Demanda CONADECUS Con METROGAS FEA MT RT MJO
Demanda CONADECUS Con METROGAS FEA MT RT MJO
Demanda CONADECUS Con METROGAS FEA MT RT MJO
R.U.T. : 75.974.880-8
REPRESENTANTE : Hernán Calderón Ruiz
LEGAL
C.I. : 6.603.659-6
DOMICILIO : Valentín Letelier N°16, comuna de Santiago
1
EN LO PRINCIPAL: Deduce demanda por infracciones a la Ley sobre Protección
de los Derechos de los Consumidores, en defensa del interés colectivo y difuso;
PRIMER OTROSÍ: Deduce demanda de indemnización de perjuicios en defensa del
interés colectivo de los consumidores; SEGUNDO OTROSÍ: En subsidio, deduce
demanda de indemnización de perjuicios en defensa del interés difuso de los
consumidores; TERCER OTROSÍ: Acompaña documentos, en la forma que indica;
CUARTO OTROSÍ: Se ordene notificar la demanda al Servicio Nacional del
Consumidor; y, QUINTO OTROSÍ: Patrocinio y poder.
2
infracciones a la LPC, aplicando las multas procedentes, conforme a los
antecedentes de hecho y de derecho que se exponen a continuación:
SÍNTESIS DE LA DEMANDA
(i) Esta demanda se ejerce en representación de todos los consumidores de gas
natural de METROGAS, en las regiones Metropolitana y VI de O´Higgins, a saber,
cerca de 785.000 personas naturales (y sus respectivas familias) y jurídicas.
Tales consumidores han sido víctimas, desde mediados de 2016 y hasta la fecha,
de una defraudación o fraude civil, consistente en que METROGAS, y su
sociedad relacionada instrumental AGESA, han aumentado artificialmente sus
costos de adquisición del gas natural que suministran a sus clientes, por la vía de
revenderse entre ellas a un precio más caro el mismo gas, en un acto de
“triangulación fraudulenta”.
Tales mayores costos artificiales son luego traspasados subrepticiamente a los
consumidores.
(ii) Esta práctica ilícita ha permitido a METROGAS -con la coautoría de su
relacionada AGESA, a quien creó para utilizarla de “intermediaria” (ambas
controladas por el grupo español Naturgy)-, efectuar cobros indebidos a los
consumidores de aproximadamente US $80 millones por año (cerca de
US $400 millones en el periodo), según un informe reciente de la Fiscalía
Nacional Económica.
Tales cobros indebidos incluyen por cierto todo el período en que el país y los
consumidores han sufrido los devastadores efectos económicos (y de otras
índoles) de la pandemia del Covid-19.
Esto se traduce en que entre un 12% y un 20% de los pagos mensuales que
efectúan los consumidores por el suministro de gas corresponde a cobros
indebidos.
(iii) METROGAS y AGESA han “disfrazado” artificialmente de esta forma sus costos
de adquisición del gas, en directo perjuicio de sus clientes, ocultado sus
verdaderos costos y haciéndoles creer que les cobraban un precio de
mercado. METROGAS y AGESA además entregaron información falsa a los
consumidores sobre los propósitos de algunas de sus maniobras, en
particular, sobre la división de METROGAS para la creación de AGESA y la
separación de sus “líneas de negocios”, induciéndoles a creer que se trataba de
medidas que tenían por objeto aplicar las “mejores prácticas regulatorias de
3
la industria a nivel mundial”, que los beneficiarían, en circunstancias
que su propósito era precisamente el contrario.
Esta triangulación fraudulenta (y, en el Derecho, el “fraude todo lo corrompe”)
importa gravísimas infracciones a la Ley de Protección de los Derechos de los
Consumidores, según se detallará, sin perjuicio de otras eventuales
responsabilidades administrativas, civiles e inclusive penales que pudieren resultar
concurrentes, las que no son objeto de la presente demanda.
(iii) En efecto, la presente demanda se funda únicamente en las
gravísimas infracciones a la Ley de Protección de los Derechos de los
Consumidores en que han incurrido las demandadas y en los cuantiosos
perjuicios causados a los consumidores con dichas infracciones, las que son
autónomas e independientes de cualquier otra especie de responsabilidad, y que
por lo tanto pueden y deben ser sancionadas por S.S. en este procedimiento
especial, sin tener que esperar el pronunciamiento de otras autoridades u
organismos.
(iv) CONADECUS es una asociación de consumidores, la más antigua y de amplia
representación nacional y, en cumplimiento de su deber legal, ha acordado en
sesión de su directorio iniciar esta acción colectiva para detener estas prácticas
ilícitas y perseguir la reparación de esos consumidores, por el grave daño que se
les ha causado, y considerando también que ésta es la única vía efectiva,
actualmente existente, para que puedan acceder a la justicia de forma colectiva y
expedita.
(v) Tal propósito resulta particularmente urgente en esta época de emergencia y
de pandemia, pues a pesar de ello, y de las enormes dificultades económicas
que ha acarreado para las familias chilenas, las demandadas no han tenido en
cuenta ninguna de estas circunstancias cuando han debido optar entre el interés
de los consumidores o maximizar ilícitamente sus ya abultadas ganancias.
(vi) Con esta acción, iniciada en su representación y en su exclusivo beneficio,
podrán todos los consumidores beneficiarse del cese de esas prácticas ilícitas,
aplicándose a las demandadas las multas respectivas, y acceder a la reparación
colectiva oportuna de sus perjuicios (patrimoniales y morales), que de otra forma
difícilmente podrían lograr iniciando separadamente costosos y extensos juicios en
su contra.
4
I. CAPÍTULO PRELIMINAR:
CONSIDERACIONES COMUNES A LA DEMANDA INFRACCIONAL Y A LA
DEMANDA INDEMNIZATORIA
1
Fiscalía Nacional Económica, “Estudio de Mercado del Gas (EM06-2020) del mes de octubre
de 2021”, p. 23. Disponible en línea: https://www.fne.gob.cl/wp-content/uploads/2021/10/2.-
Informe_Preliminar-Gas.pdf
5
engaño a los consumidores sobre los verdaderos motivos de la división de
METROGAS, la creación de AGESA y la supuesta separación de sus líneas de
negocios, y hasta la fecha han ocultado a los consumidores la información sobre sus
verdaderos costos de adquisición de gas natural, haciéndoles creer que los precios
que cobran obedecen a razones de mercado, en circunstancias que dichos precios
se encuentran artificialmente intervenidos y distorsionados por sus maniobras
ilegales.
Así, hacemos presente desde ya a S.S. que esta demanda persigue únicamente
la responsabilidad de las demandadas bajo el estatuto legal de protección
a los consumidores (LPC) y su responsabilidad patrimonial por los daños
causados. Se trata de infracciones autónomas, de competencia exclusiva de
S.S. bajo el procedimiento del Título IV de la LPC y que no requieren de
pronunciamientos de otras autoridades para ser sancionadas. Lo anterior,
desde luego, sin perjuicio de las demás responsabilidades en que puedan haber
incurrido las demandas bajo otras normas o estatutos legales, las cuales no forman
parte de esta demanda.
La demanda se basa principalmente en información pública sobre el mercado del
gas natural obtenida de diversas fuentes, entre otras, el Informe Preliminar titulado
“Estudio de Mercado del Gas (EM06-2020) del mes de octubre de 2021”
(en adelante el “Informe de la FNE”) de la Fiscalía Nacional Económica (en
adelante, “FNE”); en la información contenida en las memorias anuales de
METROGAS y de su accionista controlador, la sociedad CGE Gas Natural
S.A.; en información pública de las empresas GNL Chile S.A. y GNL Quintero
S.A., y en diversas publicaciones, investigaciones periodísticas e información
emanada de la Comisión Nacional de Energía (“CNE”), de la Superintendencia de
Electricidad y Combustibles (SEC) y de otros organismos.
(ii) METROGAS y AGESA
METROGAS S.A.2 es una sociedad anónima cerrada creada en el año 1995, cuyo
giro principal de negocios es la distribución y comercialización de gas natural
por redes. Para desarrollar su giro METROGAS cuenta con diversas concesiones
públicas de distribución de gas, que le han sido otorgadas por Decreto Supremo de
2
La información señalada a continuación se extrae de la memoria primer trimestre 2021 de
METROGAS S.A, información pública disponible en su portal y memoria anual 2020 [disponible en
línea] en http://www.metrogas.cl/empresa/pdf/Estados_financieros_(PDF)_1er_T_2021.pdf y en
http://www.metrogas.cl/empresa/pdf/Memoria_METROGAS_2020.pdf, respectivamente.
6
conformidad con lo dispuesto por el DFL 323 de 1931 y sus modificaciones, que
contiene la LEY DE SERVICIOS DE GAS3.
Actualmente METROGAS abastece de gas natural por redes a un total de 49 comunas
de las regiones Metropolitana4 y de O’Higgins5. Según su Memoria Anual 2020,
METROGAS cuenta con 785 mil clientes.
Sus accionistas son CGE Gas Natural S.A., que a su vez es propiedad del
grupo español Naturgy6, con un 60,17%, y Empresas Copec S.A con un
39,83%. La controladora española Naturgy ingresó a la propiedad de CGE, y a través
de esta a METROGAS, a fines del año 2014, en una operación muy publicitada.
METROGAS es la propietaria de las redes (ductos, cañerías, y otras instalaciones),
por las que se distribuye el gas natural a los consumidores de las zonas en las que
tiene concesión. Por ello (y si bien se conocen estudios financiados por la propia
METROGAS que lo controvierten) en los hechos METROGAS actúa como un
monopolio natural en la distribución y comercialización de gas natural en
sus zonas de concesión, toda vez que en esas comunas (i) no existe otro oferente
de ese tipo de combustible, y (ii) a los consumidores les resulta muy difícil o
imposible reemplazar el suministro de gas natural con algún sustituto.
Piense S.S. en lo complicado que puede llegar a ser instalar, por ejemplo, balones
de gas licuado en un departamento (de los que hay miles surtidos por METROGAS)
o en una casa en la que ya se hicieron las inversiones para recibir gas por cañerías.
La misma compañía relata que “el gas natural corresponde a un bien de consumo
básico, cuya demanda es bastante estable en el tiempo y no es afectada
significativamente por los ciclos económicos. Sin embargo, factores tales como la
3
El artículo 3 de la Ley de Servicios de Gas establece: “Para establecer, operar y explotar el servicio
público de distribución de gas de red, y las redes de transporte de gas de red, las empresas deberán
obtener una concesión de acuerdo a lo dispuesto en el artículo 7, a quienes se les reconocerán los
derechos y se le impondrán las obligaciones señaladas en la presente ley”.
4
En la Región Metropolitana METROGAS tiene concesiones de distribución sobre las siguientes
comunas: Santiago, Buin, Cerrillos, Cerro Navia, Colina, Conchalí, El Bosque, Estación Central,
Huechuraba, Isla de Maipo, Independencia, La Cisterna, La Granja, La Pintana, Lampa, Las Condes,
Lo Barnechea, Lo Espejo, Lo Prado, La Reina, Macul, Maipú, Ñuñoa, Padre Hurtado, Paine, Pedro
Aguirre Cerda, Peñaflor, Peñalolén, Providencia, Pudahuel, Puente Alto, Quilicura, Quinta Normal,
Recoleta, Renca, San Bernardo, San Miguel, San Joaquín, San Ramón, Talagante, Tiltil(con concesión
pero sin redes), Vitacura.
5
En la Región de O’Higgins METROGAS tiene concesiones de distribución sobre las siguientes
comunas Graneros, Rancagua, Machalí, Doñihue, Olivar, Requínoa y Rengo (ambas sin redes), San
Francisco de Mostazal, Codegua.
6
https://www.naturgy.com/conocenos/presencia_internacional/america
7
temperatura (estacionalidad) y el precio del gas natural en relación a otras
alternativas de combustibles, podrían eventualmente afectarla”.
No obstante ello, el 2020 obtuvo considerables ganancias, con un EBITDA
acumulado al 31 de diciembre de 2020 de $117.105 millones y una ganancia de
$52.193 millones.
La otra demandada, APROVISIONADORA GLOBAL DE ENERGÍA S.A. o AGESA,
es una sociedad anónima cerrada que fue creada por METROGAS en el mes de mayo
de 2016 mediante su propia división. METROGAS y AGESA comparten los mismos
accionistas, es decir, AGESA es sociedad relacionada de METROGAS porque ambas
tienen los mismos dueños. Desde su creación en 2016 AGESA se encuentra
integrada verticalmente con METROGAS para el negocio del gas natural,
actuando como su “intermediaria” para subir artificialmente los precios del gas.
Según las explicaciones dadas por METROGAS al momento de su creación, AGESA
se encargaría de la línea de negocios que se denomina “aprovisionamiento de gas”,
que en términos sencillos equivale a actuar de intermediario o comisionista en
la compra y venta de gas natural al por mayor. Según METROGAS, AGESA sería la
encargada de “comprar” el gas natural que METROGAS le vende, a su vez, a los
consumidores (ya veremos cuánto hay de efectivo en esas compras). La realidad es
que METROGAS utiliza a AGESA como una herramienta para abultar artificialmente
sus costos. METROGAS y AGESA comparten oficinas y sus gerentes y ejecutivos
mantienen una muy fluida coordinación.
Es precisamente esta “estructura” de integración vertical, ideada por METROGAS en
el año 2016, la que ha sido objeto de graves cuestionamientos por parte de la Fiscalía
Nacional Económica en su Informe, y constituye el mecanismo del cual se ha
valido METROGAS para aumentar artificialmente sus costos y los precios
que cobra a sus consumidores.
Aún cuando AGESA no se vincula directamente con los consumidores, según la LPC
responde como “proveedor intermediario”, en los mismos términos que
METROGAS, siéndoles aplicables la responsabilidad infraccional y civil que se
demanda, tal como se expondrá en este libelo.
Por último, no podemos dejar de recordar aquí que METROGAS y AGESA
comercializan un bien esencial y de primera necesidad para cientos de
miles de personas, como es el gas natural. Ambas son además empresas
altamente sofisticadas, actualmente controladas por un gigante mundial del
negocio de la energía, como la española Naturgy, por lo que cuentan con amplia
8
información de la industria en la que operan (en feroz asimetría con la escasa
información que manejan sus consumidores e incluso las autoridades llamadas a
regularlos). METROGAS y AGESA no han tenido reparos en poner toda su expertise
y capacidad al servicio de sus ansias de sacar el máximo provecho posible a su
negocio, aunque ello haya significado infringir la ley y cobrarle de más a esos cientos
de miles de consumidores, incluso en tiempos en los que han pasado por duros
aprietos económicos debido a la pandemia por Covid-19.
Por todo ello consideramos que sus conductas deberán ser sancionadas con especial
rigor.
(iii) Consumidores víctimas de las conductas ilegales de METROGAS y
AGESA
Estas acciones se ejercen en representación de todos los clientes de METROGAS
(personas naturales y jurídicas), sin perjuicio de extender además a las familias de
los consumidores personas naturales que, sin adquirir directamente el gas natural,
acceden a dicho combustible como consumidores materiales. En efecto, y según se
expondrá más adelante, en todas las hipótesis antes descritas los consumidores han
sufrido perjuicios de índole patrimonial y/o extrapatrimonial a consecuencia de las
conductas ilegales de las demandadas.
(iv) Representación legal de CONADECUS
CONADECUS tiene legitimación activa para accionar en representación del interés
colectivo y difuso de los consumidores descritos en el apartado anterior, y ella emana
por expreso mandato legal de los artículos 8° letra e) y 51 N°1 letra b) y
siguientes de la LPC.
Como se acredita con los documentos que se acompañan en el tercer otrosí,
CONADECUS es una asociación de Consumidores que existe desde el 16 de
noviembre del 2000, y que cuenta con la debida autorización específica de
su directorio para presentar esta demanda.
La presente acción colectiva es probablemente el único mecanismo efectivo para
que esas víctimas puedan acceder a la justicia y a una reparación adecuada,
considerando los altísimos costos de transacción que envuelve demandar separada
e individualmente, más aún teniendo en cuenta que se enfrentarían a un poderoso
consorcio empresarial, que dispone de todos los recursos para procurarse una
calificada defensa jurídica.
9
En efecto, en el estado actual del derecho chileno, las únicas organizaciones de la
sociedad civil que pueden entablar estas acciones colectivas son las Asociaciones de
Consumidores.
Por último, esta demanda se inscribe también en la línea histórica de actuación de
CONADECUS, en orden a representar a los consumidores en causas de elevado
interés público, y en que están envuelto el compromiso de derechos fundamentales
a través de afectaciones masivas. Así lo ha hecho, por ejemplo, en el caso de
colusión de las farmacias, relativo a la venta de medicamentos para enfermedades
crónicas, en otras acciones por productos defectuosos, y en áreas socialmente
sensibles, como en pensiones, salud y venta de artículos de primera necesidad.
B. APLICACIÓN DE LA LEY N°19.496 A LAS DEMANDADAS Y A SUS
INFRACCIONES A LOS DERECHOS DE LOS CONSUMIDORES
En este capítulo se analizará los argumentos legales, jurisprudenciales y doctrinales
que llevan a concluir, inequívocamente, que la LPC se aplica a las empresas
demandadas.
(i) La LPC es de aplicación general y supletoria en todas las actividades
económicas en las que existe un acto de consumo.
En realidad esta explicación debería ser innecesaria, pues la legislación protectora
de los consumidores es, indiscutiblemente, de aplicación general en todas las
actividades económicas, y respecto de todas las relaciones jurídicas, mientras exista
un acto de consumo, esto es, un destinatario final del producto o servicio de
carácter lego, frente a un proveedor profesional, como ocurre en este caso.
Pero la explicación es pertinente, pues existe una lamentable práctica de muchos
proveedores en los juicios de consumo -particularmente las grandes empresas-, en
orden a insistir majaderamente en que, respecto de su actividad o situación, por
múltiples excusas, la LPC no resultaría aplicable, alegando una especie de
“inmunidad” frente a la protección de los consumidores.
Si bien casi en todos los casos tales alegaciones son rechazadas de plano por los
tribunales, lo cierto es que constituyen una cuestionable técnica de defensa,
que deslinda en la mala fe procesal, que dilata innecesariamente los juicios,
desgasta la actividad jurisdiccional de forma estéril y, sobre todo, posterga la
debida protección de los derechos de los consumidores y su derecho a la
reparación oportuna.
10
Es por esto que las sucesivas reformas de la LPC han intentado poner coto a esas
prácticas, en particular, simplificando el trámite de admisibilidad de las demandas
colectivas -hoy referido a aspectos meramente formales-, de manera de evitar la
innecesaria y perjudicial dilación del conocimiento y resolución del fondo del asunto,
tal como se expondrá más adelante.
Esperamos que las demandadas, entidades que cuentan con los medios para
proveerse una defensa jurídica idónea, no incurrirán en tales prácticas,
particularmente teniendo en cuenta la sensible materia que se discutirá en estos
autos y la urgencia de reparar adecuadamente a los consumidores.
De todas formas, y para una mayor claridad, analizaremos los elementos esenciales
del ámbito de aplicación de la LPC, para acreditar cómo, sin lugar a dudas, se
aplica a las empresas del gas y a las conductas denunciadas en este libelo.
Efectivamente, según se expondrá en esta sección, las conductas en que han
incurrido las demandadas constituyen infracciones susceptibles de ser
sancionadas y reparadas conforme a las normas de la LPC, pues entre éstas
y los consumidores afectados existe una relación de consumo, y se reúnen todos
supuestos de aplicación.
Como se sabe, la relación de consumo, y la aplicabilidad de la LPC, se determina a
través de lo que se denomina el ámbito objetivo y el ámbito subjetivo de
aplicación de la LPC.
El ámbito subjetivo guarda relación con la concurrencia de un “consumidor” y un
“proveedor” en la relación de consumo, mientras que el ámbito objetivo se refiere
a las relaciones jurídicas a las que les resulta aplicable la normativa de protección
de los derechos de los consumidores7.
Adicionalmente, debe tenerse en cuenta el artículo 2 bis de la LPC, que establece su
aplicación a todas las materias no reguladas por las leyes especiales que
normen la respectiva actividad económica del proveedor.
En este caso, concurren estos elementos, por las razones que se exponen a
continuación:
7
Tapia, Mauricio, Protección de consumidores, Revisión crítica de su ámbito de aplicación, Santiago,
Editorial Rubicón Editores, 2 ed., p. 77.
11
(ii) En la especie se cumple el ámbito subjetivo de la relación de
consumo
El concepto de “consumidor”, propio de la ciencia económica, se encuentra
actualmente jurídicamente delimitado y determinado por el artículo 1 N°1 de la LPC,
que lo define en los siguientes términos:
8
Ídem, p. 25.
9
Hernández, Gabriel, y Gatica, María Paz, “Protección del consumidor y responsabilidad civil por
producto o servicio defectuoso”, en Revista de estudios de la justicia, 2019, N°31, pp. 17-43 (p. 23).
También en Barrientos, Francisca, “Comentario. Garantía legal o derecho de opción en el ámbito del
consumo. Requisitos para que opere. Compatibilidad con la garantía convencional o garantía
extendida del proveedor. Corte Suprema, 23 de marzo de 2011, rol N°9357-2010 y Corte de
Apelaciones de Santiago, 30 de noviembre de 2010, Rol N°1700-2010”, en Revista chilena de Derecho
Privado, 2011, N°16, pp. 359-366 (p. 363).
10
Tapia, Mauricio, Protección de consumidores, op. cit., pp. 53 y ss.
12
material) como las normas relativas al derecho a la información, no discriminación,
seguridad, indemnización, educación, dignidad, entre otros11.
En definitiva, es preciso anotar que “la inclusión en el ámbito de protección de
la LPC del denominado ‘consumidor material’ es también pacífico en la
doctrina”12.
En el presente caso, SS. podrá concluir que los consumidores son todos las personas
naturales y jurídicas que adquirieron, o cuando menos, utilizaron y
disfrutaron como destinatarios finales gas natural comercializado por METROGAS,
y que luego se vieron afectados por las conductas defraudatorias de las
demandadas, esto es, tanto las personas que mantienen contratos de suministro
con METROGAS (consumidores jurídicos) como los consumidores materiales,
vale decir, los demás usuarios del gas comercializado por las demandadas, en
especial los miembros de las familias que también se han visto perjudicados por la
conducta de las demandadas.
Como se expondrá, esto es particularmente relevante para el cálculo de las multas
e indemnizaciones que se solicitan en esta demanda, pues ellas deben tomar en
consideración, por mandato expreso legal, tanto a los consumidores jurídicos como
a los materiales.
En segundo lugar, el artículo 1 N°2 de la LPC ha definido a los “proveedores”,
también de forma amplia, como:
11
Momberg, Rodrigo “Artículo 1 N°1”, en La protección de los derechos de los consumidores.
Comentarios a la Ley de protección de los derechos de los consumidores (Barrientos, Francisca
(coord.)), Santiago, Thomson Reuters, 2013, pp. 1-16. (pp. 7-9).
12
Tapia, Mauricio, Protección de consumidores, op. cit., p. 86.
13
Ibídem, p. 59.
13
La jurisprudencia se ha manifestado a favor de una noción amplia de
proveedor14.
En el presente caso, S.S. podrá advertir que METROGAS es una persona jurídica,
que desarrolla habitual y profesionalmente el expendio de gas natural a los
consumidores, por el que cobra un precio o tarifa, verificándose en consecuencia
todos los requisitos que la LPC establece para calificarla como proveedora, como
reiteradamente por lo demás lo ha confirmado la jurisprudencia, por lo que sobran
más explicaciones.
Por otra parte, METROGAS utiliza además a AGESA, también emplazada en esta
demanda, para triangular y aumentar artificialmente sus costos, actuando como
“intermediario” en la prestación de los servicios de suministro de gas.
Es evidente que en este caso la relación jurídica “directa” o “inmediata” con los
consumidores existe con METROGAS, con quien los usuarios celebran el contrato de
suministro. Pero la intermediación de AGESA en la cadena de suministro de GNL
“aguas arriba”, la transforma, igualmente, en un proveedor, porque así lo prescribe
expresamente el texto de la LPC.
En efecto, el artículo 43° de la LPC dispone: “El proveedor que actúe como
intermediario en la prestación de un servicio responderá directamente frente
al consumidor por el incumplimiento de las obligaciones contractuales, sin
perjuicio de su derecho a repetir contra el prestador de los servicios o terceros que
resulten responsables”.
Así lo ha confirmado, por demás la jurisprudencia, afirmando que “su rol de
intermediador no la exime de las obligaciones propias de los proveedores15”.
Esta regla es confirmada por la propia definición de “proveedor”, ya expuesta, que
hace comprensiva en tal calidad las actividades de “importación” y “distribución”
(incluso mayorista), que son típicamente actividades de intermediación (art. 1 Nº2
LPC). Por demás, la acción por “interés difuso”, que se interpone subsidiariamente
en el segundo otrosí de esta presentación, precisamente se consagró en la LPC para
perseguir la responsabilidad infraccional y civil de un proveedor que no tenga una
relación contractual directa con los consumidores (como es el caso de AGESA), por
lo que también por esa vía se confirma la legitimidad pasiva de esta última.
14
Ibídem, p. 65.
15
Ver sentencias citadas en: Ibídem, pp. 65-66.
14
Así, resulta indudable que AGESA ostenta la calidad de proveedor intermediario,
pues participa en el proceso de suministro de GNL a los consumidores, producto de
la triangulación ideada por las demandadas.
A mayor abundamiento, S.S. podrá también concluir, conforme al “principio de
realidad” (aplicable en del derecho de consumidores), que siendo METROGAS y
AGESA empresas relacionadas, surgidas instrumentalmente de una oportunista
división, y que pertenecen a los mismos dueños, ellas configuran en realidad un solo
ente o proveedor respecto de sus consumidores.
Por lo demás, sostener lo contrario, esto es, de que por alguna razón AGESA no
ostentaría la calidad de proveedor -interpretación que esta parte rechaza
categóricamente-, equivaldría a otorgar efectos a la maquinación fraudulenta
fraguada por las demandadas, permitiéndoles eludir total o parcialmente de sus
obligaciones frente a los consumidores fruto de sus maniobras, solución que el
derecho chileno repudia categóricamente, como se explicará latamente en la sección
de derecho de esta demanda principal.
En síntesis, tanto Metrogas como AGESA son calificados por la LPC como
“proveedores”, siéndoles a ambos aplicables las multas e indemnizaciones que se
solicitan en esta demanda.
Se configura de esta forma el ámbito subjetivo de la relación de consumo, primer
requisito para la aplicación de la LPC.
(iii) Cumplimiento del ámbito objetivo de la relación de consumo
En la especie se verifica también el ámbito objetivo de la relación de consumo,
esto es, una relación jurídica de aquellas reguladas por la LPC, en particular, por ser
un acto jurídico oneroso y mixto o, cuando menos, conexo a él.
No cabe duda que los contratos de suministro de gas natural que Metrogas mantiene
con sus clientes, personas naturales y jurídicas, y las compraventas de gas natural
que tienen lugar al amparo de esos contratos son actos jurídicos onerosos.
Respecto a la onerosidad del acto existe además amplio consenso en la doctrina
en relación a que, cuando la LPC se refiere a un “acto jurídico oneroso”, lo que
importa es la onerosidad del acto principal16 y, en consecuencia, la protección
de la LPC se extiende sobre aquellos actos o usos gratuitos conexos, como
16
Ibídem, p. 37.
15
ocurre con el uso del gas natural que hacen todos los integrantes del grupo
familiar de la persona que mantiene el contrato con METROGAS.
En efecto, y como SS. bien sabe, el objetivo de la LPC es proteger al destinatario
final de un producto o servicio contra los abusos o infracciones que pueda cometer
un proveedor, independiente de las circunstancias que puedan llegar a mediar en
esta relación.
De ahí, que tanto la ley como la jurisprudencia hayan acogido la noción de
“consumidor material” y una noción amplia de “proveedor”, como se expuso.
En nuestro caso, en el que algunos de los consumidores afectados hayan accedido
al uso de gas natural como usuarios y otros paguen por ello, no quita el
hecho de que todos sean consumidores, o que las empresas del gas sean
proveedoras, y que la relación entre ambos es una relación de consumo.
En definitiva, SS. podrá concluir que, en la especie, aun cuando algunos de los
consumidores afectados hayan accedido al uso de gas natural sin pagar
directamente un precio, su utilización y goce está indefectiblemente
vinculada a la contratación onerosa con las demandadas, que han hecho
otros consumidores, precisamente, en su beneficio.
Por otra parte, de conformidad con el artículo 2 de la LPC, la ley también es aplicable
a los actos de carácter mixto:
Para calificar un acto como mercantil se requiere acudir a la enumeración del artículo
3 del Código de Comercio, en este caso, METROGAS comercializa gas a cambio de
un precio, por lo que inequívocamente el acto es mercantil para ella. Adicionalmente,
hay actos que por mandato legal son siempre mercantiles. Ejemplo de este
último caso se encuentra el artículo 2064 de nuestro Código Civil, que dispone:
“Art. 2064. La sociedad anónima es siempre mercantil aun cuando se forme para la
realización de negocios de carácter civil”.
METROGAS es una sociedad anónima, por lo que sus ventas son siempre de
carácter mercantil. Respecto de los consumidores la compra de gas natural es
16
indefectiblemente de naturaleza civil. En consecuencia, nos encontramos ante
“actos mixtos”.
Queda así demostrado que en la especie también se reúnen los requisitos del
ámbito objetivo para la aplicación de la LPC.
(iv) Aplicación de la LPC por incidir este caso en materias no reguladas
por leyes especiales. Correcto sentido y alcance del artículo 2 bis de la
LPC.
En Chile no existe una regulación particular para la importación de gas natural, ya
sea que la importación se haga en estado de gas natural licuado (GNL) que se
transporta en barcos, o de gas natural en estado gaseoso, como el que se importa
desde Argentina a través de gasoductos.
La regulación existente se aplica a las etapas de transporte y distribución y está
contenida en la Ley de Servicios de Gas, DFL Nº 323 de 1931 del Ministerio del
Interior, reformada entre otras por la Ley Nº20.999 de 2017, y que en consecuencia
es aplicable a las demandadas.
Sin embargo, esas disposiciones especiales no regulan la imposición de
sanciones por infracción a los derechos de los consumidores, ni
contemplan procedimientos colectivos para la reparación íntegra de los
consumidores, a diferencia de la LPC que los establece expresamente.
Por esta sencilla razón, las disposiciones de la LPC son inequívocamente aplicables
a las demandadas, tal como dispone su artículo 2 bis:
17
incumplimiento de una obligación contraída por los proveedores, siempre que no
existan procedimientos indemnizatorios en dichas leyes especiales”.
17
Ibídem, pp. 99 y ss; y De la Maza, Iñigo, “Lex Specialis: Sobre el artículo 2˚ bis de la Ley 19.496”
en Revista de Derecho N˚247, Universidad de Concepción, 2020.
18
Historia de la Ley N°19.496. Segundo Trámite Constitucional. Senado. Segundo Informe Comisión
de Economía, p. 523.
19
Historia de la Ley N°19.496. Trámite Comisión Mixta. Informe Comisión Mixta, p. 1045- 1050.
20
Historia de la Ley N°19.955. Primer Trámite Constitucional. Mensaje Presidencial, p. 5 y 6.
18
el artículo anterior se refiere a las materias que quedan sujetas a la LPC. En
consecuencia, el nuevo encabezado es consistente con ello, pues establece la regla
general de que no están sujetas a la LPC las actividades reguladas por leyes
especiales (salvo la contra excepciones, que ya se indicarán).
Por otra parte, mientras en la redacción original sólo se establecía dicha aplicación
en las materias no previstas por la LPC (letra a), el texto vigente incorpora dos
hipótesis adicionales, referidas a las acciones por interés colectivo o
difuso y al procedimiento indemnizatorio (letras b y c).
Como se ha sostenido, “la modificación incorporada por la Ley N°19.955, al trasladar
el contenido del inciso final del artículo 2° original al nuevo artículo 2° bis y al intentar
ampliar las hipótesis de aplicación de la LPC en lo que respecta a materias reguladas
por leyes especiales, tuvo el efecto de convertir inequívocamente esta
normativa en supletoria respecto a las hipótesis enumeradas y otorgar a
los consumidores la protección de la LPC, incluso en tales ámbitos dotados
de regulación especial.
Es del caso recordar que esta ley modificatoria es la misma que incorporó la
protección de los intereses colectivos o difusos del consumidor. Por último, cabe
también tener presente que la Ley N°19.955 también agregó, como facultad del
SERNAC, la de velar por el cumplimiento de las normas establecidas en leyes
especiales que tengan relación con los derechos de los consumidores (art. 58° letra
g inc. 2° LPC)21.
En síntesis, esta reforma transformó en “supletoria” la LPC respecto de
actividades reguladas por leyes especiales, que en consecuencia es siempre
aplicable en las materias que señalan los literales a), b) y c).
Por consiguiente, la LPC se aplica a todas las materias descritas en el artículo 2, con
las excepciones que refiere la misma norma, pero se aplicará en todo evento,
conforme lo indica el artículo 2 bis, en lo relativo a: a) Las materias que las leyes
especiales no prevean; b) El procedimiento en las causas en que esté
comprometido el interés colectivo o difuso de los consumidores o usuarios, y el
derecho a solicitar indemnización mediante dicho procedimiento; y, c) Al derecho
del consumidor para recurrir en forma individual, conforme al procedimiento que
esta ley establece, ante el tribunal correspondiente, a fin de ser indemnizado de
todo perjuicio originado en el incumplimiento de una obligación contraída por los
21
Tapia, Mauricio, Protección de consumidores, pp. 100-101.
19
proveedores, siempre que no existan procedimientos indemnizatorios en dichas
leyes especiales.
Ello también es así, toda vez que “los casos de actividades regidas por legislación
especial se reducen esencialmente a que en la mayoría de los casos dicha legislación
no contempla normas que concedan al consumidor la indemnización
íntegra de los perjuicios sufridos como consecuencia de la conducta del
proveedor, sino tan sólo sanciones administrativas o pecuniarias para este
último”22, como en el presente caso.
Así también lo ha resuelto la jurisprudencia. Por ejemplo, en el fallo de la Corte de
Suprema, de 5 de enero de 2009, se sostiene que: “se trata de un derecho normado
en esta ley para un servicio que tiene regulación en leyes especiales, pero que en
el caso de afectar el interés colectivo o difuso de los consumidores y su
derecho a solicitar indemnización, debe recibir aplicación el mismo
procedimiento que contempla la Ley N° 19.496, según lo ordena el artículo 2°
bis antes citado, pero que no son de competencia del juez de policía local de acuerdo
a lo que ordena el artículo 50 A, sino que del juez civil”23.
Esa es, evidentemente, la interpretación correcta y coordinada de ambas
disposiciones, de modo que, conforme lo dispone el inciso 1˚del artículo 22 del
Código Civil, haya una debida correspondencia y armonía entre cada una de las
partes de una misma ley.
A la misma conclusión ha de arribarse si se recurre a la intención o espíritu de la
LPC conforme al inciso 2˚ del artículo 19 del Código Civil, o bien, al espíritu general
de la legislación y a la equidad natural, conforme al artículo 24 del Código Civil,
especialmente considerando que la finalidad de la LPC que es proteger al
consumidor (principio pro consumidor).
Queda así demostrado, conforme a una interpretación razonada de las disposiciones
antes examinadas, que la LPC resulta aplicable, en lo pertinente para esta
acción colectiva, a la comercialización de gas natural, en todo aquello que:
a) No ha sido previsto por las leyes especiales que regulan la materia, tal como
ocurre con las infracciones establecidas por la LPC; 24 y, b) En lo relativo al
procedimiento en las causas en que esté comprometido el interés colectivo o
22
Ibídem, p. 80.
23
C. Suprema, 5 de enero de 2009, Rol 5478-2008, C. 8°, énfasis agregado.
24
Momberg, Rodrigo, “Artículo 2 bis”, op. cit., p. 78.
20
difuso de los consumidores, queda por establecer cómo es efectivo que, en el
presente caso, debe aplicarse la LPC respecto a esas materias.
(v) Aplicación de la LPC a las causas en que esté comprometido el interés
colectivo o difuso y el derecho a solicitar indemnización
Como señalamos, la normativa especial aplicable a los distribuidores de gas natural
por redes no regula el derecho a solicitar judicial y colectivamente la sanción
(multas) y la indemnización de perjuicios a favor de los consumidores afectados por
(conducta ilícita), que sí está regulado en la LPC.
Por lo tanto, LPC resulta plenamente aplicable a las distribuidoras de gas
natural en esas materias.
Así lo ha resuelto la Corte Suprema en casos similares. En sentencia de 23 de julio
de 2014, señaló respecto a una acción infraccional contra una empresa sanitaria
que: “La referencia que hace la ley al procedimiento en las causas en que esté
comprendido el interés colectivo o difuso de los consumidores o usuarios, revela de
manera inconcusa que aun respecto de servicios regulados en leyes
especiales, como el de suministro de agua potable, igualmente resulta
procedente aplicar las sanciones que establece la ley 19.496 que fueren del
caso, pues el procedimiento en las causas en que esté comprendido el
interés colectivo o difuso de los consumidores o usuarios por cierto incluye
la posibilidad de aplicar sanciones, afirmación que surge con nitidez de lo
dispuesto en el artículo 53 C de la ley"25.
La justificación de los procedimientos colectivos está dada, como se sabe, por la
circunstancia que en muchos casos el monto de los daños causados
individualmente a cada consumidor desalientan acudir a los tribunales de manera
individual, pero analizada en el conjunto la conducta ilícita es de grandes
magnitudes, tal como ocurrió en el caso SERNAC con CENCOSUD, donde el daño
para cada consumidor se tradujo en un aumento unilateral de $50 (cincuenta pesos)
en el cobro de comisiones, pero que en su conjunto significó un enorme daño (y un
enorme beneficio para los infractores). Lo mismo puede sostenerse en el caso de la
colusión del papel higiénico.
El procedimiento especial colectivo tiene por lo demás la particularidad de que su
legitimación activa ad processum es esencialmente restringida, ya que está
entregada, de manera exclusiva, a ciertas y determinadas entidades y personas (el
25
C. Suprema, 23 de julio de 2014, Rol 9025-2013, CL/JUR/4750/2014, C. 16°.
21
SERNAC, ciertas Asociaciones de Consumidores y a un conjunto de 50
consumidores), y sólo para el evento que se trate de un hecho de tal magnitud que
comprometa el interés colectivo o difuso de los consumidores, como ocurre en el
presente caso.
En síntesis, es necesario concluir que se cumple plenamente respecto de METROGAS
y AGESA los requisitos para estimar aplicable la LPC, tanto en cuanto a sus
infracciones como en las indemnizaciones que establece mediante el procedimiento
colectivo.
C. PROCEDIMIENTO APLICABLE E INTERÉS COLECTIVO Y DIFUSO
El procedimiento colectivo, por interés colectivo y difuso, es una figura relativamente
novedosa en nuestro derecho, que además ha sido objeto de importantes
modificaciones que es conveniente brevemente revisar.
(i) Acciones en defensa del interés colectivo y difuso
El artículo 50 de la LPC establece en términos generales el objeto de las acciones
(individuales y colectivas) en materia de protección de los derechos de los
consumidores, en los siguientes términos:
“Las denuncias y acciones que derivan de esta ley se ejercerán frente a actos o
conductas que afecten el ejercicio de cualquiera de los derechos de los
consumidores.
El incumplimiento de las normas contenidas en la presente ley dará lugar a las
denuncias o acciones correspondientes, destinadas a sancionar al proveedor que
incurra en infracción, a anular las cláusulas abusivas incorporadas en los contratos
de adhesión, a obtener la prestación de la obligación incumplida, a hacer cesar el
acto que afecte el ejercicio de los derechos de los consumidores, o a obtener la
debida indemnización de perjuicios o la reparación que corresponda”. (incisos 1º y
2º).
De tal regla se deduce que las acciones en materia de consumo persiguen, entre
otros objetos, sancionar las infracciones a la LPC y reparar los daños causados a
los consumidores, que son precisamente los propósitos de las acciones que se
ejercen en esta presentación.
Asimismo, la misma norma establece que las acciones de tutela del interés de los
consumidores pueden ejercerse a título individual o en beneficio del interés
colectivo o difuso.
22
“El ejercicio de las acciones puede realizarse a título individual o en beneficio del
interés colectivo o difuso de los consumidores” (inciso 3º).
Así, este artículo establece expresamente que las acciones destinadas a sancionar
las infracciones del proveedor y obtener la debida indemnización o reparación,
que son las acciones que se ejercen en este libelo, pueden interponerse
mediante acciones colectivas.
Las acciones colectivas constituyen la forma más efectiva de ejercicio de los
derechos de los consumidores, particularmente para perseguir la sanción y
reparación de daños masivos como los de la especie.
Como se sabe, las acciones en defensa del interés colectivo y difuso de los
consumidores están sistemáticamente reguladas en la LPC, en particular, en sus
artículos 50 y siguientes.
Esta regulación especial se funda, ante todo, en la situación de abierto
desequilibrio que existe entre el proveedor y el consumidor, que es la justificación
de la existencia del orden público de protección de los consumidores y que como se
señala, se manifiesta profundamente en el mercado del gas.
Efectivamente, esta especial protección obedece a que el legislador entiende que las
asimetrías existentes en las relaciones de consumo -entre un proveedor
profesional y un consumidor lego-, no permiten una negociación contractual en
igualdad de condiciones, pero tampoco permiten el ejercicio judicial de los
derechos en igualdad de condiciones, esto es, el acceso efectivo a la
justicia.
Por ello, la Corte Suprema ha afirmado, en términos generales, que la LPC “persigue
proteger a los consumidores y usuarios ante el estado de inferioridad en que por
regla general se presentan ante los proveedores de bienes y servicios”26, esto es,
frente a una “asimetría contractual donde es descollante la posición dominante
del proveedor”27.
Y ese estado de inferioridad o de asimetría es enmendando por la LPC mediante una
protección del consumidor en la negociación contractual (en esencia, mediante la
proscripción las cláusulas abusivas), y a través del reconocimiento de acciones
26
Corte Suprema, 27 de diciembre de 2019, Rol N°114-2019 (C˚. 5) y también Corte Suprema, 15
de abril de 2019, Rol N°5363-2018 (C°. 4).
27
Corte Suprema, 29 de agosto de 2019, Rol N°8735-2018 (C°. 11).
23
colectivas que les permiten el ejercicio efectivo y oportuno de sus derechos, y
un real acceso a la justicia.
En efecto, la consagración en la LPC de las acciones supraindividuales responde a
un fenómeno mundial, de promoción de acceso a la justicia de los intereses
colectivos, mediante acciones judiciales a cargo de organizaciones intermedias
(Asociaciones de Consumidores), que representan a quienes, de manera individual,
no pueden defenderse ni ejercer sus derechos en atención a los altos costos de
transacción que ello envuelve28.
La transcendental función de esta clase de acciones ha sido puesta de relieve por
la Corte Suprema, quien ha sostenido que “el principio de pro participación de los
consumidores organizados legalmente, en defensa de los intereses
anteriormente aludidos, el cual, no sólo se debe reconocer y permitir, sino que,
además, privilegiar, fomentar y ampliar, mediante una interpretación progresiva
y no restrictiva”29.
Asimismo, la Corte Suprema ha afirmado al respecto que “la protección jurídica de
los consumidores es un fenómeno innegable en la realidad legislativa de los últimos
decenios en varios países, movimiento dentro del cual se han desarrollado
mecanismos procesales para resguardar los denominados intereses
supraindividuales, difusos o colectivos, cuyas manifestaciones más evidentes
se presentan en el ámbito de la defensa de los derechos de los consumidores. Este
derecho apunta a reconocer el rol que los consumidores tienen en la economía,
amparándolos ante problemas tales como la publicidad engañosa, la
responsabilidad por productos defectuosos o la imposición de cláusulas
abusivas”30.
Cabe mencionar, para los efectos de este caso, que la Corte Suprema ha resaltado,
precisamente, el rol que tienen estas acciones colectivas en la protección que
brindan a los consumidores, entre otros, en casos de publicidad engañosa o
errónea, o de cláusulas abusivas, pues en estas materias se presentan los más
elevados costos de transacción y barreras para entablar acciones individuales.
28
Romero, Alejandro, “Aspectos procesales de las acciones para la protección de los consumidores”,
en Corral, Hernán, Derecho del consumo y protección al consumidor: estudios sobre la Ley Nº 19.496
y las principales tendencias extranjeras, Santiago, Cuadernos de Extensión, Universidad de Los
Andes, 1999, p. 311.
29
Corte Suprema, 1 de junio de 2009, Rol N°1297-2008 (C°. 8).
30
Corte Suprema, 9 de julio de 2018, Rol N°4065-2018 (C°. 6).
24
Como se ha destacado en la doctrina nacional, las acciones colectivas son “un
vehículo procesal que busca conciliar dos extremos. Por un lado, la necesidad de
asegurar el real cumplimiento al acceso a la justicia a cientos o miles de
ciudadanos afectados por un mismo o una serie de sucesos conectados, como se
indicó previamente. Por otro, la necesidad de asegurar que ese acceso a los
tribunales suponga el respeto al debido proceso de cada uno de ellos”31.
(ii) Interés colectivo y difuso de los consumidores víctimas
En general, las acciones colectivas o supraindividuales han sido definidas como
aquellas “promovidas por un representante (legitimación colectiva), para proteger
el derecho que pertenece a un grupo de personas (objeto del litigio), y cuya
sentencia obligará al grupo como un todo”32.
La LPC ampara, mediante estas acciones supraindividuales, tanto al interés
colectivo como al interés difuso de los consumidores. La lesión de alguno de
estos intereses es el supuesto, como se ha adelantado, del ejercicio de cualquier
acción colectiva.
Por una parte, los intereses colectivos de los consumidores son aquellos que
atañen a grupos delimitados, cuyos miembros están determinados o, al menos, son
susceptibles de determinar, y se encuentran ligados con un proveedor por un vínculo
contractual 33.
En efecto, los intereses colectivos, pueden diferenciarse de otras clases de intereses
supraindividuales, entre otros aspectos, por la extensión y determinación de los
sujetos interesados, y la vinculación entre los miembros del grupo o de la
colectividad interesada34. De esta forma, “cuando el grupo de personas que se
encuentran de forma común y simultánea en una misma situación jurídica con
31
Barrientos, Francisca y Fuentes, Claudio, “La configuración del rol especial del juez de consumo en
los procesos colectivos: Fundamentos y consecuencias”, en Litigación en Materia de Consumidores.
Dogmática y práctica en la reforma de fortalecimiento al SERNAC (Contardo, Juan Ignacio;
Fernández, Felipe; y Fuentes, Claudio (coords.), Santiago, Thomson Reuters, 2019, pp. 323-351 (p.
330).
32
Gidi, Antonio, Las acciones colectivas y la tutela de los derechos difusos, colectivos e individuales
en Brasil. Un modelo para países de derecho civil, México, Instituto de Investigaciones Jurídicas,
Universidad Nacional Autónoma de México, 2004, pp. 31-33.
33
Aguirrezabal, Maite, “Intereses difusos, colectivos e individuales homogéneos”, en Litigación en
Materia de Consumidores. Dogmática y práctica en la reforma de fortalecimiento al SERNAC
(Contardo, Juan Ignacio; Fernández, Felipe; y Fuentes, Claudio (coord.)), Santiago, Thomson
Reuters, 2019, pp. 21-41 (p. 25).
34
Ibídem, p. 26.
25
respecto a un bien que todos ellos disfrutan sea determinado o determinable en su
composición, en sus miembros, puede hablarse de interés colectivo”35.
Así se desprende, por lo demás, de lo dispuesto en el propio texto del artículo 50 de
la LPC:
“Se considerarán de interés colectivo a las acciones que se promueven en
defensa de derechos comunes a un conjunto determinado o determinable de
consumidores, ligados con un proveedor por un vínculo contractual” (inciso 5º).
Por otra parte, el interés difuso de los consumidores se refiere a “aquellas
situaciones que se caracterizan porque corresponde a un número indeterminado
y no ocasional de personas, vinculados por razones de hecho contingente, como ser
consumidor o destinatario de una misma campaña publicitaria”36.
El artículo 50 de la LPC los define de la siguiente forma:
Son de interés difuso las acciones que se promueven en defensa de un
conjunto indeterminado de consumidores afectados en sus derechos” (inciso 5º).
Sobre la noción de interés difuso, la Corte Suprema ha sostenido que se trata de
“personas indeterminadas o ligadas entre sí sólo por circunstancias de hecho ... Los
intereses difusos dicen relación, entonces, con aquellos que detentan un grupo de
individuos indeterminados y ligados por circunstancias de hecho...”37.
En opinión de esta parte, y sin perjuicio de la facultad privativa de SS. para
calificarlos conforme al principio iura novit curia, en la especie concurren todos los
supuestos para que SS. constate la existencia de intereses colectivos que han
sido afectados por las demandadas, toda vez que los consumidores víctimas son:
a) Un grupo de personas afectadas en sus derechos por una misma conducta:
las maniobras defraudatorias mediante las cuales METROGAS y AGESA han
aumentado artificialmente sus costos y los precios del gas que comercializan, a la
vez que han ocultado sus verdaderos costos y engañado a los consumidores.
35
Gutiérrez de Cabiedes, Pablo, La tutela jurisdiccional de los intereses supraindividuales: colectivos
y difusos, Pamplona, Arazandi, 1999, 109.
36
Cortez, Gonzalo, “Artículo 50”, en La protección de los derechos de los consumidores. Comentarios
a la Ley de protección de los derechos de los consumidores (Barrientos, Francisca (coord.), Santiago,
Thomson Reuters, 2013, pp. 951-966 (p. 965).
37
Corte Suprema, 9 de julio de 2018, Rol N°4065-2018 (C°. 6).
26
Los derechos vulnerados por las demandadas serán desarrollados en la sección “III.
Fundamentos de Derecho” de esta demanda principal, así como en el primer otrosí,
relativo a la demanda de indemnización de perjuicios.
b) Este grupo de consumidores afectados es, a su vez, determinado o
determinable, según se demostrará en la etapa procesal correspondiente, a través
del examen de los contratos que se han visto afectados por las conductas
atentatorias descritas anteriormente y la determinación de los usuarios del producto
que allí figuran.
c) Todos ellos son consumidores y usuarios de gas natural. Sobre este último
punto nos remitimos a lo ya expuesto sobre el ámbito subjetivo de aplicación de la
LPC, en particular, las explicaciones sobre las nociones de “consumidor material” y
una comprensión amplia de la noción de “proveedor”.
En efecto, en el criterio de esta parte, en el caso de autos debe estimarse que el
interés comprometido por los consumidores corresponde a un interés colectivo,
en particular, porque el acceso gas natural supone una vinculación directa entre los
consumidores jurídicos y sus familiares usuarios, por una parte, por la otra, por
medio del pago del precio por el GN, en su provecho y en beneficio de su núcleo
familiar.
Por consiguiente, existiendo intereses colectivos afectados, y habiéndose
ejercido, por medio de esta presentación, las acciones colectivas que el legislador
ha previsto para la protección de los intereses en cuestión, SS. podrá dar a los
consumidores afectados el resguardo de los derechos que la LPC les concede.
En subsidio de lo anterior, para el evento que SS. estime que en la especie no
se verifican los supuestos para acreditar la concurrencia del interés colectivo de
todos los consumidores afectados, en particular que aquellos que han sido
beneficiados por disposición de los consumidores jurídicos, por no haberse
acreditado la existencia de un vínculo contractual directo entre ellos y METROGAS
o con AGESA, o por cualquier otra causa, cuestión que esta parte no comparte,
S.S. podrá constatar que, cuando menos, existe un interés difuso que tutelar.
Efectivamente, la LPC ampara a todos los consumidores que han sufrido daños, y
en este caso al menos existe un grupo consumidores vinculado por una sola
circunstancia: todas ellos fueron amagados en sus derechos, quienes se han visto
forzados implícitamente a pagar precios defraudatorios, provocando un perjuicio que
se funda ya sea porque sus familias tuvieron que desembolsar una mayor cantidad
27
para costearlos, porque resultaron usuarios del producto, viéndose imposibilitados
de migrar a otro producto, en virtud de la inelasticidad de la oferta de gas natural.
La circunstancia de que no pueda establecerse un vínculo contractual directo con
ellos, por el solo hecho de que ellos no hayan pagado personalmente el precio,
opinión que esta parte no comparte, no puede ser óbice a esa protección, desde el
momento que precisamente la LPC prevé el denominado interés difuso para los casos
en que no existe tal vínculo.
Asimismo, refuerza esa conclusión, la circunstancia de que la LPC contemple
expresamente, como ya se ha expuesto, la noción de proveedor mediato (o
intermediario) y la protección del denominado consumidor material, que es
quien accede, utiliza o, en definitiva, se beneficia, del producto sin haberlo
adquirido directamente, como es el caso de los familiares usuarios/beneficiarios de
quienes han pagado directamente el precio a las demandadas. Nos remitimos a lo
expuesto sobre ámbito subjetivo de aplicación de la LPC.
Cabe destacar que en la LPC no existe distinción alguna acerca de las sanciones
y reparaciones que se pueden otorgar en virtud de la vulneración de un interés
colectivo o difuso.
Por ello, tanto las multas que SS. establezca, como las indemnizaciones que
concedan, ya sea por interés colectivo o difuso, legalmente deberían ser las
mismas.
Por esta razón, en el primer otrosí de esta presentación se demandará la reparación
de los daños por afectación del interés colectivo y, en el segundo otrosí, de forma
subsidiaria, la reparación de los mismos daños por afectación del interés difuso.
En último término, no cabe duda de que SS. comprenderá que por una divergencia
“legalista”, acerca de si la LPC exige un vínculo contractual directo o si puede ser
también conexo, las graves conductas de las demandadas no pueden quedar sin
sanción, y tampoco las víctimas sin reparación.
En todas las hipótesis, SS. podrá concluir que el interés supraindividual, ya sea
colectivo o en subsidio difuso, de todos aquellos consumidores de gas natural que
resultaron perjudicados teniendo que soportar un precio mayor, está representado
por las afectaciones que sufrieron con ocasión de las graves conductas de las
demandadas.
28
(iii) Cumplimiento de los requisitos de admisibilidad de la demanda
El artículo 52 de la LPC establece los requisitos que S.S. ha de considerar para
pronunciarse sobre la admisibilidad de esta demanda, disposición que fue
modificada mediante la Ley N°21.081 (publicada el 13 de septiembre de 2018),
siendo su redacción actual la siguiente:
29
toda vez que la norma propuesta por esta indicación evitará la dilación del
procedimiento en la fase de admisibilidad de la demanda, acotando esta
etapa a la verificación de requisitos formales”38.
En consecuencia, resulta hoy prístino que el objeto del examen de admisibilidad
establecido en LPC se refiere únicamente al cumplimiento de requisitos de
forma, que se verifican en el presente libelo, como se expone en los párrafos
siguientes.
Como se expuso, los dos únicos requisitos formales de admisibilidad que debe
satisfacer la demanda en defensa del interés colectivo o difuso son: a) Que la
demanda haya sido deducida por uno de los legitimados activos individualizados en
el artículo 51; y, b) Que la demanda cumpla con los requisitos establecidos en el
artículo 254 del Código de Procedimiento Civil, los que sólo se verificarán por el juez,
sin que puedan discutirse en esta etapa (art. 52).
En cuanto al primer requisito, ya se ha expuesto la legitimación activa de
CONADECUS para entablar estas acciones, pues cuenta con la antigüedad requerida
y la respectiva autorización de su directorio (art. 52 en relación con el art. 51 Nº1
letra b).
En cuanto al segundo requisito, se trata únicamente de los formales exigibles a
toda demanda por previstos en el artículo 254 del Código de Procedimiento Civil, los
que sólo deben verificarse por el juez, “sin que puedan discutirse en esta etapa”,
como señala expresamente el artículo 52 letra b).
Al respecto, inequívocamente este libelo cumple a cabalidad con los requisitos del
artículo 254 del Código de Procedimiento Civil, como se expone a continuación:
a) Se designa el tribunal ante quien se entabla. En este caso al juez de letras en lo
civil de Santiago, en razón del sistema de distribución de causas dependiente de la
Corte de Apelaciones de Santiago.
b) Se contiene el nombre, domicilio y profesión u oficio del demandante, de la
persona que lo representa, y la naturaleza de la presentación.
c) Se contiene el nombre, domicilio y profesión u oficio de las demandadas.
e) Se efectúa una exposición clara de los hechos y los fundamentos de derecho en
que se apoya. En efecto, en este escrito se ejercen acciones sustentadas en los
argumentos de hecho y de derecho que se exponen clara y fundadamente, y que
38
Historia de la Ley. Segundo Informe de Comisión de Economía, de 21 de junio de 2017, Sesión 40,
Legislatura 365, p. 52.
30
permiten concluir, inequívocamente, la existencia de infracciones a los derechos de
los consumidores por parte de las demandadas, y la generación de perjuicios
patrimoniales y morales.
f) Se contiene una enunciación precisa y clara, consignada en las conclusiones, de
las peticiones que se someten al fallo del tribunal. Efectivamente, S.S. apreciará que
las peticiones están deducidas precisa y claramente en las conclusiones de este
escrito, relativas a cada una de las acciones que se deducen.
Cabe insistir que el artículo 52 de la LPC establece expresamente que el juez debe
“verificar” estos requisitos, pero que ellos no se pueden “discutir” en esta etapa
de la admisibilidad.
En consecuencia, el presente libelo cumple con los requisitos formales establecidos
por el artículo 254 del Código de Procedimiento Civil.
Con ello queda demostrado que esta demanda cumple cabalmente todos los
requisitos de admisibilidad previstos en la LPC.
39
INTERNATIONAL ENERGY AGENCY (2017), “Secure, sustainable, together. GAS 2017, Analysis and
forecasts to 2022”, Market report series, OECD/IEA.
31
Figura N°1. Visión global del consumo. Gas Market Report40.
De esta manera, del gráfico visto, podemos concluir que, a nivel mundial, el
crecimiento del consumo residencial y comercial del gas (en verde claro) como
fuente energética, aunque de manera fluctuante, siempre ha ido en alza; siendo
precisamente esta circunstancia la que se proyecta hacia el futuro.
No obstante lo anterior, y pese a lo que nuestra lógica economista nos diría -más
demanda tiene por consecuencia alza en los precios- por diversas situaciones y
características del mercado mundial, que no es del caso ahondar, por ejemplo las
variaciones en el valor del petróleo, entre otras, el precio del gas no
necesariamente ha ido en alza, es más, sus precios de desarrollo van a la baja,
como se evidencia a continuación:
40
Ibídem, p. 15.
32
Figura N°2. Precios de desarrollo, 2012 a 2017. Gas Market Report41.
Es muy importante destacar que el mercado energético en general es uno que
fluctúa constantemente en sus valores de producción, lo cual se traspasa -para bien
o para mal- a los clientes en variaciones de precio semanales o incluso diarias,
teniendo los consumidores que estar enfrentados a mínimos o máximos históricos
que se toman la portada de los noticiarios a nivel mundial con regularidad.
Este contexto general, aporta fondos al paisaje en el cual se desarrolla el mercado
nacional. Desde ya, se evidencia, los dos periodos que mencionábamos previamente
respecto a los vaivenes del mercado del gas, a saber, entre 2012 a 2014 y de 2014
a la fecha, donde hubo una merma considerable en los precios de
producción.
Dicha información no es baladí en un mercado que depende en su mayoría de la
importación del producto.
Finalmente, tal como se desarrollará en lo que sigue, la situación de consumo de
gas en nuestro país es considerablemente alta42, tanto es así, que en los
41
Ibídem, p. 19.
42
En el mismo sentido, se señala que en el año 2014 “la región representó el 9% de la demanda
global de GNL, con México, Brasil, Argentina y Chile como los importadores más grandes […] Chile
también es un importador grande de GNL, con casi 80% de su consumo de gas natural importado
como GNL. El país comenzó a interesarse en importaciones de GNL después de que Argentina
redujera sus exportaciones por gasoducto durante una crisis energética en el 2004. Enfrentando una
oposición fuerte a nuevos proyectos hidroeléctricos, el gobierno planea incrementar la cantidad de
gas natural en la matriz energética y construir una tercera terminal de regasificación. Los precios de
electricidad en Chile se duplicaron entre el 2007 y el 2014 y se espera que suban un 30% para el
2021. El país espera incrementar la oferta de GNL, reemplazando el diésel, para mantener bajos los
precios de la electricidad y asegurar que la industria minera se mantenga competitiva ”. En BANCO
INTERAMERICANO DE DESARROLLO, “Perspectivas del mercado de gas natural en Latinoamérica y
el Caribe”, The Dialogue. Leadership for the Americas, 2015, p. 9-12.
33
respectivos gráficos estadísticos a nivel OCDE en materia de consumo de gas per
cápita, Chile se sitúa por sobre países como Canadá, México e, incluso,
Estados Unidos, siendo reconocido además como uno de los grandes
importadores de gas a nivel mundial.
Figura N°3. Demanda en América por el gas 2002-22. Gas Market Report43.
43
INTERNATIONAL ENERGY AGENCY, op.cit., p. 20.
44
FUNDACIÓN GASCO (2021), “Publicidad para una historia. Ediciones fundación GASCO”.
45
Íbídem, p. 14.
34
No obstante, posteriormente entraría la electricidad a la competencia. Si bien ésta
supuso un verdadero desafío para el mercado del gas, éste se salvó mediante la
incorporación de consumidores como accionistas, en una refundación de la
entonces compañía de gas nacional a “Compañía de Consumidores de Gas de
Santiago”, que amplió su uso a cocinas, calefactores, hornos industriales, entre
otros, manteniendo como objetivo la producción y comercialización del
combustible46.
Con ello, comenzó un auge y asentamiento del gas en el hogar del consumidor
chileno, directamente en los artefactos domésticos, situación que, como se evaluará,
se mantiene hasta el día de hoy, especialmente en sectores “tradicionales” de la
población, manteniendo -en estos productos- una posición de mercado más firme
que su sustituto directo, la electricidad.
46
Ibídem, p. 16 -35.
47
Ibídem, p. 41.
48
Martínez y Nazer, “Historia de la Compañía de Consumidores de Gas de Santiago, S.A.: 1856-
1996”, Pontificia Universidad Católica de Chile, p. 189.
35
Fue así como el DFL N°323 de 1931, “Ley de Servicios de Gas”, vino a consolidar lo
que sería, actualmente, una de las grandes industrias en servicios energéticos del
país; industria que, además, tiene particular enraizamiento en los hogares de
los consumidores, debido a su imagen accesible, eficiente y -
supuestamente- “económica”.
Posteriormente, existió un “tercer periodo” en el cual el gas licuado y la innovación
se tomaron el mercado. Con el petróleo y la creación de ENAP, se empezó a
desarrollar el mercado del gas licuado de petróleo, ampliando el espectro de lugares
a los cuales el gas podía llegar, siendo innecesario el alto costo de construir redes
subterráneas.
De esta manera, el gas podía, y pudo, llegar prácticamente a todas las localidades
del país. En efecto, en la etapa entre la década de los 70 al nuevo milenio, si bien
el mercado del gas sufrió los vaivenes y gran complejidad nacional del periodo, éste
igualmente se mantuvo en crecimiento, llevándose a cabo proyectos de gasoductos
y redes de distribución de gas natural provenientes de Argentina, que vinieron a
complementar la producción nacional.
En la actualidad, el mercado del gas natural como licuado están posicionados para
el consumo en el uso doméstico e incluso automotriz. Así, se ha diversificado a otras
industrias de consumo como el transporte, v.gr. MOVIGAS en la región de
Magallanes.
Aun así, hoy la regulación está determinada por el DFL Nº 2 del Ministerio de Minería
del año 1987, que norma las concesiones administrativas y los contratos especiales
de operación. Según destaca la FNE (2020), no existe una regulación particular de
carácter económico para la importación de GN. En las etapas de transporte y
distribución, aplica lo normado en la Ley de Servicios de Gas, DFL No 323 de 1931
del Ministerio del Interior, que fue reformada el año 2017 por la Ley No 20.999 49,
normativa considerada carente, debido a la importancia del rubro.
Lamentablemente, en este último periodo, conforme a lo recientemente investigado
tanto por nuestro poder legislativo e instituciones como la Fiscalía Nacional
Económica, esta histórica relación de confianza con los consumidores se ha visto
profundamente quebrantada, puesto que han salido a la luz, y quedado en plena
evidencia, los graves e insoslayables abusos cometidos por los distribuidores del
49
García, Nicolás (2021), “Antecedentes del mercado de gas residencial en Chile”, Biblioteca del
Congreso Nacional. Asesoría Técnica Parlamentaria, p. 3.
36
mercado del gas -entre ellas la demandada METROGAS-, que han perjudicado
profundamente a los consumidores nacionales.
Da cuenta de ello la última encuesta Cadem sobre confianza de la ciudadanía donde
la industria del gas se desplomó llegando a un 25% durante el mes de octubre del
año 2021, siendo que en el mismo registro del mes de enero se situaba sobre el
60%50.
C. EL MERCADO DEL GAS NATURAL
El mercado del gas natural se estructura verticalmente en tres segmentos: (i)
producción, (ii) transporte y almacenamiento, y (iii) distribución a grandes o
pequeños clientes, caso en el cual se habla de “comercialización”. Para efectos de la
regulación, los clientes compradores se agrupan a su vez en residenciales y
comerciales, que son el segmento regulado de la industria, y clientes industriales,
grandes clientes o clientes libres, quienes por su tamaño y los volúmenes de compra,
no necesitan de regulación.
En el caso de Chile el gas natural tiene sólo dos posibles fuentes, ambas importadas:
(a) gas natural procedente de Argentina, que se transporta en estado gaseoso
por alguno de los ductos existentes en la zona norte, centro y sur del país; y (b)
gas natural licuado o GNL, que se transporta en barcos desde distintas partes
del mundo hasta alguno de los dos terminales existentes en Chile (Quintero y
Mejillones), y que previo a su distribución requiere pasar por un proceso de
regasificación en plantas especialmente habilitadas al efecto. Esta última alternativa,
la del GNL, se encuentra disponible en Chile sólo a partir del año 2009, cuando entró
en operaciones el Terminal de Regasificación de Quintero, construido como parte
del Proyecto GNL Quintero con el que el Gobierno de Chile respondió a la “crisis del
gas argentino” que tuvo lugar a partir del año 2004.
A diferencia del gas natural argentino, que es “interrumpible” y se vende mediante
contratos de corto plazo, el gas natural licuado o GNL es importando mediante
contratos de largo plazo en la modalidad no interrumpible que también se conoce
como “en firme”.
Como decíamos, con motivo de la crisis del gas argentino el Gobierno de Chile
encabezado por don Ricardo Lagos encomendó a Enap la construcción de un
50
LA TERCERA (2021). Nota de prensa de Carlos Alonso, Pulso PM “Se derrumba confianza de la
ciudadanía en empresas de gas, tras informe de la FNE que revela falta de competencia” [Disponible
en línea] https://www.latercera.com/pulso-pm/noticia/empresas-que-entregan-servicios-de-gas-
registran-una-fuerte-caida-en-la-confianza-de-la-ciudadania/QENEUVVMZJGWHDHW232NWNACOQ/
37
terminal de regasificación que permitiera traer gas natural licuado mediante barcos.
Dado el alto nivel de las inversiones y la envergadura del proyecto, Enap debía juntar
una masa crítica suficiente de demanda de gas, que permitiera contratar con alguno
de los grandes exportadores a nivel mundial. Fue así como se formó el consorcio
entre Enap, Enel y METROGAS, quienes suscribieron un conjunto de acuerdos y
contratos que dieron estructura al Proyecto GNL, incluyendo la constitución de dos
sociedades operativas GNL Chile S.A. y GNL Quintero S.A., en la que
originalmente participaban las tres en partes iguales. GNL Chile S.A. se encargaría
de las gestiones de compra e importación con el proveedor internacional, actuando
para las tres empresas, mientras que GNL Quintero S.A. operaría el terminal de
regasificación, también para esas mismas tres empresas.51
Luego de un proceso de licitación internacional el consorcio llegó a un acuerdo con
el proveedor British Gas, con quien celebraron diversos contratos en los que se
aseguraron un suministro de GNL por al menos 30 años. En el año 2015 British Gas
fue adquirida por SHELL, por lo que ésta pasó a ser el proveedor del GNL del
consorcio, y por ende de METROGAS.
(i) Cadena del suministro
En términos simples, el suministro de gas natural, que en su origen llega a Chile en
calidad de gas natural licuado transportado en barcos, tiene la siguiente estructura:
a) en la parte de arriba de la cadena está SHELL como proveedor internacional, que
vende el GNL y lo envía en barcos al terminal de Quintero (o Mejillones). b) En el
segundo eslabón está METROGAS (lo mismo que Enap y Enel), quien compra el GNL
mediante un contrato internacional de largo plazo, usando como intermediario a la
sociedad operativa GNL Chile S.A.; c) En tercer lugar opera GNL Quintero que
regasifica el gas para GNL Chile (que actúa para las tres empresas); y, d) Por último
el gas regasificado es transportado a Santiago y a la VI Región y entregado a los
consumidores a través de las redes de METROGAS.
(ii) El precio del gas natural
En términos sencillos, el precio del gas que llega a los consumidores representados
en esta demanda, es el resultado (o debería serlo) del costo del GNL (salvo que
METROGAS y AGESA utilicen algún sustituto, como el gas natural argentino, en cuyo
51
La crisis del gas argentino y la respuesta del Gobierno Chileno con el proyecto GNL Quintero ha
sido ampliamente documentada por diversos investigadores. Véase, a modo de ejemplo, el estudio
de Carlos Huneeus: “Argentina y Chile: el conflicto del gas, factores de política interna Argentina”,
Estudios Internacionales 158 (2007), Instituto de Estudios Internacionales - Universidad de Chile, pp.
179-212.
38
caso debería respetarse el costo de este último), más los costos de transporte a
Chile y los costos de regasificación; el costo del transporte a Santiago y la VI región;
otros costos como la depreciación, costos financieros, etc.; y, la utilidad de
METROGAS.
A diferencia de lo que ocurre con el suministro eléctrico, el gas natural funciona
en un régimen de libertad tarifaria (es decir, no está sujeto a fijación de tarifas
por la autoridad, salvo como sanción), pero las empresas concesionarias de
distribución de gas por redes, como la demandada METROGAS, están
sujetas a un límite de rentabilidad, que es revisado anualmente por la Comisión
Nacional de Energía (CNE) por aplicación de la Ley de Servicios de Gas y en especial
de la modificación introducida por la Ley Nº20.999 de febrero de 2017.
Luego, METROGAS es libre de determinar el precio que cobra por el gas que vende
a sus clientes (aunque sus clientes no tienen otra alternativa para comprar gas
natural por redes que no sea de METROGAS), pero METROGAS no puede
superar el límite de rentabilidad que establece la ley del sector.
A este respecto desde ya hacemos presente a S.S. que si bien entendemos que
METROGAS también podría estar burlando el límite legal de rentabilidad por medio
de la estructura de integración con su relacionada AGESA, tal como se desprende
del Informe de la FNE, esta demanda no tiene por objeto discutir si la
rentabilidad de METROGAS ha sido o no mal calculada, ni tampoco si
METROGAS ha incurrido o no en infracciones a las normas sectoriales,
todas cuestiones absolutamente ajenas al interés que aquí se busca
proteger.
Esta demanda tiene por único y preciso objeto denunciar las graves infracciones que
ha cometido METROGAS a la LPC y a los derechos de sus clientes, y obtener la
indemnización íntegra del daño causado.
D. METROGAS MAQUINÓ UNA ESTRUCTURA PARA AUMENTAR
ARTIFICIALMENTE SUS COSTOS Y LOS PRECIOS DEL GAS NATURAL,
EN PERJUICIO DE LOS CONSUMIDORES
En el mes de enero de 2015, el Poder Ejecutivo ingresó al Congreso Nacional un
proyecto de ley de iniciativa de la Presidenta de la República doña Michelle
Bachelet para modificar la Ley de Servicios de Gas, especialmente en lo
relativo a la forma de calcular y aplicar el límite de rentabilidad a las empresas
concesionarias. Una de las principales motivaciones de la autoridad para impulsar
39
esta ley fue que los costos que pagaran las empresas concesionarias,
correspondieran efectivamente a condiciones de mercado, y a costos eficientes52.
La FNE señala en su Informe que este tipo de regulaciones son especialmente
importantes y necesarias tratándose de las compras de gas que tienen lugar entre
empresas integradas verticalmente. La preocupación de la FNE es atendible
porque en esas compras entre relacionados existe la natural tentación de aumentar
los costos de modo artificial.
Durante su tramitación en el Senado, en septiembre de 2016, se introdujeron al
proyecto, mediante indicaciones presidenciales dos artículos, el artículo 33 quinquies
y el artículo 12° transitorio53, para regular la situación de las compras de gas que
las concesionarias (como METROGAS) efectúan precisamente a empresas
relacionadas. El artículo 33 quinquies estableció entonces la exigencia de que los
contratos entre relacionados fueran sometidos a licitación internacional. Sin
embargo, al mismo tiempo el artículo 12° transitorio creó un régimen de
excepción, para aquellos contratos de compraventa de gas entre empresas
relacionadas que existieran a la fecha de entrada en vigencia de esta ley, en los que
no sería exigible el sometimiento a la licitación internacional.
Según señala la FNE en su Informe, entre mayo y julio 2016, es decir, en pleno
proceso de discusión parlamentaria de la referida ley, METROGAS se dividió en
dos, creando la sociedad AGESA, y acto seguido se integró verticalmente con
ella (esto es, la introdujo en la cadena del gas como “intermediaria”), con quien
celebró un nuevo contrato de compraventa de gas, para recomprarle el mismo
gas que hasta la fecha METROGAS compraba directamente a su proveedor.
Mediante esta “figura”, AGESA empezó a quedarse con parte de las utilidades
del negocio del gas natural de METROGAS, las que, para colmo, permanecieron
además fuera del control del regulador. De hecho, según la FNE esas utilidades “no
serían observadas por el regulador”54.
Como resultado de esta hábil maniobra, cuando entró en vigencia la mencionada
Ley Nº20.999 en febrero de 2017, METROGAS se acogió al mecanismo
excepcional del artículo 12° transitorio, y a partir de entonces sus costos
y sus precios, en lugar de bajar como era el propósito de la ley,
52
El artículo 33 del proyecto decía que “el costo del gas en cada punto de conexión corresponderá
al mejor precio de compra en el punto por parte de la empresa concesionaria o en algún punto
anterior, incluyendo en este caso el transporte hasta el punto de conexión”.
53
Historia de la Ley Nº20.999, Biblioteca del Congreso Nacional.
54
Informe FNE, párrafo 433.
40
artificialmente subieron de manera sostenida, en directo perjuicio de los
consumidores. La burla a la ley queda así de manifiesto.
El Informe de la FNE lo refleja claramente, al decir que “el efecto del referido
contrato [el nuevo contrato de compra de gas entre AGESA y METROGAS] fue
justamente elevar los costos de METROGAS”, a diferencia de lo que ocurrió con
empresas similares a ella.
E. ESTRUCTURA DE SUMINISTRO DE GAS NATURAL UTILIZADA POR
METROGAS ANTES DE LA CREACIÓN DE AGESA
Hasta mediados de 2016 —antes de la creación de AGESA— la estructura utilizada
por METROGAS para suministrar gas natural a sus consumidores era básicamente la
que se aludió en los apartados anteriores.
Dada su importancia para entender los efectos de las conductas de las demandadas,
a continuación nos referiremos a esa estructura con mayor detalle:
(i) Compraventa de gas natural licuado (GNL) de METROGAS a SHELL,
a través de la sociedad instrumental GNL Chile S.A.
El gas natural que METROGAS utiliza para abastecer la demanda de sus clientes
residenciales y comerciales de Santiago y Rancagua, es adquirido en estado de gas
natural licuado (GNL) al proveedor internacional SHELL, mediante un contrato de
compraventa internacional de largo plazo. Tal como lo informa GNL Chile S.A. en su
página web, este contrato correspondería a lo que en la industria se conoce como
“SPA” (la sigla corresponde a “Sale and Purchase Agreeement” o “Contrato De
Compraventa de GNL”).55
En el SPA, METROGAS utiliza como intermediaria a una sociedad funcional u
operativa, creada especialmente al efecto por la propia METROGAS, además de Enap
y Enel, para hacer posible el Proyecto GNL Quintero, la sociedad GNL Chile S.A.
Por razones meramente operativas, es GNL Chile S.A. la que compra el GNL a SHELL
mediante el contrato SPA, pero lo hace por encargo y ”para” METROGAS. Por
consiguiente, el destinatario verdadero del GNL que compra la sociedad instrumental
GNL Chile S.A. es inequívocamente METROGAS.
55
Así se informa en el sitio web de GNL Chile S.A.: “para contar con el GNL necesario para abastecer
de Gas Natural al cliente, GNLC deberá firmar uno o más SPAs (Sales & Purchase Agreement)
con un suministrador de GNL. Este contrato puede ser negociado directamente por el cliente, o por
GNL Chile a solicitud del mismo”. https://www.gnlchile.cl/introduccion/documentos-legales/
41
La siguiente figura, tomada del prospecto con el que GNL Chile invitó a formular
ofertas para la ampliación del proyecto GNL en el año 2014, grafica esta estructura:56
Figura N°5. Estructura de contratos del Proyecto GNL. Fuente: GNL Chile S.A.
Precisamente porque es el verdadero destinatario del gas natural, METROGAS debe
otorgar garantías a SHELL por las obligaciones de GNL Chile S.A.. Tal como consta
del acta de división de Metrogas (acompañada en el tercer otrosí), una de esas
garantías es un contrato de prenda mercantil entre Metrogas, GNL Chile y SHELL.
Con estas garantías (además de otros “amarres” legales), SHELL tiene asegurado
que el verdadero comprador del GNL, METROGAS, pague y responda por dicho gas.
En definitiva, todo el costo y el riesgo del negocio de importación de GNL
recae en METROGAS, lo que es lógico si se considera que GNL Chile es una
sociedad meramente instrumental como se dijo57,
(ii) Regasificación del GNL y compraventa de gas natural entre GNL
Chile y METROGAS
Una vez que el GNL llega a Chile en barco procedente de distintas partes del mundo,
es regasificado en la planta de regasificación que funciona en el puerto de Quintero
y que es operado por la otra sociedad que también forma parte de la estructura del
negocio del gas, denominada GNL Quintero S.A.
Luego de ese proceso de regasificación, el gas natural originalmente adquirido de
SHELL como GNL, es vendido por la sociedad instrumental GNL Chile S.A. a
56
Documento disponible en:
http://www.gnlchile.cl/pdf/Terms_of_Reference_Open_Season_IIv1.0(sin_anexos).pdf
57
El Direct Agreement y la prenda habrían sido asignados a AGESA en la división de METROGAS.
Véase el acta de división en el sitio web de METROGAS.
42
METROGAS en virtud de un segundo contrato, también extendido en idioma
inglés, denominado “GAS SALE AGREMEENT” (“CONTRATO DE VENTA DE GAS”),
conocido por la sigla “GSA”. A diferencia del SPA, el GSA es un contrato
meramente instrumental u operativo.
Como se explicó, la contraparte de METROGAS en ese contrato, la sociedad
instrumental GNL Chile S.A., fue formada por la misma METROGAS (junto con Enap
y Enel), de modo que entre GNL Chile S.A.y METROGAS no existe un
verdadero suministro, por la sencilla razón que el gas que GNL Chile S.A. le vende
a METROGAS es el mismo que ella a su vez compra a SHELL para METROGAS, quien
finalmente soporta todos los costos y riesgos de esa relación de suministro
internacional58 .
El precio de este contrato GSA está estructurado como un traspaso de costos
efectivos más una comisión (el precio es así un pass through, según la
terminología que se usa en estos contratos)59. Entre los costos que se traspasan a
METROGAS el más relevante es el costo de adquisición del gas. De este modo, el
precio que METROGAS paga a GNL Chile S.A. en virtud del GSA es reflejo
del costo de compra del GNL importado de SHELL en virtud del SPA, al que
se suman los costos del servicio de regasificación y otros cargos por el uso del
terminal de Quintero, y una comisión a favor de GNL Chile S.A. La estructura del
precio del GSA es un antecedente muy relevante al momento de analizar la
“operación” que hizo METROGAS el año 2016, cuando se dividió y creó la sociedad
AGESA para que actuara como “intermediaria” y cobrara más caro, según veremos
más adelante.
(iii) Venta de gas natural de METROGAS a los consumidores mediante
contratos de adhesión
58
GNL Chile es una sociedad anónima cerrada, cuyos actuales accionistas son la Empresa Nacional
del Petróleo (Enap), Aprovisionadora Global de Energía S.A. (AGESA) y Enel Generación Chile S.A. en
partes iguales. Anteriormente la posición de AGESA la ocupaba METROGAS. Fuente:
https://www.gnlchile.cl/nosotros/nuestra-empresa/
59
Así se explica en el prospecto con el que GNL Chile invitó a formular ofertas para la ampliación del
proyecto GNL en el año 2014: “Each month, each Gas Buyer pays GNLC for the supply of natural gas
and associated terminal and marketing services. The payment of natural gas is passed through to
the LNG Suppliers, pursuant to the relevant LNG Supply Contract.” En castellano el referido texto
diría aproximadamente: “Cada mes cada Comprador de Gas le paga a GNLC por el suministro de gas
natural y por el uso del terminal y servicios de marketing. El pago del gas natural es pass through de
los Suministradores de GNL de conformidad con los respectivos Contratos de Suministro de GNL.
Fuente: http://www.gnlchile.cl/pdf/Terms_of_Reference_Open_Season_IIv1.0(sin_anexos).pdf
43
Por último, el gas natural que GNL Chile le vende a METROGAS es transportado
desde Quintero a Santiago y la VI Región a través del gasoducto de la empresa
Electrogas S.A. 60, y entregado por las redes concesionadas a los consumidores,
quienes lo adquieren en virtud de contratos de adhesión a la tarifa fijada por
METROGAS. En esta última etapa de la cadena METROGAS agrega a los costos del
gas (costo del hidrocarburo, regasificación, comisión y transporte) su margen o
utilidad.
En síntesis, la estructura es la siguiente: METROGAS compra el gas natural a su
proveedor internacional SHELL en estado de gas natural licuado, por intermedio de
la sociedad funcional GNL Chile S.A. y utilizando un contrato SPA; GNL Chile S.A. le
encarga la regasificación del GNL a la sociedad GNL Quintero y luego le vende el gas
ya regasificado a METROGAS mediante el contrato GSA, quien se lo suministra a los
consumidores finales mediante contratos de adhesión, tal como se muestra en la
siguiente figura:
SHELL
SPA
GNL Chile
para METROGAS
GSA
METROGAS
Contratos
de
adhesión
Consumidores
60
Electrogas es la propietaria de un sistema de transporte de gas natural por ductos de
aproximadamente 165,7 kms, entre Quintero y Santiago. https://www.electrogas.cl/sistema-de-
transporte/
44
relacionadas (integración vertical), los accionistas de METROGAS reunidos en Junta
Extraordinaria acordaron dividir la sociedad, dando origen a una nueva
entidad que denominaron Aprovisionadora Global de Energía S.A. o
AGESA.61
Ambas sociedades tendrían -según se informó- la misma composición accionaria, es
decir, los mismos dueños, que a esa fecha eran: Gas Natural Chile S.A. 51,84%,
Empresas Copec S.A. 39,83% y Gas Natural Fenosa Chile SpA 8,33%. Según
también se lo informó al público la propia METROGAS, el propósito de esta
división era separar el negocio de aprovisionamiento de gas, que en
adelante quedaría cargo de la recién creada sociedad AGESA, del negocio de
suministro de gas natural al consumidor final sujeto a regulación, que
seguiría en manos de METROGAS. En palabras de METROGAS, la división tenía por
objeto, supuestamente, ponerse “en línea con las mejores prácticas
regulatorias de la industria a nivel mundial y las recomendaciones de
organismos internacionales, que aconsejan una separación entre la actividad de
aprovisionamiento y la actividad de distribución del gas natural” 62.
A juzgar por los hechos que quedaron al descubierto a partir del Informe de la
Fiscalía, las declaraciones de METROGAS parecen hoy una broma de mal gusto, una
verdadera burla a los consumidores, quienes han visto como esas supuestas
mejores prácticas regulatorias de la industria a nivel mundial, fueron utilizadas por
METROGAS como una excusa para elaborar una estructura destinada a
defraudarlos.63
61
El acta de esta Junta Extraordinaria de Accionistas está disponible en el sitio web de METROGAS,
en el siguiente link: http://www.metrogas.cl/inversionistas/
62
http://www.metrogas.cl/empresa/index.php?controller=noticia¬icia_id=299
63
Según la explicación que el Presidente de METROGAS dio a los Accionistas en la Junta que aprobó
la división, esta maniobra tenía por objeto “la separación de las áreas de negocio de la Sociedad y la
obtención de una independencia financiera en cada una de las sociedades resultantes de la división”.
El Presidente de METROGAS explicó que “actualmente, en el sector de gas natural coexisten, por una
parte, la actividad de aprovisionamiento de gas y, por otra, la actividad de suministro de gas natural
al consumidor final, la que se encuentra sujeta a regulación con el objetivo de garantizar un
suministro estable y de calidad. Se trata, por tanto, de actividades de diferente naturaleza y sujeta a
regímenes distintos. La separación de estas actividades es una práctica habitual en
mercados donde el gas natural está más desarrollado, por lo que esta decisión va en línea
con adoptar las mejores prácticas internacionales de la industria en esta materia. Esta
operación permite generar perfiles de inversión y necesidades de capital distintos, y definición de
políticas comerciales dedicadas en función a giros propios. Además, esta separación funcional
permitirá aumentar la visibilidad de los activos que integran este negocio y facilita su análisis por
parte de terceros”.
45
Según consta en el acta de la Junta Extraordinaria de Accionistas, de 26 mayo de
2016, en la división se le asignó a AGESA, entre otras cosas, la posición
contractual que METROGAS tenía en el contrato de compraventa de gas
natural con la sociedad instrumental GNL Chile S.A., vale decir, en el
contrato identificado como GSA. En su Informe, la Fiscalía señala que casi
inmediatamente a continuación de la división, en el mes de junio o julio de 2016, la
recién creada AGESA y METROGAS habrían firmado un nuevo contrato de suministro
de gas, mediante el cual, en palabras de la propia Fiscalía, METROGAS “re-contrató
el suministro que antes tenía asegurado con GNL Chile, pero a un precio
mayor”.
Advierta desde ya S.S. el absurdo y la falta de racionalidad económica de esta
“operación”, mediante la cual METROGAS se desprendió del contrato por el que
compraba el gas natural a su intermediaria GNL Chile S.A., para acto seguido
recontratar el mismo suministro de gas con su relacionada AGESA, pero pagando
un precio más caro. En la etapa procesal correspondiente, solicitaremos la
exhibición de este y los demás contratos.
Lo cierto es que ese nuevo contrato de “recompra” constituye una “triangulación
fraudulenta” que se celebró en directo perjuicio de los consumidores, quienes
han debido soportar en sus cuentas mensuales de gas, el alza artificial de los
costos de adquisición que ha experimentado METROGAS a partir de la creación de
AGESA como su “intermediaria”, tal como lo demuestra el Informe de la FNE.
Se advertirá además que la división y el nuevo contrato también perjudican los
intereses de METROGAS (nadie se beneficia recomprando más caro lo mismo que
antes compraba más barato). Sin embargo ese supuesto perjuicio se transforma en
ganancia por el beneficio que percibe su vez a AGESA (su sociedad
relacionada), por lo que en definitiva los accionistas que controlan a ambas
empresas, que como se dijo tienen los mismos dueños, resultan enriquecidos
indebidamente. Una vez más, la cuenta la pagan los consumidores, pues el mayor
precio de la artificiosa recompra a su relacionada es traspasado a los consumidores
en las tarifas.
(ii) Los supuestos (e inexistentes) efectos benéficos de la división de
METROGAS. El engaño a los consumidores
A partir de las declaraciones con las que la propia METROGAS informó al público
sobre las razones de su división en el año 2016, los consumidores fueron
inducidos a creer que estas mejores prácticas regulatorias de la industria
46
a nivel mundial, que según METROGAS justificaban la división, se
traducirían en mejores condiciones de suministro, concretamente en
mejores precios.
47
volúmenes que los que compraba METROGAS, de modo tal que por esa vía podría
acceder a mejores precios. Por ello, no nos extrañaría que METROGAS tratara de
defenderse explicándole a S.S. lo muy bueno que sería para el mercado que esas
líneas de negocios estén separadas, o cuánto más eficiente resulta ser AGESA en las
compras de gas, pero ello no es efectivo, pues ocurrió justo lo contrario.
En el caso de METROGAS, todas esas supuestas buenas explicaciones para la división
y creación de AGESA no fueron más que un disfraz para encubrir el engaño, porque
el hecho cierto es que la división del negocio tuvo como único propósito y/o resultado
el aumento artificial de los costos de METROGAS, en directo perjuicio del
bolsillo de los consumidores.
Hasta donde sabemos, AGESA no hizo crecer el volumen de las compras de
gas natural que antes hacía METROGAS. La información disponible indica que
el volumen de compras de gas se mantuvo más o menos estable, ajustándose a las
variaciones propias de la demanda por ese gas, más no por gestiones de AGESA. Es
decir, AGESA no se transformó en un “gran intermediador” que pasó a comprar
grandes volúmenes de gas a menor precio, y lo cierto es que cuando compró gas a
menor precio (ya veremos cual puede ser la posible explicación de ese menor
precio), se quedó con esa diferencia sin traspasársela a METROGAS y ésta a los
consumidores.
AGESA tampoco ha hecho crecer el negocio de aprovisionamiento, otra de
las razones que habría justificado separar las líneas de negocios. Es cierto que
AGESA le vende gas natural a otras empresas distintas de METROGAS, pero también
es cierto que el gran “cliente” de AGESA es y sigue siendo -por lejos- su
relacionada METROGAS, a quien AGESA le vende cerca del 75% del total de gas
que comercializa. En efecto, según lo informado por su matriz CGE Gas Natural:
En 2018 las ventas de gas natural de AGESA a METROGAS representaron
aproximadamente un 70% del total de sus ventas de gas natural.
• En 2018 las ventas de gas natural de AGESA a METROGAS representaron
aproximadamente un 65% del total de sus ventas de gas natural.
En 2020 las ventas a METROGAS fueron cercanas al 90% del total de las
ventas de AGESA.64
64
Memorias Anuales de la sociedad matriz de METROGAS, CGE Gas Natural S.A., disponibles en el
sitio web de la Comisión para el Mercado Financiero (www.cmfchile.cl)
48
Como se advierte, a partir de su creación e incorporación en la estructura de
suministro del gas natural que METROGAS le vende a los consumidores, el gran
“negocio” de AGESA ha consistido en venderle más caro a METROGAS el
mismo gas que ésta ya tenía asegurado con SHELL en virtud del contrato
SPA a un menor precio. ¡Vaya negocio!
AGESA no tiene otra razón de ser que venderle más caro a METROGAS el
mismo gas natural por el que METROGAS antes pagaba más barato, y lo
hace en beneficio de los dueños de ambas empresas, que son unos
mismos, y en directo perjuicio de los consumidores.
La creación de AGESA y su incorporación como “intermediario” en la cadena de
suministro de gas natural de METROGAS no tiene sentido económico ni jurídico
alguno, salvo retener para el grupo empresarial al que pertenecen esas dos
empresas un sobreprecio artificial generado por esa “triangulación fraudulenta”.
Esa es la triste y cruda verdad S.S.
(iii) La nueva “estructura” de suministro a partir de la incorporación de
AGESA
De acuerdo con el Informe de la FNE, la estructura de suministro que ha utilizado
METROGAS a partir de la creación de AGESA, con la que se integró verticalmente,
habría quedado configurada de la siguiente manera:
a) Compraventa de gas natural de AGESA a GNL Chile:
Como se dijo, en el proceso de división se le asignó a AGESA la posición contractual
que anteriormente tenía METROGAS en el contrato instrumental GSA, como
comprador de gas natural de GNL Chile S.A. (que en ese contrato instrumental actúa
como vendedor). En consecuencia, a partir de la incorporación de AGESA en la
cadena, la recién creada sociedad pasó a comprarle el gas natural a GNL Chile S.A.
mediante el contrato GSA.
b) Compraventa de gas natural de METROGAS a AGESA:
En virtud del nuevo contrato, celebrado en junio o julio de 2016, AGESA pasó
además a re-venderle el mismo gas natural a METROGAS, que a su vez es el mismo
gas natural que anteriormente METROGAS le compraba a GNL Chile, pero por el que
ahora paga un precio más caro. Con esa triangulación fraudulenta, AGESA se ha
hecho ilegítimamente de un “margen” y, al mismo tiempo, le ha subido
artificialmente los costos de adquisición de gas natural a METROGAS, y ésta -a su
vez- los precios a sus consumidores, los que de no mediar esta figura debieron
49
recibir el gas a un precio sustancialmente más barato, según explica el Informe de
la FNE (hasta un 20% menos).
c) Venta de gas natural METROGAS a los consumidores finales:
Este último paso en la cadena se ha mantenido, pero con la diferencia ya señalada,
esto es, que a partir de la incorporación de la sociedad instrumental AGESA como
“intermediaria”, los costos de METROGAS se elevaron en directo perjuicio de los
consumidores.
En síntesis y siguiendo el Informe de la FNE, la estructura de suministro de gas
natural adoptada por METROGAS a partir de la creación de AGESA habría sido la que
se muestra en la siguiente figura:
GNL Chile
GSA
AGESA
Nuevo
contrato
METROGAS
Contratos
de
Consumidores adhesión
¿Cuál es valor agregado de AGESA al negocio del gas natural de METROGAS con sus
clientes residenciales y comerciales? Cero.
En rigor es menos algo, porque AGESA le cobra más caro a METROGAS por el
mismo gas que antes METROGAS compraba más barato.
AGESA ni siquiera puede decir que cobra más caro porque debe agregar los costos
de regasificación, porque ese servicio no lo presta AGESA sino otra sociedad, GNL
Quintero S.A., que es la dueña del Terminal Quintero.
Advertimos por último a S.S. que la estructura de suministro de gas que
describe el Informe de la FNE sólo se refiere a un cambio de posición (de
AGESA por METROGAS) en el contrato instrumental GSA, pero nada se dice
50
respecto del contrato SPA, que es el verdadero contrato de compraventa de gas
en virtud del cual METROGAS, por intermedio de GNL Chile y con su garantía, compra
el gas a su verdadero proveedor, SHELL. El Informe de la FNE señala que
AGESA habría pasado a ocupar la posición contractual de METROGAS en el
GSA, vale decir, en el contrato entre METROGAS y GNL Chile, pero nada
dice respecto del contrato SPA (que no se menciona).
(iv) ¿Quién verdaderamente compra el gas, AGESA o METROGAS?
El Acta de la Junta Extraordinaria de Accionistas de METROGAS de 26 de mayo de
2016, en la que se aprobó su división y la creación de AGESA, y que hemos revisado
para la preparación de esta demanda, sólo se refiere al traspaso a AGESA del
contrato GSA (y de algunas garantías), pero nada dice respecto del otro contrato, el
SPA.
El Acta menciona además que con motivo de la división y traspaso de contratos a
AGESA, METROGAS deberá otorgar diversas garantías a favor de terceros. Ello es
lógico desde que el capital con el que se constituyó AGESA fue poco menos de
$900.000.000 (novecientos millones de pesos), en circunstancias que las compras
anuales de GNL alcanzan los varios cientos de millones de dólares. Luego, AGESA
no tiene capacidad financiera para asumir esos compromisos, sin el
completo respaldo de METROGAS.
La pregunta respecto de quién verdaderamente compra el gas que luego se le vende
a los consumidores, esto es, si es AGESA o si sigue siendo METROGAS mediante el
contrato SPA (como lo era hasta antes de la división) es relevante, porque, tal como
se señaló, hasta la creación de AGESA el SPA era el contrato de suministro a partir
del cual METROGAS, a través de GNL Chile S.A., importaba el gas natural (como
GNL) desde su proveedor SHELL.
Si AGESA sólo cuenta con el contrato GSA, pero no tiene una relación directa con el
proveedor SHELL, resultaría entonces que el engaño a los consumidores y a la
opinión pública habría sido doble: AGESA no sólo sería una sociedad relacionada
instrumental (como de hecho lo es), cuyo principal negocio es revender más caro lo
que antes METROGAS compraba más barato, sino que ni siquiera dispondría de un
verdadero contrato de suministro en virtud del cual comprar el gas importado (GNL)
que dice venderle a METROGAS.
En otras palabras S.S., AGESA figuraría “vendiéndole” a METROGAS un gas que en
estricto rigor no tiene, o cuyos costos y riesgos no soporta, con lo que su existencia
y razón de ser en la cadena de suministro del gas natural que llega a los
51
consumidores sería aún más artificial, porque METROGAS se habría “desecho” de su
contrato de compraventa con GNL Chile, para acto seguido recontratarlo a un
precio mayor, pero seguiría siendo el verdadero comprador respecto del
verdadero proveedor de GNL, SHELL.
Esto que puede resultar algo confuso (no dudamos que METROGAS y AGESA se
esforzaron en sofisticar su engaño), es bastante más simple de lo que en principio
parece: en esa hipótesis el gas siempre lo seguiría comprando METROGAS a
SHELL a través de GNL Chile, para vendérselo a los consumidores (o a lo
menos soportando el riesgo), por lo que la nueva “compraventa” entre
METROGAS y AGESA carecería de todo sentido jurídico y económico. Como
es obvio, no se puede comprar dos veces la misma cosa, salvo claro está,
que sean ventas meramente instrumentales o simuladas, para inflar
artificialmente los costos y engañar a los consumidores.
Como se expondrá más adelante, toda esta serie de divisiones societarias, cesiones
de contratos, recompras, no es sino un conjunto de operaciones simuladas,
perfectamente maquinadas para defraudar a los consumidores
Corresponderá a las demandadas METROGAS y a AGESA demostrar en este proceso,
cuál de ellas mantiene la relación con SHELL y si las compraventas de gas natural
que efectúan entre ellas, por un precio mayor al que METROGAS pagaba antes de
la creación de AGESA y del nuevo contrato, tienen una justificación económica y
jurídica lícitas.
(v) El efecto de la incorporación de AGESA en la cadena. Aumento de los
costos de METROGAS en perjuicio a los consumidores
Tal como lo constató la FNE en su investigación, “casi de inmediato luego de la
división, METROGAS y AGESA celebraron un contrato de suministro, que en
términos simples permitió a METROGAS re-contratar el suministro que
antes tenía asegurado de GNL Chile, pero a un precio mayor. Así, este
contrato logró elevar de manera importante los costos que antes tenía
METROGAS.”65 Agrega la FNE que “la revisión de los antecedentes tenidos a la
vista permite afirmar que el efecto del referido contrato fue justamente
elevar los costos de METROGAS. En contraposición, podemos observar que ni
antes ni después de las modificaciones a la Ley de Servicios de Gas los costos de
otras empresas distribuidoras de GN sufren una variación similar a esta”66.
65
Informe FNE, párrafo 428.
66
Informe FNE, párrafo 430.
52
La siguiente figura, tomada del Informe de la FNE, grafica la creciente diferencia de
costos entre AGESA y METROGAS a partir de la división (mediados de 2016) y hasta
bien avanzado el año 2020. La brecha (achurada en color rojo) muestra como los
costos de METROGAS suben consistentemente, mientras los costos de AGESA se
mantienen bajos, y como esa diferencia, que debió haber llegado a los bolsillos de
los consumidores, va quedando en AGESA (y en el grupo empresarial que controla
a las dos empresas).
De acuerdo con los cálculos efectuados por la FNE en su informe en el año 2020 “la
acción de METROGAS, como grupo, tuvo un impacto relevante. En efecto,
desde febrero de 2017, fecha de publicación y entrada en vigencia de la Ley
Nº20.999, ha significado un incremento de entre un 12,7% y 20,2% en el
precio del gas natural residencial pagado por los clientes de METROGAS.
Este incremento también es posible observarlo, aunque en porcentajes menores, en
el sector comercial e industrial. Este diferencial se traduce en ingresos
adicionales obtenidos por el grupo METROGAS, esto es, por METROGAS y
AGESA rondan, entre los $61 y $68 mil millones anuales, equivalentes
anualmente entre USD $78 y $87 millones.” 67
67
Informe FNE, p. 23.
53
En términos simples S.S., una familia a la que METROGAS le cobró en promedio
$50.000 mensuales por la cuenta del gas durante el año 2020, o $600.000 en el
año, pagó aproximadamente $120.000 de más, por efecto directo de la estructura
con la que METROGAS infló artificialmente sus costos de adquisición de gas natural.
(vi) ¿Qué gas ha estado comprando AGESA para METROGAS?
Otra de las preguntas que surgen a partir de los datos reflejados en el Informe de
la FNE, es por qué razón AGESA habría estado accediendo a costos más bajos en la
compra de gas natural.
La respuesta podría encontrarse en las compras de grandes volúmenes de gas
natural procedente de Argentina, que han tenido lugar desde la reanudación de
las importaciones desde ese país a partir del año 2018, cuyo costo de adquisición es
notablemente más bajo el que costo del gas natural de GNL.
Según una publicación de la revista especializada “Electricidad” del 18 de julio del
2019, a mayo de ese año 2019 “el 39% de todo el gas importado, ya sea por
gasoductos o terminales de regasificación de gas natural licuado (GNL),
provino de Argentina.68
Otras publicaciones de prensa de la época destacaron además que el gas natural
argentino pudo ser adquirido a precios de hasta un 30% más baratos que
el precio del gas de GNL, y que entre los principales clientes del gas
argentino estaba la demandada METROGAS. Así lo informaba el diario La
Tercera en el mes de octubre de 2018:
“Más competencia. La arremetida trasandina pone presión al hasta hace solo meses
único importador de gas natural a gran escala en Chile: GNL Chile, que obtiene gas
regasificado en el terminal ubicado en Quintero. Entre sus principales clientes
destacan Enel Generación y METROGAS. El nuevo oferente sorprendió al mercado
con precios más bajos que los que ofrece GNL Chile. El gas argentino de Vaca
Muerta cuesta a alrededor de US$6 el millón de BTU/día y el de Quintero,
que se obtiene entre otros mercados de Trinidad y Tobago, tiene un precio
de aproximadamente US$8,5 el millón de BTU/día. Esto es una diferencia
de un 30%”69.
68
Fuente: https://www.revistaei.cl/2019/07/18/argentina-ofrece-envios-permanentes-de-gas-a-
chile-y-planea-agregar-venta-de-petroleo/
69
Fuente: https://www.latercera.com/pulso/noticia/precios-30-mas-bajos-argentina-ofrece-gas-
chile-ya-mas-10-interesados/382877/
54
¿Si METROGAS ha estado comprando gas argentino barato como señala la nota de
prensa, para reemplazar el gas de GNL, por qué no ha compartido esos mejores
costos con los consumidores, más aún durante la pandemia?
¿Cuánto gas argentino y cuánto gas de GNL ha comprado METROGAS y cómo han
impactado esas compras de gas más barato en sus costos y en los precios que le
cobró a los consumidores?
A estas alturas los consumidores no están en condiciones de confiar en lo que
puedan decir METROGAS y AGESA, por lo que serán ellas las que deberán
acreditar, mediante la exhibición de todos sus contratos, qué gas
compraron y a quiénes se lo compraron (ya sea que lo haya comprado
METROGAS directamente o a través de su “intermediaria” AGESA), y qué gas fue el
que en definitiva se suministró a los consumidores y a qué costos.
No vaya a ser cosa que además de utilizar a AGESA como “intermediaria” en esta
triangulación fraudulenta para abultar sus costos, METROGAS le haya estado
pasando a los consumidores “gato por liebre”, vale decir, cobrándoles el gas como
si sólo comprara GNL, cuando también ha estado comprando gas natural argentino,
que cuesta un 30% más barato. Esta es otra de las cuestiones que METROGAS y
AGESA deberán explicar y acreditar detalladamente en este proceso.
Pero en definitiva, lo relevante es que cualquiera haya sido la causa de los ahorros
en el abastecimiento del gas, los menores costos que AGESA y METROGAS lograron
en ciertos períodos de tiempo debieron traducirse en menores precios del gas para
los consumidores que representamos (y no en ganancias ilegítimas para los dueños
de METROGAS y AGESA), las cuales justifican la presentación de esta demanda y en
especial de la acción indemnizatoria que se entabla en el primer otrosí.
55
Tal como se adelantó, esta demanda principal y la demanda indemnizatoria
contenida en el primer otrosí y en el segundo otrosí, se fundan única y
exclusivamente en infracciones a la LPC, en perjuicio del interés colectivo y/o
difuso de los consumidores. Por ello, en caso alguno se reprocha alguna
conducta contraria a otros ordenamientos jurídicos, como la libre
competencia o las normas por las que se rige METROGAS en cuanto
empresa regulada, esto es, la Ley de Servicios de Gas y la Ley Orgánica de la SEC,
entre otras.
En particular, se reitera que si bien entendemos que METROGAS también podría
estar burlando el límite legal de rentabilidad por medio de la estructura de
integración con su relacionada AGESA, tal como se desprende del Informe de la FNE,
esta demanda no tiene por objeto discutir si la rentabilidad de METROGAS
ha sido o no mal calculada, ni tampoco si METROGAS ha incurrido o no en
infracciones a las normas sectoriales, todas cuestiones absolutamente
ajenas al interés que aquí se busca proteger.
En efecto, tal como se demostrará a continuación, las conductas fraudulentas
denunciadas en esta demanda son en sí mismas infracciones autónomas al
ordenamiento jurídico de protección del consumidor, que pueden y deben ser
sancionadas conforme a sus disposiciones, sin que sea necesario esperar el
pronunciamiento de otras jurisdicciones como la de libre competencia,
que resguardan otros bienes jurídicos protegidos, o bien
pronunciamientos de los organismos reguladores del mercado del gas
natural, como la CNE y la SEC.
Esto es consistente con el carácter supletorio de la LPC, que se aplica siempre en
materias no reguladas por legislación especial, tal como se expuso latamente en el
capítulo primero de esta demanda principal.
B. SÍNTESIS DE LA ILICITUD DE LA CONDUCTA DE METROGAS-AGESA
ATENTATORIA CONTRA LA LPC
Como se dijo, en esencia, el ilícito infraccional contra la protección de consumidores
consiste en una maquinación para aumentar artificialmente los costos que
traspasan a sus clientes, mediante una triangulación fraudulenta que envuelve
varios actos y contratos, en particular, la división de la sociedad para la creación de
la persona jurídica instrumental AGESA y contratos simulados para materializar esa
triangulación de costos.
56
El efecto principal de esta maquinación es que, sin saberlo, los consumidores pagan
esos sobrecostos artificiales y defraudatorios. Fruto de esa triangulación,
METROGAS se vende a sí mismo el gas que ya compraba y tenía asegurado, pero
más caro, para luego traspasar esos sobrecostos a sus consumidores
subrepticiamente.
Tal maquinación envuelve una inequívoca vulneración a los derechos de los
consumidores y a los deberes del proveedor, en particular, el deber de respetar
la ley del contrato y de cumplir de buena fe los acuerdos suscritos con ellos, el deber
de entregar información veraz y de no inducir a engaño a los consumidores, el deber
de no efectuar “cobros indebidos”, y el deber de no generar menoscabo o daño a
los consumidores.
Cabe adelantar que, según el artículo 24 de la LPC, toda vulneración a los derechos
y deberes establecidos en ella configuran la responsabilidad contravencional
del proveedor, dando lugar a las infracciones y multas respectivas. Y todos los
derechos y deberes descritos se encuentran expresamente consagrados en la LPC,
tal como se expondrá.
La violación a los derechos de los consumidores es incluso más flagrante y grosera
en este caso, pues no se trata de una conducta meramente descuidada o negligente
la que ha permitido esta defraudación, sino que es precisamente una maquinación
sofisticada (“de cuello y corbata”) y minuciosamente planificada a sus espaldas,
aparentando incluso que ella sería benéfica para sus intereses. ¿Cómo podría
sostenerse que un fraude civil esta envergadura no podría agredir los derechos de
los consumidores, quienes se ven despojados subrepticiamente de cuantiosos
recursos mes a mes?
Tal como se afirma en el viejo adagio fraus omnia corrumpit (el fraude todo lo
corrompe), y sus consecuencias no pueden nunca quedar sin sanción ni ser
oponibles a las víctimas, en este caso los consumidores. Por ello, S.S. coincidirá que
no es posible por tecnicismos o defensas formales -las que seguramente serán
esgrimidas en abundancia por las demandadas-, dejar que una defraudación de esta
envergadura quede sin castigo y continúe produciendo sus graves consecuencias en
las víctimas. Por el contrario, el principio antes mencionado conduce siempre a
sostener que la interpretación correcta de las normas, en este caso del estatuto
protector del consumidor, es que su letra y espíritu repugna, sanciona y priva de
todo efecto al fraude.
57
Reiteramos que lo que reprochamos en esta demanda es un fraude “civil” cometido
contra los intereses de los consumidores, y serán otras jurisdicciones u organismos
públicos los encargados de determinar sus repercusiones en otros ámbitos. Como
se ha sostenido en nuestro derecho, el fraude civil consiste en “usar la regla
jurídica para un fin ilícito o no tolerado por el derecho”70, y es precisamente
lo que ocurrió en este caso, pues se usaron las formas societarias y contratos entre
relacionadas, para incrementar ilícitamente los costos en perjuicio de los
consumidores. Por ello, como también se ha afirmado, “existe pues un principio
general que excluye todo efecto del acto fraudulento”71.
En todo caso, en el primer otrosí de esta prestación demostraremos que se trata, de
esta forma, de un comportamiento revestido de dolo o culpa a grave (que en
materias civiles equivale al dolo), y que, en todo caso, subsidiariamente, obedece a
un comportamiento a lo menos negligente, todas hipótesis que derivan en la
responsabilidad infraccional y civil de las demandadas.
Expuesta sintéticamente la antijuricidad de la conducta de las demandadas, a
continuación desarrollaremos cada una de las infracciones específicas que han
cometido con su actuar contra la LPC.
C. INFRACCIÓN DE LA “LEY DEL CONTRATO” (ART. 12 LPC, ART. 1545
CÓDIGO CIVIL)
Ante todo, las conductas de las demandadas violan uno de los más solemnes
principios del derecho privado nacional: el respeto a la palabra empeñada. Tal
principio se contiene en el artículo 12 de la LPC que obliga al proveedor a respetar
los términos y “condiciones” convenidos, que no es si no una reiteración de la regla
del artículo 1545 del Código Civil, que declara que el contrato es una ley para los
contratantes, derecho común inequívocamente aplicable en este caso (según
dispone el artículo 4 de ese Código).
La fuerza obligatoria del contrato ha sido amparada sólidamente desde antiguo
por la jurisprudencia de la Excma. Corte Suprema, como un principio fundante de
nuestro sistema. En efecto, sobre esta materia el máximo tribunal ha sostenido que
“conforme a lo dispuesto en el artículo 1545 del Código Civil, ‘Todo contrato
legalmente celebrado es una ley para los contratantes, y no puede ser invalidado
sino por el consentimiento mutuo o por causas legales’. Esta es una norma a través
70
Domínguez, Ramón, “Fraus omnia corrumpit. Notas sobre el fraude en derecho civil”, Revista de
Derecho de la Universidad de Concepción, Nº189, año LIX (enero-junio 1991), p. 20.
71
Ibídem, p. 16.
58
de la cual se consagra la fuerza obligatoria de los contratos, que implica que los
pactos que las partes celebren –atendido el principio de la autonomía de
la voluntad– deben cumplirse, ya que los obligan. Y el mecanismo a que acude
el legislador para consagrar dicha obligatoriedad, es el de asimilar el contrato a la
ley”72.
En el mismo sentido, el máximo tribunal ha señalado que “el contrato es un acuerdo
de voluntades, por el que ambas partes se obligan recíprocamente, y a cuyo
cumplimiento pueden compelerse mutuamente. La norma legal que determina su
fuerza obligatoria está contenida en el artículo 1545 del Código Civil, según el
cual todo contrato legalmente celebrado es una ley para los contratantes, lo que
representa la mayor expresión de obligatoriedad. El principio de la fuerza obligatoria
se expresa en el aforismo ‘pacta sunt servanda’; los pactos deben observarse,
cumplirse estrictamente, la obligatoriedad del contrato se traduce en su
intangibilidad. Vale decir, que el válidamente celebrado no puede ser alterado
o modificado ni por el legislador ni por el juez, pues, al igual que las partes,
deben respetar las estipulaciones convenidas”73.
De igual forma, la doctrina nacional reconoce categórica y unánimemente la fuerza
obligatoria del contrato. En este sentido se ha afirmado que “los pactos deben
honrarse y cumplirse, puesto que todo contrato legalmente celebrado es una ley
para los contratantes, que se le reconoce con el aforismo pacta sunt servanda”74.
En idéntico sentido, se ha afirmado que este principio general del derecho protege
la seguridad jurídica del contrato, ya que “si las partes no tuvieren la convicción
de que los contratos se cumplirán en todos los eventos posibles y supieran, en
cambio, que lo convenido está expuesto a toda clase de alternativas legales y
judiciales, se abstendrían de contratar, con las consecuencias imaginables,
o convertirían la negociación jurídica en un juego especulativo”75.
En este caso, ¿En qué se traduce esta fuerza obligatoria del acuerdo entre
METROGAS y los consumidores? La respuesta es simple: el derecho ampara al
acreedor (consumidor), declarando que el contrato celebrado rige entre las partes
como si fuese una ley, y disponiendo que el deudor (demandadas) no puede eludir
su cumplimiento, salvo que logre el consentimiento del otro (resciliación) o que
72
Corte Suprema, 22 de agosto de 2016, Rol N°37430-2015, C°. 7. En el mismo sentido, Corte
Suprema, 15 de enero de 2018, Rol N°49518-2016, C°. 6.
73
Corte Suprema, 19 de noviembre de 2018, Rol N°16691-2017, C°. 7.
74
López Santa María, Jorge, Los Contratos. Parte General, Santiago, AbeledoPerrot LegalPublishing,
2010, 5° ed., p. 193.
75
Abeliuk, René, Las Obligaciones, T. I, Santiago, Thomson Reuters, 2014, p. 130.
59
existan causas legales (por ejemplo, porque está viciado y debe anularse). Y si el
deudor se resiste, el derecho le otorga al acreedor acciones para exigir el
cumplimiento forzado o la indemnización de perjuicios, tal como se exige en esta
demanda.
¿Por qué la conducta defraudatoria de METROGAS viola la fuerza obligatoria del
acuerdo?
La razón también muy simple: el servicio contratado con las demandadas envuelve
determinadas condiciones generales, como en todo contrato por adhesión, que
integran el acuerdo explícita e implícitamente, y éstas fueron voluntariamente
incumplidas por ellas. Esto porque entre tales condiciones debe comprenderse
naturalmente el costo del gas que se compromete a adquirir para suministrar a los
consumidores, que es nada menos el insumo principal para cumplir con el objeto del
contrato. Ahora bien, con su triangulación fraudulenta las demandadas han alterado
e inflado artificialmente esos costos, de forma unilateral y a espaldas de los
consumidores, alterando por sí y ante sí lo pactado con ellos.
En efecto, no debe perderse de vista que las condiciones generales, entre las que
se comprende el costo del suministro de gas natural, integran inequívocamente el
contrato celebrado con los consumidores. Así, se ha sostenido que “las condiciones
generales se caracterizan por ser redactadas unilateralmente, en forma previa a la
celebración del acuerdo, y por estar destinadas a integrar el contenido de una
serie indeterminada de contratos”76.
En el mismo sentido, se ha afirmado que “las condiciones generales, por su
parte, son las cláusulas que integran la oferta del empresario, extensibles
a la generalidad de los contratos que se propone celebrar sobre una
materia, y que regularmente contendrán sus aspectos esenciales, de la naturaleza
y sobre todo accidentales”77.
Por último, se debe tener presente que la infracción por parte de las demandadas
de los contratos celebrados con los consumidores se llevó a cabo a través de actos
y contratos simulados, esto es, por medio de actos y contratos que buscaban
generar una apariencia de realidad, pero que no tienen verdadero sustento jurídico
y económico, pues solo buscan generar un fraude en perjuicio de los consumidores.
76
Tapia Rodríguez, Mauricio; y, Valdivia Olivares, José, Contrato por adhesión: Ley N°19.496 ,
Santiago, Editorial Jurídica de Chile, 2014, p. 24.
77
Ibídem, p. 25.
60
En efecto, sobre la relación existente entre el fraude y la simulación se ha sostenido
que “no es extraño que con el claro propósito de burlar y aun de dañar a terceros,
las partes de un negocio jurídico se valgan de la apariencia. En el Derecho ésta
recibe el calificativo de simulación. Ferrada la concibe, en una definición ya clásica,
como aquel ‘acto de contenido no real, emitido conscientemente y de acuerdo entre
las partes, para producir, con fines de engaño, la apariencia de un negocio jurídico
que no existe o es distinto de aquel que realmente se ha llevado a cabo”78.
En este caso, como se expuso en la sección de antecedentes, METROGAS fue objeto
de una división que dio lugar a AGESA, con el propósito (aparente) de separar el
negocio del aprovisionamiento de gas (AGESA), del negocio de suministro a
consumidores finales (METROGAS), para ser más eficiente y beneficiar a sus
consumidores en último término. Con todo, se trataba de un propósito declarado
pero solo aparente, pues esa división y los contratos y operaciones que envuelve,
carecen de toda realidad económica y jurídica, ya que solo permiten que
METROGAS compre hoy más caro el mismo gas que antes adquiría a un menor
precio, para abultar el precio que en definitiva cobra a los consumidores, en
exclusivo beneficio de su relacionada, esto es, de ella misma.
Se trata por tanto de una simulación absoluta, esto es, bajo los actos y contratos
aparentes que han ejecutado las demandadas no existe una realidad jurídica o
económica, sino solo el propósito de obtener un beneficio ilícito, en perjuicio de los
consumidores.
Esto hace, como se dijo, aún más patente la infracción a la ley del contrato en que
incurrieron las demandadas, a través de la triangulación fraudulenta que diseñaron
para abultar los precios del GN cobrados a los consumidores.
D. INFRACCIÓN DEL DEBER DE EJECUTAR LOS CONTRATOS DE BUENA
FE (ART. 16 LETRA G) LPC, ART. 1546 CÓDIGO CIVIL)
Además de configurar una infracción a la fuerza obligatoria de los contratos
celebrados con los consumidores, la triangulación fraudulenta de las demandadas
tendiente a abultar el precio del GN suministrado a éstos, constituye una abierta
infracción al principio de buena fe, consagrado en el artículo 1546 del Código Civil
y en el artículo 16 letra g) de la LPC.
Como es sabido, la fuerza obligatoria del contrato, la circunstancia de que se
imponga a las partes, va necesariamente vinculada al principio de buena fe. El
78
Domínguez A., Ramón, op.cit., p. 21.
61
contrato se impone a las partes, pero se impone como un acuerdo que debe
ejecutarse de buena fe. Es el sentido del artículo 1546 del Código Civil, derecho
común aplicable supletoriamente en materia de consumo, que dispone: “Los
contratos deben ejecutarse de buena fe, y por consiguiente obligan no sólo a lo que
en ellos se expresa, sino a todas las cosas que emanan precisamente de la
naturaleza de la obligación, o que por la ley o la costumbre pertenecen a ella”.
Sobre esta materia, el artículo 16 letra g) de la LPC dispone, en particular, lo
siguiente:
“Artículo 16. No producirán efecto alguno en los contratos de adhesión las cláusulas
o estipulaciones que: (…)
g) En contra de las exigencias de la buena fe, atendiendo para estos efectos a
parámetros objetivos, causen en perjuicio del consumidor, un desequilibrio
importante en los derechos y obligaciones que para las partes se deriven
del contrato. Para ello se atenderá a la finalidad del contrato y a las disposiciones
especiales o generales que lo rigen. Se presumirá que dichas cláusulas se encuentran
ajustadas a exigencias de la buena fe, si los contratos a que pertenecen han sido
revisados y autorizados por un órgano administrativo en ejecución de sus facultades
legales”.
79
Figueroa, Gonzalo, Curso de Derecho Civil, Santiago, Editorial Jurídica de Chile, T. III, 2011, p. 73.
62
forma lo debido, sin buscar obtener un provecho ilegítimo a costa de su
contraparte.
En cuanto a la acepción objetiva, en el ámbito contractual, este principio significa
para cada parte el deber de mantener un leal comportamiento desde las
tratativas preliminares hasta más allá de la completa ejecución del convenio,
implicando una ampliación del círculo de las obligaciones en él expresadas a aquellas
que, sin estarlo, emanan de la propia naturaleza de la obligación o que le pertenecen
por ley o costumbre80.
En este sentido, la buena fe actúa poniendo de manifiesto deberes de conducta
no explícitos, que surgen de la naturaleza de las obligaciones pactadas o que
son impuestos por la ley o la costumbre81, y así al juez le asiste la facultad de
integrar o suplir el contenido del contrato conforme a este principio82.
De esta forma, como se ha concluido que la buena fe “puede crear ciertos deberes
especiales de conducta, que deberán ser cumplidos por las partes, y los cuales
pueden ser plenamente exigibles. De este modo, el principio de buena fe se nos
presenta como una real fuente de derechos y obligaciones, ampliando el
contenido del contrato”83.
En síntesis, según se desprende de estas nociones, y en particular, de la propia letra
del artículo 1546 del Código Civil, la buena es una fuente de deberes de conducta
relacionados con mantener un recto y leal comportamiento en todo el íter
contractual, que le permiten al juez integrar o suplir y, aun, anular, el contenido
del contrato con aquellos deberes de que emanan, de la ley, de la costumbre o de
la naturaleza de las obligaciones pactadas.
En materia de derecho del consumo y, particularmente, en lo relativo a los
contratos de adhesión, el principio de la buena fe desempeña un papel esencial
80
Guzmán, Alejandro, “La Buena fe en el Código Civil de Chile” , en Revista Chilena de Derecho,
Santiago, 2002, vol. 29, N°1, p. 14.
81
Corral, Hernán, Contratos y daños por incumplimiento, Santiago, Edit. Abeledo Perrot–
LegalPublishing, 2010, p. 79 y s. Se ha llegado a concluir que surgen verdaderas obligaciones
derivadas, conforme al fin del contrato y a los medios utilizados para producirlo. V. Lyon, Alberto,
“La voluntad virtual derivada de la naturaleza del contrato determinada por su causa” , en Estudios
de Derecho Civil II, Corral, Hernán y Rodríguez, María Sara (coordinadores), Santiago, Edit. Lexis
Nexis, 2007, p. 755.
82
Eyzaguirre, Cristóbal y Rodríguez, Javier, “Expansión y límites de la buena fe objetiva, a propósito
del proyecto de principios latinoamericanos de derecho de los contratos”, en Revista Chilena de
Derecho Privado, Santiago, 2013, N°21, p. 184.
83
Boetsch, Cristián, La buena fe contractual, Santiago, Editorial Jurídica de Chile, 2011, p. 116.
63
en la mantención de una razonable equivalencia entre las prestaciones del
consumidor y de los proveedores.
En este sentido, se ha sostenido que “en la distribución de los derechos,
obligaciones, responsabilidades y riesgos que efectúa, el redactor del contrato
por adhesión debe abstenerse de alterar desproporcionada e
injustificadamente el equilibrio entre las prestaciones, que no es una
exigencia de equivalencia aritmética, sino de reciprocidad razonable entre éstas.
No siendo un parámetro rígido, como se indicó, para la determinación de ese
equilibrio sólo es posible elaborar criterios, tales como los provenientes de la
buena fe y del concepto de abuso del derecho”84.
Cabe insistir que este principio general de buena fe, que obliga a integrar lo pactado
con todo aquello que emana de la naturaleza de la obligación, poniendo de
manifiesto deberes de conducta no explícitos, rige plenamente en el derecho
del consumidor, por el inequívoco carácter supletorio que las normas del derecho
civil tienen en materia de contratación (art. 4 del Código Civil); y, por encontrarse
también expresamente consagrado en el artículo 16 letra g) de la LPC.
A la luz de lo anterior, se debe concluir que la conducta de las demandadas ha
infringido abierta e inequívocamente el principio general de buena fe, que
integra los contratos celebrados con los consumidores.
En primer lugar, porque las demandadas han diseñado y ejecutado un ardid, a través
de contratos simulados, para abultar artificialmente los precios del GN
suministrado a los consumidores, infringiendo con ello las condiciones generales que
integran el contrato, en un aspecto tan esencial como el costo del GN que adquieren,
y que luego es suministrado a los consumidores.
En efecto, por aplicación del principio general de buena fe, que obliga a considerar
aquello que emana de la naturaleza de la obligación, ese costo debe entenderse
comprendido en las condiciones generales de los contratos celebrados por los
consumidores. Y es precisamente ese elemento el que ha sido manipulado de mala
fe por las demandadas, a través de una triangulación fraudulenta, con el único
objeto de inflar o abultar los precios cobrados a los consumidores, infringiendo con
ello de manera evidente el principio de buena fe, que obligaba a las demandadas a
adquirir el GN en condiciones de mercado, traspasando luego a los consumidores
84
Tapia, Mauricio y Valdivia, José Miguel, op.cit., p. 79.
64
esos costos y no aquellos que de manera fraudulenta generaban a través de la
triangulación de contratos.
En segundo lugar, y quizás lo más evidente, las demandadas han infringido el
principio de buena fe, porque diseñaron y ejecutaron una maquinación
fraudulenta, de mala fe, para extraer un sobreprecio de los consumidores.
En efecto, aun que parezca autoevidente, la mala fe puede definirse como la antítesis
de la buena fe. Pues bien, en este caso resulta evidente que las demandadas se han
apartado ostensiblemente de ese estándar, ya que han diseñado y ejecutado una
farsa contractual, con el objeto de infringir las condiciones generales de los
contratos celebrados con los consumidores, abultando artificiosamente sus costos.
Esta maquinación, que envuelve un fraude de las legitimas expectativas de los
consumidores en orden a que el GN suministrado es adquirido en condiciones de
mercado, no puede ser calificada sino como una conducta de mala fe, desde el
momento que se trata de una acción voluntaria de las demandadas, y no de un
simple descuido.
En tercer lugar, la conducta de las demandadas infringe también el principio de
buena fe porque vulnera las legítimas y razonables expectativas de los
consumidores, en orden a que los costos del GN que las demandadas adquirían
obedecían a factores de mercado, y no a una triangulación fraudulenta para inflar
ese costo.
En este punto cabe insistir que las expectativas de los consumidores integran
también lo contratos celebrados con las demandadas, pues constituyen aquello que
legítima y razonablemente éstos pueden esperar en la ejecución de sus obligaciones,
en consideración precisamente al principio de buena fe.
En efecto, un consumidor promedio puede esperar legítima y razonablemente que
los costos de aprovisionamiento de GN informados por las demandadas, que son
luego transferidos los consumidores, correspondan a condiciones de mercado,
pues la buena fe impone que el proveedor adquiera en tales condiciones. Por el
contrario, infringe abiertamente esa legítima expectativa del consumidor, el hecho
de que el proveedor diseñe y ejecute una triangulación fraudulenta para abultar
artificiosamente esos precios, y luego “transferir” ese sobre costo a los
consumidores.
Por último, una prevención. La infracción que se reprocha a las demandadas en esta
sección, no apunta a un supuesto carácter abusivo o lesivo del “precio”
cobrado a los consumidores (pues no existe en el derecho chileno la
65
“lesión” como vicio general del contrato), sino a la forma en que se genera
y determina ese precio, que ha sido fraguado a través de una triangulación
diseñada y ejecutada de mala fe, dejando sin aplicación las condiciones generales
que integran el contrato -que incluyen el costo de aprovisionamiento-, infringiendo
con ello la legítima y razonable expectativa de los consumidores de que los costos
de aprovisionamiento de las demandadas, que luego era traspasados a ellos,
obedecían a condiciones de mercado. Ello no era sí, sino que estos costos
“transferidos” a los consumidores respondían en realidad a una estrategia para
inflarlos o abultarlos, lo que a todas luces infringe el principio general de buena
fe que rige los contratos celebrados con éstos.
Por ello, toda alegación de las demandadas -que de seguro efectuarán- en orden a
que no podría existir un “precio abusivo o lesivo” será impertinente, pues lo
reprochado, como se dijo, es la forma fraudulenta (y el fraude “todo lo corrompe”)
por la que artificiosamente han aumentado sus costos para determinarlo.
Y para su declaración es plenamente competente S.S., por expresa disposición de la
LPC, que establece que en la sentencia que resuelva estas acciones colectivas debe
pronunciarse sobre los “cobros indebidos” efectuados a los consumidores,
disponiendo su restitución (art. 53 C letra d) de la LPC).
E. INFRACCIÓN AL DERECHO BÁSICO E IRRENUNCIABLE DEL
CONSUMIDOR A INFORMACIÓN VERAZ Y OPORTUNA SOBRE EL
PRODUCTO OFRECIDO (ART. 3º LETRA B, LPC) Y PUBLICIDAD
ENGAÑOSA (ART. 28 LETRA C) LPC)
Además de configurar una infracción a la ley del contrato y al principio general de
buena fe, las conductas de las demandadas infringen el derecho de los consumidores
a información veraz y oportuna, y configuran también actos de publicidad engañosa
a la luz de la LPC, según se expone a continuación.
En cuanto al derecho a información veraz y oportuna, éste se encuentra consagrado
en el artículo 3° letra b) de la LPC, en los siguientes términos:
66
información necesaria para que estos puedan tomar una adecuada decisión de
consumo. Este derecho se encuentra vinculado, desde luego, con el principio de
buena fe y con el propósito del derecho del consumo de mitigar la desigualdad
de información entre proveedor y consumidor.
En este sentido, se ha sostenido que “el principio de la buena fe, impone a cada una
de las partes la obligación al menos de comunicarse... Claramente, la obligación que
impone este artículo 3 letra b) se fundamenta en la desigualdad de información
de las partes, lo que pretende el legislador es mitigar con un derecho a saber
y un deber de informarse”85.
Asimismo, se ha fallado que “los consumidores deben tener acceso a una
información veraz y oportuna que verse sobre las condiciones y demás
características relevantes del servicio que se les proporciona,
preocupándose la ley, dentro de este propósito de proteger al consumidor, de exigir
que los Informes que se le suministren no sean susceptibles de inducirlo a
error, obligando al oferente a darle noticia determinada y precisa, y que no afecte
los derechos de los cuales el consumidor es titular”86.
Pues bien, en este caso resulta evidente que las demandadas han vulnerado el
derecho básico del consumidor a la información veraz y oportuna en el
consumo.
Como se ha venido señalando, las demandadas no sólo han omitido información
fundamental respecto a los verdaderos costos de adquisición del GN, sino que han
ejecutado maniobras destinadas a ocultarlos, como el uso de AGESA como
“intermediaria de papel”.
La falta de información sobre sus verdaderos costos y el engaño respecto de los
fines de la división que tuvo lugar el 2016, le han permitido a METROGAS y AGESA
mantener los precios del gas artificialmente altos y retener para su grupo
empresarial esos menores costos, en vez de traspasarlos de buena fe a los
consumidores de gas natural.
En efecto, METROGAS ha defraudado gravemente las razonables expectativas de los
consumidores, valiéndose de la desinformación para imponerle condiciones de
contratación más gravosas.
85
Barrientos, Marcelo, “Artículo 3° B)”, en La protección de los derechos de los consumidores.
Comentarios a la Ley de protección de los derechos de los consumidores , Barrientos, Francisca
(coord.), Santiago, Thomson Reuters, 2013, pp. 94-103 (pp. 97-98).
86
Corte de Apelaciones de Antofagasta, 6 de enero de 2012, Rol N°195-2011 (C°. 11).
67
Dicho en pocas palabras S.S., las demandadas han adquirido el GN a precios
considerablemente menores a los que reflejan sus precios de venta, y han omitido
deliberadamente esa información, evitando traspasar esos verdaderos costos a
sus clientes.
Desde luego, de haber cumplido su obligación de informar veraz y oportunamente
los precios y las condiciones de contratación en el mercado del gas, las graves
consecuencias y daños que se derivaron para los consumidores no se habrían
producido.
En efecto, si las demandadas hubieren informado lealmente sus verdaderos costos
de GN, en vez de esconderlos en AGESA, necesariamente se hubieran visto en la
obligación de traspasar, cuanto menos, una parte de esos menores costos a sus
clientes.
Finalmente, si las demandadas hubieren traspasado sus verdaderos costos a los
consumidores, éstos jamás habrían tenido que soportar precios artificialmente altos
(entre un 12,7% y un 20%, según la Fiscalía). Por lo tanto, las graves consecuencias
y daños que se derivaron para los consumidores, cuya indemnización se demanda
en esta presentación, no se habrían producido.
Es precisamente la utilización del engaño, consistente en el ocultamiento de
información y la entrega de información falsa, para aprovecharse
ilegítimamente de las condiciones del mercado y obtener ganancias ilícitas, a
expensas de los consumidores, lo que configura, a nuestro juicio S.S., esta
infracción.
Pero además de configurar una infracción al derecho a la información veraz y
oportuna de los consumidores, la conducta de las demandadas configura también
actos de publicidad engañosa, en particular, aquellos previstos y sancionados en
el artículo 28 letra c) de la LPC.
Al respecto, la LPC dispone, en particular, lo siguiente:
“Artículo 28.- Comete infracción a las disposiciones de esta ley el que, a sabiendas
o debiendo saberlo y a través de cualquier tipo de mensaje publicitario induce a
error o engaño respecto de:…
c) Las características relevantes del bien o servicio destacadas por el anunciante o
que deban ser proporcionadas de acuerdo a las normas de información comercial”.
68
y la creación de AGESA como “intermediador” en el año 2016, indujo a los
consumidores a error o engaño al anunciar (como se expuso) que esa
división tenía por objeto aplicar las mejores prácticas regulatorias de la
industria a nivel mundial, en circunstancias que esa maniobra tenía por
verdadero propósito que METROGAS recomprara el mismo gas que ya
tenía asegurado, pero a un precio más caro, para ocultar su verdadero
costo.
Evidentemente, esta infracción de METROGAS se siguió configurando en el tiempo,
pues nunca transparentó el verdadero propósito de la creación de AGESA,
manteniendo a los consumidores en error o engaño respecto de una característica
relevante del bien o servicio (el costo de aprovisionamiento), que debía ser
informada de acuerdo a las normas de información comercial que integran los
contratos celebrados con los consumidores.
Cabe destacar que la publicidad engañosa trae como consecuencia un incremento
en las multas, según el artículo 24 de la LPC.
F. COBROS INDEBIDOS (ART. 50 C LETRA D, LPC)
Además de lo expuesto, la conducta de las demandadas envuelve también una
infracción a la LPC pues configura un cobro indebido, que genera un
enriquecimiento injustificado en su favor, efecto antijurídico que se encuentra
prohibido tanto a la luz de las reglas del derecho común como de ese cuerpo
normativo.
En efecto, si bien el derecho común no consagra expresamente el principio de
proscripción del enriquecimiento injustificado, éste ha sido ampliamente reconocido
por la doctrina y la jurisprudencia, como se expondrá.
Asimismo, la LPC consagra expresamente la procedencia de la acción restitutoria
para el reintegro de aquello que los consumidores han pagado en exceso o
cobros indebidos, proscribiendo por lo tanto el enriquecimiento injustificado del
proveedor.
Al respecto, el articulo 53 C letra d) de la LPC establece lo siguiente:
“En la sentencia que acoja la demanda, el juez, además de lo dispuesto en el
artículo 170 del Código de Procedimiento Civil, deberá:…
d) Disponer la devolución de lo pagado en exceso y la forma en que se
hará efectiva, en caso de tratarse de procedimientos iniciados en virtud de un
cobro indebido de determinadas sumas de dinero. En el caso de productos
69
defectuosos, se dispondrá la restitución del valor de aquéllos al momento de
efectuarse el pago”.
87
Céspedes, Rodrigo, “El enriquecimiento sin causa en la jurisprudencia chilena”, en Revista Chilena
de Derecho Privado, N°3, 2004, p. 13
88
Corte Suprema, 13 de agosto de 2019, Rol N°1245-2018, C°. 6.
70
estableció, como se adelantó, una serie de instituciones que se fundan en él.
Así, la doctrina está conteste en que las reglas de las prestaciones mutuas, la
responsabilidad extracontractual por hecho ajeno, la nulidad de los actos de un
incapaz, las recompensas en la sociedad conyugal y la accesión, se inspiran en el
referido principio”89.
d) En cuanto a sus requisitos de procedencia, se sostiene que requiere el
enriquecimiento de un sujeto, empobrecimiento de otro y la ausencia de causa,
que es el elemento crucial.
d) Finamente, en cuanto a sus efectos, en el evento de que se configure una
situación de enriquecimiento injustificado la parte que se empobrece
injustificadamente podrá siempre ejercer una acción in rem verso, para la
restitución dado o pagado sin “antecedente jurídico que justifique el beneficio
obtenido y el perjuicio sufrido”90.
Como se adelantó, en materia de derecho del consumidor, la LPC consagra
expresamente la acción restitutoria derivada de un pago en exceso o cobro
indebido, en su artículo 53 C letra d).
Pues bien, en este caso resulta evidente que las conductas de las demandadas han
propiciado un enriquecimiento ilícito en su favor, en perjuicio de los consumidores,
que habilita a éstos a pedir la restitución de todo cuando han pagado en exceso.
En efecto, como se expuso, la nota característica del enriquecimiento injustificado
es que existe un desplazamiento patrimonial que carece de causa. La jurisprudencia
de la Corte Suprema ha puesto énfasis en que se trata de una noción eminentemente
económica: un sujeto resulta enriquecido sin que exista una justificación
jurídica y económica para ello.
En este caso, las demandadas idearon y ejecutaron una estructura para subir
artificialmente los precios de aprovisionamiento de GN para luego, por medio del
engaño, “traspasar” esos costos inflados a los consumidores. Pero ese mayor costo
cobrado a los consumidores carece por completo de causa, esto es, no tiene una
justificación económica ni jurídica, sino que responde únicamente a una estrategia
elaborada por las demandadas para extraer un sobreprecio. Por ello debe ser
necesariamente calificado como un “cobro indebido”.
89
Corte Suprema, 17 de enero de 2018, Rol N°38887-2017, C°. 10.
90
Abeliuk, René, Las Obligaciones, T. I, Santiago, Legal Publishing. Thomson Reuters, 2014, p. 230.
71
Luego, los consumidores, además de otras acciones que les concede la LPC, tienen
el derecho a demandar la restitución de todo lo que han pagado en exceso a
METROGAS, sin una causa que justifique esos pagos indebidos, tal como se solicita
en el primer otrosí de esta presentación.
G. INFRACCIÓN AL DERECHO A LA REPARACIÓN ADECUADA Y
OPORTUNA DE TODOS LOS DAÑOS (ART. 3 LETRA E) DE LA LPC)
Finalmente, las conductas de las demandadas configuran también una infracción al
derecho de los consumidores a la reparación adecuada y oportuna de los daños
sufridos.
Se trata de un derecho básico del consumidor, que responde al principio de
reparación integral del daño91. Ante todo, este derecho lo establece la LPC en
su artículo 3° letra e), en los siguientes términos:
“Artículo 3º. Son derechos y deberes básicos del consumidor: …
e) El derecho a la reparación e indemnización adecuada y oportuna de
todos los daños materiales y morales en caso de incumplimiento de
cualquiera de las obligaciones contraídas por el proveedor, y el deber de
accionar de acuerdo a los medios que la ley le franquea”.
En este caso, como se ha expuesto a lo largo de esta demanda, las conductas de
las demandadas tendientes a inflar artificialmente los precios del GN por medio de
la creación de AGESA, se encuentran ya establecidas en el informe que al respecto
elaboró la FNE. No hay duda de que tal informe ha ponderado los distintos elementos
de la operación, concluyendo que la única razón de la división de METROGAS fue
posibilitar que ésta comprara más caro el mismo gas que antes podía obtener a un
precio más bajo, defraudando de esa forma a los consumidores.
Sin embargo, ni aun a la vista del contenido del informa de la FNE, siendo esta ya
de público conocimiento, las demandadas han propiciado algún mecanismo para
reparar adecuada y oportunamente los cuantiosos daños causados a los
consumidores, que es uno de sus deberes, esperando probablemente ser
91
“Tal regla [principio de reparación integral del daño] se encuentra formulada expresamente en la
Ley N°19.496 de Protección al Consumidor en su artículo 3° letra e) al prescribir que es derecho
básico del consumidor: ‘El derecho a la reparación e indemnización adecuada y oportuna de todos
los daños materiales y morales en caso de incumplimiento de cualquiera de las obligaciones
contraídas por el proveedor, y el deber de accionar de acuerdo a los medios que la ley franquea””
Pinochet, Ruperto, “¿Es la condena infraccional requisito de la indemnización de perjuicios regulada
en la ley Nº 19.496 sobre Protección del Consumidor?. Un error histórico”, en Estudios de Derecho
Civil VII (Elorriaga de Bonis, Fabián (coord.)), Santiago, LegalPublishing, 2011, p. 438.
72
demandadas y poner de cargo de lo consumidores el procurarse esa reparación
luego de un costoso y extenso litigio.
Por ello, debe también concluirse que las demandadas han vulnerado este derecho
irrenunciable del consumidor a la reparación adecuada y oportuna, previsto en el
artículo 3 letra e) de la LPC.
H. CONSIDERACIONES PARA LA DETERMINACIÓN DE LAS MULTAS
Como es sabido, el artículo 23 de la LPC establece el principio general de
responsabilidad infraccional del proveedor, esto es, la infracción de una norma
que le impone deberes de conducta frente al consumidor, mediante una actuación
imputable y que justifica la aplicación de las multas que establece92. La referida
norma establece lo siguiente:
En tal sentido, la jurisprudencia ha señalado que “la norma [el artículo 23] no sólo
exige el menoscabo al consumidor; además, es necesario establecer que el actuar
del proveedor ha sido negligente”93. En el mismo sentido, respecto del régimen de
responsabilidad del derecho del consumidor, la doctrina ha señalado que “deberá
acreditarse la culpa o negligencia constitutiva de la infracción para poder alegar
la responsabilidad civil”94.
En razón del principio de economía procesal, esta parte abordará la actuación
dolosa o culpable de las demandadas, a propósito de la acción de indemnización
de perjuicios, deducida en el primer otrosí de esta presentación, pues como se
92
En este sentido, se ha sostenido: “No hay duda que se trata de una norma infraccional. Esta
norma comienza expresando ‘comete infracción a las disposiciones de esta ley’”. Barrientos,
Francisca, y Contardo, Juan, “Artículo 23 inciso 1”, en La protección de los derechos de los
consumidores. Comentarios a la Ley de protección de los derechos de los consumidores (Barrientos,
Francisca (coord.)), Santiago, Thomson Reuters, 2013, pp. 556-582 (p. 557).
93
Corte Suprema, 16 de mayo de 2019, Rol N°47564-2016 (C°. 9).
94
Corral, Hernán, “La responsabilidad por incumplimiento y por productos peligrosos en la Ley de
Protección de los Derechos del Consumidor”, en Barahona, Jorge y Lagos, Osvaldo, La protección de
los derechos de los consumidores, Cuadernos de Extensión Jurídica, Universidad de Los Andes, N°12,
2006, p. 102.
73
sabe es no sólo un requisito de la infracción sino que también de la responsabilidad
civil.
Luego, las infracciones a la normativa de la LPC se sancionan con las multas
reguladas en los artículos 24 y 24 A de la LPC, que contienen además criterios para
la determinación de su cuantía, en particular, ciertas circunstancias agravantes que
concurren en la especie, y que conducirán a esta parte a solicitar que se aplique el
máximo de las multas, por cada infracción y cada consumidor afectado, tal como se
expone a continuación.
Para el cálculo de las multas, rogamos a S.S. tener presente lo siguiente:
(i) En primer lugar, que la LPC establece que para ese cálculo debe tenerse en
cuenta “especialmente” el daño potencialmente causado a los consumidores
afectados por la misma situación (art. 53 C letra b).
En relación a lo anterior, para la determinación de las multas el artículo 24 establece
ciertas circunstancias agravantes, entre las que se encuentran las siguientes “b)
Haber causado un daño patrimonial grave a los consumidores. c) Haber dañado
la integridad física o psíquica de los consumidores o, en forma grave, su dignidad”.
Como se expondrá fundadamente en el primer otrosí de esta presentación, las
infracciones cometidas por las demandadas han generado un masivo y grave
daño patrimonial y moral (por vulneración de la integridad psíquica y la
dignidad) a todos los consumidores que se encuentran en la misma situación,
cuestión que consideramos debe tenerse en cuenta para los efectos del cálculo de
las multas.
Nos remitimos, para ello, a lo que se expondrá acerca de los daños provocados en
el primer otrosí de esta presentación, y damos por reproducidos los argumentos que
ahí se contienen sobre la concurrencia de estas circunstancias agravantes en la
especie.
(ii) En segundo lugar, la LPC dispone que para fijar la suma de las multas por “cada
consumidor afectado”, deben considerarse en su cálculo los elementos descritos
en el artículo 24 A de la LPC (art. 53 C letra b).
Según ese artículo, tratándose de las infracciones que afecten al interés colectivo
y difuso, el tribunal debe graduar la multa conforme, en particular, a los
siguientes parámetros (descritos en el propio artículo 24 A, y en el artículo 24, al
que aquél se remite):
74
a) La gravedad de la conducta, así como su duración (art. 24). Tal como se ha
expuesto, las conductas de las demandadas son gravísimas y prolongadas en el
tiempo, pues constituyen conductas dolosas, o cuando menos gravemente
negligentes, que han vulnerado todo estándar de lealtad para con los consumidores,
y considerando que se trata de una política de ocultamiento de información
relevante, desde 2016 a la fecha, resulta evidente que han incurrido en
actuaciones ilícitas e imputables graves en la comercialización del gas.
b) Los parámetros objetivos que definan el deber de profesionalidad del
proveedor, debiendo en este caso tenerse en cuenta la calidad de profesionales
altamente especializados de las demandadas; así como la capacidad económica
de los infractores, donde debe tenerse presente que todas ellas son sociedades
de enorme envergadura y que registran altísimas ganancias todos los años (art. 24);
c) El grado de asimetría de información existente entre el infractor y las víctimas
(art. 24). Este aspecto es fundamental en este caso, pues era altamente improbable
para los consumidores anticipar que las variaciones de los costos de compra y venta
de gas en los mercados mayoristas, de modo que no podrían haber advertido que
estaban siendo obligados a pagar precios abusivos y defraudatorios de toda
expectativa razonable. Ello pues, como se dijo, las demandadas omitieron informar
veraz y oportunamente sus verdaderos costos del gas.
d) El beneficio obtenido con motivo de la infracción, cuestión que ha sido
evocada en esta demanda principal. Desde luego, si las demandadas omitieron el
menor costo en la adquisición del gas y luego, han aprovechado esta situación para
aumentar el precio del gas a sus consumidores, el proceder de las demandadas
supone inmensos réditos adicionales cada año (art. 24).
e) La gravedad del daño causado, tal como se ha expuesto en la sección
preliminar de esta demanda principal y se volverá sobre este aspecto en los otrosíes
(art. 24).
f) El número de consumidores afectados (METROGAS tiene cerca de 785.000
clientes).
g) La facultad del Tribunal de aplicar multas “por cada uno de los consumidores
afectados”, tratándose de infracciones, como las de la especie, que se producen
respecto de cada uno de ellos (art. 24 A).
h) La inexistencia en la especie de una reparación íntegra y efectiva por
parte de las demandadas del daño causado a los consumidores, única posibilidad
que la LPC prevé para aplicar una multa como “monto global” (art. 24 A).
75
Adelantamos, al respecto, que las demandadas han omitido toda gestión u acción
para reparar a los consumidores víctimas de sus maniobras.
(iii) Por último, la existencia de infracciones de publicidad engañosa, que orden el
incremento de las multas según el artículo 24 de la LPC.
Todo lo anterior conduce a sostener que las demandadas deben ser condenadas al
máximo de las multas que la LPC prevé, por cada infracción y por cada
consumidor afectado, o a las multas que S.S. determine conforme a derecho.
POR TANTO, en mérito de lo expuesto y de lo dispuesto en los artículos 1, 2, 2 bis,
3, 12, 16, 23, 24, 24 A, 28, 50, 51, 53, 53 C y restantes normas aplicables de la LPC,
y el principio iura novit curia,
SOLICITO RESPETUOSAMENTE A S.S.: Tener por interpuesta demanda por
infracción a las normas sobre protección de los derechos de los consumidores en
contra de METROGAS S.A., representada legalmente por su gerente general don
Pablo Sobarzo Mierzo, o quien lo reemplace en el cargo, y en contra de
APROVISIONADORA GLOBAL DE ENERGÍA S.A., representada legalmente por
su gerente general don Klaus Lührmann Poblete, o quien lo reemplace en el cargo,
todos ya individualizados, declararla admisible, acogerla a tramitación, concederla
en todas sus partes y, en definitiva:
(i) Declarar, conforme al artículo 53 C letra a) de la LPC, la forma en que los hechos
y conductas METROGAS S.A. Y APROVISIONADORA GLOBAL DE ENERGÍA
S.A., han afectado el interés colectivo y/o difuso de los consumidores;
(ii) Declarar, conforme al artículo 53 C letra b) de la LPC, la responsabilidad
infraccional o contravencional de METROGAS S.A. y de
APROVISIONADORA GLOBAL DE ENERGÍA S.A. en los hechos señalados y
las infracciones incurridas, al haber vulnerado los artículos 3, 12, 16, 23, 24, 28,
50, 51 y siguientes de la Ley Nº19.496; o bien, la o las infracciones que SS. considere
procedentes conforme a derecho;
(iii) Condenar, conforme al artículo 53 C letra b) de la LPC, a METROGAS S.A. y
APROVISIONADORA GLOBAL DE ENERGÍA S.A. al máximo de las multas
que establece la LPC, por cada una de las infracciones de que da cuenta la
presente demanda y por cada uno de los consumidores afectados, tomando
en especial consideración los parámetros descritos en los artículos 24, 24 A y 53 C
letra b) de la LPC, o condenar a las multas cuyo monto y forma de cálculo S.S.
estime procedentes conforme a derecho;
76
(iv) Condenar, conforme a los artículos 12 y 50 inciso 2˚de la LPC, a METROGAS
S.A. y APROVISIONADORA GLOBAL DE ENERGÍA S.A. a que cesen y se
abstengan en lo sucesivo, de forma permanente y absoluta, de ocultar sus costos
y aumentar artificialmente los precios del gas natural que comercializan,
absteniéndose de efectuar cobros indebidos, o de acuerdo a lo que S.S. estime
procedente conforme a derecho; y,
(v) Condenar a METROGAS S.A. y APROVISIONADORA GLOBAL DE ENERGÍA
S.A. al pago de las costas de la causa.
77
partes y, en definitiva, condene a los demandados al pago de las correspondientes
indemnizaciones, con costas, y según se expone a continuación:
Síntesis de la acción
En síntesis, la acción que se entabla en este otrosí corresponde a una acción de
responsabilidad civil por infracciones a la LPC, en defensa del interés colectivo
de los consumidores que, desde hace años y hasta la fecha (al menos desde
mediados del 2016), han debido soportar precios artificialmente altos en
la venta del gas natural, en tanto bien de primera necesidad, producto de la
“triangulación fraudulenta” de las demandadas y las otras infracciones a la LPC
denunciadas en la demanda principal.
Lo que se exige es la reparación de las consecuencias patrimoniales y morales
derivadas del repudiable actuar de las demandadas, y las afectaciones de los
derechos de los consumidores que ello envuelve.
En efecto, como se explicará, tales daños son patrimoniales (restitución de los
cobros indebidos, además de aquellas sumas por concepto de lucro cesante) y
morales (por vulneración a la dignidad humana, y por la angustia y aflicciones
provenientes de la afectación de los derechos irrenunciables de los consumidores).
I. ANTECEDENTES DE HECHO
Por evidentes razones de economía procesal, se da por
expresamente reproducido lo expuesto en el apartado “I. Sección Preliminar”,
que contiene consideraciones comunes a las acciones interpuestas; y, en el apartado
“II. Antecedentes de hecho”, ambos contenidos en la acción principal de este
libelo.
78
Antes, por razones de economía procesal, esta parte da por expresamente
reproducidas aquí la descripción de las infracciones a la LPC cometidas por las
demandadas, contenidas en el apartado “III. Fundamentos de Derecho” de lo
principal de esta presentación, y que son el fundamento de la acción de
indemnización que se ejerce en este otrosí.
A. DERECHO A LA REPARACIÓN EN ACCIONES COLECTIVAS
Ante todo, es preciso establecer que, como SS. sabe, el artículo 3º letra e) de la LPC
dispone que:
“El incumplimiento de las normas contenidas en la presente ley dará lugar a las
denuncias o acciones destinadas…a obtener la debida indemnización de
perjuicios o la reparación que corresponda”.
79
B. INTERÉS COLECTIVO AFECTADO
El interés colectivo afectado por las acciones de las demandadas, y que se ejerce
en esta demanda, corresponde al de todos los consumidores han debido soportar
precios artificialmente altos en la venta del gas natural (cobros indebidos), en tanto
bien de primera necesidad, y que, además, han sido profundamente defraudados en
su confianza por parte de las demandadas, las que han ocultado sistemáticamente
la información concerniente a sus verdaderos costos y se han negado a traspasarlos
debidamente a los consumidores; y, además, al de las familias de los consumidores
que, sin costear directamente la compra de gas natural, acceden a dicho combustible
como consumidores finales.
En efecto, tal como se explicó latamente en la “I. Sección Preliminar” de la
demanda principal, en la especie concurren todos los supuestos para que SS.
constate la existencia de intereses colectivos que han sido afectados por las
demandadas, toda vez que esos consumidores dañados son:
a) Un grupo de personas afectadas en sus derechos por una misma conducta: la
actuación ilícita y defraudatoria a la confianza de las empresas demandadas
al ocultar sus verdaderos costos y mantener precios artificialmente altos (entre un
12,7% y un 20%), con la sola finalidad de acrecentar indebidamente sus ingentes
ingresos.
Los derechos amagados por dichas alzas fueron desarrollados latamente en la
sección “III. Fundamentos de Derecho” de la demanda principal, así como se
tratarán en este otrosí.
b) Este grupo de consumidores afectados es, a su vez, determinado o
determinable, según se demostrará en la etapa procesal correspondiente, a través
del examen de los contratos que se han visto afectados por las alzas improcedentes,
y la determinación de los beneficiarios de las prestaciones que allí figuran.
c) Todos ellos tienen un vínculo contractual, directo o conexo, con las
demandadas.
Por razones de economía procesal, esta parte da por expresamente
reproducidos lo expuesto en los apartados I, II y III de la demanda principal, en
particular, todos los argumentos, disposiciones y precedentes jurisprudenciales que
justifican la calificación de este interés como colectivo, tales como la noción de
consumidor material, y la noción amplia de proveedor (directo y mediato), entre
otros.
80
Tales argumentos justifican, en opinión de esta parte, que se trata de un grupo de
consumidores determinado o determinable, ligados con tales proveedores por un
vínculo contractual directo o conexo (art. 50 LPC).
C. ESTATUTOS DE RESPONSABILIDAD CIVIL APLICABLES A ESTA
ACCIÓN
Como se expuso, la LPC establece algunas reglas de responsabilidad civil
derivadas de las infracciones o incumplimientos de los proveedores, concentrándose
en el reconocimiento del derecho a la reparación de los daños patrimoniales y
morales por tales infracciones (art. 3 letra e), la forma en que debe ser demandados
en acciones colectivas (art. 51 Nº2), la regulación del daño moral en acciones
colectivas (art. 51 Nº2), la forma de ordenar la reparación de los daños, como la
creación de grupos y subgrupos (art. 53 C), la existencia de daños punitivos (art. 53
C), entre otras materias. Asimismo, deben tenerse en cuenta las disposiciones
relativas responsabilidad infraccional de los proveedores, ya citadas, en particular,
el artículo 23 de la LPC. Estas normas, en opinión de esta parte, resultan
inequívocamente aplicables en la especie.
Asimismo, y por su carácter de derecho supletorio (art. 4 Código Civil), y tratándose
de una acción por interés colectivo que presupone la existencia de un vínculo
contractual, resultan supletoriamente aplicables las reglas del estatuto de la
responsabilidad civil contractual contenidas en el Código Civil (esp. arts.
1545 y ss.), que conforman el derecho común en la materia. En efecto, es la
regulación civil, como la jurisprudencia derivada de ella, la que provee el marco
normativo a tal responsabilidad, completando los vacíos de la legislación sectorial.
Ambos estatutos de responsabilidad aplicables se citarán para los efectos de
acreditar la reunión de los requisitos de la responsabilidad civil en esta demanda,
por interés colectivo o en subsidio difuso, ejercida en beneficio de los consumidores
ya aludidos.
Por otra parte, según se expuso latamente en la sección “I. Preliminar”, en lo
principal de esta presentación, la escasa normativa especial que regula el
funcionamiento de METROGAS, no establece ni contempla un régimen o
estatuto de responsabilidad civil especial a su respecto.
Ello no implica, evidentemente, que las demandadas no sean responsables de los
daños que generan, sino que su actividad no ha de regirse por un régimen de
responsabilidad específico de ese rubro.
81
A partir de lo anterior, y como bien se explicó en la sección “I. Preliminar”, la LPC
resulta ser perfectamente aplicable al presente caso.
No obstante, lo expuesto anteriormente no es más que la interpretación que sostiene
esta parte, pues conforme al principio iura novit curia, corresponde a las
potestades privativas de SS. determinar soberanamente el derecho aplicable a los
hechos que se invocan en esta demanda y que se probarán en la secuela del juicio.
En efecto, como lo ha afirmado la Corte Suprema: "es a los tribunales y no a las
partes a quienes corresponde aplicar la ley pertinente en la resolución de los asuntos
litigiosos"95.
D. REQUISITOS DE LA RESPONSABILIDAD CIVIL
Tal como se desprende de la ley, la jurisprudencia y la doctrina nacional, en materia
de responsabilidad civil deben concurrir, en general, los siguientes elementos para
que haya lugar a una indemnización: (i) La acción u omisión dolosa o negligente, o
incumplimiento contractual culpable (ilicitud); (ii) Que el demandante haya sufrido
un daño reparable; y, (iii) Que entre la acción culpable y el daño exista una relación
de causalidad96.
Además, como se sabe, en materia responsabilidad contractual es necesario que el
deudor se encuentre en mora, esto es, el incumplimiento de la obligación unido a
la interpelación judicial realizada por el acreedor, si no hay plazo expreso o tácito
pactado, como ocurre en la especie (art. 1551 Código Civil). En efecto, tratándose
de obligaciones no sujetas a plazo, la interpelación se produce al momento de la
notificación de la demanda, como ha sostenido la doctrina y la jurisprudencia.
Así se ha afirmado que “[La interpelación judicial] es la regla general en materia de
interpelación, aunque el legislador la haya colocado en tercer lugar; la expresión ‘en
los demás casos’ es decidora. En consecuencia, cualquier situación no comprendida
en los números 1º [plazo convenido expreso] y 2º [plazo convenido tácito] necesita
para la constitución en mora del deudor el requerimiento judicial; si no, no hay
mora”97.
Conforme a lo descrito, para el caso que SS. estime aplicable este estatuto de
responsabilidad contractual en la especie, es evidente que la notificación de esta
demanda envuelve el cumplimiento de ese requisito de la mora.
95
Corte Suprema, 24 de marzo de 1955, R.D.J., t. 52, sec. 1, p. 148.
96
Alessandri R., Arturo, De la responsabilidad extracontractual en el derecho civil chileno , Santiago,
Imprenta Universitaria, 1943, p. 129.
97
Abeliuk, René, Las Obligaciones. Tomo II, Santiago, Editorial Jurídica de Chile, 2009, p. 855
82
A continuación, en consecuencia, se revisará la reunión de los otros tres requisitos
de la responsabilidad civil en este caso, esto es, la imputabilidad, la causalidad y el
daño.
E. DOLO, NEGLIGENCIA E INCUMPLIMIENTOS
Es sabido que en nuestro sistema jurídico prima el estatuto general de
responsabilidad civil por dolo, negligencia o culpa probada, morigerándola en
algunas materias a través de presunciones de culpa o la noción de culpa infraccional.
Como veremos a continuación, resulta inequívoca la existencia de una actuación
ilícita e imputable a las demandadas, tanto a la luz del estatuto de la LPC como
por las reglas del derecho civil de aplicación supletoria.
(i) El ocultamiento de los verdaderos costos del gas a los consumidores
mediante el uso de un “intermediario” que es persona relacionada,
y el aumento artificial de los precios al consumidor final constituyen
una acción dolosa de las demandadas.
Como SS. conoce, en nuestro ordenamiento el dolo directo se encuentra definido
en el artículo 44 del Código Civil como “la intención positiva de inferir injuria a la
persona o propiedad de otro”.
Sin embargo, es pertinente anotar que doctrina nacional ha evitado ceñirse a una
interpretación estricta del dolo directo en materia civil, entendiendo que no es
necesario que exista siempre el propósito de dañar al otro para advertir una hipótesis
de dolo. Por ello, en nuestro sistema jurídico constituyen hipótesis de dolo directo
aquellas conductas que, teniendo como intención principal el beneficio
propio, se ejecutan mediante el perjuicio de la víctima.
Esta noción laxa de dolo directo es de larga data y puede remontarse a la concepción
de Pothier y, en el derecho nacional, a Arturo Alessandri, quien si bien otorga una
definición más bien restringida del concepto98, entrega ejemplos que se acercan a
la noción más amplia99.
98
Alessandri, Arturo, De la responsabilidad extracontractual en el derecho civil chileno, op.cit., p.
163.
99
Ibídem, p. 164 y 165. En el mismo sentido, Ducci, Carlos, Responsabiliad civil (ex – contractual),
Santiago, Empresa periodística “El Imparcial”, 1936, p. 27.
83
Así, contemporáneamente, la doctrina nacional ha afirmado que “el concepto civil
de dolo no sólo comprende la intención de dañar en sentido estricto, sino la
aceptación voluntaria del ilícito con conciencia de la antijuridicidad de la acción”100.
Por su parte, el dolo eventual supone una actuación en busca de un
propósito, unida a la mera representación de la posibilidad de un resultado
dañino101. Se trata de una completa desatención de los intereses ajenos en pos de
la satisfacción de los intereses propios, que el derecho civil no puede tolerar.
Pues bien, en el presente caso SS. podrá estimar que, las conductas en que incurren
sistemáticamente las demandadas cumplen con los presupuestos para ser
consideradas como hipótesis de dolo, sea que se acoja una noción de dolo directo o
una noción de dolo eventual, pues como se explicó en la demanda principal
constituyen un “fraude civil”.
A partir del actuar de las demandadas, SS. podrá concluir con facilidad que lo que
éstas persiguen realmente es obtener un provecho propio (lo cual efectivamente
ha ocurrido, tal como se explicó en lo principal de esta presentación). Este beneficio
particular está dado por el considerable aumento del margen obtenido en
conjunto por las demandadas a partir del año 2016, margen que está dado por la
diferencia entre los verdaderos costos que quedan radicados en AGESA y el “costo”
artificialmente alto de METROGAS, quien le recompra el gas a esta última, en los
términos y detalles ya explicados. Todo ello supone, evidentemente, una ilegítima
maximización de ganancias para las demandadas.
Con todo, el punto fundamental SS., no es que las demandadas persigan obtener
resultados positivos, sino que esos resultados se obtengan defraudando a los
consumidores.
Así, las demandadas han dañado voluntariamente a los consumidores con el fin de
obtener mayores ingresos, o cuando menos, se han tenido que representar,
necesariamente, que la consecución de ese fin supone un resultado dañoso para
ellos. Lo anterior resulta particularmente grave si se tiene en consideración que se
trata de una práctica defraudatoria que se viene manifestando desde hace años
(desde finales del 2014).
100
Barros, Enrique, Tratado de responsabilidad civil extracontractual, Santiago, Editorial Jurídica,
2006, p. 159. En el mismo sentido, Rodríguez, Pablo, Responsabilidad extracontractual, Santiago,
Editorial Jurídica, 2002, pp. 165 y 166; y, Corral, Hernán, op. cit., p. 209 y 210.
101
Barros, Enrique, op. cit., p. 160.
84
Ahora bien, como SS. conoce, el dolo debe ser apreciado en concreto, y no mediante
un juicio abstracto de comportamiento, como ocurre con la culpa en materia civil.
Sin embargo, lo que debe acreditarse a efectos de que SS. pueda constatar que una
determinada conducta envuelve una hipótesis de dolo, son las actuaciones que
permitan inferir la mala intención del agente.
En definitiva, el objeto de la prueba son los hechos que permiten inferir o
presumir fundadamente que el autor quiso el resultado dañoso (dolo directo),
dañó al otro voluntariamente para obtener un provecho propio (dolo directo) o se
representó al menos la posibilidad del daño (dolo eventual). Así lo ha señalado
categóricamente la Corte Suprema: “el dolo por su naturaleza y objeto es un
concepto o apreciación jurídica que debe deducirse de algún hecho o conjunto
de hechos que comprueben claramente la intención positiva y maliciosa de causar
daño”102.
En síntesis SS., el dolo se acredita mediante la prueba de hechos concretos
(usualmente, un conjunto de hechos o maquinaciones) y no por meras
subjetividades.
En conclusión, en el presente caso CONADECUS no precisará de probar a SS. la
intención de las demandadas de dañar a los consumidores, sino que resultará
suficiente acreditar la existencia de un conjunto de hechos de los que se deduce que
éstas han dañado voluntariamente a los consumidores, o cuando menos, se han
representado que éstos resultarían dañados, con el objeto de obtener mayores
ingresos.
Para ello, nos remitimos a lo expuesto en la demanda principal, que describe las
actuaciones de las demandadas en orden a implementar una “triangulación
fraudulenta”, revendiéndose entre sí el mismo gas, pero más caro, y la forma en
que ello constituye un fraude civil y vulnera los derechos garantizados en la LPC.
(ii) Las infracciones a la LPC por parte de las demandadas constituyen
hipótesis de culpa grave
Sin perjuicio de lo expuesto en el literal (i) precedente, para el improbable evento
de que SS. estime que, en la especie no se verifica ninguna hipótesis de dolo, SS.
podrá estimar fácilmente que es tal la falta de prudencia de la conducta de las
demandadas que es posible sostener que nos encontramos frente a un caso de
“culpa grave” que, como se sabe, en materia civil equivale al dolo (art. 44 Código
102
Corte Suprema, 6 de enero de 1920, C. 3°. RDJ, T. 18, sec. 1ª, p. 405 y s.
85
Civil), cuestión que conduce incluso a la extensión de la reparación de los perjuicios
a los imprevisibles (art. 1558 Código Civil).
En este punto es necesario advertir a SS. que, según se explicará en las secciones
siguientes, la infracción a los deberes de cuidado cometida por las demandadas ha
sido tan grosera, que resulta preciso calificarla como culpa grave, esto es, según
el artículo 44 del Código Civil, la que consiste en no manejar los negocios ajenos con
aquel cuidado que aun las personas negligentes y de poca prudencia suelen emplear
en sus negocios propios.
Como es sabido, la parte final del inciso 2˚ del referido artículo 44 establece que:
“Esta culpa en materias civiles equivale al dolo”. En efecto, y dado que el legislador
ha equiparado esta clase de culpa al dolo civil, en razón de la lata extensión de la
negligencia cometida103, en el presente caso, debería considerarse, en opinión de
esta parte, a las demandadas como agentes dolosos.
En tal sentido, y como SS. bien sabe, el inciso 1˚ del artículo 1558 del Código Civil
establece que: “Si no se puede imputar dolo al deudor, sólo es responsable de los
perjuicios que se previeron o pudieron preverse al tiempo del contrato; pero si hay
dolo, es responsable de todos los perjuicios que fueron una consecuencia inmediata
o directa de no haberse cumplido la obligación o de haberse demorado su
cumplimiento”.
De la disposición transcrita se desprende que el deudor culpable sólo responde de
los perjuicios previstos, mientras que el deudor doloso responde igualmente de los
perjuicios directos previstos o previsibles, pero, además, está obligado a responder
de daños imprevistos.
Así lo ha sostenido la doctrina, al establecer que uno de los efectos de la
equiparación de la culpa grave al dolo es que: “Se agrava la responsabilidad del
deudor, que responde de los perjuicios imprevistos”104. Y, en el mismo sentido
se ha pronunciado la Corte Suprema al sostener que: “El reproche a la actuación
dolosa del deudor se hace efectivo en que éste debe responder de mayores
perjuicios que el deudor que actuó sin dolo o sólo por culpa, pues éste responde de
los perjuicios directos previstos, en tanto aquél debe resarcir inclusive los perjuicios
directos imprevistos. Cuando el artículo 44 del Código Civil dice que la culpa grave
equivale al dolo lo hace en el contexto de esta responsabilidad agravada que contrae
el deudor doloso, pues la extrema negligencia que evidencia aquella parte que
103
Abeliuk, René, Las obligaciones Tomo II…, op. cit. p.824
104
Ibídem., p. 824
86
infringe su obligación con un descuido o negligencia que ni siquiera hubieran tenido
los hombres más negligentes o de poca prudencia permite suponer la intención de
perjudicar al acreedor”105.
En efecto, y dado que en el presente caso las demandadas son deudores de la
obligación de indemnizar perjuicios, y que han incurrido en culpa grave, que en
estas materias se equipara al dolo, SS. podrá concluir, sin perjuicio de lo que se
determine conforme al mérito del proceso, que, en la especie, los demandados
deben indemnizar todos los daños directos que hayan provocado a los consumidores,
sean estos perjuicios previstos o imprevistos.
Cabe anotar que, en opinión de esta parte, todos los perjuicios que se demandan
son directos y previstos, y son todos indemnizables aún cuando no exista culpa
grave o dolo, según se dirá a continuación, pero se hace presente esta consideración
para el caso que SS. tenga otro criterio.
(iii) Las conductas de las demandadas constituyen, al menos, hipótesis
de culpa contractual, la que se presume en nuestro ordenamiento
(art. 1547 Código Civil)
Pues bien, como se dijo, en el caso de que SS. estime que, en la especie no se
verifica ninguna hipótesis de dolo o culpa grave de parte de las demandadas,
cuestión que esta parte controvierte decididamente, podrá constar, al menos, la
concurrencia de hipótesis de culpa contractual, la que, como SS. bien sabe, se
presume.
En lo relativo a las presunciones de culpa, es necesario tener presente que si SS.
estima que hay un interés colectivo comprometido en este caso, como esta parte
lo sostiene, necesariamente entonces se reconocerá la existencia de un vínculo
contractual (de carácter consensual), resultando aplicable supletoriamente el
derecho civil común del Código Civil.
Al respecto, como es sabido, el estatuto de responsabilidad contractual del derecho
común reconoce a favor del acreedor-víctima del incumplimiento una “presunción
de culpa”.
En efecto, y como SS. conoce, existiendo un vínculo contractual (directo o mediato)
entre los demandados y los consumidores afectados, es aplicable la regla del artículo
1547 del Código Civil, en virtud de la que ha de presumirse la culpa de los
demandados.
105
Corte Suprema, 3 de noviembre 2014, Rol N˚16602-2013, (C˚. 9).
87
El mencionado artículo dispone en su inciso 3º que: “la prueba de la diligencia o
cuidado incumbe al que ha debido emplearlo, la prueba del caso fortuito al que lo
alega”.
Sobre la base de esta regla tanto la doctrina como la jurisprudencia han reconocido
una presunción de culpa que pesa sobre el deudor, en el siguiente sentido:
corresponde al acreedor probar la existencia de la obligación y solo alegar el
incumplimiento de su deudor, debiendo por tanto éste probar la diligencia debida y
el pago de la obligación.
Tal presunción establece en consecuencia un importante efecto probatorio, desde el
momento que el acreedor, en este caso los consumidores, queda liberado de la
prueba de la negligencia del deudor.
Así, se ha sostenido con relación a esta regla que “Andrés Bello no sólo estableció
en el artículo 1547 del CC un sistema de responsabilidad subjetiva sino que, también,
distribuyó la carga procesal de la prueba al presumir la culpa del deudor. Al
establecer en el inciso 3º del artículo 1547 del CC que la prueba de la debida
diligencia recaía en quien debió emplearla, distribuyó la carga procesal de la
acreditación de los dos elementos del hecho generador del incumplimiento
contractual, lo que significó una innovación respecto a las ideas expresadas por
Robert J. Pothier y por los redactores del Código Civil francés. Por una parte, Andrés
Bello exigió al acreedor que probara la existencia de la obligación debida, según lo
dispuesto en el artículo 1698 del CC y, por la otra, según dispone el mismo artículo,
estableció que la prueba del cumplimiento recaía sobre el deudor, a quien, además,
se le presume culpable por lo dispuesto en el inciso 3º del artículo 1547 del CC.
Consecuencia de ello: tras la prueba de la existencia de la obligación por
parte del acreedor, el deudor debe probar que cumplió con la prestación
contractual o, en su defecto, que actuó con diligencia, es decir, sin culpa, según
lo dispuesto en el artículo 1698 y en el inciso 3º del artículo 1547,
respectivamente”106.
Así también lo ha reconocido la jurisprudencia de la Corte Suprema, al sostener que
“en relación a la carga de la prueba de la culpa, cabe señalar que la culpa
contractual se presume; por lo tanto, no cabe hablar de su prueba. Lo que debe
probarse para destruir esta presunción, es la diligencia o cuidado debido por la parte
que aún no ha cumplido, o bien el caso fortuito que le exonera igualmente de
106
Urrejola Santa María, Sergio, “El hecho generador del incumplimiento contractual y el Artículo
1547 del Código Civil”, en Revista Chilena de Derecho Privado, N°17, Santiago, Universidad Diego
Portales, Diciembre 2011, pp. 36.
88
responsabilidad (art.1547 C.C.). Por consiguiente, al acreedor le basta acreditar
la existencia de la obligación contractual y nada más afirmar el
incumplimiento para colocar al deudor en situación de aportar la prueba de la
ejecución completa y suficiente bajo amenaza de ser declarado responsable”107.
En el mismo sentido el máximo tribunal ha afirmado lo siguiente: “estando
demostrada la existencia de la obligación, conforme a lo dispuesto en el artículo
1698 del Código Civil, es al deudor demandado a quien correspondía probar
su extinción (aquí mediante el cumplimiento). Además, por el artículo 1547
del mismo Código, es a quien correspondía la prueba de la diligencia o cuidado (lo
que equivale a presumir la culpa), diligencia que es la mediana porque el
contrato es de recíproco beneficio de los contratantes (aplicando el art culo 1547 del
Código Civil). Y el demandado no ha desvirtuado esas presunciones que pesaban en
su contra”108.
Pues bien, la existencia de la obligación de las demandadas se encuentra
suficientemente acreditada: estaban obligados a cumplir, observando el
principio de la buena fe, con las prestaciones en condiciones convenidas para con
los consumidores, sin que les fuera posible ocultar información, mantener precios
excesivos, efectuar cobros indebidos, y, en definitiva, defraudar la confianza que los
consumidores depositaban en ellas.
Establecida tal obligación, debe presumirse la culpa de las demandadas, y
corresponderá a ellas la carga de probar de qué manera su actuación envuelve un
cumplimiento adecuado de sus obligaciones y que fue diligente, lo que esta parte
entiende que es imposible por tratarse de conductas sistemáticas, delibradas y
groseramente negligentes, que causaron cuantiosos y graves perjuicio a los
consumidores, y que debían y podían evitarse utilizando la diligencia debida y
ciñendo su actuar a la buena fe.
(iv) Negligencia y aplicación de la noción de “culpa infraccional”
A continuación, aun cuando SS. estimara que en la especie no es aplicable la
mencionada presunción de culpa contractual por cualquier causa, cuestión que esta
parte no comparte y, por consiguiente, no pudiere aplicarse el artículo 1547 del
Código Civil, la negligencia de los demandados continúa siendo incontestable, y
SS. podrá tener por satisfecho el requisito de la imputabilidad.
107
Corte Suprema, 19 de enero de 2015, Rol N°7.215-2014, (C°. 15), sentencia de reemplazo.
108
Corte Suprema, 3 de marzo de 2020, Rol N°12.473-2018, (C°. 10).
89
En efecto, como es sabido, la diligencia está definida en la ley civil (artículo 44 del
Código Civil). Esa norma recoge una gradación o clasificación en tres tipos de
diligencia. De ellas, el estándar medio es el de la “culpa leve”, que es la falta de
diligencia que los hombres emplean ordinariamente en sus negocios propios.
Este estándar (culpa leve) corresponde al “cuidado ordinario”, a la “diligencia
ordinaria”, a la “diligencia razonable” y equivale al comportamiento de un “buen
padre de familia” o de una “persona razonable”. Es el estándar normal, que debe
cumplir cualquier persona en toda relación jurídica interpersonal (contractual o
extracontractual), salvo que alguna disposición especial (contractual o legal) exija
un estándar superior (culpa levísima) o rebaje el nivel de cuidado a uno inferior
(culpa grave o lata). En este caso, en ausencia de tal disposición, el estándar que
se aplica es el de “culpa leve”.
Así, la definición legal de diligencia consiste, esencialmente, en que el
comportamiento del agente se ajuste a aquel determinado por un estándar de
conducta. Y por ello, la ausencia de diligencia debida, esto es, la
negligencia, equivale en el derecho privado nacional a la culpa civil109.
La determinación de ese estándar de conducta o deber de cuidado exigible al agente
(en este caso, las demandadas), se puede efectuar, como es sabido, por tres vías
diversas a) En primer lugar, puede que el estándar de conducta se encuentre
específicamente detallado por alguna ley, cuestión que da origen a la denominada
“culpa infraccional”; b) En segundo lugar, puede que ese estándar se encuentre
establecido por usos normativos; o, c) Por último, en ausencia de los anteriores,
el juez debe determinar ese estándar, a partir de las reglas legales, para
discernir cómo se habría comportado una persona prudente en las mismas
circunstancias110.
En este caso, la primera y tercera vía son las que resultan pertinentes.
Al respecto, y en cuanto a la culpa infraccional, se ha sostenido que “supone una
contravención de los deberes de cuidado establecidos por el legislador u otra
autoridad con potestad normativa (en una ley, reglamento, ordenanza,
resolución u otra regulación semejante)”111. La ventaja de este método es que
acreditada la infracción (y de ahí su nombre) de ese deber de cuidado o estándar
109
V. sobre la diligencia civil y la “culpa”: Tapia, Mauricio, Código Civil. 1855-2005. Evolución y
perspectivas, Santiago, Editorial Jurídica de Chile, 2005, pp. 281 y s.
110
Barros, Enrique, op. cit., p. 97.
111
Barros, Enrique, op. cit., pp. 97-98.
90
de comportamiento, se da por automáticamente acreditada la culpa, no
exigiéndose a la víctima otra actividad probatoria a su respecto.
Efectivamente, en estos casos el patrón de conducta que debe guiar una determina
actividad o función está expresa y específicamente definido en la ley o en una norma
reglamentaria. En tal caso, no es necesario, nuevamente, construir en abstracto un
patrón de conducta, sino que bastará verificar si la conducta del agente se
ajustó o no a ese deber específico de conducta.
En estos casos, “el sólo hecho de que el agente ha[ya] transgredido con su conducta
la norma expresada da pie para considerar que ha existido culpa en su
actuación”112, deviniendo en lo que se ha denominado “culpa infraccional”.
Así, la noción de “culpa infraccional” no configura un régimen de responsabilidad
distinto al de la responsabilidad civil. Atiende únicamente a la determinación de la
culpa por infracción de específicos deberes legales, que debe ser valorada como un
elemento integrante de la ilicitud en el ámbito de esa misma responsabilidad civil
extracontractual. En definitiva, la “culpa infraccional” consiste en la violación de
deberes específicamente consagrados por la legislación, haciendo presumir o
dando por establecida la culpa, sin que sea necesario probarla113.
Verificada tal “culpa infraccional”, el actor quedará entonces exonerado de la prueba
de la culpa, restándole solamente probar los demás requisitos de la responsabilidad
civil, esto es, el daño y la relación causal.
En este sentido se ha fallado en el derecho nacional: “la apreciación de la culpa del
infractor resulta innecesaria, toda vez que proviene de un hecho que solo le es
imputable a ella. Como enseña la doctrina clásica, cuando así ocurre, hay culpa
por el solo hecho de que el agente haya ejecutado el acto prohibido o no
haya realizado el ordenado por la ley o el reglamento, pues ello significa que
omitió las medidas de prudencia o precaución que una u otro estimaron necesarias
para evitar un daño...”114.
En la especie, es perfectamente procedente que SS. establezca la culpa
infraccional de los demandados, pues éstos infringieron deberes específicamente
establecidos en la ley, específicamente en la LPC.
112
Corral, Hernán, Lecciones de responsabilidad civil extracontractual, Santiago, Thomson Reuters,
2ª edición actualizada, 2013, p. 211.
113
Barros, Enrique, op. cit., p. 97 y s.
114
Corte de Apelaciones de Santiago, 2 de octubre de 2008, Rol N°10.769-2004, (C°. 9).
91
En efecto, tal como se describió en detalle en lo principal de esta presentación (y
que damos por reproducido, por razones de economía procesal), las demandadas
han infringido una serie de deberes específicos reconocidos en la legislación
protectora de los consumidores, como lo son, el deber de respetar la ley del
contrato y de cumplir de buena fe los acuerdos suscritos con ellos, el deber de
entregar información veraz y de no inducir a engaño a los consumidores, el deber
de no efectuar “cobros indebidos”, y el deber de no generar menoscabo o daño a
los consumidores.
Así, el solo hecho de que SS. acoja la demanda principal de esta presentación,
reconociendo todas o algunas de esas infracciones, aplicando las respectivas multas,
será un antecedente suficiente e inequívoco para dar por acreditada la culpa
infraccional de los demandados.
(v) Negligencia según el estándar de conducta definido por el juez
Por último, y en subsidio de todo lo anterior, para el caso que ninguno de los
estatutos y reglas citadas resultaran en opinión de SS. aplicables o suficientes, de
todas formas, la negligencia de los demandados resultará fácilmente
acreditada.
Efectivamente, en ausencia de una infracción a una regla expresa que determine
cuál es la conducta o cuidado debido específico, será el juez quien deberá reconstruir
ese parámetro atendiendo para ello al estándar de diligencia del buen padre de
familia (art. 44 del Código Civil). Se trata, en consecuencia, de comparar la
conducta efectiva del proveedor con la conducta de una empresa diligente y
prudente puesta en las mismas circunstancias (por ello, es una apreciación in
abstracto), dando lugar al juicio de reproche si este actuó con prescindencia de los
deberes de cuidado que le asistían.
Esta es la regla general en el derecho nacional, en que es el juez el llamado a
determinar cuál era el estándar de diligencia y prudencia que debía regir la conducta
del agente y si ese estándar se cumplió. Y tal procedimiento constituye la regla
general, pues el establecimiento de deberes legales o reglamentarios en una
determinada actividad no es exhaustivo y no agota todas las hipótesis de ilicitud.
Por otra parte, el hecho de que en el juicio de diligencia se opte por una apreciación
in abstracto, como ocurre en el derecho chileno en materia de responsabilidad civil,
no excluye la consideración de ciertas circunstancias “externas”. Se trata de
consideraciones objetivas, exteriores y, por tanto, constatables y oponibles a todos.
En el fondo, se compara la conducta efectiva del proveedor con aquello que hubiera
92
podido esperarse de una empresa diligente colocada en las mismas circunstancias
externas115.
Entre tales consideraciones externas se encuentran esencialmente dos grupos:
aquellas que atienden a las condiciones en que se actuó y aquellas que atienden
a la calificación profesional del proveedor.
En cuanto al primer aspecto, la diligencia esperable de un agente no es la misma
dependiendo de las condiciones exteriores más o menos adversas que tenga que
enfrentar para ejecutar la conducta debida. En este caso, tal elemento no resulta
relevante, pues las demandadas actuaron en condiciones normales de suministro de
gas, manteniendo precios defraudatorios en la venta a los consumidores.
En cuanto al segundo aspecto, no puede esperarse el mismo comportamiento por
parte de un agente experto, que pacta en el dominio de su especialidad, respecto
del que no tiene esa calificación profesional.
Es por ello que la conducta de un experto o especialista debe reconducirse siempre
a los parámetros o protocolos que entrega su especialidad (la denominada “lex
artis”). En el fondo, el umbral de comportamiento esperable para el caso de un
agente experto está dado, en una medida importante, por el estado actual de la
ciencia o técnica de la cual es especialista116.
En este caso, no cabe duda de que las demandadas son profesionales altamente
especializados, que explotan y comercializan un bien de primera necesidad, a saber,
el gas natural.
Aplicadas estas reglas, resulta inequívoco que las demandadas incumplieron el
estándar de diligencia que les era exigible, pues de un profesional competente
en la comercialización del gas, era completamente exigible un nivel de control de su
actividad que evitara una situación como aquella que se denuncia en el
presente libelo.
En realidad, lo anterior no merece mayor explicación, la ocultación de información,
el no traspaso de menores costos a los consumidores y la mantención de precios
defraudatorios, constituyen, desde hace años, según ha sido analizado, una
verdadera política económica de las demandadas, ello, evidentemente, no es
excusable, y es patente que a un profesional en la materia le era totalmente
115
Tapia, Mauricio, Caso fortuito en el derecho civil chileno, Santiago, LegalPublishing-Thomson
Reuters, 2013, p. 28.
116
Ibídem, pp. 28-29.
93
exigible un comportamiento que evitara prácticas ilícitas como modo de aumentar
las ganancias, siguiendo los protocolos de su propia “lex artis”.
En síntesis, en virtud de lo dispuesto en estos diversos estatutos y reglas de
responsabilidad, cuya aplicación SS. deberá determinar conforme al principio iura
novit curia, es posible sostener que el ocultamiento de información respecto
de sus verdaderos costos mediante maniobras como el uso de un
“intermediario” (la “triangulación fraudulenta”), el no traspaso de esos
menores costos a los consumidores y la mantención de precios
defraudatorios, son total e inequívocamente conductas ilícitas e
imputables a las demandadas, satisfaciéndose de esta forma el primer requisito
de la responsabilidad civil que les afecta frente a sus consumidores.
F. RELACIÓN DE CAUSALIDAD CON LOS DAÑOS
El segundo requisito de la responsabilidad civil lo configura, como se sabe, la
relación de causalidad que debe mediar entre la acción ilícita del agente y los
daños sufridos por las víctimas.
En este caso, la relación causal debe establecerse entre el actuar defraudatorio de
las demandadas (ya latamente descrito), y las gravosas consecuencias patrimoniales
y morales que han debido padecer los consumidores.
En nuestro derecho la exigencia de la relación de causalidad si bien no está regulada
sistemáticamente en la legislación, sí puede inferirse de algunas normas del derecho
civil supletoriamente aplicable a la especie (artículos 1437, 2314 y 2329 del Código
Civil) y, en todo caso, constituye un imperativo de justicia: sólo puede hacerse
responsable a alguien de las consecuencias que provienen de su acción.
Como lo ha establecido reiteradamente la jurisprudencia nacional, la relación de
causalidad se compone de dos elementos: a) Por una parte, debe existir una relación
necesaria entre el hecho y el daño117; y, b) Por otra, debe tratarse de una relación
directa, que permita atribuir normativamente el daño a la acción118.
En cuanto al primer elemento, denominado por la doctrina como el elemento
naturalístico, este consiste en que “el hecho por el cual se responde (sea) una
117
V. por ejemplo: Corte Suprema, 21 de septiembre de 1999, L.P. N° 16251 (C. 3°); Corte de
Apelaciones de Santiago, 31 de diciembre de 2002, L.P. N° 26717 (C. 15°); Corte Suprema, 26 de
abril de 2006, L.P. N° 34223 (C. 36°, 1ª inst.); y, Corte de Apelaciones de Concepción, 9 de
septiembre de 2008, L.P. N° 39853 (C. 3°).
118
Corte de Apelaciones de Santiago, 2 de noviembre de 2001, G.J. N° 257, Pág. 173, L.P. N° 21327
(C. 4°).
94
condición necesaria del daño”119. En otras palabras, si eliminado mentalmente el
hecho, el daño no se habría producido, tal hecho es causa necesaria de ese
daño120.
Por su parte, el segundo aspecto, denominado el elemento normativo, busca
analizar si los daños pueden ser normativamente imputados al hecho,
respondiendo a la pregunta de hasta qué punto llegan las consecuencias dañinas de
ese acto que el autor debe soportar.
Respecto del primer elemento, en la especie es patente su concurrencia. Es evidente
que la conducta de las empresas demandadas ha generado una serie de daños
patrimoniales y extrapatrimoniales.
En efecto, si las demandadas no hubieren ocultado sus verdaderos costos, los
hubieren traspasado debidamente a los consumidores y hubieren mantenido precios
ajustados a la realidad y no defraudatorios, los consumidores no se hubieran visto
enfrentados a la “decisión” de pagar más en la compra del gas natural (decisión que,
dado que se trata de un bien de primera necesidad, cuya demanda es prácticamente
inelástica y que no ofrece sustitutos accesibles para los consumidores, malamente
podría considerarse como “libre”), con lo que se habrían evitado todos los daños en
cuestión. En definitiva, si suprimimos la deliberada y negligente actuación de las
demandadas, los consumidores no hubiesen sufrido los daños cuya indemnización
se persigue con la presente demanda.
Por su parte, en cuanto a la concurrencia del segundo elemento en la especie, debe
tenerse en cuenta que la doctrina y la jurisprudencia han desarrollado para
determinarla el criterio de la causalidad adecuada, que busca establecer si la
acción del demandado es normalmente apta para producir los daños al demandante.
En efecto, la doctrina entiende que la causalidad es adecuada cuando “la imputación
de daños consecuentes sólo se justifica si desde la perspectiva de un observador
experimentado, que mira retrospectivamente la cadena causal, tales daños no
resultan inverosímiles. La adecuación se muestra en que el hecho culpable es
apropiado, bajo un curso ordinario y no extravagante de los
acontecimientos, para producir las consecuencias dañosas”121, siendo lo
determinante “la aptitud potencial que tiene el hecho culpable para producir daño;
119
Barros, Enrique, op. cit., p. 376. V. también en Corral, Hernán, Lecciones..., op. cit., pp. 183 y ss.
120
Barros, Enrique, op. cit., pp. 376 y 377.
121
Barros, Enrique, op. cit., p. 396.
95
esas potencias se pueden materializar en riesgos que al menos idealmente
pueden ser dominados por el sujeto responsable”122.
La jurisprudencia, por su parte, se ha pronunciado en el mismo sentido. Por ejemplo,
una sentencia de la Corte de Apelaciones de Concepción sostiene respecto a este
criterio “que la segunda teoría, de la causalidad adecuada, consiste en estimar que...
sólo pueden ser considerados como causas de un perjuicio, los acontecimientos
que deberían producirlo normalmente, por ello se debe precisar que la relación
entre el acontecimiento y el daño que resulte de él, sea adecuada y no simplemente
fortuita. En otros términos, el que haya cometido una culpa debe reparar todo el
perjuicio que era propio que se produjera según el curso natural de las
cosas y que, efectivamente, ha producido. Es así que sólo constituye la causa
de un daño los acontecimientos que deberían producir normalmente ese daño, es
decir, los únicos acontecimientos de los que era normalmente previsible la
consecuencia dañosa”123.
En definitiva, la pregunta por la causalidad adecuada conduce a la cuestión de si las
consecuencias dañinas eran normalmente previsibles, conforme al curso natural
de los sucesos.
En la especie, los daños sufridos por los consumidores son la consecuencia
verosímil y previsible, qué duda cabe, de las conductas dolosas, gravemente
culpables o al menos culpables de las demandadas. Tales daños se originan,
efectivamente, y de manera exclusiva, con ocasión del actuar de las demandadas
SS. podrá concluir que la consecuencia más razonablemente previsible de que no
se traspasen los menores costos a los consumidores y, en su lugar, se aumente
injustificadamente el precio del gas, es que existan consecuencias sumamente
gravosas para quienes deben soportar esos mayores precios.
Por esto, todos los perjuicios que se demandan en esta presentación, y que se
expondrán a continuación, son directos y previsibles, y su indemnización es
procedente cualquiera sea la calificación de la conducta de las demandadas que
efectúe SS., y aún en el caso que no considere que actuó con dolo o culpa grave
(que equivale al dolo), como sostiene esta parte.
A partir de lo expuesto, es posible concluir que en la especie es fácilmente
constatable la existencia de una relación de causalidad entre la acción negligente de
las demandadas y los daños provocados.
122
Ibídem.
123
Corte de Apelaciones de Concepción, 15 de abril de 2016, Rol N°1432-2015 (C°. 13).
96
G. DAÑOS PATRIMONIALES Y MORALES
Por último, y como SS. bien sabe, para declarar la responsabilidad de los
demandados, es requisito acreditar la existencia de un daño reparable, que se ha
definido en términos generales en el derecho nacional como “la lesión a un interés
del demandante, y se entiende que la hay cuando una persona sufre ‘una pérdida,
disminución, detrimento o menoscabo en su persona o bienes o en las ventajas o
beneficios patrimoniales o extrapatrimoniales de que gozaba’”124.
Para efectos de orden la exposición de este apartado analizará sucesivamente en
este caso: (i) Las condiciones del daño reparable y reparación integral; (ii) Ejercicio
de la facultad prevista en el art. 51 Nº2 LPC: se “señalan” los daños y se solicita la
indemnización que SS. determine; (iii) Daño emergente; (iv) Lucro cesante; (v) y,
Daños morales.
(i) Las condiciones del daño reparable y reparación integral
Como se sabe, en el derecho de la responsabilidad civil la producción de un daño es
uno de los fundamentos y al mismo tiempo es la medida de la reparación, y de ahí
la importancia de fijar los requisitos de su procedencia.
El examen del daño reparable ha dado lugar en el derecho chileno a extensos
estudios125, que en general concluyen que la jurisprudencia nacional considera
que constituye un daño toda lesión a un interés legítimo de la víctima, ya sea de
naturaleza patrimonial o extrapatrimonial (y no solamente a sus derechos
subjetivos)126. De esta forma, para que sea susceptible de repararse (o
compensarse) mediante la indemnización de perjuicios, el interés lesionado debe ser
legítimo y relevante. Asimismo, es necesario que el perjuicio provocado a estos
intereses sea directo (que es un requisito vinculado a la relación de causalidad,
como se expuso), cierto y afectar personalmente a la víctima.
Al respecto, es muy importante tener presente que la indemnización de los perjuicios
causados por la actuación del responsable, se rige por el principio de reparación
integral del daño, en virtud del cual todo daño, tanto a intereses patrimoniales o
extrapatrimoniales, debe ser indemnizado, poniendo al actor en la misma situación
en que se encontraría si no hubiese sido víctima de la acción ilícita127.
124
Barros, Enrique, op. cit., p. 220.
125
Entre los que se destaca: Diez, José Luis, El daño extracontractual. Jurisprudencia y doctrina,
Santiago, Editorial Jurídica de Chile, 1997.
126
V. por ejemplo, Corte de Apelaciones de Santiago, 3 de junio de 1973, RDJ, T. LXX, sec. 4ª, p.
65.
127
Barros, Enrique, op. cit., p. 255.
97
Se trata de un principio que ha sido afirmado por la doctrina y por innumerables
fallos nacionales. En efecto, diversas sentencias lo han reconocido en Chile, al menos
desde la década de 1920128, y en la doctrina, desde la obra de Arturo Alessandri129,
de manera insistente hasta el presente130, e incluso otorgándole fundamento
constitucional.
Como base normativa de este principio, se cita el artículo 2329 del Código Civil, que
dispone que “por regla general todo daño que pueda imputarse a la malicia o
negligencia de otra persona, debe ser reparado por ésta”131.
El principio, de enorme relevancia para la resolución de este caso, conlleva a que
todo el daño, y nada más que el daño, debe repararse. De ahí que su influencia
sobre la extensión de la reparación que se concede a la víctima esté determinada
por dos variables. En primer lugar, por un factor interno, vinculado a las categorías
de daños que se entienden reparables en el sistema jurídico. Originalmente, el
principio se aplicaba sólo a los daños patrimoniales (daño emergente y lucro
cesante). En el siglo XX el principio se hizo extensivo a la reparación del daño moral,
primero en materia extracontractual y luego en el ámbito contractual, utilizando una
noción de este daño cuyos contornos no han cesado de expandirse (precio del dolor,
perjuicio estético, perjuicio de agrado, etcétera). En segundo lugar, por un factor
externo, que limita al monto de reparación sólo a la entidad del daño, incorporando
variables exógenas que permitan conservar el valor de la indemnización concedida
(reajustes e intereses)132. Esta variable externa tiene por excepción los casos en que
la legislación reconoce, por razones fundadas, la existencia de un incremento de la
indemnización por sobre el daño, denominados “daños punitivos”, tal como ocurre
en materia de protección de consumidores desde el año 2018, según se expondrá
más adelante.
128
En su libro sobre el daño, José Luis Diez recoge un largo listado de sentencias nacionales que han
reconocido este principio. V. El daño extracontractual. Jurisprudencia y doctrina , op. cit., pp. 159 y
s.
129
Arturo Alessandri se refiera a la necesidad de que la reparación "completa", para señalar que la
indemnización debe cubrir en su totalidad el daño. V. De la responsabilidad extracontractual..., op.
cit., T. II, p. 545.
130
V. en la doctrina nacional, afirmando la existencia de este principio: Barros, Enrique, op. cit., p.
255; Diez, José Luis, op. cit., p. 159; Corral, Hernán, op. cit., p. 336. Refiriéndose específicamente a
este principio: Domínguez, Carmen, "El principio de reparación integral del daño y su contenido:
algunas consecuencias para el derecho chileno", en Departamento de Derecho Privado de la
Universidad de Concepción (coord.), Estudios de derecho civil V, Jornadas nacionales de derecho
civil, Concepción 2009, Santiago, LegalPublishing, 2010, pp. 671 y s.
131
Barros, Enrique, op. cit., p. 255.
132
V. al respecto: C. Suprema, 2 de mayo de 2000, L.P. N°16834.
98
Ahora bien, como se dijo, en cuanto a los requisitos que deben reunirse para que el
daño sea reparado, es necesario que el perjuicio provocado a estos intereses
jurídicos protegidos sea legítimo, significativo, directo (que es un requisito vinculado
a la relación de causalidad), cierto y afectar personalmente a la víctima.
La reunión de estos requisitos en la especie se examinará a continuación.
a) En primer lugar, el interés lesionado debe ser legítimo, esto es, que tal interés
no sea contrario a derecho133, y en definitiva se encuentre amparado por éste.
En el presente caso, SS. podrá estimar fácilmente que el interés de los consumidores
es legítimo, pues se encuentra amparado por la Constitución, por la LPC, y por la
legislación común supletoria, según se ha expuesto en los apartados anteriores.
En particular, tal como se expondrá más adelante, el interés lesionado de los
consumidores corresponde a uno eminentemente patrimonial, que se encuentra
profundamente vinculado a la dignidad humana y su integridad psíquica.
b) En segundo lugar, el daño debe ser significativo, esto es, sólo se excluyen de
la indemnización “aquellas incomodidades o molestias que las personas se causan
recíprocamente como consecuencia normal de la vida en común... sólo da(ndo) lugar
a responsabilidad civil si es significativo o anormal”134.
En este caso, los daños alegados son evidentemente muy significativos, pues el
costo total que excesiva e injustamente que han pagado los consumidores por el
gas natural, al menos desde mediados del año 2016 a la fecha, se traduce en
cuantiosas consecuencias económicas para los consumidores afectados, pero,
además, y lo que es más grave, afectaron su dignidad y, sobre todo, su confianza,
a lo que debe sumarse la aflicción que conlleva este escenario.
c) En tercer lugar, el daño debe ser una consecuencia directa de la conducta
negligente, esto es, que encuentre su causa inmediata y necesaria en la actuación
de los responsables, en este caso de los demandados, aspecto que ya ha sido
analizado precedentemente.
d) En cuarto lugar, el daño debe ser cierto, lo que equivale a sostener que el
daño sea real, efectivo y tenga existencia. Por ellos, quedan excluidos de la
reparación los daños eventuales o hipotéticos135.
133
Barros, Enrique, op. cit., p. 223.
134
Ibídem, p. 226.
135
Abeliuk, René, Las obligaciones...op. cit., p. 288.
99
En definitiva, la certidumbre del daño es un problema bastante más elemental de lo
que podría pensarse: consiste simplemente en la constatación de su realidad, es
decir, si efectivamente ocurrió o bien ocurrirá. Afirmar que el daño reparable deba
ser cierto es simplemente exigir que exista, en otras palabras, que no quepan dudas
acerca de su realidad, cuestión que se materializa mediante su prueba136.
En el presente caso, todos los daños que se alegarán son ciertos, pues se trata de
perjuicios efectivos, que se han producido y, a la fecha de interposición de la
presente demanda, siguen produciéndose.
e) Por último, el daño debe ser personal, lo que significa, por regla general, que
sólo la víctima del daño puede demandar la reparación de los perjuicios. Sin
embargo, esta regla no es absoluta, y precisamente su más importante excepción
se encuentra en la legislación protectora de consumidores137.
En efecto, la reforma de la ley del consumidor de 2004 (Ley N°19.955) introdujo un
derecho en favor del Servicio Nacional del Consumidor, de las Asociaciones de
Consumidores y de grupos de consumidores , para entablar acciones en protección
del interés de los consumidores de carácter colectivo (que afectan derechos de un
grupo determinado o determinable de consumidores unidos a un proveedor por un
vínculo contractual) o difuso (que afectan los derechos de un grupo indeterminado
de consumidores).
Son precisamente estas acciones las que se ejercen en esta presentación, según la
legitimación activa que reconoce expresamente la ley, y que ya ha sido expuesta en
detalle en lo principal.
En síntesis, de lo expuesto SS. podrá advertir fácilmente que todos los daños
patrimoniales y morales cuya indemnización se solicita cumplen todos y cada uno
de los requisitos del daño reparable.
(ii) Ejercicio de la facultad prevista en el art. 51 Nº2 LPC: se “señalan”
los daños y se solicita la indemnización que SS. determine
En razón de la naturaleza de las acciones colectivas, la LPC establece en el inciso
primero del Nº2 del artículo 51 una facultad para el actor en orden a limitarse a
señalar los daños sufridos (morales y/o patrimoniales), solicitando la indemnización
que el juez determine conforme al mérito del proceso:
136
Carbonnier, Jean, Droit civil, Les obligations, T. IV, 22ª ed., París, PUF, Thémis droit privé, 2000,
p. 378.
137
Tapia, Mauricio, Código Civil…, op. cit., pp. 296 y 297.
100
“Sin perjuicio de los requisitos generales de la demanda, en lo que respecta a las
peticiones relativas a perjuicios, bastará señalar el daño sufrido y solicitar
la indemnización que el juez determine, conforme al mérito del
proceso, la que deberá ser la misma para todos los consumidores que se
encuentren en igual situación. Con este fin, el juez procederá de acuerdo a lo
dispuesto en el artículo 53 A. No habrá lugar a la reserva prevista en el inciso
segundo del artículo 173 del Código de Procedimiento Civil” (art. 51 Nº2 LPC).
Por su parte, la referencia que hace esta norma al artículo 53 A dice relación con la
facultad del tribunal de ordenar la formación de grupos y subgrupos de
consumidores para los efectos de la determinación del monto de las reparaciones e
indemnizaciones.
En este punto, es preciso anotar que esta disposición fue modificada por la Ley
N˚21.081 de 2018, precisamente en el sentido de establecer que bastará señalar
los daños, para que el juez determine la indemnización que corresponda conforme
al mérito del proceso.
En efecto, el objetivo que tuvo el legislador al introducir esta modificación fue
fortalecer, por una parte, el principio de economía procesal, y por otra, el principio
de indemnidad del consumidor. Así se desprende, por ejemplo, de la intervención
del Director Nacional del SERNAC, en la Comisión de Constitución, quien explicó
respecto a esta modificación que “para la elaboración se recogieron las
observaciones que se han hecho presente durante la tramitación del proyecto de
ley, en el ánimo de lograr consensos en cuanto al fortalecimiento de los
principios de indemnidad del consumidor y de economía procesal”138.
Como SS. podrá advertir, el legislador ha querido facilitar el ejercicio de las acciones
indemnizatorias en favor de los consumidores afectados, simplificando la forma en
que han de deducirse esas acciones, dispensándolos de cumplir con determinadas
cargas y confiándolas, en este caso, a la labor del tribunal.
Ello favorece, en consonancia con el principio de economía procesal, una discusión
centrada en la existencia y naturaleza de los daños que se alegan, prescindiendo de
disputas interminables respecto al monto de las indemnizaciones, dado que ello
puede ser determinado de forma más precisa por peritos o por la avaluación
prudencial del tribunal.
138
Historia de la Ley 21.081, Informe Comisión de Constitución, p. 960.
101
Adicionalmente, también se justifica en el principio de la indemnidad de los
consumidores, pues evita que las acciones indemnizatorias fracasen por aspectos
formales relativos a la determinación del quantum de los perjuicios.
Por lo demás, es preciso indicar que la jurisprudencia ya ha tenido la oportunidad
de aplicar esta nueva disposición, dispensando a los consumidores de indicar el
monto de los perjuicios que alegan.
Así, por ejemplo, lo hizo la Corte de Apelaciones de Santiago en un reciente fallo de
10 de marzo de 2021: “Que, encontrándose acreditado que existió retardo en la
entrega de los productos a los consumidores, es posible determinar y cuantificar los
perjuicios considerando el daño ocasionado, siendo posible establecer para ello un
estándar a la luz de algunos parámetros normativos, como el que establece en el
artículo 51 número 2 de la Ley 19.496, cuando se refiere a los requisitos que debe
contener la demanda, señalando que: ‘en lo que respecta a las peticiones relativas
a perjuicios, bastará señalar el daño sufrido y solicitar la indemnización que
el juez determine, conforme al mérito del proceso”139.
Pues bien, en esta demanda, en relación con las peticiones sobre los perjuicios, se
ejerce la mencionada facultad y, dando estricto cumplimiento a la regla citada,
“señalamos” los daños sufridos (tanto patrimoniales como morales) y
solicitamos expresamente a SS. la indemnización que determine conforme
al mérito del proceso.
Efectivamente, más adelante esta parte realiza algunas estimaciones preliminares
acerca de algunos de los daños sufridos, en base a información proporcionada por
la propia FNE, pero ellas se efectúan a título meramente indicativo e
ilustrativo, y sin perjuicio de la prueba que se rendirá en su oportunidad, de la
facultad del tribunal de crear grupos y subgrupos de consumidores afectados, de
ordenar los informes periciales que estime pertinentes y/o estimar prudencialmente
los daños causados a los consumidores y de requerir de la demandada la exhibición
de los documentos y antecedentes que resulten pertinentes para determinar el
número de consumidores afectados y la entidad del perjuicio.
En consecuencia, esta parte reitera y deja expresamente establecido que la
indemnización que se solicita, respecto de todos los daños que se señalan,
es aquella que determine SS. conforme al mérito del proceso.
139
Corte de Apelaciones de Santiago, 10 de marzo de 2021, Rol N˚9705-2019, (C˚. 25).
102
Luego de la precedente prevención, los daños derivados del actuar de las
demandadas, cuya indemnización se solicita, son de naturaleza patrimonial y
moral, según se señala a continuación.
(iii) Daño emergente
El daño emergente, como es sabido, consiste en la pérdida o disminución patrimonial
efectiva que sufre la víctima a causa de la acción ilícita del agente. Como ha señalado
nuestra jurisprudencia: “el daño emergente es el empobrecimiento real y efectivo
padecido por quien pide que se le indemnice”140.
A consecuencia del daño emergente el activo del patrimonio de la víctima disminuirá.
Por ello, el daño emergente puede consistir, por una parte, en la destrucción o el
deterioro de cosas de propiedad de la víctima que poseen valor económico y, por
otra parte, en los costos o gastos en que incurre a causa del ilícito.
En efecto, en ambos casos se reúnen los requisitos del daño emergente: un daño
efectivo, que significa una disminución del patrimonio de la víctima.
En este caso, evidentemente, importan el segundo tipo de daño emergente
mencionado, esto es, lo pagado en exceso por los consumidores desde mediados
de 2016 (con la creación de AGESA y la recontratación del gas por parte de
METROGAS a un costo más alto) y a lo menos hasta la fecha de presentación de
esta demanda, al tener que soportar cobros indebidos y defraudatorios por un
bien de primera necesidad, de demanda prácticamente inelástica y que no ofrece
sustitutos de fácil acceso, como lo es el gas natural.
En efecto, no existe en el derecho chileno una restricción o limitación en cuanto a la
naturaleza o tipo de gastos o costos que pueden configurar el daño emergente, a
condición de que sean “reales y efectivos”, esto es, que sean ciertos, y que
provengan directamente de la acción ilícita, elementos que ya hemos analizado
cómo concurren en la especie.
Como ya se ha expuesto, respecto de todos los daños cuya reparación se demanda
se solicita expresamente a SS. que los indemnice determinándolos en su quantum
conforme al mérito del proceso.
No obstante, esta parte, sobre la base del completo y detallado informe realizado
por la FNE, cuenta con una estimación preliminar respecto de los cobros
140
C. Apelaciones de Santiago, 7 de diciembre de 1984, RDJ, T. LXXXI, sec. 4ª, p. 266. Por su parte,
la Corte Suprema ha señalado que este tipo de daño consiste en un “desmedro real y efectivo en
su patrimonio” (2 de marzo de 1977, Fallos del Mes, N°220, sent. 1, p. 25).
103
indebidos que han soportado los consumidores con ocasión del actuar de las
empresas demandadas, desde mediados de 2016 y a lo menos hasta la fecha de
presentación de esta demanda. En efecto, de acuerdo a tales estimaciones
preliminares entregadas por la FNE, efectuadas a título meramente indicativo
e ilustrativo, y sin perjuicio de la prueba que se rendirá en su oportunidad, de la
facultad del tribunal de crear grupos y subgrupos de consumidores afectados, de
ordenar los informes periciales que estime pertinentes y/o estimar prudencialmente
los daños causados a los consumidores y de requerir de la demandada la exhibición
de los documentos y antecedentes que resulten pertinentes para determinar el
número de consumidores afectados y la entidad del perjuicio, el daño emergente
total anual causado los consumidores ascendería a la suma aproximadamente
USD $80 millones, en su equivalente en moneda nacional.
Así las cosas, considerando que las maniobras mediante las cuales las demandadas
abultaron artificialmente sus costos comenzaron en junio de 2016 con la división de
METROGAS y la creación de AGESA, y luego con la celebración de un contrato entre
ambas, el cálculo total estimativo del impacto patrimonial que han debido soportar
los consumidores finales, es decir, de lo que éstos se han visto forzados a pagar
en exceso (cobro indebido), asciende, a lo menos, a la suma de USD $400
millones, en su equivalente en moneda nacional.
Lo anterior, sin contar que si se comprueba en la secuela de este juicio, que las
demandadas han estado adquiriendo y distribuyendo gas argentino, más barato
que el que tienen contratado con SHELL, pues los cobros indebidos en tal caso serían
muy superiores.
Sin perjuicio de estas estimaciones preliminares, realizadas a título meramente
indicativo e ilustrativo, esta parte reitera que solicita expresamente que se
indemnice el daño emergente que SS. determine conforme al mérito del
proceso.
(iv) Lucro cesante
Como parte de los daños patrimoniales cuya reparación se solicita se encuentra el
lucro cesante generado a los consumidores, derivado directamente de la acción
de las demandadas.
El lucro cesante puede definirse como la pérdida del incremento neto que habría
tenido el patrimonio de la víctima de no haber mediado el hecho ilícito.
Refiriéndose a la materia, la jurisprudencia nacional ha afirmado que “la
característica de esta clase de daño se produce por lo que el actor deja de percibir
104
como consecuencia del hecho ilícito”141. Se ha fallado, asimismo, que el lucro cesante
“lo constituyen los intereses del capital en que se avalúa o estima el monto real
y efectivo del perjuicio causado”142.
En el derecho nacional, la determinación del lucro cesante considera un grado
razonable de probabilidad en la percepción de los ingresos futuros, y obedece a
una proyección del curso normal de los acontecimientos, atendidas las
circunstancias particulares de la víctima.
Existen casos en que esa probabilidad es cercana a la certeza, como ocurre en
general con el dinero. En ese evento, el lucro cesante será igual al interés que la
víctima habría ganado de no mediar el hecho. Pero, en general, la probabilidad de
ganancia será más aproximativa, y de ahí que la jurisprudencia haya concluido que
“para avaluar el lucro cesante, deben proporcionarse antecedentes más o menos
ciertos que permitan determinar una ganancia probable que dejó de percibirse a
consecuencia del delito o cuasi-delito”143.
En efecto, la certidumbre del daño, que es una condición de su carácter reparable,
debe ser calificada en el caso del lucro cesante, pues rara vez habrá certeza absoluta
de que el provecho se habría efectivamente producido. El cálculo del lucro cesante
exige, en consecuencia, aplicar un cálculo probabilístico de su efectiva
ocurrencia.
El lucro cesante será determinado usualmente por medio de presunciones e informes
periciales. La prueba deberá demostrar usualmente que la víctima percibía ingresos,
y que los habría seguido percibiendo de no mediar el daño. En otros casos deberá
mostrarse una expectativa razonablemente probable de que se habría obtenido el
beneficio. Esto es, como ya se ha expuesto, en el caso del lucro cesante, el requisito
de la certidumbre del daño se expresa en esa razonable probabilidad de su
ocurrencia.
Así, la certidumbre de este daño es una cuestión prudencial y aproximativa, decidida
por los jueces sobre la base de los antecedentes aportados y de la valoración de la
probabilidad de la realización del daño.
Expuesto lo anterior acerca de la naturaleza de este daño patrimonial y su forma de
apreciación, en la especie se demanda el lucro cesante consistente en los intereses
141
C. Suprema, 4 de enero de 1971 (RDJ, T. LXVIII, sec. 1ª, p. 1). En el mismo sentido se pronuncian
también las siguientes sentencias: C. Suprema, 26 de noviembre de 1970 (RDJ, T. LXVII, sec. 1ª, p.
535); y, C. Apelaciones Pedro Aguirre Cerda, 6 de octubre de 1986 (RDJ, T. LXXXIII, sec. 4ª, p. 248).
142
C. Suprema, 23 de agosto de 1912 (RDJ, T. XI, sec. 1ª, p. 188).
143
C. Apelaciones de Santiago, 26 de mayo de 1944 (RDJ, T. XLI, sec. 2ª, p. 41).
105
corrientes del dinero pagado excesivamente por los consumidores defraudados con
ocasión del actuar ilícito de las demandadas, que se ha extendido desde mediados
del 2016 y a lo menos hasta la fecha de presentación de esta demanda.
Los intereses corrientes representan, en este caso, la rentabilidad razonable y cierta
que se habría obtenido del capital que se destinará a tales gastos y que,
evidentemente, se dejará de percibir.
Como SS. podrá advertir, y según lo expuesto acerca de la apreciación prudencial
de este daño, las víctimas tenían una razonable expectativa de incrementar su
patrimonio con esos ingresos o valores, pues de no mediar la acción ilícita de las
demandadas es altamente probable que los hayan seguido percibiendo, según un
curso normal de los acontecimientos, y por ello cumplen el requisito de la
certidumbre para ser indemnizados, como sostiene la jurisprudencia nacional.
Como se ha insistido, respecto de todos los daños cuya reparación se demanda se
solicita expresamente a SS. que los indemnice determinándolos en su quantum
conforme al mérito del proceso.
(v) Daños morales
Finalmente, nos referimos a los daños morales demandados, que sin duda
constituyen las afectaciones a los bienes jurídicos de mayor entidad, y que en el
caso de los consumidores afectadas revisten una particular gravedad y significancia.
Para esto, se expondrán sucesivamente las siguientes cuestiones: a) Procedencia
de la indemnización por daño moral en acciones por interés colectivo y difuso; b) La
naturaleza del daño moral en acciones por interés colectivo y difuso; c) Daño moral
derivado de la aflicción (integridad psíquica); d) Daño moral derivado de la lesión
de la dignidad humana de los consumidores; e) Prueba del daño moral en acciones
colectivas y difusas, y su avaluación prudencial por el tribunal; f) Criterios para la
determinación del quantum del daño moral; y, g) Estimaciones preliminares y a
título ilustrativo sobre el quantum del daño moral.
a) Procedencia de la indemnización por daño moral en acciones por interés
colectivo y difuso144
Respecto de los daños morales provocados a los consumidores, existe ya una larga
tradición jurisprudencial chilena en los procedimientos indemnizatorios individuales,
144
Respecto del daño moral colectivo en el derecho chileno de protección del consumidor: Tapia,
Mauricio, “Daño Moral Colectivo”, en Estudios de Derecho Civil XV, Santiago, Universidad Adolfo
Ibáñez, Thomson Reuters, 2020, (p. 1015-1040).
106
en aplicación del inciso primero del artículo 3° letra e) de la LPC, que consagra a el
derecho a la indemnización por daños morales y materiales, conforme a los principios
y reglas de la responsabilidad civil145.
En el caso del procedimiento indemnizatorio colectivo, hasta la dictación de la
Ley N°21.081, de 13 de septiembre de 2018, el artículo 51 Nº2 de la LPC establecía
la prohibición de indemnizar el daño moral en esa sede (“Las indemnizaciones que
se determinen en este procedimiento, no podrán extenderse al daño moral sufrido
por el actor”). Se trataba de una solución contradictoria con lo dispuesto por el inciso
primero del artículo 3° letra e) de la LPC y con el derecho civil supletorio.
En la actualidad, en virtud de la reforma introducida a la LPC por la Ley N°21.081,
de 13 de septiembre de 2018, el nuevo artículo 51 N°2 dispone lo siguiente:
“Las indemnizaciones que se determinen en este procedimiento podrán
extenderse al daño moral siempre que se haya afectado la integridad física o
síquica o la dignidad de los consumidores”.
Por esto, luego de esa reforma, los consumidores pueden aspirar a la indemnización
de los daños extrapatrimoniales en juicios colectivos, si se atenta contra su
integridad física o síquica, o su dignidad.
Cabe destacar que en la discusión parlamentaria se señaló expresamente que el
daño moral procedería tanto en las acciones por interés colectivo como por
interés difuso146. Así se concluye, por lo demás, inequívocamente del texto del
artículo 51 de la LPC, que en su numeral 2 establece que el daño moral puede
demandarse en las “indemnizaciones que se determinen en este procedimiento”, y
el encabezado de ese artículo dispone que este “procedimiento” se aplica cuando se
ve afectado el “interés colectivo o difuso de los consumidores”.
Esta observación es importante, pues, como se ha adelantado, esta parte demanda
la reparación de los daños por afectación del interés colectivo de los consumidores
145
En este sentido, existe una abundante jurisprudencia nacional, sistematizada y analizada en una
exhaustiva obra: González Cazorla, Fabián, Daño moral en el derecho del consumidor, Santiago,
Editorial Jurídica de Chile, 2018, p. 640.
146
Historia de la Ley No 21.081. Modifica Ley No 19.496, sobre protección de los derechos de los
consumidores. pp. 416 y 417. (en línea: https://www.bcn.cl/historiadelaley/nc/histo-ria-de-la-
ley/7577/).
107
y, en subsidio, para el caso que SS. no lo considere procedente, demanda la
reparación de los mismos daños bajo el concepto de interés difuso.
b) Naturaleza del daño moral en acciones por interés colectivo y difuso
Como se expuso, esta figura exige la afectación de determinados bienes jurídicos:
la integridad física o psíquica, o la dignidad de los consumidores. Se trata de un
daño moral calificado.
No obstante, es necesario hacer presente que en la discusión parlamentaria de esta
reforma constan afirmaciones de algunos senadores, incluso vertidas explícitamente
para que fuesen parte de la “historia de la ley”, de que todas las otras hipótesis
de daños morales podían reconducirse y quedaban comprendidas en una genérica
afectación psíquica147.
Lo anterior es consistente con el desarrollo jurisprudencial del daño moral en Chile
que, en ausencia de una regulación legal en el derecho civil común, se ha ido
elaborando en la justificación genérica del derecho fundamental al respeto de la
integridad física y psíquica (art. 19 Nº1 de la Constitución).
En consecuencia, según la propia intención del legislador, la noción de integridad
psíquica es suficientemente comprensiva de todos los tipos de afectaciones de
intereses extrapatrimoniales, y no existen restricciones o exclusiones
particulares. Además, como se expondrá, también la dignidad es una noción que
reconduce ampliamente a los derechos fundamentales y a las afectaciones morales.
Ahora bien, y tal como se ha adelantado, en esta demanda se solicita la reparación
de dos categorías de daños morales sufridos por las víctimas, expresamente
mencionadas por esa norma: Por una parte, el daño moral derivado de la aflicción
(afectación a la integridad psíquica); y, por otra parte, el daño moral derivado de
la afectación a la dignidad humana.
A continuación se describirán separadamente.
c) Daño moral derivado de la aflicción (integridad psíquica)
Como se sabe, ante todo la indemnización del daño moral se identifica con la
expresión latina pretium doloris o “precio del dolor”.
Desde esta perspectiva, el daño moral puede consistir en una aflicción física o
meramente psíquica, esto es, como un sufrimiento físico (corporal) o como una
angustia moral.
147
Ibídem, p. 1301.
108
Así lo ha sostenido unívocamente la jurisprudencia nacional, desde el reconocimiento
del daño moral en 1920, utilizando expresiones tales como las siguientes: “debe
entenderse que el daño moral existe cuando se ocasiona a alguien un mal, un
perjuicio o una aflicción en lo relativo a sus facultades espirituales, vale decir,
cuando se ocasiona a una persona un dolor o aflicción en sus sentimientos”148;
“el daño moral consiste en el dolor, la aflicción, el pesar que causa en los
sentimientos o afectos el hecho ilícito, ya sea en la víctima o en sus parientes más
próximos”149; “pesar, dolor o aflicción que experimenta la víctima”150, entre
otras151.
En síntesis, como se ha concluido en la doctrina, el daño moral puede consistir en
una afectación de la integridad psíquica definida en términos amplios como “el
sufrimiento psíquico, la amargura, la aflicción o pena que el hecho ilícito ha
producido a la víctima”152.
En la especie concurre este daño, pues las víctimas han debido enfrentar la aflicción
de verse expuestas a soportar, durante años y de manera totalmente injustificada,
cargas patrimoniales verdaderamente defraudatorias para acceder a un bien de
primera necesidad (como lo es el gas natural por redes), básico y elemental para la
mayor parte de los chilenos y sus familias. Aflicción que se ve profundizada si se
considera, como ya se ha señalado en reiteradas oportunidades, que la demanda de
gas es prácticamente inelástica y que no existe un bien sustituto de fácil acceso para
los consumidores, toda vez que optar por el bien sustituto por naturaleza, a saber,
la electricidad, conlleva costos de implementación que, en la mayoría de los casos,
no puedes ser soportados, haciendo que el bien sustituto en cuestión sea
absolutamente privativo.
Asimismo, han debido enfrentar, desde comienzos del 2020 y hasta la fecha, la
aflicción de tener que soportar estos altísimos y defraudatorios precios en el gas, en
148
Corte Suprema, 10 de agosto de 1971, R.D.J., t. LXVIII, sec. 4ª, p. 168.
149
Corte de Apelaciones de Santiago, 3 de junio de 1973, R.D.J., t. LXX, sec. 4ª, p. 65.
150
Corte Suprema, 23 de febrero de 2021, Rol N° 39686-2020, (C°9).
151
Sobre este concepto de daño moral pueden consultarse, entre muchas otras, las siguientes
sentencias: C.A. de Santiago, 28 de diciembre de 1961 (R.D.J., t. LXVIII, sec. 4ª, p. 374); C.A. de
Temuco, 29 de junio de 1972 (R.D.J., t. LXIX, sec. 4ª, p. 66); C.S., 5 de diciembre de 1979 (Fallos
del Mes N°253, sent. 1, p. 462); C.A. de Santiago, 10 de marzo de 1981 (R.D.J., t. LXXVIII, sec. 2ª,
p. 36); C.S., 15 de diciembre de 1983 (R.D.J., t. LXXX, sec. 1ª, p. 128); C.A. de Santiago, 21 de
marzo de 1984 (R.D.J., t. LXXXI, sec. 4ª, p. 35); C.A. de Santiago, 16 de agosto de 1984 (R.D.J., t.
LXXXI, sec. 4ª, p. 140); C.A. de Valparaíso, de 28 de noviembre de 1988 (Gaceta Jurídica N°101,
sent. 2ª, p. 48); C.A. de San Miguel, 8 de agosto de 1989 (R.D.J., t. LXXXVI, sec. 4ª, p. 73); y, C.A.
de Santiago, 12 de septiembre de 1994 (R.D.J., t. XCI, sec. 2ª, p. 88).
152
Corral, Hernán, Lecciones..., op. cit., p. 155.
109
medio de un escenario marcado por la incertidumbre económica y laboral que trajo
consigo la pandemia de Covid-19.
Del mismo modo, es claro que enfrentarse a la agobiante realidad de tener que
pagar más, cada año, por un bien de primera necesidad, o no saber hasta qué punto
podrán soportar las nuevas, excesivas y ya sistemáticas alzas en los precios del gas
natural, resultando expuestos a cualquier eventualidad, es una situación sumamente
angustiante para cualquier consumidor preocupado por el bienestar y la calidad de
vida propia y de sus núcleos familiares.
Así, esta afectación a la integridad psíquica de los consumidores proviene de la
aflicción y angustia por las serias consecuencias personales, familiares y económicas
que deberán afrontar con ocasión de los precios defraudatorios del gas.
Cabe insistir que, como ya se avanzó, existe en Chile una asentada práctica
jurisprudencial en orden a interpretar de manera extensiva la noción de “afectación
a la integridad psíquica”, cuestión que también otorga un sustento laxo a las
demandas colectivas de daño moral. Efectivamente, existe abundante
jurisprudencia, particularmente en acciones individuales de protección del
consumidor, que considera indemnizable la “aflicción psicológica” la “angustia,
estrés, ansiedad, temor, incertidumbre, desconfianza, frustración y pesar, entre
otros”153.
En síntesis, resulta evidente que el actuar de las demandadas, ha afectado la
integridad psíquica de los consumidores, provocando las aflicciones que han sido
descritas, y que deben ser reparadas por la correspondiente indemnización de
perjuicios, tal como lo establece expresamente el artículo 51 Nº2 de la LPC.
d) Daño moral derivado de la afectación de la dignidad humana
Las demandadas han incurrido, asimismo, en acciones que afectaron gravemente la
dignidad humana, tal como se expone a continuación.
Como es sabido, la Constitución contiene un expreso reconocimiento a la dignidad
humana, desde dos perspectivas: como el sustrato o fundamento de los derechos
fundamentales y como un límite al ejercicio de los poderes públicos (arts. 1 y 5).
Asimismo, y como se dijo, constituye un interés expresamente protegido mediante
153
Lazcano, Magdalena y Toro, Javiera, “Estudio cuantitativo de la indemnización de perjuicios
extrapatrimoniales por infracción a los derechos de los consumidores”, en Revista de Derecho de la
Universidad de Concepción, N˚245, 2019, pp. 99-131pp. 110 y 111.
110
la indemnización del daño moral en materia de acciones colectivas (art. 51 Nº2
LPC).
La dignidad humana evoca precisamente la pretensión de otorgarse y otorgar a
todos, sin distinción, el derecho a vivir sin ser víctima de instrumentalizaciones
o humillaciones154.
La dignidad humana es un atributo inalienable de cada ser humano, sin importar su
condición, y por ello es estática (lo acompaña toda la vida, con repercusiones incluso
antes y después de ella) y universalista. Así, la dignidad es una calidad inherente a
todo ser humano, sin excepción, y simplemente por el hecho de ser tal (y de ahí que
se le apellida “humana”).
La dignidad puede ser concebida como la fuente moral de la que todos los derechos
fundamentales derivan su sustento, en el sentido que la igual dignidad de cada
ser humano es el sustrato normativo que los derechos humanos precisan con
mayor detalle.
Así, la dignidad humana, sustrato de los derechos fundamentales, alude a
situaciones en que constatamos que se trata a las personas de forma humillante,
se las degrada de su condición de ser humano, condición compuesta por un amplio
catálogo de derechos fundamentales. La persona, afectada en su dignidad, es
instrumentalizada, tratada como un medio y no como un fin, y ello puede
provenir de la afectación concreta de cualquiera de las categorías de los derechos
fundamentales, que encuentran en la dignidad humana su sustrato normativo
(vulneraciones a la protección del cuerpo humano, privacidad, libertad, derecho a la
salud, etc.).
En Chile, lamentablemente, abundan ejemplos de esta clase de afectaciones, entre
las que resaltamos los cobros indebidos o abusivos en créditos de consumo o
tarjetas de créditos de los bancos y del retail, provenientes de gastos de cobranza
infundados, intereses encubiertos en comisiones, alzas o repactaciones unilaterales
(como en los casos Sernac con Cencosud y La Polar); entre otras prácticas ilícitas.
En efecto, en todos esos casos existe un común denominador: la
instrumentalización y degradación de las personas, su utilización como un
medio para obtener el fin espurio de maximización de ganancias
económicas.
154
Tapia, Mauricio, “Dignidad humana en el derecho civil”, en Derecho Civil y Constitución, Valencia,
Universidad de Chile, Tirant lo Blanch, 2021, (35-72), p. 40
111
Como podrá advertir SS. varios de estos ejemplos, y su común denominador,
guardan una estrecha relación con el caso de autos.
Aplicando estas nociones a este caso, es posible concluir que existe una afectación
a la dignidad de las personas cuando las demandadas han ocultado la información
respecto de sus verdaderos costos mediante maniobras, no han traspasado a los
consumidores esos verdaderos costos y, lo que es peor aún, han defraudado la
confianza de los consumidores, imponiéndoles precios que no se condicen con la
realidad. La afectación se produce desde el momento que las demandadas
instrumentalizan la necesidad de los consumidores de acceder a un bien
de primera necesidad, para obtener mayores márgenes de ganancia, sin reflejar,
en los precios de venta al consumidor, sus verdaderos costos.
Las demandadas se aprovechan SS., sin ningún miramiento, de la necesidad
del consumidor y de la confianza que estos depositaban en ellas.
En síntesis, resulta evidente que el actuar de las demandadas apunta a salvar y
maximizar a toda costa sus utilidades y evitar hasta las últimas consecuencias
cualquier pérdida, o disminución de sus ganancias, sin la menor consideración
por la posición en que sitúa a los consumidores, quienes francamente no
tienen más opción que asumir esos defraudatorios precios. En otras
palabras, los consumidores nacionales han sido instrumentalizados con fines
económicos por las demandadas, lo que afecta abiertamente la dignidad de los
consumidores, la confianza que ellos depositan, así como su integridad psíquica.
La gravedad de estas afectaciones son un argumento adicional para sostener cuán
diligente debía ser el comportamiento de las demandadas en el cumplimiento de las
condiciones contratadas, cuestión que dista con la realidad y las groseras faltas que
cometieron.
Si estaba en juego la dignidad humana debieron ser extremadamente diligentes,
y en realidad fueron todo lo contrario, actuando con fraude o al menos una flagrante
negligencia, según ha quedado de manifiesto a lo largo del presente libelo.
En síntesis, resulta de toda evidencia que la defraudación o negligencia de las
demandadas, afectaron la dignidad humana de los consumidores, perjuicios que
deben ser reparados con la indemnización de perjuicios procedente, tal como lo
establece expresamente el artículo 51 Nº2 de la LPC.
e) Prueba del daño moral colectivo y difuso, y su avaluación prudencial
por el tribunal
112
Luego de la reforma de la LPC, operada por la Ley Nº21.081 de 2018, la prueba del
daño moral en acciones por interés colectivo o difuso está sujeta a reglas especiales,
que es necesario evocar en relación a los hechos de esta causa.
Según lo dispuesto en el artículo 51 Nº2 de la LPC, la prueba del daño moral colectivo
se sujeta, en síntesis, a las siguientes reglas:
i) En la resolución que recibe la causa a prueba será un hecho sustancial,
pertinente y controvertido si los hechos han “provocado” la afectación a la
integridad física o psíquica, o de la dignidad de los consumidores;
ii) El juez “podrá” establecer un “monto mínimo común” para la determinación
del daño moral, para lo cual puede ordenar un peritaje (de oficio o a petición de
parte), sin perjuicio de otros medios de prueba;
iii) Si se establece un monto mínimo común, el SERNAC debe poner a disposición
de los consumidores un sistema de registro rápido y expedito, para que puedan
acogerse al mismo, facilitando de esta forma el acceso a la indemnización;
iv) El proveedor puede efectuar, durante todo el juicio, una propuesta de
indemnización o reparación del daño moral, la que deberá considerar un
monto mínimo común para todos los afectados, pudiendo diferenciar entre grupos
y subgrupos de consumidores. Como esta regla alude también a la fijación de los
montos mínimos comunes por peritajes (cuando ellos han sido decretados por el
tribunal), debería interpretarse que la oferta debe ser consistente con lo propuesto
por el perito; y,
v) Si se establece un monto mínimo común, los consumidores que consideren que
su afectación es mayor pueden perseguir la “diferencia” en un juicio posterior, en
el que solo puede discutirse la determinación del monto adicional y no la procedencia
de la indemnización.
En consecuencia, de dichas reglas se obtienen las siguientes conclusiones sobre la
prueba de que deberá ser objeto el daño moral en esta causa:
i) Que no es facultativo para el juez fijar como punto de prueba la existencia de
daño moral. La sola pretensión de estos daños provoca que el tribunal incorpore
necesariamente en la resolución que recibe la causa a prueba, la cuestión de “si los
hechos han provocado dicha afectación”;
ii) Que, por ello, la prueba sólo alcanzará a si los hechos invocados provocaron
esta afectación, pero no a la cuantía de los daños. La conclusión se confirma si
113
se considera que estas reglas atribuyen al juez la facultad de establecer “montos
mínimos comunes” del daño moral, con o sin el apoyo de peritajes; y,
iii) Por último, la norma no establece la necesidad de probar la afectación en sí
misma, sino los hechos que la “provocaron”, lo que es concordante con la
jurisprudencia nacional en la materia, que sostiene que deben probarse los hechos
a partir de los cuales el juez puede inferir la existencia del daño moral y determinar
prudencialmente su monto.
Así lo ha resuelto expresamente la Corte Suprema: “Que distinta es la situación en
que se encuentra el daño moral, perjuicio respecto del que la ley no entrega
parámetros para su determinación, siendo éste de muy diversos tipos, jueces
inferir su efectiva ocurrencia y determinar prudencialmente su monto”155.
Por esto, esta parte acreditará, en la etapa procesal respectiva, los hechos que
provocaron las afectaciones denunciadas, de forma que SS. pueda inferir la
existencia de los daños morales alegados y determinar prudencialmente su
monto, conforme a sus facultades privativas.
f) Criterios para la determinación del quantum del daño moral.
Como acaba de exponerse, el daño moral está sujeto en el derecho nacional a una
avaluación prudencial de su quantum.
Pero ello no obstante, como también lo ha concluido reiteradamente la
jurisprudencia, que en esa avaluación prudencial y soberana el juez tenga en cuenta
ciertos criterios o factores que puedan ilustrarlo acerca de la entidad de la
indemnización que debe conceder.
Así lo ha afirmado la Corte Suprema en múltiples ocasiones: “la determinación del
daño moral corresponde a una cuestión de apreciación prudencial entregada a los
jueces de la instancia, siendo estos soberanos para regular el monto de la
indemnización, acudiendo a los factores de hecho que consideren relevantes
para la avaluación judicial llamados a efectuar, puesto que la ley no ha señalado
normas que deben observarse para estos efectos”156.
Respecto a estos criterios o factores de avaluación, cabe anotar que, por su parte,
la doctrina nacional ha sostenido que “debe haber una
cierta proporcionalidad entre el daño y la indemnización, porque de la
155
Corte Suprema, 27 de noviembre 2003, Rol N˚4680-2002, (C°. 6).
156
Corte Suprema, 28 de diciembre de 2020, Rol N˚69.829-2020, (C˚. 13). V. también, Corte
Suprema Rol N˚9.211-2019; N˚97.664-2016; N˚16-2013; N˚10.354-2013; N˚7.114-2010; y
N˚2.043-2010.
114
circunstancia de que los daños morales no sean mensurables en dinero no se sigue
la imposibilidad de comparar sus diversas intensidades”157.
Asimismo, se ha señalado que para determinar el monto de la indemnización el juez
“deberá tomar en cuenta la situación personal de la víctima, es decir, el daño
que haya experimentado en sí misma y no el que habría sufrido un tipo ideal o
abstracto”158.
Si bien, como se ha dicho, no existen parámetros rígidos establecidos por ley para
la determinación la avaluación judicial de los daños morales, del estudio de las
numerosas sentencias referidas a estas materias es posible extraer ciertas pautas
que los jueces consideran para fijar el quantum indemnizatorio del daño moral159.
En síntesis, tales parámetros, extraídos de la jurisprudencia, dicen relación con lo
siguiente: i) La entidad, naturaleza y gravedad del suceso o acto que constituye la
causa del daño; ii) La clase de derecho o interés extrapatrimonial agredido; iii) Las
consecuencias físicas, psíquicas, sociales o morales que se derivan del daño
causado, su duración y persistencia; iv) La culpabilidad empleada por el ofensor
en su actuar; v) Las condiciones personales de las víctimas; vii) Las facultad
económicas del ofensor; y, viii) Las facultades económicas del ofendido160, entre
otros.
SS. podrá advertir que, considerando varios de los parámetros que se desprenden
del estudio de la jurisprudencia, las características particulares del presente caso
sugieren, en opinión de esta parte y en pleno respeto de sus facultades soberanas,
la determinación de una alta avaluación de los daños morales que han sufrido las
víctimas.
En efecto, y según se ha expuesto ya latamente, las demandadas han incurrido en
graves afectaciones a la dignidad humana de los consumidores. De ahí también
que la aflicción que han debido soportar los afectados sea tan grave.
En tal sentido, desde la perspectiva de las consecuencias psíquicas que se
desprenden del daño, SS. podrá estimar que la situación de verse humillado y
defraudado en la confianza por las prácticas de las demandadas, que obligan a los
consumidores a aceptar condiciones cada vez más injustas, aprovechándose de las
características propias del consumidor local, de las características propias de la
157
Barros, Enrique, op. cit., p. 317.
158
Alessandri, Arturo, op. cit., p. 11.
159
Diez, José Luis, op. cit., p. 250.
160
Ibidem, pp. 251-254.
115
demanda de gas y de la prácticamente nula posibilidad de acceder a un bien
sustituto, es un escenario gravemente aflictivo y angustiante.
En el mismo sentido, como ya se ha dicho anteriormente, la negligencia de las
demandadas ha sido tan grosera que, en nuestra opinión, reviste el carácter de
fraude civil o, al menos, culpa grave que, como SS. bien sabe, en estas materias se
equipara al dolo. En todo caso, se trata de una política inexcusable de perjudicar
a los consumidores a efectos de maximizar ganancias, que revela una ausencia
completa de consideración para con sus clientes.
Finalmente, desde la perspectiva de las facultades económicas de las partes
implicadas, también se ha expuesto que las demandadas son sociedades anónimas
de un gigantesco poder económico, controladas por una empresa con
presencia en el sector energético a nivel mundial (la española Naturgy) y,
en cambio, los consumidores afectados son ciudadanos comunes y corrientes.
En definitiva, SS. podrá advertir que, al emplear cualquiera de los criterios que utiliza
la jurisprudencia para determinar el quantum del daño moral, pero más aun, al
aplicar todos estos parámetros en su conjunto, se concluye inequívocamente que,
en la especie, se debería realizar una avaluación elevada de los daños
extrapatrimoniales sufridos por las víctimas.
Ello sin perjuicio que, como hemos expuesto reiteradamente, recae en SS. la facultad
privativa y soberana de avaluar prudencialmente el daño moral, así como la facultad
de establecer “montos mínimos comunes” de ese perjuicio.
g) El quantum del daño moral. Como se ha reiterado, respecto de todos los
daños cuya reparación se demanda se solicita expresamente a SS. que los indemnice
determinándolos en su quantum conforme al mérito del proceso, y teniendo en
cuenta la facultad que asiste a SS. de establecer “montos mínimos comunes” del
daño moral en estos juicios colectivos, según ya se indicó.
Por ello, esta parte reitera que solicita expresamente que se indemnice el
daño moral que SS. determine conforme al mérito del proceso.
En síntesis, la exposición que antecede da cuenta del cumplimiento de la carga
procesal de “señalar” los perjuicios sufridos, conforme al artículo 51 Nº2 de la LPC,
solicitando expresamente esta parte a SS. la indemnización que determine
conforme al mérito del proceso para todos los daños alegados.
116
H. DAÑO PUNITIVO
Por otra parte, las conductas en que ha incurrido las demandadas que, como se ha
dicho, han causado un grave perjuicio patrimonial y extrapatrimonial a los
consumidores, justifican, en opinión de esta parte, que SS. aplique el recargo del
25% en el monto de las indemnizaciones a que haya lugar, establecido en
el artículo 53 C letra c) de la LPC.
En efecto, el artículo 53 C letra c) de la LPC establece lo siguiente:
A su vez, según el referido inciso quinto del artículo 24, constituyen circunstancias
agravantes las siguientes:
117
En este punto es preciso advertir que, según se desprende de la historia fidedigna
del establecimiento de la Ley N˚21.081, que introdujo estas disposiciones en la LPC,
el objetivo que tuvo el legislador fue, precisamente, el de desincentivar o disuadir
la comisión de infracciones que implicaran un riesgo para los consumidores,
estableciendo este recargo del 25% como daño punitivo.
En este sentido, se pronunció durante la discusión legislativa el Director Nacional
del SERNAC, quien explicó “que se pretende establecer un incentivo contra las
infracciones que crean riesgo para los consumidores, elevándose en 25% las
indemnizaciones, recogiéndose de manera acotada la idea del daño punitivo”161.
En el mismo orden de ideas, se sostuvo que “el proyecto dispone que las
indemnizaciones en ciertos casos se aumenten en un 25%, a título de daño
punitivo, como existe en varios países… si a la indemnización se suma el 25% a
título de daño punitivo, más la posibilidad de demandar el daño moral en acciones
colectivas, tales herramientas constituirán un potente factor disuasivo, que evitará
la comisión de conductas en perjuicio de los consumidores”162.
SS. podrá advertir que, en la especie, se verifican las circunstancias
agravantes señaladas en los literales b) y c) del inciso quinto del artículo 24 de la
LPC, según se explicará a continuación, por lo que en el presente caso el aumento
de un 25% que impone el artículo 53 C letra c) de la LPC deberá aplicarse a modo
de daño punitivo a las demandadas.
En primer lugar, las demandadas han causado un daño patrimonial grave a los
consumidores, según se ha expuesto ya latamente en las secciones precedentes.
Como es sabido, los consumidores vienen, desde aproximadamente mediados del
año 2016, pagando precios excesivos por el gas natural, que no reflejan ni se
condicen con los verdaderos costos de las empresas demandadas, de modo que,
desde la perspectiva patrimonial, los daños causados son evidentemente extensos
y además masivos.
A ello se suma el lucro cesante en que se ha hecho incurrir a los consumidores,
consistente en la pérdida de ganancias del capital invertido en esos gastos y en la
disminución de sus ingresos, o del menor valor obtenido.
161
Historia de la Ley N˚21.081, Informe de Comisión de Economía, p. 115.
162
Historia de la Ley N˚21.081, Informe de Comisión de Constitución, p. 206.
118
Tales daños patrimoniales, graves, masivos y además prolongadísimos en el tiempo,
son suficientes para estimar que, en la especie, se configura la agravante
contemplada en el literal b) del artículo 24 de la LPC.
En segundo lugar, las demandadas han dañado la integridad psíquica de los
consumidores y, en forma grave, su dignidad y confianza, la cual se ha visto
profundamente defraudada.
Cabe insistir que por el solo hecho de que se estén afectando derechos
fundamentales de los consumidores, esto es, los derechos de mayor entidad en el
ordenamiento jurídico, debe considerarse que su dignidad ha sido lesionada
gravemente.
Así, tales daños morales han afectado gravemente la integridad psíquica y la
dignidad humana de los consumidores, además de su confianza, lo que es suficiente
para estimar que, en la especie, se configura la agravante contemplada en el literal
c) del artículo 24 de la LPC.
En definitiva, concurriendo en la especie elevadísimos y masivos perjuicios
patrimoniales, así como graves afectaciones a la integridad psíquica y dignidad, SS.
podrá advertir con toda claridad que concurren las circunstancias contempladas en
la LPC para imponer a los demandados un aumento del 25% en las
indemnizaciones que este tribunal determine en favor de los consumidores.
Por último, el inciso 1˚ del artículo 2317 del Código Civil establece, como regla
general, que cuando existen dos o más responsables, éstos deben indemnizar los
daños de manera solidaria. Por lo que, conforme a dichos preceptos, y sin perjuicio
del principio iure novit curia, las demandadas deberán responder solidariamente
por los daños y perjuicios alegados en la presente demanda.
En subsidio de lo anterior, para el caso que S.S. no considere aplicable la solidaridad
por cualquier causa, esta parte solicita respetuosamente que la condena
simplemente conjunta de las demandadas establezca la parte o cuota de
responsabilidad de cada uno.
A pesar de que las demandadas son controladas y pertenecen al mismo
conglomerado transnacional, la división en el pago de la indemnización, en este
último caso, resulta de suma relevancia para los efectos de hacer efectiva sin
dilaciones su responsabilidad, en respeto del derecho a la reparación adecuada y
oportuna de los consumidores (art. 3 letra e LPC), y del principio pro consumidor.
119
POR TANTO, en mérito de lo expuesto y según lo dispuesto en los artículos 3º letra
e) en relación con el artículo 50, 51 numeral 2 en relación con el artículo 53 A, en
relación con el artículo 53 C letra b) y c) de la LPC, demás disposiciones de la LPC y
de otros cuerpos legales que resulten aplicables en la especie, y el principio iura
novit curia,
SOLICITO RESPETUOSAMENTE A SS.: Tener por interpuesta demanda de
indemnización de perjuicios por afectación del interés colectivo de los
consumidores en contra de METROGAS S.A., representada legalmente por su
gerente general don Pablo Sobarzo Mierzo, o quien lo reemplace en el cargo, y en
contra de APROVISIONADORA GLOBAL DE ENERGÍA S.A., representada
legalmente por su gerente general don Klaus Lührmann Poblete, o quien lo
reemplace en el cargo, todos ya individualizados, declararla admisible, acogerla a
tramitación, concederla en todas sus partes y, en definitiva, declarar la
responsabilidad de los demandados y condenarlos al pago de las siguientes
indemnizaciones:
(i) Declarar, conforme al artículo 53 C letra a) de la LPC, la forma en que los hechos
y conductas, cometidas por METROGAS S.A. y APROVISIONADORA GLOBAL
DE ENERGÍA S.A., han afectado el interés colectivo de los consumidores;
(ii) Declarar la responsabilidad de METROGAS S.A. y APROVISIONADORA
GLOBAL DE ENERGÍA S.A. en los hechos denunciados, conforme a lo que SS.
determine de acuerdo al mérito del proceso.
(iii) Condenar a METROGAS S.A. y APROVISIONADORA GLOBAL DE
ENERGÍA S.A., a indemnizar el daño emergente señalado, causado a los
consumidores, conforme a lo que SS. determine de acuerdo al mérito del proceso.
(iv) Condenar a METROGAS S.A. y APROVISIONADORA GLOBAL DE
ENERGÍA S.A., a indemnizar el lucro cesante señalado, causado a los
consumidores, conforme a lo que SS. determine de acuerdo al mérito del proceso.
(v) Condenar a METROGAS S.A. y APROVISIONADORA GLOBAL DE ENERGÍA
S.A., a indemnizar el daño moral señalado, causado a los consumidores, conforme
a lo que SS. determine de acuerdo al mérito del proceso.
(vi) Condenar a METROGAS S.A. y APROVISIONADORA GLOBAL DE
ENERGÍA S.A., a pagar al incremento del 25% en el monto de las
indemnizaciones que en definitiva S.S. ordene, según lo dispuesto en el
artículo 53 C letra c) de la LPC, conforme a lo que SS. determine de acuerdo al
mérito del proceso.
120
(vii) Condenar a METROGAS S.A. y APROVISIONADORA GLOBAL DE
ENERGÍA S.A., a que las indemnizaciones contempladas en los numerales
anteriores se efectúen debidamente reajustadas y con los intereses legales
y procedentes, conforme a lo que SS. determine de acuerdo al mérito del proceso.
(viii) Condenar solidariamente a METROGAS S.A. y APROVISIONADORA
GLOBAL DE ENERGÍA S.A., al pago de las indemnizaciones contempladas en los
numerales anteriores, o de manera simplemente conjunta estableciendo
expresamente la parte o cuota de responsabilidad de cada uno, o conforme a lo que
S.S. determine de acuerdo al mérito del proceso.
(ix) Determinar en la sentencia definitiva, según corresponda y para los efectos
señalados en los números anteriores, los grupos y subgrupos de consumidores
que fueron afectados por los demandados, según lo dispuesto los artículos 51 Nº2,
53 A y 53 C letra e) y demás normas pertinentes de la LPC, o conforme a lo que SS.
determine de acuerdo al mérito del proceso.
(x) Ordenar que las indemnizaciones se efectúen sin requerir la comparecencia
de los consumidores afectados, según lo autoriza el artículo 53 C letra e) de la
LPC, en los casos en que los demandados cuenten con la información necesaria para
individualizarlos, o conforme a lo que SS. determine de acuerdo al mérito del
proceso.
(xi) Ordenar las publicaciones indicadas en la letra e) del artículo 53 C de la LPC,
conforme a lo que SS. determine de acuerdo al mérito del proceso.
(xii) Condenar a METROGAS S.A. y APROVISIONADORA GLOBAL DE
ENERGÍA S.A., al pago de las costas de la causa.
SEGUNDO OTROSÍ: HERNÁN CALDERÓN RUIZ, constructor civil, C.N.I.
N°6.603.659-6, presidente de la Corporación Nacional de Consumidores y
Usuarios de Chile, Asociación de Consumidores -CONADECUS A.C.- y en su
representación legal, como se acredita por documento acompañado en el tercer
otrosí, ambos domiciliados en calle Valentín Letelier Nº16, comuna de Santiago, a
SS. respetuosamente digo:
Que en la representación que detento y atendidas las facultades que le
confieren a CONADECUS los artículos 5°, 8° y ss. y 50 y ss., todos de la Ley N°19.496
sobre Protección de los Derechos de los Consumidores -en adelante también, e
indistintamente, la “LPC”-, vengo en deducir, en subsidio de la demanda de
indemnización de perjuicios por afectación del interés colectivo de los consumidores,
interpuesta en el primer otrosí de esta presentación, demanda de indemnización
121
de perjuicios por afectación del “interés difuso” de los consumidores,
conforme lo establecen el artículo 50, el artículo 3º letra d), artículo 51 numeral 2
en relación con el artículo 53 A y el artículo 53 C letras c) y d) todas de la LPC, y
demás normas pertinentes, en contra de: (1) METROGAS S.A., sociedad anónima
dedicada a la explotación del giro del gas, RUT 96.722.460-K en adelante
“Metrogas”, representada legalmente por su gerente general don Pablo Sobarzo
Mierzo, ingeniero comercial, C.N.I. N°9.006.201-8, o por quien lo reemplace en
dicho cargo, ambos domiciliados en calle El Regidor N°54, comuna de Las Condes,
ciudad de Santiago; y además en contra de (2) APROVISIONADORA GLOBAL
DE ENERGÍA S.A., sociedad anónima dedicada a la explotación del giro del gas,
RUT 76.578.731-9, en adelante “AGESA”, representada legalmente por su gerente
general don Klaus Lührmann Poblete, C.I. 7.558.162-9, o por quien lo reemplace en
dicho cargo, ambos con domicilio en calle El Regidor N°66, piso 8, comuna de Las
Condes, ciudad de Santiago, en adelante, conjuntamente las demandadas, a fin
de que SS. la declare admisible, la acoja a tramitación, la conceda en todas sus
partes y, en definitiva, condene a los demandados al pago de las correspondientes
indemnizaciones, con costas, y según se expone a continuación:
I. ANTECEDENTES DE HECHO
122
Como se expuso en el primer otrosí, en opinión de esta parte, en el caso de autos
debe estimarse que el interés comprometido por los consumidores se trata de un
interés colectivo, en particular, porque en la contratación del gas natural se
vincularon, según se explicó, con las demandadas.
En este otrosí, y en subsidio de la demanda del primer otrosí, para el evento que
SS. estime que en la especie no se verifican los supuestos para acreditar la
concurrencia del interés colectivo de los consumidores afectados, por no haberse
acreditado la existencia de un vínculo contractual directo entre algunos de ellos y
las demandadas (o respecto de AGESA), o por cualquier otra causa, esta parte
deduce aquí la misma acción de indemnización del primer otrosí, pero esta vez
en defensa del interés difuso de los consumidores que, sin contratar directamente
con las demandadas, accedieron a la provisión del gas natural.
Como se dijo, la LPC ampara a todos los consumidores que han sufrido daños, y en
este caso al menos existe un grupo de consumidores vinculados por una sola
circunstancia: todos ellos fueron amagados en sus derechos por precios
defraudatorios. Esto configura, al menos la afectación de su interés difuso.
En efecto, la circunstancia de que no pueda establecerse un vínculo contractual con
las demandadas, en algunos de los casos, opinión que esta parte no comparte, no
puede ser óbice a esa protección, desde el momento que precisamente la LPC prevé
el denominado interés difuso para los casos en que no existe tal vínculo.
Asimismo, refuerza esa conclusión, la circunstancia de que la LPC contemple
expresamente, como ya se ha expuesto, la protección del denominado consumidor
material, que es quien se beneficia del servicio sin haberlo adquirido directamente,
como es el caso de los familiares de consumidores jurídicos, y establece la noción
de consumidor mediato.
Respecto de todos estos argumentos nos remitimos a lo latamente expuesto en el
apartado “I. Sección Preliminar”, de la demanda principal, que damos por
reproducido por razones de economía procesal.
Cabe destacar, nuevamente, que en la LPC no existe distinción alguna acerca de
las sanciones y reparaciones que se pueden otorgar en virtud de la vulneración de
un interés colectivo o difuso.
Por ello, tanto las multas que SS. establezca, como las indemnizaciones que
concedan, ya sea por interés colectivo o difuso, legalmente deberían ser las
mismas.
123
Una vez más se hace presente que estas acciones se ejercen en representación de
los consumidores que han soportado los precios defraudatorios, y desde luego, estas
acciones se extienden también a las familias de los consumidores jurídicos que, sin
costear directamente el servicio de provisión de gas, acceden a ello como
consumidores finales.
Asimismo, en virtud del principio de economía procesal, damos por
expresamente reproducido lo expuesto en lo principal de esta presentación, en la
“I. Sección preliminar”, en particular, en lo relativo al interés difuso, y lo
expuesto en el apartado “II. Fundamentos Derecho” de la demanda de
indemnización de perjuicios por interés colectivo del primer otrosí, en lo que resulte
pertinente para SS. conforme al principio iura novit curia.
En particular, se dan por expresamente reproducidos todas las partidas de daños
demandadas, que son exactamente las mismas cuya reparación se exige en virtud
de esta demanda subsidiaria por afectación del interés difuso de los consumidores
indicados.
POR TANTO, en mérito de lo expuesto y según lo dispuesto en los artículos 3º letra
e) en relación con el artículo 50 incisos segundos y sexto, 51 numeral 2 en relación
con el artículo 53 A, en relación con el artículo 53 C letras b) y c) de la LPC, demás
disposiciones legales que resulten aplicables en la especie, y el principio iura novit
curia,
SOLICITO RESPETUOSAMENTE A S.S.: Tener por interpuesta, en subsidio de
la demandada de indemnización de perjuicios por afectación del interés colectivo de
los consumidores, contenida en el primer otrosí de esta presentación, demanda de
indemnización de perjuicios por afectación del interés difuso de los consumidores
en contra de METROGAS S.A., representada legalmente por su gerente general
don Pablo Sobarzo Mierzo, o quien lo reemplace en el cargo, y en contra de
APROVISIONADORA GLOBAL DE ENERGÍA S.A., representada legalmente por
su gerente general don Klaus Lührmann Poblete, o quien lo reemplace en el cargo,
todos ya individualizados, declararla admisible, acogerla a tramitación, concederla
en todas sus partes y, en definitiva, declarar la responsabilidad de los demandados
y condenarlos al pago de las siguientes indemnizaciones:
(i) Declarar, conforme al artículo 53 C letra a) de la LPC, la forma en que los hechos
y conductas, cometidas por METROGAS S.A. y APROVISIONADORA GLOBAL
DE ENERGÍA S.A., han afectado el interés difuso de los consumidores;
124
(ii) Declarar la responsabilidad de METROGAS S.A. y APROVISIONADORA
GLOBAL DE ENERGÍA S.A. en los hechos denunciados, conforme a lo que SS.
determine de acuerdo al mérito del proceso.
(iii) Condenar a METROGAS S.A. y APROVISIONADORA GLOBAL DE
ENERGÍA S.A., a indemnizar el daño emergente señalado, causado a los
consumidores, conforme a lo que SS. determine de acuerdo al mérito del proceso.
(iv) Condenar a METROGAS S.A. y APROVISIONADORA GLOBAL DE
ENERGÍA S.A., a indemnizar el lucro cesante señalado, causado a los
consumidores, conforme a lo que SS. determine de acuerdo al mérito del proceso.
(v) Condenar a METROGAS S.A. y APROVISIONADORA GLOBAL DE ENERGÍA
S.A., a indemnizar el daño moral señalado, causado a los consumidores, conforme
a lo que SS. determine de acuerdo al mérito del proceso.
(vi) Condenar a METROGAS S.A. y APROVISIONADORA GLOBAL DE
ENERGÍA S.A., a pagar al incremento del 25% en el monto de las
indemnizaciones que en definitiva S.S. ordene, según lo dispuesto en el
artículo 53 C letra c) de la LPC, conforme a lo que SS. determine de acuerdo al
mérito del proceso.
(vii) Condenar a METROGAS S.A. y APROVISIONADORA GLOBAL DE
ENERGÍA S.A., a que las indemnizaciones contempladas en los numerales
anteriores se efectúen debidamente reajustadas y con los intereses legales
y procedentes, conforme a lo que SS. determine de acuerdo al mérito del proceso.
(viii) Condenar solidariamente a METROGAS S.A. y APROVISIONADORA
GLOBAL DE ENERGÍA S.A., al pago de las indemnizaciones contempladas en los
numerales anteriores, o de manera simplemente conjunta estableciendo
expresamente la parte o cuota de responsabilidad de cada uno, o conforme a lo que
S.S. determine de acuerdo al mérito del proceso.
(ix) Determinar en la sentencia definitiva, según corresponda y para los efectos
señalados en los números anteriores, los grupos y subgrupos de consumidores
que fueron afectados por los demandados, según lo dispuesto los artículos 51 Nº2,
53 A y 53 C letra e) y demás normas pertinentes de la LPC, o conforme a lo que SS.
determine de acuerdo al mérito del proceso.
(x) Ordenar que las indemnizaciones se efectúen sin requerir la comparecencia
de los consumidores afectados, según lo autoriza el artículo 53 C letra e) de la
LPC, en los casos en que los demandados cuenten con la información necesaria para
125
individualizarlos, o conforme a lo que SS. determine de acuerdo al mérito del
proceso.
(xi) Ordenar las publicaciones indicadas en la letra e) del artículo 53 C de la LPC,
conforme a lo que SS. determine de acuerdo al mérito del proceso.
(xii) Condenar a METROGAS S.A. y APROVISIONADORA GLOBAL DE
ENERGÍA S.A., al pago de las costas de la causa.
TERCER OTROSÍ: Sírvase SS. tener por acompañados, con citación, o bajo el
apercibimiento establecido en el artículo 342 N°3 del Código de Procedimiento Civil,
según corresponda, los documentos que se individualizan a continuación:
(i) Certificado Electrónico Nº650.183, de 6 de noviembre de 2021, emitido por la
División de Asociatividad y Cooperativas de la Subsecretaría de Economía y
Empresas de Menor Tamaño, donde consta lo siguiente:
a) Que la Corporación Nacional de Consumidores y Usuarios de Chile, Asociación de
Consumidores -CONADECUS A.C.- se encuentra inscrita en el Registro de
Asociaciones de Consumidores y que su personalidad jurídica se encuentra vigente;
y,
b) Que el Presidente del Directorio de CONADECUS A.C., y, por lo mismo, su
representante legal, es don Hernán Calderón Ruiz, quien suscribe el presente
libelo.
(ii) Acta Nº193 de sesión extraordinaria de directorio de CONADECUS A.C., de 29
de octubre de 2021, reducida a escritura pública el 2 de noviembre de 2021, en la
Notaría de Santiago de Francisco Varas Fernández, en la que consta la debida
autorización del directorio para deducir las presentes acciones.
(iii) Copia del Acta de la 19° Junta Extraordinaria de Accionistas de Metrogas, de
26 de mayo de 2016, en la que se acordó su división y la creación de AGESA.
SÍRVASE S.S.: Tenerlos por acompañados, bajo los apercibimientos indicados.
CUARTO OTROSÍ: De conformidad a lo dispuesto en el inciso 3° del artículo 51 de
la Ley sobre Protección de los Derechos de los Consumidores N°19.496 (LPC), vengo
en solicitar a S.S. ordenar notificar la demanda al Servicio Nacional del Consumidor,
cuyo domicilio es Teatinos 333, 2° piso, comuna de Santiago, Región Metropolitana,
con el fin de que se dé cumplimiento a lo establecido en el artículo 51 N°9 de la
referida ley, que señala:
126
“El Tribunal ordenará la notificación al demandado y, para los efectos de lo
señalado en el N°9 del artículo 51 de la Ley sobre Protección de los Derechos de
los Consumidores, al Servicio Nacional del Consumidor.”
Por su parte, artículo 51 inciso 3° LPC dispone que:
“El tribunal ordenará la notificación del demandado y, para los efectos de lo
señalado en el N°9, al Servicio Nacional del Consumidor, cuando éste no hubiere
iniciado el procedimiento.”
Y finalmente, el artículo 51 número 9 LPC establece que:
“Las acciones cuya admisibilidad se encuentre pendiente, se acumularán de
acuerdo a las reglas generales. Para estos efectos, el Servicio Nacional del
Consumidor oficiará al juez el hecho de encontrarse pendiente la declaración de
admisibilidad de otra demanda por los mismos hechos”
SÍRVASE S.S.: Acceder a lo solicitado.
QUINTO OTROSÍ: Sírvase S.S. tener presente que designo abogados
patrocinantes y confiero poder para actuar en estos autos, en forma conjunta o
separada, indistintamente, a los abogados habilitados para el ejercicio de la
profesión doña María Jimena Orrego Pastén, C.N.I. Nº8.794.202-3, a don
Mauricio Tapia Rodríguez, C.N.I. Nº12.236.011-3, y a don Raúl Toro González,
C.N.I. Nº15.783.266-2, todos domiciliados para estos efectos en Crucero Exeter
0325, comuna de Providencia.
SÍRVASE S.S.: Tenerlo presente para todos los efectos legales.
Firmado
MAURICIO digitalmente por RAUL Firmado
digitalmente por
IVAN TAPIA MAURICIO IVAN ARTURO RAUL ARTURO
TAPIA RODRIGUEZ
RODRIGUEZ Fecha: 2021.11.07 TORO TORO GONZALEZ
Fecha: 2021.11.07
16:29:52 -03'00' GONZALEZ 16:38:21 -03'00'
Maria Firmado
digitalmente
HERNAN CESAR
Jimena por Maria
Jimena Orrego CALDERON RUIZ
Orrego Pasten
Fecha:
Firmado digitalmente por
HERNAN CESAR CALDERON
RUIZ
Pasten 2021.11.07
16:44:17 -03'00'
Fecha: 2021.11.07 18:45:29
-03'00'
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