Tema 1 Otorrino - Merged
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I. OIDO
CAPÍTULO 6
EXPLORACIÓN FÍSICA DEL OIDO
E. Flores Carmona, P.Contreras Molina, P. Sánchez Palma
Hospital Virgen de la Victoria. Málaga
La exploración clínica del oído seguirá los mismos pasos que se observan en el estudio de cualquier
otro sistema o aparato. Es necesario realizar una cuidadosa anamnesis, inspección, y palpación. El
oído como órgano cavitario, es preciso visualizarlo mediante endoscopia u otoscopia. La
permeabilidad de la trompa de Eustaquio, por su repercusión otológica, debe ser explorada
meticulosamente.
ANAMNESIS
INSPECCIÓN
Comporta la observación del pabellón auditivo para evaluar implantación, estructura, tamaño,
configuración, simetría, atresias y malformaciones. Hay que valorar el estado de la piel para
descubrir posibles alteraciones de la misma como enrojecimientos, inflamaciones, úlceras,
neoformaciones, etc.
Deben observarse las regiones preauricular y retroauricular buscando cicatrices de intervenciones
anteriores, fístulas o quistes. Un pliegue retroauricular borrado y el pabellón despegado (signo de
Jacques) puede sugerir mastoiditis.
PALPACIÓN
OTOSCOPIA
La otoscopia es el examen visual directo del CAE y de la membrana timpánica (MT) Ha de ser
sistemática y su objetivo es definir el carácter normal o patológico de las porciones externa y media
del oído.
Técnicas de iluminación
Permite la visualización del CAE, MT y de la caja por transparencia o a través de eventuales
perforaciones.
Los sistemas de iluminación más utilizados son el espejo frontal, el espejo de Clar, el otoscopio
eléctrico, el otomicroscopio y el endoscopio rígido. Todos aportan una fuente de luz coaxial al eje
visual.
El espejo frontal concentra la luz en el fondo del CAE, mientras el orificio central permite la
observación de la imagen iluminada.
El espejo de Clar es una variante del espejo frontal, lleva incorporada la bombilla, su concavidad es
mayor y son dos los orificios o escotaduras a través de los cuales puede realizarse la observación.
Aunque ambas técnicas son útiles, no nos permiten identificar con precisión los hallazgos
encontrados, al no tener sistema de ampliación.
El otoscopio de luz es el instrumento más utilizado por su facilidad de manejo y la buena imagen
que proporciona. Dispone de una lupa de aumento, que permite observar con mayor precisión.
El otomicroscopio ofrece una visión binocular y la posibilidad de explorar el oído desde diversos
aumentos, dando por lo tanto imágenes de gran precisión. La distancia focal es de 200 o 250 mm.
Es necesario una ampliación de 6 o de 10, que permite una gran libertad de maniobra para limpiar,
aspirar y penetra a nivel del CAE y de la caja timpánica. Posibilita el acoplamiento de cámaras
fotográficas o de vídeo para obtener iconografía.
En los últimos cincuentas años se han logrado progresos decisivos gracias al microscopio
operatorio, pero es en realidad el desarrollo de técnicas endoscópicas lo que ha permitido una mejor
exploración del CAE y del tímpano. El papel del endoscopio es múltiple, tanto como instrumento
diagnóstico como para la ejecución de intervenciones sobre el CAE.
Técnica de la otoscopia
Se comienza explorando el oído sano, o el clínicamente mejor, observando las características del
pabellón auricular y la entrada al CAE.
Para introducir el otoscopio, es preciso rectificar la curvatura del CAE, para lo cual se tracciona
del pabellón hacia atrás y arriba (Fig. 1) En los niños pequeños la tracción debe realizarse hacia
atrás y abajo.
La introducción del otoscopio debe realizarse en la dirección de la porción ósea del CAE de forma
delicada, con el espéculo del mayor tamaño, que no provoque molestias al paciente. Es importante
cambiar el otoscopio entre uno y otro oído si sospechamos que el primero estuviese infectado.
Observamos la piel del CAE, su grosor y coloración, su carácter descamativo. Nos fijaremos si la
introducción del otoscopio despierta dolor o alivia el picor.
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Técnica otoendoscópico
Se realiza con un endoscopio de 4 mm de diámetro, 0º de ángulo y
110 mm de largos, a veces con un endoscopio de 2,7 mm de
diámetro y 0º de ángulo (Fig. 2) El otonasofaringoscopio funciona
con una fuente de luz fría de 150 w conectada por un cable de luz
fría.
Este examen es indoloro incluso en los niños y no precisa ninguna
forma de anestesia local.
Con el paciente sentado y tras sumergir el extremo de la lente en
un líquido antivaho, se introduce la óptica en el CAE con una
mano, mientras la otra ejerce una tracción posterior sobre el
pabellón del oído hacia atrás y hacia abajo.
El médico debe preparar al paciente para que la introducción del endoscopio se desarrolle sin
gestos bruscos, a fin de no tocar las paredes del CAE e incluso la MT.
La óptica se hace avanzar bajo control visual a través del CAE, en el visor de una cámara
fotográfica o en una pantalla de control, según las necesidades del especialista. El endoscopio
permite obtener documentos fotográficos para la realización de bancos de datos comparativos y
terapéuticos (estudio de los sacos de retracción), imágenes de toda la pantalla y un diagnóstico
seguro.
Capítulo 6 Exploración física del oído
• Examen normal
• Examen patológico
Un CAE edematizado con otorrea orienta a una otitis externa, de origen microbiano con más
frecuencia: pseudomonas aeruginosa provoca una otorrea verdosa. Los agentes micóticos
provocan una otorrea blancuzca con depósitos negros en el caso de Aspergillus Níger. En
ausencia de un aspecto significativo, es útil la toma de muestra con hisopo estéril para la
búsqueda de elementos micélicos.
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Membrana timpánica
• Examen normal
a) Mango del martillo: hace relieve en la MT, cruzando ésta de delante hacia atrás y de arriba
hacia abajo.
b) Ombligo o umbo del tímpano: es el extremo inferior del mango y el punto más deprimido
de toda la MT.
c) Apófisis corta del martillo: es una procidencia que se encuentra en la parte superior del
mango del martillo. En esta zona se localizan los repliegues timpanicomaleolares anterior y
posterior, que son la continuación del annulus fibrocartilaginosos: así quedan delimitadas
las dos regiones timpánicas, la pars tensa por debajo de los repliegues o ligamentos y la
pars fláccida por encima de éstos.
d) Triángulo luminoso o reflejo de Politzer: como consecuencia de la inclinación de la MT,
ésta refleja parte de la luz incidente, creando y triángulo de mayor reflexión lumínica, cuyo
vértice es el extremo inferior del martillo, y que se dirige hacia delante. Para poder concluir
si el reflejo luminoso es normal, nos fijaremos, no sólo en su situación sino también en su
morfología (triangular, elíptico, circular, etc.) y en su número (único o múltiple)
e) Annulus timpánico: Es un anillo blanco fibrosos y cartilaginoso. Rodea la pars tensa y la
une sólidamente al hueso temporal.
Capítulo 6 Exploración física del oído
• Examen patológico
b) Alteración de los relieves normales: Cuando la apófisis corta y el mango del martillo
sobresalen en exceso, el diagnóstico es el hundimiento de la MT como consecuencia de
una disfunción tubárica.
En ocasiones, el mero estímulo mecánico del CAE por el otoscopio provoca una
dilatación de los vasos que acompañan radialmente al umbo, apareciendo éste
hiperémico, sin que este hecho, aisladamente tenga una implicación patológica
La trompa de Eustaquio es el origen embriológico del oído medio y también el origen de gran
parte de su patología. Su disfunción ocasiona una amplia gama de trastornos que se inician casi
todos ellos en la infancia. Por ello son de suma importancia las pruebas de la función equipresiva y
del aclaramiento de la caja, o pruebas funcionales de la trompa.
Existen dos maniobras clásicas para valorar la permeabilidad tubárica mediante la imagen
otoscópica: la maniobra de Valsalva y la maniobra de Toynbee.
Para realizar la maniobra de Valsalva se le pide al paciente que haga una inspiración profunda,
cierre la boca y se tape la nariz con los dedos. En esta situación de le indica que espire fuertemente
intentando expulsar el aire por la nariz. Si se consigue la apertura de la trompa de Eustaquio por
hiperpresión nasal, se apreciará un abombamiento de la membrana timpánica que se acompaña en
ocasiones de un chasquido. En casi el 50% de los pacientes con trompa permeable no se consigue
una autoinsuflación del oído, pudiendo reforzarse con la maniobra de Politzer. Para ello, se
necesita una pera de Politzer (Fig. 3): es una bomba neumática de goma, de unos 200 cc, unida a
una oliva metálica o de plástico. Se coloca la oliva en una narina y se obstruye la otra con el dedo
pulgar. Se insufla aire presionando la pera. El aire entra hacia la rinofaringe y para que éste no
escape hacia la orofaringe, se le pide al paciente que diga cualquier fonema que contenga el sonido
de la letra K (cuarenta y cuatro, coca-cola...) o bien que trague líquido retenido en la boca
previamente. Con esta maniobra se provoca el cierre palatofaríngeo acoplando el velo del paladar
contra la pared posterior de la faringe. Entonces, la presión aérea creada en la rinofaringe abre la
trompa y el aire penetra en la caja del tímpano siempre y cuando la trompa de Eustaquio esté
permeable. Por otoscopia podremos ver cómo se abomba la MT hacia fuera al pasar el aire a
presión a la caja. Además, por otoauscultación, utilizando un tubo de goma con olivas a ambos
extremos, una para el oído del paciente y otra para el del explorado ( Fig. 3) , escuchamos un soplo
corto y un chasquido producidos por el paso de aire por la trompa y la movilización de la MT.
El cateterismo tubárico con sondas de Itard apenas se utiliza en la actualidad. Se trata de un tubo
metálico de calibre en disminución, que en su extremo distal (curvado 45º) tiene una pequeña oliva
diseñada para su introducción en el ostium tubárico. Se introduce por la fosa nasal homolateral y se
puede insuflar aire o introducir a su través unas pequeñas bujías de Urbantshitsch tratando de
permeabilizar el trayecto de la trompa. Las eventuales lesiones nasales, epifaríngeas o del ostium
tubárico y la posible creación de otitis tubotimpánica por arrastre de secreciones han ido apartando
estas pruebas de la batería exploradora ORL de uso habitual.
BIBLIOGRAFÍA
CAPÍTULO 50
EPISTAXIS Y CUERPOS EXTRAÑOS NASALES
A. EPISTAXIS
1. INTRODUCCIÓN
La vascularización de las fosas nasales depende del sistema carotídeo externo a través de
las arterias maxilar y facial, y del sistema carotídeo interno a través de las arterias etmoidales
anterior y posterior, ramas de la arteria oftálmica. Existen múltiples anastomosis que comunican
estos dos sistemas. Éstas se hacen más evidentes sobre todo en la región anterior del séptum nasal,
donde llegan a formar la mancha vascular o área de Kiesselbach o de Little. Más del 90% de las
epistaxis proceden de esta región. (Fig.1)
De la arteria facial nace la arteria palatina ascendente que irriga el cavum, las coanas, el
paladar blando y las amígdalas palatinas. A nivel del labio superior da la arteria labial superior que
se anastomosa con su homóloga contralateral para formar la arcada coronaria superior, y finalmente
la arteria angular en el surco nasogeniano.
De la arcada coronaria superior nace la arteria del subtabique para emitir las ramas septales
y vestibulares.
La arteria angular da las ramas para la parte lateral de la pirámide nasal.
Fig1
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Es muy rico a nivel de las cavidades nasales. Está dispuesto en una red subepitelial y una
red profunda yuxtaperióstica e intraósea.
Está especialmente desarrollado a nivel de los cornetes, donde existe un verdadero tejido
cavernoso.
3. DIAGNÓSTICO.
Ante toda epistaxis la actitud del médico debe ser siempre la misma: identificarla, valorar
su repercusión y encontrar la causa una vez asegurado el tratamiento.
Si la epistaxis es anterior, se exterioriza a través de las fosas nasales. Es la forma más
frecuente en todos los grupos de edad. Si es posterior, lo hace a través de la orofaringe.
Es fácil identificarla mediante rinoscopia anterior (Fig.2) u orofaringoscopia. Debe hacerse
una exploración cuidadosa de las fosas nasales con el paciente sentado frente al explorador y una
fuente de luz que le permita tener las dos manos libres. La extracción de los coágulos facilita la
hemostasia y ayuda a la localización del punto sangrante.
Cuando el paciente está inconsciente o en decúbito, la hemorragia podría exteriorizarse
con la tos, en forma de vómito o en las heces, por lo que habría que hacer diagnóstico diferencial
con la hemoptisis, hematemesis y melenas. Para ello bastará con una exploración endoscópica de
las fosas nasales y orofaringe.
La utilización de mechas de algodón con anestesia tópica con adrenalina, favorece la
hemostasia por el efecto vasoconstrictor de la adrenalina y la compresión que producen en las fosas
nasales. Además, la retracción mucosa que se produce junto con el efecto anestésico en la misma
facilita la exploración posterior y el taponamiento si lo precisa.
4. CLÍNICA.
Cualquiera que sea el cuadro clínico inicial, hay que valorar la potencial gravedad de la
epistaxis. La repercusión en la exploración clínica (diaforesis, pulso, tensión arterial) y de
laboratorio (hemograma, hematocrito), y el contexto en el que se produce (edad, antecedentes
personales, modo de presentación…); nos servirán para determinar la importancia del episodio.
Según la cuantía y las consecuencias de la hemorragia podemos dividir a la epistaxis en:
Capítulo 50 Epistaxis y cuerpos extraños nasales
Es el cuadro clínico más frecuente. El estado general del paciente es bueno. Se caracteriza
por la exteriorización de sangre de forma brusca, a través de las narinas; inicialmente unilateral.
Suele ceder de manera rápida, espontáneamente o por simple compresión. En general es debida a
una hemorragia a nivel del área de Kiesselbach, y el diagnóstico es sencillo mediante rinoscopia
anterior.
Aproximadamente en el 10% de los casos la epistaxis puede ser grave por su abundancia o
su repetición.
En cada episodio, la epistaxis aparece como benigna, pero su repetición provocará pérdidas
hemáticas importantes. Esto puede llegar a necesitar de hospitalización por su potencial gravedad.
5. ETIOLOGÍA.
5.1.1. Traumáticas.
5.1.2. Tumorales.
Los tumores de las fosas nasales, de los senos o del cavum; pueden producir una
epistaxis debido a su riqueza vascular o a las sobreinfecciones asociadas. La epistaxis es
con frecuencia uno de los signos indicadores y esta etiología siempre debe ser descartada
ante toda hemorragia recidivante, sobre todo si es unilateral. Obstrucción nasal, algias y
déficits neurológicos, son otros signos que debemos buscar en la anamnesis. Por su
frecuencia nombraremos al angiofibroma nasofaríngeo y al angiofibroma del tabique.
Los estados infecciosos e inflamatorios de las fosas nasales, cualquiera que sea su
origen, producen una hiperemia difusa de la mucosa que puede ser responsable de
epistaxis, generalmente de escasa cuantía.
Bien por una rinitis seca o por factores ambientales, la mucosa nasal está debilitada
y predispuesta a la hemorragia.
5.1.6.1. Las deformaciones septales: pueden producir alteraciones en el flujo de aire a través de las
fosas nasales, generando erosión de la mucosa y el posterior sangrado.
5.1.6.2. Las perforaciones septales cualquiera que sea su causa, (cirugía septal, inhalación de
cocaína, enfermedades granulomatosas…). Las enfermedades granulomatosas como
tuberculosis, sífilis, sarcoidosis y granulomatosis de Wegener pueden producirla en su
curso clínico.
Cuando aparece asociada a rinorrea purulenta, costras diseminadas en las fosas
nasales, presencia de granulomas y la apariencia friable de la mucosa; debe ponernos sobre
la pista de estas enfermedades.
Toda alteración en uno de los tiempos de la hemostasia, cualquiera que sea su causa,
puede producir hemorragia. Aparecen espontáneamente o después de traumatismos mínimos.
La hemorragia habitualmente es difusa, en sábana y sin tendencia a la hemostasia
espontánea. El tratamiento local no será efectivo mientras no se corrija el problema
hemostático que la ha desencadenado. Las alteraciones de la hemostasia se pueden producir
en cualquiera de sus tres tiempos:
5.2.1.1. Alteraciones del tiempo vascular. Estas epistaxis se producen por alteraciones en la
pared capilar o del tejido pericapilar. Está alterado el estudio de la fragilidad vascular para
el cuál se emplean métodos de estasis (prueba del lazo) o de succión (prueba de la
ventosa). Aparecen en las siguientes enfermedades:
• Angiopatías congénitas: síndrome de Ehlers-Danlos, síndrome de Marfan,
pseudoxantoma elástico, osteogénesis imperfecta, enfermedad de Fabry y enfermedad
de Rendí-Osler-Weber o telangiectasia hemorrágica hereditaria.
• Angiopatías adquiridas: púrpura de Waldeström, púrpura caquéctica, púrpura por
exceso de corticoides, púrpura en la amiloidosis, púrpura idiopática, escorbuto,
enfermedad de Schölein-Henoch y angiopatías secundarias a medicamentos.
5.2.1.2. Alteraciones del tiempo plaquetario. Se caracterizan por una prolongación del
tiempo de hemorragia. Puede ser debido al número o a la calidad de las plaquetas. Para
reconocerlo se realiza un examen del recuento y de su función como pruebas de
adhesividad, de agregación, de determinación del tamaño y supervivencia plaquetaria.
• Púrpuras trombopénicas. Se caracterizan por una disminución en el número de
plaquetas. Pueden ser de origen central (aplasia medular, síndromes
mieloproliferativos…) o de origen periférico. Éstas pueden ser inmunológicas (púrpura
trombopénica idiopática), por hiperconsumo (coagulación intravascular diseminada), o
por distribución incorrecta (hiperesplenismo).
• Púrpuras trombopáticas. En este caso el número de plaquetas es normal, pero su
función está alterada. Pueden ser congénitas como la tromboastenia de Glanzmann, o
adquiridas como las trombocitopatías secundarias a la insuficiencia renal, insuficiencia
hepática…
• Pacientes que por su estado, necesitan tratamiento farmacológico con antiagregantes
plaquetarios (clopidogrel, ácido acetilsalicílico, triflusal, etc).
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6. TRATAMIENTO.
6.1.1.1. Compresión digital. Se debe hacer en la parte anterior del tabique con el índice y el
pulgar durante al menos 5 minutos. Algunas anteriores benignas, se resuelven de este
modo.
Fig.3
Compresión
digital.
Fig: 4
• Pomada antibiótica.
• Gasa orillada.
• Anestesia tópica con
vasoconstrictor.
Fig. 5:
• Espongostán.
• Surgicel.
10
6.1.1.4. Taponamiento posterior. Está indicado en las epistaxis altas y posteriores (cavum y 2/3
posteriores de las fosas nasales). Es un procedimiento doloroso y traumático, por lo que se
recomienda su realización bajo analgesia adecuada.
Fig.7
11
Fig.8: Sonda de neumotaponamiento, especial Fig. 9: Sonda de Foley aplicada a fosa nasal.
6.1.4. Cauterizaciones.
Al igual que ocurre con las sustancias esclerosantes, éstas tampoco deben usarse de
manera repetida por el riesgo de necrosis, y posterior perforación septal.
6.1.4.1. Cauterización eléctrica. Se realiza con pinza bipolar o con bisturí monopolar
previa anestesia tópica de las fosas nasales. Muy útil para sangrados anteriores. En casos
posteriores debe realizarse bajo control endoscópico.
6.1.4.2. Cauterización química. Útil para el tratamiento de pequeñas lesiones
angiomatosas. Se emplean sustancias como el nitrato de plata (Fig.10), cloruro de zinc
glicerinado, ácido crómico 1/3, o ácido tricloroacético 1/3.
6.1.4.3. Fotocoagulación. La utilización del láser para la coagulación tiene efectos
similares a la cauterización eléctrica. Pueden utilizarse el láser de argón, el láser CO2, láser
YAG y el láser KTP, siempre bajo control microscópico.
Capítulo 50 Epistaxis y cuerpos extraños nasales
12
Fig.10:
barras de
nitrato de
plata.
13
6.4.1. Cauterizaciones. Eficacia limitada. Sólo están indicadas en las formas menores. Si se
realizan de forma repetida, pueden producir perforaciones septales. La crioterapia y
la coagulación láser tienen efectos similares.
6.4.2. Inyecciones intramucosas. Con cola de fibrina, o mejor de Ethibloc®. Bajo control
endoscópico se realiza una infiltración en la base de implantación de la
telangiectasia. Es un tratamiento sencillo pero de efectos transitorios, lo que obliga a
inyecciones reiteradas.
6.4.3. Embolización selectiva. A nivel de ramas maxilares y faciales. Si se hace
bilateralmente, aporta remisiones más prolongadas. Se debe reservar para casos de
epistaxis recidivantes y cuando han fracasado otras medidas terapéuticas más
sencillas, ya que ésta no está desprovista de riesgos.
Capítulo 50 Epistaxis y cuerpos extraños nasales
14
2. ANATOMÍA PATOLÓGICA.
15
3. LOCALIZACIÓN.
Los cuerpos extraños se pueden alojar en cualquier área dentro de las fosas nasales, únicos
o múltiples; y pueden ser uni o bilaterales, aunque son más frecuentes en la fosa nasal derecha
(predominio de población diestra). Se suelen encontrar en la región anterior (meato inferior, entre
cornete medio y tabique, cornete medio y techo nasal…). Y en ocasiones extraordinarias, pueden
penetrar por vía posterior, como consecuencia de regurgitaciones, vómitos y tos; siendo en estos
casos de contenido alimenticio.
4. CLÍNICA.
Suelen ser niños pequeños (alrededor de los 4 años) cuyos padres refieren que se han
introducido un cuerpo extraño en la nariz. Ellos mismo cuentan de qué objeto se trata.
A veces, el único síntoma presente es la presencia de rinorrea unilateral mucopurulenta o
serosanguinolenta, fétida y resistente al tratamiento convencional; acompañándose de obstrucción
nasal, epistaxis recurrente, cacosmia, ronquidos, rinolalia, halitosis, dolor dental. En ocasiones,
puede llegar a ser un diagnostico casual al realizar una radiografía de senos paranasales por otra
razón (si éste es radiopaco).
5. DIAGNÓSTICO.
Fig.14
Capítulo 50 Epistaxis y cuerpos extraños nasales
16
6. COMPLICACIONES.
Van a depender de su naturaleza. Unos pueden permanecer en las fosas nasales y pasar
desapercibidos hasta que son detectados casualmente. En otras ocasiones, al no haberse extraído
por las razones que sean (no haberse encontrado, no haber demandado la atención sanitaria, etc),
generan lesiones inespecíficas tales como edema reactivo, rinorrea mucopurulenta y formación de
tejido de granulación. Pueden originar úlceras y posterior necrosis osteocartilaginosa cuando se
trata de cuerpos con componente reactivo (pilas). Ésta puede llegar a dejar secuelas como
perforación septal, necrosis del cornete inferior, pansinusitis, rinitis atrófica, sinequias.
Las complicaciones graves son extraordinarias. Puede llegar a generar celulitis facial
complicada con fistula gingivo-labial, o algún caso de meningitis.
7. TRATAMIENTO
Consiste en la extracción cuidadosa por el orificio nasal. El instrumental necesario para tal
fin consta de:
7.1. Gancho romo: el más frecuentemente utilizado. Se pasa por detrás del cuerpo extraño,
arrastrándose hacia la narina. (Fig.15).
7.2. Aspirador: para la succión de la rinorrea.
7.3. Sonda con balón: se introduce, sobrepasando el cuerpo extraño, al llegar al cavum, se infla, y a
continuación se extrae hacia narina, empujando al mismo.
7.4. Electroimán: puede ser útil en caso de cuerpo extraño metálico.
7.5. Presión positiva de oxígeno insuflada por la fosa nasal contralateral o bucal.
Fig.15
PALABRAS CLAVE
17
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1
II. NARIZ Y SENOS PARANASALES
Capítulo 51
INTRODUCCIÓN
Los traumatismos nasofaciales tienen gran importancia por su incidencia, su complejidad, sus
secuelas funcionales o estéticas, y porque en los casos graves pueden suponer una amenaza para
la vida del paciente.
Los accidentes de tráfico, domésticos, agresiones, accidentes deportivos y laborales, y con
menor frecuencia la yatrogenia quirúrgica o las autolesiones hacen que los traumatismos de
nariz, senos y macizo facial sigan constituyendo un alto porcentaje de las consultas del
otorrinolaringólogo. Aunque en la actualidad, está cobrando cada vez más importancia la
coordinación interdepartamental y la actuación multidisciplinaria.
El primer contacto con el paciente con un traumatismo de estas características suele ser en la
urgencia. En ocasiones, el paciente es un politraumatizado (en el 10% de los politraumatismos
ocurre afectación facial; DURAN y cols; 1987), en el que el traumatismo facial, excepto que
comprometa la vía aérea no suele ser prioritario. El edema extenso de partes blandas, la fractura
bilateral de la mandíbula o las fracturas de Le Fort del maxilar son algunos de los casos en los
que puede tener lugar la obstrucción de la vía aérea. En las fracturas mandibulares una
intubación nasotraqueal suele ser lo adecuado, sin embargo en las fracturas del maxilar es un
tema controvertido, pues existe el riesgo de rotura de la lámina cribosa del etmoides. La
intubación nasotraqueal presenta el peligro de provocar una falsa vía hacia el interior del cráneo,
por lo que la intubación orotraqueal, la coniotomía y la traqueostomía suelen ser las técnicas
preferidas a la hora de asegurar la vía aérea. Excepcionalmente, importantes fracturas del
esqueleto facial pueden ser causantes de hemorragias severas que puedan poner en peligro la
vida del paciente. Uno de esos casos se produciría en la fractura del maxilar Le Fort III en la que
se produce la afectación de ambas arterias maxilares internas y también de forma extraordinaria
asociada a fracturas del hueso temporal en las que se podría romper la porción petrosa de la
arteria carótida interna o a una fractura a través de la base del esfenoides en la que se podría
afectar su porción cavernosa.
Una vez que el paciente ha sido estabilizado debería llevarse a cabo un control radiográfico para
descartar daños en la columna cervical y después una buena anamnesis por aparatos.
El tratamiento de un paciente con un traumatismo facial, debería incluir una amplia historia y
una exhaustiva exploración que ayudase a determinar la importancia y extensión de las lesiones.
La meta del tratamiento en los pacientes con lesiones cráneo-maxilo-faciales sería la
reconstrucción de todos los defectos. A la hora de establecer prioridades, tanto la alteración de
partes blandas como las lesiones óseas han de tenerse en cuenta. El objetivo debería ser primero
el de preservar la función y en segundo término aunque no por ello menos importante, la
estética. Fotografías recientes, moldes dentales…podrían ser de utilidad en estos casos.
Capítulo 51 Traumatismos de nariz, senos y macizo facial. Rinorrea cerebro-
espinal. Tratamiento de las fístulas de LCR
2
Si la lesión inicial conlleva laceraciones de piel o mucosas, nuestra intención debería se
utilizarlas como acceso para la reparación de las fracturas. Si no hay lesiones epiteliales habría
que buscar otros accesos hasta dejar las zonas de fractura expuestas, a la vez que hay que
intentar minimizar o al menos disimular las cicatrices e intentar no poner en riesgo las
estructuras neurovasculares adyacentes.
Normalmente es el propio paciente quien nos proporciona los datos para la historia. Otras veces,
sin embargo, estos pacientes son politraumatizados que pueden estar inconscientes o intubados.
La información en estos casos podría ser facilitada por algún familiar o por la policía o personal
de ambulancia presentes en el lugar de los hechos.
La exploración física será rápida pero sistematizada. Se buscarán hematomas, edemas,
equimosis palpebrales y conjuntivales, deformidades faciales, exoftalmos o enoftalmos,
maloclusión dentaria, paresias faciales, y con especial atención se denotará el aspecto y trazado
de las laceraciones, heridas y pérdida de sustancia.
La TC del macizo facial es crucial en diagnósticos difíciles, para dilucidar si una fractura frontal
afecta o no a la tabla posterior, para detectar inclusiones en la fosa craneal anterior, para
objetivar complicaciones endocraneales…
Después de un completo diagnóstico de las fracturas, debe establecerse un plan de tratamiento.
El tratamiento quirúrgico de las fracturas faciales incluye su adecuada exposición, una
reducción meticulosa y una fijación estable de la misma. Las incisiones quirúrgicas deberían ser
transmucosas o camufladas utilizando para ello las líneas de expresión. Aunque por encima de
esto prevalece una buena corrección de la fractura. Después de la exposición de la fractura
facial, la reducción ha de ser realizada y mantenida hasta que se haya producido una adecuada
fijación de la fractura. Una reducción precisa es especialmente necesaria cuando utilizamos una
fijación rígida. Las técnicas de fijación deberían permitir la completa reparación del hueso con
una reconstrucción en tres dimensiones.
La reparación de las lesiones de tejidos blandos, suele ser tan importante como el tratamiento de
las fracturas. Esto tiene especial importancia en lo que se refiere a la región periorbitaria, donde
el telecantus, enoftalmos o diplopia suelen acompañar a las lesiones óseas. La atención precoz a
las partes blandas está más orientada a la preservación de la sustancia, pensando en los
resultados estéticos, que a la prevención de la infección, pues a pesar de la potencialidad séptica
de estas lesiones por contaminación oral, nasal o del exterior, de hecho la infección de la herida
facial es poco frecuente, la erisipela es excepcional, la gangrena gaseosa no se observa jamás y
el tétano es rarísimo (pudiendo revestir cuando se presenta la forma cefálica de Rose) (LEGER).
De todos modos, la protección antibiótica y antitetánica se realiza siempre.
3
CLASIFICACIÓN ANATÓMICA DE LOS TRAUMATISMOS NASOFACIALES
4
Una opacificación mayor de dos semanas obliga a intervenir para restablecer el
drenaje homolateral y contralateral rompiendo el septo intersinusal.
Las fracturas desplazadas y conminutas requieren una exploración quirúrgica para
el abordaje directo a la tabla posterior y al ductus. Éste puede ser bicoronal,
supraciliar o a través de la herida (en las abiertas). Para evitar mucoceles hay que
eliminar la mucosa atrapada en la fractura y si el conducto está obstruido, obliterar
el seno o eliminar el septo intersinusal. Se hace una reconstrucción ósea con todos
los fragmentos, más injertos de cortical craneal unidos con miniplacas.
Así, según Stanley, los puntos terapéuticos para obtener el éxito en los
traumatismos frontobasales son: Hacer cirugía precoz, administrar antibióticos de
amplio espectro, tratar correctamente el seno (incluso cranealización), reconstruir
por completo el suelo de la FCA, reconstrucción de fragmentos por un segundo
equipo (ahorro de tiempo), uso de injertos de cortical ósea craneal y cobertura de la
zona con piel sana sin tensión.
En lesiones importantes que impidan reconstruir, se realiza la ablación del seno
frontal, eliminando la pared anterior y la mucosa obliterando el conducto, con
posterior reconstrucción en seis meses con costilla o hueso ilíaco. (Fig. 1)
5
o Ductus nasofrontal: Zona protegida pero frágil, cuya lesión puede ser de difícil
diagnóstico. Se puede hacer una recanalización con tubo de silicona (alto riesgo de
reestenosis) o una obliteración del conducto, aunque el aislamiento del seno puede
conducir a la formación de muco o pioceles.
Seno esfenoidal: Es una fractura rara que sucede en los grandes traumatismos craneales
y representa un reto diagnóstico y quirúrgico cuando afecta a las estructuras
vasculonerviosas selares y paraselares. Las múltiples lesiones durales que presentan
precisan reparación intracraneal o neuroquirúrgica y extracraneal o rinoquirúrgica (vía
transeptal-transesfenoidal).
Una disfunción visual postraumática debe hacer sospechar lesión de la vía óptica con un
compromiso vascular en el nervio y requiere tratamiento precoz. El manejo será médico
con altas dosis de corticoides o quirúrgico (vía transetmoidoesfenoidal externa de
NIHO, transetmoidoesfenoidal sublabial de Soffermann o transnasal endoscópica).
Laterales o frontorbitarias
Reborde y tercio medio del techo orbitario: Como fracturas aisladas, son más raras las
del suelo. Las mínimamente desplazadas no necesitan tratamiento y las desplazadas, al
empujar hacia abajo el globo comprometen los músculos extrínsecos. La TC dará la
indicación quirúrgica mostrando desplazamiento importante del globo, herniación de
tejidos blandos o gran ruptura frontobasilar. Lo más común es una fractura del reborde
superior orbitario asociada a una fractura del seno frontal y reborde supraorbitario
(frecuente daño del ductus nasofrontal). Se abordan por vía bicoronal o supraciliar, se
reconstruye la tabla anterior con miniplacas y el conducto nasofrontal dañado con
colgajo mucoso de la pared lateral de la fosa nasal.
Tercio posterior del techo orbitario: Debido a extensión de otras fracturas. La fractura
del vértice orbitario produce el síndrome del vértice orbitario, con oftalmoplejía
(parálisis de los tres oculomotores) y pérdida visual por compresión del N.óptico. Se
detecta bien por TC y está indicada la descompresión urgente. (Fig. 3)
6
el músculo masetero tiende a provocar la distracción del segmento óseo hacia la línea media y
hacia abajo.
El arco cigomático, que contribuye a la unión entre el cuerpo malar y el temporal, está situado
por encima de la apófisis coronoide, por tanto una fractura impactada del arco puede empujar a
éste hacia la fosa temporal y dar lugar a una restricción en el movimiento de la mandíbula. El
cuerpo del cigomático, constituye la pared inferolateral de la órbita y es en ocasiones el punto
de impacto del trauma, aunque muy raramente resulta fracturado, pues es la parte del hueso más
gruesa, sin embargo, una fractura de éste, sobretodo si es conminuta resulta siempre un
problema a la hora de su manejo quirúrgico.
Anatomía quirúrgica
El hueso malar o cigoma posee cuatro líneas de unión: con el temporal, frontal, maxilar y
esfenoides. Además los músculos temporal y masetero también se insertan sobre su superficie.
La apófisis orbitaria del cigomático forma la parte anterolateral del foramen infraorbitario del
suelo de la órbita. No es infrecuente, tras un fuerte traumatismo sobre este hueso, que se
produzca una hernia orbitaria o enclavamiento de su contenido por los fragmentos óseos. El
nervio infraorbitario pasa a través del foramen infraorbitario, y luego a través de la articulación
cigomático-maxilar. Su daño provoca hipoestesia infraorbitaria. Especial atención ha de
prestarse en este tipo de fracturas, debido a su íntima relación con la órbita y ligamentos de
suspensión, porque las diferentes fuerzas de tracción provocadas por los diferentes músculos
asociados al cigomático como el masetero pueden dar como resultado un desplazamiento del
globo ocular con atrapamiento del M. recto inferior u oblicuo inferior. Esta situación suele ser
reversible, y sólo da lugar a un espasmo de los músculos provocando la incapacidad de dirigir la
mirada hacia arriba. Un verdadero atrapamiento y lesión de estos músculos, que es raro,
requeriría reparación quirúrgica.
Diagnóstico
Lo primero y más importante una buena anamnesis y exploración física. Es una lesión típica de
traumatismos por puñetazo, caída por escalera, o bien, provocado tras un accidente de tráfico.
Las quejas más frecuentes suelen ser de dolor local, deformidad facial por hundimiento hacia
abajo del malar y en ocasiones hipoestesia infraorbitaria. Si se ha producido una herniación
importante de la grasa periorbitaria al seno maxilar o un atrapamiento de los músculos oblicuo
inferior o recto inferior el paciente también referirá diplopia en la mirada superior.
En un paciente con fractura del hueso malar o cigoma también puede presentarse un hematoma
e incluso un hemoseno. A la exploración, el paciente presenta una severa equimosis
periorbitaria así como una hemorragia subconjuntival. La presencia de sangre en la cámara
anterior (hipema) es indicativa de un severo daño del globo ocular, y constituye una emergencia
oftalmológica. Una hemorragia subconjuntival limitada no constituye “per se” un peligro para el
ojo. El enoftalmos secundario a la herniación de grasa periorbitaria en el seno maxilar o al
atrapamiento de algunos músculos no es raro.
El frecuente daño intraocular concomitante en este tipo de traumatismos hace preciso un
examen oftalmológico para valorar el grado de afectación de los movimientos oculares y la
agudeza visual. (Fig. 4)
Libro virtual de formación en ORL
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Si la zona no está muy edematosa podremos palpar claramente el escalón periorbitario que
originará una asimetría del esqueleto facial. Si se realiza una palpación intraoral, podremos
sentir la crepitación y el edema sobre el resalte que se corresponde con el foco de fractura. El
trismus también tiene lugar en alguno de estos pacientes, definido como la incapacidad de abrir
la boca más de 3 cm y puede ser provocado por la impactación del arco cigomático sobre la
apófisis coronoide de la mandíbula o por el espasmo de los músculos masetero y temporal tras
la contusión.
Las fracturas del cigomático pueden ser clasificadas de acuerdo a su severidad. Una fractura
aislada del arco cigomático podría tener lugar sin implicación orbitaria. Fracturas de la línea de
sutura cigomático-maxilar y del suelo orbitario sin implicación de la apófisis frontal del
cigomático o de la línea de sutura temporo-frontal constituye una fractura en estallido
incompleta. Una fractura en estallido pura, implica una dehiscencia del suelo orbitario pero
manteniéndose intactos los bordes. Una fractura severa y conminuta del cuerpo requiere una
corrección a cielo abierto diferente a la trimalar.
Antes del tratamiento de este tipo de fracturas siempre hemos de confirmar los daños causados
con pruebas de imagen, que en estos casos incluyen la proyección de Cadwell, de Waters y la
realizada a través del vértice submentoniano. La proyección de Waters puede revelar una
dehiscencia en el suelo de la órbita por el clásico signo de la lágrima indicando herniación del
contenido orbitario en el seno maxilar, aunque a veces la presencia de sangre puede ser motivo
de confusión. También esta proyección es excelente para la evaluación del arco de la órbita,
valorar la unión fronto-cigomática, y el cuerpo del cigoma. La proyección submentoniana nos
da una buena visión del arco. La TC es especialmente buena en la determinación del grado y
severidad de las fracturas del suelo o del ápex de la órbita. También es capaz de detectar sutiles
fracturas palatinas asociadas. De forma indirecta puede además indicarnos la existencia de
lesión de la lámina papirácea, por la presencia de aire intraorbitario. La TC tridimensional
proporciona una estupenda visión que nos ayuda principalmente a la hora de tomar decisiones
terapéuticas. (Fig. 5)
Capítulo 51 Traumatismos de nariz, senos y macizo facial. Rinorrea cerebro-
espinal. Tratamiento de las fístulas de LCR
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Signos y síntomas de las fracturas del zigomático
Síntomas Signos
Dolor Inflamación y edema infraorbitario
Diplopia Pérdida conjugada de la mirada
Entumecimiento Hipoestesia: mejilla, dientes y encía
Epistaxis superior ipsilateral
Trismus Hipoftalmus/enoftalmus
Deformidades Hemorragia subconjuntival
Tratamiento
La única indicación estricta de cirugía es la corrección del trismus o las complicaciones
oftalmológicas, aunque la mayoría de las veces esta decisión es tomada por cuestiones
únicamente estéticas (hundimiento del pómulo, descenso del canto externo del ojo). Cuando
obtenemos el consentimiento del paciente para la cirugía, ha de tenerse en cuenta la proximidad
del globo ocular del área quirúrgica y advertir sobre el riesgo de producirse la lesión directa del
nervio óptico, un hematoma retrobulbar o de dañar la retina por retracción del globo. Estas
complicaciones son extremadamente raras si durante la cirugía se toman las precauciones
adecuadas. Más importante es advertir sobre otros riesgos menos graves, aunque más frecuentes
como las alteraciones de la estática o dinámica ocular, el edema periorbitario o el ectropion.
Técnica quirúrgica: Es muy útil actuar en las doce primeras horas, aprovechando, si existe, la
herida como abordaje para la reducción. El tratamiento puede también diferirse pues los
fragmentos se movilizarán bien hasta el decimoquinto día, con la ventaja de que ya no existe el
escollo del edema y el hematoma. Después de la segunda semana la reducción resulta muy
difícil (BOURGET y cols.).
Se trata reduciendo la fractura con un instrumento que se apoya bajo el cuerpo del malar y eleva
el fragmento descendido, realizando una fijación en los casos inestables. La técnica “clásica”
consiste en la colocación de una lámina o alambre de la apófisis fronto-maxilar al reborde
orbitario consiguiendo así la estabilización de la mayoría de las fracturas. Las técnicas de
fijación han sido descritas con agujas de Kirschner y más recientemente con placas rígidas.
El abordaje puede ser transcutáneo (Poswillo) con un crochet; vestibular superior, y temporal,
elevando el fragmento con un elevador simple de Gillies o una pinza elevadora de Rowe.
Los huesos malares inestables y las fracturas conminutas o múltiples requieren una suspensión
malar (técnicas de Kanzanjian y Steinhiber)
La fijación directa del malar mediante osteosíntesis se consigue por los abordajes central
externo, infraorbitario y sublabial superior. La incisión infraorbitaria debería realizarse 3-4 mm
por debajo de la línea ciliar para evitar el ectropion y el edema periorbicular. Así se consigue la
alineación de los fragmentos logrando un contorno regular del reborde orbitario en su zona
inferoexterna, y un perfil similar al contralateral en la periferia del pómulo.
Si hay una dehiscencia importante del suelo de la órbita (mayor de 1.5 cm) o atrapamiento del
oblicuo inferior o recto inferior, un injerto de hueso o septum nasal podría ser utilizado para
reparar el defecto.
Centrales
a) Sin maloclusión
o Pirámide nasal (nasales propios)
La fractura nasal es la fractura facial más frecuente, por la prominencia de la nariz en la cara.
Sin embargo, debido a que muchas fracturas son subclínicas y muchas otras están asociadas con
traumatismos múltiples, un alto porcentaje no es diagnosticado o tratado en el momento de la
lesión. Estas suelen dejar una insuficiencia nasal crónica y explican muchas de las
intervenciones de septoplastia llevadas a cabo por desviación septal y obstrucción. Las lesiones
varían según la edad del paciente (los niños, con tejidos más flexibles, sufren más luxaciones y
los adultos más fracturas).
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Anatomía
La nariz es una pirámide triangular compuesta por estructuras cartilaginosas y óseas que
sustentan la piel, musculatura, mucosa, nervios y estructuras vasculares. El tercio superior de la
nariz está sostenida por hueso, y los dos tercios inferiores por un complicado entramado
formado por el cartílago superior e inferior, y el septum nasal. La piel en el tercio superior de la
nariz es fina y fácilmente desplazable; en la porción inferior la piel es gruesa y posee
prominentes glándulas sebáceas. En la parte de la nariz más distal, la relación entre la piel y las
estructuras cartilaginosas inmediatamente por debajo de ésta es más íntima. Toda la nariz tiene
un buen aporte sanguíneo, lo que permite disecciones extensas con seguridad obteniéndose una
rápida cicatrización. El sustento de la nariz es llevado a cabo por estructuras cartilaginosas
semirígidas que están a la vez en relación con la sólida e inflexible estructura ósea nasal. Los
tejidos cartilaginosos incluyen los cartílagos laterales, los cartílagos alares, y el cartílago septal.
Hay muchos cartílagos sesamoideos en la parte lateral del ala y en la base de la columnela. El
cartílago está íntimamente relacionado con las estructuras óseas, las cuales están constituidas
por la apófisis frontal del maxilar, la espina nasal del hueso frontal, el par de huesos propios
nasales, y el hueso del septum (vómer y lámina perpendicular del etmoides).
Debido a que la porción ósea y cartilaginosa del septum están íntimamente relacionados, es raro
observar el daño aislado de alguna de ellas sin afectación de la otra. Un error común en la
reducción de una fractura nasal es reducir la fractura ósea sin prestar atención al septum, pues es
causa de importantes secuelas funcionales respiratorias.
Una fractura con lateralización de la pirámide supone siempre una angulación, una curvatura,
una luxación o una fractura en C de MURRAY en el tabique nasal. Una fractura producida por
una fuerza de dirección anteroposterior, en libro abierto o con introducción telescópica de
fragmentos, presupone siempre una fractura y/o luxación en el esqueleto del séptum, con
sumación o paralelismo de sus fragmentos.
Se puede afirmar que, sobretodo en fracturas amplias, será imposible una buena reducción de la
pirámide sin una reparación, por manipulación simple o por cirugía a través de túneles, de la
estructura del séptum, al ser este pilar imprescindible para mantener la estática del conjunto.
Si la reparación del esqueleto septal se efectúa por abordajes quirúrgicos (de dos, tres o cuatro
túneles), debe tenerse en cuenta que la actuación en tejidos mortificados por el traumatismo
predispone a los desgarros mucopericondriales y a las pérdidas de sustancia en partes blandas;
debiéndose respetar todo el componente osteocartilaginoso posible para evitar secuelas y
comunicaciones entre ambas fosas. Si existen desgarros traumáticos mucopericondrales, deben
utilizarse como abordaje quirúrgico.
Diagnóstico
Ante cualquier traumatismo de la parte central de la cara, ha de sospecharse la posibilidad de
una fractura nasal. Al margen de las connotaciones legales y de la necesidad de confeccionar un
parte de lesiones, una buena anamnesis es imprescindible para orientar el diagnóstico,
indagando sobre la naturaleza del incidente, si se produjo o no epistaxis en el momento del
trauma y si el paciente se nota alguna deformidad. También es importante interrogar a cerca de
la existencia de obstrucción nasal previa o fractura para evitar confusiones con deformidades
preexistentes a la hora de realizar una buena exploración.
A través de un buen examen físico se pueden poner de manifiesto la existencia de la mayoría de
las fracturas nasales, aunque la evaluación en las primeras 3-6 horas puede ser dificultada por el
edema. Los signos de una fractura incluyen palpación muy dolorosa, deformidad con resaltes o
hundimientos de las superficies óseas, movilidad anormal, crepitación ósea, equimosis y
hematoma. Otros signos que indicarían más severidad incluyen la quemosis escleral, equimosis
periorbital, hemorragia subconjuntival y enfisema subcutáneo.
La exploración debería realizarse después de aspirar los restos hemáticos de las fosas nasales y
de aplicar un descongestionante tópico de la mucosa nasal, así pueden detectarse posibles
laceraciones de la mucosa y el estado del septum, valorando si hay luxación y/o hematoma
septal.
Capítulo 51 Traumatismos de nariz, senos y macizo facial. Rinorrea cerebro-
espinal. Tratamiento de las fístulas de LCR
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Algunos autores encuentran la realización de la Radiografía simple de huesos propios algo
ineficiente e innecesario. Varios estudios han demostrado su fracaso en la demostración de hasta
un 50% de fracturas nasales clínicamente evidentes y además se producen falsos positivos por
marcas vasculares o fracturas antiguas. Para traumatismos más severos, como fracturas naso-
orbitarias, fracturas del etmoides nasofrontal, o una posible fractura de la lámina cribiforme, ha
de pedirse una Tomografía Computerizada con cortes axiales y coronales.
Las fotografías de la lesión deberían ser consideradas como una parte esencial de la evaluación.
Se deberían conseguir también fotografías en las que se pudiese apreciar la anatomía facial del
paciente previa al trauma. Estudios han determinado que aproximadamente un 30% de pacientes
con fractura nasal presentaban deformidades nasales previas.
Intervención
Deben tratarse primero las partes blandas, resecando todos los tejidos mortificados que no
tengan posibilidad de supervivencia (FRIEDRICH), pero deben conservarse todas las porciones
cutáneas posibles, aun las de vitalidad dudosa, pues una resección excesiva compromete el
resultado funcional y estético. Debe lavarse bien la herida con suero fisiológico para arrastrar
pequeños cuerpos extraños que alterarían la calidad de la cicatrización.
Antes de efectuar ninguna acción de cierre debe aprovecharse el trayecto de la herida para
realizar a su través las maniobras necesarias para la reposición de los fragmentos a cielo abierto
y, si es preciso, la inmovilización por sutura. La extracción de cuerpos extraños debe asegurarse
antes de cerrar la herida.
Cuando se ha sacado todo el partido posible a la solución de continuidad de las partes blandas se
procede a suturar por planos, convirtiendo la fractura abierta en cerrada.
Hay tres consideraciones importantes a tener en cuenta a la hora de reducir una fractura nasal.
La primera es si se realiza una reducción abierta o cerrada. Algunos autores apoyan
incondicionalmente la reducción cerrada, incluso en aquellos casos en los que previsiblemente
haya que llevarse a cabo una rinoplastia, ya que se minimizaría la extensión de la rinoplastia
requerida y mejoraría el bien estar del paciente durante el tiempo de espera. Se recomiende
llevar a cabo una reducción cerrada en los siguientes casos:
1. fractura de los huesos propios nasales uni o bilateral
2. fractura del complejo naso-septal con desviación nasal menor de la mitad del ancho
del puente nasal
y una reducción abierta se llevará a cabo dentro de las siguientes premisas:
1. fractura-luxación extensa de los huesos propios nasales y septum
2. desviación de la pirámide nasal mayor de la mitad del ancho del puente nasal
3. fractura-luxación del septum caudal
4. fracturas abiertas del septum
5. persistencia de deformidad después de una reducción cerrada
6. fracturas naso-septales vistas tres o más semanas después del traumatismo
La segunda consideración es sobre el tipo de anestesia. Existe un estudio realizado en el Reino
Unido en el que se comparan las dos técnicas no encontrando diferencias estadísticamente
significativas. También apunta que >90% de los pacientes que son sometidos a una reducción
bajo anestesia local comparan las molestias con las que se pueden sufrir el las intervenciones
odontológicas. En esta era del coste-beneficio esto es significativo, por lo que tal vez más
reducciones deberían llevarse a cabo bajo anestesia local.
La tercera consideración importante es el tiempo que pasa desde que se produce el traumatismo
hasta su reducción. Si el paciente se presenta en las primeras 3-6 horas, cuando aún no se han
instalado edema y hematoma, la reducción debe llevarse a cabo inmediatamente (HINDERER).
Pasado este periodo de de tiempo, la mayoría de los autores prefieren retrasar la reducción 3-7
días, hasta que desaparezca el edema, y se pueda realizar una adecuada alineación de los
fragmentos. La mayoría de los pacientes no cicatrizan de forma significativa antes de las tres
semanas, por lo que una reducción cerrada solo tendría lugar en las 2-3 primeras semanas.
Después de 3 semanas la fractura ha cicatrizado por lo que no puede ser reducida fácilmente y
es necesaria la reducción abierta. Debido a la formación de escaras de tejido de granulación y la
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fibrosis del cartílago, la septorrinoplastia debe ser retrasada 3-6 meses para obtener un óptimo
resultado.
Reducción cerrada
Anestesia tópica con adrenalina, para reducir la mucosa nasal lo suficiente para permitir una
correcta examinación intranasal e infiltración local en la glabela, base de la columnela y el
territorio de los infraorbitarios. Aunque la anestesia es efectiva casi inmediatamente, se debería
esperar unos 15 minutos para maximizar la acción del vasoconstrictor.
Casi todas las fracturas nasales son producidas por fuerzas laterales y oblicuas y pueden ser
reducidas mediante movimientos hacia fuera y adelante utilizando un fórceps de Walshamn o un
mango de bisturí que se introduce en la nariz, bajo los huesos propios nasales, a 1cm del ángulo
nasofrontal.
Las fracturas producidas por una fuerza anteroposterior mostrarán, si existió la energía
suficiente, un hundimiento de la pirámide ósea. Dependiendo del punto en el que se ejerza la
fuerza y de la morfología de la pirámide ocurrirá: una fractura en libro abierto (los fragmentos
hundidos se apoyan en la cara externa del maxilar) o una fractura telescópica (los fragmentos
penetran en la fosa nasal). La reducción en estos casos, se logra ejerciendo una fuerza
posteroanterior desde el interior de las fosas, aplicando la energía por presión instrumental sobre
la cara endonasal de los huesos propios. Recuperada la pirámide de su hundimiento, en la
fractura en libro abierto se reducirá el eje transversal a nivel del borde posterior de los huesos
propios por presión bimanual; en la fractura telescópica ensanchará este eje hasta lograr que los
fragmentos óseos se vuelvan a apoyar sobre las apófisis ascendentes del maxilar superior.
Si la fractura es conminuta o inestable puede colocarse un “packing” de gasas con antibiótico
que servirá como soporte y frenará el sangrado. Además, para mantener la posición y evitar
nuevos daños se colocarán steri-strips definiendo la posición de la nariz y una férula rígida de
protección. El “parking” se retirará en 2-3 días y los steri-strips y la férula en 10 días. La
estabilidad de la fractura debe ser valorada a los 10 días post-reducción, y si la inestabilidad
persiste se mantendrán los apósitos de contención externos (steri-strips y férula) otra semana
más. Asociar como tratamiento médico (medidas únicas si no hay fractura) lavados con suero
fisiológico, frío local, analgésicos y antiinflamatorios.
Reducción abierta
La nariz es anestesiada y preparada de la misma manera que para la reducción cerrada. Muchos
de los casos que necesitan una reducción abierta se deben a la impactación de algún fragmento
de cartílago y/o hueso. El acceso al septum se hace a través de una incisión hemitransfixiante en
el lado dislocado. Otros accesos a la zona de fractura se realizan a través de incisiones laterales
intercartilaginosas.
Los segmentos del cartílago son expuestos y reducidos. En ocasiones debe resecarse también un
segmento del cartílago adyacente al foco de fractura. La resección radical del cartílago o hueso
ha de evitarse para preservar el soporte y minimizar la fibrosis y el riesgo de perforación.
Un despegamiento demasiado agresivo del periostio puede causar desvitalización del hueso con
la subsiguiente necrosis y/o mala unión. La herida es cerrada por planos: periostio, tejido
subcutáneo y piel. Antibioterapia profiláctica ha de ser administrada por un periodo de 5 días.
Fracturas nasales en niños
Los traumatismos, cuando se presentan antes de los quince años de edad, y fundamentalmente si
ocurren en las edades más tempranas, adquieren gran notoriedad, pues al incidir antes de
completarse el crecimiento motivan cambios importantes en el desarrollo de la nariz y de la cara
en general.
El trastorno del crecimiento de la cara puede ocurrir porque la insuficiencia respiratoria nasal
mantenida como secuela post-traumática disturbe el desarrollo facial (GRAY); pero también por
alteración traumática directa de los centros de crecimiento facial, especialmente del septum
(TUCKER).
Se piensa que muchas de las deformidades septales presentes en los adultos son debidas a un
trauma menor de niños que en el momento no fue evaluado de forma adecuada. En un estudio,
se determinó la asociación de la fractura nasal con una desproporción nasofacial, especialmente
Capítulo 51 Traumatismos de nariz, senos y macizo facial. Rinorrea cerebro-
espinal. Tratamiento de las fístulas de LCR
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con una nariz larga, en 21% de los pacientes que fueron seguidos a lo largo del tiempo. Estos
hallazgos están relacionados de cerca con la descripción que se ha hecho sobre los tres periodos
de desarrollo nasal: de 1 a 6 años (crecimiento rápido), de 6 a 11 años (crecimiento lento) y de
12 a 16 años (crecimiento rápido). Por lo cual, se recomienda que la cirugía nasal debería ser
llevada a cabo de manera óptima entre los 6 y 11 años si esta fuera necesaria.
La nariz de un niño difiere de la de un adulto en varios aspectos: tiene una menor proyección
frontal, está compuesta principalmente por cartílago y posee varios núcleos osteocartilaginosos
de crecimiento. La nariz es más flexible y la fractura es subperióstica o en “tallo verde”, en
cuanto que el cartílago produce luxación e incurvadura, con formación de hematoma septal. Esa
nariz inmadura está comúnmente asociada con otras fracturas de la cara debido a que la
proyección nasal es mucho menos prominente. El edema resultante se disemina por toda la cara
y tiende a disfrazar la verdadera afectación nasal en este grupo de edad.
Los pacientes pediátricos son especialmente aprehensivos, sobretodo en los primeros momentos
tras el trauma, por lo que una exploración exhaustiva no suele ser posible. Además, el gran
edema concomitante que tiene lugar en estos traumas faciales, y la falta de rigidez del esqueleto
nasal tiende a producir un estado poco óptimo para la evaluación, incluso en pacientes
colaboradores.
El manejo de las fracturas nasales en niños difiere de la de los adultos en que suelen requerir
casi siempre anestesia general y que el principal método de reducción que se lleva a cabo es la
reducción cerrada según lo que se recomienda en las últimas publicaciones (STUCKER y cols;
PECK y cols; McGRAW y cols.). Si no existe impactación de los huesos, la fractura puede ser
reducida mediante compresión digital bilateral del dorso durante 15 minutos. A menudo, las
desviaciones nasales de un solo lado también pueden ser reducidas por compresión digital del
lado de la lesión. No hay que olvidar nunca la exploración endonasal y la evacuación de
hematomas si los hubiera (GIL Y POCH).
Aunque muchos especialistas están de acuerdo en llevar a cabo una reducción inmediata de
todas las desviaciones septales secundarias a un traumatismo obstétrico, la corrección es
necesaria solamente en el caso de obstrucción nasal, ya que no se pueden descartar los efectos
adversos sobre los centros de crecimiento de la septorrinoplastia en los niños (PECK y cols.). La
indicación de intervención en un niño, debe ir por lo tanto, amparada por la seguridad de que el
abstencionismo proporcionaría mayores secuelas funcionales y cosméticas que las potenciales
de la operación.
En suma, teniendo en cuenta que cuanto más pequeño es el niño es más fácil que el tratamiento
conservador tenga éxito, por la capacidad de remodelación del esqueleto facial infantil
(McGraw) y por la facilidad de cicatrización ósea y de partes blandas en las primeras edades,
hay que ser prudente y parco en la indicación de cirugía en estos casos ( PECK y cols.). Pero
aunque la reducción cerrada es lo usual en la mayoría de estos traumatismos, una reducción
abierta muy conservadora, con osteotomías, puede emplearse en los niños en los que se prevea
el fracaso con la reducción por manipulación (STUCKER y cols.).
.
Complicaciones tempranas
El hematoma septal podría desarrollarse tanto como resultado del trauma o de su reparación y
éste suele ser bilateral. La fractura permite pasar sangre entre los planos del mucopericondrio,
donde se acumula. Esto podría derivar en fibrosis u organizarse formándose un secuestro dentro
del cartílago septal. Si el hematoma ejerce una presión excesiva, el resultado es la necrosis y
finalmente la perforación. La pérdida del soporte del septum causará el colapso de los cartílagos
del dorso resultando en una deformidad de la nariz en silla de montar. Si se sospecha un
hematoma, se puede evidenciar la fluctuación mediante palpación y confirmarlo por aspiración.
El tratamiento es mediante una incisión horizontal sobre la base del septum a través de la cual se
producirá su drenaje, y la introducción de gasa de borde que se mantendrá unos 7 días para
evitar su cierre y nueva formación. Además la colocación de un “packing” de gasas en ambas
fosas nasales por 2-3 días prevendrá su reacumulación.
El edema, la equimosis y la epistaxis suelen resolverse de forma espontánea. La infección es
rara, pero la profilaxis antibiótica debería ser administrada en pacientes inmunodeprimidos y en
Libro virtual de formación en ORL
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los casos de hematoma septal. La rinorrea de LCR está asociada con traumatismos más severos
y es indicadora de fractura de la parte posterior del seno frontal o de la lámina cribiforme. El
enfisema de la cara y el cuello podría también ocurrir aunque normalmente se resuelve
espontáneamente.
Complicaciones tardías
Los hematomas del septum nasal que no se tratan se pueden organizar, dando como resultado
una fibrosis subpericóndrica y un engrosamiento con obstrucción parcial de la fosa nasal. Llega
a engrosarse hasta 1 cm, y en casos de traumatismos de repetición el septum cartilaginoso
podría llegar a calcificarse. Puede llegar a requerirse la resección submucosa de esa gruesa
porción del septum nasal e incluso una turbinectomía parcial.
La osteítis residual es observada en ocasiones en fracturas compuestas o asociadas a hematomas
infectados. En estos casos, un buen desbridamiento y antibioterapia constituyen el tratamiento
de elección. En las fracturas nasales una leve deformidad después de una reducción cerrada
suele ser frecuente, la exacta posición anatómica de los fragmentos puede ser difícil de detectar
sólo por palpación, especialmente si hay edema. Si esto supusiese un problema para el paciente,
estético o funcional, una rinoplastia reconstructiva sería la solución.
Las NEO son fracturas compuestas de múltiples fragmentos (nasal, unguis y apófisis
ascendente) con desplazamiento posterior y lateral. Aparecen hematoma, edema periorbitario,
telecanto postraumático, obstrucción lagrimal, epistaxis, dorso plano y luxación septal. El
abordaje para su tratamiento se realiza por vía coronal junto a una incisión subciliar y a veces
otra vestibular superior. Estas fracturas pueden ser uni o bilaterales y simétricas o asimétricas.
Por el número de fragmentos y en cual se inserta el ligamento cantal interno, Manson las
clasifica en:
Tipo I: Producido por impacto moderado, afecta a la pirámide ósea (incluidas las apófisis
ascendentes), con aplastamiento en libro abierto o con inclusión telescópica de fragmentos en
las fosas nasales. Es frecuente la lesión del aparato lacrimonasal. Un único fragmento contiene
la inserción del ligamento cantal, su reducción y la fijación rígida con placas a raíz nasal,
infraórbita y orificio piriforme es suficiente para solucionar el telecanto.
TipoII: La línea de fractura supera los huesos propios y las apófisis ascendentes alcanzan la
pared interna de ambas órbitas, pudiendo llegar a la hendidura esfenoidal. Varios fragmentos
pero sin extensión de las fracturas tras el fragmento central en el que se inserta el ligamento
cantal interno. Se realiza reducción transnasal del fragmento portador del ligamento cantal,
osteosíntesis con alambre de los fragmentos pequeños y posterior fijación rígida con placas.
TipoIII: El choque traumático es tan violento que supera la capacidad de resistencia de la zona
pirámide-glabela-arcada orbitaria-frontal, originando fracturas en la fosa craneal anterior. Son
conminutas y extendidas detrás de la inserción del ligamento cantal, que queda insertado en un
fragmento excesivamente pequeño. Primero se reduce por vía transnasal la pared interna
orbitaria. Para desinsertar el ligamento cantal interno se incide por la comisura palpebral, se
diseca el ligamento (un sondaje de la vía lagrimal ayuda a protegerla) y luego se hace la
cantopexia con un par de suturas metálicas transnasales. El ligamento se cose por dos veces con
una sutura de acero, que se pasa atravesando la fosa nasal hasta la pared interna de la otra órbita.
Luego se reduce la fractura-luxación septal. Si hay un gran hundimiento dorsal (silla de montar),
puede elevarse con un injerto óseo. La punta caída se soluciona colocando un puntal de
columela.
Capítulo 51 Traumatismos de nariz, senos y macizo facial. Rinorrea cerebro-
espinal. Tratamiento de las fístulas de LCR
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b) Con maloclusión
o Transfaciales
¾ Le Fort I
¾ Le Fort II o disyunción nasofacial
¾ Le Fort III o disyunción nasocraneal
15
Anatomía
La pared lateral forma parte de la fosa intratemporal y se articula superiormente con el
cigomático y posteriormente con el hueso palatino. La pared anterior se articula lateralmente
con los huesos propios nasales a través de la apófisis frontal del maxilar. La pared medial está
íntimamente asociada en su parte superior con el complejo etmoidal. Por último, la pared
posterior, que actúa protegiendo la fosa pterigopalatina con sus vasos y nervios, se relaciona
también con el hueso esfenoides.
Existen principalmente tres puntos de apoyo en lo que constituye el centro de la cara. De
anterior a posterior, nos encontramos primero con la del maxilar con los huesos propios nasales,
después con el cigomático y más posteriormente con las apófisis pterigoides.
El tratamiento de las fracturas debe ir siempre dirigido a la estabilización de estos puntos de
apoyo. En fracturas Le Fort graves, en la que se producen fragmentos conminutos, el cirujano
debe tener en consideración la ventaja de una reducción abierta y una fijación interna de los
múltiples fragmentos en sus respectivas posiciones anatómicas, especialmente aquellos que
forman parte de esos puntos de apoyo anteriormente mencionados.
Diagnóstico
Una fuerza anteroposterior intensa y que golpea concretamente el marco orbitario puede
fratcurar por presión infraorbitaria el suelo de esta cavidad, con penetración de los fragmentos
óseos y del contenido de la órbita dentro del seno maxilar. Si se hernia dentro del antro una
cantidad considerable de grasa orbitaria aparece un enoftalmos, típico de las fracturas por
estallido. El enoftalmos o retropulsión del globo ocular hacia el inferior de la órbita es en
muchos casos más ilusorio que real, el edema en párpados, mejilla y región frontal puede dar la
sensación de que el globo está hundido en la órbita, cuando la realidad es que es el tejido
periorbitario es el que se ha desplazado hacia delante. La diplopia es uno de los síntomas que
pueden aparecer en las fracturas Le Fort II o III. La visión borrosa o una disminución en la
agudeza visual requieren de una evaluación oftalmológica. La epífora podría ser también
indicativa de una fractura compuesta que afectara al conducto lacrimal y/o al área infero- medial
de la órbita. La dificultad respiratoria es un problema común por la congestión ocasionada por el
edema y la alteración de las estructuras que organizan el paso del aire, como son el tabique y los
cornetes. También el sangrado desde el seno maxilar o etmoidal puede favorecer esa
obstrucción. Los pacientes que refieran un gusto salado en la boca deben alertarnos sobre la
posible existencia de una fístula de LCR. En las fracturas altas o asociadas a fracturas del malar,
la tracción de los pterigoideos y del masetero, desplaza al maxilar hacia atrás y abajo
provocando maloclusión y mordida abierta que junto al hematoma y a la inflamación local,
favorece la obstrucción de la vía aérea.
Clínicamente aparecen equimosis escleroconjuntival, y signos de inflamación local o
hemorragia subconjuntival si se afecta el borde infraorbitario. Fracturas extensas con
comunicación con la nariz pueden provocar enfisema subcutáneo.
También puede tener lugar una hemorragia nasal o faríngea, que en el caso de ser posterior
puede en ocasiones pasar desapercibida o ser diagnosticada de forma tardía.
El examen intraoral muestra desplazamientos de los segmentos alveolares y alteración de las
relaciones oclusales entre las arcadas. Palpamos los escalones de la línea de fractura en el
reborde infraorbitario, y en los arbotantes nasomaxilar y maxilomalar. La manipulación muestra
la inestabilidad del tercio medio facial y al traccionar con dos dedos la premaxila mientras se
sujeta la cabeza se nota la movilidad y crepitación de la fractura (se moverá la apófisis alveolar
en el tipo I, la pirámide nasal en el tipo II y todo el tercio medio en la unión frontomalar en el
tipo III).
Técnicas de imagen
La mayoría de estas fracturas pueden detectarse en una radiografía simple de senos, sin embargo
la TC sigue estando por encima en cuanto que define mejor la extensión y la severidad de las
Capítulo 51 Traumatismos de nariz, senos y macizo facial. Rinorrea cerebro-
espinal. Tratamiento de las fístulas de LCR
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mismas. La RM consigue añadir poca más información excepto en el caso de lesión cerebral o
del nervio óptico.
Tratamiento
La reparación quirúrgica de estas fracturas es imprescindible para preservar el aspecto estético y
para resolver la diplopia. En la reducción, si se trata de fracturas importantes con gran descenso
del contenido orbitario, deben reintroducirse los tejidos dentro de la órbita impulsándolos desde
el seno maxilar. La contención se logra colocando una lámina de soporte en el suelo de la órbita,
por debajo del periostio, realizando el abordaje a través de una incisión palpebral inferior.
El mantenimiento de una vía aérea libre es lo más importante en estos pacientes. Una fractura de
Le Fort desplazada puede comprometerla sobretodo si se asocia, como suele ser habitual en
estos casos, a una importante inflamación de la lengua y orofaringe. Una cricotiroidotomía de
urgencia puede ser requerida en estos casos. La intubación endotraqueal debe evitarse debido a
la pobre visualización y a la posibilidad de agravar una posible lesión cervical. La intubación
nasotraqueal es incluso peor debido al peligro de introducir el tubo intracranealmente si
existiese una fisura de la base de cráneo. En caso de ser precisa la traqueostomía, debería ser
llevada a cabo de forma reglada en un quirófano, si esto fuera posible. Tras el control de la vía
aérea, se debe estabilizar hemodinámicamente al paciente y excluir otras posibles lesiones. Es
obligada la evaluación, mediante técnicas de imagen, en estos pacientes, además de la profilaxis
antibiótica.
Abordaje quirúrgico: La aproximación de las fracturas Le Fort I se realiza generalmente a
través de una extensa incisión sublabial. Esta incisión permite la exposición de la unión
cigomático-maxilar y las aperturas piriformes. Si la fractura implica también al borde
infraorbitario (Le Fort II), suele requerirse una incisión subciliar. La línea de sutura fronto-
cigomática podría ser expuesta realizando una incisión coronal y/o supratarsal. La incisión
coronal tiene la ventaja de proporcionar la exposición del arco cigomático y la región naso-
etmoidal.
Hay que fijar el fragmento maxilar a una mandíbula estable (reducir y fijar primero con
osteosíntesis la mandíbula, desimpactar la fractura para evitar la recidiva con los fórceps de
Rowe y tras la reducción restablecer la oclusión pretraumática). Se inmoviliza con un bloqueo
intermaxilar mantenido de cuatro a seis semanas. Para una mayor estabilización, se asocia al
bloqueo una suspensión para fijar la fractura a un punto estable más alto (reborde infraorbitario
o apertura piriforme).
Especial cuidado ha de tenerse a la hora de reestablecer los principales puntos de unión que
luego determinarán la anatomía, principalmente la unión cigomático-maxilar y naso-maxilar que
determinarán la altura de la cara.
Para la fractura de Le Fort I es esencial la estabilización de las uniones nasomaxilar y
cigomáticofacial de forma bilateral.
Las fracturas tipo Le Fort II requieren la fijación tanto del borde infraorbitario como de la unión
cigomático-maxilar. (Fig. 7)
Fig.7
Libro virtual de formación en ORL
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Las fracturas tipo Le Fort III suelen ser devastadoras, acompañándose en muchas ocasiones de
lesiones cerebrales. La fijación en estos casos habría de aplazarse hasta lograr la estabilización
neurológica del paciente. El objetivo a la hora de corregir este tipo de fracturas debe ser una
corrección precisa, siguiendo un modelo sistematizado de fijación de las distintas estructuras
implicadas. Primero deben ser reestablecidas las uniones de soporte de la cara. Segundo, deben
ser restauradas los elementos funcionales, como son las órbitas, reconstruyendo el suelo de las
mismas y asegurándose la liberación de un posible atrapamiento de su contenido; las fosas
nasales, asegurando una adecuada entrada del aire de forma bilateral o los senos paranasales que
deberán mantener un buen drenaje. Tercero y no menos importante, debe obtenerse un buen
resultado estético, que debe centrarse principalmente en el reborde infraorbitario, en el dorso
nasal y en la eminencia malar.
FRACTURAS DE LA MANDÍBULA
Anatomía
La mandíbula es el más fuerte y voluminoso de los huesos de la cara, y es el único de la
extremidad cefálica que posee movimiento. Con ello posibilita funciones fundamentales:
masticación, formación de la palabra hablada, deglución y respiración. Está dividida en regiones
bien definidas. El cóndilo es la porción que se extiende desde el ángulo mandibular hasta la
cabeza del cóndilo, la cual se articula en la fosa glenoidea. El proceso coronoide es la extensión
anterosuperior de la rama mandibular proyectándose por encima del ángulo mandibular hasta la
fosa infratemporal. Debajo del ángulo mandibular se encuentra la rama, formada por fino hueso
cortical. El ángulo es una porción no sustentora de piezas dentarias que está entre la rama y el
cuerpo. La región de la sínfisis mandibular está formada por el arco anterior de la mandíbula y
es atravesada por los agujeros del foramen mandibular.
El nervio alveolar inferior entra por la cara medial (lingual) de la rama mandibular y pasa a
través de su propio canal hasta el foramen mandibular. Durante su trayecto por el canal salen
varias ramas para dar inervación sensitiva a los dientes y encías a la vez que proporciona
sensibilidad a la mejilla y el labio inferior ipsilateral. Este canal suele afectarse en fracturas del
ángulo y cuerpo de la mandíbula. Si no se produce una sección o avulsión completa del nervio,
la sensibilidad suele recuperarse de forma completa en un tiempo de 9 meses a 1 año.
Los músculos de la masticación que se insertan en la mandíbula incluyen el temporal, el
pterigoideo interno y externo y el masetero. Todos estos músculos contribuyen al movimiento
de la articulación temporo-mandibular.
Una leve alteración en la oclusión por un espasmo muscular o una fractura desplazada podría
alterar la percepción de la posición de la articulación. Vías retrógradas del sistema nervioso
central fuerzan los músculos de la masticación contralaterales para compensar. Esta serie de
eventos puede dejar un síndrome de la articulación temporo-mandibular crónico en el ámbito de
una fractura no reducida o mal reducida.
Comprender las diferentes acciones de los músculos anteriormente mencionados es importante
para entender las fuerzas de cizallamiento en las fracturas mandibulares. Los músculos del suelo
de la boca y extrínsecos de la lengua tienden a desplazar las fracturas posterior e inferiormente.
Los músculos pterigoideo medial y el masetero actúan como un cabestrillo con la parte posterior
del cuerpo y el ángulo mandibular tendiendo a elevar ese fragmento. Las fracturas del cóndilo
son desplazadas por el tendón del músculo pterigoideo lateral, el cual provoca la rotación y
dislocación de la fractura medialmente. (Fig. 8)
Capítulo 51 Traumatismos de nariz, senos y macizo facial. Rinorrea cerebro-
espinal. Tratamiento de las fístulas de LCR
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Clasificación
Las fracturas de mandíbula pueden ser clasificadas de acuerdo a sus características específicas y
a su localización anatómica. Una fractura es considerada simple cuando tanto la piel como la
mucosa oral no se ven alteradas y compleja (abierta) cuando esas mismas estructuras se ven
afectadas. Si la fractura es incompleta y afecta solo a la corteza es denominada fractura en tallo
verde. Las fracturas conminutas de mandíbula son aquellas en las que se producen varios
fragmentos de hueso. Las fracturas de mandíbula son más frecuentemente clasificadas por su
localización anatómica. La localización más frecuente es la región condilar-subcondilar. Otros
lugares frecuentes son el cuerpo y el ángulo mandibular. El proceso coronoide raramente se
fractura.
La última clasificación podría hacerse de acuerdo a la estabilidad de la fractura. La inestabilidad
vertical vendría dada por la tensión ejercida por los músculos temporal, masetero y pterigoideo.
El ángulo de tensión de esos músculos tendería a impactar una fractura de mandíbula oblicua de
distal a medial (de posterior a anterior) convirtiéndola en estable. Por otro lado, si la fractura
tiene otra dirección, las fuerzas de esos músculos tenderán a separar el segmento distal hacia
arriba y medial. Una fractura que va desde el suelo de boca hasta la superficie lingual y de
posterior a anterior está alineada de forma favorable, mientras que de anterior a posterior son
inestables debido a la tensión generada por el músculo milohioideo.
Diagnóstico
Con una buena anamnesis y exploración física, junto con las pruebas de imagen adecuadas se
pueden diagnosticar la gran mayoría de fracturas de mandíbula. Durante la anamnesis se ha de
determinar la naturaleza de la lesión, incluyendo el arma usada (si la hubo) y la fuerza con la
cual esta fue usada. También habría que hacer mención a los antecedentes de fracturas previas
sobre el maxilar o la mandíbula, al estado neurológico del paciente y al estado de la columna
cervical. No es raro encontrar fracturas asociadas en un paciente con la mandíbula fracturada.
Preguntas acerca de la audición, la visión y disarmonías faciales pueden no estar
desencaminadas, puesto que en fracturas de mandíbula pueden alterar estructuras que produzcan
su afección.
Una fractura mandibular puede ser causa de maloclusión. El desplazamiento de los dientes del
maxilar o de la mandíbula incluso de menos de 1mm puede causar serias molestias en el
paciente debido a la extema sensibilidad tanto de la membrana periodontal como de la
articulación temporo-mandibular. El paciente suele quejarse de dolor en el foco de fractura. El
espasmo muscular también contribuye de forma importante, además de ser causante del trismus
que en estos pacientes se suele presentar. Cierto grado de disfagia y disnea podrían también
tener lugar. La hipoestesia del labio inferior podría darse debido a una la lesión del nervio
alveolar inferior. Si la fractura es en zonas de sustentación de piezas dentarias podría dar lugar a
la pérdida de las mismas. La equimosis de la encía también puede ser indicativa de fractura de
mandíbula. El paciente podría presentar halitosis ocasionada por la mezcla de comida retenida,
sangre y en ocasiones alcohol. La presencia de crepitación a la palpación del hueso y partes
blandas debe ser también descrita en la exploración. A través de un minucioso examen dental
nos deberíamos centrar en la búsqueda de posibles abscesos o fracturas de las piezas dentarias.
La dentadura incluso en el caso de estar rota, ha de ser preservada. Las relaciones de oclusión
maxilo-mandibulares también han de ser documentadas. Se suele palpar un edema de partes
blandas en el área de fractura. En el caso de pérdida de una pieza dentaria, ha de pensarse en la
aspiración como una posibilidad. En un paciente inconsciente en el que no se pueda documentar
su posible localización es imprescindible la realización de una radiografía de tórax.
Los estudios de imagen se utilizan únicamente para confirmar los hallazgos descritos en la
exploración física y determinar la severidad de la fractura. La ortopantomografía es el estudio
de elección y la TC es muy útil en las condilares.
Tratamiento
Después de una buena anamnesis y exploración física y una vez confirmados los hallazgos con
las adecuadas pruebas de imagen, ha de plantearse un plan de tratamiento que ha de tener en
cuenta los siguientes factores:
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1. presencia o ausencia de absceso o cualquier otro trauma importante ya sea intracraneal,
intratorácico o intra-abdominal; descompresión de la columna cervical.
2. consentimiento informado previo a cualquier intervención.
3. evaluación dental, incluyendo una información detallada sobre la oclusión previa a la
intervención quirúrgica.
Aunque muchos autores recomiendan realizar la intervención quirúrgica lo más pronto posible
para evitar los riesgos de infección, aun no existen evidencias concluyentes. Para disminuir la
incidencia de infección lo mejor es la administración de antibióticos en el preoperatorio. Se
debe reseñar que la reparación de una fractura de mandíbula no es, en verdad, una urgencia, aun
así merece ser hecha lo más pronto posible. Algunas fracturas sin embargo no requieren
intervención quirúrgica, más frecuentemente las fracturas no desplazadas de rama y las
subcondilares cuando no provocan una maloclusión muy acentuada. En estos casos el
tratamiento es conservador, llevando a cabo una reducción cerrada mediante un bloqueo
intermaxilar durante 4-6 semanas para conseguir restablecer la oclusión pretraumática. El resto
de fracturas, especialmente cuando existe maloclusión son quirúrgicas.
El punto clave de la reparación de la fractura facial sigue siendo la fijación intermaxilar, con la
que se restablece la oclusión pretraumática, eliminando la necesidad de un bloqueo intermaxilar
postquirúrgico. La osteosíntesis se realiza con placas de titanio por vía intraoral (preferible) o
extraoral (en las conminutas). El diente situado en la línea de fractura se extrae si se mueve
excesivamente, impide la reducción, tiene fractura radicular o patología previa avanzada. Los
dientes sanos, no fracturados y fijos se conservan porque dan estabilidad a la fractura.
Especial atención hay que prestar a la higiene dental y a la nutrición. La caries, hallazgo no
infrecuente en los pacientes con fracturas faciales, son una muestra de la dejadez en esos
aspectos en un pasado. Han de darse instrucciones precisas sobre la técnica más eficaz de
cepillado así como de los seguimientos anuales por un odontólogo y es que las caries pueden
dar lugar a complicaciones que enlentezcan el proceso de consolidación de la fractura tales
como los abscesos que si se agravan pueden llegar a provocar una osteomielitis de la mandíbula.
Un buen consejo nutricional también es importante. Por supuesto sólo se podrían tomar
alimentos de tal consistencia que no fuese necesario masticarlos y que no pudieran quedarse
entre los dientes. También en la dieta podrían usarse suplementos para aumentar la ingesta
calórica, si fuera necesario. Una vez realizada la fijación para conseguir esa correcta oclusión,
es importante que el paciente disponga de una tijera capaz de cortar la misma pera evitar la
aspiración en caso de vómitos.
Fracturas del área parasinfisiana: Estas fracturas tienden a producirse de forma vertical
siguiendo la línea media desde el foramen mentoniano. El foramen mentoniano es el punto más
frecuentemente afectado en estas fracturas. Una fractura parasinfisiana “pura” que sería a través
de los incisivos centrales es rara. Sin embargo suelen verse acompañadas por fracturas ipsi o
contralaterales del ángulo, rama mandibular o cóndilo. Pueden presentarse con una mordida
cruzada del lado implicado por la tracción posterior del milohioideo. Esto sucede especialmente
cuando existe una fractura concomitante de la rama ascendente ipsilateral de la mandíbula. En
estas fracturas suele ser característica la pérdida de los dientes anteriores, la mucosa equimótica
y unos segmentos fracturados bastante móviles. La presencia de desplazamiento posterior de
ambos segmentos en una fractura de este tipo constituye de por sí una emergencia en la que la
vía aérea puede verse comprometida, y que ha de abordarse rápidamente realizando una tracción
bilateral de la mandíbula hacia delante y si esto no fuera posible habría que recurrir a la
cricotiroidectomía o traqueostomía de urgencia.
Suele ser necesaria la reducción abierta y osteosíntesis con miniplacas, para prevenir la
recurrencia de una mordida abierta. La reducción suele ser intraoral, teniendo especial cuidado
con el nervio mentoniano que atraviesa los fragmentos de aproximación.
Fracturas del cuerpo y el ángulo de la mandíbula: La fijación intermaxilar es en ocasiones
suficiente para fijar este tipo de fracturas, por eso es necesario la presencia d dientes a ambos
lados de la fractura. Sin embargo la tracción provocada por el tendón pterigoideo que provoca el
desplazamiento de los segmentos de la fractura, la ausencia de dientes o una fractura condilar
Capítulo 51 Traumatismos de nariz, senos y macizo facial. Rinorrea cerebro-
espinal. Tratamiento de las fístulas de LCR
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asociada, requerirán una reducción abierta. Las fracturas del ángulo pueden ser tratadas de la
misma manera, y según el grado de desplazamiento de los fragmentos se valorará la reducción
cerrada o abierta.
Fracturas de la apófisis coronoides: El tendón del músculo temporal y la fascia maseterina
limitan el desplazamiento, por lo que es muy raro que precisen una reducción abierta.
Fracturas de la articulación condílea y de la rama mandibular: Son fracturas frecuentes y su
manejo sigue levantando controversias. Si se hace reducción cerrada no existe un criterio para
predecir posibles malos resultados (maloclusión, retrusión mandibular o desviación lateral) y la
reducción abierta puede dañar el nervio facial.
Las fracturas subcondilares son normalmente resueltas mediante reducción cerrada. Las
fracturas de la rama mandibular pueden ser tratadas de manera similar que las fracturas del
cóndilo; esto es, si lo único que hay es desplazamiento de los focos de fractura que provoca
maloclusión suele bastar con una reducción cerrada. Una fractura abierta será llevada a cabo
ante una fractura conminuta, si existe una gran separación entre los focos de fractura, o si hay
desplazamiento que no se resuelve mediante reducción cerrada. Una fractura severa de cóndilo
viene definida por la siguientes premisas: 1. separación de los focos de fractura de más de 1.5
cm; 2. luxación de la cabeza del cóndilo; 3. fractura subcondílea bilateral asociada a fractura
maxilar o de Le Fort.
La reducción abierta es facilitada por una incisión de la región preauricular hasta la línea del
temporal, descendiendo a través de la fascia del mismo. Deben tomarse grandes precauciones
con la lesión del tronco del facial a su paso por la apófisis cigomática.
Como tanto la técnica como el instrumental han mejorado, el tratamiento de las fracturas
mandibulares ha evolucionado, pero el punto clave a la hora de una buena reducción sigue
siendo el mismo, restablecer la anatomía y la funcionalidad de la mandíbula, haciendo especial
hincapié en la articulación temporomandibular.
El uso de fijadores rígidos en lo que respecta a la reducción de fracturas mandibulares está bien
respaldada por los profesionales. La fijación rígida interósea, sin embargo, conlleva un retraso
de hasta 6 meses en la recuperación de la completa apertura bucal, un mayor riesgo de atrofia
muscular y cambios histológicos en la articulación temporomandibular y un teórico incremento
en la tasa de infecciones. Con esto la fijación interna rígida se convierte en el “Gold Standard”
del tratamiento de las fracturas mandibulares.
Fracturas complejas o panfaciales: Es fundamental un correcto planteamiento para reconstruir
los arbotantes verticales y horizontales, lo que permitirá restaurar las tres dimensiones de la cara
del paciente. En estos casos, la reducción abierta y una exploración minuciosa es obligatoria si
las condiciones lo permiten. Los fragmentos óseos sueltos que carezcan de periostio deben ser
retirados y el área ha de ser desbridada y limpiada concienzudamente. Si menos del 25% de la
superficie del hueso está provista de periostio, la mayoría de los cirujanos están de acuerdo en
que lo mejor es realizar un buen desbridamiento de la zona para prevenir la formación de
secuestros óseos. Una vez resuelta la infección, en 6 meses o 1 año, puede llevarse a cabo la
reconstrucción del defecto mediante un injerto óseo.
33
CONCLUSIÓN
Las ventajas de un abordaje endoscópico en el manejo de defectos de la base de cráneo es
indiscutible. La endoscopia nasal ayuda en el diagnóstico y disminuye la necesidad de una
herida quirúrgica a través de la piel y el hueso. Así, mediante el abordaje intranasal, se llega
directamente al defecto óseo evitando el daño de otras estructuras importantes. Además la
aparición de lentes anguladas, permite actualmente acceder mediante un abordaje extracraneal a
defectos tanto de la fosa craneal anterior como media.
Factores que determinan los posibles fallos de esta técnica son: imposibilidad para localizar el
defecto; pérdida del injerto por mala cicatrización, o incompleta cobertura del defecto por parte
del mismo; el incumplimiento de los consejos post-operatorios por parte del paciente.
El éxito del abordaje extracraneal continúa demostrando menor morbilidad y mayores tasas de
éxito en comparación con el abordaje intracraneal. El abordaje endoscópico permite una
reparación efectiva de defectos de la fosa craneal anterior e incluso de la media.
Libro virtual de formación en ORL
Capítulo 55
José María Cuyás Lazarich, Jose Ramón Vasallo Morillas, Mª Luisa Zaballos
González
1.- INTRODUCCIÓN:
Definición:
a) Como un cuadro que cursa con inflamación de las fosas nasales y de los senos paranasales
caracterizada por la presencia de dos o más síntomas de los siguientes síntomas:
• El bloqueo/obstrucción/congestión nasal o bien secreción nasal (rinorrea anterior/posterior). Este es
imprescindible.
• Dolor/sensación de presión facial.
• Perdida total o parcial del sentido del olfato.
b) En la exploración endoscópica debe objetivarse algunos de los siguientes hallazgos:
• Pólipos nasales y/o
• Secreción mucopurulenta principalmente en el meato medio y/o edema/obstrucción mucosa
principalmente en el meato medio.
• Crónica:
Clínica de más de 12 semanas de evolución.
Sin resolución completa de los síntomas.
• Pueden existir exacerbaciones.
La rinosinusitis vírica aguda (resfriado común) es muy frecuente. Los adultos sufren de 2 a 5 al año. Los
niños en edad escolar entre 7 y 10. De ellas se sobreinfectan con bacterias 0,5%-2%.
En la sinusitis bacteriana existe un empeoramiento de la clínica a los cinco días o una afectación
persistente. Su incidencia real es desconocida, se calcula que en Estados Unidos presenta sinusitis 1 de
cada 7 adultos, siendo la quinta causa de prescripción de antibióticos.
Su incidencia en Europa central es de 10-15%.
La rinosinusitis es un problema de salud importante que representa una elevada carga económica a la
sociedad.
Fisiopatología.
Los factores claves son la disfunción ciliar y la obstrucción del ostium sinusal. Esto genera una presión
negativa, con la consiguiente reducción de la presión parcial de oxigeno, lo que hace que el seno sea un
entorno favorable para el crecimiento de las bacterias.
También la presión negativa genera un aumento de glándulas caliciformes, lo cual genera más mucosidad
y por tanto más taponamiento del ostium dando lugar a la cronificación de la sinusitis.
- Agentes patógenos
La mayoría son de origen vírico. Las bacterias que se aíslan con mayor frecuencia son Streptococcus.
pneumoniae, Haemophilus influenzae y Moraxella catarrahalis.
- Alteraciones ciliares
- Alergia
No hay una relación clara demostrada por estudios prospectivos que establezca relación entre la alergia y
la frecuencia de sinusitis.
Aunque la atopia, con los edemas de la mucosa, sobre todo, en el complejo osteomeatal parecen que
pueden favorecer la obstrucción y retención de secreciones.
No hay evidencia clara que el Helicobacter pilori y/o el reflujo gastroesofágico sean responsables
directos de la aparición de sinusitis.
Lo que sí está claro que tanto el Helicobacter pilori como el reflujo pueden provocar alteraciones
mucociliares.
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-Estados de inmunosupresión
En las inmunodeficiencias congénitas aparece sinusitis crónica desde las primeras etapas de la vida.
En las inmunodeficiencias del adulto como en el caso de infección por el VIH existe una mayor
prevalencia de sinusitis crónica.
Ocurre lo mismo en la agammaglobulinemia, inmunodeficiencia combinada variable, inmunodeficiencia
con déficit de inmunoglobulina G y de inmunoglobulina A.
-Embarazo
Durante el primer trimestre del embarazo, debido a los cambios hormonales es frecuente que exista
congestión nasal. Pero no se observa aumento en la frecuencia de sinusitis.
- Alteraciones anatómicas.
Las desviaciones septales, (Fig. 1) concha bullosa, desplazamiento de la apófisis uncinada y el cornete
medio paradójico puede aumentar el riesgo de padecer sinusitis.
También el bloqueo del meato medio por tumores, pólipos o cuerpo extraños.
- Hongos
La colonización por hongos se ha relacionado con la sinusitis crónica. Estos pacientes presentan un
infiltrado eosinofílico.
-Otras
Abscesos dentarios o procedimientos que establezcan una comunicación entre la cavidad oral y el seno
maxilar, traumatismo facial…
Esta rinosinusitis suele ir precedida de una coriza aguda. Los síntomas son significativos.
La cefalea se manifiesta como dolor punzante y gravitatorio en la periorbita, sobre todo a nivel del canto
interno del ojo, de la escotadura supraorbitaria y/o de la escotadura infraorbitaria (V1, V2), y en el maxilar
superior; aumenta al agachar la cabeza y al palpar y presionar estas zonas, y se alivia al sonarse. Cuando se
cronifica el cuadro se habla de “pesadez facial”.
La rinorrea es inicialmente acuosa (hidrorrea) si la causa es viral o inflamatoria, y mucopurulenta cuando es
bacteriana y se localiza en el lado afecto.
La obstrucción nasal, frecuentemente asociada a la rinorrea, es de localización anterior.
En la rinoscopia anterior y endoscopia nasal observamos cornetes congestivos, edema de bulla etmoidal,
mucosidad purulenta sobre los cornetes y cávum, procedente del meato medio que cae a la pared posterior de la
faringe. Con la endoscopia podemos visualizar factores anatómicos que influyen en la aparición de la sinusitis
(dismorfias septales, concha bullosa, ostium cicatricial, hipertrofia de cornete).
La radiología simple (proyección de Waters) no es imprescindible para el diagnostico definitivo si se hace la
endoscopia. Sin embargo, si la sinusitis es recurrente o recidivante, es importante la búsqueda radiológica de
factores locales o de vecindad.
La diafanoscopia (sistema de transiluminación), en la actualidad está en desuso.
La punción y aspiración del seno, con cultivo de las secreciones, constituye la prueba diagnóstica más fiable
para el diagnóstico de sinusitis; pero se encuentra en desuso por su carácter invasivo.
El etmoides juega un papel importante en la patología sinusal por su ubicación y estrecha relación con el
complejo ostiomeatal. Esta sinusitis suele asociarse a sinusitis maxilar y /o frontal en el adulto, rara vez se
presenta de forma aislada (Fig.2).
5
Suele aparecer en el curso de una rinitis aguda o coriza.
Los síntomas son los propios de la rinitis, con tensión y palpación dolorosa en la región interciliar, con
rinorrea mucopurulenta en meato medio (etmoides anterior) y meato superior (etmoides posterior),
obstrucción nasal e hiposmia o anosmia.
En la rinoscopia anterior y la endoscopia nasal observamos lesiones similares a las encontradas en la
rinosinusitis maxilar.
La sinusitis frontal aguda es una patología poco frecuente. Aparece a menudo en el transcurso de una
rinitis aguda y suele ir acompañada de una sinusitis maxilar o de una pansinusitis. Afecta en especial a
adolescentes y adultos jóvenes; diversos autores hablan de una preponderancia de los hombres afectos
frente a las mujeres (3 hombres/ 1 mujer).
El síntoma más llamativo es la cefalea pulsátil de localización supraorbitaria, que aumenta con la
anteflexión y se irradia a la región temporal u occipital. En ocasiones se trata de una simple sensibilidad
local, de una sensación de presión. Este dolor puede acompañarse de obnubilación y fotofobia así como de
edema del párpado superior.
La obstrucción nasal, la rinorrea y la fiebre son inconstantes.
Con frecuencia pueden presentar dolor a la presión en los senos frontales, pero no es un signo específico
de esta patología.
La rinoscopia anterior simple no ayuda a establecer el diagnóstico. La endoscopia nasal suele mostrar
afectación similar a las sinusitis agudas maxilar y etmoidal, con secreciones purulentas, edema e incluso
pólipos en el meato medio. Esta exploración puede ser normal en caso de sinusitis frontal bloqueada.
Una forma particular es la sinusitis frontal barotraumática, por variaciones bruscas de la presión
ambiental, ejemplo en pilotos y buceadores, con cefalea intensa de aparición brusca que se irradia a la
frente y la cara.
Otra forma particular es la producida por el bloqueo completo del conducto nasofrontal, que origina el
cuadro denominado por Sluder “vacuum sinus “, cefalea frontal por vació. Es una cefalea que cede
aplicando un vasoconstrictor en el meato medio.
La radiografía simple de la parte superior de la cara puede ser suficiente para confirmar el diagnóstico
cuando no haya signos de otras complicaciones. En todos los demás casos está indicado realizar un TC.
La íntima relación anatómica entre el seno frontal, las estructuras meningo-encefálicas y la cavidad
orbitaria constituyen el mayor riesgo potencial de la rinosinusitis frontal.
La sinusitis esfenoidal aguda es la forma menos frecuente de todas las sinusitis. Adquiere significación
patológica a partir de la adolescencia. Se presenta en formas clínicas aisladas y asociadas
(etmoidoesfenoidales y pansinusitis).
La clínica es poco característica. Puede haber cefalea referida en profundidad hacia el occipucio o vértex,
que puede irradiarse a región temporal y lateral del cuello y a la nuca. En ocasiones se puede irradiar a las
regiones frontales y retrorbitaria.
La obstrucción nasal es irrelevante. La rinorrea es posterior.
En la endoscopia nasal podemos ver pus en la fisura olfatoria (entre el tabique y el cornete medio).
El diagnóstico es fundamentalmente radiológico mediante TAC.
Su situación anatómica en contacto con la base del cráneo y la proximidad de elementos vitales (carótida
interna y nervio óptico), constituyen el mayor riesgo potencial de esta sinusitis.
RINOSINUSITIS CRÓNICA.
La rinosinusitis crónica es una enfermedad multifactorial en la que pueden estar implicados trastornos
mucociliares, procesos infecciosos (bacterianos), cuadros alérgicos, estados inflamatorios de la mucosa de
otras etiologías, o, en raras ocasiones, obstrucciones físicas debidas a variaciones morfológicas o
anatómicas de la cavidad nasal o de los senos paranasales.
Al igual que la RS aguda la RS crónica cursa con la presencia de dos o más de los siguientes síntomas:
Capítulo 55 Patología inflamatoria de los senos paranasales. Sinusitis agudas y crónicas: sinusitis
maxilar. Sinusitis etmoidal. Sinusitis frontal. Sinusitis esfenoidal.
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• Obstrucción/congestión nasal.
• Rinorrea anterior/posterior.
• Dolor/sensación de presión facial.
• Alteraciones en el sentido del olfato.
No existe fiebre. Otros síntomas secundarios son: halitosis, fatiga, dolor de dientes, tos, otalgia presión o
sensación de plenitud en el oído.
Se observan, además, los siguientes signos endoscópicos:
• Existencia de pólipos.
• Secreción mucopurulenta en meato medio y/o edema/obstrucción mucosa.
El seno maxilar es el más afectado en las distintas series. Los síntomas suelen ser pobres y atípicos.
Debemos sospechar su ocupación cuando hay afecciones respiratorias ( rinitis alérgica o no alérgica, asma
atópica, bronquitis recidivantes, etc.) o de causas odontógenas.
Los síntomas predominantes de esta sinusitis son cefaleas e insuficiencia respiratoria nasal. La cefalea
localizada en la raíz nasal y el ángulo interno de la orbita, suele ser de predominio diurno, que se
intensifica con el calor, la comida, el alcohol, la menstruación, etc... y que puede durar años, lo que afecta
al estado de ánimo y al esfuerzo intelectual.
Puede presentarse de forma unilateral o bilateral, o bien como parte de una pansinusitis.
Los síntomas son variables, similares a los de la sinusitis aguda, pero atenuados, con rinorrea unilateral.
La rinoscopia/endoscopia es similar a la de las otras sinusitis crónicas.
-Rinosinusitis Esfenoidal Crónica.
Es la más infrecuente. Los síntomas son anodinos y poco acentuados, muy similares a las formas agudas.
La rinosinusitis es una entidad relativamente fácil de diagnosticar. Para ello hay que considerar los
antecedentes del paciente, tener en cuenta la sintomatología clínica y realizar una correcta exploración.
Las pruebas de imagen se realizaran sólo cuando sean necesarias.
CLÍNICA
Generalmente la sinusitis que cursa con síntomas es la bacteriana. La sintomatología que presenta el
paciente es muy característica y suele estar precedida de un cuadro catarral de vías altas. Los síntomas más
frecuentes son:
• Cefalea
• Congestión nasal
• Rinorrea anterior o posterior
• Febrícula
EXPLORACIÓN
• Rinoscopia anterior: mucosa nasal inflamada, cornetes inferiores hipertróficos, rinorrea espesa
• Orofaringe: Rinorrea posterior purulenta en muchos casos
• Endoscopia nasal: Se puede observar salida de material purulento por el ostium de los senos
maxilares, además de los hallazgos descritos en la rinoscopia anterior. Con endoscopia también se
Libro virtual de formación en ORL
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diagnostica la sinusitis crónica, mediante la observación directa de los cambios anatómicos y tisulares
característicos, tales como edema, poliposis e hipertrofia de la mucosa nasal
DIAGNÓSTICO RADIOLÓGICO
RADIOLOGÍA CONVENCIONAL
Se ha utilizado como aproximación inicial para el estudio de la patología nasosinusal. Se utilizan dos
tipos de proyecciones: la de Waters o nasomentoplaca (Fig. 3) y la de Cadwell o posteroanterior (Fig. 4).
La primera es la más indicada para valorar los senos maxilares y la segunda los etmoidales y frontales.
La radiografía convencional debe ser evitada en niños. Actualmente cada vez son más los autores que
evitan el uso de la radiografía para el diagnóstico de la sinustis aguda debido a lo limitada que es para el
estudio anatómico de los senos paranasales y al hecho de que para el diagnóstico es suficiente con la
clínica del paciente. Por tanto la radiografía de senos paranasales cada vez se usa menos y debería evitarse
completamente para el diagnóstico de la sinusitis aguda. Si necesitamos un estudio de la anatomía de los
senos paranasales con el objeto de diagnosticar convenientemente una sinusitis crónica lo que se debe de
utilizar es la:
Es una prueba radiológica en la que sólo se irradia la zona a estudiar y en ocasiones la cantidad de
radiación necesaria es menor que en la radiografía convencional. (Fig. 5, Fig. 6)
SISNUSITIS AGUDA
ANTIBIOTERAPIA
La sinusitis aguda es una patología frecuente en la que están implicados desde el punto de vista
etiológico, los virus respiratorios y las bacterias, siendo éstas últimas las responsables de la sintomatología
típica de la sinusitis. Por tanto a la hora de considerar el tratamiento de la sinusitis, se debe tener en cuenta
el uso de antibióticos. El tipo a utilizar depende del agente etiológico implicado.
La etiología bacteriana más frecuente de la rinosinusitis aguda es el Streptococcus pneumonie y el
Haemophilus Influenzae. En niños se pueden encontrar casos de infección por Moraxella Catarrhalis y
Streptococcus pyogenes. Cuando el origen es dentario, la flora suele polimicrobiana en la que está
implicada la flora aerobia y anaerobia de la orofaringe.
Hay que tener en cuenta que la concentración de cualquier antibiótico en los senos paranasales es
sensiblemente inferior a la obtenida en un tejido bien vascularizado. La relación entre la superficie
vascularizada y el volumen total de la cavidad de los senos paranasales es un valor mucho más bajo que en
otros tejidos del organismo. Además la penetración es muy lenta y la reabsorción del fármaco es mayor que
en otros tejidos, lo que permite la administración de dosis altas a intervalos más prolongados.
La elección del tratamiento empírico inicial debe tener en cuenta los siguientes hechos:
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TRATAMIENTO COADYUVANTE
VASOCONSTRICTORES NASALES:
Su uso está indicado y justificado por la necesidad de restablecer las condiciones normales de ventilación
e integridad anatómica de las fosas nasales, siendo esto fundamental para la curación de la sinusitis aguda.
El vasoconstrictor nasal disminuye el edema y la inflamación, restableciendo el drenaje de los senos
paranasales y contribuyendo, por tanto en gran medida a la resolución de la sinusitis.
• Oximetazolina tópica nasal. Solución a 0,05%, 3 gotas en cada fosa nasal cada 12 horas, 4 días como
máximo
• Fenilefrina tópica nasal, solución de 0,50%; 3 gotas cada 4 horas en cada f. nasal, 4 días.
CORTICOIDES SISTÉMICOS:
MUCOLÍTICOS:
SINUSITIS CRÓNICA
En la sinusitis crónica subyace una alteración de la anatomía nasosinusal que da lugar a una alteración
anatomopatológica de la mucosa nasal. En ésta predomina el edema y una reacción inflamatoria mixta que
contiene una importante infiltración y activación de células precursoras de la inflamación como los
mastocitos, eosinófilos y linfocitos T. Por tanto el enfoque terapéutico de la rinosinusitis crónica irá
encaminado sobre todo a resolver las alteraciones anatómicas y funcionales que predisponen a su aparición.
En otras palabras el tratamiento debe ser quirúrgico mediante la Cirugía Endoscópica Nasal.
ANTIBIOTERAPIA
La antibioterapia debe utilizarse para resolver las continuas sobre infecciones. En este sentido el papel de
los macrólidos en el tratamiento de la rinosinusitis crónica en los últimos años ha cobrado especial
importancia, ya que a aparte de su función antibacteriana tienen un papel antiinflamatorio sobre la mucosa
nasal inflamada mediante la reducción de la expresión celular de moléculas inflamatorias como el TGF-B
o el NF-kB. También disminuyen la activación de linfocitos T.
Primera elección:
• Amoxicilina y ácido clauvulánico 875/125 mg/8 h 10 días
• Ciprofloxacino 750 mg/12 h, 10 días
• Cefuroxima axetilo, 500 mg/12 h, 7 días
Capítulo 55 Patología inflamatoria de los senos paranasales. Sinusitis agudas y crónicas: sinusitis
maxilar. Sinusitis etmoidal. Sinusitis frontal. Sinusitis esfenoidal.
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Segunda elección:
• Levofloxacino 500 mg/12 h, 7 días
• Moxifloxacino 500 mg/ 24 h, 7 días
• Telitromicina, 800 mg/ 24 h, 5 días
Está indicado debido a las alteraciones de la mucosa nasal que siempre están presentes en la sinusitis
crónica.
Los utilizados son los siguientes:
• Fluticasona: 100 mcg (dos nebulizaciones) cada 24 horas en cada fosa nasal Budesonida: 100 mcg
cada 12 horas.
• Triamcinolona: 110 mcg cada 24 horas
• Beclometasona: 100 mcg cada 12 horas
• Mometasona: 400 mcg cada 24 horas
CORTICOIDES SISTÉMICOS
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BIBLIOGRAFIA:
1. Joan Ramón Montserrat, Joseph Maria Fabra, Juan Ramón Gras Cabrerizo, Humbert Massegur, Julia
de Juan, Manuel de Juan. Rinosinusitis aguda y crónica: definición, diagnóstico, clasificación y
fisiopatología. Ponencia Oficial de la SEORL Y PCF 2005. Cap.38. Pág.643-659.
5. Mack MG, Radiologe. 2007 Jul;47(7):606-12.) (Dammann F. Radiologe. 2007 Jul;47(7):576, 583.
1
PERSONA 1 III. Cavidad oral y faringe
ANATOMÍA FARINGE
Capítulo 76.
PATOLOGÍA INFLAMATORIA INESPECÍFICA DE LA
FARINGE.
Javier Chacón Martínez, José Manuel Morales Puebla, Manuel Padilla Parrado
1. INTRODUCCIÓN.
La faringe según los textos clásicos es una víscera extracelomatica constituida por
mucosa, muscular y adventicia, que se extiende desde base de cráneo hasta el esófago; nosotros
la consideraremos como un canal músculo-aponeurótico que forma parte de las vías
aerodigestivas superiores y que se puede dividir en tres compartimentos bien diferenciados de
craneal a caudal: la rinofaringe, la orofaringe y la hipofaringe.
Para el estudio de la patología inflamatoria de la faringe es indispensable conocer la
existencia de una rica red de elementos linfoepiteliales en torno a las vías aerodigestivas de la
faringe denominado anillo linfático de Waldeyer, constituido a grandes rasgos por la amígdala
faríngea, las amígdalas palatinas, la amígdala lingual y los cordones linfáticos posteriores
faríngeos.
La inflamación de la faringe puede ser de naturaleza infecciosa, alérgica, química o
traumática. La podemos clasificar según distintos aspectos:
2. FARINGITIS AGUDAS
Es una de las causas más frecuentes de consulta médica y es responsable de una parte
considerable del gasto sanitario, no obstante es el causante del 36% del consumo de antibióticos
en nuestro país.
Es una vía de entrada de infecciones al organismo en general; así pues la faringitis
aguda puede suele ser la primera manifestación de enfermedades generales (viriasis), este hecho
es especialmente frecuente en los niños precediendo a las enfermedades infecciosas de la
infancia. En otras ocasiones es una manifestación única, hablando en ese caso de faringitis como
enfermedad.
2.1 Etiología.
El cuadro más frecuente es la llamada faringitis catarral aguda, que es una inflamación
superficial, difusa y suele estar ocasionada por virus (rhinovirus, coronavirus, adenovirus,
influenzae, parainfluenzae…) y en menor proporción por bacterias (estreptococo β hemolítico
Capítulo 76 Patología inflamatoria inespecífica de la faringe.
2
del grupo A, estafilococos, neumococos,…), hongos, levaduras, o por la acción térmica
(alimentos calientes o vapores) y los caústicos.
Los virus representan el agente etiológico más frecuente, cursando en brotes
epidémicos.
Entre los virus destacamos por orden de frecuencia a: rhinovirus y coronavirus (los más
frecuentes. Se suelen acompañar de lesiones cutáneas), adenovirus (afectan a niños de entre 3 y
6 años donde es típica la afectación conjuntival, las adenopatías y la fiebre), virus influenza
(acompañado de mialgias y cefalea, cuadro típico gripal), coxsackie (mano-boca-pie) y herpes
virus (enantema). Debemos destacar también el VIH en cuya primoinfección se va a
desencadenar un cuadro de faringitis inespecífica hasta en un 70% de pacientes.
Las faringitis bacterianas van a representar aproximadamente el 30% del total y el
agente más prevalente va a ser el estreptococo pyogenes, responsable de la mitad de los cuadros
bacterianos y cuya importancia radica en la posibilidad de producir complicaciones tanto
supuradas como no supuradas.
2.3 Clínica.
La clínica va a depender del agente causal, inmunidad del individuo, agentes externos
como alcohol y tabaco, factores alérgicos, respiración bucal constante, carencias nutricionales,
etc.
Habitualmente va a tener un inicio brusco.
En las formas menos graves y más frecuentes existe un predominio de los síntomas
locales con sequedad y constricción faríngea y a veces sensación de quemazón. Se produce
disfagia y odinofagia discretas. El paciente presenta carraspeo y exudado que desencadena tos
pertinaz.
En las formas más graves predominan los síntomas generales de fiebre, escalofríos y cefalea
Libro virtual de formación en ORL
3
La exploración muestra inicialmente una faringe tumefacta, enrojecida y brillante para
pasar posteriormente a tener secreciones que tapizan la faringe, e hipertrofia de folículos
linfoides (Fig.1).
Pueden aparecer adenopatías laterocervicales y edema de úvula del velo del paladar y de los
pilares amigdalinos.
2.4 Diagnostico.
Mediante la historia clínica, la exploración ORL completa a las que se asocia pruebas de
laboratorio en las formas más graves reflejando una leucocitosis y una Velocidad de
sedimentación globular (VSG) aumentada.
Hallazgos en otras pruebas son por ejemplo déficit de proteínas o de hierro así como
aumentos de PCR en algunas bioquímicas. También se ven anticuerpos anti-Estreptococo
betahemolíticos del tipo A (ASLO) aumentados indicándonos la presencia presente o pasada de
dicho microorganismo.
Es conveniente realizar un frotis faríngeo para obtener un antibiograma y realizar un
tratamiento específico si se sospecha origen bacteriano.
2.5 Tratamiento.
Como su origen más habitual es el viral, se recomienda el reposo relativo con AINEs.
Ante la sospecha de origen bacteriano se usará además un antibiótico empírico y
posteriormente ajustar al antibiograma (como primera elección se usa la Penicilina, dejando los
beta-lactámicos para fallos en el tratamiento o eritromicina en caso de alergia).
Pueden estar indicados los corticoides con protección gástrica si existe edema
importante asociado a la inflamación.
Suelen ser autolimitados y curan espontáneamente en unos días.
3. FARINGITIS CRÓNICAS.
No existe ninguna definición precisa de faringitis crónica., aun siendo una de las
enfermedades de mayor incidencia en el ser humano.
Es una entidad muy discutida por algunos autores y cuya causa no es sólo local, ya que
al ser la faringe zona de confluencia de las vías aéreas y digestivas superiores, existen múltiples
síntomas referidos a esta zona y cuya etiología es múltiple y derivada fundamentalmente de
factores irritativos de la mucosa.
Puede deberse a una alteración en cualquier parte de la faringe, de aparición más o
menos progresiva y con evolución larvada.
Capítulo 76 Patología inflamatoria inespecífica de la faringe.
4
3.1 Etiología.
-3.1.2 Tóxicos
Es la etiología más frecuente, tratándose fundamentalmente de abuso en el
consumo de tabaco y alcohol. Aparece una mucosa muy inflamada, sobre todo a
nivel de los pilares anteriores. Puede mostrar tanto un aspecto atrófico como
hipertrófico. Factores agravantes son la contaminación atmosférica, el polvo y el
aire acondicionado.
Existen otros tóxicos industriales capaces de desencadenar irritaciones faríngeas
crónicas comos son el polvo de cemento, de cal, de algodón, de hierro, de cromo
y la mayoría de herbicidas y productos químicos.
- 3.1.7 Iatrogénicas.
Las molestias crónicas faríngeas son frecuentes con el consumo de
determinados medicamentos, que provocan xerostomia, como anticolinérgicos,
betabloqueantes, psicotropos, pirazolonas y antihipertensivos centrales.
Un hecho habitual es la mayor presencia de faringitis crónica en pacientes
amigdalectomizados, esto es todavía controvertido, y se supone que es debido por
tres mecanismos: persistencia de restos crípticos infectados en polo inferior;
desarrollo de faringitis en los islotes posteriores que tienden a reepitelizar el lecho
amigdalino; faringitis cicatrizal a nivel de pilares y velo, en pacientes
habitualmente neuroartríticos que son sensibles a cualquier cambio de humedad o
temperatura. Además se asocia la sensación de cuerpo extraño a ese nivel por la
hipertrofia de la amígdala lingual que en estos pacientes se provoca, lo que
además también predispone a las infecciones de dicha zona.
La radioterapia en el área ORL acarrea frecuentemente la hiposialia que lleva a
la sequedad de la mucosa oral y faríngea.
3.2 Clínica
3.3 Diagnóstico.
6
A su vez es conveniente la exploración de otras áreas como las piezas dentarias, los
meatos medios nasosinusales (sobre todo si existe una rinorrea posterior) y la laringe-
hipofaringe (para comprobar la existencia de datos indirectos de reflujo gastroesofágico).
Se debe realizar un estudio analítico en busca de datos de inflamación o de parámetros
que nos indiquen la posible asociación con alguna de las enfermedades generales anteriormente
descritas: diabetes, hiperuricemia...
También debemos realizar una toma de muestra mediante un frotis faríngeo si se
sospecha un origen bacteriano o para valorar la presencia de un germen “acantonado”, portador
crónico de Streptococo.
Las pruebas radiológicas son útiles si se sospecha patología dentaria, sinusal o
gastroesofágica con el fin de descubrir estos posibles focos infecciosos vecinos
Ante cualquier lesión de la mucosa sospechosa, y más si existe antecedente de consumo
de alcohol o tabaco, se recomienda la endoscopia directa bajo anestesia y biopsia de la lesión
para su estudio anatomopatológico.
- 3.4.1 Congestiva, Simple o Catarral): Vemos una faringe enrojecida y brillante, con
un enantema difuso que recubre todo el velo del paladar y faringe. Mucosa
engrosada recubierta por una capa opalescente que se organiza en regueros
blanquecinos en los pliegues.
- 3.4.2 Purulenta o Mucopurulenta: Se ve la mucosidad que cubre una faringe
congestiva por el efecto irritativo de la rinorrea posterior constante; esto es un signo
indirecto de la presencia de una patología nasosinusal.
- 3.4.3 Atrófica: Aparece una mucosa lisa, seca, sin islotes linfoides Es una faringe
amplia y adelgazada, en la que con frecuencia comprobamos la ausencia de
amígdalas palatinas. Suele acompañar a la ocena.
- 3.4.4 Hipertrófica: Mucosa granulosa e hipertrófica que indica la existencia de
folículos lenticulares rosados o amarillentos, o de un punteado con mínimas
burbujas translúcidas en el espesor de la mucosa. Se comprueba la presencia por
detrás de los pilares posteriores de cordones posteriores o folículos linfoides en
pared posterior (Fig.2)
7
3.5 Diagnostico diferencial.
- Infecciones micóticas
- Enfermedades granulomatosas: Destacan la tuberculosis, sarcoidosis, sífilis y
enfermedad de Wegener
- Faringitis virales específicas: SIDA, Virus de Epstein-Barr, Citomegalovirus,
Herpes virus.
- Faringitis bacterianas específicas: Difteria (Fig.4), Micoplasma pneumoniae,
Clamydia pneumoniae, Fusobacterium.
Fig.4 Difteria
PERSONA 4
3.6 Tratamiento.
El tratamiento se debe plantear más desde el punto de vista etiológico y preventivo que
del sintomático. Es un tratamiento complejo y a menudo ineficaz, donde la psicología del
paciente suele ser muy importante en la evolución. Las terapias realizadas son:
- Normas higienicodietéticas: Suprimir factores irritativos externos,
fundamentalmente tabaco y alcohol, así como protección frente a los posibles
irritantes ocupacionales. Se aconseja una restricción de sal y realizar una dieta
hipouricémica y abundante aporte hídrico. Se debe recomendar la realización de
Capítulo 76 Patología inflamatoria inespecífica de la faringe.
8
ejercicio físico y la pérdida de peso en caso de existir una enfermedad por reflujo
faringo-laringeo.
- Tratamiento regional: Tratamiento de RGE, siendo recomendable en esta caso el
uso de inhibidores de la bomba de protones a dosis elevadas durante periodos de
tiempo no inferiores a las 6-8 semanas, hasta una nueva reevaluación.
- Tratamiento local: Tratamiento específico de las posibles enfermedades
nasosinusales y restablecimiento de una correcta ventilación nasal así como
eliminación de una posible rinorrea posterior.
Entre estos tratamientos se incluyen por supuesto tratamientos médicos y
quirúrgicos si estos son necesarios.
Eliminación de posibles focos infecciosos dentarios y amigdalinos crónicos.
El uso de lavados nasales y gargarismos alcalinos pueden ser útiles para aliviar
el dolor y desprender lesiones costrosas de la faringe.
- El uso de antibióticos no ha demostrado ser eficaz, salvo en portadores crónicos de
Streptococo, mientras que la utilización de AINEs, mucolíticos y una hidratación
adecuada pueden aliviar al paciente.
- Tratamiento general: Evaluación de posibles trastornos metabólicos y eliminación
de posibles alergenos, así como tratamiento antihistamínico en personas alérgicas.
- Crenoterapia; vocablo griego que significa tratamiento mediante aguas termales.
Fue un tratamiento muy utilizado el siglo pasado en Europa, siendo aceptado
oficialmente en 1962 por la OMS y que continua teniendo vigencia en la actualidad.
En la patología faringea crónica las aguas más utilizadas son las sulfurosas, en
especial las sulfurosas sódicas alcalinas, que se usan entre 35-60º y con pH elevado.
Su modo de administración más adecuado es mediante vahos, duchas faríngeas,
lavados nasales y gargarismos.
- En la actualidad el tratamiento de los portadores crónicos de streptococo pyogenes
se reserva en los casos donde exista historia familiar de fiebre reumática, si existen
casos en la comunidad de glomerulonefritis postestreptocócica o fiebre reumática,
situación familiar de faringoamigdalitis estreptocócica con contegio en “ping-pong”
y en los casos de ansiedad excesiva. Este tratamiento se realiza como primera
opción con clindamicina oral 10d, aunque existen varios esquemas y asociaciones
como son por ejemplo el uso de rifampicina con penicilina.
4. AMIGDALITIS AGUDAS.
4.1 Etiología.
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Estos dos tipos de origen fundamentales, son los que van a desarrollar los dos cuadros
clínicos típicos (son más del 90% del total de cuadros de amigdalitis) como son angina
eritematopultacea (bacteriana) o angina roja banal (vírica).
Se basa en una buena anamnesis y en la exploración clínica; con esto suele ser
suficiente para llegar a un diagnóstico correcto, aunque se debería completar en casos resistentes
o recidivantes con pruebas complementarias, como pueden ser un frotis faríngeo para buscar el
germen causal, y un estudio analítico que muestre el aumento de VSG y leucocitosis típicas,
teniendo en cuenta que en ocasiones las de origen viral pueden mostrar a diferencia de las
anteriores una leucopenia.
Por norma general vamos a ver un estado inicial con vasodilatación y enrojecimiento
(víricas) o exudado purulento en criptas (bacteriana).
En la exploración destaca el enrojecimiento y tumefacción de las amígdalas, pilares
amigdalinos y resto de la faringe, así como posible exudado blanquecino en la superficie
amigdalar (Fig.5).
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del tratamiento, debemos sospechar la existencia de una mononucleosis infecciosa cuya
exploración puede ser indistinguible de una estreptocócica. (Fig.6).
Fig.6 Mononucleosis
4.5 Complicaciones.
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4.5.1 Complicaciones supuradas. Podemos diferenciar a su vez las sistémicas (Shock
tóxico, Sepsis estreptocócica, Fascitis necrotizante) y las locales (Absceso periamigdalino,
Absceso retrofaríngeo, Linfadenitis cervical supurada, Celulitis cervical).
4.5.2 Complicaciones no supuradas. Se piensa que pueden producirse por similitud
antigénica con proteínas del germen que inducirán una reacción autoinmune en el huésped.
Destacan la Fiebre reumática aguda, la Glomerulonefritis postestreptocócica y los desórdenes
neurpsiquiátricos pediátricos o PANDAS.
5. AMIGDALITIS LINGUAL.
6. ADENOIDITIS AGUDA.
Fig.7 Adenoiditis
Suele estar causada por una infección bacteriana aunque en muchas ocasiones esto suele
ser por sobreinfecciones en un cuadro de base de catarro vírico.
Suele durar entre 5 y 10 días cursando con secreciones espesas abundantes, insuficiencia
respiratoria nasal, tos irritativa y vómitos.
Capítulo 76 Patología inflamatoria inespecífica de la faringe.
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Es un cuadro que se repite con frecuencia en los niños predispuestos en el periodo
invernal.
Su complicación más frecuente es la otitis media aguda.
Tratamiento mediante lavados nasales y AINEs, más antibiótico (betalactamico o
macrólido) en los cuadros muy intensos.
En casos muy recidivantes se indica la adenoidectomía quirúrgica.
7. AMIGDALITIS CRÓNICAS.
7.2 Tratamiento.
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En fase de desarrollo nos encontramos el uso de vacunas frente a la proteína M capsular
del streptococo, cosa que en el momento actual es difícil ya que se llevan encontrados más de 80
tipos distintos de proteínas M.
El tratamiento final cuando no dan resultado medidas conservadoras, se realiza
mediante la amigdalectomía quirúrgica, esta en la actualidad responde a una indicación relativa
ya que indicación absoluta de amigdalectomía no corresponde a los procesos infecciosos, sino a
los procesos tumorales u obstructivos de la vía aérea superior unicamente.
PALABRAS CLAVE
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BIBLIOGRAFÍA
15
Nieto C, editores. Manual del Residente de O.R.L. y Patología Cérvico-Facial.
Madrid: JM&C; 2002. p. 417-432.
14. Villegas Peñaloza JL. Faringoamigdalitis. En:
http://www.portalesmedicos.com/publicaciones/articles/466/1/Faringoamigdaliti
s.html