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BLOQUE 1.

LA PENÍNSULA IBÉRICA DESDE LOS PRIMEROS HUMANOS


HASTA LA DESAPARICIÓN DE LA MONARQUÍA VISIGODA (711).

1. Explica las diferencias entre la economía y la organización social del Paleolítico y el


Neolítico, y las causas del cambio.

Durante el Paleolítico los pobladores de la Península Ibérica eran depredadores y su


supervivencia se basaba en la caza, la pesca y la recolección de frutos. Eran nómadas, ya
que se desplazaban siguiendo a los rebaños de animales o buscando unas condiciones
climáticas favorables. Presentaban una organización social colectiva y vivían en
pequeños grupos, sin una clara jerarquización social.

Hacia el 5000 a. C. aparecieron en la Península Ibérica las primeras comunidades


neolíticas. En ellas se inició la producción de alimentos (agricultura y ganadería) y la
elaboración de cerámica y tejidos. La práctica de la agricultura, con la necesidad de
atender la evolución de los cultivos, propició el sedentarismo, y surgieron así las
primeras comunidades estables. En los primeros poblados neolíticos el sedentarismo
supuso una nueva organización social de tipo comunal, con división del trabajo y reparto
de los recursos obtenidos. El distinto acceso a la disponibilidad de los recursos
producidos que se daría entre los individuos de una comunidad daría lugar a las primeras
desigualdades sociales. Estas desigualdades se reflejarían en la monumentalidad de
algunos enterramientos en las necrópolis, o en la presencia, en los ajuares funerarios,
de elementos que podrían considerarse como bienes de prestigio. Asimismo, durante el
Neolítico tienen lugar los primeros intercambios, utilizándose para los mismos la
fórmula del trueque.

En lo que respecta a las causas del cambio, los historiadores aducen:


o Causas ecológicas. Las transformaciones climáticas producidas por el paso
del Pleistoceno al Holoceno habrían supuesto una fuerte desecación de
amplios espacios, por lo que la población se concentró en zonas próximas a
los recursos hídricos, estableciendo allí de manera permanente.
o La evolución técnica y cultural que dio lugar a un progreso gradual.
o Causas demográficas, al considerar que el crecimiento de la población habría
supuesto la necesidad de conseguir mayores recursos alimenticios.

2. Identifica las diferencias entre una imagen de pintura cantábrica y otra de pintura
levantina.
La Península Ibérica posee numerosas cuevas y abrigos naturales con pinturas y
grabados de la etapa del Paleolítico. Distinguimos dos zonas de pinturas:

• Área cantábrica. Son pinturas polícromas realizadas en el interior de las cuevas


que muestran que representan animales con una técnica naturalista. Con
frecuencia las figuras se encuentran superpuestas, sin formar escenas, aunque
presentan efectos de volumen y movimiento. Se aprovechan los entrantes y
salientes de los muros de las cuevas para conseguir efectos tridimensionales.
Destacan las cuevas de Altamira (Cantabria) y Tito Bustillo (Asturias).

• Zona levantina. Tienen una cronología más tardía (10000-5000) y en ellas se


representan escenas de carácter narrativo (cacerías, danzas rituales…) dotadas
de gran movimiento, con proliferación de figuras humanas representadas de
manera esquemática. Son pinturas monócromas y están ubicadas en abrigos
rocosos al aire libre. Buen ejemplo de estas pinturas son las de las cuevas de El
Cogul (Lérida).

3. Dibuja un mapa esquemático de la Península Ibérica y delimita en él las áreas ibérica


y celta.

4. Explica el diferente nivel de desarrollo de las áreas celta e ibérica en vísperas de la


conquista romana en relación con la influencia recibida de los indoeuropeos, el reino
de Tartessos y los colonizadores fenicios y griegos.
Durante el primer milenio a.C. la Península Ibérica se dividía en dos zonas culturales
diferentes que se corresponden con el asentamiento de los conocidos como pueblos
prerromanos: íberos y celtas.

o Íberos (turdetanos, edetanos, layetanos…) Situados en las costas este y


sur peninsular. Presentaban unas características comunes, aunque no llegaron
a constituir una unidad étnica o política. Economía basada en el cultivo de la
denominada triada mediterránea (vid, cereales y olivo) y en la ganadería,
especialmente en la cría de caballos. Dominaban la cerámica y la metalurgia y
destacaron en la fabricación de armas, como la falcata ibérica. Habitaban en
poblados fortificados y su organización social se basaba en la tribu. Existía una
cierta jerarquía social en relación al poder económico y militar, con la presencia
de una aristocracia guerrera. Algunos de estos pueblos desarrollaron la escritura
y conocían el uso de la moneda, lo que facilitó los intercambios con los pueblos
colonizadores procedentes de Oriente.

Desde el punto de vista artístico cabe destacar su escultura en piedra,


representando figuras femeninas de gran tamaño ataviadas según la moda de
las damas de la sociedad ibérica. Ej. Dama de Baza y Dama de Elche, cuya
finalidad pudo ser religiosa o funeraria.

o Celtas. Los pueblos celtas (vacceos, galaicos, lusitanos…) llegaron a la


Península en dos importantes oleadas en los siglos XI y VI a. C y ocuparon el
norte, centro y oeste de la Península. Diferentes entre ellos, poseían unas
características comunes aportadas por su pasado indoeuropeo. Su economía
dependía en gran medida de la ganadería y, de hecho, los propietarios ganaderos
constituían la aristocracia del grupo. Era una economía rudimentaria y
autosuficiente, con un comercio muy escaso. Elaboraban cerámica y tejidos y
eran expertos metalúrgicos, sobre todo en la producción de objetos de hierro y
bronce. Se asentaban en poblados fortificados (castros) situados en zonas
elevadas, integrados por casas circulares distribuidas de manera desordenada.
Su organización social era de tipo tribal, hablaban un idioma indoeuropeo y no
conocían la escritura.

El litoral oriental y meridional de la Península fue el lugar escogido por pueblos


provenientes del este del Mediterráneo (fenicios, griegos y cartagineses) para fundar
establecimientos comerciales.
o Fenicios. Fueron los primeros colonizadores que llegaron a la Península
(s. XI a. C). Procedían de Tiro y de otras ciudades del actual Líbano. Aprovecharon
su habilidad como comerciantes para fundar una serie de colonias en la costa
levantina y andaluza en las que realizar actividades de intercambio comercial. Es
el caso de Gadir (Cádiz), Malaka (Málaga), Sexi (Almuñécar) y Abdera (Adra).
Los fenicios introdujeron la técnica de conservación del pescado en salazón,
el torno alfarero y la escritura alfabética.

o Griegos. Desembarcaron en la Península hacia el s. VIII a.C., aunque sus


actividades no están bien documentadas hasta el s. VI a. C. Además de una
orientación comercial, la colonización griega actúa como una válvula de escape
ante un incremento de población y una falta de recursos alimentarios en las
áreas de origen. Los griegos fundaron enclaves comerciales desde los cuales
establecieron relaciones comerciales con los pueblos indígenas vecinos que
estimularon el desarrollo de sus ciudades. Sus principales colonias, localizadas
en las costas catalanas, eran Emporion (Ampurias) y Rhode (Rosas).

o Cartagineses. Entre los s. VI y V a. C. crearon colonias como Ebusus (Ibiza),


si bien la más destacada fue Cartago Nova (Cartagena).
Por otra parte, los historiadores griegos dejaron constancia escrita de la existencia
de un pueblo situado entre las actuales provincias de Huelva, Sevilla y Cádiz conocido
como Tartessos. Su momento de esplendor coincidió con el mítico reinado de
Argantonio (siglos VII-VI a. C) y la máxima actividad comercial de las colonias fenicias.

Su prosperidad se debió a su estratégica situación en el lugar de intercambio de


metales (oro, cobre, estaño y plata). No se han encontrado restos de ciudades de esta
civilización, pero sí de magníficos tesoros de oro y plata (como el de El Carambolo en
Sevilla). Este pueblo desaparecería como consecuencia del dominio cartaginés que
intentó adueñarse del comercio de la zona.

5. Define el concepto de romanización y describe los medios empleados para llevarla


a cabo.
La conquista romana de la Península Ibérica se llevó a cabo en tres etapas:
a) 218-197 a. C. Se produjo en el contexto de la II Guerra Púnica. Se inicia con el
desembarco de Escipión en Ampurias y finaliza con la expulsión de los cartagineses. Los
romanos pasan a dominar la costa mediterránea y sur peninsular.
b) 197-133 a. C. Orientada a la conquista de la Meseta. Se caracterizó por la feroz
resistencia de lusitanos y celtíberos. Finaliza con la rendición y toma de Numancia por
los romanos, tras un largo asedio.
c) 29-19 a. C. En época del emperador Augusto fueron sometidos los astures y los
cántabros.
La romanización es el proceso de asimilación de la cultura y las formas de vida
romanas por parte de los pueblos conquistados. En la Península Ibérica se llevó a cabo
de manera desigual según las zonas, ya que fue intensa en el sur y el levante, menor en
el centro y el oeste y casi nula en el norte. El proceso de romanización se llevó a cabo de
diversas maneras:

o La extensión de la vida urbana y la fundación de colonias. La colonia más antigua


el Tarraco, fundada en el año 218 a. C.

o La expansión del comercio. Con el movimiento de productos y de los propios


comerciantes se fueron implantando las costumbres, las formas de vida y la
mentalidad romana.
o Las construcciones públicas. Destacan las grandes obras de ingeniería (puentes,
acueductos o murallas), a las que se suman las construcciones civiles dedicadas
al ocio (teatro, anfiteatro, circo y termas), y las construcciones conmemorativas
(arcos de triunfo).
o La red viaria. Los romanos crearon una amplísima red de calzadas con tres fines:
unir las regiones productoras de materias primas con los centros de comercio y
los puertos, facilitar los desplazamientos para poder gobernar los territorios
conquistados y permitir una rápida movilización del ejército en caso de conflicto.

o La difusión de la lengua latina y el Derecho romano. El latín se convirtió en el


principal instrumento de romanización, al funcionar como vehículo de
propagación de esta cultura. Se impuso el Derecho romano para regular las
relaciones privadas y las instituciones públicas y su funcionamiento,
convirtiéndose en uno de los fundamentos del derecho occidental.

o La organización administrativa. En los inicios Roma dividió Hispania en dos


provincias: Ulterior y Citerior. En el año 27 a. C. el emperador Augusto pasó a
dividir este territorio en tres provincias: Tarraconense (con capital en Tarraco),
Lusitania (con capital en Emérita Augusta) y Bética (con capital en Corduba).
Finalmente, en tiempos del emperador Diocleciano se crearon cinco provincias:
Tarraconense (cap. Tarraco), Cartaginense (cap. Cartago Nova), Lusitania (cap.
Emérita Augusta), Gallaecia (cap. Bracara Augusta) y Bética (Corduba).

6. Resume las características de la monarquía visigoda y explica por qué alcanzó tanto
poder la Iglesia y la nobleza.
La monarquía visigoda, que en el año 507 había creado un reino independiente con
capital en Toledo, construyó su dominio sobre la península a partir de un proceso de
unificación territorial, política, religiosa y jurídica. Leovigildo y su hijo Recaredo, una vez
dominado el territorio, establecieron una monarquía hereditaria, en la que el monarca
se apoyaba en una serie de instituciones de gobierno (que explican la influencia política
de la Iglesia y la nobleza) como:

o El Aula Regia: Órgano asesor formando por altos funcionarios, nobles y clérigos.
o Los Concilios de Toledo: Juntas de carácter eclesiástico, pero también político y
jurídico, que fueron las principales asambleas durante el reino visigodo.

En este proceso de unificación:

▪ Leovigildo promovió la igualdad de hispanorromanos y visigodos, derogando la


ley que prohibía los matrimonios mixtos.
▪ Recaredo abandonó el arrianismo para convertirse al cristianismo (religión
mayoritaria entre los hispanorromanos).
▪ Recesvinto promovió en el año 654 una única ley para ambos pueblos: el Liber
Iudiciorum (Fuero Juzgo)

Con las invasiones de los pueblos bárbaros, las ciudades hispanorromanas


aceleraron su decadencia. Las antiguas vías romanas de comercio cayeron en desuso y
la economía se ruralizó, teniendo como base la agricultura y la ganadería.
Los invasores germánicos se repartieron buena parte de las tierras peninsulares, que
estaban trabajadas por colonos. La tendencia de la monarquía visigoda a pagar los
cargos administrativos o militares con tierras públicas dio lugar a una concentración de
la propiedad en manos de la nobleza visigoda o hispanorromana. Además de una gran
capacidad económica, la nobleza ostentaba el poder militar.

La monarquía visigoda estuvo marcada por la debilidad fiscal y las crisis sucesorias,
aspectos que, desde mediados del s. VII darían lugar a una grave crisis político-social que
propiciaría su final con la invasión musulmana.

BLOQUE 2. LA EDAD MEDIA: TRES CULTURAS Y UN MAPA POLÍTICO EN


CONSTANTE CAMBIO (711-1474)

1. Explica las causas de la invasión musulmana y de su rápida ocupación de la


península.
Causas de la invasión
La conquista musulmana de la Península Ibérica, que comenzó en el año 711, puede
explicarse por dos causas:

• A mediados del VII el reino visigodo entró en crisis debido a la


incapacidad de la monarquía para cobrar tributos y mantener su autoridad.
Este fenómeno estimuló la formación de grupos nobiliarios rivales y las
disputas por el trono, hechos que explican el rápido hundimiento de la
monarquía visigoda ante la invasión musulmana.
• El espíritu expansivo del islam, que en periodo comprendido entre
los años 632-700 había conquistado un extenso territorio que abarcaba
desde el Magreb hasta el Imperio Persa.

Causas de la rápida ocupación de la Península Ibérica

En el año 711 un ejército bajo el mando de Tariq, formado básicamente por


bereberes procedentes del norte de África, cruzó el estrecho de Gibraltar, venció al
último rey visigodo e inició la conquista de la Península. Hacia el 718, prácticamente
todo el territorio había sido ocupado de forma casi incruenta, debido a que buena parte
de la nobleza visigoda pactó la sumisión y el pago de tributos a los invasores, a cambio
de la conservación de sus tierras.

2. Describe la evolución política de Al-Ándalus.


Podemos diferenciar las siguientes etapas en la historia de Al Ándalus:
• Emirato dependiente (714-756). En un principio, los musulmanes organizaron el
territorio peninsular como una provincia más del Califato de Damasco,
gobernada por emires.

• Emirato independiente de Córdoba (756-929). Creado por Abd al-Rahmán I, de


la dinastía Omeya. Desde esta ciudad los emires ejercieron el poder político y
militar de forma autónoma, aunque se siguió respetando la autoridad religiosa
del Califa de Bagdad.

• Califato de Córdoba (929-1031). En el año 929 Abd al-Rahmán III se proclamó


califa asumiendo el poder político, militar y religioso. Constituye el período de
máximo esplendor andalusí. Durante esta etapa, Al-Ándalus se organizó como
un estado centralizado. El califa contaba con la ayuda de un hachib (primer
ministro) y nombraba a los gobernadores de las provincias (valíes) y a los jueces
(cadíes).

• Reinos de taifas. Tras la muerte de Almanzor (1002), se sucedieron los


desórdenes en Al Ándalus. El Califato fue descomponiéndose y desapareció en
1031 al dividirse en más de una veintena de pequeños Estados independientes
conocidos como reinos de taifas. Esta fragmentación fue aprovechada por los
reinos cristianos para atacar de forma sistemática las tierras andalusíes. Los
reyes musulmanes intentaron detener el avance comprometiéndose a entregar
anualmente las llamadas parias, una cantidad de oro y objetos preciosos con los
que los reinos del norte pudieron construir nuevos castillos y equipar a sus
ejércitos con mejor armamento para la guerra.
En 1085 Alfonso VI de León tomó la taifa de Toledo, una de las más importantes,
lo que provocó que al año siguiente (1086) entrasen en la Península los
almorávides, un nuevo imperio integrista musulmán del norte de África. Estos
recién llegados unificaron temporalmente las taifas, pero finalmente terminaron
por disolverse en nuevos reinos de taifas. La historia se repitió con la llegada en
1147 de los almohades, otro imperio integrista musulmán del norte de África
que reunificó Al Ándalus. Su decadencia se inició con la derrota en la batalla de
las Navas de Tolosa (1212).
La caída del Califato benefició a los reinos cristianos del norte, que conquistaron
progresivamente todos los reinos de taifas. Así, a finales del siglo XIII tan solo
sobrevivía el Reino Nazarí de Granada, que mantuvo la presencia islámica en la
Península hasta 1492.

3. Resume los cambios económicos, sociales y culturales introducidos por los


musulmanes en Al-Ándalus.
Con la conquista musulmana, asistimos a una revitalización económica y urbana. Los
musulmanes aportaron un notable desarrollo a la agricultura con la implantación de
sistemas de regadío como aljibes, norias y acequias. Esto supuso un gran desarrollo de
los productos frutales (cítricos e higos), hortícolas (berenjena y alcachofa) y de plantas
textiles como el algodón, el lino y el esparto. Asimismo, se dedicaron a la cría de ganado
fundamentalmente ovino y vacuno. El caballo, que había adquirido una gran
importancia para las actividades militares, fue criado en la zona de las marismas del
Guadalquivir, ricas en pastos, donde se cruzaron con los introducidos por ellos, dando
lugar al caballo hispano-árabe.

Las ciudades fueron el centro de la vida económica, social y cultural. La ciudad de


Córdoba, que era el núcleo económico y cultural más importante de Al-Ándalus, llegó a
superar los 100.000 habitantes en el s. X, convirtiéndose en la ciudad más grande de
Europa occidental. El número de ciudades aumentó y en ellas se desarrolló una próspera
artesanía (cuero, tejido, cerámica…) que se vio impulsada por los numerosos
intercambios en los zocos, pero también tuvo una gran importancia en el comercio
exterior, sobre todo con Oriente, Europa y el norte de África. El comercio se benefició
de la existencia de una moneda estable, un eficaz sistema de pesos y medidas contra
posibles fraudes, y unas rutas de comunicación, tanto terrestres como navales,
relativamente tranquilas. La presencia de cecas (casas de moneda) constituye un indicio
de la riqueza y la vitalidad mercantil de algunas ciudades.

La sociedad andalusí se caracteriza por una notable pluralidad étnica y religiosa.


Dentro de la comunidad musulmana, que era la mayoritaria podemos distinguir entre:
o Los baladíes. Su condición de descendientes de árabes les suponía entrar a
formar parte de una especie de aristocracia que ostentaba el mejor nivel
económico. Procedían de Oriente y eran poco numerosos.
o Los bereberes. Procedían del norte de África. Se les asignaron tierras en
zonas rurales despobladas y montañosas, sobre todo en la Submeseta Norte,
por lo que estuvieron apartados de los cargos políticos.
o Los muladíes. Eran peninsulares cristianos convertidos al islam.
El grupo de los no musulmanes estaban integrados por dos minorías: cristianos
(mozárabes) y judíos. La convivencia entre musulmanes, judíos y cristianos fue tensa.
Así frente a etapas de mayor tolerancia registradas en la etapa de la conquista, durante
los imperios almorávide y almohade, caracterizados por el integrismo religioso, fue
habitual la persecución de las prácticas religiosas no musulmanas. Por último, en el
último escalón de la sociedad andalusí se encontraban los esclavos. Muchos procedían
de botines de guerra y otros del comercio con el norte de África y Centroeuropa.

La España musulmana tuvo un elevado desarrollo cultural y científico, destacando la


creación de una importante red de escuelas y universidades que contribuyó a reforzar
la atracción que la cultura andalusí ejerció sobre los reinos cristianos. El desarrollo
científico estuvo orientado hacia las ciencias prácticas (Medicina, Astronomía y
Matemáticas) pero también hacia la Filosofía (Averroes y Maimónides), la Historia, la
Música y la Literatura. La lengua árabe también dejó su impronta en la lengua castellana,
que contiene una gran cantidad de palabras de este origen.
El arte hispanomusulmán se caracterizó por la ornamentación. Se construyeron
mezquitas, palacios, alcazabas y baños, en los que una gran profusión de superficies
decoradas con caligrafía, motivos geométricos entrelazados y vegetales, escondían la
pobreza de los materiales. Entre las obras más destacadas se encuentran la Mezquita de
Córdoba y la Alhambra de Granada.

4. Describe las grandes etapas y las causas generales que conducen al mapa político
de la Península Ibérica al final de la Edad Media.
1ª FASE (SS. VIII-X). Caracterizada por la hegemonía musulmana en la Península y
por la formación de los primeros reinos cristianos. La frontera se sitúa en el río Duero
y en el somontano pirenaico.

En la mitad occidental, Pelayo derrotó a los musulmanes en Covadonga (722), y sus


sucesores, Alfonso I y Alfonso II, crearon el Reino de Asturias, que manifestó su
independencia del Emirato negándose a pagar tributos. Además, reivindicaron el
principio cristiano y monárquico como legitimador de su continuidad con la tradición
visigoda. Ordoño II trasladó la capital de Oviedo a León (914), con lo que el reino pasó a
denominarse Reino de León. Asimismo, fortificó las tierras del este de la Meseta con la
construcción de numerosos castillos y con la creación del Condado de Castilla,
gobernado por condes nombrados por el rey leonés. Uno de ellos, Fernán González, se
declaró independiente en la segunda mitad del s. X.

En la mitad oriental, Carlomagno quería proteger su imperio de los musulmanes y


estableció una franja fortificada al sur de los Pirineos (Marca Hispánica), que fue dividida
en condados gobernados por condes dependientes del emperador. A principios del s. IX,
aragoneses y navarros se independizaron de los francos creando el Condado de Aragón
y el Reino de Pamplona respectivamente. Este último es el núcleo originario del futuro
Reino de Navarra. El dominio carolingio en tierras catalanas fue más duradero y habría
que esperar hasta Borrell II (987) se negó a renovar el juramento de fidelidad al rey
franco. Así surgieron los condados catalanes, entre los cuales el de Barcelona se
convirtió en el más extenso y poderoso.

2º FASE (SS. XI Y XII). El gran avance cristiano se produce tas la descomposición del
Califato (1031). La debilidad de los reinos de taifas y el cobro de las parias facilitó la
conquista de los valles del Tajo y del Ebro. Los almorávides primero (a finales del s. XI) y
los almohades después (mediados del s. XII), provenientes ambos del norte de África,
irrumpieron en la Península para tratar de recomponer el Estado andalusí. Aunque
consiguieron infligir algunas derrotar a los reinos cristianos, como la de los almohades
en Alarcos (1195) a Alfonso VIII de Castilla, no fue posible la unidad de Al-Ándalus, que
en pocos años volvió a descomponerse en taifas.

3ª FASE (SS. XIII-XV). Los reinos cristianos alcanzaron su plenitud en la primera mitad
del s. XIII, coincidiendo con su máxima expansión territorial. Así, tras la derrota de los
almohades en las Navas de Tolosa (1212), Jaime I de Aragón conquistó Mallorca, el reino
de Valencia y el de Murcia. Fernando III de Castilla conquistó Córdoba, Jaén y Sevilla, y
Portugal completó su avance territorial hacia el sur con la conquista del Algarve. A finales
del s. XIII la presencia musulmana quedaba reducida al Reino Nazarí de Granada, que
sería finalmente tomado en 1492.

Este esplendor se truncó con la llegada de la Peste Negra (1348), que dio lugar a una
crisis generalizada marcada por catástrofes demográficas, recesión económica y
enfrentamientos sociales.

5. Explica el origen de las Cortes en los reinos cristianos y sus principales funciones.
Los antecedentes de las Cortes los encontramos en la Curia Real, consejo integrado
por la nobleza y el alto clero con el cometido de asesorar al rey. Las Cortes surgen
cuando a los estamentos nobiliario y eclesiástico se incorporaron los representantes del
estado llano. Esto ocurrió por vez primera en 1188 en el Reino de León a instancias del
rey Alfonso IX. En 1217 se crearon las de Castilla. Con la unión de los reinos de Castilla y
León, las Cortes comenzaron a convocarse juntas, aunque también se reunieron por
separado hasta el siglo XV. Posteriormente surgirían las Cortes en Cataluña (1214),
Aragón (1247) y Valencia (1283).

Las Cortes medievales estaban formadas por tres brazos o estamentos: nobleza,
clero y representantes de las ciudades o estado llano. Cada uno de los estamentos se
reunía por separado y emitía un voto conjunto.

En la Corona de Castilla las Cortes tuvieron un carácter consultivo. No tenían una


sede fija, sino que se reunían en la ciudad designada por el rey y estaban presididas por
este. En ellas se presentaban quejas, se hacían peticiones al monarca, se aprobaban
levas militares, se concedían nuevos impuestos y subsidios al rey y se aprobaban las
leyes, y luego se disolvían.

En la Corona de Aragón, cada reino1 tenía sus propias Cortes (Aragón, Cataluña,
Valencia), que gozaban de un cierto poder legislativo y votaban los impuestos.

6. Compara la organización política de la Corona de Castilla, la Corona de Aragón y el


Reino de Navarra al final de la Edad Media.
Los tres grandes reinos peninsulares presentaban una estructura política similar,
basada en tres instituciones: la monarquía, las Cortes y los municipios, aunque cada
reino tenía sus peculiaridades.

1
El Reino de Mallorca nunca tuvo Cortes propias.
LA MONARQUÍA. Los monarcas medievales se creían elegidos por Dios para
gobernar sus reinos. Ejercían el poder supremo y a su alrededor organizaron una corte
de consejeros que acabó convirtiéndose en el Consejo o Curia Regia. También existía
una Audiencia (tribunal de justicia), una Cancillería (administración) y una Tesorería
(finanzas).

En la Corona de Castilla la monarquía tuvo un carácter más autoritario y menos


feudal que en la Corona de Aragón, y el rey gozaba de poderes más extensos, como la
facultad de declarar la guerra, dictar leyes e impartir justicia. La unificación de Castilla y
León (1230) comportó un proceso de centralización administrativa y la creación de un
derecho general monárquico, el Código de las Siete Partidas (Alfonso X), que
establecieron una cierta uniformidad jurídica del reino, y quedó definitivamente
asentado en el Ordenamiento de Alcalá (1348). Este proceso centralizador contó con la
oposición de la nobleza y los concejos, al reforzar el poder real. Solo las tierras vascas
incorporadas a Castilla siguieron rigiéndose por sus fueros particulares.
La Corona de Aragón, fue una confederación de reinos (Aragón, Cataluña, Valencia
y Mallorca) que poseían distintas instituciones y leyes. El arraigo de las estructuras
feudales y el mayor poder de los nobles impusieron el pactismo, por el cual la autoridad
regia se veía limitada por las Cortes, y el monarca debía comprometerse a mantener el
derecho y las costumbres del territorio antes de tomar posesión del cargo.

LAS CORTES. Las Cortes eran la reunión de los tres estamentos con el rey. Empezaron
a formalizarse a raíz del crecimiento de las ciudades y del auge de una rica burguesía
que el rey deseaba incorporar a los órganos de gobierno.

Las primeras Cortes que se crearon en la Península fueron las del Reino de León
(1188), y más adelante las del Reino de Castilla (1217). Con la unión de ambos reinos,
las Cortes comenzaron a convocarse juntas, aunque también se reunieron por separado
hasta el siglo XV. Las Cortes castellanas mantuvieron siempre un carácter consultivo y
de aprobación de subsidios. En la Corona de Aragón cada reino tenía sus propias Cortes
(Aragón, Cataluña y Valencia). A diferencia de Castilla, gozaban de un cierto poder
legislativo y votaban los impuestos. Cada reino contaba además con una Diputación
General, órgano de poder permanente para su representación en los periodos entre
Cortes, cuya función era recaudar impuestos y vigilar por el cumplimiento de las leyes.
Por último, el Justicia Mayor, figura original y específica del Reino de Aragón, fue un
cargo desempeñado por un noble elegido por las Cortes, cuya función era defender los
fueros del territorio frente a posibles pretensiones autoritarias del rey.

En el Reino de Navarra, las Cortes se reunieron por primera vez en 1253, y el


monarca tenía que respetar los fueros y tradiciones del territorio.

LOS MUNICIPIOS. Los municipios disfrutaban de una cierta autonomía y jurisdicción


propias. En principio estaban regidos por unos cabildos, pero el crecimiento de las
ciudades del siglo XIII impulsó la institucionalización del régimen municipal. Así, en
Castilla, los cabildos fueron sustituidos por unos concejos electivos, que acabaron
dominados por la nobleza. Más adelante surgió la figura del corregidor, representante
del poder real en los principales municipios, cuya función era asegurar que no se
tomaban decisiones contrarias a los intereses de la monarquía.

En la Corona de Aragón, Jaime I estableció la organización de los municipios, sobre


todo el de Barcelona, que quedó en manos del llamado Consell de Cent, una asamblea
formada por cien ciudadanos elegidos. Estos cargos fueron pronto acaparados por la
burguesía rica, lo que supuso que otros grupos sociales, marginados del poder, se
enfrentasen a esta nueva oligarquía urbana.

7. Comenta el ámbito territorial y características de cada sistema de repoblación, así


como sus causas y consecuencias.
La expansión de los reinos cristianos se produjo sobre el territorio de Al-Ándalus en
una combinación de conquista militar y ocupación del territorio por población cristiana.
Las diferentes fases y formas de la repoblación influyeron en la posterior estructura de
la propiedad y en el desarrollo social de los reinos peninsulares. Podemos diferenciar
cuatro modelos de repoblación que se corresponden con otras tantas etapas:

• La repoblación libre, llamada presura, tuvo lugar en los siglos IX y XI y afectó


a tierras situadas al norte del valle del Duero y en las zonas al sur de los
Pirineos, áreas escasamente pobladas que, por tratarse de zonas de frontera,
solían tener cerca castillos o fortalezas para su defensa. Los monarcas
encargaron a los nobles y a los monasterios la colonización de ese territorio
y animaron a emigrar hacia la zona a campesinos llegados del norte o a los
mozárabes que huían de Al-Ándalus, otorgándoles la propiedad de las tierras.
Este tipo de repoblación dio como resultado la existencia de comunidades
(aldeas o pequeñas villas) de campesinos libres y propietarios de parcelas de
tierra (alodios). En ocasiones, el monarca les otorgaba cartas de poblamiento
para garantizar su libertad y sus derechos. Estos campesinos se hallaban
comprometidos con la defensa militar de ese territorio.

• La repoblación concejil se dio a finales del siglo XI y durante el siglo XII y


afectó a los territorios comprendidos entre los ríos Duero y Tajo y a los del
valle del Ebro. Esta repoblación se organizó de forma colectiva a través de
concejos que gozaban de libertades y a los que los reyes otorgaban privilegios
(fueros y cartas de poblamiento). Tuvieron que repoblarse ciudades que
habían quedado semidesiertas y que controlaban amplias regiones rurales
(alfoz).
Esta fórmula de repoblación estableció un modelo social basado en la
mediana propiedad, con abundantes tierras comunales. La caballería villana,
encargada de la defensa, se configura como el grupo social hegemónico en
los nuevos núcleos de población.
• Una tercera etapa, comprendida entre la segunda mitad del siglo XII y
principios del s. XIII afectó a los territorios del valle del Guadiana, La Mancha
y el Maestrazgo. Se caracterizó por la entrega de grandes latifundios a las
órdenes militares de Alcántara, Calatrava y Santiago, que habían contribuido
a la reconquista de estas zonas. A cambio de estas tierras, su único
compromiso era defenderlas, costeando la construcción de las fortalezas
necesarias para ello. Estos enormes lotes de tierra fueron dedicados a la
ganadería, al tratarse de zonas escasamente pobladas, ya que esta actividad
requería menos mano de obra.
La repoblación de las órdenes militares dio lugar a la aparición de latifundios
dedicados a la ganadería jalonados por fortalezas.

• La última etapa se desarrolla durante la segunda mitad del s. XIII, tras la


conquista de Extremadura y Andalucía, y la huida de muchos musulmanes
hacia Granada y el norte de África. Fue entonces cuando se generalizaron los
repartimientos. Esta modalidad de repoblación afectó al valle del
Guadalquivir, el Levante meridional y las Islas Baleares, y consistió, tal y como
su propio nombre indica, en el reparto de buena parte de ese territorio, a los
que habían participado en su reconquista, y que constituyen el origen de los
grandes latifundios dedicados a la agricultura.

La huella de los distintos modelos de repoblación es visible aún en la actualidad. Así, en


líneas generales, al norte del Tajo predomina la pequeña y mediana propiedad, mientras
que, al sur, especialmente en Andalucía, prevalece el latifundio y la concentración de la
propiedad en pocas manos.

8. Explica el origen y características del régimen señorial y la sociedad estamental en


el ámbito cristiano.

Los señoríos eran territorios concedidos por el rey a un particular o a una institución
(como puede ser un monasterio), en ocasiones como pago por algún servicio prestado.
Se establecen así una serie de relaciones de dependencia personal entre ambas partes
que darán origen al régimen señorial, por el que los habitantes de un determinado
territorio quedaban ligados a su propietario, a su señor. Dichas relaciones, conocidas
como feudo-vasalláticas, se originaban cuando un hombre libre a través de un acto
público se declaraba vasallo de un señor más poderoso que él. En ese acto se juraba
fidelidad y lealtad y se adquirían unos compromisos entre señor y vasallo que debían
cumplirse de manera vitalicia. El vasallo se comprometía a prestar consejo y apoyo
económico y militar a su señor. A cambio, este último le garantizaba su protección y le
otorgaba el control de unas tierras (feudo o señorío).

En los comienzos de la Reconquista, apareció la primera modalidad de señorío. Son


los denominados señoríos territoriales o solariegos, cuyas tierras carecían de dueño
previo, por lo que el nuevo señor adquiría la propiedad de las mismas. En estos, los
campesinos o siervos están vinculados a esas tierras y las trabajan a cambio de rentas
(en especie, dinero o trabajo). Esta fórmula fue frecuente hasta el siglo XII, sobre todo
en las zonas de repoblación por presura.
A partir del siglo XII, y de forma progresiva, los monarcas empezaron a otorgar a los
beneficiarios de estas donaciones el privilegio de la inmunidad, es decir, la garantía de
que en esos territorios no intervendrían los agentes del rey. De ese modo, tales lugares
se convirtieron en señoríos jurisdiccionales, y sus pobladores en vasallos del nuevo
señor, que asumía sobre ellos las funciones propias de un monarca. Las prerrogativas de
estos señores incluían el nombramiento de las autoridades locales, el cobro de
impuestos a los campesinos o vasallos, y la administración de justicia.

Así pues, el régimen señorial característico de la península Ibérica, no se diferenciaba


en lo esencial del feudalismo europeo:

o En el plano jurídico, implicaba un traspaso de competencias del rey


(gobierno, justicia, cobro de tributos etc.) a los titulares del señorío.

o En el plano político, el poder efectivo del monarca se limitaba a las tierras de


realengo, es decir, a las que estaban bajo su dominio directo, o lo que es lo
mismo, las que no formaban parte de los señoríos de la nobleza o el clero.

El feudalismo originó un tipo de sociedad, la sociedad estamental, caracterizada por


su jerarquización y por el reconocimiento legal de la desigualdad de las personas, lo que
suponía una acumulación o carencia de privilegios. La sociedad medieval quedó dividida
en tres estamentos o grupos sociales a los que se pertenece por nacimiento y para toda
la vida: el clero, la nobleza y el estado llano, o dicho de otro modo: los que rezan
(oratores), los que luchan (bellatores) y los que trabajan (laboratores). El clero y la
nobleza constituían los grupos privilegiados. Representaban una minoría de la sociedad
y basaban su poder en la propiedad de la tierra. Estaban exentos del pago de impuestos,
desempeñaban en exclusividad los cargos importantes de la administración y estaban
sometidos a leyes y tribunales especiales. Por otro lado, el estado llano era el estamento
más numeroso y heterogéneo, y el único en el que había trabajadores y pecheros.
Estaba formado por campesinos, artesanos, así como mercaderes y hombres de
negocios que fueron constituyendo una incipiente burguesía urbana.

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