ARMAME (1er Cap)
ARMAME (1er Cap)
ARMAME (1er Cap)
Larenn, Luz
Ármame / Luz Larenn. - 1a ed . - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : El Ateneo, 2020.
304 p. ; 23 x 16 cm.
ISBN 978-950-02-1039-3
Á(r)mame
© Luz Larenn, 2020
ISBN 978-950-02-1039-3
1ª edición: febrero de 2020
AUDREY
Presente
ma que no se calmaría con tan solo rascarme. Picaba, sobre todo cuando
comenzaba a replantearme lo poco que había logrado hasta hoy de cara a
lo deseado algunos años atrás, no tantos.
Ah, sí. Graduada con honores, pero con un trabajo regular, que
rayaba en lo mediocre. Treinta y un años, pero recientemente sepa-
rada. Mi madre había fallecido hacía pocos meses y mi padre… bah,
mi “ex padre” estaba preso. Todo esto, en definitiva, me convertía en
un excelente partido, uno del cual escapar, a juzgar por alguna suegra
siniestra.
Esta misma madrugada, pocos minutos antes de que me despertasen
creí estar soñando con Alex, mi última pareja. No es que hubiera tenido
tantas.
No solía pensar en él a menudo; a decir verdad, no había llegado a
enamorarme con locura, lo que no quitaba que por un tiempo hubiese re-
sultado funcional. Esta misma noche, después de algunos meses de silen-
cio de radio, me había llamado. Quizás había sido que su llamada perdida
influenció mi momento de descanso. El destino –hoy benevolente– había
querido que me encontrara recogiendo el pedido de comida y no llegara
a atender. Me intrigaba su aparición, pero ni en uno ni en mil años le
devolvería la llamada. Las cosas estaban mejor así.
Alex era un Monet, de lejos parecía un muchacho decente que no pre-
tendía más de lo que yo podía darle, bueno, excepto cuando se le ocurrió
la maravillosa idea de que fuéramos padres. Lo soltó como quien propone
pedir comida china una noche de viernes. Recuerdo que me quedé mi-
rándolo perpleja y luego le pedí que me pasara la salsa de soja. ¿Acaso no
me conocía lo suficiente como para saber que no era el momento... o la
persona adecuada?
De todas formas, eso fue algo que eventualmente superamos. No po-
día darme el lujo de ser tan quisquillosa. Pero todo tenía su límite.
El punto final lo puse aquella última noche, en vísperas de Navidad,
cuando, en medio de una discusión acalorada, Alex se transformó en un
completo extraño, hasta el punto de creer que me golpearía.
12
Á(R)MAME | Luz Larenn
13
1 | Audrey | Presente
14
2
AUDREY
Un mes antes
16
Á(R)MAME | Luz Larenn
17
2 | Audrey | Un mes antes
18
3
JULIET
Un mes antes
amor propio que hubiese podido construir desde la última vez que nos
habíamos visto.
Un detalle no menor atormentaba mis días. Jeffrey era un hombre
casado y no parecía tener intenciones de dejar de serlo. Su esposa era
conocida en Connecticut, suburbio en el que vivían, parecía ser que esta-
ba involucrada en la gobernación y eso la tenía mucho tiempo ocupada,
tanto que a Jeff le solía quedar una gran parte de su semana libre para
parrandear por Manhattan conmigo. Tenían dos hijos a los que yo do-
blaba en edad, es decir que, si en algún momento se hubiese decidido
por mí, yo habría sido la malvada madrastra joven, y atractiva por demás.
Probablemente su hijo varón me habría negado el saludo, pero en la in-
timidad de su dormitorio se las arreglaría para fantasear conmigo, y su
hija mujer buscaría la forma de envenenarme con ingredientes caseros
que no levantaran sospechas. Sabía que, llegado el caso, no debería beber
ni comer nada que ella hubiese preparado con sus propias manos. Una
vez había leído que una persona que consumiera decenas de semillas de
manzana podría morir, porque las semillas contenían cianuro. Por unidad
eran inofensivas, pero en cantidades industriales eran capaces de voltear
a cualquier ser humano.
Como fuera el caso, parecía ser mejor así. Jeff, con su familia. Nicholas,
disponible in aeternum y, mientras tanto, yo en búsqueda de algo que ni
siquiera sabía qué podía ser, como, por ejemplo, esta última conquista que
por un momento creí que podía resultar en algo bueno, distinto.
Giré al oír un ruido de escape preparado para correr; el auto desapa-
reció en la noche, solo quedó una estela de humo que parecía saludarme
en un irónico gesto haciendo alusión al fracaso, a uno más. Y yo que creí
que en verdad él podía haber sido el indicado.
El flechazo había sido instantáneo, las cosas se daban sencillas en-
tre nosotros, parecían encontrarse pautadas de antemano por un libreto.
Pero, desde luego, a lo largo de este último año me había metido en de-
masiados problemas como para involucrarlo a él, que se encontraba ajeno,
inocente y, sobre todo, que podría salir dañado. De haber sabido antes
20
Á(R)MAME | Luz Larenn
que lo conocería, mis decisiones del pasado habrían sido otras, definiti-
vamente. Pero lo hecho, hecho estaba, y yo debía dedicarme a contener
los daños el mayor tiempo posible, hasta que todo esto terminara. Quizás
incluso ya había ocurrido, que hubiese terminado la pesadilla, después de
todo, no había sabido nada más de él, mi nuevo dueño o como quieran
llamarlo. En lo que a mí respecta, se trataba de la persona que había roba-
do mi vida entera, mi último año y probablemente mi futuro, incluyendo
a aquel hombre que se acababa de ir en su auto tan rápido que parecía
echar chispas.
Caminé algunos pasos con los tacones puestos, pero muy pronto me
resigné, una vez más y contando, a la idea de no servir para usar ese tipo
de zapatos por más estilizada y sexy que me hicieran lucir. Me quité el
izquierdo y luego el derecho, ya para el segundo tuve que sostenerme
del pasamanos de la escalera de entrada a mi edificio. Había bebido tres
copas de pinot grigio, pero para alguien que últimamente comía poco y
nada era lo mismo que si me hubiese bajado hasta el fondo una botella
de tequila de mala calidad. Dirigí la mirada al suelo. Solo me faltaba pisar
algo indeseable. Subí rápidamente los tres peldaños hasta dar con la puer-
ta de entrada. Cerrada. Una vez más la señora van Zheemen había puesto
llave. Maldición. Si Brooklyn ya no era tan peligroso como antes, hasta
podíamos darnos el lujo de dejar la puerta de calle abierta; además, no
hacía más que abrir esa que a los pocos pasos del hall había otra más y esa
sí tenía llave obligatoria. Busqué mi juego en el bolso, que lógicamente se
había perdido en alguna dimensión desconocida, ley de Murphy o algo
así, de hecho, este año que había pasado para mí bien podrían haberle
cambiado el nombre a “ley de Juliet”.
El sonido al crujir las hojas secas de la calle me sobresaltó tanto que
me dejó al galope. Miré hacia atrás, pero no había nadie, ni en la cuadra,
ni enfrente, ni siquiera a través de alguna ventana con la luz de adentro
encendida, lo que me habría resultado levemente tranquilizador. Volví a
introducir la mano en el bolso con mayor ímpetu, ¡bingo! Hice repicar las
llaves victoriosa y luego comencé a querer introducir la más grande, la de
21
3 | Juliet | Un mes antes
22