Lectura 03 - Las Reformas en La Unión Soviética Hacia El Final de La Guerra Fría

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LAS REFORMAS EN LA UNIÓN SOVIÉTICA

HACIA EL FINAL DE LA GUERRA FRÍA


(1985-1991)

Gabriel García Higueras

Adaptación realizada de:


García Higueras, Gabriel (2015). Historia y perestroika. La revisión de la historia soviética en
tiempos de Gorbachov (1987-1991). Huelva. Universidad de Huelva. (páginas 63-78, 101-111
y 199-217)

1. El advenimiento de las reformas

El 12 de marzo de 1985, la prensa internacional informaba en sus primeras


planas del relevo acontecido en el Kremlin el día anterior. La muerte del anciano
Konstantín Chernenko clausuraba una etapa de la historia política soviética. En
una sesión extraordinaria, el Comité Central del Partido Comunista de la URSS
eligió por unanimidad a Mijaíl Gorbachov, a la sazón el más joven de los
miembros del Politburó. La prensa destacaba del líder electo que “no vivió la
Revolución de Octubre ni la era estalinista”. Este factor, aunado a su rauda
designación, parecía ser signo de la apertura hacia una nueva era de actuación
política1. Su elección fue vista con expectativa en el mundo; además por haber
acaecido en la víspera de las negociaciones sobre armas nucleares celebradas
en Ginebra.

Mijaíl Serguéievich Gorbachov nació en el pueblo de Privolnoie, región de


Stávropol (norte del Cáucaso), en el seno de una familia campesina, el día 2 de
marzo del año 1931. Durante los años que cursó estudios en la Facultad de
Derecho de la Universidad Estatal de Moscú, fue el organizador del Komsomol
(Liga de la Juventud Comunista) universitario, y en 1952 se convirtió oficialmente
en miembro del Partido Comunista. Se licenció en Derecho con altas
calificaciones, en 19552 y retornó a su región natal, donde haría carrera en el
Komsomol local hasta ascender a primer secretario de la organización regional,
en 1960. También alcanzó la dirección del Partido en Stávropol, en 1966, y el
segundo cargo en importancia del comité del Partido dos años después. En
1970, Gorbachov resultó elegido primer secretario del Partido en la antedicha
región, y en el XXIV Congreso fue elevado a miembro de pleno derecho en el
Comité Central. En el desempeño de sus responsabilidades en calidad de primer
secretario, gozó de una sólida reputación de honradez y energía. En 1978 fue
convocado a Moscú para ocupar el puesto de secretario encargado de
agricultura en el Comité Central. Su ascensión meteórica en el Partido prosiguió
al ser elegido miembro del Politburó un año más tarde3. Cuando Yuri Andrópov,
antiguo jefe del KGB (Comité para la Seguridad del Estado), asumió el poder en
noviembre de 1982, designó a Gorbachov secretario del Comité Central
responsable de la Ideología, cargo que se consideraba, de manera extraoficial,
el segundo en relevancia dentro del Partido. A la muerte de Andrópov en febrero
de 1984, se eligió a Konstantín Chernenko para sucederlo. Gorbachov se hallaba
muy próximo al nuevo dirigente hasta que, a la muerte de aquél, fue elegido
secretario general del Comité Central del Partido Comunista de la Unión
Soviética.

En sus primeros discursos, el flamante líder esbozó la línea política y los


objetivos de su gobierno, destacando entre algunas de sus prioridades: la
elaboración colectiva de la política del Partido, la aceleración del desarrollo
económico y social del país, la atención prestada a “la iniciativa y la capacidad
creadora de las masas” como centro de interés, y el establecimiento de una
política exterior basada en los principios de la coexistencia pacífica4.

Expresión de la nueva orientación política fue el Pleno del Comité Central del
PCUS, en abril de 1985. En el informe presentado, Gorbachov expuso un
panorama crítico de la situación interna de la URSS: estancamiento económico,
dificultades en el abastecimiento y retraso tecnológico creciente. Ante ello,
propuso la aceleración del desarrollo socioeconómico, que requería de una
estrategia económica con miras a intensificar la productividad y la modernización
del aparato productivo. Así también, se mostró dispuesto a emprender medidas
para combatir la corrupción, el anquilosamiento y los excesos de la burocracia5.

Las declaraciones de la moderna dirigencia soviética fueron seguidas de otras


manifestaciones que ponían de relieve el nuevo diseño de la política nacional e
internacional de la superpotencia. En tal sentido, debe destacarse la iniciativa de
Gorbachov encaminada a concertar acuerdos internacionales en materia de
limitación de las armas nucleares. De este modo, anunció en abril de 1985 la
inmediata suspensión del despliegue de misiles soviéticos de alcance medio en
Europa, y expresó su confianza en que Estados Unidos respondiera con un gesto
semejante6.

Por otro lado, en el proyecto de programa del Partido trazado en octubre de ese
año, se afirmaba que la única perspectiva en las relaciones entre Estados con
sistemas diferentes era la coexistencia pacífica, al tiempo que aseguraba la
sustitución inevitable del capitalismo por el socialismo. La finalidad del
documento era "la mejora planificada y plurilateral del socialismo para el avance
de la sociedad soviética hacia el comunismo mediante el desarrollo
socioeconómico acelerado"7.

A este respecto, se debe subrayar que, a diferencia del programa elaborado en


la época de Nikita Jruschov, en 1961, destinado a la "construcción de la sociedad
comunista", en el citado documento partidista el comunismo dejaba de ser la
tarea "directa y práctica" para convertirse en un objetivo a largo plazo. Por otra
parte, merece destacarse que el referido borrador excluía 10 párrafos del
proyecto de 1961 que situaban la experiencia de la URSS como modelo para la
construcción del comunismo. Contrario sensu, se afirmaba ahora, de modo
pluralista, que la experiencia acumulada en las pasadas décadas "demuestra de
forma patente la diversidad del mundo del socialismo"8.

Junto con las declaraciones citadas, empezó a emplearse un término para


designar el pensamiento político que comenzaría a regir en el país: perestroika,
voz rusa cuyo significado es “reestructuración”. Tal vocablo adquirió carta de
ciudadanía en el escenario mundial y fue moneda corriente en el lenguaje de la
prensa.

El impulso efectivo que se confirió a la perestroika provino del XXVII Congreso


del PCUS, celebrado entre febrero y marzo de 1986. En el informe político del
Comité Central, Gorbachov expuso el proyecto del nuevo programa del PCUS y
las orientaciones fundamentales de la economía nacional. Se buscaban
soluciones a partir de las “ventajas y posibilidades” del régimen socialista, y
apelaba al espíritu creador e innovador de los miembros del Partido ante la
situación económica y política en la que se hallaba la Unión Soviética.

Este informe delineaba las dos dimensiones de la perestroika: la económica y la


política. En la primera, se acometió un balance del desarrollo socioeconómico y
se precisó que, tras el crecimiento económico de los años de la posguerra, en la
década de 1970 acrecieron las dificultades de la economía nacional, y se
ralentizó visiblemente el ritmo del crecimiento. Ante tal situación, el informe
sostenía que el rumbo estratégico coadyuvaría a la aceleración del desarrollo
socioeconómico del país9.

En este ámbito, se sostenía que la reforma no se limitaba a las transformaciones


en el terreno económico (intensificación de la producción sobre la base del
progreso científico-técnico, reformas en la economía, formas eficientes de
gestión económica, organización y gratificación del trabajo), sino que
comprendía una política social dinámica y la aplicación de los principios de
justicia socialista. Ello presuponía el perfeccionamiento de las relaciones
sociales y la renovación organizativa de las instituciones políticas e ideológicas10.

La segunda dimensión de la perestroika, la política, se concebía en términos de


democratizar la sociedad y profundizar la “autogestión socialista del pueblo”. Así,
tal documento aseguraba que “la aceleración del desarrollo de la sociedad es
inconcebible e imposible sin el continuo avance de la democracia socialista, de
todos sus aspectos y manifestaciones”11. Habida cuenta de ello, se incluían
medidas como la reactivación de un conjunto de organizaciones, entre ellas los
soviets, los sindicatos y el Komsomol.

Finalmente, fueron establecidos los objetivos y orientaciones fundamentales de


la estrategia del Partido en política exterior, encaminada a “la lucha contra el
peligro nuclear y la carrera de armamentos, por mantener y consolidar la paz
universal”12. Ante la amenaza de guerra nuclear, proponía en el campo de las
relaciones con el bloque capitalista establecer “una interacción constructiva y
creadora de los Estados y pueblos a escala global”13.

A lo precedente se incorporaba un tercer factor de la reestructuración: expresar


“franca y honestamente al partido nuestras deficiencias en la actividad política y
práctica, las tendencias desfavorables que se observan en la economía y en la
esfera social y cultural, y las causas de tales fenómenos”14. Este último
componente de la política gorbachoviana constituyó lo que más tarde se
designaría como glásnost (transparencia, en ruso).
En la esfera ideológica, Gorbachov reivindicaba la doctrina oficial del régimen,
es decir, el marxismo-leninismo (así lo manifestó en múltiples discursos). Éste
era la fuente ideológica de la concepción contemporánea referente a la política
del Partido, apreciando el marxismo en cuanto “teoría auténticamente científica
de desarrollo social que expresa los intereses cardinales de los trabajadores y
los ideales de justicia social”15.

Cabe referir, en este dominio, que el líder de la URSS, durante la aplicación de


las reformas socioeconómicas, estableció una ligazón entre la perestroika y la
herencia ideológica de Lenin y la Revolución de Octubre. Tanto mayor era este
vínculo cuanto que hizo del ideal de “volver a Lenin” uno de los principios
esenciales de su programa.

A este propósito, Gorbachov expuso en su libro Perestroika, impreso en Moscú


en noviembre de 1987:

“Las obras de Lenin y sus ideales del socialismo siguieron siendo para nosotros una fuente
inextinguible de pensamiento dialéctico, creativo, riqueza teórica y sagacidad política. Su
misma imagen es un ejemplo imperecedero de elevada fuerza moral, una cultura espiritual
versátil y una generosa devoción a la causa del pueblo y del socialismo. Lenin vive en las
mentes y corazones de millones de personas. Derribando todas las barreras levantadas
por académicos y dogmáticos, el interés en el legado de Lenin y la sed de conocerlo mejor
en el original crecieron a medida que se acumulaban los fenómenos negativos en la
sociedad.”16

Del legado teórico de Lenin no se reivindicaba íntegramente la armazón


ideológica de su pensamiento; antes bien, fueron extraídas aquellas ideas que
concernían a la construcción del socialismo a partir de la introducción de la
Nueva Política Económica (NEP), en 1921, es decir, los puntos de vista que el
caudillo bolchevique expresara en los postreros años de su vida 17.

Esta aprehensión parcial de las concepciones de Lenin sirvió de fundamento a


la perestroika a efectos de establecer las reformas socioeconómicas bajo la
invocación continua del pensamiento dialéctico y creativo del padre del Estado
soviético. Se pretendía que el sistema funcionara apelando a la concepción del
socialismo preconizada por Lenin y, por esta vía, superar las deformaciones del
estalinismo. Por lo tanto, la doctrina del régimen se adaptaba a la realidad
socioeconómica y política y a los objetivos trazados por el ala reformista de la
burocracia. Había, pues, una utilización pragmática de la ideología. Ello nos
remite, por otra parte, a uno de los contenidos políticos esenciales de la
perestroika: la profundización del socialismo.

Cierto criterio, ampliamente extendido, sostenía que la perestroika equivalía a un


repliegue hacia las posiciones del capitalismo, entendiendo por ello que las
medidas impulsadas en la URSS pretendían el abandono del régimen socialista
y la introducción de la economía de mercado. Antes, al contrario, lo que se
perseguía era el apartamiento de un modelo rígidamente centralizado –
implantado en los años treinta– que fuera reemplazado por otro económicamente
más eficiente: un socialismo de democracia económica y política 18. La
perestroika procuraba superar las debilidades y deficiencias del modelo vigente
y encarnar los ideales originales del socialismo. Además, conviene recordar que
un antecedente a dicha reforma fue planteado en la década de 1970 con el
eurocomunismo, representado por los partidos comunistas italiano, francés y
español, que sostuvo en su programa, junto con el pluralismo político, la
coexistencia de formas públicas y privadas de propiedad.

Ahora bien, ¿cómo definir la perestroika? ¿Puede ser caracterizada como una
revolución o una reforma? Gorbachov, en el precitado libro y en otros
documentos políticos, postulaba que la perestroika era una segunda revolución.
Según su estimación, el carácter revolucionario de la reestructuración dimanaba
de los cambios radicales a los que se aspiraba en el país con arreglo al objetivo
de conseguir la aceleración del desarrollo socioeconómico y cultural. Conforme
a su visión, eran medidas de “largo alcance, radicales e inflexibles”; de ahí su
carácter revolucionario. Ampliaba sus ideas, apuntando que el término
“revolución desde arriba” podía emplearse en este caso, puesto que el impulso
de la perestroika provino del partido gobernante y de sus líderes; por
consiguiente, no residía en un proceso espontáneo, sino dirigido. Sin embargo,
la utilización de este concepto requería de una observación crítica: la iniciativa
de renovación no alcanzaría el éxito si no consideraba la participación de las
masas. Por ello, añadía que la característica distintiva de la perestroika era haber
sido, de forma paralela, una revolución “desde arriba” y “desde abajo”19.

Por nuestra parte, evaluamos más congruente emplear el término reforma y no


el de revolución para definir la perestroika, por cuanto el concepto de revolución
usado en el análisis histórico designa una transformación rápida y profunda de
las estructuras de poder y de la organización socioeconómica. Esta noción, en
sentido general, se encuentra asociada a las rupturas de carácter político y a las
aceleraciones del tiempo histórico. La revolución, a diferencia del disturbio o la
revuelta, aspira conscientemente a un cambio integral. De manera, la aplicación
de este concepto no es apropiado al proceso de cambios desenvuelto en la
URSS, en cuya plasmación, de ritmo poco vigoroso, no se evidenció una
modificación radical del sistema político y del carácter de la propiedad, factores
que a la postre serían una de las causas de su fracaso. Bien es verdad, como
hemos anotado, que los cambios promovidos afectaban la política tradicional del
Partido, empero no se cuestionó la preeminencia de éste ni se pretendió la
abolición del monopolio político ejercido por el PCUS, como tampoco la
introducción del pluripartidismo. Éstas serían conquistas de las fuerzas
renovadoras propulsadas en la sociedad soviética desde fuera del Partido, en un
contexto de radicalización de las tendencias liberalizadoras, como se observará
más adelante. Por lo tanto, hemos de definir la perestroika como el proceso
multifacético de reformas en el sistema soviético entre los años 1985 y 1991. En
efecto, la perestroika representó el conjunto de reformas promovidas por parte
del sector progresista de la dirección política –conformada en una porción
relevante por tecnócratas–, con el propósito de alcanzar transformaciones en el
orden económico, cultural y en las instituciones políticas; directivas que gozaron
para su realización, en una primera instancia, del apoyo de las masas. La
revolución política que engendraría fue una consecuencia del ascenso de las
fuerzas democráticas que el espíritu renovador de la perestroika infundió tanto
en la URSS como en los países de la órbita soviética de Europa del Este.

Entre los años 1985 y 1987, se llevó a efecto la primera etapa de la perestroika,
que se caracterizó por la prioridad asignada a la aceleración de la economía 20.
Los sectores más beneficiados por los cambios fueron el cultural y el informativo;
este último, amparado por la notable apertura expresada en los medios de
comunicación.

Las primeras directivas de la reforma económica se aplicaron en 1987; entre


ellas, la ley de la actividad individual y la ley de empresas mixtas, razón por la
que sus resultados no eran percibidos aún por el ciudadano medio. Por entonces,
la población padecía de problemas de abastecimiento de productos. El proceso
de reformas no se desenvolvía de manera lineal y no estaba exento de conflictos.
Gorbachov reconoció en reiteradas ocasiones, en el curso de 1987, que la
perestroika avanzaba con lentitud en medio de no pocos escollos, algunos
levantados en las filas de su propio partido21.

Gorbachov, en el despliegue de la perestroika, buscó afianzarse en el poder y


asegurarse el soporte político de partidarios del programa reformista. Para ello
se decidieron remociones en la cúpula, mediante las que se consiguió separar a
los últimos representantes de la vieja guardia22; aunque no por decisiones como
ésta se consiguió neutralizar plenamente la influencia de los sectores más
ortodoxos23. La resistencia principal a las reformas provenía de la nomenklatura,
término que designaba las listas de puestos de responsabilidad en la
administración estatal y en el Partido y que requerían de la aprobación del PCUS.

Un hecho que engendró consecuencias decisivas en el avance de las reformas


–de la glásnost, en particular– fue el accidente en la central nuclear de Chernóbil
(Ucrania), sobrevenido el 26 de abril de 1986. Este acontecimiento de
proporciones trágicas demostró la necesidad apremiante de promover los
cambios, e influyó asimismo en la manifestación de una voluntad política de
transparencia. Según el parecer de la mayoría de observadores, el verdadero
impulso a la glásnost provino de la conmoción producida por esta catástrofe, a
la que originalmente las autoridades no le prestaron la atención que merecía y
sobre la que se mantuvo ocultamiento y publicaron informaciones confusas 24.

Además de los aspectos ya tratados y para los objetivos del presente estudio,
destacaremos, en síntesis, ciertos hechos de la política soviética en aquel tiempo
que son reveladores de la profunda renovación instaurada.

En el campo de las relaciones internacionales, se suscribieron los primeros


acuerdos con los Estados Unidos sobre reducción de armas nucleares y
arsenales estratégicos, de resultas de una serie de cumbres entre Gorbachov y
su homólogo Ronald Reagan entre los años 1985 y 1988. Se consiguieron
efectos sustantivos en el campo de las relaciones internacionales, que
conducirían a reducir la tensión entre los bloques Este-Oeste ante la amenaza
constante de guerra nuclear. (En este terreno, es oportuno destacar el rol
diplomático cumplido por el georgiano Eduard Shevardnadze, ministro de
Relaciones Exteriores de la URSS entre 1985 y 1991.) Asimismo, ello era un
propósito imperativo por cuanto la URSS, si quería estrechar la brecha
tecnológica que la distanciaba de los Estados Unidos, debía poner coto a los
excesivos gastos militares (los costes de la carrera armamentista representaban
del 15 al 17% del PNB). Además, se debe subrayar un viraje significativo en la
filosofía de la política exterior de aquel tiempo: el abandono de la directiva de
exportar la revolución al resto del mundo, política que tradicionalmente signó la
estrategia internacional del régimen soviético25.

Finalmente, cabe recordar la intensificación de la reforma del conjunto de la


economía. En junio de 1987, en un extenso informe presentado al Comité
Central, Gorbachov instó a la adopción de amplias reformas en la economía, y
manifestó que no debería haber límites en el salario de los trabajadores. Insistió
en la necesidad de una “reforma radical” en la administración económica. Tales
propuestas significaban un notable alejamiento del sistema centralizado de
administración que rigió la economía desde el gobierno de Stalin.

De otro lado, reconocía que la Unión Soviética había comenzado a experimentar


“procesos de inflación” ocasionados por exceso de fondos y escasez de
mercancías demandadas. Gorbachov dirigió una crítica al Partido por haberse
retrasado en cuanto a los “procesos económicos, sociales y espirituales” que se
desarrollaban en el país26.

Perfilando un balance de lo alcanzado en aquel año, Gorbachov destacó que


1987 fue un año de “profundos cambios y decisiones a gran escala” 27.

2. La apertura de información

Hemos referido que, durante el XXVII Congreso del PCUS, Gorbachov bosquejó
la glásnost o transparencia informativa. Esta “claridad desde arriba”, que era
también libertad de crítica, intentaba crear las condiciones espirituales
indispensables para democratizar la sociedad y convertirla en herramienta
efectiva de control público de las actividades de los funcionarios28.

Se procedió a la apertura de los medios de comunicación (periódicos, revistas y


televisión) que dependían del Estado, del Partido o de organizaciones sociales;
una suerte de liberalización de los medios a través del planteamiento de nuevos
y desacostumbrados temas. Con posterioridad, se toleró la aparición pública de
pequeños medios de comunicación escritos, pero independientes. La corrupción,
la guerra de Afganistán, la catástrofe nuclear de Chernóbil y la crisis económica
fueron algunos de los problemas que se expusieron.

Otros temas vedados que comenzaban a ser desvelados, de manera parcial o


integral, fueron: las cosechas de cereales en los años 1981-1985, que se
hallaban por debajo de las previsiones del plan económico; la mortalidad infantil
(rubro en que la Unión Soviética ostentaba el índice más elevado de los países
socialistas europeos); el alto nivel persistente de alcoholismo 29; el SIDA; los
abusos de la psiquiatría; los privilegios del aparato dirigente; las consecuencias
psicológicas desestabilizadoras de la guerra de Afganistán en un sector de la
juventud; etcétera30.

El redactor jefe del diario Pravda, órgano oficial del Partido Comunista, Víktor
Afanásiev, en su discurso de apertura del Sexto Congreso de Periodistas de
Moscú, demandó que cesarán los temas prohibidos en los medios de
comunicación. En esta línea, exigió mayor apertura, crítica y autocrítica, aunque
señaló también que la tarea consistía en criticar de forma constructiva y
responsable, coadyuvando con los cambios de la sociedad y luchando contra
factores antisociales31.

En aquellos días, los lectores de Pravda remitieron cartas a la redacción


solicitando al periódico que proporcionara cobertura más amplia de la
información internacional y que dejara de lado los preconceptos y las verdades
parciales al ocuparse de Occidente. Estas críticas coincidían con las
conclusiones de analistas extranjeros residentes en Moscú, según los cuales, a
pesar de los cambios radicales en la prensa soviética sobre asuntos internos, la
cobertura informativa no se extendía a los problemas internacionales32.

Bajo la égida de la glásnost, se vertieron críticas inéditas hacia las relaciones de


la Unión Soviética con los países comunistas de Europa del Este. Verbigracia, el
historiador Leonid Yagodovski, en un artículo publicado en el suplemento del
semanario Tiempos Nuevos, aseveraba que la Unión Soviética no poseía el
monopolio de la verdad y que debería aprender de la experiencia de otros países
comunistas. Añadía que los Estados de Europa del Este erraron en adoptar el
modelo soviético (estalinista) en los años cincuenta, y que, países como Hungría,
Alemania Democrática y China, que empleaban métodos económicos diferentes,
podrían servir de inspiración a la Unión Soviética en sus reformas; añadiendo
que este país podría aprender también de la experiencia yugoslava en la
autogestión económica. Y, aludiendo a la postura de la oficialidad soviética en
referencia a la revolución húngara de 1956, la “Primavera de Praga” de 1968 y
el movimiento sindical polaco de los años ochenta, afirmó que, en estos casos,
la Unión Soviética ignoró los intereses de los demás Estados comunistas33.

Apreciaciones de este carácter eran factibles desde que el nuevo inquilino del
Kremlin anunciara que los partidos comunistas del mundo deberían seguir sus
propias sendas nacionales. De facto, Gorbachov había derogado la doctrina de
“soberanía limitada”, impuesta por Brézhnev, que establecía que, si en algún
país de la esfera de influencia soviética brotaban movimientos hostiles al
socialismo, se justificaba la intervención de las fuerzas del Pacto de Varsovia.

De otro lado, la renovación en el ámbito informativo quedó patentizada con los


nombramientos de los directivos de los medios de comunicación; todos ellos
periodistas, defensores de las reformas de Gorbachov. Una manifestación de
aquello fue el ingreso de nuevos directores a las revistas de literatura y los
semanarios culturales en 1986. Entre ellos, podemos mencionar a Grigori
Baklanov y Serguéi Zalygin, directores de las revistas literarias Znamia y Novi
Mir, respectivamente. Por su parte, Vitali Korotich asumió la dirección del
semanario ilustrado Ogoniok, y Yegor Yákovlev del semanario Moskovskie
Nóvosti34. Desde entonces, los medios de prensa adquirieron un renovado
impulso con los problemas que empezaron a abordar.

En este clima de apertura floreciente, las revistas literarias de aparición mensual


promovieron una suerte de competición por hacer público lo previamente
censurado. Revistas moscovitas de circulación nacional como Novi Mir (Nuevo
Mundo), Znamia (Bandera), Druzhba Narodov (La Amistad de los Pueblos),
Oktiabr (Octubre) y otras más se distinguían del resto por los materiales que
publicaban. Sus niveles de lectoría se acrecentaron considerablemente. En este
tiempo, verbigracia, Novi Mir alcanzó una tirada de 1.150.000 ejemplares por
edición35. Otro medio que atrajo la mirada pública fue el semanario ilustrado
Ogoniok (Llama). Esta revista había mantenido una línea conservadora, pero
desde que Korotich fuera designado director, comenzó la publicación de material
original y atractivo. De guisa similar, adquirió popularidad entre los lectores
Moskovskie Nóvosti (Novedades de Moscú), semanario que se publicaba en
lenguas extranjeras (los 400.000 ejemplares de su tirada eran adquiridos
rápidamente). En todos los periódicos nombrados y también en la prensa diaria
se abordaban temas desacostumbrados; las revelaciones en diferentes
temáticas concitaban cada vez más la atención de la sociedad.

Los medios oficiales de la prensa escrita no fueron la excepción en la política de


apertura. Asimismo, se inauguró la circulación de publicaciones marginales; por
lo general, se trataban de boletines mecanografiados y copiados en papel
carbón, publicaciones de producción artesanal cuyo número se fue
incrementando36. Los corresponsales occidentales en Moscú informaron, por
entonces, de la existencia de una docena de tales publicaciones, cada una de
ellas de orientación meridianamente definida 37. La periodicidad de estas
ediciones fluctuaba, desde el carácter semanal hasta la irregularidad absoluta.
En cuanto al número de páginas, oscilaban entre un par de folios y más de un
centenar38.

La televisión y la radio soviéticas, en un tiempo manifiestamente conformistas,


informaban sobre casi todos los problemas internos y también acerca de la
situación de los países occidentales. Todo ello se hacía público sin que se
existiera una ley de prensa que, de acuerdo con lo previsto, debía haberse
aprobado en 1986. Los medios oficiales seguían monopolizando el acceso a las
técnicas de impresión y las cooperativas de edición no pudieron operar.

En 1987, Gorbachov escribía sobre lo conseguido en materia de transparencia


informativa:

“Hoy la glasnost es un vívido ejemplo de una atmósfera normal y favorable, espiritual y


moral, en la sociedad, que hace posible que la gente entienda mejor lo que nos sucedió, lo
que ocurre ahora, por qué nos esforzamos y cuáles son nuestros planes y, con base en
este entendimiento, participe conscientemente en el esfuerzo de reestructuración.” 39

Con respecto a las implicancias de esta labor de información, añadía:

“La gente debe conocer la vida con todas sus contradicciones y complejidades. El pueblo
trabajador debe de tener una información completa y confiable de los logros e
inconvenientes, cuáles son los obstáculos en el camino del progreso.” 40

Debe destacarse el rol que le cupo al principal asesor de Gorbachov, Alexandr


Yákovlev, en la puesta en obra de la política de apertura informativa. Yákovlev,
doctor en Ciencias Históricas, desempeñaba los cargos de secretario del Comité
Central y jefe del Departamento de Agitación y Propaganda. En su calidad de
miembro del Politburó del Comité Central del Partido41, fue uno de los ideólogos
del “nuevo pensamiento”, y, además, desde el Comité Central cumplió la tarea
de supervisar la ideología, la cultura y las instituciones educativas y científicas.
De ahí que los medios informativos le designaran de ordinario “padre de la
glásnost”.

En la andadura de la transparencia de información, el disidente Andréi Sájarov,


físico y Premio Nobel de la Paz en 1975, se erigió en el principal defensor de las
libertades en la sociedad soviética. En los últimos días de 1986, el Gobierno
había autorizado a Sájarov abandonar su destierro interno en la ciudad de Gorki
–adonde lo confinaran las autoridades desde 1980, después de que condenara
la invasión soviética a Afganistán– y retornar a Moscú. Esta personalidad
científica, figura principal de los disidentes, sostenía que la condición esencial
para lograr un avance económico –objetivo prioritario de la dirección– era ofrecer
mayor apertura en la sociedad. Opinaba que ésta debía incluir a los movimientos
de liberación, la libertad de salida al extranjero y de retorno al país, así como la
libertad de pensamiento religioso y de información 42. A la vez, exhortaba a una
amnistía general para los “presos de conciencia” en la Unión Soviética 43.

Tales demandas empezaron a ser atendidas. En el mes de febrero de 1987, se


anunció que serían puestos en libertad 150 presos políticos y que otros 140
casos serían estudiados. De hecho, ese mismo mes las autoridades soviéticas
liberaron a 42 disidentes y activistas por los derechos humanos de su
confinamiento en campos de trabajo forzado, prisiones y exilios internos. Se
trataba de la liberación más numerosa de presos políticos conocida en la URSS
desde los años cincuenta44. Sin embargo, dos meses después un grupo de
nueve activistas por los derechos humanos, a quienes les fue devuelta la libertad,
denunciaron que el proceso de excarcelación de los presos políticos se había
interrumpido, y cuestionaron la política de apertura democrática de Gorbachov45.
Lo antedicho revelaba que el incipiente proceso de apertura, que pretendía poner
término a la represión y censura, tenía límites y encontraba escollos en su
tránsito. La apertura que germinaba en lo cultural no se correspondía aún con
las libertades en el ámbito político.

3. La ampliación de la perestroika

El año de 1988 señalaba el principio de la segunda etapa de la perestroika. En


tales términos lo anunció Mijaíl Gorbachov, quien declaró a los medios de
comunicación que aquél sería un año de apología de las ideas y práctica de la
perestroika. Advertía, por otra parte, que las reformas acometidas se ejecutarían
no sin dificultades, sobre todo en la labor ingente de reestructurar la economía 46.
En efecto, la perestroika ingresaba a una nueva y crucial etapa en que las
reformas encontrarían severos obstáculos e inconvenientes47. Además, no
pocas autoridades soviéticas prevenían, en público y en privado, que las políticas
innovadoras no estaban consiguiendo los cambios que se aguardaban, sobre
todo en la esfera de las reformas económicas48.

La XIX Conferencia Nacional del PCUS lo reconocería así cuando expresó:

… los procesos de la perestroika transcurren de modo contradictorio, en medio de


complicaciones y dificultades y del enfrentamiento de lo viejo y lo nuevo. Y aunque están a
la vista las tendencias positivas y los primeros resultados, todavía no se ha producido un
viraje radical en el desarrollo económico, social y cultural. El mecanismo de freno aún no
ha sido desmontado del todo ni sustituido por el mecanismo de aceleración. 49
Por otra parte, la prensa refería los agrios enfrentamientos protagonizados entre
Gorbachov y el conservador Yegor Ligachov (el líder soviético reconoció durante
esos días que se estaba librando un combate político decisivo para el éxito de la
perestroika), y hasta se barruntaba la existencia de un plan para destituir al
Secretario General de la URSS50. Considerando las divergencias en el seno del
PCUS y las circunstancias de la destitución de Jruschov en 1964 por el sector
ortodoxo del Partido, existían fundadas razones para abrigar tal tipo de
sospechas.

En ese trance, Gorbachov venía presionando al Partido y al Gobierno a adoptar


medidas con objeto de incrementar la oferta de alimentos, de bienes de consumo
y de vivienda, y para mejorar los servicios de salud. Pero el centro del problema
residía en las organizaciones partidarias regionales, distritales y metropolitanas,
y el sistema de poder y privilegios burocráticos las hacían resistentes al cambio
de manera inherente. Gorbachov, en su objetivo de remover estos privilegios y
poderes de la burocracia, decretó el 1 de junio de 1988 la suspensión de las
prerrogativas de 400 mil autoridades del Partido y del Gobierno 51. Finalmente, la
confrontación política favoreció al Secretario General cuando éste consiguiera la
destitución de Ligachov del cargo de ministro de asuntos ideológicos; esto lo
privaba del control sobre los medios de comunicación estatales. Por
consiguiente, Gorbachov obtenía una situación de ventaja para abogar por
mayores reformas52.

A buen seguro, en la segunda etapa de la perestroika las reformas políticas se


intensificaron. En una reunión del pleno del Comité Central, Gorbachov exhortó
a sus miembros a fin de realizar una completa revisión general del sistema
político, e hizo responsable de obstruir las reformas económicas a las posiciones
estalinistas; de la misma manera, enfatizó la necesidad de remover a la
burocracia y liberar los ideales y valores del socialismo de todo elemento
inhumano53. De hecho, la estructura política y administrativa burocrática y
centralizada representaba una fuerza conservadora y un poderoso óbice a las
reformas.

Resultaba evidente en los seis primeros meses de 1988 que el Partido


Comunista (integrado por 20 millones de afiliados) aspiraba a una nueva
identidad. Este proyecto se expresó en las tesis aprobadas por el Comité Central
el 23 de mayo que proponían desmontar la burocracia y revivir las “normas
leninistas de la vida estatal y del partido”. Las propuestas enderezadas hacia
estos objetivos fueron aprobadas en su integridad en la XIX Conferencia
Nacional del Partido Comunista.

Entre los meses de junio y julio hubo de celebrarse la XIX Conferencia del PCUS,
que procedió a la reforma del sistema político, con el propósito “de crear
condiciones para desarrollar plenamente la iniciativa de los ciudadanos”. Para
ello la Conferencia juzgaba necesario potenciar las funciones legislativas,
administrativas y de control de los soviets, y que la política del Partido se
aplicara, ante todo, a través de los órganos de representación popular 54.
También se consideró indispensable llevar a efecto la reconstrucción de los
órganos superiores de poder del Estado y se instituyó el Congreso de Diputados
Populares de la URSS como órgano supremo de poder. Éste resolvería en sus
sesiones anuales los problemas constitucionales, políticos y socioeconómicos
más relevantes. Además, establecería el Soviet Supremo de la URSS –de dos
cámaras– con funciones de organismo permanente legislativo, administrativo y
de control; este órgano, por su parte, elegiría al Presidente del Soviet Supremo.

La Conferencia estimó esencial la formación del Estado socialista de derecho y


la democratización del funcionamiento del Partido. Dentro de la nueva estructura
política se observaba que el secretario general del Comité Central del Partido
actuaría simultáneamente en calidad de presidente. Y, en el plano de la política
nacional, se resolvió ampliar los derechos de las repúblicas federadas,
acrecentando su autonomía y responsabilidad en la esfera económica y cultural.

En otro ámbito, las relaciones del Kremlin con los gobiernos comunistas de
Europa del Este se flexibilizaron significativamente. Esta política procedía de la
visión de Gorbachov que respaldaba el derecho de cada país a escoger su propio
camino hacia el socialismo. Además, algunos gobiernos comunistas, de
conformidad con las reformas introducidas en la URSS, resolvieron encaminarse
por la senda de las reformas, tal como ocurriera en Polonia y Hungría. En otros
países, se rechazó la aplicación de políticas de apertura.

En la esfera internacional, prosiguieron las conversaciones con los Estados


Unidos. En junio, tuvo lugar en Moscú la cuarta cumbre soviético-
estadounidense. Las partes se comprometieron a concluir un acuerdo sobre los
tratados START, que limitaban las armas estratégicas. También, a fines de ese
año, Gorbachov anunció en la ONU la reducción unilateral de 500 mil hombres
entre los efectivos del Pacto de Varsovia. En cuanto a la guerra en Afganistán,
en febrero de 1988 el dirigente soviético notició que el 15 de mayo comenzaría
la retirada de las tropas soviéticas del país ocupado.

4. Los sucesos políticos en 1989

De acuerdo con lo dispuesto por Gorbachov, el 15 de febrero de 1989 se hubo


de consumar el retiro del último contingente de soldados soviéticos de
Afganistán. Tras una guerra de nueve años y tres meses, 200 efectivos cruzaron
la frontera hacia la Unión Soviética. Se estima en más de 50.000 las bajas
sufridas por el ejército soviético, cifra que incluye unas 15 mil vidas segadas
durante la guerra de Afganistán55.

En otro ámbito, el 26 de marzo se efectuaron los comicios para la elección de los


diputados populares. Este acontecimiento obedecía a las reformas
constitucionales aprobadas en diciembre de 1988 por el Soviet Supremo. En tal
virtud, el nuevo organismo del poder estatal era el Congreso de los Diputados
del Pueblo, para el que fueron elegidos 2.250 representantes. Éste se reuniría
dos veces al año y sus integrantes elegirían a los 450 miembros del nuevo Soviet
Supremo.

La trascendencia de lo referido estriba en su carácter reformador: se trataba de


los primeros comicios en que los ciudadanos podían elegir entre varios
candidatos, aunque una cuarta parte de los distritos electorales contaran con
candidato único. Borís Yeltsin, el político que simbolizaba la lucha contra los
privilegios, pese a las críticas que recibiera de parte del Gobierno, obtuvo una
inmensa mayoría de votos (89,44% de los votantes de Moscú). Él abogó en su
programa por el referéndum estatal, la creación de nuevas organizaciones
juveniles y el debate sobre el pluripartidismo. El encumbramiento de Yeltsin al
liderazgo político de oposición y la amplia adhesión que obtuvo de la ciudadanía,
condujo a la prensa soviética a referirse al “fenómeno Yeltsin” 56. En general, los
candidatos del sector reformista radical fueron favorecidos en las elecciones.

Por aquellos días, Gorbachov manifestaba a la prensa que no asentía el


pluripartidismo en la URSS, e hizo un llamamiento al consenso social y a la
democratización: "Me parece que un número u otro de partidos políticos no es
aún la solución del problema y pueden convencerse de ello examinando la
experiencia mundial. La glásnost y la democratización son la llave para abrir el
potencial de nuestra sociedad socialista. Debemos reunir los distintos intereses
y armonizar los partidos de la mayoría", sentenció57.

Del 25 de mayo al 9 de junio sesionó el Primer Congreso de Diputados del Pueblo


y se eligió al Soviet Supremo de la URSS, el máximo órgano de poder de la
nación. Mijaíl Gorbachov resultó electo primer presidente del Soviet Supremo
(obtuvo 95,6% de los votos)58. La elevada votación obtenida era manifestación
fehaciente del consenso en el Partido en torno a su liderazgo.

La resolución del Congreso de Diputados Populares señalaba, entre los


problemas que requerían de una solución inmediata, la adopción de medidas
urgentes por el Gobierno para poner coto al déficit de los artículos de primera
necesidad, mediante la aplicación de una moderna política agraria que incluyera
la transformación de las relaciones socialistas de producción. Así también,
resolvía elevar a todos los ciudadanos la cuantía mínima de las pensiones de
vejez hasta el nivel del salario mínimo59.

En el mes de agosto, el Comité Central adoptaba el programa del PCUS sobre


la cuestión nacional y proponía a las repúblicas forjar un nuevo pacto. Según el
historiador Yuri Afanásiev, Estonia, Letonia y Lituania habían solicitado a Moscú
la concesión de cierta autonomía en la esfera económica, demanda a la que
Gorbachov se opuso de modo categórico. La recusación causó su descontento.
Por consiguiente, el movimiento democrático en las tres repúblicas bálticas
derivó en nacionalismo60. En ese mismo mes, los frentes populares de Estonia,
Letonia y Lituania argumentaban su anexión ilegal a la Unión Soviética en 1939.
Gorbachov pretendía, ante todo, preservar la Federación soviética y renovarla,
garantizando la soberanía real de las repúblicas. Advertía contra los riesgos de
separarse de la Unión y manifestó su predisposición a tolerar que las repúblicas
federadas gozaran de mayor independencia61.

Por otro lado, en el otoño de 1989, de manera imprevista y vertiginosa, acaeció


el hundimiento del comunismo en Europa del Este. La celeridad de los
acontecimientos que condujeron al derrumbe del “socialismo realmente
existente” causó estupor en el mundo entero. La onda revolucionaria suscitada
por las expectativas de libertades y democracia que despertara la perestroika en
los pueblos de Europa Oriental y Central ponía término al orden mundial de la
posguerra. En la mayoría de casos, las movilizaciones populares exhibieron un
carácter pacífico, salvo por lo que se refiere a Rumanía, en donde la caída de la
dictadura comunista se produjo tras sucesos violentos. En otro tiempo, el
Gobierno soviético hubiera intervenido militarmente para sofocar las
manifestaciones revolucionarias –como ocurriera en Hungría, en 1956, y en
Checoslovaquia, en 1968–. La perestroika había renunciado a la doctrina
Brézhnev de la “soberanía limitada”, permitiendo que las fuerzas sociales de los
otrora Estados satélites se expresaran por los cauces de la libertad 62. También
es verdad que, por motivo de su debilidad económica, la URSS no podía
preservar el control político y militar que ejercía sobre Europa Oriental.

La caída del Muro de Berlín el 9 de noviembre de 1989 fue el hecho que simbolizó
el hundimiento del “socialismo real”, la conclusión de una era de la historia
mundial dominada por la Revolución de Octubre –como lo anota Erick
Hobsbawm63– y el final de la herencia de Stalin.

Cabe recordar que la mayoría de regímenes comunistas se habían sostenido en


el poder mediante la coerción estatal, no por el consenso de la opinión pública.
Eran sistemas políticos incapaces de satisfacer las aspiraciones democráticas
de la población; por tanto, los ciudadanos no disponían de canales de libre
expresión ni de una oposición política organizada. Indudablemente, la
perestroika alentó las tendencias reformistas en los países sovietizados, cuyas
sociedades se decantaron por una vía democrática liberal.

Además de lo apuntado, debe considerarse el fracaso de la planificación


económica, factor que, junto con el rezago tecnológico, impidió a las economías
socialistas alcanzar una producción masiva de bienes de consumo. Tampoco se
debe soslayar –en el sentido propuesto por Hobsbawm– que, en la era de la
comunicación global, no era posible mantener desinformada a las poblaciones
del mundo socialista sobre el nivel de vida alcanzado en los países occidentales.
Ello les convenció de las disparidades que se vivían a cada lado de la Cortina de
Hierro, en términos de condiciones materiales de vida y de libertades
ciudadanas.

5. Las reformas en 1990

En los tiempos de su elección para el cargo de secretario general del Comité


Central del PCUS, Gorbachov obtuvo cotas elevadas de aprobación entre sus
conciudadanos. La afirmación de su autoridad derivaba cada vez más del apoyo
de la población. Además de las reformas trascendentales que promovió,
introdujo un nuevo estilo de liderazgo: fue el primer dirigente soviético que
interrogó al ciudadano común y que visitó las fábricas para inquirir a los obreros
acerca de sus problemas.

Sin embargo, a partir de 1989, la popularidad de Gorbachov comenzó a declinar,


en particular, por la ola de levantamientos nacionalistas que se extendería con
mayor ímpetu y violencia al año siguiente64. Esta situación ocurría en una
coyuntura económica que imponía con urgencia cambios drásticos. De este
modo, Gorbachov enfrentaba presiones, tanto de los reformistas que exigían
cambios con mayor celeridad, como de parte de los conservadores de su partido.
El establecimiento de los cambios requeridos implicaba una orientación
divergente del sistema, en el que un grupo de funcionarios no estaba dispuesto
a perder sus privilegios. A cinco años de emprendida, la perestroika navegaba
por aguas menos apacibles.

En lo que toca a las reformas del sistema político, ciertos hechos merecen ser
evocados. Es de resaltar la trascendencia de los cambios políticos en la sociedad
soviética desde 1985. El modelo estaliniano fue sustituido paulatinamente por un
sistema aquiescente de las elecciones libres, el pluripartidismo y el respeto a los
derechos humanos. El Partido Comunista de la URSS admitió la participación de
otras organizaciones políticas y la competencia por el poder. Esto supuso el
reconocimiento de que nuevas fuerzas del horizonte político habían enraizado.
Asimismo, se abolió el artículo sexto de la Constitución soviética, según el cual
el Partido Comunista era la fuerza conductora de la sociedad soviética y el núcleo
de su sistema político65. Con ello, se puso fin al monopolio del PCUS sobre el
poder; se trataba del avance más radical de la perestroika. Un mes después, la
fracción opositora Plataforma Democrática decidió escindirse del PCUS y crear
un nuevo partido66.

En este trance, Moscú se constituyó en el escenario de grandes manifestaciones


que abogaban por el establecimiento de la democracia; asimismo, se
demandaba la no intervención del Partido Comunista en todos los órganos
gubernamentales y medios de comunicación; también, se favorecía la
legalización de otros partidos, una nueva Constitución, la distribución de tierras
entre los campesinos, la propiedad privada en todas sus formas y un mínimo de
interferencia central en la economía. Los grupos políticos que participaron en
estas concentraciones fueron la Asociación Socialdemócrata, la Confederación
de Sindicalistas Anarquistas y la Asociación Democrática Rusa.

6. La crisis del PCUS y la disolución de la URSS

Entre el 2 y 13 de julio de 1990, se hubo de reunir el XXVIII Congreso del PCUS


–el último de su historia–. En esta asamblea, Gorbachov advirtió sobre la
imperfección de la perestroika, recordando que la URSS se hallaba en un
período de transición, por cuanto no se había concluido el desmontaje del
sistema anterior y menos aún la construcción de uno nuevo. Evaluaba como
causas de los fenómenos críticos: la contradicción del período de transición y el
“complicado entrelazamiento de intereses, cálculos políticos y factores objetivos
y subjetivos”. Y, entre las medidas eficaces que planteó en la cristalización de la
reforma económica, subrayaba que la prioridad esencial debía ser la solución del
problema de alimentos y la mejora del abastecimiento de los productos
industriales a la población67. Las cifras de la economía soviética eran indicadores
de que la perestroika no ofrecía aún resultados eficaces: en 1990, el déficit global
había sido de 8,5% del PIB y los precios se elevaron en 5%. La explotación
petrolera decaía y el empleo había disminuido.

Con el objeto de anular los subsidios aplicados a la industria, el Gobierno


introdujo reformas que eliminaron los controles de precios. Las mejoras
salariales, las jubilaciones y otras asignaciones pretendieron atenuar el impacto
del alza; no obstante, el público declaraba que la compensación era insuficiente.
Según algunos economistas, este descontento sirvió para avivar la hostilidad del
pueblo hacia el Gobierno68.

La reforma de los precios incrementó la inflación que se calculaba en 100% para


el año 1991, situación que hacía peligrar las reformas económicas. En esta
coyuntura, Borís Yeltsin, quien el 13 de junio de ese año se convirtió en el primer
presidente de la República Rusa elegido democráticamente, denunció que el
experimento marxista era la causa de todos los males de la URSS, y declaró que
nada podía salvar ya al sistema comunista. Prometió acelerar el ritmo de las
reformas políticas y económicas. Su proyecto era el de una federación con
haciendas familiares, negocios privados y estrechos lazos con el mundo
exterior69.

En el ámbito nacional, las demandas separatistas, los disturbios étnicos y las


huelgas agravaron la situación interna de la URSS. De esta suerte, en 1991 se
acrecentaron las reivindicaciones nacionalistas. Mediante plebiscito, los lituanos
votaron abrumadoramente en favor de la independencia. Con tal resultado, se
rechazó la posición del presidente Gorbachov, quien declaró que la votación no
era válida y que los lituanos deberían participar en un plebiscito nacional para
preservar la unidad federal70. En un intento por refrenar las aspiraciones
independentistas, el Ejército soviético intervino en Lituania, tomando por asalto
edificios estatales en Vilna; decisión que fue censurada tanto por gobiernos de
Occidente cuanto por organismos internacionales71. A esto siguió una represión
militar en la capital lituana que fue condenada por la prensa reformista.

La situación crítica de la URSS fue resumida por Gorbachov a fines de 1991:

“El país se había hundido en una crisis sistemática. La misma lógica de desarrollo de la
sociedad dictaba la necesidad de cambios profundos en el curso de los cuales surgía un
conglomerado de contradicciones. El descalabro del sistema anterior generó inestabilidad
y caos. No había, en todo caso, cómo llevar fácilmente a cabo las reformas en un país tan
enorme, que durante décadas fue un Estado totalitario con monopolio del poder y en donde
regía la propiedad estatal. El proceso de reforma resultó ser muy dolorosa y tuvo un serio
efecto en la vida de las gentes.”72

En tal coyuntura crítica y en vísperas del tratado a suscribirse entre el Gobierno


Central y nueve repúblicas soviéticas, merced al cual se concedería más poderes
a éstas, el 19 de agosto la televisión de Moscú informaba acerca del relevo de
Gorbachov de sus funciones como presidente de la Unión Soviética. En ese
momento, Gorbachov, en compañía de sus familiares, vacacionaba en Crimea y
fue sometido a arresto domiciliario. Los organizadores del plan golpista,
provenientes del sector ortodoxo del Partido, constituyeron un Comité Estatal de
Emergencia, encabezado por el vicepresidente de la URSS: Guennadi Yanáyev.
El Comité declaró que el presidente Gorbachov era “incapaz de asumir funciones
por razones de salud”, y se proclamó el estado de emergencia por seis meses,
estipulando severas medidas de control sobre la sociedad (prohibió
manifestaciones y huelgas, y dispuso el control de los medios de comunicación).
Yanáyev informó que las disposiciones anunciadas eran provisionales y que no
implicaban la renuncia a las reformas. Sin embargo, en el seno del Comité hubo
vacilaciones; éstas se expresaron en la dirección de las Fuerzas Armadas, el
Ejército, el Ministerio del Interior y el Comité de Seguridad del Estado (KGB). La
noticia del golpe de Estado generó alarma en la comunidad internacional, y en la
URSS se hizo un llamamiento a la resistencia civil. La integridad del Ejército no
secundaba al Comité: una división blindada respaldó a la Federación Rusa. En
esa hora crítica, Borís Yeltsin denunció el “golpe de Estado de derecha,
reaccionario y anticonstitucional”, tildando de “delincuentes” a los golpistas; y
dirigió personalmente la resistencia civil convocando a una huelga general73. Los
gobiernos del mundo expresaron su preocupación. Verbigracia, el presidente de
los Estados Unidos, George Bush, solicitó que Gorbachov fuera restituido en su
cargo de presidente y no reconoció la autoridad del Comité Estatal de
Emergencia.

El asalto blindado al Parlamento fracasaría por la desafiante multitud que resistió


la embestida de los tanques. Seguidamente, el Ministerio de Defensa ordenó la
retirada de las tropas de la capital, en tanto que el procurador general presentó
cargos criminales contra los golpistas. El Presídium del Soviet Supremo declaró
anticonstitucional el golpe y abrogó todos los decretos del Comité Estatal de
Emergencia. Gorbachov, de retorno en Moscú, hubo de reasumir la presidencia
de la URSS74.

Desde el inicio, el Comité de Emergencia incurrió en errores severos: anunció al


país de manera poco convincente que Gorbachov se encontraba incapacitado
para desempeñar la función presidencial por causa de su estado de salud;
confiaba que el putsch obtendría mayor apoyo de parte de los soviéticos
“cansados de la perestroika”; además, no ordenó la detención de Borís Yeltsin,
dirigente político capaz de aglutinar a las fuerzas opositoras al emergente
Gobierno. Es significativo acotar que, en octubre de 1964, cuando Jruschov fue
removido del poder no hubo ninguna manifestación pública en favor del
defenestrado dirigente. El apoyo público a la restitución del presidente de la
URSS, en agosto de 1991, evidenciaba la manera en que, durante los últimos
seis años, las ideas democráticas habían impregnado la mentalidad de los
ciudadanos. A este propósito, cabe plantear si acaso el pueblo ruso asimiló de
manera más rápida y profunda las enseñanzas de la perestroika que los propios
dirigentes comunistas.

De otra parte, la intentona golpista anunció el canto del cisne de la perestroika.


El propósito de transformación de la URSS desde las elites políticas, iniciado en
marzo de 1985, había fracasado.

Durante la legislatura del Soviet Supremo, su restituido presidente prometió


nuevas elecciones después de que se firmara el Tratado de la Unión. En esa
ocasión, Gorbachov admitió parte de la responsabilidad en el golpe al expresar:

“[…] la conspiración estaba madurando. Hubo justificación más que suficiente para tomar
medidas urgentes con el objeto de defender el orden constitucional. En lugar de acciones
y medidas decisivas, hubo liberalismo e indulgencia. Me culpo por todo esto.” 75

La organización del fallido golpe de Estado, que comprometía a una parte de su


cúpula dirigente refractaria a la perestroika, indujo a Gorbachov el proyecto de
disolución del PCUS76. Además de la suspensión de sus actividades y la clausura
de locales del Partido, los bienes del PCUS –el mayor propietario de la Unión
Soviética– comenzaron a ser expropiados por los parlamentos de las 15
repúblicas.

En noviembre, Yeltsin declaró fuera de la ley al Partido Comunista de Rusia


(PCR) y al de la URSS (PCUS) en el territorio de la república que presidía,
argumentando que su existencia suponía un peligro para la democracia. Las
estructuras del PCUS fueran disueltas al argüirse que proseguían con su
actividad ilegal, agravando aun más la crisis y por “crear condiciones para un
nuevo golpe de Estado antipopular”77.

Con respecto al sistema económico que fenecía en conjunción con la URSS,


Gorbachov declaró en una entrevista con US News Report:

“El comunismo destruye los incentivos para trabajar y dejó a la Unión Soviética con una
clase trabajadora sin ningún sentido de la responsabilidad.”

Y añadió:

“El sistema centralista de dirección económica había agotado su potencial y la gente no


obtenía beneficios apropiados de los enormes recursos que se estaban gastando. [...] El
dominio total de la propiedad por el Estado destruía la motivación natural, los incentivos
naturales para trabajar. [...] También generó una mentalidad igualitaria, falta de iniciativa y
dio nacimiento a cierto tipo de trabajador que no está interesado en nada.” 78

Por tanto, expresaba que el objetivo de entonces era “avanzar mediante la


reforma de la propiedad, creando una economía mixta con varias formas de
propiedad y haciendo sitio en la competición”79.

En lo referente a la política nacional, Gorbachov defendía la conservación del


Estado federal, propugnaba un nuevo tratado de la Unión y amenazó con
renunciar si la URSS se disolvía80. Estaba convencido de que, si no se
preservaba la integración, el país estaría amenazado por un proceso de erosión
social que conduciría a la catástrofe.

Sin embargo, la disolución de la URSS era inminente: Ucrania y Bielorrusia


habían optado por su independencia, Moldavia decidió idéntico camino, al tiempo
que los gobiernos occidentales procedieron al reconocimiento de Letonia,
Estonia y Lituania como Estados independientes81. Los presidentes de siete de
las repúblicas soviéticas concordaron en formar una nueva “Unión de Estados
Soberanos” que reemplazara a la Unión Soviética. En este convenio participaron
Rusia, Bielorrusia, Kazajstán, Azerbaiján, Kirguizistán, Tadjikistán y
Turkmenistán. No concurrieron Moldavia, Georgia, Armenia, Uzbekistán y
Ucrania. El nuevo tratado sería divergente del elaborado en los meses
precedentes, cuya firma programada para el 20 de agosto fue frustrada por el
golpe de Estado82.

Ante la proximidad de disolución de la URSS, Gorbachov lanzó una dramática


exhortación para preservar la integridad de la nación, y advirtió de una posible
guerra y “una catástrofe para toda la humanidad” si la URSS se desintegraba.
Mientras tanto, las autoridades de Ucrania anunciaron que los electores habían
aprobado un referéndum sobre la independencia.
Así las cosas, el 13 de diciembre de 1991 fue creada la Comunidad de Estados
Independientes (CEI), constituida por Ucrania, Rusia y Bielorrusia. Las cinco
repúblicas asiáticas empobrecidas y dependientes económicamente del centro,
a excepción de Kazajstán, se vieron casi forzadas a integrar la CEI. Además,
ésta contaba con la aquiescencia de Armenia, Azerbaiján e incluso Moldavia. La
Comunidad acordaba un espacio económico común, una diplomacia coordinada
y un mando único defensivo y estratégico83.

El 21 de diciembre en Alma-Atá, capital de Kazajstán, los líderes de las 11


repúblicas firmaron los documentos que concertaron la Comunidad de Estados
Independientes. Yeltsin hubo de convencer a las otras repúblicas que poseían
armas nucleares (Ucrania, Bielorrusia y Kazajstán) que únicamente Rusia podía
suceder a la extinta superpotencia.

Cuatro días después de constituida la CEI, el 25 de diciembre, Mijaíl Gorbachov


dimitía a su cargo de presidente de la Unión de Repúblicas Socialistas
Soviéticas. En un discurso leído ante la televisión, Gorbachov declaraba: “…
pongo fin a mis funciones de presidente de la Unión Soviética” por causa de la
“situación que impera actualmente” en el país84. En su último mensaje
presidencial, manifestó también que sentía profundo descontento por la
disolución de la URSS y su transformación en la Comunidad de Estados
Independientes, pero que se comprometía a trabajar para su éxito. Además,
expuso una valoración del camino recorrido desde que en 1985 asumiera el
poder, manifestando el acierto y la “trascendencia histórica” de las reformas que
se emprendieron. Y recordó que ahora se vivía en un “mundo nuevo”:

“La Guerra Fría terminó. La carrera armamentista y la militarización negligente del país, que
distorsionaron nuestra economía, la conciencia social y la moralidad, se han detenido. La
amenaza de una guerra nuclear ha quedado descartada.”85

Treinta minutos después de pronunciada la dimisión del último gobernante de la


Unión Soviética, la bandera roja con la hoz y el martillo, símbolo patrio durante
74 años, era arriada de la cúpula del Kremlin. En su reemplazo se izaba la
bandera tricolor de Rusia que comenzó a ondear sobre el alto muro de piedra
roja en la fría noche del 25 de diciembre de 1991.

ACTIVIDADES SUGERIDAS

1. ¿Cuáles fueron las reformas económicas y políticas de la perestroika?


2. La perestroika: ¿reforma o revolución?
3. ¿Qué factores hicieron posible la disolución de la Unión Soviética?
4. Observe el documental “Los últimos días de la URSS”: https://youtube/TUhgDrXBVO
5. Consultar el artículo de Carlos Miranda, “El fin de la URSS: la glasnost y sus efectos”:
https://www.cepchile.cl/cep/site/artic/20160303/asocfile/20160303183914/rev48_mira
nda.pdf

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