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2. Identifica las diferencias entre una imagen de pintura cantábrica y otra de pintura
levantina.
La Península Ibérica posee numerosas cuevas y abrigos naturales con pinturas y
grabados de la etapa del Paleolítico. Distinguimos dos zonas de pinturas:
6. Resume las características de la monarquía visigoda y explica por qué alcanzó tanto
poder la Iglesia y la nobleza.
La monarquía visigoda, que en el año 507 había creado un reino independiente con
capital en Toledo, construyó su dominio sobre la península a partir de un proceso de
unificación territorial, política, religiosa y jurídica. Leovigildo y su hijo Recaredo, una vez
dominado el territorio, establecieron una monarquía hereditaria, en la que el monarca
se apoyaba en una serie de instituciones de gobierno (que explican la influencia política
de la Iglesia y la nobleza) como:
o El Aula Regia: Órgano asesor formando por altos funcionarios, nobles y clérigos.
o Los Concilios de Toledo: Juntas de carácter eclesiástico, pero también político y
jurídico, que fueron las principales asambleas durante el reino visigodo.
La monarquía visigoda estuvo marcada por la debilidad fiscal y las crisis sucesorias,
aspectos que, desde mediados del s. VII darían lugar a una grave crisis político-social que
propiciaría su final con la invasión musulmana.
4. Describe las grandes etapas y las causas generales que conducen al mapa político
de la Península Ibérica al final de la Edad Media.
1ª FASE (SS. VIII-X). Caracterizada por la hegemonía musulmana en la Península y
por la formación de los primeros reinos cristianos. La frontera se sitúa en el río Duero
y en el somontano pirenaico.
2º FASE (SS. XI Y XII). El gran avance cristiano se produce tas la descomposición del
Califato (1031). La debilidad de los reinos de taifas y el cobro de las parias facilitó la
conquista de los valles del Tajo y del Ebro. Los almorávides primero (a finales del s. XI) y
los almohades después (mediados del s. XII), provenientes ambos del norte de África,
irrumpieron en la Península para tratar de recomponer el Estado andalusí. Aunque
consiguieron infligir algunas derrotar a los reinos cristianos, como la de los almohades
en Alarcos (1195) a Alfonso VIII de Castilla, no fue posible la unidad de Al-Ándalus, que
en pocos años volvió a descomponerse en taifas.
3ª FASE (SS. XIII-XV). Los reinos cristianos alcanzaron su plenitud en la primera mitad
del s. XIII, coincidiendo con su máxima expansión territorial. Así, tras la derrota de los
almohades en las Navas de Tolosa (1212), Jaime I de Aragón conquistó Mallorca, el reino
de Valencia y el de Murcia. Fernando III de Castilla conquistó Córdoba, Jaén y Sevilla, y
Portugal completó su avance territorial hacia el sur con la conquista del Algarve. A finales
del s. XIII la presencia musulmana quedaba reducida al Reino Nazarí de Granada, que
sería finalmente tomado en 1492.
Este esplendor se truncó con la llegada de la Peste Negra (1348), que dio lugar a una
crisis generalizada marcada por catástrofes demográficas, recesión económica y
enfrentamientos sociales.
5. Explica el origen de las Cortes en los reinos cristianos y sus principales funciones.
Los antecedentes de las Cortes los encontramos en la Curia Real, consejo integrado
por la nobleza y el alto clero con el cometido de asesorar al rey. Las Cortes surgen
cuando a los estamentos nobiliario y eclesiástico se incorporaron los representantes del
estado llano. Esto ocurrió por vez primera en 1188 en el Reino de León a instancias del
rey Alfonso IX. En 1217 se crearon las de Castilla. Con la unión de los reinos de Castilla y
León, las Cortes comenzaron a convocarse juntas, aunque también se reunieron por
separado hasta el siglo XV. Posteriormente surgirían las Cortes en Cataluña (1214),
Aragón (1247) y Valencia (1283).
Las Cortes medievales estaban formadas por tres brazos o estamentos: nobleza,
clero y representantes de las ciudades o estado llano. Cada uno de los estamentos se
reunía por separado y emitía un voto conjunto.
En la Corona de Aragón, cada reino1 tenía sus propias Cortes (Aragón, Cataluña,
Valencia), que gozaban de un cierto poder legislativo y votaban los impuestos.
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El Reino de Mallorca nunca tuvo Cortes propias.
LA MONARQUÍA. Los monarcas medievales se creían elegidos por Dios para
gobernar sus reinos. Ejercían el poder supremo y a su alrededor organizaron una corte
de consejeros que acabó convirtiéndose en el Consejo o Curia Regia. También existía
una Audiencia (tribunal de justicia), una Cancillería (administración) y una Tesorería
(finanzas).
LAS CORTES. Las Cortes eran la reunión de los tres estamentos con el rey. Empezaron
a formalizarse a raíz del crecimiento de las ciudades y del auge de una rica burguesía
que el rey deseaba incorporar a los órganos de gobierno.
Las primeras Cortes que se crearon en la Península fueron las del Reino de León
(1188), y más adelante las del Reino de Castilla (1217). Con la unión de ambos reinos,
las Cortes comenzaron a convocarse juntas, aunque también se reunieron por separado
hasta el siglo XV. Las Cortes castellanas mantuvieron siempre un carácter consultivo y
de aprobación de subsidios. En la Corona de Aragón cada reino tenía sus propias Cortes
(Aragón, Cataluña y Valencia). A diferencia de Castilla, gozaban de un cierto poder
legislativo y votaban los impuestos. Cada reino contaba además con una Diputación
General, órgano de poder permanente para su representación en los periodos entre
Cortes, cuya función era recaudar impuestos y vigilar por el cumplimiento de las leyes.
Por último, el Justicia Mayor, figura original y específica del Reino de Aragón, fue un
cargo desempeñado por un noble elegido por las Cortes, cuya función era defender los
fueros del territorio frente a posibles pretensiones autoritarias del rey.
Los señoríos eran territorios concedidos por el rey a un particular o a una institución
(como puede ser un monasterio), en ocasiones como pago por algún servicio prestado.
Se establecen así una serie de relaciones de dependencia personal entre ambas partes
que darán origen al régimen señorial, por el que los habitantes de un determinado
territorio quedaban ligados a su propietario, a su señor. Dichas relaciones, conocidas
como feudo-vasalláticas, se originaban cuando un hombre libre a través de un acto
público se declaraba vasallo de un señor más poderoso que él. En ese acto se juraba
fidelidad y lealtad y se adquirían unos compromisos entre señor y vasallo que debían
cumplirse de manera vitalicia. El vasallo se comprometía a prestar consejo y apoyo
económico y militar a su señor. A cambio, este último le garantizaba su protección y le
otorgaba el control de unas tierras (feudo o señorío).