Auto 28 de Noviembre de 2001
Auto 28 de Noviembre de 2001
Auto 28 de Noviembre de 2001
ANÁLISIS JURISPRUDENCIAL
Antecedentes:
Con ocasión del recurso de queja y a fin de se revoque la decisión del Tribunal, la
parte demandante insiste en que el estado civil de compañero permanente fue
creado en la Constitución de 1991, y debe tenerse como tal, de conformidad con la
definición contenida en el artículo 1º del decreto 1260 de 1970; sin embargo,
advierte que el motivo de su reparo radica fundamentalmente en que el debate
versa sobre la existencia de la sociedad patrimonial entre compañeros
permanentes, cuestión que no es susceptible de justiprecio porque lo concerniente
a la determinación de los bienes integrantes del haber de esa sociedad debe
hacerse en la etapa de su liquidación, cuando se “tendrá en cuenta su valor”;
además, el perito optó por asignar unos “valores a unos supuestos bienes” que en
ninguna parte se han declarado, es decir, sin tener certeza de que corresponden a
una sociedad patrimonial.
Consideraciones de la Corte:
En síntesis, son dos los argumentos del recurrente en queja: primero, el proceso
versa sobre la declaración judicial del estado civil de compañero permanente, y,
por lo tanto, la cuantía no incide para la concesión del recurso de casación; y
segundo, en consideración a la pretensión, no hay manera de determinar la
cuantía ni tampoco existe dato cierto que le permitiera a un perito determinarla.
Para dar respuesta a lo anterior, y sobre el inicial argumento, se observa lo
siguiente:
De allí que para darle en la materia de que aquí se trata alcance a tal precepto se
requerirá, de conformidad con lo dispuesto en su último inciso, que sea la ley la
que determine “lo relativo al estado civil de las personas y los consiguientes
derechos y deberes”, la cual en verdad con ese carácter no se ha expedido
respecto de la situación de la familia constituida por la mera voluntad de
conformarla o dimanante de la unión marital de hecho establecida en ley anterior.
En ese sentido, pues, debe decirse que esa orfandad legislativa no se supera
con la ley 54 de 1990, anterior a la Constitución Política, pues ella no tuvo por
cometido crear un estado civil, el cual no se puede deducir por el hecho de que
se haya denominado y definido la unión marital de hecho “para todos los
efectos civiles”, y menos después de definirla como la que se forma entre un
hombre y una mujer que, sin estar casados entre sí, “hacen una comunidad de
vida permanente y singular”; palmario se ve que no basta la mera voluntad de
los miembros de la pareja de conformarla, sino que emerge, además, de unos
hechos concretos que la sustentan, susceptibles de demostración; más allá, la
ley no regula derechos ni deberes entre ambos, sino esencialmente la
presunción de sociedad patrimonial, la imposibilidad de la concurrencia de ésta
con la sociedad conyugal, el establecimiento de la misma, su disolución y
liquidación.
Por último, debe advertirse que la sola circunstancia de que el artículo 1º del
decreto 2158 de 1970 permita en hipótesis inscribir la unión marital en el
registro de varios no supera las dificultades comentadas, ni tampoco el hecho
de que la inscripción de la convivencia en el mismo libro con antelación no
menor de tres años haya sido considerada por el código del menor (artículo
105) como prueba idónea de la convivencia extramatrimonial de los adoptantes,
puesto que el primero no da pie para incluir, sin más, la unión marital entre los
hechos y actos susceptibles de tal inscripción, y el otro no genera el
reconocimiento de un estado civil; apenas en el último sí se alude a un
instrumento ad probationem del hecho específico de la convivencia
extramatrimonial, cuya estructura ni siquiera compagina con la de la unión
marital de hecho, tal como fue concebida en la ley 54 de 1990; tanto que ni
siquiera se exige tal inscripción como única prueba, como debería serlo si se
tratara de un estado civil, en los términos previstos en el artículo 106 del
decreto 1260 de 1970.
Conclusión: