Le Reconocieron Al Partir El Pan
Le Reconocieron Al Partir El Pan
Le Reconocieron Al Partir El Pan
este mundo. El oro, el poder, las armas, traen la tragedia a nuestros pueblos: la guerra y los
nacionalismos. Pero en el misterio de la Pascua, que es el misterio del «sin poder», se abre todo
a la esperanza y a la vida que permanece para siempre.
de la última cena; podemos entender que parte el pan y lo reparte y beben de la copa. Así se
cumple, pues, el sentido de las palabras de Jesús, en la tradición de Lucas y Pablo, la conocida
como tradición de Antioquía, cuando se dice: "haced esto en memoria mía" (Lc 22,19c; 1Cor
11,24c), después de haber tomado pan y haberlo repartido entre los suyos. Es, la Eucaristía,
memorial de lo que hizo Jesús aquella noche, que no se explica, desde luego, sin lo que le lleva
a realizar aquel acto profético de lo que estaba por llegar inmediatamente. En efecto, fue
entregar su vida, en el pan y en la copa que reparte entre los discípulos. Pero ese memorial no
está limitado a ese momento puntual, sino a toda su existencia, que culminará en la cruz.
III.5. Es, pues, en la Eucaristía donde nos entrega el Señor la vida de la que goza ahora como
resucitado. Lucas quiere enseñar a su comunidad que, aunque ellos como nosotros, no pudimos
vivir con El, ni conocerle, en la Eucaristía es posible tener esta experiencia de vida. En definitiva,
en la Eucaristía hacemos un «memorial», con todo lo que esto significa, pero con el Resucitado,
mas no como testigo pasivo, sino siendo El Señor y anfitrión, porque es solamente con El con quien
podemos abarcar la altura y la profundidad de algo que no es simplemente repetir, sino revivir.
La Eucaristía, como la Resurrección, es un misterio inefable de liberación, ya que los discípulos
que estaban angustiados por lo que había pasado en Jerusalén, poco a poco, en la medida en que
va haciéndose la Eucaristía, como un peregrinar, se conmueven, porque la vida del Resucitado se
apodera de sus corazones. Eso es lo que Lucas quiere enseñarnos, catequeticamente, sobre lo que
acontece cuando el Señor resucitado parte el pan con su comunidad, con y en la Iglesia.
III.6. La “fracción del pan! es el signo que necesitaban para saber lo que había pasado. Queda, no
obstante, por formular el remate de este momento decisivo. Es lo que se describe ajustadamente
en el v. 31, y que es lo contrario de lo que se ha expresado en el v. 16 (sus ojos estaban cerrados,
retenidos, sin luz). Este es el momento que tan maravillosamente plasmó Rembrandt en su cuadro
de los discípulos de Emaús, una de las composiciones pictóricas más hermosas que existan. No hay
palabras para expresarlo mejor. Es una “auto-revelación” del resucitado en la cena, la fracción
del pan, es decir, en la eucaristía. Por eso, esa presencia no es “visible” como normalmente
entendemos esto. El hecho de que se use el verbo en aoristo pasivo indica que se trata de una
experiencia profunda, espiritual, real sin duda, pero no para ver con los ojos corporales, sino con
los ojos de la fe. ¡No debe caber la menor duda de hablar de este modo! Por eso, el v. 32 tiene
un sentido irrenunciable en el metalenguaje del nuestra narración. Es la clave: “y se decían el
uno al otro: ¿no ardía nuestro corazón cuando por el camino nos hablaba y nos explicaba (nos
abría) las Escrituras?”.