Dafne y Apolo
Dafne y Apolo
Dafne y Apolo
DAFNE y APOLO
Las carcajadas de Apolo lo interrumpieron. -¡Ay, padre mío, prométeme que me ayudarás a cumplir el
-Difícil será comprobar ese poder, pequeño Eros -lo desafió destino que he elegido!
y se alejó riéndose. Peneo accedía condescendiente, pues pensaba que la joven
Molesto por la burla, el niño juró vengarse. Ya pagaría Apolo ninfa cambiaría de opinión con el tiempo.
muy caras sus risotadas. Conociendo las preferencias de D afne, Eros censó en el arco la
Entre los muchos dardos que tenía Eros, había dos que se flecha de plomiza punta roma. Sabía que no fallaría el tiro, como
oponían radicalmente. Uno tenía una aguda punta de oro que en efecto sucedió. Hizo blanco en el cenero de su corazón e, ins-
despertaba la pasión en quien lo recibiera; el otro, en cambio, tantáneamente, la ninfa sintió que surgían en ella más poderosas
tenía una punta roma de plomo y provocaba un profundo recha- ]as ansias de soledad, y aborreció el amor con todas sus fuerzas.
zo hacia el amor. Disparar el primer dardo era sencillo, pero el Eros sonrió, pero enseguida preparó de nuevo su arco, por-
segundo, por su punta roma y por su peso, requería muy buena que sintió los pasos de Apolo, que se acercaba. La flecha dorada y
pun tería. aguda se clavó en el pecho del desprevenido d ios. En ese mismo
"¿A quién elegiré para no errar el disparo?", se preguntaba el instante, sus ojos descubrieron a Dafne. Se sintió deslumbrado
dios de alas doradas. De pronto, sonrió: en un claro del bosque por su belleza; su corazón palpitaba alocadamente, y enrojecie-
vio a Dafne, la hija de Peneo, el dios del río, a la que conocía ron sus mejillas. Toda su sangre se inflamó de pasión por ella, y
muy bien. H abía encontrado lo que buscaba. se le acercó presuroso para declararle su amor.
D afne era una bellísima ninfa que adoraba a Artemisa, dio- -Dafne, tu hermosu ra ... - murmuró Apolo.
sa protectora de la caza. Como ella, Dafne pretendía llevar una No hizo falca que completara su pensamiento, porque sólo
existencia solitaria, en contacto con la naturaleza. con verlo la ninfa comprendió lo que había en su corazón, pues
-Hija querida, ya tienes edad para contraer matrimonio - le lo gritaban sus ojos. Y huyó despavorida.
reprochaba a menudo su padre- , y sin embargo rechazas a rodas Apolo se sintió desconcertado, pero reaccionó de inmediato
los jóvenes que se te acercan. ¿Cómo podré yo tener un nieto si y la sigtúó. .
no accedes a las pretensiones de alguno de ellos? -Bella ninfa - imploraba el dios- , detente. No soy tu enemi-
D afne siempre le respondía de igual modo: go. Quiero acercarme a ti para ofrecerte mi corazón.
- Si Zeus, padre de Artemisa, le permitió permanecer soltera, Dafne tropezaba, caía y se levantaba velozmente para con-
entonces puedes hacer lo mismo conmigo, porque no tengo in- tinuar su huida. El ardiente enamorado veía con desesperación
tenciones de tener marido alguno. cómo los brazos y los pies de su amada sangraban, lastimados
El padre, quien la amaba mucho, sonreía, pero le replicaba: por ramas y raíces.
-Eres una muchacha extremadamente bella. Tanta es tu her- -¡Por favor, detente! ¡Por favor! - imploraba-. Tal vez me evi-
mosura que te será muy difícil cumplir con tus deseos, porque tas porque no me has reconocido. Soy Apolo, hijo de Zeus. El
siempre habrá alguien que se sienta atraído hacia ti. famoso oráculo de Delfos me pertenece, pues soy el dios de las
Los amores 1lc los dioses 59
58 Hesíodo - Ovidio - Eurípides - Virgilio y otros