Teoria Marxista Del Partido Político
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TEORÍA MARXISTA DEL PARTIDO POLÍTICO
Libro 302
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Lenin - Luxemburg - Lukács
Colección
SOCIALISMO y LIBERTAD
Libro 1 LA REVOLUCIÓN ALEMANA
Víctor Serge – Karl Liebknecht – Rosa Luxemburgo
Libro 2 DIALÉCTICA DE LO CONCRETO
Karel Kosik
Libro 3 LAS IZQUIERDAS EN EL PROCESO POLÍTICO ARGENTINO
Silvio Frondizi
Libro 4 INTRODUCCIÓN A LA FILOSOFÍA DE LA PRAXIS
Antonio Gramsci
Libro 5 MAO Tse-tung
José Aricó
Libro 6 VENCEREMOS
Ernesto Guevara
Libro 7 DE LO ABSTRACTO A LO CONCRETO – DIALÉCTICA DE LO IDEAL
Edwald Ilienkov
Libro 8 LA DIALÉCTICA COMO ARMA, MÉTODO, CONCEPCIÓN y ARTE
Iñaki Gil de San Vicente
Libro 9 GUEVARISMO: UN MARXISMO BOLIVARIANO
Néstor Kohan
Libro 10 AMÉRICA NUESTRA. AMÉRICA MADRE
Julio Antonio Mella
Libro 11 FLN. Dos meses con los patriotas de Vietnam del sur
Madeleine Riffaud
Libro 12 MARX y ENGELS. Nueve Conferencias en la Academia Socialista
David Riazánov
Libro 13 ANARQUISMO y COMUNISMO
Evgeni Preobrazhenski
Libro 14 REFORMA o REVOLUCIÓN – LA CRISIS DE LA SOCIALDEMOCRACIA
Rosa Luxemburgo
Libro 15 ÉTICA y REVOLUCIÓN
Herbert Marcuse
Libro 16 EDUCACIÓN y LUCHA DE CLASES
Aníbal Ponce
Libro 17 LA MONTAÑA ES ALGO MÁS QUE UNA INMENSA ESTEPA VERDE
Omar Cabezas
Libro 18 LA REVOLUCIÓN EN FRANCIA. Breve historia del movimiento obrero en Francia
1789–1848. Selección de textos de Alberto J. Plá
Libro 19 MARX y ENGELS
Karl Marx y Friedrich Engels. Selección de textos
Libro 20 CLASES y PUEBLOS. Sobre el sujeto revolucionario
Iñaki Gil de San Vicente
Libro 21 LA FILOSOFÍA BURGUESA POSTCLÁSICA
Rubén Zardoya
Libro 22 DIALÉCTICA Y CONCIENCIA DE CLASE
György Lukács
Libro 23 EL MATERIALISMO HISTÓRICO ALEMÁN
Franz Mehring
Libro 24 DIALÉCTICA PARA LA INDEPENDENCIA
Ruy Mauro Marini
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Legalidad e ilegalidad
György Lukács
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VV. AA. Teoría Marxista del Partido Político, vol. I y II, Cuadernos de Pasado y Presente, n.° 7 y
12. Primera edición. 1969. Ediciones pasado y presente. Córdoba. Arg. Traductor: José aricó
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La teoría del partido político es una disciplina sumamente joven, tan joven
como lo es la historia del partido político. Pareciera concentrarse en dos
órdenes de problemas, referido uno al análisis sociológico del partido (su
composición, estructura, dirección y gravitación social) y el otro a las
consecuencias que acarrea la existencia del partido en el mecanismo de la
constitución política moderna. Pero en el centro de los estudios realizados
en ambos campos se encuentra una noción común del partido como
organización permanente de un agrupamiento humano unido por una
identidad de opiniones acerca de la vida política y consagrado a conquistar
el poder con técnicas más o menos semejantes.
2
A. Gransci, Note sul Machiavelli, sulla política e sulla Stato Moderno, Torino, 1949, p. 37 [Hay
edic. cast. de Editorial Lautaro, Bs. As. 1962, p. 62].
19
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Se puede objetar que todo esto es parte de la tarea del historiador o del
estudioso de las doctrinas políticas y que, no obstante, el problema
concierne precisamente a la posibilidad científica de aislar los diversos
aspectos que caracterizan al partido político, sin ignorar por ello vincula-
ciones harto relevantes y quizás incluso decisivas.
3
Op. cit., p. 22 [en cast. p. 46|.
20
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4
Op. cit., p. 13 [en cast. p. 361]
5
Ibídem.
6
A. Gramsci, Op. cit., p. 15 [en cast., p. 38].
7
Cf. Marx/Engels, La ideología alemana, EPU, Montevideo, 1958, y Marx/Engels, La sagrada familia,
Edit. Grijalbo, México, 1954.
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debe especificar la relación cuando escribe: “En general, el desarrollo de los partidos parece ligado
al de la democracia, es decir, a la extensión del sufragio popular y de las prerrogativas parlamen-
tarias”(op. cit., p. 15). En relación con los orígenes parlamentarios de los partidas, Morandi (op. cit.,
p. 3) señaló que “incluso en este caso no debe pensarse en organizaciones políticas claramente
individualizadas, con programas rígidos, con estatutos y normas disciplinarias para los adherentes.
Los partidos, como organismos de estructura bien definida, una dirección central, un secretariado,
las secciones, las cuotas y los carnets, las hojas de propaganda, son creaciones más recientes
debidas al ingreso de las masas en sus filas”. También hace comprobaciones análogas Weber, por
ejemplo, cuando escribe: “los partidos asumen su forma moderna sólo en el estado legal provisto
de una constitución representativa” (M. Weber, Economía e societá, Milano, 1961, v.l, p. 284), pero
también la sociología de los partidos más avanzada tiende a desarrollar coherentemente estos
presupuestos de la indagación y refluye de un modo u otro en la teoría del partido como mera élite
política o como aparato de comando. Una importante excepción se encuentra en las muy agudas
observaciones de G. Burdeau, Traité de science politique, París, 1949.
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Con los teóricos de la soberanía laica del estado toma forma una
concepción de la política como mero arte o técnica de la conquista y
conservación del poder,11 en la cual prevalece una impronta naturalista y
empirista (Maquiavelo y Hobbes son ejemplos típicos). Respecto de la
conducta política no existe todavía un punto de referencia que esté
constituido por el consenso de todos, y por lo tanto tampoco puede
plantearse el problema de qué es y cómo se construye una voluntad
general del demos. La piedra de toque de la virtud política –cuando ya no
puede serlo la realización de un modelo extramundano del estado y
todavía no lo es la realización de un modelo humanamente deseado– sólo
puede encontrarse en el éxito, en ese sentido muy amplio y nada vulgar
en el que llega a enfrentarse a las causas, aún poco analizadas, de los
desórdenes sociales. Véase en este sentido la teoría maquiavélica de la
virtud con la cual el Príncipe puede llegar a enfrentar la fortuna y aproxi-
marse a las fronteras de la necesidad:
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V. E. Orlando, Principii di diritto constituzionale, Florencia, 1912, p. 84. Y véase, por su vinculación
con la tradición política liberal, la motivación de esta independencia de los cuerpos representativos:
“lejos de representar el promedio común de inteligencia y cultura del cuerpo electoral, se supone
que estos cuerpos son muy superiores a ese promedio, compuestos de los mejores elementos que
en un momento histórico dado, ofrece el ambiente político de la nación” (pp. 83-84). De estas
características se derivan, en sustancia, los cinco postulados en que Burdeau apoya el sistema
constitucional clásico: “impersonalidad del Poder, mandato representativo, discusión de las
decisiones, respeto a la oposición, supremacía de la norma legal”, “ahora bien –concluye Burdeau–,
la estructura sociológica de las masas, su naturaleza y su modo de actuar, son inconciliables con
estas exigencias” (G. Burdeau, op. cit., t. VI, p. 76).
19
G. G. F. Hegel, Lineamenti di filosofía del diritto, Bari, 1954, p. 387.
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Escribe Morandi (Op. cit., pp. 3-4) que "la moderna técnica organizativa de las fuerzas políticas
fue inaugurada, en casi toda Europa, por los partidos socialistas, y nació de la necesidad de dar al
movimiento una base muy generalizada y un esqueleto sólido en capas y clases que hasta entonces
habían permanecido del todo ajenas a la vida pública, y de la necesidad de luchar con medios
adecuados, pero distintos de los acostumbrados, contra un estado receloso u hostil". Duverger hace
comprobaciones análogas. Pero son pocos los que, como Burdeau, indagan a fondo la estructura del
fenómeno mediante el análisis de la temática del homme situé y del peuple défini, que se
contrapone a la tradicional del hombre en general y del pueblo-nación ( cf. G. Burdeau, Op. cit., t. VI,
p. 126 y ss.). En la obra colectiva Izistorii borbi Marisa i Engelsa za proletarskuju partiju (Historia de
la lucha de Marx y Engels por el partido proletario), Moscú, 1955, al cuidado de I. S. Galkin, se
encuentran algunas observaciones interesantes respecto de Marx y la construcción del partido
socialista.
21
Esta es una temática que se retoma ya sea en la reivindicación de una “democracia gobernante”
contra una “democracia gobernada” (Burdeau), ya sea en el planteo de un análisis económico-
sociológico de los presupuestos de la política.
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23
K. Marx, Opere filosofiche giovanili, Roma, 1963, p. 135.
24
K. Marx, La cuestión judía en La sagrada familia, cit., p. 36.
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Por ello, este proceso se presenta, además, como un proceso en virtud del
cual
“la determinada actividad de vida y la situación de vida deter-
minada descendieron hasta una significación puramente individual.
Dejaron de representar la relación general entre el individuo y el
conjunto del estado”.26
Este desarrollo viene así a chocar con la estructura clásica del estado
representativo y genera una alternativa: o bien se cambian las relaciones
sociales y las mismas formas políticas, o bien la democracia en el sentido
integral de la palabra se disuelve en la utopía. En definitiva, incluso
Rousseau se confundió ante esta alternativa, y abandonó, por considerarla
utópica, su reivindicación democrática radical. Precisamente en el
capítulo dedicado a la democracia, escribió:
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Pero quizás el hecho más significativo del proceso sea que el consenso se
convierte o bien en un término cada vez más preciso de referencia a la
política, o bien –con la difusión del sufragio– en una conditio sine qua non
de la actividad política. La multiplicación de los partidos en áreas
diferentes de aquella en que originariamente nacen es el reflejo más claro
de este hecho. El partido político alcanza así el nivel de un organismo
universal y asume también una estructura técnica que presenta una
superficie bastante uniforme. Pero el hecho de que este aspecto común
no puede oscurecer las diferencias profundas entre los partidos, resulta
claro sobre todo si se considera la contradicción en la que están
encerrados los partidos. En lugar de nacer para proporcionar una
reconstrucción orgánica de la sociedad y una subordinación del estado a
la sociedad, surgen en cambio justamente para oponerse a esa tendencia,
constituyéndose ya no como una síntesis político-social que prefigura y
propugna un nuevo modelo de convivencia, sino como una asociación de
mera opinión cuya inserción social está, pese a ello, consagrada a
perpetuar la disociación individualista y a combatir, con la técnica del
partido, precisamente las instancias específicas que dan nacimiento al
partido en la época moderna. En los casos límites de los partidos de la
derecha autoritaria el partido también puede presentarse en polémica
con la política basada en los partidos, con el sufragio universal, con la
electivilidad del parlamento, etc.32 En todo caso, el partido-máquina,
aunque altere específicamente la vida política, permanece condicionado
al partido-programa y, por ende, a la solución particular proyectada para
los desequilibrios sociales y políticos. Esa trama social o de intereses, en
un principio subyacente a la reivindicación del sufragio universal y a la
fundamentación del estado en el consenso universal, no es evidentemente
una trama que pueda percibirse de modo inmediato, de manera que
entre la formación política y la formación social hay un notable “juego” en
el cual puede insertarse cualquier partido, especialmente cuando la
constitución ya ha absorbido e institucionalizado el sufragio universal y las
libertades políticas. Por eso el partido adquiere una importancia decisiva.
La mencionada discordancia entre consenso e interés, que es luego el
ámbito específico de la contienda política en sentido estricto, se
32
En este sentido es verdad que “democratización y demagogia van juntas” ya que “las masas no
pueden ser tratadas como objeto puramente pasivo de la administración, sino que al tomar
posición, de alguna manera y activamente, hacen sentir su propio peso" (M. Weber, Economía e
sacieta, cit. v. II. p. 757). Vale la pena recordar la “reflexión” muy generalizada en Francia y
atribuida a P. H. Teitgen: “Le géneral De Gaulie, luí du moins, ne fait pas de politique” (La
démocratie a refaire, París, 1963, p. 48).
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Y agrega también:
33
M. Duverger, Op. cit., pp. 52-453.
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34
“Que esta transferencia de la soberanía del grupo nacional abstracto al hombre real se
manifieste muy mal en los textos constitucionales de la democracia occidental se explica por el
hecho de que este cambio, de haber adquirido carácter oficial, habría presentado la necesidad de
poner en tela de juicio la totalidad de la organización política. Ahora bien, esto era prohibido por
el acatamiento a las formas constitucionales liberales. De allí el desequilibrio entre el Poder
nuevo y las instituciones heredadas de otra época y que permanecen encargadas de ponerlo en
acción; desequilibrio que nunca dejamos de percibir”. (G. Burdeau, Op. cit., t. VI, pp. 141-142).
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vida social ese principio de cohesión orgánica que se propone para la vida
política, la organicidad de esta última no podrá ser otra cosa que el
predominio autoritario de una fuerza política sobre todo el mecanismo
moderno de la constitución. Correlativamente, mientras el principio de la
cohesión política no sea seguido por el instrumento de una ulterior
expansión de la voluntad popular, todo propósito de transformación
social efectiva quedará sólo como una mera buena intención, si no como
una indulgencia demagógica que oculta el congelamiento político de la
sociedad privatista.
36
Cfr. G. Maranini, Miti e realita della democrazia, Milán, 1958; o bien –del mismo autor– La
Constituzione che dobbiamo salvare, Milán, 1961, e Il tiranno senza volto, Milán 1963; M.
D’Antonio, La regolazione del partido político, introducción a Raccolta degli statuti dei partiti
politici in Italia, Milán, 1958; I partiti e lo Stato, Bolognia, 1962.
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burocrático (incluyendo en él, se entiende, sus ramificaciones paraestatales) rehuye cada vez
más, en virtud de su misma dimensión, al control del estado democrático” (G. Sartori, “¿Dove va
il parlamento?” en Il parlamento italiano, Napole, 1963, p. 367).
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PARTIDO-PROGRAMA Y PARTIDO-MÁQUINA
Partido-programa y partido-máquina aparecen como dos términos que no
pueden desligarse sin perder la verdadera fisonomía del partido político
en el estado moderno, sin incurrir en unificaciones conceptuales arbitrarias
que dicen bien poco en favor de la evolución real de los procesos políticos
modernos. Empero, es preciso agregar que la exigencia de una firme
relación entre el partido-máquina y el partido-programa nace sólo en el
seno de los partidos que tienen una genuina ubicación histórica y teórica
en el estado moderno, vale decir, que participan de las modificaciones
requeridas por el desarrollo social y político. En lo referente a la línea
teórica, sólo en estos partidos puede convivir la exigencia de una
incidencia crítica coherente sobre las viejas estructuras políticas y sociales
y la de un desarrollo de la batalla política que sea coherente con los
presupuestos teóricos. En los demás partidos, en cambio, tiende a
prevalecer una adhesión “natural” a las viejas estructuras y, por lo tanto,
para ellos los presupuestos críticos que dan nacimiento al fenómeno del
partido político carecen sustancialmente de significación. Es precisamente
a partir de esta esterilización del programa y de su valor marginal que el
partido político se ve empujado hacia la variante del viejo clientelismo
representada por la burocracia partidaria.
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39
Para estos partidos, que Duverger define como de “tipo antiguo” o de “tipo burgués”, la
“intervención electoral y parlamentaria representa la misma meta de su existencia, su única
forma de actividad” hasta el punto de que “la adopción del sufragio universal y del régimen
parlamentario en las naciones analfabetas o feudales es un sacrificio a las ideas del siglo” (M.
Duverger, Op. cit., pp. 22, 62).
40
Debe hacerse hincapié en que la lógica de la democracia liberal, por sus mismas características,
elimina la problemática de la socialización precisamente al valorar teóricamente las libertades
individuales (entre las que ocupa un lugar central la libertad de empresa privada): “el sentido de
esta concepción (de la democracia) –escribe un constitucionalista soviético– se halla en la
contraposición del individuo al pueblo, de la minoría a la mayoría y en la reivindicación de una
reducción de todo el sistema democrático a la tutela de los derechos del individuo o de la
minoría. Destaquemos, empero, que no se trata de la protección del individuo o del grupo ante la
ilegalidad de este o aquel órgano o funcionario del estado (que es una reivindicación totalmente
justa y fundada en cualquier forma de estado, pero tanto más perseguible cuanto más demo-
crática es esa forma), sino de la limitación de la soberanía popular de los poderes de la mayoría
mediante una especie de veto conferido a la minoría o al individuo, en oposición con las
decisiones del pueblo o de la mayoría: lo que constituye una clara deformación del sentido
estricto de la democracia, una befa de la misma. El problema fundamental se reduce así a la
tutela del individuo frente al arbitrio colectivo” (I. D. Levin, Sovremennaia burzuaznaja nauka
gosudarstvennogo prava. (La ciencia burguesa contemporánea del derecho estatal], Moscú,
1960, pp. 234-235).
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La definición pertenece a Stalin: “El partido es el estado mayor de lucha del proletariado” (I. V.
Stalin, Questioni del leninismo, Roma, 1952, pág. 84). La asimilación del organismo militar (que
falsea toda la organización del partido político, con su tendencia a reducirlo a una “milicia”) se
expresa aún con mayor claridad en la oración inmediatamente anterior: “La clase obrera, sin un
partido revolucionario, es un ejército sin estado mayor” (Ibíd). De aquí se desprende, dentro de la
teoría stalinista del partido, una explícita esterilización del reconocimiento de que “el partido no
puede ser sólo un destacamento de vanguardia. Al mismo tiempo, debe ser un destacamento,
una parte de la clase”, etc. (Ibíd).
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El concepto es expresado por Gramsci en los siguientes términos: “La burocracia es la más
peligrosa de las fuerzas consuetudinarias y conservadoras; si termina por constituir un cuerpo
solidario, que se sitúa aparte y se siente independiente de la masa; el partido acaba por
convertirse en anacrónico y en los momentos de crisis aguda aparece vaciado de su contenido
social y como en las nubes” (A. Gramsci, Op. cit., p. 51. El subrayado es mío). En síntesis, si es
verdad que el partido debe ser el intermediario entre el individuo y el todo, no debe ser más que
el intermediario (con todo lo que, evidentemente, supone esta posición); en otro caso, como
cualquier otro intermediario tradicional entre el hombre y el hombre (desde el dinero hasta el
jefe político) “este intermediario se convierte en un verdadero dios, dado que el intermediario es
la verdadera potencia, con la cual él me media. Su culto se convierte en un fin en sí mismo. Una
vez separados de este intermediario, los objetos ( – los hombres) han perdido su valor. Y por
consiguiente, sólo tienen valor en tanto lo representan; aunque en el origen parecía todo lo
contrario: que el intermediario sólo tenía valor en tanto los representaba” (K. Marx, Scritti inediti
di economía política, Roma, 1963, pp. 6-7).
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Respecto de Francia, el fenómeno es ampliamente mostrado en los volúmenes La démocratie a
refaire, cit y L’Etat et le citoyen, preparado por el Club Jean Moulin, París, 1961.
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Cfr. La démocratie a refaire, cit., las intervenciones de R. Rémond y P. Fougeyrollas. Allí se
señalaba que los fenómenos del apoliticismo también son, de hecho, fenómenos de desgaste de las
mismas instituciones políticas y están representados por una transmigración de los ciudadanos a
otros núcleos asociativos (sindicatos, órdenes profesionales, etc.).
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las partes no debe ser una relación entre dos planos separados que
inevitablemente tienden a contraponerse, sino una relación móvil, de
circulación, en la cual la gradación de los valores tiene en cuenta los
méritos, pero no los traduce a una jerarquía fija o corporativa, tiene en
cuenta las diferencias, pero no las cristaliza porque de ellas extrae una
unidad superior. Ser miembro del partido no es algo que sustituya la
competencia individual, así como el ser médico u obrero se convierte en
la verdadera base para ser integralmente hombre político. Y se comprende
fácilmente que la cuestión no concierne tanto a la relación abstracta entre
política y ciencia, sino también, más concretamente, a la típica relación
concretamente política entre elaboración y acción política, (incisiva la una,
teóricamente rica la otra) entre vértice y base (responsable el uno, abierta
hacia la coordinación la otra), entre el partido y las instancias que lo
constituyen, entre la calidad de miembro del partido y la de miembro de la
sociedad.
Lo que hoy parece disminuir la influencia del partido político respecto del
ciudadano es la difusa sensación (no del todo equivocada) de que ser
miembro del partido significa abandonar las propias capacidades y
funciones sociales, insertarse en una jerarquía que ignora la escala de
méritos y valores reales y tiende a fosilizarse en tomo de méritos y valores
“puramente” políticos (de acción “pura”: lo que no existe) y que a largo
plazo pueden resultar ilusorios. Tiene en definitiva la sensación de no
poder participar en la vida del partido si no es en las formas tradicionales
que el mismo estado representativo asigna al ciudadano. Si quiere
participar orgánicamente debe separarse de su rol social, y si no lo hace,
no puede participar orgánicamente. En este rompimiento el afiliado
reencuentra, entonces, el rompimiento externo que combate y contra el
cual, en general, hace la elección de la militancia política. El proceso –al
menos en Italia– está bien documentado por la disminución de las
afiliaciones a los partidos políticos y por el profesionalismo político. Pero
el hecho de que el proceso en modo alguno es irreversible está
atestiguado por la creciente vigorización de otros nucleamientos sociales
y por la difusión de una madurez democrática que a menudo sorprendió
con “sorpresas electorales”, como la de 1953 y la de 1963.
proceso real de actuación”. (A. Gramsci, Passato e presente, cit. pp. 4-5).
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Para valorarlo creo que bastará una breve reflexión sobre los fenómenos
objetivos que hoy enfrentan al movimiento italiano.
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II
Sería vano buscar en Marx una exposición sistemática y completa de la
teoría del partido proletario, de su naturaleza, de sus características, así
como, por otra parte, sería vano querer extraer de su obra una elaboración
cabal del concepto de clase. Estos son dos puntos importantes del
pensamiento marxista que nunca fueron desarrollados a fondo, cuyos
contornos forzosamente deben reconstruirse mediante un trabajo de
interpretación, y cuyo tratamiento exigiría nuevas indagaciones y nuevos
esfuerzos creativos. Eso no quiere decir, empero, que en la obra de Marx
no esté contenida implícitamente una definición de esos conceptos, los
que son no obstante absolutamente necesarios para conservar su rigor
lógico y fecundidad científica.
Sin una teoría del partido y de la clase, el marxismo sucumbiría bajo los
golpes convergentes de sus adversarios tradicionales: el activismo
irracionalista y el determinismo económico, el relativismo historicista y la
metafísica tendrían fundamento para declarar fracasada la tentativa de
“poner la dialéctica sobre sus pies”, de mundanizar la historia, pero al
mismo tiempo comprenderla, juzgarla, orientar su desarrollo según
esquemas definidos.
Los intérpretes de Marx muchas veces han dicho, y de buena gana, que el
comienzo de su pensamiento, el cimiento en que se apoya, se halla en la
crítica, no de una filosofía, sino de la filosofía, no de una utopía, sino de
todo utopismo que tan ejemplarmente resumen las tesis sobre Feuerbach.
Esa crítica tiende a dar un golpe definitivo a la escisión entre verdad e
historia, la oposición entre ser y pensamiento, que, después de haber
dominado toda la historia del hombre, aún permanecía en pie dentro del
sistema hegeliano, y, correlativamente, a superar en principio y de hecho
toda escisión entre la facticidad de la historia, abandonada a la propia
inmovilidad o al propio proceder casual, y el absolutismo de ideales
perseguibles con independencia de ella (alienación religiosa) o abstracta-
mente superpuestos a ella (utopismo iluminista).
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Pero ya en la forma de esa crítica (Tesis XI: “los filósofos se han limitado a
interpretar el mundo de distintos modos, de lo que se trata es de
transformarlo”51), y sobre todo en el espíritu general que la anima y en el
contexto de pensamiento en que se inserta, es absolutamente claro que
Marx rehuye, e incluso combate activamente, toda interpretación que a
partir de ella conduzca o bien al irracionalismo historicista o bien a la
ficticia racionalidad del determinismo; que su objetivo consciente es
fundar teóricamente y promover prácticamente una acción del hombre
en la historia, como sujeto de voluntad y libertad, según juicios y fines
racionalmente organizados.
Pero ¿cómo es posible dar el primer paso de esta indagación, con qué
método que no implique desde ya un presupuesto dogmático, con qué
garantía de no producir una imagen deformada, “ideológica”?
51
K. Marx, Tesis sobre Feuerbach, en Obras escogidas, II, p. 428.
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Sin duda, si esta realidad pudiera considerarse, aunque sólo fuera por un
momento, totalmente desde afuera, de un modo por completo objetivo,
así como parece posible en el caso del científico que estudia la naturaleza,
el problema parecería muy simple. Pero es el mismo Marx, en su crítica a
Feuerbach, quien ha criticado como “defecto principal de todo materia-
lismo” el concebir “al objeto real, lo sensible, sólo bajo la forma de objeto
o de intuición, pero no como actividad humana sensible, como actividad
práctica, no subjetivamente”. Lo esencial del método dialéctico, en cual-
quiera de sus versiones, siempre es, de hecho, analizar la realidad sin
aislarla de su proceso de formación, ni de su relación con el sujeto que la
conoce, ni del contexto general, en suma, de la “totalidad” en la cual se
inserta.
En consecuencia, si se quiere interrogar la realidad social e histórica,
organizar una interpretación, comprender su significado, su tendencia, su
valor, evitando, por otra parte, toda forma de platonismo y de idealismo,
es preciso que exista, y pueda identificarse, una base real, un sujeto capaz
de este conocimiento, para el cual, ese conocimiento nazca de su propia
naturaleza, de su posición en la realidad; en suma, un sujeto para el cual y
en el cual ciencia y conciencia tiendan a coincidir y de cuya dialéctica
emane el proceso real del conocimiento como unidad de teoría y praxis.
Pero ¿existe, se puede encontrar inmediatamente en la realidad histórica,
semejante fundamento de una ciencia de la realidad y del hombre?
Obviamente, la solución no puede hallarse en una definición abstracta y
metahistórica de la naturaleza humana, de la esencia del hombre, la que
volvería a atascarnos en las posiciones dogmáticas y metafísicas, destruiría
de antemano el presupuesto de la dialéctica que se quiere fundar. Si
luego sustituimos el concepto de hombre por el hombre real, histórica-
mente determinado, la solución parece alejarse aún más. La sociedad
capitalista que Marx encontraba en su análisis, y toda la reflexión
científica y cultural que representaba la conciencia de la misma, le
ofrecían la imagen de un individuo, por un lado, separado del cuerpo
social, encerrado por definición dentro de los estrechos confines de un
interés particular, de un conocimiento limitado, de una praxis impotente;
por el otro lado, ya no dueño de la ciencia y de la técnica, sino subor-
dinado a ellas, a las fuerzas objetivas de la producción y del mercado, a la
sociedad como una “segunda naturaleza”: en síntesis, un individuo para el
cual la sociedad y la historia se contraponen como realidades indepen-
dientes, gobernadas por la necesidad y, en conjunto, incognoscibles.
70
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K. Marx, La sagrada familia, Edit. Grijalbo, México, 1959, pp. 101-102.
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En efecto, por ello, a diferencia de cualquier otra clase o grupo social que
la haya precedido, la revolución proletaria es un proceso de superación y
autonegación. La burguesía, por ejemplo, había definido su propia
naturaleza y fisonomía entre las redes de la sociedad feudal; la conquista
del estado y la transformación de la sociedad significaron para ella la
sanción final y la generalización de sus intereses de clase, y produjeron
inmediatamente una sociedad burguesa. La revolución proletaria, por el
contrario, debe desembocar en una sociedad sin clases:
54
Carta de Marx a Schweitzer (citada por Sartre en “Los comunistas y la paz”) y Resolución de la
Conferencia Internacional de Londres de la A. I. T., 1871, en Amaro Del Rosal, op. cit., p. 227.
73
Lenin - Luxemburg - Lukács
III
La concepción espontaneísta de la lucha de clases tuvo, y no podía ser de
otro modo, sólo dos versiones rigurosas: la del evolucionismo bernsteiniano
y la del anarquismo.
74
TEORÍA MARXISTA DEL PARTIDO POLÍTICO
75
Lenin - Luxemburg - Lukács
Lenin, así, toma el problema por las raíces, y propone una solución mucho
más radical de la que hubiera propuesto Marx.
Y más adelante
76
TEORÍA MARXISTA DEL PARTIDO POLÍTICO
55
V. I. Lenin, ¿Qué hacer? , en Obras completas, Cartago, Buenos Aires, 1958, pp. 382-383.
56
K. Kautsky, “Comentario sobre el proyecto de programa del partido socialdemócrata austríaco”,
en Neue Zeit, 1901. Citado por Lenin en ¿Qué hacer?, pp. 390-391.
77
Lenin - Luxemburg - Lukács
78
TEORÍA MARXISTA DEL PARTIDO POLÍTICO
79
Lenin - Luxemburg - Lukács
Pero esa lucha no podía conducir a una victoria definitiva ni a una plena
superación teórica, esos peligros debían resurgir continuamente y ser
nuevamente combatidos, porque el límite que los alimentaba no era una
insuficiencia puramente subjetiva, sino que hundía sus propias raíces en la
realidad, era un límite de la teoría leninista sólo en cuanto era un reflejo
de un límite objetivo de la revolución rusa, y así de una cierta etapa de la
revolución mundial.
81
Lenin - Luxemburg - Lukács
Lenin, y por otra parte todo el grupo dirigente bolchevique, tenían una
conciencia tan profunda de esta dificultad, de estos límites que. incluso en
la exaltación de una revolución victoriosa, siempre se mostraron
conscientes de la parcialidad de la propia obra, y se jugaron a fondo a la
posibilidad de que la revolución sobrepasase las fronteras de Rusia,
pudiese contar con condiciones históricas nuevas y más maduras,
conquistando así nuevas posibilidades y perspectivas más favorables. Si
luego, a diferencia de Trotsky y en oposición a él, supieron reaccionar con
realismo ante el aislamiento de la revolución, prepararse para la obra
tremenda de “edificar el socialismo” en un solo país, lo hicieron, al menos
durante mucho tiempo, sin ignorar los aspectos perjudiciales y gravosos
que este camino obligado implicaba.
IV
Por otra parte, si consideramos las críticas o los reparos hechos a la
concepción leninista del partido por los exponentes del marxismo
occidental de izquierda, R. Luxemburg y Lukács, será fácil ver cómo, en el
horizonte histórico y cultural de ese tiempo, no existía en realidad una
posición más orgánica y fecunda que la de Lenin.
82
TEORÍA MARXISTA DEL PARTIDO POLÍTICO
58
Rosa Luxemburg, ¿Centralismo o democrazia? Milano, Edizioni Azione Comune, 1963, p. 89.
83
Lenin - Luxemburg - Lukács
La objeción a la teoría leninista del partido hecha por Lukács –en su más
famosa obra de juventud: Historia y Conciencia de Clase– 60 además de
estar formulada de un modo mucho más cauto e indirecto que la de Rosa
Luxemburg, difiere de ésta sobre todo en su sustancia.
propia revolución y por que vías? Con este interrogante se cierra dramáticamente el folleto y toda
la obra de Rosa Luxemburg.
60
G. Lukács, Histoire et conscience de classe. Recopilación orgánica de varios “ensayos sobre la
dialéctica marxista” escritos entre 1919-1923 y publicados en Berlín, Malik Verlag, en 1923. La
edición alemana es hoy casi inconseguible. No existe una traducción italiana. Las citas son de la
edición francesa.
85
Lenin - Luxemburg - Lukács
Por ahora bastará con señalar que ese impasse teórico, que siempre
mantenía a Lukács dentro de los confines de un espontaneísmo vuelto del
revés, en realidad lo condenó, justamente en esos años cruciales, a
permanecer aislado del movimiento obrero, sin arrojar luz alguna sobre
los deberes inmediatos del proletariado europeo y finalmente le obligó a
hacer una autocrítica. Una autocrítica famosa, realizada frente a las
posiciones harto esquemáticas y a menudo adocenadas de Zinoviev, 63
pero a la cual fue llevada justamente por la convicción de que el camino
61
M. Merleau-Ponty, Las aventuras de la dialéctica, Edic. Leviatán, Buenos Aires, 1957, p. 83 y ss.
62
Cf. G. Lukács, “La reificación y la conciencia del proletariado”, en op. cit.
63
Intervenciones de Zinoviev y de Bujarin en el V° Congreso de la Internacional Comunista (1924).
86
TEORÍA MARXISTA DEL PARTIDO POLÍTICO
¿Hasta qué punto esta falta de salida teórica del marxismo occidental de
izquierda se debía a una inmadurez de la situación objetiva? ¿Hasta qué
punto la línea del “socialismo en un solo país” representaba un pasaje
obligado, una primera etapa inevitable? Estos interrogantes nos llevarían
lejos, pero sin duda es difícil considerar casual el hecho de que sólo
algunos años más tarde, en una nueva situación histórica y en el
aislamiento de la cárcel, un marxista haya podido enfrentar con una
nueva perspectiva el problema del partido y proponer nuevas formas de
solucionarlo.
V
Antonio Gramsci fue el principal marxista, y quizás el único, que enfrentó,
con fundamentos teóricos y en todos sus alcances, la temática que
impuso al movimiento revolucionario su derrota durante la primera
posguerra en la Europa occidental, y el consecuente repunte de las
fuerzas conservadoras o reaccionarias. Sólo él, sobre todo, trató de
rastrear los orígenes y el significado de esos hechos en la realidad social y
en la tradición histórica del Occidente europeo, y así de reconstruir sobre
tales bases una teoría revolucionaria nueva y adecuada.
88
TEORÍA MARXISTA DEL PARTIDO POLÍTICO
89
Lenin - Luxemburg - Lukács
65
Cf. G. Lukács, “El cambio de función del materialismo histórico”. Conferencia pronunciada en
ocasión de la inauguración del Instituto de Investigaciones del Materialismo Histórico de
Budapest, 1923.
66
A. Gramsci Il materialismo storico e la filosofía di Benedetto Croce, Torino, Einaudi, 1949, pp.
93-96. [Hay edic. castellana de Editorial Lautaro].
90
TEORÍA MARXISTA DEL PARTIDO POLÍTICO
91
Lenin - Luxemburg - Lukács
VI
Pero para comprender plenamente la concepción gramsciana del partido
es preciso considerarla en relación con la mayor maduración en el
desarrollo de la sociedad capitalista; desarrollo que ya Gramsci anticipaba
genialmente, y cuyas primeras huellas veía en la “revolución fordiana” de
los Estados Unidos, pero que en Europa sólo se habría desplegado
después de la caída del fascismo. 68
Esto no quiere decir, se comprende, que este contraste pueda superar sus
límites intrínsecos, las insuperables antinomias teóricas y prácticas de
esas concepciones, de modo tal que pueda llevarlas a una crítica y
superación del sistema. Antes bien, esas antinomias precisamente abren
el camino para un compromiso: por ejemplo, entre religión y capitalismo,
un compromiso por el cual la primera acepta vivir como evasión
irracionalista sobre la base de la insatisfacción y de la disgregación que el
segundo alimenta. (Aunque esto significaría para el catolicismo renegar de
la parte más sería y viva de su tradición tanto religiosa como cultural.)
94
TEORÍA MARXISTA DEL PARTIDO POLÍTICO
95
Lenin - Luxemburg - Lukács
Creo que estas pocas observaciones bastan para poner en claro que las
nuevas condiciones de la sociedad capitalista occidental hacen absoluta-
mente necesaria, y además posible, la concepción de la revolución y del
partido nuevo que Gramsci fue el primero en tratar de definir.
96
TEORÍA MARXISTA DEL PARTIDO POLÍTICO
VII
Los principios que regularon el partido leninista, de modo coherente con
las premisas teóricas de las que éste parte, son sobre todo los siguientes:
partido de clase, partido de vanguardia, partido de lucha y, por lo tanto,
unitario y disciplinado. Y bien, a nuestro juicio, estos principios, en forma
renovada, no sólo pueden continuar rigiendo el partido revolucionario del
tipo nuevo sino que incluso pueden encontrar en él una aplicación
práctica más amplia y coherente de la que era posible en el pasado.
Hemos visto cómo, desde el punto de vista teórico, el “partido nuevo” es,
al igual que el leninista, una formación de clase. Y lo es en el sentido de
que ambos se presentan como intérpretes de la vocación revolucionaria
que sólo tiene el proletariado, tanto como en el de que, en ambos casos,
el partido es concebido como el destacamento de vanguardia de la clase,
en la que debe reclutar la mayor parte de sus cuadros y a la que debe
adecuar sus propias formas de vida.
militante, que así consagra por entero su vida, su concepción del mundo,
a la obra integral de edificación de la nueva sociedad y a su vez
manifiesta, por lo tanto, un nuevo modo de ser hombre y de entrar en
contacto con los demás hombres.
100
TEORÍA MARXISTA DEL PARTIDO POLÍTICO
En el “partido nuevo” este límite puede y debe ser superado, sin que
decaiga para nada el principio de la militancia, el compromiso global de la
persona. Si efectivamente el partido puede definir progresivamente las
perspectivas de desarrollo de la sociedad por la cual lucha, y si esta
perspectiva ideal puede traducirse a una acción social positiva y
articulada, entonces la milicia revolucionaria, ya antes de la conquista del
poder, puede y debe significar el compromiso de toda capacidad,
vocación, talento personal; la figura del militante y la del hombre social
tienden a coincidir y, si la estructura de la sociedad existente hace
imposible una coincidencia plena, pese a ello el trabajo revolucionario ya
incluye elementos y contenidos para comprometer y valorizar las fuerzas
vivas e individuales de la persona. La militancia pierde así todo carácter
abstracto, toda imposición moralista y aún continúa implicando una
elección radical, una tensión constante con el ambiente, sin exigir una
suspensión de lo privado, sino su calificación, su inserción en una
perspectiva común.
101
Lenin - Luxemburg - Lukács
Es por eso que, en última instancia, toda polémica sobre el partido, sobre
su funcionamiento y su dirección, sobre la militancia efectiva de todos los
afiliados, termina siempre por encontrar su núcleo fundamental en el
problema de la democracia interna.
Pero puesto que la línea política y la ideología del partido político no están
dadas para siempre, ni pueden extraerse a partir de un cuerpo de
principios con un método puramente deductivo, y deben ser en cambio el
producto de la indagación crítica y la invención política, y puesto que tal
indagación no puede efectuarse si no es a través de tentativas, aproxi-
maciones, elecciones entre soluciones diferentes, resulta necesario un
sistema institucional interno que permita y promueva un debate real,
pero que al mismo tiempo impida que éste, de instrumento, se convierta
en fin, pierda de vista el objetivo unitario, paralice la vida del partido.
Lenin trató de responder a este aspecto del problema, sobre la base de su
concepción general del partido, con el sistema del centralismo democrático.
Sistema compuesto por una serie de proposiciones íntimamente relacio-
nadas, que nos parece posible resumir esquemáticamente.
102
TEORÍA MARXISTA DEL PARTIDO POLÍTICO
103
Lenin - Luxemburg - Lukács
105
Lenin - Luxemburg - Lukács
Pero de todos modos sería un grave error, que podría comprometer ese
mismo esfuerzo, concebir los dos procesos separadamente: no ver que
cada paso en la definición de la ideología y de la línea del partido, cada
nuevo nivel de la movilización de los militantes, presupone forzosamente
un nuevo paso adelante hacia el pleno desarrollo de la democracia interna
y de sus medios normativos.
106
TEORÍA MARXISTA DEL PARTIDO POLÍTICO
69
Resolución relativa a los Estatutos Generales (adoptada en el Congreso de La Haya de la
Asociación Internacional de los Trabajadores, setiembre de 1872, que resume la resolución IX de la
Conferencia de Londres de la Internacional de setiembre de 1871, redactada por Marx y Engels) en
The International Herald (Londres), no 37, 14 de diciembre de 1872. Usamos esta versión inglesa del
original francés con preferencia a la que aparece en Marx/Engels, Obras escogidas [que en adelante
llamaremos O.E.], Moscú, s/f., I, p. 400, de la que es posible que difiera significativamente, puesto
que Engels se refiere de modo específico a ella para aclarar una mala interpretación del significado
de la resolución (F. Engels, The Manchester Foreign Section To all Sections and Members of the
British Federation, en Marx-Engels, On Britain, Moscú, 1962, p. 500). Usada también por Marx como
texto inglés de la resolución en una carta a H. Jung a fines de julio de 1872, con la frase “constituye
[...] clases poseedoras” y las palabras “la abolición de las clases” subrayadas. Marx/Engels, Werke,
Berlín, 1966, 33, p. 507. [En castellano cf. Amaro Del Rosal, Los congresos obreros internacionales
en el siglo XIX, Grijalbo, México, 1958, p. 244 - N. d. E.]
70
Cf. M. I. Mijailov, Voznikovenie Marksizma Bor’ba Marksa i Engel’sa Sozdanie Revoliutsionnoy
Proletarskoy Partii (Moscú, 1956), p. 15, donde el autor, sin presentar prueba alguna, afirma que
Marx y Engels actuaron a partir de un “plan” de ese tipo.
71
Cf. especialmente K. Marx, Introducción a la critica de la filosofía del derecho de Hegel, en La
sagrada familia, Grijalbo, México, 1959, pp. 3-15.
107
Lenin - Luxemburg - Lukács
Las ideas de Marx y Engels sobre los partidos proletarios sólo pueden
comprenderse si se las ubica, en cada caso, dentro de sus muy variables
contextos históricos y semánticos. Eso es lo que trataré de hacer al
examinar los principales “modelos” del partido que se encuentran en sus
obras, cada uno de los cuales corresponde a una etapa o etapas del
desarrollo del movimiento de la clase trabajadora en un período o en
países particulares. Consideraré estos modelos como: (a) la pequeña
72
Sólo desde 1847-1852 Marx y Engels fueron miembros de algún tipo de organización partidaria –
la Liga de los Comunistas–, aunque desde 1864 (y efectivamente desde 1870 en el caso de Engels)
hasta 1872 desempeñaron un papel directivo en la Asociación Internacional de Trabajadores
(Primera Internacional).
73
F. Engels a E. Bernstein, 27 de febrero-1° de marzo de 1883, en K. Marx/F. Engels, Selected
Correspondence (Moscú, n. d. - ¿1956? ), en adelante citada como Sel. Cor. (Moscú) p. 432.
74
F. Engels a A. Bebel, 11 de diciembre de 1884, en Marx-Engels, Correspondencia, Edit. Problemas,
Buenos Aires, 1947, p. 448.
75
Ver v.g. M. Duverger, Los partidos políticos, FCE., México, 1965; U. Cerroni, Para una teoría del
partido político, [incluido en el presente volumen].
108
TEORÍA MARXISTA DEL PARTIDO POLÍTICO
II
Tras haber coincidido en 1844-1845, respecto de algunos de los principios
básicos del marxismo, Marx y Engels iniciaron una colaboración que duró
todas sus vidas y en la que se consagraron al desarrollo posterior de sus
ideas teóricas y a la tentativa de “ganar al proletariado europeo,
empezando por el alemán”.76 A principios de 1846 comenzaron, con base
en Bruselas, la formación de Comités de Correspondencia Comunistas,
sobre todo en Bélgica, Inglaterra, Francia y Alemania. Estos debían
ocuparse de los asuntos internos de lo que Engels más tarde llamaría “el
Partido Comunista en gestación”,77 aunque en ese período tanto él como
Marx usaban las expresiones “el Partido Comunista” y “nuestro partido” 78
en el sentido tradicional de una societé de pensée –por más que la viesen
como expresión de los intereses de una clase– antes que como una
organización política que se aproximase de algún modo al sentido
moderno. Entre los destinatarios de las circulares y los folletos lito-
grafiados enviados desde Bruselas se encontraban los dirigentes de la Liga
de los Justos que, formada en 1836, era una pequeña sociedad secreta
internacional, compuesta sobre todo de artesanos alemanes, y que en
76
F. Engels, Contribución a la historia de la Liga de los Comunistas, Obras escogidas, II, p. 364.
77
Ibíd., p. 364.
78
Cf. Marx/Engels, La ideología alemana, EPU, Montevideo, 1958, p. 43; Marx a P. V. Annenkov,
28 de diciembre de 1846, en Correspondencia, p. 32.
109
Lenin - Luxemburg - Lukács
79
Engels, op. cit., pp. 361, 366-7; K. Marx, Herr Vogt, Edit. Lautaro, Bs. As., 1946, pp. 102 ss.; H.
Förder, Marx und Engels am Vorabend der Revolution (Berlín, 1960), pp. 128-135. Una versión
distinta y no del todo aceptable se encontrará en la Introducción de David Riazanov al Manifiesto
comunista en The Communist Manifesto of K. Marx and F. Engels (Londres, 1930), pp. 14-20.
80
Rules and Constitution of the Comunist League, en D. Riazanov, pp. 340-345, esp. p. 342.
81
Marx/Engels, Prefacio a la edición alemana del Manifiesto del Partido Comunista, desde ahora
citado como Manifiesto, en Obras escogidas, I, p. 13.
82
Ibíd., p. 54.
83
F. Engels, Contribución a la historia..., en Obras Escogidas, II, p. 367; K. Marx, Herr Vogt, p. 100.
84
F. Engels, El socialismo en Alemania en Werke (Berlín, 1963). t. 22, p. 248.
110
TEORÍA MARXISTA DEL PARTIDO POLÍTICO
93
L. I. Goldman, Voznihovenie Marksizma Bor'ba Marksa i Engels'sa za Sozdanie Revoliutsionnoy
Proletarckoy (Moscú, 1962), p. 70.
94
Manifiesto, p. 34.
95
Cf. Ibíd., p. 53, donde también se hace referencia a los reformadores agrarios en los Estados
Unidos. Estos últimos, empero, se asemejaron más a una agitación de granjeros que a un partido
obrero (ver D. Riazanov, comp., op. cit., pp. 242-245).
96
La pertenencia de Harney y Jones a la Liga Comunista está indicada en una carta de K. Marx a F.
Kngels de alrededor del 12 de marzo de 1848, de la cual un fragmento significativo está impreso
en J. Saville, Emest Jones: Chartist (Londres, 1952) , p. 231. Ver también A. R. Schoyen, The
Chartist Challenge (Londres, 1958), pp. 142-3, 158-9.
97
Manifiesto, p. 54.
98
K. Marx, El dieciocho Brumario de Luis Bonaparte, Obras Escogidas, I, pp. 278-279. Esta cita y el
pasaje de la que se extrajo tornan absurda la afirmación carente de fundamento de Robert
Conquest (Marxism Today, Ampersand Books, Londres, 1964, p. 42) en el sentido de que “es
estrictamente contrario a las doctrinas [de Marx]... creer que un partido puede representar a la
vez al proletariado y a otra clase”.
99
Marx/Engels, Mensaje del Comité Central a la Liga de los Comunistas (marzo de 1859), desde
ahora citado como Mensaje de marzo, O. E., I, p. 100.
100
F. Engels a Kelley Wischnewetsky, 27 de enero de 1887, Correspondencia, p. 467.
101
Ibíd., p. 467.
112
TEORÍA MARXISTA DEL PARTIDO POLÍTICO
Eduard Bernstein inició la moda, ahora seguida entre otros por George
Lichtheim130 y el profesor Bertram Wolfe, 131 de calificar al Mensaje de
Marzo de “blanquista”.132 Con todo, no puede dudarse de que el concepto
de partido y de revolución del Mensaje dista mucho de ser blanquista en
el sentido que normalmente se da a esta palabra, aunque, claro está, hay
puntos de coincidencia con las tácticas de Blanqui de 1848, las que en
muchos sentidos no eran nada típicas, 133 y con las formas de lucha
previstas para la inminente revolución por los blanquistas emigrados, con
los cuales Marx y Engels concluyeron un acuerdo de corta vida en 1850. 134
Lo que el Mensaje deja bien en claro es que no prevé un putsch llevado a
cabo por una élite revolucionaria sino la organización del partido de los
trabajadores con la base más amplia que sea posible, el que en la próxima
revolución marchará junto con los demócratas pequeño burgueses, a los
cuales ayudará a llegar al poder y luego empujará para hacer el máximo
de brechas posibles en la propiedad capitalista. 135 En la “excitación
revolucionaria” que los trabajadores “deben intentar mantenerla tanto
tiempo como sea posible”,136 ellos “deben tratar de organizarse indepen-
dientemente como guardia proletaria” con jefes y un estado mayor
128
Ibíd., p. 105. Cf. Circular de Junio, cit., p. 310; M. Mijailow, en I, S. Galkin, Aus der Geschichte
des Kampfes von Marx und Engels für die proletarische Portei (Berlín, 1961), pp. 132-133.
129
Circular de marzo, op. cit., p. 107.
130
G. Lichtheim, Marxism (Londres, 1961), pp. 124-25.
131
B. D. Wolfe, Marxism (Londres, 1967), pp. 153-154, 157, 163.
132
E. Bernstein, Die Voraussetzungen des Sozialismus und die Aufgaben der Socialdemokraten
(Stuttgart, 1899), p. 29. [Hay edic. cast.: Socialismo teórico y socialismo práctico. Claridad, Buenos
Aires, 1966 –N. d. E.].
133
Ver, A. B. Spitzer, The Revolutionary Theories of L. A. Blanqui (New York 1957), p. 9; S. Moore,
Three Tactics: the Background in Marx (New York, 1963), p. 22. [Hay edic. cast.: Tres tácticas: su
origen en Marx, Monthly Review/Selecciones en castellano, año 2, n.° 13 - N. d. E.].
134
Ver, D. Ryazanoff, “Zur Frage des Verhaltnisses von Marx su Blanqui”, en Unter dem Banner
des Marxismus, II, 1/2 (Berlín Wien, 1928), pp. 140-145.
135
Circular de Marzo, op. cit., pp. 103, 109.
136
Ibíd., p. 106.
117
Lenin - Luxemburg - Lukács
III
Luego de la división de la Liga de los comunistas durante el otoño de 1850
y aún antes de su disolución formal dos años después, Marx y Engels ya
habían comenzado a retirarse a un “auténtico aislamiento”, 142 prefiriendo
la “posición del escritor independiente” a aquella del “supuesto partido
revolucionario”.143 El alivio expresado por Marx a Engels el 11 de febrero
de 1851 al terminar “el sistema de concesiones mutuas, de incorrecciones
137
Ibíd., p. 107.
138
Ibíd., p. 107; R. Schlesinger, Marx, His Time and Ours (Londres, 1930), p. 270.
139
Circular de marzo, op. cit., p. 111.
140
K. Marx, Revelaciones sobre el proceso de los comunistas de Colonia, Lautaro, Buenos Aires,
1946, p. 209.
141
Marx a Engels, 19 de noviembre de 1852, Werke (Berlín, 1963, 28, p. 195.
142
Marx a Engels, 11 de febrero de 1851, Werke, 27, p. 184.
143
Engels a Marx, 12 de febrero de 1851, Ibíd, p. 186.
118
TEORÍA MARXISTA DEL PARTIDO POLÍTICO
¿Cuál era, empero, este “partido”, del cual continuaban hablando luego
de la disolución de la Liga Comunista en 1852 en un período en que, como
Marx escribió al poeta Freiligrath en 1860, él “nunca volvería a pertenecer
a ninguna sociedad secreta o pública”,152 y cuando consideraba que sus
“trabajos teóricos eran de mayor beneficio para la clase trabajadora que
la participación en asociaciones cuyos días en el continente habían
pasado”?153 Aquí no nos encontramos con un partido en el sentido normal
144
Marx a Engels, 11 de febrero de 1851, Ibíd, p. 185.
145
Engels a Marx, 13 de febrero de 1851, Ibíd, p. 189.
146
Ibíd., p. 190.
147
F. Mehring, Carlos Marx, Claridad, Bs. As., 1943, p. 187.
148
Wolfe, op. cit., p. 196.
149
Marx a Weydemeyer, 1° de febrero de 1859 en Marx/Engels, Letters to Americans, 1848-1895,
en adelante citada como L. A. (New York, 1963), p. 61.
150
Ver, M. Dommanget, Les Idées d’Auguste Blanqui (París, 1957), p. 355.
151
Marx a Weydemeyer, L.A., p. 62.
152
Marx a Freiligrath, 29 de febrero de 1860, Sel. Cor. (Moscú), p. 146. Las bastardillas
corresponden al original.
153
Ibíd, p. 147.
119
Lenin - Luxemburg - Lukács
154
Engels, Germany: Revolution and Counter-Revolution, op. cit. p. 114.
155
Mehring, op. cit., p. 195; Engels a Weydemeyer, 12 de abril de 1853, L.A. p. 58.
156
Marx a Engels, 10 de marzo de 1853, Werke, 28, p. 224.
157
Engels a Weydemeyer, 12/4/1853, Ibíd, p. 576. (Esta parte de la carta no está incluida en L. A.).
158
Cf. Ibíd., p. 581, donde Engels hace acerbos comentarios sobre quienes piensan que no
necesitan preocuparse por estudiar ya que “der pére Marx” debía saberlo todo. Además W.
Liebknecht (ver su Karl Marx: Biographical Memoirs, Chicago, 1901, p. 85) describe a Marx
“llevando” a su “partido” todos los días al Salón de Lectura del Musco Británico.
159
W. Liebknecht, Karl Marx zum Gedachtnis (Nuremberg, 1896), p. 113.
160
Marx a Engels, 15 de mayo de 1859, Werke, 29, p. 432.
161
Sel. Cor. (Moscú), p. 146.
162
Werke, 30, p. 495.
120
TEORÍA MARXISTA DEL PARTIDO POLÍTICO
IV
La formación de la Primera Internacional en 1864 dio a Marx (y algo más
tarde a Engels)178 la oportunidad de romper su relativo aislamiento e
integrarse al movimiento obrero de Europa Occidental, que entonces
renacía en una escala mucho más amplia que su predecesor continental
de la década de 1840. Sin abandonar por ello su trabajo teórico, Marx
dirigió cada vez más su atención al Congreso de La Haya de 1872 para
organizar, unir y dirigir esta amplia federación internacional de organiza-
ciones afiliadas de la clase obrera. Al igual que la Liga Comunista, la
Internacional no fue fundada por Marx y Engels sino que surgió
espontáneamente del movimiento obrero de la época, 179 pero, en virtud
de su preminencia teórica e intelectual, 180 ellos llegaron a darle dirección y
perspectiva. A diferencia de lo que había sucedido con la Liga
Comunista,181 empero, en ninguna etapa consideraron a la Internacional
como un Partido Comunista. Tampoco trabajaron con sus seguidores
como si se tratase de un partido, fracción o sociedad secreta organizada
dentro del amplio marco de la Internacional. 182 De todos modos, al hablar
en el Manifiesto Inaugural de la Internacional de “cantidades de hombres
[...] unidos por la asociación y guiados por el saber”, 183 Marx parafraseaba
en términos amplios su concepción de la fusión de la teoría socialista con
el movimiento obrero,184 y en la Internacional, sobre todo después de la
178
Engels sólo pudo llegar al Consejo General de los Internacional cuando se trasladó de
Manchester a Londres en el otoño de 1870. Ver G. Mayer, Friedrich Engels: a Biography, Londres,
1936, p. 197. [Hay edic. cast.].
179
Ver, D. Ryazanoff, “Die Entstehung der Internationalen Arbeiterassoziation”, en Marx-Engels
Archiv (Frankfurt a M., s.f. - 1925-1926), I, pp. 119-202.
180
Cf. Marx a F. Bolte, 23 de noviembre de 1871, Correspondencia, pp. 332-336.
181
Ver, W. Schmidt, Zum Verhaltnis zwischen dem Bund der Kommunisten und der I. Inter-
nationale, en Beitrage, 1964, VI, S.
182
Marx a M. Barry, 7 de enero de 1872, Werke (Berlín, 1966), 33, p. 370. Al parecer, Bakunin
creía, con el único fundamento de una afirmación jocosa que le había hecho Man en 1868, que
en la época de la I Internacional, la Liga Comunista aún existía como una sociedad secreta. Cf.
Michel Bakounine et l’Italie, 1871-1872, Parte 2, Archives Bakounine, Leiden, 1963, I, 2, p. 127, y
A. Lehning, Introducción a Michel Bakounine et les confiits dans l’Internationale, 1872, op. cit., II,
p. XIX.
183
Cf. O. E., I, p. 396.
184
El doctor Ernest Engelberg, en su Johann Philipp Becker in der I, Internationale (Berlín, 1964),
p. 30, sin embargo, va mucho más allá cuando afirma que con esta formulación de 1864 Marx se
refiere al “partido disciplinado, centralizado” y con su “teoría científica”.
123
Lenin - Luxemburg - Lukács
195
La Première Internationale, op. cit., pp. 405-406.
196
En 1867 Bismarck había introducido el sufragio universal en la Confederación Alemana del
Norte y lo extendió al nuevo Reich Alemán en 1871. Los trabajadores urbanos habían votado de
acuerdo con el Segundo Proyecto de Ley de Reforma de 1867.
197
Ver La Première Internationale, op. cit., II, pp. 191 ss. Un registro más completo del discurso de
Engels, que sólo se refiere específicamente a la necesidad de que los trabajadores formen un
partido independiente, se encuentra en Werke (Berlín, 1922), 17, p. 416.
198
The International Herald, n.° 37, 14 de diciembre de 1872.
199
M. Molnar, Le Déclin de la Première Internationale (Ginebra, 1963). En el pasado un buen
número de historiadores soviéticos interpretaron las decisiones de la Conferencia de Londres del
mismo modo en que Molnar lo hace aquí. Ver, v.g., I. M. Kriwogus y S. M. Stexkewitsch, Abriss
der Geschchte der I. und II. Internationale (Berlín, 1960), p. 130: “En las decisiones relativas a la
cuestión organizativa se expresó el objetivo de convertir la Internacional en un partido político
internacional de la clase trabajadora”; cf. K. L. Seleznev, K. Marks i F. Engels o revoliutsionnoy
partii proletariata (Moscú, 1955), p. 26; A. Y. Koroteeva, “The Hague Congress in the First
International”, en I. S. Galkin, comp., op. cit., p. 596. G. Stekloff, en su History of the International
(Londres, 1928), p. 181, sostuvo que Marx pensaba convertir la Internacional en un partido
obrero internacional, cuyo comité ejecutivo, en ausencia de partidos nacionales que pudieran
oponerse a ello, sería el Comité general (Molnar, p. 134, no 18, se aleja de esta concepción
extrema). En los últimos años, empero, los colegas soviéticos llegaron a adoptar una posición más
correcta al considerar que las decisiones de la Conferencia de Londres tenían por finalidad “la
125
Lenin - Luxemburg - Lukács
214
Documents on the First International, op. cit., III, p. 310.
215
Informe aparecido en el World (New York) del 15 de octubre de 1871, reproducido por
Molnar, op. cit., p. 237.
216
Engels, Informe sobre la Alianza Democrática Socialista, Werke, 18, p. 141.
217
J. Braunthal, Geschichte der Intemationale (Hannover, 1961), I, p. 186.
218
La Revue de París, 1896, p. 131, citada por A. Lehning en su Introducción a Michael Bakounine
et l’Italie, Parte 2, Archives Bakounine, op. cit., I, 2, p. XXXVI; cf. Ibid. ; pp. 251-2 y La Première
Internationale, op. cit., II, pp. 474-5.
219
Marx a Lafargue, 19 de abril de 1870, en Instituto G. Feltrinelli, Annali (Milano, 1958), I, p. 176.
220
Ver, v.g., Circulaire a toutes les fédérations de l’Association Internationale des Travailleurs (del
Congreso Sonvillier, 1871), en Archives Bakounine, op. cit. I, 2, esp. p. 405, que rechaza “todo
liderazgo investido de autoridad (toute autorité directrice) aún cuando éste haya sido elegido por
los obreros y cuente con su consentimiento”.
128
TEORÍA MARXISTA DEL PARTIDO POLÍTICO
221
Ver, E. H. Carr, Michael Bakunin (Londres, 1937), pp. 420-423; M. Netlau, Michael Bakunin
(Londres, 1898, producido privadamente por un copista), Parte 3, p. 724.
222
Ver, F. Mehring, op. cit., p. 374.
223
Ver, v.g., Archives Bakounine, I, a, pp. 124-6, donde Bakunin se refiere a los judíos como a “una
secta explotadora, un pueblo de chupasangres, un parásito devorador que no tiene igual,
estrecha e íntimamente organizado... que pasa por encima de todas las diferencias de opinión
política”, y se decía que Marx y los Rothschild se tenían en alta estima!
224
Marx a Engels, 4 de noviembre de 1864, Correspondencia, p. 181.
225
E. Vaillant y otros, Intemationale et Révolution, en Archives Bakounine, II, pp. 363, 366.
226
Der Vorbote (Ginebra), marzo de 1870, pp. 41-42; Archives Bakounine, I, 2, pp. 211-2, 214-215;
J. Guillaume, L’Internationale: Documente et Souvenirs (París, 1905), 1, pp. 207-8.
227
H. Gerth, comp., The First Internationals Minutes of the Hague Congress of 1872 (Madison,
1958), p. 287.
228
Address of the British Federal Council, redactado por Marx, en Werke, 1872, p. 205.
129
Lenin - Luxemburg - Lukács
229
H. Collins y C. Abramsky, Karl Marx and the British Labour Movement (Londres, 1965), pp. 248 ss.
230
Engels a Sorge, 12 (y 17) de septiembre de 1874, Correspondencia p. 374.
231
Molnar, op. cit., p. 137.
232
R. P. Morgan, The German Social Democrats and the First International (Cambridge, 1965).
130
TEORÍA MARXISTA DEL PARTIDO POLÍTICO
233
Ibid., pp. 182-188, 204, 219-228. Ver También Werke, 33, pp. 287, 322-323, 361-362, 461-462,
467, 567; Mehring, op. cit., pp. LL, Braunthal, op. cit., p. 195.
234
S. W., II, p. 323.
235
Ver Engels, The Sonvilliers Congress and the International, Werke, pp. 477-478. También D.
Lekovic, “Revolucionarna delatnost Prve internacionale kao faktor razvitka marksima”, Prilozi za
istorifu socijalizma, II, (Belgrado, 1964), [esp. pp. 37-50], que trata algunos problemas
importantes de las ideas de Marx y Engels sobre la organización en este período, tales como la
relación entre el centralismo y la autonomía, la mayoría y la minoría y la concepción del
sectarismo. Véase, además, B. E. Kunina, en L. I. Gol’man, comp., op. cit., pp. 347-351.
236
Engels a Sorge, 17 de julio de 1889, en Briefe und Auszüge, pp. 316-318.
131
Lenin - Luxemburg - Lukács
V
Cuando en 1863 Lasalle fundó la Unión General de los Trabajadores
Alemanes (ADAV) cumplió, según el juicio de Marx, un “servicio inmortal”
por la revitalización del movimiento independiente de los trabajadores
tras quince años de adormecimiento.237 Con todo, aunque Marx reconociese
lo que había de positivo en una organización obrera independiente como
la ADAV y contribuyese durante un corto tiempo, entre 1864-1865, a su
periódico, él y Engels por lo común la describían como una “secta
obrera”238 antes que como un partido de los trabajadores. Veían el intento
lasalleano de prescribir a los trabajadores el curso a seguir “conforme a
determinada receta dogmática”,239 su inapropiada agitación (al menos
antes de 1868) en favor de una plena libertad política, su culto al liderazgo
y la organización “estricta”,240 que la ADAV trataba de imponer incluso a
los sindicatos que formaba241 como expresiones de su carácter sectario.
En oposición a todo esto, en 1868 Marx escribió a Schweitzer, presidente
de la ADAV, que, sobre todo en Alemania, “donde el obrero es
burocráticamente disciplinado desde la infancia y cree en la autoridad y
los organismos ubicados por encima de él, lo más importante es enseñarle
a actuar con independencia”.242
237
Marx a J. Schweitzer, 13 de octubre de 1868 (borrador), en Correspondencia, p. 269.
238
Ver, v.g., Engels a Kugelmann, 10 de julio de 1869, Werke, 32, p. 621.
239
Marx a Schweitzer, op. cit., p. 270.
240
Engels a Marx, 24 de septiembre de 1868, Werke, 32, p. 161.
241
Engels a Marx, 30 de septiembre de 1868, Ibíd., p. 170.
242
Marx a Schweitzer, 13 de octubre de 1868, Ibíd, p. 570.
243
Engels a Marx, 25 de julio de 1866, Correspondencia, p. 229.
244
Marx a Kugelmann, 11 de octubre de 1867, en Letters to Kugelmann (Londres, 1941), p. 50.
245
M. M. Mijailova, K istorii raspostranentya I. toma “Kapitala”, en L. I. Gol’man. comp., op. cit., p.
425.
132
TEORÍA MARXISTA DEL PARTIDO POLÍTICO
246
W. Liebknecht, discurso de clausura del Congreso de Nuremberg de las Asociaciones Obreras
Alemanas, 1868, en Die I. Internationale in Deutschland (Berlín, 1964), p. 245.
247
Ver, v.g., Marx, Notas sobre “Estatismo y anarquía” de Bakunin, Werke, 18, p. 636.
248
Ver, Engels, Prefacio (1874) a La guerra campesina en Alemania, O. E. I, p. 678.
249
Ver, v.g., Engels a Bebel. 18-28 de marzo de 1875, Correspondencia, p. 349.
250
Crítica del programa de Gotha. en O. E., II, pp. 5-42.
251
Marx a Sorge, 19 de octubre de 1877, Correspondencia, p. 367.
252
Ibíd
253
F. Engels, Del socialismo utópico al socialismo científico, en O. E., II, p. 92.
254
Marx a Sorge, 19 de septiembre de 1879, Sel. Cor., p. 350.
133
Lenin - Luxemburg - Lukács
255
Marx/Engels a Bebel, Liebknecht, W. Bracke y otros (carta circular), de mediados de septiembre
de 1879, Correspondencia, pp. 390.
256
Ibíd. p. 386.
257
Ibíd, p. 392.
258
Ibíd, p. 392.
259
Ibíd, p. 392.
260
Engels a Bebel, 21 de junio de 1882, en F. Engels, Briefe an Bebel, (Berlín, 1958), p. 64.
261
Ibíd, p. 64; cf. Briefe und Auizüge, pp. 203-4
262
Engels a Sorge, 24 de octubre de 1891, Correspondencia, pp. 502-3. Carl Schmid, en su artículo
“Ferdinand Lassalle und die Politisierung der deutschen Arbeiterbewegung”, III, p. 6, señala que
fue especialmente en el Congreso de Erfurt que el partido “de modo oficial, se separó
ideológicamente de la opinión de Lassalle”.
263
Interview with the “Daily Chronicle”, 1° de julio de 1893, en Engels/Lafargue, op. cit., III, p. 400.
264
O. E., p. 125.
265
Ibíd, p. 129.
134
TEORÍA MARXISTA DEL PARTIDO POLÍTICO
266
Engels a Lafargue, 3 de abril de 1895, Sel. Cor., p. 569.
267
Engels, Postfacio al folleto Internationales aus dem Volksstaat, Werke, 22, p. 418.
268
H. J. Lasky, Communist Manifesto; A Socialist Landmark (Londres, 1948), p.75.
269
Ibíd, p. 39.
270
Engels a Sorge, 12 (y 17) de sept. de 1874, Correspondencia, p. 346. El subrayado es mío (M. J.).
271
Laski, op. cit., p. 57. El subrayado es mío (M. J.).
272
Ver Lafargue a Engels, 10 de agosto de 1882, en Engels/Lafargue, Correspondence, I, pp. 102-3.
273
Engels a Bernstein, 20 de octubre de 1882, Sel. Cor., p. 424.
274
En realidad el preámbulo posibilista, del cual puede suponerse que Engels en ese entonces
conocía sólo informes limitados, iba mucho más allá de los Reglamentos de la Internacional de
1866. (Ver su texto en Engels/Lafargue, Correspondence I, p. 108).
135
Lenin - Luxemburg - Lukács
VI
La idea de un amplio partido obrero, favorecida por Marx y Engels en el
caso de Gran Bretaña y los Estados Unidos, y desarrollada más
plenamente por el último luego de la muerte de su amigo, cuando en las
décadas de 1880 y 1890 surgió un movimiento obrero espontáneo en
ambos países, pareciera ser exactamente aquello a lo que ambos se
oponían en Alemania y Francia. En una carta dirigida a Florence Kelley
Wischnewetsky a fines de 1886, Engels afirma respecto de las siguientes
elecciones norteamericanas, que “uno o dos millones de votos obreros
[...] a favor de un partido obrero de buena fe, valen actualmente
infinitamente más que cien mil votos obtenidos por una plataforma
doctrinariamente perfecta.”277 Aunque no se hacía ilusión alguna respecto
del atraso teórico de los Knights of Labour y de Henry George, cuya
“bandera” este partido había levantado. 278 no pensaba que había llegado
el momento de hacer una crítica completa de cualquiera de ellos.
“Consideraría como un gran error... todo lo que pudiera retardar o
impedir la consolidación nacional del partido obrero –no interesa cuál sea
su plataforma”– explicaba. 279 Esta consolidación podría producirse a
través de la “unificación de los diversos cuerpos independientes en un
ejército nacional de los trabajadores”, 280 escribió en su prefacio a la
edición norteamericana de 1887 de La situación de la clase obrera en
Inglaterra. Este ejército tendría “como meta la conquista del Capitolio y la
Casa Blanca”.281
275
Engels a Bernstein, Sel Cor., p. 424.
276
Engels a Bernstein, 28 de noviembre de 1882, en E. Bernstein, Die Briefe von Friedrich Engels
und Eduard Bernstein (Berlín, 1925), pp. 102-3.
277
Engels a F. Wischnewetsky, 28 de diciembre de 1886, Correspondencia, p. 466.
278
Engels a Sorge, 29 de noviembre de 1886, Ibíd, p. 463.
279
Engels a Wischnewetsky, Ibíd., p. 466.
280
L. A., p. 290.
281
Ibíd., p. 286.
136
TEORÍA MARXISTA DEL PARTIDO POLÍTICO
291
Correspondencia, p. 465.
292
Ibíd., p. 463.
293
Prefacio (1887), LA., p. 290.
294
Ibíd, p. 291.
295
Engels. Prólogo (1891) a la Critica del programa de Gotha, en O.E., II. p. 6.
296
L. A., p. 290.
138
TEORÍA MARXISTA DEL PARTIDO POLÍTICO
297
Con respecto a la Federación Democrática Socialista, cf. Interview with “Daily Chronicle”, op.
cit., p. 397; en cuanto al Partido Socialista del Trabajo, ver entre otros Engels a Sorge, 10 de
noviembre de 1894, L. A., p. 263.
298
Engels a Sorge, 12 de mayo de 1894, On Britain (1953), p. 536.
299
L.A. p. 263.
300
G. D. H. Cole y R. Posgate, The Common People 1746-1938 (Londres, 1938), p. 403.
301
R. N. Carew Hunt, The Theory and Practice of Communism (Londres, Penguin Ed., 1963), p. 147,
y Marxism Past and Present (Londres, 1954), p. 157.
302
Engels a Bebel, 30 de agosto de 1883, Correspondencia, pp. 435-436.
303
Correspondencia, p. 462.
304
Ibíd., p. 467.
305
L. A, p. 290.
306
Ibíd., p. 290.
307
Engels, La situación de la clase obrera en Inglaterra, pp. 229-230.
139
Lenin - Luxemburg - Lukács
VII
Lejos de “descartar la noción de partido [...] para retornar a la noción de
clase”,308 como afirma Sorel, Marx y Engels vieron al partido como un
momento del desarrollo del proletariado, sin el cual “éste no puede actuar
como una clase”. Para que la clase trabajadora “sea lo bastante fuerte
como para triunfar en el día decisivo”, escribió Engels a Trier en 1889,
debe “formar un partido independiente, distinto de todos los demás y
opuesto a ellos, un partido clasista y consciente”, agregando con una
simplificación algo excesiva que “eso es lo que Marx y yo hemos
propugnado desde 1847”.309 En 1865, en “La cuestión militar prusiana y el
partido obrero alemán”, trabajo que analizó con Marx antes de su
publicación, Engels define el partido obrero –al que no está dispuesto a
identificar con la única organización obrera alemana existente en ese
momento, la ADAV de Lasalle– como “esa parte de la clase trabajadora
que ha tomado conciencia de los intereses propios de la clase”.310 Cuando
ellos hablan descuidadamente del partido proletario como si fuese
idéntico a clase en su conjunto, 311 los contextos muestran con claridad
que se refieren en forma de sinécdoque a la clase cuando en realidad se
están refiriendo a su “sector políticamente activo”, 312 al que la clase
apoyará cada vez más a medida que “madure para su autoemancipación”.313
308
G. Sorel, La décompositión du marxisme (París, 1910), p. 51.
309
Engels a G. Trier, 18 de diciembre de 1889, Sel. Cor., p. 492.
310
Engels, Werke, 16, p. 68. (Ver también pp. 66-78). Las consecuencias de esto para la
concepción del partido de Marx y Engels están analizadas en el muy valioso ensayo de E.
Ragioneri, “Il marxismo en la Prima Internazionale”, en Critica marxista III, 1 (Roma, 1965), esp.
pp. 127-128, 149-150. Ver también H. Hümmler, Opposition gegen Lassalle (Berlín, 1963), p. 142.
311
Ver, v.g., Marx, “A Servile Government” en New York Daily Tribune, 28 de enero de 1853.
También S. W., I, p. 556; S. W., II, p. 291.
312
Marx, The Chartists, en T. Bottomore y M. Rubel, comps., Karl Marx: Sociología y filosofía
social, Edic. Península. Barcelona, 1967 p. 220.
313
Engels, El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado, en O. E., II, p. 316.
314
M. Rubel, “Introduction a l’Etique Marxienne”, en K. Marx, Pages Choisies pour une Ethique
Socialiste (París, 1948), p. XXIX.
140
TEORÍA MARXISTA DEL PARTIDO POLÍTICO
315
Revue Française de Sociologie, op. cit., p. 168; M. Rubel, Karl Marx: Essai de Biographie
Intellectuelle (París, 1957), p. 250; M. Rubel, “De Marx au Bolchévisme: partís et conscils”, en
Arguments (París, 1962), n.° 25-26, p. 33; M. Rubel, “Mise au Point non Dialectique”, en Les
Temps Modernes (París, diciembre de 1957). n.° 142, p. 1138. Lucien Goldmann presenta en sus
Investigaciones dialécticas, U.C.V., Caracas, 1962, pp. 187-208, una punzante crítica de los puntos
de vista de Rubel a la que éste contesta en el último artículo citado.
316
R. Franc, Sociol., op. cit. p. 175.
317
Rubel, Karl Marx, Biographie..., p. 288.
318
R. Franc, Sociol., op. cit. p. 174.
319
Ibíd., p. 176.
320
Introducción a l’Ethique Marxienne, op. cit., p. XLVII.
321
Resolución del Comité Central del grupo de lengua alemana de la Internacional, firmada por
Joh. Ph. Becker, en Der Vorbote (Ginebra), julio de 1869, pp. 103-105.
141
Lenin - Luxemburg - Lukács
345
Marx a Bolte, 12 de febrero de 1873, Werke 33, p. 566. Cf. también la Carta circular (1879) de
Marx y Engels sobre el “derecho” de los “representantes de la pequeña burguesía” a formar su
propio partido independiente fuera del Partido Obrero Socialdemócrata Alemán (Sel. Cor.,
Londres, p. 376).
346
Ver, v.g., F. Engels, El Congreso de Sonvillier, Werke, 17, p. 477.
347
Engels, Prefacio (1886) a El Capital, Vol. 1, F.C.E., México, 1959, p. XXXIII.
348
La guerra civil en Francia, O. E., I, p. 542.
349
Ibíd., p. 540.
350
Primer borrador de La guerra civil, en Arkhiv Marksa i Engel’sa, III (VIII) Moscú, 1934, p. 208.
351
Engels a J. P. Becker, 1° de abril de 1880, Werke, 34, p. 441. En cast., Correspondencia, p. 397.
352
Marx, Notas sobre “Estatismo y anarquía” de Bakunin. Werke, 18, p. 636.
146
TEORÍA MARXISTA DEL PARTIDO POLÍTICO
353
Ibíd, p. 634.
354
Miseria de la filosofía, op. cit., p. 173.
147
Lenin - Luxemburg - Lukács
148
TEORÍA MARXISTA DEL PARTIDO POLÍTICO
I. LA ELABORACIÓN LENINISTA
1) Caracterizar la formación social
La obra de Lenin presenta la ventaja de descomponer en el tiempo la
elaboración de una teoría de la organización. De las polémicas contra los
populistas, economistas, mencheviques y liquidadores, emergen los
principios y los fundamentos de su teoría.
Desde sus primeras obras pudo definir así él punto de unión del que
dependen todas las variaciones estratégicas y tácticas, en particular su
actitud de principio acerca del problema de la organización. El desarrollo
del capitalismo en Rusia es un ejemplo de este trabajo considerable cuyas
conclusiones constituyen para el porvenir el punto de referencia y el
primer fundamento al que Lenin siempre se remitirá.
En ¿Quiénes son “los amigos del pueblo”?, escrito en 1894, antes de que
fuese redactado El desarrollo... las conclusiones ya aparecen claramente:
“La explotación de los trabajadores en Rusia es en todas partes capitalista
en su esencia, si se deja de lado las supervivencias en vía de desaparición
de la economía basada en la servidumbre”. Extrae de aquí todas las
consecuencias, y en particular, la de que es “imposible encontrar en Rusia
una rama algo desarrollada de la industria artesanal que no esté
organizada según el modo capitalista”.356
Así, desde los primeros años de lucha, Lenin define al adversario con el
que se enfrenta. Esta claridad teórica presidirá siempre sus métodos de
análisis y sus elecciones tácticas. Los revolucionarios rusos combaten el
capitalismo; su estrategia de alianzas tiene en cuenta el desarrollo
desigual de los modos económicos implicados en la sociedad rusa, pero
nunca olvidan que la crisis que preparan es la del capitalismo. Los análisis
356
Lenin, Oeuvres, t. I, p. 324 y 257, éd. de MoscÚ.
357
Lenin, Oeuvres, t. IV, p. 20, éd. de MoscÚ.
150
TEORÍA MARXISTA DEL PARTIDO POLÍTICO
358
Lenin, Obras, t. XXVIII, p. 296, Cartago, Buenos Aires.
151
Lenin - Luxemburg - Lukács
He aquí una de las ideas fundamentales de ¿Qué hacer?, allí donde Lenin
distingue “espontaneidad y espontaneidad”. Ve en la espontaneidad “el
elemento embrionario de la conciencia”, señala ambiguamente la
existencia de grados de conciencia. Diferencia una espontaneidad confusa
y sometida, de una espontaneidad liberada y fecundada por las luchas de
la vanguardia; una experiencia espontánea de las masas, que permanece
en el terreno del sistema, de una experiencia práctica que extrae su
sentido de la presencia de una vanguardia. Lenin afirma que la conciencia
socialdemócrata sólo puede provenir desde fuera de los obreros, de los
intelectuales revolucionarios portadores del conocimiento y de la
comprensión global del proceso de producción. Por sí misma, la clase
obrera sólo puede arribar a una conciencia “tradeunionista”.
En la crisis revolucionaria, los dos sujetos están implicados. El sujeto
teórico porque es la condición de posibilidad del orden social por venir, y
el soporte de la estrategia revolucionaria; el sujeto político, el partido,
porque elabora y asume la táctica de esta estrategia. Lenin se esforzó en
la doble tarea de definir el sujeto teórico de la revolución preanunciada y
de darle el sujeto político capaz de triunfar en ella.
Definir y presentar al proletariado como la clase social investida de la
misión histórica revolucionaría, tal es la preocupación constante de sus
primeros escritos. En el momento mismo en que caracteriza como
capitalista a la formación social rusa, él reclama la autonomía como clase
del proletariado, único capaz de resolver las contradicciones de tal
sociedad. Jamás en las alianzas o en los proyectos de programa omitió
reafirmar el rol independiente del proletariado. Desde 1894, estableció
que “olvidar, por la solidaridad de los intereses de todo el ‘pueblo’ contra
las instituciones medievales, feudales, el profundo e irreconciliable
antagonismo de la burguesía y el proletariado en el seno de este ‘pueblo’,
sólo pueden hacerlo los burgueses”.
Precisa además que “el período del desarrollo social de Rusia en que el
democratismo y el socialismo se fundían en un todo inseparable,
indisoluble... ha pasado para no volver jamás”.361
361
Lenin, Obras, t. I, pp. 268, 284, 288, edic. Cartago, Buenos Aires.
154
TEORÍA MARXISTA DEL PARTIDO POLÍTICO
Lenin aprecia de tal modo “el conjunto de los cambios objetivos que
constituye una situación revolucionaría”. De la apreciación de una situación
revolucionaria así definida no está excluido el impresionismo, y por lo
demás los criterios enunciados no pueden ser vistos aisladamente, sino en
su interdependencia, pues se condicionan de manera recíproca. En La
enfermedad infantil..., Lenin insiste más, como segundo criterio, en la
aproximación al proletariado de las clases medias. Esta aproximación no
puede ser considerada como un fenómeno en sí, sino en su relación con
los otros fenómenos señalados: la aproximación de las clases intermedias
es tanto más resuelta cuanto más determinación muestra el proletariado
en su lucha. La definición leninista de la situación revolucionaría hace
intervenir un juego de elementos en interacción compleja y variable del
que no se podría dar un análisis rigurosamente objetivo. La elaboración de
Trotsky en su Historia de la revolución rusa es análoga; retoma por su
cuenta los criterios leninistas e insiste explícitamente en “la reciprocidad
condicional de las premisas”.
Por ella el proletariado no es más algo dado dirigido, según las variaciones
previstas por el cálculo burgués de probabilidades. Se convierte en una
voluntad que se expresa, no es más un simple objeto en el campo social
sino un sujeto, una desconocida que hipoteca para siempre los planes de
la clase dominante. Para desempeñar realmente ese rol, la organización
revolucionaria no debe presentarse como una acumulación fluida de
individuos, sino como un cuerpo constituido, coherente, con una densidad
suficiente para atravesar las fauces de la burguesía. No es una simple
pieza que ocupa un casillero vacío en el ajedrez político. Por su sola
presencia modifica toda la relación de fuerzas, aunque se trate de un
simple peón. Con mucha más razón si se trata de un Rey.
160
TEORÍA MARXISTA DEL PARTIDO POLÍTICO
a) Para la organización
Lenin recuerda en toda ocasión que la socialdemocracia es la fusión del
movimiento obrero y del socialismo. “Escindido de la socialdemocracia, el
movimiento obrero degenera y se aburguesa”. Se podría agregar que
escindido de las luchas obreras, el socialismo tambalea y también se
aburguesa, pues en ellas se alimenta del “instinto” de clase revolucionaria.
El partido constituye un puente entre la conciencia balbuceante del
proletariado y el papel que teóricamente le corresponde. Constituye la
mediación necesaria entre el concepto de clase obrera y su realización
práctica, alienada, en la sociedad capitalista. Por eso “la tarea del partido
no consiste en imaginar detalladamente medios inéditos de ayudar a los
obreros, sino de ayudarlos en las luchas que ellos ya han emprendido... de
desarrollar su conciencia de clase”.
Pero Rosa elabora un argumento mucho más sutil que hace a la existencia
misma de la organización: el fenómeno del conservadurismo de la
organización. Lenin ya lo había mencionado en La bancarrota... Sin
teorizarlo: “Los partido grandes y fuertes tuvieron miedo de ver disueltas
161
Lenin - Luxemburg - Lukács
162
TEORÍA MARXISTA DEL PARTIDO POLÍTICO
b) Para la teoría
Así como la organización no es acero puro, tampoco es pura ciencia. En un
período de estancamiento revolucionario, aparecen tendencias cientifi-
cistas en el movimiento obrero. Se corre el riesgo de considerar que la
teoría dice la verdad, separadamente y fuera de los alcances de la
historia. Lenin es más prudente cuando constata, luego de la insurrección
de 1905, que “la práctica como siempre predomina sobre la teoría”. Lo
que no le impide recordar constantemente que “la teoría de Marx es
poderosa porque es verdadera”.370 En realidad al “como siempre” habría
que agregarle: en períodos de crisis.
“Hay que soñar” repite Lenin. Y traza en pocas líneas el cuadro burlesco
de las perillas y de los monóculos de congreso, que lo agreden por esta
incongruencia. Evoca a los Martynov y a los Kritchevski persiguiéndolo con
sus tonos amenazadores: “¿tiene un marxista derecho a soñar?”. Y les
responde con una larga cita sobre la dialéctica fecunda del sueño y de la
realidad, para concluir diciendo que “los sueños de esta naturaleza, por
desgracia, son sobradamente raros en nuestro movimiento!”
164
TEORÍA MARXISTA DEL PARTIDO POLÍTICO
165
Lenin - Luxemburg - Lukács
371
Lenin, Obras, t. XXXI, p. 97, Cartago, Buenos Aires.
166
TEORÍA MARXISTA DEL PARTIDO POLÍTICO
167
Lenin - Luxemburg - Lukács
sí para llegar a ser clase para sí. Esta problemática opera un deslizamiento
por el cual la clase es concebida como sujeto práctico de la historia. El
autodesarrollo histórico de la conciencia de clase suprime el rol del
partido. Ahora bien, subraya Poulantzas, “si la clase es un concepto, no
designa una realidad que pueda ser situada en las estructuras”. Dicho de
otra manera, la política que es el orden al que pertenece el partido es
irreductible a lo social: la clase como concepto permanece como sujeto
teórico y no práctico de la historia; la mediación del partido por el cual
ella accede a lo político sigue siendo indispensable.
169
Lenin - Luxemburg - Lukács
c) La teoría de la organización-proceso
Los resabios de hegelianismo, la confusión de lo teórico y de lo político,
tiene como consecuencia la teoría luxemburguista de la organización-
proceso. Rosa se obstina con toda lógica en pensar la organización como
un producto histórico: “En el movimiento socialdemócrata, la organización
también... es un producto histórico de la lucha de clases en la cual la
socialdemocracia introduce simplemente la conciencia política”. En otra
170
TEORÍA MARXISTA DEL PARTIDO POLÍTICO
Más adelante, Lenin retoma la fórmula utilizada por Martov según el cual
“el partido es el intérprete consciente de un proceso inconsciente”, para
concluir diciendo que:
171
Lenin - Luxemburg - Lukács
172
TEORÍA MARXISTA DEL PARTIDO POLÍTICO
3) La especificidad de lo político
¿En qué consiste para Lenin la lucha política en la que insiste incesan-
temente? Ante todo, se esfuerza por definir lo que ella no es: “Es inexacto
decir que la realización de la libertad política sea tan necesaria al
proletariado como el aumento de salarios... Su necesidad es de otro
orden, no es la misma, es de un orden mucho más complejo”. Nuevamente
se trata aquí del dominio del álgebra. Incesantemente, Lenin lucha contra
la reducción del orden político al orden económico, contra todos los que
debilitan la lucha de clases. Corrige a la Rabóchaia Mysl, para quien “lo
político sigue siempre a lo económico”; fustiga a Rabócheie Dielo, que
“deduce los objetivos políticos de las luchas económicas”.
173
Lenin - Luxemburg - Lukács
Pero más allá de estas prevenciones, Lenin habla de lo político pero sin
definirlo.
174
TEORÍA MARXISTA DEL PARTIDO POLÍTICO
175
Lenin - Luxemburg - Lukács
Conclusión
176
TEORÍA MARXISTA DEL PARTIDO POLÍTICO
CUESTIONES DE ORGANIZACIÓN
Rosa Luxemburg
El utaracentrismo defendido por Lenin se nos aparece como
impregnado no ya da un espíritu positivo y creador, sino del
espíritu del vigilante nocturno.
178
TEORÍA MARXISTA DEL PARTIDO POLÍTICO
Es por ello muy extraño ver que Lenin profesa la opinión contraria: él está
persuadido de que todas las condiciones preliminares para la constitución
de un partido obrero potente y fuertemente centralizado existen ya en
Rusia. Y si en un acto de optimismo proclama que en la actualidad “no es
más el proletariado, sino ciertos intelectuales de nuestro partido los que
carecen de autoeducación en cuanto a espíritu de organización y de
disciplina”, y si glorifica la acción educadora de la fábrica, que habitúa al
proletariado “a la disciplina y a la organización”, todo esta prueba una vez
más su concepción demasiado mecánica de la organización socialista.
179
Lenin - Luxemburg - Lukács
Sin embargo, nos parece que sería un grueso error pensar que se podría
sustituir “provisoriamente” en el Partido el dominio aún irrealizable de la
mayoría de los obreros conscientes por el poder absoluto de un Comité
central que actúa como por tácita “delegación”, y remplazar el control
público ejercido por las masas obreras sobre los órganos del Partido con
el control opuesto del Comité central sobre la actividad del proletariado
revolucionario.
180
TEORÍA MARXISTA DEL PARTIDO POLÍTICO
181
Lenin - Luxemburg - Lukács
Esta inercia es debida en gran parte al hecho de que es muy difícil definir,
en el vacío de cálculos abstractos, los contornos y las formas concretas de
coyunturas políticas todavía inexistentes y por ello imaginarías. Lo que
importa siempre para la socialdemocracia no es evidentemente la
preparación de un esquema ya definido para la táctica futura sino
mantener el juicio histórico correcto sobre las formas de lucha
correspondientes a cada momento dado, la comprensión viva de la
relatividad de esa fase de lucha y de la ineluctabilidad del agravamiento
182
TEORÍA MARXISTA DEL PARTIDO POLÍTICO
183
Lenin - Luxemburg - Lukács
***
Hasta aquí hemos examinado el problema del centralismo desde el punto
de vista de los principios generales de la socialdemocracia y, en parte,
bajo el aspecto de las condiciones particulares de Rusia. Pero el espíritu
de cuartel del ultra-centrismo preconizado por Lenin y por sus amigos no
es, en efecto, el producto de un modo de proceder casual. Dicho espíritu
se vincula a la lucha contra el oportunismo que Lenin extiende hasta el
terreno de los detalles más minuciosos de la organización.
Se trata, dice Lenin, “de forjar un arma más o menos afilada contra el
oportunismo. Y el arma debe ser tanto más eficaz cuanto más profundas
sean las raíces del oportunismo”.
184
TEORÍA MARXISTA DEL PARTIDO POLÍTICO
En primer lugar, hay que señalar que ensalzar el supuesto genio de los
proletarios en materia de organización socialista y la desconfianza general
hacia los intelectuales en cuanto tales, no es un índice de mentalidad
“marxista revolucionaria”. Es muy fácil demostrar que semejantes
argumentos son oportunistas.
185
Lenin - Luxemburg - Lukács
186
TEORÍA MARXISTA DEL PARTIDO POLÍTICO
Sin embargo nos parece que el intelectual ruso, miembro del Partido
socaldemócrata, difícilmente puede sentirse atraído por una labor de
desorganización, porque una tendencia así no es favorecida ni por la
existencia de un Parlamento burgués, ni por el estado de ánimo del
ambiente social. El intelectual occidental que profesa hoy el “culto del yo”
y tiñe de moral aristocrática hasta sus veleidades socialistas, es el
representante característico no de la “clase intelectual burguesa”, en
general, sino solamente de una fase determinada de su desarrollo: el
producto de la decadencia burguesa. Por el contrario, los sueños utópicos
y oportunistas de los intelectuales rusos, ganados para la causa del
socialismo, tienden a rellenarse de fórmulas teóricas, en las que el yo no
es exaltado, sino humillado, y la moral del renunciamiento y de la
expiación es el principio dominante. Así como los narodnikia (o
“populistas”) del 1875 predicaban la absorción de los intelectuales por la
masa campesina, y los partidarios de Tolstoy practican la evasión de los
ciudadanos hacia la vida de la gente “simple”, los factores del
“economismo puro” en las filas de la socialdemocracia querían que ésta
se inclinara ante “las manos callosas” del trabajador.
187
Lenin - Luxemburg - Lukács
188
TEORÍA MARXISTA DEL PARTIDO POLÍTICO
189
Lenin - Luxemburg - Lukács
***
Pero es necesario que los socialistas sepan siempre subordinar a los fines
supremos de la clase obrera todas las necesidades, todos los rencores,
todas las esperanzas de la multitud heterogénea que acude a ellos. La
socialdemocracia debe contener el tumulto de la oposición no proletaria
en los cuadros ce la acción revolucionaria del proletariado y, en una
palabra, asimilar los elementos que se aproximan a ella.
190
TEORÍA MARXISTA DEL PARTIDO POLÍTICO
191
Lenin - Luxemburg - Lukács
Si las cosas son de este modo, no podemos menos que sorprendernos por
la pretensión de alejar la posibilidad misma de toda desviación
oportunista escribiendo ciertas palabras en lugar de otras en el estatuto
del Partido. Tal tentativa de exorcizar al oportunismo con un pedazo de
papel puede ser extremadamente perjudicial, no para el oportunismo,
sino para el movimiento socialista en cuanto tal. Frenando las pulsaciones
de una vida orgánica sana, se debilita al cuerpo y se disminuye su
resistencia y también su espíritu combativo, no sólo contra el oportu-
nismo, sino también –y esto debería tener una gran importancia– contra
el ordenamiento social existente. El medio propuesto se opone al fin.
***
192
TEORÍA MARXISTA DEL PARTIDO POLÍTICO
193
Lenin - Luxemburg - Lukács
373
El artículo de Lenin, Un paso adelante, dos pasos atrás (respuesta al articulo de Rosa
Luxemburg titulado Problemas de organización de la socialdemocracia rusa) fue enviado a
Kautsky para su publicación en Die Neue Zeit, órgano de la socialdemocracia alemana, pero
Kautsky se negó a publicarlo.
194
TEORÍA MARXISTA DEL PARTIDO POLÍTICO
374
Ver en el folleto en ruso titulado Nuestros malentendidos, el artículo “R. Luxemburg contra
Carlos Marx”.
196
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375
Montes de los Alpes berneses. (Ed.)
197
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376
Rabóchaia Gazeta [La Caceta Obrera]: órgano ilegal del grupo de los socialdemócratas de Kíev.
Llegaron a publicarse dos números: el n.° 1 (agosto de 1897) y el n. 2 (diciembre del mismo alio).
El X Congreso del P.O.S.D.R. había declarado a Rabóchaia Gazeta órgano oficial del partido. El
198
TEORÍA MARXISTA DEL PARTIDO POLÍTICO
periódico dejó de publicarse después del congreso, al ser destruida la imprenta por la policía y
detenidos los miembros del Comité Central.
199
Lenin - Luxemburg - Lukács
200
TEORÍA MARXISTA DEL PARTIDO POLÍTICO
situación que actualmente impera en Rusia con la que existía en Alemania bajo la vigencia de la
ley de excepción contra los socialistas.
La ley de excepción contra los socialistas fue promulgada en Alemania en 1878. Se declaraban
prohibidas en ella todas las organizaciones del partido socialdemócrata, las organizaciones
obreras de masas y la prensa obrera, se confiscaban las publicaciones socialistas y se deportaba a
los socialdemócratas. Dicha ley fue derogada en 1890, bajo la presión del movimiento obrero de
masas.
202
TEORÍA MARXISTA DEL PARTIDO POLÍTICO
203
Lenin - Luxemburg - Lukács
380
La editorial de publicaciones socialdemócratas de partido, de W. Bonch-Bruievich y N. Lenin,
fue creada por los bolcheviques después que la Redacción menchevique de Iskra les cerró las
columnas del periódico y se negó a publicar las declaraciones de las organizaciones y los
miembros del partido que salían en defensa de los acuerdos del II Congreso y exigían la
convocatoria del III Congreso del partido. En dicha editorial se publicaron una serie de trabajos
dirigidos contra los mencheviques y los conciliadores: N. Lenin, La campaña de los zemstvos y el
plan de Iskra; Galiorki, ¡Abajo el bonapartismo!; Orlovski, El Consejo contra el partido, y otros.
205
Lenin - Luxemburg - Lukács
OBSERVACIONES METODOLÓGICAS
SOBRE LA CUESTIÓN DE ORGANIZACIÓN
György Lukács
I
Los problemas de organización forman parte de algunas cuestiones
todavía poco elaboradas teóricamente, aunque hayan ocupado en
determinados momentos –por ejemplo, en ocasión de las discusiones
sobre las condiciones de ingreso381– el primer plano de las luchas
ideológicas. La concepción del partido comunista, atacada y calumniada
por todos los oportunistas, instintivamente comprendida y adoptada por
los mejores obreros revolucionarios, es, sin embargo, considerada
frecuentemente como una cuestión puramente técnica y no como uno de
los problemas intelectuales más importantes de la revolución. No es que
falten los materiales para profundizar teóricamente los problemas de
organización. Las tesis del II y III Congreso [de la Internacional Comunista],
las luchas de orientación del partido ruso, las experiencias prácticas de los
últimos años, ofrecen un material abundante. Pero se diría que el interés
teórico de los partidos (con excepción siempre del ruso) ha sido absorbido
de tal manera por los problemas de la situación económica y política
mundial, por las consecuencias tácticas que de ellos se derivan y por sus
justificaciones teóricas, que ya no queda ningún interés teórico vivaz y
activo por insertar el problema de organización en la teoría comunista.
Cuando se actúa correctamente en este terreno, la corrección es por lo
general más deudora del instinto revolucionario que de una actitud
teórica clara. Por otra parte, muchas actitudes tácticamente falsas, los
debates sobre el frente único por ejemplo, provienen de una concepción
incorrecta de los problemas organizativos.
381
Se refiere a las condiciones del ingreso en la Internacional Comunista que se discutieron en el
Segundo Congreso de la Internacional Comunista realizado en Moscú entre el 19 de julio y el 7 de
agosto de 1920. Las resoluciones del Congreso sobre este problema se basaron en las tesis de
Lenin “Condiciones de ingreso en la Internacional Comunista”. Véase Lenin, Obras, t XXXI, pp.
197-203 [N. del T.]
206
TEORÍA MARXISTA DEL PARTIDO POLÍTICO
383
R. Luxemburg, Massenstreik, Partei und Gewerkschaften.
384
Ibid. Sobre esta cuestión, así como sobre otros problemas que serán tratados ulteriormente,
citamos el interesantísimo ensayo de J. Reval, “La autocrítica comunista y el caso Levi” [en
alemán], en Kommunismus, II, 15-16. Nos falta espacio aquí, evidentemente, para una discusión
detallada con él.
209
Lenin - Luxemburg - Lukács
hemos hablado en otra parte acerca de lo que le impidió dar este paso.
Aquí nos limitamos a indicar que dicho paso ya había sido dado algunos
años antes: durante el debate de la socialdemocracia rusa sobre
organización. Rosa Luxemburg conocía perfectamente esta discusión,
pero en ella había tomado partido por la tendencia retrógada que frenaba
la evolución (la tendencia de los mencheviques). Sin embargo, de ningún
modo es casual que los puntos que provocaron la escisión de la social-
democracia rusa hayan sido, por una parte, la concepción del carácter de
la revolución futura y las tareas que de ella se desprendían (coalición con
la burguesía “progresista” o ludia al lado de la revolución campesina), y
por otra parte, los problemas de organización. Pero para el movimiento
no ruso fue una desgracia que la unidad, la ligazón indisoluble, dialéctica,
de esas dos cuestiones no fuera comprendida en ese momento por nadie
(Rosa Luxemburg inclusive). Así, pues, no sólo se menospreció divulgar en
el proletariado, por lo menos bajo la forma de propaganda, los problemas
de la organización revolucionaria para prepararlo por lo menos intelec-
tualmente a lo que vendría (entonces no era posible hacer más), sino que
tampoco los puntos de vista políticos correctos de Rosa Luxemburg, de
Pannekoek y de otros pudieron –en tanto que eran también tendencias
políticas– concretarse suficientemente; según las palabras de Rosa
Luxemburg, permanecieron latentes, simplemente teóricos y su ligazón
con el movimiento concreto conservó siempre un carácter utópico. 385
386
Como ejemplo de una crítica metodológicamente correcta, orientada hacia los problemas de
organización, cf. los discursos de Lenin en el XI congreso del P.C. (b) R., en los que aborda de
manera central, en las cuestiones económicas, la incapacidad de los comunistas –hasta de los más
destacados– que hacen aparecer los errores particulares como síntomas. Esto no influye por
supuesto en el rigor de la crítica hacia los individuos [en Obras completas cit., XXXIII, pp. 237-297].
211
Lenin - Luxemburg - Lukács
212
TEORÍA MARXISTA DEL PARTIDO POLÍTICO
213
Lenin - Luxemburg - Lukács
II
Hemos explicado en otro lugar387 que no se trata aquí de una mera
casualidad, de un simple “error” de esta precursora. En ese contexto lo
esencial de tales modos de pensamiento se resuma de la manera más
acabada en la ilusión de una revolución “orgánica” puramente proletaria.
La teoría “orgánica” y revolucionaria de las acciones espontáneas de las
masas se formó en la lucha contra la doctrina oportunista de la evolución
“orgánica”, según la cual el proletariado conquistará poco a poco la
mayoría de la población por medio de un lento crecimiento y se
apoderará así del poder a través de medios puramente legales.388 Sin
387
Cf. mi Observaciones criticas sobre la “Crítica de la revolución rusa” de Rosa Luxemburg, en
Rosa Luxemburgo, La Revolución Rusa, La Rosa blindada, Buenos Aires, 1969.
388
Cf. al respecto la polémica de Rosa Luxemburgo contra la resolución de David en Mainz
[Lukács se refiere al congreso realizado por la socialdemocracia alemana en dicha ciudad en
1908. R. L. polemiza con David en su folleto Massenstreik, Partei und Gewerkschaften], así como
214
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217
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218
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219
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391
Cf. La conciencia de dase, en Historia y Conciencia de Clase, cit.
220
TEORÍA MARXISTA DEL PARTIDO POLÍTICO
221
Lenin - Luxemburg - Lukács
como consecuencia del estado de crisis, es cada vez más imposible para el
capitalismo escapar a la presión del proletariado mediante pequeñas
concesiones. Su salvación fuera de la crisis, la solución “económica” de la
crisis, no puede resultar más que de una explotación reforzada del
proletariado. Es por esto que las tesis tácticas del III Congreso, señalan
con mucho acierto que “toda huelga masiva tiende a transformarse en
una guerra civil y en una lucha inmediata por el poder”
222
TEORÍA MARXISTA DEL PARTIDO POLÍTICO
393
No es posible deducir de esto que dicho problema haya sido superado definitivamente por
Rusia; perdurará aún e tiempo que dure la lucha contra el capitalismo. Sólo que en Rusia reviste
formas diferentes (más débiles, se puede prever) que en Europa, conforme a la influencia más
reducida que los modos capitalistas de pensar y de sentir han ejercido sobre el proletariado.
Sobre este problema: cf. V. I. Lenin, La enfermedad infantil del “izquierdismo” en el comunismo
[Obras completas, cit., XXX.].
394
Anti-Dühring, Grijalbo México, 1964, p. 280.
224
TEORÍA MARXISTA DEL PARTIDO POLÍTICO
225
Lenin - Luxemburg - Lukács
III
Si los partidos mencheviques son expresión en el plano de la organización
de esta crisis ideológica del proletariado, el partido comunista es en el
mismo plano la forma de preparación consciente de dicho salto y, por lo
tanto, el primer paso consciente hacia el reino de la libertad. Pero, del
mismo modo que más arriba ha sido esclarecido el concepto genera) de
reino de la libertad y se ha demostrado que su aproximación no significa
de ningún modo el súbito fin de las necesidades objetivas del proceso
económico, es necesario considerar ahora más de cerca la relación del
partido comunista con el reino futuro de la libertad. Ante todo es preciso
constatar que la libertad no significa aquí la libertad del individuo. Esto no
quiere decir que la sociedad comunista evolucionada no conocerá la
libertad del individuo; todo lo contrario. En la historia de la humanidad
ella será la primera sociedad que tomará realmente en serio y realizará
efectivamente esta exigencia. Sin embargo, esta libertad de ningún modo
será tal como hoy la conciben los ideólogos de la clase burguesa. Para
conquistar las condiciones sociales de la libertad real habrá que librar
batallas cuyo resultado implicará no sólo la desaparición de la sociedad
actual sino también del tipo humano producido por esta sociedad.
“La actual generación –dice Marx– se parece a los judíos que
Moisés conducía por el desierto. No sólo tiene que conquistar un
mundo nuevo, sino que tiene que perecer para dejar sitio a los
hombres que estén a la altura del nuevo mundo”.397
debe ser ubicado en otro nivel que el filosófico el hecho de que la polémica de Trotsky contra
Kautsky reproduzca en el terreno político los argumentos esenciales de la polémica de Hegel
contra la teoría del conocimiento de Kant. Por lo demás, Kautsky ha formulado más tarde la
validez absoluta de las leyes del capitalismo para el futuro y hasta la imposibilidad de un
conocimiento concreto de las tendencias de la evolución. Cf. Die proletarische Revolution und ihr
Programm [La revolución proletaria y su programa], 1922.
397
Las luchas de clases en Francia, en K. Marx y F. Engels, Obras escogidas. Edic. Lenguas
Extranjeras, Moscú, I, p. 213.
227
Lenin - Luxemburg - Lukács
398
Cf. la metodología de la ética en Kant y en Fichte; en la exposición real este individualismo se
ve considerablemente debilitado. Sin embargo, Fichte subraya que su fórmula, muy próxima a la
de Kant (“Limita tu libertad de modo que el otro, tu prójimo, pueda también ser libre”) carece de
validez absoluta y tiene solamente una “validez hipotética” en su sistema. Cf. Fichte, Grandlage-
des Naturrechts (1796), parágrafo 7, IV.
228
TEORÍA MARXISTA DEL PARTIDO POLÍTICO
399
Anti-Dühring cit., pp. 161 ss.
230
TEORÍA MARXISTA DEL PARTIDO POLÍTICO
pueda existir para los miembros de tales partidos es, por consiguiente,
sólo la libertad de juzgar los acontecimientos que se desenvuelven de
manera fatal o los errores de los individuos. Ellos son espectadores y
participan de alguna manera, pero jamás profundamente y con toda su
personalidad, pues la personalidad total de sus miembros nunca puede ser
englobada por tales organizaciones; las que ni siquiera pueden tender a
englobarla. Como todas las formas sociales de la “civilización”, dichas
organizaciones reposan sobre la división del trabajo más precisa y
mecanizada, sobre la burocratización, sobre una medida y una distinción
precisas de los derechos y de los deberes. La vinculación de los miembros
con la organización se opera a través de las partes abstractas de su
existencia y estos lazos abstractos se objetivan bajo la forma de distintos
derechos y deberes.401 La participación realmente activa en todos los
acontecimientos, la actitud realmente práctica de todos los miembros de
una organización, sólo pueden obtenerse poniendo en juego toda la
personalidad. La separación entre derecho y deber, que constituye la
forma de aparición organizativa de la separación del hombre de su propia
socialización, la forma de su fragmentación debida a las potencias sociales
que lo dominan, puede ser suprimida cuando la acción en el seno de la
comunidad se convierte en el asunto personal central de todo individuo
que participa en ella. En su descripción de la constitución de las gentes,
Engels subraya con vigor esta diferencia: “En esencia, todavía no existe
ninguna diferencia entre derechos y deberes”. 402 Según Marx, el signo
distintivo particular de la relación jurídica se halla en que el derecho “sólo
puede consistir, por naturaleza, en la aplicación de una medida igual”; sin
embargo, los individuos necesariamente desiguales “sólo pueden medirse
con la misma medida siempre y cuando se los enfoque desde un punto de
vista igual... y no se vea en ellos ninguna otra cosa, es decir, se prescinda
de todo lo demás”.403 Por consiguiente, toda relación humana que rompa
con esta estructura, con esta abstracción de la personalidad de conjunto
del hombre, con esta reducción a un punto de vista abstracto, es un paso
hacia la destrucción de esta reificación de la conciencia humana. Pero un
paso de esta naturaleza presupone el compromiso activo del conjunto de
la personalidad. De este modo se ha visto claramente que las formas de la
libertad en las organizaciones burguesas no son nada más que una “falsa
401
Una buena descripción de estas formas de organización se encuentran en las Tesis sobre
organización del III Congreso [de la Internacional Comunista, en Moscú, 1921]. Dichas organización
son comparadas pertinentemente con la organización del Estado burgués.
402
El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado, en Obras escogidas, cit, II, p. 344.
403
K. Marx, Crítica del programa de Gotha, en Obras escogidas, cit., II, p. 16.
232
TEORÍA MARXISTA DEL PARTIDO POLÍTICO
233
Lenin - Luxemburg - Lukács
IV
Por importante que sea visualizar claramente en el plano teórico esta
relación de la organización comunista con sus miembros individuales,
sería funesto considerar al problema de la organización exclusivamente
bajo su aspecto formal y ético. La relación aquí descripta entre el
individuo y la voluntad de conjunto a la cual está sometido íntegramente,
si la consideramos de manera aislada no se encuentra sólo en el partido
comunista; ha sido más bien un rasgo esencial de numerosas sectas
utopistas. Muchas sectas han proporcionado manifestaciones mas visibles
y claras que los partidos comunistas de este aspecto ético y formal del
problema organizativo, justamente porque lo concebían como el único
principio, o simplemente como el principio decisivo, y no como un simple
momento del conjunto del problema organizativo. Ahora bien, considerado
desde su aspecto ético y formal unilateral, ese principio de organización
se suprime; su justeza, que no es algo ya logrado y acabado, sino
simplemente la dirección correcta hacia el fin propuesto, deja de ser
correcta desde que cesa su relación correcta con la totalidad del proceso
histórico. Es por ello que en la elaboración de la relación entre individuos
y organización, una importancia decisiva le fue acordada a la esencia del
partido en tanto que principio de mediación entre el hombre y la historia.
Las exigencias formuladas al individuo pierden su carácter ético y formal
sólo si la voluntad de conjunto concentrada en el partido es un factor
activo y consciente de la evolución histórica, vale decir, si esa voluntad se
encuentra en una interacción viva y constante con el proceso de
conmoción social, lo cual significa también que sus miembros individuales
están en una interacción viva con los procesos y con su soporte; la clase
revolucionaria. También Lenin, estudiando cómo se mantiene la disciplina
revolucionaria del partido comunista, puso en primer plano conjuntamente
con la abnegación de los miembros la relación del partido con las masas y
la justeza de su dirección política. 404
404
V. I. Lenin, La enfermedad infantil del ”izquierdismo” en el comunismo, en Obras, cit., XXXI
234
TEORÍA MARXISTA DEL PARTIDO POLÍTICO
La medida y el signo de una relación justa entre partido y clase pueden ser
descubiertas sólo en la conciencia de clase del proletariado. Por un lado,
la unidad objetiva real de la conciencia de clase constituye el fundamento
de la unión dialéctica en la separación organizativa entre clase y partido.
235
Lenin - Luxemburg - Lukács
Claro está que sólo el segundo caso posee un interés real desde el punto
de vista teórico. Desde Bernstein en adelante el oportunismo ha
procurado siempre describir como si fueran tan profundas las estratifi-
caciones económicas objetivas en el seno del proletariado, y además
subrayar con tanta fuerza la similitud en la “situación vital” de las diversas
capas particulares, proletarias, semiproletarias, pequeño-burguesas, etc.,
que la unidad y la autonomía de la clase desaparecían en esta
“diferenciación” (El programa de Goerlitz del partido socialdemócrata
alemán es la última y clara expresión organizativa de esta tendencia). Por
cierto que los bolcheviques serán los últimos en olvidar la existencia de
tales diferenciaciones. Lo que queda por saber es qué clase de ser, qué
función les corresponden en la totalidad del proceso histórico y social, en
que medida el reconocimiento de estas diferenciaciones conduce al
planteo de problemas y a la adopción de medidas (sobre todo) tácticas, en
qué medida conduce al planteo de problemas y a la adopción de medidas
(sobre todo) organizativas. A primera vista, esta problemática parece
conducir solamente a argucias conceptuales. Sin embargo, es preciso
comprender que una asociación organizativa del tipo del partido
comunista presupone justamente la unidad de la conciencia, y por lo
tanto, la unidad del ser social que es su fundamento, mientras que una
asociación táctica puede muy bien ser posible y hasta necesaria, desde el
punto de vista de la revolución, si las circunstancias históricas provocan
dentro de las distintas clases en las que el ser social es objetivamente
diferente movimientos que, aunque estén determinados por causas
diversas, se orientan sin embargo temporariamente en la misma
dirección. Sin embargo, si el ser social objetivo es realmente diferente,
estas direcciones no pueden ser “necesarias” en el mismo sentido que lo
serían si el fundamento de clase fuese el mismo. Dicho de otro modo, sólo
en el primer caso la dirección idéntica expresa la necesidad social cuya
intervención en la experiencia puede ser frenada ciertamente por diversas
circunstancias, pero a la larga se impondrá de todos modos, mientras que
en el segundo caso, una simple combinación de circunstancias históricas
diversas es la que produjo esta convergencia de orientaciones. Son
circunstancias favorables que deben ser explotadas tácticamente, pues en
caso contrario se perderían de manera quizás irremediable. Como es
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407
Sobre las relaciones entre el objetivo final y la acción del momento cf. ¿Qué es el marxismo
ortodoxo? en Historia y Consciencia de Clase.
241
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242
TEORÍA MARXISTA DEL PARTIDO POLÍTICO
V
Esta separación exacta, aunque siempre cambiante y adaptada a las
circunstancias, entre acuerdo táctico y acuerdo organizativo en las
relaciones del partido con la masa, en tanto que problema interno del
partido adquiere la forma de la unidad entre las cuestiones de táctica y de
organización. Para esta vida interna de partido, aún más que para las
cuestiones tratadas precedentemente, sólo tenemos a nuestra disposición
las experiencias del partido ruso, como etapas reales y conscientes en el
camino de realización de la organización comunista. Así como los partidos
no rusos en la época de sus “enfermedades infantiles” manifestaron en
muchos aspectos una inclinación hacia una concepción sectaria del
partido, se inclinaron más tarde a descuidar en muchos sentidos su vida
“interior” en comparación a la influencia propagandista y organizativa del
partido sobre las masas, es decir, a la parte de su vida volcada hacia el
“exterior”. Esta es también una “enfermedad infantil” determinada en
parte por la formación rápida de grandes partidos de masa, por la
sucesión casi ininterrumpida de decisiones y acciones importantes y por la
necesidad de los partidos de vivir volcados “hacia el exterior”. Pero la
comprensión del encadenamiento causal que ha conducido a un error no
significa en modo alguno adaptarse a él. Menos aún cuando la manera
correcta de actuar “hacia el exterior” demuestra en forma notable hasta
qué punto es absurdo hacer distinciones entre táctica y organización en la
vida interior del partido y hasta qué punto esta unidad interior reacciona
sobre la ligazón íntima que une la vida “volcada hacia lo interno” con la
vida orientada “hacia el exterior” (aunque provisoriamente esta separación
parezca casi insuperable para todo partido comunista, pues es la herencia
del medio donde se ha formado). Es necesario entonces que en la práctica
cotidiana inmediata, todos tomen conciencia del hecho de que la
centralización organizativa del partido (con todos los problemas de
disciplina que de él la derivan y que constituyen su otra cara) y la
capacidad de iniciativa táctica son conceptos que se condicionan
244
TEORÍA MARXISTA DEL PARTIDO POLÍTICO
“Para un partido comunista –dicen las tesis sobre organización del III
Congreso– no puede haber ninguna época en la cual la organización del
partido permanezca políticamente inactiva”. Esta vigencia táctica y
organizativa no sólo de la combatividad revolucionaria sino también,
hasta de la misma actividad revolucionaria, no puede ser comprendida
408
“De la política y de los partidos se puede decir –con las variantes correspondientes– lo mismo
que de los individuos. Inteligente no es quien no comete errores. Hombres que no cometen
errores no los hay ni puede haberlos. Inteligente es quien comete errores que no son muy graves
y sabe corregirlos bien y pronto”, Lenin, La enfermedad infantil del “izquierdismo” en el
comunismo, en Obras, XXXI, p. 30
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409
Ibíd., p. 98.
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410
Los debates sobre la acumulación se mueven ya alrededor de este punto, y todavía más
claramente las discusiones sobre la guerra y el imperialismo. Cf. Zinoviev contra Kautsky en
Contre le courant. Esto es particularmente claro en los discursos de Lenin sobre el capitalismo de
Estado en el XI Congreso del P.C. ruso: “no hay teoría ni trabajo sobre economía que analice un
capitalismo de Estado del tipo del nuestro, por la sencilla razón de que todas las nociones
comunes relacionadas con estas palabras se refieren al poder burgués en la sociedad capitalista.
Nuestra sociedad, que salió de las vías capitalistas pero no tomó aún las nuevas, es un Estado
dirigido no por la burguesía, sino por el proletariado. (...) este tipo de capitalismo está
relacionado con el Estado y el Estado son los obreros, la parte más avanzada de ellos, la
vanguardia, nosotros mismos. Debemos colocar dentro de determinado marco... este capitalismo
de Estado. He aquí lo esencial. Y de nosotros depende las formas que tomará” [Obras, XXXIII, pp.
254-255].
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411
Cf. al respecto La reificación y la conciencia del proletariado, en Historia y Conscienca de Clase.
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412
Conviene leer el interesante pasaje sobre la necesidad del partido en las tesis del III Congreso
referidas a los problemas de organización. En el punto 48 esta exigencia es formulada con mucha
claridad. Pero la técnica de la organización, por ejemplo, las relaciones del grupo parlamentario
con el Comité Central, la alternancia de trabajo legal y de trabajo ilegal, etc., está construida
sobre este principio.
413
Cf. el discurso de Lenin en el Congreso Panruso de metalúrgicos, del 6 de marzo de 1922, como
asi también sus intervenciones en el XI Congreso del P.C.R., sobre las consecuencias de la Nueva
Política Económica para la organización del partido [cf. Obras cit., XXXIII, pp. 194-207 y 237-297].
250
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414
Cf. el artículo de Lenin en “Pravda” del 21 de septiembre de 1921 [Obras, cit., XXXIII, pp. 39-41:
“La depuración del partido”] Estas medidas organizativas son al mismo tiempo una excelente
medida táctica para acrecentar la autoridad del partido comunista, para consolidar relaciones
con las masas trabajadoras, como surge claramente sin mayores explicaciones.
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TEORÍA MARXISTA DEL PARTIDO POLÍTICO
Septiembre de 1922
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LEGALIDAD E ILEGALIDAD
György Lukács
La teoría materialista que afirma que los hombres son
producto de las circunstancias y de la educación y, en
consecuencia, de que los hombres modificados son producto
de otras circunstancias y de una educación distinta, olvida
que son precisamente los hombres quienes modifican las
circunstancias y que el propio educador debe ser a su vez
educado.
Marx, Tesis sobre Feuerbach
Sin negar que esta situación tenga una base económica, hay que añadir
que la modificación de una forma organizada de la violencia no se hace
posible sino cuando la creencia en la imposibilidad de otro orden
diferente del establecido está ya quebrantada, tanto en las clases
dominantes como en las clases dominadas.
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415
Carta de Marx a Ruge. Véase Oeuvres philosophiques, edic. Costes, París, t. V, p. 210. (Es
Lukács el que subraya].
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Sólo los insensatos, ignorantes del mundo, habrían podido letaria que se
identifica con el conocimiento y la expresión de la orientación, con la
tendencia y el sentido del proceso social, y, en nombre de este proceso,
dirige la acción hacia el presente. La tarea es más difícil. Así como el
astrónomo, a pesar de sus concepciones copernicanas, conserva la
impresión sensible de que el sol “se levanta”, así también el análisis
marxista más radical del Estado capitalista no puede nunca suprimir la
realidad empírica de éste y no lo debe hacer. La teoría marxista debe
colocar al proletariado en una actitud espiritual singular. El Estado
capitalista debe presentarse a su reflexión como el momento de una
evolución histórica: no constituye de ninguna manera “el medio natural
del hombre” sino simplemente un hecho real, cuyo poder efectivo está
por verse, sin pretender determinar interiormente nuestra acción. La
validez del Estado y del derecho debe ser tratada como una realidad
puramente empírica. Así, por ejemplo, en un barco a vela, el marinero
debe prestar atención a la dirección exacta del viento, sin por ello dejarle
el cuidado de determinar la ruta a seguir sino, por el contrario, para
mantener, afrontando y utilizando el viento, el rumbo originalmente
fijado. Esta independencia de espíritu, que el hombre ha adquirido progre-
sivamente en el transcurso de una larga evolución histórica, con relación a
las fuerzas adversas de la naturaleza, le falta hoy al proletariado en
relación a los fenómenos de la vida social, lo cual es muy comprensible.
Por más brutalmente materiales que sean por lo común en los casos
particulares las medidas coercitivas de la sociedad, ello no impide que el
poder de toda sociedad sea esencialmente un poder espiritual, del cual
416
Véase el ensayo “La conciencia de clase” en Histoire et conscience de classe.
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oportunidad los que prescriben esta táctica a los comunistas, dado que
ella puede así adquirir mayor flexibilidad de adaptación en la elección de
los métodos necesarios en un momento dado y que los medios legales e
ilegales deben alternar sin cesar o aún ser empleados simultáneamente
en los mismos asuntos para combatir a la burguesía de una manera
verdaderamente eficaz. Esta táctica debe también ser empleada para que
el proletariado haga su propia educación revolucionaria. El proletariado
no puede liberarse de su dependencia ideológica de las formas de vida
que el capitalismo ha creado a menos que aprenda a actuar de manera tal
que esas formas –devenidas indiferentes en tanto que motivaciones– no
estén más en condiciones de influenciar interiormente su acción. El odio
hacia estas formas y su deseo de aniquilarlas no decrecerá. Por el
contrario, a los ojos del proletariado, sólo ese desapego interior puede
conferir al orden social capitalista el carácter de obstáculo execrable para
una sana evolución de la humanidad –el carácter de un obstáculo
destinado a morir pero también mortalmente peligroso–, lo cual es
absolutamente necesario para que el proletariado tenga una actitud
consciente y perdurablemente revolucionaria. Esta educación del
proletariado por sí mismo es un proceso largo y difícil que lo transforma
en “maduro” para la revolución; dura mucho más en un país donde el
capitalismo y la cultura burguesa han alcanzado un grado elevado de
evolución y donde, por consiguiente, el proletariado ha sido alcanzado
por el contagio de las formas de vida capitalistas.
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las discusiones sobre las ventajas de uno u otro método demuestran que
los dos son por igual, aunque bajo formas opuestas, prisioneros de
prejuicios burgueses.
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Julio de 1920
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