Los Gau
Los Gau
Los Gau
ISBN 978-9974-1-1070-0
© de esta edición:
EDICIONES DE LA BANDA ORIENTAL S.R.L.
Gaboto 1582 – Tel.: 2408 3206 – 2401 0164 – Fax: 2409 8138
11.200 – Montevideo, Uruguay.
www.bandaoriental.com.uy
el aporte político y social de los GAU al proceso histórico del Uruguay con-
temporáneo.
No somos historiadores sino políticos. Por consiguiente, no pretendemos
hacer la Historia (con mayúscula) de los GAU sino delinear su aporte. Solo
nos vamos a detener en lo que consideramos más relevante. Seremos muy es-
cuetos en relación con debates internos. También con aspectos de su accionar
por fuera de la legalidad vigente (¡relativamente!) en esa época, que no consi-
deramos decisivos desde el punto de mira que hemos elegido, aunque se hayan
usado para pretender contextualizar las características de la terrible represión
que se desató sobre los GAU, en el país y en la Argentina –como parte del
Plan Cóndor–, y que costó tantas vidas de jóvenes luchadores uruguayos con
quienes teníamos una relación entrañable y con los que adquirimos una deuda
para siempre en materia de Verdad y Justicia.
Sabemos que el involucramiento que tuvimos en este movimiento puede
sesgar nuestra reflexión, pero el cuarto de siglo largo que ha transcurrido desde
la disolución de los GAU al inicio del proceso de reapertura democrática cons-
tituye un lapso suficientemente extenso para adquirir perspectiva. Nos molestan
tanto la invisibilidad como las versiones distorsionadas que hemos soportado,
ya sea en la producción política o periodística, como en las versiones dadas
por los libros y comunicados de las Fuerzas Armadas.
En diversos aspectos la actividad de los GAU constituye un proceso igno-
rado. Muchos de sus militantes nos han pedido, como hemos dicho, que hable-
mos. Otros tantos han elaborado materiales y reporteado a parte de los actores
de aquella época y, con generosidad, nos han brindado sus trabajos. Recibi-
mos también el testimonio de las vivencias de muchos. Así que, con enorme
reconocimiento a todos los aportes, hemos decidido encarar la cuestión, con
el propósito de hacer, en suma, una memoria política para revertir una invisi-
bilización tan real como injusta.
Por razones prácticas –los tiempos de lectura de los interesados son muy
diversos –realizaremos primero una breve reseña histórica de la Organización,
luego un desarrollo que ocupará la mayor parte de este libro y, sobre el final,
incorporamos algunos apéndices y testimonios de amigos de los compañeros
que aún falta encontrar.
Héctor Rodríguez, referente y maestro.
INTRODUCCIÓN
«Los “militares” quieren que les expliquemos qué son los GAU».
Estábamos en el Penal de Punta Carretas, casi treinta integrantes de los
GAU, y los «militares» estaban tan presos como nosotros. Se habían opuesto,
en diversos momentos y de distintas formas, a la dictadura vigente. El planteo
se lo trasladó a Héctor2 el coronel Carlos Zufriategui, en nombre propio y de
los también coroneles Óscar Petrides y Pedro Aguerre, los mayores Guillermo
Castelgrande, Juan Antonio Rodríguez y Carlos Dutra, y los capitanes Carlos
Cabán y Édison Arrarte. Todos ellos estaban detenidos desde hacía años y poco
tiempo atrás habían sido trasladados desde Cárcel Central, donde compartían la
prisión con el Gral. Seregni y otros oficiales, hacia Punta Carretas. Otros doce
militares habían quedado en Cárcel Central.
La pregunta no era trivial. No se trataba de explicarle a otro luchador de
un gremio o del Frente Amplio lo que nos podía individualizar. Tampoco a una
persona del ámbito político clásico. Ni siquiera a civiles con culturas de entor-
no más o menos parecidas. Y había que ser claros, ya que similares preguntas
iban a otros presos y tiendas sectoriales, y la ocasión era de tiempo acotado,
dadas las circunstancias.
Punta Carretas compensaba la superpoblación de las celdas (estábamos de
a cuatro o cinco en celdas de 2.40 por 4 metros) con horarios de patio bastante
amplios (dos horas de mañana y tres de tarde); desde «la Tercera especial»3
bajaban juntos al patio los que deseaban (y no estaban castigados).
El Patio 23, que era el habitual, era una calle interna con piso de hormi-
gón y veredas clásicas de material, que se desplegaba junto al muro exterior
en una esquina del Penal próxima a la Iglesia de Punta Carretas. Allí, verano o
invierno, hacíamos ejercicio y estudiábamos o conversábamos en «trillos» de
a dos o tres, o sentados en ruedas de hasta ocho o diez. Más no se podía, pero
eso era muchísimo y compensaba la escasa superficie y las durezas varias del
patio-corredor. Por tanto, podríamos hablar con todos los oficiales seregnistas
juntos, y para eso nos preparamos.
2. Héctor Rodríguez, principal dirigente de los GAU, de larga trayectoria sindical, perio-
dística y política. Fundador del Congreso Obrero Textil (COT), de la Convención Nacional de
Trabajadores (CNT), de los Grupos de Acción Unificadora (GAU) y del Frente Amplio (FA).
3. Zona del Penal de Punta Carretas ocupada por los presos políticos.
– 12 –
que Herrera lideraba pero no podía ir en la lista porque era consejero de go-
bierno por la minoría.
Cuando se reúnen los triunfadores para designar a sus ministros, en el cón-
clave eran inicialmente siete: Herrera con sus cuatro consejeros, y los dos rura-
listas. Nardone plantea que los ministros «los deciden los consejeros», ante lo
cual Herrera, de acuerdo con las crónicas, dice «¡¿entonces yo no soy nadie?!»
y se va. El caudillo histórico del Partido Nacional se retira. Paradójicamente
muere cuatro meses después de ganar la elección con la que se quiebran noventa
y tres años de dominio del Partido Colorado, como se encargaron de reiterarlo
los blancos en su incansable prédica.
En 1962 los colorados perdieron la elección nacional nuevamente pero
ganaron varios departamentos, en especial Montevideo que era su fuerte. Luis
Batlle no quiso ser consejero de la minoría porque había perdido por escasa
diferencia en el 62 y no tenía la menor duda de que ganaría en 1966. Los dos
consejeros de la Lista 15 fueron Alberto Abdala y Amílcar Vasconcellos. Quien
entró como tercer consejero de la minoría del Partido Colorado fue el general
(R.) Óscar Gestido.
Gestido era un hombre austero y con autoridad, de los fundadores de la
Fuerza Aérea cuando aún era parte del Ejército, y como militar retirado fue un
gestor relativamente exitoso de empresas públicas; recordemos que, designado
como presidente de AFE, logró que los trenes salieran en hora, ¡hecho insólito
para la tradición uruguaya! Por otra parte, a Gestido le dio mucho prestigio su
actuación en las inundaciones de 1959, en las que dirigió la Comisión de Ayuda
teniendo como jefe ejecutivo de las tareas al entonces coronel Líber Seregni.
Zelmar Michelini ya se había apartado de la Lista 15 en 1962, luego de
ser el principal diputado en el período 58-62, y había creado la Lista 515 en el
seno del batllismo. Pero en un acto en el Cerro, Hugo Batalla planteó críticas a
los errores cometidos durante el período en que gobernaron; Luis Batlle llamó
a Zelmar y le manifestó que excluyera a Batalla o su acuerdo allí terminaba.
Zelmar respaldó a Batalla y quedó fuera del sublema de la 15.
En Uruguay, esta rebeldía encabezada en 1962 por un joven y vibrante po-
lítico tendría consecuencias profundas para el futuro de la izquierda. En ese
marco Zelmar Michelini se unió con Renán Rodríguez, que pertenecía a la Lista
14 y había quedado a la intemperie, y se presentaron como grupo, alcanzando
un notable éxito. Había nacido «la 99», con dos senadores y siete diputados:
Lanza, Batalla, Massa, Martínez Moreno y Zelmar son electos diputados por
Montevideo, Alberto Roselli por Florida y Julio da Rosa por Treinta y Tres. Era
el primer ademán progresista dentro del batllismo, pero no el único.
El sector de la Dra. Alba Roballo –Pregón– tenía también una marcada
tendencia progresista.
– 22 –
En ese marco arrancó el 68. En este año, entre otras cosas, se da en el MLN
el período que algunos han denominado «Robin Hood». En realidad se extiende
desde mediados del 68 a mediados del 69. La cronología13 de algunas de sus
acciones constituye una buena guía:
1 de julio de 1968: el MLN vuela la planta emisora de Radio Ariel;
7 de agosto de 1968: secuestro de Ulysses Pereira Reverbel, presidente de
UTE;
8 de octubre de 1968: detención de dirigentes del MLN;
29 de noviembre de 1968: asalto al Hotel Casino Carrasco;
14 de febrero de 1969: copamiento y retiro de documentos de la Financiera
Monty, por parte del MLN, en uno de sus golpes más espectaculares;
18 de febrero de 1969: asalto al Casino San Rafael de Punta del Este;
1.o de abril de 1969: asalto a tres sucursales bancarias en Montevideo;
15 de mayo de 1969: el MLN interrumpe la emisión deportiva de Radio
Sarandí, en el momento en el cual Carlos Solé14 relata un partido entre Nacio-
nal y Estudiantes de la Plata, y emite un comunicado.
13. Se han elaborado muchas cronologías de la acciones del MLN. Preferimos seleccionar
algunos hechos básicos. Para una versión más detallada se puede apelar a Marta Machado Ferrer
y Carlos Fagúndez Ramos: Los años duros. Cronología documentada (1964-1973), Monte Sexto,
Montevideo, 1987. Lo esencial de esta última cronología fue tomado por Benjamín Nahum en su
clásico Manual de Historia del Uruguay, (T.2), 1903-2010, EBO, Montevideo, 2013. También
Rolando W. Sasso: 8 de octubre de 1969. La toma de Pando. La revolución joven, Fin de Siglo,
Montevideo, 2005. Para contextualizar nada mejor que la Cronología comparada de la Historia
del Uruguay, 1830-1985, de Roque Faraone, Blanca Paris y Juan Oddone, Udelar, Montevideo,
1997, o la Cronología comparada de la historia reciente del Uruguay, 1967-80, coordinada por
Carlos Demasi y otros, en dos tomos, FCU, CEIU, FHCE, Montevideo, 1996 y 2003. También
otras publicaciones de diversos equipos de investigación de la Udelar.
14. Relator «leyenda» en Uruguay.
– 25 –
En ese marco crece una corriente que procura pensar con cabeza propia y
que desarrolla el tercerismo como postura internacional en el marco de la Gue-
rra Fría.15 En los GAU siempre nos consideramos continuadores de esa postura.
Eran como nuestros tutores: Pablo Carlevaro,16 distintos dirigentes de la FEUU,17
y fundamentalmente el semanario Marcha dirigido por el notable doctor Carlos
Quijano. Esa corriente tenía un peso muy importante en ese momento.
El Partido Socialista, ya en los sesenta, era el liderado por José Díaz, Vi-
vián Trías, José Pedro Cardozo y otros dirigentes, en tanto que paralelamente
comenzó el Movimiento Socialista, con Emilio Frugoni a la cabeza.
Desde 1956 venía un fuerte cambio de orientación en el Partido Comunista,
donde Rodney Arismendi había desplazado a Eugenio Gómez como Secreta-
rio General.
La situación internacional y latinoamericana, y los conflictos político-so-
ciales propios también se expresaban en la izquierda con la aparición de nuevos
grupos de izquierda independiente o que seguían antiguos o nuevos debates y
alineamientos internacionales (así nacen el MIR, la FAU, el MAPU y otros).
Y va surgiendo, desde 1963, la adopción de la vía armada por militantes
que se organizan.
Las tentativas que procuraban revertir la esterilizante atomización políti-
ca de la izquierda chocaban con barreras fuertes. Algunas eran barreras en el
campo electoral, otras se centraban en los «métodos de lucha» o en las «vías
de la revolución».
Como ejemplo de las primeras vale la exclusión de los comunistas de los
acuerdos electorales de 1962. Primó la idea de que con los comunistas se per-
dían votos. Estos, por su parte, ante el acuerdo de los socialistas con Erro en la
Unión Popular (Erro había sido ministro de Industria, se fue del Partido Nacional
y contribuyó a formar la Unión Popular) desarrollan el Fidel (Frente Izquier-
da de Liberación) con Luis Pedro Bonavita, político e intelectual blanco, que
luego amplían con la adhesión de Ariel Collazo en 1966 y otros intelectuales
como Luis Gil Salguero.
Los socialistas tuvieron muy mala votación en 1962 y quedaron fuera del
Parlamento; el Fidel logró un senador y tres diputados (en 1966, un senador y
cinco diputados), saliendo adelante pero siempre en ese escalón del 5 %.
15. Así se llamó al enfrentamiento iniciado al finalizar la Segunda Guerra Mundial entre
el bloque Occidental, liderado por Estados Unidos, y el bloque del Este, liderado por la Unión
Soviética.
16. Médico uruguayo, de vasta trayectoria gremial y social, decano de la Facultad de Me-
dicina a fines de los años sesenta.
17. Federación de Estudiantes Universitarios Uruguay. El brasileño Carlos Fuques fue uno
de sus dirigentes.
– 26 –
18. Toda la información procede de El proceso económico del Uruguay, Instituto de Eco-
nomía, Udelar, Montevideo, 1971, cuadro 39, p. 314.
19. Ib.
20. Ib., cuadro 35, p.369.
21. Faraone, R., Paris, B. y Oddone, J.: Cronología comparada de la Historia del Uruguay,
1830-1985, Montevideo, Udelar, 1987, pp. 299-300.
22. El proceso…, o. cit., cuadro 69, p. 416.
– 27 –
La tradición anarquista
El peso de la tradición anarquista no ha sido suficientemente jerarquizado
en el país. Gerardo Gatti, por ejemplo, integraba la FAU. Y junto con Gerardo
Cuestas, del Partido Comunista, y Héctor Rodríguez, los tres actuaron como
coordinadores de la emergente CNT y se constituyeron en figuras claves del
proceso de la unificación sindical. Un buen pie a tierra tenían.
Alfredo Errandonea, otro ejemplo, más allá de lo que sostenía en el plano
teórico, como dirigente universitario abarcó todo el espectro con un liderazgo
fuerte y muy anclado en la realidad. Su contribución al proceso universitario
y a la FEUU fue mucha.
Tenían una unión muy vigorosa con la herencia que provenía de los inmi-
grantes europeos de filiación anarquista, así como otros partidos o corrientes la
tenían con otros inmigrantes europeos, como es el caso del Partido Socialista.
A nivel sindical los anarquistas se habían implantado en Artes Gráficas, en
la fábrica Funsa y en otros lugares, con respaldo muy claro de los trabajadores
respectivos y con una nítida inserción social.
La FAU participaba de un modo de interpretar la realidad bastante «erró-
neo», desde nuestro punto de vista, porque no percibía la necesidad, la posibi-
lidad y la conveniencia de la conformación de un vasto movimiento de fuerzas
políticas progresistas. Por ello cuando se constituyó el FA lo caracterizaron muy
críticamente y se quedaron afuera. Podían haber estado entre sus fundadores.
Sí participaron, en cambio, en los grupos de Época.
De los cinco grupos políticos disueltos en diciembre de 1967 (MRO, MAPU,
FAU, PS y MIR), tres entraron al Frente en distintos tiempos, entre octubre y
diciembre de 1970. Pero los anarquistas se pronunciaron en contra; no acep-
taron al FA, eran irreductibles en ese aspecto. Formulaban un juicio durísimo,
«reformista» era el calificativo más común. Discutimos mucho. No aceptaban
que ingresaran políticos de los partidos tradicionales, veían todo lo que sucedía
como un proceso de derechización. Después, los herederos de la FAU –algunos
de los cuales culminaron en el Partido por la Victoria del Pueblo (PVP), pasan-
do antes por la Resistencia Obrero Estudiantil (ROE)– rectificaron su postura.
Por su parte, los miembros del MIR no cambiaron nunca su posición. En
la Facultad de Medicina había numerosos partidarios de este grupo y tenían
mucha militancia también en Mercedes.23 Su discurso, a nuestro juicio, se de-
sarrollaba en una realidad paralela. Se reconvirtieron como PCR (Partido Co-
munista Revolucionario). La represión sobre ellos fue atroz.
23. Un gran militante de UTE, que estuvo en los orígenes de los GAU, fue Ricardo Blanco.
Se incorporó luego, en su Mercedes natal, al MIR-PCR. Por años desaparecido. Sus restos fueron
encontrados en marzo de 2012 en los predios del Batallón 14, en Toledo.
– 28 –
24. Esta cita y las siguientes proceden de Lanzaro, Jorge: «La izquierda se acerca a los uru-
guayos y los uruguayos se acercan a la izquierda. Claves de desarrollo del Frente Amplio», en
Lanzaro, Jorge (comp.): La izquierda uruguaya entre la oposición y el gobierno, Montevideo,
Fin de siglo, 2004, cap.1, pp.13-108. Este concepto de dualismo fue ampliamente desarrollado
por el profesor Aldo Solari en sus cursos de Sociología a principios de los sesenta.
– 29 –
25. Quizás el mejor ejemplo lo constituya la monumental investigación sobre los aspectos
económicos y sociales de la revolución artiguista realizada por Lucía Sala de Tourón, Nelson de
la Torre y Julio Rodríguez, publicada en cuatro volúmenes a fines de los sesenta y comienzos de
los setenta por la editorial Pueblos Unidos.
– 30 –
26. CUI: El pueblo delibera. El Congreso del Pueblo veinte años después, Montevideo,
1985, p.9.
27. Ib.
28. Ver: Mensaje al Pueblo Uruguayo, y Programa de soluciones a la crisis, del Congreso del
Pueblo - 12 al 15 de agosto de 1965. El libro citado, El pueblo delibera, incluye todo el texto del
Programa. También se publicó como apéndice en Rodríguez, Héctor: Sindicatos: participación
y negociación, FCU, Montevideo, 1985. Y en numerosas publicaciones.
29. Arana, Mariano y Destouet, Óscar (compiladores): 5 vertientes de la izquierda, EBO,
Montevideo, 2004, p. 159.
– 32 –
30. Rodríguez, Héctor: Reflexión para sindicalistas, CUI, Montevideo, 1985, p. 12.
31. Homenaje que realizara Enrique Rubio en la Cámara de Diputados el 5 de noviembre
de 1996.
32. Fernández Huidobro, Eleuterio (1995): El Tejedor, TAE, Montevideo, 1995.
33. En UTE, por ejemplo, cuando los dirigentes llegaban con los volantes por la reforma –que
el sindicato apoyaba como tal– varios delegados, en la Central Batlle, los tiraban a quemar en la
caldera y decían que era la única forma de evitar que los trabajadores se desafiliaran de AUTE
– 33 –
34. Comisión de Productividad, Precios e Ingresos creada por la ley 13.720 de 16 de di-
ciembre de 1968.
35. Martín Ponce: «Antes del 1° de octubre y luego de algún paro parcial por “comedia
de errores”, hicimos un acuerdo con la Marina: cuando la policía detenía a algún trabajador, le
pasábamos a los oficiales, en su oficina en la Central Batlle, los datos de los detenidos, y desde
ese momento empezaban a correr 24 horas antes de que su sección parara. La Marina los iba a
buscar y los reclamaba sobre la base de que, al estar militarizados, eran “reclutas” de ellos. La
camioneta enviada volvía a la Central, y los liberaban en nuestra presencia, de inmediato. Así
se evitaron varios choques. Los funcionarios comenzaron a recibir “instrucción militar” y los
delegados a ser detenidos en forma creciente. Nos liberaban antes de generar un lío y volvía a
comenzar la pulseada.
Estuvimos sucesivamente presos un día, tres días, una semana, en el Dique Nacional junto a
Milton Montemar y otros dos trabajadores de Ancap, y así fuimos recorriendo las sedes de la Ar-
mada. Cuando el entierro de Líber Arce, yo estaba en las dependencias de la Armada en el Cerro.
Años después, estando en el Penal de Punta Carretas, me encontré con un compañero (Pablo
Ferreira, preso por el MLN), con el que mantuve este dialogado:
Pablo: ¿Vos estuviste preso en el Centro de Instrucción de la Marina?
MPL: Sí. Donde había tres calabozos. Estuvimos 48 horas tres delegados allí.
Pablo: ¿Sabés quiénes te cuidaban?
MPL: No.
Pablo: Garín y yo.
El Uruguay había cambiado aceleradamente».
36. Recuerda Martín Ponce que en nombre de la Directiva de AUTE, llegó, en agosto, a ha-
blar con el Brig. Sena y con el Cnel. González, para plantear que si la Fuerza Aérea seguía con
ese nivel de represión, como sindicato íban a tener que parar. Fue inútil totalmente.
– 34 –
Otero hizo las preguntas y luego preguntó si tenía algo para agregar. Martín
respondió que sí, que tenía información de carácter confidencial para dar a la
Policía. Otero preguntó cuál, y le dijo que se estaban haciendo reuniones gol-
pistas entre los militares Cnel. Tanco, Gral. Aguerrondo, Cnel. Ventura Rodrí-
guez, Cnel. Martín y Cnel. Eduardo Zubía. Otero, cada vez más serio. Cuando
terminó y no había más nada que agregar, tomó la copia y se fue al salón de al
lado. Volvió, entregó la copia prometida y lo acompañó a la salida, ¡evitando,
naturalmente, el saludo al jefe denunciado!
Pasaron 48 horas y no hubo ninguna declaración de la Jefatura. ¡Se había
frustrado la operación! Se le informó a Gestido, hecho a hecho.
Luego todo fue volviendo a la normalidad, aunque si bien el momento pa-
saría, las tensiones militares subirían.
En el marco de la fuerte participación en contra de los intentos de golpe
de Estado en el 64, algunos de los dirigentes estudiantiles también se fueron
vinculando estrechamente con los militares constitucionalistas, y estos con
diferentes actores sociales y políticos. Se generaron, además, relaciones con
La Corriente 181538 –fundada a mediados de ese año y liderada por el Cnel.
Pedro Montañez, el Cnel. Pedro Aguerre y otros oficiales– que «buscaba rena-
cionalizar a las Fuerzas Armadas, que consideraban subordinadas a los intere-
ses norteamericanos, así como enfrentar a cualquier intentona golpista».39 Se
establecieron contactos uno a uno. Como antecedente muy útil para compren-
der lo que vendrá, vale tener en cuenta que el vínculo de Seregni con Héctor
Rodríguez se había iniciado en 1961.40 El libro del Gral. (R.) Pedro Aguerre41
es una verdadera «joyita» sobre todas estas cuestiones y, de lo que conocemos,
muy fiel relato de la realidad.
En el 65 muere Luis Batlle y en el 66 vuelve a ponerse al rojo el tema de
la posibilidad de un golpe. Una expresión simbólica de las tensiones la da el
episodio en que Alberto Heber, presidente del Consejo de Gobierno por ese
año, le niega la mano al general Líber Seregni y al general Santiago Pomoli, al
saludar a autoridades militares en un evento. Reclaman ambos y Heber debe
finalmente rectificarse, saludándolos especialmente en la Casa de Gobierno,
el 1.o de mayo de 1966.
38. Las sociedades secretas y las logias civiles o militares tienen una larguísima y rica his-
toria fuera y dentro del país.
39. Caetano, Gerardo, y Neves, Salvador: Seregni. Un artiguista del siglo XX, EBO, Mon-
tevideo, 2016, p.114.
40. Ib., p.106.
41. Aguerre Albano, Pedro: Hermano, trabajaremos de presos. El coronel Pedro Montañez
y la Corriente 1815, EBO, Montevideo, 2012. También aporta sobre estas cuestiones el libro
de testimonios de Miguel Aguirre Bayley: Los militares antigolpistas. Una opción ética, EBO,
Montevideo, 2016.
– 38 –
42. Al comienzo eran ocho o diez. Entre ellos, Ricardo Vilaró y Marta Ponce, cuya casa
hacía de «local». Los de Ingeniería eran todos de la misma agrupación: «Reforma». Alberto Or-
tega, Pedro d’Aurrecoechea, Víctor Bachetta y Martín Ponce fueron consejeros de la Facultad
en distintos períodos. En determinado momento, en Reforma tuvieron diferencias y decidieron
apartarse y constituir la Lista 11; en las elecciones obtuvieron la mitad de los cargos, luego 8 en
11 y finalmente 10 en 11. El peso en Ingeniería era fuerte. Y en Ciencias Económicas militaban
Carlos Pérez, Juan Manuel Rodríguez y otros.
Todo había comenzado cuando, como producto de las convicciones comunes, se fueron
incorporando a vivir en un barrio, que fue Pueblo Victoria, parte de la Teja. Fue en la Teja, pero
podía haber sido en otro lado. Allí se alquilaron casas contiguas. En una estaban Alberto Ortega
– 40 –
y Mireya. En otra Ricardo Vilaró y Marta. También Felipe Goiriena y Mirta, muy vinculados
con Emaús y con el sacerdote católico Sierra. El lugar se convirtió en un centro de encuentros.
Algunos, de Ingeniería, decidieron formar una comunidad. Los fundadores de la comuni-
dad, además de Marta Ponce y Ricardo Vilaró, fueron Pedro d’Aurrecoechea, Víctor Bachetta,
Rafael Guarga y Martín Ponce. Rafael se retiró diez días después y a su lugar vino a vivir Ramón
Firme, un floridense como Felipe. Eso fue en el 64. Felipe y Mirta, que estaban en Veterinaria
y Magisterio, meses después se radicaron en el interior.
En el 65, Martín, ya ayudante de ingeniero en UTE, alquila con Pilar otra casa al lado. Al
tiempo, con más espacio, se incorpora Luz Labat a la comunidad. Se mantenía buena interac-
ción con el barrio.
Al conjunto de amigos, mayoritariamente estudiantes, que participaban de las reuniones
allí se lo comenzó a conocer en la FEUU como «el grupo La Teja».
En esa misma época, por otra parte, y también en la Teja, surgen otras historias paralelas.
– 41 –
uno que grita ¡viva la UTE! Era Elbio Moreira Piegas, el Abuelo; años después
compartirían la prisión política. En 24 horas lo soltaron. Eran detenciones de
militantes, pero ¡muy distintas de lo que vendría después!
En esos años comenzaron a adquirir peso otros sectores políticos en la
FEUU, sobre todo el PCU y el PS. A su vez, los viejos terceristas planteaban
que los sectores políticos eran inadmisibles. Recordemos, para comprender las
posturas, que en la FEUU se arrastraba este debate desde la Ley Orgánica de
1958. En la FEUU predominaba una corriente anarquista que sostenía que era
inaceptable la militancia en los gremios estudiantiles de miembros de partidos,
dado que seguían las directivas de los mismos. Visto eso con la lupa del movi-
miento estudiantil tenía su lógica, pero cuando fueron advirtiendo otros aspec-
tos de la vida del país, se replanteó la discusión acerca del dilema «grupo» o
«gremio». Era un absurdo analizar problemas como los sindicales o la pobreza,
y después decir que solo se admitía reunirse con el gremio propio. No cerraba.
Por consiguiente se decidió entrar en la vida política. Fue un proceso co-
lectivo. Se formaron equipos para estudiar temas. Gran parte del mapa econó-
mico, político y social del país fue abordado.
Finalmente, en julio del 65 se constituyó el MAPU en el salón de actos de
la Asociación Cristiana, que habían alquilado. Se eligieron las primeras au-
toridades, un grupo de tres integrado por Pepe Rodríguez, Gustavo Cosse43 y
Ricardo Vilaró. Este último quedó como secretario general.
A partir de esta situación la intención fue hacer crecer al movimiento recién
fundado. Con ese propósito se vincularon, entre otros, con el padre Sierra, un
jesuita que estaba al frente de Emaús, que se encontraba cada vez más desenga-
ñado de las posibilidades de la labor meramente asistencial, y que concordaba
con iniciar la actividad política porque «esta situación solo se cambia desde la
política» (ya había pasado el Concilio Vaticano II). Les manifestó que quería
participar y llegó a concurrir a dos reuniones pero, lamentablemente, falleció
en un accidente. Iba con el camioncito de Emaús, se le quedó al pasar la vía y
lo mató un ferrocarril. Él tenía vínculos por todos lados porque Emaús recorría
la República. El padre Sierra dejó su huella.
Al poco tiempo se dio un caso similar. Mabel Aguerre, vinculada con miem-
bros del MAPU, se había casado con un militar, Juan José López Silveira44, el
Tape, que había ido a pelear en la guerra de España como lo hicieron decenas
de uruguayos.45 Poco o nada sabíamos de la peripecia de esos uruguayos com-
batientes en otras tierras. Tampoco sobre la influencia del Tape en muchos,
43. Rodríguez y Cosse se irían tiempo después, cada uno por distintas discrepancias.
44. Sobre sus vínculos con Seregni consultar la biografía de Caetano y Neves, o. cit.
45. La editorial Banda Oriental publicó en 2017 un libro sobre estas cuestiones escrito por
tres investigadores españoles, Sergio Yanes, Carlos Marín y María Cantabrana, titulado: Papeles
de plomo. Los voluntarios uruguayos en la Guerra Civil española.
– 42 –
46. Martín Ponce recuerda un accidente en las recorridas por el país que persiste con niti-
dez en su memoria: «En un viaje de Rivera a Minas de Corrales, con Carlos Fasano y Eduardo
de León, en un Volkswagen que manejaba Carlos, nos llevamos una piedra descomunal ¡y con
menuda punta! que, al hacer la “nueva” Ruta 5, allí habían olvidado. Íbamos muy rápido para
esquivarla y la punta dio contra el piso y lo dejó como papel rasgado. Allí podía haber termina-
do la incursión por el interior profundo… pero no fue así. Bajamos y nos tiramos en la carretera
para festejar la sobrevivencia».
– 43 –
inaugural. Siempre continuó su vínculo personal con los autores y con otros
compañeros nuestros.
También vinieron Darcy Ribeiro, que había sido ministro de Educación, y
Leonel Brizola, que era gobernador de Río Grande del Sur. Recordemos que
se refugió en Uruguay João Jango Goulart, el presidente de Brasil derrocado
por el golpe de Estado. Este último se vinculó poco y a otro nivel. Brizola, en
cambio, se relacionó mucho; integraba un circuito de brasileños que se conec-
taban estrechamente.
Acción Popular estuvo en el gobierno de Goulart, una vez que este asumió
cuando se suicidó el presidente Jânio Quadros.
¿Por qué tuvo tanta importancia la influencia de los brasileños? Porque al-
gunos de ellos también tenían origen cristiano y eran dirigentes estudiantiles
de la Unión Nacional de Estudiantes Brasileños, conocían a estudiantes de la
FEUU y esta les dio apoyo; vivieron en las casas de los estudiantes de acá.47
Nos ayudaron a cerrar circuitos intelectuales y políticos.
Influyeron mucho; ellos tenían experiencia porque de estudiantes pasaron a
ser líderes de gobierno, y en el mundo del pensamiento nos ayudaron a conocer
elaboraciones más estructuradas que las nuestras. De la formación cristiana no
se extraía acción política, y del tercerismo de la FEUU tampoco. En esa etapa,
en esos temas nos ayudaron mucho los brasileños.
Siempre la relación se mantuvo. En el 72 fueron Martín Ponce y Víctor
Bachetta a Chile, y luego Ponce y Rubio. En los congresos del MAPU chileno
de esa época, a los que concurrimos, estaban Betinho, allí exiliado, así como
también Paz Zamora de Bolivia y Teodoro Petkoff de Venezuela, entre otros.
Algunos han preguntado si se registra influencia del MAPU chileno. En
realidad los dos nombres MAPU son meras coincidencias. Lo que es cierto es
que los dos reconocían una cierta paternidad en la AP brasileña. Betinho era
un referente común. Por otra parte, el MAPU chileno también incluía grupos
de extracción cristiana. Hubo un buen vínculo.
En el año 1965 los militantes del MAPU participamos muy activamente
en el Congreso del Pueblo. En esa oportunidad y en otras fuimos encontran-
do mucha cercanía con Héctor Rodríguez y su grupo de sindicalistas textiles.
El 66 es el año de la Mesa por la Unidad, de la reforma amarilla, de la uni-
ficación sindical. Nos reuníamos cada vez más con el líder de los textiles. En
esa época fue creciendo la presencia del MAPU en el movimiento sindical y
pudimos actuar en el Congreso de Unificación Sindical. Varios participamos
como delegados. Se va formando una ya interesante red para la acción políti-
ca y social.
47. Durante un período, en un apartamento que alquilaba Enrique Rubio junto con otros
estudiantes floridenses.
– 44 –
48. Fallecido recientemente. Además de bancario, pasó por la refinería de Ancap, vivió el
exilio en Buenos Aires, Nicaragua, México y otros países. Integró el CC y la Comisión de Or-
ganización. Colaboró activamente para este trabajo.
– 45 –
En ese proceso, como hemos dicho, se fue confluyendo con Héctor Rodrí-
guez. A determinada altura sostuvo que con lo sindical no alcanzaba y que era
necesario realizar una actividad política. Volvía a la política él, que se había
retirado, que había renunciado al PCU, que había sido diputado, y luego se
había dedicado solo a la reconstrucción del gremio textil y a la unificación del
movimiento sindical.50
Con él nos planteamos comenzar un proceso de «unificación» de la izquier-
da y junto con integrantes del Grupo de independientes de Época y otras per-
sonas, se elaboró un acuerdo político con la idea de tratar de unir sectores, no
de constituir un agrupamiento más en una izquierda esterilizada por su aguda
atomización.
Estábamos en 1967. ¿Importaba políticamente la guerrilla en ese momento?
Una información es bien gráfica para mostrar los pesos relativos y los tiem-
pos en la vida política. No conocimos ningún discurso de la campaña electoral
de 1966, ningún comentario, que mencionara la existencia del MLN. Desde el
punto de vista de la percepción general, eran fenómenos policiales. Sin embar-
go, los tupamaros, como se sabe, venían haciendo un proceso.
Cuenta, coincidentemente, Fernández Huidobro: « (…) nosotros como or-
ganización [en 1967] estábamos casi en la lona. Y viene Pacheco y empieza a
dar palo a todo el mundo, a los bancarios, a los empleados públicos, a los es-
tudiantes. Y empieza a arrojar sobre filas un crecimiento que era incontenible.
De algún modo era la confirmación de nuestras previsiones teóricas de cuando
nacimos. Pero el hombre que confirma eso es Pacheco, el pachequismo o el pa-
checato, mejor dicho, que es una conmixtión de intereses bastante complejos,
un sector determinado del Partido Colorado muy imbricado a ciertos grupos
empresariales. Y de ahí en adelante se produce el auge de los tupamaros».51
¿Era una expresión principalmente estudiantil el MAPU en ese momento?
Sí, pero no solamente. Y aspiraba a más. Sus vínculos eran de los más dispa-
res y con alcance incipiente en el interior. En algunos lugares con maestros, en
otros con algún oficial del Ejército, o con otras personas y características. Pero
el vínculo decisivo fue con el líder de los textiles.
Los comienzos fueron intensos. Como se sabe, a los pocos días de asumir,
Pacheco clausuró Época (que había publicado el manifiesto de la OLAS55) y
disolvió los grupos políticos que lo respaldaban e integraban el Consejo Editor.
Los miembros de dicho Consejo fueron procesados. Entre ellos, dos integrantes
de los incipientes grupos de «acción unificadora»: Pedro d’Aurrecoechea (del
MAPU) y Pedro Seré (del Grupo de Independientes de Época).
Documento fundacional 2:
Perspectivas para el movimiento de masas (1969)
Prosigamos con lo documental. El segundo texto significativo fue denomi-
nado «Perspectivas para la acción en el movimiento de masas». Fue elaborado
en el semestre siguiente a abril de 1969. En efecto, tanto por el contenido de
las Perspectivas como por la fecha en que se culminó (octubre de 1969), dicho
texto constituye el fruto de la experiencia inicial de los «grupos» ya formados
y coordinados. Esta reflexión permitió, junto con el Documento Básico, «al-
canzar un nivel más alto de acuerdo político».58
La mayor parte de este documento refiere, con sentido amplio, al movi-
miento sindical, que había vivido en 1968 y 1969 durísimas luchas. Aunque
también integra reflexiones sobre el movimiento estudiantil al que considera
un aliado, con sus virtudes y limitaciones.
59. Las citas de este apartado corresponden a las pp. 11 y siguientes del folleto citado.
– 55 –
60. El texto se refiere a la Comisión de Productividad, Precios e Ingresos creada por la ley
13.720 de 16 de diciembre de 1968.
61. En negrita el concepto de expropiación partidaria.
– 56 –
Para ello funcionaba un Coordinador de los grupos y allí se asignó a los in-
tegrantes de las diferentes vertientes redactar e ir poniendo a consideración un
documento básico que definiera los conceptos comunes para la acción política.64
Los primeros grupos surgieron, como hemos dicho, en textiles, en UTE,
en bancarios, en profesores, en varios centros de estudiantes y en algún lugar
del interior ya vinculado.
A su vez estos grupos se fueron organizando y, cuando el número lo habili-
taba, tendieron a estructurarse por centro de actividad, o sea por fábrica, centro
de estudios o sección de trabajo, manteniendo una coordinación interna que, a
su vez, conservaba el delegado común en la coordinación global.
La frecuencia de la coordinación a todos los niveles era altísima, motivada
por la vorágine del acontecer social y político de ese momento.
Luego de la experiencia conjunta acumulada en 1967 y 1968, y del rechazo
a sumarse (por la prevista condición de disolución, que era rechazada) de otros
sectores de izquierda, se tuvo que adoptar una decisión entre los participantes.
¿Se mantenía lo hecho o se avanzaba, disolviendo el MAPU y consolidando la
estructura en marcha? Esta última opción fue la que se acordó.
Se reunió entonces el Congreso Constituyente del 19 de abril de 1969 y
allí se resolvió:
–– Ratificar los compromisos políticos del Documento Básico.
–– Darse en lo organizativo una estructura de partido, es decir, una organi-
zación con dirección única y centralismo democrático como método de trabajo.
–– Consolidar como nombre el de Grupos de Acción Unificadora (GAU),
acumulando con lo ya establecido y descartando no solo llamarse partido, sino
también movimiento, para dejar claro en lo interno y en lo externo, la apuesta
por la unificación. Aspirar a aportar el mejor destacamento político posible.
–– Designar un Comité Ejecutivo como responsable de conducir al con-
junto hasta el primer congreso, que se fijó para un año y medio después.
A partir de esa fecha comenzó la estructuración de los militantes en gru-
pos. Esa será la unidad básica del conjunto y en su congreso radicaría la res-
ponsabilidad última.
En el período que va de abril del 69 a febrero del 71, continúa el país des-
lizándose por el presidencialismo autoritario o pachequismo; prosigue la crisis
económica, los conflictos sindicales y la incapacidad para desarrollar políticas
nacionales de desarrollo; y también se forjan o consolidan nuevas fuerzas en
el escenario político. La principal: el Frente Amplio, fuerza que cambiaría la
política nacional. Simultáneamente, la dura represión de las actividades sindica-
les y estudiantiles volcaría a miles a la acción política, y se produce un enorme
crecimiento del MLN y de las demás organizaciones de izquierda, incluyendo
el surgimiento de nuevas estructuras.
65. Entrevistas que Gonzalo Ares y Magela Fein realizaron hace cerca de diez años, prin-
cipalmente en 2007 y 2008, con el objetivo de acumular testimonios e información para la me-
moria e historia de los GAU. Generosamente nos han brindado ese material.
– 61 –
ba cuando se decía «la toma del poder». Lo que existía, y sigue siendo así, es
una cierta relación de poder.
En relación con el segundo objetivo, participábamos muy fuertemente de
la idea de una militancia política con altas exigencias en términos de conducta
y de participación. Era una estructura de cuadros. Un destacamento para el fu-
turo partido. A su vez, teniendo en la otra vereda adversarios o enemigos níti-
dos, estando tan en primera fila, era indispensable contar con una organización
muy estructurara y sólida. Acerca de sus características nos extenderemos más
adelante en el apartado relativo al desarrollo organizativo de los GAU.
En un país en el cual tantas personas estaban asumiendo compromisos de
izquierda y dedicándoles tanto tiempo, para los GAU carecía de sentido el
nivel de fraccionalismo que existía; en algunos casos eran sectores con larga
historia, y en otros nucleamientos recientes. Pero tenían algo lastimosamente
común: cada uno de ellos se autoconsideraba «la vanguardia».
De ahí que estimáramos que había que crear una verdadera articulación de
confluencias, y ese era el segundo punto estratégico: unificar para crear una
verdadera vanguardia política. Nos referiremos a este asunto más adelante.
En tanto, procurábamos alcanzar una estructura propia con altos niveles de
compromiso, capacitación y confianza, porque ello mejoraba sustancialmente
la capacidad de incidir, pero con una clara definición: no éramos «la vanguar-
dia», sino una vertiente, lo más sólida posible, que pelearía por una unificación
que la posibilitara.
En suma, se aprobó una estructura organizativa de centralismo democráti-
co, se creó como organismo directriz un comité ejecutivo, se ideó un sistema
de núcleos de base y se fijó el criterio de no llamarse «partido», ni siquiera
«movimiento». Se optó por formalizar el nombre ya experimentado: seríamos
los Grupos de Acción Unificadora.
También comenzó la publicación de un periódico mensual, Lucha Popu-
lar. Y, algo muy importante, se tuvo la hoja semanal Hechos y Comentarios.
66
Por otra parte, siempre se estimó que la formación política constituía una
cuestión central. Para ello se elaboró un manual y se creó un sistema de cur-
sos y talleres. El manual Materiales para la formación política del militante67
fue un libro que abordaba un amplio abanico de temas históricos, sociales y
políticos. Entre otras cuestiones realizaba el análisis de las clases sociales en
el Uruguay y se extendía en la alianza social68 o base social del cambio para
66. Fue durante un tiempo un periódico de exclusiva distribución militante. Con el tiempo
llegó a venderse en varios quioscos. En cinco años salieron casi cuarenta números. Se disconti-
nuó al comenzar a salir Respuesta, órgano de la Corriente, en 1973.
67. GAU, Montevideo, abril de 1970.
68. La Resolución del primer Congreso de los GAU, realizado en noviembre de 1970, se
extiende en este concepto. Ver la investigación colectiva que dirigió Gerónimo de Sierra, Parti-
– 62 –
dos Políticos y Clases Sociales en el Uruguay. Aspectos ideológicos (1972), FCU, Montevideo,
pp. 258-259.
69. Ex sacerdote jesuita, sociólogo. Entrevista para este trabajo.
– 63 –
mañana del día siguiente a la Batlle. Se hizo la asamblea, el paro estaba defi-
nido para el miércoles (era martes). Turiansky habló en la asamblea y ratificó
el compromiso, y atrás de él varios de los que en principio se habían opuesto
pidieron la aprobación de la medida resuelta. Se aprobó finalmente hacer el
paro por enorme mayoría.
Pero antes del paro, el mismo martes en la tarde, llegó un aviso a Ponce
de León de que tenía que presentarse en el Directorio; de inmediato llama a
la Mesa Directiva, pide instrucciones y le indican: «andá y te esperamos en el
boliche de enfrente, nosotros no podemos ir porque estamos todos destituidos;
probablemente quieran negociar».
Lo recibe Rodolfo Fonseca que sustituía, como vicepresidente, a Pereyra
Reverbel. Le anuncia que los tres que habían hablado ese día de mañana en la
asamblea –Panizzi, di Trápani y él– quedarían sumariados para ser destitui-
dos. O sea que no había empezado el paro y ya había sanciones, con lo cual el
compromiso de Turiansky tenía que entrar en vigencia.
El 26 de julio, entusiasmado por el notorio éxito que venían dando las mi-
litarizaciones, Pacheco da un paso más y militariza la Banca privada.
Pero AEBU-Banca privada, que en ese momento se oponía a pelear de a
poco, resistió los emplazamientos con todas sus fuerzas y mantuvo la paraliza-
ción de los bancos, lo le que creó al gobierno un enorme problema.
Fueron a buscar a sus casas a los bancarios y de ahí los llevaron a los cuar-
teles. Nada funcionaba. Estamos hablando de trabajadores de todos los colores
políticos, que iban llegando y volviendo diariamente a las distintas unidades
militares.
El 5 de agosto la Asamblea General levanta la militarización bancaria. El 6
de agosto el Poder Ejecutivo la restablece. El estilo confrontativo y rupturista
del gobierno no solo lo era con los sectores sociales, también en lo político-
institucional.
Finalmente el 11 de setiembre se levantó la huelga con una fórmula que fue
compleja, pues se mantenían 181 destituidos y se perdía el reclamo económico,
pero fue diferente al final de las otras militarizaciones previas: la huelga duró
72 días y la militarización no logró hacer funcionar a los bancos.
¿Por qué la banca privada quebró las militarizaciones? Porque era impo-
sible hacer marchar los bancos, no había alternativa. Banca privada demostró
cuál era la forma de enfrentar una militarización. Nunca más hubo en el país
militarizaciones.
Vale la pena señalar que estos relatos escuetos se refieren a historias muy
intensas de muchos miles de personas de las que hoy, lamentablemente, se ha-
bla y escribe poco.
¿Cuál fue el resultado de dos años de una forma de confrontación que no
enfrentó colectivamente y que fue quebrando importantes gremios? Un deterioro
de la opción sindical y, naturalmente, el ascenso de la opción armada. Tengamos
en cuenta que solo los trabajadores militarizados (Banca oficial, UTE, Ancap,
OSE, Telecomunicaciones y Banca privada) fueron más de cincuenta mil.
Como consecuencia, en lo político se iban multiplicando las opiniones a
favor de un enfrentamiento conjunto al autoritarismo.
Sin estos episodios no se entiende el 5 de febrero con la fundación del Frente
Amplio ni el acto del 26 de marzo del 71, y tampoco se comprende la dinámica
del MLN. Recordemos que el 8 de octubre de 1969 los tupamaros coparon la
ciudad de Pando, episodio que terminó con varios muertos. El MLN mostraba
su creciente importancia en la sociedad.
– 67 –
los contracursos y los liceos populares. Miembros de los GAU participaron ac-
tivamente en la organización y lucha consiguiente, tanto desde los profesores
como desde los estudiantes de secundaria (ya en esa época se estaban organi-
zando los GEU, Grupos Estudiantiles Unificadores).
El 16 de setiembre se inició el conflicto en la Salud.
El 22 de octubre comenzó el conflicto en ATMA, importante para los GAU
por la centralidad en ella de uno de sus integrantes, Daniel Ponce. El conflicto
durará hasta el 22 de diciembre. Incluirá, en los últimos días, una huelga de
hambre desarrollada en la Parroquia del Cordón. Un día fue ocupada por inte-
grantes, armados, del MLN, que allí anunciaron su disposición, con observa-
ciones, de apoyar el proceso del Frente Amplio.
El punto 5 del comunicado del MLN manifiestaba: «Mantenemos nuestras
diferencias de métodos con las organizaciones que forman el Frente y con la
valoración táctica del evidente objetivo inmediato del mismo: las elecciones.
Sin embargo consideramos conveniente plantear nuestro apoyo al Frente Am-
plio (…) Al apoyar al Frente Amplio entonces, lo hacemos en el entendido
de que su tarea principal debe ser la movilización de las masas trabajadoras y
que su labor dentro de las mismas no empieza ni termina con las elecciones».
La realidad era que el Frente Amplio se había creado para «la acción po-
lítica permanente».
Triunfante el conflicto de ATMA, se consolidó un nutrido grupo de miem-
bros de los GAU, incorporando a Miguel Guzmán, Fermín Díaz, Sofildo Oli-
vera y otros, y se crearon buenos vínculos con trabajadores de metalúrgicos y
posteriormente de la construcción.
En línea paralela todos los elementos represivos aumentaron, las libertades
se fueron cercenando, las Medidas de Seguridad se convirtieron en permanentes.
Los opositores de todos los partidos aumentaron su coordinación para res-
ponder a la situación y encontrar salidas; las posturas y sentimientos a favor
de unirse crecieron o se intensificaron fuertemente.
El Partido Demócrata Cristiano de Juan Pablo Terra, la Lista 99 de Zelmar
Michelini, el Partido Comunista y el Fidel, y otros, en un amplio arco, fueron
adoptando decisiones paulatinamente convergentes en lo político.
Ya existían conversaciones entre Michelini, Francisco Rodríguez Camusso,
Juan Pablo Terra, Luis Bonavita y Enrique Rodríguez en su ámbito de parlamen-
tarios. El Partido Socialista estaba ilegalizado, no tenía legisladores, pero era
informado de estas conversaciones por reuniones de sus dirigentes con Juan
Pablo Terra. José Pedro Cardozo y José Díaz timoneaban en ese período al PS.
El empuje fuerte comenzará en octubre del 70. El día 7 se efectuó una re-
unión de ciudadanos significativos en Marcha, y en ella se acordó la convoca-
toria a la formación de un frente sin exclusiones. Con la tarea de impulsarlo se
– 69 –
nombra una comisión integrada por el Gral. (R.) Arturo Baliñas, Óscar Brus-
chera, Héctor Rodríguez, Germán D’Elía y Luis Alberto Viera.
El impacto fue inmediato.
El llamamiento del 7 de octubre canalizó situaciones y dio expresión a un
clima político preexistente.
Pronto invitaron a sus firmantes a concurrir a diferentes localidades del in-
terior a explicar la propuesta. En lugar de pequeñas reuniones, se encontraron
con cines llenos de gente. En las semanas siguientes se publicaron en Marcha
los lugares a los que habían concurrido y los comités de respaldo al nuevo
agrupamiento político que iban quedando constituidos. Estos incipientes co-
mités pro-frente amplio comenzaron sus propias actividades. Se creó un clima
muy particular, al punto de que el proceso que se había acordado en dos tiem-
pos –un primer tiempo para la constitución del Frente del Pueblo, alianza en
la cual no estaba el Partido Comunista, y un segundo tiempo que convocaría a
la constitución del FA– fue desbordado.
Entre octubre y diciembre los sectores políticos apoyaron el proceso fren-
tista. En diverso orden, el PDC, el PCU, la Lista 99, el MBPP (Movimiento
Blanco Popular y Progresista), los GAU, el Fidel, el POR, el PS, fueron des-
granando pronunciamientos que se sumaban a adhesiones individuales de per-
sonalidades y al proceso de creación de comités de apoyo.
Las vertientes paralelas fueron confluyendo; los hechos tuvieron su propia
dinámica y determinaron los acontecimientos políticos. Si se leen los docu-
mentos se verifica que se constituyó efectivamente el Frente del Pueblo en di-
ciembre y que fue el que convocó a la formación del FA. Pero ya no hubo dos
tiempos porque la realidad era otra. En los comités pro-frente amplio estaban
todos los sectores.
Recordemos que el llamamiento del 7 de octubre de 1970 convocaba en
su primer punto a «la concertación de un acuerdo sin exclusiones entre todas
las fuerzas políticas del país que se opongan a la conducta antipopular y anti-
nacional del actual gobierno, con vistas a establecer un programa destinado a
superar la crisis estructural que el país padece (…)».
Héctor sostuvo en aquella oportunidad que nuestro principal objetivo era la
constitución de un frente antioligárquico y antiimperialista, y por consiguiente
no podía haber un llamado a constituir un frente amplio y nosotros estar ausen-
tes. Estaba aplicando la línea política de los GAU.
Nos reunimos ese mismo día en la Comisión Política de los GAU, y empeza-
mos a hacer circular una hojita de respaldo a la iniciativa. Los hechos políticos
se publicitaron rápidamente. En los núcleos se dio cierta resistencia para juntarse
con personas que carecían de las estructuras políticas clásicas de la izquierda,
pero esa disputa se saldó en pocos días, por consenso, en un intercambio fér-
til. Se hizo una reunión extraordinaria del Comité Ejecutivo de los GAU y se
– 70 –
75. Ya nos referimos a este vínculo de acuerdo con Gerardo Caetano y Salvador Neves
(2016): Seregni, un artiguista del siglo XX, o. cit.
– 72 –
Diferencias estratégicas
Hemos dicho que otro aspecto clave lo constituía la cuestión del método.
En los GAU se sometía el método a los objetivos políticos y se procuraba no
estereotipar.
A mediados de 1970, en el documento preparatorio del Congreso de no-
viembre se establece con claridad: «La represión (agresión y muerte a mani-
festantes, encarcelamientos, torturas, prohibición de reuniones, entre otros)
justificó por sí todas las formas y métodos de lucha surgidos para proteger al
pueblo; pero si se pretende pasar de la defensiva a la ofensiva todas las formas
de lucha por históricamente bien justificadas que estén deben integrarse, en las
condiciones del Uruguay, con el desarrollo del movimiento real de las grandes
masas populares».77
A nuestro juicio, por el lado del MLN había un estereotipo que era la vía
armada, y por el lado del PCU otro estereotipo que consistía en evitar las con-
frontaciones firmes y coordinadas, a cualquier precio.
Los GAU no se ceñían a estereotipos y eso seducía. Hay experiencias que
generan cultura, y los GAU generaron cultura. Tuvieron su especificidad. De-
80. Fue secuestrado junto a su esposa embarazada, Yolanda Casco. Diecisiete años después
apareció Carlos, el hijo de ambos.
– 80 –
chera. Con el correr de los días los Comités se expandieron y concitaron apoyos
crecientes hasta obtener la unanimidad. Como se sabe, la tesis alternativa era
hacer como la Unidad Popular chilena para pertenecer a la cual los ciudadanos
se debían incorporar a una estructura de base de alguno de sus sectores, sin que
existieran comités comunes.81 La vida misma de los comités emergentes deter-
minó otra cosa. Nuestro orgullo fue ayudar, abajo y arriba, a esa consolidación
unitaria que, además, permitía participar a los independientes.
Nuestros delegados en Organización fueron Martín Ponce y Manuel Pose.
La Comisión de Acuerdo Político debía fijar los criterios de relacionamiento
de las fuerzas políticas que integraran el FA. Fue un largo trabajo de acuerdo y
cuidadosa relación. Se entendió que constituía el documento más importante y
por ello es el único cuya modificación requiere unanimidad. Su texto se acordó
después de casi un año de trabajo y se aprobó por el Plenario el 9 de febrero de
1972. (Justo un año antes de la ruptura de la línea de mando del Poder Ejecu-
tivo y los hechos conocidos. ¡Vale la pena reflexionar acerca de la velocidad
que tuvieron los acontecimientos!).
Nuestros delegados en dicha Comisión fueron Héctor Rodríguez y Pedro
d’ Aurrecoechea.
La cuarta fue la Comisión Jurídico-electoral, que se ocupaba de los temas
a tramitar y que se fueran acordando. Su actuación se desgranó en múltiples
acuerdos a lo largo del período.
Nuestros delegados allí fueron José Arrillaga y José Arocena.
Pronto llegó el 26 de marzo, con su Acto en la Explanada de la Intendencia
de Montevideo, y el primer discurso de Seregni. La multitud fue impresionan-
te, unas cien mil personas. El estrado expresaba la unidad lograda. La orato-
ria galvanizante de los líderes sectoriales se expresó en la parte inicial. Como
cierre, el Gral. Seregni, el nuevo candidato, hizo un muy sentido discurso. Ese
día se levantó por primera vez la bandera de Otorgués como enseña del FA,
reivindicando su raíz artiguista. «Padre Artigas, ¡guíanos!» exclamó Seregni
al terminar su primera oratoria en un acto.
Se dijo, con razón, que «si el entierro de Libre Arce había sido un plebiscito
en el dolor, el 26 de marzo era un plebiscito en la esperanza».
81. En Chile no había comités de la Unidad Popular, solo había comités del Partido Socia-
lista o Comité del Partido Comunista o del MAPU, etcétera, y esa era la base militante.
– 82 –
82. Las anécdotas fueron muchas, pero algunas ayudan a sentir el clima: La salida fue a las 3
de la mañana, en ómnibus, desde la sede del PDC en la Plaza Libertad. Se hizo un alto, desayuno
incluido, en Paso de los Toros. Allí, ya en la Mesa, el Sacha Previttali contaba: «al despertarme y
bajar puse mi mejor sonrisa profesional y “Encantado, compañero”, “Encantado, compañero”…
y ahora, al verlos sentados desayunando, me doy cuenta que saludé a la mitad del ómnibus».
83. EL Dr. Juan José Crottogini era un médico muy prestigioso, que había sido decano de
la Facultad de Medicina y rector de la Universidad. Fue escogido para integrar la fórmula con
Seregni y será, en 1984, quien lo suplantará como candidato a la presidencia acompañado por
José D’Elía.
Figura señera del Frente, independiente, enormemente apreciado, jugó un papel destaca-
do en la resistencia a la dictadura.
– 83 –
85. Lucha Popular, n.o 26, junio de 1971, Montevideo. En alguno de los documentos se
incluye una extensa cronología de las luchas sindicales del período, particularmente detallada
en relación con la huelga bancaria de 1969.
– 85 –
Seregni, candidato del FA, visita la CNT. Flanquedo por José D’Elía (presidente de la CNT) y
Carlos Gómez (de AEBU) . En los extremos, Ricardo Vilaró (de Profesores) y Adrián Mon-
tañez (de Textiles), ambos dirigentes de los GAU.
86. De Mario se sabe que falleció torturado por militares uruguayos en el pozo de Quilmes
en abril del 78. De María Antonia no se sabe nada desde mayo del 78, último testimonio de su
presencia en el pozo de Banfield.
87. El trabajo incluía, además del ordenamiento alfabético y ordinal, la clasificación por
los cinco zonales propios de los GAU, cada uno de los cuales agrupaba tres o cuatro Coordi-
nadoras del FA. El listado de cada zonal se le suministraba al responsable de ese frente en el
zonal correspondiente.
– 87 –
88. La crónica y las fotos del acto se pueden encontrar en El Popular del 27.05.1971.
89. Lucha Popular, n.o 25, correspondiente a mayo. En este mismo número aparece el aviso
con la Audición de los GAU en CX 42, Radio Vanguardia, todos los días a las 21.45.
– 88 –
Finalmente, ya cerca del acto eleccionario, decidimos hacer una única pe-
gatina llamando a votar al Frente. Las fotos que siguen muestran dos de los
murales utilizados, con nuestras consignas del momento: «La patria se hace
luchando», «Votar al FA», «Luchar es vencer».
90. Los autores agradecen cualquier aporte que pueda obtenerse para completar los números
faltantes (casi veinte). Para contactarse con los autores pueden resultar útiles los correos elec-
trónicos siguientes: [email protected] y [email protected]
Los ejemplares disponibles tienen varias fuentes: los propios autores, aportes de compañe-
ros, la recopilación hecha por Jaime Yaffé en el Instituto de Ciencia Política y el archivo de la
Dirección Nacional de Información e Inteligencia (también para el Lucha Estudiantil), producto
de requisas en dictadura.
91. El Popular, 02.09.1971.
92. Lucha Popular, n.o 28, agosto de 1971, Montevideo.
– 91 –
Rápidamente se fue dando el acuerdo en repartir todas las listas, lo que nos
permitió pasar a tener una militancia en común con algunos grupos. En ese mar-
co, la 9988 nos propuso hacer un comando electoral entre aquellos que repartía-
mos todas las listas (eran diez listas las del FA en Montevideo)93 y lo hicimos.
La 99 tenía un local en Colonia y Rondeau y ahí pusimos la sede central.
Para todos nosotros a esa altura era full time la actividad, así que algunos de
los nuestros prácticamente pasaron a estar el día entero allí, pivoteando las
distribuciones de la propaganda y especialmente de las listas. Nuestra relación
con Zelmar se hizo diaria a partir de entonces, y muy especialmente lo sería
en 1972 y hasta su salida en junio del 73.
Paralelamente, el 26 de Marzo, que tampoco presentaba candidatos, tam-
bién terminó decidiendo repartir todas las listas. Se sumó a la tarea y ese co-
mando electoral funcionó bastante bien. Se agregó también el Movimiento In-
tegración, Doctrina Batllista, que estaba en la 9988, y que era el que conducía
Rodríguez Fabregat.
En las elecciones se dio una situación curiosa: la 9988 iba electoralmente
en sublema con el PDC, pero a esa altura las distancias sobre el acontecer po-
lítico entre ambos grupos aumentaban.
Faltando dos semanas para las elecciones, decidimos internamente que de
las diez listas que presentaba el FA, cada integrante de nuestra organización
eligiera su voto, sin publicidad, entre cuatro: la 90 del PS y la 1811 del MRO
por razones históricas, la 9988 y la 4190, de Michelini-Roballo y Erro respec-
tivamente, porque habíamos llegado a niveles de acuerdos importantes.
Desde allí en adelante, las sintonías políticas se mantendrán e irán acen-
tuando, y darán origen, a través de los tremendos acontecimientos de 1972 y
del primer semestre del 73, a la creación de La Corriente, estructura política
de coordinación en el interior del Frente que ya en 1973 realizará varios actos
y publicará el semanario Respuesta.
93. Listas: 77 – Independientes (Julio Castro); 90 - PS (José Pedro Cardozo); 808 - PDC
(Juan Pablo Terra) en el Sub-Lema Frente del Pueblo; 9988 (Michelini, Roballo, Rodríguez
Fabregat), en el Sub-Lema Frente del Pueblo; 1001 - PCU (Enrique Rodríguez), FIDEL (Ro-
dríguez Camusso); 471 – POR; 1968 – PRT; 4190 (Erro, Durán Mattos), en el Sub-Lema Patria
Grande; 1811 (Ariel Collazo), en el Sub-Lema Patria Grande; 700 (Daniel Díaz Maynard), en
el Sub-Lema Patria Grande.
– 92 –
Veamos cómo evolucionaron los distintos actores durante los meses críti-
cos de 1972.
Erro, Jaime Pérez95 y otros hicieron fuertes denuncias. Terra y Sosa Díaz tam-
bién y desde ángulos no susceptibles de ser acusados de simpatías con el MLN.
Pero al Frente, en el marco de la polarización y la guerra, le costaba re-
cuperar el protagonismo. Hubo un acto que se realizó sobre 18 de Julio, en el
Cordón, el 29 de abril, en el cual la gente no entendió la consigna de Seregni
–«Paz para los cambios, cambios para la paz»– y el pedido de la pacificación,
de la tregua. Se había llegado a un punto donde todo era maniqueo, blanco o
negro, no había posibilidades para otras posturas. Y este antagonismo dominó
los hechos; los frenteamplistas –y no solo ellos– no entendieron el mensaje
en ese acto. Por consiguiente, el protagonismo era del MLN y de las FF.AA.
98. En Perú, los militares de la época llevaban a cabo un gobierno militar con medidas
sociales y económicas progresistas.
99. Gral. Pedro Aguerre Albano, Hermano, trabajaremos de presos, o. cit., p. 93.
– 98 –
Participa, en lo grueso, una parte de las FF. AA.; los demás, sin perjuicio de
eventuales colaboraciones y de tareas propias del avance represivo y político-
militar, se dedican a otras tareas. Dentro del mismo proceso, es un cambio en
la organización de las tareas.
En febrero el gobierno quiso retomar un mando cada vez más esquivo.
Designó al general Antonio Francese como ministro de Defensa, pero ya los
sectores golpistas habían consolidado sus posiciones y lo bloquearon. Si en
lugar de Bordaberry hubiera estado al mando alguien con más entronque en
la vida política del Uruguay –Sapelli,100 por ejemplo–, posiblemente se habría
manejado la situación de otra manera y con otros respaldos. Ese fue el primer
desastre de Bordaberry y cuando comprobó que le había salido mal, creyó que
la gente lo iba a respaldar y todo terminó en el ridículo que conocemos.101 Cam-
bió entonces su postura y acordó con los militares en el pacto de Boizo Lanza.
En definitiva, bloquean a Francese y los militares publican los Comuni-
cados 4 y 7.
Los hechos de febrero tuvieron un fuerte impacto, hubo perplejidad en la
izquierda. ¿Cuál era, en el lenguaje de la época, la contradicción principal? ¿Po-
der civil versus poder militar, como plantearían Quijano y Aguirre González?
¿Oligarquía versus pueblo, atribuyendo un alcance peruanista a los Comuni-
cados 4 y 7, como sostendría el PCU y otros en la izquierda? ¿Otras posturas?
En medio de estas disyuntivas el Frente Amplio actuó. Durante la crisis
político-institucional realizó un acto en 8 de Octubre. Esa mañana los dos re-
presentantes del GAU habían ido a la casa de Seregni, porque este quería ha-
blar con Héctor Rodríguez. Recordamos el cuadro: Seregni, sentado; Licandro
al lado, Zufriategui parado, y en el mismo sillón de Seregni, otro militar que
suponemos era Pérez Rompani. Seregni decía, de acuerdo con nuestra memo-
ria, más o menos lo siguiente: «¿Y cómo piensan seguir? A ver, pregúntenle».
Zufriategui llama a Trabal y le transmite, y luego expresa: «Mi general, dice
que no tienen muy claro cómo seguir, pero que van a sacar otro parte, y que
tienen las unidades tales y cuales». Seregni responde: «Muy bien, dígale que
me doy por enterado, pero comuníquele que el acto en 8 de Octubre lo vamos a
hacer». Luego vuelve la respuesta a Seregni transmitida por Zufriategui: «Muy
bien, que se da por enterado».
El general tenía que resolver, porque en la interna del FA había opiniones
dispares. Por ejemplo Erro, que estaba en el extremo radical.
Seregni no quería confrontación. Conversó la postura con Héctor, quien
le manifestó que pararse respaldando a Bordaberry era un absurdo ya que ese
100. Jorge Sapelli era entonces el vicepresidente de la República. Mantuvo siempre una
firme actitud democrática.
101. Convocó a los ciudadanos a la Plaza Independencia y la concurrencia no llegó a un
centenar.
– 99 –
102. Que fueron publicadas como Rodríguez, Héctor: Unidad sindical y huelga general,
CUI, Montevideo, 1985, pp. 52,53.
103. 5 Vertientes de la izquierda, o. cit. p. 166.
– 100 –
104. Ib.
105. Caetano y Neves, o. cit., pp. 335 a 338.
– 101 –
política y entonces, a las 48 horas, la huelga tenía el peso del general. El Se-
cretariado de la CNT resolvió su continuación, a partir, sin dudas, del enorme
respaldo que ella había obtenido.
Sin embargo, si no se hubieran impulsado determinado tipo de medidas, en
pocos días la huelga general habría quedado desahuciada. El talón de Aquiles
fue febrero, en muchos sentidos. Las apreciaciones que se hicieron no fueron
del todo correctas, y la huelga general se desencadenó en un momento en que
no se tenía una conciencia nítida y general de lo que estaba pasando. Hubo di-
ficultades ya en los primeros días.106
El libro firmado por Hugo Lustemberg107 sobre la huelga general recoge en
líneas generales la visión que tuvimos de ella en la conducción de los GAU. Es
el primero, por otra parte, que se publicó en el Río de la Plata incluyendo los
principales documentos de esta gesta en defensa de la democracia uruguaya.
Tengamos en cuenta algunos jalones de la huelga:
Jueves 28: la Dirección de la Central levanta una plataforma de cinco puntos:
libertades, garantías y derechos, saneamiento económico (nacionalización de la
banca, del comercio exterior y la industria frigorífica), incremento de salarios
y pasividades, erradicación de las bandas fascistas en la enseñanza. También
ese día se da el primer comunicado de Seregni108 y se produce en esas circuns-
tancias iniciales la integración de un comando de dirección de la huelga, sin
participación de la tendencia minoritaria.109
106. Unidad sindical y huelga general, o. cit., pp. 57 a 59: Héctor sostiene que no hubo
claridad en cuanto a los objetivos de la huelga, tampoco un plan detallado (los problemas del
transporte y del abastecimiento de combustible derivan de esta carencia).
107. Lustemberg, Hugo: Uruguay: imperialismo y estrategia de liberación, Achaval Solo,
Argentina, 1974 (aunque se terminó de imprimir en enero de 1975). Hay documentos en este libro
de la más diversa naturaleza: gremiales, políticos, universitarios, religiosos, etcétera: pp. 132 a
176. Se incluyen al final dos documentos en los que también intervinieron los GAU: «Digan la
verdad señores jefes», firmado por Frentes de lucha contra la dictadura, del 11 de julio; y «La
lucha continúa», declaración de La Corriente, del 12 de julio. El libro se cierra con dos capítulos,
uno sobre «Las Enseñanzas de la Huelga General», y otro sobre las «Bases para una Perspectiva».
Como narra Víctor L. Bachetta, en Las historias que cuentan, 20 años después, testimonios
para una reflexión inconclusa, Instituto del Tercer Mundo, Montevideo, 1993, p. 7: en enero
de 1974 se fue para la Argentina, llevando consigo varias carpetas de materiales reunidos por
los GAU sobre la huelga general, y el encargo de escribir una crónica de la misma. Así lo hizo.
Refleja, en lo fundamental, «la opinión de la organización política».
Lustemberg, un compañero delegado del sindicato del medicamento en la Mesa Representa-
tiva de la CNT, quien salía hacia Cuba por razones de tratamiento médico de un familiar, aceptó
se utilizara su nombre ya que su alejamiento obligado daba mejores condiciones de seguridad
para quienes permanecían en la zona.
108. Ib. pp. 89, 90.
109. Ib. p. 90.
– 102 –
La construcción de La Corriente
Es muy claro todo lo hecho en esos años buscando nuestro primer objetivo
estratégico (el frente antioligárquico y antiimperialista), pero cabe preguntarse
qué había sucedido con nuestro segundo objetivo: la unificación del partido de
definición socialista.
De acuerdo con el Cuaderno n.o 3, esta vanguardia debía tener definiciones
ideológicas muy precisas; gran capacidad para la previsión y la acción estra-
tégica; «preparación para actuar en todos los terrenos, con todas las formas y
métodos de lucha»; aceptación y aplicación del «centralismo democrático»;
contar con «un sistema eficaz de formación teórico-práctica (…) y de acumu-
lación y transmisión de la experiencia lograda»; «una permanente capacidad
autocrítica»; «una importante centralización de la información (…)» y, final-
mente, «una moral de militancia ejemplar».115
En relación con los métodos de lucha siempre se participó de una concep-
ción amplia y a la vez estrictamente vinculada con la sociedad civil. Así, en el
material preparatorio del Primer Congreso realizado a fines del 70, se escribió:
«La represión (agresión y muerte a manifestantes, encarcelamiento, torturas,
prohibición de reuniones, etc.) justificó por sí todas las formas y métodos de
lucha surgidos para defender al pueblo; pero si se pretende pasar de la defensiva
a la ofensiva, todas las formas de lucha por bien justificadas que estén históri-
camente, deben integrarse –en las condiciones del Uruguay– con el desarrollo
del movimiento real de las grandes masas populares».
En relación con la estrategia para la construcción de dicho partido, el Se-
gundo Congreso celebrado en 1972 en el punto n.o 29 de la Resolución General
establece:116 «La política unificadora para la creación del Partido Revolucio-
nario de Vanguardia debe tener en cuenta las características de tal partido (ver
“Materiales para la formación política del militante”, pp. 72 y 73) y, en conse-
cuencia: a) priorizar y lograr un incremento del papel político de los Comités de
Base de las grandes empresas en el FA, en todo el país; b) promover y ayudar
a los cuadros obreros en los comités de barrio; c) buscar acuerdos con los gru-
pos de definición socialista para actuar específicamente en las organizaciones
obreras de masas; d) dar una clara consigna por la unificación socialista, rea-
lizando un llamado a todos los grupos y partidos para discutir las condiciones
del proceso de unificación hacia la construcción del partido obrero unificado;
atendiendo a la dramaticidad que adquiere en las actuales circunstancias del
país la dispersión táctica aún vigente en la izquierda, el Congreso reafirma la
117. El Dr. Hugo Villar fue el candidato común a la Intendencia de Montevideo en 1971.
118. La principal cobertura gráfica se encuentra en el n.o 7, del 31.05 al 07.06.73, Impre-
sora Alborada, Montevideo. La crónica de ese número 7 se amplía en el 8, correspondiente a la
semana del 7 al 14 de junio.
119. Para coordinar las actividades se estableció una reunión semanal en el despacho de
Michelini en el Senado. Allí concurrían regularmente Zelmar y Nelson Alonso por la 99, Mario
Benedetti y Domingo Mingo Carlevaro por el 26 de Marzo, Erro y el diputado Luis Imas por Pa-
tria Grande, Héctor Rodríguez y Martín Ponce por los GAU, Eduardo Juarena, Sergio Previtalli
y algún otro más ocasional. Allí se acordaron las actividades en el texto relatadas.
– 106 –
120. El reportaje que se hiciera a Enrique Rubio en el n.o 17, correspondiente a la semana
el 16 al 23 de agosto, por ejemplo, analiza a página entera la crisis de Secundaria. En un número
anterior, el n.o 1, del 26 de abril de 1973, se difunde la Lista 21-73 de la Corriente que permitió
a Enrique llegar a la presidencia de la Gremial de Profesores de Montevideo.
121. «Siempre el pueblo. Artículos de Zelmar Michelini en Respuesta», CUI, Montevideo,
1985.
122. El Tejedor, o. cit., p. 360.
– 107 –
123. Liceo 18 (Prado), Liceo Larrañaga (3), Liceo 15 (Carrasco), Liceo Miranda (2), Liceo
Suárez (7), Liceo 11 (Cerro), Liceo 22 (La Teja), I.A.V.A., Liceo Zorrilla (4), Liceo 13 (Maro-
ñas) y contactos en otros.
124. Lucha Popular n.o 24, abril de 1971, Montevideo.
– 109 –
Esta postura es coherente con una consigna reiterada en muchos textos: «las
multitudes pesan en la vida política; pero solamente cuando están organizadas
deciden».
En la concepción que desarrollaron los GAU, los comités territoriales
(«geo-referenciados», diríamos hoy) o funcionales (por lugar de trabajo o es-
tudio) cumplen un rol clave como eslabón o vínculo entre la lucha sindical y la
política. A este tema se dedica una página íntegra en Lucha Popular de agosto
de 1971: cada vez que un comité apoya a un gremio fortalece el vínculo entre
las demandas reivindicativas y la lucha por el programa de cambios para el
país (el programa para la nación, no el programa de la clase, distinción clave
que permitió la elaboración del programa del Congreso del Pueblo). Y, cada
«lucha reivindicativa que se convierte en combate programático crea entre los
trabajadores la necesidad de su organización también a otros niveles, al nivel
político partidario (y frentista)».125
En 1972, en pleno «período de guerra» se realizó el Segundo Congreso de
los GAU. Fue, probablemente, la mayor «operación» interna en cuanto a la
complejidad que supuso, en ese marco, reunir con razonable seguridad a casi
un centenar de compañeros delegados de todos los núcleos del momento. La
discusión de la propuesta de conclusiones se dio en las semanas anteriores a
todos los niveles y en paralelo a mantener las tareas de los «frentes de masas».
Luego del Congreso, las resoluciones fueron publicadas en el Cuaderno n.º 4.
Por otra parte, la mayor potencia de coordinación y dirección se ejerció
durante la huelga general.
125. «Combate sindical y lucha política», en Lucha Popular n.o 28, agosto de 1971, Mon-
tevideo.
CAPÍTULO V
LA REPRESIÓN SOBRE LOS GAU
126. El año anterior se había elegido rector: en la FEUU el PCU apoyaba al arquitecto
Carlos Reverdito, mientras que los GAU, el 26 de Marzo y otros, a Samuel Lichtensztejn. En
definitiva, en 1972 ganó Lichtensztejn y fue el rector.
127. MPL: Cuando fuimos a verlo luego de su primera liberación a fines de diciembre y le
ofrecimos ayuda para salir del país, nos contestó: «¿Qué voy a hacer afuera? Les causaré ma-
yores problemas preso en mi país que libre afuera». Y agregó razones asociadas a su extraor-
dinaria fe cristiana.
– 113 –
128. Chagas, Jorge y Trullen, Gustavo: José D’Elía: Memorias de la Esperanza, Trilce,
Montevideo, 1996, 1998, volumen 2, p. 122.
129. El Tejedor, o. cit.
130. Ib.
– 114 –
fulminante derrota sufrida por las fuerzas que apoyaban a la dictadura en las
elecciones.
Marcos Caridad era notorio integrante de los GAU. Era también dirigente
del Centro de Estudiantes. Había participado del cogobierno en la Facultad.
Buen estudiante y muy responsable, era objeto de un aprecio generalizado. Un
gran compañero.
Ese mismo día se llevaron al barrer a los activistas presentes en la Facultad.
Hacia la noche, repitiendo versiones ya dadas a la prensa, salió el comuni-
cado n.° 72 de la Jefatura de Policía que establecía la existencia de un «berre-
tín» y la relación con los GAU.
La dirección de los GAU se reunió en la misma jornada y estableció que
se desmarcaran los militantes que tenían relación con Marcos, y que los miem-
bros de la organización con mayor responsabilidad política, al contrario, con-
tinuaran en sus lugares habituales, ya que no aceptábamos ser calificados de
otra manera que como un movimiento político legal, aún en el complejo marco
existente. En definitiva, se trató de pelear «espacios» para los que no se sabía
si había todavía condiciones.
Por otra parte, como reflexión de contexto, en un país en proceso de con-
solidación de una dictadura los límites de lo legal e ilegal eran difusos. Con
independencia de esto y cualquiera sea la realidad de lo sucedido en la Facul-
tad de Ingeniería, ello no implicaba que se hubiera optado a esa altura de los
acontecimientos por una vía armada. Los GAU no habían hecho esa opción.
Así como el camino al golpe fue un proceso, el desarrollo represivo dentro
del Golpe también constituyó en su fase inicial otro proceso.131
Luego del 27 de octubre pasaron más de 72 horas sin que nadie fuera a
buscar a Héctor Rodríguez, que seguía haciendo su vida normal como el resto.
Después sobrevino la detención y tortura de Héctor y de otros dirigentes
de los GAU.
«Como la principal acusación venía dirigida directamente contra los GAU
y yo era la figura más conocida de esa organización, tomé la decisión de dar
la cara, afrontar los acontecimientos y quedarme en casa. Pasarme a la clan-
destinidad o irme del país en esas circunstancias era, a mi juicio, confirmar la
acusación. Esa fue la valoración que hice; confieso que a lo mejor pequé por
demasiado ingenuo o legalista esperando algo de justicia donde ya no queda-
ba nada de ella.
Recién cuatro días después me fueron a detener.
131. Un grupo de seis compañeros, tres de ellos de Lanasur, fueron detenidos en una reunión
con Héctor Rodríguez en un apartamento céntrico en setiembre de 1973. Después de algunos
malos tratos fueron conducidos al Cilindro y liberados todos a los quince días.
– 115 –
Otra cosa rara y que parece indicar que, justamente, esperaron en vano que
yo huyera, para dar más verosimilitud a la provocación.
Cuando vieron que no me iba ni pasaba a la clandestinidad, decidieron de-
tenerme en la madrugada del 31 de octubre».132
Hasta fines de 1973 fue torturado junto a otros compañeros en dependen-
cias policiales y luego encarcelado por más de nueve años. Las secuelas en su
cuerpo de las torturas y de la cárcel lo acompañarían hasta su muerte en 1996.
Desde el Cilindro, Enrique Rubio y Ricardo Vilaró, detenidos en esos días
como dirigentes gremiales, fueron trasladados a Jefatura.
A fin de noviembre algunos comenzaron a tener visitas, si bien las deten-
ciones continuaban.
El 28 de noviembre de 1973, por Decreto 1026/73, se declararon disueltos
los movimientos de izquierda y la FEUU.133
Terminada la etapa de tortura e interrogatorio, y luego de pasar por el Juez
Militar, todos los presos «por Ingeniería» fueron llevados al Cilindro. Allí
vuelven a coincidir en similar itinerario con otros detenidos en Cárcel Central,
como Carlos Quijano y Julio Castro (detenidos, junto a Juan Carlos Onetti, a
raíz de la publicación en Marcha del cuento «El Guardaespaldas» de Nelson
Marra, también detenido).
La detención y el procesamiento de Martín Ponce, por las anécdotas que
incluye, pinta las circunstancias. Dice Martín que era absurdo que, acusados
los GAU, no lo fueran a buscar. Pasados dos meses, a fines de diciembre, en-
terado de nuevas detenciones, se fue con su familia como todos los años al
domicilio de sus suegros en Playa Honda, donde sus hijos disfrutaban de la
playa. Esa misma noche fueron buscarlo al lugar que había abandonado, aun-
que sin allanarlo nunca.
En febrero se trasladó a su vivienda en La Floresta. El ritmo de vida era
como el de todos los años. El 21 de febrero fue a cobrar a la Facultad y cuando
lo estaba haciendo sintió que alguien, desde atrás, le apoyaba un revólver en
la cabeza. De ahí lo llevaron para Jefatura.134
Así había circulado cuatro meses. Iba a trabajar a una oficina que tenía en
la Bolsa de Comercio. Seguía en el circuito político. El tema era tener más
cuidado a medida que seguían cayendo compañeros, pero no aceptar la ilega-
lización era lo definido.
En esos días los integrantes del área de Organización pusieron a los diri-
gentes un enlace a través del cual intercambiaban información y directivas, en
los períodos entre reunión y reunión. No conocía a su enlace, lo que sabía era
su seudónimo. Se encontraban en la piscina de Neptuno. Ahí, nadando, al final
de cada piscina, conversaban de datos y directivas. Eso funcionó perfectamente
hasta su detención.
Cuando llega a Cárcel Central, para la policía el tema GAU ya estaba supe-
rado. Lo que sí le preguntaron, «de pesados», era dónde había estado viviendo.
Preguntaban mucho «por qué estaba clandestino», y se manifestaban sorpren-
didos cuando les decía que estaba en su casa.
A cierta altura del plantón lo llevan a un calabozo donde le sacan la capu-
cha. Era el 4.º piso de Cárcel Central, que ya conocía de otras ocasiones, donde
de inmediato vio a varios compañeros. Conserva un recuerdo muy nítido de
que en los interrogatorios no le preguntaron por ningún hecho delictivo. En las
semanas siguientes irá al Juez Militar y al Cilindro.
En los primeros días de abril del 74 rodearon el Cilindro fuerzas de la Me-
tropolitana. Héctor, que tenía muy buena información y una gran capacidad
de análisis, afirmó: «Esto viene de arriba, lo resolvió la Junta de Comandantes
y va por nosotros».
Luego de rodear el Cilindro unas horas, seleccionan a veintidós detenidos
y los transportan en abarrotados «roperos» a Jefatura. Agregan además a tres
compañeras. Total: veinticinco. Al día siguiente les hacen firmar el procesa-
miento. En la mayoría de los casos (dieciocho) fue por asociación subversiva,
lo que significaba de 6 a 18 años de prisión. Un día más y las mujeres fueron
llevadas a la Cárcel de Cabildo y los hombres a la Cárcel de Punta Carretas, a
la «planchada» de presos políticos, donde ya había algo más de ochenta presos
de diversas organizaciones guerrilleras, con mayoría del MLN.
La menor detención fue de cuatro años. En 1979 serán trasladados diez de
ellos que quedaban allí, junto al resto de los presos de ese tiempo, al Penal de
Libertad. Solo quedarían en Punta Carretas, hasta 1984, ocho oficiales «cons-
titucionalistas» llegados hacia el 76 desde la Cárcel Central y ya mencionados
en la introducción.
En definitiva, de un lugar liviano de detención (el Cilindro), se pasó, sin
ningún hecho adicional, a un muy duro procesamiento y prisión. Precisamen-
lo mira, ¡y se va! En realidad, Juan no miró por precaución, pero estaba saliendo para hacer una
llamada e informar a su familia.
– 117 –
Eran compañeros que no estaban identificados; los que fueron o serían de-
tenidos y después liberados quedaron al margen.
Se mantuvo, como desde el 73, un centro de dirección reducido; eran los
responsables y mantenían vinculados a una buena cantidad de militantes, para
la época, en grupos de tres o de cuatro.
Los que estábamos presos fuimos perdiendo idea y contactos de informa-
ción, tanto por detenciones cercanas como por salidas obligadas al exilio.
Los que estaban en el exterior tampoco mantenían contacto, con la excep-
ción de Buenos Aires donde se organizó una Regional con la que la conexión
era formal, si bien las conducciones eran muy independientes.
En el país se tomaron varias decisiones que implicaban concentrarse en dos
o tres ideas básicas y abandonar toda otra tarea política. La primera orientación
consistía en mantenerse organizados, en una forma que se pretendía segura, lo
cual llevaba a operar en grupos principalmente de tres miembros y a mucho
contacto personal, pero con un racimo estructurado en forma ordenada. Se re-
dujeron los cinco zonales de Montevideo a tres regionales y, ya a mediados
del 77, a dos regionales.
La terna que ejercía la dirección ejecutiva mantuvo total continuidad y luego
de la detención de Álvaro Jaume pasó a estar integrada por Leonardo Pessina,
Hugo Bértola y Juan Manuel Rodríguez. Dos años después, detenido Bértola
en el marco del 1.º de Mayo del 77, Gustavo Vilaró lo sustituirá.
Pero ¿organizarse para qué? Ese «para qué» era la segunda orientación y
consistía básicamente en dos ideas:
La primera: poder colectivizar la mejor información posible, en un marco
dictatorial donde estaba particularmente bloqueada y con las dificultades ob-
vias de la cantidad de militantes presos o en el exterior. La información de los
acontecimientos del país se fue trasmitiendo al conjunto de los que quedaron
vinculados o que fueron revinculados en ese nuevo esquema.
La segunda: tratar de crear las condiciones para el desarrollo del movi-
miento social entre los trabajadores, los estudiantes y otros posibles actores y
sectores, y desde allí intentar promover las estructuras de organización para la
recuperación de la democracia. Y en eso se concentraron.
La información pasó a ser solo verbal y se complementaba una vez al mes
o cada dos meses con una hoja con las noticias obtenidas. Esta hoja circulaba
con criterios estrictos de seguridad pues en cada unidad de base era obligatorio
destruirla luego de leerla.
En tanto, en pocas y selectas ocasiones, se arriesgaban a actividades no-
torias que ayudaran al difícil estado de ánimo general. Eran ocasiones espe-
ciales, como por ejemplo el 1.o de Mayo. También el 27 de junio y, en algunas
circunstancias, con motivo de algún conflicto sindical puntual.
Algunos casos, del comienzo y del final, fueron de fuerte recuerdo:
– 120 –
136. Ejemplos de esto fueron las áreas de la construcción, donde los nuestros coordinaban
con comunistas los esfuerzos para el mantenimiento de las tres zonas en que trabajaban por el
Sunca, asumiendo la responsabilidad de la zona Centro; similar coordinación se dio en la industria
del cuero con miembros del PCU, donde los nuestros imprimían a mimeógrafo al Cuero Obrero.
– 122 –
138. https://youtu.be/iyUft9Vv9pQ
– 126 –
los penales de Libertad y Punta Rieles, según su sexo. Otros lograron evitar la
detención y escapar al exilio.
En esos penales se sumarán a los detenidos de todos los orígenes políticos,
hasta ser liberados en el transcurso de 1984 y algunos en los primeros meses
de 1985.
Luego de este duro golpe no quedó una dirección sobreviviente, la estruc-
tura fue quebrada. Quedaron personas y algún núcleo, aislados entre sí.
Recién en 1980 comenzará el proceso de «reactivación» de los GAU.
La cárcel
Paralelamente, en las prisiones fueron recluidos integrantes de los GAU que
estuvieron, según el lugar o el tiempo, con distinto grado de aislamiento. Una
vez terminada la etapa de interrogatorios y las habituales torturas asociadas a
cada época y unidad represiva, el lugar de depósito fue primero Punta Carre-
tas y después Libertad, para los hombres, y para las mujeres primero Cabildo
y después Punta de Rieles.
Como señalamos antes, en abril de 1974 se produjo el procesamiento de
los veinticinco y su distribución: veintidós para Punta Carretas y tres compa-
ñeras para Cabildo. A partir de ese momento, en consecuencia, pasamos a vivir
145. Los presos políticos estábamos en el tercer piso de una de las alas del Penal. Consti-
tuíamos «la categoría especial». Había dos líneas de celdas, la que daba al Sur, con el mar a lo
lejos, y la que tenía por frente a la calle Ellauri, hacia el interior. Entre ellas se conectaban por
un pasillo abierto y con baranda –la planchada– por el que se circulaba.
146. Junto a los compañeros mencionados ya en la reseña inicial y junto al Pibe, al Pepe,
al Pepe Luis, al Oxidado, a Luis Eduardo, al Sirio, al Flaco, a Juan, a José Pedro, al Canario, a
Daniel, al Leo, al Bolita, a Ronald, al Kimba, a Miguel, a Fernando y otros, conocimos al Pica-
Palo, al Tatú, al flaco Fonseca, al Conejo, al Galgo, a Sosita, al Negro Viñas y al flaco Rivera
– 132 –
(estos dos últimos, presos comunes devenidos políticos, con sus muchos años anteriores de pri-
sión cada uno), al Morsa, al Patón, al flaco Carlos, a Pablo y a Emilio, al Pucky, al Teca, a Di-
daskó, a Yessi, al Cabeza, al Garza, al Principito, al Pipa, al Gurrumín, al Colorado, al canario
Ben Ben, al Lobito, al Tronco, al Pistola, al Fraile, al Yuyo, al Indio, al Cacho, al Ajo Macho,
al Quino, al Chumbo, a Cribari, al Magnate, al Cepillo, a los ocho oficiales seregnistas y a más
de trescientos compañeros.
– 133 –
do.147 Sin innovación, iban a existir muchas dificultades. ¡No era con salarios
que íbamos a competir con los chinos! Los treinta mil obreros textiles estaban,
a futuro, en una cuerda floja.
Ese trabajo en Punta Carretas fue muy útil no solo para nuestro grupo sino
también para el conjunto de los que allí estaban; se llegaron a hacer incluso
reuniones de análisis político y de coordinación con delegados de varios de los
grupos presos y de los militares presos, y también a organizar estudios en con-
junto con los interesados. A cierta altura fueron bastante famosos los cursos y
las discusiones sobre el libro El proceso económico del Uruguay, del Instituto
de Economía de la Udelar.
Estaban también lo que los presos llamábamos «materiales estratégicos»,
que eran, por ejemplo, la revista El Tony, Asterix, y otras de ese tipo; para leer-
las había verdaderas listas. Entre los presos, el mate, el tabaco y los materiales
estratégicos tenían la relevancia imaginable.
Existía una actitud unitaria, respetuosa de todos, que contribuyó a la salud
mental.
Podemos traer a cuento innumerables anécdotas, que algún significado
tienen en relación con la izquierda. Por ejemplo, al poco tiempo de entrar (nos
habían procesado en los primeros días de abril, y a los diez o quince días era
Semana Santa), se anunció que alguien había hecho gestiones y venía un cura
a dar la comunión. Esto provocaba un escándalo antes, y los prisioneros viejos
habían llegado a resolver que quedaba prohibida la religión y los que la man-
tenían eran radiados de su grupo político. Se anotaron los cuatro o cinco que
había de antes para la comunión, y de los nuevos lo hicimos diez o doce, con lo
cual fue un bulto de cierta importancia que provocó un asombro brutal. Al día
siguiente los demás miembros del área política del Penal esperaban el lío con los
que no habían asistido, y muchos de estos le fueron a preguntar a Héctor cómo
era eso; con las definiciones ideológicas que teníamos, cómo podíamos aceptar
esas posturas. Y Héctor preguntó qué tenía que ver lo que se hacía en la tierra
con lo que se creía para después. Llamó a Martín para interrogarle delante de
los que se habían inquietado, si se había sentido incómodo en algún momen-
to en la vida política a raíz de que él no era cristiano. Y ahí terminó el asunto.
También hubo episodios de otro tipo, vinculados con la represión y que
en verdad nos sorprendieron. Acude a nuestra memoria uno en particular. En
una oportunidad Enrique Rubio fue «chupado» del Penal y luego devuelto.
En efecto, en junio de 1975, antes y después del 27, fue «secuestrado» por un
cuerpo represivo, llevado encapuchado y esposado a lo que después identificó
como la casona de Punta Gorda conocida como «300 Carlos R» o «infierno
147. Había publicado incluso un pequeño libro: Nuestra industria textil ¿tiene futuro? Héc-
tor Rodríguez, Nativa Libros, Montevideo, 1967.
– 134 –
150. Tomo II: 1903-2010, 2013, Ediciones de la Banda Oriental, Montevideo, pp. 327 y 363.
– 138 –
151. El CUI publicó en 1986 tres volúmenes (Movimiento estudiantil. Resistencia y tran-
sición) con documentación sobre el movimiento estudiantil.
152. El proceso que lo condujo a la presidencia fue analizado por Marcelo Pereira, 1980-
1984: Operación Sanguinetti, CUI, Montevideo, 1986.
– 139 –
153. Seudónimo adoptado por quien fuera el primer delegado del Partido Comunista en
esta etapa.
154. Entrañable compañero, fallecido tempranamente luego de una larga enfermedad.
155. La delegación estuvo integrada por Héctor Rodríguez, José Colombo, Daoiz Uriarte
y los autores de este libro.
– 140 –
Enrique Rubio, Martín Ponce y Héctor Rodríguez saludando al recién liberado Seregni.
(Video registrado por José Luis Díaz).
157. La postura de Seregni sobre las negociaciones fue expresada en numerosas oportu-
nidades: documentos, informes, reportajes, etcétera. Precisamente, en un reportaje de Diego
Achard incluido en su libro sobre la transición y citado por Caetano, G. y Rilla, J. en Historia
Contemporánea del Uruguay, Fin de Siglo, Montevideo, 2005, pp. 387-388, en relación con las
posturas dentro y fuera del FA, que pretendían obtener un grado mayor en las negociaciones,
Seregni afirmaba que ello equivalía a una «rendición» de las FF. AA., cosa que él consideraba
«un elemento francamente absurdo, onírico, en el Uruguay de esa época».
158. Documento aportado por los GAU para la «revisión crítica y autocrítica de la activi-
dad de la IDI».
159. Ambas frases subrayadas.
– 143 –
161. Reportaje a Martín Ponce del 10.09.85 en el semanario democristiano Aquí (fundado
el 19.04.1983).
CAPÍTULO VII
A MODO DE CIERRE
EL PENAL DE LIBERTAD162
cia Militar. Habitábamos en el Penal varios cientos de presos comunes y una cantidad
oscilante en 150 a 180 presos políticos. A diferencia de los presos comunes (y siempre
para peor) no podíamos circular por el Penal, no podíamos acceder (no conocí ningún
día de excepción siquiera) al patio del Penal que posibilita el uso de canchas de depor-
tes y no podíamos concurrir al Hospital Penitenciario (dentro de los muros del propio
Penal) sino a través de una solicitud formal que llevaba muchos días de trámite hasta
combinar la concurrencia al mismo, con varios guardias actuando como «custodios
directos» del detenido. El Penal de Punta Carretas es un edificio de comienzos de siglo,
donde el agua que llega a la celda es un hilo que hay que trabajosamente acumular;
chinches, cucarachas y otros congéneres disputaban con los presos el espacio vital y
las ratas se paseaban casi como animales domésticos a la vista de todos. Por otra parte
nuestros familiares nos llevaban papas, azúcar, harina, tomates, etcétera, para posibilitar,
luego del reparto que los propios presos hacíamos entre nosotros, el cocinarse en cada
celda la comida diaria (es justo indicar que el penal nos entregaba un litro de leche por
día y una porción de carne para una comida a cada preso, dos veces por semana). (A
propósito, esa comida que diariamente cocinábamos en base a lo que nuestras familias
nos llevaban es la misma por la que luego nos cobrarían como gastos de estadía…).
Agregue el lector a esto, el hecho de que en cada celda (de tamaño total de 2,40 x 4,00
m) vivíamos de tres a cuatro, según el momento.
Pues bien, esas condiciones, sensiblemente peores que las de los presos comunes
(las que ya son por cierto malas) en el Penal de Punta Carretas, eran tales en compa-
ración con el Penal de Libertad, que siempre hablamos de «La Punta» como un lugar
de detención privilegiado.
Y conste que el Penal de Libertad es un edificio nuevo, higiénico, con población
limitada a dos por celda (salvo los sancionados a estar solos durante largos años), con
canchas de deportes, con comida escasa y limitada en cantidad y calidad pero «comi-
ble», con asistencia médica limitada y cuestionada pero existente. Y sin embargo…
No era tampoco la rapada del pelo, que nos la efectuaban en los dos penales… y
bien, ¿qué era?
Si tuviera que decirlo en una frase, tal vez no muy ortodoxa, yo diría que Punta
Carretas, aunque con hacinamiento, dureza, carencias y mugre, era parte del Uruguay,
pero el Penal de Libertad era una cosa absolutamente ajena al país. Naturalmente que
muy orientales éramos los que estábamos allí dentro. Lo viví en el año 79, en mi último
año de detención y creo que cada día me detenía a mirar el conjunto por la ventana y
sentir que eso no era mi país y avergonzarme de que eso existiera en mi país.
Esas torretas perimetrales entre las que se cruzan en la noche alaridos guturales.
Esos reflectores sacados de películas ajenas. Esos compañeros de uniformes con sus
números y sus colores clasificatorios de subconjuntos. Esas filas de compañeros que se
cruzan sin poder siquiera saludarse mientras los guardias vigilan, y otra fila de compa-
ñeros con guardias que va al locutorio… y otra fila que va a lavar sábanas… Esas visitas
espaciadas quince días (en Punta Carretas eran semanales y para los presos comunes
cuatro días a la semana y sin exigencia de parentesco de primer grado), pero además,
visitas en que al ser querido se lo ve a través de un vidrio y solo se le puede hablar
por teléfono. Eso no es de nuestro país. Esa prohibición en los recreos de hablar de a
varios, de formar una simple rueda de cuatro o cinco. Solo se puede hablar de a dos.
– 149 –
Esos largos años sin poder leer un diario, ni escuchar un informativo. Se crea un mun-
do con algo de ciencia-ficción. En aquel 79, luego de veinte versiones sobre la caída
de un Somoza, siempre desmentido luego, resolví dejar de preocuparme y esperar a la
salida para enterarme. Claro, para mí era fácil. Me quedaba menos de un año. Pero ¿qué
pasa al someter a alguien a años de no tener noticias del mundo exterior? Agreguen lo
más tradicional. La celda cerrada. Los eventuales castigos (sin salir de la celda o aca-
so los calabozos de la «isla»). Eso no es nuestro país. Y eso es una máquina montada
y pensada para destruir. Para destruir personas. Afortunadamente en la mayoría de los
casos no lo ha logrado, pero los engranajes siguen girando y cada tanto un caso como
el de Bile es la fiel expresión de lo que la máquina va buscando.
Y bien, a esa máquina debemos pararla. Y pararla, ya, pues sin duda seguirá –de
lo contrario– cobrando víctimas. Es un reclamo del país la libertad de todos. Pero es
una exigencia del nivel humano más elemental que se pare la máquina, que se termine
el hostigamiento, que se permita saludar, hablar, formar rueda. Que se permita tener
radios y periódicos. Que se permita ver a los seres queridos sin vidrios ni teléfonos.
Que se permita recibir la visita de amigos como en cualquier prisión común. Que se
atienda realmente a los enfermos físicos y psíquicos. Que saquen las torretas con sus
gritos y reflectores propios de campo de concentración.
Bile no se suicidó. Era un muchacho sano y jovial. Lo mató esa máquina a lo largo
de siete años. ¡Deténganse pues los engranajes! ¡Que no haya más víctimas!
Que quienes tienen autoridad en el tema tomen al menos las medidas mínimas que
se vuelven ya imprescindibles en un país que reclama la libertad de todos los presos
políticos. Detenidos en condiciones que nada tienen que ver con las que la Constitu-
ción establece en el artículo 26, aun para los peores delincuentes. Aunque el lugar de
detención sea conocido ¡qué ironía!, como «Penal de Libertad».
– 150 –
Anexo 2:
LA POLÉMICA SINDICAL
Dos debates cruzaron a la izquierda de fines de los 60 y principios de los 70.
El debate sobre la vía o método para la revolución social como el centro de la
cuestión, que separaba a las izquierdas legales (desde las estrictamente electoralistas
hasta las que aceptaban «todas las formas de lucha»), de las izquierdas que hacían de
la lucha armada el centro y definición de su accionar. A propósito de esta cuestión, los
GAU polemizaron reiteradamente con las posturas que denominaron metodologistas.
En segundo lugar, el debate acerca de las alternativas tácticas del movimiento social
frente al autoritarismo ascendente, convertido rápidamente en gradualismo golpista.
Sobre una base común que promovía el involucramiento colectivo, la defensa de la
legalidad y una línea de desgaste de la derecha con avance electoral de la izquierda.
Esta orientación luego se bifurcaba: los que estimaban que ese desgaste era lo único
posible y aconsejable, y los que creían que se debía incorporar, en determinadas coyun-
turas críticas, una movilización masiva creciente y la declaración de la huelga general
para forzar una negociación con la derecha (en perjuicio del pachequismo en 1969 y
del bordaberrismo en 1973).
Como el protagonismo de los GAU se concentró fundamentalmente en el segundo
debate, a él nos referiremos en detalle en lo que sigue.
En verdad, la polémica se encendió y por un largo período.
Los sindicalistas siempre han debatido, discrepado o acordado entre ellos. Muchas
polémicas integran la historia y la memoria de los sindicatos, en sus lugares de trabajo,
en las asambleas de todo el gremio, en los organismos intermedios o en la conducción
de las propias centrales. Estos debates han sido en organismos poco numerosos aun-
que muchas veces ampliamente representativos, o en el calor de asambleas incluso
multitudinarias, y también en numerosos casos en ámbitos con escasa participación o
representación. Hay de todo en el registro histórico.
En algunas circunstancias los debates han desbordado los organismos habituales
y las polémicas cobrado estado público en los medios de comunicación de colectivos.
Por otra parte, por la naturaleza del asunto en debate, las discusiones recorren un
espectro amplísimo de cuestiones, económicas o no económicas, locales, sectoriales,
nacionales o internacionales.
Vamos a dar cuenta de una polémica en la que se cruzan los asuntos más impor-
tantes y el estado público. Por sus protagonistas, características, asuntos y duración,
consideramos que es la polémica sindical más importante de la que tengamos memoria
o registro histórico, y aporta mucho a la historia de los GAU. Basta recordar las con-
sideraciones incluidas en el documento «Perspectivas para el movimiento de masas»,
que ya hemos visto, y compararlas con las cuestiones tratadas en esta polémica, para
advertir el vínculo. Tanto por los asuntos tratados, como por quien hace de una de las
partes –el líder de los textiles– el nexo es muy estrecho. Indirectamente, por el vuelo
– 151 –
que cobró, este debate constituye un indicador de la gravitación adquirida por el mo-
vimiento sindical en el país, y de los GAU en él.
Esta polémica fue republicada por el Centro Uruguay Independiente (CUI) en dos
volúmenes163 en 1985 en la ciudad de Montevideo. Se denominan Lucha y Polémica
Sindical 1968-1973, I y II. El primer volumen lleva por título ¿Cómo luchar por el
Programa? y el segundo, Movimiento sindical y potencial de lucha.164
La división en dos volúmenes no es una cuestión meramente editorial, sino que
corresponde a los tiempos de la polémica. Si bien se extendió desde el 19 de diciembre
de 1969 al 15 de febrero de 1973, tuvo una primera etapa hasta el 3 de abril de 1970 y
una segunda que se inició el 2 de setiembre de 1972 y finalizó, como hemos apuntado,
el 15 de febrero de 1973. Ambas cubren, como es obvio, los años claves del Uruguay
predictadura. En total 32 intervenciones, 16 por cada parte.
En la primera etapa debaten –escriben– Héctor Rodríguez y Mario Acosta, uno di-
rigente de los textiles y el otro de los obreros de la construcción. Uno integrante de los
GAU y el otro del PCU. El primero lo hace desde el semanario Marcha, y el segundo
desde el periódico El Popular.
En la segunda parte también debate Héctor Rodríguez aunque ya no en su carácter
de dirigente sindical. Héctor había dado una charla en el Movimiento 26 de Marzo el
2 de setiembre de 1972, que pronto fue publicada como folleto: «Características del
Movimiento Sindical». Esta charla se constituyó en el pie de la polémica II. Publi-
có una nota inicial («Para constancia»)165 en Marcha, y el resto de sus artículos en El
Popular. Por la otra parte intervienen César Rodríguez Daglio, ex dirigente sindical,
integrante del PCU y, en un caso, Wladimir Turianski, dirigente de AUTE, y también
integrante del PCU. Ambos publicaron en El Popular.
¿Sobre qué versaba el conjunto de la polémica? Sobre la táctica y la estrategia para
enfrentar la escalada autoritaria que culminaría poco después en el golpe de Estado
del 27 de junio de 1973. La táctica y estrategia que resultó mayoritaria y la que resultó
minoritaria en los organismos de dirección de la CNT. Para expresarlo de otra manera,
versaba sobre la táctica y la estrategia que era considerada como única y posible por la
mayoría, y sobre la táctica y la estrategia que estimaba, en cambio, que se podía que-
brar la escalada autoritaria; es decir: la polémica versaba sobre los destinos del país.
En el segundo artículo de la primera etapa, que Héctor Rodríguez publica en Mar-
cha en diciembre de 1969, condensa toda su línea argumental crítica de la conducción
de la CNT en los días claves de ese año. El título del artículo periodístico es por de-
más expresivo: «Los veinte días que valieron un año». Ahí, precisamente ahí, se jugó
el año, lo cual como se verá, equivale a decir que se jugaron los destinos del país. La
posibilidad misma de quebrar las políticas del autoritarismo ascendente y al propio
autoritarismo. Los GAU hablarían en esos años, precisamente, de la «confrontación
decisiva» que se podía haber dado y que no se dio.
¿Cuáles fueron esos veinte días? Los días turbulentos que transcurrieron entre el
paro general del 11 de junio y las decisiones mayoritarias que adoptó la conducción
de la Central a fines de junio de 1969.
Héctor reitera que los trabajadores protagonizaban ese año una ola formidable de
movilizaciones: «Cuatro meses de huelga en los frigoríficos; casi tres meses de paros
y huelga en los bancos privados; veinte días de huelga en los diarios; cinco días de
huelga duramente reprimida en la UTE; huelgas y luchas en diversos gremios (…)».
En su artículo inicial de este balance de fin de año, recuerda que desde el gobierno
«(…) el 24 de junio se implantaron nuevamente las Medidas Prontas de Seguridad y las
militarizaciones extendiéndolas luego a la actividad privada»166, y que ese 24 la CNT fue
clausurada, su presidente detenido y todos sus dirigentes requeridos para ser arrestados.
¿Cuál era el mandato de la Central? El párrafo inicial del artículo lo establece:
cita la resolución o declaración del 18 de mayo de ese año del primer Congreso Or-
dinario de la CNT, aprobada por amplia mayoría, en la que se determina que «El mo-
vimiento dispone de un programa que es además patrimonio de grandes masas y que
ha sido ratificado por la vida. La tarea central de esta etapa es la de unir al pueblo en
la lucha por este programa reforzando y desarrollando al mismo tiempo la unidad de
acción de la clase obrera (…). En la perspectiva trazada el 10 de octubre de 1968 por
la Mesa Representativa, debe orientarse el movimiento sindical para confrontaciones
que decidan la quiebra de la congelación salarial, la reposición de los destituidos y el
enfrentamiento de nuevas escaladas represivas (militarizaciones, nuevas medidas de
seguridad, etcétera)».
Luego se pregunta si se cumplió con el mandato, es decir, si se adoptaron medidas
para quebrar la política del gobierno. Concluye que no.
Veamos la secuencia de propuestas y decisiones adoptadas.
En esos días, en el marco de un movimiento huelguístico ascendente –que incluía,
reiteramos, una huelga larga en la industria frigorífica, otra más reciente en la prensa
y un clima que daría lugar a la formidable huelga bancaria en las semanas siguientes–,
la Agrupación UTE resolvió, como hemos relatado, declarar la huelga general con dos
reclamaciones centrales: la libertad de los presos y la anulación de las destituciones.
En este contexto, «desde todas las bases sindicales solo llegaba el reclamo de medi-
das de lucha».167
En ese marco, la delegación del Congreso Obrero Textil propuso al Secretariado de
la CNT el 25 de junio (ya se sabía que el 26 AUTE declararía la huelga) que se declarara
la huelga general por una plataforma de cinco puntos: libertad de todos los detenidos en
el marco de las medidas prontas de seguridad; reposición de los trabajadores destituidos
y despedidos, y devolución de las sanciones económicas descontadas; solución de los
conflictos planteados; puesta en marcha de todos los establecimientos paralizados y
semiparalizados con vistas a incrementar las exportaciones y la ocupación, y ajuste de
las remuneraciones al incremento del costo de vida en los sectores público y privado.
166. Rodríguez, Héctor: «1968/1969: Años de decisión para el movimiento sindical», Mar-
cha, 19.12.1969, edición del CUI, Montevideo, 1985.
167. Rodríguez, Héctor: «Los veinte días que valieron un año», Marcha, 30.12.1969, edi-
ción del CUI, Montevideo, 1985.
– 153 –
Como se advertirá, en línea con la resolución citada del Congreso Ordinario, era
una plataforma para el quiebre de la política del gobierno.
La mayoría de los integrantes del Secretariado reclamaron 48 horas para consul-
tas, que se extendieron en la práctica a 72. El 28 de junio la mayoría del Secretariado
votó en contra de la huelga general y a favor de un paro general a término. La Mesa
Representativa se reunió el 30 de junio y confirmó la postura, y fijó un paro general
para el 2 de julio que duraría hasta la medianoche del jueves 3 de julio. Unas horas
antes se había levantado la huelga de UTE y escasos días después, el 2, comenzaría
la huelga bancaria.
La conclusión es terminante: «Consideré entonces –y considero ahora– que en esas
96 horas decisivas transcurridas entre el 24 y el 28 de junio los compañeros que formaron
mayoría para descartar la moción de huelga general cometieron un gravísimo error».168
Mario Acosta, en la respuesta inicial al balance de fin de año que hizo su oponen-
te en Marcha en 1969, formula lo esencial de la argumentación del No a la propuesta
de huelga general. Inicialmente evalúa la situación política y concluye que «el Poder
Ejecutivo estaba dispuesto a pasar por encima de la Constitución, del Parlamento y
(mucho más por razones clasistas) del movimiento sindical, con el fin de mantener su
política».169
Por ello, en el párrafo siguiente, sostiene que «una huelga general en estas condi-
ciones implicaba tratar de obligar al gobierno, con todos los recursos represivos que
otorga el poder en sus manos, a dar públicamente marcha atrás, a rendirse con armas
y bagajes. Y no en medio de una gran confrontación política que fuera desgastando
sus fuerzas, que fuera desfibrando sus apoyos, haciendo entrar en crisis sus bases, sino
cuando toda la estructura del Estado estaba indemne, por medio de un enfrentamiento
frontal, de fuerza contra fuerza».
En suma, no había condiciones para una confrontación tal, y era preferible lo que
en la época se denominaría la táctica del «golpeteo y desgaste».
En la réplica a Mario Acosta170, el dirigente textil procura desmontar la línea ar-
gumental de este, apelando al carácter limitado de la plataforma y a otros elementos
relativos a la relación de fuerzas, con lo cual concluye que Acosta incurre en un «tre-
mendismo irreal y aterrorizante». Expone cinco argumentos por el Sí: el acierto de la
plataforma, la eficacia en un marco de medidas de seguridad y militarizaciones (que
inviabilizaban medidas a término), el hecho de que constituía un camino para unir al
pueblo en la lucha, la disposición de los gremios a eso, y porque el gobierno no con-
taba con un sólido respaldo parlamentario. Pero lo más interesante, a nuestro juicio,
se encuentra en la posdata de Héctor, porque en ella da cuenta de una nota del senador
Enrique Rodríguez, del 30.01.70 en El Popular, en la cual defiende la táctica definida
por la mayoría y sostiene categóricamente: «Sí esa táctica fue justa, si ella condujo
no a una confrontación total prematura, sino a lograr el desgaste del enemigo (…)» y
se pregunta: «¿puede dudarse que también en este terreno –el estrictamente político-
168. Ib.
169. Acosta, Mario: «La verdadera faz de 1969 y la táctica de la CNT», El Popular, 23.01.70,
edición del CUI, o. cit.
170. «La táctica sindical en 1969», Marcha, 6.02.70, edición del CUI, o. cit.
– 154 –
electoral– los resultados de la táctica empleada rendirán, sin falta, frutos maduros?».
Héctor agradece la franqueza del senador y remata la nota diciendo que ahora sabemos
«cuál fue el verdadero fundamento de esa táctica».
Con independencia de ello introduce, en la nota del 6 de marzo que responde a la
segunda de Mario Acosta, una consideración relativa al poder que resulta interesante
mencionar. Acosta había sostenido en la nota aludida, refiriéndose al programa de la
CNT, que «estas soluciones generales solo serán alcanzadas cuando se logre arrancar
el poder a las actuales clases dominantes». Héctor discrepa. Considera que se necesita
una fórmula más dinámica y que tenga en cuenta que no es lo mismo programa nacional
(de la clase para la nación) que programa de clase; ni es lo mismo clases dominantes
que oligarquía, confusión en la que incurre Acosta en su artículo.171
En la segunda época de la polémica –setiembre de 1972 a febrero de 1973– que se
inicia, como hemos establecido con anterioridad, con la charla dada en el Movimien-
to 26 de Marzo, los argumentos se reiteran y en parte enriquecen. De entrada Héctor
contrasta la enorme capacidad potencial del movimiento sindical con su «reducida
incidencia real»; atribuye esa realidad al error de la conducción mayoritaria, desde
1968, en cuanto a la caracterización de los objetivos de la oligarquía. Para la mayoría,
la oligarquía se proponía destruir al movimiento sindical y si se lograba evitarlo ello
implicaba ganar la batalla. Establecida la discrepancia, a continuación da numerosos
ejemplos de las luchas que no se dieron en el período inmediatamente anterior, sostiene
que no se hicieron suficientes esfuerzos para quebrar la política oligárquica y concluye
que no hay una «conducción apropiada».
Desde El Popular, César Reyes Daglio, en varios artículos, se concentra en reba-
tir la afirmación sobre la reducida incidencia, y acerca de la incapacidad demostrada
para quebrar el curso político; reitera los argumentos de Mario Acosta, sostiene que sus
críticas «no tienen ningún asidero, salvo que pretenda asignarle a los sindicatos tareas
superiores a sus posibilidades reales y que, paralelamente, intente resucitar fenecidas
concepciones anarco-sindicalistas».
Las respuestas de Héctor Rodríguez, en el mismo diario, desarrollan la línea argu-
mental arriba mencionada. Ambas posturas aluden a las circunstancias y actores de 1972
y principios de 1973. Héctor incluso alude a reuniones realizadas entre las direcciones
del PCU y de los GAU en las que se discutió el alcance de la consigna lanzada por Se-
regni el 29 de abril de 1972 de «pacificación para los cambios y cambios para la paz».
Con altura, pero sin acordar sobre la táctica y la estrategia, culminó el debate pe-
riodístico. En los sindicatos la contraposición entre ambas posturas vertebró la interna
del movimiento social más importante de esos años.
Corresponde reconocer que esas discrepancias de táctica, por cierto duras, nunca
pusieron en cuestión en ninguna de las partes el trabajo por el mantenimiento y con-
solidación de la unidad sindical.
Hugo Méndez
Su amigo, Emilio Laigualda, realizó una reseña de
su vida a la que tituló A un inolvidable…
«Jugaba de puntero izquierdo, pero no era veloz.
De mediana estatura, morocho, elegante, prolijo en el
vestir. Cuando hicimos el equipo, él era el más chico,
nosotros éramos “mayores”, teníamos 14 años y él 12;
éramos 11 justitos. Había dos razones para que juga-
ra con el 11, era el más chico y era zurdo. No corría
ligero, pero manejaba muy bien esa pierna zurda y le
pegaba muy bien a la de cuero.
(...)
Nunca lo vi enojado. Tomaba todo con una sonrisa y casi con timidez. Lo
veía pasar frente a casa, rumbo al liceo de Sauce por la ahora «17 metros», que
en aquella época era un camino polvoriento y lleno de canaletas.
(...)
Andando los años, nos dejamos de ver… Pero había en él otra faceta… los
convulsivos años 70 nos encontraban en una asamblea, una de tantas, en un
viejo edificio deportivo, el Platense, allá por la calle Dante.
172. Fotos aportadas por familiares y por el Comité de Familiares de Detenidos Desapa-
recidos.
– 156 –
Surge un recuerdo que viene de allá atrás, no se sabe de dónde, pero no hay
duda de que si aún existe en el archivo de la memoria es porque vale rescatarlo.
Era una tarde de domingo, en el verano (u otoño) de 1975 y Hugo, que
estaba semiclandestino en Montevideo y extrañaba terriblemente a sus hijos y
a los suyos, rompiendo con todo criterio de seguridad se fue allá a su pueblo:
La Palmita de Toledo.
Esa tarde jugaba el Barcelona en la canchita del club y él, que había sido
su capitán, no pudo evitar jugar. No recuerdo cómo iba el partido pero sí su
pícara cara de felicidad. En un momento determinado se interrumpe el juego y
desde el otro lado de la cancha, mi hermana y yo observábamos que había una
discusión con hombres que habían llegado de afuera.
Miraba intranquila hacia un lado y otro, buscando al Negrito, pero a este se
lo había tragado la tierra. Cuando el juego comienza a rearmarse y los hombres
se estaban retirando, se me acerca Alcides, el Cuca, hermano del Negro que
también jugaba, y me dice algo así: «no te preocupes, gurisa, eran unos de la
Aviación que venían a buscarlo pero todos aseguramos que estaban equivoca-
dos»… Mientras eso sucedía, Hugo aprovechó para irse por terrenos linderos
y esa noche regresó a la capital.
Entre los «todos» que aseguraron no haberlo visto, había varios soldados
y personal subalterno del Cuartel de Toledo, quienes eran sus amigos y no lo
traicionaron. De sus apodos, creo recordar: al Abuelo, el Nene o el Pibe, a Ju-
lio, en fin… gente de una pieza a la que Hugo quería y que le demostraron que
era recíproco.
Mara Martínez
– 157 –
Montevideo, 1975.
Vapor de la Carrera, el barco que partía del puerto a las 21 y llegaba ama-
neciendo a Bs. As. Graciela viaja a encontrarse con José, llevando correos
afectivo-militantes para los compañeros clandestinos en la otra orilla.
Ya embarcada los parlantes voceaban un nombre de hombre que requerían,
el barco no zarpaba y se reiteraba la orden de que se presentara.
Finalmente zarpó y Graciela, que desconocía al requerido pero sí supuso
que era un perseguido político, que era un compañero, pasó la noche buscan-
do hasta localizarlo y entregarle ropas de mujer con las que desembarcara a la
mañana siguiente.
¡Esa era Graciela!
Ana Martínez
¿Qué decir del Fernando? Mucho tiempo ha pasado, pero quedan recuerdos
que marcan quién era el Upa.
Un buen tipo de esos que dejan huella, un buen amigo, fiel, un hombre
apasionado en todo lo que hacía.
Lo recuerdo siempre preocupado con su panza prominente, de allí su apodo,
predicando dietas sin ningún sentido pero que defendía con argumentos muy
firmes que no se podían discutir porque él «sabía» de eso. La primera de sus
dietas que recuerdo consistía en mate amargo todo el día y queso duro, porque
así se compensaban los efectos secundarios, y la seguía hasta que se convencía
que el efecto prometido no se cumplía con él y ahí soltaba su muletilla habi-
tual: «es cosa de Mandinga».
Otra de sus dietas defendida con mucha pasión, y de fracaso asegurado
para los que lo rodeábamos, fue la dieta del huevo duro, alimento que comía
sin cesar durante toda la jornada.
Buen estudiante, concentrado y hábil para explicar al que no entendía.
Recuerdo estar preparando un parcial complicado en casa de otro compañero,
cuando encuentra arriba de la mesa un libro de Cortázar; lo abrió y comenzó a
leerlo. Ese libro lo terminó en la mañana mientras nosotros seguíamos hacien-
do los ejercicios del parcial. No lo soltó hasta la última palabra.
Así era el Upa, apasionado en todas las cosas que emprendía...
Fernando Menini
Alberto Corchs
y Elena Lerena
Con Alberto Corchs compartíamos el hobby de la fotografía; nuestro ma-
yor logro fue intervenir con una foto de Alberto y otra mía en una exposición
mundial en Berlín Oriental, sobre la lucha del hombre por alcanzar la felicidad.
Pero había que hacer algo más. Para ello, junto con otros compañeros, desa-
rrollamos un sistema para expresarnos y llegar a la gente con imagen y sonido.
Proyectábamos en una pantalla una sucesión de imágenes acompañadas
de sonido, con la ayuda de un proyector de diapositivas y un grabador con una
– 160 –
Conocí a Elena el primer día de clase del primer curso del Liceo del Huerto.
Yo era nueva, no conocía a nadie y me vi sola, un poco asustada, en medio
de un enorme recreo. Una chiquilina vino corriendo hacia mí, me agarró de la
mano y me preguntó si yo era la nueva.
–Sí –le contesté.
–Vení conmigo –respondió.
Me la apretó con fuerza y ya no la soltó...
– 161 –
Nos sentamos juntas y fue como si nos conociéramos de siempre. Por algo
teníamos el mismo nombre. Yo era Elena, «la galleguita».
Con los días conocí a otras niñas: Milagros, Maritere, Amalia, Estela, Isa-
bel, Delia.
Estábamos en la misma clase. Nos hicimos inseparables.
Pero Elena era el motor del grupo. En su casa se hacían los mejores bailes,
los amigos de sus hermanos eran fantásticos. Su familia encantadora.
Muchos domingos nos invitaba a todas a pasar el día en La Paz. Era donde
más nos divertíamos. Avelino, su padre, nos llevaba en la camioneta y Elena
nos animaba a cantar en el viaje. Siempre inventaba juegos, siempre nos con-
tagiaba su alegría, siempre, con su hermosa sonrisa.
Los momentos más felices de nuestra adolescencia estaban marcados con
su presencia.
Más tarde la vida nos trajo otras responsabilidades, diferentes rumbos, pero
seguíamos en contacto. Y Elena siempre presente, animándonos con su mirada
positiva de la vida, con su fuerza, su tesón y su espíritu libre.
El grupo sigue siendo una piña. Ahora, después de sesenta años, seguimos
comunicándonos casi todos los días.
Y nos reunimos siempre que podemos.
Y sé que siempre hay dos sillas vacías esperando ser ocupadas.
Una para mí, que vivo a diez mil kilómetros, y voy con ellas siempre que
puedo.
La otra para Elena, que está un poco más lejos...
Pero sé que siempre estamos allí las dos.
Y aún siento en mi mano el apretón de Elena, guiándome durante estos
60 años.
Elena Civera
– 162 –
Tito Bosco
Sentada en esta cama, escribo y recuerdo, porque re-
cordar hace que nadie desaparezca.
Y recuerdo a Tito en aquel verano de 1974, diciéndo-
me: «Petisa, para tu casamiento te voy a regalar la cama
con las mesas de luz, las voy a hacer yo».
Y así fue, porque así era Tito, comprometido, traba-
jador, solidario, entrañable amigo.
Con su risa fresca y su mirada vivaracha atrás de
aquellos grandes lentes, hacía que todo se convirtiera en
alegría.
Sigo durmiendo en esta cama, la única que tuve desde entonces, fuerte,
sencilla, de buena madera, como él.
Y lo recuerdo en la cocina de la casa del Prado, intercambiando recetas cu-
linarias con mi madre, porque así era Tito, gran conquistador de madres. Todas
lo adoraban, siempre sabía qué decir para sacarles una sonrisa.
Llegó desde Mercedes a Ciencias Económicas, desafiando lejanías, con una
meta clara, sostenido en ese humor y ese cariño que generaba al pasar.
Estudiábamos juntos, confabulábamos, queríamos cambiar el mundo,
porque no nos gustaba, con inocencia y sin darnos cuenta de lo que se venía.
Tramábamos juntos nuevas aventuras, un viaje a dedo a Mercedes, declararle
su amor a mi vecina Beatriz, una barriada el domingo de mañana… y la risa,
siempre la risa.
Acá sigo en mi cama, recordando.
Y cada 20 de mayo cuando me encuentro en la plaza con sus hijas y nietos
lo veo ahí, lo veo en cada gesto de ellos, porque no es posible desaparecer, y
me sonrío y siento su divina presencia.
Mabel García
Años después, con Natalia y con Rodrigo se juntaron para siempre nuestras
sangres, y sus hijos, nuestros nietos, hicieron fuerte la memoria.
Otras dos nietas de Tito y su esposa Beatriz, de su hija Patricia, forman
también parte de nuestro entorno.
Y todos ellos, hijos y nietos, en sus diversas actividades laborales, estu-
diantiles, deportivas, como investigadores, profesionales, técnicos, alumnos,
jugadores y como gente; con sus amigos, en círculos diversos y familiares, nos
nutren cotidianamente de sensibilidad, afecto y solidaridad.
Todo lo que caracterizó a Tito.
Y la contagiosa alegría de vivir de Tito y su sonrisa, a todos nos dejó mar-
cados.
Un sobreviviente del «pozo» de Quilmes, exiliado en Suecia, nos relató que
en abril del 78 «...Tito estaba allí…, era el que siempre bromeaba y se reía».
No hace un año que falleció Alba, su madre, sin conocer la verdad, sin
presenciar la justicia.
Barrer la impunidad es deuda pendiente de nuestra sociedad.
Hugo Bértola
Julio D’Elía
y Yolanda Casco
La última vez que vi a Julio
fue en la semana de turismo de
1974 . Estábamos en la casa de
mis suegros en la playa y vimos
llegar el coche de los padres de
Julio. Con ellos venían Julio y
Yolanda.
Hacía mucho que no nos veíamos a pesar de ser muy amigos y vivir en el
mismo barrio a no más de 500 metros; eran momentos duros desde el punto
de vista represivo.
Su inesperada y corta visita fue para comunicarnos que debía irse del país.
Nos abrazamos, y con la ternura que lo caracterizaba acarició la barriga de
María de los Ángeles y comentó: «A este niño no lo veré nacer». Era nuestro
segundo hijo, Julio fue la primera visita que recibimos cuando nació el primero.
Así era Julio: tierno, firme en sus convicciones, sereno, muy buen estudiante.
Siempre recuerdo cuando nos conocimos en la Facultad, cuando estudiá-
bamos juntos, cuando militábamos en el Cecea.
– 166 –
Los recuerdos se hacen más intensos cuando nos vemos con su hijo Carlos
y su familia. Siento que Julio y Yolanda están con nosotros, comentamos qué
grandes abuelos serían. Y agradezco a todos los que hicieron posible que Car-
los e Inés recuperaran el entorno familiar y de amigos que los queremos tanto.
Carlos Pérez
Nosotros siempre nos reuníamos en la calle Independencia 2731, que era nuestra
casa. Uno de los juegos favoritos de cartas que siempre jugábamos era el Jodete.
Cada jugador era independiente del otro, pero cuando había que bloquear al que
estaba ganando, los otros se ayudaban. En este caso Julio iba ganando y me tocaba
a mí bloquear a Julio, pero yo no tenía la carta para hacerlo y Yolanda sí la tenía,
entonces lo que hizo Yolanda fue pasarme la carta por debajo de la mesa, se ponía
las cartas entre los dedos del pie. Eran unas risas a más no querer, y Julio decía:
«Ustedes dos, qué estarán haciendo que se ríen tanto».
Cuando Yolanda quedó embarazada, este nuevo bebé era el bebé del grupo
ya que mis hijos ya estaban grandes. Yolanda era muy fuerte y siempre apo-
yando a Julio, entonces decidimos ponerles los sobrenombres de Yola, Yolo y
el Yolito, al bebé en camino. Lástima que no les puedo mandar el poema que
Yolanda y Julio nos dieron cuando se fueron a despedir de nosotros antes de
nuestra partida a Canadá, el poema era sobre la amistad y estaba firmado por
Yola, Yolo y el Yolito.
Ethel Suárez
Raúl Borelli
Raúl caminaba y pensaba rápido. Las ideas marcaban
el paso de la marcha y a veces se hacía doblemente difícil
seguirlo. Tenía una manera entrañable, un gran amor y un
proyecto de sociedad. A los últimos dos se entregaba con
devoción y le gustaba explicar por qué, desde su punto de
vista, ambos eran parte de la misma cosa. Así, las charlas
de amigo eran prolíficas y enriquecedoras.
En el 73, con el país despedazándose, decidimos
preparar un «documento de discusión» para el sector
estudiantil. Arrancaba con la Guerra Fría y terminaba
en el liceo Miranda. Con 60 páginas lo bautizamos: Adoquín. Años después,
con Raúl «desaparecido», encontré dentro de un libro unas pocas páginas de
Adoquín. Era un sesudo pedacito sobre América Latina escrito en un estilo que
volvía a revelar a aquel tipo excepcional, comprometido, visionario y soñador.
Un compañero de la época
– 167 –
Gustavo Goycoechea
y Graciela Laura
Basualdo
¡El flaco Gustavo!
Con su larga figura cual qui-
jote, con la bondad a flor de piel
y aquellos enormes bigotes que
surcaban su rostro, y que Sol y yo
apodábamos como «tío bigote»,
el flaco fue el más grande ceba-
dor de mate que haya conocido.
Él apoyaba el mate en su nariz e iba
girando hasta que encontraba el punto, y luego descendía el mate y clavaba la
bombilla en el sitio que su sabia nariz le había marcado. Y nunca le fallaba,
lo cierto es que con una cebadura lograba tirar más de dos termos, ¡y siempre
gustoso y espumoso!
¡La gorda Laura!
A los pocos meses de estar en Buenos Aires, el flaco nos presentó a su
amor, Laura, que para nosotros fue «la gorda Laura»; chispeante y divertida
conquistó el corazón del flaco que estaba muerto de amor, y esto era mutuo.
– 168 –
Después de muchos años vimos su nombre, que creo era Graciela Noemí, pero
el padre la llamó siempre Laura y ella lo asumió. Y para nosotros siempre fue
¡nuestra querida gorda Laura!
Adhemar Stoyanoff
El 23 de diciembre de 1977, día que fue secuestrado Gustavo en Buenos Ai-
res junto a su compañera Graciela, ya hacía un año y dos meses que me habían
expulsado del Uruguay y residía en Barcelona. La noticia de su desaparición
me llegó bastantes meses después y fue un verdadero mazazo.
Gustavo era un joven alegre, que imponía su presencia con unos bigotes
impresionantes.
Compartimos militancia sindical en el BAO y su integración al GAU la
abrazó con un compromiso profundo en defensa de todo tipo de injusticia.
No era sectario, abierto en las discusiones y disciplinado.
Me ha dolido siempre su asesinato, y en su recuerdo me apena no haber
profundizado en el conocimiento de su vida personal más allá de lo estricta-
mente político; a pesar de ello, las horas compartidas han dejado huellas im-
borrables. Hasta siempre, compañero.
Antonio Asensio
Un día del mes de febrero de 1975 vino María Antonia a Florida y me dijo:
«Alberto, venimos a casarnos a Florida para tranquilidad de mis padres. ¿Te
animás a leer en la ceremonia del casamiento en la Iglesia Santa Teresita? Van
a estar presentes unos pocos familiares y amigos. Nos vamos inmediatamente
para Buenos Aires, la cosa está muy brava».
Nunca más los vi.
Alberto Cruz
Los conocí casi al unísono pues estaban siempre juntos a la hora de la mi-
litancia.
Con María Antonia estudiamos varios exámenes juntas, con Derley y Ada.
No solo nos motivaba a militar sino que nos hizo admirar la figura de Héc-
tor Rodríguez, por ella conocimos su historia, fuimos a sus actos y luego apo-
yamos la familia.
Ya en el exilio en Argentina concurrió a dar exámenes a Uruguay y com-
partimos mi casa. Pero cuando se recibió ya no pudo venir a retirar su título,
lo hice por ella realizando todos los trámites en los organismos de la dictadu-
ra. Pudo así trabajar en el Hospital Italiano de Buenos Aires, a donde concurrí
cuando se colocó la baldosa que la recuerda.
Mario trabajaba en una librería y me mandaba libros siempre de interés;
allí concurría siempre Mario Benedetti y establecían tertulias sobre el futuro
corto de la dictadura uruguaya.
En enero de 1977 concurrí, con mi pareja, a pasar con ellos mis vacaciones,
y en junio volvimos con Cristina a despedirnos pues se entendía debían dejar
Buenos Aires. Pero en diciembre de ese año cuando fueron sus padres ya no
estaban. Me quedan los muebles de su casamiento que atesoro entre los recuer-
dos de su entrega, de su fe en un mundo nuevo, de los valores que compartía
con Mario y de su ilusión que otro Uruguay más justo era posible.
María Julia Muñoz
Raúl Gámbaro Gustavo Arce
Al Mongo Raúl Gámbaro, como lo llamábamos los amigos, lo conocí cuando
entré a trabajar en la Fábrica Alpargatas; él ya estaba desde hacía un tiempo, en
seguida congeniamos y nos unimos en el trabajo sindical y luego en el mismo
grupo político GAU. Yo muy joven con 18 años, él con 30, en la etapa de criar
dos hijos hermosos rubios como de película, y como de película, traviesos.
Allí lo iban a ver al Centro de Obreros de Alpargatas donde nos juntába-
mos luego del horario de trabajo. Dirigente sindical, pero de esos que cumplían
las 8 horas a rajatabla. Cuando sus hijos llegaban a verlo de tardecita, todo se
llenaba de alegría. Corrían por todo el sindicato y nosotros parábamos un po-
quito y con mucha pasión nos enredábamos en unos partidos de futbolito que
determinaban quién compraría ese día los bizcochos.
Gustavo Arce, el Cabeza, andaba muy bien en el ping-pong y cuando perdía
en el primero de los juegos nos retaba con las paletas de mesa.
Se fue generando una gran amistad aprendiendo a compartir también nues-
tras alegrías y tristezas.
Un trabajo que siempre encaramos con mucha alegría, como si no costara
trabajar en la imprenta, pintar los pasacalles, que eran las redes del momento,
o atendiendo a los compañeros que se acercaban para plantear sus inquietu-
des; Gustavo, con el mate preparado, los atendía y escuchaba con su infinita
paciencia.
Raúl no podía ocultar sus antepasados tanos; cuando nos juntábamos algu-
nos fines de semana Silvia, su señora, se encargaba de las pizzas, y el Mongo
entre gritos y sonrisas nos alegraba la noche.
En octubre del 74 nos tuvimos que ir a Buenos Aires. Nada fue fácil enton-
ces. La necesidad nos llevó a compartir la vida día a día, poniendo en práctica
la solidaridad de vivir en comunidad. De apoyarnos en la diaria. Y de pronto
Gustavo se enteró de que iba a ser padre y se le iluminaron los ojos de alegría,
y tuvo que aprender a vivir con su hija en diferentes países. Recuerdo la ale-
gría del Cabezón los días previos de la llegada de María Fernanda que llegaba
a compartir unos días con su padre.
Así, agradeciendo haber podido aprender tanto de gente tan linda, agrade-
ciendo todo lo que me enseñaron y haber recibido tanto amor de ellos, agra-
deciendo también por sus hijos Julio y Raúl, y María Fernanda, seres maravi-
llosos que supieron salir adelante y llenos de luz como sus padres, les quiero
decir que los he querido mucho.
Edgardo Pampín
Índice
PROPÓSITO................................................................................................... 7
INTRODUCCIÓN........................................................................................ 11
CAPÍTULO I
LA CRISIS DEL URUGUAY LIBERAL (1958-1968)................................ 19
La alternancia de los partidos tradicionales.......................................... 19
Los partidos de izquierda ..................................................................... 24
La tradición anarquista ........................................................................ 27
El movimiento sindical, la CNT y las luchas de los trabajadores........ 29
El Congreso del Pueblo........................................................................ 30
Consolidación de la unificación sindical....................................................... 32
La FEUU: de la Ley Orgánica a Líber Arce......................................... 34
Las armas en el escenario..................................................................... 35
CAPÍTULO II
EL PROCESO FUNDACIONAL DE LOS GAU ....................................... 39
El Movimiento de Acción Popular del Uruguay (MAPU)................... 39
Los textiles y el liderazgo de Héctor Rodríguez................................... 46
Pedro Seré y el Grupo de Independientes de Época............................. 50
Documentos fundacionales: El Documento Básico (1967).................. 51
Documento fundacional 2:
Perspectivas para el movimiento de masas (1969)............................... 53
La construcción organizativa inicial..................................................... 56
CAPÍTULO III
DE 1969 AL FRENTE AMPLIO (1969-71)................................................. 59
La constitución de los GAU en 1969 y el período inicial.................... 59
Un 1969 de autoritarismo y confrontación........................................... 62
UTE: lucha aislada y heroica derrota.................................................... 63
La huelga bancaria quiebra las militarizaciones................................... 65
Nacimiento del Frente Amplio (1970-71)............................................ 67
Diferencias estratégicas........................................................................ 72
Desarrollo organizativo de los GAU.................................................... 73
CAPÍTULO IV
DEL 71 A LA HUELGA GENERAL............................................................ 79
1971: El despliegue del FA................................................................... 79
Las elecciones de 1971......................................................................... 91
1972: El Estado de Guerra y el avance militar..................................... 93
Febrero a junio de 1973........................................................................ 97
27 de junio, Seregni y la huelga general............................................. 100
La construcción de La Corriente........................................................ 104
La evolución organizativa de los GAU.............................................. 108
CAPÍTULO V
LA REPRESIÓN SOBRE LOS GAU........................................................ 111
Octubre de 1973 a abril de 1974:
El primer golpe duro represivo........................................................... 112
La reorganización de 1974 a 1977 en Uruguay.................................. 117
Los años 1974 a 1977 en Buenos Aires.............................................. 122
La masacre del Fusna y la Operación Cóndor ................................... 125
El Frente Amplio y los GAU en el exterior lejano ............................ 128
La cárcel............................................................................................. 130
CAPÍTULO VI
LA IZQUIERDA DEMOCRÁTICA INDEPENDIENTE
Y LA DISOLUCIÓN DE LOS GAU (1984-1985)..................................... 137
CAPÍTULO VII
A MODO DE CIERRE............................................................................... 145
Anexo 1
EL PENAL DE LIBERTAD .............................................................. 147
Anexo 2:
LA POLÉMICA SINDICAL.............................................................. 150
Apartado testimonial
SOBRE LOS COMPAÑEROS DESAPARECIDOS.......................... 155
colofón