Maturana 2022

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CAPÍTULO 15

LA COSA JUZGADA ENTRE LO PENAL Y


LO CIVIL ¿VINCULAR O NO VINCULAR?
Un breve viaje de ida y de vuelta a través
de diferentes sistemas jurídicos
Javier Maturana Baeza
Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad de Chile
y Magister Juris de la Universidad de Oxford. Profesor de Derecho
Procesal de la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile

SUMARIO: 1. Introducción. 2. Los principios y valores fundantes de la institución


de la cosa juzgada. 2.1. La seguridad jurídica, la estabilidad y la paz social. 2.2. La
coherencia y la protección de la confianza y reputación del sistema de justicia me-
diante la evitación de fallos contradictorios. 2.3. Economía procesal y preservación
de los escasos recursos del sistema judicial. 3. La cosa juzgada entre lo penal y civil
a través de una mirada comparada. 3.1. Inglaterra y Gales: La sentencia penal con-
denatoria como la base de una presunción refutable. 3.1.1. El principio de finalidad
y las reglas de res judicata en el Derecho inglés. 3.1.2. La inexistencia de un efecto
vinculante y/o de issue estoppel de las sentencias penales sobre los juicios civiles.
3.1.3. Las reglas probatorias de la CEA 1968. 3.1.4. Las razones que justifican
el establecimiento de una presunción refutable en lugar de un efecto vinculante o
conclusivo. 3.1.5. Las distintas reglas que rigen a las absoluciones penales. 3.1.6.
El abuso de proceso como herramienta procesal para prevenir ataques colaterales
injustificados. 3.2. España: La sentencia penal como un efecto vinculante de cosa
juzgada para los juicios civiles posteriores en casos de declaraciones de certeza
positiva y negativa. 3.2.1. La cosa juzgada y el efecto vinculante de las sentencias
penales respecto de los juicios civiles en virtud del artículo 116 de la Ley de Enjui-

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ciamiento Criminal. 3.2.2. La aplicación del efecto vinculante de cosa juzgada a las
sentencias penales con declaraciones de certeza negativa y positiva respecto a los
hechos. 3.2.3. El derecho de defensa como limitación al efecto vinculante de cosa
juzgada. 3.3. Estados Unidos de América: La sentencia penal condenatoria como
un supuesto de issue preclusion para los juicios civiles posteriores. 3.3.1. La res ju-
dicata y sus efectos de claim preclusion e issue preclusion. 3.3.2. El efecto de issue
preclusion de las sentencias penales sobre los juicios civiles subsecuentes. 3.3.3.
Las limitaciones del issue preclusion de las sentencias penales a los juicios civiles en
vista de sus requisitos de aplicación. 4. Conclusiones. 5. Bibliografía citada.

1. Introducción
En Chile, el efecto de cosa juzgada de las sentencias penales sobre
los juicios civiles se encuentra consagrado en los artículos 178 a 180 del
Código de Procedimiento Civil (en adelante, «CPC»).

Concretando qué implica que una sentencia penal produzca cosa


juzgada en materia civil y cuáles son sus consecuencias legales, el artículo
180 del CPC establece que «Siempre que la sentencia criminal produzca
cosa juzgada en juicio civil, no será lícito en éste tomar en consideración
pruebas o alegaciones incompatibles con lo resuelto en dicha sentencia o
con los hechos que le sirvan de necesario fundamento».

Como destacó hace casi dos décadas Alejandro Romero, estas


normas legales consagrarían una verdadera «eficacia positiva de cosa
juzgada»,1 lo que significa que en los procesos civiles no podrían esta-
blecerse conclusiones distintas a las contenidas en una sentencia penal
respecto a la existencia (o inexistencia) del hecho punible y a la existencia
(o inexistencia) de la participación del imputado en él.

1 Véase ROMERO (2002), pp. 100-101.

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En otras palabras, en virtud de lo anterior, en nuestro país las sen-


tencias penales producirían un efecto vinculante de cosa juzgada sobre lo
resuelto en ellas y sobre los hechos que les sirvieron de necesario funda-
mento, por lo que en los juicios civiles no resultaría lícito tomar en con-
sideración pruebas o alegaciones incompatibles con dichos aspectos, ni
tampoco (en consecuencia) resolver estas cuestiones de forma diferente a
lo establecido por la sentencia criminal.

No obstante lo anterior, este efecto de cosa juzgada de las senten-


cias penales sobre los juicios civiles no se produciría en todos los casos
en nuestro país, por cuanto los artículos 178 y 179 del CPC habrían dife-
renciado a la hora de determinar la procedencia de este efecto vinculante
entre, por un lado, las sentencias penales condenatorias y, por otro lado,
las sentencias penales absolutorias y las que ordenen el sobreseimiento
definitivo de una causa criminal.

De esta manera, mientras el artículo 178 del CPC reconocería irres-


trictamente un efecto de cosa juzgada a las sentencias penales condena-
torias sobre los juicios civiles, el artículo 179 del CPC sólo reconocería
excepcionalmente dicho efecto de cosa juzgada sobre los procesos civiles
a las sentencias penales absolutorias y a las que ordenen el sobreseimien-
to definitivo de una causa criminal.

En este sentido, los tres numerales del artículo 179 del CPC estable-
cerían que las sentencias penales absolutorias y las que ordenen el sobre-
seimiento definitivo de una causa criminal sólo producirán cosa juzgada
en materia civil cuando se funden en: i) la no existencia del delito o cua-
sidelito que ha sido materia del proceso (sin comprender las eximentes
de responsabilidad criminal); ii) no existir relación alguna entre el hecho
que se persigue y la persona acusada (sin perjuicio de la responsabilidad
civil por el hecho ajeno o de la cosas); o iii) no existir en autos indicio
alguno en contra del acusado (limitándose en este caso la cosa juzgada a
quiénes hubieren intervenido en el proceso criminal).

Sin perjuicio de lo anterior, cabe destacar que, incluso en estos tres


casos mencionados, el inciso final del artículo 179 del CPC establece que

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las sentencias penales absolutorias y las que ordenen el sobreseimiento


definitivo no producirán en caso alguno cosa juzgada en materia civil
cuando se dicten en asuntos criminales relativos a tutores, curadores, al-
baceas, síndicos, depositarios, tesoreros y demás personas que hayan re-
cibido valores u objetos muebles por un título del que nazca la obligación
de devolverlos.

El concreto alcance de estos preceptos legales y del efecto vinculan-


te de cosa juzgada que consagran ha sido reiteradamente analizado desde
una perspectiva dogmática enfocada en los criterios de interpretación de
la ley, por lo que no resulta necesario volver a recorrer esta senda en el
presente artículo, ni se entrará en diálogo directo con la literatura que ha
desarrollado este tipo de análisis.2

En cambio, lo que se propone en el presente artículo es efectuar un


análisis de la normativa legal referida desde la perspectiva de los princi-
pios y valores que justifican a la institución de la cosa juzgada en general
y a través de un método comparado que permita comprender las justifi-
caciones que han presentado los sistemas jurídicos de Inglaterra y Gales,
España y los Estados Unidos de América para regular de distinta manera
esta materia en atención al diverso contexto legal, cultural y funcional de
dichos países.3

2 Véase FONTECILLA (1978), pp. 246-261; COLOMBO (1980), pp. 132-133; HO-
YOS (1987), pp. 221-229; RODRÍGUEZ (1993) pp. 706-716; PEREIRA (1997),
pp. 231-236; ALESSANDRI (2005), pp. 363-372; MARÍN (2005), pp. 11-44; CA-
ROCCA (2006), pp. 35 y ss.; CAROCCA (2008), pp. 803-822; PINOCHET (2008),
pp. 299-331; MATURANA (2011), pp. 224-232; ROJAS (2013), pp. 353-374; FI-
GUEROA y MORGADO (2014), pp. 216-219; RIED (2015), pp. 9-57; ANABA-
LÓN (2016), pp. 252-259; HORVITZ (2016), pp. 41-70; RIVERO (2016), pp. 579-
683; DÍAZ (2017), pp. 319-323; RIED (2017), pp. 579-626; y BARROS (2020), pp.
1074-1084.
3 Sin perjuicio de que se utiliza el «método comparado funcional» desarrollado por
ZWEIGERT & KÖTZ para identificar a las instituciones que son objeto de com-
paración-en atención a que lo «(…) lo único que puede compararse en el ámbito
del derecho son cosas que cumplan con una misma función» (ZWEIGERT &

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En consecuencia, en las siguientes secciones se expondrán los aspec-


tos mencionados en el párrafo anterior con el objeto de analizar la norma-
tiva legal actual sobre la materia en las conclusiones. Con ello se espera
poder arrojar luz sobre las diversas perspectivas que deberían ser tomadas
en cuenta a la hora de interpretar y/o modificar nuestra propia regulación
legal sobre la materia mediante la esperada Reforma Procesal Civil.

2. Los principios y valores fundantes de


la institución de la cosa juzgada
Con el objeto de justificar la existencia de la cosa juzgada se han
adelantado diversos principios y valores jurídicos, los cuáles denotan una
diversa predominancia a la hora de configurar las diversas expresiones de
la institución referida.

2.1. La seguridad jurídica, la estabilidad y la paz social


La principal justificación de la institución de la cosa juzgada viene
dada por su rol en la promoción de la seguridad jurídica, la estabilidad de
los derechos y la paz social.4

En este sentido, en Chile se ha señalado que la cosa juzgada obedecería


a razones de seguridad jurídica, haciendo prevalecer las exigencias de la cer-

KÖTZ (2002), pp. 38-39), se matiza esta aproximación mediante los aportes del
«método comparado cultural» expuesto por EBERLE y SAMUEL, en vista de que
no se persigue determinar abstractamente cuál es la «mejor solución» a un pro-
blema, sino que comprender las razones subyacentes que explican las diferencias
entre los distintos sistemas jurídicos analizados con el objetivo de alcanzar algún
grado de armonización o, al menos, un entendimiento común. Véase EBERLE
(2011) y SAMUEL (2007).
4 Véase EZURMENDIA (2021), pp. 51-58, 87-88 y 90-92.

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teza por sobre las de la justicia por razones de orden público y de convenien-
cia social,5 ya que una decisión, cualquiera que ella fuere, sería preferible a la
incertidumbre perpetua.6 Como señala Hugo Pereira, «La paz social exige,
aun con perjuicio de la justicia, certeza en las relaciones humanas, y de ese
imperativo nace la necesidad de atribuir al fallo judicial, cualquiera que fuere
su contenido, el carácter de indiscutible, irrevocable o inmodificable.»7

De esta manera, la cosa juzgada permitiría la estabilidad y tranquilidad


social, al transformar la incerteza en certeza, satisfaciendo el interés social en
la solución definitiva de los conflictos.8 Si la misión de los tribunales com-
prende la resolución definitiva de los conflictos en función de la paz social, no
resulta admisible que se puedan reabrir indefinidamente los debates respecto
de las cuestiones anteriormente resueltas, debiéndose entonces privilegiar la
solución del conflicto por sobre la posibilidad del error judicial.9

En el mismo sentido, en España se ha señalado que la indiscutibilidad


de lo ya resuelto, que la cosa juzgada conlleva, proporciona seguridad jurídica
a los justiciables, contribuyendo a la paz social, porque no es conveniente que
lo que ya ha sido discutido y resuelto por los órganos jurisdiccionales pueda
volver a ser removido.10 Por ello se ha señalado que el fundamento esencial
de la cosa juzgada es, sin lugar a dudas, la seguridad jurídica.11

Complementando lo anterior, Andrés de la Oliva ha señalado que


la cosa juzgada subviene a la seguridad y paz jurídicas «(…) [p]orque a

5 DÍAZ (2017), p. 306.


6 HOYOS (1987), p. 190; y PEREIRA (1997), p. 23.
7 PEREIRA (1997), p. 19.
8 COLOMBO (1980), p. 121; CASARINO (2005), pp. 128-129; y STOEHREL
(2010), p. 127.
9 FIGUEROA y MORGADO (2014), pp. 200-201.
10 TAPIA (2000), p. 135.
11 CALAZA (2009), p. 23.

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esas necesidades sirve una vinculación que impide, 1º) que una discu-
sión jurídica se prolongue indefinidamente; 2º) que vuelva a entablarse
y avance un proceso acerca de un asunto ya definido firmemente por la
Jurisdicción; [y] 3º) que se produzcan resoluciones y sentencias contra-
dictorias o que se reiteren, injusta e irracionalmente, sentencias con el
mismo contenido, respecto de los mismos sujetos jurídicos.»12
De este modo, Jordi Nieva señala que «(…) la seguridad jurídica
requiere que sobre cada asunto solamente pueda decidirse una única vez.
La jurisdicción existe para dar fijeza y seguridad a las relaciones humanas
conflictivas. Si hoy se determinó que existió un hecho delictivo, no es
aceptable que mañana el mismo juez que dictó la sentencia, o cualquier
otro juez, digan que ese hecho nunca existió, simplemente porque, en ese
caso, los litigantes no sabrían a qué atenerse y, por otra parte, el sistema
correría el riesgo de entrar en una total corrupción y falta de seriedad que,
sin duda, acabarían con él. (…) Por esa razón, asumible sin dificultad, la
cosa juzgada permite garantizar esa necesaria seriedad en las relaciones
jurídicas, seriedad que no es sino un corolario de la seguridad jurídica.»13
En Inglaterra y Gales, los fundamentos de la institución de la res
judicata14 se han abordado de una forma algo distinta, aludiendo a dos polí-
ticas (policies) o justificaciones (grounds) diferentes: i) una pública fundada
en los intereses de la comunidad en la resolución definitiva de las disputas
y en el carácter final y conclusivo de las decisiones judiciales; y ii) una pri-
vada fundada en el interés particular de un individuo en ser protegido fren-
te a una litigación reiterada, innecesaria y abusiva por las mismas causas.15

12 DE LA OLIVA (2005), pp. 103-105. Véase también DE LA OLIVA (1991), p. 23.


13 NIEVA (2006), pp. 119-120.
14 La institución de la res judicata en los sistemas del common law (y en particu-
lar en los ordenamientos jurídicos de Inglaterra, Gales y los Estados Unidos de
América) se abordará como la traducción o el equivalente funcional de la institu-
ción de la cosa juzgada en los sistemas del civil law.
15 SPENCER et. at. (2019), p. 4; ZUCKERMAN (2013), p. 1239; y VAN DE VEL-
DEN (2017), p. 12.

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Estas dos políticas encuentran su correlato respectivo en las máximas


latinas interest rei publicae ut finis sit litium («existe un interés público
en el fin de los litigios») y nemo debet bis vexari pro una et eadem causa
(«una persona no debe ser acosada dos veces por una misma causa»).16
Sin perjuicio de ello, en el marco de estas dos políticas o justifica-
ciones, también se ha mencionado que el Derecho cierra la posibilidad de
nuevos enjuiciamientos precisamente en los intereses de la paz, la certeza
y la seguridad17 y que el principio de finalidad en la litigación surge (funda-
mentalmente) de la necesidad de certeza legal y del estado de Derecho, por
lo que un sistema que falla a la hora de imponer un punto final a las dispu-
tas daña los intereses en la certeza legal y en la estabilidad de los derechos.18
De esta manera, también se protegería al individuo de las inclemencias
económicas y emocionales de la litigación repetitiva, innecesaria y abusiva,
evitando que una persona fuera molestada dos veces por la misma causa.19
Por último, en los Estados Unidos de América también se ha seña-
lado que la res judicata serviría a distintos valores públicos y privados;
sin perjuicio de que se ha destacado que el «reposo» («repose») sería su
producto más importante. Así, en relación con esto, se ha indicado que los
intereses más profundos que subyacen al efecto conclusivo de la adjudi-
cación previa se basarían en el propósito de proporcionar un medio para
poner fin definitivamente a los conflictos, liberando a las personas de la
perspectiva incierta de la litigación, con todos sus costos asociados para la
paz emocional y el ordenamiento de los negocios futuros.20
Por ello, la res judicata encontraría su fundamento en el impor-
tante objetivo social de otorgar estabilidad y certeza a las sentencias de

16 VAN DE VELDEN (2017), p. 12.


17 SPENCER et. at. (2019), p. 4.
18 VAN DE VELDEN (2017), pp. 11-12.
19 ZUCKERMAN (2013), p. 1239; y VAN DE VELDEN (2017), pp. 11-12.
20 WRIGHT et. al. (2002), § 4403.

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los tribunales,21 conjurando el potencial riesgo de inestabilidad e incer-


tidumbre que se derivaría de la posibilidad de volverse a discutir indefi-
nidamente sobre asuntos ya juzgados, al privilegiarse la estabilidad de la
decisión que resuelve el conflicto por sobre su corrección con el objeto
de mantener la paz social.22 De este modo, al igual que en Inglaterra y
Gales, también se protegería al individuo del acoso y de las inclemencias
económicas y emocionales de la litigación reiterada y abusiva, evitándose
el riesgo de que una persona de bajos recursos pudiera sucumbir bajo
la opresión de un litigante inescrupuloso de mayores recursos que no
claudicaría en reiniciar procesos injustificadamente por la misma causa.23

2.2. La coherencia y la protección de la confianza


y reputación del sistema de justicia mediante
la evitación de fallos contradictorios
Una segunda justificación de la institución de la cosa juzgada se
configuraría por la finalidad de evitar la dictación de fallos contradicto-
rios con miras a preservar el prestigio de los tribunales.
En este sentido, en Chile se ha señalado que la cosa juzgada per-
seguiría mantener el prestigio de la justicia, velando por evitar que pu-
dieran dictarse fallos contradictorios.24 Ahondando en este punto, Jesús
Ezurmendia ha indicado que se trata, en consecuencia, de buscar la co-
herencia del sistema, lo que se cumpliría a través de los denominados
efectos o funciones negativos y positivos de la cosa juzgada. Estos efectos
permitirían respectivamente i) evitar la repetición de un proceso sobre
un objeto idéntico y ii) lograr vincular lógico-jurídica o prejudicialmente

21 HAZARD et. al. (2011), p. 609.


22 VERBIC (2009), p. 4.
23 VESTAL (1964), p. 34.
24 CASARINO (2005), pp. 128-129; STOEHREL (2010), p. 127; y DÍAZ (2017), p.
306.

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a dos o más procesos, de modo que el tribunal que conociera de los pro-
cesos ulteriores no pudiera desconocer las cuestiones que ya han sido
falladas en el primer juicio, manteniéndose así la coherencia, la armonía
y la consistencia entre los procesos involucrados.25 De este modo, además,
se mantendría el prestigio y el respeto por el sistema de justicia, resguar-
dándose la confianza de los ciudadanos en los órganos jurisdiccionales
como la mejor alternativa para la solución de sus controversias.26
En el mismo sentido, Renée Rivero ha destacado que el efecto po-
sitivo o prejudicial de la cosa juzgada constituiría uno de los principales
instrumentos preventivos de la eventual contradicción entre las senten-
cias judiciales, lo que permitiría propender a la coherencia del sistema de
justicia en la resolución de los asuntos prejudicialmente conexos.27
Por último, y en relación precisamente con el efecto de cosa juzgada
entre los asuntos criminales y civiles, cabe destacar que se ha señalado
que la regulación legal de las influencias entre las sentencias dictadas en
sede penal y sede civil se justificaría en la finalidad de evitar el pronun-
ciamiento de sentencias contradictorias.28
En España, de la misma manera y haciendo referencia a la Expo-
sición de Motivos de la Ley de Enjuiciamiento Civil, se ha señalado por
Isabel Tapia que la cosa juzgada estaría dirigida a impedir la repetición
indebida de litigios y a procurar, mediante el efecto de vinculación posi-
tiva a lo juzgado anteriormente, la armonía de las sentencias que se pro-
nuncien sobre el fondo en asuntos prejudicialmente conexos.29

25 Se hace presente que los términos «coherencia» y «consistencia» se utilizan en


su sentido coloquial y no en el sentido técnico desarrollado por Neil McCormick.
Bajo la terminología de este autor, el término «consistencia» aludiría a la falta de
contradicción entre proposiciones. Véase MACCORMICK (2005), p. 190.
26 EZURMENDIA (2021), pp. 74-75.
27 RIVERO (2016), pp. 94 y 259.
28 ROMERO (2002), p. 100; y BARROS (2020), p. 1074.
29 TAPIA (2010), p. 21.

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Por ello, Sonia Calaza ha declarado que una de las finalidades úl-
timas de la cosa juzgada residiría en la imperiosa necesidad de evitar con-
tradicciones y de prestigiar los actos jurisdiccionales del Estado.30 Com-
plementando esto, Jordi Nieva ha agregado que los efectos negativos y
positivos de la cosa juzgada tendrían el mismo objetivo común de evitar
que se desvirtúe un juicio anterior, impidiendo que se vuelva a juzgar lo
ya juzgado.31-32

En este mismo sentido, en Inglaterra y Gales se ha dicho que una


de las consideraciones de política pública fundantes de la res judicata se
encuentra precisamente en la aspiración de evitar que la re-litigación de
los asuntos ya juzgados pudiera crear indeseables riesgos de decisiones
contradictorias sobre los mismos conflictos, con el potencial peligro de
devaluación de la confianza pública en el proceso adjudicativo.33

Por último, en los Estados Unidos de América también se ha soste-


nido, aunque con mayor énfasis, que el propósito más puramente público
de la res judicata residiría en la preservación de la aceptabilidad de la re-
solución judicial de las disputas frente al corrosivo irrespeto que se segui-
ría si un mismo asunto fuera enjuiciado con resultados inconsistentes.34
De esta manera, se ha señalado que resultaría necesario que, en general,
las decisiones judiciales fueran consistentes entre sí para mantener el
respeto por el sistema judicial,35 por cuanto la coherencia resultaría ser

30 CALAZA (2009), pp. 25 y 51-52.


31 NIEVA (2006), p. 90.
32 Según expone Sonia Calaza, mantener el prestigio y la autoridad de los órganos
jurisdiccionales sería, además, esencial para evitar desincentivar a los ciudadanos
de acudir al aparato judicial para obtener la resolución de sus conflictos en lugar
de caer en una regresión a la autodefensa. CALAZA (2009), p. 19.
33 ZUCKERMAN (2013), p. 1239.
34 WRIGHT et. al. (2002), § 4403.
35 VESTAL (1964), p. 33.

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un elemento indispensable para preservar la fuerza moral y la sacralidad


de las sentencias judiciales.36

2.3. Economía procesal y preservación de los


escasos recursos del sistema judicial
Por último, una justificación complementaria de la institución de la
cosa juzgada ha descansado en el principio de economía procesal y en el
uso eficiente de los recursos del sistema judicial.

En Chile, esta justificación de la institución de la cosa juzgada apa-


rece más escasamente mencionada en la doctrina y la jurisprudencia que
las dos anteriores. Sin embargo, ella puede encontrarse en la obra de Jesús
Ezurmendia, quien señala que la cosa juzgada también descansa sobre la
correcta utilización de los recursos públicos destinados a los órganos ju-
risdiccionales para ejercer sus funciones, de forma de evitar un desgaste
de tiempo y de dinero que sería innecesario y superfluo.37

Asimismo, esta justificación podría encontrarse precisamente a pro-


pósito del efecto de cosa juzgada de las sentencias penales en los juicios
civiles, al indicarse que esta regulación legal encontraría su fundamento
en el principio de economía procesal,38 al ser perfectamente legítimo para
cada ordenamiento jurídico establecer la vinculación del tribunal civil a la
determinación de los hechos realizada bajo la técnica del proceso penal.39

En España, esta fundamentación de la cosa juzgada puede encon-


trarse en la Exposición de Motivos de la Ley de Enjuiciamiento Civil, al
declararse que existe una escasa justificación de someter a los mismos jus-

36 HAZARD (2011), p. 609; y VERBIC (2009), pp. 4, 7 y 12.


37 EZURMENDIA (2021), pp. 76-77.
38 ROMERO (2002), p. 100; y BARROS (2020), p. 1074.
39 RIVERO (2016), pp. 65-66.

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ticiables a diferentes procesos y de provocar la correspondiente actividad de


los órganos jurisdiccionales, cuando la cuestión o asunto litigioso razona-
blemente puede zanjarse en uno solo.40 En el mismo sentido, Jordi Nieva
ha señalado que la economía procesal sería otro argumento para sostener
a la institución de la cosa juzgada porque no se vislumbraría razón alguna
por la que habría de decidirse por segunda vez lo que ya fue decidido; sin
perjuicio de que este autor también hace presente que lo anterior nada
añadiría a la justificación primordial de la cosa juzgada, debido a que la eco-
nomía procesal estaría íntimamente relacionada con la seguridad jurídica.41

En Inglaterra y Gales, dentro del marco de las consideraciones pú-


blicas que fundamentan a la institución de la res judicata, también se ha
señalado que los tribunales no deberían ser constreñidos a dedicar sus es-
casos recursos a asuntos que ya han sido considerados y decididos ante-
riormente.42

En contraste con los tres sistemas legales anteriores, en los Estados


Unidos de América la justificación de economía procesal de la res judicata
ha tenido un mayor protagonismo, el cual ha estado enfocado en el uso
eficiente de los recursos judiciales. En este sentido, se ha destacado que
existe un interés público en optimizar la economía del sistema de justicia,
tanto en tiempo como en dinero, de forma de ahorrar recursos judiciales
y de promover la eficiencia en beneficio de la sociedad, evitando la repro-
ducción injustificada de los litigios sobre un mismo asunto o cuestión.43

Del mismo modo, se ha indicado en el país norteamericano que la


sociedad tendría un interés vital por velar que los casos sean enjuicia-
dos sólo una vez porque se haría intolerable la carga que se impondría
al sistema de justicia si los litigantes pudieran promover el mismo con-

40 TAPIA (2010), pp. 21-22; y TAPIA (2000), p. 137.


41 NIEVA (2006), p. 121.
42 ZUCKERMAN (2013), p. 1239.
43 VERBIC (2009), pp. 4, 7 y 12.

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flicto varias veces ante los tribunales de justicia. E incluso si así no fuera,
la sobrecarga de los tribunales con los conflictos reiterados afectaría
a la capacidad del sistema de justicia para otorgar una tutela rápida y
eficaz.44

Sin embargo, cabe destacar que en los Estados Unidos de América


también se ha sostenido que este argumento de economía procesal no
explicaría adecuadamente por qué la sociedad no debería soportar el costo
de la litigación repetida con miras a alcanzar la decisión correcta sobre el
asunto controvertido sometido a juicio. Además, se ha dicho que este ar-
gumento no sería convincente porque la cantidad de abogados y/o clien-
tes que temerariamente tratarían de renovar una disputa no serían tantos
como para recargar apreciablemente la carga de trabajo de los tribunales
de justicia por el repetido recurso a la litigación judicial.45

Como puede apreciarse, entonces, todos los sistemas jurídicos de


los países analizados justifican la institución de la cosa juzgada (o res ju-
dicata) a partir de los mismos principios y valores de seguridad jurídica,
coherencia y economía procesal.

Y, a pesar de ello, todos estos sistemas jurídicos contienen una re-


gulación jurídica diversa de las distintas hebras de la cosa juzgada (o res
judicata), con presupuestos de aplicación y alcances diferentes, especial-
mente respecto de los efectos de las sentencias penales sobre los juicios
civiles.

Esto puede encontrar una explicación en la distinta preponderancia


que estos sistemas jurídicos le brindan a los principios y valores fundan-
tes de la cosa juzgada (o res judicata) y por el contexto procesal en que se
insertan, así como por la injerencia de otros principios y valores diferen-
tes (debiéndose recordar que los principios son mandatos de optimización

44 VESTAL (1964), pp. 31-32.


45 WRIGHT et. al. (2002), §4403.

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que simplemente ordenan que algo sea realizado en la mayor medida de


lo posible de acuerdo con las posibilidades fácticas y jurídicas).46

Por ello, se estima que resulta relevante estudiar y comprender las


distintas razones que justifican esta variada aproximación a la cosa juzga-
da y, en especial, con relación al efecto vinculante de cosa juzgada de las
sentencias penales firmes respecto de los juicios civiles, con la esperanza
de que ello pueda servirnos de espejo para analizar nuestra propia nor-
mativa sobre la materia y así descubrir razones que justifiquen reformar
nuestra regulación. En consecuencia, en las siguientes secciones se anali-
zará la regulación de esta materia en los sistemas jurídicos de Inglaterra
y Gales, España y los Estados Unidos de América.

3. La cosa juzgada entre lo penal y civil a


través de una mirada comparada
El efecto de las sentencias penales sobre los juicios civiles ha sido
abordado de distintas maneras en los sistemas jurídicos de Inglaterra y
Gales, España y los Estados Unidos de América.

De hecho, puede señalarse que estos tres sistemas jurídicos se en-


cuentran en lugares distintos de un espectro que va desde un carácter no
vinculante de las sentencias penales sobre los juicios civiles hasta uno
vinculante asociado a la cosa juzgada, conforme se expone a continuación.

46 «En tanto mandatos de optimización, los principios son normas que ordenan que
algo sea realizado en la mayor medida posible, de acuerdo con las posibilidades
jurídicas y fácticas. Esto significa que pueden ser satisfechos en grados diferentes
y que la medida ordenada de su satisfacción depende no sólo de las posibilidades
fácticas sino jurídicas, que están determinadas no sólo por reglas sino también,
esencialmente, por los principios opuestos. Esto último implica que los principios
son susceptibles de ponderación y, además, la necesitan. La ponderación es la
forma de aplicación que caracteriza a los principios.» ALEXY (2004), p. 162.

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3.1. Inglaterra y Gales: La sentencia penal condenatoria


como la base de una presunción refutable
3.1.1. El principio de finalidad y las reglas de res
judicata en el Derecho inglés
En Inglaterra y Gales, el principio de finalidad (conforme al cual
una sentencia no debería dejar lugar a un nuevo juicio sobre el mismo
asunto o cuestión) ha sido implementado a través de la doctrina de res
judicata y la jurisdicción inherente de los tribunales ingleses para evitar
el abuso del proceso.47

La doctrina de res judicata se compone de dos reglas distintas que


son conocidas como la cause of action estoppel y el issue estoppel.48

La regla del cause of action estoppel es aquella que impide a una


parte afirmar o negar, en contra de la otra parte, la existencia o no exis-
tencia de lo que fue determinado por el tribunal competente en un jui-
cio previo entre las mismas partes. Esta regla resulta aplicable cuando
la cause of action en el procedimiento ulterior es idéntica a la que fue
juzgada en un proceso anterior.49 Atendido esto, resulta natural que
esta regla del cause of action estoppel no pueda regular el efecto de las
sentencias penales sobre los juicios civiles posteriores, ya que las causes
of action involucradas en ambos procesos no podrían ser consideradas
idénticas.

La regla del issue estoppel, en cambio, es aquella que establece que


las partes de un procedimiento judicial están vinculadas a las declaracio-
nes vertidas por un tribunal en un proceso judicial anterior sobre cuestio-

47 ZUCKERMAN (2013), pp. 1238-1241.


48 ZUCKERMAN (2013), p. 1238.
49 ZUCKERMAN (2013), pp. 1246-1247.

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nes fácticas o jurídicas que fueron necesarias para su resolución final, por
lo que las partes estarían impedidas de avanzar entre sí argumentos que
fueran inconsistentes con estas últimas declaraciones (aunque los pro-
cedimientos ulteriores involucraran una cause of action completamente
diferente). Esta regla sólo se aplicaría con respecto a cuestiones («issues»)
que un tribunal efectivamente hubiera atendido y determinado y sólo si
dichas cuestiones («issues») fueron esenciales para la disposición de la
causa, ya que sería injusto vincular a las partes respecto de cuestiones so-
bre las que no estaban obligadas a litigar y sobre las que, en consecuencia,
podrían no haber dedicado minuciosamente su atención.50

3.1.2. La inexistencia de un efecto vinculante y/o


de issue estoppel de las sentencias
penales sobre los juicios civiles
Atendido lo expuesto en el acápite anterior, uno pudiera pensar que
esta regla del issue estoppel podría resultar aplicable respecto de las cues-
tiones fácticas determinadas en una sentencia penal para impedir que
en un procedimiento civil ulterior se hiciera una determinación fáctica
incompatible con la declarada anteriormente. Sin embargo, el Derecho
inglés parece no haber seguido esta senda.

En el caso Hunter v Chief Constable of the West Midlands Police


and others (en adelante, «Hunter»), Lord Diplock (concordando con lo
que habían señalado en instancias anteriores Cantley J. y Goff L. J.)
señaló que el uso de la descripción «issue estoppel» en el Derecho inglés

50 ZUCKERMAN (2013), pp. 1239 y 1248-1249. Conforme fue señalado por Di-
plock L.J. en el caso Mills v Cooper, una parte de un proceso civil no está legiti-
mada para efectuar, contra la otra parte, una aserción, sea de hecho o sobre las
consecuencias legales de hechos, cuya corrección es un elemento esencial en su
cause of action o defense, si la misma aserción fue un elemento esencial en su
previa cause of action o defense en un procedimiento civil anterior entre las mis-
mas partes o sus predecesores en título y fue declarado incorrecto en tal proceso
civil previo por un tribunal competente. Mills v Cooper (1967).

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debe restringirse a las especies de «estoppel per rem judicatam» que pue-
den surgir en acciones civiles entre las mismas partes o sus relacionadas
(«privies»), cuyas características fueron expuestas en el fallo pronuncia-
do en Mills v Cooper y aprobadas por la House of Lords en el caso R v
Humphrys, en el que también se declaró que el issue estoppel no tenía
lugar en el Derecho Criminal inglés.51

De esta manera, conforme se destacará más adelante, en Hun-


ter, la House of Lords prefirió abordar los temas relativos a un ataque
colateral a una sentencia criminal desde la perspectiva de la doctrina
del abuso del proceso (en lugar de hacerlo a través de la regla del issue
estoppel).52 Lo anterior se puede haber debido a que los procedimientos
penal y civil involucrados no se desarrollaron ante las mismas partes o
sus relacionadas («privies»); a que no se consideró transferible la ma-
triz factual de las cuestiones involucradas en ambos procesos por su
diversa naturaleza jurídica; y/o, especialmente, por la «Civil Evidence
Act of 1968» (en adelante, CEA 1968), cuyas disposiciones confieren
a las partes de un proceso civil el derecho a tratar de probar que una
condena criminal fue errada, conforme lo exponen Matthew Dyson y
John Randall.53

De hecho, complementando lo recién señalado, estos últimos dos


autores destacan que, a la luz de lo dispuesto por la CEA 1968, «(…) el
Derecho inglés deliberadamente no adoptó la posición de muchos países
del civil law en cuanto a que las condenas configuren una res judicata
sobre acciones civiles ulteriores.»54

51 HUNTER v CHIEF Constable of the West Midlands Police and others (1982), pp.
540-541.
52 DYSON & RANDALL (2015), p. 92.
53 DYSON & RANDALL (2015), pp. 86-92; y DYSON (2012), pp. 309 y 313.
54 Traducción libre del siguiente texto: «English law has quite deliberately not ad-
opted the position of many civil law countries that convictions amount to res
judicata on later civil actions.» DYSON & RANDALL (2015), p. 87.

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3.1.3. Las reglas probatorias de la CEA 1968


De acuerdo con lo anterior, entonces puede señalarse que la CEA 1968,
en lugar de reconocer un efecto vinculante a las sentencias penales sobre los
juicios civiles posteriores, simplemente estableció una inversión de la carga
de la prueba, considerando acreditado el hecho ilícito sobre el cual recayó la
condena penal, si no se prueba lo contrario en el procedimiento civil.

En este sentido, la Sección 11 de la CEA 1968, titulada «Condenas


como evidencia en los procedimientos civiles» («Convictions as evidence
in civil proceedings»), establece en sus párrafos 1 y 2 que:
«(1) En cualquier procedimiento civil, el hecho de que una persona haya sido
condenada, por una ofensa ante o por cualquier tribunal en el Reino Unido
o por una ofensa de servicio en cualquier parte, será (sujeto a la subsección
3) admisible como evidencia con el propósito de probar que ella cometió
esa ofensa, cuando hacerlo sea relevante para cualquier cuestión en aquel
procedimiento, sea que haya sido condenada sobre la base de una decla-
ración de culpabilidad («plea of guilty») o de cualquier otra manera y sea
o no una parte en el procedimiento civil; pero ninguna condena distinta a
una subsistente será admisible como evidencia en virtud de esta sección.
(2) En cualquier procedimiento civil en que, por virtud de esta sección, se
pruebe que una persona ha sido condenada por una ofensa ante o por
un tribunal en el Reino Unido o por una ofensa de servicio: (a) será con-
siderado que ella cometió la ofensa a menos que se pruebe lo contrario;
y (b) sin perjuicio de la recepción de cualquier otra prueba admisible
con el propósito de identificar los hechos en que la condena se basó, los
contenidos de cualquier documento que sea admisible como prueba de
la condena y de los contenidos de la información, reclamo, acusación u
hoja de cargos sobre la que la persona en cuestión fue condenada, serán
admisibles como prueba para ese propósito.»55-56

55 Traducción libre del siguiente texto: «(1) In any civil proceedings the fact that
a person has been convicted of an offence by or before any court in the United
Kingdom or of a service offence (anywhere) shall (subject to subsection (3) below)
be admissible in evidence for the purpose of proving, where to do so is relevant
to any issue in those proceedings, that he committed that offence, whether he
was so convicted upon a plea of guilty or otherwise and whether or not he is a

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Mediante esta sección 11 de la CEA 1968 no sólo se dejó sin efec-


to la regla de inadmisibilidad de las sentencias criminales condenatorias
como prueba en los juicios civiles (establecida en el caso Hollington v
Hewthorn),57 sino que también se estableció una presunción refutable en
los procesos civiles, mediante la cual se considera que la persona acusada
cometió la ofensa por la que fue condenada (en virtud de su sentencia
penal condenatoria), a menos que se pruebe lo contrario.58

De acuerdo con lo anterior, esta sección 11 de la CEA 1968 tendría


por efecto invertir la carga de la prueba, por lo que la parte que deniegue

party to the civil proceedings; but no conviction other than a subsisting one shall
be admissible in evidence by virtue of this section. (2) In any civil proceedings in
which by virtue of this section a person is proved to have been convicted of an of-
fence by or before any court in the United Kingdom or of a service offence —(a)
he shall be taken to have committed that offence unless the contrary is proved;
and (b) without prejudice to the reception of any other admissible evidence for the
purpose of identifying the facts on which the conviction was based, the contents of
any document which is admissible as evidence of the conviction, and the contents
of the information, complaint, indictment or charge-sheet on which the person in
question was convicted, shall be admissible in evidence for that purpose».
56 Esta normativa fue implementada en Inglaterra y Gales como resultado de las
recomendaciones efectuadas por el Law Reform Committee, el cual había pro-
puesto en su Fifteenth Report on the Rule in Hollingtong v Hewthorn, entre otras
sugerencias, que (i) Las condenas penales dictadas por tribunales del Reino Unido
fueran admisibles como evidencia en juicios civiles subsecuentes, sin importar si la
persona condenada fuera parte o no de esos procedimientos civiles; (ii) Las conde-
nas penales no fueran conclusivas sobre la existencia del hecho punible, pero que
la carga de probar la equivocación de la condena recayera en la persona que alegara
este error; y (iii) Las absoluciones no fueran admisibles como prueba de que la
persona absuelta no cometió los actos en cuestión. DEAN (1968), p. 58.
57 Sin perjuicio de lo expresado, téngase presente que se ha señalado que la regla
establecida en Hollington v Hewthorn sigue estando vigente en Inglaterra para
los casos civiles no cubiertos por la CEA 1968. Véase SPENCER et. al. (2019) 182
y Rogers v Hoyle (2014).
58 CAMPBELL (1969), p. 37; ZUCKERMAN (2013), p. 1242; y DYSON & RAN-
DALL (2015), p. 94.

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en un proceso civil la efectividad de que una persona condenada cometió


efectivamente la ofensa por la cual fue condenada (mediante una sentencia
penal condenatoria subsistente) tiene la carga de probar que esto es erra-
do conforme al estándar probatorio del «balance de probabilidades»59 (el
cual también es conocido como el estándar de «preponderancia de proba-
bilidades», «preponderancia de la evidencia» o de «prueba prevaleciente»).

Así lo destacó Lord Diplock en Hunter, al manifestar su desacuer-


do con Lord Denning M.R. en cuanto a que la única manera en que un
demandado podría rebatir la presunción de la sección 11 de la CEA 1968
sería acreditando que la condena penal fue obtenida mediante fraude o
colusión o acompañando evidencia nueva («fresh evidence») que no se
hubiera podido obtener anteriormente con diligencia razonable y que
fuera concluyente sobre la inocencia del condenado. Por ello, Lord Di-
plock habría declarado que «La carga de la prueba de ‘lo contrario’, que
recae sobre un demandado bajo la sección 11, corresponde a la carga or-
dinaria en una acción civil: prueba conforme al balance de probabilidades;
aunque esto comprenda probablemente una tarea cuesta arriba frente a
una condena obtenida después de un juicio completo.»60

En consecuencia, se puede apreciar que, por regla general, las sen-


tencias penales condenatorias no son vinculantes, ni conclusivas para los
juicios civiles ulteriores en el Derecho inglés. Así lo destacó expresamen-
te, por lo demás, Lord Diplock en Hunter, al declarar que «La Sección
11 convierte a la condena en evidencia prima facie de que la persona con-
denada cometió la ofensa por la que fue encontrada culpable; pero no la

59 ZUCKERMAN (2013), p. 1242; NEWARK & SAMUELS (1968), p. 671; CAMP-


BELL (1970), p. 323; DEAN (1968), p. 58; DYSON & RANDALL (2015), p. 96; y
DYSON (2012), p. 324.
60 Traducción libre del siguiente texto: «The burden of proof of «the contrary» that
lies upon a defendant under section 11 is the ordinary H burden in a civil action:
proof on a balance of probabilities; although in the face of a conviction after a
full hearing this is likely to be an uphill task.» HUNTER v CHIEF Constable of
the West Midlands Police and others (1982), p. 544.

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convierte en evidencia conclusiva; al demandado le está permitido por ley


probar lo contrario si puede.»61

3.1.4. Las razones que justifican el establecimiento


de una presunción refutable en lugar de
un efecto vinculante o conclusivo
Atendiendo a la historia de la normativa analizada, cabe destacar
que fue una recomendación expresa del Law Reform Committee que la
sección 11 de la CEA 1968 no convirtiera a las sentencias penales con-
denatorias en una evidencia conclusiva para los juicios civiles ulteriores,
señalándose que la decisión de un tribunal penal inglés sobre una cues-
tión que tiene el deber de determinar es más probablemente acertada que
errada, pero no por ello infalible.62

Por ello, si bien resultaría justificado, en pos de la coherencia y la


economía procesal, establecer una presunción refutable en favor de la
efectividad de que la persona condenada penalmente cometió efectiva-
mente la ofensa por la cual fue condenada, no habría razón suficiente
para establecer una vinculación irrefutable sobre dicha circunstancia, ya
que la condena penal podría resultar equivocada por una serie de razones
y circunstancias propias del proceso criminal inglés. Así, por ejemplo, la
condena penal podría ser errada en atención a que:

(i) La evidencia sobre la cual se basó la decisión del tribunal penal podría
haber sido incompleta (especialmente en procedimientos sumarios
por ofensas menores en que no actúan abogados profesionales);

61 Traducción libre del siguiente texto: «Section 11 makes the conviction prima
facie evidence that the person convicted did commit the offence of which he was
found guilty; but does not make it conclusive evidence; the defendant is permit-
ted by the statute to prove the contrary if he can.» HUNTER v CHIEF Constable
of the West Midlands Police and others (1982), p. 544.
62 DYSON & RANDALL (2015), p. 86.

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(ii) Nueva evidencia podría haber salido a la luz en el procedimiento


civil ulterior;
(iii) La defensa del acusado en el juicio penal podría haber sido inade-
cuada;
(iv) La baja entidad de la sanción penal impuesta podría haber hecho
que no valiera la pena apelar a un tribunal superior para corregir
los errores de hecho y de derecho cometidos por el tribunal penal;
(v) El acusado podría haber admitido su responsabilidad («pleaded
guilty»), particularmente a una ofensa menor, no porque careciera
de defensa, sino que por razones de conveniencia personal (como
ahorrarse tiempo y expensas o evitar revelar algún hecho no cri-
minal embarazoso que podría haber salido a la luz si se hubiera
defendido).63

Atendiendo a estas razones, si bien la Law Reform Committee no


habría pretendido sugerir que las condenas erróneas serían comunes en
el proceso penal inglés, sí habría pretendido plantear que las condenas
penales ocasionalmente «podrían» ser erradas, por lo que una parte de un
proceso civil no debería estar impedida de acreditar que la condena fue
efectivamente equivocada, especialmente cuando dicha parte civil podría
no ser la persona condenada,64 ni haber intervenido en el proceso crimi-
nal anteriormente.

Este último comentario de la Law Reform Committee daría cuenta


que el perjuicio que podría provocar a un tercero la vinculación de una
sentencia penal condenatoria sería también una de las razones que ha-
brían jugado en contra de considerar a una condena penal como conclusi-
va para un juicio civil ulterior.

63 DYSON & RANDALL (2015), pp. 86-87 y 95. Véase también Stupple v Royal
Insurance Co. Ltd. (1971).
64 DYSON & RANDALL (2015), pp. 86-87.

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Del mismo modo parece considerarlo Matthew Dyson, quien, al


criticar antiguas reglas de inadmisibilidad de condenas criminales, tam-
bién habría señalado que el posible perjuicio que podría infligirse a un
tercero explicaría por qué una condena no debería ser conclusiva para un
juicio civil ulterior, pero no por qué debería ser inadmisible.65

De esta manera, puede apreciarse que el Derecho inglés decidió


expresamente que las sentencias penales condenatorias no fueran vin-
culantes para los juicios civiles ulteriores, considerando una serie de cir-
cunstancias que se relacionan con la posibilidad cierta de error por algu-
nas características propias de su proceso criminal en determinadas áreas
(como, por ejemplo, en atención a una falta de contradicción dada por la
existencia de múltiples reconocimientos de culpabilidad por parte de los
imputados y/o en atención a una falta de litigación exhaustiva por la baja
entidad de las sanciones impuestas a los condenados; sumándose a ello la
posibilidad cierta de que los procedimientos civiles involucraran a partes
que no intervinieron en el proceso penal y que no pudieron, por tanto,
influir en su resultado).

Por ello, correlativamente, en atención a que la sección 11 de la CEA


1968 sólo estableció una «presunción refutable», no se apreció problema
alguno con extender la misma a las condenas dictadas en virtud de un
plea of guilty o por cualquier otra razón y con independencia de si la
persona condenada fuera parte del proceso civil o no66 o de si hubiera
intervenido en el proceso penal anteriormente.

De hecho, así lo habría destacado Lord Diplock en Hunter, al indi-


car que la sección 11 de la CEA 1968 resulta aplicable a una serie de cir-
cunstancias en que la justicia requiere que no se impongan grilletes a los
medios mediante los cuáles un demandado podría refutar la presunción
legal de que una persona cometió la ofensa por la que fue condenada por

65 DYSON (2012), p. 313.


66 NEWARK & SAMUELS (1968), p. 671; DEAN (1968), p. 58.

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un tribunal competente,67 como resulta en los casos de plea of guilty o en


que se involucran a terceros que no participaron del proceso penal. Como
destaca Michael Dean, habría sido claramente injusto otorgar un carác-
ter conclusivo e irrefutable a las condenas respecto de terceros extraños
al procedimiento penal, ya que tales no habrían tenido el derecho a ser
oídos, así como tampoco la oportunidad debida para efectuar sus defensas
y apelar de la decisión penal, en caso de ser desfavorable a sus intereses.68

3.1.5. Las distintas reglas que rigen a las absoluciones penales


En contraste con lo que se ha venido señalando respecto de las
condenas penales, en el Derecho inglés una absolución penal no resulta
admisible como evidencia en los procedimientos civiles porque ella no
establece la inocencia del acusado frente al mundo.69

Como señala Mathew Dyson, las absoluciones carecen de todo va-


lor probatorio porque son perfectamente consistentes con que el tribu-
nal penal hubiera considerado que el acusado era «probablemente» cul-
pable.70 El fracaso del órgano persecutor para probar más allá de toda
duda razonable que el acusado era culpable prueba nada de interés para
un proceso civil ulterior.71 Una absolución significaría nada más que el
hecho de que un tribunal penal no alcanzó convicción más allá de toda
duda razonable respecto de la culpabilidad del acusado y no involucraría
una determinación positiva del hecho. Como el estándar de prueba en los
casos civiles correspondería a la preponderancia de probabilidades, una
absolución penal no demostraría que este estándar probatorio no pudiera

67 HUNTER v CHIEF Constable of the West Midlands Police and others (1982), p.
544. Véase también DYSON & RANDALL (2015), p. 95.
68 DEAN (1968), pp. 60-61.
69 SPENCER et. al. (2019), pp. 188.
70 DYSON (2012), p. 319.
71 DYSON & RANDALL (2015), p. 90.

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ser satisfecho.72 Por lo mismo, en forma consistente con lo expuesto, una


absolución no podría impedir que una acción civil basada en los mismos
hechos prosperara.73

Lo anterior también fue expuesto por Lord Diplock en el tantas


veces citado caso Hunter, al declarar que una decisión favorable al acusa-
do no es inconsistente con el hecho de que la misma decisión podría haber
sido en su contra si se hubiera aplicado el estándar de prueba de balance
de probabilidades. Por eso las absoluciones no habrían sido declaradas
admisibles como evidencia en acciones civiles por la CEA 1968.

En contraste con esto último, cabe tener en cuenta que una decisión
contraria a un acusado en un caso criminal requiere satisfacer el más
alto estándar probatorio (correspondiente al de prueba más allá de toda
duda razonable) y es, por tanto, totalmente inconsistente con cualquier
posibilidad de que la decisión no hubiera recaído en su contra si la misma
cuestión hubiera sido decidida en un procedimiento civil. Por ello es que
las condenas penales fueron declaradas admisibles como evidencia en los
procedimientos civiles por la CEA 1968.74

3.1.6. El abuso de proceso como herramienta procesal


para prevenir ataques colaterales injustificados
Conforme a lo expuesto por Matthew Dyson y John Randall,
la CEA 1968 habría establecido un derecho legal para que las partes de
un procedimiento civil pudieran tratar de probar que una condena penal
fue errónea. Sin embargo, esto habría traído aparejada la desventaja de
permitir poner en duda condenas penales antiguas de forma injustificada,
con el potencial riesgo de causar un gran gasto de tiempo y de recursos,

72 DEAN (1968), p. 60.


73 SPENCER et. al. (2019), pp. 220.
74 Hunter v Chief Constable of the West Midlands Police and others (1982), p. 543.

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lo que provocó que se desarrollara un mecanismo procesal para silenciar


estos ataques colaterales a una condena penal a través de la jurisdicción
inherente de los tribunales ingleses para impedir el abuso del proceso.75

Como se señaló más arriba, la jurisdicción inherente de los tribunales


ingleses para prevenir litigios que constituyan un abuso del proceso ha sido
utilizada como una de las herramientas procesales que reconoce el Derecho
inglés para dar vida al principio de finalidad, conforme al cual una sentencia
no debería dejar lugar a un nuevo juicio sobre el mismo asunto o cuestión.
Esta jurisdicción inherente a los tribunales ingleses para evitar el abuso del
proceso fue originalmente establecida en el caso Henderson v Henderson
hace más de un siglo y medio76 y esta herramienta procesal fue utilizada por
primera vez para evitar un ataque colateral a una sentencia penal condenato-
ria mediante un juicio civil en el ya tantas veces citado caso Hunter.77

En este último caso, Lord Diplock habría señalado que el ataque


colateral de una condena penal ante un tribunal de equivalente instancia
jurisdiccional requeriría la presentación de nueva evidencia que cambiara
completamente el aspecto del caso, por lo que al faltar ésta última debería
confirmarse la decisión que descartó las demandas.78

75 DYSON & RANDALL (2015), p. 87.


76 HENDERSON V HENDERSON (1843).
77 HUNTER V CHIEF Constable of the West Midlands Police and others (1982).
De hecho, Lord Diplock declaró expresamente que «este es el primer caso re-
portado en que la decisión final en contra de la que se busca iniciar un ataque
colateral a través de una acción civil ha sido una decisión final alcanzada por un
tribunal de jurisdicción penal». Traducción libre del siguiente texto: «(…) this is
the first case to be reported in which the final decision against which it is sought
to initiate a collateral attack by means of a civil action has been a final decision
reached by a court of criminal jurisdiction». DYSON & RANDALL (2015), p.
542.
78 HUNTER V CHIEF Constable of the West Midlands Police and others (1982), p.
545.

PRINCIPIOS DE JUSTICIA CIVIL JESÚS EZURMENDIA ÁLVAREZ (DIR.) 595


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Sin perjuicio de lo anterior, Matthew Dyson y John Randall


señalan que no todo caso civil en que se pretendiera cuestionar la co-
rrección de una sentencia penal condenatoria subsistente involucraría un
abuso del proceso y que, por tanto, estos casos no deberían simplemente
descartarse sin un juicio sobre el mérito de la causa.79

Por ello, los autores referidos citan con aprobación el caso CXX v
DXX, en donde Spencer J. declaró respecto del abuso de proceso que
80

«(…) el punto de partida debe ser que, sin duda, la sección 11(2) de la Civil
Evidence Act 1968 da al demandado el derecho a cuestionar una condena,
mostrando con evidencia, si puede, que la condena fue errónea. No puede
ser el caso que sea automáticamente un abuso del proceso el buscar hacer
aquello que la ley le permite hacer.»81

Por tanto, Matthew Dyson y John Randall señalan que existen


dos elementos indispensables para estar ante un verdadero caso de abuso
del proceso (como en Hunter); los que consistirían en i) la existencia de
un motivo impropio o ulterior (o más excepcionalmente un caso cuya
prosecusión sería manifiestamente injusta para la otra parte o que podría
provocar una pérdida de reputación a la administración de justicia) y ii)
la inexistencia de evidencia fresca de suficiente calidad para cambiar com-
pletamente el aspecto del caso.82

Por ello, estos autores señalan que, en caso de faltar alguno de los
elementos mencionados y no estar ante un verdadero caso de abuso de

79 DYSON & RANDALL (2015), p. 100.


80 DYSON & RANDALL (2015), p.105.
81 CXX v DXX (2012), párrafo 34. Traducción libre del siguiente texto: «(…) the
starting point must be that section 11(2) of the Civil Evidence Act 1968 un-
doubtedly gives a defendant the right to challenge a conviction by showing on
the evidence, if he can, that the conviction was wrong. It cannot be the case that
it is automatically an abuse of process to seek to do that which the statute per-
mits him to do.».
82 DYSON & RANDALL (2015), pp. 78-79, 99, 101, 104 y 107-108.

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proceso, no podría resolverse el asunto sin atender a su mérito; lo que no


implica que no pudiera dictarse un fallo sumario («summary judgment»)
para resolver inmediatamente el asunto si la prueba de quien impugna
la condena penal no evidencia un real (en lugar de fantasioso) prospecto
de éxito en el juicio conforme al estándar de balance de probabilidades.83

Conforme señalan los autores mencionados, la ventaja de acudir a


la doctrina del abuso del proceso en los casos de ataques colaterales a las
sentencias penales condenatorias es que aquélla permitiría realizar, por su
amplitud y flexibilidad, un ajuste discrecional, matizado y balanceado de
los diferentes valores y factores en competencia (como serían la correcta
alocación de los asuntos entre los tribunales competentes más adecuados,
el reconocimiento de cierta primacía del Derecho penal, la mantención
de la coherencia y de la confianza del público en el sistema de justicia, la
finalización de las disputas judiciales, el reconocimiento de la posibilidad
de error en los juicios y la eficiencia).84

Por tanto, quedaría en evidencia que el sistema inglés no habría


prescindido totalmente de los valores de coherencia y de economía pro-
cesal que sustentan a sus reglas de res judicata, sino que simplemente
habría recortado su campo de aplicación y empleado, en su lugar, la doc-
trina del abuso del proceso para ponderar diferentes circunstancias y de-
cidir matizadamente si resulta procedente una revisión de la declaración
realizada en el proceso penal sobre la comisión del hecho punible por la
persona condenada, a la luz de las finalidades de las acciones civiles inter-
puestas y de la evidencia disponible.

83 DYSON & RANDALL (2015), pp. 79, 105-106 y 108.


84 DYSON & RANDALL (2015), pp. 88-90 y 100.

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3.2. España: La sentencia penal como un efecto vinculante


de cosa juzgada para los juicios civiles posteriores en
casos de declaraciones de certeza positiva y negativa
3.2.1. La cosa juzgada y el efecto vinculante de las sentencias
penales respecto de los juicios civiles en virtud del
artículo 116 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal
En España, la institución de la cosa juzgada tiene una regulación le-
gal expresa en el artículo 222 de la Ley de Enjuiciamiento Civil española
(en adelante, «LECiv»), el cual establece respectivamente en sus párrafos
1 y 4 que:
«1. La cosa juzgada de las sentencias firmes, sean estimatorias o desestimatorias,
excluirá, conforme a la ley, un ulterior proceso cuyo objeto sea idéntico al del
proceso en que aquélla se produjo. (…)
4. Lo resuelto con fuerza de cosa juzgada en la sentencia firme que haya puesto
fin a un proceso vinculará al tribunal de un proceso posterior cuando en éste
aparezca como antecedente lógico de lo que sea su objeto, siempre que los liti-
gantes de ambos procesos sean los mismos o la cosa juzgada se extienda a ellos
por disposición legal.»

Estos párrafos del artículo 222 de la LECiv consagran respectiva-


mente las denominadas funciones negativa y positiva o prejudicial de la
cosa juzgada.

La función negativa de la cosa juzgada consistiría en aquel efecto


que excluye un proceso ulterior sobre un objeto idéntico al resuelto me-
diante una sentencia firme dictada en un proceso anterior suscitado entre
las mismas partes.85

85 DE LA OLIVA (1991), pp. 24-25; DE LA OLIVA (2005), p. 108; TAPIA (2010), p.


221; TAPIA (2000), pp. 207-208; y CALAZA (2009), pp. 217-218.

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En cambio, la función positiva o prejudicial de la cosa juzgada con-


sistiría en aquel efecto que vincula a todos los tribunales de procesos
ulteriores a lo decidido mediante una resolución firme dictada en un pro-
ceso anterior, en tanto lo decidido constituyera un antecedente lógico (o
parte esencial) del objeto del proceso posterior suscitado entre las mis-
mas partes (tomándose la decisión anterior como un indiscutible punto
de partida que no puede ser contradicho).86

Finalmente, cabe tener presente que el efecto de las sentencias pe-


nales sobre los juicios civiles ulteriores se consagra en el párrafo primero
del artículo 116 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal española (en ade-
lante, «LECrim»), el cual establece que:
«La extinción de la acción penal no lleva consigo la de la civil, a no ser que la ex-
tinción proceda de haberse declarado por sentencia firme que no existió el hecho
de que la civil hubiese podido nacer.»

Conforme destaca Núria Reynal, existe una discusión sobre la na-


turaleza jurídica de la vinculación del tribunal civil a la resolución penal
que produce la norma legal citada; habiéndose debatido entre calificarla
como un efecto positivo de cosa juzgada, como una eficacia probatoria o
un efecto de preclusión que excluye la posibilidad de hacer valer en un
juicio civil los hechos declarados inexistentes en un proceso penal.87

Por su parte, Andrés de la Oliva señala que parece innegable la


función positiva o prejudicial de la cosa juzgada penal en el supuesto de
declaración de la inexistencia de un hecho, ya que negar dicha eficacia
prejudicial contrariaría lo dispuesto expresamente en el párrafo primero
del artículo 116 LECrim.88

86 DE LA OLIVA (2005), p. 109; DE LA OLIVA (1991), p. 25; TAPIA (2010), pp. 221
y 226; y TAPIA (2000), pp. 207-208.
87 REYNAL (2006), pp. 454-461. Véase también AGUILERA (2021), pp. 93-94.
88 DE LA OLIVA (1991), pp. 164-165.

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3.2.2. La aplicación del efecto vinculante de cosa juzgada


a las sentencias penales con declaraciones de
certeza negativa y positiva respecto a los hechos
En razón de lo anterior, conforme expone Mercedes Fernández,
resulta claro que, en virtud del artículo 116 de la LECrim, en el Dere-
cho español «La sentencia penal absolutoria que declara la inexistencia
del hecho implica, en pura lógica, que el juez civil deba atenerse a ella
y, en consecuencia, dictar un pronunciamiento igualmente absolutorio,
por cuanto de un hecho inexistente no cabe derivar responsabilidad civil
alguna (art. 116 LECrim).»89

Como también expone Andrés de la Oliva, «La ratio de la norma


citada es ésta: no puede nacer responsabilidad civil sobre la base de un he-
cho que, según la sentencia penal, no se produjo o, lo que es igual, en modo
alguno puede prosperar en un proceso civil una pretensión de resarcimien-
to basada en un hecho que, por haberse declarado inexistente en sentencia
penal, debe considerarse como tal, sin posibilidad de contradicción.»90

En razón de este fundamento, Mercedes Fernández también ha


señalado que a la sentencia penal absolutoria referida «(…) debe asimi-
larse y, por tanto, desplegar el mismo efecto vinculante en sede civil, la
sentencia absolutoria que declara que el acusado no participó en el hecho
delictivo.»91 Así también lo destaca Núria Reynal, al indicar que «Tan-
to doctrina como jurisprudencia coinciden a equiparar, a la declaración
de inexistencia del hecho histórico, la declaración de que el hecho no se

89 FERNÁNDEZ (2018), p. 16. En consecuencia, como sostiene Marien Aguilera,


«(…) si en sentencia penal firme se declara la inexistencia del hecho –cosa, dicho
sea de paso, bastante improbable–, no podrá formularse una acción civil fundada
en ese mismo hecho y, de formularse, el juez civil no podrá fundar su decisión en
el hecho declarado inexistente, habida cuenta de que esta declaración le vincula.»
AGUILERA (2021), p. 42. Véase también REYNAL (2006), pp. 467-468.
90 DE LA OLIVA (1991), p. 165.
91 FERNÁNDEZ (2018), p. 16. Véase también Nieva (2006), p. 236.

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ha cometido por el imputado, pronunciamiento que, consiguientemente


también vincula al juez civil cuando el imputado sea el demandado en el
proceso civil posterior.»92

En contraste, las sentencias penales absolutorias dictadas en virtud


de insuficiencia probatoria sobre la existencia del hecho punible o la parti-
cipación del imputado no producirían un efecto vinculante de cosa juzgada.

Así lo destaca Mercedes Fernández, al sostener que «Ningún efec-


to vinculante puede desplegar la sentencia que resulta inconcluyente res-
pecto de los hechos enjuiciados. Si el resultado del cuadro probatorio ha
de conducir a una sentencia absolutoria penal por imperativo del derecho
a la presunción de inocencia y de no haberse alcanzado el alto estándar
de prueba que le acompaña, su reflejo sobre el proceso civil subsiguiente
no puede ser otro que el de dejar abierta la posibilidad de un nuevo pro-
nunciamiento sobre los hechos que, en presencia de nuevas alegaciones,
de elementos de prueba adicionales, o de principios y reglas en ocasiones
distintas a las que de ordinario se aplican en el orden penal, pueda condu-
cir a una condena civil. Tal situación es perfectamente compatible con la
sentencia penal absolutoria por esta causa, que en modo alguno plantea
problemas de contradicción entre resoluciones (no se puede entrar en
contradicción con una resolución que no dispone nada concluyente res-
pecto de la existencia o inexistencia de los hechos enjuiciados).»93-94

92 REYNAL (2006), pp. 470-471. Véase también AGUILERA (2021), pp. 43 y 97.
Esta última autora encuentra cuestionable esta doctrina atendido a que el artícu-
lo 116 LECrim sería una norma excepcional y, por ende, no susceptible de inter-
pretación extensiva o analógica (además de poner en riesgo el derecho de defensa
de quienes no hayan intervenido en el proceso penal y de mermar la libertad e
independencia de los tribunales en el ejercicio de la jurisdicción).
93 FERNÁNDEZ (2018), p. 17. Véase también REYNAL (2006), p. 471; y AGUILE-
RA (2021), p. 58.
94 Esto explica lo destacado por Sonia Calaza en cuanto a que «(…) la sentencia
penal en la que se declare que la autoría del hecho no puede atribuirse a una
concreta persona, a los efectos de imputarle la responsabilidad criminal, no está

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En el mismo sentido, Marien Aguilera indica que «(…) indepen-


dientemente de la posición que se mantenga sobre la aplicación de están-
dares probatorios en nuestro proceso penal, lo que es inopinable es que
los mismos hechos que en este no superaron el dubium ni adquirieron
por lo mismo la consideración de probados, pueden superar en el marco
de un proceso distinto el umbral de la duda y fijarse como ciertos, positi-
va o negativamente:

Primero, porque en este otro proceso pueden practicarse pruebas


distintas de las practicadas en el proceso penal que arrojen resultados
también distintos.

Segundo, porque en este otro proceso pueden ser aplicables reglas


de fijación de los hechos o de carga y valoración de la prueba distintas de
las que operan en el enjuiciamiento de las conductas delictivas.

En último lugar, porque nada se opone a que las inferencias pro-


batorias extraídas respecto de unos mismos hechos difieran de un juez
a otro, de modo tal que para uno de ellos los hechos resulten dudosos y
para otro plenamente acreditados.»95

Por tanto, «Que el principio in dubio pro reo obligue a despejar las
dudas fácticas en sentido más favorable al acusado e incluso que pueda
determinar el signo absolutorio de la sentencia, no significa que, desde la
perspectiva de los hechos, estos deban tenerse por existentes o inexisten-
tes. La sentencia penal firme no opera una suerte de eficacia constitutiva
respecto de los hechos dudosos. De aquí que, si en el marco de un proceso
diferente (sea penal o de otra clase), los hechos otrora dudosos alcanzan

cubierta, según reiterada jurisprudencia por el efecto positivo de la cosa juzga-


da, ni impide por tanto que los Tribunales civiles puedan valorar las pruebas y
apreciar los hechos nuevamente en el plano de la responsabilidad civil, en el que,
junto al criterio estricto de la autoría material, pueden utilizarse otros elementos
y criterios de imputación.» CALAZA (2009), p. 105.
95 AGUILERA (2021), p. 76.

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el estatus de ciertos, positiva o negativamente, no quepa ver en ello nin-


guna contradicción.»96

Como destaca Andrés de la Oliva, para que se produzca el efecto


vinculante de cosa juzgada de una sentencia penal absolutoria sobre un juicio
civil posterior no basta con que la resolución criminal exprese que los hechos
alegados por las acusaciones no se han probado, sino que sería necesaria una
declaración fundamentada de certeza negativa respecto de los hechos.97

Para explicar bien lo anterior, «(…) bastará con hacer notar que, en sí
mismo, no es igual pretender que el tribunal de un segundo proceso se debe
considerar vinculado por la resolución de una quaestio facti que se ha apoya-
do en la aplicación de una norma sobre carga de la prueba, a la vista de una
actividad probatoria insuficiente o inconducente a la certeza, que propugnar
la vinculación del tribunal de un segundo proceso respecto del juicio fáctico
de certeza positiva o negativa.»98 Y es que mientras la declaración de certeza
positiva o negativa sobre los hechos efectivamente puede transferirse de un
proceso a otro en pos de la coherencia, no sucede lo mismo con la resolución
de un conflicto conforme a las normas de la carga de la prueba por haberse
mantenido la incertidumbre fáctica, ya que estas reglas pueden ser diferentes
entre procesos que atienden a conflictos de distinta naturaleza jurídica.

Como las normas de la carga de la prueba son reglas que tienen por
función evitar el non liquet, imponiendo el riesgo de la incertidumbre
fáctica a una de las partes según la correlativa valoración de los bienes
jurídicos involucrados a cada lado, no existiría incoherencia alguna en
sostener que la incertidumbre fáctica podría jugar en un sentido en el
proceso penal, mientras que ella debería jugar en el sentido opuesto en
el juicio civil (en que están involucrados bienes jurídicos distintos y se
tienen finalidades diversas).

96 AGUILERA (2021), p. 119.


97 DE LA OLIVA (1991), p. 165.
98 DE LA OLIVA (1991), p. 79.

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De este modo, la importancia de atender a la existencia de una de-


claración de certeza sobre los hechos para hacer transferible lo decidido
de un proceso a otro también explicaría por qué la doctrina y la jurispru-
dencia española mayoritarias han extendido el efecto vinculante de cosa
juzgada a las sentencias penales condenatorias, en cuanto tales incluyen
efectivamente una declaración de certeza fáctica positiva sobre la existen-
cia de los hechos y la participación del imputado. En este sentido, Núria
Reynal ha destacado que:
«Si bien no existe ningún precepto legal que establezca algún tipo de vinculación
del juez civil a los pronunciamientos de una sentencia penal condenatoria, doctrina
y jurisprudencia extraen del art 116 LECrim un conjunto de vínculos. Así, en estos
casos, se entiende, con carácter general, que el órgano jurisdiccional queda vinculado
a las afirmaciones fácticas declaradas probadas que definen el tipo penal.
A partir de este enunciado, el alcance de la vinculación de la sentencia penal conde-
natoria se ha concretado en los siguientes extremos. La vinculación del tribunal civil
sí que se produce por lo que respecta a la existencia material del hecho (debe incluir-
se la actividad y el resultado calificado como delito), a la participación material del
condenado, y al elemento psicológico del delito, dado que todo culpable penalmente
también lo es civilmente. Por el contrario, la vinculación del órgano jurisdiccional
civil a la sentencia penal condenatoria no se da respecto de la relación de causalidad,
de la antijuricidad del hecho, ni con relación a la existencia, naturaleza y quantum
del daño indemnizable, ni a la atribución subjetiva.»99

3.2.3. El derecho de defensa como limitación


al efecto vinculante de cosa juzgada
No obstante lo señalado, como ha hecho presente Andrés de la
Oliva, en España no siempre se ha admitido la fuerza vinculante del

99 REYNAL (2006), pp. 466-467. Véase también AGUILERA (2021), pp. 47 y 97-
98. Esta última autora encuentra cuestionable esta doctrina atendido a que el
artículo 116 LECrim sería una norma excepcional y, por ende, no susceptible
de interpretación extensiva o analógica (además de poner en riesgo el derecho
de defensa de quienes no hayan intervenido en el proceso penal y de mermar la
libertad e independencia de los tribunales en el ejercicio de la jurisdicción).

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primer juicio sobre un hecho determinado para evitar cualquier posi-


ble contradicción, ya que ello podría vulnerar el derecho a la defensa y
a la prueba de quién no hubiera sido parte en el proceso penal; además
de prestarse para fraudes en perjuicio de terceros, en especial cuando la
certeza positiva de un hecho se hubiese fundado en el mecanismo de la
admisión de los hechos.100

Como ha señalado el autor referido, «(…) la declaración de certeza


positiva o negativa de un hecho sólo puede plantearse como vinculante si
atañe, en dos procesos, a los mismos sujetos. De lo contrario, uno de ellos,
al menos, podría quedar desprovisto de su derecho a la prueba, en clara
indefensión. Y, como ya ha sido apuntado, la injusticia sería aún mayor
si la determinación judicial de la certeza hubiese sido el resultado de la
admisión de los hechos o de la denominada ficta confessio.»101

En este sentido, Mercedes Fernández también habría señalado


que «La sentencia penal condenatoria vincula al juez civil, que deberá li-
mitarse a determinar el quantum indemnizatorio, siempre que la preten-
sión civil se dirija frente a quien ha sido parte en el proceso penal, pues de
reunir efectos prejudiciales frente a quien no fue parte, se produciría una
injustificada limitación de su derecho de defensa al no haber podido par-
ticipar en el proceso del que trae causa el pronunciamiento inatacable.»102

Relacionando lo expuesto con los principios que fundamentan a


la institución de la cosa juzgada, cabe destacar lo señalado por Marien
Aguilera en cuanto a que el principio de seguridad jurídica no exigiría
una vinculación, ya que, a fin de cuentas, la ulterior resolución no im-
pediría que la sentencia previa desplegara todos sus efectos en el orden
jurisdiccional en el que fue dictada.103 Y, aún cuando se estimara que este

100 De la Oliva (2005), p. 243.


101 De la Oliva (2005), pp. 244-245.
102 Fernández (2018), p. 15.
103 Aguilera (2021), p. 91.

PRINCIPIOS DE JUSTICIA CIVIL JESÚS EZURMENDIA ÁLVAREZ (DIR.) 605


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valor jurídico aconsejara una vinculación, debería tenerse presente que


«(…) la seguridad jurídica no puede sobreponerse al derecho de audien-
cia, como por cierto resulta evidente a la luz de la institución de la cosa
juzgada y sus connaturales límites subjetivos.»104 De la misma manera,
la economía procesal y la coherencia no deberían poder sobreponerse al
derecho de defensa y a la bilateralidad de la audiencia.105

3.3. Estados Unidos de América: La sentencia penal


condenatoria como un supuesto de issue
preclusion para los juicios civiles posteriores
3.3.1. La res judicata y sus efectos de claim
preclusion e issue preclusion
Finalmente, cabe destacar que en los Estados Unidos de América la res
judicata comprende dos clases de efectos distintos de las sentencias judiciales,
consistentes en la claim preclusion (que engloba las reglas del merger y el
bar) y el issue preclusion (también conocido como collateral estoppel).106

El claim preclusion consistiría en el efecto mediante el cual una re-


solución judicial final sobre el mérito de una acción impide a las partes y a
sus relacionadas («privies») volver a litigar sobre los asuntos que ya fueron
planteados o que pudieron haber sido ser planteados con dicha acción.107

El issue preclusion, en cambio, consiste en el efecto mediante el cual


una cuestión particular, («issue») que fue resuelta mediante una resolu-

104 Aguilera (2021), p. 121.


105 Aguilera (2021), p. 122.
106 WRIGHT et. al. (2002), § 4402; y HAZARD et al. (2011), pp. 609-610.
107 Véase HAZARD et al. (2011), pp. 609-610; WRIGHT et. al. (2002), § 4402 y
4406; y VERBIC (2009), p. 3.

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ción judicial final en una primera acción, no puede volver a ser objeto de
litigación cuando la misma cuestión particular surge en una acción pos-
terior basada en una diferente cause of action.108 Como destacan Charles
Wright, Arthur Miller y cía., en contraste con el claim preclusion, las
reglas del issue preclusion no pretenden prohibir la litigación de cuestio-
nes que nunca han sido discutidas o decididas.109

Los requisitos para que resulte aplicable el efecto de issue preclu-


sion son que:

(i) La misma cuestión («same issue») haya estado involucrada en am-


bas acciones;
(ii) La cuestión («issue») haya sido efectivamente discutida («actually
litigated») en la primera acción;
(iii) La cuestión («issue») haya sido efectivamente decidida («actually
decided») en la primera acción;
(iv) La cuestión («issue») haya sido decidida después de una justa y
completa oportunidad para la litigación («full and fair opportunity
for litigation»);
(v) La cuestión («issue») haya sido resuelta por una sentencia final y
válida que haya atendido al mérito o fondo;
(vi) La cuestión («issue») haya sido necesaria («necessary») para resol-
ver la primera acción (exigiéndose por alguna jurisprudencia esta-
dounidense que la cuestión haya ocupado una alta posición en la
jerarquía lógica de las reglas abstractas aplicadas para resolver el
caso en la primera acción);

108 Véase HAZARD et al. (2011), p. 610; WRIGHT et. al. (2002), § 4402 y 4416; y
VERBIC (2009), p. 3.
109 WRIGHT et. al. (2002), § 4416.

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(vii) La litigación ulterior se verifique entre las mismas partes o involu-


cre a terceros que están sujetos al resultado de la primera acción o
que se beneficien de ella;
(viii) El rol de la cuestión («issue») en la segunda acción haya sido previ-
sible («foreseeable») en la primera acción; y
(ix) No existan consideraciones especiales de justicia, autoridad judicial
relativa, cambios de leyes u otras circunstancias relevantes que jus-
tifiquen apartarse de las reglas ordinarias de la preclusión.110

3.3.2. El efecto de issue preclusion de las sentencias


penales sobre los juicios civiles subsecuentes
En el Derecho estadounidense, en contraste con lo ocurrido en In-
glaterra y Gales, se ha reconocido que las sentencias penales condena-
torias pueden producir un efecto de issue preclusion para las acciones
civiles subsecuentes (tanto entre el acusado y el gobierno, como entre el
acusado y privados).111

Pero, en contraste, se ha señalado que las sentencias penales abso-


lutorias raramente proveerían una base para la preclusión, sin perjuicio
de que no se podría descartar absolutamente que ellas pudieran producir
un efecto de issue preclusion en determinados casos.112

Como destaca John Fleming, este tratamiento diferenciado entre


las sentencias penales condenatorias y absolutorias se justificaría, entre
otras razones, por las diferencias entre los estándares de prueba en los
procesos penales y civiles. Como señala este autor, en un juicio criminal,
una sentencia absolutoria no es un pronunciamiento de la inocencia del

110 WRIGHT et. al. (2002), § 4416. Véase también HAZARD et al. (2011), pp. 611-
612, 615-617 y 636-642.
111 FLEMING (1977), passim; y WRIGHT et. al. (2002), § 4474.
112 WRIGHT et. al. (2002), § 4474.

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acusado, ya que la mayor cantidad de las veces la decisión sólo mostraría


que el acusador fracasó en su intento de probar la culpa del acusado más
allá de toda duda razonable. Por ello, nada debería impedir que pudiera
probarse que el acusado absuelto es responsable civilmente bajo un es-
tándar de preponderancia de la evidencia más bajo.113

Por lo mismo, como señalan Charles Wright, Arthur Miller y


cía., las consecuencias preclusivas de una sentencia penal absolutoria di-
ferirían sustancialmente de las de una sentencia criminal condenatoria,
porque ordinariamente la absolución permitiría alegar libremente las
mismas cuestiones discutidas en una acción civil posterior, atendido a que
el fracaso que pudo haberse tenido en el intento de satisfacer el estándar
probatorio de convicción más allá de toda duda razonable en el proceso
penal no demostraría que no pudiera satisfacerse un estándar probatorio
más bajo de preponderancia de la evidencia en el proceso civil.114

No obstante lo anterior, debe tenerse presente que los autores cita-


dos también han señalado que determinadas cuestiones del proceso penal
estadounidense (que no involucran un elemento de la ofensa) pueden re-
querir de una prueba bajo un estándar de preponderancia de la evidencia
o incluso pueden exigir que el acusado asuma la carga de la prueba; por
lo que en estos casos existiría un argumento plausible para sostener que
la preclusión pudiera ser aplicada respecto de estas cuestiones. La razón
fundante de esta solución sería que la preclusión debería ser permitida
cuando es claro que el ente estatal persecutor tuvo una oportunidad justa
y completa para discutir las cuestiones en el proceso penal en una forma
comparable con la oportunidad que tendría disponible en una acción civil
subsecuente.115

113 FLEMING (1977), p. 461. Véase también HAZARD et al. (2011), p. 669.
114 WRIGHT et. al. (2002), § 4474.
115 WRIGHT et. al. (2002), § 4474.

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3.3.3. Las limitaciones del issue preclusion de las


sentencias penales a los juicios civiles en
vista de sus requisitos de aplicación
Sin perjuicio de la aproximación estructural expuesta en el acápite
anterior, también resulta relevante destacar ciertas particularidades del
uso de las sentencias penales como fundamento para invocar el issue pre-
clusion en el Derecho estadounidense, las cuáles se explican por los par-
ticulares requisitos de aplicación de este efecto.

En primer lugar, a la luz del requisito de que el issue preclusion


requiere que las cuestiones hayan sido efectivamente decididas mediante
una resolución final y de mérito, resulta relevante destacar que se ha con-
siderado que las desestimaciones de las acciones penales («dismissals»)
que no adjudican los méritos de las cuestiones comunes estarían clara-
mente fuera del ámbito de la preclusión.116

En segundo lugar, a la luz del requisito de que el issue preclusion


requiere que las cuestiones hayan sido efectivamente discutidas y litiga-
das, así como efectivamente determinadas conforme al mérito del asunto,
también vale la pena destacar que se ha señalado que las sentencias pena-
les condenatorias dictadas en virtud de un guilty plea no producirían el
efecto de issue preclusion.117 Como señala John Flemming, bajo un plea
of guilty no se controvierten cuestiones que requerirían de una deter-
minación mediante una completa rendición de prueba, por lo que no se
configuraría el issue preclusion.118

En el mismo sentido, Charles Wright, Arthur Miller y cía. se-


ñalan que las condenas basadas en un reconocimiento de responsabilidad
no adjudicarían, ni determinarían efectivamente las cuestiones fácticas

116 WRIGHT et. al. (2002), § 4474.1.


117 WRIGHT et. al. (2002), § 4474.1.
118 FLEMING (1977), pp. 460-461.

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necesarias para establecer la culpabilidad y, en consecuencia, no deberían


sustentar un efecto de issue preclusion. Por ello, de la misma forma como
un fallo civil por consenso, estipulación o default no permitiría sustentar
el issue preclusion, este efecto tampoco debería poder sustentarse en un
reconocimiento de culpabilidad («plea of guilty»). La falta de adjudica-
ción efectiva sería fatal para el issue preclusion. Además, se ha señalado
que el miedo a la preclusión en determinados casos de juicios de respon-
sabilidad civil podría negar las ventajas del sistema de plea barganing.119

En tercer lugar, también a la luz del requisito de que el issue pre-


clusion requiere que las cuestiones hayan sido efectivamente discutidas
y litigadas y que su relevancia fuera previsible para un proceso ulterior,
cabe señalar que se ha sostenido que una condena penal tampoco debería
producir issue preclusion si existieron pocos incentivos para efectuarse
una defensa vigorosa por parte del imputado, especialmente si la perse-
cución penal estuvo motivada por una ofensa trivial.

Finalmente, resulta relevante destacar que, desde el precedente de


Bernhard v. Bank of America en 1942,120 el Derecho estadounidense ha
ido abandonado progresivamente en varios de sus Estados el requisito de
mutualidad («mutuality rule»), mediante el cual se exigía que las partes
involucradas en la primera y en la ulterior acción fueran las mismas, su-
jetándose mutuamente a sus efectos (lo que impedía consecuencialmente
que un tercero que no fuera parte de la primera acción pudiera invocar
el efecto de issue preclusion, ya que, en virtud de su derecho al debido
proceso, no era posible sujetarlo al resultado de una litigación en la que
no habría podido ser oído).121

La razón detrás del abandono de este requisito de mutualidad fue


que se consideró suficiente para la aplicación del issue preclusion que la

119 WRIGHT et. al. (2002), § 4474.1.


120 Bernhard v Bank of América (1942).
121 HAZARD et al. (2011), p., 647; y FLEMING (1977), pp. 445, 450 y 453-454.

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persona en contra de quién se aplicara dicho efecto hubiera sido parte de


la adjudicación previa (o hubiera estado relacionada, es decir, «in privity»
con una parte de tal), ya que con ello se habría satisfecho suficientemente
su derecho al debido proceso y a ser oído («day in court») y, por lo mis-
mo, no debería permitírsele relitigar una cuestión que ya habría perdido
previamente.122 No existiría una razón suficiente para exigir adicional-
mente que la parte que invoca el issue preclusion hubiera sido parte de
la litigación previa o hubiera estado relacionada («in privity») con una
parte de ella.123

Este movimiento de la jurisprudencia estadounidense permitió pa-


sar desde un uso defensivo del issue preclusion a un uso ofensivo de este
efecto preclusivo, lo que habría habilitado a actores civiles que no fueron
formalmente partes del proceso penal para impedir que los condenados
por una sentencia criminal pudieran negar la existencia del hecho puni-
ble y su participación en él.124

Como destaca John Fleming, siguiendo lo sostenido en Bernhard v


Bank of America, lo relevante para poder determinar la procedencia del
efecto de issue preclusion consistiría en determinar si la parte en contra
de quien se persigue la aplicación de este efecto tuvo una oportunidad
justa y completa para litigar las cuestiones invocadas y si la aplicación
del efecto referido sería justa bajo las circunstancias específicas;125 lo que
explicaría por qué podría aplicarse generalmente este efecto preclusivo
respecto de los condenados en un juicio penal.

Por ello, Charles Wright, Arthur Miller y cía. destacan que


aunque los terceros pueden invocar los beneficios preclusivos de las de-
terminaciones favorables de una condena penal, ellos no están ordina-

122 HAZARD et al. (2011), pp. 647-648.


123 Bernhard v Bank of América (1942), p. 812; y FLEMING (1977), p. 455.
124 WRIGHT et. al. (2002), § 4474; y FLEMING (1977), p. 459.
125 FLEMING (1977), p. 462. Véase también HAZARD et al. (2011), p. 651.

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riamente sujetos a las determinaciones desfavorables de las sentencias


criminales,126 ya que ellos no habrían podido intervenir en el juicio penal
y, por lo mismo, no podrían resultar vinculados a sus resultados sin in-
fringirse su derecho a ser oídos.

Entonces, como destaca Francisco Verbic, «(…) para determinar


si la doctrina de la issue preclusion resulta utilizable en cualquiera de
sus modalidades (defensiva u ofensiva) por un tercero frente a quien fue
parte en el proceso originario, el punto central está en considerar en qué
medida este último tuvo oportunidad de discutir sobre la cuestión en for-
ma justa y completa durante el desarrollo de la primera causa.

A mi modo de ver, la actual postura frente a la mutuality rule tra-


duce un correcto entendimiento de la garantía de igualdad, tratando de
modo similar a quienes se encuentran en situación similar. Efectuando
un análisis no superficial del problema, puede advertirse que la garantía
no se violenta en lo más mínimo por el hecho de permitir al tercero va-
lerse de la sentencia recaída en el primer proceso, aún cuando tal parti-
cularidad genere un cierto nivel de asimetría entre las partes. Sucede que
las circunstancias del tercero y del sujeto que fue parte en el marco de la
causa primigenia eran distintas: uno no pudo defender sus razones mien-
tras que el otro sí. En razón de ello, resulta plenamente justificable el
(también) diverso tratamiento que se confiere en el marco de una even-
tual segunda causa a los efectos del decisorio por entonces recaído.»127

Estas particularidades del uso de las sentencias penales como fun-


damento para invocar el issue preclusion para las acciones civiles sub-
secuentes parecieran mostrar el balance que se trata de efectuar por el
sistema estadounidense entre, por un lado, la justicia y, por el otro lado, la
coherencia y la economía procesal como valores de la res judicata.

126 WRIGHT et. al. (2002), § 4474.


127 VERBIC (2009), p. 22.

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De este modo, pareciera vislumbrarse que si por cualquier razón


una persona no hubiera tenido los incentivos y la oportunidad legítima
para litigar justa, exhaustiva y completamente una cuestión con plena
conciencia de sus consecuencias y/o el tribunal no hubiera podido efec-
tivamente haber determinado dichas cuestiones después de un juicio con
plena contradicción, entonces no sería posible vincular a las partes a di-
cha decisión, ni beneficiar a terceros con tal vinculación (con lo que se
respetarían las exigencias de la justicia y del debido proceso). En cambio,
cumplidas las condiciones referidas, lo resuelto en la sentencia penal sería
vinculante para las personas que fueron parte del procedimiento que dio
lugar a la adjudicación, incluso frente a terceros que podrían beneficiarse
de ello (con lo cual se reduciría la cantidad de litigación y se protegería el
interés público en prevenir la relitigación de cuestiones ya decididas des-
pués de un juicio justo y completo y en evitar los fallos inconsistentes,128
dándose así preponderancia a la eficiencia, a la economía procesal y a la
coherencia).

4. Conclusiones
Habiendo revisado los principios y valores fundantes de la institu-
ción de la cosa juzgada y sus distintas manifestaciones, así como habien-
do constatado como tres sistemas jurídicos distintos han tratado de dar a
dichos principios y valores una concreción atendiendo a diversas circuns-
tancias, resulta ahora posible obtener nuevas perspectivas para analizar
nuestra normativa sobre la materia.

En primer lugar, resulta relevante constatar que los tres sistemas


jurídicos analizados han dado un valor a la coherencia y a la economía
procesal, estableciendo distintas herramientas procesales para impedir la
contradicción y el malgasto de recursos por parte del sistema de justicia

128 FLEMING (1977), p. 455.

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(ya sea mediante la doctrina del abuso del proceso, el efecto positivo de
cosa juzgada o el issue preclusion).

Por tanto, resulta claro que también nuestro sistema jurídico debe-
ría establecer un efecto vinculante respecto de las sentencias penales para
los juicios civiles posteriores.

Sin embargo, en segundo lugar, resulta relevante constatar que di-


cha vinculación no puede ser siempre absoluta y que, en ciertos casos,
debe permitirse llegar a una determinación fáctica distinta en los juicios
civiles subsecuentes.

En relación con lo anterior, cabe destacar que el respeto al derecho


fundamental al debido proceso (el cual incluye el derecho de defensa, a
ser oído y a la bilateralidad de la audiencia) constituye una preocupación
transversal a los tres sistemas jurídicos analizados, al punto que tales
tomaron en consideración la posibilidad de afectar a algún tercero que no
hubiera tenido la oportunidad de intervenir en el proceso penal como una
razón para negar un efecto conclusivo a las sentencias penales sobre los
juicios civiles (como en el sistema inglés) o para establecer excepciones al
efecto vinculante que las sentencias criminales producen en los juicios ci-
viles subsecuentes (como sucede en el sistema español y estadounidense).

Por lo mismo, al estar también el Estado de Chile obligado a respe-


tar los derechos fundamentales, resulta necesario que el sistema chileno
establezca una excepción que impida que un tercero que no haya tenido
la oportunidad de intervenir en el proceso penal pueda resultar vinculado
a lo establecido en el juicio criminal para los procesos civiles ulteriores.129
Lo más que podría hacer el legislador chileno en estos casos sería esta-
blecer una presunción simplemente legal que fuera refutable (como en el
sistema inglés), por cuanto con ello no se afectaría ilegítima y/o despro-
porcionadamente el derecho fundamental de un tercero al debido proceso
y a la defensa en juicio.

129 Véase una crítica en este sentido en HORVITZ (2016).

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Por otro lado, también es posible constatar que en los tres sistemas
jurídicos analizados se expresó alguna preocupación por impedir que las
sentencias penales emanadas de una base convencional fueran vinculan-
tes para terceros, destacando especialmente los casos del sistema estadou-
nidense e inglés (en que se negó un efecto de issue preclusion y se con-
sideró lo expresado como una razón para sólo establecer una presunción
refutable respectivamente).

Si la coherencia entre las decisiones judiciales que espera el sistema


de justicia encuentra su sustento en la correcta y justa determinación de
los hechos después de un debido proceso desarrollado exhaustivamente
con todas las garantías procesales correspondientes, sólo debiera resultar
justificado establecer una vinculación irrefutable a la determinación fáctica
realizada en un juicio penal cuando efectivamente hubiera existido una
real y completa discusión y determinación de las cuestiones controvertidas.

Por tanto, pareciera aconsejable ajustar la regulación actual de los


efectos de cosa juzgada de las sentencias penales en los juicios civiles
en Chile para desconocer dichos efectos vinculantes en los casos de las
sentencias criminales dictadas en un procedimiento abreviado y de las
sentencias penales adoptadas en un procedimiento simplificado mediante
resolución inmediata por haberse admitido la responsabilidad por el im-
putado.

De todas maneras, siempre podría establecerse una presunción sim-


plemente legal refutable para el juicio civil posterior en virtud de las sen-
tencias penales condenatorias dictadas en estos procedimientos especiales
tras la admisión de responsabilidad criminal por parte del imputado.

Además, cabe destacar que la falta de incentivos para litigar vigorosa-


mente en ofensas triviales (e incluso los propósitos del sistema para incen-
tivar que no exista contradicción en estos casos) podría hacer recomendable
abstenerse de establecer un efecto vinculante en casos de bagatela, como
sucede en el sistema estadounidense y como se consideró en el sistema
inglés para abstenerse de otorgar un efecto conclusivo a las sentencias pe-
nales sobre la existencia del hecho punible y la participación del imputado.

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De esta manera, podría ajustarse la regulación actual de los efectos de


cosa juzgada de las sentencias penales sobre los juicios civiles para descono-
cer dichos efectos en los casos del procedimiento monitorio (en que incluso
se incentiva la falta de contradicción y de litigación) y/o en los procedi-
mientos simplificados de faltas, en que los niveles de litigación no cumplen,
por regla general, con los altos niveles de exhaustividad y vigorosidad que
son necesarios para que una determinación fáctica pudiere contar con una
base cognoscitiva que justificara darle el carácter de vinculante.

De todas maneras, siempre podría establecerse una presunción sim-


plemente legal refutable para el juicio civil posterior en virtud de las
sentencias penales condenatorias dictadas en estos asuntos penales de
bagatela.

Finalmente, cabe destacar que los tres sistemas jurídicos expuestos


han establecido que no resulta justificado otorgar un efecto vinculante
de cosa juzgada a las sentencias penales absolutorias por falta de prueba,
debido a que las distintas reglas de estándares probatorios y de carga de la
prueba mostrarían que podría ser coherente estimar un hecho como «no
probado» para efectos del proceso penal y, en cambio, considerarlo como
«probado» para los efectos del proceso civil.

Como se hizo presente en los tres sistemas jurídicos analizados, la


falta de superación del estándar de prueba más exigente del proceso pe-
nal no implica que no pueda superarse un estándar probatorio menos
exigente en el proceso civil, incluso teniendo en consideración el mismo
conjunto de pruebas. Del mismo modo, que la incertidumbre fáctica haya
favorecido a una parte en el proceso penal no tiene por qué significar que
la misma no pueda beneficiar a la contraparte en un proceso civil con
reglas de carga de la prueba distintas, que pueden imponer el riesgo de la
falta de prueba en una parte diferente.

En lo anterior no existe incoherencia alguna que atente en contra


de los fundamentos de la cosa juzgada. Si bien podría resultar incoheren-
te señalar que un hecho existe y que no existe a la vez, sí resulta perfec-
tamente consistente que frente a un mismo conjunto de pruebas se pueda

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considerar al hecho como «probado» en atención a determinadas reglas


de suficiencia probatoria y de carga de la prueba y que no se considere al
mismo hecho como «probado» a la luz de reglas distintas. Nada habría de
contradictorio entre estos dos fallos.

Distinto es lo que ocurre cuando en el proceso penal se ha deter-


minado con certeza la existencia o inexistencia del hecho punible y la
participación del imputado, en que los tres sistemas analizados presentan
soluciones algo distintas, mostrando su diferente nivel de compromiso
con los valores de coherencia y economía procesal.

Sin embargo, en este punto se estima que el sistema chileno ha


adoptado una opción correcta, optimizando adecuadamente los valores de
coherencia y economía procesal, por cuanto resulta perfectamente justi-
ficado considerar que las sentencias penales condenatorias deben generar
un efecto vinculante respecto de la existencia del hecho punible y de la
participación del imputado.

Cuando se determinan estos aspectos fácticos habiéndose satisfe-


cho un estándar de prueba más exigente y con una serie de garantías en
favor del acusado, no se ve razón alguna para considerar que sería prefe-
rible establecer algo distinto en un proceso civil. De existir nueva eviden-
cia que justificara cambiar la decisión sobre estos aspectos fácticos, lo que
correspondería más bien sería ejercer una acción de revisión para anular
la sentencia penal condenatoria por establecerse claramente la inocencia
del condenado.

Y en cuanto a las sentencias penales absolutorias, también parecería


adecuado privar a aquellas de un efecto vinculante de cosa juzgada sobre
los juicios civiles, salvo cuando ellas se hubieran fundado expresamente
en la inexistencia del hecho punible y/o la falta de participación del im-
putado (sin perjuicio de su responsabilidad por el hecho ajeno o de las co-
sas). Sin embargo, sí se estima que sería recomendable aclarar que estos
casos de excepción sólo deberían resultar aplicables cuando, de haberse
presentado la misma evidencia en el proceso civil, se hubiera llegado al
mismo resultado conforme al estándar de prueba aplicable en cada caso.

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Colección Procesal J.M. Bosch Editor
COLECCIÓN DIRIGIDA POR JOAN PICÓ I JUNOY, CATEDRÁTICO DE DERECHO PROCESAL

1. Los poderes del juez civil en materia probatoria. Abel LLuch, Xavier y Picó i Junoy, Joan (Dirs.), 2003
2. La pretensión procesal y la tutela judicial efectiva. Hacia una teoría procesal del Derecho.
Guimaraes Ribeiro, Darci, 2004
3. Problemas actuales de la prueba civil. Abel LLuch, Xavier y Picó i Junoy, Joan (Directores), 2004
4. La tutela judicial del crédito. Estudio práctico de los procesos monitorio y cambiario.
Picó i Junoy, Joan y Adan Domènech, Federic, 2005
5. Aspectos prácticos de la prueba civil. Abel LLuch, Xavier y Picó i Junoy, Joan (Directores), 2006
6. La prejudicialidad en el proceso civil. Reynal Querol, Nuria, 2006
7. Objeto y Carga de la Prueba Civil. Abel LLuch, Xavier y Picó i Junoy, Joan (Directores), 2007
8. Introducción a la probática. Muñoz Sabaté, Lluís, 2007
9. La cooperación judicial civil y penal en el ámbito de la Unión Europea: instrumentos
procesales. Incluye CD. Jimeno Bulnes, Mar (Coord.), 2007
10. El juez y la prueba. Estudio de la errónea recepción del brocardo iudex iudicare debet
secundum allegata et probata, non secundum conscientiam y su repercusión actual. Picó i
Junoy, Joan, 2007
11. El interrogatorio de partes (Estudios prácticos sobre los medios de prueba - 1). Abel LLuch,
Xavier y Picó i Junoy, Joan (Directores), 2007
12. Análisis práctico del juicio de desahucio por falta de pago. Achón Bruñen, Mª José, 2007
13. Aspectos problematicos en la valoración de la prueba civil. Abel LLuch, Xavier y Picó i Junoy, Joan
(Directores), 2008
14. El interrogatorio de testigos (Estudios prácticos sobre los medios de prueba - 2). Abel LLuch,
Xavier y Picó i Junoy, Joan (Directores), 2008
15. Las costas procesales y las denominadas juras de cuentas. Soluciones a problemas que la LEC
silencia. Achón Bruñen, Mª José, 2008
16. La ejecución judicial civil y sus alternativas en España y México. Hernández Bezanilla, Emma del
Rosario, 2008
17. Tratamiento procesal del allanamiento en el Proceso Civil. Carbonell Tabeni, Joaquín, 2008
18. El interrogatorio de las partes en la Ley 1/2000, de Enjuiciamiento Civil. Abel Lluch, Xavier (Dir.),
2008
19. La ejecución civil privada. Realización por persona o entidad especializada. Estudio del
artículo 641 de la LEC. Cerrato Guri, Elisabet, 2008
20. La ejecución hipotecaria. Adan Domènech, Federic, 2008
21. La prueba pericial (Estudios prácticos sobre los medios de prueba - 3). Abel LLuch, Xavier y
Picó i Junoy, Joan (Directores), 2009
22. La prueba documental (Estudios prácticos sobre los medios de prueba - 4). Abel LLuch, Xavier y
Picó i Junoy, Joan (Directores), 2010
23. La audiencia previa. Abel LLuch, Xavier y Picó i Junoy, Joan (Directores), 2010
24. Las garantías constitucionales del proceso (2ª edición). Picó i Junoy, Joan, 2011
25. Los delitos semipúblicos y privados. Aspectos sustantivos y procesales. Libano Beristain,
Arantza, 2011
26. La prueba electrónica (Estudios prácticos sobre los medios de prueba - 5). Abel LLuch, Xavier y
Picó i Junoy, Joan (Directores), 2011
27. El aprendizaje del Derecho Procesal. Nuevos retos de la enseñanza universitaria. Joan Picó
(Dir.), 2011
28. La aplicación de la Teoría del Caso y la Teoría del Delito en el Proceso Penal Acusatorio.
Benavente Chorres, Hesbert, 2011
29. El aseguramiento de la prueba en el proceso civil y penal. Gil Vallejo, Beatriz, 2011
30. La prueba de reconocimiento judicial (Estudios prácticos sobre los medios de prueba - 6).
Abel LLuch, Xavier y Picó i Junoy, Joan (Directores), 2012
31. La investigación judicial y el control de convencionalidad en el proceso penal: Concepto y
modalidades. Benavente Chorres, Hesbert, 2012
32. Derecho probatorio. Abel Lluch, Xavier, 2012
33. Técnica procesal. 25 años de estudios forenses. Muñoz Sabaté, Lluís, 2012
34. El principio de la buena fe procesal (2ª edición). Picó i Junoy, Joan, 2012
35. La ejecución del laudo y su anulación. Estudio del artículo 45 LA. Ripol, Ignacio, 2013
36. La desnaturalización del proceso. Sánchez Álvarez, Eduardo, 2013
37. La liquidación de cargas en el proceso de ejecución civil. Sabater Sabaté, Josep Maria, 2013
38. La adhesión al recurso de apelación civil. Rodríguez Camacho, Nuria, 2013
39. Principios y garantías procesales. Liber amicorum en homenaje a la profesora Mª Victoria
Berzosa Francos. Picó i Junoy, Joan (Dir.), 2013
40. El secreto profesional del abogado en el proceso civil. Andino López, Juan Antonio, 2014
41. Inspecciones, registros e intervenciones corporales en el proceso penal. Duart Albiol, Juan José,
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42. Las intervenciones telefónicas en el proceso penal. Casanova Martí, Roser, 2014
43. El principio de audiencia. Alfaro Valverde, Luis Genaro, 2014
44. Las diligencias policiales y su valor probatorio. González i Jiménez, Albert, 2014
45. La suspensión de los juicios orales. Pesqueira Zamora, Mª Jesús, 2015
46. El desistimiento en la Ley de Enjuiciamiento Civil. Rueda Fonseca, María del Socorro, 2015
47. La construcción de los interrogatorios desde la teoría del caso. Benavente Chorres, Hesbert, 2015
48. Nuevos horizontes del Derecho Procesal. Libro-Homenaje al Prof. Ernesto Pedraz Penalva.
Jimeno Bulnes, Mar y Pérez Gil, Julio (Coords.), 2016
49. La cuestión prejudicial europea. Planteamiento y competencia del Tribunal de Justicia.
Soca Torres, Isaac, 2016
50. La acción rescisoria concursal. Huelmo Regueiro, Josefina, 2016
51. Aproximación legislativa versus reconocimiento mutuo en el desarrollo del espacio judicial
europeo: una perspectiva multidisciplinar. Jimeno Bulnes, Mar (Dir.), 2016
52. Las excepciones materiales en el proceso civil. De Miranda Vázquez, Carlos, 2016
53. La venta judicial de inmuebles. Sabater Sabaté, Josep Maria, 2017
54. La prueba en el proceso penal. A la luz de la jurisprudencia del Tribunal Supremo,
Tribunal Constitucional y Tribunal Europeo de Derechos Humanos. De Aguilar Gualda, Salud,
2017
55. Lingüística procesal: estrategias discursivas en los juicios españoles. Torres Álvarez, José, 2017
56. La LEC práctica en fichas. Adan Domènech, Federic, 2017
57. Peritaje y prueba pericial. Picó i Junoy, Joan (Dir.), 2017
58. La LEC práctica en fichas. Segunda Edición. Adan Domènech, Federic, 2018
59. La personación procesal ante el juzgado de instrucción y de menores. Valdivielso García,
Yolanda, 2018
60. La preparación del proceso civil: las diligencias preliminares. Castrillo Santamaría, Rebeca, 2018
61. Problemática actual de los procesos de familia. Especial atención a la prueba. Picó i Junoy, Joan
y Abel Lluch, Xavier (Dirs.), 2018
62. La subasta concursal. Huerta García, Rafael, 2019
63.  ribunal Constitucional y fines de la prisión provisional. Evolución de la prisión provisional
T
en España. Alonso Fernández, José Antonio, 2019
64. La aplicación práctica de la segunda oportunidad: problemas y respuestas. Puigcerver Asor,
Carlos y Adan Domenech, Federico, 2019
65. Internamientos psiquiátricos y por razones de salud pública. Aspectos civiles, administrativos
y penales. Pérez Losa, Lluís, 2019
66. La Prueba Digital en el proceso judicial. Ámbito civil y penal. De Aguilar Gualda, Salud, 2019
67. La prueba en acción. Estrategias procesales en materia probatoria. Picó i Junoy, Joan (Dir.), 2019
68. Piero Calamandrei: Vida y obra. Contribución para el estudio del proceso civil. Cruz e Tucci,
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69. El fin de las cláusulas abusivas hipotecarias en la Ley de Crédito Inmobiliario y en la
jurisprudencia del TS y TJUE. Adan Domenech, Federico. 2020
70. La prueba pericial a examen. Propuestas de lege ferenda. Picó i Junoy, Joan (Dir.), 2020
71. Proceso y Principios. Una aproximación a los Principios Procesales. Ríos Muñoz, Luis Patricio, 2020
72. Del sumario como fase a la instrucción como proceso penal. Reflexiones de lege lata y
propuestas de lege ferenda. Libano Beristain, Arantza, 2020
73. La segunda oportunidad de personas naturales en el Real Decreto Legislativo 1/2020,
de 5 de mayo, por el que se aprueba el texto refundido de la Ley Concursal. Puigcerver Asor,
Carlos y Adan Domenech, Federico, 2021
74. La pragmática de la imputación penal. Benavente Chorres, Hesbert, 2021
75. El testimonio como prueba. Una reconstrucción teórica y unitaria de la prueba testimonial.
González Coulon, María de los Ángeles, 2021
76. Reflexión contemporánea sobre la cosa juzgada. Comparación entre modelos de Civil Law y
Common Law. Ezurmendia Álvarez, Jesús, 2021
77. La prueba a debate. Diálogos hispano-cubanos. Picó i Junoy, Joan; Mendoza Díaz, Juan; Mantecón
Ramos, Ariel (Dirs.), 2021
78. La nueva configuración del secreto profesional del abogado. Andino López, Juan Antonio, 2021
79. La enseñanza del derecho en tiempos de crisis: nuevos retos docentes del Derecho procesal.
Picó i Junoy, Joan; Pérez Daudí, Vicente; Navarro Villanueva, Carmen y Cerrato Guri, Elisabet (Dirs.), 2021
80. La conducta procesal de las partes. González Carvajal, Jorge I., 2021
81. La evolución del derecho procesal a la luz de Justicia (40 años de historia). Picó i Junoy, Joan,
2021
82. Principios de Justicia Civil. Ezurmendia Álvarez, Jesús (Dir.), 2021

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