáticas mí-
nimas que habrán de constituir un fundamento para los estudios que se vienen
realizando con la finalidad de constituir un partido de la izquierda indepen-
diente uruguaya».
– 141 –

Y la propuesta de una de las organizaciones representadas (el PVP) dice:


«Se presentan a continuación las bases programáticas mínimas que han de
ser uno de los fundamentos para la discusión entre los grupos políticos y los
militantes independientes que están participando en los esfuerzos por la cons-
titución de una fuerza política nueva de la izquierda independiente, fuerza que
esos grupos y militantes deberán decidir si toma o no la forma de partido po-
lítico y cuáles han de ser las etapas de su concreción».
No obstante las diferentes visiones y las limitaciones de aquel entonces,
hubo una importante respuesta y surgieron numerosas agrupaciones IDI por
todo el país.
Como las diferencias eran considerables comenzaron a producirse desga-
jamientos. El primero en tomar distancia fue Francisco Rodríguez Camusso
(MBPP), quien pidió pasar a la calidad de observador.
Si bien las discrepancias no frenaron la expansión externa y la multipli-
cación de agrupaciones, la persistencia de visiones diferentes llegó al clímax
el 24 de mayo, momento en el cual varios grupos pusieron paños fríos a los
ímpetus fusionistas.
Antes de esa fecha, el 1.o de mayo Hugo Batalla, Danilo Astori y Carlos
Cassina invitaron a los GAU a una reunión y plantearon que para continuar
tenía que excluirse al PVP. Héctor respondió que no (también estábamos en
esa reunión los autores).156
A fines de mayo, en un plenario de miembros de los Núcleos de Base, Astori
planteó que el proyecto era inviable, que no existía acuerdo en la disolución de
los grupos y que había que retirarse de la IDI. Su postura perdió ampliamente
y se retiró del proyecto conjuntamente con otros convocantes de los Núcleos
de Base (Juan Carlos Rodríguez Castro, Ing. Carlos Rodríguez e Ignacio Ga-
briel). El resto de la militancia permaneció en el proyecto. La 99 también se
retiró sin mayores explicaciones. Patria Grande, a su vez, había comenzado a
funcionar como UP y MAN separados.
Como forma de ratificar el compromiso asumido, en la reunión del 9 de
junio se convocó a una asamblea de agrupaciones para el mes siguiente, que
se realizó en la Cooperativa Bancaria el 12 de agosto. Esta asamblea aprobó
una estructura única por frentes y una dirección común (Junta Nacional y Co-
mité Ejecutivo).
Durante este período se llevaron adelante las negociaciones entre los parti-
dos políticos y los militares en el Club Naval. La IDI tuvo una actitud recelosa
en todo el proceso y no estuvo de acuerdo con el resultado obtenido y expre-
sado en el Acto Institucional n.o 19, lo que proyectó una imagen de «ultras»

156. Fernández Huidobro, o. cit., p. 416


– 142 –

o intransigentes, que tuvo sin duda importantes repercusiones en lo electoral.


Esa discrepancia marcó profundamente.
Seregni, respaldado por el Frente Amplio, había impulsado la estrategia de
concertación, movilización y negociación. Hubo acuerdo en la misma pero no
en el resultado. La IDI creía que se podía llegar más lejos en la negociación con
los militares.157 En la explanada municipal, en un acto masivo el 10 de agosto
de 1984, parte de la IDI se presentó portando una gigantesca pancarta con un
NO rotundo. Seregni hizo votar por aclamación el acuerdo alcanzado y obtuvo
una masiva respuesta afirmativa.
Poco después se realizó en la Comisión de Programa la primera gran revi-
sión programática desde 1971. Participamos intensamente en ella. Entonces se
modificó, entre otras, la política agraria, industrial, financiera y del comercio
exterior, así como la concepción del papel del Estado, de la institucionalidad
democrática y de las organizaciones de la sociedad civil. El Plenario Nacional
aprobó el nuevo programa con discusión en varias sesiones seguidas, pero la
mayor parte de la cultura frentista no lo advirtió, lo que explica múltiples des-
encuentros en las décadas posteriores (la segunda gran revisión se ha realizado
durante el ejercicio del gobierno nacional desde 2005 a la actualidad).
Tras una dura discusión se conformaron las listas para las elecciones de no-
viembre, propuestas por el Comité Ejecutivo y aprobadas en la Junta Nacional
electa por la asamblea del 12 de agosto referida con anterioridad.
Previo a las elecciones, el 27 de octubre se realizó una asamblea del Frente
Sindical de la IDI en el gimnasio del Club Colón, donde se definieron los sím-
bolos en una discusión áspera que dejó en claro actitudes y estrategias políticas
distintas y difíciles de conciliar (triunfó el uso de una bandera roja y negra, y
perdió la roja, azul y blanca).
Las elecciones y sus resultados (un solo diputado electo, Lorenzo Rovira de
la UP) dejaron claro que la IDI no había sintonizado con el clima imperante en
el país ni en el colectivo frenteamplista. Como se expresa en un documento de
los GAU158 de enero de 1985: «Pronunciamiento antiautoritario y antimilitarista
no es sinónimo de radicalización política» y agrega que «muchos compañeros
le dieron un sesgo no frentista al “antipactismo”».159

157. La postura de Seregni sobre las negociaciones fue expresada en numerosas oportu-
nidades: documentos, informes, reportajes, etcétera. Precisamente, en un reportaje de Diego
Achard incluido en su libro sobre la transición y citado por Caetano, G. y Rilla, J. en Historia
Contemporánea del Uruguay, Fin de Siglo, Montevideo, 2005, pp. 387-388, en relación con las
posturas dentro y fuera del FA, que pretendían obtener un grado mayor en las negociaciones,
Seregni afirmaba que ello equivalía a una «rendición» de las FF. AA., cosa que él consideraba
«un elemento francamente absurdo, onírico, en el Uruguay de esa época».
158. Documento aportado por los GAU para la «revisión crítica y autocrítica de la activi-
dad de la IDI».
159. Ambas frases subrayadas.
– 143 –

En forma paralela al proceso relatado, los GAU realizaron algunas activi-


dades y pronunciamientos propios. En particular Héctor tuvo un par de cruces
públicos entre enero y marzo con el senador Manuel Flores Silva, a propósito
de hechos del pasado, de posicionamientos ideológicos y de cuestiones políticas
de la coyuntura, que tuvieron distintas manifestaciones periodísticas.
La expresión pública más relevante a nuestro juicio fue la carta elevada al
presidente de la República el 2 de marzo de 1985 en nombre de la «primera
reunión consultiva» de los GAU realizada en la legalidad, desde el 18 de no-
viembre de 1973, y firmada por Héctor Rodríguez y Martín Ponce.
En dicha carta los GAU se congratulaban por el decreto que establecía su
legalización el día anterior, exponían detalladamente la nómina de muertos,
desaparecidos, exiliados y expulsados de la organización política, así como
las torturas y persecuciones soportadas, y finalizaban reafirmando su lealtad
democrática.
Prosigamos con la narración del proceso IDI.
En mayo de 1985 en el Palacio Sudamérica se realizó el 1.er Congreso de
la IDI, el que resolvió constituir un movimiento político unificado; mientras
se procesaba la disolución de las organizaciones con prohibición de su apari-
ción pública, convocó a un precongreso para el 31de agosto y a un segundo
congreso que se realizaría, luego de postergaciones, en mayo de 1986, también
en el Club Colón.
En mayo de 1985 la polémica central en relación con la cuestión de la uni-
ficación había tenido lugar entre el PVP y los GAU. Como consecuencia de
las decisiones que se adoptaron, el PVP y otros movimientos se retiraron del
proyecto. Como en el camino, antes o después de mayo, se habían desgajado
de la propuesta Pregón y la UP, además del PVP, los cuatro grupos que perma-
necerían para luego fusionarse en el interior de la IDI fueron: el FIU, el MAN,
los Núcleos de Base Frenteamplistas y los GAU.
Mirado con la distancia que otorga el tiempo quizás debamos compartir
la afirmación que formuló Héctor a Fernández Huidobro en 1995: «Creo que
gran parte de esta crisis estuvo motivada por el deseo de lograr una unifica-
ción haciendo caso omiso del tiempo necesario para ello».160 Aunque habría
que agregar que los puntos de partida eran muy heterogéneos y los proyectos
y las miradas sobre el país, en algunos casos, incompatibles. El proceso, por
otra parte, no fue el de La Corriente (coincidencias en la coyuntura y luego su
expresión en los acuerdos), sino el contrario.

160. El Tejedor…, o. cit., p. 417.


– 144 –

Aludiendo al precongreso celebrado el 1.º de setiembre, según la crónica


periodística161 Martín Ponce manifiestó que «las organizaciones políticas que
en mayo pasado se mantuvieron con existencia propia en su seno comunicaron
oficialmente su integración total y, consecuentemente, el cese de su funciona-
miento orgánico como tales». Consideraba un hecho muy importante para la
izquierda que cuatro organizaciones políticas, más sectores independientes
(los dos más notorios eran el Dr. Helios Sarthou y Víctor Semproni) hubieran
resuelto unificarse en un movimiento común.
La participación de los GAU en el proceso de la IDI fue intensa.
En línea con las resoluciones que adoptó la IDI de constituir un nuevo par-
tido, los GAU celebraron una asamblea en el local de la revista Guambia el 17
de agosto de 1985 y decidieron su autodisolución.
Con similar actitud de cumplir con lo acordado, el 25 de agosto de 1985 se
autodisolvió el FIU en el seno de la IDI.
Culminaba así una peripecia política iniciada dos décadas atrás en 1967.
Como da cuenta la memoria de centenares de trabajadores políticos que habían
participado de un proceso absolutamente original, mucho se había construi-
do, aportado a la unidad y desarrollo de la izquierda uruguaya, y sufrido bajo
la terrible represión, dentro y fuera del país. Será tarea de los historiadores
determinar cuánto y cómo significó la impronta GAU. Por nuestra parte, este
aporte es una modesta contribución a la deuda que hemos sentido con quienes
se comprometieron en este proceso.

161. Reportaje a Martín Ponce del 10.09.85 en el semanario democristiano Aquí (fundado
el 19.04.1983).
CAPÍTULO VII
A MODO DE CIERRE

Luego de la primera década de existencia (1967-1977), cuando la violencia


se concentró en nosotros, los GAU, nos desbordó completamente. El salvajis-
mo aplicado nos mató compañeros, nos secuestró compañeros y, lo más cruel,
nos hizo desaparecer hasta hoy casi una veintena de ellos. Son parte de los casi
doscientos desaparecidos que la dictadura dejó en el país y, Plan Cóndor me-
diante, en la región, especialmente en Buenos Aires.
Toda lucha trae durezas y sufrimientos, pero lo que hasta hoy es imperdo-
nable y constituye una verdadera tragedia nacional radica en que:
–– los involucrados en los hechos más graves no hayan tenido la actitud
de dar a conocer el paradero de cada desaparecido, y
–– los mandos de la Fuerzas Armadas que reivindican continuidad his-
tórica, y los servicios de inteligencia que suponemos al servicio del país, no
hayan tenido la decisión y capacidad de ubicar sus destinos y circunstancias.
Ni siquiera cuando el propio presidente de la República les reclamó la in-
formación correspondiente.
¡Es increíble que se pueda invocar la tradición artiguista!
Al «Padre Artigas» –como le llamaba el Gral. Seregni–, los responsables
no lo sienten.
Ni la afirmación de que «el general Artigas no es verdugo», cuando de-
volvió a los adversarios que le entregaron detenidos, ni siquiera la orden de
«Clemencia para los vencidos» dada después de la batalla de Las Piedras y
convertida en consigna nacional, parecen hacer mella en quienes tienen capa-
cidad de decisión real sobre la información requerida.
Por nuestra parte sabíamos que la violencia era previsible en un acontecer
político que aspiraba a cambiar las relaciones de poder, y lo asumimos siempre.
Porque una muy larga historia tiene la derecha en desatar la violencia cuando
se siente cuestionada. Y Uruguay mostraba no ser ajeno a esa tradición: repre-
sión creciente, cientos de atentados contra toda expresión de oposición y hasta
asesinatos del Escuadrón.
Finalmente, quien busque aquí relatos o detalles de acciones que no respe-
taban las normas vigentes, no los encontrará. Ya están publicados en distintos
materiales, aunque no siempre con objetividad histórica. Se originan siempre
– 146 –

en materiales de las fuerzas represivas. No es acá el lugar ni el momento para


analizarlos.
Basta con lo aquí dicho y con los sufrimientos transitados.
Peleamos por ayudar a organizar al pueblo en los sindicatos, en los mo-
vimientos estudiantiles, en las estructuras políticas que creamos junto a
muchos otros en el Frente Amplio, en las cooperativas, y en otros movi-
mientos sociales y ciudadanos. Cuando llegó la consolidación de la dicta-
dura, luchamos ayudando al desarrollo de la huelga general y mantenien-
do durante años un grupo de militantes que la denunciaba y alentaba los
difíciles ánimos del momento, hasta que llegó la masacre de fin de 1977.
Participamos permanentemente en el exterior, en las tareas de solidaridad con
Uruguay.
Después estuvimos en la pelea individual por el NO, y más adelante en la
participación más activa en el Frente Amplio, que peleaba el voto en blanco
en el 82 y en su Mesa «clandestina».
Participamos a través del ya liberado Héctor Rodríguez en el Acto del Obe-
lisco; fuimos parte del país que peleaba la apertura, la democracia y la amnis-
tía de los presos. Como vimos, poco después del Acto del Obelisco y en los
tiempos de la liberación de Seregni, fuimos parte convocante de la Izquierda
Democrática Independiente. Tuvimos activa participación en 1984 en la orga-
nización creciente que se expresaba de mil maneras. Compartimos el planteo
de «negociación» de salida y de ir al Club Naval, pero nos opusimos al acuer-
do llegado creyendo que las circunstancias permitían sacar más concesiones
al régimen. Siempre defendiendo la unidad.
Ya recuperada la democracia y liberados todos los presos políticos, segui-
mos tozudamente en la compleja IDI en cuyo seno, en el recordado Congreso
de 1985, triunfaron finalmente las posiciones que junto a otros defendíamos.
En ese marco, y cumpliendo las condiciones allí tomadas, nos disolvimos en
agosto de 1985.
Sentimos un enorme orgullo de lo hecho por tantos compañeros a lo largo
de dos décadas claves para el país, y mantenemos un compromiso de por vida
con los que no están, en especial con los desaparecidos. Conocer su destino y
circunstancias es una obligación irrenunciable del presente y del futuro del país.
Anexo 1

EL PENAL DE LIBERTAD162

Nuevos muertos se agregan a la ya demasiada larga lista. Leiva, Yoldi y ahora


Bile Martínez. Los dos primeros culminando trágicamente duras enfermedades para
pelear con las cuales el Penal los colocó en notoria inferioridad de condiciones. El
Bile, el más reciente, se «autoelimina» luego de siete años de prisión, cuando ya había
firmado la libertad y la familia lo esperaba con la cama pronta y amigos del Comité de
Base con carteles. Y es este último caso el que hoy sentimos que nos obliga a escribir.
Porque esa muerte es un producto «puro» de esa máquina que es el Penal de Libertad.
Bile Martínez perteneció a una extensa familia, muy golpeada en estos años; una
familia tan golpeada que la sentimos como un símbolo de estos años de sufrimiento,
de este Uruguay dictatorial. De los diez hijos de esa familia (cinco varones y cinco
mujeres), una hija está refugiada en Suecia, dos de las hijas tienen a sus esposos des-
aparecidos en Argentina (Hugo Méndez y Tito Bosco), un hijo emigró por problemas
laborales, y otro, Bile, estaba preso, pero ya cumplía… ya había firmado… en medio
de tantos sufrimientos pasados era un esperado festejo… pero ya no lo fue. Fue otro
sufrimiento. Una muerte especialmente injusta.
Y hoy siento que sea una obligación intentar al menos explicar algo. Tratar de
trasmitir, por encima de rabias, frustraciones y sentimientos algún elemento compa-
rativo que ayude más a entender este problema nacional a quienes no lo han vivido.
Y decimos problema nacional porque sentimos profundamente que la mera existencia
hoy de los penales de Punta de Rieles y Libertad es un problema nacional. Es nacional
pero es ajeno al país. Tan ajeno al país que hoy –que nadie puede suponer siquiera la
existencia de «problemas de seguridad»–, el acceso a los penales sigue vedado. Es que
el Uruguay no lo resistiría. Si los canales de televisión pudieran filmar –no como se-
rial extranjera sino como realidad cotidiana– la vida de los penales, se produciría algo
similar a la violenta reacción del organismo ante la presencia de un cuerpo extraño.
¡Eso no es Uruguay! ¡Eso no puede existir aquí!
Y aun así, las cámaras apenas si trasmitirían una pequeña parte de la realidad. El
Penal de Libertad es verdaderamente una máquina y las cámaras apenas si registra-
rían su superficie.
En general, por variados y confluyentes motivos hay una cierta resistencia a «ex-
plicar» el Penal por parte de quienes allí pasamos algún tiempo. Tal vez una de las
principales razones es lo difícil que es el intento.
Antes de llegar a Libertad habíamos pasado por Punta Carretas y tal vez el con-
traste me permita trasmitir algo más.
En el Penal de Punta Carretas estuvimos varios años en el tercer piso, en la llamada
«Categoría Especial» donde aún se encuentran varios militares procesados por la Justi-

162.  Martín Ponce de León, semanario Aquí, 11/9/1984.


– 148 –

cia Militar. Habitábamos en el Penal varios cientos de presos comunes y una cantidad
oscilante en 150 a 180 presos políticos. A diferencia de los presos comunes (y siempre
para peor) no podíamos circular por el Penal, no podíamos acceder (no conocí ningún
día de excepción siquiera) al patio del Penal que posibilita el uso de canchas de depor-
tes y no podíamos concurrir al Hospital Penitenciario (dentro de los muros del propio
Penal) sino a través de una solicitud formal que llevaba muchos días de trámite hasta
combinar la concurrencia al mismo, con varios guardias actuando como «custodios
directos» del detenido. El Penal de Punta Carretas es un edificio de comienzos de siglo,
donde el agua que llega a la celda es un hilo que hay que trabajosamente acumular;
chinches, cucarachas y otros congéneres disputaban con los presos el espacio vital y
las ratas se paseaban casi como animales domésticos a la vista de todos. Por otra parte
nuestros familiares nos llevaban papas, azúcar, harina, tomates, etcétera, para posibilitar,
luego del reparto que los propios presos hacíamos entre nosotros, el cocinarse en cada
celda la comida diaria (es justo indicar que el penal nos entregaba un litro de leche por
día y una porción de carne para una comida a cada preso, dos veces por semana). (A
propósito, esa comida que diariamente cocinábamos en base a lo que nuestras familias
nos llevaban es la misma por la que luego nos cobrarían como gastos de estadía…).
Agregue el lector a esto, el hecho de que en cada celda (de tamaño total de 2,40 x 4,00
m) vivíamos de tres a cuatro, según el momento.
Pues bien, esas condiciones, sensiblemente peores que las de los presos comunes
(las que ya son por cierto malas) en el Penal de Punta Carretas, eran tales en compa-
ración con el Penal de Libertad, que siempre hablamos de «La Punta» como un lugar
de detención privilegiado.
Y conste que el Penal de Libertad es un edificio nuevo, higiénico, con población
limitada a dos por celda (salvo los sancionados a estar solos durante largos años), con
canchas de deportes, con comida escasa y limitada en cantidad y calidad pero «comi-
ble», con asistencia médica limitada y cuestionada pero existente. Y sin embargo…
No era tampoco la rapada del pelo, que nos la efectuaban en los dos penales… y
bien, ¿qué era?
Si tuviera que decirlo en una frase, tal vez no muy ortodoxa, yo diría que Punta
Carretas, aunque con hacinamiento, dureza, carencias y mugre, era parte del Uruguay,
pero el Penal de Libertad era una cosa absolutamente ajena al país. Naturalmente que
muy orientales éramos los que estábamos allí dentro. Lo viví en el año 79, en mi último
año de detención y creo que cada día me detenía a mirar el conjunto por la ventana y
sentir que eso no era mi país y avergonzarme de que eso existiera en mi país.
Esas torretas perimetrales entre las que se cruzan en la noche alaridos guturales.
Esos reflectores sacados de películas ajenas. Esos compañeros de uniformes con sus
números y sus colores clasificatorios de subconjuntos. Esas filas de compañeros que se
cruzan sin poder siquiera saludarse mientras los guardias vigilan, y otra fila de compa-
ñeros con guardias que va al locutorio… y otra fila que va a lavar sábanas… Esas visitas
espaciadas quince días (en Punta Carretas eran semanales y para los presos comunes
cuatro días a la semana y sin exigencia de parentesco de primer grado), pero además,
visitas en que al ser querido se lo ve a través de un vidrio y solo se le puede hablar
por teléfono. Eso no es de nuestro país. Esa prohibición en los recreos de hablar de a
varios, de formar una simple rueda de cuatro o cinco. Solo se puede hablar de a dos.
– 149 –

Esos largos años sin poder leer un diario, ni escuchar un informativo. Se crea un mun-
do con algo de ciencia-ficción. En aquel 79, luego de veinte versiones sobre la caída
de un Somoza, siempre desmentido luego, resolví dejar de preocuparme y esperar a la
salida para enterarme. Claro, para mí era fácil. Me quedaba menos de un año. Pero ¿qué
pasa al someter a alguien a años de no tener noticias del mundo exterior? Agreguen lo
más tradicional. La celda cerrada. Los eventuales castigos (sin salir de la celda o aca-
so los calabozos de la «isla»). Eso no es nuestro país. Y eso es una máquina montada
y pensada para destruir. Para destruir personas. Afortunadamente en la mayoría de los
casos no lo ha logrado, pero los engranajes siguen girando y cada tanto un caso como
el de Bile es la fiel expresión de lo que la máquina va buscando.
Y bien, a esa máquina debemos pararla. Y pararla, ya, pues sin duda seguirá –de
lo contrario– cobrando víctimas. Es un reclamo del país la libertad de todos. Pero es
una exigencia del nivel humano más elemental que se pare la máquina, que se termine
el hostigamiento, que se permita saludar, hablar, formar rueda. Que se permita tener
radios y periódicos. Que se permita ver a los seres queridos sin vidrios ni teléfonos.
Que se permita recibir la visita de amigos como en cualquier prisión común. Que se
atienda realmente a los enfermos físicos y psíquicos. Que saquen las torretas con sus
gritos y reflectores propios de campo de concentración.
Bile no se suicidó. Era un muchacho sano y jovial. Lo mató esa máquina a lo largo
de siete años. ¡Deténganse pues los engranajes! ¡Que no haya más víctimas!
Que quienes tienen autoridad en el tema tomen al menos las medidas mínimas que
se vuelven ya imprescindibles en un país que reclama la libertad de todos los presos
políticos. Detenidos en condiciones que nada tienen que ver con las que la Constitu-
ción establece en el artículo 26, aun para los peores delincuentes. Aunque el lugar de
detención sea conocido ¡qué ironía!, como «Penal de Libertad».
– 150 –

Anexo 2:

LA POLÉMICA SINDICAL
Dos debates cruzaron a la izquierda de fines de los 60 y principios de los 70.
El debate sobre la vía o método para la revolución social como el centro de la
cuestión, que separaba a las izquierdas legales (desde las estrictamente electoralistas
hasta las que aceptaban «todas las formas de lucha»), de las izquierdas que hacían de
la lucha armada el centro y definición de su accionar. A propósito de esta cuestión, los
GAU polemizaron reiteradamente con las posturas que denominaron metodologistas.
En segundo lugar, el debate acerca de las alternativas tácticas del movimiento social
frente al autoritarismo ascendente, convertido rápidamente en gradualismo golpista.
Sobre una base común que promovía el involucramiento colectivo, la defensa de la
legalidad y una línea de desgaste de la derecha con avance electoral de la izquierda.
Esta orientación luego se bifurcaba: los que estimaban que ese desgaste era lo único
posible y aconsejable, y los que creían que se debía incorporar, en determinadas coyun-
turas críticas, una movilización masiva creciente y la declaración de la huelga general
para forzar una negociación con la derecha (en perjuicio del pachequismo en 1969 y
del bordaberrismo en 1973).
Como el protagonismo de los GAU se concentró fundamentalmente en el segundo
debate, a él nos referiremos en detalle en lo que sigue.
En verdad, la polémica se encendió y por un largo período.
Los sindicalistas siempre han debatido, discrepado o acordado entre ellos. Muchas
polémicas integran la historia y la memoria de los sindicatos, en sus lugares de trabajo,
en las asambleas de todo el gremio, en los organismos intermedios o en la conducción
de las propias centrales. Estos debates han sido en organismos poco numerosos aun-
que muchas veces ampliamente representativos, o en el calor de asambleas incluso
multitudinarias, y también en numerosos casos en ámbitos con escasa participación o
representación. Hay de todo en el registro histórico.
En algunas circunstancias los debates han desbordado los organismos habituales
y las polémicas cobrado estado público en los medios de comunicación de colectivos.
Por otra parte, por la naturaleza del asunto en debate, las discusiones recorren un
espectro amplísimo de cuestiones, económicas o no económicas, locales, sectoriales,
nacionales o internacionales.
Vamos a dar cuenta de una polémica en la que se cruzan los asuntos más impor-
tantes y el estado público. Por sus protagonistas, características, asuntos y duración,
consideramos que es la polémica sindical más importante de la que tengamos memoria
o registro histórico, y aporta mucho a la historia de los GAU. Basta recordar las con-
sideraciones incluidas en el documento «Perspectivas para el movimiento de masas»,
que ya hemos visto, y compararlas con las cuestiones tratadas en esta polémica, para
advertir el vínculo. Tanto por los asuntos tratados, como por quien hace de una de las
partes –el líder de los textiles– el nexo es muy estrecho. Indirectamente, por el vuelo
– 151 –

que cobró, este debate constituye un indicador de la gravitación adquirida por el mo-
vimiento sindical en el país, y de los GAU en él.
Esta polémica fue republicada por el Centro Uruguay Independiente (CUI) en dos
volúmenes163 en 1985 en la ciudad de Montevideo. Se denominan Lucha y Polémica
Sindical 1968-1973, I y II. El primer volumen lleva por título ¿Cómo luchar por el
Programa? y el segundo, Movimiento sindical y potencial de lucha.164
La división en dos volúmenes no es una cuestión meramente editorial, sino que
corresponde a los tiempos de la polémica. Si bien se extendió desde el 19 de diciembre
de 1969 al 15 de febrero de 1973, tuvo una primera etapa hasta el 3 de abril de 1970 y
una segunda que se inició el 2 de setiembre de 1972 y finalizó, como hemos apuntado,
el 15 de febrero de 1973. Ambas cubren, como es obvio, los años claves del Uruguay
predictadura. En total 32 intervenciones, 16 por cada parte.
En la primera etapa debaten –escriben– Héctor Rodríguez y Mario Acosta, uno di-
rigente de los textiles y el otro de los obreros de la construcción. Uno integrante de los
GAU y el otro del PCU. El primero lo hace desde el semanario Marcha, y el segundo
desde el periódico El Popular.
En la segunda parte también debate Héctor Rodríguez aunque ya no en su carácter
de dirigente sindical. Héctor había dado una charla en el Movimiento 26 de Marzo el
2 de setiembre de 1972, que pronto fue publicada como folleto: «Características del
Movimiento Sindical». Esta charla se constituyó en el pie de la polémica II. Publi-
có una nota inicial («Para constancia»)165 en Marcha, y el resto de sus artículos en El
Popular. Por la otra parte intervienen César Rodríguez Daglio, ex dirigente sindical,
integrante del PCU y, en un caso, Wladimir Turianski, dirigente de AUTE, y también
integrante del PCU. Ambos publicaron en El Popular.
¿Sobre qué versaba el conjunto de la polémica? Sobre la táctica y la estrategia para
enfrentar la escalada autoritaria que culminaría poco después en el golpe de Estado
del 27 de junio de 1973. La táctica y estrategia que resultó mayoritaria y la que resultó
minoritaria en los organismos de dirección de la CNT. Para expresarlo de otra manera,
versaba sobre la táctica y la estrategia que era considerada como única y posible por la
mayoría, y sobre la táctica y la estrategia que estimaba, en cambio, que se podía que-
brar la escalada autoritaria; es decir: la polémica versaba sobre los destinos del país.
En el segundo artículo de la primera etapa, que Héctor Rodríguez publica en Mar-
cha en diciembre de 1969, condensa toda su línea argumental crítica de la conducción
de la CNT en los días claves de ese año. El título del artículo periodístico es por de-
más expresivo: «Los veinte días que valieron un año». Ahí, precisamente ahí, se jugó
el año, lo cual como se verá, equivale a decir que se jugaron los destinos del país. La
posibilidad misma de quebrar las políticas del autoritarismo ascendente y al propio
autoritarismo. Los GAU hablarían en esos años, precisamente, de la «confrontación
decisiva» que se podía haber dado y que no se dio.

163. La polémica había sido publicada en agosto de 1973 en un solo volumen.


164. Corresponden a los números 4 y 5 de la serie Documentos Sindicales.
165. El 7/12/1972.
– 152 –

¿Cuáles fueron esos veinte días? Los días turbulentos que transcurrieron entre el
paro general del 11 de junio y las decisiones mayoritarias que adoptó la conducción
de la Central a fines de junio de 1969.
Héctor reitera que los trabajadores protagonizaban ese año una ola formidable de
movilizaciones: «Cuatro meses de huelga en los frigoríficos; casi tres meses de paros
y huelga en los bancos privados; veinte días de huelga en los diarios; cinco días de
huelga duramente reprimida en la UTE; huelgas y luchas en diversos gremios (…)».
En su artículo inicial de este balance de fin de año, recuerda que desde el gobierno
«(…) el 24 de junio se implantaron nuevamente las Medidas Prontas de Seguridad y las
militarizaciones extendiéndolas luego a la actividad privada»166, y que ese 24 la CNT fue
clausurada, su presidente detenido y todos sus dirigentes requeridos para ser arrestados.
¿Cuál era el mandato de la Central? El párrafo inicial del artículo lo establece:
cita la resolución o declaración del 18 de mayo de ese año del primer Congreso Or-
dinario de la CNT, aprobada por amplia mayoría, en la que se determina que «El mo-
vimiento dispone de un programa que es además patrimonio de grandes masas y que
ha sido ratificado por la vida. La tarea central de esta etapa es la de unir al pueblo en
la lucha por este programa reforzando y desarrollando al mismo tiempo la unidad de
acción de la clase obrera (…). En la perspectiva trazada el 10 de octubre de 1968 por
la Mesa Representativa, debe orientarse el movimiento sindical para confrontaciones
que decidan la quiebra de la congelación salarial, la reposición de los destituidos y el
enfrentamiento de nuevas escaladas represivas (militarizaciones, nuevas medidas de
seguridad, etcétera)».
Luego se pregunta si se cumplió con el mandato, es decir, si se adoptaron medidas
para quebrar la política del gobierno. Concluye que no.
Veamos la secuencia de propuestas y decisiones adoptadas.
En esos días, en el marco de un movimiento huelguístico ascendente –que incluía,
reiteramos, una huelga larga en la industria frigorífica, otra más reciente en la prensa
y un clima que daría lugar a la formidable huelga bancaria en las semanas siguientes–,
la Agrupación UTE resolvió, como hemos relatado, declarar la huelga general con dos
reclamaciones centrales: la libertad de los presos y la anulación de las destituciones.
En este contexto, «desde todas las bases sindicales solo llegaba el reclamo de medi-
das de lucha».167
En ese marco, la delegación del Congreso Obrero Textil propuso al Secretariado de
la CNT el 25 de junio (ya se sabía que el 26 AUTE declararía la huelga) que se declarara
la huelga general por una plataforma de cinco puntos: libertad de todos los detenidos en
el marco de las medidas prontas de seguridad; reposición de los trabajadores destituidos
y despedidos, y devolución de las sanciones económicas descontadas; solución de los
conflictos planteados; puesta en marcha de todos los establecimientos paralizados y
semiparalizados con vistas a incrementar las exportaciones y la ocupación, y ajuste de
las remuneraciones al incremento del costo de vida en los sectores público y privado.

166. Rodríguez, Héctor: «1968/1969: Años de decisión para el movimiento sindical», Mar-
cha, 19.12.1969, edición del CUI, Montevideo, 1985.
167. Rodríguez, Héctor: «Los veinte días que valieron un año», Marcha, 30.12.1969, edi-
ción del CUI, Montevideo, 1985.
– 153 –

Como se advertirá, en línea con la resolución citada del Congreso Ordinario, era
una plataforma para el quiebre de la política del gobierno.
La mayoría de los integrantes del Secretariado reclamaron 48 horas para consul-
tas, que se extendieron en la práctica a 72. El 28 de junio la mayoría del Secretariado
votó en contra de la huelga general y a favor de un paro general a término. La Mesa
Representativa se reunió el 30 de junio y confirmó la postura, y fijó un paro general
para el 2 de julio que duraría hasta la medianoche del jueves 3 de julio. Unas horas
antes se había levantado la huelga de UTE y escasos días después, el 2, comenzaría
la huelga bancaria.
La conclusión es terminante: «Consideré entonces –y considero ahora– que en esas
96 horas decisivas transcurridas entre el 24 y el 28 de junio los compañeros que formaron
mayoría para descartar la moción de huelga general cometieron un gravísimo error».168
Mario Acosta, en la respuesta inicial al balance de fin de año que hizo su oponen-
te en Marcha en 1969, formula lo esencial de la argumentación del No a la propuesta
de huelga general. Inicialmente evalúa la situación política y concluye que «el Poder
Ejecutivo estaba dispuesto a pasar por encima de la Constitución, del Parlamento y
(mucho más por razones clasistas) del movimiento sindical, con el fin de mantener su
política».169
Por ello, en el párrafo siguiente, sostiene que «una huelga general en estas condi-
ciones implicaba tratar de obligar al gobierno, con todos los recursos represivos que
otorga el poder en sus manos, a dar públicamente marcha atrás, a rendirse con armas
y bagajes. Y no en medio de una gran confrontación política que fuera desgastando
sus fuerzas, que fuera desfibrando sus apoyos, haciendo entrar en crisis sus bases, sino
cuando toda la estructura del Estado estaba indemne, por medio de un enfrentamiento
frontal, de fuerza contra fuerza».
En suma, no había condiciones para una confrontación tal, y era preferible lo que
en la época se denominaría la táctica del «golpeteo y desgaste».
En la réplica a Mario Acosta170, el dirigente textil procura desmontar la línea ar-
gumental de este, apelando al carácter limitado de la plataforma y a otros elementos
relativos a la relación de fuerzas, con lo cual concluye que Acosta incurre en un «tre-
mendismo irreal y aterrorizante». Expone cinco argumentos por el Sí: el acierto de la
plataforma, la eficacia en un marco de medidas de seguridad y militarizaciones (que
inviabilizaban medidas a término), el hecho de que constituía un camino para unir al
pueblo en la lucha, la disposición de los gremios a eso, y porque el gobierno no con-
taba con un sólido respaldo parlamentario. Pero lo más interesante, a nuestro juicio,
se encuentra en la posdata de Héctor, porque en ella da cuenta de una nota del senador
Enrique Rodríguez, del 30.01.70 en El Popular, en la cual defiende la táctica definida
por la mayoría y sostiene categóricamente: «Sí esa táctica fue justa, si ella condujo
no a una confrontación total prematura, sino a lograr el desgaste del enemigo (…)» y
se pregunta: «¿puede dudarse que también en este terreno –el estrictamente político-

168. Ib.
169. Acosta, Mario: «La verdadera faz de 1969 y la táctica de la CNT», El Popular, 23.01.70,
edición del CUI, o. cit.
170. «La táctica sindical en 1969», Marcha, 6.02.70, edición del CUI, o. cit.
– 154 –

electoral– los resultados de la táctica empleada rendirán, sin falta, frutos maduros?».
Héctor agradece la franqueza del senador y remata la nota diciendo que ahora sabemos
«cuál fue el verdadero fundamento de esa táctica».
Con independencia de ello introduce, en la nota del 6 de marzo que responde a la
segunda de Mario Acosta, una consideración relativa al poder que resulta interesante
mencionar. Acosta había sostenido en la nota aludida, refiriéndose al programa de la
CNT, que «estas soluciones generales solo serán alcanzadas cuando se logre arrancar
el poder a las actuales clases dominantes». Héctor discrepa. Considera que se necesita
una fórmula más dinámica y que tenga en cuenta que no es lo mismo programa nacional
(de la clase para la nación) que programa de clase; ni es lo mismo clases dominantes
que oligarquía, confusión en la que incurre Acosta en su artículo.171
En la segunda época de la polémica –setiembre de 1972 a febrero de 1973– que se
inicia, como hemos establecido con anterioridad, con la charla dada en el Movimien-
to 26 de Marzo, los argumentos se reiteran y en parte enriquecen. De entrada Héctor
contrasta la enorme capacidad potencial del movimiento sindical con su «reducida
incidencia real»; atribuye esa realidad al error de la conducción mayoritaria, desde
1968, en cuanto a la caracterización de los objetivos de la oligarquía. Para la mayoría,
la oligarquía se proponía destruir al movimiento sindical y si se lograba evitarlo ello
implicaba ganar la batalla. Establecida la discrepancia, a continuación da numerosos
ejemplos de las luchas que no se dieron en el período inmediatamente anterior, sostiene
que no se hicieron suficientes esfuerzos para quebrar la política oligárquica y concluye
que no hay una «conducción apropiada».
Desde El Popular, César Reyes Daglio, en varios artículos, se concentra en reba-
tir la afirmación sobre la reducida incidencia, y acerca de la incapacidad demostrada
para quebrar el curso político; reitera los argumentos de Mario Acosta, sostiene que sus
críticas «no tienen ningún asidero, salvo que pretenda asignarle a los sindicatos tareas
superiores a sus posibilidades reales y que, paralelamente, intente resucitar fenecidas
concepciones anarco-sindicalistas».
Las respuestas de Héctor Rodríguez, en el mismo diario, desarrollan la línea argu-
mental arriba mencionada. Ambas posturas aluden a las circunstancias y actores de 1972
y principios de 1973. Héctor incluso alude a reuniones realizadas entre las direcciones
del PCU y de los GAU en las que se discutió el alcance de la consigna lanzada por Se-
regni el 29 de abril de 1972 de «pacificación para los cambios y cambios para la paz».
Con altura, pero sin acordar sobre la táctica y la estrategia, culminó el debate pe-
riodístico. En los sindicatos la contraposición entre ambas posturas vertebró la interna
del movimiento social más importante de esos años.
Corresponde reconocer que esas discrepancias de táctica, por cierto duras, nunca
pusieron en cuestión en ninguna de las partes el trabajo por el mantenimiento y con-
solidación de la unidad sindical.

171. Subraya clase, nacional, clases dominantes, oligarquía.


Apartado testimonial172

SOBRE LOS COMPAÑEROS DESAPARECIDOS


Intentando algo más cálido que una fecha de detención o una eventual ficha
personal, hemos recogido breves testimonios, que mucho agradecemos, de ami-
gos de los compañeros desaparecidos. Los ubicamos por el orden cronológico
de sus respectivos secuestros. Esperamos que, en su conjunto, ayuden a visua-
lizar el drama humano vivido y aún pendiente de información sobre su destino.
Solo agregamos que catorce de los dieciocho dejaron descendientes (entre
ellos cinco de las seis parejas del conjunto). Eran trece hijos. Hoy, sumando
sus propios hijos, ya son bastantes más.
Los autores

Hugo Méndez
Su amigo, Emilio Laigualda, realizó una reseña de
su vida a la que tituló A un inolvidable…
«Jugaba de puntero izquierdo, pero no era veloz.
De mediana estatura, morocho, elegante, prolijo en el
vestir. Cuando hicimos el equipo, él era el más chico,
nosotros éramos “mayores”, teníamos 14 años y él 12;
éramos 11 justitos. Había dos razones para que juga-
ra con el 11, era el más chico y era zurdo. No corría
ligero, pero manejaba muy bien esa pierna zurda y le
pegaba muy bien a la de cuero.
(...)
Nunca lo vi enojado. Tomaba todo con una sonrisa y casi con timidez. Lo
veía pasar frente a casa, rumbo al liceo de Sauce por la ahora «17 metros», que
en aquella época era un camino polvoriento y lleno de canaletas.
(...)
Andando los años, nos dejamos de ver… Pero había en él otra faceta… los
convulsivos años 70 nos encontraban en una asamblea, una de tantas, en un
viejo edificio deportivo, el Platense, allá por la calle Dante.

172.  Fotos aportadas por familiares y por el Comité de Familiares de Detenidos Desapa-
recidos.
– 156 –

Nosotros, obreros textiles, teníamos una convención, las distintas delega-


ciones iban entrando ante el cerrado aplauso que bajaba de las tribunas; desde
la calle por un ancho pasillo entraban los compañeros. De pronto vemos una
numerosa delegación y a su frente, portando la bandera, un joven morocho, de
rostro serio. Era él… y sus compañeros de Alpargatas.
Se había convertido en un líder. Padre de familia, serio, responsable y un
luchador como en la cancha; sereno, dominaba el juego y la vida, es decir, pre-
tendía dominar la vida. Esa vida digna que él quería para su mujer y sus hijos,
que fueran obreros sí, pero con estudio y un pasar llevadero. Simplemente eso,
una vida mejor y digna para su familia y para todos los uruguayos. Joven, muy
joven, y esa vida que tanto anhelaba le fue negada».
Emilio Laigualda

Surge un recuerdo que viene de allá atrás, no se sabe de dónde, pero no hay
duda de que si aún existe en el archivo de la memoria es porque vale rescatarlo.
Era una tarde de domingo, en el verano (u otoño) de 1975 y Hugo, que
estaba semiclandestino en Montevideo y extrañaba terriblemente a sus hijos y
a los suyos, rompiendo con todo criterio de seguridad se fue allá a su pueblo:
La Palmita de Toledo.
Esa tarde jugaba el Barcelona en la canchita del club y él, que había sido
su capitán, no pudo evitar jugar. No recuerdo cómo iba el partido pero sí su
pícara cara de felicidad. En un momento determinado se interrumpe el juego y
desde el otro lado de la cancha, mi hermana y yo observábamos que había una
discusión con hombres que habían llegado de afuera.
Miraba intranquila hacia un lado y otro, buscando al Negrito, pero a este se
lo había tragado la tierra. Cuando el juego comienza a rearmarse y los hombres
se estaban retirando, se me acerca Alcides, el Cuca, hermano del Negro que
también jugaba, y me dice algo así: «no te preocupes, gurisa, eran unos de la
Aviación que venían a buscarlo pero todos aseguramos que estaban equivoca-
dos»… Mientras eso sucedía, Hugo aprovechó para irse por terrenos linderos
y esa noche regresó a la capital.
Entre los «todos» que aseguraron no haberlo visto, había varios soldados
y personal subalterno del Cuartel de Toledo, quienes eran sus amigos y no lo
traicionaron. De sus apodos, creo recordar: al Abuelo, el Nene o el Pibe, a Ju-
lio, en fin… gente de una pieza a la que Hugo quería y que le demostraron que
era recíproco.
Mara Martínez
– 157 –

José Enrique Michelena y Graciela de Gouveia


Esquela que, a través de un policía, José Enrique y Graciela lograron en-
viar, un mes y medio después de su secuestro, a sus padres, hermanos e hijos:
Queridos viejos:
(Irma, Juan Carlos y hnos.)
Hijitos queridos.
Estamos bien juntos. Traten de tener a los nenes con ustedes.
Díganles que los queremos mucho y que vamos a volver. Busquen la forma
de que estén bien.
Mantenemos la fe y la esperanza. Recen mucho.
Un beso y un abrazo de ambos
Graciela y José
31/7/77

Conocí a José Enrique Michelena en el año 1954, al entrar en la primaria


en el Colegio de los Maristas, en 8 de Octubre y Jaime Cibils. Hicimos toda
primaria y secundaria. Pepe, así le decíamos, era flaco, alto, fuerte pero delgado.
Muy callado, en el liceo le decíamos el Hebreo, lengua muerta, porque ha-
blaba poco y nada. Era un fenómeno para las matemáticas y para la geometría,
yo me apoyaba mucho en él cuando tenía dudas, y no solo yo, muchos. Allá por
el año 1960, cuando perdí a mi papá, José Enrique venía muy asiduamente a
acompañarme de tarde en casa, hacíamos juntos los deberes y merendábamos.
Fue un gran compañero, al que después se fueron sumando otros. Un poco más
adelante en el tiempo, ya como exalumnos del Colegio, con otros compañeros
formamos grupos de beneficencia, hacíamos reuniones para recaudar fondos
para los merenderos.
Por ese entonces, estamos hablando capaz que de 1968-69, en una de esas
reuniones bailables o cumpleaños, Pepe conoce a Graciela y ahí se flecharon
mutuamente, y continuaron juntos por el resto de su vida.
Era hincha de Nacional, jugaba bien al fútbol y le gustaba ir a ver el fútbol.
– 158 –

A medida que fue transcurriendo el tiempo nos fuimos dejando de ver.


Pepe fue a Facultad, yo empecé a trabajar y nos alejamos un poco, pero
mantuvimos siempre nuestra alegría de vernos en cada reencuentro.
Esteban Vieytes

Montevideo, 1975.
Vapor de la Carrera, el barco que partía del puerto a las 21 y llegaba ama-
neciendo a Bs. As. Graciela viaja a encontrarse con José, llevando correos
afectivo-militantes para los compañeros clandestinos en la otra orilla.
Ya embarcada los parlantes voceaban un nombre de hombre que requerían,
el barco no zarpaba y se reiteraba la orden de que se presentara.
Finalmente zarpó y Graciela, que desconocía al requerido pero sí supuso
que era un perseguido político, que era un compañero, pasó la noche buscan-
do hasta localizarlo y entregarle ropas de mujer con las que desembarcara a la
mañana siguiente.
¡Esa era Graciela!
Ana Martínez

Fernando Martínez Santoro


A Fernando le decíamos Upa, como el amigo de
Patoruzú, porque aunque era delgado caminaba sacando
barriga. Era tan sedentario como la mayoría de nosotros,
nada de deportes, nada de ejercicio. Lo que le gustaba
era leer. Libros de política, Marcha, siempre andaba con
algo para leer bajo el brazo. Era buen estudiante, creo…
al menos era muy generoso con lo que sabía, ayudando a
estudiar matemáticas a quienes teníamos dificultades con
esa materia, que era como un filtro en la Facultad de Quí-
mica. Hablaba poco, más bien escuchaba… y cuando se le hacía una broma, sonreía
diciendo: «no me farrées», adoptando un acento campero que no sé de dónde salía.
Magela Fein

Cuando yo empecé la actividad política en Química, él estaba iniciando un


retiro de la actividad pública para el trabajo hacia la interna. Era muy respeta-
do por la gente del gremio y tuvo una militancia en Química muy activa hasta
ese momento. Tenía una buena formación política y muchas horas de debate.
Estuvo en muchas barricadas. Era más bien austero. Inteligente y comprome-
tido. Tenía una forma especial de hablar, pausado, seguro.
Jaime Gutiérrez
– 159 –

¿Qué decir del Fernando? Mucho tiempo ha pasado, pero quedan recuerdos
que marcan quién era el Upa.
Un buen tipo de esos que dejan huella, un buen amigo, fiel, un hombre
apasionado en todo lo que hacía.
Lo recuerdo siempre preocupado con su panza prominente, de allí su apodo,
predicando dietas sin ningún sentido pero que defendía con argumentos muy
firmes que no se podían discutir porque él «sabía» de eso. La primera de sus
dietas que recuerdo consistía en mate amargo todo el día y queso duro, porque
así se compensaban los efectos secundarios, y la seguía hasta que se convencía
que el efecto prometido no se cumplía con él y ahí soltaba su muletilla habi-
tual: «es cosa de Mandinga».
Otra de sus dietas defendida con mucha pasión, y de fracaso asegurado
para los que lo rodeábamos, fue la dieta del huevo duro, alimento que comía
sin cesar durante toda la jornada.
Buen estudiante, concentrado y hábil para explicar al que no entendía.
Recuerdo estar preparando un parcial complicado en casa de otro compañero,
cuando encuentra arriba de la mesa un libro de Cortázar; lo abrió y comenzó a
leerlo. Ese libro lo terminó en la mañana mientras nosotros seguíamos hacien-
do los ejercicios del parcial. No lo soltó hasta la última palabra.
Así era el Upa, apasionado en todas las cosas que emprendía...
Fernando Menini

Alberto Corchs
y Elena Lerena
Con Alberto Corchs compartíamos el hobby de la fotografía; nuestro ma-
yor logro fue intervenir con una foto de Alberto y otra mía en una exposición
mundial en Berlín Oriental, sobre la lucha del hombre por alcanzar la felicidad.
Pero había que hacer algo más. Para ello, junto con otros compañeros, desa-
rrollamos un sistema para expresarnos y llegar a la gente con imagen y sonido.
Proyectábamos en una pantalla una sucesión de imágenes acompañadas
de sonido, con la ayuda de un proyector de diapositivas y un grabador con una
– 160 –

pista de sonido y otra de pulsos que indicaban el cambio de diapositivas, sis-


tema que con la tecnología actual parece ridículo y primitivo.
Estos fueron:
Asamblea - Planteábamos el conflicto entre una joven liceal y su madre
sobre la importancia de asistir a una asamblea en el liceo.
Noviembre ladrón - Junto con el poema del mismo nombre de Mario Be-
nedetti proyectábamos imágenes comprometidas con la situación social.
Fueron proyectadas en la Facultad, en la Feria del libro y en el Teatro Solís
en una jornada universitaria.
Sobre la Universidad - Con imágenes acompañábamos un texto que descri-
bía los distintos aspectos de la extensión universitaria impulsada por el rector
de la Universidad Ing. Óscar Maggiolo.
El talento creativo y la iniciativa de Alberto fueron fundamentales para lo-
grar estos proyectos; podríamos haber seguido con estas iniciativas si no fuera
porque la situación política llevó a que él tomara otros caminos de acción po-
lítica que lo llevaron con Elena al destierro, y luego a su cruel desaparición.
Sin duda, de continuar Alberto con vida y apoyado con los medios tecno-
lógicos actuales y su gran capacidad, el Uruguay hubiera contado con un gran
comunicador.
Alberto Campodónico

No se puede (o al menos, yo no puedo) resumir en diez líneas la persona-


lidad de Alberto Corchs. Ese muchacho de sonrisa tímida, de andar cansino,
esa voz tan tenue que parecía estar pidiendo permiso siempre, ese uruguayo
buenazo que cuando hablaba era seguro que iba a decir algo importante, una
verdad profunda; había que estar atento porque estaba muy claro que esa frase
que íbamos a escuchar de algún modo iba a enriquecernos.
Ese negro día de diciembre de 1977 perdimos todos: nos quedamos huér-
fanos de su inteligencia, su honestidad, su entrega a las causas justas, su em-
pecinada solidaridad con el hombre. Yo me resisto a recordarlo. Creo que solo
se recuerdan hechos o personas que ya no están. Y si hay una cosa que puedo
gritar con toda el alma –una sola cosa– es que Alberto sigue entre nosotros.
Alejandro Briner (amigo bonaerense).

Conocí a Elena el primer día de clase del primer curso del Liceo del Huerto.
Yo era nueva, no conocía a nadie y me vi sola, un poco asustada, en medio
de un enorme recreo. Una chiquilina vino corriendo hacia mí, me agarró de la
mano y me preguntó si yo era la nueva.
–Sí –le contesté.
–Vení conmigo –respondió.
Me la apretó con fuerza y ya no la soltó...
– 161 –

Nos sentamos juntas y fue como si nos conociéramos de siempre. Por algo
teníamos el mismo nombre. Yo era Elena, «la galleguita».
Con los días conocí a otras niñas: Milagros, Maritere, Amalia, Estela, Isa-
bel, Delia.
Estábamos en la misma clase. Nos hicimos inseparables.
Pero Elena era el motor del grupo. En su casa se hacían los mejores bailes,
los amigos de sus hermanos eran fantásticos. Su familia encantadora.
Muchos domingos nos invitaba a todas a pasar el día en La Paz. Era donde
más nos divertíamos. Avelino, su padre, nos llevaba en la camioneta y Elena
nos animaba a cantar en el viaje. Siempre inventaba juegos, siempre nos con-
tagiaba su alegría, siempre, con su hermosa sonrisa.
Los momentos más felices de nuestra adolescencia estaban marcados con
su presencia.
Más tarde la vida nos trajo otras responsabilidades, diferentes rumbos, pero
seguíamos en contacto. Y Elena siempre presente, animándonos con su mirada
positiva de la vida, con su fuerza, su tesón y su espíritu libre.
El grupo sigue siendo una piña. Ahora, después de sesenta años, seguimos
comunicándonos casi todos los días.
Y nos reunimos siempre que podemos.
Y sé que siempre hay dos sillas vacías esperando ser ocupadas.
Una para mí, que vivo a diez mil kilómetros, y voy con ellas siempre que
puedo.
La otra para Elena, que está un poco más lejos...
Pero sé que siempre estamos allí las dos.
Y aún siento en mi mano el apretón de Elena, guiándome durante estos
60 años.
Elena Civera
– 162 –

José Dossetti e Ileana García


Carta enviada a Carlos Dossil, para todos los
compañeros de Facultad:
Bs. As., 9/12/74
Queridos todos:
Este viejo Noel es uruguayo también, y para
peor jubilado.
Que el duro año que comienza traiga aliento y
mantenga el coraje y la esperanza. Fuera o dentro
ninguno está dispuesto a perderla definitivamente,
porque es nuestra.
Quisiera decirles mucho más que estas pobres líneas pero hasta la tinta
es peligrosa (afecta la salud).
No quiero nombrarlos pero pasan por mi memoria uno por uno. Los re-
cuerdo con cariño y con rabia.
Mi abrazo para todos, que no es anónimo porque es para cada uno. Mi
deseo grande de verlos firmes y de encontrarlos pronto.
El recuerdo de Uds., de su fuerza, nos da impulso.
Mucha suerte y hasta pronto,
Ileana y José

Ciudad Jardín, 22 de febrero de 2018


Para Martín y Soledad:
Allá por el año 1975 ingresó a mi trabajo aquí en Bs. As., Capital Federal.
Era un laboratorio de origen norteamericano, Merck, Sharp y Dhome. Yo entré al
área contable, a liquidar sueldos y jornales, y de inmediato conocí a Edmundo, un
hombre sencillo, de una gran sonrisa, franca y noble. Por mi tarea no podía hacer
amistad con nadie de la oficina. Pero el Flaco y yo nos ingeniamos para construir
una maravillosa relación afuera de la empresa. Varios mediodías almorzábamos un
sándwich en la Plaza Congreso, él vivía a la vuelta, por Sáenz Peña. Fue para mí
una fascinante novedad iniciar una relación con él y su familia, eran uruguayos y
no sé por qué me atraía él y su historia y su patria. La mañana del Golpe de Estado,
en marzo de 1976, amanecimos con todo un escenario cambiado: afuera mucha
presencia militar y adentro de la empresa estallaba en los directores el odio con-
tenido. Lo primero que hizo el director general, un ítalo-yanqui, fue descolgar los
cuadros de Evita y de Perón que colgaban dentro de la sala donde se desarrollaban
las asambleas de los empleados. Al otro día se convocó una asamblea extraordina-
ria, me acuerdo que el tema convocante fue: los uniformes del personal femenino.
Pero estaba implícito que el tema central era el asalto a las instituciones. Por lo bajo
se corrió la bolilla que la patronal tomaría represalias con los que concurrieran. A
– 163 –

las 17 era la hora señalada y de mi sector el único que se levantó de su asiento y a


paso largo y firme cruzó todo el (...), fue Edmundo.
El silencio se cortaba con tijera y los ojos de todos nosotros lo alentaban, mu-
dos. Él vestía un saco verde oscuro, camisa blanca, una corbata amarilla y negra
a rayas diagonales, un pantalón gris y mocasines. Por sus piernas largas y delga-
das sus tobillos quedaban a la vista, y yo le decía graciosamente «Flaco, bajá los
lompas (lunfardo de pantalones) a tomar agua». Él estallaba de risa. El gerente de
Contaduría a él no le dijo nada porque Edmundo era un empleado muy eficiente,
que se quedaba muchas veces fuera de hora a mandar los reportes a la Casa Matriz
en EE.UU. Hoy, mirando esta pequeña anécdota, podemos ver qué clase de persona
fue, coherente y luchador por todos los que necesitaran de él. Nunca él se ponía en
la primera fila. Esa era su grandeza. El Flaco no conocía de egoísmos.
Gracias. Emocionado, muy emocionado, te agradezco esta oportunidad.
Raúl Norberto Gregorio (amigo bonaerense)

Pato, Mati y Lucio:


Desde mi lugar de amiga, quisiera contarles sobre la amistad que nos unía
con vuestra abuelita Ileana.
Nos conocimos de niñas aproximadamente con 6 o 7 años y nos hicimos
entrañables amigas.
Ileana, de niña y luego de adolescente, con una ternura especial, quería a
los niños y siempre estaba rodeada de ellos, la adoraban.
Con los años, mis primeras vacaciones en un balneario fueron cuando su
familia alquiló en Parque del Plata y allí conocí los médanos.
Luego se mudaron del Cerrito de la Victoria hacia el Parque Batlle pero no
dejamos de vernos. Me quedaba a dormir en su casa y a la mañana siguiente
Ileana se iba a su liceo de Maroñas y yo al liceo del Prado.
Más adelante, empecé a hacer deportes diariamente. Paralelamente, ella
conoció al amor de su vida, y nos vimos menos.
Se casaron y fueron a vivir a Buenos Aires. La amistad siguió a través de
cartas que iban y venían con familiares y amigos.
Luego nació Sole, un tesorito. Nos encontramos en dos oportunidades, luego
de su partida a Argentina. La primera, enseguida después del nacimiento de So-
ledad; la última vez, poco antes de la terrible y dolorosa «desaparición forzada».
Unas semanas antes cruzamos el charco con quien luego fue mi esposo y
padre de mis hijos, y nos quedamos en su apartamento de Vicente López. Nos
separamos con un abrazo. No pude verla más.
Pichones queridos, así recuerdo a la abuelita Ileana que desde el cielo es-
tará muy orgullosa de sus hermosos nietos.
Los quiero mucho,
Susana Da Cunha
– 164 –

Tito Bosco
Sentada en esta cama, escribo y recuerdo, porque re-
cordar hace que nadie desaparezca.
Y recuerdo a Tito en aquel verano de 1974, diciéndo-
me: «Petisa, para tu casamiento te voy a regalar la cama
con las mesas de luz, las voy a hacer yo».
Y así fue, porque así era Tito, comprometido, traba-
jador, solidario, entrañable amigo.
Con su risa fresca y su mirada vivaracha atrás de
aquellos grandes lentes, hacía que todo se convirtiera en
alegría.
Sigo durmiendo en esta cama, la única que tuve desde entonces, fuerte,
sencilla, de buena madera, como él.
Y lo recuerdo en la cocina de la casa del Prado, intercambiando recetas cu-
linarias con mi madre, porque así era Tito, gran conquistador de madres. Todas
lo adoraban, siempre sabía qué decir para sacarles una sonrisa.
Llegó desde Mercedes a Ciencias Económicas, desafiando lejanías, con una
meta clara, sostenido en ese humor y ese cariño que generaba al pasar.
Estudiábamos juntos, confabulábamos, queríamos cambiar el mundo,
porque no nos gustaba, con inocencia y sin darnos cuenta de lo que se venía.
Tramábamos juntos nuevas aventuras, un viaje a dedo a Mercedes, declararle
su amor a mi vecina Beatriz, una barriada el domingo de mañana… y la risa,
siempre la risa.
Acá sigo en mi cama, recordando.
Y cada 20 de mayo cuando me encuentro en la plaza con sus hijas y nietos
lo veo ahí, lo veo en cada gesto de ellos, porque no es posible desaparecer, y
me sonrío y siento su divina presencia.
Mabel García

Hace 48 años conocí a Tito en la Facultad de Ciencias Económicas, en


donde compartimos estudios, militancia gremial y política… pasión y acción
justiciera… y amistad. 
El destino nos mantuvo unidos.
Hoy ambos somos abuelos de dos nietos que mejoran y engrandecen su
semilla.
La «revancha» de los familiares y descendientes de Tito fue pura siembra
y grandeza.
Me explico:
Cuando volvimos de Suecia, Mara, la querida Mara, más que el destino,
juntó en unas vacaciones a mis hijos con las de Tito, entre otros.
– 165 –

Años después, con Natalia y con Rodrigo se juntaron para siempre nuestras
sangres, y sus hijos, nuestros nietos, hicieron fuerte la memoria.
Otras dos nietas de Tito y su esposa Beatriz, de su hija Patricia, forman
también parte de nuestro entorno.
Y todos ellos, hijos y nietos, en sus diversas actividades laborales, estu-
diantiles, deportivas, como investigadores, profesionales, técnicos, alumnos,
jugadores y como gente; con sus amigos, en círculos diversos y familiares, nos
nutren cotidianamente de sensibilidad, afecto y solidaridad.
Todo lo que caracterizó a Tito.
Y la contagiosa alegría de vivir de Tito y su sonrisa, a todos nos dejó mar-
cados.
Un sobreviviente del «pozo» de Quilmes, exiliado en Suecia, nos relató que
en abril del 78 «...Tito estaba allí…, era el que siempre bromeaba y se reía».
No hace un año que falleció Alba, su madre, sin conocer la verdad, sin
presenciar la justicia.
Barrer la impunidad es deuda pendiente de nuestra sociedad. 
Hugo Bértola

Julio D’Elía
y Yolanda Casco
La última vez que vi a Julio
fue en la semana de turismo de
1974 . Estábamos en la casa de
mis suegros en la playa y vimos
llegar el coche de los padres de
Julio. Con ellos venían Julio y
Yolanda.
Hacía mucho que no nos veíamos a pesar de ser muy amigos y vivir en el
mismo barrio a no más de 500 metros; eran momentos duros desde el punto
de vista represivo.
Su inesperada y corta visita fue para comunicarnos que debía irse del país.
Nos abrazamos, y con la ternura que lo caracterizaba acarició la barriga de
María de los Ángeles y comentó: «A este niño no lo veré nacer». Era nuestro
segundo hijo, Julio fue la primera visita que recibimos cuando nació el primero.
Así era Julio: tierno, firme en sus convicciones, sereno, muy buen estudiante.
Siempre recuerdo cuando nos conocimos en la Facultad, cuando estudiá-
bamos juntos, cuando militábamos en el Cecea.
– 166 –

Los recuerdos se hacen más intensos cuando nos vemos con su hijo Carlos
y su familia. Siento que Julio y Yolanda están con nosotros, comentamos qué
grandes abuelos serían. Y agradezco a todos los que hicieron posible que Car-
los e Inés recuperaran el entorno familiar y de amigos que los queremos tanto.
Carlos Pérez

Nosotros siempre nos reuníamos en la calle Independencia 2731, que era nuestra
casa. Uno de los juegos favoritos de cartas que siempre jugábamos era el Jodete.
Cada jugador era independiente del otro, pero cuando había que bloquear al que
estaba ganando, los otros se ayudaban. En este caso Julio iba ganando y me tocaba
a mí bloquear a Julio, pero yo no tenía la carta para hacerlo y Yolanda sí la tenía,
entonces lo que hizo Yolanda fue pasarme la carta por debajo de la mesa, se ponía
las cartas entre los dedos del pie. Eran unas risas a más no querer, y Julio decía:
«Ustedes dos, qué estarán haciendo que se ríen tanto».
Cuando Yolanda quedó embarazada, este nuevo bebé era el bebé del grupo
ya que mis hijos ya estaban grandes. Yolanda era muy fuerte y siempre apo-
yando a Julio, entonces decidimos ponerles los sobrenombres de Yola, Yolo y
el Yolito, al bebé en camino. Lástima que no les puedo mandar el poema que
Yolanda y Julio nos dieron cuando se fueron a despedir de nosotros antes de
nuestra partida a Canadá, el poema era sobre la amistad y estaba firmado por
Yola, Yolo y el Yolito.
Ethel Suárez

Raúl Borelli
Raúl caminaba y pensaba rápido. Las ideas marcaban
el paso de la marcha y a veces se hacía doblemente difícil
seguirlo. Tenía una manera entrañable, un gran amor y un
proyecto de sociedad. A los últimos dos se entregaba con
devoción y le gustaba explicar por qué, desde su punto de
vista, ambos eran parte de la misma cosa. Así, las charlas
de amigo eran prolíficas y enriquecedoras.
En el 73, con el país despedazándose, decidimos
preparar un «documento de discusión» para el sector
estudiantil. Arrancaba con la Guerra Fría y terminaba
en el liceo Miranda. Con 60 páginas lo bautizamos: Adoquín. Años después,
con Raúl «desaparecido», encontré dentro de un libro unas pocas páginas de
Adoquín. Era un sesudo pedacito sobre América Latina escrito en un estilo que
volvía a revelar a aquel tipo excepcional, comprometido, visionario y soñador.
Un compañero de la época
– 167 –

Julio (hijo mayor de Raúl Gámbaro), nos escribió en 2003:


El extraño juego de la memoria a veces nos hace olvidar las circunstan-
cias más habituales y cercanas, mientras nos ofrece recuerdos particularmente
nítidos de otros menos frecuentes. Esta puede ser la explicación por la cual,
si bien perciben una sensación de presencia continua durante mi infancia, del
inseparable amigo de mi padre, Gustavo Arce, el recuerdo más nítido que lle-
vo es de Raúl Borelli.
De Gustavo me acuerdo que le llamaban con cariño, el Cabezón; recuerdo
sus pasos pesados, y el tremendo peso de aquella bolsa que una vez, en Argen-
tina, llevamos juntos, él un mango, yo el otro, hacia la casa de Pampín, creo.
Me acuerdo de la pasión de un joven –yo era solo un niño pero aquella
vez, quizás por primera, un amigo de mi padre me pareció joven, y no por di-
ferencia de edad entre ellos sino precisamente por su entusiasmo–, una noche
tórrida, mi hermano y yo en religioso silencio, sentados en la orilla de una ca-
lle argentina. Mi padre de pie observando también con interés, mientras aquel
chico de nombre Raúl Borelli nos enseñaba las estrellas con mágico transporte.
Julio Gámbaro

Gustavo Goycoechea
y Graciela Laura
Basualdo
¡El flaco Gustavo!
Con su larga figura cual qui-
jote, con la bondad a flor de piel
y aquellos enormes bigotes que
surcaban su rostro, y que Sol y yo
apodábamos como «tío bigote»,
el flaco fue el más grande ceba-
dor de mate que haya conocido.
Él apoyaba el mate en su nariz e iba
girando hasta que encontraba el punto, y luego descendía el mate y clavaba la
bombilla en el sitio que su sabia nariz le había marcado. Y nunca le fallaba,
lo cierto es que con una cebadura lograba tirar más de dos termos, ¡y siempre
gustoso y espumoso!
¡La gorda Laura!
A los pocos meses de estar en Buenos Aires, el flaco nos presentó a su
amor, Laura, que para nosotros fue «la gorda Laura»; chispeante y divertida
conquistó el corazón del flaco que estaba muerto de amor, y esto era mutuo.
– 168 –

Después de muchos años vimos su nombre, que creo era Graciela Noemí, pero
el padre la llamó siempre Laura y ella lo asumió. Y para nosotros siempre fue
¡nuestra querida gorda Laura!
Adhemar Stoyanoff
El 23 de diciembre de 1977, día que fue secuestrado Gustavo en Buenos Ai-
res junto a su compañera Graciela, ya hacía un año y dos meses que me habían
expulsado del Uruguay y residía en Barcelona. La noticia de su desaparición
me llegó bastantes meses después y fue un verdadero mazazo.
Gustavo era un joven alegre, que imponía su presencia con unos bigotes
impresionantes.
Compartimos militancia sindical en el BAO y su integración al GAU la
abrazó con un compromiso profundo en defensa de todo tipo de injusticia.
No era sectario, abierto en las discusiones y disciplinado.
Me ha dolido siempre su asesinato, y en su recuerdo me apena no haber
profundizado en el conocimiento de su vida personal más allá de lo estricta-
mente político; a pesar de ello, las horas compartidas han dejado huellas im-
borrables. Hasta siempre, compañero.
Antonio Asensio

María Antonia Castro y


Mario Martínez
Tenía 15 años cuando conocí a
Mario, estábamos en preparatorios
de Agronomía. Ese preparatorio se
dictaba, en algunas clases, con Me-
dicina. Allí conoció como estudiante
a María Antonia.
Nos reuníamos a estudiar en su
casa porque no andaba bien del asma, yo como asmático lo entendía y lo co-
mencé a visitar. Un día al llegar lo vi leyendo un libro grueso. Era el diario de
Sandino.
Era la época del Concilio Vaticano II, de la Teología de la Liberación.
Comenzamos junto con Mario un trayecto militante estudiantil. No nos defi-
níamos ideológicamente. Nos preocupaba fuertemente el contenido ético de
nuestras conductas.
Creamos una agrupación de estudiantes liceales que bautizamos MEFA, el
Movimiento Estudiantil Floridense Avanzar. Nos identificaba la Lista 1. Fue
una experiencia integradora de la izquierda juvenil, incluía comunistas, socia-
listas y cristianos de izquierda.
– 169 –

El primer año logramos conquistar dos consejeros en la ADELF (sufríamos


una campaña anticomunista fuerte de parte de la Lista 7 y la 2), en el segundo
año tuvimos mayoría absoluta: siete en siete.
Había un director anarco, Salvador Fernández Correa, que nos ganó la con-
ciencia por ser de una rectitud a prueba de balas.
Mario pintaba y ensayaba sobre distintos materiales con su estilo propio.
Llegó a ganar un primer premio en un concurso realizado por el Centro Reno-
vación, que era lo que hoy se podría asimilar como centro MEC. Allí se hacía
teatro, funcionaba el Cine Club, se pintaba, se leía poesía y se discutían auto-
res, además de otras actividades culturales.
Un día Mario nos propone a todos los del cerno de la Lista 1 crear una filial
Florida de los MAPU. Dijimos que sí y comenzamos a funcionar. Recuerdo las
lecturas en conjunto de El Personalismo de Emanuel Mounier.
De noche teníamos reuniones en la casa de un profesor de Literatura, co-
munista, el Pelao Espinelli. Allí nos reuníamos del MAPU, socialistas, inde-
pendientes y por supuesto algún comunista. Reuniones memorables, se discutía
de todo: pintura, política, cine, música, teatro, un lugar de formación tremendo.
Instalamos en el vestíbulo del liceo una librería con libros consignados por
el Flaco Muñoz de la librería que recién comenzaba, América Latina.
También con Mario logramos que ADELF trabajara y promocionara bene-
ficios para mantener el comedor estudiantil creado por nosotros y el director,
quien aportaba la mitad de su sueldo y cocinaba y servía a los muchachos que
viajaban del interior.
Es la época de la lucha por el presupuesto y el boleto estudiantil. Una ma-
drugada ocupamos el liceo después de salir el turno nocturno. Mario estaba
en Montevideo, en una asamblea de estudiantes del interior y de la capital, y
sin saber si habíamos ocupado propuso las ocupaciones en todo el Uruguay
diciendo que esa noche se ocupaba Florida. Recuerdo a Mario llegando y en-
trando a la ocupación con un gran entusiasmo diciendo que no podía creer que
era cierto que estaba en la ocupación.
Eran otros tiempos, esa ocupación fue apoyada por todos los sindicatos de
Florida y las clases que los profesores daban en la calle, frente al liceo, eran
multitudinarias en su concurrencia.
Al terminar ese segundo año nos separamos y yo me fui a la Facultad de
Agronomía a estudiar, y ya no nos vimos más que en vacaciones y luego cuan-
do él viajó a Montevideo, esporádicamente. Luego comencé a trabajar fuera
de Florida y ya perdí contacto.
La última vez que lo vi estaba con su compañera en casa de los suegros y
nos saludamos de lejos.
Raúl López
– 170 –

Un día del mes de febrero de 1975 vino María Antonia a Florida y me dijo:
«Alberto, venimos a casarnos a Florida para tranquilidad de mis padres. ¿Te
animás a leer en la ceremonia del casamiento en la Iglesia Santa Teresita? Van
a estar presentes unos pocos familiares y amigos. Nos vamos inmediatamente
para Buenos Aires, la cosa está muy brava».
Nunca más los vi.
Alberto Cruz

Los conocí casi al unísono pues estaban siempre juntos a la hora de la mi-
litancia.
Con María Antonia estudiamos varios exámenes juntas, con Derley y Ada.
No solo nos motivaba a militar sino que nos hizo admirar la figura de Héc-
tor Rodríguez, por ella conocimos su historia, fuimos a sus actos y luego apo-
yamos la familia.
Ya en el exilio en Argentina concurrió a dar exámenes a Uruguay y com-
partimos mi casa. Pero cuando se recibió ya no pudo venir a retirar su título,
lo hice por ella realizando todos los trámites en los organismos de la dictadu-
ra. Pudo así trabajar en el Hospital Italiano de Buenos Aires, a donde concurrí
cuando se colocó la baldosa que la recuerda.
Mario trabajaba en una librería y me mandaba libros siempre de interés;
allí concurría siempre Mario Benedetti y establecían tertulias sobre el futuro
corto de la dictadura uruguaya.
En enero de 1977 concurrí, con mi pareja, a pasar con ellos mis vacaciones,
y en junio volvimos con Cristina a despedirnos pues se entendía debían dejar
Buenos Aires. Pero en diciembre de ese año cuando fueron sus padres ya no
estaban. Me quedan los muebles de su casamiento que atesoro entre los recuer-
dos de su entrega, de su fe en un mundo nuevo, de los valores que compartía
con Mario y de su ilusión que otro Uruguay más justo era posible. 
María Julia Muñoz
Raúl Gámbaro Gustavo Arce
Al Mongo Raúl Gámbaro, como lo llamábamos los amigos, lo conocí cuando
entré a trabajar en la Fábrica Alpargatas; él ya estaba desde hacía un tiempo, en
seguida congeniamos y nos unimos en el trabajo sindical y luego en el mismo
grupo político GAU. Yo muy joven con 18 años, él con 30, en la etapa de criar
dos hijos hermosos rubios como de película, y como de película, traviesos.
Allí lo iban a ver al Centro de Obreros de Alpargatas donde nos juntába-
mos luego del horario de trabajo. Dirigente sindical, pero de esos que cumplían
las 8 horas a rajatabla. Cuando sus hijos llegaban a verlo de tardecita, todo se
llenaba de alegría. Corrían por todo el sindicato y nosotros parábamos un po-
quito y con mucha pasión nos enredábamos en unos partidos de futbolito que
determinaban quién compraría ese día los bizcochos.
Gustavo Arce, el Cabeza, andaba muy bien en el ping-pong y cuando perdía
en el primero de los juegos nos retaba con las paletas de mesa.
Se fue generando una gran amistad aprendiendo a compartir también nues-
tras alegrías y tristezas.
Un trabajo que siempre encaramos con mucha alegría, como si no costara
trabajar en la imprenta, pintar los pasacalles, que eran las redes del momento,
o atendiendo a los compañeros que se acercaban para plantear sus inquietu-
des; Gustavo, con el mate preparado, los atendía y escuchaba con su infinita
paciencia. 
Raúl no podía ocultar sus antepasados tanos; cuando nos juntábamos algu-
nos fines de semana Silvia, su señora, se encargaba de las pizzas, y el Mongo
entre gritos y sonrisas nos alegraba la noche.
En octubre del 74 nos tuvimos que ir a Buenos Aires. Nada fue fácil enton-
ces. La necesidad nos llevó a compartir la vida día a día, poniendo en práctica
la solidaridad de vivir en comunidad. De apoyarnos en la diaria. Y de pronto
Gustavo se enteró de que iba a ser padre y se le iluminaron los ojos de alegría,
y tuvo que aprender a vivir con su hija en diferentes países. Recuerdo la ale-
gría del Cabezón los días previos de la llegada de María Fernanda que llegaba
a compartir unos días con su padre.
Así, agradeciendo haber podido aprender tanto de gente tan linda, agrade-
ciendo todo lo que me enseñaron y haber recibido tanto amor de ellos, agra-
deciendo también por sus hijos Julio y Raúl, y María Fernanda, seres maravi-
llosos que supieron salir adelante y llenos de luz como sus padres, les quiero
decir que los he querido mucho.
Edgardo Pampín
Índice
PROPÓSITO................................................................................................... 7

INTRODUCCIÓN........................................................................................ 11

BREVE RESEÑA HISTÓRICA DE


LOS GRUPOS DE ACCIÓN UNIFICADORA (GAU) ........................... 13

CAPÍTULO I
LA CRISIS DEL URUGUAY LIBERAL (1958-1968)................................ 19
La alternancia de los partidos tradicionales.......................................... 19
Los partidos de izquierda ..................................................................... 24
La tradición anarquista ........................................................................ 27
El movimiento sindical, la CNT y las luchas de los trabajadores........ 29
El Congreso del Pueblo........................................................................ 30
Consolidación de la unificación sindical....................................................... 32
La FEUU: de la Ley Orgánica a Líber Arce......................................... 34
Las armas en el escenario..................................................................... 35

CAPÍTULO II
EL PROCESO FUNDACIONAL DE LOS GAU ....................................... 39
El Movimiento de Acción Popular del Uruguay (MAPU)................... 39
Los textiles y el liderazgo de Héctor Rodríguez................................... 46
Pedro Seré y el Grupo de Independientes de Época............................. 50
Documentos fundacionales: El Documento Básico (1967).................. 51
Documento fundacional 2:
Perspectivas para el movimiento de masas (1969)............................... 53
La construcción organizativa inicial..................................................... 56

CAPÍTULO III
DE 1969 AL FRENTE AMPLIO (1969-71)................................................. 59
La constitución de los GAU en 1969 y el período inicial.................... 59
Un 1969 de autoritarismo y confrontación........................................... 62
UTE: lucha aislada y heroica derrota.................................................... 63
La huelga bancaria quiebra las militarizaciones................................... 65
Nacimiento del Frente Amplio (1970-71)............................................ 67
Diferencias estratégicas........................................................................ 72
Desarrollo organizativo de los GAU.................................................... 73

CAPÍTULO IV
DEL 71 A LA HUELGA GENERAL............................................................ 79
1971: El despliegue del FA................................................................... 79
Las elecciones de 1971......................................................................... 91
1972: El Estado de Guerra y el avance militar..................................... 93
Febrero a junio de 1973........................................................................ 97
27 de junio, Seregni y la huelga general............................................. 100
La construcción de La Corriente........................................................ 104
La evolución organizativa de los GAU.............................................. 108

CAPÍTULO V
LA REPRESIÓN SOBRE LOS GAU........................................................ 111
Octubre de 1973 a abril de 1974:
El primer golpe duro represivo........................................................... 112
La reorganización de 1974 a 1977 en Uruguay.................................. 117
Los años 1974 a 1977 en Buenos Aires.............................................. 122
La masacre del Fusna y la Operación Cóndor ................................... 125
El Frente Amplio y los GAU en el exterior lejano ............................ 128
La cárcel............................................................................................. 130

CAPÍTULO VI
LA IZQUIERDA DEMOCRÁTICA INDEPENDIENTE
Y LA DISOLUCIÓN DE LOS GAU (1984-1985)..................................... 137

CAPÍTULO VII
A MODO DE CIERRE............................................................................... 145
Anexo 1
EL PENAL DE LIBERTAD .............................................................. 147
Anexo 2:
LA POLÉMICA SINDICAL.............................................................. 150

Apartado testimonial
SOBRE LOS COMPAÑEROS DESAPARECIDOS.......................... 155
colofón

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