La Defensa en Juicio

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UNIVERSIDAD NACIONAL DE VILLARRICA DEL ESPÍRITU SANTO

FAULTAD DE CIENCIAS JURÍDICAS, POLÍTICAS Y SOCIALES

LA DEFENSA EN JUICIO

INTEGRANTES
Dora Esperanza Coronel Domínguez
Soraida Gisselle Casco Fariña

DOCENTES
Lic. Gustavo Battaglia
Li. Moisés García

CARRERA: Derecho

VILLARRICA – 2022
INTRODUCCIÓN
El presente trabajo tiene como fin hacer un estudio del derecho constitucional de defensa

en juicio y qué es lo cual involucra en específico su ejercicio, partiendo de las distinciones

entre protección técnica, material y positiva.

Sin perjuicio de eso, el trabajo se reúne en el análisis de una arista, en especial de la garantía

en trato, que es la posibilidad fáctica con la que debería contar la protección de interrogar

testigos de cargo, tomando en cuenta ello como un componente determinante para la

realidad plena de equidad de armas, y por lo cual para un proceso plenamente

contradictorio. La incapacidad, por la razón que sea, de interrogar a los testigos de cargo

involucra la reproducción de prácticas procesales inquisitoriales, las que, por lo menos

paulatinamente, consideramos que tienen que ser abandonadas.

Ahora bien, después de esta introducción pasaremos a examinar sus alcances para la

ideología y jurisprudencia local, como de esta forma además la interamericana, empezando

por sus conceptos básicos.


OPINIÓN ACERCA DE LA DEFENSA EN JUICIO
La defensa en juicio es un derecho constitucional del imputado. Como tal, merece ser
garantizado, desde todos los roles del proceso penal. Sin embargo, si recordamos al
requisito de “defensa” como uno de los elementos que hacen al proceso (acusación +
defensa + prueba + sentencia = juicio), entonces parecería que el requisito de la defensa se
erige como un interés superior; no solo para la parte en concreto, sino para todo el proceso
en sí. No hay sentencia justa sin defensa.

Es así como, partiendo de la letra del artículo 16 de la Constitución Nacional, se consagra


como inviolable “la defensa en juicio de la persona y de los derechos”.

Es la facultad que toda persona tiene para contar con el tiempo y los medios necesarios para
ejercer su defensa en todo proceso donde se vea involucrado.

En el plano internacional, tanto en los pactos como en los tratados, salvado las diferencias
que hay entre ellos, todos mencionan a la defensa en juicio como un derecho esencial del
encausado.

Así, podemos destacar el art. 11, inc. 1 de la Declaración Universal de Derechos Humanos, el
art. 8, inc. .2, apartados e) y d) de la Convención Americana de Derechos Humanos, el art.
14, inc. 3 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos.

La Corte IDH sostuvo que se trata de un componente central del debido proceso que obliga
al Estado a tratar al individuo en todo momento como un verdadero sujeto del proceso, en
el más amplio sentido de este concepto, y no simplemente como objeto de este. A la vez
que se expresó que debe necesariamente poder ejercerse desde que se señala a una
persona como posible autor o partícipe de un hecho punible, y que solo culmina cuando
finaliza el proceso, incluyendo en su caso, la etapa de ejecución de la pena.

El derecho de defensa cumple, dentro del proceso penal, un papel particular: por una parte,
actúa en forma conjunta con el resto; por la otra es la garantía que torna operativas a todas
las demás. Por ello, el derecho de defensa no puede ser puesto en el mismo plano que las
otras garantías procesales. La inviolabilidad del derecho de defensa es la garantía
fundamental con la que cuenta el ciudadano, porque es el único que permite que las demás
garantías tengan una vigencia concreta.
Es por ello por lo que se la denomina meta garantía, porque sobre su existencia y ejercicio
descansan la legitimidad del proceso penal, de ahí su importancia, porque de su
cumplimiento deriva la verdadera existencia del debido proceso penal.

La defensa en juicio tiene dos aristas, la primera de ellas es conocida como la defensa
material, que puede definirse como la directa intervención del inculpado en el proceso, es la
facultad de este de bregar a favor de su inocencia por sí mismo. Se trata de la parte del
ejercicio de la defensa que lleva a cabo personalmente el propio imputado y que se
manifiesta en diferentes formas y oportunidades. Consiste en sus propias expresiones
defensivas, volcadas en las explicaciones que vierta cuando declare en las sucesivas etapas
del proceso; cuando se confronte con la víctima, un testigo o coimputado en un careo;
cuando ejerza la facultad de interrogar personalmente a un testigo.

En otras palabras, es la efectiva intervención del acusado, comprende la facultad de


intervenir en el procedimiento penal abierto para decidir acerca de una posible reacción
penal contra él y la llevar a cabo todas actividades necesarias para poner en evidencia la
falta de fundamento de la potestad penal del Estado o cualquier circunstancia que la
excluya o atenúe; con cierto simplismo, que en este tema no es recomendable, sino tan solo
para lograr una aproximación, esas actividades pueden sintetizarse en: la facultad de ser
oído, la de controlar la prueba de cargo que podrá utilizarse válidamente en la sentencia, la
de probarlos hechos que el mismo invoca para excluir o atenuar la reacción penal, la de
valorar la prueba producida y exponer la razones fácticas y jurídicas para obtener una
sentencia favorable según su posición que excluya o atenúe la aplicación del poder penal
estatal.

Así se ha dicho desde hace décadas que el dar a los acusados derecho a defensa no es un
privilegio dado las ordenanzas ni por las leyes: es una libertad adquirida por el derecho
natural que es más antiguo que todas las leyes humanas. La naturaleza enseña al hombre a
tener como recursos a las luces de los demás, siempre que él mismo no posea bastante para
conducirse, y a que busque socorros cuando se reconoce demasiado débil a sí mismo.

De este modo, queda claro que el rol de abogado dentro del proceso no es, como
comúnmente se ha dicho, de auxiliar de la justicia, sino que tiene un interés netamente
parcial en pos de una mejor posición de quien ha sido llevado a juicio o se encuentra
inmiscuido en el marco de una investigación. Sin embargo, la defensa en juicio no es
únicamente un derecho disponible por parte del imputado, sino que también está en juego
la legitimidad del juicio y del proceso en general conforme a lo exigido por el Estado de
Derecho.

Dicho de otro modo, el rol del abogado no es una función pública, sin embargo, su accionar
brindando un buen servicio de defensa legitima al proceso, toda vez que de un buen
ejercicio de la defensa se puede desprender que el resto de las garantías también se han
visto satisfechas ello en cuanto, como expresamos líneas arriba, esta garantía es la que tiene
la llave para el cumplimiento todas las demás.

Es que, en nuestro ordenamiento, la defensa técnica tiene carácter obligatorio, habida


cuenta que de su buen desarrollo depende la legitimidad del proceso todo. Es así como se
sostiene que el defensor penal es fundamentalmente un custodio de las garantías dentro
del proceso.

De ahí surge que la defensa debe ser eficaz, bien podría definirse el término defensa técnica
eficaz aplicando la teoría matemática de conjuntos, tantas veces enseñada en las escuelas
primarias, si bien puede parecer básico y poco elaborado, entiendo que resulta claro y
gráfico para el lector.

El concepto cuestión se ubica en la intersección entre las dos aristas de la garantía antes
desarrolladas, es decir la defensa material y la técnica. Se trata del punto de encuentro
entre las intenciones y la posibilidad de que el imputado ejerza su defensa más la aplicación
de los conocimientos técnicos y del oficio de abogado que pone a disposición del encartado.

Más allá del concepto plasmado líneas arriba, entendemos que la verdadera efectividad de
la defensa se encuentra dada en la vigencia de un sistema procesal adversarial, que tenga
como premisa la igualdad de armas entre las partes. La defensa efectiva es el necesario paso
previo para una sentencia justa, y ese es el verdadero rol con el que se encuentra
comprometido el abogado defensor.
CONCLUSIÓN
Si bien se ha visto que la legislación nacional establece explícitamente sobre la defensa en el
proceso penal, reconociendo para el efecto dos tipos de defensa dentro de las cuales se
encuentra la defensa material y la defensa técnica.

La importancia de la observancia del derecho a la defensa es un derecho fundamental


conferido al sujeto procesado, por medio del cual se le da mecanismos de defensa eficaces
para la producción de sus pretensiones y la desestimación de la contraria. El derecho a la
defensa tal como se ha dicho es un derecho inviolable e irrenunciable, por lo que, cuando el
procesado no nombra a un defensor de su confianza el Estado le nombrará a uno, puesto
que el Sistema nacional actual es un sistema garantista que confiere al acusado esta
garantía del debido proceso.

El alcance de la defensa incumbe a la asistencia técnica y representación por parte de este


para con el procesado, en aquellos casos en los que sea necesario el conocimiento jurídico.
Puesto que como se ha dicho el procesado puede defenderse por sí solo, o lo que se
denomina en el ámbito jurídico como defensa material dado que es realizado en forma
personal y oral por el propio procesado en los momentos en los que considere conveniente
o cuando se encuentre establecida en la ley, pudiendo igual hacer uso de su derecho al
silencio.

En lo que respecta a la defensa técnica, esta comprende a aquel profesional abogado que
tiene conocimientos jurídicos e idoneidad para representar a un sujeto sometido a un
proceso. La defensa técnica presenta dos variedades, la que corresponde a la ejecutada por
un defensor particular o un defensor público.

Es así como, debe de ser comprendido por un defensor particular aquel que ha sido
designado por el propio procesado o cualquier otra persona con la finalidad de que lo asista
técnicamente y que lo represente en el proceso. Es necesario para el efecto que el mismo
este matriculado como abogado y que haya sido expedido ante la Corte Suprema de Justicia.

Se ha desentrañado sobre la defensa en el proceso en cinco legislaciones comparadas, las


cuales fueron la de Bolivia, Chile, Colombia, Ecuador, Venezuela y Perú. De estas
investigaciones se concluye que estas guardan similitud con lo establecido en la legislación
paraguaya. Dado que reconocen al derecho a la defensa como un derecho fundamental
para el proceso que es inviolable e irrenunciable.

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