Filosofia # 3
Filosofia # 3
Filosofia # 3
Las Torres Gemelas, edificios iguales entre sí y que se reflejan mutuamente, un sistema
cerrado en sí mismo, imponiendo lo igual y excluyendo lo distinto y que fueron objetivo
de un atentado que abrió una brecha en el sistema global de lo igual. O la gente
practicando binge watching (atracones de ver series), visualizando continuamente solo
aquello que le gusta: de nuevo, proliferando lo igual, nunca lo distinto o el otro... Son dos
de las potentes imágenes que utiliza el filósofo Byung-Chul Han (Seúl, 1959), uno de los
más reconocidos diseccionadores de los males que aquejan a la sociedad hiperconsumista y
neoliberal tras la caída del muro de Berlín. Libros como La sociedad del
cansancio, Psicopolítica o La expulsión de lo distinto (en España, publicados por Herder)
compendian su tupido discurso intelectual, que desarrolla siempre en red: todo lo conecta,
como hace con sus manos muy abiertas, de dedos largos que se juntan mientras cimbrea
una corta coleta en la cabeza.
“En la orwelliana 1984 esa sociedad era consciente de que estaba siendo dominada; hoy no
tenemos ni esa consciencia de dominación”, alertó ayer en el Centro de Cultura
Contemporánea de Barcelona (CCCB), donde el profesor formado y afincado en Alemania
disertó sobre la expulsión de la diferencia. Y dio pie a conocer su particular cosmovisión,
construida a partir de su tesis de que los individuos hoy se autoexplotan y sienten pavor
hacia el otro, el diferente. Viviendo, así, en “el desierto, o el infierno, de lo igual”.
Autenticidad. Para Han, la gente se vende como auténtica porque “todos quieren ser
distintos de los demás”, lo que fuerza a “producirse a uno mismo”. Y es imposible serlo
hoy auténticamente porque “en esa voluntad de ser distinto prosigue lo igual”. Resultado: el
sistema solo permite que se den “diferencias comercializables”.
Autoexplotación. Se ha pasado, en opinión del filósofo, “del deber de hacer” una cosa al
“poder hacerla”. “Se vive con la angustia de no hacer siempre todo lo que se puede”, y si no
se triunfa, es culpa suya. “Ahora uno se explota a sí mismo figurándose que se está
realizando; es la pérfida lógica del neoliberalismo que culmina en el síndrome del
trabajador quemado”. Y la consecuencia, peor: “Ya no hay contra quien dirigir la
revolución, no hay otros de donde provenga la represión”. Es “la alienación de uno
mismo”, que en lo físico se traduce en anorexias o en sobreingestas de comida o de
productos de consumo u ocio.
Jardín. “Yo soy diferente; estoy envuelto de aparatos analógicos: tuve dos pianos de 400
kilos y durante tres años he cultivado un jardín secreto que me ha dado contacto con la
realidad: colores, olores, sensaciones... Me ha permitido percatarme de la alteridad de la
tierra: la tierra tenía peso, todo lo hacía con las manos; lo digital no pesa, no huele, no
opone resistencia, pasas un dedo y ya está... Es la abolición de la realidad; mi próximo libro
será ese: Elogio de la tierra. El jardín secreto. La tierra es más que dígitos y números.
Narcisismo. Sostiene Han que “ser observado hoy es un aspecto central de ser en el
mundo”. El problema reside en que “el narcisista es ciego a la hora de ver al otro” y sin ese
otro “uno no puede producir por sí mismo el sentimiento de autoestima”. El narcisismo
habría llegado también a la que debería ser una panacea, el arte: “Ha degenerado en
narcisismo, está al servicio del consumo, se pagan injustificadas burradas por él, es ya
víctima del sistema; si fuera ajeno al mismo, sería una narrativa nueva, pero no lo es”.
Otros. Es la clave de sus reflexiones más recientes. “Cuanto más iguales son las personas,
más aumenta la producción; esa es la lógica actual; el capital necesita que todos seamos
iguales, incluso los turistas; el neoliberalismo no funcionaría si las personas fuéramos
distintas”. Por ello propone “regresar al animal original, que no consume ni comunica
desaforadamente; no tengo soluciones concretas, pero puede que al final el sistema
implosione por sí mismo... En cualquier caso, vivimos en una época de conformismo
radical: la universidad tiene clientes y solo crea trabajadores, no forma espiritualmente; el
mundo está al límite de su capacidad; quizás así llegue un cortocircuito y recuperemos ese
animal original”.
Refugiados. Han es muy claro: con el actual sistema neoliberal “no se siente temor, miedo
o asco por los refugiados, sino que son vistos como carga, con resentimiento o envidia”; la
prueba es que luego el mundo occidental va a veranear a sus países.
Tiempo. Es necesaria una revolución en el uso del tiempo, sostiene el filósofo, profesor en
Berlín. “La aceleración actual disminuye la capacidad de permanecer: necesitamos un
tiempo propio que el sistema productivo no nos deja; requerimos de un tiempo de fiesta,
que significa estar parados, sin nada productivo que hacer, pero que no debe confundirse
con un tiempo de recuperación para seguir trabajando; el tiempo trabajado es tiempo
perdido, no es tiempo para nosotros”.