2 Patrick Wolfe-Colonialismo de Colonos y Eliminación de Los Nativos (Traducción)

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Traducido por Stephanie Alvarado.

* Traducción como material de lectura para el curso “Pueblos Originarios y Colonialismos


Contemporáneos”, que dicta el profesor Héctor Nahuelpán en la carrera de Pedagogía en
Historia y Geografía de la Universidad de Los Lagos.

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Colonialismo de colonos y eliminación de los nativos
PATRICK WOLFE

La idea del genocidio está estrechamente ligada a los imperios coloniales. Así, como
la tierra es fuente de vida, o al menos, la tierra es necesaria para la vida, los conflictos por la
tierra, a menudo son conflictos por la vida. Sin embargo, esto no significa que el
colonialismo en si sea solo una forma de genocidio. En algunos asentamientos coloniales
(por ejemplo, en Fiji), la sociedad nativa pudo ser acogida por los invasores (aunque los
nativos apenas salieron con vida) y también se adaptaron al sistema socioeconómico
transformador que éstos introdujeron. Incluso en lugares donde hubo una expropiación
masiva como Australia o América del Norte, los casos de genocidio en asentamiento
coloniales se han manifestado de forma diferente a través del tiempo o el espacio. El título
nativo en Australia o la soberanía india en los EE.UU. pueden haber tenido un desenlace
negativo, pero difícilmente equiparable al impacto del homicidio fronterizo. Además, puede
haber genocidio en ausencia de colonialismo. El más conocido de todos los genocidios fue
dentro de Europa, mientras que los genocidios que se han perpetrado, por ejemplo, en
Armenia, Camboya, Rwanda o (y se teme) Darfur no parecen ser atribuibles al colonialismo.
En el presente artículo comenzaré a examinar, de manera comparativa, la relación entre el
genocidio y la tendencia de los colonizadores que yo denominare la lógica de la eliminación
1. Sostengo que, aunque ambos conceptos han coincidido (es decir, la lógica colonial de
eliminación se ha manifestado como genocidio) es necesario distinguirlos entre sí. El
colonialismo es inherentemente eliminatorio, pero no siempre genocida.
Tal como lo han hecho los europeos, tanto el genocidio como el colonialismo han
empleado la estructura organizativa de la raza. Las tradiciones xenófobas europeas como el
antisemitismo, islamofobia o negrofobia son considerablemente más antiguas que la raza, que,
como muchos antropólogos han demostrado, se consolidó discursivamente a finales del siglo
XVIII 2. Pero el mero hecho de que la raza sea una construcción social no es muy
explicativo. Como he señalado, los diferentes regímenes raciales codifican y reproducen las
relaciones desiguales en las que los europeos reaccionaron a las poblaciones en cuestión.
Por ejemplo, los indios y la población negra de los Estados Unidos han sido racializados de
maneras opuestas, lo que refleja su papel antitético en la formación de la sociedad
estadounidense. La esclavitud de los negros produjo una taxonomía supuestamente inclusiva,
que automáticamente esclavizaba a la descendencia de los esclavos, donde los niños de padre
negro y madre caucásica o de padre caucásico y madre negra, serán negros. En el despertar
de la esclavitud, esta taxonomía se racializó completamente en la "la regla de la gota de
sangre” o “regla de una gota". Así que toda persona con algún ancestro de ascendencia
africana es negra, sin importar cuán remoto o su apariencia fenotípica. Pero, para quienes no
tenían ascendencia india comprometía su "indigenismo", convirtiéndose en "mestizos", un
régimen que persiste en forma de leyes cuánticas de sangre indígena (quantum de sangre). A
diferencia de los pueblos esclavos, cuya reproducción aumentaba la riqueza de sus
propietarios, los indígenas obstruyen el acceso de los colonos a la tierra, por lo que su

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aumento era contraproducente. Así, esta restrictiva clasificación racial hacia los indios
fomenta directamente la lógica de la eliminación. Entonces, no podemos decir que el
colonialismo o genocidio se han dirigido a una raza en particular, ya que una raza no se puede
dar por hecho, porque fue la determinación por los objetivos de otros 3. Los negros fueron
racializados como esclavos, la esclavitud fue compuesta por sucolor de piel. En
consecuencia, los indígenas norteamericanos no fueron asesinados, expulsados, romantizados,
asimilados, cercados, criados como blancos y eliminados por ser los propietarios originales de
la tierra, sino por ser los indios. Roger Smith no captó este punto al tratar de dilucidar si las
víctimas fueron asesinadas por el lugar en que se encuentran o por lo que eran 4. En lo que
respecta a los pueblos indígenas, donde están es lo que son y no solos por su cuenta. Como
ha señalado Deborah Bird Rose, para interponerse en el camino de la colonización, todo lo
que el nativo tiene que hacer es quedarse en casa 5. Independientemente de lo que digan los
colonos, y en general tienen mucho que decir, el motivo principal de la eliminación no es la
raza (o la religión, la etnia, el grado de civilización, etc.) sino el acceso al territorio. La
territorialidad es un elemento específico e irreductible del colonialismo. La lógica de la
eliminación no sólo se refiere a crear una instancia arbitral para liquidar a los pueblos
indígenas, aunque de igual manera incluye eso. Al igual que en el genocidio, tal como lo
caracterizó Raphae¨l Lemkin 6, el colonialismo tiene dimensiones tanto negativas como
positivas. De forma negativa, se esfuerza por la disolución de las sociedades nativas, y
ciertamente, crea una nueva sociedad colonial sobre la base de las tierras expropiadas. Como
suelo decir, los colonizadores vienen para quedarse, la invasión es solo la estructura, no un
evento. En su aspecto positivo, la eliminación es un principio organizador de la sociedad
colonial más que un hecho aislado (y reemplazado). Los resultados positivos de la lógica de
la eliminación pueden incluir el mestizaje oficialmente alentado, la descomposición del título
nativo en derechos de propiedad individual alienables, como, por ejemplo, de propiedad
individual, ciudadanía nativa, secuestro de niños, conversión religiosa, reinserción social en
instituciones integrales como misiones o internados, y toda una gama de asimilaciones
bioculturales afines. Todas estas estrategias, incluido el asesinato en la frontera, son
características del colonialismo, y algunas de ellas son más controvertidas que otras en los
estudios sobre el genocidio. Los asentamientos coloniales destruyen para reemplazar, como
Theodor Herzl, padre fundador del sionismo, observó en su manifiesto/novela alegórica, "Si
quiero levantar un edificio nuevo en lugar de uno viejo, tengo primero que demoler y después
construir. "8 En una especie de comprensión que tuvo lugar medio siglo después, el antiguo
teniente de alcalde de Jerusalén Occidental Meron Benvenisti recordó: "Como miembro de un
movimiento juvenil pionero, yo mismo 'hice florecer el desierto' arrancando los antiguos
olivos de al-Bassa para despejar el terreno para un platanar, como exigen los principios de
'agricultura planificada' de mi kibutz, en Rosh Haniqra. "9 El cambio de nombre es
fundamental para el borrar y reemplazar el catastro de la presencia árabe palestina que
Benvenisti relata de manera emotiva 10. En comparación, aunque con respecto a Australia,
Tony Birch profundiza en el proceso opuesto, (restaurar el nombre aborigen original) los
grampianos antes eran conocidas como ”Gariwerd”, en una de las lenguas aborígenes
australianas, pero el ministro de turismo de Australia tomó la decisión sin consultar a los
residentes blancos, que trataron de frustrar el “nuevo” nombre de Gariwerd (del término
derivativo), nombre que se había decidido para esas montañas a raíz del despojo forzado de

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sus propietarios originales en el siglo XIX, después de dos años de consultas, fue renombrada
como "Cordillera de los montes Grampianos" 11. Sin embargo, ideológicamente hay una
gran diferencia entre los casos australiano e israelí. La idea de que las autoridades israelíes
cambien los topónimos hebreos, según ha descrito Benvenisti es casi inimaginable para sus
contrapartes árabes. En Australia, por el contrario (como en muchas otras sociedades de
colonos), la anulación de lo indígena entra en conflicto con la afirmación del nacionalismo de
los colonos. Por una parte, la sociedad de colonos exigía la eliminación práctica de los
nativos para establecerse en su territorio. Por otra parte, en el plano simbólico la sociedad
de colonos procuró posteriormente recuperar la identidad indígena para expresar su diferencia
(y, por consiguiente, su independencia) con respecto a la madre patria. Por ello no es
sorprendente que un gobierno estatal australiano progresista desee atribuir un aura indígena a
un rasgo geográfico que llevaba el nombre reciclado de una cadena montañosa de Escocia,
Reino Unido. Los edificios públicos australianos y el simbolismo oficial, junto con las
aerolíneas nacionales, la industria cinematográfica, los equipos deportivos y otros similares se
distinguen por el ostentoso préstamo de motivos aborígenes. Por motivos nacionalistas, es
difícil ver una alternativa a esta reapropiación contradictoria considerando que los aborígenes
fueron repudiados desde un principio. La justificación ideológica para el despojo de los
aborígenes era que "nosotros" podíamos usar la tierra mejor que ellos, no que hubiéramos
estado en la tierra originalmente y simplemente volviéramos a casa. Uno no puede imaginar
que el Al-Quds (la ciudad vieja de Jerusalén) de Kfar Sha'ul sea rebautizado como Deir Yasin.
Sin embargo, a pesar de esta importante diferencia ideológica, el sionismo sigue delatando
una necesidad de distanciarse de sus orígenes europeos lo que recuerda las inquietudes de los
colonos que caracterizan el discurso nacionalista australiano. El yiddish (ídish), por
ejemplo, fue rechazado rotundamente a favor de los hebreos, un hebreo infligido, además, por
los acentos de los mizrachim yemenitas. Del mismo modo, como ha señalado Mark LeVine,
aunque la modernización sionista de la ciudad árabe de Jaffa estaba destinada a tener una
cierta especificidad en cuanto al lugar, "de hecho, Jaffa ha tenido que ser vaciada de su pasado
árabe y de sus habitantes árabes para que los arquitectos puedan volver a ver la región como
una 'ciudad típica del Oriente Medio'"12. Por lo tanto, en su aspecto positivo, el
colonialismo no reemplaza simplemente a la sociedad nativa tout court (en absoluto). Más
bien, el proceso de reemplazo mantiene la huella refractaria de la contrademanda nativa.
Este fenómeno no se limita al ámbito del simbolismo, por ejemplo, como ha demostrado
convincentemente Gershon Shafir, en el caso sionista, la doctrina fundamental es la conquista
del trabajo, que produjo los kibbutzim y el Histadrut, instituciones centrales del Estado israelí,
que surgieron de la confrontación local con los palestinos árabes de una forma
fundamentalmente diferente de la prístina doctrina de la productivización que se había
acuñado originalmente en Europa. El concepto de productivización se elaboró en respuesta
al autodesprecio que las exclusiones discriminatorias que la industria productiva fomentaba en
la población judía de Europa del Este (en este sentido, como indica categóricamente Shafir, el
sionismo reflejaba los perseguidores del antisemitismo 13). En su formulación europea, la
productivización no tenía por objeto privar de poder a nadie más. Más bien estaba diseñada,
por así decirlo, para inculcar la autosuficiencia productiva en una población judíoa que había
sido relegada a ocupaciones urbanas (principalmente financieras) y que fueron estigmatizadas
como parasitarias por la población Gentil circundante (un prejuicio que respaldaron aquellos

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que buscaban construir el "nuevo judío" en la medida en que se resistían a su internalización).
Sin embargo, al importarse a Palestina, la doctrina se convirtió en un instrumento de conflicto
étnico, ya que se disuadió activamente a las industrias judías de emplear mano de obra no
judía, a pesar de que los árabes trabajaban por salarios más bajos y, en muchos casos, de
forma más eficiente:
La "mano de obra hebrea", o "conquista de la mano de obra"... nació de las
circunstancias palestinas, y abogó por una lucha contra los trabajadores árabes palestinos. Esta
diferencia fundamental demuestra la confusión creada al referirse a la "mano de obra hebrea" como
el movimiento de productivización y al describirla anacrónicamente como una evolución en línea
directa desde los orígenes de Europa del Este 14.

Como se desarrolló en los asentamientos coloniales, la conquista de la mano de obra


subordinada vino como anillo al dedo para la eficiencia económica y las exigencias de la
construcción de un proto-nacionalista y autosuficiente Yishuv (comunidad judía en Palestina)
a expensas de la comunidad árabe de los alrededores. Esta lucha localizada creó al nuevo
judío sujeto al trabajo que el mismo conquistó. En palabras del arquitecto sionista Julius
Posner, retomando una canción popular, "Hemos venido a la patria para construir y ser
reconstruidos en ella... en la creación del nuevo judío... [es también] el creador de ese judío.
"15 Como tal, la conquista del trabajo fue fundamental tanto para el desarrollo de la
imagen institucional de una zona goyim-rein (sin gentiles) como para la continua
estigmatización de los judíos que permanecían sin ser redimidos en la galut (diáspora). La
fuerza positiva que animaba a la nación judía y a sus nuevos súbditos judíos, provenía del
proceso negativo de excluir a los propietarios indígenas de Palestina.

En resumen, la eliminación se refiere a algo más que a la liquidación de los pueblos


indígenas, aunque también los incluye. En su aspecto positivo, la lógica de la eliminación
marca un retorno por el cual el nativo reprimido continúa siendo la parte estructural de la
sociedad colonizadora. Es tanto una formación social compleja como una continuidad en el
tiempo, que denomino la “estructura de la sociedad colonial”, que es más que un suceso, y es
sobre esta base que consideraré su relación con el genocidio.

***
Para empezar, los soberanos europeos que reclamaban los territorios de los habitantes
no cristianos (o, en versiones secularizadas posteriores, incivilizados) o los habitantes del
resto del mundo, la justificaban que esta proclamación se basaba en una controvertida arena
de controversia académica que había sido impulsada por la conquista europea en América y
que se denomina erróneamente en singular, como la doctrina del descubrimiento 16.
Aunque una disminución completa de los derechos de los nativos era axiomática para el
descubrimiento, el discurso se dirigía principalmente a las relaciones entre los soberanos
europeos más que a las relaciones entre europeos y nativos 17. Se diseñaron fórmulas
teóricas competitivas a modo de frenar las interminables guerras por las reivindicaciones de
territorio colonial, que los soberanos europeos eran propensos a permitir. Los derechos
concedidos a los nativos tendían a reflejar el desequilibrio entre las potencias europeas en
cualquier teatro de asentamiento colonial. En Australia, por ejemplo, donde el dominio
británico no fue desafiado por otras potencias europeas, los aborígenes no tenían derechos
sobre su territorio, lo que en la cultura de los colonos se interpretaba como la variable

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informal del concepto terra nullius (tierra de nadie). En cambio, en América del Norte, los
tratados entre las naciones indias y europeas se basaban en una soberanía que reflejaba la
capacidad de los indios de permutar y hacer acuerdos en las redes de locales y de manera
generalizada con sus contrapartes españolas, británicas, francesas, holandesas, suecas y rusas
18. Sin embargo, incluso cuando se reconocía la soberanía nativa, el dominio definitivo
sobre el territorio en cuestión recaía en el soberano europeo en nombre de quien se había
"descubierto". Entre toda la diversidad de los teóricos del descubrimiento, un tema
recurrente era esclarecer la distinción entre el dominio, heredado sólo los soberanos europeos,
y el derecho de ocupación de los nativos, expresado también en términos de posesión o
usufructo, que daba derecho a los nativos a un uso pragmático (entendido como la caza y la
recolección más que la agricultura) 19 en un territorio que los europeos habían descubierto.
La distinción entre dominio y ocupación aclara la dependencia del sistema de asentamientos
coloniales con respecto a la eliminación de las sociedades nativas.
Al ser el primer europeo en visitar y reclamar correctamente un territorio
determinado, un descubridor adquiere el derecho, en nombre de su soberano y frente a otros
europeos que vinieran después de él, de comprar tierras a los nativos. Este derecho, conocido
como prelación, dio al poder descubridor (o, en el caso de los Estados Unidos, a sus
sucesores) de formar un monopolio sobre las transacciones de tierras con los nativos, a
quienes se les impidió vender sus tierras a cualquier otra potencia europea. A primera vista,
esto parecería representar una pequeña amenaza para la gente que no deseaba traspasar sus
tierras a nadie. De hecho, esta apariencia de voluntarismo nativo ha dado lugar a una cierta
magnanimidad judicial, limitada con respecto a la soberanía india 20. Sin embargo, en la
práctica, el corolario no es aplicado. La prioridad de los europeos era sancionar el derecho a
la preferencia, pero no la libertad de elección de los indígenas. Como observó Harvey
Rosenthal sobre la expansión del concepto en el entorno constitucional de los Estados Unidos,
"El derecho americano a comprar siempre ha desbancado el derecho indio a no vender "21.
Los mecanismos que aseguran esta prioridad son cruciales. ¿Por qué las naciones
evidentemente soberanas, que residen en un territorio que les está solemnemente garantizado
por tratados, deciden que, después de todo, están dispuestas a renunciar a sus patrias
ancestrales? La mayoría de las veces (y casi siempre desde la guerra con los indios de las
llanuras, que inicio hasta después de la guerra civil), el organismo que redujo a los pueblos
indios a esta abyección no fue algún instrumento estatal sino invasores irregulares y
codiciosos que no tenían intención de ceder ante los formalismos de la ley federal que
impedían su acceso a las riquezas disponibles en, bajo y sobre el suelo indio 22. Si bien el
gobierno se mantuvo teóricamente al margen de estos procedimientos de dudosa reputación,
nunca estuvo muy alejado. Consideremos, por ejemplo, la complicidad entre las tropas con
bayonetas y la "chusma sin ley" en los acontecimientos que precedieron inmediatamente al
catastrófico “Sendero de lágrimas", nombre que recibió la emigración forzosa de los
cheroquis orientales por imposición de los estadounidenses, una de las muchas expulsiones
comparables de la década de 1830 en la que los indios del sudeste fueron desterrados al oeste
del Misisipí para dar paso al desarrollo de la economía esclavista de plantaciones en el Sur
profundo:

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Familias enteras fueron sorprendidas durante la cena por el repentino sonido de las
bayonetas, fueron sacados a punta de pistola de sus casas para ser conducidos a golpes y maldiciones a
lo largo de un camino de varios kilómetros, hasta una empalizada [donde fueron retenidos antes de la
expulsión]. En muchos casos, al dar una última mirada al cruzar las montañas, pudieron ver sus
casas en llamas, sentían los disparos de la chusma sin ley que seguía a los soldados para saquearlas.
Tan entusiasmados estaban estos saqueadores que en algunos casos ahuyentaron el ganado y otros
animales de los indios incluso antes de que los soldados hubieran dado la orden de saqueo. Los
mismos hombres que buscaban desesperadamente las tumbas indias para robar los colgantes de plata y
otros objetos de valor que se depositaban con los muertos. Un voluntario de Georgia, que después fue
coronel del servicio confederado, dijo: "Luché durante la guerra civil y vi hombres despedazados y
masacrados por miles, pero la eliminación de los cheroquis fue el trabajo más cruel que he conocido"
23.

Basados solo en este pasaje, podemos decir que la complejidad estructural del
colonialismo podría llenar bibliotecas con más historias de este tipo. Un episodio de frenesí
por la tierra nativa se refleja en el hecho de que, como inmigrantes centrados en lo
económico, la “chusma” fue generalmente proveniente de las filas de los sin tierra de Europa.
El ganado y otros animales no sólo eran expulsados de las tierras de los cheroquis, sino que
también se les convertía en propiedad privada. Una vez evacuados, la tierra de los pieles
rojas se une con la mano de obra negra para producir algodón, el oro blanco del Sur profundo.
Con este fin, el comercio internacional de esclavos y los altos mandos del aparato estatal
oficial convergieron a través de los tres continentes con el saqueo desordenado de una horda
nómada que podía o no ser "ilegal" pero que era categóricamente blanca. Además de su
indiscriminada lujuria por extraer cualquier objeto de valor de la tierra natal de los cheroquis,
es poco probable que estos ladrones de tumbas racializados se conformaran solo con los
colgantes. La floreciente ciencia de la craneología posterior al siglo XVIII, proporcionó
una validación distintiva a su pretensión de superioridad racial que supuestamente les
otorgaba derechos sobre las tierras de otros pueblos, y bajo el mismo poder convirtió a los
cráneos de los cheroquis en una mercancía demasiado buena como para ser ignorada 24. En
su interminable multidimensionalidad, no hubo nada nuevo en esta lamentable eliminación,
donde todos los elementos de la modernidad estuvieron presentes.
Más que algo aparte o contrario al estado colonial, las actividades asesinas de la
chusma fronteriza constituyeron el principal medio de expansión colonial. Éstas se han
producido "detrás de la frontera, y de manera clandestina tras un manto de polvo, pero una
vez despejado el polvo, los actos irregulares que tuvieron lugar se habían regularizado y los
límites del asentamiento de los blancos ampliado". Es característico que los oficiales
expresan su pesar por la ilegalidad de este proceso, mientras se resignan a su carácter
inevitable "25. A la luz de esta situación, estamos en posición de entender más claramente
la pragmática de la doctrina del descubrimiento. Entendida como una reivindicación del
derecho indígena, la distinción entre dominio y ocupación se desvanece en la incoherencia.
Sin embargo, si la entendemos como un proceso, como una etapa de la formación del Estado
colonial (concretamente, la etapa que vincula la teoría y la concreción de la adquisición
territorial), la distinción es bastante lógica. Como se ha observado, la prelación establecía
que los nativos podían traspasar su derecho de ocupación al soberano descubridor y a nadie
más. No podían transferir el dominio porque no les correspondía a ellos transferirlo, el que
heredaba era el soberano europeo y lo habían hecho así desde el momento del descubrimiento.

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El dominio sin conquista constituye la etapa teórica (o "incipiente") de la soberanía territorial
26. En palabras del presidente del Tribunal Supremo de los Estados Unidos John Marshall,
el título quedaba "consumado por la posesión" 27. Esta delicada expresión "consumación"
es precisamente lo que la chusma estaba logrando en la que fuese la capital de la nación
cheroqui, Nueva Echota en 1838. En otras palabras, el derecho de ocupación no era parte
de los derechos de los nativos. Era más bien un reconocimiento práctico de la intermisión
letal que se producía entre la presunción de descubrimiento (cuando los navegantes
proclamaron el dominio europeo sobre continentes enteros hasta los árboles o las playas
desiertas) y la realización práctica de esa presunción en el aseguramiento final del
asentamiento europeo, consumado formalmente en la extinción del título nativo. Así que,
no es inusual que el título nativo (título ancestral) apenas se haya tomado en cuenta en el
sistema judicial australiano, más que por el juez Olney que ahondaba de la fórmula de
Marshall, siendo la determinación de Olney en 1998 que dictaminó que la "marea de la
historia" no había “arrastrado” ningún reconocimiento real de las leyes tradicionales, lo que
sirvió de pretexto para su famoso fallo en el caso Yorta Yorta 28. Como se ha observado, la
lógica de la eliminación continúa en el presente.
El curso de la historia canoniza el fait accompli (los hechos consumados), tomando en
cuenta las sutilezas diplomáticas de la ley en las naciones de rapiña inconformista de los
ocupantes ilegales, dentro de un proyecto cohesivo que implica a los individuos y al estado
nacional, incluyendo a los funcionarios y a las autoridades oficiales y no oficiales por igual.
Hoy en día, sobre la Green Line de Israel (Línea fronteriza), Ammana, la guardia del avance
de los asentamientos del "movimiento fundamentalista Gush Emunim", se apresura en
desarrollar los asentamientos sobre este terreno. En este sentido, los colonos mantienen una
estrategia sionista de eficacia comprobada, en la campaña israelí de 1949 para apoderarse del
Néguev antes de que el inminente armisticio fuera llamado en código como Uvda, que en
hebreo significa "hecho "29. Mientras Bernard Avishai se lamentaba del país que había
decidido defender, "después de 1967, los asentamientos coloniales se establecieron con
bastante facilidad en los territorios más allá de la Green Line, gracias a las instituciones
sionistas que la construyeron y las leyes que la impulsaron...y que habían estado funcionando
a toda máquina, pero solo dentro de la frontera hasta 1967". Centrarse meramente en los
colonos de la Ribera Occidental siempre fue la duda" 30. En resumen, los asentamientos
coloniales son proyectos inclusivos y centrados en la tierra que coordinan una amplia gama de
organismos, desde el centro de la ciudad hasta el campamento fronterizo, con miras a eliminar
las sociedades indígenas. Sus operaciones no dependen de la presencia o ausencia de
instituciones o funcionarios estatales oficiales. Por consiguiente, para comenzar a avanzar
hacia la cuestión del genocidio, las ocasiones o la medida en que el colonialismo conduce al
genocidio no son una cuestión de la presencia o ausencia del aparato formal del Estado.
***

Como sostiene Isabel Hull, es evidente que el ritmo, la escala y la intensidad de ciertas
formas de genocidio moderno requieren la capacidad tecnológica, logística y administrativa
concentrada en el Estado moderno 31, ello no significa que el discurso de los colonos deba
considerarse como pre moderno (o menos que moderno). Más bien, como han sostenido

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una serie de pensadores (incluyendo, en este caso, a W. E. B. Dubois, Hannah Arendt y Aime'
Ce'saire), algunos de los rasgos fundamentales de la modernidad se iniciaron en las colonias
32. Es comúnmente aceptado que el Holocausto reunió a los componentes instrumentales,
tecnológicos y burocráticos que constituyen la modernidad occidental. Por consiguiente, a
pesar del esfuerzo historiográfico que ha sido dedicado al Holocausto, el campo genealógico
disponible para el historiador sigue siendo prácticamente inagotable. Por eso recientemente se
nos ha informado de que sus componentes históricos incluían la guillotina y para el
procesamiento de cuerpos humanos a escala industrial, o prácticas de los mataderos de
Chicago 33. Sin embargo, la imagen impasible, tecnócrata y genocida que el Holocausto
engendró es solo una parte de la historia. Más bien, como han señalado Dieter Pohl, Ju¨rgen
Zimmerer y otros, un número considerable de las víctimas de los nazis, incluidos los judíos y
gitanos (sinti y rom), no fueron asesinados en los campos, sino en enfermizas juergas que
terminaban en disparos, cuya naturaleza se parecía más al comportamiento español del siglo
XVI en América que al Fordismo. Mientras que a millones de civiles, eslavos y soldados
soviéticos simplemente se les mataba de hambre en circunstancias que bien podrían haber
desencadenado recuerdos dolorosos de los bengalíes de finales del siglo XVIII o de los
irlandeses de mediados del siglo XIX 34. Esto no implica una división del Holocausto en,
digamos, elementos modernos y atávicos. Es para enfatizar la modernidad del colonialismo.

Los asentamientos coloniales fueron la base de la modernidad. Las interminables


solicitudes de protección estatal de las personas de la frontera no sólo presuponen una
coincidencia entre los reinos privados y oficiales. En la mayoría de los casos (Queensland
era una excepción parcial), que también presupone una cadena de mando global que unía
hasta las fronteras coloniales más remotas con la metrópoli 35. Detrás de todo ello se
encontraba el motor que impulsaba las fuerzas del mercado internacional, que vinculaba la
producción de lana australiana con las fábricas de Yorkshire y complementariamente, con el
algodón producido bajo diferentes condiciones coloniales en la India, Egipto y los estados
esclavistas del Sur Profundo. Como observó Cole Harris en relación con el despojo de los
indios en la Columbia Británica, "Si combinas la afición por el capital junto al acceso
ilimitado a la tierra y su utilidad como medio de sustento para los colonos, se pone en
evidencia el principal impulsor del colonialismo". La Revolución Industrial, que figura
engañosamente en la conciencia popular como un fenómeno urbano autóctono, requería tierra
y mano de obra coloniales para producir sus materias primas tan centralmente como requería
fábricas centralizadas y un proletariado industrial para trabajarlas, por lo que las colonias
volvían a ser necesarias como mercado. El aborigen expropiado, el afroamericano esclavo o
el asiático contratado es tan moderno como el obrero de la fábrica, el burócrata o flaˆneur del
centro metropolitano. El hecho de que el esclavo haya estado encadenado o no lo convierte
en medieval. Del mismo modo, el hecho de que los Hutus genocidas de Ruanda emplearan
sus propias herramientas agrícolas para asesinar en masa a sus vecinos Tutsi, no justifica la
suposición racista de que, dado que no participaron ni los europeos ni la tecnología más
reciente, solo se trató de un original derramamiento de sangre (léase "salvajismo"). Rwanda
y Burundi son creaciones coloniales, no sólo en lo que respecta al factor obvio de sus
fronteras geográficas, sino, más íntimamente, en las mismas fronteras raciales que marcaron y
reprodujeron una división entre Hutu y Tutsi. Como ha observado Robert Melson en su

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aguda y detallada sinopsis, "El genocidio de Rwanda fue el producto de un Estado
poscolonial, una ideología racista, una revolución que reivindicaba la legitimación
democrática y la guerra), todas ellas manifestaciones del mundo moderno "37. La
racialización mutua entre los grupos Hutu y Tutsi en que se basó en esta ideología
"poscolonial" fue en sí misma un artificio del colonialismo. En el clásico estilo
Foucaultiano, los señores alemanes y especialmente los belgas que prevalecieron en la
moderna Rwanda habían impuesto una red racial al complejo orden social nativo, cooperando
con la aristocracia pastoril tutsi como una élite compradora que facilitó la explotación de los
agricultores hutus y de los tutsis de menor rango. Esta diferencia racial fue elaborada "por
administradores y antropólogos belgas que sostenían (lo que se conoció como la 'Hipótesis
Hamitic') afirmando que los Tutsi eran conquistadores originarios de Etiopía (¡y más cercanos
a Europa!) y que los Hutu eran la tribu inferior conquistada de procedencia local "38. A la
sombra de los francos y los galos, en su enseñanza del discurso racial, los ruandeses eran
íntegramente modernos. Incluso los golpes de azadón con que algunos hutus asesinaron a sus
compatriotas tutsis simbolizaban la agricultura, que no sólo simbolizaba la diferencia con sus
víctimas. Sino que también eran sus instrumentos de participación en el mercado mundial.
***

Sin embargo, la modernización por sí misma, no explica la insaciable necesidad por parte
de los colonos de tener siempre más tierras. La respuesta que surge más fácilmente es que
son necesarias para la agricultura, aunque no es la única razón. Toda la gama de sectores
primarios puede motivar este plan, por lo tanto, además de la agricultura, debemos pensar en
las forestales, la pesca, el pastoreo y la minería (la gota que colmó el vaso para los cheroquis
fue el descubrimiento de oro en sus tierras). Sin embargo, con excepción de la agricultura
(y, para algunos pueblos, el pastoreo), ninguna de ellas era suficiente por sí sola. No se
puede comer madera ni oro, pero la pesca para el mercado mundial requiere fábricas de
enlatados. Además, tarde o temprano, los mineros se desplazan, mientras que los bosques y
los peces se agotan o necesitan ser cultivados. La agricultura no sólo apoya a los demás
sectores, además es inherentemente sedentaria y, por lo tanto, permanente. A diferencia de
las industrias extractivas, que se basan en lo que simplemente está ahí, la agricultura es un
cálculo racional de medios y fines que está orientado a avalar su propia reproducción,
generando un capital que se proyecta hacia un futuro en el que se repite (de ahí el temor del
agricultor a verse reducido a comer reservas de semillas). Además, como John Locke no se
cansó de señalar, la agricultura sustenta una población más numerosa que los modos de
producción no sedentarios 39. En términos coloniales, esto permite que la población se
expanda por medio de la continua inmigración a expensas de las tierras nativas y el sustento.
Las desigualdades, contradicciones y pogromos de la sociedad en el área urbana aseguran un
suministro constante de nuevos inmigrantes, especialmente, como se ha señalado, entre ellos
los sin tierra. De esta manera, las motivaciones individuales encajan con el imperativo de
expansión del mercado mundial. A través de su incesante expansión, la agricultura
(incluyendo, para este propósito, el pastoreo comercial) se nutre progresivamente del territorio
indígena, una acumulación primitiva que convierte la flora y la fauna nativas en un recurso
cada vez más escaso y restringe la recuperación de los modos de producción indígenas. En
este escenario, los pueblos indígenas tienen dos opciones, o se vuelven dependientes de la

395
economía introducida o se ven obligados a recurrir a las emboscadas para obtener caballos o
ganado, y que daban la excusa perfecta a los escuadrones de la muerte coloniales.

Nada de esto indica que los pueblos indígenas no hayan sido por definición, agricultores.
Pero, independientemente de que hayan practicado o no la agricultura (como en el caso de los
indios que enseñaron a los blancos a cultivar maíz y tabaco), los nativos eran típicamente
representados como inestables, nómadas, desarraigados, etc., en el discurso de los colonos.
Además de su centralidad económica objetiva, la agricultura, con su conexión vital con la
tierra, es un potente símbolo de la identidad de los asentamientos coloniales. En
consecuencia, el discurso de los colonos es sumamente reacio en cuanto a las inconsistencias
flagrantes, tal como el hecho de que los nativos eran sedentarios o que los mismos colonos
provienen de otro lugar. Así pues, es importante que el judío feminizado y orientado a las
finanzas (o errante) del antisemitismo europeo debería imponer una identidad agrícola
agresivamente masculina en Palestina 40. El otro formador del ¨nuevo judío¨ era el
beduino nómada más que el granjero fellahee, la recriminación del nomadismo hace que el
nativo sea removible. Además, si los nativos ya no son nómadas, el reproche puede
convertirse en una profecía autocumplida a través de la quema de maíz o arrancando los
árboles frutales. Pero si los nativos ya son agricultores, entonces ¿por qué no simplemente
incorporan su productividad a la economía colonial? En este punto, comenzamos a acercarnos
a la cuestión de quién es (o más bien, quiénes son) o quienes son los individuos que el
colonialismo se esfuerza por eliminar y, en consecuencia, a comprender mejor la relación
entre los colonos y el genocidio. En lo que respecta a la eliminación de los cheroquis, el
factor que más antagoniza al gobierno del estado de Georgia (con el apoyo, al menos tácito,
de la administración federal de Andrew Jackson) no fue en realidad el salvajismo recalcitrante
del que se acusaba habitualmente a los indios, sino la innegable aptitud de los cheroquis para
la civilización. De hecho, ellos y sus vecinos de Creek, Choctaw, Chickasaw y Seminole,
que también fueron víctimas de la eliminación, figuraban de manera reveladora como las
"Cinco Tribus Civilizadas" en la jerga euroamericana. En el caso de los cheroquis, dos
dimensiones de su civismo eran particularmente destacadas. Se habían convertido en
exitosos agricultores según el modelo de los blancos, y varios de ellos poseían importantes
propiedades de esclavos negros, y habían introducido una constitución nacional escrita que
tenía un parecido más que evidente con la de los Estados Unidos 41. ¿Por qué los
georgianos gentiles desearían deshacerse de tan hábiles vecinos? La razón por la cual la
constitución de los cheroquis y sus proezas agrícolas llamaron mucho la atención y se
consideró una provocación a los funcionarios y legisladores del estado de Georgia (y esto se
atestigua una y otra vez en sus declaraciones públicas y su correspondencia) es que las
granjas, plantaciones, esclavos y la constitución escrita de los cheroquis significaban
permanencia 42. Lo primero que hizo la chusma, recordemos, fue quemar sus casas.
Aunque las expulsiones de las cinco tribus civilizadas fueron generalmente brutales y
asesinas, no afectaron a cada miembro por igual. Esto no era simplemente una cuestión de
riqueza o estatus. El principal jefe Cherokee, John Ross, por ejemplo, no sólo perdió su
plantación después de emprender el Sendero de las Lágrimas, en el camino un día
fatídicamente frío en Little Rock, Arkansas, (1839) también perdió a su esposa, Qatie, que
murió después de darle su manta a un niño congelado 43. La fortuna de Ross difería

396
enormemente de la del jefe principal de Choctaw, Greenwood LeFlore, quien, a diferencia de
Ross, había firmado un tratado de expulsión en nombre de su pueblo, sólo para quedarse atrás,
aceptar la ciudadanía estadounidense y comenzar una distinguida carrera en la política de
Misisipí 44. Pero no fue sólo su rango de jefe lo que permitió a LeFlore quedarse atrás.
De hecho, de ninguna manera fue el único, como ha comentado Ronald Satz, Andrew Jackson
fue tomado por sorpresa cuando "miles de choctaws decidieron aprovechar las disposiciones
de adjudicación [en el tratado que LeFlore había firmado] y se convirtieron en colonos y
ciudadanos estadounidenses en Mississippi" 45. Además de ser jefes principales, Ross y
LeFlore tenían padres blancos y piel clara, ambos eran ricos, educados y bien situados en la
sociedad euro americana. Muchos de los miles de compatriotas que se quedaron con LeFlore
no tenían ninguna de estas calificaciones. No había nada especial en los Choctaw para
hacerlos particularmente agradables para la sociedad blanca (la mayoría de ellos fueron
enviados a una migración forzada como Ross y los Cheroqui), la razón por la que los Choctaw
restantes eran aceptables no tenía nada que ver con que fueran Choctaw. Por el contrario,
tenía que ver con que no eran Choctaw (o, al menos, ya no lo eran), se habían convertido en
"granjeros y ciudadanos americanos". En una palabra, habían pasado a ser "individuos".
La principal diferencia entre Ross, y los Choctaw eliminados y era que unos optaron
permanecer en la “colectividad” y los otros a separarse de su tribu 46. Las tierras tribales
eran propiedad de las tribus, pero la tribu y la propiedad privada no se mezclaban, así que los
indios representaban la amenaza comunista original. En cambio, como colonos, los
Choctaw que se quedaron se convirtieron en propietarios individuales, cada uno dueño de su
propia parcela, que fueron asignados al repartir lo que antes había sido el patrimonio de la
tribu, y listas para ser vendidas a los blancos si así lo deseaban. Sin embargo, sin la tribu,
ante todos los efectos prácticos ya no eran indios (esta es la parte de la ciudadanía). Aquí, en
esencia, hubo asimilación a través de un trato Faustiano, bajo el cual podían quedarse en
nuestro mundo de colonos, pero a cambio de perder su alma indígena. Sin duda alguna, esta
es una especie de muerte, los asimilacionistas lo reconocieron claramente. A primera
vista, no se podría esperar que existiera algo en común entre el fundador del internado
Carlisle para jóvenes indios y el líder del grupo filantrópico "Amigos del Indio" Capitán
Richard Pratt y el azote de las llanuras y autor del lema inmortal, "El único indio bueno es un
indio muerto" el General Phil Sheridan. Sin embargo, dado el entrenamiento en
individualismo que Pratt proporcionó en su escuela, la tribu iba a desaparecer mientras sus
miembros se quedarían, una variante metafísica en el escenario Choctaw. Esto ofrecería
una solución a la inquietud de los reformistas por el descrédito nacional que se le atribuye al
Indio Desaparecido. En un documento para la Conferencia de Caridad y Corrección de 1892
celebrada en Denver, en que Pratt apoyó explícitamente el lema de Sheridan, "pero sólo en
esto: que todo el indio que hay en la competencia debería estar muerto". Maten al indio que
hay en él y salven al hombre" 47.
***

¿Pero qué tipo de muerte implica la asimilación? El término "homicidio", por ejemplo,
combina en su significado los conceptos de la muerte y de la humanidad. Por lo que
podemos inferir, que cuando se trata de matar a un individuo humano, el único resultado que

397
se finalizo su carrera somática. Sin embargo, cuando Orestes fue acusado ante las Furias por
el asesinato de su madre Clytemnestra, a quien había matado para vengar el asesinato de su
padre Agamenón, fue absuelto sobre la base de que, en una sociedad de línea de pensamiento
patriarcal, el cargo de matricidio no pudo sostenerse ya que pertenecía a su padre en lugar de
a su madre. Ahora bien, sin tomar esta leyenda demasiado en serio (como se supone que las
leyendas están destinadas a ser), sin duda ilustra un punto importante. El hecho de que
Oresteshaya salido triunfante ante la acusación no significaba que no hubiera matado a
Clytemnestra. Significaba que había sido llevado ante el tribunal equivocado (las Furias se
ocupaban de asuntos intrafamiliares que no podían ser resueltos por el mecanismo de la
disputa). Así, Orestes puede no haber sido culpable de matricidio, pero eso no significaba
que fuera inocente. Significaba que podía ser culpable de alguna otra forma de asesinato
ilegal, uno que podía resolverse mediante la enemistad de sangre u otra sanción apropiada (en
la que su petición) de venganza obligatoria podía o no tener éxito. Al igual que en los
idiomas en los que un verbo se flexiona por su objeto, la índole de una matanza justiciable
depende de su víctima. Hay diferencias aparentemente absolutas entre, por ejemplo, el
suicidio, el insecticidio y el infanticidio. La etimología de "genocidio" combina los sentidos
de matanza y de agrupación, "Grupo" es más que una designación puramente numérica.
Genos se refiere a un grupo denominado con una pertenencia que persiste a través del tiempo
(Raphae¨l Lemkin lo tradujo como "tribu"), no se trata simplemente de una colectividad
aleatoria (como, por ejemplo, los pasajeros de un autobús). Por consiguiente, con respecto a
Robert Gellately y Ben Kiernan (tanto en lo que se refiere al subtítulo de su excelente
colección como a su referencia, en este contexto, a los atentados del 11 de septiembre), la
caída de Las torres gemelas es un ejemplo de asesinato en masa, pero no, en mi opinión, de
genocidio. Ciertamente, la mayor parte de las víctimas eran ciudadanos estadounidenses.
Sin embargo, en comparación al total, no sólo fue una parte infinitesimal del grupo
"americanos" (lo que, estrictamente, no es una consideración), sino que fue un hecho aislado
48. Esto no significa que los autores del 11 de septiembre no sean culpables, sino que
llevarlos ante un tribunal de genocidio seria incorrecto. Los asesinatos en masa no son lo
mismo que el genocidio, aunque la misma acción puede contener ambas. Así pues, el
genocidio se ha logrado mediante los asesinatos en masa (por citar ejemplos ya utilizados) en
la matanza fronteriza de pueblos indígenas, en el Holocausto y en Rwanda. Pero puede
haber asesinato masivo sin genocidio, como en el caso del 11 de septiembre, y puede haber
genocidio sin asesinato masivo, al igual que en el caso de la continua eliminación fronteriza,
en su totalidad y en parte, de indígenas genoi. Lemkin sabía lo que estaba haciendo cuando
usó la palabra "tribu"49. Richard Pratt y Phillip Sheridan fueron ambos autores de
genocidio, la cuestión del grado no es la clave en la definición.

Aunque es vital, la discusión sobre definiciones puede parecer insensiblemente abstracta.


En el párrafo anterior, se parte de lo que he tenido en mente, que es el término "genocidio
cultural" (que Lemkin prefería). Mi razón para no favorecer el término es que confunde la
definición con el grado. Además, aunque esta objeción es válida por derecho propio (o eso
creo), los peligros prácticos que pueden surgir una vez que un concepto abstracto como
"genocidio cultural" caiga en las manos equivocadas son innumerables. En particular, en un
error de tipo fundamental, "uno o ambos" puede sustituirse por "ambos/y", de lo cual el

398
genocidio surge como algo biológico (léase "lo real") o cultural, y por lo tanto, se deduce que
no es real. En la práctica, huelga decir que la imposición a un pueblo de los procedimientos
y técnicas que generalmente se glosan como "genocidio cultural" va a tener ciertamente un
impacto directo en la capacidad de ese pueblo para mantenerse vivo (incluso aparte de su
empobrecimiento mientras lo hacen). En el punto álgido del programa de asimilación de la
era Dawes, por ejemplo, una década después de que Richard Pratt escribiera su programa en
Denver de manera oficial, el número de población indios alcanzó el nivel más bajo que jamás
registraron 50. Incluso en la Australia contemporánea, posterior al Título Nativo, la
esperanza de vida de los aborígenes se aferraba a un porcentaje 25% menor que el resto de la
sociedad convencional, y con tasas de mortalidad infantil aún peores 51. ¿Qué especie de
sofisma hace falta en la historia de la eliminación para quitar una cuarta parte de la esperanza
de vida a un grupo? Claramente, no estamos hablando de un evento aislado aquí. Así que
podemos pasar de la complejidad estructural de los asentamientos coloniales a su positividad
como principio estructurador de la sociedad colonial a través del tiempo.
***
El Sendero de las Lágrimas de los Cheroquis, que tuvo lugar durante el invierno de 1838-
1839, presupone la Compra de Luisiana de 1803, cuando Thomas Jefferson compró
aproximadamente un tercio de los terrenos de Estados Unidos continentales a Napoleón, por
un precio irrisorio 52. La mayor compra de terrenos de la historia de Estados Unidos fue la
compra de Luisiana, que estipulaba los territorios al oeste del Mississippi, y sucesivamente el
gobierno de EE.UU. intercambiaría por las tierras natales de las tribus orientales, que tanto se
empeñaban en eliminar por diversas razones, por ejemplo, estas expulsiones convertían a las
tribus orientales en invasores por poder del territorio indio a través del Mississippi, eran una
forma de eliminación cruda e inservible. Ya que, eran temporales, y era sólo cuestión de
tiempo que la chusma fronteriza los alcanzara 53. Cuando eso ocurría, señala Annie Abel al
concluir su clásico reportaje sobre las eliminaciones / deportaciones: "Los títulos otorgados en
Occidente resultaron ser menos importantes que los de Oriente, ya que no tenían ningún
fundamento de la antigüedad "54. En un contexto de interminables presiones para la
elaboración de nuevos tratados o revisiones de estos mismos, a menudo se producían
repetidas expulsiones, escisiones de reservas y concesiones de la misma tierra a diferentes
tribus, que reflejaban lo temporal de las expulsiones, que se mantuvieron a lo largo del tiempo
con la evolución de la nación hacia el oeste. Al final, la frontera occidental se encontró
con la que se estaba retirando del Pacífico, y simplemente no quedó espacio para la remoción.
La frontera se había convertido en el punto desde donde partían todos los límites de reserva.
En el que la cruda técnica de la eliminación declinó a favor de una serie de estrategias
para asimilar a los pueblos indios, que ahora que habían sido contenidos dentro de la sociedad
euroamericana, podemos ver más claramente la lógica de la positividad en la eliminación
como un rasgo continuo de la sociedad de colonos euroamericanos. Con la desaparición de
la frontera, la eliminación se dirigió hacia el interior, buscando penetrar desde la superficie
tribal hasta el indio individual, que sería cooptado fuera de la tribu, que en consecuencia se
reduciría dentro de la sociedad blanca. La situación de Greenwood LeFlore se generalizó a
todos los indígenas. La primera manifestación importante de este cambio fue la interrupción

399
de la elaboración de tratados, en 1871 55. En las tres décadas siguientes, hubo una avalancha
de legislación asimilacionista, acompañada de sentencias draconianas del Tribunal Supremo,
el mismo que desmanteló teóricamente la soberanía tribal y dispuso la supresión de los
tratados existentes 56, buscaba implacablemente la ruptura de la tribu y la absorción de los
indios individuales y sus tierras tribales en la sociedad blanca, sólo que por separado. John
Wunder ha llamado a este marco político "el Nuevo Colonialismo", una formación discursiva
basada en reservas e internados que " atacó todos los aspectos de la vida de los nativos
americanos: religión, expresión, libertades políticas, libertad económica y diversidad
cultural".57 La pieza clave de esta campaña fue el programa de adjudicación, que se
generalizó primero como política india en la Ley Dawes Severalty de 1887 y que
posteriormente se intensificó y extendió, en virtud del cual las tierras tribales debían dividirse
en lotes individuales que sus propietarios podían vender finalmente a los blancos 58.
Aparentemente, este programa preveía una transformación cultural por la cual la magia de la
propiedad privada impulsa a los indios desde la inercia colectiva de pertenecer a una tribu
hacia el individualismo progresivo del sueño americano. En la práctica, no sólo la cifra de
indios cayó rápidamente al nivel más bajo jamás registrado, sino que este procedimiento
cultural resultó ser un método más rápido de transferencia de tierras que el que había
proporcionado anteriormente a través de la Caballería de los Estados Unidos. Medio siglo
después de 1881, la superficie total en acres de los indios en los Estados Unidos se redujo en
dos tercios, pasando de 155 millones de acres a un poco más de 52 millones 59. No hace
falta decir que la concordancia entre las estadísticas demográficas y las de propiedad de la
tierra no fueron coincidencia, teniendo en cuenta que, a lo largo de este proceso, la
justificación de los gobernantes incluía simple y llanamente la intención expresa de destruir la
tribu en su conjunto (salvar al indio de la tribu, para poder darle las mismas oportunidades que
al hombre blanco, etc.) 60. Con su base de tierras ya debilitada, la ciudadanía
estadounidense se extendió a todos los indios en 1924. En 1934, en virtud de la Ley de
Reforma India del Nuevo Trato, se abandonó la adjudicación a favor de una política que
admitía a la mismísima tribu en el sistema de gobierno de los Estados Unidos, a condición de
que su constitución se reescribieron en armonía estructural con su entorno cívico
estadounidense. Un rasgo distintivo de este tipo de constitución es que el secretario del
interior aprobó para las tribus que se registraron en virtud de la Ley de 1934 tenían requisitos
como la cantidad de sangre indígena, introducido originalmente por los comisionados de la
Ley Dawes para determinar qué miembros de la tribu eran elegibles para este tipo de
asignaciones 61. Bajo el régimen de la "cuantía de sangre", los indios disminuyen
progresivamente considerando que el cálculo "biológico" es una construcción de la cultura
euroamericana 62. La académica de ascendencia Juaneña y Jaqi, Annette Jaimes ha definido
este procedimiento como "exterminio estadístico "63. En resumen, la contención de los
grupos indígenas dentro de la sociedad euro-americana, y que culminó con el fin de la
frontera puso en marcha una serie de estrategias complementarias cuya intención común era la
destrucción de las formas heterodoxas de agrupación indígena. Debido al auge de derechos
civiles posterior a la Segunda Guerra Mundial, estas estrategias se vieron reforzadas por la
política indígena federal de terminación y reubicación, que consistían en liberar a los indios
individuales de la esclavitud de la tribu, cuyos efectos combinados igualaban a los desastres

400
de la adjudicación 64. Una principal diferencia entre esto y la generalidad de los genocidios
no coloniales es la duración sostenida.

A efectos comparativos, es significativo que la radicalización plena de políticas de


asimilación tanto en los Estados Unidos como en Australia hayan coincidido con el cierre de
la frontera, lo que impidió que se produzcan brechas de espacio como las que crea la
eliminación. Considerando que, para las sociedades como las de Europa continental, la
frontera designa una delimitación nacional, y no un índice de expansión móvil. Las fronteras
de Israel comparten ambas cualidades, a pesar de la adicción permanente del sionismo por la
expansión territorial, las fronteras de Israel no excluyen la opción de la remoción (en este
sentido, no es de extrañar que una nación que ha expulsado a tantos de sus habitantes
originales a perderse en el desierto exprese su temor a ser expulsados al mar). Como la
lógica de la eliminación ha adoptado diversas formas en otras situaciones de asentamientos
colonos, así, en Israel, la tendencia que persiste es la expulsión de los palestinos, expulsión
que no se ha limitado en el uso de la fuerza bruta. Por ejemplo, como Baruch Kimmerling y
Joel Migdal han observado, los funcionarios israelíes sólo han permitido las reuniones
familiares "en una sola dirección, hacia afuera de Israel" 65. La Ley de Retorno
compromete al estado judío a una inmigración numéricamente ilimitada pero étnicamente
exclusiva, un factor que, a pesar de las formalidades de la ciudadanía, milita en contra de la
asimilación de los nativos gentiles (no judíos). Por lo tanto, la asimilación no debe ser vista
como un concomitante invariable del colonialismo de los colonos. Más bien, la asimilación
es una de las diversas estrategias de eliminación que se ven propiciadas por circunstancias
históricas particulares.

Asimismo, la asimilación en sí misma puede adoptar diversas formas, por ejemplo, en


el contexto australiano varios estudiosos han reconocido que "los códigos genéticos y
culturales se superponen entre sí "66. Aunque son "más sutiles" que simplemente recurrir a
la violencia, estas estrategias no son necesariamente menos excluyentes. Por tomar un
ejemplo del fundamento de la definición de genocidio, el apartado d) del artículo II de la
Convención de las Naciones Unidas sobre el Genocidio, que al parecer fue pasada por alto en
los debates australianos, entre los actos que constituyen genocidio (suponiendo que se
cometen con la intención de destruir un grupo determinado en su totalidad o en parte) se
incluye la imposición de "medidas destinadas a prevenir los nacimientos dentro del grupo".
Dado que la práctica australiana de secuestrar niños aborígenes, suponiendo su "éxito", daría
lugar a una situación en la que la descendencia de segunda generación nacería en un grupo
diferente del cual se había secuestrado al niño/padre, hay abundantes pruebas de que en la
Australia de la posguerra se practicaba el genocidio únicamente sobre la base del apartado d)
del artículo II. Es imposible trazar líneas simples entre la cultura y la biología en casos
como éste. Aunque un niño era secuestrado físicamente, el resultado final de esta acción
puede ser tanto materia de una clasificación social o de un número de bajas. No obstante, la
contribución intencional a la destrucción demográfica del grupo al que "abandona" es
inequívoca.
***

401
¿Por qué, entonces, la lógica de la eliminación en lugar del genocidio? Como se ha
dicho al principio, el colonialismo de asentamientos es una formación social específica y es
deseable mantener esa particularidad. Hasta donde puedo decir, la comprensión del
colonialismo no sería especialmente útil para entender los asesinatos en masa de, por ejemplo,
brujas en la Europa medieval, tutsis en Rwanda, enemigos del pueblo en Camboya o judíos en
la patria nazi (el Lebensraum es, por supuesto, otra cuestión). Por la misma razón, con la
posible excepción de las brujas (cuyos asesinatos parecen haber sido el resultado de una gran
transición social), estos asesinatos en masa parecen tener poco que decirnos sobre la
consistencia estructural a largo plazo de los intentos de los colonizadores de eliminar las
sociedades nativas. A diferencia del Holocausto, que fue endémico del nazismo y no de
Alemania (que no fue en absoluto la única sociedad antisemita de Europa, ni siquiera la más
antisemita de la historia), el colonialismo es relativamente inmune a los cambios de régimen.
El genocidio de los indios americanos o de los aborígenes en Australia no ha sido objeto de
resultados electorales. Entonces, ¿por qué no es un tipo especial de genocidio? Raymond
Evans y Bill Thorpe proponen el término etimológicamente correcto “indigenocide”
(indigenocidio), 67 por ejemplo, o uno de los genocidios con palabras compuestas
("genocidiocultural", "etnocidio", "politicidio", etc.) 68 que se han propuesto de diversas
maneras. El problema aparentemente insuperable con los genocidios calificados es que, en
su misma defensiva, amenazan con anularse a sí mismos. Nunca son del todo reales, de la
misma manera que las etnias con guiones no son totalmente australianas o totalmente
americanas. Aparte de este problema categórico, hay una base histórica para la disminución
relativa de los genocidios calificados. Esta base es, claramente el Holocausto, el paradigma
no paradigmático que, siendo el ejemplo emblemático, no podemos verlo solo como un
ejemplo más. Debemos mantener siempre un ojo vigilante en el Holocausto, que es el
referente no calificado de los genocidios calificados, y que sólo puede perjudicar a los pueblos
indígenas porque refuerza discursivamente la figura de la carencia en el corazón en lo no
occidental. Además, mientras que el Holocausto exonera a las naciones occidentales
antisemitas que estaban del lado de la oposición a los nazis, esas mismas naciones no tienen
nada que ganar con su responsabilidad en los genocidios coloniales. Por lo tanto, por razones
históricas como categóricas, los genocidios con guión (palabras compuestas) devalúan el
desgaste indígena. Ningún problema de este tipo obstaculiza el análisis de la lógica de la
eliminación, que, en su especificidad en relación al colonialismo, se basa en el aseguramiento,
la obtención y el mantenimiento del territorio 69. Esta lógica requiere ciertamente la
eliminación de los propietarios de ese territorio, pero no de una manera en particular. En este
sentido, es una categoría más amplia que el genocidio, por ejemplo, el estilo de estereotipado
romántico que he denominado "autenticidad represiva", que es una característica del discurso
de los colonos en muchos países, no es genocida por sí mismo, aunque elimina de manera
empírica un gran número de nativos de los cálculos oficiales y, que suele ser concomitante
con la práctica genocida 70. De hecho, según la coyuntura histórica, la asimilación puede
ser un modo de eliminación más eficaz que las formas convencionales de matanza, ya que no
solo supone una afrenta perturbadora para el estado de derecho, lo cual es ideológicamente
necesaria para la cohesión de la sociedad de colonos. Cuando la invasión es reconocida
como una estructura, más que como un acontecimiento, su historia no se detiene (o, más bien,
se vuelve relativamente trivial) cuando se avanza desde la era del homicidio fronterizo. En

402
cambio, narrar esa historia implica trazar las continuidades, las discontinuidades, los ajustes y
las desviaciones por las que una lógica que inicialmente informaba de los homicidios
fronterizos se transmuta en diferentes modalidades, discursos y formaciones institucionales a
medida que sustenta el desarrollo histórico y la complejidad de la sociedad de los colonos.
Este no es un procedimiento jerárquico.
****

Entonces ¿Cómo y cuándo la eliminación se manifiesta como genocidio, vamos a


mantener la especificidad del colonialismo sin restarle importancia a su impacto recurriendo a
un genocidio calificado? Sugiero que el término "genocidio estructural" evita las cuestiones
de grado (y, por tanto, de jerarquía entre las víctimas) que conllevan los genocidios
calificados, manteniendo al mismo tiempo la dureza estructural del colonialismo (también
incluye a las brujas, cuya destrucción, como ha demostrado Charles Zika, estaba
estrechamente vinculada a la destrucción transatlántica contemporánea de los nativos
americanos 71). Dada una perspectiva histórica del genocidio estructural, podemos
reconocer que está en suspenso (como, afortunadamente, parece estarlo en la Australia
contemporánea) en lugar de ser una cosa del pasado, es decir, debemos evitar que se repita lo
que Dirk Moses denomina "momentos genocidas" (ya que, por ejemplo, los trabajadores
sociales siguen acogiendo principalmente a niños aborígenes en cantidades desproporcionadas
72). Centrarse en el genocidio estructural también nos permite apreciar algunas de las
relaciones empíricas concretas entre la eliminación socio-espacial, los asesinatos en masa y la
asimilación biocultural. Por ejemplo, cuando no queda espacio para la eliminación (como
ocurrió en el cierre de la frontera en los Estados Unidos y Australia, o en la victoria soviética
en el frente oriental de la Alemania nazi), los asesinatos en masa o la asimilación se
convierten en las únicas opciones de eliminación disponibles. En estas circunstancias, el
recurso a las matanzas en masa puede reflejar la proclamada desigualdad del grupo de
víctimas, como en el caso de los judíos en relación con el linaje "ario"73. En consecuencia,
los programas de asimilación pueden reflejar los requisitos ideológicos de las sociedades
coloniales, que se caracterizan por citar el adelanto de los nativos para demostrar sus
credenciales igualitarias a los grupos de inmigrantes potencialmente conflictivos 74.

***
¿Cómo podría algo de esto ayudar a predecir y prevenir el genocidio?

En primer lugar, nos muestra que el colonialismo es un indicador. Aunque sea


desagradable (hablando como miembro de una sociedad de colonos), esta conclusión tiene un
aspecto positivo, que es un corolario de la dimensión temporal de los asentamientos
coloniales. Dado que el colonialismo persiste durante un largo período de tiempo, el
genocidio estructural debería ser más fácil de interrumpir que los genocidios a corto plazo.
Por ejemplo, parece razonable dar reconocimiento a la intervención (aunque tardía) de las
Naciones Unidas y Australia en Timor Oriental, ya que evitaron la posibilidad de que se
continuará o renovará el programa genocida. Sin embargo, la realpolitik es un factor
importante, por lo que, el milagro en Timor no parece tener muchas esperanzas de ser
replicado, por ejemplo, en el Tíbet. Dado que el colonialismo es un indicador, esto implica

403
que debemos vigilar las situaciones en las que se intensifica el colonialismo o en las que las
sociedades que aún no son colonizadas (o no lo son totalmente) adquieren más de sus
características. En este sentido, la progresiva renuncia de Israel a su dependencia de la mano
de obra palestina parecería ser un caso ominoso 75. Colin Tatz ha sostenido, de manera
concluyente a mi juicio, que, si bien el comportamiento de los turcos en Armenia, el
comportamiento de los nazis en Europa y el comportamiento de los australianos con los
aborígenes (entre otros ejemplos) constituyen un genocidio, el régimen del apartheid en
Sudáfrica no lo es. Su motivo fundamental es que la mano de obra africana era indispensable
para la Sudáfrica del apartheid, por lo que habría sido contraproducente destruirla, y lo mismo
puede decirse de la esclavitud de los afroamericanos, en ambos casos, el tribunal de genocidio
es el tribunal equivocado. El paralelismo con los Estados Unidos es significativo porque, a
diferencia del caso de Sudáfrica, el aparato formal de opresión (la esclavitud) fue superado,
pero los blancos siguieron en el poder 76. Tras la emancipación, los negros se convirtieron
en un excedente, y en cierta medida, más como los indios. Así que, es muy importante que
las barbaridades del linchamiento y del gobierno del terror de Jim Crow, sean un fenómeno
posterior a la emancipación 77. Como mercancías valiosas, los esclavos sólo habían sido
destruidos in extremis, incluso después de la esclavitud, los negros siguieron teniendo valor
como fuente de mano de obra barata (lo que molestaba a los blancos pobres), por lo que su
prescindibilidad fue atenuada 78.

Hoy en día en los Estados Unidos, la flagrante zonificación racial en las grandes ciudades
y el sistema penal sugiere que, una vez que los pueblos colonizados ya no son de utilidad, las
sociedades de colonos pueden recurrir a un repertorio de estrategias (en este caso, el secuestro
socio-espacial) mediante las cuales también se pueden encargar del excedente nativo.
Difícilmente podría haber un ejemplo más concreto de secuestro espacial que la barrera o
muro de la Ribera Occidental israelí. También en este sentido, el apartheid se basó en el
secuestro. Tal vez Colin Tatz, que insiste en que Israel no es genocida 79, considere que es
políticamente correcto permitir una asociación entre los regímenes sionista y de apartheid
como precio para evitar la acusación de genocidio, es difícil imaginar que un erudito con su
perspicacia no haya percibido las repercusiones palestinas de su declaración, hecha en
relación a la juventud de Biko, de que "Arrojaron piedras y murieron por su propia mano" 80.
Sin embargo, a medida que los palestinos se vuelven más y más prescindibles, Gaza y la
Ribera Occidental se parecen cada vez menos a los bantustanes y cada vez más a las reservas
(o, en el caso, del gueto de Varsovia), en pocas palabras, las ásperas fronteras no ofrecen una
salida.

Notas y referencias
1. Patrick Wolfe, “Nation and miscegeNation: discursive continuity in the post-Mabo era,”Social
Analysis, Vol 36, 1994, pp 93–152; Wolfe, Settler Colonialism and the Transformation of Anthropology
(London: Cassell 1999).

2. Vease, por ejemplo, Collette Guillaumin, “The idea of race and its elevation to autonomous scientific
and legal status,” in her Racism, Sexism, Power and Ideology (London: Routledge 1995), pp 61–98; Ivan
Hannaford, Race: The History of an Idea in the West (Baltimore: Johns Hopkins U.P. 1996); Kenan Malik, The
Meaning of Race: Race, History and Culture in Western Society (London: Macmillan 1996). For discussion, see
my “Race and racialisation: some thoughts,” Postcolonial Studies, Vol 5, No 1, 2002, pp 51–62.

404
3. Robert Manne no captó este punto. Al responder a una pregunta planteada en 1937 sobre el
funcionario de asuntos aborígenes de Australia Occidental, A. O. Neville ("¿Vamos a tener una población de
1.000.000 de negros en el territorio nacional [australiano], o vamos a incorporarlos a nuestra comunidad blanca y
finalmente olvidar que alguna vez hubo aborígenes en Australia? "), Manne sugiere que, para "comprender las
repercusiones genocidas" de la pregunta, "sólo tenemos que sustituir las palabras 'negros' y 'aborigen' [sic] por la
palabra 'judío'" y ubicar el planteamiento de la pregunta en Berlín en vez de Canberra. Manne, "Aboriginal child
removal and the question of genocide", en A. Dirk Moses, ed., Genocide and Settler Society (Berghahn, Nueva
York, 2005), págs. 219 y 220. Aparte de su artificio, esta analogía fracasa porque la racialización nazi de los
judíos no condujo a su asimilación. Más bien fue al revés. Como ha observado Robert Gellately, "Aunque
podemos señalar algunas similitudes en los planes y acciones de los nazis hacia los judíos y los eslavos, había y
sigue habiendo una diferencia crucial: desde un principio los judíos nunca podrían salvarse, ni convertirse, ni ser
asimilados". Gellately, "The Third Reich, the Holocaust, and visions of serial genocide", en Gellately y Kiernan,
eds, The Specter of Genocide: mass murder in historical perspective (Cambridge: Cambridge U.P. 2003), págs.
241-263, en pág. 262.

4. Roger W. Smith, “Human destructiveness and politics: the twentieth century as an age of genocide,”
in Isidor Wallimann and Michael N. Dobkowski, eds, Genocide and the Modern Age: Etiology and Case Studies
of Mass Death (New York: Greenwood Press. 1987), pp 21–39, at p 31.

5. Rose, Hidden Histories: Black Stories from Victoria River Downs, Humbert River and Wave Hill
Stations (Canberra: Aboriginal Studies Press 1991), p 46.

6. "Por una parte, la destrucción nacional de la imagen de grupo oprimido, y por la otra, la imposición
de una imagen nacional del opresor. Esta imposición, a su vez, puede hacerse sobre la población oprimida a la
que se permite permanecer, o sobre el territorio solamente, después de la remoción de la población y la
colonización de la zona por los propios súbditos del opresor". Raphael Lemkin, Axis Rule in Occupied Europe:
Laws of Occupation, Analysis of Government, Proposals for Redress (New York: Carnegie Endowment for
International Peace 1944), p 79.

7. Wolfe, Settler Colonialism and the Transformation of Anthropology, p 2; “Nation and


miscegeNation,” p 96.

8. Theodor Herzl, Old–New Land [Altneuland, 1902], Lotta Levensohn, trans. (New York: M. Wiener
1941), p 38.

9. Meron Benvenisti, Sacred Landscape. The Buried History of the Holy Land since 1948 (Berkeley,
CA: California U.P. 2000), p 2.

10. Walid Khalidi y su equipo conmemoraron el pasado árabe que algunos se han esmerado en borrar
en All That Remains: The Palestinian Villages Occupied and Depopulated by Israel in 1948 (Washington, DC:
Institute for Palestine Studies 1992).

11. Tony Birch, “‘Nothing has changed’: the ‘making and unmaking’ of Koori Culture,” in Michelle
Grossman, ed., Blacklines: Contemporary Critical Writing by Indigenous Australians (Melbourne: Melbourne
U.P. 2003), pp 145–158.

12. Mark LeVine, Overthrowing Geography: Jaffa, Tel Aviv, and the Struggle for Palestine, 1880–1949
(Berkeley, CA: California U.P. 2005), p 227.

13. Gershon Shafir, Land, labor, and the origins of the Israeli–Palestinian Conflict, 1882–1914
(Cambridge: Cambridge U.P. 1989), p 81.

14. Ibid, pp 81–82.

15. Quoted in LeVine, Overthrowing Geography, p 167.

16. Para diversos análisis y debates sobre las principales formulaciones de la doctrina del
descubrimiento, véase, por ejemplo, Anthony Anghie, “Francisco de Vitoria and the colonial origins of

405
international law,” in Eve Darian-Smith and Peter Fitzpatrick, eds, Laws of the Postcolonial (Ann Arbor, MI:
Michigan U.P. 1999), pp 89–107; Andrew Fitzmaurice, Humanism and America: An Intellectual History of
English Colonisation, 1500–1625 (Cambridge: Cambridge U.P. 2003); David Kennedy, “Primitive legal
scholarship,” Harvard International Law Journal, Vol 27, 1986, pp 1–98; Mark F. Lindley, The Acquisition and
Government of Backward Territory in International Law (London: Longmans, Green. 1926); Robert A.
Williams, Jr., The American Indian in Western Legal Thought: The Discourses of Conquest (Oxford: Oxford
U.P. 1990), esp. pp 233–286.

17. Esta observación une a casi todos los investigadores, sin importar su inclinación política. Véase,
por ejemplo Anthony Anghie, “Finding the peripheries: sovereignty and colonialism in nineteenth-century
international law,” Harvard International Law Journal, Vol 40, 1999, pp 1–80, at p 69; L. C. Green, “Claims to
territory in colonial America,” in L. C. Green and Olive P. Dickason, The Law of Nations and the New World
(Alberta: Alberta U.P. 1989), p 125.

18. Véase, por ejemplo, Wilcomb E. Washburn, ed., History of Indian-White Relations (Washington,
DC: Smithsonian Institution 1988), William C. Sturtevant, ed., Handbook of North American Indians, Vol 4
(Washington D.C., Smithsonian Institution, 1978), págs. 5 a 39.

19. Como dijo el Juez Johnson en su aprobación del fallo del Presidente del Tribunal Supremo Marshall
en el caso Cherokee v. Georgia, "El estado cazador llevaba en su interior la promesa de desocupar el territorio,
porque cuando cesara la caza, el cazador se iría a otro lugar a buscarlo. Pero un estado más establecido en la
sociedad equivaldría a una destrucción permanente de la esperanza y, por consiguiente, del carácter beneficioso
del derecho de preferencia". Cherokee v. Georgia, 30 US (5 Peters) 1, 1831, p 23.

20. Las sentencias más citadas a este respecto son Worcester v. Georgia, 31 US (6 Peters) 515, 1832,
Crow Dog, 109 US 556, 1883, y Williams v. Lee, 358 US 217, 1959. Actualmente estoy preparando una crítica
de las limitaciones de estas sentencias, y de las limitaciones de la soberanía india al estilo estadounidense en su
conjunto, en un artículo titulado provisoriamente "Contra la falacia intencional: marcando la brecha entre la
retórica y su consecuencias en la ley y la políticas indígenas de los Estados Unidos"( “Against the intentional
fallacy: marking the gap between rhetoric and outcome in US Indian law and policy.”).

21. Harvey D. Rosenthal, “Indian claims and the American conscience: a brief history of the Indian
Claims Commission,” in Imre Sutton, ed., Irredeemable America: The Indians’ Estate and Land Claims
(Albuquerque: New Mexico U.P. 1985), pp 35–70, at p 36.

22. Los relatos básicos para un marco literario bien establecido incluyen: Annie H. Abel, “The history
of events resulting in Indian consolidation west of the Mississippi River,” in American Historical Association
Annual Report for 1906, 2 vols (Washington, DC: American Historical Association 1906), Vol 2, pp 233– 450;
Angie Debo, A History of the Indians of the United States (Norman, OK: Pimlico 1970); Grant Foreman, Indian
Removal (Norman, OK: Oklahoma U.P. 1932).

23. James M. Mooney, Historical Sketch of the Cherokee (Chicago: Aldine Transaction 1975 [1900]), p
124.

24. The most lively source on the ghoulish enterprise of craniology/craniometry remains Stephen J.
Gould, The Mismeasure of Man (Harmondsworth: Norton 1981). For a superbly written account with an
Australian focus, see Helen MacDonald, Human Remains: Episodes in Human Dissection (Melbourne:
Melbourne U.P. 2005).

25. Wolfe, “Limits of native title,” p 144.

26. Williams, American Indian in Western Legal Thought, p 269.

27. Johnson v. McIntosh, 21 US (8 Wheaton), 543, 1823, p 573.

28. Para la discusión del concepto de "marea de la historia" de Olney, ver Jackie Delpero,“‘The tide of
history’: Australian native title discourse in global context,” MA thesis, Victoria University, Australia, 2003;

406
David Rittter, “The judgement of the world: the Yorta Yorta case and the “tide of history,’” Australian
Historical Studies, Vol 123, 2004, pp 106–121

29. Ilan Pappe´, The Making of the Arab–Israeli Conflict, 1947–1951 (London: I.B. Tauris 2001), p
187. “[I]n order to justify the inclusion of the Negev in the future Jewish state, eleven new kibbutzim were
simultaneously installed in that desert region on October 6th, 1946, in addition to the ten settlements already
established there during the War for the same purpose.” Nathan Weinstock, Zionism, False Messiah, Alan Adler,
trans. (London: Ink Links 1979), p 249.

30. Bernard Avishai, “Saving Israel from itself: a secular future for the Jewish state,” Harper’s
Magazine, January 2005, pp 33–43, at p 37.

31. Isabel V. Hull, “Military culture and the production of ‘Final Solutions’ in the colonies: the example
of Wilhelminian Germany,” in Gellately and Kiernan, The Specter of Genocide, pp 141–162.

32. In 1902, the renowned English liberal J. A. Hobson was expressing the fear “that the arts and crafts
of tyranny, acquired and exercised in our unfree Empire, should be turned against our liberties at home.”
Hobson, Imperialism. A Study (London: Allen & Unwin 1902), p 160.

33. Enzo Traverso, The Origins of Nazi Violence, Janet Lloyd, trans. (New York: New Press 2003);
Charles Patterson, Eternal Treblinka: Our Treatment of Animals and the Holocaust (New York: Lantern Books
2002)

34. "El levantamiento del gueto [de la región judía del gobierno central] equivale a salvajes tiroteos
durante todo el día en determinadas secciones de las ciudades, al final de cada ataque los cuerpos yacían en las
calles principales que conducían a las estaciones de tren". Pohl, "El asesinato de judíos en el gobierno general",
en Ulrich Herbert, ed., National Socialist Extermination Policies: Contemporary German Perspectives and
Controversies (Nueva York: Berghahn Books 2000), págs. 83-103, en la pág. 99. Véase también Jurgen.
Zimmerer, "Colonialism and the Holocaust: towards an archaeology of genocide", Andrew H. Beattie, trans., en
Moses, Genocide and Settler Society, págs. 48 a 76. Sobre las hambrunas coloniales y el "Nuevo Imperialismo",
véase Mike Davis, Late Victorian Holocausts: El Niño Famines y la creación del Tercer Mundo (Londres: Verso
2001).

35. Israel es también, por supuesto, una excepción en este caso, aunque no tan significativa como
afirman quienes sostienen que Israel no puede ser una formación colonial porque carece de una metrópolis
puesta a su servicio. Desde el principio, el Yishuv se apropió del imperialismo otomano, británico y
estadounidense para su propio beneficio, un oportunismo recíproco que implicaba lo que Maxime Rodinson
llamó claramente "la madre patria colectiva". Rodinson, Israel. A Settler-Colonial State? David Thorstad, trans.
(New York: Monad 1973), p 76.

36. Cole Harris, “How did colonialism dispossess? Comments from an edge of empire,” Annals of the
Association of American Geographers, Vol 94, 2004, p 179.

37. Robert Melson, “Modern genocide in Rwanda: ideology, revolution, war, and mass murder in an
African state,” in Gellately and Kiernan, The Specter of Genocide, pp 325–338, at p 326.

38. Melson, “Modern genocide in Rwanda,” pp 327–328.

39. "Puesto que las provisiones que sirven para el apoyo de la vida humana, que se producen por un
acre de tierra cerrada y cultivada, son (para ubicarnos) diez veces más extensas, de lo que produce en un acre de
tierra de igual riqueza y que se está desperdiciando en común". John Locke, Two Treatises of Government
(Cambridge: Cambridge U.P. 1963 [1698]), p 312.

40. El nuevo judío es un tema sionista atemporal. Al presentar sus memorias de terrorista, el futuro
primer ministro israelí Menachim Begin anunció que, además de sus lectores judíos, también había escrito el
libro para gentiles: "para quien no se de cuenta, o esté dispuestos a pasar esto por alto, el hecho de que desde la
sangre, el fuego, las lágrimas y las cenizas nació un nuevo espécimen de ser humano, un espécimen

407
completamente desconocido para el mundo durante más de mil ochocientos años, 'el JUDÍO QUE
LUCHA'."Begin, The Revolt, Samuel Katz, trans. (London: W.H. Allen 1979), p xxv, capitals in original. For a
more recent diasporan example, see, for instance, the Adi Nes photograph used as publicity for the Jewish
Museum of New York’s 1998–1999 “After Rabin: new art from Israel” show, at
www.thejewishmuseum.org/site/pages/content/exhibitions/special/rabin/rabin_zoom/rabinL1.html

41. “[John] Ross -el exitoso empresario cherokee autodidacta- era realmente lo que los georgianos
blancos temían. Su mayor obstáculo para adquirir las tierras cherokees era el arado del sembrador y el látigo del
supervisor, no el garrote de guerra, el arco y el cuchillo para arrancar el cuero cabelludo". Sean M. O’Brien, In
Bitterness and in Tears: Andrew Jackson’s Destruction of the Creeks and Seminoles (Westport, CT: Praeger
2003), p 229. For the Constitution of the Cherokee Nation, see the Cherokee Phoenix, February 28, 1828.

42. La capacidad de lograr la permanencia se atribuyó típicamente a la ascendencia europea, como en el


exasperado menosprecio de Andrew Jackson a los "mestizos y hombres blancos renegados" que habían alentado
la resistencia de los Chickasaw a ceder tierras. Theda Perdue, “Mixed Blood” Indians: Racial Construction in
the Early South (Athens, GA: Georgia U.P. 2003), pp 70, 95–96.

43. Foreman, Indian Removal, p 310.

44. Perdue, “Mixed Blood” Indians, p 68.

45. Ronald N. Satz, American Indian Policy in the Jacksonian Era (Lincoln, NE: Nebraska U.P. 1975),
p 83.

46. El antisemitismo europeo podría producir resultados similares: "Lo que siglos de privación y
persecución no habían logrado, la deslumbrante luz de la emancipación [judía] [en Francia] lo logró. Sin
embargo, la elección era limitada. Las palabras de Clermont Tonne`re, un diputado liberal de la asamblea
nacional francesa: 'Aux Juifs comme nation nous nedonnons rien; aux Juifs comme individuels nous donnons
tout' [a los judíos como colectividad no les damos nada; a los judíos como individuos les damos todo] . . . revela
lo restringida que fue la práctica de libertad". Isaiah Friedman, The Question of Palestine, 1914–1918: British–
Jewish–Arab Relations (London: Routledge & Kegan Paul 1973), p 26.

47. De Richard H. Pratt, "The advantages of mingling Indians with whites" (1892), selección en Francis
P. Prucha, ed., Americanizing the American Indians: Writings by the "Friends of the Indian", 1880-1900
(Cambridge, MA: Harvard U.P. 1973), pp 260-271, en p 261. Ward Churchill, Kill the Indian Save the Man:
The Genocidal Impact of American Indian Residential Schools (San Francisco: Ciudad Lights 2004) ilumina las
consecuencias genocidas de las instituciones totales del estilo de Friends of the Indian con una claridad
espantosa y sistemática.

48. Entonces, a menos que Al-Qaeda repitiera el atentado del 11 de septiembre un número significativo
de veces, entonces podríamos hablar del inicio de un genocidio. Es decir, como en el caso de otros patrones o
fenómenos acumulativos, el genocidio puede obtenerse de manera progresiva.

49. Él tenía alternativas. Liddell y Scott consideran la "raza, linaje, familia" como principales
determinantes del genos, con significados secundarios que incluyen descendencia, nación, casta, raza, género (!)
y "clase, tipo, categoría". "Tribu" es una subdivisión del ethnos ("un número de personas que viven juntas, una
compañía, un grupo de hombres... una raza, una familia, una tribu"). Henry G. Liddell and Robert Scott, Greek–
English Lexicon (Oxford: Clarendon 1869), pp 314, 426. Cf. Lemkin, Axis Rule in Occupied Europe, p 79.

50. Russell Thornton, American Indian Holocaust and Survival: A Population History Since 1492
(Norman, OK: Oklahoma U.P 1987), p 133.

51. "En 1998-2000, la esperanza de vida de los pueblos aborígenes e isleños del Estrecho de Torres fue
menor en 21 años para hombres y 20 años para las mujeres, comparado con la población total... En 1998-2000, la
tasa de mortalidad de los bebés indígenas era alrededor de cuatro veces más que la tasa de la población total".
Australian Bureau of Statistics, Australian Social Trends: Health—Mortality and Morbidity: Mortality of
Aboriginal and Torres Strait Islander Peoples (Canberra: Australian Bureau of Statistics, 2002), p 1. See also:

408
House of Representatives Standing Committee on Family and Community Affairs, Health is Life: Report on the
Inquiry into Indigenous Health (Canberra: House of Representatives, 2000); Neil Thomson, “Trends in
Aboriginal infant mortality,” in Alan Gray, ed., A Matter of Life and Death: Contemporary Aboriginal Infant
Mortality (Canberra: Aboriginal Studies Press 1990), pp 1–8.

52. Lo que Jefferson compró fue un dominio francés. La naturaleza crudamente inestable del territorio
en cuestión (al menos, fuera de Nueva Orleans y sus alrededores y de los asentamientos de avanzada como
Detroit y San Luis) fue ilustrada por el rápido encargo de la expedición de Lewis y Clark en 1803 que lo trazó.

53. Esta era la realidad detrás del explosivo crecimiento poblacional de la frontera. "En la década
anterior a 1820, la población del nuevo estado de Alabama aumentó en un sorprendente 1.000%". O'Brien, In
Bitterness and in Tears, p 221. For an illuminating catalogue of Creek responses to this invasion, see Richard S.
Lackey, comp., Frontier Claims in the Lower South. Records of Claims Filed by Citizens of the Alabama and
Tombigbee River Settlements in the Mississippi Territory for Depredations by the Creek Indians During the War
of 1812 (New Orleans: Polyanthos 1977).

54. Abel, "Indian consolidation west of the Mississippi River", p 412.

55. "Ninguna nación o tribu india dentro del territorio de los Estados Unidos será reconocida como una
nación, tribu o poder independiente con el que los Estados Unidos puedan celebrar tratados. 16 16 Stat., 566 (Act
of March 3, 1871), c 120, s 1. For discussion, see Vine Deloria, Jr. and David E. Wilkins, Tribes, Treaties, &
Constitutional Tribulations (Austin, TX: Texas U.P. 1999), pp 60–61; Francis P. Prucha, The Great Father: The
United States Government and the American Indians (abridged ed., Lincoln, NE: Nebraska U.P. 1986), p 165.

56. En particular, US v. Kagama, 118 US 1886, p 375; Lone Wolf v. Hitchcock, 187 US 1903, p 553.

57. John R. Wunder, “Retained by the People”: A History of American Indians and the Bill of Rights
(New York: Oxford U.P. 1994), pp 17, 39.

58. La mejor fuente de esta campaña sigue siendo el informe autorizado que llegó a las audiencias de la
Cámara de Representantes que precede a la Ley de ReorganizaciónIndigena de 1934: D. S. Otis, The Dawes Act
and the Allotment of Indian

Lands, Francis P. Prucha, ed. (Norman, OK: Oklahoma U.P. 1973 [1934]).

59. Statistical Abstract of the United States (Washington, DC: US Bureau of the Census, Department of
Commerce, 1955), p 180.

60. Véase, por ejemplo, Frederick E. Hoxie, A Final Promise. The Campaign to Assimilate the Indians,
1880–1920

(Cambridge: Nebraska U.P. 1989); Prucha, Americanizing the American Indians, passim.

61. Thomas J. Morgan, “What is an Indian?,” in Sixty-Fifth Annual Report of the Commissioner for
Indian Affairs (Washington, DC: Government Printing Office 1892), pp 31–37.

62. "Así pues, el factor clave en las relaciones raciales coloniales y 'postcoloniales' no son, como
algunos han argumentado, simples números demográficos, ya que las poblaciones tienen que diferenciarse antes
de poder ser contadas. La diferencia, no se puede enfatizar lo suficiente, no se da simplemente. Es el resultado de
la diferenciación, que es un proceso intensamente conflictivo". Patrick Wolfe, “Land, labor, and difference:
elementary structures of race,” American Historical Review, Vol 106, 2001, pp 865–905, at p 894.

63. M. Annette Jaimes, “Federal Indian identification policy: a usurpation of Indigenous sovereignty in
North America,” in her, ed., The State of Native America: Genocide, Colonization, and Resistance (Boston:
South End Press 1992), pp 123–138, at p 137. Patricia Limerick es casi igual de concisa: "Fijen el quantum de
sangre en un cuarto, manténgalo como una definición rígida de los indios, dejen que los matrimonios mixtos
procedan como lo han hecho durante siglos, y eventualmente los indios serán considerados fuera de la existencia.

409
Cuando eso suceda, el gobierno federal se liberará finalmente de su persistente 'problema indio'". Limerick, The
Legacy of Conquest: The Unbroken Past of the American West (New York: Norton 1987), p 338.

64. Donald L. Fixico, Termination and Relocation. Federal Indian Policy, 1945–1960 (Albuquerque:
New Mexico U.P. 1986); Charles F. Wilkinson and Eric R. Biggs, “The evolution of the termination policy,”
American Indian Law Review, Vol 5, 1977, pp 139–184.

65. Baruch Kimmerling and Joel S. Migdal, The Palestinian People. A History (rev. ed., Cambridge,
MA: Harvard U.P. 2003), p 172.

66. Wolfe, “Nation and miscegeNation,” p 111; Settler Colonialism and the Transformation of
Anthropology, p 180.Los investigadores que han planteado este punto después de mí son demasiado numerosos
para mencionarlos. Así que entre los que lo hicieron antes que yo, ver por ejemplo a Jeremy Beckett, “The past
in the present, the present in the past: constructing a national Aboriginality,” in his, ed., Past and Present: The
Construction of Aboriginality (Canberra: Aboriginal Studies Press 1988), pp 191–217; Gillian Cowlishaw,
“Colour, culture and the Aboriginalists,” Man, Vol 22, 1988, pp 221–237; Andrew Lattas, “Aborigines and
contemporary Australian nationalism: primordiality and the cultural politics of otherness,” in Julie Marcus, ed.,
Writing Australian Culture (Social Analysis special issue no. 27, pp 50–69.

67. Evans and Thorpe, “The massacre of Aboriginal history,” Overland, Vol 163, 2001, pp 21–39, at p
36.

68. Para consultar ejemplos (algunos de los cuales están unidos por un guión), véase Katherine
Bischoping y Natalie Fingerhut, “Border lines: Indigenous peoples in genocide studies,” Canadian Review of
Social Anthropology, Vol 33, 1996, pp 481–505, at pp 484–485; Robert K. Hitchcock and Tara M. Twedt,
“Physical and cultural genocide of various Indigenous peoples,” in Samuel Totten, William S. Parsons and Israel
W. Charny, eds, Genocide in the Twentieth Century (New York: Garland Press 1995), pp 483–514, at pp 498–
501. En relación con el "politicidio" ("un proceso que abarca una amplia gama de actividades sociales, políticas
y militares cuyo objetivo es destruir la viabilidad política y nacional de toda una comunidad de personas"), véase
Baruch Kimmerling, Politicide. Ariel Sharon’s War Against the Palestinians (rev. ed., London: Verso 2006).

69. Siempre atento a las consecuencias perjudiciales en este sentido de la invasión de Israel al territorio
palestino, Colin Tatz menosprecia la importancia de "un concurso por la tierra y lo que ésta tenía" como una
mera "explicación del etnocidio colonial". Tatz, With Intent to Destroy: Reflecting on Genocide (London: Verso
2003), p 180. Más abajo en la página, sin embargo, observa que "Necesitamos recordar que los aborígenes
australianos eran considerados prescindibles no sólo porque se les consideraba parásitos, o porque a veces
arponeaban ganado o colonos, sino porque fallaron la prueba de Lockean de ser un pueblo capaz de una política
y una civilidad, es decir, no podían o no querían explotar la tierra que poseían, al menos no en el sentido
europeo".

70. Wolfe, “Nation and miscegeNation,” pp 110–118; Settler Colonialism and the Transformation of
Anthropology, pp 168–190. Para ejemplos de EE.UU., véase, Robert F. Berkhofer, Jr., The White Man's Indian.
Images of the American Indian from Columbus to the Present (New York: Vintage Books 1979); Hugh Honour,
The New Golden Land: European Images of America from the Discoveries to the Present Time (New York:
Pantheon 1975). Para las respuestas al fenómeno, ver por ejemplo Fergus M. Bordewich, Killing the White
Man's Indian. Reinventing Native Americans at the End of the Twentieth Century (New York: Anchor Books
1996); Ward Churchill, Indians Are Us? Culture and Genocide in Native North America (Monroe, ME:
Common Courage Press 1994).

71. Zika, “Fashioning new worlds from old fathers: reflections on Saturn, Amerindians and witches in a
sixteenth century print,” in Donna Merwick, ed., Dangerous Liaisons: Essays in Honour of Greg Dening
(Melbourne: History Department, University of Melbourne 1994), pp 249–281; Zika, “Cannibalism and
witchcraft in early-modern Europe: reading the visual images,” History Workshop Journal, Vol 44, 1997, pp 77–
105.

410
72. "En junio de 2002, el 22% (4.200) de los niños que recibían atención fuera del hogar eran
aborígenes o niños isleños de Torres Straight Esto representaba una tasa mucho más alta de niños en cuidado
fuera del hogar entre los niños indígenas que entre los niños no indígenas (20,1 por cada 1.000 comparado con
3,2 por cada 1.000)". “Children in out-of-home care,” in Australian Bureau of Statistics, Australia Now
(Canberra: Australian Bureau of Statistics, 2004), s. 2,“Australian social trends, 2003: family and community-
services: child protection.” En la frase que sigue a este extracto se indica el progreso que han logrado los
indígenas de Australia, desde los días más oscuros de la política de asimilación: "En todas las jurisdicciones, el
Principio de reubicación de Niños Aborígenes establece como preferencia de que los niños indígenas sean
ubicados con otros aborígenes e isleños de Torres Straight [sic], preferentemente dentro de la familia extendida o
la comunidad del niño".

73. Dada la transmisión matriarcal del judaísmo -y la relativa dificultad de conversión al judaísmo-, este
factor indica vigilancia en relación con Palestina.

74. "Los nativos asimilados serían la prueba fehaciente de que América era una sociedad abierta, donde
la obediencia y la adaptación a los deseos de la mayoría se verían recompensadas con la igualdad social". Hoxie,
Final Promise, p 34. Véase también George P. Castilla, “Indian sign: hegemony and symbolism in federal Indian
policy,” in his and Robert L. Bee, eds, State and Reservation. New Perspectives on Federal Indian Policy
(Tucson, AZ: Arizona U.P. 1992), pp 165–186, at pp 176–183.

75. A principios del decenio de 1990 se inició una campaña para sustituir la mano de obra palestina por
mano de obra inmigrante y barata en respuesta a la primera Intifada. Aunque esta política fue oficialmente
abandonada ya que generaba sus propios problemas, alrededor del 8% de la población de Israel sigue estando
compuesta por inmigrantes ilegales (que son, por definición, no judíos). Véase Shmuel Amir, "Overseas foreign
workers in Israel: policy aims and labor market outcomes", International Migration Review, Vol 36, 2002, págs.
41 a 58; Eric Beachemin, "Illegal in Israel", emisión de Radio Netherlands, 15 de septiembre de 2004, en
http://www2.rnw.nl/rnw/en/features/humanrights/tornlives/ilegalinisrael?view ¼ Standard; Leila Farsakh, “An
occupation that creates children willing to die. Israel: an apartheid state?,” Monde Diplomatique, English
language edition, November 4, 2003, at http://mondediplo.com/2003/11/ 04apartheid

76. Aunque el poder legislativo formal fue, durante un tiempo, ejercido por los Afroamericanos en los
estados del Sur con predominio de población negra durante la Reconstrucción. Ver Thomas C. Holt, Black Over
White: Negro Political Leadership in South Carolina during Reconstruction (Urbana, IL: Illinois U.P. 1977).

77. W. Fitzhugh Brundage, Lynching in the New South: Georgia and Virginia, 1880–1930 (Urbana, IL:
Illinois U.P. 1993); Leon F. Litwack, Trouble in Mind: Black Southerners in the Age of Jim Crow (New York:
Knopf 1998); Joel Williamson, The Crucible of Race: Black–White Relations in the American South Since
Emancipation (Oxford: Oxford U.P. 1984), pp 180–223.

78. "El trabajo de los esclavos podía ser analizado en términos económicos, sociales y políticos [en las
historias tradicionales], pero el trabajo libre era a menudo definido como simplemente el fin de la coerción, no
como una estructura de control laboral que necesitaba ser analizada a su manera." Thomas C. Holt, Rebecca J.
Scott and Frederick Cooper, Beyond Slavery: Explorations of Race, Labor, and Citizenship in Postemancipation
Societies (Chapel Hill, NC: North Carolina U.P. 2000), pp 2–3.

79. Aunque es demasiado escrupuloso como para no reconocer que "las acciones israelíes pueden llegar
a ser casi genocidas". Tatz, With Intent to Destroy, p 181.

80. "La pena de muerte es ahora un castigo incuestionable y rutinario por tirar piedras a los israelíes".
Robert Fisk, The Great War for Civilisation: The Conquest of the Middle East (London: Fourth Estate 2005), p
546. Quote in text from Tatz, With Intent to Destroy, p 117. He elegido no ser condescendiente con el profesor
Tatz, al citar con agrado su muy útil libro, del que he aprendido mucho. Debido a nuestra divergencia
fundamental sobre la cuestión del sionismo contemporáneo, a la que me opongo de todo corazón, y en particular,
a mi desdén por sus intentos de confundir el anti sionismo con el antisemitismo contemporáneo (por ejemplo,
págs. 19, 27, 127). Aparte de eso, estos intentos son una grave injusticia para las verdaderas víctimas del
antisemitismo.

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