PRESENTACIÓN Larroque

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PRESENTACIÓN: Maneras de perderse.

Íñigo Larroque, Maneras de perderse, Libros del Aire, 2022.

En la manera de perderse de Íñigo Larroque hay, si se quiere, un fondo literario


caballeresco; el protagonista ha salido en busca de su particular Grial, que le
proporcionará estabilidad, conciencia clara de sí mismo. Para alcanzarlo, debe tomar
distancia. Así que este vasco se va nada menos que a Polonia: “mi última quimera, el
Este de Europa: extraer alguna idea, cultivar una sensibilidad, acumular una reserva de
poesía para los tiempos difíciles. Me inspiró una mujer oscura y misteriosa”. Al
caballero se le ofrecen, tentadoras, diversas aventuras, cargadas todas ellas de algún
instante de peligro. Pero nunca tiene éxito en ninguna, así que escribe sobre sus
derrotas. Es entonces, al contarlas en forma de relato, cuando tal vez se da cuenta: ha
vencido, ha conseguido su propósito (que era literario desde el principio), ha
encontrado su voz, no se ha casado con nada ni con nadie.

- memorial de experiencias

- apuntes paseante solitario

- anecdotario personal

- ensayo de ideas y de incertidumbres

- crítica de costumbres

- examen de la personalidad

Se describe una relación, que ya sabemos que salió mal, pese a que hubo un esfuerzo
serio por sacarla adelante, pero también un proyecto de escritura, que puntea siempre
el relato; como si los hechos mismos sirvieran, a la vez, de pretexto, en forma de
novela, para “impulsar la novela de mi vida”. Y al maestro Montaigne se le paga la
deuda obligada, “mi buen amigo del siglo XVI” y se le presenta como ideal de libertad
y autorrealización. Una obra en marcha, perfecta síntesis del encierro interior y del
observador siempre atento y de buenas piernas. “Un hombre escribiendo largo sobre
tantas y diversas cosas sin asomo de mala conciencia”. A salvo de cualquier ideología.

No hay gran plan narrativo porque la vida carece de plan, se explica mejor en breves
episodios, en cada uno de ellos está el protagonista, que es también el que narra; y el
que narra no sólo inventa sino que también comenta. Y en ese comentario, reflexivo,
hay también una presencia constante, esencial: la literatura. Quizá es la mayor, si no la
única, certeza de este libro: un amor sin fisuras por la literatura.

Y así, mientras el proceso de conocimiento del otro, ese saber al fin con quién estamos
(no, casi nunca, con quien nos imaginábamos estar), parece convertirse en el final de
la historia (de la que sólo se contará, pues, su lenta desaparición) se abre siempre la
posibilidad futura de escribir (”Algún día escribiría un cuento, dos cuentos, tres cuentos
de cómo mi princesa estuvo a punto de convertirme en...”). Siempre ronda esta
posibilidad, esta necesidad. En este asunto, no hay margen para la duda.

No es que se esté viviendo una relación literaria; es que nuestro protagonista la vive
siempre desde sus referentes previos, que a veces comparte con Pola, y que son
literarios. “Se respiraban ecos de novela romántica del XIX, acaso nuestra historia
valiese algo”; Una de las primeras peleas nace de una disputa en torno a una novela
de Nabokov. ¿La vida imita al arte? Es como si la literatura actuase por contagio; la
pareja está junta, en la cama, leyendo un cuento que a ambos les gusta; se besan.
¿Hasta qué punto el bienestar de esta pareja se mezcla hasta confundirse con el placer
de un buen cuento? Luego, la pareja decae, pero sentimos que en el cuento de Singer
no ha quedado marca; sigue siendo literariamente magnífico..

Pero la relación, mucho menos cierta, qué nos propone? El personaje se lo pregunta
una y otra vez. Mantiene la distancia, observa (se fija en lo pequeño), considera su
vida y lo que podría ser. Parece, a veces, que ha aprendido mucho; otras, que
aprender no le ha servido de nada. Echa de menos a su polaca, que era una bruja. Su
olor, su cuerpo claro... Y sin embargo, persiste la sensación: “Me había encamado con
mi enemiga íntima”.

A lo largo de la escritura surgen continuas reflexiones, mínimas pero agudas, sobre


qué es el amor, siempre midiendo la distancia entre el debe y el es de la experiencia.
Quizá es más fácil hacer examen cuando uno está fuera de sitio, cuando está viviendo
una experiencia extranjera; “¿qué podemos hacer si siento que Pola media entre la
tristeza del siglo XX y yo?... Voy sedimentando una tristeza centroeuropea”. En esa
mediación salen a relucir conceptos renovados; qué significa estar enamorado de una
polaca en relación con: la belleza, el lujo, la historia de Europa, el catolicismo, el
antisemitismo, la frivolidad, la glotonería, la patria... Pero no nos equivoquemos; Pola
es también una mujer de carne y hueso. Deliciosa, apasionada. Y, ay, “entre nosotros
dos, ella es la que tiene el fuerte poder de la hermosura”.

La relación es complicada y el mundo es ruidoso. Nuestro caballero se ve


continuamente asaltado por algo contra lo que no se digna, contra lo que sabe que no
puede luchar: el ruido. Una civilización de máquinas ruidosas, de conciertos ruidosos,
de móviles que suenan en mitad de un aria, de bares ruidosos, de turistas que zumban
mientras se hacen fotografías, de cámaras, pantallas, multitudes... y siempre ruido. Por
eso, de vez en cuando, el personaje tiene interés en que sepamos quién es él en el
fondo; es un poeta. Percibe el instante, es feliz con sensaciones puntuales, concretas,
se fija en los pájaros... Y ya se sabe, todo esta visión del mundo, de lo que le gusta y
de lo que lo aparta del mundo, tenía que estar aquí, en este recuento, porque “el
poeta vive así, movilizándolo todo. No es el asunto sino la sensibilidad del poeta la que
tiende a unificar; en eso confío”.

Nuestro personaje es, pues, escritor por carácter. Y por eso mismo, parece desde el
principio llamado a observar, a distanciarse. El libro parece una larga batalla librada, en
silencio, en soledad, por conservar algo todavía más valioso que la lucidez: la
independencia. El único refugio seguro de la autoestima. El único Grial verdadero
donde se funden todas las experiencias en un único yo reforzado. Así lo hizo con
respecto a su padre; así también, en todo lo que tiene que ver con el nacionalismo (un
peso enorme en el País Vasco) 95 Por cierto, que también aquí hay una elección
primordial: la lengua en la que va a escribir. Una vez elegida, una vez enamorado de
ella, ¿va a uno a traicionarla? Si es la que uno ha elegido y quiere...(¿acaso la lengua
polaca no formó parte también de los preliminares del amor? Pola pronunciando cierta
consonante...) Porque al final, lo que cuenta, lo que para el personaje no es
negociable, ya lo hemos dicho, es el derecho a actuar libremente: callar, decir lo que
te venga en gana, “decir lo contrario de lo que se espera de uno”.

Y quizá por eso, porque uno acaba por hacer lo que no esperaba, la aventura de amor
con una polaca acaba... en la cita con una rusa (de una rusa, además, nacida en un
pueblo de Zamora). Pero eso ya es otra historia; aunque el caballero está mejor
preparado y ya sabe exactamente qué estaba buscando.

Juan José Prior

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