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DOMINGO XXXIV TIEMPO ORDINARIO
SOLEMNIDAD DE JESUCRISTO REY DEL UNIVERSO
En un momento de silencio dejemos que el Espíritu Santo abra nuestra mente
y nuestro corazón para que, el alimento de la palabra proclamada penetre en nuestras vidas. Que alegría cuando me dijeron: vamos a la casa del Señor…. Estamos de fiesta... HOY con la solemnidad de Jesucristo Rey del Universo, cerramos el año litúrgico… Podemos hacer un balance de lo vivido como cristianos este año y también hacer un presupuesto y expectativas con respecto al futuro que se abre en el tiempo del ADVIENTO.
La liturgia de la palabra hoy nos propone una riqueza hermosa.
YO….quiero : Misericordia, perdón, salvación. Hermanos: Contemplemos a Jesús en la cruz y comprendamos que nunca hemos recibido un abrazo más amoroso. El, dice la segunda lectura es el rostro visible de Dios invisible. Las palabras de Jesús, en su Pasión encuentran su culmen en el perdón. Jesús perdona: «Padre, perdónalos porque o saben o que hacen». OJO...NO SON SOLO PALABRAS, porque se convierten en acto concreto en el perdón dado al buen ladrón, que estaba a su lado. San Lucas habla de dos malhechores crucificados con Jesús, que se dirigen a Él, con actitudes opuestas.
El primero lo insulta, y desafía como lo insultaba toda la gente, como lo
hacen los jefes del pueblo, pero este pobre hombre, movido por la desesperación, le dice: «¡Si eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros!». Ese grito manifiesta la angustia del hombre ante el misterio de la muerte y desconfianza al ver al que lo iba a salvar estaba igual… No comprendía el misterio del sacrificio de Jesús. Y, sin embargo, Jesús nos ha salvado permaneciendo en la cruz. No es fácil permanecer en la cruz, en nuestras pequeñas cruces de cada día…. CUALES? Él, en esa gran cruz, en ese gran sufrimiento, se quedó ahí y ahí nos salvó; ahí nos mostró sus maravillas y ahí nos perdonó. Ahí se cumple su entrega de amor y mana para siempre nuestra salvación. Muriendo en la cruz, inocente entre dos criminales, manifiesta que la salvación de Dios puede llegar a cualquier hombre de cualquier condición, incluso la más negativa y dolorosa. La salvación de Dios, La salvación de Cristo: es para todos, ninguno excluido. Se ofrece a todos. Esto me hace recordar lo que leemos en Romanos 8: ¡nada nos puede separar del amor de Cristo!
Hermanos quien está clavado en una cama de hospital, a quien vive la
prisión, quien sufre la guerra, quien tiene dificultad…. hermano mira el Crucifijo; Dios está con nosotros, Él, permanece con nosotros en la cruz.
Deja que la fuerza del Evangelio penetre en el corazón y te consuele, te dé
esperanza y la certeza de que ninguno está excluido de su perdón.
PREGUNTA: El que ha hecho las cosas más malas en la vida, ¿tiene
posibilidad de ser perdonado? –Claro que ¡Sí!: ninguno está excluido del perdón de Dios. Solo debe acercarse arrepentido a Jesús y con las ganas de ser abrazado por Él”……
El Segundo: El buen ladrón, en cambio sus palabras son un maravilloso
modelo de arrepentimiento. Es TODA una catequesis: donde se aprende a pedir perdón a Jesús. Primero, se dirige a su compañero de cruz: ¿Ni siquiera tú temes a Dios, estando en la misma pena que él? Marca el punto de partida del arrepentimiento: el temor de Dios. Pero no el miedo a Dios, no: el temor filial de Dios. No es el miedo, sino ese respeto que se debe a Dios porque es Dios. Es un respeto filial porque es Padre.
Luego, el buen ladrón declara la inocencia de Jesús y confiesa
abiertamente su propia culpa: «Nosotros lo estamos justamente, porque hemos recibido lo que merecemos por nuestras acciones; pero éste ningún mal ha hecho». Queridos amigos: Jesús está ahí en la cruz para estar con los culpables: a través de esa cercanía, les ofrece la salvación. Para todos los demás… lo que se burlaban… los jefes, pueblo, soldados, incluso para el primer ladrón era un escándalo. Pero para el es en cambio el fundamento de su fe. Y así el buen ladrón se convierte en testigo de la Gracia; lo impensable ha sucedido: Dios me ha amado hasta tal punto que ha muerto en la cruz por mí. La fe de ese hombre es fruto de la gracia de Cristo: sus ojos contemplan en el Crucificado el amor de Dios por el pobre pecador. Dice el Papa Francisco: (año misericordia) Es verdad, era ladrón, era un ladrón, había robado toda la vida. Pero al final, arrepentido de lo que había hecho, mirando a Jesús tan bueno y misericordioso logró robarse el cielo: ¡este… es un buen ladrón! Finalmente, El buen ladrón se dirige directamente a Jesús, pidiendo su ayuda: «Jesús, acuérdate de mí cuando estés en tu reino» Lo llama por su nombre, “Jesús”, con confianza. Dice Jesús. JESUS: significa “el Señor salva” Este hombre pide a Jesús que se acuerde de él. ¡Cuánta ternura en esa expresión, cuánta humanidad! Es la necesidad del ser humano de no ser abandonado, de que Dios le esté siempre cerca. De este modo, un condenado a muerte se convierte en modelo para nosotros, un modelo para un hombre, para un cristiano que se fía de Jesús. y también modelo de la Iglesia que en la liturgia tantas veces invoca al Señor diciendo: “Acuérdate …”. Mientras el buen ladrón habla para el futuro: «cuando estés en tu reino», la respuesta de Jesús no se hace esperar; habla al presente: «hoy mismo estarás conmigo en el paraíso» . En la hora de la cruz, la salvación de Cristo alcanza su culmen; y su promesa al buen ladrón revela el cumplimiento de su misión: es decir, salvar a los pecadores.
San Ambrosio, en los comentarios al Evangelio de San Lucas, A propósito
del buen ladrón, decía: “es un magnífico testimonio de que hay que trabajar para convertirse. Pero si el perdón se prodigio tan rápidamente al ladrón, fue porque la Gracia es más abundante que la oración. El Señor da siempre, da más de lo que se le pide. Que la vida consiste en estar con Cristo, donde esta Cristo, está el Reino”.
Hermanos: Contemplemos al Crucificado y digamos: “Gracias, Jesús, me
amas y me perdonas siempre, aun cuando a mí me cuesta amarme y perdonarme”.