Cristo Nuestro Sumo Sacerdote
Cristo Nuestro Sumo Sacerdote
Cristo Nuestro Sumo Sacerdote
Una de las figuras más importantes del Antiguo Testamento era la del sacerdote. Los
sacerdotes tenían una función muy especial en el pueblo de Dios: eran los
intermediarios entre Dios y los hombres.
Una de sus funciones era ofrecer sacrificios para expiar los pecados del pueblo.
Pero no cualquiera podía ser un sacerdote; el requisito era ser directamente
ordenado por Dios, en este caso al ser descendientes de Aarón, el hermano de
Moisés. «Y santificaré el tabernáculo de reunión y el altar; santificaré asimismo a Aarón y a sus
hijos, para que sean mis sacerdotes» (Éxodo 29:44 RVR1960)
14
Por lo tanto, ya que tenemos un gran Sumo Sacerdote que entró en el cielo, Jesús el Hijo de
Dios, aferrémonos a lo que creemos. 15 Nuestro Sumo Sacerdote comprende nuestras
debilidades, porque enfrentó todas y cada una de las pruebas que enfrentamos nosotros, sin
embargo, él nunca pecó. 16 Así que acerquémonos con toda confianza al trono de la gracia de
nuestro Dios. Allí recibiremos su misericordia y encontraremos la gracia que nos ayudará
cuando más la necesitemos.
Ahora bien, el punto principal de lo que venimos diciendo es que tenemos tal sumo
sacerdote, el cual se sentó a la diestra del trono de la Majestad en los cielos. (HEB.
8:1)
A pesar de que hace más de 2000 años que Jesús vino a la Tierra como un ser
humano para pagar, de una vez y por todas, el castigo de nuestros pecados al
morir en la cruz, y para restablecer nuestra relación con Dios, hay personas que
siguen haciendo sacrificios para ganarse el favor de Dios. Cualquier persona
puede hacer cualquier tipo de sacrificio como dedicarse a cuidar enfermos de
SIDA, poner su fortuna en arcas de instituciones caritativas, ir al último rincón del
mundo para dar de comer a los hambrientos o simplemente vaciar su clóset para
vestir a los necesitados, pero nunca ganará el favor de Dios si no está Jesús de
por medio. No hacer esto es simplemente desafiar a Dios. El único sacrificio
aceptado por el Señor para limpiar nuestras culpas es el de Su Hijo Jesucristo. Él
es el único Mediador a quien Dios presta atención. Nadie nunca podrá sustituirlo.
El punto aquí es que las buenas obras son el resultado de haber sido salvos por la
gracia de Dios, ellas de por sí no garantizan nuestra entrada al cielo. La fe en
Jesús, que es nuestro Sumo Sacerdote, es la única garantía que asegura un futuro
eterno y glorioso junto a nuestro Creador.
Usted le llama a Jesucristo “Mi Salvador, “Mi Señor, “Mi Pastor” “Profeta” “Maestro” “Rey del Universo”,
“Hermano mayor” “Amigo”, o “Hijo de Dios”. Pero muy pocas veces, quizás, le diga "mi Sacerdote".
Los sacerdotes del Antiguo Testamento fueron elegidos por Dios, no por auto-
elección. Fueron escogidos para un propósito: servir a Dios con sus vidas por medio
de la ofrenda de sacrificios. El sacerdocio servía como una ilustración del futuro
ministerio de Jesucristo, ilustración que después ya no sería necesaria, una vez que
Su sacrificio en la cruz fue consumado.
Cuando el grueso velo del templo en Jerusalén que cubría la entrada al Lugar
Santísimo se rasgó en dos por Dios, al momento de la muerte de Cristo (Mateo
27:51), Dios estaba indicando que el sacerdocio del Antiguo Testamento ya no era
necesario. Ahora los creyentes podrían venir directamente a Dios a través del gran
Sumo Sacerdote, Jesucristo (Hebreos 4:14-16).
Ahora ya no hay mediadores terrenales entre Dios y el hombre, como existieron en el
sacerdocio del Antiguo Testamento (1 Timoteo 2:5). Cristo, nuestro Sumo Sacerdote
se ofreció en un solo sacrificio por el pecado de todos para siempre (Hebreos 10:12),
y ya no queda más sacrificio por los pecados que puedan ser hechos (Hebreos
10:26).
Pero así como los sacerdotes ofrecían otras clases de sacrificios en el templo, está
claro en 1 Pedro 2:5,9, que Dios ha elegido a los creyentes en su Hijo “…para ofrecer
sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo.”
Quiero compartir con ustedes ahora dos citas que nos revelarán de forma real y
asombrosa en la que Cristo tuvo que luchar con la fuerza del pecado en su propia
vida y cómo la venció para nuestro beneficio:
“En nuestra propia fortaleza, nos es imposible negarnos a los clamores de nuestra
naturaleza caída. Por su medio, Satanás nos presentará
tentaciones. Cristo sabía que el enemigo se acercaría a todo ser humano para
aprovecharse de las debilidades hereditarias y entrampar, mediante sus falsas
insinuaciones, a todos aquellos que no confían en Dios. Y recorriendo el terreno que
el hombre debe recorrer, nuestro Señor ha preparado el camino para que venzamos.
No es su voluntad que seamos puestos en desventaja en el conflicto con Satanás. No
quiere que nos intimiden ni desalienten los asaltos de la serpiente. ‘Tened buen
ánimo -dice; – yo he vencido al mundo’… El padeció todo lo que nos puede tocar
sufrir. Su victoria es nuestra” (El Deseado de Todas las Gentes, p.98, la cursiva es
nuestra).
“A fin de salvar a la humanidad, Cristo descendió al nivel de ella… Vino a esta tierra
para ser tentado en todos los puntos, tal como son tentados los seres humanos… No
fue vencido ni en un solo punto, aunque las tentaciones fueron tan reales para Él
como lo son para nosotros hoy” (Alza Tus Ojos, p. 164).
Ahora quiero poner un ejemplo para que podamos comprendan mejor cómo es
posible que Jesús, que aunque no cayó en el pecado como nosotros hemos caídos,
es capaz de comprendernos y ayudarnos efectivamente. Todos los seres humanos
somos tentados en un punto específico, y terminamos cayendo en otro. Unos resisten
más que otros, pero al fin y al cabo, todos terminamos siendo vencido por el pecado.
Cuando logramos llegar hasta el final de la prueba y vencemos, ¡que alegría! Nos
damos cuenta que el gozo de haber vencido sobrepuja por mucho el dolor y la
culpabilidad que experimentamos cuando fracasamos miserablemente. Pero la lucha
es diaria, a cada hora, a cada minuto, a cada segundo. Y a pesar de lo maravilloso
que es vencer la tentación, nos enfrentamos a la penosa realidad de que a veces
somos vencidos por la fuerza de la tentación. ¿Cómo nos ayuda Cristo aquí? Lo
primero que debemos saber y mantener presente es que Cristo venció cada
tentación, cada prueba que vino sobre Él. Por más terrible que esta fuera siempre la
venció. Él, como nosotros fue tentado en un punto, pero a diferencia de nosotros
nunca cedió a la tentación. “Fue tentado en todo, pero sin pecado”. Pero a pesar de
que nunca cayó postrado ante la tentación, pudo sentir en carne viva la fuerza de la
tentación y en una forma mucho mayor que nosotros. ¿Cómo así? Cuando nosotros
cedemos a la tentación y pecamos, nunca sabremos cuanta fuerza se necesitaba
para vencer hasta el final. Al caer, dejamos de conocer por experiencia propia cuánta
fuerza o resistencia se necesita para alcanzar la victoria. Pero Cristo, que venció
cada tentación y la soportó hasta el final, sí conoce por experiencia personal cuánta
fuerza o resistencia se necesita para hacer frente cada tentación y triunfar sobre ella
Hoy Cristo quiere hacernos participantes de sus triunfos y victorias. Pero debemos
responder la siguiente pregunta: ¿Tú crees que es posible vencer toda tentación
unido al poder divino? “Si puedes creer, al que cree todo es posible” (Mar. 9:23). “Por
tanto, siendo que tenemos un gran Sumo Sacerdote, que entró en el cielo, a Jesús, el
Hijo de Dios, retengamos la fe que profesamos” (Heb. 4:14)
¿Cómo es que Cristo puede ser misericordioso y fiel Sumo Sacerdote? Porque Él es el Hijo del
Hombre con naturaleza humana y el Hijo de Dios con naturaleza divina. Él llena todos los
requisitos para ser tal sacerdote. Aarón era un buen sumo sacerdote, pero solamente tenía
humanidad; no tenía divinidad. Aunque él podía ser misericordioso, dudo que haya sido
verdaderamente fiel. Pero Jesucristo nuestro Sumo Sacerdote, quien es el Hijo de Dios e Hijo
de Hombre, es misericordioso y fiel por ser tanto Dios como hombre.
Un sacerdote en el cual confiar
Acerquémonos a él
Podemos acercarnos con confianza porque él conoce nuestro corazón y aun así nos
ama, pero también porque como sacerdote, él se convirtió en nuestro mediador.
Cuando pasamos por desánimo, cuando vienen pensamientos de derrota en
nuestra mente, la solución no está en aislarnos, sino precisamente en acudir con
confianza delante de Cristo, sabiendo que él es nuestro sumo sacerdote, paciente y
compasivo. Él logró para nosotros una cercanía que los sacerdotes del Antiguo
Testamento fueron incapaces de alcanzar. ¡Gracias a Dios por Jesucristo!
conclusion
Por eso hermanos, puesto que Dios nos ha mostrado tanta misericordia, les
ruego que entreguen todo su ser como sacrificio vivo a Dios. Esa ofrenda que es
su vida debe estar dedicada solamente a Dios para poder agradarle. Esta clase
de adoración es la que realmente tiene sentido. 2 No vivan según el modelo de
este mundo. Mejor dejen que Dios transforme su vida con una nueva manera de
pensar. Así podrán entender y aceptar lo que Dios quiere para ustedes y también
lo que es bueno, perfecto y agradable a él.
2. Ofrenda de incienso, que son las oraciones de los santos. Los santos,
los hijos de Dios que también son sacerdotes. Las oraciones van nutridas
por el pan de vida a la derecha (panes de la proposición) y luz de vida de
la izquierda (Candelero). La palabra de Dios y la iluminación del Espíritu
que es dada por Cristo, hacen posible que podamos acercarnos a Dios.
Esa oración con certidumbre de fe penetra al cielo desde la tierra, que es
el lugar Santísimo (Jesús fue precursor de esta entrada por nosotros-
Hebreos 6:20), donde está Dios y Cristo.
Juan 6:35
Jesús les dijo: Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y
el que en mí cree, no tendrá sed jamás.
Juan 8:12
Otra vez Jesús les habló, diciendo: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no
andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida.
Y cuando hubo tomado el libro, los cuatro seres vivientes y los veinticuatro
ancianos se postraron delante del Cordero; todos tenían arpas, y copas de oro
llenas de incienso, que son las oraciones de los santos.
Y andad en amor, como también Cristo nos amó, y se entregó a sí mismo por
nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante.
Así que, ofrezcamos siempre a Dios, por medio de él, sacrificio de alabanza, es
decir, fruto de labios que confiesan su nombre.
Finalizo esta enseñanza diciéndote que Cristo es nuestro Rey de reyes y Señor de
Señores (Apocalipsis 1:5), nosotros somos siervos que sirven en el reino de Dios.
Cristo es el Gran Sacerdote, sobre la casa de Dios (Cuerpo-Iglesia), nosotros
somos sus sacerdotes, con un sacerdocio santo, que tiene acceso a la presencia
de Dios y ministra en el templo para testimonio a las naciones. Que maravilloso
regalo nos ha dado Dios por su gracia, acceso a su presencia, y eso lo confirma
cuando Dios le dijo a Abraham “en ti serán benditas todas las familias de la
tierra” (Gálatas 3:8). El auge de diversas doctrinas que buscan la seguridad,
reconocimiento y éxito igual al mundo, es precisamente porque muchos que
profesan ser cristianos nunca han entrado al lugar Santo y menos al Santísimo,
se han quedado en el atrio (patio); para pasar al lugar Santo y Santísimo
agarrados de la mano de nuestro sumo sacerdote Jesucristo, Él nos introduce al
trono de la gracia (Hebreos 4:14-16), tiene que haber fe y arrepentimiento
verdadero, pues si solo nos pasamos quejándonos día tras día por la vida que
llevamos, se puede pasar todo el tiempo de la vida terrenal en el atrio, con un
conocimiento intelectual y frío del evangelio de Jesucristo, hay que
primero experimentar un verdadero nacimiento, así como le dijo Jesús a
Nicodemo: De cierto, de cierto te digo, que el que no nace del agua y del Espíritu
no puede entrar en el reino de Dios; que es lo mismo que entrar al lugar Santo-
Santisimo. Y una vez que estamos purificados, entramos a ese maravilloso lugar
donde nuestra alma penetra al cielo desde la tierra, ofreciendo
incienso(oraciones), disfrutando de la comunión y presencia de Dios, hasta el
retorno de nuestro gran Rey.
Tener en cuenta las siguientes citas para que por medio de su Espíritu queden
grabadas en nuestra mente y corazón:
Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la
sangre de Jesucristo, por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del
velo, esto es, de su carne, y teniendo un gran sacerdote sobre la casa de
Dios, acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe,
purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua
pura.
Hebreos 6: 17-20 RVR1960
1 Pedro 2:4-5
Acercándoos a él, piedra viva, desechada ciertamente por los hombres, mas para
Dios escogida y preciosa, vosotros también, como piedras vivas, sed edificados
como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios
espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo.
Elaborado por:
Sumo Sacerdote es solo uno de los muchos títulos aplicados a Jesús, tales como; Mesías, Salvador,
Hijo de Dios, Hijo del Hombre, Amigo de pecadores, etc. Cada uno se enfoca en un aspecto particular
de lo que El es y lo que eso significa para nosotros. En el libro de Hebreos, Jesús es llamado un Sumo
Sacerdote (Hebreos 2:17; 4:14). La palabra “sacerdote” conlleva un par de significados primarios.
Primero, significa uno que es mediador en los servicios religiosos. Segundo, significa uno que es santo
o apartado para llevar a cabo esos servicios.
Después de demostrar la superioridad de Cristo sobre los profetas, los ángeles y Moisés,
el autor de Hebreos volvió su atención a la superioridad de Cristo sobre Aarón como
Sumo Sacerdote. Escribió en 4.14–16 que tenemos un representante ante el trono de
Dios que es mayor de lo que podemos imaginar y hace por nosotros cosas que escapan
a nuestros sueños. Estos tres versículos afirman cuatro verdades sobre este gran Sumo
Sacerdote. 1) Ha traspasado los cielos, lo cual supone que Su labor terrenal ha sido
llevada a cabo. 2) Puede compadecerse totalmente de nosotros. 3) Aprendió la
obediencia mediante la tentación. 4) Es la fuente de nuestra eterna salvación. La idea
principal es que ahora tenemos un acceso abierto a Dios mediante la labor sacerdotal de
Cristo.
Los hebreos que leyeron que nuestro Sumo Sacerdote es «Jesús el Hijo de Dios»,
debieron haber considerado como extraño ese hecho. Ciertamente no estaban tan
sorprendidos como estuvieron los fariseos cuando Jesús, al citar Salmos 110.1, los
desafió en Mateo 22.43, diciendo:
¿Pues cómo David en el Espíritu le llama Señor, diciendo: Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi
derecha, hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies? Pues si David le llama Señor, ¿cómo
es su hijo? Y nadie le podía responder palabra; ni osó alguno desde aquel día preguntarle más.
Se nos pide «retenerlo y continuarlo».12 Tenemos que estar dispuestos a ir «fuera del
campamento» (13.13), esperando sufrir como lo hizo nuestro Señor, por ataques
verbales y aun físicos. No podemos por ser discípulos apáticos mucho tiempo en medio
de este mundo impío. Pablo explicó que si retenemos la «palabra de vida»,
resplandeceremos como «luminares en el mundo» (Filipenses 2.15, 16). Nuestra meta
debe ser que seamos faros para los demás.
El sumo sacerdote bajo el viejo pacto entraba al lugar santísimo anualmente, sin
embargo, Jesús ha «traspasado los cielos» por nosotros (vers.º 14). Josefo dijo que el
lugar santísimo era como el cielo.2 No nos sorprendemos de que el autor de Hebreos
presentara a Jesús traspasando el lugar santísimo hacia «los cielos». El «traspasar» los
cielos implica un poder que excede grandemente al de un sacerdote terrenal de cualquier
categoría.
Jesús es humano como divino; es tanto el Sumo Sacerdote que representa al hombre
ante Dios como es el Hijo de Dios que representa a Dios ante el hombre. Los lectores de
Hebreos, profundamente tentados por el esplendor del templo y de su sumo sacerdote,
necesitaban entender que ahora tenían a un Salvador que había sido tentado como ellos
lo fueron. Alguien podría preguntar así: «Pero Jesús jamás pecó, así que, ¿cómo pudo
ser probado como lo somos nosotros?». Él puede compadecerse de nosotros porque el
entender el pecado no significa participar en el acto, sino más bien, resistir la presión de
su encanto. Al rehusar caer, Jesús demostró que nosotros podemos vencer. El que cede
a la tentación antes de llegar a la fuerza máxima de su prueba, solo puede conocer el
pecado hasta ese punto y no más allá, pues ha caído en la culpa antes de alcanzar la
prueba máxima.
Él sufrió en Sus debilidades como tenemos que sufrir en las nuestras; sin embargo, no
permitió que las dificultades obstaculizaran Su servicio a Dios (vers.º 15). Enfrentó el
dolor físico, la fatiga y la desilusión en los demás. Estuvo dispuesto a hacer siempre la
voluntad del Padre. Fue como Daniel, que «propuso en su corazón no contaminarse con
la porción de la comida del rey, ni con el vino que él bebía; pidió, por tanto, al jefe de los
eunucos que no se le obligase a contaminarse» (Daniel 1.8). ¡Jamás podemos negar que
Jesús fuera tentado! James Burton Coffman opinó que Su más grande tentación «fue
probablemente el impulso a cancelar todo, abortar su misión redentora, pedir las
legiones de ángeles» y vencer a Sus enemigos sin morir en la cruz
Debido a que Jesús sufrió sin ceder a la tentación del pecado (vers.º 15; 1ª Pedro 2.20–
22), a menudo surge una pregunta que dice: «¿Realmente era Jesús capaz de pecar?».
¡Si no era así, no había tentación! La idea de que no pudiera pecar hace burla de las
narraciones de las tentaciones de Jesús de parte de Satanás (Mateo 4.1–11; Marcos
1.12, 13; Lucas 4.1–13). Si estas narraciones presentan una tentación en la cual no
podía caer Jesús, todo el relato sería un drama sin sentido.
Él fue tentado, sin embargo, no hay pecado en ser tentado. Santiago dijo que «cada uno
es tentado» por deseos que hay en uno mismo (Santiago 1.14). Puede que el diablo
tenga éxito en incitar nuestros deseos, sin embargo, eso fue lo que Jesús venció. Se ha
hecho la sugerencia de que Jesús, siendo Dios, no podía pecar;7 sin embargo, erramos
si pensamos que haya vencido el pecado solamente debido a Su naturaleza divina. La
enseñanza bíblica dice que no tuvo pecado, a pesar de que fue tentado.
Las personas que batallan en sus vidas podrían decir: «Jesús nunca experimentó las
tentaciones que estoy enfrentando». El estar «sin pecado» no quiere decir que nunca
fuera tentado. A los que creen que todas las personas nacen con una «naturaleza
pecadora», preguntamos: «¿Recibió Cristo un cuerpo diferente al de nosotros? Si no fue
así, entonces, ¿se desarrollaron sus tentaciones en su propia “naturaleza pecadora”?». Si
fue capaz de ser tentado, entonces tuvo que haber sido capaz de pecar; de otra manera,
no hubo tentación.
Filón era de la postura que el sumo sacerdote de los judíos se convertía en más que un
hombre cuando entraba al lugar santísimo, y que su existencia en medio de Dios y el
hombre mantenía a este ministro de Dios libre de pecado y corrupción. Ciertamente, los
sacerdotes de Jerusalén eran bastante instruidos como para creer lo anterior, sin
embargo, puede que otros judíos del siglo primero hayan inventado ideas similares. La
respuesta de Hebreos es que Jesús estaba plenamente capacitado para reunir incluso los
estándares que Filón pensó que se requerían.
Al tener un Sumo Sacerdote tan comprensible, podemos ir al Padre por medio de Él con
regularidad, diligencia y valor (vers.º 16). El término «Acerquémonos» tiene que incluir
una oportunidad a orar por el perdón de nuestros pecados. Necesitamos orar pidiendo
misericordia. Este versículo nos alienta a ofrecer una oración como tal. La frase
«acerquémonos» es común y es una idea clave en la carta. Se usa en 7.19, 25; 10.1,
22; y 11.6. La idea está insinuada en 6.18.
Solamente el sumo sacerdote podía entrar al lugar santísimo del templo. Los sacerdotes
que estuvieran puros podían entrar al lugar santo. La admisión al atrio externo era para
los judíos varones devotos y que se habían purificado. Afuera del atrio judío estaba el
atrio para los gentiles y más allá de este estaba el atrio para las mujeres. Jesús eliminó
todas esas barreras. Se nos permite «acercarnos» a nuestro Padre, incluso hasta el
mismo altar (vea 10.22). Entramos en la presencia de Dios, acercándonos a Dios mismo
en la oración. Tenemos acceso a Él en todo momento. Wiersbe propuso lo siguiente:
Cuando un israelita era tentado, no podía correr con facilidad al sumo sacerdote por
ayuda; y ciertamente no podía entrar al lugar santísimo pidiendo la ayuda de Dios. Sin
embargo, como creyentes en Jesucristo, podemos correr a nuestro Sumo Sacerdote en
cualquier circunstancia y encontrar la ayuda que necesitamos.
Incluso el judío no se atrevía a orar diciendo: «Padre nuestro que estás en el cielo»
(Mateo 6.9). Esa relación con el Dios divino no fue desarrollada en el Antiguo
Testamento. Hoy, como cristianos que somos, podemos acercarnos a Él
«confiadamente», sabiendo que el Hijo entiende y provee acceso al trono mismo de la
gracia, donde está sentado a la diestra de Su Padre y presta Su oído atento. Por
supuesto, si fuéramos a Dios con nuestros propios méritos, no seríamos escuchados.
El «trono de la gracia» era otra forma judía para decir «el trono de Dios». Era típico de
los judíos evitar decir el nombre de Dios para no darle un mal uso. La palabra «trono»
de este pasaje constituye un eufemismo que representa a Dios mismo. A Este se le
llama el «Dios de la gracia» (1ª Pedro 5.10), el cual es un título apropiado para Él, en
vista de que la misericordia constituye la esencia de Su naturaleza. En Su presencia
encontramos ayuda en tiempos de necesidad. Siempre estamos en necesidad, sea que
nos demos cuenta o no de ello. El saber de la naturaleza misericordiosa de Dios nos
permite acercarnos con valor a Él en oración, hablándole libremente a nuestro Padre
celestial. ¡Qué gran alivio nos trae este tremendo pensamiento! El trono de Dios es el
lugar donde se busca y se encuentra el favor. Cuando nos acercamos al trono, como lo
hizo nuestro Salvador en muchas ocasiones, somos partícipes de una parte de Su gloria.
Entre Hebreos 4.14–16 y 10.19–23 pueden verse algunas similitudes. Ambos pasajes se
refieren al tema de retener nuestra profesión y a acercarnos confiadamente a Dios. La
presente carta constituye un tratado bien organizado; el autor abordó ideas y luego
regresó a ellas más tarde, dando más fuerza a sus argumentos. En primer lugar, 4.14–
16 introduce los beneficios de nuestro Sumo Sacerdote y luego 10.19–23 los reafirma.
Los capítulos 5 al 9 se mantienen regresando a esta idea, resaltándola para los lectores.
Los judíos cristianos estaban bien familiarizados con el sacerdocio y fueron
principalmente influidos por tal razonamiento. Por ejemplo, la palabra «compadecerse»
(sumpaqe÷w, sumpatheo¯) se encuentra solamente en Hebreos.12 Además del uso de
la palabra en este pasaje, aparece en 10.34, junto a las amonestaciones a los cristianos
para que mostraran compasión por los presos. Los cristianos han de ser compasivos, así
como lo fue Cristo. La palabra «compasión» expresa no solamente la compasión de parte
de alguien que ve el sufrimiento desde afuera, sino el sentimiento de alguien que entra
al sufrimiento y lo hace suyo.13 Nuestro Sumo Sacerdote es capaz de compadecerse del
débil y el humilde.14 La verdadera compasión es un rasgo difícil de llegar a dominar
para los humanos; sin embargo, el cristiano, pese a las imperfecciones, lucha por ser
como su Señor.
CONCLUSIÓN
Cristo, nuestro Sumo Sacerdote, intercede por nosotros. Como sacerdote y como rey, es
mucho más superior al primer sumo sacerdote, Aarón, y todos los sacerdotes del viejo
pacto. Pese a que vivió una vida sin pecado, conoce de nuestro sufrimiento y de
nuestras tentaciones. Entiende nuestras debilidades y tiene misericordia de nosotros
El primer lugar donde encontramos la palabra usada en la Biblia es en Génesis 14. Abraham, el amigo
de Dios, entró en batalla para rescatar a su sobrino Lot, quien había sido capturado por el ejército de
Elam. A su regreso, Abraham fue recibido por Melquisedec rey de Salem y sacerdote del Dios Altísimo.
Este hombre, cuyo nombre significa “rey de justicia,” bendijo a Abraham y al Dios Altísimo quien le dio
la victoria a Abraham. En respuesta a esta bendición, Abraham le dio el diezmo (10 por ciento) de
todos el botín de guerra a Melquisedec. Por este acto, Abraham reconoció la alta posición de
Melquisedec como el sacerdote de Dios.
Años más tarde, Levi, el nieto de Abraham, fue elegido por Dios para ser el padre de la tribu
sacerdotal. Cuando la Ley fue dada en el Monte Sinaí, los levitas fueron identificados como los
sirvientes del Tabernáculo, con la familia de Aarón como los sacerdotes. Los sacerdotes eran
responsables por hacer intercesión ante Dios por el pueblo, mediante la ofrenda de los muchos
sacrificios que requería la ley. Entre los sacerdotes, uno era elegido como el Sumo Sacerdote, quien
entraba en el Lugar Santísimo una vez al año en el Día de la Expiación, para colocar la sangre del
sacrificio sobre el Arca del Pacto (Hebreos 9:7). Por estos sacrificios diarios y anuales, los pecados del
pueblo eran temporalmente cubiertos hasta que viniera el Mesías para quitar sus pecados.
Cuando Jesús es llamado nuestro Sumo Sacerdote, es con referencia a estos dos sacerdocios previos.
Como Melquisedec, Él es ordenado como un sacerdote aparte de la Ley dada en el Monte Sinaí
(Hebreos 5:6). Como los sacerdotes levíticos, Jesús ofreció un sacrificio para satisfacer la Ley de Dios,
cuando Él se ofreció a Sí mismo por nuestros pecados (Hebreos 7:26-27). A diferencia de los
sacerdotes levíticos, quienes tenían que ofrecer continuos sacrificios, Jesús solo tuvo que ofrecer Su
sacrificio una sola vez, ganando la redención eterna para todos los que vinieran a Dios a través de Él
(Hebreos 9:12).
Otro punto importante acerca del sacerdocio de Jesús: –cada sacerdote es designado de entre los
hombres. Jesús, aunque es Dios desde la eternidad, se hizo hombre a fin de sufrir la muerte y servir
como nuestro Sumo Sacerdote (Hebreos 2:9). Como hombre, Él estuvo sujeto a todas las debilidades y
tentaciones que tenemos nosotros, para que pudiera identificarse personalmente con nosotros en
nuestras luchas (Hebreos 4:15). Jesús es mas grande que cualquier otro sacerdote, por lo que es
llamado nuestro “Gran Sumo Sacerdote” en Hebreos 4:14, y eso nos da la confianza para
acercarnos “al trono de gracia para que recibamos misericordia, y hallemos gracia para la ayuda
oportuna.” (Hebreos 4:16).
Hebreos 3:1-6
“Por tanto, hermanos santos, participantes del llamamiento celestial, considerad al
apóstol y sumo sacerdote de nuestra profesión, Cristo Jesús; el cual es fiel al que le
constituyó, como también lo fue Moisés en toda la casa de Dios. Porque de tanto mayor
gloria que Moisés es estimado digno éste, cuanto tiene mayor honra que la casa el que la
hizo. Porque toda casa es hecha por alguno; pero el que hizo todas las cosas es Dios. Y
Moisés a la verdad fue fiel en toda la casa de Dios, como siervo, para testimonio de lo que
se iba a decir; pero Cristo como hijo sobre su casa, la cual casa somos nosotros, si
retenemos firme hasta el fin la confianza y el gloriarnos en la esperanza”.
El concepto del sacerdocio era extremadamente alto en el Antiguo Testamento. El sacerdote era
el intermediario entre Dios y el pueblo. En latín la palabra que define a un "sacerdote" es
“pontifex” que significa "constructor de puentes". El sacerdote es la persona que tiende un
puente entre el hombre y Dios. Para esto debe conocer tanto al hombre como a Dios, debe ser
capaz de hablar a Dios en nombre de los hombres y a los hombres en nombre de Dios. En el
Antiguo Testamento solamente el sumo sacerdote podía ofrecer los sacrificios por el perdón de
los pecados del pueblo; pero tenía que ofrecer sacrificio por sus pecados también. Dice Hebreos
5:1-3: “Porque todo sumo sacerdote tomado de entre los hombres es constituido a favor de los
hombres en lo que a Dios se refiere, para que presente ofrendas y sacrificios por los pecados;
para que se muestre paciente con los ignorantes y extraviados, puesto que él también está
rodeado de debilidad; y por causa de ella debe ofrecer por los pecados, tanto por sí mismo como
también por el pueblo”.
Jesús nunca pecó (1 Pedro 2:22). Por eso cerró para siempre el abismo que existía entre Dios y
los hombres desde la caída en el huerto del Edén, y se estableció como nuestro Sumo
Sacerdote, quien no sólo perdonó nuestros pecados sino también nos dio poder para tener
nuestra propia relación con Dios. Así dice el pasaje de hoy: “Por tanto, hermanos santos,
participantes del llamamiento celestial, considerad al apóstol y sumo sacerdote de nuestra
profesión, Cristo Jesús...” Jesús es el sumo sacerdote perfecto porque es perfectamente hombre
y Dios; porque puede representar a los hombres ante Dios y a Dios ante los hombres. En él,
Dios se acerca al hombre y el hombre se acerca a Dios. A través de su muerte en la cruz,
Jesucristo pagó por nuestros pecados reconciliándonos con Dios, y nos dio acceso al trono
celestial. Él es nuestro Salvador y nuestro constante intercesor delante de Dios Padre.
En su carta a los Romanos el apóstol Pablo escribió: “Cristo es el que murió; más aun, el que
también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros”
(Romanos 8:34). Y en su primera carta a Timoteo, Pablo dice: “Porque hay un solo Dios, y un
solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre, el cual se dio a sí mismo en rescate
por todos” (1 Timoteo 2:5-6). Por medio de su sacrificio magnánimo y su posterior resurrección,
Jesús completó el perfecto plan de Dios para nuestra salvación. Él es el camino para entrar al
Trono de Dios y vivir en la libertad del perdón por toda la eternidad. Y mientras estemos en este
mundo él es el intermediario perfecto para llevar todas nuestras necesidades al único que puede
suplirlas plenamente. Dice Hebreos 4:15-16: “Porque no tenemos un sumo sacerdote que no
pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra
semejanza, pero sin pecado. Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para
alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro”.
Acércate con toda confianza a tu sumo sacerdote, adórale como él merece y trae ante él tus
cargas y necesidades. Y encontrarás paz y descanso para tu alma.
ORACIÓN:
Gracias Dios mío, por tu Hijo Jesucristo quien es mi Salvador y mi Sumo Sacerdote. Gracias
porque en su santo nombre puedo acercarme a ti, y porque él intercede por mí ante tu trono de
gracia. Ayúdame a corresponder a tu amor y al precioso privilegio de comunicarme contigo. En el
nombre de Jesús, Amén.
NTRODUCCIÓN
La mayoría de nosotros apenas y podemos imaginar cómo sería que nos invitaran a conocer a
alguien muy famoso y poderoso. Pero todos sabemos muy bien cómo reaccionaríamos. Nos
diríamos a nosotros mismos: "¿Alguien me presentará?, ¿Qué me pongo?, ¿Qué debo hacer?,
¿Qué debo decir?, ¿Quién me puede enseñar cómo actuar cuando esté ahí?"
Imaginémos que nos invitaran a la sala del trono glorioso de Dios. Aquél que creó todas las
cosas. ¿Cómo reaccionaríamos?, nos diríamos "¿Alguien me presentará a Dios?, ¿Qué debo
hacer?, ¿Qué debo decir?, ¿Quién me puede enseñar cómo actuar en la presencia de Dios?"
Afortunadamente, hay alguien que nos puede preparar para reunirnos con Dios, que nos puede
presentar, y puede hacer que Dios nos vea de manera favorable para no tener que temer su
juicio. Y, por supuesto, esta persona es Jesucristo, y Él es nuestro gran Sumo Sacerdote.
Como hemos visto en lecciones anteriores, en el Antiguo Testamento Dios instituyó tres oficios a
través de los cuáles administró su reino: Los oficios de profeta, sacerdote y rey. Y en la etapa
final del reino de Dios, comúnmente llamada la era del Nuevo Testamento, los tres oficios
encuentran su máximo cumplimiento en Jesús. Por esta razón, estudiar la importancia y función
de estos oficios a lo largo de la historia puede ayudarnos a comprender la administración actual
de Jesús del reino de Dios, así como las bendiciones y las obligaciones de sus fieles seguidores.
En esta lección nos enfocaremos en el oficio de Jesús como sacerdote.
Definiremos al sacerdote como:
Una persona que media entre Dios y su pueblo, para que Dios lo reciba en su santa presencia
especial, para concederle su bendición.
Todos sabemos que Dios está presente en todas partes todo el tiempo, de manera invisible.
Pero en ciertos momentos y lugares, también se manifiesta de formas especiales y visibles. Por
ejemplo, lo hace en el radiante esplendor de la sala de su trono celestial. Y a veces lo hace en la
tierra también. Y cuando las criaturas nos acercamos a este tipo de manifestación de Dios,
debemos estar bien preparados, representados y guiados, para poder recibir la aprobación y la
bendición de Dios. En la Biblia, este tipo de preparación, representación y orientación era el
trabajo de los sacerdotes
Al igual que en la lección sobre el oficio profético de Jesús, esta lección sobre su oficio de
sacerdote abarcará tres temas principales. En primer lugar, examinaremos el trasfondo del
Antiguo Testamento para la función sacerdotal. En segundo lugar, estudiaremos el
cumplimiento de este oficio en la persona y la obra de Jesús. Y en tercer lugar, consideraremos
la aplicación moderna de la obra sacerdotal de Jesús. Veamos primero el trasfondo del Antiguo
Testamento del oficio sacerdotal de Jesús.
Y después de Adán, toda la humanidad fue llamada originalmente para ser sacerdotes de Dios
en un sentido general. Encontramos a hombres como Melquisedec en la época de Abraham, que
es mencionado en Génesis 14. Él era tanto el rey como el sacerdote de Salem. Job 1 indica que el
mismo Job actuaba como sacerdote para su familia. Y de acuerdo a Éxodo 3, Jetro, era sacerdote
de Dios en Madián. Finalmente, Dios estableció un sacerdocio oficial y exclusivo en el que Aarón
y sus descendientes sustituyeron todas las demás formas de sacerdocio. Pero todas estas clases
diferentes de hombres eran verdaderos sacerdotes del Señor. Y cada uno es parte del trasfondo
del sacerdocio de Jesús en el Antiguo Testamento.
Requisitos
Los antiguos sacerdotes tenían que cumplir una serie de requisitos, pero sólo mencionaremos
dos, que las Escritura enfatizan. En primer lugar, veremos que los sacerdotes fueron nombrados
por Dios. Y en segundo lugar, resaltaremos su obligación de ser leales a Dios. Comencemos con
el hecho de que los sacerdotes fueron nombrados por Dios, para que le sirvieran en su oficio.
Nombrado por Dios
En el Antiguo Testamento, sólo Dios nombraba a sus sacerdotes. Los sacerdotes nunca podian
autonombrarse. No se votaba por ellos para que desempeñaran el oficio de sacerdotes. No eran
nombrados por los reyes u otros gobernantes. E incluso los sacerdotes mismos no podían
seleccionar personas extras para que sirvieran a sus lados. Escuchemos Éxodo 28:1, donde Dios
le dio la siguiente orden a Moisés:
Harás llegar delante de ti a Aarón tu hermano, y a sus hijos consigo &elli; para que sean mis
sacerdotes. (Éxodo 28:1)
Todo sumo sacerdote tomado de entre los hombres es constituido a favor de los hombres en lo
que a Dios se refiere &elli; Y nadie toma para sí esta honra, sino el que es llamado por Dios,
como lo fue Aarón. (Hebreos 5:1-4)
Este mismo principio era aplicado a todos los sacerdotes del Antiguo Testamento, no
únicamente a los sumos sacerdotes.
Además de ser nombrados por Dios, los sacerdotes también tenían que ser leales a Dios para
poder calificar para este oficio.
Leales a Dios
Debido a que los sacerdotes a menudo servían cerca de la presencia especial de Dios en el
tabernáculo y en el templo, tenían que demostrar su lealtad especial a Dios adorándolo y
sirviéndole sólo a Él, así como desempeñando cuidadosamente sus funciones. También hacían
esto con el fin de garantizar que el pueblo de Dios le fuera leal a Dios, de modo que fueran
recibidos en su santa presencia.
Hemos aprendido de los sacerdotes del Antiguo Testamento, que había reglas muy particulares
que ellos tenían que seguir. Incluso había una manera muy particular, en la que debían ofrecer
el fuego del sacrificio. Había una cierta manera en la que tenían que revisar a los animales
llevados al sacrificio para asegurarse de que eran perfectos, que de hecho estaban sin mancha.
Dios requería de ello. El sacerdote tenía prendas especiales que debía usar, ciertas formas de
lavarse que necesitaba realizar, y el libro de Hebreos enfatiza que todos estos detalles,
incluyendo el tabernáculo, y todas las cosas en el tabernáculo, fueron dadas porque representan
lo que él llamó: el tabernáculo celestial, donde se encuentra la misma presencia de Dios. Los
sacerdotes, por lo tanto, estaban representando al Señor Jesucristo. Representan el tipo de
santidad y el tipo de satisfacción que se le debe dar a Dios si queremos ser perdonados&elli; Y
así, todos los arreglos en las leyes sacerdotales son dadas para mostrarnos la perfección de
quién es Cristo, y que en realidad llevaría los pecados de su pueblo. Las prendas que llevaban,
los nombres de las tribus escritas en ellas, y la perfección de los sacrificios, todas estas cosas
eran para enseñarnos cómo Dios toma esto en serio, cuán santo es Él y que finalmente sólo
habrá una forma en la que llegará la salvación. Si no existiera un compromiso de esta manera,
estaríamos perdidos y no habría satisfacción. Así que las reglas sacerdotales son muy
importantes para establecer dentro de nuestra mente, la seriedad de la santidad y la justicia de
Dios y la singularidad del sacrificio de Cristo. [Dr. Thomas Nettles]
Uno de los ejemplos más dramáticos de la necesidad de que los sacerdotes fueran santos,
aparece en Levítico 10:1 y 2. Allí, Dios mató a los sacerdotes Nadab y Abiú por su ofrenda impía.
Y en 1 Samuel 4, los sacerdotes Ofni y Finees murieron a causa de su desprecio hacia el Señor.
Además de estos ejemplos, las Escrituras tales como el Salmo 132:9 y Lamentaciones 4:11 al 13
deja claro que los sacerdotes mismos tenían que ser fieles a Dios si querían tener alguna
esperanza de preparar y llevar el pueblo a su presencia especial con el fin de recibir sus
bendiciones. De lo contrario, acercarse a Dios daría lugar a un severo juicio.
Después de haber visto los requisitos de los sacerdotes en el Antiguo Testamento, veamos su
función.
Función
Consideraremos tres aspectos de la función de los sacerdotes. En primer lugar, veremos el
liderazgo que proporcionaron. En segundo lugar, estudiaremos las ceremonias que realizaron. Y
en tercer lugar, consideraremos su intercesión en nombre de los demás. Comencemos con el
liderazgo que los sacerdotes proporcionaron.
Liderazgo
Los sacerdotes del Antiguo Testamento proporcionaron liderazgo para el pueblo de Dios de
varias maneras. Sin embargo, para nuestros propósitos, resumiremos esto en tres partes. En
primer lugar, la adoración fue una de las áreas más importantes en las que los sacerdotes
proporcionaron liderazgo.
La adoración fue una parte importante a la hora de preparar y dirigir al pueblo de Dios hacia su
santa presencia especial. En Israel, los sacerdotes y levitas presidían todos los actos nacionales
de adoración, así como las fiestas anuales de Israel. También llevaban a cabo la adoración diaria
en el tabernáculo y en el templo, además de servicios especiales en el día de reposo semanal. Y
guiaban a los participantes en la alabanza y el canto. Encontramos este tipo de información en
pasajes como 1 Crónicas 15; 2 Crónicas 7, 8, 29 y 30; y Nehemías 12.
En segundo lugar, los sacerdotes proporcionaron una orientación especial en forma de juicios
civiles y rituales. Y lo hicieron principalmente mediante la aplicación de la ley de Dios a las
circunstancias que se enfrentaban.
Este hecho se menciona en muchos pasajes, como Éxodo 28:29 y 30, Números 21:27,
Deuteronomio 21:5 y Ezequiel 44:24.
Por ejemplo, escuchemos la manera en que Moisés describió los juicios civiles que los
sacerdotes podían llevar a cabo en Deuteronomio 17:8 y 9:
Cuando alguna cosa te fuere difícil en el juicio, entre una clase de homicidio y otra, entre una
clase de derecho legal y otra, y entre una clase de herida y otra, en negocios de litigio &elli;
vendrás a los sacerdotes levitas, y al juez que hubiere en aquellos días, y preguntarás; y ellos te
enseñarán la sentencia del juicio. (Deuteronomio 17:8-9)
Como este pasaje indica, los asuntos legales se resolvían normalmente en los tribunales locales.
Pero, en casos particularmente difíciles, la gente podía ir a los sacerdotes o jueces especiales,
quienes llevarían a cabo los juicios.
De hecho, en Éxodo 18 Jetro, sacerdote de Madián, le dijo al mismo Moisés cómo organizar los
tribunales y los jueces de Israel. El sacerdocio de Jetro lo había hecho una autoridad en tales
asuntos.
Las decisiones y la orientación sacerdotal también incluía investigar, interpretar y juzgar los
asuntos relacionados con la salud y la santidad. Los sacerdotes inspeccionaban la presencia de
moho en las casas, diagnosticaban enfermedades, y declaraban a las personas u objetos limpios
o inmundos de acuerdo con las leyes de Dios. Este tipo de funciones sacerdotales se enumeran
en pasajes como Levítico 11 al 15.
Estos eran asuntos sacerdotales, porque los problemas personales y de salud pública entraron
en el mundo como parte de la maldición de Dios contra el pecado de Adán, en la que Adán fue
excluido de la presencia especial de Dios en el Jardín del Edén.
La maldición universal de la muerte fue instituida en Génesis 3:19. Y este juicio general
incorporaba otros juicios relacionados con la salud, como podemos ver en pasajes como Levítico
26:16 y Deuteronomio 28:21 al 28. Por esta razón, los problemas de salud jugaban un papel
importante en la preparación de los israelitas para pedir las bendiciones de Dios.
Una tercera forma en la que los sacerdotes demostraron su liderazgo fue por medio de la
enseñanza de la palabra de Dios a la gente, como leemos en 2 Crónicas 35:3, Nehemías 8 y
Malaquías 2. Como un ejemplo, escuchemos las palabras del Señor en Malaquías 2:7:
Porque los labios del sacerdote han de guardar la sabiduría, y de su boca el pueblo buscará la
ley; porque mensajero es de Jehová de los ejércitos. (Malaquías 2:7)
La falsa enseñanza fue el resultado del pecado en el mundo, y las transgresiones de la palabra
de Dios hacían que la gente no fuera apta para entrar en su presencia especial. Así, a los
sacerdotes se les dio la tarea de enseñar la palabra de Dios con el fin de preparar y llevar a su
pueblo a su santa presencia especial de una manera que resultara en su bendición.
Habiendo estudiado el liderazgo que los sacerdotes proveían, veamos ahora las ceremonias que
llevaban a cabo para su pueblo.
Ceremonias
En la vida de los creyentes del Antiguo Testamento. Los distintos festivales así como la
observancia del día de reposo, el ofrecimiento de sacrificios, jugaban un papel muy importante
en las vidas de los creyentes. En primer lugar, debían recordarle a Israel que vivir como el pueblo
de Dios era un regalo para ellos. Por ejemplo, la Pascua estaba destinada a recordarles que una
vez fueron esclavos en Egipto, y que Dios, y sólo Dios, los puso en libertad. Pero no sólo para
recordarles que fueron puestos en libertad, sino que fueron liberados de Egipto para ser
llevados al Sinaí, donde Dios establecería su pacto con ellos. Así que las festividades de Israel,
estaban destinadas a ser un recordatorio de que Dios y sólo Dios los ha llamado a ser su pueblo,
para recordar las grandes obras de Dios para salvarlos. Los días de reposo estaban destinados a
recordarles dos cosas: que el mundo es de Jehová y que ellos no se crearon a sí mismos, y no se
liberaron de la esclavitud ellos mismos. En Éxodo, Moisés dijo: "Guarda el día de reposo, porque
en el día de reposo Dios descansa." En el libro de Deuteronomio, Moisés dijo que se guardara el
día de reposo no sólo porque Dios descansó en ese día, sino para recordar que fueron esclavos
en Egipto. Por lo tanto, todas estas festividades estaban destinadas a recordarles lo que Dios
hizo para redimirlos y recordarles que ellos eran el único pueblo de Dios, debido a su bondad
misericordiosa hacia ellos, y que gracias a esas prácticas, sus vidas y su comprensión de sí
mismos tomaban forma, para que comenzaran y continuaran respondiendo fielmente a Dios en
una vida de obediencia, confianza, amor y servicio. [Dr. Steve Blakemore]
En la época de Moisés, y más tarde en la época de David, los sacerdotes llevaban a cabo una
gran variedad de ceremonias que estaban diseñadas para preparar al pueblo de Dios para
entrar en su presencia especial. Estas ceremonias involucraban momentos, eventos y objetos
santos, tal como vemos en pasajes como Levítico capítulos 1 al 7, y 23; Números capítulos 18 y
19; 1 Crónicas 23; y 2 Crónicas 8.
A menudo, estas ceremonias se centraban en los lugares santos, donde la presencia especial de
Dios aparecería y su pueblo le adoraría. Por ejemplo, era responsabilidad de los sacerdotes
asegurarse que las áreas del tabernáculo y del templo, estuvieran tan bellas y perfectas como
fuera posible, y fueran apropiadas para que Dios residiera allí en su visible gloria especial.
Leemos acerca de ésto en pasajes como Levítico 24:1 al 9; Números capítulos 3 y 4; y 1 Crónicas
24:25 al 32.
Pero quizás la característica ceremonial más conocida del servicio sacerdotal fue la presentación
de ofrendas. Las ofrendas iban desde expresiones de acción de gracias, a experiencias de
comunión, hasta la expiación de pecados. Algunas se presentaban regularmente, como los
sacrificios temprano en la mañana, los sacrificios nocturnos, y el día de la expiación anualmente.
Otros se presentaban cuando se les declaraba culpables de pecado. Otras ofrendas eran
llevadas de acuerdo a la voluntad del creyente, como las ofrendas voluntarias. Una amplia gama
de ofrendas requeridas aparecen en pasajes como Levítico capítulos 1 al 7 y el capítulo 16.
Hoy en día se suele hablar de un sacrificio como si se fuese a renunciar a algo que es valioso
para nosotros, con el fin de obtener algo aún más valioso. Lo que hace que un regalo sea un
sacrificio es que el darlo nos cueste un precio alto. En el Antiguo Testamento, las personas no le
ofrecían cosas a Dios porque él las necesitase. Las ofrendas le permitieron al pueblo de Dios dar
algo que valoraban para ganar algo mucho más valioso, como el perdón de los pecados. Las
ofrendas le permiten a los creyentes adorar a Dios, y expresarle su sumisión a él, e incluso
expresarle su agradecimiento por sus provisiones. Claro está que siempre se supone que la
ofrenda es una expresión de fe, dada por los motivos apropiados. Dios llegó a rechazar los
sacrificios que no se ofrecían con un corazón sincero. La eficacia de la ofrenda siempre dependió
de la sinceridad con la que se le ofrecía el sacrificio a Dios.
Las ofrendas expiatorias eran parte importante del ministerio sacerdotal, incluso antes de las
extensas leyes rituales dadas a través de Moisés. Por ejemplo, en Job 1, Job sacrificó animales en
nombre de sus hijos en caso de que hubieran pecado sin darse cuenta durante sus fiestas al
estar juntos. De hecho, las ofrendas expiatorias son tan antiguas como la caída de la humanidad
en pecado. Cuando Adán y Eva pecaron por primera vez, Dios instituyó ofrendas de expiación a
través de las cuáles perdonaba pecados y se reconciliaba con su pueblo. Este tipo de ofrenda
está descrita en pasajes como Levítico capítulos 4 al 6 y Números 15:25 al 28.
La idea general en la que se basa la expiación es bastante sencilla: Debido a nuestro pecado,
todos los seres humanos merecemos ser castigados. Por lo tanto, con el fin de evitar este justo
castigo, los creyentes ofrecemos sacrificios que reciben el castigo de Dios en nombre de
nuestros pecados. Los teólogos a menudo se refieren a esto con el nombre de expiación
sustitutoria porque la ofrenda sustituye al creyente en la ceremonia de expiación. En todos los
casos en el Antiguo Testamento, las ofrendas expiatorias eran simbólicas.
Dios aplicó el perdón a su pueblo por medio de ofrendas expiatorias, no basándose en el valor o
mérito de las ofrenda en sí mismas. Más bien, las ofrendas del Antiguo Testamento solamente
eran eficaces porque apuntaban hacia la sustancia y el mérito del sacrificio de Jesús en el Nuevo
Testamento.
El Nuevo Testamento explica que el pueblo de Dios no era perdonado permanentemente del
pecado basándose en las ofrendas del Antiguo Testamento. Las ofrendas por el pecado sólo
retrasaban el juicio de Dios, y necesitaban ser renovadas una y otra vez. La muerte de Cristo en
la cruz fue el único sacrificio que Dios ha aceptado como el pago completo y permanente por los
pecados. Dios proveyó el sistema de sacrificios del Antiguo Testamento como una herramienta
mediante la cual él agraciadamente aplicó, los méritos de la muerte de Cristo a los creyentes del
Antiguo Testamento. [Dr. Samuel Ling]
Cuando se realizaban ofrendas de expiación en favor de los creyentes fieles, éstas producían al
menos dos resultados importantes, los cuales basaban su eficacia en el futuro sacrificio de
Cristo. El primer resultado que mencionaremos es la expiación.
La expiación es mencionada en los pasajes en los cuales se habla de que el pecado está
"cubierto" u "oculto", como en Job 14:17, y el Salmo 32:1 y 5. Es evidente también en los pasajes
que hablan de que el pecado o la culpa es "removida," como en Levítico 10:17, Salmo 25:18 e
Isaías 6:7; y lo vemos en los pasajes que hablan de que el pecado es transferido a un sustituto,
como Isaías 53:6.
Un segundo resultado que las ofrendas expiatorias producían para los creyentes era la
propiciación.
La propiciación es indicada en pasajes que hablan de que la ira de Dios ha sido satisfecha o
desviada, como Números 25:11 al 13 o Deuteronomio 13:16 y 17.
El sistema de sacrificios del Antiguo Testamento es una gran demostración de toda una serie de
verdades acerca de Dios, pero sobre todo de su misericordia. Pensamos en ello en términos de
la provisión de animales, como sustitutos de las personas con el fin de satisfacer el desagrado
de Dios, su condena, su ira. Pero tenemos que recordar también que la motivación total es su
amor, su misericordia. Cuando pensamos en su misericordia - su compasión hacia nosotros – la
cual está atada a igualar su gracia, en donde tenemos lo que no merecemos. Levítico 17:11 es
muy, muy importante aquí, en donde el sistema de sacrificios no debe ser visto como que la
nación de Israel inventó este sistema con el fin de mantener a Dios de su lado. No. Dios toma la
iniciativa, en amor, para que exista un medio por el cual, él sea capaz de morar con la nación.
Israel sería así capaz de morar en su presencia. Ellos serían su pueblo, él sería su Dios. Todo esto
es una manifestación de su misericordia, de su amor, de su gracia. Y todo ello finalmente apunta
a su disposición en Jesucristo, quien es el cumplimiento de esto. Así que en él lo que estos
sacrificios tipificaban ha llegado a ser realidad, por lo que ahora conocemos a Dios en el sentido
del Nuevo Pacto. Ahora tenemos acceso directo a él a través del gran sacrificio de nuestro Señor
Jesucristo. [Dr. Stephen Wellum]
El sistema de sacrificios del Antiguo Testamento indicó de varias maneras, como Dios demostró
su misericordia. Una de las maneras clásicas era el día de expiación&elli; En el templo, la parte
más interna era llamada el Lugar Santísimo y allí estaba el Arca del Pacto con los Diez
Mandamientos, y la parte superior de la caja se llamaba el propiciatorio. En el día de la
expiación, el sumo sacerdote tomaba la sangre de un cordero y ofrecía el cordero en el altar
fuera del templo, entonces pasaba a través del velo a la parte del Lugar Santísimo y rociaba la
sangre en la parte superior de la caja. La idea era que Dios fuera misericordioso cuando la
sangre del cordero cubriera la ley que había sido transgredida. ¡Claro está! Que esto apuntaba a
que Jesucristo sería el verdadero cordero, cuya sangre cubriría nuestro quebrantamiento de la
ley. Pero, fijémonos en lo siguiente: la misericordia de Dios se funda en la sangre que cubre el
haber quebrantado la ley. [Dr. Frank Barker]
Con esta comprensión del liderazgo sacerdotal y ceremonial en mente, reflexionemos en la obra
de intercesión realizada en nombre de las personas a las que ésta representaba.
Intercesión
Podemos definir a la intercesión como la mediación; o petición a favor de otra persona. Un
intercesor es alguien que está de nuestra parte y defiende nuestro caso cuando estamos en
problemas, o que trata de conciliar las controversias entre nosotros y otra(s) persona(s).
Una forma común de intercesión era pedir ayuda. Los sacerdotes a menudo ofrecían oraciones
para que Dios sane, salve, o ayude a su pueblo. Encontramos ejemplos de esto en 1 Samuel 1:17
y 1 Crónicas 16:4. Como un ejemplo, escuchemos el registro de la intercesión de Job por sus
hijos en Job 1:5:
Y acontecía que habiendo pasado en turno los días del convite, Job enviaba y los santificaba, y se
levantaba de mañana y ofrecía holocaustos conforme al número de todos ellos. Porque decía
Job: Quizá habrán pecado mis hijos, y habrán blasfemado contra Dios en sus corazones. (Job 1:5)
Como sacerdote de su casa, Job intercedió por sus hijos para protegerlos de las consecuencias
de su pecado. Otra forma común de intercesión era el pronunciamiento de la bendición. Cuando
los sacerdotes bendecían a las personas, le pedían a Dios que le mostrase su favor a las
personas. Esto lo vemos en la manera en la que Melquisedec bendijo a Abraham en Génesis
14:19 y 20 y en la bendición que se le enseñó a pronunciar a los sacerdotes sobre las personas
en Números 6:22 a 27. Como un ejemplo, escuchemos lo dicho en 2 Crónicas 30:27:
Después los sacerdotes y levitas, puestos en pie, bendijeron al pueblo: y la voz de ellos fue oída,
y su oración llegó a la habitación de su santuario, al cielo. (2 Crónicas 30:27)
Cuando el texto dice que la voz de ellos fue oída, significa que él honró la intercesión sacerdotal,
favoreciendo a las personas que ellos bendecían. Este aspecto del ministerio sacerdotal a
menudo se repite en nuestros días en las bendiciones ofrecidas por los ministros cuando acaba
el servicio de adoración. Muchas iglesias incluso repiten la misma bendición que le fue dada a
Aarón que se encuentra en Números 6.
Como hemos visto, las funciones de los sacerdotes eran muy variadas. Ellos proporcionaban
liderazgo, conducían ceremonias, y ofrecían la intercesión. Pero a pesar de lo variadas que eran
estas actividades, todas ellas estaban unidas por un propósito constante. Fueron diseñadas para
que el pueblo de Dios se adaptara a vivir en su presencia especial, a fin de que pudieran recibir
todas las bendiciones de su pacto.
Ahora que hemos visto los requisitos y la función de los sacerdotes, enfoquemos nuestra
atención en las expectativas que el Antiguo Testamento creó para futuros ministerios
sacerdotales.
Expectativas
En la época del Antiguo Testamento, el oficio de sacerdote era dinámico y cambiante. Sus
funciones y responsabilidades específicas cambian a través del tiempo. El sacerdocio de
Melquisedec no era precisamente el mismo que el de Job. El de Job era diferente al de Jetro. Y el
de Jetro difería del de Aarón y de sus descendientes. Y el Antiguo Testamento también señaló los
cambios que esto tendría en el futuro.
Para entender las expectativas que los sacerdocios del Antiguo Testamento crearon para el
futuro, veremos hacia dos direcciones. En primer lugar, examinaremos el desarrollo histórico del
oficio a través del Antiguo Testamento. Y en segundo lugar, nos enfocaremos en algunas
profecías específicas sobre el futuro de la función sacerdotal. Comencemos con el desarrollo
histórico del oficio de sacerdote.
Desarrollo Histórico
Debido a que siempre ha existido la necesidad de los seres humanos a tener acceso a la santa
presencia especial de Dios, siempre ha habido una necesidad de funciones sacerdotales. De
hecho, los sacerdotes siempre han sido importantes en la estrategia a largo plazo de Dios para
la humanidad y la creación. Pero, históricamente, el papel de los sacerdotes a veces ha
cambiado en respuesta a las circunstancias cambiantes del pueblo de Dios.
Creación. Consideraremos ahora las nuevas funciones de los sacerdotes en cuatro etapas
diferentes de la historia, comenzando con la época de la creación. Esta época corresponde al
pacto de Dios con Adán.
El Jardín del Edén, en el que se colocó la humanidad, era en sí mismo un santuario donde Dios
caminaba y hablaba con su pueblo. En este contexto, Adán y Eva servían a Dios en formas que
se asemejaban al servicio de los sacerdotes Aarónicos en el tabernáculo y en el templo. Por esta
razón, podemos decir que el oficio de sacerdote es tan antiguo como la humanidad misma.
Escuchemos lo que Moisés escribió en Génesis 2:15:
Tomó, pues, Jehová Dios al hombre, y lo puso en el huerto de Edén, para que lo labrara y lo
guardase. (Génesis 2:15)
En este pasaje, Moisés describió la obra de Adán y Eva en el jardín con la palabra hebrea avad,
traducida como labrar y la palabra shamar, traducida como guardar. En Números 3:7 y 8, Moisés
usó esta misma combinación de palabras para describir la obra de los levitas en el tabernáculo.
Y vemos otros paralelos verbales en pasajes como Génesis 3:8 y 2 Samuel 7:6. Al utilizar el
mismo lenguaje para describir la obra de la humanidad en el Jardín del Edén y la obra de los
sacerdotes en el tabernáculo, Moisés indicó que Adán y Eva fueron los sacerdotes originales, y
que los lugares como el tabernáculo y el templo estaban destinados a cumplir la misma función
que tenía el Jardín del Edén. De hecho, muchos estudiosos han sugerido que los muebles y la
decoración del tabernáculo y del templo fueron diseñados específicamente para recordar el
Jardín del Edén. En todo caso, el sacerdocio de la humanidad en el Edén consistía en ser
ministros de Dios en su santuario – el jardín, – cuidando sus cosas sagradas, y garantizando que
el lugar era apto para que él habitara. Además, Dios le ordenó a Adán, a Eva y a sus
descendientes convertirse en un reino de sacerdotes, ampliando su obra al resto del mundo.
Escuchemos las palabras de Dios a la humanidad en Génesis 1:28:
Cuando Dios creó a los seres humanos a su imagen, no lo hizo sin tener una razón. Él nos dio lo
que se llama el "mandato cultural de la creación." Es útil observar eso. No sólo en términos del
dominio de la tierra, lo que a menudo asociamos con una especie de regla, con un tipo de
gobierno de realeza, no sólo tiene que ver con ese papel sino también con el papel de los
sacerdotes. Antes de que el pecado entrara en el mundo, en Génesis 2, el Edén es descrito como
una especie de templo, un santuario, por lo que nuestro papel en la creación era ampliar
fronteras del Edén en la mayor medida posible en la tierra. En última instancia, eso sucede en
Cristo, en los nuevos cielos y la nueva tierra. En el centro de este trabajo sacerdotal también está
la adoración, así que todo lo que hacemos es realmente para la gloria de Dios cumpliendo el
mandato de la creación. El servicio y estas dos ideas están asociadas con la obra sacerdotal, así
como también con la obra del rey. Por lo tanto, nuestro mandato cultural de la creación es ser
administradores, es ser creaturas de Dios en relación con él, para ampliar las fronteras de ese
santuario de jardín, haciéndolo mediante la adoración, la devoción, la obediencia, la exploración
de todos los recursos de su creación, y esto, claro está, será finalmente retomado en los nuevos
cielos y la nueva tierra. [Dr. Stephen Wellum]
En el libro de Génesis aprendemos del mandato cultural. Es una parte muy importante de la
vocación humana, que se trata de cómo somos vistos por Dios al vivir el don de la vida.
Nosotros, claro está, no pensamos de ninguna manera que el mandato cultural debería estar
por encima o llevarnos a descuidar el mandato de la evangelización. Ambos son de Dios, ambos
son legítimos, ambos son importantes. Esencialmente, el mandato cultural, es un gran regalo y
un privilegio. En esencia, se trata de que el Dios de la providencia invita a su pueblo, creado a su
imagen, a tener la responsabilidad de cuidar, ser mayordomos, y desarrollar el rico potencial del
orden creado, como fieles embajadores o representantes delegados del mismo Dios
providencial. Y así, además de que debemos ser creativos en la imagen de un creador, debemos
ser llenos de gracia, generosos, y responsablemente proporcionar a las personas para cumplir el
mandato de la creación. [Dr. Glen Scorgie]
Caída. Los primeros cambios en la función de sacerdote tomaron lugar cuando ocurrió la caída
en pecado de la humanidad, cuando se comió el fruto prohibido del árbol del conocimiento del
bien y del mal en Génesis 3.
En ese momento, Adán y Eva fueron expulsados del Jardín del Edén y tuvieron que comenzar a
presentar ofrendas de expiación por el pecado. Encontramos posibles referencias a esta práctica
en Génesis 3:21, en donde el Señor cubrió a Adán y Eva con pieles de animales. Y, encontramos
una referencia más explícita de esta práctica en Génesis 4:4, en el sacrificio de animales de Abel
al Señor. Otras referencias también pueden ser encontradas a lo largo de este período de
tiempo, como por ejemplo: los sacrificios que Noé ofreció después del diluvio en Génesis 8:20; el
carnero que Abraham sacrificó en Génesis 22:13; y los sacrificios ofrecidos por Jacob en Génesis
31:54.
Durante este tiempo, los jefes de familia tendían a servir como sacerdotes sobre sus
descendientes, y sólo unos cuantos sacerdotes eran llamados para servir de manera más
amplia. Otro cambio que tomó lugar en esta época fue el lugar del misterio sacerdotal. Antes de
la caída, este ministerio había tomado lugar exclusivamente en el santuario de Dios en el Jardín
del Edén. Pero cuando se expulsó a la humanidad del Jardín del Edén en Génesis 3, Dios dirigió a
sus sacerdotes a buscar otros lugares para adorarlo, y a crear piedras ceremoniales para marcar
los lugares en donde se había reunido con ellos. En este punto en la historia ningún lugar podía
ser llamado el lugar donde habitaba Dios, lo que es diferente del período de la creación.
Éxodo. El siguiente conjunto significativo de cambios tuvo lugar en los días del éxodo de Israel de
su esclavitud en Egipto.
La nación de Israel, después de haber sido esclavizada por el faraón de Egipto durante más de
400 años, clamó a Dios, y él la liberó con un poderoso despliegue de milagros. Este evento está
descrito en el segundo libro de la Biblia, titulado Éxodo.
Durante este tiempo, Dios redujo su llamado sacerdotal de toda la humanidad a solamente la
nación de Israel. Como él dijo en Éxodo 19:6, Israel debía ser para él un reino de sacerdotes.
También apartó a la tribu de Levi para que ellos fueran sus siervos especiales.
La mayor parte de la tribu sirvió al menor número de levitas, quienes actuaron como sacerdotes
de la nación. Entre los levitas, sólo Aarón y sus descendientes fueron seleccionados para ser
sacerdotes, con un hombre a la vez que actuaba como sumo sacerdote. Encontramos las
instrucciones de Dios del sacerdocio de Aarón en el libro de Levítico, así como en algunas partes
del libro de Números.
Dios también dictó la creación del tabernáculo durante este período. El tabernáculo era una
gran carpa adornada que los israelitas podían llevar con ellos durante sus viajes. Tuvo, en
esencia, la misma función que el Jardín del Edén había tenido en el momento de la creación, ser
el santuario terrenal de Dios, el lugar donde él caminaba y hablaba con su pueblo. Después de la
caída, Dios se había reunido con personas en diferentes lugares de vez en cuando. Sin embargo,
con la creación del tabernáculo, Dios centró una vez más su adoración en un solo lugar. Y este
lugar de culto debía ser atendido y mantenido por los siervos escogidos de Dios, los sacerdotes.
Las instrucciones para el tabernáculo, y el registro de su creación, se pueden encontrar en
Éxodo capítulos 25 al 40.
Dios quiso que los cambios en el sacerdocio durante el Éxodo fueran pasos hacia el
cumplimiento de su plan original para la humanidad. Su plan era utilizar primero a los
sacerdotes de la familia de Aarón para hacer a Israel un reino de sacerdotes, y después, a través
de la fidelidad y el servicio de esta nación especial, ampliar su reino hasta abarcar el mundo.
Cuando los reyes de Israel reinaban, estaban estrechamente involucrados con el servicio
sacerdotal. Por ejemplo, David se aseguró de que se prestasen los servicios sacerdotales.
También organizó a las familias sacerdotales y asignó tareas específicas para ellas. Como vemos
en 1 Crónicas 15,16 y 23 al 28. David también asignó obligaciones a las otras familias levíticas,
especialmente para que fueran guardianes y músicos. Incluso ofreció sacrificios y bendiciones
uniéndose a los sacerdotes de vez en cuando, como vemos en 2 Samuel 6:17 y 18. En cierto
momento, incluso cambió su atuendo real por el efod de lino del levita, como está registrado en
1 Crónicas 15:27. Estos desarrollos se mantuvieron incluso más allá de los días de David, como
podemos ver en Esdras 8:20.
En los días de David, las familias a las que se les permitió servir como sumos sacerdotes se
redujeron a sólo dos, las de los descendientes de Aarón: Sadoc y Abiatar. Esta información está
registrada en 1 Crónicas 18:16.
Después de David, su hijo Salomón se involucró en los servicios sacerdotales, incluso más que
David. Salomón presidió la construcción del templo. Supervisó incontables sacrificios. Guío al
pueblo en oración en el templo y proclamó bendiciones sobre ellos, como su padre. Estos
detalles se mencionan en 1 Crónicas 21:28; 2 Crónicas capítulos 3 al 6, y 1 Reyes capítulos 8 y 9.
También se asumen en muchos de los Salmos que David escribió, incluyendo los Salmos 5, 11,
18, 27, 65, 66 y 68. Salomón también redujo la línea de los sumos sacerdotes una vez más. Como
Abiatar cometió traición, Salomón lo excluyó a él y a su familia del servicio sacerdotal, como
podemos ver en 1 Reyes 2:26, 27 y 35. Así se cumplió la sentencia dictada sobre la casa de Elí,
quien fue un sacerdote infiel en los días de los jueces, lo cual está registrado en 1 Samuel 2:27 al
36. Mientras que algunos servicios específicos en el templo estaban reservados únicamente para
los sacerdotes, los reyes de Judá a menudo siguieron los ejemplos de David y Salomón, al llevar
a cabo servicios de tipo sacerdotal. Fueron, en efecto, sacerdotes de la realeza en el templo de
Salomón.
Lamentablemente, los esfuerzos de Zorobabel y Josué no continuaron por mucho tiempo. Con el
tiempo, la mayoría de los sacerdotes y los levitas se apartaron de Dios, así como la mayor parte
de la nación. El culto que Israel llevaba a cabo se corrompió, y el juicio de Dios permaneció en el
país por cientos de años. Aun así, durante este período, el pueblo de Israel continuó recordando
los días de David y Salomón. Los fieles, entre ellos recordaban cuando los reyes y sacerdotes
servían a Dios como es debido. Y esperaban un nuevo día en el cual los deberes de la realeza y
los deberes sacerdotales serían realizados de manera aún más magnífica que antes y en el que
Dios le daría la bienvenida a su pueblo arrepentido a las bendiciones de su presencia especial.
Ya que hemos considerado expectativas que fueron creadas por el desarrollo histórico de la
función sacerdotal, estamos listos para ver, cómo ciertas profecías específicas del Antiguo
Testamento también crearon expectativas de los futuros sacerdotes.
Profecías Específicas
En esta sección, nos enfocaremos en tres profecías específicas del Antiguo Testamento sobre el
oficio de sacerdote. La primera expectativa que vamos a tomar en cuenta es que finalmente
habría un gran sumo sacerdote, cuyo servicio no tendría fin.
Quizá la exposición más clara de esta idea puede encontrarse en el Salmo 110:4, en donde
leemos estas palabras:
Juró Jehová, y no se arrepentirá: Tú eres sacerdote para siempre Según el orden de Melquisedec.
(Salmo 110:4)
En el contexto de este salmo, Dios prometió que el servicio del Mesías como sacerdote nunca
terminaría. Duraría eternamente.
Hebreos 7 retoma esta idea y la vincula directamente con Jesús en su oficio de sumo sacerdote
sobre el pueblo de Dios. El mismo capítulo también indica que el sacerdocio permanente de
Cristo está implícito, en el hecho de que corresponde al nuevo pacto que Jeremías profetizó en
Jeremías 31:31. En ese pasaje, Jeremías indica que la vida en el nuevo pacto sería perfecta y
maravillosa.
Por lo que el autor de Hebreos argumenta que este pacto superior requeriría de un mejor
sacerdocio que duraría para siempre. Citando el Salmo 110:4, el autor de Hebreos lo dijo así en
Hebreos 7:21 y 22:
Juró el Señor, y no se arrepentirá: Tú eres sacerdote para siempre &elli; Por tanto, Jesús es
hecho fiador de un mejor pacto. (Hebreos 7:21-22)
Como vimos antes, la humanidad sirvió tanto como sacerdote y rey en el Jardín del Edén. Y el
propio Melquisedec también sirvió de ambas maneras. Y aunque estos oficios se dividieron más
tarde en la historia, el Antiguo Testamento profetizó que finalmente éstos serían reunidos en la
persona del Mesías. Veamos el Salmo 110 nuevamente, esta vez, los versículos 2 al 4, donde el
Señor hizo esta promesa sobre el futuro Mesías:
Jehová enviará desde Sion la vara de tu poder; Domina en medio de tus enemigos&elli; Juró
Jehová, y no se arrepentirá: Tú eres sacerdote para siempre Según el orden de Melquisedec.
(Salmo 110:2-4)
Aquí, Dios prometió que el Mesías sería un descendiente de David, que tanto reinaría como un
rey y serviría como sacerdote. Esta misma idea se encuentra también en Zacarías 6:13, en donde
encontramos esta profecía sobre el futuro Mesías:
Según el Antiguo Testamento, una expectativa para el oficio de sacerdote era que el Mesías lo
reuniría con el oficio de rey.
La tercera expectativa profetizada específicamente para el oficio de sacerdote era que el mismo
pueblo de Dios se convertiría en un reino de sacerdotes.
Como vemos en Génesis 2:15, la humanidad comenzó en el Jardín del Edén, sirviendo en una
manera sacerdotal. Por lo tanto, no debería sorprendernos que en nuestra restauración
después de la caída en el pecado, la humanidad redimida vuelva a servir nuevamente como los
sacerdotes de Dios. De hecho, esto está profetizado específicamente en lugares como Éxodo
19:6 e Isaías 61:6. Ambos pasajes indican que cuando el Mesías reine, el pueblo de Dios le
servirá como sacerdote fiel y estará unido como una sola nación o un reino de sacerdotes. Los
teólogos a menudo se refieren a esto como el sacerdocio de todos los creyentes. Y el apóstol
Pedro indicó que este suceso ya estaba tomando lugar en su propia época. Escuchemos lo que
Pedro escribió en 1 Pedro 2:5:
Vosotros también &elli; sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer
sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo. (1 Pedro 2:5)
Como reconciliadores del pacto, los sacerdotes del Antiguo Testamento le recordaban
continuamente a su gente la importancia de su relación de pacto con Dios. Y teniendo en cuenta
la devastación que el pecado había traído a la creación, el sacerdocio era vital y necesario para el
continuo progreso del reino de Dios y para el cumplimiento de sus fines. Sin embargo, estos
propósitos no se cumplirían sin la figura sacerdotal fundamental de la historia – el Mesías que el
Antiguo Testamento entero anticipó.
Habiendo examinado el trasfondo del Antiguo Testamento para el oficio de sacerdote, estamos
listos para pasar a nuestro segundo tema principal: el cumplimiento de la función sacerdotal en
Jesús.
CUMPLIMIENTO EN JESÚS
Debemos comenzar señalando que los evangelios y las epístolas del Nuevo Testamento afirman
de manera explícita que Jesús cumplió las expectativas del Antiguo Testamento en cuanto a la
función sacerdotal. Por ejemplo, en Hebreos 3:1, leemos esta clara afirmación del ministerio
sacerdotal de Jesús:
Considerad al apóstol y sumo sacerdote de nuestra profesión, Cristo Jesús. (Hebreos 3:1)
Teniendo un gran sumo sacerdote &elli; Jesús el Hijo de Dios. (Hebreos 4:14)
Como nuestro sumo sacerdote, Jesús es quien media entre Dios y nosotros para que podamos
ser aceptados en la santa presencia especial de Dios. Él es quien asegura que seamos santos y
santificados por Dios de modo que podamos vivir en la presencia de Dios y recibir sus
bendiciones del pacto. Estudiaremos el cumplimiento de la función sacerdotal en Jesús tomando
en cuenta las mismas categorías que utilizamos para analizar su trasfondo en el Antiguo
Testamento. En primer lugar, veremos cómo Jesús cumplió con los requisitos del oficio. En
segundo lugar, veremos cómo se llevan a cabo sus funciones. Y en tercer lugar, veremos cómo
cumplió con las expectativas del oficio de sacerdote. Veamos primero cómo Jesús cumple con
los requisitos para el oficio de sacerdote.
Requisitos
Muchas personas han señalado que Jesús nunca sirvió en el templo u ofició liturgias, y no era
descendiente de Aarón. Entonces, ¿por qué los escritores del Nuevo Testamento dicen que Jesús
desarrolló funciones y ministerios sacerdotales ¿Y cómo fue incluso calificado para ocupar el
oficio de sacerdote? En pocas palabras, Jesús estuvo calificado para el oficio finalmente, porque
él es el cumplimiento de la esperanza del Antiguo Testamento de un sacerdote de la realeza, a
quien Dios mismo nombraría sobre todos los servicios sacerdotales.
Estudiaremos los requisitos de Jesús como sacerdote en términos de los mismos requisitos para
el sacerdocio resaltados en el trasfondo del Antiguo Testamento. En primer lugar, notaremos
que Jesús fue nombrado para su sacerdocio por Dios. Y en segundo lugar, veremos que también
fue leal a Dios. Veamos primero el hecho de que Jesús fue nombrado por Dios.
Puesto que Dios lo nombró, Jesús ciertamente cumplió estos requisitos. Al mismo tiempo,
debemos reconocer que este nombramiento era algo inusual, debido que Jesús no tenía una
genealogía sacerdotal levítica. Como recordaremos, al principio del Antiguo Testamento, Dios
permitió que diferentes clases de personas, fueran sacerdotes. Pero hacia el final del Antiguo
Testamento, le había dado el sacerdocio sólo a los descendientes de Sadoc. Aun así, el
nombramiento de Jesús no es tan inusual como puede parecer a primera vista. En el Jardín del
Edén, Adán fue asignado para gobernar sobre la tierra como rey vasallo de Dios. Pero su
gobierno fue también un servicio sacerdotal, diseñado para convertir al mundo en un lugar
adecuado para la gloriosa presencia de Dios. Así mismo, los oficios de sacerdote y rey estuvieron
estrechamente relacionados con los reyes del período monárquico. De la misma manera, Cristo
es un sacerdote real. Él gobierna como el perfecto rey vasallo de Dios. Pero su gobierno es
también un servicio sacerdotal que nos prepara a nosotros y a la tierra para la gloriosa
presencia especial de Dios. De este modo, Cristo realmente cumple con lo que Adán y el resto de
sus descendientes fallaron en hacer. Escuchemos la forma en que David habló del gran Mesías
en el Salmo 110:1 al 4:
Jehová dijo a mi Señor: Siéntate a mi diestra, Hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus
pies. Jehová enviará desde Sion la vara de tu poder; Domina en medio de tus enemigos&elli; Juró
Jehová, y no se arrepentirá: Tú eres sacerdote para siempre Según el orden de Melquisedec.
(Salmo 110:1-4)
En este pasaje, el Mesías – a quien David llama mi Señor – es descrito con las imágenes reales de
la vara de tu poder domina, y sacerdote .
La profecía de David esperaba el día en que uno de sus descendientes se levantara como
majestad imperial y cumpliera no sólo con el servicio real, sino con todo el servicio sacerdotal,
como Melquisedec lo habia hecho. Esta es la razón por la que Hebreos 7:14 hace hincapié en el
hecho de que Jesús es de la tribu real de Judá y no de la tribu sacerdotal de Leví. El hecho de que
Jesús era tanto un rey judío como el gran sumo sacerdote es una prueba de que él es el tan
esperado hijo de David, el Mesías.
Leales a Dios
Como hemos mencionado anteriormente, a los sacerdotes se les exigió que demostraran una
medida especial de lealtad a Dios al adorarle y servirle sólo a él, llevando a cabo
cuidadosamente las tareas que Dios les asignaba. Una de las principales razones de sus deberes
era garantizar que el pueblo de Dios también fuera fiel a Dios, tanto en lo moral como en lo
ceremonial, para que pudiera entrar en la presencia especial de Dios sin temor.
Este fue uno de los principales servicios que los sacerdotes proveían. Jesús reunió estos mismos
requisitos a la perfección.
Él siempre honró y sirvió a Dios y sólo a Dios. Y siempre obedeció los mandatos del Padre. Y a
través de este ministerio sacerdotal, Jesús tiene la autoridad de prepararnos para entrar en la
santa presencia especial de Dios.
En sentido general, podemos ver el contenido completo de los cuatro evangelios como prueba
de la fidelidad de Jesús a Dios. Él siguió la comisión que le fue dada por su Padre. Él sólo hablaba
lo que su Padre le decía e hizo sólo aquellas cosas que había visto hacer a su Padre. Pero
también hay muchos pasajes en el Nuevo Testamento que resumen estas ideas de forma
explícita, tal como Mateo 26:42; Juan 5:19, 14:31, y el capítulo 17:4; y Hebreos 7:5 al 7.
La perfecta fidelidad de Jesús a Dios es un aspecto fundamental de su éxito como nuestro gran
sumo sacerdote. Sólo siendo totalmente fiel a Dios podría hacer a sus seguidores perfectamente
santos, para vivir en la santa presencia especial de Dios por toda la eternidad. Y nos
encontramos con muchos ejemplos de esto en las Escrituras. Por ejemplo, él oró por nuestra
santidad en su oración sacerdotal en Juan 17:19. Y de acuerdo a pasajes como Romanos 15:16 y
1 Corintios 6:11, Dios ya ha respondido a esa oración al vernos santos en su presencia.
Habiendo visto que Jesús reunió los requisitos para el sacerdocio, estamos listos para
reflexionar en la forma en que cumplió la función de sacerdote.
Funciones
Exploremos la función de Jesús como sacerdote viendo las mismas funciones sacerdotales que
hemos identificado en el Antiguo Testamento: en primer lugar, liderazgo sacerdotal sobre el
pueblo de Dios, en segundo lugar, las ceremonias sacerdotales, y en tercer lugar, la intercesión
sacerdotal. Veamos primero cómo Jesús cumplió la función de liderazgo sacerdotal.
Liderazgo
Aunque hay muchos aspectos del liderazgo de Jesús que podríamos destacar, nos centraremos
en los tres que mencionamos en nuestro estudio del trasfondo del Antiguo Testamento del
oficio sacerdotal de Jesús, empezando por el liderazgo que él ofreció en adoración. Como el que
iba a ser exaltado como gran sumo sacerdote, Jesús hizo muchas cosas para promover la
adoración verdadera y espiritual de la nación de Israel y de sus seguidores. Por ejemplo, en
Mateo 21:12 y 13, expulsó a los mercaderes y cambistas del templo, ya que estaban convirtiendo
la casa de oración de Dios en una cueva de ladrones.
Pero aún más importante que esto, es que él haya hecho posible que su pueblo se acercara a
Dios en el "Lugar Santísimo" del templo celestial. En el Antiguo Testamento, el tabernáculo y más
tarde el templo, eran lugares que el cielo y la tierra cruzaban. Eran lugares especiales en los
cuales los fieles se encontraban presentes simultaneamente en la tierra y en la corte celestial de
Dios. Pero en el Nuevo Testamento, Jesús tomó esa función. Así, en lugar de ir a un edificio
especial para entrar en la corte celestial de Dios, Jesús nos lleva allí personalmente. A través de
él, se nos ha aceptado en la santa presencia especial de Dios, donde recibimos la bendición de la
comunion con él. Escuchemos lo que Hebreos, capítulo 10:19 al 22 dice al respecto:
Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de
Jesucristo, por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo, esto es, de su carne, y
teniendo un gran sacerdote sobre la casa de Dios, acerquémonos con corazón sincero, en plena
certidumbre de fe. (Hebereos 10:19-22)
Jesús también ofreció su liderazgo sacerdotal ofreciendo orientación especial en juicios civiles y
rituales.
Por ejemplo, en Mateo 12:1 al 8 Jesús proveyó juicio sacerdotal cuando sus discípulos fueron
acusados de no respetar el día de reposo. En Marcos 7:19, él pronunció juicios acerca del ritual
de limpieza de la comida. Y después de que sanó al leproso en Mateo 8, proporcionó la
declaración sacerdotal de que ese hombre estaba ceremonialmente limpio, y le ordenó llevar el
sacrificio adecuado al templo. Aunque Jesús mandó al hombre a mostrarse ante los sacerdotes,
esto no fue con el propósito de pedirles que juzgaran su condición, más bien, según Mateo, 8:4,
era para que fuera testimonio del poder y la autoridad de Jesús.
El tercer tipo de liderazgo sacerdotal que hemos mencionado es la enseñanza. Y Jesús también
realizó esta función. Ahora bien, es cierto que Israel tenía muchos diferentes tipos de maestros.
Los profetas eran maestros que proclamaban el pacto y la voluntad de Dios. Los padres
enseñaban a sus hijos. Los rabinos y los ancianos enseñaban a sus comunidades. Los
sacerdotes, sin embargo, estaban especialmente preocupados por la enseñanza de
arrepentimiento y fidelidad para que el pueblo de Dios fuera recibido en su presencia especial.
Vemos un ejemplo de esto en Nehemías 8. Y la enseñanza de Jesús sirve a menudo esta función
sacerdotal, también. Por ejemplo, en el Sermón del Monte en Mateo capítulos 5 a 7, Jesús
explicó la verdadera intención y la aplicación de la ley de Dios con el fin de guiar a los que le oían
a ser fieles al pacto. Y tanto el arrepentimiento como la fe eran letanías en su enseñanza
regularmente, como podemos ver en pasajes como Mateo 4:17, Lucas 5,:32, y Juan 14:15 al 24.
Ahora que hemos visto que Jesús cumplió con la función sacerdotal de liderazgo, veamos la
forma en que también cumple con su función sacerdotal con respecto a las ceremonias.
Ceremonias
Sin lugar a dudas, la muerte de Jesús en la cruz fue el mayor aspecto ceremonial de su ministerio
sacerdotal. Jesús mismo participó en las ceremonias de Israel. De hecho, algunas de éstas son
mencionadas en el evangelio de Juan. Sin embargo, ninguna logró la redención del pueblo de
Dios, excepto el sacrificio de Jesús en la cruz. Sin lugar a dudas, la crucifixión de Jesús fue el
mayor aspecto ceremonial de su ministerio sacerdotal. La Ley de Moisés requiere la obediencia
de Israel, pero como Dios sabía que Israel seguiría desobedeciéndolo, Dios ordenó a Israel que
le ofreciera sacrificios para expiar sus pecados. Pero a pesar de lo importante que eran estos
sacrificios, éstos tenían que ser ofrecidos a Dios repetidamente, año tras año, y ninguno de ellos
quitó totalmente el pecado de Israel. Entonces, Jesús vino y se ofreció a sí mismo como el
sacrificio perfecto por el pecado. Su sacrificio expiatorio logró la redención de una forma que los
sacrificios de Israel nunca pudieron. Y así Jesús cumplió las expectativas sacerdotales de Israel
de una vez por todas en su sacrificio por el pecado.
Los sacrificios del Antiguo Testamento anticipaban el día en que habría un sacrificio que quitaría
el pecado de una vez por todas.Y el papel de Jesús en la cruz es descrito por la Biblia como un
sacrificio por el pecado, pero también como el acto de Jesús mismo, como sacerdote, ofreciendo
el sacrificio. En cierto sentido, él cumple ambas funciones. Él proporciona al cordero de Dios que
quita los pecados del mundo. Pero Jesús también es el sacerdote que, en cierto sentido, se está
ofreciendo a sí mismo como el sacrificio que terminaría el resto de los sacrificios. [Dr. Simon
Vibert]
La relación entre la muerte de Jesús y los sacrificios del Antiguo Testamento se podría
desarrollar de varias maneras. Fundamentalmente, los sacrificios del Antiguo Testamento deben
ser colocados en el antiguo pacto que Dios hizo con la nación de Israel. El sistema de sacrificios
era el medio por el cual se eliminaba el pecado del pueblo, la ira de Dios se retrasaba, había
relación entre Dios y su pueblo. Nosotros decimos que tales sacrificios eran modelos, patrones,
iban hacia algo más grande. Incluso en el Antiguo Testamento varias veces se da a entender que
ofrecer un animal nunca será suficiente para quitar el pecado. Nunca se supuso que esto sería lo
que quitaría el pecado finalmente. Era el modelo de algo más grande. Sin embargo, apunta hacia
el sacrificio de Cristo en donde él, al igual que el sacrificio, es nuestro sustituto. Él es el que toma
nuestro lugar. Él es el que lo hace de una manera mucho mayor porque él es humano. Él toma
nuestra humanidad. Los sacrificios de animales no lo hicieron. Sin embargo, él también es Dios
Hijo, Dios el Hijo encarnado, por lo que ahora cumple sus propios requisitos de quitar nuestro
pecado, levantándose como nuestro representante, nuestro sustituto, nuestro sacerdote. Y
cumple con todo lo que esos sacrificios modelaban, nos restaura para tener una relación con
Dios, y nos lleva nuevamente a cómo Dios nos hizo originalmente, su pueblo, viviendo para él,
sirviéndole, llevando a cabo nuestro papel y nuestro deber como seres hechos a su imagen en
este mundo. [Dr. Stephen Wellum]
Como vimos anteriormente, los sacerdotes del Antiguo Testamento eran responsables de una
variedad de ofrendas, incluyendo ofrendas por el pecado, como acción de gracias y de
comunión. Y en su muerte en la cruz, Jesús ofreció el sacrificio único que es la base meritoria de
todos los sacrificios que se han ofrecido a lo largo de la historia. Cada ofrenda expiatoria sólo
anunciaba la ofrenda que Jesús dio al morir en la cruz. Esta verdad se enseña en pasajes como
Romanos 3:25 y 8:3, y 1 Juan 2:2 y 4:10. Como un ejemplo, escuchemos lo que dice Hebreos 10:1
al 4:
La ley, teniendo la sombra de los bienes venideros, no la imagen misma de las cosas, nunca
puede, por los mismos sacrificios que se ofrecen continuamente cada año, hacer perfectos a los
que se acercan&elli; Pero en estos sacrificios cada año se hace memoria de los pecados; porque
la sangre de los toros y de los machos cabríos no puede quitar los pecados. (Hebreos 10:1-4)
Los sacrificios del Antiguo Testamento, beneficiaron a los adoradores de Dios no en base de los
propios sacrificios, sino en las maneras en las que anticipan el sacrificio especial que Cristo
finalmente haría en la cruz. Por otra parte, el beneficio que proporcionaban estuvo incompleto
hasta el momento en que Jesús ofreció el sacrificio al que todos los otros sacrificios señalaban.
Por ello, los sacrificios del Antiguo Testamento no fueron capaces de quitar el pecado de forma
permanente. Eran simplemente el medio por el cual Dios posponía su ira y ejercía su paciencia
hasta el momento en que Jesús muriera en la cruz. Jesús no sólo era aquello que todas las
ofrendas expiatorias anteriores habían señalado. También era la expiación final. Ahora que la
¬ofrenda expiatoria se ha cumplido en Jesús, ya no hay ninguna razón para ofrecer más. Esta es
la razón por la cual los cristianos no presentamos las ofrendas expiatorias descritas en el
Antiguo Testamento. No es porque creamos que son innecesarios. Por el contrario, sabemos
que la expiación es absolutamente necesaria. La razón por la que no presentamos ofrendas
para la expiación es que creemos que el sacrificio único de Jesús ha cumplido completamente
con la necesidad de la expiación de los pueblos fieles de Dios en todas las épocas. Y gracias a
este acto, se ha asegurado nuestra santidad, haciéndonos capaces de habitar en la santa
presencia especial de Dios. Como leemos en Hebreos 10 versículo10:
Somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre.
(Hebreos 10:10)
El sacrificio de Jesús marcó el comienzo de la nueva era del reino de Dios; fue el principio del
final del exilio y el juicio del pueblo de Dios. Este sacrificio hizo posible que el perdón de Dios
fuera accesible de manera directa a todas las naciones de la tierra. Pero también marcó el fin de
la paciencia y la tolerancia de Dios hacia muchos no-creyentes. Como leemos en Hechos 17:30,
antes del sacrificio de Cristo, Dios había sido lento para traer juicio contra aquellos que eran
ignorantes de la verdad. Pero el sacrificio de Cristo anunció la verdad de una manera que hizo a
la ignorancia mucho menos perdonable. Como resultado, Dios comenzó a llevar el juicio contra
los pecadores con mayor frecuencia y gravedad al no arrepentirse ante la predicación del
evangelio.
Algunos escépticos ven la muerte de Jesús como el trágico final de una carrera errónea. Pero
para los creyentes, la muerte de Cristo fue intencional, significativa, y redentora. Y parte de
nuestra manera de entender la misteriosa dinámica de la cruz, es que se trata de un
cumplimiento del modelo, o motivo antecedente, del sacrificio del Antiguo Testamento. Ahora
bien, hay muchas personas a quienes les parece incómodo cualquier requerimiento de sangre.
Parece tan primitivo, tan inaceptable para la gente más ilustrada y civilizada. Creo que es
importante darnos cuenta de que Dios no es un vampiro cósmico que requiere la sangre para
aliviar sus necesidades. El sistema de sacrificios del Antiguo Testamento, era audaz, brutal, y
fuerte, todo esto para subrayar la gravedad del pecado por el cual se hace el sacrificio. El
sistema de sacrificios del Antiguo Testamento era un recordatorio para los pueblos antiguos de
que el pecado debe ser abordado con el fin de restaurar, por así decirlo, la simetría moral del
universo de Dios. Y Jesucristo viene como el cumplimiento de esa necesidad, de tal manera que
las exigencias de la justicia de Dios y la simetría moral del universo son satisfechas por un acto
de amor abnegado sin precedentes. El Antiguo Testamento apunta a, y se cumple en, Cristo, aún
en los detalles del antiguo sistema de sacrificios. [Dr. Glen Scorgie]
Después de haber visto cómo Jesús cumplió su función sacerdotal a través del liderazgo y de las
ceremonias, veamos cómo se cumplió la función sacerdotal de la intercesión.
Intercesión
Anteriormente en esta lección, hemos dicho que la intercesión es la mediación o petición a favor
de otra persona. Esta es una de las cosas que caracteriza el ministerio terrenal de Jesús, y que
sigue caracterizando su ministerio en el cielo.
Tengo un amigo que me ha preguntado: "Si Jesús nos lleva a Dios, ¿por qué lo todavía
necesitamos?, ¿Por qué no simplemente prescindimos de él, ahora que nos ha llevado de vuelta
a Dios, y solamente le oramos al Padre? Realmente ya no necesitamos a Jesús." Bueno, esta
noción no cubre el papel permanente de Jesús. Debido a que el Nuevo Testamento dice que él
es el único mediador entre Dios y el hombre en tiempo presente, Jesús vive por siempre para
interceder por nosotros. Eso no significa que la obra expiatoria de Jesús en la cruz no haya sido
suficiente. Sin duda, la obra expiatoria de Jesús sirve de una vez por todas, es completa, no se le
necesita añadir nada. Jesús sigue teniendo un papel personal, continuo, relacional que
desempeña en nuestras vidas como nuestro abogado, mediador y representación. Él es nuestro
abogado, que a diario se presenta delante del gran juez y defiende nuestro caso. Las buenas
noticias son que a causa de su obra expiatoria, él nunca pierde. Siempre está apelando, basado
en su obra perfecta y terminada, en su papel de intercesor como nuestro gran sumo sacerdote,
siempre con éxito y eficaz. La obra está en curso, es relacional y dinámica. Así Jesús, basado en
su obra expiatoria terminada, continúa como nuestro mediador y nuestro intercesor, como
nuestro gran sumo sacerdote. [Dr. K. Erik Thoennes]
Uno de los ejemplos más explícitos de la obra intercesora de Jesús en la Biblia, es la oración que
hizo por sus discípulos en la noche de su arresto y juicio, registrada en Juan 17. De hecho, a esta
oración a menudo se le llama la Oración Sumo Sacerdotal de Jesús. En esta oración, Jesús
incluyó muchas peticiones de los apóstoles. Y en Juan 17:20 y 21, también oró en nombre de
aquellos que se convertirían en sus discípulos a través de su ministerio de evangelización. Jesús
continuó su obra de intercesión en su muerte en la cruz, en la cual medió entre Dios y la
humanidad de la manera más eficaz posible. Y ahora que ha ascendido al cielo, se nos dice que
continúa intercediendo por nosotros en el templo celestial mediante la presentación de su
propia sangre en el altar y suplicándole al Padre por nosotros. Como leemos en Hebreos 7:24 y
25:
[Jesús] por cuanto permanece para siempre, tiene un sacerdocio inmutable; por lo cual puede
también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para
interceder por ellos. (Hebreos 7:24-25)
Nuestra salvación está asegurada permanentemente porque Jesús, nuestro sumo sacerdote,
está constantemente intercediendo por nosotros, pidiéndole al Padre que acepte el mérito de la
muerte del Hijo como pago por todos los pecados que cometemos.
Expectativas
Como vimos anteriormente en esta lección, el desarrollo histórico del oficio sacerdotal, creó la
expectativa de que en el futuro, el oficio del sacerdote seguiría mediando entre Dios y su pueblo,
para que las personas pudieran ser aceptadas en la santa presencia especial de Dios. Y ya
hemos observado que Jesús cumplió las expectativas realizando las funciones del oficio de
sacerdote. Por lo tanto, en esta sección de nuestra lección, vamos a centrar nuestra atención en
la forma en la que Jesús cumplió las profecías específicas del Antiguo Testamento acerca del
futuro de la función sacerdotal.
Nuestra exposición de este tema se dividirá en tres partes. En primer lugar, veremos la profecía
referente al gran sumo sacerdote. En segundo lugar, estudiaremos la profecía acerca de este
gran sacerdote que sirvió como rey. Y en tercer lugar, veremos la profecía en la que el pueblo de
Dios se convertiría en un reino de sacerdotes. Empecemos viendo cómo Jesús cumplió la
profecía del gran sumo sacerdote.
Juró el Señor y no se arrepentirá: Tu eres sacerdote para siempre. Por tanto, Jesús es hecho
fiador de un mejor pacto. (Hebreos 7:21-22)
El autor de Hebreos dijo que cuando Dios juró que el Mesías sería un sacerdote para siempre,
dejó claro que el futuro gran sumo sacerdote sería el Mesías que traería el nuevo pacto. Y de
acuerdo con este mismo pasaje en Hebreos, Jesús es el gran sumo sacerdote. De hecho,
Hebreos menciona, al menos diez veces, el papel de Jesús como el gran sumo sacerdote que fue
profetizado. También se refiere regularmente a Jesús como "Cristo" o "Mesías" y dice
explícitamente que él es el que trajo el nuevo pacto en los capítulos 8, 9 y 12. Más que cualquier
otro libro del Nuevo Testamento, la carta a los Hebreos demuestra, más allá de toda duda, que
Jesús cumple la expectativa del Antiguo Testamento de sumo sacerdote. La segunda expectativa
del Antiguo Testamento que Jesús cumplió fue que el gran sumo sacerdote también gobernaría
como rey.
La tercera expectativa, específicamente profetizada, que el sacerdocio de Jesús cumplió, fue que
el gran sumo sacerdote guiaría al pueblo de Dios a convertirse en un reino de sacerdotes.
Reino de Sacerdotes
Ya hemos visto que Éxodo 19:6 e Isaías 61:6 predijeron una época en la que el pueblo de Dios se
convertiría en una nación o un reino de sacerdotes. Todos ellos servirían en la santa presencia
de Dios, desarrollando las tareas que él les asignó, ofreciendo sacrificios de alabanza y
obediencia, y realizando otras funciones sacerdotales. Y, es significativo que en el sermón de
Jesús, registrado en Lucas 4, el Señor citó Isaías 61 y afirmó, que él era su cumplimiento. De esta
manera, Jesús dio a entender que él mismo convertiría al pueblo de Dios en un reino de
sacerdotes. Y de acuerdo a otras partes del Nuevo Testamento, eso es precisamente lo que hizo.
Por ejemplo, en 1 Pedro 2:5 Pedro se refirió a la iglesia como un "sacerdocio santo". Y en el
versículo 9, la llamó "real sacerdociol". Y nos encontramos con la misma idea en Apocalipsis 1:6:
5:10, y 20:6. Como un ejemplo, escuchemos las siguientes palabras de Jesús en Apocalipsis 1:6:
Como el Mesías, Jesús es el sumo sacerdote que gobierna como rey, y designa a todos sus
seguidores para servir en su reino como sacerdotes.
Una de las cosas que aprendemos en el Antiguo Testamento es que las figuras religiosas claves
eran los sacerdotes. Nos encontramos en el Nuevo Testamento que no sólo un subconjunto de
cristianos son sacerdotes, sino que todos los creyentes lo somos. Esta verdad se suele plasmar
en la conocida frase: el sacerdocio de todos los creyentes. Lo que se quiere destacar, es que
todos los cristianos somos llamados y capacitados para ministrar, para ser las manos, el
corazón, las piernas de Jesús, el cuerpo de Cristo. Ahora bien, ésta es una verdad muy poderosa.
Una de las consecuencias dramáticas históricas al entender esta maravillosa verdad, es que ya
nadie necesita considerar a otro ser humano un conducto, o mediador entre ellos y Dios.
Cualquier estructura que ponga un intermediario entre nosotros y Dios está llena de
oportunidades para el abuso, el control social y la esclavitud. Así que esta es una verdad muy
poderosa, dignificante y liberadora, es una verdad que no socava en modo alguno la verdad
complementaria de que Dios le ha regalado a su cuerpo una diversidad de dones, y que entre
esos dones, uno de los que yo he llegado a apreciar, es el don pastoral. El don pastoral requiere
un corazón especial. Requiere el corazón y las habilidades para pastorear. Para orientar, animar,
consolar. Esto no es ponerse entre una persona y su Dios. No es socavar el derecho de
interpretar las Escrituras y de que Dios ilumine su mente para hacer un buen trabajo y
disciplinarse para esta tarea. Sino que es una gracia ofrecida a nosotros, para ayudarnos en el
camino, en el que cada uno de nosotros, es un sacerdote, y para que cada uno de estos
sacerdotes valore y atesore el cuidado pastoral. [Dr. Glen Scorgie]
El cumplimiento de la función sacerdotal de Jesús nos recuerda algo muy importante. Los
propósitos originales de Dios en la creación se han complicado por el pecado, pero nunca han
sido abrumados por el pecado. La misma llegada de Jesús y su cumplimiento exacto de los
requisitos sacerdotales muestran su fidelidad a la bondad del plan de Dios. Su consolidación del
oficio y su significado último demuestran su carácter central en el avance del plan de Dios. Y
como gran sumo sacerdote, que gobierna como rey, Jesús cumple los aspectos originales y
esperados del ministerio sacerdotal. Así que, como su pueblo, tenemos gran razón para honrar,
adorar y confiar en Jesús, sirviéndole con lealtad como sacerdotes de su reino.
Hasta este punto hemos explorado el trasfondo del Antiguo Testamento del oficio de sacerdote,
y su cumplimiento en Jesús. Ahora, estamos listos para considerar la aplicación moderna del
sacerdocio de Jesús. ¿Qué implicaciones tiene el papel de Jesús como nuestro gran sumo
sacerdote para nuestras vidas hoy en día?
APLICACIÓN MODERNA
Una forma práctica de abordar la aplicación moderna de la obra sacerdotal de Cristo se puede
encontrar en el Catecismo Menor de Westminster, respuesta número 25, que dice:
Cristo ejecuta el oficio de Sacerdote, en haberse ofrecido a sí mismo, una sola vez, en sacrificio
para satisfacer las demandas de la justicia Divina, reconciliarnos con Dios; y en interceder
continuamente por nosotros.
Sacrificio
Examinaremos la aplicación del sacrificio de Cristo, considerando tres respuestas que debemos
tener: confianza en él para la salvación; servicio fiel a él y a los que ama; y adoración.
Comencemos viendo el tema de la confianza.
Confianza
Las Escrituras enseñan que el sacrificio de Jesús en la cruz, es la única base efectiva para el
regalo de la salvación de Dios. Cristo murió en la cruz para salvar a los pecadores. Él propició
que Dios satisfaciera la justicia y la ira de Dios, con el fin de expiar, o quitarnos, la culpa de todos
los que tenemos fe en él .
Y esa fe es fundamental. Para poder recibir el perdón de los pecados que Cristo ofrece, tenemos
que confiar en él, y solamente en él. Tenemos que creer que él es el Hijo de Dios que murió por
nuestros pecados, y que somos perdonados sólo por el sacrificio que él ofreció por nosotros.
Las Escrituras hablan de esta verdad en pasajes como Juan 20:31, Romanos 10:9 y 10, y 1 Juan
4:14 al 16 .
Los seguidores de Cristo debemos confiar en que nuestra salvación se basa en el sacrificio de
Jesús, y que es efectiva sólo a causa de su obra. Nadie más puede salvarnos.
Como Pedro predicó en Hechos 4:12:
Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en
que podamos ser salvos. (Hechos 4:12)
No podemos ganar la salvación. Ninguna iglesia o santo puede dárnosla. Tenemos que confiar
sólo en los méritos de Cristo y en su sacrificio para salvarnos solamente.
Cuando ponemos nuestra confianza en Jesús solamente, podemos tener confianza y gozo ante
Dios. Jesús hizo fielmente todo lo que el Padre le mandó. Y podemos estar seguros de que va a
hacer fielmente todo lo que nos ha prometido a nosotros también.
Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de
Jesucristo &elli; teniendo un gran sacerdote sobre la casa de Dios, acerquémonos con corazón
sincero, en plena certidumbre de fe. (Hebreos 10:19-22)
Una de las señales de que somos salvos es que nos sentimos salvos. Tenemos la sensación de
ser parte de la familia de Dios. La Biblia dice que el Espíritu Santo da testimonio a nuestro
espíritu de que somos hijos de Dios. Y así, los verdaderos hijos de Dios nos sentimos adoptados.
Pero eso no significa que no podamos tener fluctuaciones en el grado de certeza o seguridad
acerca de nuestra salvación. Queremos incrementar esa seguridad, pero, sin duda, puede ir y
venir conforme pasan los años. Tenemos que tratar de entender el evangelio, predicarlo a
nosotros mismos todos los días, para que podamos entender lo que Jesús ha hecho por
nosotros cuando tomó nuestro lugar, y ayudarnos unos a otros. Eso es lo que hacemos en la
comunión, nos ayudamos unos a otros a estar más seguros de nuestra adopción, de nuestra
salvación, de nuestro perdón, de que el Espíritu Santo, nos ayuda con la predicación de la
palabra, a crecer en nuestra confianza en Cristo y en lo que él ha hecho por nosotros. La
seguridad de la salvación, va y viene en el día a día, pero debe haber un crecimiento continuo
conforme pasa el tiempo. [Dr. K. Erik Thoennes]
¿Pueden los verdaderos creyentes dudar de su salvación? Por supuesto. Y uno ve ejemplos de
ello en las Escrituras. Se ve en el caso de Elías sentado debajo del enebro, se ve en David en
algunos de sus Salmos de enorme lamento, al hacer preguntas con respecto a su relación con
Dios. Creo que se ve en la biografía de Pedro, tal vez inmediatamente después del episodio de la
negación, cuando sale y llora. Los verdaderos creyentes pueden dudar de su salvación. Nuestra
salvación no depende de la seguridad que tenemos en ser salvos. A veces, en los círculos
evangélicos, tendemos a tomar esa dirección. Le pedimos a la gente dar su testimonio – Yo
tengo un testimonio, mi conversión fue como la de Pablo – por el hecho de que fue repentina y
dramática. Podría dar la hora y el minuto exacto si es necesario. Un día yo no creía que Jesús
existía, ni me importaba, y después de 24 horas yo ya creía que él era el Hijo de Dios y mi
salvador. Pero yo soy salvo por gracia mediante la fe en la obra terminada y los méritos de Cristo
solamente y no por la seguridad que tengo de ello. Hay todo tipo de cosas que pueden robarnos
nuestra garantía. Sucesos repentinos y oscuros, como cuando la mujer o el hombre que uno
más ama en el mundo se va con el Señor, eso nos puede sacudir. Algunas personas tienden a
ver el vaso medio vacío en vez de lleno. Son personas que hacen muchas preguntas. Todos
conocemos a los pesimistas del mundo, y creo que probablemente soy uno de ellos, que tiende
a hacer preguntas de esa naturaleza. Hay factores, factores divinos, la Confesión de
Westminster, por ejemplo, en el siglo 17 sugiere que a veces Dios retira la luz de su rostro de
nosotros, alejándose con el fin de hacer que queramos más de él, que el simple hecho de
extrañarlo crezca en nosotros y así, en última instancia, afirme nuestra fe. Eso nunca es una
experiencia agradable. Pero los padres a veces hacen eso. Retiran sus manos de un niño que
está empezando a caminar. Están ahí, listos para agarrarlo si se cae, pero están solos, por su
cuenta, por un segundo. Y Dios hace algo así con nosotros, por lo que lo anhelamos y crecemos
como consecuencia. [Dr. Derek Thomas]
Ahora que hemos considerado la confianza como respuesta al sacrificio de Cristo, reflexionemos
en el servicio que su sacrificio debe inspirarnos a prestar.
Servicio
La Biblia enseña que el sacrificio que Jesús realizó por nosotros debe inspirarnos a servirle
fielmente. A lo largo de Romanos 6, Pablo dejó claro que debido a que Jesús murió para
salvarnos, estamos obligados a amarle y obedecerle. Él murió para darnos nueva vida - vida que
está libre del dominio del pecado. Y una manera en la que debemos expresar nuestro
agradecimiento por esta salvación es luchando contra el pecado en nuestras vidas, negándonos
a someternos a él de nuevo. Como Pablo escribió en Romanos 6:2 al 4:
Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él? &elli; Porque somos
sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de
los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva. (Romanos 6:2-
4)
Una de las razones por las que Jesús murió es para que pudiéramos estar libres del dominio del
pecado. Y la única respuesta apropiada a tal sacrificio es vivir de una manera que le agrade. Las
Escrituras también mencionan muchas otras maneras en que podemos servir a Cristo a la luz de
su sacrificio. Obviamente, debemos seguir el ejemplo de Cristo, estando dispuestos a sufrir y
hasta morir por sus propósitos. De hecho, pasajes como Hechos 5:41 y Filipenses 1:29 indican
que es un gran honor y una bendición cuando sufrimos por causa de Cristo.
Y la Biblia también nos anima a servir a Cristo mediante el sacrificio de nosotros mismos por la
misma gente por la que Jesús murió. Nos enseña a ser pacientes y compasivos unos con otros
en Efesios 4:32 hasta el capítulo 5:2. Se nos enseña a renunciar a nuestras libertades por el bien
de los más débiles en la fe en Romanos 14 y 1 Corintios 8. E incluso nos manda a dar nuestras
vidas, tal como lo hizo Cristo, por el bien de los demás creyentes. Como Juan escribió en 1 Juan
3:16:
En esto hemos conocido el amor, en que él puso su vida por nosotros; también nosotros
debemos poner nuestras vidas por los hermanos. (1 Juan 3:16)
El sacrificio que Jesús hizo, que fue una vez y para todos los tiempos que consistió en la
expiación en la cruz. Fue completamente suficiente para los fines previstos, es decir, tomó sobre
sí mismo el justo castigo de Dios por los pecados. Nunca podríamos expiarlos por nosotros
mismos, y mucho menos por medio de otro ser humano. Sin embargo podemos seguir el
ejemplo de Jesús, entregando nuestras vidas por el bien de los demás.
Y si es que deberiamos estar dispuestos a morir por ellos, entonces también debemos estar
dispuestos a hacer sacrificios menores para ellos, empezando con nuestro tiempo, nuestro
dinero, nuestra comodidad y nuestras posesiones con el fin de servirles.
Es fácil hablar de lo importante que es amar a los demás y sacrificarse por ellos. Pero a veces es
difícil seguir adelante con estas ideas. Para amar bien a la gente, tenemos que sacrificar cosas
que a menudo son muy queridas por nosotros, nuestro tiempo, nuestra economía y nuestra
comodidad. Éstos son sólo algunos de los sacrificios necesarios para amar a los demás. Es muy
difícil para nosotros valorar el reino de Dios y su justicia más que nuestras propias
comodidades.
Pero cuando no lo hacemos no entendemos una verdad importante: ganamos más ofreciendo
estos sacrificios que los sacrificios mismos. Ganamos la oportunidad de adorar a Dios y ver su
reino extenderse en el mundo en la forma en que damos de nuestras vidas por el bien de los
demás.
Ahora que hemos considerado la confianza y el servicio como dos aplicaciones modernas del
sacrificio de Cristo, centremos nuestra atención en la adoración.
Alabanza
Como cristianos, nos encontramos a menudo motivados a adorar a Jesús, cuando pensamos en
lo que hizo por nosotros en la cruz. Su sacrificio desinteresado inspira, a nuestro corazón a
alabarle por el gran amor que nos mostró. Y nos mueve a darle gracias una y otra vez por las
increíbles bendiciones de la salvación que él pagó por nosotros.
Y el sacrificio de Jesús también debe motivarnos a adorar al Padre y al Espíritu. Después de todo,
de acuerdo a pasajes como Juan 14:31, el sacrificio de Jesús fue el plan del Padre. Y Hebreos 9:14
nos enseña que Jesús ofreció su sacrificio a través del poder del Espíritu Santo. Por lo tanto, el
Padre y el Espíritu merecen la misma alabanza y adoración que le damos a Jesús.
Y además de motivarnos a la adoración, el sacrificio de Jesús también nos sirve como modelo
para la adoración. Escuchemos lo que Pablo escribió en Romanos 12:1:
Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en
sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. (Romanos 12:1)
Este pasaje plantea naturalmente dos preguntas. En primer lugar, ¿Cómo es que la muerte de
Jesús en la cruz es un acto de adoración? Y en segundo lugar, ¿Cómo podemos modelar nuestra
propia adoración? En respuesta a la primera pregunta, la muerte de Jesús en la cruz fue un acto
de adoración porque cumplió con los tipos del Antiguo Testamento y presagió lo establecido por
los sacrificios en el Antiguo Testamento. En éste la adoración de Dios se centró en el sacrificio.
En Hebreos 9 se nos enseña que el sacrificio de Jesús fue la sustancia a la que todos los
sacrificios del Antiguo Testamento apuntaban. También dice que Jesús no fue sacrificado
pasivamente por nosotros. Más bien, él se sacrificó activamente a sí mismo. Él era el sumo
sacerdote que siguió las normas de adoración del antiguo pacto, y se presentó a Dios como un
acto de adoración sacrificial. Y por esta razón, nuestros actos de sacrificio constituyen también
una adoración.
Pero ¿Cómo podemos seguir el modelo de Jesús en nuestro sacrificio? ¿Qué clase de actos
sacrificiales debemos ofrecer? Pues bien, las Escrituras indican muchas cosas qué podemos
hacer y que cuenta Dios como sacrificio. Como ya hemos visto, Romanos 12:1 dice que una
manera de imitar el sacrificio de Cristo es ofrecer nuestros cuerpos a Dios. Pero el versículo 2
continúa explicando el significado de esto: No debemos conformarnos con el comportamiento
del mundo, sino que debemos dejar que nuestras mentes renovadas en Cristo nos lleven a
nuevos patrones de comportamiento. Debemos abstenernos de usos pecaminosos de nuestro
cuerpo, y comportarnos de nuevas maneras que honren a Dios.
Efesios 5:1 y 2 enseña que una segunda manera de imitar el sacrificio de Cristo es viviendo una
vida de amor. La muerte de Jesús en la cruz es el máximo acto de amor. Por lo tanto, cuando
somos bondadosos y compasivos unos con otros, estamos siguiendo el modelo del sacrificio del
amor de Cristo en nuestras propias vidas.
Y Filipenses 4:18 sugiere una tercera forma en la que podemos adorar a Dios a través del
sacrificio: dando nuestro dinero, recursos y tiempo para ayudar a otros creyentes. Pablo dijo que
los regalos de los filipenses a él eran ofrendas y sacrificios a Dios, porque eran costosos para los
filipenses y porque beneficiaban a quienes Dios ama.
Ahora, claro está, estas sugerencias no agotan las posibilidades de cómo adorar a Dios a través
del sacrificio. Pero son un buen punto de partida para nosotros al intentar seguir los pasos de
Jesús al adorar a Dios a través del sacrificio amoroso.
Ahora que hemos visto algunas maneras en las que podemos extraer aplicaciones prácticas del
sacrificio de Jesús, estamos listos para ver cómo su reconciliación sacerdotal debería impactar
nuestras vidas.
Reconciliación
Veremos la aplicación moderna de la reconciliación sacerdotal de Jesús de tres maneras: En
primer lugar veremos que ésta nos pone en paz con Dios. En segundo lugar, veremos la unidad
que fomenta. Y en tercer lugar consideraremos la misión que nos asigna. Veamos primero
nuestra paz con Dios.
Paz
Cuando Jesús nos reconcilia con Dios, él hace la paz entre nosotros y Dios. Antes de esta
reconciliación, nuestra rebelión contra Dios nos había hecho sus enemigos, como leemos en
pasajes como Romanos 5:10 y Efesios 2:2. En ese momento, nos merecíamos la justicia y la ira
de Dios. Pero para reconciliarnos con Dios, Jesús puso fin a esta enemistad. Satisfizo la ira de
Dios, e hizo la paz entre nosotros. Ahora, en lugar de ser enemigos de Dios, somos hijos que él
ama y ciudadanos fieles en su reino.
Y esto significa que no tenemos que temer a Dios de la manera en que tememos a los enemigos.
Nunca debemos pensar que nos quiere destruir. Nuestras vidas están escondidas en Cristo,
para que la misma paz que existe entre Dios Padre y Dios Hijo también exista entre nosotros y
Dios. Y este tipo de paz debe mover nuestros corazones a alabar, nuestras manos a actuar, y
nuestras mentes a conocer y entender más y más acerca de nuestro gran Dios. Escuchemos la
manera en que Pablo habló de esto en Colosenses 1:19 al 22 :
Por cuanto agradó al Padre que en él habitase toda plenitud, y por medio de él reconciliar
consigo todas las cosas &elli; haciendo la paz mediante la sangre de su cruz&elli; erais en otro
tiempo extraños y enemigos en vuestra mente, haciendo malas obras, ahora os ha reconciliado
en su cuerpo de carne, por medio de la muerte, para presentaros santos y sin mancha e
irreprensibles delante de él. (Colosenses 1:19-22)
La pregunta de si "tenemos paz en Dios" es muy, muy clara. ¿Por qué entonces Dios disciplina a
sus hijos o creyentes? Creo que la respuesta es simple: porque nos ama. Tener paz con Dios
significa que somos llevados nuevamente a tener una relación con él. Fuimos creados para
conocer a Dios, para servirle, amarle, obedecerle, a conocerle de una manera íntima. Y nuestro
pecado nos separa de esto. La salvación que nos trae de regreso, la paz, la reconciliación, otras
imágenes que transmiten lo que es la salvación, de modo que ahora estamos en relación con él.
Cuando pecamos, nos ama tanto que no deja que sigamos nuestro propio camino. Nos jala
hacia atrás. Nos disciplina. Es decir, la imagen que se usa en las Escrituras es como la de un
padre y un hijo. Así que en el caso de mis hijos, no me estaría haciendo cargo de ellos, no los
estaría amando, si dejo que ellos hagan cosas que les hacen daño, que hagan cosas que los
apartan de lo que yo les he mandado. Nuestro Padre en el cielo, por medio de nuestro Señor
Jesucristo, nos disciplina para que ahora seamos formados a la imagen de Cristo. Esto es para
nuestro bien. Así que si no experimentamos la disciplina de Dios, esto debe ser una
preocupación para nosotros. La disciplina no es algo malo, es algo bueno, y demuestra el amor
de Dios por sus hijos. [Dr. Stephen Wellum]
La paz que tenemos con Dios debe mover nuestros corazones a alabar a Dios, proclamando y
dándole gracias por su gran bondad para con nosotros. Esto nos debe inspirar a hablar palabras
de Dios y acerca de Dios y de su carácter en la oración. Esto nos debe motivar a meditar sobre
las grandes obras que ha hecho en nuestras vidas, a encontrar nuevas formas para amarle y
obedecerle. Y nos debe dar el deseo de animar a aquellos que nos rodean, recordándoles de la
paz que los creyentes ya tenemos con Dios, y que los no-creyentes también pueden tener si se
reconcilian con él.
Nuestra paz con Dios también debe mover nuestras manos para actuar. Hay que hacer la paz
con los demás seres humanos. Debemos demostrar las bendiciones del reino de paz de Dios, en
forma de justicia moral y social, y de atención a los más necesitados. Y debemos consolar y
aconsejar a aquellos que están descorazonados por la falta de paz y bendición en sus vidas. Y la
paz que tenemos con Dios debería motivarnos a conocer y a entender más acerca de nuestro
gran Dios y Salvador. Su palabra nos dice que debemos conformar nuestras mentes al modo de
pensar de Dios, siguiendo el modelo de sus pensamientos. Y descansar tranquilamente
sabiendo que él es suficiente, sin preocuparnos de que Dios nos abandone en el mundo, sino
seguir confiados en el conocimiento de que él nos ama y nos cuida.
Unidad
Un tema que aparece con frecuencia en el Nuevo Testamento es que aquellos que aman a Dios
también amarán al pueblo que Dios ama. Como leemos en 1 Juan 4:21:
Cuando Dios se reconcilia con una persona, debemos reconciliarnos con esa persona también.
Por eso Pablo insistió a sus lectores a reconocer el gran don de la reconciliación que ellos habían
recibido de Dios, y a expresarlo en unidad con otros creyentes. En la iglesia primitiva, a menudo
se aplicaba esta idea cuando las relaciones estaban tensas entre los judíos y los gentiles en la
iglesia. Escuchemos lo que dijo en Efesios 2:13 al 16:
Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido hechos
cercanos por la sangre de Cristo&elli; Para crear en sí mismo de los dos un solo y nuevo hombre,
haciendo la paz, y mediante la cruz reconciliar con Dios a ambos en un solo cuerpo, matando en
ella las enemistades. (Efesios 2:13-16)
Encontramos un énfasis similar en la unidad en pasajes como Juan 17:23, Romanos 15:5 y
Efesios 4:del 3 al 13.
La iglesia moderna rara vez se enfrenta a la cuestión de las relaciones entre judíos y gentiles.
Tenemos muchos problemas que son similares a éste. Luchamos contra animosidades raciales,
étnicas y nacionales entre los creyentes. Y el ministerio de la reconciliación de Jesús puede
ayudarnos a buscar la unidad en estas áreas. Todos hemos sido reconciliados con Dios y entre
nosotros a través de nuestra unión con Cristo. Y esta unidad debe ser expresada en nuestras
relaciones en la iglesia. Debe hacernos valorar y buscar las metas de Dios de una iglesia
unificada, a pesar de que a veces esto signifique dejar a un lado las cosas que nos hacen
diferentes de los demás. [Dr. Samuel Ling]
Además de la paz y la unidad, una tercera aplicación que podemos sacar del ministerio
sacerdotal de reconciliación de Cristo, es la misión, que se nos ha asignado para realizar nuestro
propio ministerio de reconciliación en el mundo.
Misión
El ministerio de reconciliación sacerdotal de Jesús, aún no se ha completado. Su sacrificio
compró y garantizó la reconciliación. Pero la reconciliación aún no se ha aplicado a todo el
mundo. Por lo tanto, en esta etapa de la historia, Jesús designó a la iglesia para continuar su
ministerio de reconciliación. Somos sus embajadores de reconciliación. Y es nuestro deber
anunciar el evangelio que reconcilia a los pecadores con Dios. Escuchemos cómo Pablo describe
nuestra misión en 2 Corintios 5:18 al 20:
Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el
ministerio de la reconciliación; que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no
tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la
reconciliación. Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por
medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios. (2 Corintios 5:18-20)
La ofrenda de reconciliación con Dios sigue siendo un ministerio vital de la iglesia. Pablo dijo a
los corintios que Dios nos reconcilió consigo mismo a través de Cristo, y que continúa
reconciliando a todo el mundo consigo mismo. Y es nuestra responsabilidad como discípulos de
Cristo proclamar este mensaje a otros, para que ellos también puedan ser reconciliados con
Dios por medio de él. Hacemos esto principalmente al anunciar las buenas nuevas de que a
través de la vida, muerte, resurrección y ascensión de Cristo, los pecadores pueden encontrar
paz con Dios. Ahora que hemos visto el ministerio sacerdotal de Jesús en términos de sacrificio y
reconciliación, hay que reflexionar en la aplicación moderna de la intercesión sacerdotal de
Jesús.
Intercesión
Examinaremos la aplicación moderna de la intercesión sacerdotal de Jesús en dos puntos. En
primer lugar, veremos que nos permite recurrir nosotros mismos a Dios. Y en segundo lugar,
veamos que la intercesión de Cristo nos obliga a abogar por otras personas. Veamos primero la
forma en que nos permite recurrir a Dios en nuestra propia necesidad.
Recurrir
Jesús intercede recordándole a Dios Padre de su sacrificio por nosotros, y pidiéndole que nos
perdone y nos bendiga a partir de este sacrificio. Y como el Padre ama al Hijo y valora su
sacrificio, responde positivamente a la intercesión del Hijo por nosotros. Él escucha y responde a
las peticiones sacerdotales de Cristo, por lo que el perdón, la santificación, la vida, y todas las
demás bendiciones de la salvación pueden ser aplicadas a nosotros de manera continua. Y una
consecuencia de esto es que podemos acercarnos al Padre todos los días con nuestras
necesidades, sabiendo que él escucha nuestras oraciones, porque nuestro gran sumo sacerdote
está orando por nosotros. Vemos esto en Efesios 3:12, Hebreos 10:19, y otros pasajes.
Escuchemos Hebreos 4:14 al 16:
Por tanto, teniendo un gran sumo sacerdote que traspasó los cielos, Jesús el Hijo de Dios,
retengamos nuestra profesión. Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda
compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra
semejanza pero sin pecado. Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para
alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro. (Hebreos 4:14-16)
Como el autor de Hebreos señaló, Jesús traspasó los cielos. Es decir que ha entrado en el
santuario celestial con su propia sangre con el fin de interceder por nosotros. Y que gracias a su
intercesión, podamos tener la confianza de que Dios nos favorece, y está dispuesto a darnos su
misericordia y gracia cuando le oramos. Podemos apelar al Creador de todas las cosas para
todas nuestras necesidades, ya sea que esas necesidades sean tan profundas como el perdón y
la salvación, o tan frecuentes como las oraciones de cada día pidiendo ropa y vivienda. No hay
necesidad tan pequeña que no entre en el ámbito de la intercesión de Cristo por nosotros. Y no
hay necesidad tan grande que el valor de su sacrificio no cubra. Y por esta razón, debemos ser
alentados a ser audaces y confiados en nuestras oraciones, apelando a nuestro amoroso Padre
Celestial para todas nuestras necesidades y deseos justos.
Con el entendimiento de que la intercesión de Cristo nos da la confianza de recurrir a Dios por
nosotros mismos, veamos cómo se nos anima a abogar por otros.
Abogar
Con Jesús ya intercediendo por nosotros, ¿por qué orar por otros? Creo que la razón principal se
resume en una palabra - Sígueme. Si Jesús está intercediendo por nosotros, nos dirá que lo
sigamos y que intercedamos también. Creo que nuestras oraciones tienen impacto. Y pienso
que las Escrituras enseñan que no sólo tienen impacto, sino que van a haber momentos en los
que no oramos y algunas cosas no sucederán porque no se oró para que sucedieran. ¿Creemos
en la oración? Sí. Pero ¿por qué? Porque Jesús dijo síganme y él oró. [Dr. Matt Friedeman]
Una de las lecciones importantes de la intercesión celestial de Cristo es que debemos seguir su
ejemplo abogando por los demás en oración. Nuestro amor y preocupación por los demás nos
deben motivar para hablar con Dios a nombre de ellos, pidiéndole que les muestre su
misericordia y amor en cualquier circunstancia a la que se enfrenten. Escuchemos lo que Pablo
escribió en Efesios 6:18:
Orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda
perseverancia y súplica por todos los santos. (Efesios 6:18)
Aquí, Pablo instruyó a todos los creyentes a acercarse a Dios en nombre de los demás. Y por
supuesto, cada vez que hacemos esto, nuestra defensa se basa en el sacrificio que hizo Cristo en
su nombre, así como en la propia defensa por nosotros.
Me pregunto, ¿por qué orar a Jesús si él conoce y entiende mis necesidades, ¿por qué tendría
que interceder por mí? Hay algo dentro de la intercesión que muestra el corazón de Dios, y es
que él lleva, él carga. En la vida encarnada del Señor, en la vida trinitaria, hay una carga, un amor
que recibe las necesidades de la humanidad. Esa es la base de la cruz de mi caminar con Jesús.
El Señor me manda porque quiere que yo entienda la realidad, pero también me ofrece la
oportunidad de cargar a alguien en mi corazón. La respuesta a la necesidad de cada persona se
encuentra en otra persona. Ahora la respuesta a todas nuestras necesidades, por supuesto se
encuentra en el corazón de Jesús. Al hacernos a su imagen y llamarnos a ser sus discípulos nos
ha dado a entender que quiere que carguemos también. Quiere que seamos sacerdotes como
los sacerdotes israelitas. Quiere que llevemos a la gente en el corazón así como Aarón. Quiere
que tengamos en el corazón como él, las necesidades del mundo. Y así la intercesión es una
expresión del corazón de Dios. [Dr. William Ury]
Las oraciones de intercesión para abogar pueden aplicarse a cualquier aspecto de la vida. Por
ejemplo, se nos anima a orar por el éxito de los ministerios cristianos en pasajes como Romanos
15:30; Efesios 6:20; Colosenses 4:4; 1 Tesalonicenses 5:25, y Hebreos 13:19. Se nos enseña a orar
por aquellos en peligro espiritual o en pecado, como podemos ver en 1 Juan 5:16. Deberíamos
orar para que otros reciban protección de la tentación, siguiendo la enseñanza de Jesús en
Mateo 6:13, y su modelo de oración en Lucas 22:32. También debemos orar por salud,
pidiéndole a Dios que sane tanto las heridas del cuerpo como las de la mente. Escuchemos las
instrucciones de Santiago en Santiago 5:14 al 16:
¿Está alguno enfermo entre vosotros? Llame a los ancianos de la iglesia, y oren por él,
ungiéndole con aceite en el nombre del Señor. Y la oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo
levantará; y si hubiere cometido pecados, le serán perdonados. Confesaos vuestras ofensas
unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados. La oración eficaz del justo puede
mucho. (Santiago 5:14-16)
Santiago enseñó que cuando abogamos por los demás en el nombre del Señor, es decir, cuando
intercedemos por ellos recordándole al Señor que pertenecen a Cristo, el Señor está dispuesto a
recibir que aboguemos por ellos favorablemente, y concedernos lo que pedimos. Y por esa
razón, debemos sacar el máximo provecho de este privilegio, abogando regularmente por los
necesitados.
Y, claro está, que también hay que abogar por los demás en la vida diaria. Por ejemplo, al igual
que pedimos pan para nosotros, también debemos abogar por los demás pidiéndole a Dios que
satisfaga sus necesidades diarias también. Debemos pedirle otorgar toda clase de bendiciones a
su pueblo, incluyendo cosas como la salud, la provisión para el trabajo y éxito en sus relaciones.
Cuando hay situaciones de nuestra vida que son pesadas en nuestros corazones, debemos
apelar a Dios para que él nos ayude. Igualmente, debemos motivarnos a orar por las
necesidades de los demás, grandes o pequeñas.
La gente a menudo se pregunta sobre el misterio de la oración. ¿Por qué tenemos que orar? Si
Dios ya conoce todas las cosas y si Jesús ya está intercediendo, ¿Por qué tenemos que orar?,
¿Hay algo que se perdería si no oráramos e intercediéramos por el mundo?, creo que la
respuesta es sí, algo es lastimado, y aquí está el porqué. Primero, si no intercedemos,
desobedecemos a Dios, porque él nos ha mandado a orar. Eso es todo lo que necesitamos
saber. No necesitamos entender el cómo funciona. Dios nos ha mandado a orar. Y si confiamos
en él y lo amamos, vamos a orar. Segundo, Dios no sólo nos ha mandado a orar, sino que de
alguna manera en este misterio, él incluye las oraciones de los santos en la mismísima
intercesión de Jesús. Me sorprende la imagen en el libro de Apocalipsis, en la que se encuentra
un incienso que arde y se eleva a Dios, la cual es descrita como las oraciones de los santos. Es
así: si no oramos, lastimamos nuestra relación con Dios, en la cual Dios quiere que estemos
comprometidos con él, en lo que él está haciendo en el mundo. Él nos llama a una relación más
profunda y plena, al vernos como sus colaboradores, como Pablo se describe a sí mismo y a
otros, como colaboradores con Dios en la obra de la redención a través de nuestra intercesión.
Así que nuestra relación con Dios sería lastimada. Tercero, este es el misterio más grande de
todos. Dios ha decidido redimir al mundo, no actuando en él desde fuera, sino creando el poder
de su gracia interior. A medida que intercedemos con Jesús, no debemos pensar que estamos
tratando de convencer a Dios de que haga algo que no quiere hacer, o de tratar de añadir algo a
la oración de Jesús. Debemos ver nuestra intercesión por el mundo o por los demás de esta
manera. Estamos tratando de tomar al mundo o a los demás y llevarlos con nuestras oraciones
al lugar donde Dios quiere que estén para que su bendición y su gracia pueda ser derramada
sobre ellos. Y, sí, en el misterioso diseño de Dios, algo falta si no oramos, porque dentro de su
creación ha dejado que sus hijos redimidos sean no sólo los que están a la espera de su
salvación final, sino que también los ha dejado trabajando, llevando y trayendo, a través de la
oración, al mundo y a los demás al lugar donde Dios puede salvarlos. [Dr. Steve Blakemore]
CONCLUSIÓN
En esta lección de Jesús como Sacerdote, hemos visto el trasfondo del Antiguo Testamento del
oficio de Jesús, al ver que Dios le ordenó a los sacerdotes preparar y dirigir al pueblo de Dios, a
su santa presencia especial, para que recibieran su bendición. También hemos visto, cómo Jesús
cumplió este oficio en el Nuevo Testamento, al ser nuestro gran sumo sacerdote. Y hemos
considerado algunas de las maneras en que podemos aplicar los principios del ministerio
sacerdotal de Jesús, a nuestras vidas en el mundo moderno. Jesús es el cumplimiento final del
oficio bíblico de sacerdote. Como nuestro gran sumo sacerdote, nos está preparando para vivir
en la santa presencia de Dios y ser bendecidos por Dios de maneras sorprendentes. Y esas
bendiciones no están reservadas exclusivamente para el futuro. A través del sacrificio de Jesús y
de su intercesión, el Padre está dispuesto a darnos un anticipo de la vida eterna en este
momento, en el mundo actual. Por esa razón, como seguidores de Cristo debemos regocijarnos
en el ministerio sacerdotal de Jesús y esperar el día en el que seremos recibidos por el
mismísimo Jesús en la presencia especial de Dios en el nuevo cielo y la nueva tierra. También
debemos contar con y aprovechar el actual ministerio de Cristo como nuestro gran sumo
sacerdote, que incluso en este momento está intercediendo por nosotros en las cortes
celestiales.
El propósito de este ciclo de estudios es que cada uno de los que formamos parte del cuerpo de
Cristo en la tierra lleguemos a entender plenamente cuál era el sueño de Dios para sí Iglesia a través
de los tiempos. Este sueño no es otro que podamos llegar a comprender y a vivir hasta las últimas
consecuencias el verdadero significado de las palabras que siglos más tarde el apóstol Pedro escribió
en su primera carta diciendo:
"Vosotros, sois linaje escogido de Dios, sacerdotes del Rey, nación santa, pueblo que Dios ha
adquirido para que anunciéis las virtudes del que os llamó de las tinieblas a su luz admirable. Antes
no erais nadie, pero ahora sois pueblo de Dios. Antes desconocíais la misericordia de Dios, pero
ahora la disfrutáis plenamente".
1ª Pedro 2:9-10
Para entender un poco mejor el corazón de Dios y podamos sacar grandes enseñanzas para nuestras
vidas, vamos a estudiar acerca de:
1.- EL SACERDOCIO EN EL ANTIGUO TESTAMENTO.
La Palabra de Dios nos muestra en el Antiguo Testamento que Dios dio un sacerdocio, bajo la ley, a
los hijos de Israel. El propósito de Dios era tener una nación justa y que viviera en una comunión
sacerdotal (espiritual) con él, y fue por esto que llamó y escogió al pueblo de Israel de entre todas las
naciones de su tiempo para que fuera una nación de sacerdotes.
Cuando uno ve y analiza esto se da cuenta que nuestro Dios es un Dios sensible a las necesidades del
ser humano, y desea relacionarse con sus criaturas, ya que entre otras cosas, el sacerdocio en sus
inicios respondió a las necesidades más profundas del corazón humano, porque el ser humano fue
creado para tener una fluida y correcta relación con Dios su creador.
Como bien indica Levt.26 el pueblo de Israel desobedeció y Dios no hizo de ellos un reino de
sacerdotes porque no cumplieron su parte en el Pacto que hicieron con Dios. Por ello, Dios le dio un
sacerdocio inferior (el sacerdocio levítico o de Aarón) que sería su ayo que los podía levar o conducir
a Cristo en quien podrían de nuevo llegar a ser herederos de la misma promesa, ya que es sólo en
Jesucristo donde el pueblo de Dios está completo (Col.2:9-10) Leer.
En los días de los primeros patriarcas (Abraham, Isaac, Jacob, etc.), el padre era el sacerdote de toda
la familia, y este honor y responsabilidad de ejercer el sacerdocio pasaba al hijo mayor a la muerte
del padre. Esta práctica continuó hasta que la ley de Moisés transfirió su derecho a la tribu de Leví de
cuya tribu salieron los sacerdotes para Israel como nación.
La ley que Moisés recibió de parte de Dios en el Sinaí requería de los padres un genuino compromiso
con Dios, porque debían entrenar a sus hijos en el conocimiento de Dios y sus leyes (Deut.4:9-13; 6:4-
9) Leer.
Al ver esta gran enseñanza que nos deja el pueblo de Israel; hoy, el pueblo de Dios y en especial el
padre como líder espiritual delegado por el mismo Dios tiene que asumir u ocupar su papel
sacerdotal para cubrir y satisfacer las necesidades de cada integrante de su familia. En otras
palabras, Dios quiere hoy restaurar la paternidad y un área de la misma es la responsabilidad
espiritual del padre sobre toda la familia.
Decir también, que algo a tener en cuenta como algo muy importante es la motivación que le lleva a
ello, ya que ésta debe ser el amor a Dios y a los suyos, porque amar es satisfacer necesidades y en
base a esto, podremos contribuir con algo muy valioso para la extensión del reino de Cristo. Porque
nuestro fracaso como líderes espirituales en nuestros hogares, será la limitante en llevar a un total
cumplimiento la misión que el mismo Señor Jesucristo nos ha encomendado para la humanidad
(Mt.28:19-20), ya que no podremos llevar a otros donde nosotros nunca hemos llegado.
Por lo tanto, Dios demanda que como responsables espirituales de nuestras familias ocupemos
nuestro lugar como verdaderos sacerdotes y seamos:
Hombres que sepan establecer la dirección y el rumbo con un amor genuino nacido de un corazón
que de verdad conoce a Dios y pasa tiempo con él. Porque el anhelo más grande para él es que su
familia pueda cumplir el propósito para el cual Dios los creó. Ser de bendición (Gén.12:3) Leer.
Hombres que protejan (no que justifiquen) a sus familias de influencias dañinas y sepan marcar
pautas que eviten sufrimientos innecesarios en el futuro. Por ello es muy importante que tengamos
muy claro que después de Dios (como dijo alguien) "La familia es el mayor capital que puede tener
un ser humano".
En 1ª Samuel 3 vemos un ejemplo de lo que NO tiene que hacer un verdadero líder espiritual que
ama a los suyos. El sacerdote Elí es el vivo ejemplo de un padre que se negó a reconocer una
necesidad específica en su familia.
"Y Jehová dijo a Samuel: He aquí haré yo una cosa en Israel, que a quien la oyere, le retiñirán los
oídos. Aquel día yo cumpliré contra Elí todas las cosas que he dicho sobre su casa, desde el principio
hasta el fin".
Estos versículos nos muestran que el mismo Dios, de la misma manera que estaba muy preocupado
por la marcha de la familia de Elí, también está muy preocupado por nosotros y por la marcha de
nuestras familias. Por ello, le dijo a Elí algo muy importante en el vers.13:
"Y le mostraré que yo juzgaré su casa para siempre, por la iniquidad que él sabe; porque sus hijos
han blasfemado a Dios, y él no los ha estorbado".
Este pasaje nos hace ver claramente que Elí sabía que la cosa no marchaba porque él no estaba
cumpliendo su papel dentro del hogar como: Sacerdote (líder espiritual), Protector y Proveedor de los
suyos. Todo esto nos lleva a una seria reflexión:
¿Ha habido ocasiones en que como padres sabíamos que algo iba mal en el hogar, pero no hemos
intervenido para corregirlo por comodidad, temor, inexperiencia o insensibilidad?.
¿Qué debemos hacer ante una tarea de tan grande responsabilidad?.
Dios ha escogido al padre para una de las más difíciles posiciones de dirección en el mundo: La de
dirigir su hogar. Por ello, es muy difícil que la Iglesia pueda resucitar algo que en el hogar se haya
sentenciado a muerte. Por lo tanto, ocupemos nuestro lugar en amor y dejemos que el Espíritu Santo
comience a obrar poderosamente, y tengamos la certeza de que si nosotros ponemos de nuestra
parte, él no nos va a defraudar.
Siendo responsables delante de Dios de sustentar, proveer y satisfacer todas las necesidades de la
familia en general y de cada integrante en particular.
Desde que Moisés recibió la ley de Dios en el Sinaí el pueblo experimentó un desarrollo espiritual
incluido el sacerdocio. El sumo sacerdote y en su defecto el sacerdote era la persona que se
comunicaba con Dios representando al pueblo y era a través de él que Dios mostraba qué dirección
debía tomar el pueblo. Esto nos muestra que las relaciones entre Dios y su pueblo dependían en
gran parte de la labor o ministerio sacerdotal.
De aquí llegamos a la conclusión de que el sacerdote era el hombre que debía conocer mejor que
nadie el corazón de Dios por pasar mucho tiempo en su presencia. Sin embargo, el Antiguo
Testamento a veces nos muestra que no siempre fue así y fue por ello que el mismo pueblo de Israel
iba deteriorando su relación con Dios de la misma manera que lo hacían sus líderes espirituales".
A pesar de la hipocresía reinante en algunos de los sacerdotes, Dios seguía siendo fiel, ya que los
mismos dependían de los diezmos, de las ofrendas y de las primicias del campo y de los rebaños
(Dt.26:12; Núm.18:12-19; 26-28). Porque ellos a diferencia de las otras tribus, Dios nunca les dio
heredad, sino que les dijo que su herencia sería la de Dios mismo (Núm.18:20-21).
Decir también que para que podamos entender plenamente el sacerdocio en el Nuevo Testamento
es muy importante comprender cómo era la relación de Dios con Israel en el Antiguo Pacto, porque
como hemos podido ver Israel fue llamada a ser una nación de sacerdotes (Ex.19:5-6) que guardaran
el Pacto, y se conservaran santos (apartados con un propósito) a los ojos de Dios.
Por todo esto, podemos decir, que la tarea del sacerdote era velar por la santidad del pueblo y por
ello representaba vicariamente (en lugar de...) a la nación delante de Dios, pues ella por sí misma era
incapaz de ser santa. De ahí que Aarón junto con sus hijos cuando representaba a la nación, como
sumo sacerdote llevaba los nombres de las doce tribus en el pecho y se vestía de una forma
específica llena de significado para expiar el pecado del pueblo en el lugar santísimo (Ex.28:29) --
>Leer
CONCLUSION.-
A modo de conclusión en este estudio, tenemos que decir que la gran diferencia que hay entre el
sacerdocio del Antiguo Testamento con el sacerdocio del Nuevo Testamento es que en el Antiguo
Pacto el hombre luchaba por agradar y acercarse a Dios en la fuerza del hombre que no le lleva a
ningún lugar. Se sentía de la misma manera que hoy se sienten muchas personas, ya que quieren
llegar a Dios por sus méritos, esfuerzos u obras y veces no se dan cuenta de que esa no es la
manera.
Sin embargo, en el Nuevo Pacto el hombre descubre que sólo puede acercarse a Dios por gracia, es
decir, a través de Jesucristo y haciendo suyo lo que él hizo en la cruz al morir por nuestros pecados.
La gracia de Dios es tan abundante que cuando una persona por la fe en Jesucristo comienza a
caminar como Cristo le indica, comienzan a suceder cosas asombrosas en su vida, ya que Jesucristo
le tiende la mano y lo lleva a la misma presencia de Dios. Sin necesidad de que tenga que pertenecer
a una casta sacerdotal porque Dios no hace acepción de personas.