El Universo
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Número 64
El universo
Por Gabriel Burgos Suárez
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EL UNIVERSO
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El universo como un todo es relativamente eterno. Es difícil para nuestra mente finita imaginar
algo que no tenga principio ni final. El universo está constituido por incontables galaxias, cada
una con millones de sistemas solares con sus planetas, lunas y cometas, que nacen, crecen, se
desarrollan, llegan a su apogeo, envejecen, declinan y mueren, como todas las formas
materiales.
Según el axioma de ‘como es arriba es abajo’, se quiere indicar que la parte es un reflejo del
todo, que lo mayor incluye lo menor. Un sistema solar es parte de una galaxia, una galaxia es
parte de un enjambre de galaxias, y todos los enjambres de galaxias en conjunto conforman el
universo. Si podemos comprender en alguna medida lo que tenemos más cerca, nuestro
sistema solar, podremos tener alguna idea aproximada de lo que es el universo. El planeta
tierra es parte del sistema solar y en él vivimos y tenemos todas nuestras experiencias.
La ciencia nos puede ayudar mucho para comprender tantos enigmas que tiene el ser humano,
ya que sus investigaciones arrojan una gran luz, por lo menos en el campo físico. Los
científicos bien saben que nuestro sistema solar tuvo un comienzo hace varios miles de
millones de años, está en una etapa de su desarrollo, envejecerá, y dentro de otros muchos
miles de millones de años morirá. Y cuando muera, todo lo que hay en él desaparecerá. Pero
podemos preguntarnos, ¿Desaparecerá todo?, ¿Será así? Si todo desaparece, ¿Habrá tenido
algún sentido la vida en nuestro planeta tierra, para limitarnos solamente a él? Y para
limitarnos solamente al ser humano, ¿Qué sentido habrán tenido nuestras luchas, angustias,
penalidades, tristezas y fracasos, ni nuestros triunfos, dichas, esfuerzos y conocimientos? No
puede ser así. Todo en el universo tiene un propósito maravilloso, que por provenir de Dios se
cumplirá total e inexorablemente. Como dijo Albert Einstein, ‘Dios no está jugando a los
dados con nosotros’.
Al observar el mundo en cualquier momento dado, nos damos cuenta de que los seres humanos
nos encontramos en distintos grados de desarrollo de conciencia, desde el ser más primitivo,
casi al nivel del hombre de las cavernas, hasta los más grandes genios y santos y sabios que se
destacan como faros luminosos entre el promedio de la humanidad. No hay dos seres iguales.
Por consiguiente, hay innumerables estados de desarrollo de conciencia.
Si pudiéramos imaginar que en este momento, por cualquier motivo, nuestro planeta tierra se
destruyera completamente, todo lo que hay en él con nosotros los seres humanos incluidos,
desaparecería físicamente. Ninguna forma continuaría existiendo. Pero la conciencia que se
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en el mundo y su destino. Todas las Grandes Religiones nos hablan de la supervivencia del
alma después de la muerte del cuerpo físico. Nos dicen que los seres queridos que se han ido
no lo han hecho del todo; que nos volveremos a encontrar con ellos en otro estado que
compartiremos; que podemos comunicarnos con ellos a través de la oración. Y que existen
ángeles de distintas clases que nunca han tenido cuerpo físico pero que nos ayudan y en
ocasiones se comunican con nosotros.
Antes de seguir estudiando las ideas teosóficas acerca del sistema solar, es importante
examinar las dos grandes corrientes del pensamiento acerca del origen del universo: la
materialista y la espiritualista.
Según el materialismo, especialmente defendido por muchos científicos de los siglos XIX y
XX, e incluso del presente siglo XXI, como lo veremos en un capítulo posterior, la base del
universo es material y obedece a circunstancias ‘casuales’. Por ‘casualidad’ se presentan
circunstancias que dan origen al universo, que lo impulsan, que lo llevan hacia adelante, que
le imprimen leyes físicas siempre exactas e inviolables. Las palabras ‘casualidad’ y ‘azar’ se
encuentra repetidamente en libros científicos de diversos autores. Para el materialista no hay
cabida para Dios o una naturaleza espiritual. Las formas materiales, al organizarse, dan lugar
a todos los fenómenos psicológicos posibles. Es famosa la declaración de Lombroso a
principios del siglo XX: ‘El cerebro segrega pensamientos como el hígado segrega bilis’. Así,
el criminal, el terrorista, el sádico, el vicioso y demás individuos que tanto mal hacen a la
sociedad, son producto de deficiencias en la formación de su cerebro y de su sistema nervioso;
lo mismo que el genio, el sabio, el santo, son producto de condiciones excepcionales en la
formación de ese cerebro y de ese sistema nervioso. Después de la muerte, nada queda, salvo
la obra que hubieran podido desarrollar.
La ciencia se ha preocupado por conocer el origen, desarrollo y terminación del universo
físico. Hoy en día la teoría que predomina para explicar su origen es la del ‘BIG BANG’ o
‘GRAN EXPLOSIÓN’. La relatividad general indica que hace unos 10.000 ó 20.000 millones
de años el universo estaba infinitamente contraído: La distancia entre dos puntos cualesquiera
era cero, la densidad de la materia era infinita, y el volumen de todo el universo era cero (toda
la materia del universo concentrada en un punto). En esas condiciones esa masa infinitamente
concentrada, explotó. La descripción de lo que sucedió a partir de ese momento es asombrosa.
En el primer segundo después del ‘big bang’, la materia en el universo estaba muy caliente y
densa. Las partículas elementales extremadamente energéticas (partículas subatómicas),
estables e inestables, estaban presentes en grandes cantidades. A partir de ese segundo la
expansión y enfriamiento del universo siguió tan rápido que la mayoría de las partículas
inestables se desintegraron inmediatamente. Durante los siguientes quince minutos tuvieron
lugar reacciones nucleares. La Teoría indica que alrededor de un cuarto de la masa original de
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cuando una vez más la ciencia corrobora lo que la filosofía teosófica ha estado afirmando
desde tiempo inmemorial: que un universo que termina se enlaza con uno nuevo que comienza,
lo mismo que un sistema solar que termina se enlaza con un nuevo sistema solar que comienza,
de acuerdo con el Plan Divino. El antiguo traslada al nuevo su vastísima experiencia, y traslada
también el total de la conciencia y las conciencias individuales que se desarrollaron durante
su existencia, cada una en el mismo nivel de evolución que logró alcanzar, ni más ni menos.
Este hecho tan importante nos permitirá resolver muchos enigmas sobre afirmaciones que
encontramos en los primeros libros de la Biblia, como el siguiente.
Como hemos venido examinando, Dios es infinitamente justo y bueno y sabio y amoroso. Si
esto es así, ¿Por qué creó desde un principio unos ángeles poderosos, santos y sabios,
privilegiados en todo sentido, y a nosotros, los seres humanos, tan débiles, torpes y pecadores?
¿Por qué no nos creó Dios perfectos, como a estos ángeles, lo cual nos obliga a pasar por tantas
equivocaciones y penalidades? Si Dios es justo las condiciones y oportunidades deben ser
iguales para todos. La aparente injusticia se debe a que, como muchas veces, no vemos el
proceso de la evolución integralmente sino en forma fragmentaria. Grandes seres lograron una
altísima evolución en un planeta que terminó su desarrollo, como hemos venido viendo.
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Cuando se inicia una etapa en un nuevo planeta, se trasladan a éste los innumerables centros
de conciencia individual, en el mismo grado de desarrollo que lograron antes. Esos ángeles de
que nos habla la Biblia lograron ese elevado estado por esfuerzo propio, puesto que los
ángeles, como todo en el universo, pasan por el mismo proceso.
Encontramos aquí una de las leyes naturales que rigen el mundo: NADA ES GRATUITO.
Dios no tiene preferencias por ninguno. Cada uno tiene que desarrollarse por sí mismo hasta
alcanzar las metas de perfección establecidas para todos. ‘Una justicia perfecta gobierna el
mundo’.
Tratemos de ver el origen del universo de acuerdo con el pensamiento teosófico. Me valdré de
un ejemplo para facilitar su comprensión. Supongamos una inmensa esfera que abarque todo
el universo. Como en toda esfera, no importa su tamaño grande o pequeño, encontramos ciertas
relaciones: hay una circunferencia, un centro, e infinitos radios que van del centro a la
circunferencia. Supongamos ahora que podemos reducir esta esfera compactándola. Su
volumen se irá reduciendo cada vez más, pero la relación de circunferencia, centro y radios
permanecerá igual.
¿Hasta dónde podemos reducirla? Hasta que llegue a ser casi un punto pero con todas sus
características de esfera. ¿Qué sucede si seguimos reduciéndola? Llegará al máximo de
reducción que es un punto sin dimensiones, puesto que el punto es una abstracción matemática.
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