Fallo
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Fallo
Reg. n° 1451/2019
/// la ciudad de Buenos Aires, a los 26 días del mes de agosto de
2019, se reúne la Sala III de la Cámara Nacional de Casación en lo
Criminal y Correccional de la Capital Federal integrada por los
jueces Mario Magariños, Alberto Huarte Petite y Pablo Jantus,
asistidos por la secretaria actuante, Paola Dropulich, a los efectos
de resolver el recurso de casación de fs. 457/471 en este proceso nº
CCC 59674/2015/TO1/CNC1, caratulado “Pardini, Guillermo
Alejandro s/ lesiones agravadas”, del que RESULTA:
I. El Tribunal Oral en lo Criminal y Correccional n° 10 de
esta ciudad resolvió, en lo que aquí interesa, condenar al señor
Guillermo Alejandro Pardini a la pena de seis meses de prisión en
suspenso, por resultar autor penalmente responsable del delito de
lesiones leves dolosas agravadas (fs. 445/456).
II. Contra esa resolución, la defensa del condenado
interpuso recurso de casación (fs. 457/471), que, luego de
declarada la inconstitucionalidad del artículos 459, inciso 1°, del
Código Procesal Penal de la Nación, fue concedido (fs. 472/473) y
oportunamente mantenido ante esta instancia (fs. 479).
III. Los integrantes de la Sala de Turno de esta Cámara
Nacional de Casación en lo Criminal y Correccional de la Capital
Federal decidieron otorgarle al caso el trámite previsto en el
artículo 465 del Código Procesal Penal de la Nación (fs. 481).
IV. En la oportunidad prevista en el artículo 465, cuarto
párrafo, del cuerpo legal citado, no se realizaron presentaciones.
V. En la etapa contemplada en el artículo 468 del Código
Procesal Penal de la Nación, se fijó la audiencia, a la cual las partes
no concurrieron (fs. 498), y la defensa del acusado presentó breves
notas (fs. 489/497), luego de lo cual las actuaciones quedaron en
estado de ser resueltas.
género”, y soslayó, de ese modo, que la denunciante es una mujer
de treinta y seis años, que posee un buen estado físico, y el
acusado, un hombre de cincuenta y dos años, con sobrepeso,
problemas de columna y artrosis, que tenía muchas posibilidades
de perder en el marco de un enfrentamiento físico, y, pese a ello,
no existió ni una herida de defensa.
Respecto de la prueba de las lesiones, la asistencia técnica
advirtió que no existen registros de los golpes en la cara que fueron
descriptos en el testimonio de la damnificada.
Por otra parte, el recurrente destacó que la mecánica del
hecho denunciada, consistente en golpes a mano abierta, no se
corresponde con lo señalado en la pericia de fs. 92, donde se indica
que las supuestas lesiones son producidas por el golpe o choque
con un cuerpo duro y/o romo, y, asimismo, criticó que el juez
hubiese atribuido esas heridas a la circunstancia de que la mujer
fue arrastrada y arrojada contra la bañadera por el imputado, en
contra de lo que ella denunció, sin evaluar la posibilidad de que
esas lesiones hubieran sido infligidas por la misma damnificada o
por otra persona.
En ese sentido, el impugnante también objetó que el
tribunal no tuviera en cuenta los comportamientos suicidas y
autodestructivos, las internaciones psiquiátricas y los abusos en el
consumo de estupefacientes y medicamentos que la misma
denunciante reconoció, como circunstancias que alteraban su
credibilidad y que podían llevarla a autolesionarse.
Además, la defensa se agravió con base en que no se
consideró una circunstancia reconocida por la misma damnificada,
esto es, que ella le solicitó al señor Pardini su ayuda a fin de luchar
contra el problema de abuso de consumo de cocaína que padecía, y
que fue en virtud de ello —y no de un ataque de celos— que el
En ese orden de ideas, sostuvo que el principio de legalidad
exige priorizar una exégesis restrictiva dentro del límite semántico
del texto legal, en consonancia con el principio político criminal
que caracteriza al derecho penal como la ultima ratio del
ordenamiento jurídico y con el principio pro homine, el cual
impone privilegiar la interpretación legal que más derechos
acuerde al ser humano frente al poder estatal.
En este marco, citó el precedente “Escobar” de la Sala II de
esta Cámara (registro n° 168/15), en cuanto establece que el inciso
e) del artículo 510 del Código Civil y Comercial de la Nación
determina que, para el reconocimiento de los efectos jurídicos
previstos a las uniones convivenciales se requiere que mantengan
la convivencia durante un período no inferior a dos años, y
consideró que los alcances del concepto “relación de pareja”
contenido en el inciso 1° del artículo 80 del Código Penal deben
establecerse conforme esa interpretación.
En virtud de ello, consideró que, como no existió una
relación de pareja estable, permanente y pública entre el señor
Pardini y la damnificada, y en tanto no ha habido una convivencia
por el período de dos años indicado, no debería haberse aplicado al
suceso bajo examen la calificante en cuestión.
En la oportunidad prevista en el artículo 468, 2° párrafo,
del Código Procesal Penal de la Nación, el recurrente insistió en
sus críticas al razonamiento probatorio del tribunal para tener por
acreditada la materialidad del hecho y la responsabilidad del señor
Pardini en él, al postular que se trata de un supuesto en el cual la
condena encuentra sustento en un testimonio único.
En tal dirección, la asistencia técnica reiteró las objeciones
en punto a la consideración, por parte del a quo, del caso como uno
de violencia de género y a la ponderación llevada a cabo respecto
del testimonio de la damnificada —cuya versión, sostuvo, no
arrojó al piso y siguió golpeándola, lo que provocó en ella diversas
lesiones.
Asimismo, el magistrado tuvo por acreditado que, cuando
logró levantarse, la mujer se dirigió al baño, donde el encausado la
tomó fuertemente del brazo, la introdujo en la bañadera y abrió la
ducha, para, luego, cerrar las canillas y pedirle disculpas.
Para llegar a esa conclusión, el sentenciante valoró, en
primer lugar, el testimonio de la damnificada, Verónica Inés
Magdalena, quien explicó que tenía una relación con el señor
Pardini desde febrero de 2015, que en la época del suceso vivía con
él, y relató que entre las 00:30 y la 01:00 horas del día 2 de octubre
de 2015, luego de que él saliera del canal en el que trabajaba, y
cuando los dos estaban en la cocina de su casa, el nombrado abrió
una conversación privada que ella mantenía con alguien con quien
había tenido una relación en el pasado, empezó a hacerle
preguntas, lo que a ella no le pareció bien porque tenía que ver con
su privacidad, frente a lo cual él se puso violento, la tomó de los
brazos y, en medio de un forcejeo, la golpeó en la cara, unas cinco
o seis veces, y también le propinó golpes en el cuerpo, al tiempo
que le gritaba que era “una puta” y que la iba “a matar”.
El tribunal ponderó también que, a continuación, la señora
Magdalena explicó que el acusado la tiró al piso y le siguió
pegando con la mano abierta en la cara, hasta que ella logró
ponerse de pie e ir al baño, donde él la tomó de los brazos, la tiró
en la bañadera y abrió la ducha, para, luego, pedirle perdón, decirle
que la amaba y ayudarla a cambiarse de ropa. Finalmente, expuso
que, una vez concluida esa escena, y en virtud de la angustia que
sentía, ingirió un blíster de dos miligramos de Rivotril y quedó
prácticamente desmayada, desvanecida y sintiéndose mal durante
varios días, en los cuales él regresaba para comprobar cómo se
encontraba.
caso como el suyo, es mucho más dificultoso levantar algo —o
bien, a alguien— que desplazarlo.
Asimismo, el a quo tuvo en cuenta la declaración de Sergio
Nicolás Catini, amigo de la damnificada, quien explicó que, luego
del primer hecho denunciado, la señora Magdalena le envió un
mensaje, con fotos en las que se apreciaban los moretones en su
cuerpo, y le pidió que pasara por su casa, lo que hizo cuando salió
de la facultad, momento en el que la damnificada le exhibió los
golpes que tenía —en la rodilla, el codo y el hombro—, y le contó
que se los había infligido el acusado. El tribunal relevó que el
testigo también agregó que su amiga le relató sobre la discusión
que había mantenido con el imputado, la cual se volvió violenta, y,
en cuyo marco, él la tomó del cuello, la arrojó al piso, le propinó
patadas en el cuerpo, la metió en la bañadera y abrió la ducha,
mientras le decía “agradeceme que te abrí la tibia y no la fría”.
El juez consideró que el testigo refirió que, luego de ese
hecho, el señor Pardini le envió un mensaje en el que le dijo que se
había portado mal y le pidió que cuidara de la damnificada, porque
él se iba a alejar, y, además, reconoció una serie de mensajes que
se habían enviado con el imputado luego de este suceso —cuyas
copias obran a fs. 73—, oportunidad en la que le preguntó si le
había vuelto a pegar a la damnificada y el acusado le respondió que
no, lo cual fue interpretado por el tribunal como una afirmación
respecto de que sí lo había hecho en el pasado.
Finalmente, y como respuesta a una pregunta concreta del
tribunal, el declarante explicó que la damnificada no era violenta, y
que, si bien sabía que tomaba pastillas y alcohol, nunca la había
visto manifiestamente ebria o bajo el efecto de estupefacientes.
El a quo valoró, a su vez, el testimonio de Rodrigo Javier
Archubi, vecino de la damnificada, el que, sin perjuicio de que fue
convocado a fin de declarar respecto del segundo hecho que
De ello se deriva, entonces, que, en sentido contrario a lo
postulado por el recurrente, no existe la contradicción que pretende
identificar la defensa entre los elementos valorados por el tribunal
oral. Así, los moretones que la señora Magdalena tenía en sus
extremidades se condicen con los golpes que, según su relato, el
imputado infligió en su cuerpo y con el hecho de que el imputado
la arrastrara a través del baño y la arrojara a la bañadera, y que la
denunciante no tuviera lesiones o marcas en el rostro, por otra
parte, se explica, como bien indicó el magistrado de juicio, a través
de la modalidad de los golpes aplicados, esto es, con la mano
abierta.
Asimismo, respecto a la posibilidad de que las lesiones
hubieran sido provocadas por otra persona, el tribunal agregó que
esa explicación, alternativa a la acusatoria, no encontraba sustento
en elemento de prueba alguno.
De este modo, se advierte que el magistrado interviniente
otorgó una fundamentación en punto al peso probatorio asignado a
cada prueba y, en ese contexto, se hizo cargo de explicar de qué
forma se conjugaban las evidencias que la defensa puso de resalto
junto con los restantes elementos a fin de arribar a la certeza
exigida para el dictado de una sentencia de condena.
En otro orden de ideas, en cuanto a la crítica del recurrente
en razón de que no se realizó una pericia caligráfica sobre la nota
de fs. 17 y, sin embargo, se le adjudicó al acusado como de su
autoría, surge de la sentencia recurrida que el a quo también se
hizo cargo de la falta de corroboración fehaciente acerca de que la
nota en cuestión fuera enviada por el señor Pardini, pero que, sin
perjuicio de ello, tuvo en cuenta que la damnificada afirmó su
autoría, y que del texto de la nota se desprenden circunstancias que
se condicen con su relato; en particular, las referencias a “lo de
anoche” y a “eso no soy yo y no lo quiero en mi vida”, las cuales
José Cesano, “El delito de femicidio. Aspectos políticocriminales
y análisisdogmáticojurídico”, Ed. Euros Editors, 2013, pag. 73),
la fórmula utilizada, “relación de pareja”, resultaría excesivamente
amplia e indeterminada y generadora de inseguridad jurídica, por
lo que incumpliría con el principio de legalidad por violación del
mandato de taxatividad penal, que exige la mayor precisión técnica
posible en la construcción de la figura típica.
También debe tenerse en cuenta, a fin de establecer qué se
entiende por pareja, lo decidido por este colegio, Sala II en el fallo
CCC 38.194/2013/TOC1/CNC1 “Escobar, Daniela s/recurso de
casación”, del 18 de junio de 2015, en cuanto allí se hizo referencia
a la figura de las uniones convivenciales (arts. 509 y sucesivos del
Código Civil y Comercial de la Nación), para procurar interpretar
el tipo penal, esto es, a las uniones basadas en las relaciones
afectivas de carácter singular, publica, notoria, estable y
permanente de dos personas que conviven (2 años por lo menos), y
comparten un proyecto de vida en común, sean del mismo o de
diferente sexo.
Antes de entrar a analizar la razonabilidad de echar mano a
las normas del Código Civil y Comercial para completar el tipo
penal, se entiende necesario realizar algunas consideraciones.
Un sector importante de la doctrina acepta que no es
posible prescindir de la utilización de los elementos normativos y
valorativos al momento de definir las normas penales de carácter
general y de estructurar los tipos legales. A su vez que tampoco es
posible afirmar que los elementos descriptivos entendidos como la
percepción de un objeto del mundo exterior, permitan lograr la más
alta determinación o exhaustividad, pues muchas veces terminan
siendo objeto de valoración (cfr. Roxin, Claus, Derecho Penal,
Parte General, Fundamentos de la Estructura de la Teoría del
Delito, pag. 306, Ed. Civitas, año 1997). Esto significa, según
familia. Así, a las parejas que no se casan, pero que cumplen con
determinados rasgos o caracteres, se les debe reconocer un piso
mínimo de derechos. Este núcleo se inspira en los derechos
humanos, por ende, aquellos efectos jurídicos relacionados
directamente con estos, como ser la vivienda y todos los que giran
en torno al principio de solidaridad familiar, deben también
extenderse a las uniones convivenciales…”; concluyó dicha autora
que “…las uniones convivenciales, para generar los derechos y
deberes que se regulan en este Título III deben cumplir
determinados requisitos. Siendo una situación fáctica o no formal
como el matrimonio, se necesita demostrar determinados
elementos para ser considerada una relación de afecto de cierta
magnitud para que, efectivamente, se generen determinadas
consecuencias jurídicas. La ley enumera de manera precisa cuales
son los requisitos que se debe tener en cuenta para ser considerada
una unión convivencial…” (cfr. Marisa Herrera, Código Civil y
Comercial Comentado, Tomo III, Director Ricardo Lorenzetti,
pags. 294295, año 2015).
Las normas civiles relacionadas con las “uniones
convivenciales” se contraponen sin lugar a dudas con lo
establecido en el tipo penal del art. 80, inc. 1°, CP, en cuanto éste
último no incluye la exigencia de que la pareja comparta el mismo
hogar.
El fundamento del tipo legal cualificado reside en el
menosprecio al respeto que se deben mutuamente quienes hayan
mantenido una relación afectiva y busca prevenir las violencias que
pueden originarse en el seno de una relación de pareja.
De entenderse de otro modo, quedarían excluidos como
sujetos pasivos de este tipo agravado todo un universo, como son
aquellas parejas que no conviven, ya sea por decisión propia, o por
Ante mí:
PAOLA DROPULICH
SECRETARIA DE CÁMARA