39-2015. Nulidad y Anulabilidad. Precisiones
39-2015. Nulidad y Anulabilidad. Precisiones
39-2015. Nulidad y Anulabilidad. Precisiones
La noción de invalidez, que afecta a la esencia misma del acto, ha de diferenciarse de la ineficacia,
en la que el acto, aun siendo válido, no produce efectos, como acontecería en el supuesto de un
acto no notificado a su destinatario.
a) La nulidad absoluta. Se dice que un negocio o un acto es nulo con nulidad absoluta o
de pleno derecho cuando su ineficacia es intrínseca y por ello carece ab initio de efectos
jurídicos sin necesidad de su previa impugnación. Ello comporta como consecuencia:
o 1º la ineficacia inmediata ipso iure del acto, es decir, que el acto es inválido por
sí mismo, sin necesidad de intervención del juez, ya que su intervención sólo se
requiere para destruir la apariencia creada o vencer la eventual resistencia de
terceros.
o 2º el carácter general o erga omnes, esto es, que la nulidad es susceptible de
oponerse o tenerse en cuenta en contra y a favor de cualquiera. Cualquier persona
puede instar la nulidad y aún sin que medie petición de parte del juez, puede y
debe apreciarla ex officio por su propia iniciativa, y ello además en cualquier
momento por que la acción no se extingue por prescripción ni caducidad.
o 3º que no puede sanarse por confirmación puesto que no está en el comercio de
los hombres ni en la esfera de la autonomía de la voluntad.
o 4º que la trascendencia de la misma supone, por último, la nulidad de los actos
posteriores que traigan causa del acto nulo, sin otra limitación que la relativa a
los terceros de buena fe que hayan podido confiar en la validez del acto.
b) La anulabilidad o nulidad relativa tiene por el contrario unos efectos mucho más
limitados: sólo los afectados por un acto anulable pueden pedir la declaración de nulidad
dentro de un cierto plazo transcurrido el cual, el vicio de nulidad queda purgado. Por otra
parte, el vicio es convalidable por el autor del acto aún antes de que transcurra ese plazo
o se preste ese consentimiento, sin más que subsanar la infracción legal cometida.
La falta de impugnación en plazo del acto nulo no hace este inatacable. El artículo 106
de la LPACAP consagra el carácter imprescriptible de la acción, pues establece una
auténtica acción de nulidad en sentido propio y no una mera petición graciable y no
precisa pasar por el cauce de otros casos en los que resulta obligado el recurso de
lesividad.
La Ley en su artículo 106 establece una verdadera acción de nulidad, ejercitable sin
limitación de plazo por el interesado, y cuyo ejercicio, como el de toda acción en sentido
propio, constituye a la Administración en la obligación de dictar un pronunciamiento
expreso sobre la misma, cuyo sentido concreto positivo o negativo, viene determinado
por la opinión que manifieste al respecto el Consejo de Estado u órgano consultivo de la
Comunidad Autónoma cuyo dictamen es vinculante en este caso.
Dicho precepto resalta otro de los efectos característicos de la nulidad de pleno derecho,
al permitir que sea declarada incluso de oficio, es decir, sin necesidad de petición de parte
interesada. La gravedad de los vicios que la determinan trasciende del puro interés de la
persona a quien afectan y repercute sobre el orden general. Por eso precisamente, el
consentimiento del interesado no convalida el acto nulo, ya que nadie puede consentir
eficazmente algo que rebasa su propia esfera particular y trasciende a lo general.
La nulidad de pleno derecho resulta ser entonces de orden público lo que explica que
pueda ser declarada de oficio por la propia Administración y por los tribunales aun en el
supuesto de que nadie haya solicitado esa declaración, este carácter de orden público
supone además que su pronunciamiento debe hacerse en todo caso de forma preferente y
aun excluyente con respecto a cualquier otro incluidos los de la admisibilidad del recurso.
En el ámbito administrativo el plazo de interposición de recursos en muy breve (un mes para la
interposición de recurso ordinario y dos meses para el contencioso administrativo).
La diferencia es muy apreciable sobre todo si se tiene en cuenta que la falta de interposición del
recurso correspondiente impide definitivamente cualquier intento posterior. El acto así viciado se
entiende consentido y se convierte en firme e inatacable.