Bourdieu 2019

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LAS PRACTICAS SOCIALES:

UNA INTRODUCCI6N A
PIERRE BOURDIEU
Este texto fue editado anteriormente en Buenos Aires por Centro
Editor de America Latina en 1994; en C6rdoba, por la Direcci6n de
Publicaciones de Ia Universidad Nacional de C6rdoba y Ia Edito­
rial Universitaria de Mis iones en 1 995 y en M a d r i d , poi
Tierradenadie Ediciones en 2002.

Foto de tapa: Enjambre, Sergio Clementi, 1997.

© Alicia Gutierrez, 2005

© Fcrreyra Editor, 2005


Av. Valparaiso km. 6V2 - 5016 C6rdoba
_
E-mail: ferreyra [email protected]

ISBN N° 987-1110-20-0

lmpreso en Argentina
Printed in Argentina
Heche el dep6sito que marca Ia Ley 11.723
Alicia B. Gutierrez

LAS PRACTICAS SOCIALES:


UNA INTRODUCCION A
PIERRE BOURDIEU

£f Ferreyra
't Editor
Capitulo 2

LAS ESTRUCTURAS SOCIALES EXTERNAS


0 LO SOCIAL HECHO COSAS

1. Los campos sociales: definici6n y propiedades generales

Bourdieu define a los campos sociales como:

11 espacios de juego hist6ricamente constituidos con sus ins­


tituciones especificas y sus leyes de funcionamiento pro­
piasll (Bourdieu, 1987c: 108).

Aunque se esta hablando de cierta especificidad de cada


campo -ya veremos en que reside esa especificidad-, pueden dis­
tinguirse leyes generales, leyes de funcionamiento invariables,
validas para campos tan diferentes como pueden serlo el campo
econ6mico, el campo politico, el campo cientifico, el campo del
deporte, el campo de la religi6n, etc.
Esas leyes generales del funcionamiento de los campos lo­
gran ser comprendidas en relaci6n con otros conceptos, tales como
posici6n, capital, interes, espacio social, que seran explicitados
mas adelante. Por el momento, me limito a enunciarlos a fin de
seii.alar dichas propiedades generales.
a) En su aprehensi6n sincr6nica, los campos se presentan
como II sistemas de posiciones y de relaciones entre posiciones" (Costa,
1976: 3). Recordemos aqui que pensar en terminos de campos es
pensar relacionalmente: se trata de espacios estructurados de
posiciones, a las cuales estan ligadas cierto m1mero de propieda­
des que pueden ser analizadas independientemente de las carac­
teristica!l de quienes las ocupan (Bourdieu, 1976b).
b) Un campo se define, entre otras cosas, definiendo lo que
esta en juego (enjeu) y los intereses especificos del mismo, que son

31
irreductibles a los compromisos y a los intereses propios de otros
campos. Cada campo engendra el interes que le es propio, que es
la condici6n de su funcionamiento. Es decir, para que funcione
un campo,

"es necesario que haya alga en juego y gente dispuesta a


jugar, que este dotada de los habitus que implican el cono­
cimiento y reconocimiento de las leyes inmanentes al jue­
go, de lo que esta en juego, etc." (Bourdieu, 1976b: 136).

c) La estructura de un campo es un estado -en el sentido de


momento hist6rico- de la distribuci6n en un momento dado del
tiempo, del capital especifico que alii esta en juego. Se trata de un
capital que ha sido acumulado en el curso de luchas anteriores y
que orienta las estrategias de los agentes que estan comprometi­
dos en el campo.
d) En ese sentido, puede decirse tambien que su estructura
es un estado de las relaciones de fuerza entre los agentes o las
instituciones comprometidos en el juego.
e) Ademas de un campo de fuerzas, un campo social deter­
minado constituye un campo de luchas destinadas a conservar o
a transformar ese campo de fuerzas. Es decir, es la propia estruc­
tura del campo, en cuanto sistema de diferencias, lo que esta per­
manentemente en juego. En definitiva, se trata de la conserva­
ci6n o de la subversi6n de la estructura de la distribuci6n del
capital especifico:

"Aquellos que, dentro de un estado determinado de Ia re­


laci6n de fuerzas, monopolizan (de manera mas o menos
completa) el capital especifico, que es el fundamento del
poder o de Ia autoridad especifica caracteristica de un cam­
po, se inclinan hacia estrategias de conservaci6n -las que,
dentro de los campos de producci6n de bienes culturales,
tienden a defender Ia ortodoxia-, mientras que los que dis­
ponen de menos capital (que suelen ser tambien los recien
llegados, es decir, por lo general, los mas j6venes) se incH­
nan a utilizar estrategias de subversi6n: las de Ia herejia"
(Bourdieu, 1976b: 137).

32
Ahora bien, las luchas para transformar o conservar Ia es­
tructura del juego, llevan implicitas tambien luchas por Ia impo­
sici6n de una definici6n del juego y de los triunfos necesarios
para dominar en ese juego:

"Si por una parte Ia estructura del campo social es defini­


da en cada momento por Ia estructura de Ia distribuci6n
del capital y de los beneficios caracteristicos de los dife­
rentes campos particulares, en cada uno de estos espacios
puede ponerse en juego Ia definici6n misma de lo q ue estti
en juego y las respectivas cartas de triunfo. Todo campo es
el lugar de una lucha mas o menos declarada por Ia defini­
ci6n de los principios legitimos de divisi6n del campo"
(Bourdieu,1984b: 28).

f) El campo social como campo de luchas no debe hacemos


olvidar que los agentes comprometidos en las mismas tienen en
comun un cierto numero de intereses fundamentales, todo aque­
llo que esta ligado a Ia existencia misma del campo como: una
suerte de complicidad basica, un acuerdo entre los antagonistas
acerca de lo que merece ser objeto de lucha, el juego, las apues­
tas, los compromisos, todos los presupuestos que se aceptan taci­
tamente por el hecho de entrar en el juego.
g) AI hablar de luchas permanentes, de acumulaci6n de
capital, de estado de las relaciones de fuerza, etc., estamos consi­
derando a los campos sociales en su aspecto dinamico, y resca­
tando Ia dimensi6n hist6rica de los mismos. En este sentido, agre­
go que en los campos se producen constantes definiciones y re­
definiciones de las relaciones de fuerza entre los agentes y las
instituciones comprometidos en el juego.
h) Asimismo, tambien se definen y redefinen hist6ricamente
los limites de cada campo y sus relaciones con los demas cam­
pos, lo que lleva implicita una redefinici6n permanente de los
limites de la autonomia relativa de cada uno de ellos.
Pasare a explicitar ahora otros conceptos relacionados con
el de campo, lo que permitira ir precisando progresivamente cada
una de sus propiedades generales y comprender de ese modo Ia
l6gica de su funcionamiento.

33
2. La especificidad del campo: capital e intereses en juego

He mencionado que existen campos sociales diversos. Aho­


ra tratare de seiialar en que reside la especificidad de cada uno
de ellos, o, en otras palabras, cucil es. el principio de diferencia­
ci6n de los campos sociales, que es lo que distingue a uno de
otros, cucil es el principio fundamental de construcci6n de un
campo especifico.

2.1. Capital

En primer Iugar, dire que el principio a partir del cual se


distinguen los campos sociales es el tipo de capital que esta en
juego:

"Un capital econ6mico, da origen a un campo especifico


(con sus posiciones y relaciones entre posiciones), que lla­
maremos campo econ6mico. Un capital de bienes de salva­
ci6n da origen a otro campo distinto del anterior (con posi­
ciones y relaciones entre esas posiciones, que son especifi­
cas y distintas a las del campo econ6mico), que llamare­
mos campo religioso. Y asi podemos continuar con otros
capitales (prestigio, conocimientos, relaciones, honor, etc.)
que dan origen a otros campos sociales" (Costa, 1976: 3).

En otros terminos, podria decirse que el objeto central de


las luchas y del consenso en cada campo esta constituido por una
de las diferentes variedades de capital. Recordemos aqui una de
las propiedades de los campos: la estructura de un campo es un
estado de la distribuci6n del capital especifico que alii esta en
juego.
Capital puede definirse entonces como "conjunto de bienes
acumulados que se producen, se distribuyen, se consumen, se invier­
ten, se pierden " (Costa, 1976: 3) . Como he mencionado mas arriba,
Bourdieu Iibera a este concepto de la sola connotaci6n econ6mi­
ca y lo extiende a cualquier tipo de bien susceptible de acumula­
ci6n, en tomo al cual puede constituirse un proceso de produc­
ci6n, distribuci6n y consumo, y por tanto, un mercado. En este

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sentido, los campos sociales pueden ser considerados como mer­
cados de capitales especificos.
Recordamos aqui que, al liberar el concepto de capital de la
sola connotaci6n econ6mica, Bourdieu marca una ruptura con el
marxismo15, pero a la vez, recupera la l6gica que Marx utiliza en
el analisis econ6mico y la extiende al amilisis de cualquier pnkti­
ca social:

" No se puede en efecto escapar a las ingenuidades etno­


centricas del economicismo sin caer en la exaltaci6n popu­
lista de la ingenuidad generosa de los origenes, sino a con­
dici6n de llevar hasta su termino lo que el no realiza mas
que a medias, y extender a todos los bienes, materiales o
simb6licos, sin distinci6n, que se presentan como raros y
dignos de ser buscados en una formaci6n social determi­
nada, -se trate de 'buenas palabras' o de sonrisas, de apre­
t6n de manos o de levantamiento de hombros, de cumpli­
dos o de atenciones, de 'desafios o injurias, de honor u ho­
nores, de poder o placeres, de chismes o de informaciones
cientificas, de distinci6n o distinciones, etc.-, el calculo eco­
n6mico que no ha podido apropiarse del terreno objetiva­
mente abandonado a la l6gica implacable del 'interes des­
nudo', como dice Marx, abandonando un islote sagrado,
milagrosamente salvado (epargne) por el 'agua glacial del
calculo egoista', asilo de lo que no tiene precio, por exceso
o por defecto" (Bourdieu, 1972: 235).

Ahora podemos ver c6mo el concepto de capital, tal como


aqui es definido, constituye un elemento de amllisis fundamen-

1 5 Una primera ruptura con el marxismo, en relaci6n con el concepto de capi­

tal, puede verse ya en Max Weber, aunque no explicitado en estos terminos.


En efecto, el au tor distingue tres fen6menos de Ia distribuci6n del poder en Ia
sociedad (clases, grupos de status y partidos), a cada uno de los cuales corres­
ponde un principio distinto de diferenciaci6n. Es decir, reconoce tres dimen­
siones o jerarquias en las cuales se pueden situar a individuos y grupos: ga­
nancia econemica, prestigio social y poder politico, que pueden ser considera­
dps implicitamente como tres tipos de capitales (capital econ6mico, capital
honor, capital politico) cuya distribuci6n desigual da origen a grupos sociales
diferenciados (Weber, 1974).

35
tal en relaci6n con lo que se planteaba mas arriba respecto a la
economia de las prticticas.
He dicho que en cada campo se juega un capital especifico
y que la l6gica econ6mica es susceptible de ser extendida a todos
los bienes. Pero, ahora rescato una frase del parrafo anteriormente
citado: a condici6n de que esos bienes "se presenten como raros y
dignos de ser buscados en una formaci6n social determinada ". Es de­
cir, no todo bien constituye necesariamente un campo, tiene que
ser un bien apreciado, buscado, que, al ser escaso, produzca inte­
res por su acumulaci6n, que logre establecer cierta divisi6n del
trabajo entre quienes lo producen y quienes lo consumen, entre
quienes lo distribuyen y quienes lo legitiman. En otras palabras,
tiene que constituirse un mercado en torno a ese bien para que
surja un campo especifico. Estos aspectos que hacen a la dinami­
ca de los campos, seran retomados mas adelante.
Hay distintas variedades de capital. Bourdieu distingue fun­
damentalrriente, aderruis del capital econ6mico, el capital cultu­
ral, el capital social y el capital simb6lico, que constituyen Ia gama
posible de los recursos y de los bienes de toda naturaleza que
sirven a la vez de medios y de apuestas a sus inversores.
Veamos cuales son las principales especies de capital, ade­
mas del econ6mico:
El capital cultural esta ligado a conocimientos, ciencia, arte,
y se impone como una hip6tesis indispensable para rendir cuen­
ta de las desigualdades de las performances escolares16•
El capital cultural puede existir bajo tres formas: en estado
incorporado, es decir, bajo Ia forma de disposiciones durables
(habitus) relacionadas con determinado tipo de conocimientos,
ideas, valores, habilidades, etc.; en estado objetivado, bajo Ia for­
ma de bienes culturales, cuadros, libros, diccionarios, 'ins trume�
tos, etc.; y en estado institucionalizado, que constituye una for-

16
Asi es considerado especialmente en La Rep roducci6n, donde los autores rea­
lizan un analisis que pone de relieve Ia autonomia relativa del campo cultural,
considerando a Ia escuela como principal instancia legitima de legitimaci6n
de " lo arbitrario cultural", que contribuye a Ia reproducci6n de Ia estructura
de Ia distribuci6n del capital cultural entre las clases, y con ello, a Ia reproduc­
ci6n de las relaciones de clase existentes. (Bourdieu y Passeron, 1970).

36
rna de objetivaci6n, como lo son los diferentes titulos escolares
(Bourdieu, 1979a).
La mayor parte de las propiedades del capital cultural pue­
den deducirse del hecho de que en su estado fundamental, esta.
ligado al cuerpo y supone un proceso de incorporaci6n. En otras
palabras, cierto numero de propiedades se definen s6lo en rela­
ci6n con el capital cultural en forma incorporada, ya que, si bien
la acumulaci6n de bienes culturales objetivados esta relacionada
con la capacidad econ6mica de adquirirlos -y en ese sentido, con
el capital econ6mico-, ello no significa necesariamente la capaci­
dad de apropiarse de ese bien en sentido sim.b6lico. Para consu­
mir un cuadro o utilizar determinados instrumentos por ejem­
plo, es necesario tambien la posesi6n de determinadas habilida­
des, conocimientos, etc.
Donde puede observarse el lazo que existe entre capital cul­
tural y capital econ6mico es, especialmente, en el tiempo necesario
para su adquisici6n, lo que incluye el momento en que un agente
social puede comenzar la empresa de adquisici6n y acumulaci6n,
hasta cuando puede continuarla y de que modo (liberado de la
necesidad econ6mica de su familia, por ejemplo), el porcentaje
del tiempo biol6gicamente disponible utilizado en el proceso, etc.,
aspectos que inciden tambien en el exito o el fracaso escolar.
El mencionar al capital cultural institucionalizado como for­
ma especifica del capital cultural, nos lleva a seftalar la existencia
de instituciones sociales a las que se les reconoce capacidad legi­
tima para administrar ese bien. Se trata de instituciones de con-
. sagraci6n y legitimaci6n especificas del campo, cuya aparici6n y
permanencia estan estrechamente relacionadas con la existencia
misma del campo y con su autonomia relativa. Ya volvere sobre
este fen6meno mas adelante.
El capital social esta ligado a un circulo de relaciones esta­
bles, y se define como:

" ...conjunto de los recursos actuales o potenciales que es­


tcin ligados a la posesi6n de una red duradera de relaciones
mAs o menos institucionalizadas de interconocimiento y de
inter-reconocimiento; o, en otros b�rminos, a Ia pertenen­
cia a un grupo, como conjunto de agentes que no s6lo es-

37
tan dotados de propiedades comunes (susceptibles de ser
percibidas por el observador, por los otros o por ellos mis­
mos), sino que tambien estan unidos por lazos permanen­
tes y utiles" (Bourdieu, 1980a: 2 -subrayado del au tor-).

Es capital de relaciones mundanas, capital de honorabili­


dad y de respetabilidad, que puede procurar beneficios materia­
les o simb6licos como aquellos que suelen estar asociadas a la
participaci6n en un grupo raro y prestigioso. Los efectos de esta
especie de capital son particularmente visibles en aquellos casos
en que diferentes individuos obtienen un rendimiento diferen­
cial de un capital (econ6mico o cultural) mas o menos equivalen­
te segt1n el volumen de capital social que ellos pueden movilizar
en relaci6n con un grupo (familia, antiguos compai'ieros de es­
cuela de "elite", nobleza, club selecto, etc.) Veremos luego la in­
cidencia de este capital en la construcci6n del espacio social.

"La red de relaciones es el producto de estrategias de inver­


sion social consciente o inconscientemente orientadas ha­
cia la instituci6n o la reproducci6n de relaciones sociales
directamente utilizables, a corto o a largo plazo, es decir
hacia la transformaci6n de relaciones contingentes, como
las relaciones de vecinazgo, de trabajo o incluso de paren­
tesco, en relaciones a la vez necesarias y electivas, que im­
plican obligaciones duraderas subjetivamente sentidas
(sentimiento de reconocimiento, de respeto, de amistad,
etc.) o institucionalmente garantizatl.as (derechos); todo ello
gracias a la alquimia del intercambio (de palabras, de do­
nes, de mujeres, etc.,) como comunicaci6n que supone y
que produce el conocimiento y el reconocimiento mutuo�"
(Bourdieu, 1980a: 2).

El propio intercambio transforma los objetos intercambia­


dos en signos de reconocimiento y, a traves del reconocimiento
mutuo de los agentes y el reconocimiento de la pertenencia al
grupo, produce, construye el grupo y al mismo tiempo determi­
na los limites del grupo: en otras palabras, delimita el espacio
mas alia del cual el intercambio no puede tener Iugar. Aqui en­
contramos tambien relaciones entre las diferentes especies de

38
capital, en la medida en que el volumen de capital social que ha
logrado acumular un agente particular, no s6lo depende de la
extensi6n de la red de relaciones que el puede efectivamente
movilizar en un momento determinado, sino tambien del volu­
men del capital econ6mico, cultural o simb6lico de cada uno de
aquellos agentes a quienes esta ligado por la pertenencia a esa
red.
La noci6n de capital simb6lico en Bourdieu era utilizada en
un primer momento como una manera de distinguir la acumula­
ci6n de ciertos bienes no estrictamente econ6micos como el ho­
nor, prestigio, salvaci6n, relaciones, conocimientos (Costa, 1976: 2).
En escritos posteriores del autor se lo encuentra definido
como:
II
.. .forma que revisten las diferentes especies de capital
cuando son percibidas y reconocidas como legitimasll
(Bourdieu, 1987a: 131).

II
... el capital econ6mico y cultural cuando es conocido y re­
conocido" (Bourdieu, 1987a: 138) .

11
. .capital de reconocimiento o de consagraci6n" (Bourdieu,
.

1987a: 144).

" .. .forma particular de capital, el honor en el sentido de


reputaci6n, de prestigio ( ...), como capital fundado sobre el
conocimiento y el reconocimiento" (Bourdieu, 1987c: 113).

11
... el capital simb6lico -otro nombre de distinci6n-, no es
sino el capital, de cualquier especie, cuando es percibido
por un agente dotado de categorias de percepci6n que pro­
vienen de la incorporaci6n de la estructura de su distribu­
ci6n, es decir, cuando es conocido y reconocido como natu­
ral" (Bourdieu,1984b: 28).

"A estas tres especies [capital econ6mico, cultural y social],


�s necesario agregar el capital simb6lico, que es la for��
que una u otra de estas especies reviste cuando es perobi­
da a traves de categorias de percepci6n que reconocen la
l6gica especifica o, si usted prefiere, que, desconocen lo ar-

39
bitrario de su posesi6n y de su acumulaci6n" (Bourdieu y
Wacquant, 1992: 81-82).

Se trataria entonces de una especie de capital que juega


como sobreaiiadido de prestigio, legitimidad, autoridad, reco­
nocimiento, a los otros capitales, principios de distinci6n y dife­
renciaci6n que se ponen en juego frente a los demas agentes del
campo, que se agregarian a la posici6n que se tiene por el manejo
del capital especifico que se disputa en ese campo.
El capital simb6lico es la particular especie de capital que
se juega en aquellos universos que mencione mas arriba, que se
explican por lo que Bourdieu llama "la economia de los inter­
cambios simb6licos", que se fundamentan en el tabu de la expli­
citaci6n de su verdad econ6mica y en la denegaci6n colectiva
que implica el desconocimiento -y el reconocimiento- de los meca­
nismos que la sustentan:

"El capital simb6lico es una propiedad cualquiera, fuerza


fisica, riqueza, valor guerrero, que percibida por agentes
sociales dotados de las categorias de percepci6n que per­
miten percibirla, conocerla y reconocerla, deviene eficien­
te simb6licamente, semejante a una verdadera fuerza mtigi­
ca: una propiedad que, por que responde a 'expectativas
colectivas', socialmente constituidas, a creencias, ejerce una
suerte de acci6n a distancia, sin contacto fisico" (Bourdieu,
1994: 172-173).

El capital simb6lico es poder simb6lico, es la particular fuer­


za de la que disponen ciertos agentes que ejercen lo que el au tor
llama violencia simb6lica, esa forma de violencia que se pone en
marcha sobre un agente o grupo de agentes con su complicidad.
Se trata de una violencia eufemizada, y por ello socialmente acep­
table, desconocida como arbitraria y con ello reconocida, en la
medida en que se fundamenta en el desconocimiento de los me­
canismos de su ejercicio:

"Como Ia teoria de Ia magia, Ia teoria de Ia violencia sim­


b6lica descansa sobre una teoria de Ia creencia o, mejor,
sobre una teoria de Ia producci6n de Ia creencia, del traba-

40
jo de socializaci6n necesario para producir agentes dota­
dos de los esquemas de percepci6n y de apreciaci6n que
les permitiran percibir las exhortaciones inscritas en una
situaci6n o en un discurso y obedecerlas" (Bourdieu, 1994:
173)17•

Esta creencia no es una creencia explicita, voluntaria, pro­


ducto de una elecci6n deliberada del individuo, sino una adhe­
si6n inmediata, una sumisi6n d6xica al mundo y a las exhorta­
ciones de ese mundo.
La creencia es a la vez derecho de entrada a un juego y
producto de la pertenencia a un espacio de juego. Recordemos
aqui lo que mencionaba mas arriba dentro de las propiedades
generales de los campos: para que funcione un campo es necesa­
rio que haya gente dispuesta a jugar el juego, que este dotada de
los habitus que implican el conocimiento y reconocimiento de
las leyes inmanentes al juego, que crean en el valor de lo que alii
esta en juego. Volvere luego sobre algunos de estos elementos.
Capital simb6lico, capital cultural, capital social, capital eco­
n6mico, son las diferentes especies de capital y cada una de elias
tiene sub-especies que pueden ser definidas en el contexto de un
analisis empirico. Este conjunto de poderes -especies y sub-espe­
cies de capital- constituye la gama de recursos, de medios y de
apuestas de los distintos agentes comprometidos en las luchas
de los diferentes campos sociales.

17Es importante recordar aqui que en su construcci6n te6rica, Bourdieu ha


tornado de Ia obra de Marx el hecho de que Ia realidad social es un conjunto de
relaciones de Juerzas entre clases hist6ricamente en luchas, y de Ia obra de We­
ber el hecho de que esa misma realidad es tambien un conjunto de relaciones de
sentido. Con ello, toda dominaci6n social, a menos de recurrir a Ia fuerza fisica
constantemente, debe ser reconocida, aceptada como legitima. Debe tomar un
sentido -preferentemente positivo-, de manera que los dominados adhieran al
principio de su propia dominaci6n y se sientan solidarios de los dominantes
en un mismo consenso sobre el orden establecido (Bourdieu y Wacquant, 1992).
Para profundizar en estos aspectos de Ia perspectiva de Bourdieu, ademas de
las obras citadas oportunamente, pueden verse las compilaciones de articulos
del autor, publicados bajo los titulos: 0 Poder SimbOlico (1989a) y A economia
das trocas simbOlicas (1992). Este ultimo trabajo, contiene una excelente intro­
ducci6n a Ia problematica ( "A for.;a do sentido") de Sergio Miceli.

41
Ahora es necesario introducir dos nociones estrechamente
relacionadas con las que acabo de explicitar: volumen global del
capital y estructura del capital.
La primera hace referenda al conjunto de recursos (pode­
res) efectivamente utilizables -es decir, la suma del capital eco­
n6mico, cultural, simb61ico y social-, del que puede disponer un
agente o grupo de agentes determinado. La segunda, consiste en
formas diferentes de distribuci6n del capital global entre las dis­
tintas especies de capital. Es decir, es la especial estructura patri­
monial que se constituye seg11n el peso relativo de cada uno de
los capitales que la forman.
Ambas nociones, que retomare mas adelante, representan
las dimensiones fundamentales segU.n las cuales se distribuyen
los agentes en el espacio social global:

"Asf, los agentes son distribuidos en el espacio social glo­


bal, en Ia primera dimensi6n segU.n el volumen global del
capital que poseen bajo diferentes especies, y, en Ia segun­
da dimensi6n, segU.n Ia estructura de su capital, es decir
segU.n el peso relativo de las diferentes especies de capital,
econ6mico y cultural, en el volumen total de su capital"
(Bourdieu, 1987a: 131).

Por ello, volumen y estructura del capital constituyen tam­


bien los factores que tienen el peso funcional mas fuerte en la
construcci6n de las clases sociales, al conferir su forma y su valor
especifico a las determinaciones que otros factores -tales como
edad, sexo, residencia, etc.- imponen a las practicas.
Las distintas especies de capital -y sus sub-especies-, como
buenas cartas en un juego, son poderes que definen las probabi­
lidades de obtener un beneficio en un campo determinado. Es
decir, a cada campo o subcampo le corresponde una especie par­
ticular de capital, vigente como poder fundamental y como lo
que esta en juego especialmente en ese mercado especifico.
En otros terminos, podria decirse que hay tantas fuentes de
poder como recursos se puedan acumular; pero esa fuente de
poder es tanto mas importante cuanto mas importante es el re­
curso que se maneja.

42
Los agentes comprometidos en un juego pueden luchar para
aumentar o conservar su capital, sus cartas, de alguna manera
conforme a las reglas tacitas del juego. Pero tambien pueden tra­
bajar para modificar total o parcialmente esas reglas de juego.
Por ejemplo, pueden luchar para cambiar el valor relativo de sus
cartas, por medio de estrategias que apunten a desacreditar la
sub-especie de capital sobre la que descansa la fuerza de sus ad­
versarios y valorizar la especie de capital que ellos poseen espe­
cialmente. Asi, muchas de las luchas desarrolladas en el seno del
campo del poder son de este tipo, por ejemplo entre agentes que
han logrado acumular un volumen de capital econ6mico y agen­
tes que poseen especialmente capital juridico (Bourdieu y Wac­
quant, 1992). En relaci6n con ello, recuerdo lo que ya habia men­
cionado entre las propiedades generales de los campos: las lu­
chas para transformar o conservar la estructura del juego, llevan
implicitas tambien luchas por la imposici6n de una definici6n
del juego y de los triunfos necesarios para dominar en ese juego.
Si nos preguntaramos entonces lque tipo de capital es el
mas importante?; es decir, lcual es el que posee mayor peso es­
pecifico?, una primera respuesta seria: el tipo de capital, y espe­
cialmente su sub-especie, que se juega en el campo de juego en el
momento que es objeto de analisis. Asi, por ejemplo, el volumen
del capital cultural -lo mismo valdria para el capital econ6mico­
determina las posibilidades asociadas de beneficios en todos los
juegos en que el capital cultural es eficiente -el campo educativo,
el campo cientifico, etc.-.
Pero a nivel global, cuando se considera la coexistencia de
los diferentes campos sociales (ya aclarare este concepto), y entra
a jugar la autonomia relativa de cada uno de ellos, dice el autor
que en sociedades como las nuestras, el capital econ6mico cons­
tituye la especie dominante, en relaci6n con las otras variedades
de capital. Y por ello, el campo econ6mico tiende a imponer su
estructura sobre los otros campos.
En otro tipo de sociedades, fundamentalmente en aquellas
en las que la acumulaci6n del capital econ6mico esta de alguna
manera controlada, sera otra la especie de capital dominante y,
por lo tanto, otro el poder que tienda a imponerse por sobre los
demas. Retomare luego estos elementos.

43
2.2. Intereses

Analizar los distintos campos sociales como mercados de


capitales especificos implica una redefinici6n del concepto de in­
teres, sacandolo del ambito estrictamente econ6mico, para ex­
tenderlo a toda practica social.
Reducir Ia noci6n de interes, como Ia d e capital, al ambito
econ6mico impide Ia explicaci6n rigurosa de una serie de practi­
cas que, por estar estructuradas a partir de otros principios que
el econ6mico, se pretenden 11 desinteresadas11 , II gratuitas", etc.:

"Tal pretensi6n es legitima s i e l unico interes aceptado es


el econ6mico. Pero, desde el momento en que se amplia el
concepto de 'interes' a otros campos como el del honor, el
de las relaciones, el de Ia salvaci6n, las practicas en apa­
riencia mas 'desinteresadas' comienzan a explicarse por
una 16gica estricta de 'in teres'. Asi Ia renovaci6n de los prin­
cipios esteticos en poesia, en pintura; Ia renovaci6n del dis­
curso en el ambito religioso..." (Costa, 1976: 1).

Recordemos aqui lo que he mencionado mas arriba: Ia no­


ci6n de interes rompe con Ia visi6n encantada que rechaza reco­
nocer las distintas formas de beneficios no materiales que pue­
den orientar las practicas de los agentes, que aparecen asi "des­
interesados", a Ia vez que sugiere Ia idea de que los agentes son
arrancados de un estado de indiferencia por los estimulos envia­
dos por ciertos campos y no por otros.
Esto equivale a decir que Ia noci6n de interes -hoy el autor
prefiere hablar de illusio18-, se opone no solamente a la de desin­
teres o gratuidad, sino tambien a la de indiferencia:

"La illusio es lo opuesto a Ia ataraxia: se refiere al hecho de


estar involucrado, de estar atrapado en el juego y por el

18
En efecto, posteriormente Bourdieu utiliza especialmente el termino illusio
(ludus: juego} para subrayar que aqui se habla siempre de intereses especificos
-ligados a un juego especifico- que son a Ia vez presupuestos y producidos por
el funcionamiento de campos delimitados hist6ricamente. (Bourdieu y Wac­
quant, 1992 y Bourdieu, 1994).
juego. Estar interesado, es acordar a un juego social deter­
minado que lo que alii ocurre tiene un sentido, que sus
apuestas son importantes y dignas de ser perseguidas"
(Bourdieu y Wacquant, 1992: 80).

AI no reducir los fines de la acci6n a fines econ6micos, esta


noci6n de illusio, -y tambien de inversi6n (investissement) o de
libido (Bourdieu, 1994)- implica acordar a cierto juego social que
el es importante, que vale la pena luchar por lo que alii se lucha,
que es posible tener interis por el desinteres -en sentido estricta­
mente econ6mico- y obtener beneficios de ello -especialmente
simb6licos-, como en el caso de aquellos universos sociales que
se explican por la economia de los bienes simb6licos19•
En consecuencia, subrayemos nuevamente que este con­
cepto de interes es totalmente diferente del interes transhist6rico
y universal de la teoria utilitarista, que constituye una universa­
lizaci6n inconsciente de la forma de interes engendrada y exigi­
da por una economia capitalista. Este interes, esta illusio, lejos de
ser un invariante antropol6gico es un arbitrario hist6rico, y por
ello, una construcci6n hist6rica que s6lo puede ser conocida por
el analisis empirico de sus condiciones de producci6n, y no de­
ducida a priori de una concepci6n ficticia y etnocentrica de "el
Hombre" (Bourdieu y Wacquant, 1992):

19 Estos beneficios no estrictamente econ6micos, que pueden obtenerse tenien­

do interis por el desinteris, constituyen lo que Bourdieu llama " beneficios de


universalizaci6n" . Se parte de Ia hip6tesis de que es un universal de las practi­
cas sociales, reconocer como valiosas las conductas que tienen por principia Ia
sumisi6n -aunque sea aparente- a lo universal (es mejor aparecer desinteresa­
do que interesado, altruista que egoista); a Ia vez que toda sociedad ofrece Ia
posibilidad de un beneficia de lo universal -interis en el desinteris- . El analisis
sociol6gico del interis por el desinteris puede producir cierto " desencantamien­
to", pero al mismo tiempo, puede proporcionar herramientas para pensar en
Ia posibilidad de crear condiciones sociales que impongan a los agentes que
juegan en esos juegos, mediante controles y coacciones, Ia necesidad de imple­
mentar estrategias de universalizaci6n reales. Lo dicho vale para el campo
politico (Ver especialmente Bourdieu, 2001), para el campo intelectual en ge­
neral y el cientifico en particular (Ver Bourdieu, 1999) , para el campo artistico
(Ver Bourdieu 2003), y para todos los espacios de juego sociales que otorguen
beneficios a aquellos que tengan interis por el desinteris.

45
"Una de las tareas de Ia sociologfa es determinar como el
mundo social constituye Ia libido biol6gica, pulsi6n indi­
ferenciada, en libido social, especffica. Hay, en efecto, tan­
tas especies de libido como hay campos: el trabajo de so­
cializaci6n de Ia libido es precisamente el que transforma
las pulsiones en intereses especfficos, intereses socialmen­
te constituidos que no existen sino en relaci6n con un es­
pacio social en el seno del cual ciertas cosas son importan­
tes y otras indiferentes" . .. (Bourdieu, 1994: 143).

La illusio es, a Ia vez, condici6n y funcionamiento de un


campo. Pero este "derecho de entrada al campo" no es reductible
al calculo consciente, es un acto de fe, es una relaci6n de creencia:
se nace en el juego, con el juego, y la relaci6n de creencia es mas
total en cuanto se ignora como tal. No se fundamenta pues, en un
contra to explicito entre un individuo y un espacio de juego, sino
en una suerte de complicidad ontol6gica entre un campo y un
habitus20•
En resumen, puede decirse que todo campo, en tanto que
producto hist6rico, engendra y activa una forma especifica de
interes, una illusio especifica, que es la condici6n de su propio
funcionamiento. Por lo tanto, hay tantos intereses como campos,
lo que hace necesario determinar en cada caso empiricamente las
condiciones sociales de producci6n de ese interes, su contenido
especifico, etc. Recordemos aqui que sefialaba como una de las
propiedades generales de los campos sociales el hecho de que
cada uno de ellos se define definiendo sus apuestas e intereses
especificos, que son irreductibles a las apuestas y a los intereses
propios de otros campos.
Por otro lado, ese interes que esta implicado en la partici­
paci6n en el juego -reconocimiento tacito del valor de lo que esta
en juego-, se diferencia segU.n la posici6n ocupada en el juego y
tambien segU.n la trayectoria que conduce a cada participante a
esa posici6n.

111
Para profundizar estos aspectos, ver Bourdieu, 1980b, Libro 1, especialmen­
te lo que el au tor trabaja en relaci6n con " la creencia y el cuerpo" (Capitulo 4).

46
Pueden distinguirse entonces, dos tipos de intereses. Unos
son los llamados genericos, asociadas al hecho de participar en el
juego, intereses fundamentales, ligados a Ia existencia misma del
campo, y que tienen en comtin los agentes comprometidos en
dicho campo: fundamentalmente, un acuerdo acerca de lo que
merece ser objeto de lucha, el juego, las apuestas, etc.:

"Uno v e que, entre gentes que ocupan posiciones opues­


tas en un campo y que parecen opuestas en todo, radical­
mente, hay un acuerdo oculto y tacito sobre el hecho de
que vale Ia pena luchar a prop6sito de las cosas que estan
en juego en el campo. El apoliticismo primario, que no deja
de crecer porque el campo politico tiende cada vez mas a
cerrarse sobre si mismo y a funcionar sin referirse a Ia cHen­
tela (es decir casi como un campo artistico) descansa sobre
una suerte de conciencia confusa de esta complicidad pro­
funda entre los adversarios insertos en el mismo campo:
ellos se pelean, pero est:an de acuerdo al menos sobre el
objeto de desacuerdo" (Bourdieu, 1994: 142-143).

Hay ademas otro tipo de intereses, llamados espedficos, que


tambien se definen en relaci6n al campo de luchas, pero que es­
tan ligados mas concretamente con cada una de las posiciones
relativas de ese campo. Se trata de intereses objetivos, no necesa­
riamente conscientes, y son definidos no en relaci6n a Ia concien­
cia o a Ia subjetividad de los agentes sociales, sino en relaci6n a Ia
posici6n social ocupada, es decir, en relaci6n a un elemento so­
cial objetivo como lo es el de una posici6n social (Costa, 1976) .
Los intereses objetivos son atribuidos, son imputados por
el investigador a los agentes sociales que producen las practicas,
en relaci6n a las condiciones objetivas en las que se encuentran
los agentes; es decir, a partir de las caracteristicas objetivas de
cada una de las posiciones. Se denominan objetivos, para dife­
renciarlos de los intereses subjetivos o conscientes o intenciona­
les, que son aquellos intereses que declara tener el agente, que
puede tener explicitados como m6viles de sus practicas, pero que,
por estar ligados a Ia subjetividad, no son susceptible de un es­
tricto y rigurosos control metodol6gico como los objetivos liga-

47
dos a factores objetivos21•
En relaci6n con lo que estoy planteando, podria decirse que
la hip6tesis que el investigador maneja es aquella que presume
en cada agente el interes por reproducir o mejorar su posici6n,
reproduciendo o aumentando el capital especifico que esta en
juego en el campo social que es objeto de analisis.
Considerar el interes propio como principio a partir del cual
el agente social estructura su acci6n (acci6n que se convierte en
un medio a traves del cual se busca obtener ventajas) permite
rescatar al agente social y a su trabajo de producci6n de las prac­
ticas sociales (Costa, 1985) .
Ahora bien, definirlos a partir de las caracteristicas objeti­
vas de la posici6n que ocupa el agente social, permite captar ese
interes propio, en cuanto orientaci6n, finalidad de la acci6n, sin
caer en una intencionalidad de tipo subjetivo (Costa, 1985) .
Estos aspectos se relacionan con lo que mencionaba mas
arriba respecto a que el inventario de las condiciones objetivas
por si solo no basta para explicar el condicionamiento social de
las practicas. En efecto, se plantea la necesidad de rescatar a quien
produce dichas practicas, pero se trata de rescatarlo socialmente,
es decir, no en cuanto sujeto sino en cuanto agente socializado.

21Tratandose del amilisis de un campo especifico como puede serlo el religio­


se, pueden distinguirse a modo de ejemplo, ambos tipos de intereses. En el
clero -en tanto grupo de agentes ligados a una posici6n determinada en ese
campo-, puede definirse un interes intencional y consciente que seria el de
comunicar desinteresadamente la salvaci6n a los fieles -quienes, en tanto gru­
po de agentes, ocupan una posici6n diferente dentro del mismo campo-. Pero
tambien puede definirse un interes social objetivo en terminos de " in teres de
asegurar [manteniendo o aumentando el capital especifico que se juega en ese
campo], de reproducir, la propia posicion social", en tanto "detentadores del poder de
administrar con autoridad los bienes de salvaci6n" . Ambos tipos de intereses se
relacionan: " la �ealizaci6n del interes subjetivo, intencional (ofrecer gratuita­
mente los bienes de salvaci6n), lleva a asegurar la realizaci6n del interes obje­
tivo, por que no podria el clero administrar los bienes de salvaci6n si no ase­
gurara la reproducci6n de su propio poder de 'administrador autorizado de
tales bienes' . Mas aun, cuanto mas asegura el clero la realizaci6n del in teres
intencional (transmitir la salvaci6n), mas asegura la dependencia de los laicos
(que reciben los bienes de salvaci6n en la medida en que se someten al clero
como intermediario autorizado de tales bienes) (Costa, 1976: 3).

48
La noci6n de interes permitira, como veremos luego, Ia com­
prensi6n de Ia practica en terminos de estrategia.

3. La distribuci6n desigual del capital: posiciones diferentes---

He mencionado mas arriba que los diferentes campos so­


dales son espacios estructurados de posiciones o, mas precisa­
mente, que en su aprehensi6n sincr6nica los campos se presen­
tan como sistemas de posiciones y de relaciones entre posicio­
nes.
Ahora bien, es necesario sefialar que es Ia distribuci6n des­
igual del capital que esta en juego, lo que define las diferentes
posiciones constitutivas de un campoZZ.
Posici6n podria definirse entonces como Iugar ocupado en
cadn campo o, mejor, Iugar ocupado en cadn campo, en relacion con el
capital espedfico que all{ estti en juego.
En primer Iugar, sefialo que aqui el concepto de posici6n
no hace referenda a Iugares funcionalmente definidos en las or­
ganizaciones y, por lo tanto, no supone necesariamente Ia exis­
tencia de una organizaci6n formal.
Tambien es importante subrayar que esas posiciones son
relativas y que implican Ia puesta en marcha de un pensamiento
relacional. Decir que son relativas supone considerar que no pue-

22 La misma l6gica de analisis, en terminos de "distribuci6n desigual de un bien


que genera posiciones diferentes, a las cuales esttin ligados intereses diferentes, intere­
ses que generan luchas de los agentes que ocupan esas posiciones", puede observarse
en autores que se ubican en lo que podria llamarse un enfoque conflictivo de
Ia acci6n social. Es Ia l6gica de Marx, al definir las clases sociales segU.n Ia
posici6n que se ocupa en las relaciones de producci6n (Marx, 1978). Es Ia l6gi­
ca de Dahrendorf, que utiliza como principia de diferenciaci6n de clases Ia
desigual distribuci6n de autoridad (Dahrendorf, 1970) . Es Ia l6gica de Max
Weber, cuando senala que Ia distribuci6n desigual de lo econ6mico, del pres­
tigio u honor y del poder politico generan grupos sociales diferenciado s en
terminos de clases, grupos de status y partidos (Weber, 1974).
Decir Ia misma l6gica de aru\lisis no implica identificar otros contenidos de los
enfoques de los autores citados -que ahora no voy a explicitar- claramente
diferenciados.

49
den definirse por sf mismas sino en relaci6n a otras posiciones, y
que las propiedades ligadas a cada una de elias s6lo pueden dife­
renciarse por referenda a las propiedades asociadas a las otras
posiciones. Es decir, cada una de las posiciones se define en rela­
ci6n a las demas posiciones que constituyen un campo especifico
y, por lo tanto, el hacer referenda a una determinada posici6n
implica siempre la referenda al sistema de relaciones en el cual
esta inserta. Claro que, como ya he mencionado, la referenda a
dicho sistema supone el analisis sincr6nico (las posiciones y las
relaciones entre posiciones en un momento hist6rico determina­
do) y diacr6nico (las definiciones y redefiniciones de las posicio­
nes en la trayectoria del campo).
Pueden distinguirse tres criterios o principios de distribu­
ci6n del capital especifico, que definen posiciones especificas en
cada campo (Costa, 1976):
1) Posesi6n o no: este criterio de diferenciaci6n supone la
posibilidad de poseer o no el capital que esta en juego en cada
campo, sea este de cualquier especie (capital econ6mico, cultu­
ral, social, etc.); o de poseer el poder de administrar un capital
(como puede ser el poder de administrar los bienes de salvaci6n
en el caso del campo religioso, por ejemplo).
2) Posesi6n mayor o menor: es decir, no s6lo es significati­
vo en la definici6n de las posiciones el hecho de tener o no tener
el capital especifico, sino que tambien es importante el volumen
mayor o menor de ese capital -o del poder de administrarlo- que
se ha ido acumulando en el curso de las luchas desarrolladas en
determinado campo.
3) Caracter legitimo o no legitimo de la posesi6n del capital
-o del poder de administrarlo-. Este criterio, que fija tambien po­
siciones diversas, se relaciona con el reconocimiento social (y por
ello legitimaci6n social) que se tiene del capital acumulado o del
poder de administrarlo23•

21 Si tomamos por ejemplo el campo religioso, podemos distinguir posiciones

diferentes segU.n estos tres criterios: asi, una primera diferenciaci6n de posi­
ciones se daria por una distribuci6n desigual entre quienes tienen y quienes
no tienen el poder de administrar el bien de salvaci6n: clero y laicos. Una se-

50
Estos tres criterios de definici6n de posiciones sociales den­
tro de un campo, determinan tambien las relaciones que se esta­
blecen entre esas posiciones.
Dichas relaciones son basicamente relaciones de poder, rela­
ciones de dominaci6n-dependencia, que se establecen entre los
agentes que entran en competencia y en lucha por el capital que
se disputa en cada campo.
El primer criterio de diferenciaci6n hace surgir una prime­
ra relaci6n entre posiciones dominantes (aquellas ocupadas por
quienes poseen capital acumulado) y posiciones dominadas (ocu­
padas por quienes no poseen ese capital). Pero a su vez, tambien
se establecen relaciones de dominaci6n-dependencia -en la me­
dida en que pueden diferenciarse posiciones diversas- entre aque­
llos que poseen el capital espedfico, segU.n el grado mayor o
menor de su posesi6n y segU.n el grado de legitimidad social aso-
ciada a esas posesiones24• ..---

gunda diferenciaci6n de posiciones puede establecerse entre aquellos que po­


seen un mayor o menor poder de administrarlo dentro del clero, como pueden
ser Papa, obispos y sacerdotes. Por ultimo, pueden definirse diferentes posi­
ciones entre aquellos actores a quienes se les reconoce Ia legitimidad de admi­
nistrar el capital que esta en juego y quienes no gozan de dicha legitimaci6n,
como pueden serlo, dentro del campo religioso y en un periodo hist6rico de­
terminado, el sacerdote, el profeta y el mago (Costa, 1976). Aqui el au tor toma
como referenda los analisis hechos por Max Weber entre sacerdotes, profetas
y magos en el pueblo judio (1971, 1974). Ahora bien, es necesario aclarar que,
como lo sefiala el autor en otro trabajo, en Max Weber es evidente Ia falta de
sistematizaci6n en lo que se refiere a criterios objetivos de diferenciaci6n de
posiciones dentro del grupo de sacerdotes, considerando generalmente a los
sacerdotes que detentan el poder legitimo, como un grupo homogeneo. (Cos­
ta, 1986) .
24 Retomando el mismo ejemplo, puede decirse que una primera relaci6n de

poder se constituye entre el clero (dominaci6n simb6lica) y los laicos (sumi­


si6n simb61ica) . "EI clero ejerce una dominaci6n en Ia medida en que, institu­
cional y socialmente, es quien detenta el poder de interpretar Ia verdad, de
administrar el perd6n, de aceptar en Ia religi6n en cuesti6n a los nuevos fieles,
etc.; los laicos estan sometidos, en Ia medida en que, salvo retirarse de Ia reli­
gi6n concreta en cuesti6n, reciben del clero Ia definici6n de 'la verdad', red­
ben por medio del clero el perd6n (en el caso de Ia Iglesia Cat6lica), etc.",
(Costa, 1976: 2). .
En el analisis de Weber, se consideran los diferentes productores de b1enes de

51
Ahora bien, es necesario subrayar que esas relaciones de
fuerza se establecen entre posidones sociales, y no entre individuos,
por lo cual las propiedades ligadas a cada una de esas posicio­
nes, como he mencionado, pueden ser analizadas independien­
temente de las caracteristicas de quienes las ocupan. Por ello, deda
mas arriba, los intereses objetivos estan ligados a las caracteristi­
cas objetivas de Ia posici6n que ocupa el agente social en un cam­
po especifico, con lo cual se puede rescatar socialmente al agente
productor de las practicas sociales.
Dichas practicas sociales seran analizadas en terminos de
estrategias implementadas por el agente social -sin ser necesaria­
mente consciente de ello- en defensa de sus intereses (de conser­
var o mejorar su posici6n -dominante o dominada-, conservando
o aumentando el capital que esta en juego) ligados a Ia posici6n
que ocupa, en relaci6n a otras posiciones, en un campo determi­
nado25.
En este sentido, aparece claro que un primer principio de
estructuraci6n de practicas sociales esta constituido por la posi­
ci6n ocupada. Puede decirse entonces, que la toma de posid6n de­
pende de la posici6n que se ocupa y que los puntos de vista son
vistas tomadas a partir de un pun to.

salvaci6n, que emplean armas espedficas del ambito religioso al disputarse Ia


legitimidad o el monopolio del ejercicio del poder legitimo, como cuestiones
de poder. "Sus discursos y sus practicas se inscriben en un marco de compe­
tencia, de rivalidad, y no son el resultado de una deducci6n 16gica pura, sino
de una estrategia de poder consistente en adaptarse a las necesidades de los
laicos, en transformar estas necesidades en mensaje religioso, como medio de
asegurarse el reconocimiento y el monopolio de Ia dominaci6n religiosa" . (Cos­
ta, 1986: 17). Pero en este analisis, Weber no explicita luchas por el poder entre
diferentes instancias sacerdotales, sino mas bien entre sacerdotes, profetas y
magos, es decir, entre el grupo sacerdotal y los laicos. (Costa, 1986) .
25 La noci6n de estrategia en el marco de un pensamiento relacional e inserta en
una estructura de poder, son otros elementos claves que distinguen el pensa­
miento de Bourdieu de otras perspectivas de analisis que proponen tambien
rescatar Ia dimensi6n estrategica de Ia acci6n social, tales como el individua­
lismo metodol6gico y Ia teoria de Ia acci6n racional.

52
4. La dinamica de los campos. La autonomia relativa

Se han explicitado hasta aqui los principales conceptos re­


lativos a las estructuras objetivas extemas. Ahora veremos, a tra­
ves de textos del autor relativos a analisis concretos de campos
especificos, c6mo se relacionan estos conceptos, a fin de rescatar
Ia dinamica de esas estructuras.
Consideremos primero lo que Bourdieu expresa respecto
al campo intelectual:

" .. .Ia historia de Ia vida intelectual y artistica de occidente


permite ver de que manera el campo btelectual (y al mis­
mo tiempo lo intelectual opuesto, por ejemplo, a lo ilustra­
do) se ha integrado progresivamente en un tipo particular
de sociedades hist6ricas: a medida que los campos de Ia
actividad humana se diferenciaban, un orden propiamen­
te intelectual, dominado por un tipo particular de legiti­
midad, se definfa por oposici6n al poder econ6mico, al
poder politico y al poder religioso, es decir, a todas las ins­
tancias que podian pretender legislar en materia de cultu­
ra en nombre del poder o de una autoridad que no fuera
propiamente intelectual. Dominada durante toda Ia Edad
Media, durante una parte del Renacimiento, y en Francia,
con Ia vida de Ia corte, durante toda Ia edad clasica, por
una instancia de legitimidad exterior, Ia vida intelectual se
organiz6 progresivamente en un campo intelectual, a me­
dida que los creadores se liberaron econ6mica y socialmen­
te, de Ia tutela de Ia aristocracia y de Ia iglesia y de sus
valores eticos y esteticos, y tambien a medida que apare­
cieron instancias especificas de selecci6n y de consagraci6n pro­
piamente intelectuales (aun cuando, como los editores o
los directores de teatro, quedaban subordinadas a restric­
ciones econ6micas y sociales que, por su conducto, pesa­
ban sobre Ia vida intelectual) y colocadas en situaci6n de
competencia por Ia legitimidad cultural. ( . . . ) Asi, a medida que
se multiplican y se diferencian las instancias de consagra­
ci6n intelectual y artistica, tales como las academias y los
salones ( . .. ) y tambien las instancias de consagraci6n Y di­
fusi6n cultural, tales como las casas editoras, los teatros,
las asociaciones culturales y cientificas; a medida, asimis-

53
mo, que el publico se extiende y se diversifica, el campo
intelectual se integra como sistema cada vez mas complejo
y mas independiente de las influencias externas (en ade­
lante mediatizadas por Ia estructura del campo), como cam­
po de relaciones dominadas por una l6gica especifica, Ia
de Ia competencia por Ia legitimidad cultural" (Bourdieu,
1966a: 136-138) .

De este modo, un campo espedfico como puede ser el cam­


po literario, se va conformando en torno a un capital espedfico
(capital simb6lico, de legitimidad cultural), y en la medida en
que alrededor de ese capital que esta en juego se va constituyen­
do un mercado especifico. Ello supone la existencia y diferencia­
ci6n primera entre productores del bien (escritores) y consumido­
res del bien en cuesti6n (publico) y la aparici6n progresiva de los
que pueden llamarse intermediarios: distribuidores del bien (ca­
sas editoras, por ejemplo) e instancias de consagraci6n y de legi­
timaci6n especificas del campo (academias, salones, etc.).
Veamos ahora un texto relativo a la constituci6n del campo
religioso:

"En tanto que es el resultado de Ia monopolizaci6n de Ia


gesti6n de los bienes de salvaci6n por un cuerpo de especia­
listas religiosos, socialmente reconocidos como los detenta­
dores exclusives de Ia competencia especifica que es nece­
saria para Ia producci6n o Ia reproducci6n de un cuerpo
deliberadamente organizado de saberse secretos (luego raros),
Ia constituci6n de un campo religiose es correlativa a Ia
desposesi6n objetiva de aquellos que estan excluidos de
esto y que se encuentran asi, en tanto Jaicos (o profanos en
el doble sentido del termino26) desposeidos del capital reli­
giose (como trabajo simb6lico acumulado) y reconociendo Ia
legitimidad de esta desposesi6n por el solo hecho de que
Ia desconocen como tal" (Bourdieu, 1971a: 304-305).

26 Es decir, como ignorantes de Ia religi6n y como extrai\os a lo sagrado y al

cuerpo de gestores de lo sagrado.

54
Puede observarse aqui que un principio fundamental de la
constituci6n de un campo especificamente religioso reside en la
diferenciaci6n entre quienes logran monopolizar los bienes de
salvaci6n y quienes son desposeidos de la misma y comienzan a
actuar como consumidores de esos bienes27• Por otra parte, para­
lelamente a la desposesi6n objetiva del capital que esta en juego,
se produce un reconocimiento de esa desposesi6n, una legitima­
cion de la misma, en la medida en que se desconocen los meca­
nismos que la sustentan. (Recordemos aqui lo que he planteado
ya con respecto a la economia de los bienes simb6licos, y a los
principios que fundamentan el poder simb6lico y el ejercicio de
la violencia simb6lica) .
Pero tambien, la constituci6n d e este campo especifico de-
pende del surgimiento de instancias especificas: "'

"El proceso que conduce a la constituci6n de instancias es­


pecificamente habilitadas en vistas a la producci6n, a la
reproducci6n o a la difusi6n de los bienes religiosos y la
evoluci6n (relativamente aut6noma en relaci6n a las con­
diciones econ6micas) del sistema de estas instancias hacia
una estructura mas diferenciada y mas compleja, i.e. hacia
un campo religioso relativamente aut6nomo, se acompa­
fia de un proceso de sistematizaci6n y de moralizaci6n de
las practicas y de las representaciones religiosas ... " (Bour­
dieu, 1971a: 303).

Lo que se va planteando en relaci6n al campo literario y al


campo religioso, vale tambien para el campo del deporte:

" . . . se constituye progresivamente un campo de los profe­


sionales de la producci6n de bienes y de servicios deportivos
(entre ellos, por ejemplo, los espectaculos deportivos), en
el interior del cual se desarrollan los intereses especificos,
ligados a la competencia, de las relaciones de fuerza espe-

I1 Esta oposici6n esta al principio de Ia oposici6n entre lo sagrado y lo pr fano



y correlativamente, entre Ia manipulaci6n legitima (religi6n) Y Ia mampula­
_
ci6n profana y profanadora (magia o brujeria) de lo sagrado. (Bourd1eu, 1971a).

55
cificas, etc. Me contentare con mencionar una consecuen­
cia entre otras de Ia constituci6n de este campo relativa­
mente aut6nomo, a saber el ensanchamiento continuo de
Ia escisi6n entre los profesionales y los aficionados, que va a Ia
par con el desarrollo de un deporte-espectaculo totalmen­
te separado del deporte ordinario ( ... ), Ia constituci6n pro­
gresiva de un campo relativamente aut6nomo reservado a
los profesionales se acompafia de una desposesi6n de los
profanos, poco a poco reducidos al rol de espectadores ( ). ...

Desde entonces, Ia evoluci6n de Ia practica profesional


depende cada vez mas de Ia l6gica interna del campo de
los profesionales, siendo los no profesionales relegados al
rango de publico cada vez menos capaces de Ia compren­
si6n que da Ia practica" (Bourdieu, 1987e: 181 -subrayado
mio-).

Se produce asi una situaci6n de mercado en Ia cual se dis­


tinguen oferentes y demandantes del mismo bien, y en Ia cual
comienza a diversificarse tanto Ia producci6n como el consumo
de dicho bien. Es decir, comienza a haber competencia entre los
agentes productores que entran en concurrencia tratando de ga­
nar para si al publico consumidor, a Ia vez que dicho publico se
diversifica tambien:

"Las relaciones de transacci6n que se establecen sobre Ia


base de intereses diferentes entre los especialistas y los Jai­
cos y las relaciones de concurrencia que oponen a los dife­
rentes especialistas en el interior del campo religioso cons­
tituyen el principio de Ia dinamica del campo religioso y,
por ello, de las transformaciones de Ia ideologia religiosa"
(Bourdieu, 1971a: 313).

"Las practicas deportivas que pueden ser registradas por


Ia investigaci6n estadistica pueden ser descritas como Ia
resultante de Ia relaci6n entre una oferta y una demanda
o, con mayor precisi6n, entre el espacio de los productos
ofrecidos en un momento dado y el espacio de las disposi­
ciones (asociadas a Ia posici6n ocupada en el espacio so­
cial y susceptibles de expresarse en otros consumos en re­
laci6n con otro espacio de oferta)" (Bourdieu, 1987e: 1 76).

56
"Asi la distribuci6n diferencial de las practicas deportivas
resulta de la puesta en relaci6n de dos espacios hom6lo­
gos, un espacio de practicas posibles, la oferta, y un espa­
cio de disposiciones a practicar, la demanda" (Bourdieu,
1987e: 178).

Es decir, se produce en cada mercado especifico una espe­


cie de concierto, una suerte de ajuste dialectico entre Ia oferta y Ia
demanda. En lJl Distinci6n, al seiialar Ia correspondencia que exis­
te entre Ia producci6n de los bienes (oferta de bienes culturales)
y Ia producci6n de los gustos (demanda de bienes culturales),
Bourdieu afirma:

"En materia de bienes culturales -y sin duda en cualquier


otra- el ajuste entre la oferta y la demanda no es ni el sim­
ple efecto de la imposici6n que ejerceria la producci6n so­
bre el consumo, ni el efecto de una busqueda consciente
por la que aquella iria por delante de las necesidades de
los consumidores, sino el resultado del concierto objetivo de
dos l6gicas relativamente independientes, la l6gica de los cam­
pos de producci6n y Ia del campo del consumo" (Bour­
dieu, 1979b: 227-228 -subrayado mio-).

Una 16gica semejante domina en el campo religioso:

"Esta relaci6n circular o, mejor dialectica (ya que el capital


de autoridad que las diferentes ins �cias pueden compro­
meter en Ia concurrencia que les opone es el producto de
las relaciones anteriores de concurrencia) esta en el princi­
pia de la armonia que se observa entre los productos religio­
sos ofrecidos por el campo y las demandas de los laicos al mis­
mo tiempo que de Ia homologia entre las posiciones de los
productores en Ia estructura del campo y las posiciones en
la estructura de las relaciones de clase de los consumidores
de sus productos" (Bourdieu, 1971a: 319 -subrayado mio-).

E1 concierto objetivo entre la oferta y Ia demanda es lo que


hace que los gustos mas diferentes encuentren las condiciones
para su realizaci6n en el universo de los posibles que se l� s ofre­
cen desde el campo de Ia producci6n, mientras que los dtversos

57
agentes productores de bienes culturales (y de cualquier otro tipo
de bien) encuentren las condiciones de su constituci6n y de su
funcionamiento en los diferentes gustos que aseguran un merca­
do a sus diferentes productos.
Los intereses especificos ligados a su posici6n en el campo
de Ia producci6n, sumado a Ia l6gica de Ia competencia con los
otros productores, conduce a los diferentes agentes productores
de bienes a producir unos productos distintos que coinciden con
los diferentes intereses culturales que los diferentes consumido­
res deben a su condici6n y a su posici6n de clase:

"En resumen, Ia 16gica que hace que, como vulgarmente


se dice 'haya cosas para todos los gustos', que cada una de
las fracciones de Ia clase dominante tenga sus artistas y
sus fil6sofos, sus diarios y sus criticos, de Ia misma forma
que tienen su peluquero, su decorador o su sastre o que,
como decfa un pintor, 'todo el mundo vende', entiendo por
ello el que las pinturas de los mas diferentes estilos termi­
nan por encontrar comprador, no es producto de una bus­
queda intencionada sino el encuentro de dos sistemas de
diferencias" (Bourdieu, 1979b: 229).

Se trata entonces de una relaci6n dialectica entre producto­


res y consumidores, entre bienes ofrecidos y gustos. El campo de
la producci6n tiende a limitar de hecho el universo de las formas
objetivamente posibles en un momento dado del tiempo (en ese
sentido, la oferta ejerce efecto de imposici6n simb6lica), por lo
que, tambien, cualquier cambio en el sistema de bienes ocasiona
un cambio de los gustos. Pero a la inversa, cualquier cambio en
los gustos (resultante de un cambio de las condiciones de exis­
tencia y de las disposiciones asociadas) conduce a determinar
mas o menos directamente una transformaci6n del campo de Ia
producci6n que favorece el exito, en las luchas que alii se desa­
rrollan, de aquellos productores mejor adaptados para producir
bienes que sean satisfactorios a los nuevos gustos28•

211 En Ia base de Ia diruimica de ambos campos (producci6n de bienes culturales

y consumo de bienes culturales) estan las estrategias de distinci6n, puestas en

58
En sintesis, lo que hace que la 16gica del campo de la pro­
ducci6n y la 16gica del campo del consumo esten concertadas de
manera objetiva, es lo que Bourdieu llama el principio de la homo­
logia funcional y estructural. Dicho principia reside en:
1) Todos los campos especializados tienden a organizarse
segU.n la misma l6gica, la de la distribuci6n desigual del capital
que esta en juego, teniendo en cuenta principalmente dos aspec­
tos: volumen del capital especifico que se posee y antigiiedad de
Ia posesi6n.
2) Las oposiciones que tienden a establecerse en cada caso
entre los mas ricos y los menos ricos en capital especifico (oposi­
ciones derivadas de intereses diferentes ligados a posiciones di­
ferentes y a relaciones de dominaci6n- dependencia) son:
a) hom6logas entre si,
b) hom6logas a las oposiciones que organizan el campo de
las clases sociales (clases dominantes y clases dominadas),
c) hom6logas a las oposiciones que organizan el campo de
Ia clase dominante (fracci6n dominante y fracci6n dominada)29•
El principia de la homologia funcional y estructural consti­
tuye una valiosa herramienta de analisis: al seiialar la existencia
de rasgos estructuralmente equivalentes (homologia de posicio­
nes) en conjuntos diferentes (distintos campos sociales), tenien­
do en cuenta lo que hay de invariante en toda relaci6n de domi­
naci6n - dependencia, permite encontrar elementos explicativos
de aq1,1ellas alianzas, mas o menos d� raderas, que pueden ins­
trumentarse sobre Ia base de esta homologia. Es decir, permite

marcha como instrumentos de diferenciaci6n entre las clases sociales y entre


las fracciones de clase . Por este motivo, "el poder distintivo de las posesiones
y de los consumos culturales, obra de arte, titulaci6n academica o cultura cine­
matografica, tiende a disminuir cuando aumenta el numero absoluto de quie­
nes estan en condiciones de apropiarselos, los beneficios de distinci6n esta­
rian destinados a deteriorarse si el campo de producci6n de los bienes cultura­
les, regido por Ia dialectica de Ia pretensi6n y de Ia distinci6n, no ofreciera
continuamente nuevos bienes o nuevas maneras de apropiarse de los mismos
bienes" (Bourdieu, 1979b: 227) .
'B Existe, por ejemplo, una relaci6n de homologia funcional y estructur al entre

Ia posici6n de un escritor o de un artista en el campo de Ia producc16n . y Ia


posici6n de su publico en el campo de las clases y de las fracciones de clase.

59
dar cuenta de Ia implementaci6n de estrategias relativamente
orquestadas entre dominados de diferentes campos o entre do­
minantes en distintos espacios de juego30•
En sintesis, un aspecto fundamental de Ia diruimica de los
campos -cuyo principio reside en Ia configuraci6n particular de
su estructura, en las distancias y acercamientos de las diferentes
fuerzas que alli se enfrentan- se fundamenta en Ia dialectica que
se establece entre productores y consumidores de los diferentes
tipos de bienes. Pero tambien, en lo que se refiere a Ia autonomia
relativa de los mismos, ya que estamos hablando en terminos de
l6gica de mercado, es importante la existencia de intermediarios,
algunos de los cuales actU.an como instancias de consagraci6n y
legitimaci6n especificas del campo, y el surgimiento de la diver­
sificaci6n y de la competencia entre productores y consumido­
res.
Habiendo destacado algunos elementos relativos a la dina­
mica de los campos, recuerdo aquf lo que mencionaba mas arriba
respecto a las propiedades generales de los campos sociales: en
los diferentes campos se producen constantes definiciones y re­
definiciones de las relaciones de fuerza ( definiciones y redefini­
ciones de posiciones) entre los agentes y las instituciones com­
prometidos en los mismos.
Asimismo, es importante destacar que tambien se definen
y redefinen hist6ricamente los limites de cada campo y sus rela-

30Por ejemplo: alianzas entre intelectuales (dominados en el campo del poder)


y obreros de Ia industria (dominados en el espacio social global), que encuen­
tran sus condiciones de posibilidad en condiciones objetivas de homologfa de
posiciones (Bourdieu,1984b).
Tambien hay una relaci6n de homologfa, que se traduce en una " alianza entre
dominantes", entre Ia posici6n de Ia iglesia en el campo religioso y Ia posici6n
de las fracciones dominantes de las clases dominantes, relaci6n que implica
cierta contribuci6n a Ia conservaci6n del orden politico. Sin embargo, ello no
excluye tensiones y conflictos entre ambos poderes que, a pesar de Ia comple­
mentariedad parcial de sus funciones en Ia divisi6n del trabajo de domina­
ci6n, pueden entrar en concurrencia (Bourdieu, 1971a). Podrfa pensarse que
esas tensiones y esos conflictos derivan de Ia lucha por Ia imposici6n del prin­
cipia de dominaci6n legitimo, es decir por el contenido especifico del capital
(o Ia sub-especie de capital) que se juega en el campo del poder.

60
ciones con los demas campos, lo que lleva implicito una redefini­
ci6n permanente de Ia autonomia relativa de cada uno de ellos.
AI tener en cuenta Ia dimensi6n hist6rica, puede analizar­
se en cada caso concreto el proceso a traves del cual un bien -que
es escaso- comienza a constituirse en un bien apreciado y sus­
ceptible de acumulaci6n, en torno al cual se constituye un mer­
cado.
El surgimiento del mercado especifico sefiala el surgimiento
del campo especifico, con sus posiciones y sus relaciones entre
posiciones. Podria decirse entonces que a mayor desarrollo del
mercado propio, mayor autonomia del campo respecto a los de­
mas, o que Ia influencia de los otros campos (econ6mico, politi­
co, etc.) varia seglin el grado de complejidad o de desarrollo del
campo como campo especifico, que posee leyes de funcionamiento
propias, que acruan mediatizando la incidencia de otros campos:

"Recordar que el campo intelectual como sistema aut6no­


mo o que pretende la autonomia es el producto de un pro­
ceso hist6rico de autonomizaci6n y de diferenciaci6n in­
tema, es legitimar la autonomizaci6n metodol6gica que
permite la investigaci6n de la 16gica especifica de las rela­
ci ones que se establecen en el seno de este sistema y lo
integran como tal; equivale tambien a disipar las ilusiones
nacidas de la familiaridad, al poner al descubierto que,
como producto de una historia, este sistema no puede di­
sociarse de las condiciones hist6ricas y sociales de su inte­
graci6n .y condenar por ello toda tentativa de considerar
las proposiciones que se desprenden del estudio sincr6ni­
co de un estado del campo como verdades esenciales, trans­
hist6ricas y transculturales" (Bourdieu, 1966a: 144).

Lo que aqui se menciona en relaci6n al campo intelectual


vale tambien para los demas campos. En este sentido, podria
decirse que la autonomia relativa de los diferentes campos es un
producto hist6rico, y por lo tanto, sus fronteras no pueden ser
determinadas a priori, sino aprehendidas a traves de la investiga­
ci6n empirica.
El problema de la autonom{a relativa ya ha sido mencionado
por autores marxistas, respecto a los elementos de la superes-

61
tructura. Asi Althusser afirma esta autonornia y la acci6n en re­
torno de las ideologias sobre lo econ6mico, especialmente en Ideo­
login y aparatos ideol6gicos del Estado (Althusser, 1974) . Tambien lo
hace Engels en cartas a Bloch31 y a Schmidt32• Pero el problema
reside en que se trata de una afirmaci6n, y no se construyen los
instrumentos te6rico-metodol6gicos que hagan posible la com­
prensi6n y el analisis de tal autonornia.
Hablar de autonornia relativa supone pues, por un lado,
analizar las practicas en el sistema de relaciones especificas en
que estan insertas, es decir, segU.n las leyes de juego propias de
cada campo, leyes que mediatizan la influencia de los demas es­
pacios de juego.
Por otro lado, supone tambien la presencia de los demas
campos que coexisten en el espacio social global, cada uno de

31 "SegU.n Ia concepci6n materialista de Ia historia, el factor que en ultima ins­

tancia determina Ia historia es Ia producci6n y reproducci6n de Ia vida real


( ... ). La situaci6n econ6mica es Ia base, pero los diversos factores de Ia superes­
tructura que sobre ella se levanta -las formas politicas de Ia lucha de clases y
sus resultados ( ... ) las formas juridicas ( . . .) las ideas religiosas- ejercen tambien
su influencia sobre el curso de las luchas hist6ricas y determinan, predomi­
nantemente en muchos casos, su forma. Es un juego mutuo de acciones y reac­
ciones entre todos estos factores ... " "Carta de Engels a Bloch", 21-22 de setiem­
bre de 1890 (Marx y Engels, 1957: 772).
32 Aqui Engels senala implicitamente Ia autonomia relativa de las instancias de

Ia superestructura: " Donde Ia division del trabajo existe a escala social, las dis­
tintas ramas del trabajo se independizan unas de otras. La producci6n es, en
ultima instancia, lo decisivo. Pero en cuanto el comercio de los productos se
independiza de Ia producci6n propiamente dicha, obedece a su pro pia dimimica,
que aunque sometida en terminos generales a Ia dimimica de Ia producci6n, se
rige en sus aspectos particulares y dentro de esa dependencia general, por sus
propias leyes contenidas en la naturaleza misma de este nuevo factor. . . ( ... ). Con el
Derecho ocurre algo parecido, al plantearse Ia necesidad de una nueva division
del trabajo que crea los juristas profesionales, se abre otro campo independien­
te mas que, pese a su vinculo general de dependencia de Ia producci6n y del
comercio, posee una cierta reactibilidad sobre estas esferas. ( . . . ) [Lo mismo se
plantea para el caso de Ia religi6n, Ia filosofia, etc.) ( ...) Para mi, Ia supremacia
final del desarrollo econ6mico, incluso sobre estos campos, es incuestionable,
pero se opera dentro de las condiciones impuestas por el campo concreto . . . "
" Carta de Engels a K. Schmidt" , 27 de octubre de 1 890 (Marx y Engels, 1957:
774-777 -subrayado mio-).

62
ellos ejerciendo su propia fuerza, en relaci6n a su peso especffi­
co33.
Sin embargo, aunque cada campo posee sus propias leyes
de funcionamiento, su propia 16gica y su propia jerarquia, la je­
rarquia que se establece -como he mencionado- entre las distin­
tas especies de capital y la preeminencia del capital econ6mico,
hace que el campo econ6mico tienda a jugar un rol dominante en
el conjunto de los campos:

"En realidad, el espacio social es un espacio pluridimen­


sional, un conjunto abierto de campos relativamente aut6-
nomos, es decir, mas o menos fuerte y directamente su­
bordinados, en su funcionamiento y sus transformaciones,
al campo de la producci6n econ6mica: en el interior de cada
uno de los subespacios, los ocupantes de las posiciones
dominantes y los de las posiciones dominadas se compro­
meten constantemente en luchas de diferentes formas (sin
constituirse necesariamente por eso como grupos antag6-
nicos)" (Bourdieu,1984b: 31).

De todos modos, recordemos que la cuesti6n de los limites


del campo y de su autonomia relativa esta siempre planteada en
el campo mismo y en su relaci6n con otros campos concretos, y,
en consecuencia, no admite respuestas a priori. Solamente cons­
truyendo empiricamente y estudiando cada uno de estos univer­
sos, se puede establecer c6mo estan constituidos concretamente,
que forma parte de ellos y que no forma parte y cuales son los

33 No puedo detenerme aqui en los analisis concretos entre campos. Bourdieu


explicita en sus diversos trabajos sustentados en investigaciones empiricas,
por ejemplo, relaciones entre el campo intelectual y el campo del poder, rela-
. ciones que atribuyen a Ia fracci6n intelectual y artistica una posici6n estructu­
ralmente ambigua. Vease por ejemplo: Bourdieu, 1971b y 1987d. Tambien se
explicitan relaciones entre el campo religioso, campo del poder y estructura
de las relaciones de clase (Bourdieu, 1971a); relaciones entre campo escolar y
campo social (Bourdieu, 1979b); relaciones entre campo cultural y campo de
las clases (Bourdieu y Passeron 1970); entre campo universitario y campo del
poder en (Bourdieu, 1984a); entre campo escolar, campo de las clases y campo
del poder (Bourdieu, 1989b), etc.

63
Hmites dentro de los cuales ejercen su efecto (efecto de campo). Es
decir, es necesario analizar concretamente cada espacio de juego
�n el cual ningU:n objeto, agente o instituci6n puede explicarse
por sus solas propiedades intrinsecas.
Por ello, tampoco puede establecerse a priori una causali­
dad Unica respecto a cambios que puedan introducirse en el inte­
rior de un campo determinado. La causa puede estar en Ia l6gica
intema del mismo (fundamentalmente en Ia dialectica entre pro­
ductores y consumidores) o puede deberse a Ia incidencia de fac­
tores extemos al campo especifico, incidencia que sera mayor o
menor seglin el peso especifico del campo en cuesti6n, y en con­
secuencia, segU:n el grado de autonomia relativa que posea en Ia
coexistencia con los demas campos.

64
Capitulo 3

LAS ESTRUCTURAS SOCIALES INTERNALIZADAS


0 LO SOCIAL HECHO CUERPO

He analizado ya los diferentes conceptos que se refieren a


las estructuras sociales extemas. Pasare ahora a explicitar distin­
tos aspectos relativos a las estructuras sociales intemalizadas, as­
pectos que, como he mencionado mas arriba, constituyen otra
dimensi6n fundamental del analisis sociol6gico.

1. El habitus: principia de generaci6n y de percepci6n de las


practicas

La noci6n de habitus no ha sido inventada poi Bourdieu34,


sino que pertenece desde hace tiempo al lenguaje de la filosofia
clasica. Esta ligada a la forma del verbo latin habere y a la noci6n
griega de hexis que tienen igual significaci6n (portarse -bien o
mal-, estar en buena o mala condici6n) . Bourdieu ha retomado
ambos terminos, conservando el sentido fundamental de condi­
ci6n, manera de ser, estado del cuerpo, disposici6n duradera, pero
integrando este concepto a una teoria original de las relaciones
entre las estructuras subjetivas y las estructuras objetivas (Accar­
do y Corcuff, 1986).
En efecto, el concepto de habitus constituye una suerte de
bisagra en la construcci6n te6rica de Bourdieu, en la medida en
9ue:

" . . . permite articular Io individual y Io social, las estructu­


ras internas de Ia subjetividad y las estructuras sociales

Sobre Ia g�nesis de los conceptos de campo y habitus, en Ia que aqui no me


:w

detengo, ver especialmente Bourdieu, 1989a, Ca p itulo III.

65
extemas, y comprender que tanto estas como aquellas, le­
y de excluirse reciproca­
jos de ser extrafias por naturaleza
mente, son, al contrario, dos estados de Ia misma realidad,
de Ia misma historia colectiva que se deposita y se inscribe
a Ia vez e indisociablemente en los cuerpos y en las cosas"
(Accardo y Corcuff, 1986: 55).

Este concepto ha sufrido modificaciones en los diferentes


trabajos del autor, pasando de las formulaciones mas determi­
nistas de LA Reproducci6n, centrada especialmente en el amilisis
de Ia reproducci6n de las estructuras sociales, a las construccio­
nes posteriores mas abiertas, que toman en cuenta especialmente
el problema de Ia invenci6n (Paradeise 1981).
Agreguemos aqui otro elemento fundamental en Ia evolu­
ci6n de esta noci6n: especialmente en trabajos del autor de Ia
decada de 1990 (Bourdieu y Wacquant, 1992 y Bourdieu et al.,
1993), se plantea explicitamente Ia posibilidad de modificar al
habitus -y con ello, de modificar las practicas-, mediante un pro­
ceso de autosocioanalisis -individual o asistido-. Volvere luego
sobre este aspecto, cuando analice Ia relaci6n entre este concepto
y la noci6n de practica social en terminos de estrategia.
En LA Reproducci6n, el habitus es:

" ... principio de Ia producci6n de las diferencias escolares


y sociales mas duraderas (... ) principio generador y unifi­
cador de las conductas y de las opiniones de las que es
asimismo el principio explicativo, por que tiende a repro­
ducir en cada momento de una biografia escolar o intelec­
tual el sistema de las condiciones o"jetivas de las que es
producto" (Bourdieu y Passeron, 1970 : 218).

Aqui, Ia acci6n pedag6gica (en tanto violencia simb6lica),


y mas precisamente el trabajo pedag6gico, es concebido como
trabajo de inculcaci6n, que tiene una duraci6n suficiente como
para producir un habitus capaz de perpetuarse:

"... [el habitus es] producto de Ia interiorizaci6n de los prin­


cipios de una arbitrariedad cultural capaz de perpetuarse una
vez terminada Ia acci6n pedag6gica y, de este modo, per-
los principios de Ia arbitrariedad in­
petuar en las prticticas
teriorizada" (Bourdieu y Passeron, 1970: 72 -subrayado
mio-).

Mas adelante se agrega:

" ... el trabajo pedag6gico tiende a reproducir las condicio­


nes sociales de producci6n de esa arbitrariedad cultural, o
sea, las estructuras objetivas de las que es producto, por
mediaci6n del habitus como principia generador de prticticas
reproductoras de las es tructuras objetivas " (Bourdieu y Passe­
ron, 1970: 73 -subrayado mio-).

lncluso, ademas de la perpetuaci6n y reproducci6n de las con­


diciones objetivas, se seftala tambien la irreversibilidad del pro­
ceso de formaci6n de habitus:

" . . . en tanto que el trabajo pedag6gico es un proceso irre­


versible que produce en el tiempo necesario para Ia incul­
caci6n una disposici6n irreversible, o sea una disposici6n que
s6lo puede ser reprimida o transformada por un proceso
irreversible que produce a su vez una nueva disposici6n
irreversible" (Bourdieu y Passeron, 1970: 83 -subrayado
mio-).

En trabajos posteriores, especialmente en Le sens pratique


(Bourdieu, 1980b), el autor se propane rescatar la dimensi6n ac­
tiva, inventiva, de la practica y las capacidades generadoras del
habitus, rescatando de ese modo la capacidad de invenci6n y de
improvisaci6n del agente social. Aqui Bourdieu define a los ha­
bitus como:

" . . . sistemas de disposiciones duraderas y transferibles, es­


tructuras estructuradas predispuestas a funcionar como es­
tructuras estructurantes, es decir como principios genera­
dares y organizadores de practicas y de representaciones
que pueden estar objetivamente adaptadas a su fin sin su­
poner la busqueda consciente de fines ni el dominio ex­
preso de las operaciones necesarias para alcanzarlos, obje­
tivamente 'regladas' y 'regulares' sin ser en nada el pro-

67
ducto de Ia obediencia a reglas y, siendo todo esto, colecti­
vamente orquestadas sin ser el producto de Ia acci6n orga­
nizadora de un director de orquesta" (Bourdieu, 1980b: 92).

En otros terminos, podria decirse que se trata de aquellas


disposiciones a actuar, percibir, valorar, sentir y pensar de una
cierta manera mas que de otra, dispos_iciones que han sido inte­
riorizadas por el individuo en el curso de su historia. El habitus
es, pues, la historia hecha cuerpo.
Producto de Ia historia, es lo social incorporado -estructura
estmcturada-, que se ha encarnado de manera duradera en el cuer­
po, como una segunda naturaleza, naturaleza socialmente cons­
tituida. El habitus no es propiamente "un estado del alma", es un
"estado del cuerpo", es un estado especial que adoptan las con­
diciones objetivas incorporadas y convertidas asi en disposicio­
nes duraderas, maneras duraderas de mantenerse y de moverse
(los brazos y las piernas estan llenos de imperativos adormeci­
dos), de hablar, de caminar, de pensar y de sentir que se presen­
tan con todas las apariencias de la naturaleza (Bourdieu, 1980b) .

Por otro lado, al ser inculcados dentro de las posibilidades


y las imposibilidades, las libertades y las necesidades, las facili­
dades y las prohibiciones inscritas en las condiciones objetivas,
estas disposiciones duraderas (en terminos de lo pensable y lo no
pensable, de lo que es para nosotros o no lo es, lo posible y lo no posi­
ble) son objetivamente compatibles con esas condiciones, y de
alguna manera preadaptadas a sus exigencias.
Como in teriorizaci6n de la exterioridad, el habitus hace posi­
ble la producci6n libre de todos los pensamientos, acciones, per­
cepciones, expresiones, que estan inscritas en los limites inhe­
rentes a las condiciones particulares -hist6rica y socialmente si­
tuadas- de su producci6n:

" . . .Ia libertad condicionada y condicional que asegura esta tan


alejada de una imprevisible novedad como de una simple
reproducci6n meccinica de los condicionamientos inicia­
les" (Bourdieu, 1980b: 96-subrayado mio-) .

" . . . siendo el producto de una clase determinada de regu­


laridades objetivas, el habitus tiende a engendrar todas las

68
conductas 'razonables', de 'sentido comun', que son posi­
bles en los limites de esas regularidades ( ) y tiende al
...

mismo tiempo a excluir 'sin violencia, sin arte, sin argu­


mento', todas las 'locuras' ('esto no es para nosotros'), es
decir todas las condu�tas condenadas a ser negativamente
sancionadas por incompatibles con las condiciones objeti­
vas" (Bourdieu, 1980b: 97).

En consecuencia, el habitus es, por un lado, objetivaci6n o


resultado de condiciones objetivas y, por otro, es capital, princi­
pio a partir del cual el agente define su acci6n en las nuevas si­
tuaciones que se le presentan, seg\in las representaciones que tiene
de las mismas. En este sentido, puede deci:rse que el habitus es, a
Ia vez, posibilidad de invenci6n y necesidad, recurso y limita­
ci6n.
Es decir, en tanto estructura estructurante el habitus se cons­
tituye en un esquema generador y organizador, tanto de las pnic­
ticas sociales como de las percepciones y apreciaciones de las
propias pnicticas y de las pnicticas de los demas agentes. Sin
embargo, esas practicas sociales no se deducen directamente de
las condiciones objetivas presentes, ni solamente de las condicio­
nes objetivas pasadas que han producido el habitus, sino de Ia
puesta en relaci6n de las condiciones sociales en las cuales se ha
constituido el habitus que las ha engendrado y de las condicio­
nes sociales de su puesta en marcha:

"Historia incorporada, hecha naturaleza, y de ese modo


olvidada como tal, el habitus es Ia presencia activa de todo
el pasado del cual es el producto: por lo tanto, es el que
confiere a las practicas su independencia relativa en relaci6n
a las determinaciones exteriores del presente inmediato"
(Bourdieu, 1980b: 98).

AI rescatar las estructuras sociales intemas y al considerar


al habitus como principio de estructuraci6n de practicas (ade- .
mas de Ia posici6n que se ocupa en los diferentes campos) y con
ello Ia trayectoria del agente social, esta perspectiva te6rica su­
pone analisis diferentes de aquellos que se sustentan mas bien
en Ia libre iniciativa de un actor social cuyas estrategias estarian

69
sometidas esencialmente a las coerciones de las estructuras ex­
ternas. En relaci6n con ello, ya he hecho algunos comentarios
sobre, por ejemplo, trabajos de Boudon, Crozier y Coffman:

"Espontaneidad sin conciencia ni voluntad, el habitus se


opone tanto a Ia necesidad mecanica como a Ia libertad
reflexiva, a las cosas sin historia de las teorias mecanicis­
tas como a los sujetos 'sin inercia' de las teorias racionalis­
tas" (Bourdieu, 1980b: 98).

Hablar de habitus entonces, es tambien recordar la histori­


cidad del agente, es plantear que lo individual, lo subjetivo, lo
personal, es social, es producto de la misma historia colectiva que
se deposita en los cuerpos y en las cosas.
Finalmente, quiero destacar aqui otra caracteristica del ha­
bitus que retomare mas adelante: se trata de una unidad origina­
riamente sintetica, que funciona de manera sistematica y que se
transfiere a los distintos dominios de la practica. Hablar de habi­
tus lingiiistico por ejemplo, supone hablar de una dimensi6n del
habitus como sistema de esquemas generadores de practicas y
de percepciones de practicas. Pero se trata de una dimensi6n mas,
que esta en relaci6n con otras dimensiones relativas a otras prac­
ticas; no implica autonomizar Ia producci6n de palabras respec­
to a Ia producci6n de cosas esteticas, o de gestos, o de toda otra
practica posible35•

35 Pueden establecerse analiticamente, por ejemplo, relaciones entre habitus


ligados a Ia producci6n del lenguaje y habitus ligados a Ia disposici6n del
espacio domestico. A traves del analisis del discurso de una obrera semianal­
fabeta, y presentando fotografias del interior de una casa obrera, Delsaut mues­
trCL la correspondencia que existe entre el modo de apropiaci6n del espacio
habitado y Ia organizaci6n del discurso popular. Asi, Ia " indiferenciaci6n de
las funciones" y el "caracter sustituible de los usuarios", Ia busqueda de " lo
practico" y el rechazo de " las maneras" o de " los principios" (" un Iugar para
cada cosa", "cada cosa a su tiempo", etc.) en el uso del espacio, asi como Ia
indiferenciaci6n de las funciones gramaticales, las informaciones previas guar­
dadas por el interlocutor o proporcionadas por Ia mimica y los gestos, los pre­
supuestos inscritos en Ia situaci6n, etc. caracteristicos del uso del lenguaje, se
inscriben en lo que el au tor llama "busqueda de Ia economia de esfuerzo" .
(Delsaut, 1975).

70
2. Habitus y practica: el sentido practico y Ia practica como
estrategia

He dicho que las practicas y las representaciones genera­


das por el habitus, pueden estar objetivamente adaptadas a su fin sin
suponer la bUsqueda consciente de los fines y que pueden ser objetiva­
mente regladas y regulares sin ser el producto de la obedienda a reglas.
En efecto, elias son el producto de un sen tido practico, es
decir, de una aptitud para moverse, para actuar y para orientarse
segU.n la posici6n ocupada en el espacio social, segU.n la l6gica
del campo y de la situaci6n en la cual se esta comprometido.
El sen tido practico implica el encuentro "casi milagroso"
entre un habitus y un campo social, es decir, entre la historia ob­
jetivada y la historia incorporada. Y por ello, tiene a la vez, un
sen tido objetivo y un sentido subjetivo: es producto de las estructu­
ras objetivas del juego (de las relaciones objetivas que implican
los campos y de las posibilidades y limitaciones alii inscritas) y
de las experiencias de los a gentes en ese juego (de lo que ellos
sienten, de lo que piensan y de la significaci6n que le otorgan al
juego). Recordemos aqui lo que mencionaba mas arriba: para dar
cuenta de las practicas sociales, es necesario superar la falsa di­
cotomia planteada por el objetivismo y el subjetivismo, rescatar
simultaneamente los logros de ambas perspectivas, y tomarlas
como dos momentos· del analisis sociol6gico.
El sentido practico (el sentido del juego social) tiene una 16-
gica propia, que es necesario aprehender para poder explicar y
comprender las practicas. La l6gica de la practica es una l6gica
parad6jica: l6gica en si, sin reflexi6n consciente ni control l6gico.
Es irreversible, esta ligada al tiempo del juego, a sus urgencias, a
su ritmo; esta asociada a funciones practicas y no tiene intereses
formales: quien esta inmerso en el juego se ajusta a lo que pre-ve,
·a lo que anticipa, toma decisiones en funci6n de las probabilida­
des objetivas que aprecia global e instantaneamente, y lo hace en
la urgencia de la prtictica, "en un abrir y cerrar de ojos, en el calor
de la acci6n" (Bourdieu, 1980b) 36•

36 La l6gica te6rica en cambio, es intemporal (para el investigador, el tiempo se

71
Y como es resultado de un proceso de incorporaci6n en la
practica y por la practica, el sentido practico no puede funcionar
fuera de toda situaci6n, en la medida en que impulsa a actuar en
relaci6n a un espacio objetivamente constituido como estructura
de exigencias, como las "cosas a hacer'', ante una situaci6n deter­
minada37.
Es lo que los deportistas llaman el sentido del juego:
11
como dominio practico de Ia l6gica o de Ia necesidad
• • •

inmanente de un juego que se adquiere por Ia experiencia


del juego y que funciona mas acci de Ia conciencia y del
discurso" (Bourdieu, 1987f: 68-69)38•

El habitus como sentido del juego, es juego social incorpo­


rado, vuelto naturaleza:
11
permite producir Ia infinidad de los actos de juego que
•••

estan inscritos en el juego en estado de posibilidades y de


exigencias objetivas; las coerciones y las exigencias del jue­
go, por mas que no estan encerradas en un c6digo de re-

destruye -puede sincronizar, puede totalizar-) y el analista esti en condiciones


de neutralizar las funciones prActicas de Ia prActica (hace desaparecer las ur­
gencias, las amenazas ... ) por que se sima fuera del juego que analiza. En resu­
men, el cientlfico tiene una relaci6n te6rica con Ia prActica, que es completa­
mente distinta a Ia relaci6n prActica con Ia prActica, que es Ia que tienen los
agentes que estin comprometidos en Ia situaCi6n que se investiga.
37 Ello "condena a Ia irrealidad todas las encuestas por cuestionario que regis­

tran como productos autlmticos del habitus las respuestas suscitadas por los
estimulos abstractos de Ia situaci6n de encuesta, artefactos de laboratorio que
son a las reacciones en situaci6n real lo que los ritos 'folklorizados', realizados
en honor de los turistas (o de los etn6logos), son a los ritos impuestos por los
imperativos de una tradici6n viva o Ia urgencia de una situaci6n dramAtica" .
(Bourdieu, 1980b: 153n).
38 Encontramos nuevamente aqui implicita Ia distinci6n entre " modo de cono­

cimiento te6rico" (savant) y " modo de conocimiento prActico", y, en relaci6n


con ello, las distancias que Bourdieu toma con respecto al individualismo me­
todol6gico y a Ia teoria de Ia acci6n racional: estas perspectivas analiticas, al
reconocer s6lo respuestas racionales del agente que produce Ia prActica -res­
puestas elaboradas luego de realizar una ecuaci6n en terminos de costos-be­
neficios-, sustituyen el sentido prActico implicado en Ia acci6n, por Ia lectura
del investigador que Ia analiza.

72
glas, se imponen a aqueHos -y a aquellos solamente- que,
porque tienen el sentido del juego, es decir el sentido de Ia
necesidad inmanente del juego, estan preparados para per­
cibirlas y cumplirlas" (Bourdieu, 1987f: 71).

Es decir, que esa libertad de invenci6n y de improvisaci6n,


que posibilita producir la infinidad de jugadas hechas posibles
por el juego, tiene los mismos limites que el juego39•
AI hablar de juego, Bourdieu se refiere a una actividad re­
gulada, que obedece a ciertas regularidades sin ser necesariamen­
te el producto de la obediencia a reglas. Para comprenderlo, dis­
tingue diferentes s�gnificados del termino regia. Uno de ellos se
refiere a un principio de tipo juridico mas o menos conscientemen­
te producido y dominado por los agentes, como las distintas nor­
mas que regulan los comportamientos �ociales, que constituyen
el punto de partida de ciertas perspectivas de analisis. Otro sig­
nificado en cambio, alude a regularidades obje tivas que se impo­
nen a todos aquellos que entran en un juego:

" . ..el juego social es reglado, es el lugar de regularidades. Las


cosas pasan en el de manera regular" (Bourdieu, 1 987f: 72) .

Dentro del contexto de este segundo significado es que hay


que entender la noci6n de practica en terminos de estrategia, como
desarrollo activo de lineas objetivamente orientadas, que obede­
cen a regularidades y forman configuraciones coherentes y so­
cialmente inteligibles:

"La noci6n de estrategia es el instrumento de una ruptura


con el punto de vista objetivista y con Ia acci6n sin agente
que supone el estructuralismo (al recurrir por ejemplo a la
noci6n de inconsciente). Pero se puede rehusar ver en la
estrategia el producto de un programa inconsciente sin
hacer de el el producto de un calculo consciente y racional.
Ella es el producto del sentido pnktico como sentido del
juego, de un juego social particular, hist6ricamente defini-

39Claro que, " el sentido del juego no es infalible, esta desigualmente reparti­
do, en una sociedad como en un equipo" (Bourdieu, 1987f. : 70).

73
do. ( . . . ) El buen jugador, que es en cierto modo el juego
hecho hombre, hace en cada instante lo que hay que hacer,
lo que demanda y exige el juego. Esto supone una inven­
ci6n permanente, indispensable para adaptarse a situacio­
nes indefinidamente variadas, nunca perfectamente iden­
ticas. Lo que no asegura Ia obediencia mecanica a Ia regia
explicita, codificada (cuando existe). Describi por ejemplo
las estrategias de doble juego consistentes en ponerse en
regia, en poner el derecho de su parte, en actuar conforme
a intereses mientras se aparenta obedecer a Ia regia" (Bour­
dieu, 1987f: 70).

Vemos entonces c6mo toda practica, y aun el respeto a la


norma explicita debe ser entendida en terminos de estrategia en
defensa de los intereses ligados a la posici6n que se ocupa en el
campo de juego especifico, todo ello sin recurso a la reflexi6n
consciente, es decir, sin ser el agente social necesariamente cons­
ciente de este mecanismo40•
Asi es aunque en algnn momento las practicas puedan apa­
recer como la realizaci6n de fines explicitos, sobre todo porque
permiten hacer frente a situaciones imprevistas. Es decir, si las
estrategias parecen orientadas por la anticipaci6n de sus propias
consecuencias, es en realidad porque, al tender siempre a repro­
ducir las estructuras objetivas de las cuales son el producto, es­
tan determinadas por las condiciones pasadas de la producci6n
de su principio de producci6n. Pero este proceso se da s6lo en la
medida en que las estructuras donde se ponen en marcha las prac­
ticas sean identicas u hom6logas a las estructuras objetivas de las
cuales son el producto.
La presencia del pasado en esta especie de falsa a'nticipa­
ci6n del porvenir que opera el habitus puede verse, parad6jica-

40El considerar a las nonnas como principio fundamental de estructuraci6n de


practicas sociales o, mas aun, creer que dichas practicas pueden explicarse
totalmente explicitando las normas y modelos de la sociedad en la que se in­
sertan, lleva a lo que Bourdieu denomina el juridismo. Asi se pierde la capaci­
dad de analizar una dimensi6n estrategica (empleo de los margenes de tiber­
tad, sin salirse del marco de las nonnas). Desde esta perspectiva te6rica, aun Ia
conformidad con la norma pasa a analizarse como una estrategia, del mismo
modo que tomar distancia frente a Ia norma puede ser una estrategia. �

74
mente, cuando el sentido del porvenir probable se encuentra des­
mentido y las disposiciones aparecen como "mal ajustadas" a las
opciones objetivas -el " efecto Don Quijote" -. Es decir, en el caso
en que los habitus funcionan como "a contratiempo" y las practi­
cas no son adecuadas a las condiciones presentes porque estan
objetivamente ajustadas a las condiciones pasadas.
En resumen, el ajuste anticipado del habitus a las condicio­
nes objetivas constituye un caso particular de lo posible (sin duda el
mas frecuente) de las relaciones entre las disposiciones y las con­
diciones, qa.e se da s6lo en el caso en que las condiciones de pro­
ducci6n del habitus y las condiciones de su funcionamiento sean
hom6logas.
Por otro lado, el habitus constituye un sistema de disposi­
ciones duraderas, pero no inmutables. El encontrarse enfrentado
a situaciones nuevas, en el contexto de condiciones objetivas di­
ferentes a aquellas que constituyeron la instancia de formaci6n
de los habitus, presentan al agente social instancias que posibili­
tan la reformulaci6n de sus disposiciones. Aunque, es necesario
aclararlo, la mayor parte de los agentes sociales se encuentran
estadisticamente expuestos a encontrar circunstancias semejan­
tes u hom6logas a aquellas en las cuales se formaron sus disposi­
ciones, y por ello, a vivir experiencias que tienden a reforzar esas
disposiciones.
Otra manera posible de introducir cambios en los habitus
es pensable a traves de un proceso de autosocioanalisis, median­
te el cual el agente social pueda explicitar sus posibilidades y
limitaciones, sus libertades y necesidades contenidas en su siste­
ma de disposiciones y con ello, tomar distancias respecto a esas
disposiciones (Bourdieu y Wacquant, 1992) .
Es decir, mediante un analisis reflexivo de uno de los con­
dicionantes objetivos de las propias practicas, el agente social pue­
de permitirse trabajar para modificar sus percepciones y repre­
sentaciones de los condicionantes extemos de sus practicas, y de
elias mismas, y por lo tanto elaborar estrategias diferentes de ac­
ci6n41.

41Es te proceso de autosocioan!lisis propuesto por Bourdieu se acerca �n bue­


na medida al concepto de " control reflexive de la acci6n" en Anthony Gtddens,

75
Es importante aclarar, sin embargo, que es necesario tener
en cuenta que ese proceso de autosocioamllisis se realiza en el
contexto de ciertas condiciones objetivas, a partir del mismo sis­
tema de disposiciones -con sus limitaciones y posibilidades- que
se pretende modificar, y a costa de un arduo y met6dico trabajo:

"Pero este trabajo de gesti6n de sus propias disposiciones


no es posible sino al precio de un trabajo constante y met6-
dico de explicitaci6n. A falta de un analisis de esas deter­
minaciones sutiles que operan a traves de las disposicio­
nes, uno se vuelve c6mplice de Ia acci6n inconsciente de
las disposiciones, Ia cual es, ella misma, c6mplice del de­
terminismo" (Bourdieu y Wacquant, 1992: 94).

Como lo he mencionado mas arriba, Ia explicitaci6n de este


proceso de autosocioanalisis marca, de alguna manera, otra eta­
pa en Ia evoluci6n del concepto de habitus, e introduce analitica­
mente la posibilidad de la explicitaci6n y de cierto control re­
flexivo del agente sobre su propia acci6n.
Ahora bien, este proceso "individual", puede estar asisti­
do por el investigador, quien, en situaci6n de entrevista -bajo
ciertas condiciones, que aseguren una comunicaci6n no-violen­
ta-, puede abrir alternativas y contribuir a crear condiciones de
posibilidad para que los agentes encuestados construyan sus pro­
pios puntos de vista sobre ellos mismos y sobre el mundo social,
y hagan manifiesta su posici6n en el mismo. Es decir, que los
agentes puedan explicitar el pun to a partir del cual ellos se ven a
si mismos y ven el mundo, y de este modo, hacer comprensibles
sus practicas y sus percepciones sobre ese mundo:

"Es indudable que puede hablarse entonces de au toanalisis


provocado y acompanado: en mas de un caso, hemos tenido
el sentimiento de que Ia persona interrogada aprovechaba
Ia ocasi6n que le estaba dada para interrogarse sobre sf
misma y sobre Ia licitaci6n o Ia solicitaci6n que le asegura-

II II
mientras que el obrar espont:Aneoll del habitus, se relaciona con el de con­
ciencia practica" . Ver los trabajos citados del au tor.

76
ban nuestras preguntas y nuestras sugerencias (siempre
abiertas y multiples y frecuentemente reducidas a una es­
pera silenciosa) para operar un trabajo de explicitaci6n,
gratificante y doloroso a Ia vez, y para enunciar, a veces
con una extraordinaria in tensidad expresiva, experiencias y
reflexiones Iargamente reservadas o reprimidas" (Bour­
dieu, 1993a: 536).

De alguna manera, tambien se postula que el mismo proce­


so debe ser vivido por el investigador. Recordemos lo que he
planteado mas-arriba respecto a Ia necesidad de "objetivar al su­
jeto objetivante"; es decir, de analizar los condicionamientos so­
dales que afectan al proceso de investigaci6n, tomando como
punto especial de Ia mirada al propio investigador y sus relacio­
nes (las que mantiene con Ia realidad que pretende explicar y
con los agentes cuyas practicas investiga, y las que derivan de su
posici6n relativa en el espacio de juego cientifico) . Se trataria en­
tonces, de explicitar y analizar Ia posici6n a partir de Ia cual se
toman decisiones te6ricas y practicas, a partir de la cual se tiene
una mirada sobre el mundo social y se "prefiere" una manera de
explicar los problemas. Se impone tambien analizar la historia
de esas practicas y representaciones y su relaci6n con la trayecto­
ria de la posici6n ... En fin, se trata de poner en marcha un proce­
so de autosocioanalisis42 •• •

Volviendo a la relaci6n habitus-estrategia, subrayemos que


el habitus es el instrumento de ana.Iisis que permite dar cuenta
de las practicas en terminos de estrategias, dar razones de las mis­
mas, sin hablar propiamente de practicas racionales. Dentro de este
contexto, los agentes sociales son razonables, no cometen "locu­
ras" (" esto no es para nosotros"), y sus estrategias, como he men­
cionado, obedecen a regularidades y forman configuraciones co­
_ herentes y socialmente inteligibles, es decir, socialmente explica-

42Una explicitaci6n mayor acerca de los condicionamientos sociales del pro­


ductor de conocimiento social, sus apuestas y sus desafios puede verse en
Gutierrez, 1999 y en el conjunto de articulos de Bourdieu, p� blicados en 1 999
(acerca de los espacios de juego, las apuestas y el rol de los mtelectuales), que
he citado en otras oportunidades.

77
bles, por Ia posici6n que ocupan en el campo que es objeto de
amllisis y por los habitus incorporados.
Considerando al habitus como subjetividad socializada, el
autor toma distancias de Herbert Simon y de su concepto de "ra­
cionalidad limitada"43:

"La racionalidad es limitada no solamente porque Ia


informaci6n disponible es limitada, y porque el espi­
ritu humano es genericamente limitado, y no tiene
los medias para pensar completamente todas las si­
tuaciones, sobre todo en Ia urgencia de Ia acci6n, sino
tambien porque el espiritu humano esta socialmente
limitado, socialm.ente estructurado, porque esta siem­
pre encerrado, quierase o no -salvo tomando concien­
cia de ello- 'en los limites de su cerebra', como decia
Marx, es decir en los limites del sistema de categorias
que debe a su formaci6n" (Bourdieu y Wacquant,
1992: 87).

Ahora bien, recordando lo que he planteado en relaci6n


con el sentido practico, el autosocioanalisis y Ia practica como
estrategia, es importante subrayar que Ia teoria del habitus no
elimina del todo Ia elecci6n estrategica racional y Ia deliberaci6n
como modalidad posible de acci6n. Ello significa que las orienta­
ciones sugeridas por las disposiciones pueden estar acompafia­
das de calculos estrategicos en terminos de costos-beneficios, me­
canismos que tienden a llevar a un nivel consciente las operacio­
nes que el habitus cumple segU.n su propia l6gica -Ia del sentido
practico- (Bourdieu y Wacquant, 1992).

43Ver especialmente Simon y March, 1980. No puedo detenerme aqui en las


distintas construcciones realizadas sobre el concepto de " racionalidad" y sus
implicaciones en el amilisis sociol6gico. Una referenda a ello, dentro del con­
texto de una propuesta metodol6gica, puede encontrarse en Costa, 1990.

78
3. Sistematicidad de los habitus y de las practicas. Los habitus
de clase

Retomando lo que decia mas arriba respecto a Ia sistemati­


cid�d de los habitus, sefialo ahora que las practicas que ellos pro­
ducen son tambien sistematicas y mutuamente comprensibles.
Mas a11n, todas las practicas (y todas las obras) de un mismo agen­
te estan armonizadas entre sf y objetivamente orquestadas con las
de todos los miembros de Ia misma clase.
En efectp, el habitus genera continuamente transposicio­
nes sistematicas impuestas por las condiciones particulares de
su puesta en marcha, lo que hace que todas las practicas (de un
agente y de los agentes de Ia misma clase) sean producto de las
transferencias de un campo a otro de los mismos esquemas de
acci6n, y como tales, que sean regulares y sistematicas.
Ahora bien, las practicas que engendran los habitus son
mutuamente comprensibles y "ajustadas" a las condiciones obje­
tivas, y tambien objetivamente concertadas y dotadas de un sen­
tido objetivo unitario y sistematico, s6lo en Ia medida en que los
habitus constituyen Ia incorporaci6n de Ia misma historia, y mas
exactamente, de Ia misma historia objetivada en las cosas y en
los cuerpos:

" La homogeneizaci6n objetiva de los habitus de grupo o de


clase que resulta de la homogeneidad de las condiciones
de existencia es lo que hace que las practicas puedan estar
objetivamente acordadas fuera de todo calculo estrategico
y de toda referenda consciente a una norma y mutuamente
ajustadas en ausencia de toda interacci6n directa y, a fortio­
ri, de toda concertaci6n explicita" (Bourdieu, 1980b: 101).

- En este contexto, hablar de habitus de clase implica hablar


de un sistema de disposiciones comun a todos los individuos bio­
l6gicos que son producto de las mismas condiciones objetivas.
Esto no quiere decir que se considere que todos los miembros de
la misma clase tengan las mismas experiencias de vida y en el
mismo orden. Se trata mas bien de suponer que todos los miem­
bros de la misma clase tienen mayores probabilidades de verse

79
enfrentados a las mismas situaciones y a los mismos condiciona­
mientos entre si, que en relaci6n a los miembros de otra clase:

es una relaci6n de homologia, es decir de diversidad en


11 • • •

Ia homogeneidad que refleja Ia diversidad en Ia homoge­


neidad caracteristica de sus condiciones sociales de pro­
ducci6n, Ia que une los habitus singulares de los diferen­
tes miembros de una misma clase: cada sistema de disposi­
ciones individual es una variante estructural de los otros, donde
se expresa Ia singularidad de Ia posici6n en el interior de
Ia clase y de Ia trayectoria" (Bourdieu, 1980b: 101).

De este modo, hablar de habitus de clase supone el reconoci­


miento de semejanzas entre los sistemas de disposiciones de los
individuos que comparten similares condiciones objetivas de vida
-condiciones de clase-. Pero, al hablar de habitus individual, se pone
de relieve que esos sistemas de disposiciones no son necesaria­
mente iguales, sino que cada uno de ellos se diferencia de los
otros por Ia singularidad de Ia trayectoria social, a Ia cual estan
asociadas series de determinaciones cronol6gicamente ordena­
das, que no se identifican con las de las otras trayectorias.
Mas aun, Ia estructuraci6n de las experiencias nuevas, rea­
lizada en funci6n de las experiencias anteriores, constituye una
in tegraci6n unica, dominada fundamentalmente por las primeras
experiencias. Aunque estas experiencias son estadisticamente
comunes a los miembros de una misma clase.
Las primeras experiencias tienen un peso fundamental, en
Ia medida en que a traves de ellas el habitus tiende a asegurar su
propia constancia y su 11 defensa contra el cambio", proceso que
se realiza por medio de Ia propiedad mas parad6jica del habitus:
principio no elegido de todas las elecciones. En relaci6n con ello, re­
cordemos lo que ya he mencionado respecto a los limites que
presenta Ia posibilidad de introducir modificaciones en los siste­
mas de disposiciones.
En efecto, como esquema de percepci6n y de apreciaci6n
de practicas, a traves de Ia selecci6n que opera entre las informa­
ciones nuevas, el habitus tiende a rechazar aquellas informacio­
nes susceptibles de cuestionar Ia informaci6n acumulada y, so-

80
bre todo, tiende a desfavorecer la exposici6n a tales informacio­
nes -aunque no se elimina la posibilidad de lograrlo mediante
autosocioamilisis-.
Asi el habitus es, a la vez, historia individual e historia co­
lectiva:

" . . . [el habitus] que es el principia· generador de respuestas


mas o menos adaptadas a las exigencias de un campo es el
producto de toda Ia historia individual pero tambien, a tra­
ves de las experiencias formadoras de Ia primera infancia,
de toda Ia historia colectiva de Ia familia y de Ia clase"
(Bourdieu, 191'9b: 112).

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