15 Dialecto Perruno

Descargar como docx, pdf o txt
Descargar como docx, pdf o txt
Está en la página 1de 13

Luperca Adiestramiento Canino.

DIALECTOS PERRUNOS
No todos los animales usan exactamente las mismas señales con exactamente los
mismos significados. Es interesante observar que, incluso si restringimos esta reflexión
al lenguaje de los perros, encontraremos diferencias sistemáticas entre los distintos
grupos de perros, lo cual, en otras palabras, constituye lo que podríamos llamar
“dialectos”.

Los perros domésticos actuales difieren de los cánidos salvajes, como los lobos en
varios aspectos. El más importante está relacionado con la neotenia (el hecho de que
el adulto conserva ciertas características y comportamientos juveniles). Esto quiere
decir que el perro domestico adulto tiene una forma mucho más parecida a la del
cachorro que un lobo adulto, con un hocico más corto, una cabeza más ancha y
redondeada y unos dientes un poco más pequeños y quizás también las orejas caídas.
EN lo que al comportamiento se refiere, los perros también se parecen más a los
cachorros de los cánidos salvajes, con ese deseo de jugar que conservan a lo largo de
su vida. Además, el ladrar, por ejemplo, no es una conducta que se vea habitualmente
en los lobos adultos, pero es una característica de los cachorros de lobo y
naturalmente de los perros domésticos adultos. De hecho, nuestros perros son los
Peter pan del mundo canino.

La domesticación y la neotenia parecen ir de la mano. Durante las primeras fases del


contacto humano con los perros, antes de que las personas se ocuparan activamente
de criar perros como compañeros y ayudantes en el trabajo, los perros parecen haber
empezado a domesticarse a sí mismos. El principio evolutivo de la “supervivencia del
más apto” opera sin importar cual sea el entorno al que se aplique. Los cánidos “más
aptos”, como en el caso de los primeros pioneros que buscaban un poco de comida
entre los restos, serían los más amistosos y menos amenazadores, dado que tenían
más probabilidades de que se les permitiera acercarse al campamento humano. Y de
esta manera, pudo acceder a los recursos alimentarios disponibles, como las sobras y
la basura. Esta “presión evolutiva” para ser amable, se incrementó cuando los
animales empezaron a tratar de domesticar activamente a los perros controlando su
reproducción. Un can que fuese muy feroz ole tuviera mucho miedo a la gente no
encajaría en la vida de una aldea, obviamente. Esos animales tan poco sociables,
serían expulsados del asentamiento humano o simplemente sacrificados, mientras
tanto que los que se mostraran más amistosos con las personas, serían más
adiestrables y más “útiles”. Esos fueron los canes a quienes se conservó y alimentó,
llegando de esa manera a ser los progenitores de la siguiente generación de perros.
Pero, este proceso también tuvo efectos secundarios inesperados:

Todas las diferencias físicas y de conducta entre los perros domésticos y los cánidos
salvajes, son resultado del simple acto de seleccionar cánidos basándose en su
domesticabilidad o su buena disposición hacia los humanos.

“Trabajo de marcha atrás del reloj, para volver al punto en que se iniciaron los
trabajos para domesticar a los perros”, para poder reproducir el proceso y estudiar
atentamente lo que ocurrió durante la creación del perro como lo conocemos hoy.

Al elegir el cánido salvaje, decidió no usar perros, porque las poblaciones de lobos
salvajes existentes ya no son genéticamente “limpias”. Así que optó por una especie
muy próxima a los perros, pero que no se cruza de manera natural con ellos y nunca
fue domesticado. Zorro plateado ruso (vulpes vulpes)

130 zorros estudiados para determinar su nivel de hostilidad hacia humanos.


1ras generaciones: tenían que comer de la mano y dejarse acariciar por humanos.
(5%)

6ta generación: para que fueran seleccionados como reproductores, tenían que
buscar activamente el contacto humano, lo que hacían aproximándose al tiempo que
meneaban la cola, y tenían que solicitar atención humana gimoteando. Solo se
conservaban los más mansos y amistosos de cada nueva generación.

Cada generación más actual, se iban pareciendo más a los perros en su conducta.
Hasta el punto de acercarse a personas, lamerlas y olisquearlas en un intento de
obtener caricias y respuestas afectuosas.

Luego de más de 35 generaciones, hubo un excedente de “zorros domesticados” y se


fueron en adopción o venta, como animales de compañía y descubrieron que eran
dóciles, compañeros y con un buen temperamento.

A pesar de ser seleccionados por sus características de conducta, empezaron


también a cambiar físicamente. Empezaron a aparecer orejas caídas, colas
enroscadas o más cortas y pelajes más claros o incluso multicolores; los hocicos se
acortaron, las cabezas se volvieron más anchas y redondeadas y los dientes también
se acortaron un poco. Todas estas transformaciones, son similares a los cambios que
distinguen los perros de los cánidos salvajes. El curso temporal de desarrollo, se
alteró durante el proceso de selección.

Las conductas infantiles aparecen muy pronto y perduran más tiempo en los zorros
domesticados que en el salvaje (en la naturaleza se da esta secuencia de conducta
infantil en una etapa determinada, y luego desaparece).

“Criar perros buscando la amigabilidad y la docilidad ha producido perros que son,


tanto mental como físicamente más parecidos a cachorros de lobos que a lobos
adultos” – Estudio de Belyaev (con zorros plateados ruso sobre la domesticación.)

También se presume que el aspecto de “cachorro” durante su primera acción en la cría


de perros se deba a la existencia de características físicas “tiernas o lindas” que la
gente hace que quieran adoptar o comprar más ejemplares. Por lo cual, se volvió un
factor de supervivencia, que impulso a los adultos a proteger y cuidar de manera
especial a los más jóvenes y los más pequeños disfruten seguramente mayores
privilegios, mejor comida, mejores premios y hasta más oportunidades de
reproducirse.

La domesticación no solo afectó la apariencia y las conductas generales de los perros,


sino que también posiblemente haya alterado el contenido de su vocabulario respecto
del de sus primos salvajes. Podría decirse que, en los perros domésticos, la conducta
social ancestral y los patrones de comunicación del lobo están fragmentados e
incompletos. Las conductas de los perros forman una especie de mosaico que contiene
algunas de las señales de comunicación del lobo adulto, pero también contiene
muchas señales infantiles.

Si examinamos el desarrollo del lenguaje en los lobos y los perros de aspecto más
lupino, veremos que hay una secuencia de desarrollo para aparición de ciertas señales
comunicativas. Los cachorros muy jóvenes son dependientes y están indefensos y la
mayor parte de sus señales van orientadas a solicitar cuidados y a mostrar conductas
sumisas, pasivas y apaciguadoras cuando hay adultos presentes. Así, el cachorro tiene
más probabilidades de lamer el hocico de un adulto, pegarse al suelo o apartar la
mirada. Conforme el perro se hace mayor, en su vocabulario empiezan a aparecer
señales socialmente más dominantes (miradas amenazadoras, gruñido, mirar a otro
individuo desde arriba, etc.). Podemos de hecho, prever el momento en que irán
apareciendo esas señales a lo largo de la vida de un perro. Las señales de sumisión
más simples tienden a aparecer pronto y las señales dominantes y de sumisión de
mayor complejidad social, más tarde, en su adultez.

Si llamamos al lenguaje adulto “lobuno” y al de los más jóvenes “cachorril”,


evidentemente un individuo que hable el lobuno debería seguir siendo capaz de
entender el cachorril, porque lo habló cuando era más joven, en cambio, uno que solo
hable cachorril, sin embargo, se encontrara en desventaja dado que quizás no haya
aprendido todavía todos los términos del vocabulario lobuno. Este es uno de los
problemas que suelen enfrentarse los perros domésticos en la actualidad con respecto
a los lobos o cánidos salvajes.

Puede que posean una cierta capacidad lingüística receptiva en el lobuno, pero su
vocabulario productivo se encuentra limitado porque la neotenia frenó su desarrollo
antes de que hubieran tenido tiempo de desarrollar sus capacidades lingüísticas
adultas.

¡¡¡¡PERO!!!!

No todos los perros domésticos muestran el mismo grado de neotenia.

El mejor indicador de cuanta neotenia presenta una raza, probablemente sea la


similitud que presentan con aspecto de un lobo adulto. Los perros que se parecen
mucho a los lobos como pastores alemanes, huskies, no solo tienen más
características físicas adultas, sino que muestran menos neotenia en su conducta. Por
el contrario, perros como los cavallier King charles spaniel o el bulldog francés, no solo
deberían presentar más características juveniles en lo físico sino también a la conducta
debido a su mayor grado de neotenia.

Distintas razas de perros pueden desarrollar distintas versiones del lenguaje perruno o
dialectos. Los más próximos a los lobos adultos por sus características son los que
tienen más probabilidades de usar muchos elementos del lobuno en su lenguaje,
mientras que aquellos con un mayor grado de neotenia pueden ser relativamente
ignorantes del lobuno y hablar únicamente versiones cachorriles de la lengua canina.

Varios investigadores del IAUS, estudiaron diez razas distintas, que ordenaron en
términos de su similitud con el lobo. Yendo de los más semejantes a los cachorros a los
más parecidos al lobo adulto, su lista quedó así:

1- Cavalier King Charles Spaniel


2- Norfolk Terrier
3- Bulldog Francés
4- Perro ovejero Shetland
5- Cocker Spaniel
6- Munsterlander
7- Perdiguero Labrador
8- Pastor Alemán
9- Golden Retriever
10- Husky Siberiano
Los investigadores, estudiaron quince señales de dominio y sumisión posterior a esta lista.
Lo que descubrieron encajaba con la noción de la neotenia, no solo en lo que respecta a la
forma del cuerpo sino también al lenguaje canino. El menos “lobo” de los perros, el
Cavalier King Charles Spaniel, era el que poseía un vocabulario social más limitado y
habitualmente solo mostraba dos de las quince señales sociales seleccionadas. Esas dos
también eran las primeras en aparecer en el desarrollo normal de un lobo, y serán las que
muestre un cachorro de tres o cuatro semanas de edad; es como si el vocabulario social
de esta raza se hubiera detenido en ese nivel. El husky, sin embargo, utiliza la gama
completa de las señales de comunicación social estudiadas, lo que le proporciona un
vocabulario de conducta similar al de un lobo adulto. Para las razas situadas en los dos
extremos, cuanto más “lobo” o lupino era su aspecto, mayor era el número de señales
sociales que utilizaba y más probabilidades había de que los gestos usados fueran los que
aparecen en una etapa más tardía de la vida.

Hay que tener en cuenta que esta investigación habla de comunicación canina, NO DE
PERSONALIDAD. Esos resultados no significan que TODOS los huskys, ovejeros alemanes o
perdigueros vayan a ser más agresivos que otras razas necesariamente. En vez de eso, los
resultados nos indican que estas razas menos neotenizadas disponen un mayor
vocabulario de señales y gestos para comunicarse con otros perros acerca de asuntos
sociales. Dichas razas, no solo disponen de una gama más amplia de señales agresivas,
sino que su gama de señales apaciguadoras también es más amplia. Esto podría significar
que también son más capaces de evitar en conflicto directo y mantener “conversaciones”
sobre un estatus social con una gama más amplia de respuesta. Las razas que hablan un
dialecto cachorril tendrán un vocabulario más limitado y su gama de señales de
sometimiento será más amplia que la de las señales de agresión. También pueden ser
menos conscientes de las señales emitidas por otros perros para indicar ambiciones
sociales, afirmación del rango o incluso, rendición ante un perro más dominante.

Un efecto obvio de estas diferencias lingüísticas, es que pueden surgir malentendidos


entre perros que hablan distintos dialectos. El animal de naturaleza más juvenil cuyo
dialecto no tiene como objetivo prioritario el dominio social, puede pasar por alto señales
importantes. Un descuido del animal de menor capacidad lingüística podría desencadenar
un ataque físico, o el conflicto podría proseguir más allá del punto de rendición porque el
perro que habla el dialecto lobuno más adulto esperaba una determinada señal indicadora
de sumisión y al no encontrarla, procedió a incrementar el nivel de agresión.

Asegurar que todos los perros responderán de manera apropiada y predecible a una
comunicación sería tan temerario como afirmar que todos los seres humanos responderán
de manera apropiada y predecible a un mensaje hablado. Existen muchas variaciones
raciales en el dialecto hablado y también habrá diferencias individuales en las respuestas
entre distintos perros.

El hecho de que sepamos cómo comunicarnos no garantiza que el perro esté dispuesto a
escuchar y responda a lo que estamos diciendo. Eso depende de la raza, el perro en
cuestión y la situación.

¿ES LENGUAJE?
En la mayoría de las áreas de la ciencia, cuando se usa la palabra “lenguaje” se define
como un método de comunicación que utiliza declaraciones, signos, símbolos o gestos
para transmitir significado. Dentro de esta definición más amplia, también se incluyen
algunos requisitos específicos.
- La característica más importante es la “significatividad o semanticidad”. Dado que
el lenguaje tiene como único propósito comunicar significados a otros, cada
palabra ha de tener un significado y ciertas combinaciones de palabras también
pueden modificar o clarificar dichos significados. Así, podemos establecer, que las
señales del “perruno” tienen un significado. Los perros no ladran, gruñen, levantan
la cola o te miran meramente porque sí y sin propósito alguno, por lo que
podemos concluir que este requisito ya ha sido satisfecho por la comunicación
canina. <>
- El siguiente requisito básico es el “desplazamiento”, que se refiere al hecho de que
el lenguaje permite la comunicación acerca de objetos y acontecimientos
“desplazados” en el espacio o tiempo. Esto significa que puede usarse para
comunicar algo acerca de objetos que no se hallan presentes y visibles en ese
momento o de acontecimientos que han tenido lugar en el pasado o pueden
ocurrir en el futuro. Aunque, en el nivel productivo, los perros no se refieran
habitualmente a objetos ausenses, su capacidad para entender construcciones
lingüísticas que los involucren está muy clara. Por ejemplo: “encuentra el objeto”,
“donde esta x persona o x objeto”. En estos casos, el perro está respondiendo
adecuadamente a un objeto que no está presente en el momento, lo que satisface
el requisito de desplazamiento. En respecto al lenguaje productivo, las evidencias
no son tan abundantes, pero los perros pueden por ejemplo utilizar un tipo de
ladrido como una alarma para llamar a la manada, incluso si otros miembros no se
encuentran o no son visibles en ese momento. <>
- Cuando se trata de determinar si los perros tienen “un auténtico lenguaje”, en el
sentido en que lo tienen los humanos, uno de los puntos que genera mayor
controversia es la cuestión de la gramática, el conjunto de reglas mediante el cual
estructuramos el lenguaje. En la parte más importante de estas reglas figura la
sintaxis, que rige el orden en el que se disponen las palabras y las frases. El artículo
habitualmente va delante de la palabra a la que hace referencia. Las reglas
específicas que determinan el orden en que combinamos las distintas partes del
discurso pueden diferir en distintos lenguajes. Las reglas que determinan el orden
en que se pueden combinar las distintas partes de un lenguaje determinan qué
palabras pueden ir juntas sin perder el significado al universe. De esta manera,
podemos llamar a este aspecto de la gramática “reglas de combinación”.
El orden de las palabras también puede determinar el significado de lo que se dice.
Podemos llamar a este aspecto de la gramática “reglas de la secuencia de
palabras”.
¿Tienen los perros una gramática en esos dos sentidos que mencionamos
anteriormente? Ciertas observaciones recientes, sugieren que los perros muestran
por lo menos algunas evidencias de que poseen una gramática.
Regla de combinación: Permiten que algunas cosas vayan juntas en el lenguaje al
tiempo que excluyen otras posibles combinaciones. Sonidos que emiten los perros
y lobos, descubrimos que hay algunas combinaciones que nunca aparecen. Los
aullidos y gimoteos son una combinación que nunca se oye. Tampoco oirán nunca
aullidos y gruñidos juntos. Por otra parte, los aullidos se combinan sin problemas
con los chillidos y ocasionalmente, con algún tipo de ladrido. Los ladridos pueden
combinarse con otros ladridos, con gruñidos y gimoteos, pero los gruñidos y
gimoteos no se combinan entre sí.
Vista la importancia que tienen la postura y las señales corporales en el lenguaje
de un perro, es interesante que ciertos sonidos nunca se combinen con ciertas
posturas corporales. Por ejemplo:
Nunca veremos una postura dominante de patas rígidas combinada con gimoteos
o chillidos. Pero, esta postura se adopta al tiempo que se producen gruñidos y
menos frecuentemente un ladrido para dar alerta. La posición de tirarse al suelo
en la que el perro enseña el abdomen en forma de sumisión, nunca va
acompañada de gruñidos o ladridos y, de hecho, en la gran mayoría parece ser un
gesto totalmente silencioso.
También podemos encontrar gestos de la cola que siguen reglas de combinación
con sonidos. La cola levantada y un poco curvada del perro seguro de sí mismo
nunca es vista en conjunción con gemidos, gimoteos o incluso gruñidos. Antes de
que un perro seguro de sí mismo empiece a gruñir, extenderá la cola de tal manera
que ésta quede recta y apuntando hacia arriba, con la punta dirigida hacia atrás.
Cuando el animal exhibe esta señal de la cola, nunca se oyen gemidos, gimoteos ni
aullidos. De hecho, hay muchas expresiones del cuerpo, la cola, las orejas y la boca
que suelen tener ciertos acompañamientos vocales y que no parecen combinarse
nunca con otros sonidos vocales. Todo esto, tomado en conjunto, ciertamente
parece sugerir que los perros disponen de algunos elementos de gramática
asociados con las reglas de combinación.
También es interesante destacar, las observaciones que sugieren que también
podrían poseer gramática en lo que a las reglas de secuencia se refiere.
Examinemos dos sonidos simples que producen los perros:
•El primero es el gruñido con el labio fruncido, que suena algo así como “harrr”.
Tomado por sí solo, este gruñido es una firme advertencia que se dirige a otro
perro o persona para indicarle que no debe aproximarse. Puede oírse en
situaciones en las que un perro tiene en su poder un objetivo muy apreciado,
como un hueso o el plato de comida y el gruñido: “no te acerques, esto es mío”.
•El segundo sonido simple es un ladrido, que empieza siendo grave, va subiendo
de tono y termina con algo parecido a un sonido de “f”. Una descripción
aproximada seria “rruff”. Este es el típico ladrido de alerta que sueltan los perros
para atraer la atención de los otros miembros de la manada. Normalmente, los
demás perros responden a él yendo a esa dirección para ponerse junto al que
ladra.
Cuando combinamos estos dos sonidos, sin embargo, obtenemos distintos
significados, y el significado específico dependerá del orden en que se los combine.
• La combinación “harrrr-rruff” es una invitación de juego.
• Invirtiendo la combinación a “rruff-harrrr”, obtenemos un significado
completamente distinto, es una amenaza proferida por un perro inseguro, tal vez
para tratar de proteger un objeto, pero a veces simplemente para mantener
alejado a otro ser que puede aparecer como dominante y amenazador. El hecho de
que indique una amenaza basada en la inseguridad es lo que diferencia del simple
“harrr” lanzado por un perro dominante y seguro de sí mismo.
Como seres humanos, somos proclives a verlo todo en términos nuestros, sobre
todo hablando de lenguaje. Por eso tendemos a buscar combinaciones
gramaticales y secuencias de palabras que adopten la forma de sonidos. Pero si
adoptamos la perspectiva del perro, para el que una señal corporal es tan
importante como un sonido, entonces quizás podríamos encontrar más evidencias
de la existencia de reglas secuenciales.
• Cuando un perro clava la mirada en el rostro de otro, generalmente se trata de
una exhibición de dominio o una amenaza, por otra parte, un perro que
interrumpe deliberadamente la mirada, está demostrando que no representa
ninguna amenaza.
Combinar las dos señales, de tal manera que se empiece con una mirada directa a
la cara, seguida por un breve desviar la mirada para luego volver a dirigirla a la
cara, cambia el significado para sugerir un encuentro más pacifico entre dos perros
dominantes.
• Ahora tomemos estas dos señales y combinémoslas con un sonido. Al hacerlo,
cambiamos por completo la naturaleza de la comunicación. Cuando un perro mira
fijamente a otro y al mismo tiempo emite el gruñido de labios fruncidos “harrr”,
las probabilidades de que haya un enfrentamiento son muy altas. Pero si un perro
mira a otro a la cara y después aparta la mirada y emite el gruñido “harrr”, la
respuesta es distinta. El perro que estaba siendo observado vuelve los ojos en la
dirección en que está mirando el perro que ha gruñido. Puede que también adopte
una postura defensiva junto al otro perro, al tiempo que mira en la misma
dirección. Es una manera de avisar, que hay un problema y deben unirse.
Lo importante de estos intercambios es que un elemento determinado, ya sea un
sonido o n gesto de lenguaje corporal, una mirada directa a la cara o volver los ojos
y la cabeza, toma su significado del lugar que ocupa en una secuencia de sonidos o
gestos. Esto ciertamente parece indicar que los perros usan reglas gramaticales de
la secuencia de palabras.
Tomadas en conjunto, observaciones como estas apuntan a que el lenguaje de los
perros es más complejo de lo que se creía.
- El último requisito básico para que haya un lenguaje es conocido como
“productividad”, un verdadero lenguaje debe permitir la expresión y la
comprensión de un número infinito de expresiones nuevas, todas las cuales se
crean sobre la marcha. Esta noción se basa en la idea de que el lenguaje es un
sistema creativo de comunicación y no un sistema repetitivo cuyo funcionamiento
se basa en reciclar un número limitado de sentencias o frases. Pero, si lo
interpretamos de manera estricta, también descartaría la existencia de cualquier
lenguaje simple con un vocabulario reducido y reglas gramaticales limitadas que
obliguen a usar frases cortas. Por ejemplo, un niño de dos o tres años. Y, sin
embargo, se considera que ese niño tiene un lenguaje, a pesar de que no supera la
prueba de la productividad.
Por lo cual, podemos utilizar la misma regla con el perruno, que se utiliza para los
niños pequeños en cuanto al lenguaje. Cuando comprueban el desarrollo del
lenguaje en una persona, los psicólogos consideran los gestos como componentes
del lenguaje, además de los sonidos. Estos incluyen señalar objetos o
acontecimientos importantes o interesantes, despedirse o saludar, relamerse los
labios para indicar que algo sabe bien, etc. Estos gestos comunicativos de los
perros se igualan en complejidad con los niños.

Tanto en los perros como en los niños, el vocabulario receptivo es mas amplio y
fiable que el productivo. Los productos lingüísticos que son entendidos también
tienden a contener información referente a acciones que al orador le gustaría que
llevaran a cabo. El lenguaje emitido tanto para los niños como para los perros es de
una naturaleza casi exclusivamente social, e intenta obtener respuestas de otros
individuos. En los perros, de hecho, el lenguaje emitido es un poco más complejo,
dado que hace hincapié tanto en el dominio y las relaciones de estatus como en los
estados emocionales y deseos del comunicador. Un niño, en cambio, puede tratar
de manipular a los demás mediante exhibiciones como rabietas, pero
normalmente no intentan comunicar o expresar un autentico dominio social hasta
que tienen más de cuatro años.
El hecho de que las personas inviertan la mayor parte de sus esfuerzos lingüísticos
a temas sociales no nos hace dudar de que posean un lenguaje. Dado que el
perruno parece satisfacer la mayor parte de los requisitos que se le exigen al
lenguaje, no deberíamos negar que la comunicación canina es un lenguaje
simplemente porque no suele tratar temas más elevados que las interacciones
sociales y los estados emocionales. En estructura y complejidad, el lenguaje de los
perros es aproximadamente equivalente al lenguaje de un niño de dos años. El
contenido de ese lenguaje, se parece mucho al contenido de dos terceras partes l
del lenguaje humano adulto, y se ocupa de asuntos sociales cotidianos, la
estructura de la sociedad y el mundo emocional en el que viven los perros.

HABLAR PERRUNO Y MATERNÉS CANINO


Hasta este momento, hablamos de cómo se comunica un perro y cómo podemos
entenderlo utilizando su lenguaje canino natural. Pero, no consideramos cómo podemos
hablarles a los perros también los humanos para que estos nos entiendan.

La mayoría de los propietarios/dueños/guías les hablamos a nuestros perros en nuestra


lengua nativa, no solo a la hora de pedirle algún comando u orden, sino como lo haríamos
cotidianamente con alguien de nuestro entorno. El 96% de las personas les hablan a sus
perros de esta manera. Todos saludan a sus perros cuando se van o cuando llegan a su
hogar. Otro tipo de “conversación” que se tienen con ellos es cuando los halagamos u
opinamos de su conducta diciendo que son “bonitos, listos, traviesos, graciosos, etc.”
También la mayoría de las personas han admitido que interrogan al perro sobre
cuestiones que pueden ser de interés para este o para nosotros como ¿querés comer?
¿querés salir a pasear? ¿por qué hiciste eso?

Uno de los aspectos interesantes de esta comunicación humano-canina, es que la mayoría


de los dueños, afirman que hasta se formulan preguntas a las que obviamente no se
espera que el perro conteste como: ¿Pensás que hoy va a llover? O ¿Crees que María se
enojó por lo que dije?... Donde estas conversaciones pasan a ser monólogos, en el que el
humano lo dice todo mientras el perro se limita a proporcionarnos compañía.

Una variedad de conversación más compleja adoptaría la forma de un diálogo en el que


haya un ida y vuelta, pero aquí solo tenemos un hablante. En esta clase de
conversaciones, solemos mirar al perro, haciendo pausas como esperando la respuesta
que debería darnos para luego seguir hablando, como si el silencio del animal nos
transmitiera algún significado. SONARÍA A UNA TIPICA LLAMADA TELEFÓNICA donde solo
se escucha un hablante.

Existe también otro tipo de interacción entre humanos y perros que les resultará familiar a
muchos dueños, pero que puede parecer extraño para quien no tenga ese vínculo. En este
tipo de interacciones, no solo se les habla a los perros, sino que también se les
proporciona ciertas “respuestas” esencialmente pronunciando las palabras que “nos
parece que diría el perro si pudiera respondernos”. (¿A quién no le ha pasado?)

En estos casos, ninguna de esas “conversaciones” tiene como objetivo comunicarse


directamente con el perro, sino que consiste en proporcionar algunas interacciones
sociales al humano que habla, ya que éstas pueden ayudarlo a resolver un problema,
completar un pensamiento o reconocer una emoción. Estas interacciones, sugieren
también en importantes temas de salud psicológica para muchos humanos.
Generalmente obtenemos esta interacción social de otras personas, pero las personas
mayores, quienes viven solos o cualquiera que se encuentre en un hogar vacío porque la
familia o amigos no se encuentran o porque no tiene interacción con otros humanos a lo
largo de sus días, pueden sustituir esta interacción humana en parte hablando con un
perro (u otra mascota). Hasta se ha demostrado que produce menos estrés hablarle de
cuestiones “delicadas” a un perro que discutirlas por ejemplo con una pareja. Otros
estudios, han demostrado que las personas mayores que viven solas, tienen muchas
menos probabilidades de caer en una depresión o necesitar ayuda psicológica si cuentan
con la compañía de un perro y tienen ocasión de conversar con él.

Los perros, pueden jugar un papel muy importante en el sistema social de las personas a
la hora de aliviar la tensión y evitar los enfrentamientos entre parejas inclusive. Siempre
que puede llegar a surgir alguna clase de conflicto, incluso, ciertas personas ponen a los
perros como “intermediarios”, ya que “se hablan” a través de él y no entre ellos.

En la mayoría de las culturas, cuando realmente queremos comunicarnos con un perro,


siempre empleamos alguna forma especial de lenguaje. Sabemos que nuestro lenguaje
cambia según las circunstancias; existe un lenguaje formal que usamos cuando nos
dirigimos a una autoridad o a un público y ese es más reservado y ceremonioso que el que
empleamos cuando hablamos con nuestra familia o amigos. De modo similar, cuando
escribimos, las frases tienden a contener más información y a emplear una gramática y
vocabulario más complejos que nuestro lenguaje hablado. Esto explica por qué, cuando
leemos un texto escrito en voz alta, suele sonar artificial, retorcido y nos parece
totalmente distinto al lenguaje que empleamos en una conversación.

Los psicólogos, descubrieron que existe una clase de lenguaje especial que se utiliza para
dirigirnos a los niños pequeños. Es un lenguaje simplificado, con muchas repeticiones y
que suele hacerse con un ritmo “cantarín”. A veces, incluso utilizamos un tono de voz más
agudo de lo normal. Este tipo de lenguaje, fue llamado maternés, ya que habitualmente
es el lenguaje que suelen utilizar las madres cuando se dirigen a la progenie. No obstante,
este lenguaje no está solo limitado a las madres, dado que prácticamente todos los
adultos, sin distinción de sexo, tienden a utilizarlo cuando se dirigen a un niño.

Se demostró, que el lenguaje que utilizamos cuando les hablamos a los perros es muy
similar al maternés, y llamaron a esta forma de lenguaje doggerel o maternés canino.

El maternés canino no es el lenguaje formal que usaríamos en presencia de otros adultos.


Cuando nos dirigimos a nuestros compañeros caninos, las frases que empleamos se
vuelven mucho más cortas. Cuando tengamos que hablarle a un adulto humano, en
cambio, usaremos frases con una longitud media de entre diez y once palabras, mientras
que cuando les hablamos a los perros, usamos muchos más imperativos u órdenes. Pero,
curiosamente, también les hacemos el doble de preguntas que, a los humanos, a pesar de
que en realidad no esperamos ninguna respuesta. Estas preguntas, no parecen buscar
información, sino más bien, son intercambios sociales de naturaleza trivial. Muchas de
estas interrogaciones, adoptan la forma de preguntas con coletilla, que es como se llama a
aquellas preguntas en las que hacemos una observación y formulamos una pregunta al
final de la frase.

El maternés canino, se habla mayormente en presente, lo que significa que por lo general
les hablamos a nuestros perros sobre lo que está ocurriendo ahora más que del pasado o
el futuro. El 90% del maternés canino está en presente, es decir, un 50% más que en el
habla de los adultos humanos. Además, hay veinte veces más probabilidades de que nos
repitamos que cuando hablamos con personas. Estas repeticiones pueden ser copias
exactas, repeticiones parciales o alguna forma de paráfrasis.
No obstante, existe un área donde la manera en que le hablamos a nuestros perros es
muy distinta de la manera en que le hablamos a los niños. La diferencia se hace obvia
cuando se entra en el terreno de la deixis, que es el nombre técnico para aquellas frases
que proporcionan información específica, como “esto es una pelota” o “este jarrón es
rojo”.

Generalmente se considera que esta clase de frases intentan educar a otro individuo. El
maternés contiene muchas frases de este tipo que el habla normal dirigida a adultos,
porque las madres intentan activamente enseñar el lenguaje y el entorno a sus hijos
mientras hablan con ellos. El maternés canino, en cambio, solo contiene la mitad de frases
de ese tipo. Obviamente la mayor parte de lo que les decimos a los perros tiene como
único objetivo para nosotros desempeñar una función social; que los perros aprendan
algo de ello no parece preocuparnos demasiado, o si, dependiendo del caso.

Una diferencia entre maternés canino y cualquier otra de las hablas que usamos, es
nuestra tendencia a imitar ocasionalmente los sonidos que nuestros perros producen. Las
madres, rara vez imitan los sonidos aleatorios del habla infantil, e imitar los sonidos o
tonos del habla que usa otro adulto probablemente sería considerado como una burla o
insulto. Por alguna razón, imitar los sonidos caninos es otro de los recursos que
empleamos para mantener conversaciones con los perros.

Cuando hablamos maternés canino, este suena muy distinto al habla que usamos cuando
nos dirigimos a personas maduras. Además de emplear un tono de voz más agudo,
también damos mucho énfasis en las entonaciones y a todos los fraseos emocionales.
Además, podemos usar muchos diminutivos (paseíto, bañito, comidita, etc.) Las palabras y
las frases pueden ser modificadas para que no suenen tan formales.

Aunque no hay ninguna prueba de que el hablarle a un perro en maternés le ayude a


entender lo que estamos diciendo, sí hay muchas evidencias que sugieren que dirigirse a
los perros hablando de manera normal, decidida y significativa mejora sus capacidades
lingüísticas receptivas.

La forma educativa de la conversación consiste en dirigirse deliberadamente al perro


usando frases simples que anticipen actividades con cierta relevancia en su vida, como
“vamos a dar un paseo” o la forma interrogativa “¿vamos a pasear?”

Dado que le propósito de este tipo de habla consiste en ampliar el vocabulario receptivo
del perro incrementando el nro. de palabras y señales que conoce, habría que ser
consistente y usar siempre las mismas palabras y frases. Da igual qué frase emplee, con tal
de que escoja una palabra o frase y la usemos siempre. En cuanto el perro haya captado el
concepto básico, podremos introducir sinónimos, pero la coherencia desarrolla más
rápidamente el vocabulario del perro. La idea es conseguir que entienda que ciertos
sonidos humanos predicen ciertos acontecimientos. Obviamente, siempre será más
productivo que TODOS los miembros de la familia utilicen las mismas palabras cuando se
dirijan al animal.

El perro demostrará que está incorporando nuevas palabras a su vocabulario receptivo


respondiendo de la manera adecuada. Cada frase empieza a provocar una acción en el
perro, que demuestra que la palabra fue aprendida.

Existen algunos trucos muy simples que pueden ayudar a mejorar la capacidad canina
para entender el lenguaje. Siempre que le hablemos a un perro, hay que acordarnos de
pronunciar su nombre para llamar su atención en primera instancia. El nombre del perro,
indicará que el sonido siguiente, tiene un significado aplicable a él. También es importante
que cada palabra tenga un solo significado, ya que no deberíamos usar la misma palabra
para distintas acciones.

La técnica pedagógica más útil es llamada auto adiestramiento, ya que ayuda al perro a
aprender algunas órdenes básicas sin demasiado esfuerzo.

Para enseñarle palabras mediante este método, debemos empezar por observar
atentamente las actividades cotidianas de nuestro perro mientras interactuamos con él. Si
vemos que comienza por ejemplo a venir hacia nosotros, le diremos “NOMBRE DEL
PERRO, ven”, o cuando empieza a sentarse “NOMBRE, sentate”. Después de cada una de
estas acciones, reforzaremos a nuestro perro, igual que haríamos si hubiera respondido
correctamente cuando usamos la palabra como una orden. Lo que estamos haciendo, es
unir una etiqueta a una actividad que el animal ya está llevando a cabo. Esto, es llamado
aprendizaje de contigüidad. En muchos casos, basta con unas cuantas repeticiones de la
palabra para identificar esa acción en la mente del perro. Una vez establecida esa base,
bastará con un pequeño esfuerzo adicional para que el perro responda a la palabra como
una orden.

El auto adiestramiento puede facilitar considerablemente el aprendizaje de palabras que


implican acciones simples, y resulta particularmente útil cuando se quiere enseñar al
perro el significado de palabras que describen actividades difíciles de controlar
directamente. (Por ejemplo, rutinas de higiene e ir al baño, descanso, etc.)

Hasta este momento, todo lo que dijimos pretende ayudar a los perros a entender el
lenguaje humano, pero si vamos a mantener una comunicación útil y significativa con
nuestro perro, debemos aprender a pronunciar las palabras en perruno. Necesitamos
saber cómo evitar transmitir inadvertidamente mensajes que podrían minar nuestra
relación con nuestro perro.

Por ejemplo, algo importante al usar las señales adecuadas, es un estudio utilizado entre
la comunicación entre niños y animales. Una de las cosas que más notaron al evaluar los
resultados, fue que los dos grupos de animales que se estudiaron (perros y ciervos)
reaccionaban de manera negativa y temerosa cuando interactuaban con niños “normales”
que cuando interactuaban con niños por ejemplo con algún tipo de espectro del trastorno
autista o síndrome de down.

Cuando se acercaban a un perro, se observaba que la primera parte de los niños se


acercaba mirando directamente a los animales (cosa que ya hemos visto que, en perruno,
constituye una amenaza, por lo que mirar a los ojos hace que el encuentro dé comienzo
con un mensaje hostil). Después, los niños les sonreían, el problema era que la sonrisa que
les dirigían no consistía en una discreta elevación de las comisuras de los labios, sino que
era una ancha sonrisa de boca abierta. Para el animal, esto significa que los niños, acaban
de enseñarle los dientes, una señal bucal que sugiere claramente la amenaza de agresión.
Otra reacción típica de los niños consistía en levantar los brazos y extenderlos hacia los
perros. En perruno, esto equivale a que un perro se incorpore en sus patas traseras para
parecer mayor y más dominante y amenazar ahora sí con el ataque.

En la mayoría de los casos, también les tendían las manos con los dedos extendidos
(probemos a continuación hacer este pequeño experimento: extender los dedos de una
mano y luego volverla hasta dejarla de lado y mirémosla. La mano se parece mucho a una
boca abierta llena de dientes, después volvamos la mano hacia nuestra cara y mirémosla
desde adelante.) Desde el punto de vista del perro, esa mano no solo podría ser una boca
abierta, sino una provista de unos dientes impresionantes y largos, que además esta
dirigida directamente hacia él. Este gesto es una de las amenazas más claras que se
pueden lanzar en perruno.

Finalmente, después de haber transmitido todas estas señales amenazadoras, por lo


general los niños corren hacia el perro en una gran exhibición de afecto y entusiasmo,
pero por desgracia, para muchos perros esto es la gota que colma el vaso, el signo de que
se esta iniciando un ataque. Dadas estas observaciones, ¿sigue siendo sorprendente que
muchos niños fueran mordidos cada año por los perros de la familia que son “amistosos y
no agresivos”? La auténtica sorpresa, debería ser que no haya muchos más niños
mordidos, dado lo hostil de los mensajes que se transmiten en idioma perruno.

El segundo grupo de niños, los que tienen una capacidad mental diferente, actuaban de
manera muy distinta. Evitaban mirar directamente a los animales, así que de entrada no
había amenaza al iniciar la interacción. Se movían más despacio y en muchas ocasiones se
aproximaban avanzando de lado, en vez de hacerlo de frente. A veces, se movían en una
especie de lento desplazamiento lateral. Cuando se disponían a tocar a los perros, tendían
a mantener los brazos bajos y los dedos normalmente vueltos hacia dentro, así, la misma
naturaleza de sus trastornos los volvía no amenazadores para los animales.

Estos ejemplos, nos demuestran que los perros leen el lenguaje corporal humano como si
fuese perruno, e indican que los humanos pueden usar deliberadamente dichas señales
para comunicarse con los canes.

Por ejemplo, maneras de acercarnos a un perro que no conocemos o con miedo o


ansiedad elevados.
Siempre hablando con suavidad y en tonos agudos más de lo normales puede ayudar.

Incluso el simple acto de acariciar al perro tiene significados perrunos. Si acercamos la


mano al perro de manera que quede por encima de su cabeza, se podría interpretar como
una señal de dominancia en potencia, similar a incorporarse sobre las patas traseras o
ponerle la pata encima. Cuando acariciemos a un perro, nuestra mano debería partir de
bastante abajo y empezar acariciando el pecho para luego ir subiendo hacia la cabeza y
así, evitar cualquier señal dominante o desafiante. (Solo en el pecho en el caso de tratar
con perros sumisos o con miedo.)

Controlar a nuestros perros es algo que se consigue mediante la combinación de dos


factores:

- El perro debe aceptar que somos los líderes.


- El animal tiene que querer complacernos como tales.

Esto, requiere equilibrar los mensajes. Debemos comunicarles que somos más dominantes
y los líderes adecuados que brindan los recursos a la manada, pero también asegurarle al
perro que es aceptado y que tiene derecho a disfrutar de una vida tranquila como
miembro de la manada.

Los líderes son quienes controlan los recursos, ya se trate de la comida, el juego, el
descanso o cualquier otra cosa en el territorio. El perro nunca debería tener nada “gratis”.
Debería ganarse los recursos antes de recibir un refuerzo porque si, esto indica dominio,
si, pero no indica amenaza o agresión. Lo que nuestro perro aprende, es que debe
responder a nuestros mensajes en estas situaciones. Como líderes, lo reforzaremos con las
cosas que nuestro perro desee o que más le gusten (mimos, comida, juguetes, etc.)

También podría gustarte