R1.Hipoteca Social Resumen
R1.Hipoteca Social Resumen
R1.Hipoteca Social Resumen
Dedicatoria
Prefacio
“Saber para servir” es el lema de este excelente libro, de lectura imprescindible por su carácter realista,
propositivo y esperanzado. Realista, porque ofrece un espléndido diagnóstico de la situación presente,
valiéndose de datos constatados y claramente expuestos, que muestran al lector un mundo dolorosamente
injusto tanto en México como en el contexto global. Propositivo, porque no se contenta con lamentar la
injusticia, sino que tiene el coraje de presentar propuestas muy concretas y viables que los distintos grupos
sociales pueden y deben asumir para lograr el bien común. Esperanzado, porque el autor confía en los
ciudadanos y recurre a todos y a cada uno de ellos para acabar con la corrupción, las muertes y los engaños
que destrozan la vida de mujeres y varones. Como se decía en algún tiempo, “el siglo XXI será de los
ciudadanos o no será”. Familias, instituciones educativas, adultos, jóvenes, políticos, empresarios, iglesias y
medios de comunicación son los encargados de llevar adelante esas acciones concretas que el autor expone
con todo detalle y que harán posible un mundo más humano.
En un contexto de desmoralización creciente, cuando la crisis de valores éticos es la peor de las que sufrimos,
reconforta leer un libro como Hipoteca social, capaz de informarnos sobre la insolidaridad del mundo en que
vivimos con hechos y cifras, pero sobre todo capaz a la vez de impulsarnos a trabajar por los mejores valores.
Como bien dice el autor, sobre toda propiedad privada grava una hipoteca social, sobre nuestros bienes grava
el compromiso de ponerlos al servicio de los demás. Y ya va siendo hora de que todos y cada uno vayamos
pagándola.
Que un intelectual tan reconocido como David Noel presente a la sociedad este mensaje de compromiso y
esperanza en unas páginas luminosas es un buen síntoma de que algunas instituciones educativas y,
concretamente la que él dirige, gozan de una excelente salud.
Introducción
Hoy vivimos, en nuestra patria, acontecimientos en que imperan la violencia y la muerte; que generan temor,
miedo e impotencia. Pero debemos tener claro y estar conscientes de que ello se debe a la pobreza, a la falta
de oportunidades, a la corrupción, a la impunidad, a la falta de calidad en la educación, a la deficiente
procuración de justicia y, sobre todo, al credo que hoy impera entre muchos mexicanos: vivir para acumular
bienes y poder en el menor tiempo posible, sin importar si se lesionan los derechos de los demás.
Este rostro vejado en gran parte ha sido provocado por la ausencia de vivir los valores tales como el respeto a
la vida, a la propiedad ajena, la honestidad, el esfuerzo y la solidaridad, entre otros. Ante este escenario, urge
que todos trabajemos para construir un rostro más justo, solidario y humano para México. No se debe ni se
puede ser indiferente; tenemos que actuar cada uno desde su trinchera para que, una vez cumplido el pago de
nuestra hipoteca social, sanemos este rostro sufriente de nuestra patria. Estoy convencido de que hoy lo que
más duele no es el fuego destructivo de la violencia que vivimos, sino la fría indiferencia de nosotros ante esta
realidad.
La misión de este libro es despertar y concientizar pero, sobre todo, establecer, en quienes lo lean o escuchen
de él, el compromiso de pagar su hipoteca social. La felicidad es el fin hacia el cual debemos canalizar
nuestros esfuerzos, pero la lograremos si hacemos nuestra la cultura de servir a los demás.
Este libro está conformado por diez capítulos, los cuales se agrupan en cinco secciones. La primera de ellas,
“El rostro sufriente de México”, tiene como objeto presentar la realidad de nuestro país de una manera
objetiva, en relación con situaciones que lastiman a nuestra patria y que son una llamada de atención ante la
cual no debemos permanecer indiferentes. Esta realidad que presento es desde una perspectiva muy
importante para entender el compromiso con nuestra hipoteca social. En esta sección también se profundiza
en la raíz de las situaciones que vivimos actualmente; esto es, la ausencia del ejercicio de los valores en
nuestra sociedad, provocada por las cinco culturas que han permeado a la mayor parte del pueblo mexicano: el
relativismo, el hedonismo, el individualismo, el materialismo y el secularismo. Estas culturas deben ser
erradicadas o replanteadas si de verdad estamos decididos a forjar un nuevo amanecer para nuestra sociedad.
La segunda sección “Nuestra hipoteca social”, tiene como objetivo profundizar en lo relacionado con el origen
y el concepto que conlleva la hipoteca social, así como los principios que la fundamentan. Además, se analiza
una filosofía de vida que tiene una estrecha correlación con el pago de nuestra hipoteca social, que consiste en
internalizar que somos administradores, no dueños absolutos de nuestros bienes.
La sección “Tríada para sanar a México” tiene como misión presentar el conjunto de paz, desarrollo y
solidaridad como base del compromiso social de un ser humano. En estos capítulos se analiza la correlación
que existe entre la paz y el desarrollo, y entre éste y la solidaridad. Existe una fuerte correlación entre la paz y
el desarrollo, el cual consiste en ofrecer oportunidades dignas de trabajo para todos, y por otro lado, este
desarrollo jamás se dará si no existe, de parte de nosotros, un compromiso con la solidaridad, el cual implica
aceptar que todos somos responsables de todos.
La cuarta parte está enfocada a hacer un llamado a cada uno de los diferentes protagonistas de México para
que paguemos nuestra hipoteca social. En “El pago de la hipoteca social” presento las principales acciones y
proyectos específicos para que cada uno salde su compromiso social.
En la quinta sección, hago una “Última llamada” para presentar los principales desafíos que se tienen hoy en
México, a los cuales se debe dar respuesta si queremos erradicar las situaciones presentadas en el capítulo 1.
Sólo de esta manera, al ofrecer una vida digna para todos los mexicanos, lograremos evitar el calentamiento
social.
Si estamos decididos a reconstruir un México digno y justo para nuestros hijos y los hijos de ellos, urge
interiorizar la necesidad de vivir nuestro compromiso con la solidaridad. Para ello, es esencial liberarnos de la
avaricia generada por el egoísmo que hoy prevalece en muchos de nosotros, la cual ha provocado en nuestra
nación graves injusticias que, a su vez, han sembrado odio y rencor entre los diferentes sectores de la
sociedad, lo que, tristemente, como hoy lo vemos, ha desencadenado una serie de hechos violentos que
lastiman y hieren a millones de mexicanos.
Agradezco el invaluable apoyo que me brindaron Felipe Montes Espino Barros, Xitlally Rivero Romero, Vidal
Garza Cantú, Ricardo López Terrones, David Margáin Sada y mis amigos para que este sueño fuera una
realidad, y de esta manera hacer un llamado a la conciencia de todos nosotros para fortalecer el tejido social de
nuestra patria, de tal forma que contemplemos un nuevo amanecer que proporcione un desarrollo integral para
todos los mexicanos.
¿Consideras justo que México ocupe, entre los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo
Económicos (OCDE), el segundo lugar de mayor desigualdad social? ¿Que ocupe el último sitio en calidad
educativa en ciencias, matemáticas y comprensión de lectura? ¿Que la corrupción represente, de acuerdo con
Transparencia Internacional, 9% del PIB anual y ocupemos la posición 100 como país corrupto? ¿Estás
conforme con que más de 52 millones de mexicanos padezcan algún tipo de pobreza? ¿Vives tranquilo en un
país que ocupa el tercer puesto a nivel mundial por el número de robos que se cometen; donde el desempleo
se incrementa por la ausencia de un crecimiento sostenido? ¿Sobre este escenario seremos capaces de ofrecer
una vida digna a todos los mexicanos? ¿Es este rostro de nuestro país motivo de orgullo para ti o para mí? ¿Es
este el México en el que quieres vivir con tus hijos y heredar a las nuevas generaciones?
En este capítulo analizamos hechos y estadísticas irrefutables que nos muestran un México ante el cual
ninguno de nosotros puede permanecer indiferente, y menos caer en la pasividad que hoy nos caracteriza.
Entre estos hechos sobresalen la pobreza, la desigualdad social, la inseguridad, la migración, el desempleo, la
alta corrupción, la ausencia de la calidad en la educación y del Estado de derecho.
La pobreza
Conforme pasa el tiempo, muchos de nosotros nos hemos acostumbrado a ver la pobreza como una
característica normal en nuestra sociedad. Vemos la riqueza y la pobreza como algo natural. Así como hay
hombres flacos y gordos, altos y bajos, es normal que haya pobres y ricos. Pero esta visión nos ha llevado
al conformismo y a la falta de compromiso para reducir y erradicar la pobreza, nos ha conducido a una
tremenda apatía que en nada abona para mejorar las circunstancias en las que hoy viven millones de
mexicanos.
Ciertamente en nuestro país se han hecho esfuerzos para reducir la pobreza y la desigualdad social, sin
embargo, no han sido suficientes, ya que los índices de pobreza y desigualdad social se mantienen a un nivel
alarmante. Es claro que los programas tendientes a dar respuesta a estos desafíos no deben ser
asistencialistas, sino un detonante que permita a las personas en condiciones de pobreza salir
adelante, recuperar sus capacidades e incorporarse a la vida productiva.
La razón por la cual la gran cantidad de programas que se han establecido no han logrado reducir esta pobreza
y esta desigualdad social es que se cree suficiente el solo hecho de canalizar dinero público a mucha gente y a
una variedad de programas y acciones. Hay que reconocer que la solución está en cambiar la cultura y la
disponibilidad de opciones de desarrollo para las familias marginadas.
Internacionalmente, el método más común para la medición de esta situación es el de la línea de pobreza. El
ingreso o el gasto en consumo se toman como medida del bienestar, y se establece un valor per cápita de una
canasta mínima de consumo necesario para la sobrevivencia. Hasta antes de 2008 era el método utilizado en
México para medir la pobreza, y se distinguían tres niveles: alimentaria, de capacidades y patrimonial. Ante
este escenario, tenemos que aceptar que, en el corto plazo, para estas personas es necesaria la ayuda
asistencial, pero debe quedar claro que ésta debe ser temporal, de tal forma que se ofrezca apoyo en
el mediano plazo para que sean auto- sustentables y no dependientes perpetuos.
Por otro lado, el índice de desarrollo humano (IDH) hoy en día es la principal herramienta de medición del
Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). Constituye una medida de desarrollo humano y
no estrictamente de pobreza, es un indicador social estadístico compuesto por tres parámetros: vida larga y
saludable (esperanza de vida al nacer), educación y nivel de ingresos.
Además de los métodos anteriores, a partir de 2000, con la firma del compromiso de los Objetivos de
Desarrollo del Milenio por 192 países de la ONU, los diez indicadores y metas para el logro de estos objetivos
se han convertido en un referente común para hablar del nivel de desarrollo de los países y de la pobreza
asociada. De estos diez indicadores y metas del milenio, México ha cumplido con varios de ellos.
En nuestro país, la Ley General de Desarrollo Social establece las bases para la medición oficial de la pobreza
en México. En 2008 se redefinieron las bases de la metodología de medición. Desde ese año, la pobreza se
mide oficialmente con un enfoque multidimensional que considera carencias sociales y nivel de
ingreso. El organismo responsable de esta medición es el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de
Desarrollo Social (Coneval) con base en los resultados de la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los
Hogares del INEGI.
La nueva medida, multidimensional, busca evaluar el desarrollo social en su conjunto y considera los
siguientes factores: rezago educativo, acceso a los servicios de salud, acceso a la seguridad social,
calidad y espacios en la vivienda, acceso a los servicios básicos en la vivienda, acceso a la
alimentación, ingreso y cohesión social. Esta nueva metodología considera pobre a quien tiene, al menos,
una carencia social y un ingreso insuficiente para satisfacer sus necesidades. La primera medición se realizó
en 2008 y la segunda en 2010; a partir de entonces, se dispondrá de información cada dos años de los estados
de la Federación y cada cinco de los municipios.
Los resultados más recientes del Coneval indican que:
El número de personas en situación de pobreza en México subió de 48.8 millones a 52 millones entre 2008 y
2010 (ver tabla 1.1 y 1.2); 46.2% de la población en 2010 se encontraba en esa situación, contra 44.5% de
2008.
La pobreza extrema (tres o más carencias sociales) pasó de 10.6% a 10.4% de la población total mexicana,
con lo que se mantiene en el nivel de 11.7 millones de personas.
El número de personas vulnerables por ingreso pasó de 4.9 millones en 2008 a 6.5 millones en 2010.
28 millones de personas padecen falta de acceso a alimentación, lo que representa un aumento en dicho
periodo de 4.2 millones de personas que amanecen y se van a dormir con hambre.
Según el Coneval, un elemento fundamental que explica el aumento en la pobreza fue la reducción del ingreso
en el contexto de la crisis internacional, y un segundo factor fue la falta de acceso a la alimentación por el
incremento en los precios de los alimentos. Sea lo que sea, ahí están las cifras. Tenemos que encontrar un
modelo de desarrollo que nos permita abatir estos males lacerantes que lastiman al pueblo mexicano.
Quizá ya nos acostumbramos a leer estas cifras sobre la pobreza de nuestra patria y no hemos tomado
consciencia de que estas cantidades expresadas en millones no son simples números u objetos: son
seres humanos como tú y yo. Esa certeza nos lleva a un fuerte cuestionamiento: ¿qué mérito tenemos tú o
yo para no irnos a la cama con hambre, para haber tenido una oportunidad de educarnos, para tener
acceso a un empleo? Ante esta reflexión sólo nos queda una respuesta: urge nuestra participación
activa para reducir, lo más pronto posible, estas cifras que denigran a nuestra sociedad.
La desigualdad social
Johan Galtung, en su conferencia “Educación para la paz: desafío de nuestro tiempo”, dictada en su visita al
Tecnológico de Monterrey en octubre de 2011, afirmó que la violencia no se acaba matando a los
narcotraficantes y a los criminales; para lograr el cese de violencia en México es necesario primero
acabar con la pobreza y con la desigualdad social que existen en el país. La desigualdad social y la
pobreza son inaceptables y contribuyen al narcotráfico: aunque se acabara con todos los narcotraficantes, la
desigualdad y la pobreza quedarían, y esa pobreza encontraría otras salidas, quizá no en las drogas, pero sí en
alternativas similares. 2
Un desafío importante, como lo he comentado, es la creciente disparidad de ingresos entre las personas en
diferentes comunidades. Esta situación se debe, en gran parte, a la cultura de corrupción que impera en
nuestro país. El corrupto daña no sólo por lo que robó, sino por el mensaje que da a toda la sociedad: “No me
interesan los demás, sólo me importa lo mío”; “Lo único importante es acumular riqueza para mí; no me
importa el que mi conciencia me interpele”. Esta actitud es fruto del hondo individualismo que se vive
actualmente, por el cual cada individuo sólo busca lo que a él lo beneficie, e ignora lo que le ocurre a su
comunidad.Sobre la base de estudios econométricos en más de cien países, los investigadores concluyen que
existe una estrecha correlación entre desigualdad y corrupción; cuanto más altos son los niveles de inequidad,
mayor es la corrupción esperable. 3
En las sociedades altamente polarizadas, los grupos de mayor poder tienen más oportunidades e incentivos
para prácticas corruptas y mayores posibilidades de impunidad; tienen amplio acceso a la compra de
influencias legales e ilegales. En cambio, los grupos pobres y los de clase media alcanzan limitados niveles de
articulación política y enfrentan mayores dificultades de organización: son débiles para monitorear a los
poderosos y defenderse de sus prácticas. La corrupción, a su vez, es uno de los principales multiplicadores de
desigualdad; afecta regresivamente la composición del gasto público, los niveles de inversión, el crecimiento
económico y el funcionamiento democrático. 4
Se genera un círculo perverso: a mayor desigualdad, más corrupción, y esta última es, a su vez, una
de las vías por las que la desigualdad obstaculiza el crecimiento y se reproduce, lo cual genera
ambientes propicios para la corrupción. Es penoso que el índice de percepción de corrupción que publicó
Transparencia Internacional en 2010 nos informe que nuestro país, que de por sí ocupaba el lugar 89, cayó al
lugar número 100. Cuando se habla de desigualdad de ingresos, tenemos que estar conscientes de que es
multifactorial; su origen no es solamente la corrupción, sino que la impactan las diferencias educativas, las
crisis económicas, la inflación, entre otros factores.
Hoy más que nunca debemos terminar con la premisa, para nuestro comportamiento como mexicanos, de que
lo que la mayoría hace es lo correcto. Hasta hoy, éste ha sido el marco de referencia en la toma de
decisiones para todos nosotros, durante décadas y, en gran parte ha sido el detonador de la corrupción y
del influyentismo con el que manejamos este país. No olvidemos que el mal es mal aunque todo
mundo lo haga, y el bien es bien aunque nadie lo practique. No caigamos en el error de pensar que la
ética de una sociedad se define por democracia. Hay muchas leyes inmorales, como la de pagar el salario
mínimo a nuestros empleados en el mundo de hoy. En síntesis, si queremos erradicar la corrupción, tenemos
que reeducarnos y estar conscientes del daño tan grande que hemos causado a nuestro país al basar nuestro
actuar diario en esa moral colectiva.
Por tanto, para actuar contra las estructuras de corrupción es preciso abordar a fondo la desigualdad, en lugar
de considerar desconectados ambos fenómenos.
Los tres indicadores más utilizados para analizar la desigualdad social son:
1. Rangos de concentración de la riqueza5
De acuerdo con la tabla 1.3, elaborada con información del INEGI, la desigualdad en México tuvo un ligero
descenso entre 2006 y 2010. Consideramos que, a pesar de esta disminución, los niveles aquí presentados por
rangos de riqueza siguen siendo preocupantes y deben ser motivo de seguir trabajando para mejorarlos.
En nuestro país, el ingreso per cápita es de 10 mil dólares anuales; el de Nuevo León es de 14 mil dólares
anuales, y el del municipio de San Pedro Garza García, Nuevo León, de 40 mil dólares.
2. Coeficiente Gini de desigualdad6
Como podemos observar en la tabla 1.4, el índice Gini México 2011 es de 0.48, lo cual nos ubica en el
segundo nivel más alto de desigualdad, sólo por debajo de Chile, entre los países miembros de la OCDE. Este
indicador debe llevarnos al compromiso de reducir drásticamente esta desigualdad social.
Durante dos décadas, antes de las crisis económicas globales, el ingreso familiar en los países de la OCDE se
incrementó en un promedio de 1.7% anual. Sin embargo, los ingresos de 10% de los hogares más ricos
crecieron más rápido que los ingresos de 10% de los hogares más pobres, y se amplió así la desigualdad en el
ingreso. El incremento en el ingreso y en la desigualdad ocurrió en la mayor parte de los países durante
periodos de crecimiento económico sostenido; esto plantea una pregunta: ¿por qué no todos los países se
beneficiaron del crecimiento de la misma forma? Aunque es difícil evaluar el papel de muchas causas
potenciales, los siguientes factores se han identificado como los de mayor impacto en ampliar la desigualdad
social en los países de la OCDE: la globalización, el progreso tecnológico influido por las competencias, así
como por las reformas regulatorias; los cambios en la formación de la familia y la estructura de los hogares, y
los sistemas de impuestos y beneficios que influyen en la redistribución de los ingresos.
Es importante evitar llegar a conclusiones sobre una realidad basados en datos promedio como único punto de
referencia. Un promedio sólo nos dice el resultado de los extremos que, en muchas ocasiones, queremos
esconder. Y por ello es fundamental que analicemos con detalle la situación completa que ocurre en nuestro
país en cada uno de los rubros que se analizan en este capítulo. No nos vaya a pasar como aquella persona
que se ahogó en un río cuya profundidad promedio era de medio metro.
3. Índice de desarrollo humano (IDH)
Por tratarse de un indicador internacional de amplio uso, el índice de desarrollo humano se utiliza a menudo en
comparaciones a través del tiempo y entre regiones, como referencia para estudios sobre desigualdad.
De acuerdo con el Informe Regional sobre el Índice de Desarrollo Humano para América Latina y el Caribe
2010, América Latina y el Caribe (ALC) es la región más desigual del mundo. La desigualdad no sólo es alta,
sino también muy persistente. La pobreza se redujo en los años previos a la crisis de 2008-2009, y en un
número importante de países también disminuyó ligeramente la desigualdad. Esta reducción se debió,
principalmente, al crecimiento económico y a la mejoría en la incidencia del gasto social, como resultado de la
aplicación de programas específicos. Sin embargo, a partir de la crisis de 2008 y las secuelas que ésta ha
tenido, volvieron a incrementarse los niveles de pobreza y desigualdad social, como lo muestran los datos de la
tabla 1.5.
Aunque en América Latina, México no destaca por sus niveles de desigualdad social, sí lo hace en el contexto
de los países integrantes de la OCDE, donde ocupa el segundo lugar en esta variable entre países similares a
nosotros. Por ello, el hecho de que estemos bien dentro de América Latina no nos debe llevar a la
complacencia ni a la indiferencia; debemos compararnos con aquellos países que se hallan en iguales
circunstancias. Y ahí está el principal reto a vencer.
Después de este análisis de la desigualdad social en México en Latinoamérica, analicemos el Informe sobre
Desarrollo Humano para México de 2011. Este informe, elaborado por el PNUD, examina la equidad con que
se asigna el gasto público y concluye que el centro de atención de las políticas de gasto en desarrollo humano
debe basarse en hacer efectivos los derechos sociales universales y focalizar los subsidios.
Las principales conclusiones del informe muestran los grandes retos de México para enfrentar la desigualdad
social:
1. Nuestro país tiene una educación con problemas de calidad, una seguridad social que encarece el trabajo
formal, y sus subsidios generalizados altamente inequitativos son particularmente problemáticos. Quizá esta
situación es originada por la baja calidad de los servicios y prácticas corruptas.
2. La corrupción, las presiones grupales y la baja calidad de la burocracia pueden generar distorsiones en la
asignación del gasto.
3. La distribución del gasto federal en desarrollo humano promueve la desigualdad en vez de corregirla.
4. El gasto en educación se asigna en proporción inversa a las necesidades educativas de las personas; ante
iguales necesidades, se privilegia a las que más ingreso tienen.
5. Sólo el programa Oportunidades asigna mayores transferencias a los grupos que más lo necesitan. El resto
de las transferencias (por ejemplo, Procampo, pensiones del IMSS e ISSSTE, y subsidios al consumo)
generan un trato desigual que opera a favor de la población con mayores recursos.
6. Falta mayor transparencia en la distribución del gasto público y faltan mayores recursos humanos y
financieros que permitan cumplir a cabalidad las tareas de fiscalización, por lo cual las auditorías se
enfocan en lo financie- ro, mas no en el desempeño ni en el impacto.
Ante estas conclusiones que aporta el análisis del PNUD, los ciudadanos debemos buscar y generar
transformaciones audaces, radicalmente innovadoras. Urge cambiar esta inercia del gobierno, que tiene
ataduras clientelares que ofrecen un beneficio a corto plazo; sin embargo, si el gobierno sigue impulsando la
desigualdad social por el gasto público, como lo presentan las conclusiones del PNUD, el esfuerzo de los
ciudadanos por revertir dicha desigualdad de ingresos será mayor. Lo anterior podría orillar a las mayorías a
una reacción violenta que de nada serviría al país.
El caso de Egipto es interesante, sobre todo porque, con el uso de la tecnología, a través de las redes sociales,
se concientizó al pueblo de la importancia de poner alto a la desigualdad y a la injusticia. El olvido del pago de
la hipoteca social por parte de quienes han sido más favorecidos ha provocado, en la historia de la
humanidad, revoluciones violentas que pudieron evitarse de haberse dado el compromiso con la
hipoteca social.
Seguridad
La inseguridad repercute negativamente en la vida de miles de personas, de familias, de nuestras comunidades
y del país entero; afecta la paz pública, golpea la economía, siembra des- confianza, lo cual inhibe la inversión
extranjera y nacional, daña la cohesión social, genera resentimiento, miedo, angustia y el deseo de venganza
entre los que han sido lastimados en sus escenarios. Actualmente, debido a la alta violencia que vivimos,
uno de cada dos mexicanos se siente inseguro.
Los factores fundamentales que han contribuido a que se genere este ambiente de violencia y de inseguridad
que prevalece en nuestra patria son la ausencia de un Estado de derecho, el incremento de la pobreza y
de la desigualdad social, situaciones que abonan para una mayor delincuencia organizada, y negocios ilícitos
que generan grandes utilidades en el corto plazo. Es una gran tentación afiliarse a una banda criminal cuando
se vive en el límite de la sobrevivencia y no se tiene acceso a un empleo digno. Por otro lado, esta ausencia de
derecho nos ha llevado a que los jueces de nuestro país, con la mayor tranquilidad, puedan cancelar los
efectos de una ley, a través del amparo, para quien la ha infringido, y difícilmente tenemos, en nuestro marco
legal, un contrapeso real que evalúe si la decisión tomada por el juez fue justa. Al no sufrir consecuencias por
su comportamiento no ético, es fácil encontrar a muchos corruptos que en nuestro país aplican la ley con
parcialidad y privilegian a unos cuantos a cambio de una retribución.
La corrupción se ha convertido en cultura en nuestro país. Una de sus formas, la impunidad, no
permite la correcta procuración de justicia y, de esta manera, el marco legal en nuestro país es
constantemente ignorado.
Tampoco debemos olvidar la falta de una educación profunda y con calidad para millones de mexicanos,
lo cual analizaremos en el rubro respectivo, y el desempleo y el subempleo que vivimos en México, como lo
comentaremos en el apartado respectivo en este capítulo.
Por último, y no por ello menos importante, entre los factores que han contribuido a la violencia se encuentra
la falta de ética de los medios de comunicación. Si bien son responsables de informar la verdad, lo cual
nadie cuestiona, lo que lastima y abona a la violencia es la manera en que se informa esta verdad.
Constantemente, en la transmisión de contenidos violentos, se recurre al sensacionalismo sangriento, que
narra con lujo de detalles las acciones criminales y los hallazgos macabros; que repite una y otra vez los
modos de operar de los delincuentes, la manera en que torturan y quitan la vida a sus víctimas. Todo esto
genera, en la sociedad, miedo y desconfianza, afecta la convivencia social y, por supuesto, daña nuestro tejido
social. Es triste que se transmita gran cantidad de noticias sin el más mínimo pudor ni respeto para las
víctimas ni para sus familiares, al exponer con crudeza cuanto acontece, todo con el fin de tener mayor
audiencia o lectores. 7
El problema de seguridad es uno de los desafíos más relevantes que ha enfrentado el Estado mexicano. El
ámbito normativo federal mexicano reconoce que la seguridad pública es una responsabilidad del Estado en su
conjunto, que se orienta a prevenir y castigar todos los delitos, tales como las faltas administrativas, y a
salvaguardar el orden y la paz pública. Bajo esta definición, las cinco amenazas más importantes en
relación con la seguridad son la violencia social no asociada con grupos delictivos; el incremento en el
número de delitos y del recurso a la violencia en los delitos del fuero común, así como el alto nivel de
impunidad que prevalece en el sistema de procuración de justicia; el creciente poder financiero de
equipamiento armado, social y cultural de la delincuencia, y la violencia en que participan
instituciones del Estado para enfrentar a la delincuencia organizada. 8
Los siguientes datos nos llevan a analizar la magnitud de la inseguridad: la percepción de inseguridad ha
crecido de 42% de los mexicanos que se sentían inseguros en 2002 a 65% en 2010; la tasa de homicidios
pasó de 11.6 homicidios por cada 100 mil habitantes en 2008 a 17.9 homicidios en 2010; las muertes
relacionadas con el combate al crimen organizado de 2007 a 2010 son 34 612, y sólo 1.6% de los culpables
de un crimen reciben sentencia condenatoria. 9
En el contexto internacional, México es la tercera nación donde mayor número de robos se realiza, y en
cantidad de homicidios y secuestros se encuentra en un nivel “intermedio alto”. A principios del milenio, la
mayor incidencia de delitos y violencia ocurría en la región sur, en Baja California y el Distrito Federal. Casi
diez años después, la incidencia delictiva y la violencia se intensificaron en la zona norte, especialmente en los
estados de Chihuahua, Nuevo León, Tamaulipas y Sinaloa. Baja California y el Distrito Federal disminuyeron
su incidencia delictiva, mientras que en el Estado de México repuntó.
Durante 2011, 80% de las ejecuciones sucedió en 10 estados y, entre éstos, los que registraron mayor número
fueron: Chihuahua, Guerrero, Nuevo León, Tamaulipas y Sinaloa. Dichas entidades sobrepasaron el promedio
nacional de poco más de 11 ejecuciones por cada 100 mil habitantes. Cabe destacar que las regiones noreste,
noroeste y suroeste fueron, en 2011, las que experimentaron una mayor incidencia de fallecimientos
presuntamente por rivalidad entre grupos de la delincuencia (ver tabla 1.6).
Es innegable el gran porcentaje de criminales que provienen de una familia donde se vivía un ambiente de
violencia entre esposos y entre padres e hijos. En la familia se genera siempre un ambiente propicio para que
germinen, maduren y prosperen conductas que permitan actuar, ya sea para bien o para mal, de acuerdo con
la educación que cada uno de nosotros recibe. Por ello, la mejor estrategia para reducir la violencia social
es fortalecer la familia y eliminar la violencia entre sus miembros.
Hoy más que nunca, si queremos atacar de frente a la violencia, necesitamos esforzarnos para que las nuevas
generaciones tengan una formación con una gran solidez de principios y valores, así como competencias
que les den acceso a un empleo digno, y sobre todo, a un auténtico sentido para sus vidas.
Migración
En el mundo se incrementa cada día el fenómeno de la migración, y nuestro país no ha sido la excepción. Ello
refleja la ausencia del compromiso de la sociedad y del gobierno para generar empleos suficientes. Esto
no solamente afecta a las personas que se van a otro país, sino a toda su familia. La falta de respuesta a esta
situación por parte de la sociedad y del gobierno genera un sentimiento de frustración y desilusión para los
millones de mexicanos que emigran ante la incapacidad de su país para brindarles, en su propia cultura, un
entorno que permita su realización.
Debido a la pobreza, México se ha convertido en un país exportador de mano de obra, especialmente a
Estados Unidos, con las implicaciones que conlleva el hecho de que el padre de familia se ausente no sólo
durante meses, sino por años.
El flujo de personas de México hacia Estados Unidos se incrementó entre 1999 y 2007. Los niveles de 2009
son un poco mayores a los registrados hace una década (ver tabla 1.7). Pero en los últimos años, esta
tendencia ha venido a la baja: durante el lapso de 2010 a 2011, la migración disminuyó debido a las presiones
del gobierno estadounidense de reprimir la llegada de extranjeros, dada la recesión que se vive en dicho país
desde finales de 2008, todo ello con el fin de proteger los trabajos para sus ciudadanos. El flujo de migración
en 2011 fue prácticamente de cero, debido al dinamismo que se vive en México en relación con la lenta
recuperación de Estados Unidos. Sin embargo, esta situación ha contribuido a que muchas personas que
anteriormente migraban y hoy, al no poder hacerlo y no encontrar trabajo en México, ni estar
capacitados para un empleo, se afilien a los grupos de criminales y provoquen, con ello, parte de la
violencia que hoy vivimos. También es preocupante la migración de grandes talentos mexicanos que buscan
oportunidades fuera de México por la falta de paz en nuestra patria, así como por la carencia de recursos para
llevar a cabo sus actividades de investigación, que son vitales para que el país migre hacia una economía del
conocimiento.
Desempleo
Uno de los retos vitales para resolver la inseguridad en México es la creación de empleos para dar
oportunidades a quienes ingresan al mercado laboral. En los últimos años, por diferentes circunstancias, el
índice de desempleo, lejos de disminuir, se ha incrementado, lo cual contribuye a que muchos jóvenes
y adultos fácilmente se integren a las filas de los delincuentes por la falta de trabajo y por la presión de
tener algo de dinero para llevarse comida a la boca (ver tabla 1.8).
Entre 2000 y 2008 se mantuvo relativamente estable la tasa de desempleo en México: entre 3 y 4 por ciento. A
partir de la segunda mitad de 2008 se registró un importante incremento que en un año casi duplicó la tasa de
desempleo. En los últimos meses de 2011 se registró un descenso en el desempleo, pero aún no se alcanza el
nivel anterior a la crisis.
Dada la composición de nuestra población, en México se requiere generar al menos un millón de empleos
anuales; sin embargo, los últimos diez años el promedio de empleos generados fue de 500 mil por año.
Necesitamos crecer a una tasa de 6% o 7% del PIB anual, de tal manera que demos respuesta a la demanda de
puestos laborales que cada año requieren los jóvenes que ingresan a la población económicamente activa del
país. En los últimos 30 años, el crecimiento de México ha sido, en promedio, de 2.2 por año; si a este
crecimiento le restamos el crecimiento anual de la población, concluimos que el crecimiento es de 0.3
por año; es decir, prácticamente no ha habido. 10
Como vemos, la generación de empleos es vital para México, por ello, es indispensable generar el entorno
propicio para que esto suceda y no sigamos en el actual círculo vicioso.
Educación
Uno de los principales detonadores que han influido para incrementar la pobreza y la desigualdad social, entre
los hechos que hemos compartido previamente, es la baja calidad educativa que reciben y han recibido los
mexicanos en las últimas décadas, lo cual impide que se tengan las capacidades y competencias para
alcanzar un empleo digno. Lo más triste es que la educación de baja calidad facilita que se manipule a la
mayoría, debido a la falta de capacidad de análisis crítico y reflexivo ante el entorno en que vivimos.
Es vergonzoso que nuestro país ocupe el último lugar, entre los países que conformamos la OCDE, en
comprensión de lectura, en rendimiento de matemáticas y en rendimiento de ciencias (ver tablas 1.9,
1.10 y 1.11), y, en el ámbito mundial, los lugares 48, 51 y 49 respectivamente. Aunado a la baja calidad de
nuestro sistema educativo, nos enfrentamos a una alta deserción en los diferentes niveles de educación. Cada
año 530 mil adolescentes abandonan la educación secundaria en nuestro país, de acuerdo con el INEA. De
manera que de cada 100 niños que ingresan a la primaria sólo 13 logran concluir estudios profesionales o
técnicos que les permitan acceder al mercado de trabajo.
La OCDE define educación de calidad como aquella que “asegura a los jóvenes la adquisición de los
conocimientos, capacidades, destrezas y actitudes necesarias para equiparles para la vida adulta”. Esta
organización tiene estudios donde se demuestra que la falta de calidad en la educación está correlacionada
con el contexto socioeconómico de los estudiantes, sus familias y escuelas. Este indicador se deriva de
tres índices: máximo nivel ocupacional de los padres, máximo nivel educativo de los padres en años de
escolarización e índice de posesiones en el hogar (ver tabla 1.12).
Como vemos, la necesidad de elevar la calidad en la educación es impostergable. Se requieren cambios
radicales para mejorar la calidad en la educación y dar respuesta a la demanda de millones de mexicanos
sumergidos en la miseria. Debemos superar esta situación lo más rápido posible, sin importar los esfuerzos y
recursos que haya que invertir ni los paradigmas que haya que eliminar.
En México, con respecto a la analfabetización, hoy hemos superado gran parte de nuestro rezago, pues más
de 90% de nosotros sabe leer y escribir; pero un gran porcentaje de este 90% se compone de lectores que no
entienden lo que leen, lo cual deja mucho qué desear de nuestra gente. En pleno siglo XXI, en nuestra patria
seguimos constatando que quienes no saben, siempre están en manos de los que saben; pues es fácil
que los primeros se aprovechen de los segundos como si fueran una pieza más de un engranaje y no un
ser humano que requiere respeto y participación en la construcción de su país.
Para finalizar este capítulo, es de justicia reconocer que en los años recientes, el entorno macroeconómico del
país ha sido bien administrado por los responsables del mismo; nos referimos a la estabilidad de variables tales
como la inflación, el tipo de cambio y las reservas internacionales, entre otras, lo cual ha dado oportunidad de
que ciertos sectores de la economía tengan solidez en su crecimiento. Nuestra gran responsabilidad es que
los beneficios de este entorno macroeconómico estable lleguen a las familias que hoy viven algún tipo
de pobreza en nuestro país.
En síntesis, este análisis del rostro de nuestra patria lastimado por la pobreza, la desigualdad social, la
inseguridad, el desempleo, la corrupción, la falta de calidad educativa, la migración y la falta del Estado de
derecho, entre otros factores, nos alerta para que no permanezcamos indiferentes.
Debemos actuar, cada uno desde su trinchera, para sanar este rostro de México. Nadie, sin importar
edad, nivel educativo, nivel socioeconómico, credo o partido, tiene derecho a permanecer ocioso. Sólo a
través de nuestra participación seremos capaces de atestiguar un nuevo amanecer de esta tierra que nos vio
nacer y a la cual tanto debemos.
Nuestro himno nacional dice: “Mas si osare un extraño enemigo profanar con sus plantas tu suelo, piensa,
¡oh, Patria querida!, que el cielo un soldado en cada hijo te dio”. Hoy México no está amenazado por países
extranjeros: hoy es presa de la indiferencia y la frivolidad de muchos mexicanos que no hacemos
nada por fortalecer a nuestra patria. Yo me pregunto: ¿dónde están esos soldados en cada mexicano de los
que habla nuestro himno nacional? Considero que lo más cruel de nuestra patria, hoy por hoy, no es el
fuego destructivo de las balas, sino la apatía e indiferencia de los mexicanos ante nuestros desafíos.