Resumen de Clinica de Las Anorexiaa, Bulimias y Obesidad
Resumen de Clinica de Las Anorexiaa, Bulimias y Obesidad
Resumen de Clinica de Las Anorexiaa, Bulimias y Obesidad
UNIDAD 1: INTRODUCCIÓN
Prologo e introducción de “Innovaciones de la práctica… II”
(Vazquez-Tendlarz)
Si el deseo orienta, es porque se amarra a la Ley, solo así permite al amor hacer condescender el goce.
Sin embargo, aquí radica un impasse fundamental de nuestra época: ella misma es anorexígena, pues
confunde los Cuidados con el Don del amor, y atiborra con los objetos plus de goce.
Hoy la violencia de las pulsiones no cuenta con ese dique para amortiguar su fuerza, y apunta al
organismo, “Fragmentación” en lugar de “Castración”, que no solo enferma al cuerpo, sino que lo daña
y lo pone en riesgo.
Descubrimos al analista en intervenciones (con familiares, con AT, con los médicos tratantes, con
nutricionistas, etc.) con estrechos márgenes de maniobra, cuyo objetivo es que el sujeto pueda
finalmente hacer un trayecto analítico y se abra una posibilidad subjetiva.
Lo que orienta la clínica hoy puede consistir en localizar “eso” que en determinado momento para un
sujeto se suelta, se cortocircuita, en relación con el Otro. Esta localización aclara retroactivamente el
elemento que hacía de unión, de atadura, y permite dirigir la cura operativamente, en el sentido de una
nueva juntura que reordene el lazo social estorbado por el partenaire-alimento o su “nada” y que el
deseo pueda fluir.
Frente a la caída de los ideales, parece que el cuerpo bastara (a partir del plus de gozar procurado por
el objeto positivizado en la bulimia y obesidad, o su vacío fetichizado en la anorexia) para resolver la
cuestión de la satisfacción. Pero no la del deseo que no tiene anclaje o falta que lo cause.
Recurrir a dispositivos donde el “saber-hacer-allí-con” tenga su lugar a través de la vacilación calculada
de la neutralidad, puede hacer las veces de anclaje, de marco, para la incidencia de la castración y su
falta causante. Una vuelta en banda de Moebius entre el psicoanálisis puro y el aplicado.
Comer todo, vivir para comer, y no alcanzar la saciedad: esta es la condición de fondo del sujeto
posmoderno; se trata de un estado de bulimia y obesidad generalizado. La época y el mundo en que
nos toca vivir ha producido una transmutación: la transformación de la falta, una transformación que
obtura y no habilita el deseo. Y sin embargo, la falta es lo que constituye al sujeto como tal.
La existencia siempre es falta de algo, desasosiego, desequilibrio. Justamente
En la bulimia, el
es a partir de esa falta que surge una oportunidad para que cada cual haga
alimento deglutido se
deslizar su propio deseo, y lo vuelva productivo: saber hacer algo con él. transforma en el
vómito: único límite
que pone un corte. El
Conviene recordar que no se nace con un cuerpo, sino que a este se lo vomitar puede tener la
construye, es una formación imaginaria no un organismo biológico dado. Este implicancia de un
se puede construir, cambiar o perder. Para la bulímica, el vómito procura
transmitir una sensación de unidad, de límite. Como contrapartida corresponde la problemática relación
que la anoréxica guarda con su imagen del cuerpo. La anoréxica puede estar totalmente flaca y decir
que se ve gorda. Queda en evidencia hasta qué punto la relación que el sujeto guarda con la imagen de
su propio cuerpo no depende de cuestiones objetivas de la “realidad”.
La clínica de las bulimias y las anorexias es una clínica plural: las anorexias y las bulimias. Resulta
especialmente importante destacar el carácter transestructural de estas patologías. En cada anorexia,
en cada bulimia, la dificultad emerge para abordar la singularidad de cada caso.
Debido a esta situación, las anorexias se constituyeron como problemáticas contemporáneas que
plantean y exigen respuestas novedosas por parte del analista. Nos encontramos con situaciones
donde lo real de la clínica se manifiesta como esas “nuevas formas del síntoma”. Es a partir de aquí
que el analista podría plantearse cuales son las cuestiones preliminares a todo tratamiento posible de
anorexias y bulimias.
En su elaboración acerca de las neurosis actuales, Freud establece una perspectiva interesante, que se
refiere justamente al fracaso de la elaboración psíquica de la excitación sexual somática. Vale decir,
que existe algo de lo real del goce que no admite su traducción al significante. Podríamos entonces
sostener esta noción de lo irreductible en algunos casos de bulimia y anorexia.
En toda la problemática de las anorexias y las bulimias existe una gama que se despliega entre el
extremo de la escena el acting out, y el de dejarse caer que caracteriza el pasaje al acto. El acento
demostrativo de todo acting out, su orientación hacia el Otro, debe ser destacado, a diferencia del
pasaje al acto, que más bien involucra la separación tajante y el no querer saber nada del inconciente.
El analista solo puede intervenir a partir de una demanda, que ocurre cuando el sujeto se queda y
busca ayuda. Esta es la diferencia que existe entre un síntoma médico y un síntoma analítico. Debe
pasarse del rechazo alimentario que se muestra y que se ve, al enigma del deseo.
Pueden distinguirse un rechazo neurótico y otro psicótico en las anorexias y bulimias. En la clínica de
las neurosis, lo real del goce recibe un tratamiento por la operación de la metáfora paterna: el
resultado es una castración del goce que inaugura simbólicamente el lugar del sujeto. En esta primera
versión neurótica, hay por detrás una relación dialéctica: si la anoréxica no come, aun cuando quede
cerca de las puertas de la muerte, negarse al objeto alimentario implica una demanda invertida: detrás
del “no” obstinado de la anoréxica, puede esconderse un “sí”. Quiere que el Otro la escuche. Está
interrogando acerca del amor. En este sentido, el rechazo alimentario es un escudo de defensa del
deseo del sujeto. Busca ser el objeto que falta al Otro, y así hacer nacer en él un deseo. Busca que el
otro le dé un signo de su amor.
En cambio, en la clínica de las psicosis, se trata de algo totalmente diferente. Se funda sobre el odio y
no sobre el amor. Es una aniquilación de la vida (y no una defensa del deseo o un artilugio para
despertar al otro del amor). En la versión psicótica de la bulimia, lo que se pone en juego es comer
todo: no hay allí un límite, el sujeto no puede decir que no. Hay un empuje a la devoración infinita. Un
exceso de goce que no puede ser acotado, que se expresa como una forma pura de la pulsión oral.
Distinguimos así una clínica de la falta (clínica de las neurosis) y una clínica del vacío (clínica de las
psicosis). Esto permitirá trazar un camino distinto en relación a un tratamiento posible orientado en la
dirección de la cura.
Cuerpo: No siempre el cuerpo fue objeto de análisis y de culto (durante la edad media, por ejemplo,
era simplemente el deposito del alma; recién con el renacimiento se comenzó a estudiar y contemplar
el cuerpo). Hoy nos encontramos con dos modelos de cuerpo socialmente instituidos:
a- El cuerpo deportivo/sano: se relaciona con la alimentación por necesidad y salud. Se busca un
buen desarrollo del cuerpo, un cuerpo útil, para usar.
b- El cuerpo auto-posesión de su imagen: se trata de inferir los nutrientes necesarios para lograr
tal tipo de imagen corporal (que se adecue a un ideal social, o a veces personal). Es un cuerpo
para contemplar y exhibir, para abusarse de él. Alimentar el cuerpo ya dejo de ser un medio
para mantener la salud, sino que el cuerpo se transformó en un fin en sí mismo. Se busca
modificar la imagen del cuerpo (como por ejemplo con cirugías plásticas).
Hábito: En la edad media el banquete era un momento festivo, una ceremonia ofrecida por el
anfitrión destinada a mostrar su refinamiento y lujo de las clases nobles. En el renacimiento, con la
burguesía, el comer pasa a la vida privada; la familia burguesa se instituye como tal gracias a prácticas
como comer en una mesa, y encontrarse allí con la familia; el comer sigue siendo un ritual social, pese
a que se vuelve uno privado.
En la actualidad asistimos a la disolución de los rituales familiares. Son notablemente individuales,
autoeróticos, sin sanción social. Esta es la condición de existencia de los rituales bulímicos, donde la
relación al alimento no involucra al Otro (no hace lazo social).
Lewkowicz hablaba del sujeto engendrado por los estados nacionales, el ciudadano, y lo que lo
distinguía: su conciencia. Un hombre era hombre, humano, en la medida en que estuviera en posesión
de sus facultades concientes.
En la actualidad el sujeto producido por el consumo tiene otro rasgo distintivo: la imagen. Ser hombre
hoy es ser reconocido como imagen por otro que a su vez lo es. Se consume para poner ante el
reconocimiento del otro. La imagen hay que mantenerla; todo el tiempo está siendo amenazada de ser
perdida; no se adquiere definitivamente. No ser reconocido por su imagen priva del ser, al menos por el
tiempo que demora la obtención del objeto de consumo necesario para tener la imagen.
Hoy en día asistimos a la puesta en juego de un Doble Mensaje del que apenas podemos intuir los
alcances:
- Por un lado se ofrecen objetos listos para consumir en forma masiva e indiscriminada. Ya no
hacemos una lista antes de ir al súper, en el mercado
se nos ofrecen los objetos antes que los deseemos. Se Esto explicaría, en parte, porque la
anorexia-bulimia tiene más pregnancia
nos satura con una “Papilla Asfixiante” de la madre
en las mujeres: debido a un discurso
cultura.
social sobre el sujeto, que en los últimos
- Al mismo tiempo se exige, sobre todo a las jovencitas, años incentivo la importancia del cuerpo-
un “Ideal de Delgadez Extrema”. Se busca la privación, delgado. Indica el ajuste del cuerpo al
que entra en contradicción con el anterior mensaje de ideal de feminidad transmitido por el
discurso social.
Atiborramiento.
Por un lado el mensaje es “Come”, y por el otro lado “Se Sin embargo hay una cuestión estructural
flaca”. La respuesta no puede ser otra que quedar paralizadas y no social que explica la pregnancia de
entre el incorporar, el privarse, o luego de ambas acciones:
vomitar.
Lo que Rodríguez quiere situar son algunos factores elementales diferenciales entre Nuestra época, y
un Momento lógicamente anterior:
- Posición (Época lógicamente anterior) / Movimiento (Época actual): Nuestros días están
especialmente afectados por el movimiento, por un acrecentamiento en la velocidad de los
acontecimientos; esto hace caducar las cosas antes de que puedan ser incluidas en nuestra red
simbólica. El sujeto contemporáneo se encuentra absorto ante la multiplicación de los goces,
que se suceden a una velocidad mayor que la necesaria para incluirlos en una regulación
simbólica que permita al sujeto situarse, decir donde está, hacerse nombrar.
Incluso la ciencia aporta oportunidades de cambio, de movimiento, antes impensadas. Un saber
y un hacer científico franquean los limites puestos por la biología; la ciencia forcluye la
castración, abriendo la ilusión de que todo es posible, que todo puede adquirirse en el mercado.
En la época lógicamente anterior se privilegiaba la Posición por sobre el Movimiento: el ideal
ordenaba los lugares y cada quien sabía su lugar en el juego.
- Nombre del Padre (Época lógicamente anterior) / nombrar-para (Época actual): en nuestros días
se verifica un desfallecimiento de la función paterna. La autoridad paterna ya no es el único
modo de concebir el orden social, y a su vez es puesta en cuestión en todas sus formas: desde
la familia hasta el estado han perdido su referencia al padre.
Durante años, el padre (como agente de la castración) ordenaba los goces en torno a la lógica
fálica; el trabajo de Freud esta signado por este ordenamiento. El significante ‘padre’ tenía un
estatuto mayor por aquellos días.
Sobre finales del siglo XX se asiste a un resquebrajamiento de la función paterna, lo cual Lacan
ya observaba en 1974. Precisamente Lacan dice que asistimos a la sustitución del Nombre del
padre por la función de “nombrar-para”. Aquí la madre basta por sí sola para designar su
proyecto, para indicar su camino.
Ser “nombrado para algo” es lo que en esta época se prefiere por sobre el Nombre del Padre.
Ese poder del “nombrar-para” restituye un orden que es de hierro, precisamente porque el
Nombre del Padre esta forcluido, rechazado (que Lacan situaba en el origen de las psicosis). Por
lo tanto, ese “nombrar-para” es el signo de una degeneración catastrófica, dice Lacan. Por lo
tanto, al ordenador del Nombre del padre lo sustituye el “nombrar-para”.
- Inconciente (Época lógicamente anterior) / Rechazo del inconciente (Época actual): en la época
en la que suponíamos el reinado del Nombre del Padre y la represión, deducimos la operación
del inconciente, y así tenemos sujetos permeables a la operación analítica, a la apertura del
inconciente, a la producción de una neurosis de transferencia.
Hoy en día nos vemos confrontados con sujetos con gran dificultad para establecer un lazo
transferencial: su padecimiento no los interroga en el sentido de la implicación subjetiva, sino
que les da consistencia. Sufren, pero el goce comprometido no se dialectiza en la trama
significante.
La falta en ser (propia de la estructura del hablante) se encuentra desdibujada tras la presencia
incesante de un goce mortificador. Estos pacientes se hacen representar por su síntoma: “Soy
adicto”, “Soy anoréxica”.
- Deseo/Ley (Época lógicamente anterior) / Ley del mercado (Época actual): El Nombre del padre,
más la represión y el inconciente, fundan el campo del Deseo. Las transacciones del goce
responden a la legalidad del deseo. La ley como prohibición de un goce implica la noción misma
del deseo.
El objeto esta originalmente perdido; ninguna adecuación sujeto-
Esta secuencia que
objeto es posible. Esta circunstancia que funda la paradojal (pues el
describe la constitución
objeto nunca se lo tuvo, por lo que nunca se perdió) y nostálgica del objeto (que va desde
ilusión de reencontrar el objeto perdido. El objeto perdido, mítico, la Necesidad al Deseo, y
juntaría el “Campo de la Necesidad” con el campo “Campo del se articula en la
Deseo”. Se busca en el Campo del Deseo algo que pertenece a otro Demanda del Otro) es un
campo: el de la Necesidad. El Amor recrea la ilusión de suturar la correlato de la falta en
hiancia entre necesidad y deseo.
Este siglo está caracterizado por la gran producción de gadgets, que son objetos de captación
de goce, que se multiplican proporcionando una gama de posibilidades masturbatorias
insospechada. Estos objetos tecnológicos permiten un cierto tipo de goce autoerótico; y en tanto
se trata de objetos ‘para todos’, se da una homogeneización del goce. El éxito del sistema
reside en homogeneizar el goce haciendo de los objetos de consumo (que propone como objetos
de deseo) objetos necesarios.
Si el psicoanálisis nos muestra un recorrido de la constitución del objeto que va desde la
necesidad al deseo, la cultura actual nos propone el recorrido inverso, de los objetos de deseo al
estatuto de la necesidad. Esta degradación del objeto al campo de la necesidad es la
consecuencia lógica del imperio del capitalismo: el objeto como mercancía, como objeto de
consumo, se regula por las “Leyes” que el mercado impone.
- Ciudadano (Época lógicamente anterior) / Consumidor (Época actual): la figura del amo
hegeliano rigió los distintos modos de agrupamiento colectivo desde la antigüedad hasta una
época lógicamente anterior a la nuestra. El discurso amo funciona, aunque haga síntoma, hasta
que los efectos del llamado Capitalismo tardío hacen estallar sus lazos en un proceso que va
desde un efecto renegador de la castración (con un imperativo de gozar del objeto tecnológico),
hasta un efecto forclusivo.
El Estado-nación, post revolución francesa, instituyo un tipo subjetivo: el Ciudadano (un sujeto
de derecho bajo la lógica del “para todos”). En la nueva trama, regida por la ley de mercado, la
lógica del “para todos” deja de funcionar: ahora se trata de para todos los que puedan consumir.
Surge entonces un nuevo tipo de subjetividad instituida: el Consumidor. Ya no son los
ciudadanos los que tienen derechos, sino los consumidores.
La cultura, que desde luego siempre es malestar, se comporta como la madre de una anoréxica
atiborrándonos con la papilla asfixiante de lo que tiene. Por lo tanto la respuesta subjetiva que puede
darse a alguien que da lo que tiene, que confunde los cuidados con el don de su amor, es a nivel del
ser. Ya no se trata de dar lo que no se tiene a alguien que no es, sino de dar lo que se tiene a alguien
que es.
PULSION ORAL
La pulsión es una desnaturalización del instinto, una deformación del instinto causada por la relación
del sujeto con el Otro. Por ello podemos diferenciar, en lo que respecta a la pulsión oral, la necesidad
de comer de la búsqueda de satisfacción pulsional en la boca; chupar para alcanzar un goce del tipo
sexual.
La pulsión no demanda la satisfacción de la necesidad, sino otra satisfacción: no simplemente la
necesidad de comer, sino la satisfacción libidinosa de la oralidad como zona erógena investida de la
acción pulsional.
La pulsión oral da vueltas en torno a un “Vacío”: su satisfacción no está en lo lleno que puede obtener
de objetos, sino en la repetición de la vuelta en torno al vacío del objeto. Por ello el objeto primordial de
la satisfacción está perdido desde siempre. La pulsión implica la imposibilidad estructural de alcanzar,
de repetir, ese goce mítico de la primera satisfacción (debido a la acción del lenguaje no nos
relacionamos con la Cosa misma, sino con sustitutos). El objeto perdido es un Vacío, una cavidad que
será ocupado por objetos contingentes. Ningún alimento podrá nunca satisfacer la pulsión oral; por ello
suponemos que hay un objeto que siempre falto y que la colmaría.
El objeto de la necesidad es un objeto que sirve para rellenar un vacío anatomizado, que se ubica en lo
real del cuerpo, y que puede ser llenado. Pero el hombre trastoca el objeto de la necesidad: lo adorna,
agrega guarniciones, especias, etc. Transfigura el objeto de la necesidad en objeto de la pulsión. El
alimento se desvía de su origen natural; así se valoriza al máximo su función de objeto pulsional, y de
satisfacción de una pulsión.
Hay un hambre que ningún objeto puede calmar: el hambre del seno, que no es hambre de comida.
Hambre del seno como significante del primer objeto (perdido de satisfacción).
NECESIDAD-DEMANDA-DESEO
Según Lacan la acción del significante cancela la Cosa; esto hace surgir en el centro de lo real un Vacío,
el cual funciona de fundamento del deseo del sujeto (como causa de ese deseo).
El deseo existe más allá de la necesidad; no está dirigido hacia los objetos-sustancia, sino hacia un
objeto perdido desde siempre. Se constituye por la acción Otro materno, que deja al objeto-perdido-
seno. Solo a través de los desfiladeros de la demanda el niño puede hacer satisfacer su necesidad; eso
lo lleva al niño a inevitablemente pasar por el Otro para sobrevivir (transformado el grito en llamado).
La dimensión de la necesidad queda así subordinada para siempre al significante: así se crea la
demanda (que no es más que la necesidad modelada por el significante).
No existe un objeto capaz de cancelar el deseo; ningún objeto puede colmar esa falta que deja el
objeto perdido. La anoréxica prueba colocarse del lado del deseo: ella desea nada; quiere comer la
nada dice Lacan. Quiere exhibir la diferencia ontológica entre el Ser y el Tener. Exigiendo la nada
descubre la raíz última del deseo: nada, ningún objeto, podrá jamás saturar la medida del deseo.
LA ANOREXICA HISTERICA
El fundamento histérico de la anorexia es que la anoréxica exhibe con rigor el sacrificio del goce en
nombre del deseo. La bella carnicera de Freud, ubicándose en una posición anoréxica, pone en jaque la
demanda para sostener el propio deseo: su propósito de ofrecer un banquete fracasa, y por ello algo de
su deseo se manifiesta. En la histeria el sujeto está dispuesto a jugar todo su ser por el deseo, inclusive
dejándolo a este insatisfecho. Mantener el deseo insatisfecho es un recurso extremo del sujeto para
poder ser en el deseo, y oponerse a su posible reducción a objeto de la necesidad. Para una mujer, “ser
el falo” indica el lugar que debe ocupar en la relación con un hombre para no ser reducida a un mero
objeto de satisfacción, para que pueda provocar no solo el empuje pulsional, sino más aún: ser la causa
del deseo.
En el sueño anoréxico de la bella carnicera el rechazo del alimento alude a la maniobra histérica del
sujeto: repudio de la posición de objeto del goce masculino para indicarle la posición del sujeto como
objeto que causa el deseo, sustrayéndose así a la posición de objeto de la satisfacción.
Cerrarse a la dialéctica de la demanda para abrir la dialéctica del deseo; negarse como objeto de la
satisfacción para adquirir el valor fálico de un objeto que vale porque no se lo puede poseer del todo.
CIRCUITO DEL GOCE Y CIRCUITO DEL DESEO
Como se decía, la histérica busca evitar sufrir una degradación y convertirse en objeto del goce del
Otro. Se busca convocar al Otro del deseo, en lugar del Otro que asiste.
Más allá del acercamiento de la posición histérica con las anorexias-bulimias, en el interior del discurso
anoréxico-bulímico se advierte una desarticulación estructural entre Deseo y Goce, que no responde
completamente a la lógica del discurso histérico. La posición del sujeto anoréxico-bulímico es una
posición signada por una forma de paralelismo estructural entre el circuito del goce y el circuito del
deseo.
El circuito del goce tiene que ver con la pulsión de muerte, con el más allá del principio del placer, con
la compulsión a la repetición autística que tiende a excluir al Otro. El goce no se encuentra del lado del
Otro; del lado del Otro, orientado hacia este, está el deseo, no el goce. El circuito del goce es
autoerótico, No implica al Otro, solo gira en torno al cuerpo propio.
- Por otra parte, puede ejercer la función de invertir la dirección del sujeto: no vomita para
continuar comiendo, sino que come para continuar vomitando.
El vómito puede revelar al acto de comer en su naturaleza pulsional más pura. La bulímica de
hecho no come por comer, come para gozar. No de la comida, evidentemente, sino de la Nada
que termina por encontrar, gracias al vaciamiento de sustancia hecho posible por el vomito
EL DESEO DE LARVA
Lacan hizo dos definiciones esenciales de la anorexia, dos extremos del discurso anoréxico, como
deseo de larva (anorexia como parasitismo del sujeto que rehúsa la falta y se hunde en un goce
mortífero; un goce radicalmente masoquistico) y como instancia de separación (anorexia como
afirmación del deseo del sujeto sostenido por la apertura de la falta del Otro; extracción de la falta del
Otro como producción de la propia, supervivencia el deseo):
- Lacan estigmatizó el deseo anoréxico como “Deseo de Larva”. Se remarca el enlace de dos
contrarios, el deseo y la larva (ausencia de movimiento, de vitalidad, de energía, de deseo; es la
pasividad frente a la tensión vital de la existencia).
Lacan indica en la anorexia una posición del sujeto caracterizada de una nostalgia incolmable
por el Otro materno que roza la atracción oscura hacia el abismo de la muerte. La posición
anoréxica remite a una suerte de fijación del complejo del destete (un complejo arcaico,
elemental, materno, que se encuentra en la base de todo).
La anoréxica se mantiene firmemente amarrada al Otro; es eso que se encuentra como
dependencia, complacencia hacia el Otro, falta de autonomía. Y todavía ella elige el rechazo
anoréxico para salvar su deseo de ese mas-de-presencia del Otro.
El sujeto se haya empujado regresivamente hacia una re-fusión con la totalidad perdida. Lacan
dice que el sujeto anoréxico se orienta a reencontrar la imago de la madre, aunque el precio sea
su abandono a la muerte. La anorexia se ubicaría en la línea de esta búsqueda nostálgica de re-
fusión con la imago materna. Esto está en línea con la pulsión de muerte, con un apetito de
muerte, con un impulso regresivo. Es una posición nostálgica, melancólica.
La anorexia entonces sería una suerte de abandono del sujeto a la muerte, para sustraerse de la
ineludible escisión del Otro y a su perdida irreversible. El sujeto se rehúsa a aceptar el vacío
abierto por la ruptura que el destete introduce en el sujeto (Lacan piensa esto con el termino de
alienación significante).
Esta es la posición melancólica del sujeto: anorexia como luto por el objeto y pasión sacrificial
por volver a encontrarlo.
El apetito de muerte, la nostalgia por lo entero antes del destete, indica un rechazo a la
alienación significante. La anoréxica tiende a rechazar la dimensión de la falta que el
significante abre en el sujeto. Tiende a rechazar la perdida de la Cosa. El truco consiste en
hacerse la muerta para no encontrar la letalidad del significante. El truco es no desear nada,
para sostenerse como sujeto de un deseo puro, no mellado por la castración. Es la aniquilación
nirvánica del deseo.
- En otro texto, Lacan pone el acento en la instancia de separación que la anoréxica se encarga
de sostener por el sujeto en relación al Otro. Esta es otra orientación de Lacan con respecto a la
anorexia.
El Otro harta al sujeto con la papilla asfixiante, dando lo que tiene, confundiendo los cuidados
con el don de su amor. El niño así alimentado así, se orienta a rehusar el alimento y organizar su
rechazo como un deseo (esto es la anorexia). Se rehúsa a satisfacer la demanda de la madre,
para exigir que esta madre tenga un deseo fuera de él (el camino que le falta hacia el deseo).
Aquí la anorexia está situada del lado de sostén del deseo del sujeto, y no como nostalgia de la
Imago materna. Anorexia no es nostalgia del Todo, es “Procedimiento de separación” de un Todo
que asfixia, que harta. La anorexia es esta sustracción el sujeto a la demanda del Otro que
avanza como una marea incontenible.
El riesgo de no poder separarse del Otro es una Psicosis o una Perversión: convertirse en objeto
del goce del Otro (Psicosis) o el falo imaginario que cose y reemplaza la castración (Perversión).
Contra estos destinos subjetivos, la anorexia se configura como un intento de suplenciar la
función paterna que está en déficit para orientar el deseo materno.
La anorexia queda así configurada como un síntoma de un accidente en el Edipo; como también,
en una psicosis, puede ser una suplencia respecto al huevo dejado por una función paterna no
inscripta en el orden simbólico.
La anorexia es así sostenida por una exigencia del sujeto: que la madre tenga un deseo por
fuera de él, porque este es el camino que le falta hacia el deseo. Hace falta hacer aparecer
deseo en el Otro, ya que hubo una confusión entre cuidado y amor por parte de este. Por ello se
requiere la anorexia como modo de separación de este Otro, funcionando así como suplencia del
defecto en la producción de la metáfora paterna.
Sustraer al sujeto de la papilla asfixiante del Otro, significa introducir la dimensión de la falta a
través de la distinción entre necesidad y deseo (el deseo no se sutura con la satisfacción de la
necesidad); diciendo no a la necesidad (la huelga de hambre anoréxica), el deseo viene a ser
llamado en causa. Allí la Nada adquiere como objeto su valor particular. La anoréxica no es que
“no como”, sino que “come nada”. Comer nada significa imponer al Otro la diferencia entre
necesidad y deseo. A la demanda de amor del sujeto (demandar una presencia que oscile, y a
veces sea ausencia) no se puede responder con la lógica del consumo. No se puede leer cada
demanda en términos de necesidad, pues excluimos el campo del deseo.
La Nada opera aquí como objeto separador del Otro, que cava en el Otro el enigma de su deseo.
DESEO DEBIL
El deseo de la anoréxica es un deseo débil. No existe deseo sin una pérdida de goce, sin un
vaciamiento del goce del cuerpo, efecto de la acción del Otro sobre el sujeto. El Otro exilia al sujeto del
goce de la Cosa; toda pulsión queda así destinada a girar en torno a un vacío (el objeto de la pulsión no
se puede comer, no se puede devorar la Cosa).
El par alienación-separación habla de: 1) Alienación significante (entrada del sujeto en el campo del
Otro); 2) Separación (modo singular con el cual un sujeto se desengancha del Otro; es allí donde
debemos situar el lugar del deseo como deseo de ser eso que falta al Otro).
En la psicosis no existe
El sujeto intenta encontrar en el Otro lo que perdió en la alienación
el deseo propiamente
significante. Intenta encontrar en el Otro el objeto perdido. En este sentido el dicho, pues el sujeto
objeto de la pulsión es siempre nada, siempre un vacío; el vacío que el está constituido como
movimiento pulsional no puede rellenar, sino solo bordear. Es el mismo vacío objeto del goce del Otro.
que el sujeto se esfuerza por hacer surgir en el Otro. Esta alienado al
En la separación, el sujeto quiere hacer surgir en el Otro aquella parte de sí significante, pero sin
mismo que ha perdido. Es el Otro la causa de esta perdida, pero también es separación,
allí donde el sujeto va a buscar esta parte perdida (esa parte de goce que la permaneciendo como
envuelto en el Otro,
acción alienante del Otro arrancó).
La anorexia evidencia que el deseo humano es “Deseo de nada”. Esta es la verdad estructural sobre el
deseo que la anorexia manifiesta. En la anorexia el deseo es débil, porque aunque se vacía para
sostenerlo, no logra asumirlo. Se empobrece su deseo, se derrumba.
LA MADRE COCODRILO
Lacan ilustra el deseo materno como la boca abierta de un cocodrilo, dentro de la cual está el niño. Así
se personifica una madre insaciable, aterrorizadora, devoradora sin ley. La anoréxica realiza una
estrategia defensiva frente al Otro devorador: se hace no apetecible, hecha solamente de huesos, para
no correr el riesgo de ser devorada.
El niño viene a ocupar el lugar del falo de la madre, ocupando un lugar de objeto-tapón para el Otro. El
niño querrá ser el sustituto suficiente del falo para satisfacer al Otro y obtener así un reconocimiento
como sujeto. Se identifica al objeto imaginario de este deseo materno:
el falo. En las anorexias donde
prevalece un rasgo
En las anorexias histéricas se da una identificación total del sujeto al
perverso, el sujeto faliciza
falo imaginario del Otro. El rechazo de la comida busca sacudir al Otro, su cuerpo en forma
desengancharlo de la demanda y hacerle emerger el deseo. fetichista para cubrir de
El canibalismo materno indica la tendencia a reducir al niño a objeto este modo la falta
“comestible”, real, del propio goce. (castración) del Otro. Se
convierte en el falo
IDENTIFICACION ADHESIVA
La dependencia absoluta del Otro materno es un rasgo fenoménico recurrente: asume muchas veces la
forma de estar pegado al Otro, un hacer como la madre para ser la madre (lavar los platos como la
madre, limpiar como ella, cocinar, poner la mesa, hacer las compras, etc.).
Esta es una identificación holofrásica, no simbólica. Se adhiere al Otro, disolviéndose en él, como si
fuera ese Otro. No existe separación del Otro, se verifica una especularización con el Otro.
La simbiosis es un modo de mostrar los efectos de la falta de la falta: es un todo lleno.
Cuando se introduce en lo real el vuelco simbólico de la actividad sustitutiva, la madre que hasta ese
momento era sujeto de la experiencia simbólica, se convierte en un ser real. Como la madre puede
rehusar eternamente, lo puede literalmente todo. Como ya les dije, en ella aparecerá por primera vez la
dimensión de la omnipotencia, la omnipotencia del ser real de quien depende, de forma absoluta y sin
recurso posible, el don o el no-don.
Les estoy diciendo que la madre es primordialmente omnipotente, que no podemos eliminarla de esta
dialéctica, que es una condición esencial para entender cualquier cosa. La madre constituye un campo
virtual de nadificación simbólica, que dará a todos los objetos venideros, cada uno en su momento,
todo su valor simbólico.
Cuando se produce el fenómeno del estadio del espejo, cuando el sujeto capta la totalidad de su propio
cuerpo en su reflexión especular, experimenta más bien un sentimiento de triunfo. El carácter jubiloso
de este encuentro es indudable.
Por una parte, está la experiencia del dominio en la relación del niño con su propio yo/moi. Como la
forma del dominio la obtiene el sujeto bajo la forma de una totalidad alienada de sí mismo, pero
estrechamente vinculada con él y dependiente de él, hay jubilo. Cuando se encuentra en presencia de
esa totalidad bajo la forma del cuerpo materno, se ve obligado a constatar que ella no le obedece.
Cuando entra en juego la estructura especular refleja del estadio del espejo, la omnipotencia materna
solo se refleja, y entonces hay en el niño sentimiento de impotencia.
Aquí puede introducirse lo que mencione hace un momento cuando les hablaba de la Anorexia Mental.
El único poder a disposición del sujeto contra la omnipotencia, es decir “¡No!” en el plano de la acción.
La resistencia a la omnipotencia no se elabora en el plano de la acción bajo la forma del negativismo,
sino en el del objeto, que se nos ha revelado bajo el signo de la nada. Con este objeto anulado, en
cuanto simbólico, el niño pone trabas a su dependencia, y precisamente alimentándose de nada.
Aquí invierte su relación de dependencia: él, que depende de esa omnipotencia del Otro materno, se
convierte en su amo. Así es ella quien depende por su deseo, ella quien está a su merced, a merced de
las manifestaciones de su capricho, a merced de su omnipotencia, la de él, del niño.
En consecuencia, nos es muy necesario sostener que el orden simbólico es el lecho necesario para que
pueda entrar en juego la primera relación imaginaria sobre la cual se produce el juego de la proyección
y su contrario.
El término de regresión puede tener aquí una incidencia que no es la que ordinariamente se pone de
manifiesto. El termino regresión es aplicable a lo que ocurre cuando el objeto real, junto con la
actividad dirigida a hacerse con él, sustituye a la exigencia simbólica. El hecho de que el niño aplaste
su decepción saturándose y saciándose con el pecho, o con cualquier otro objeto, le permitirá entrar en
la necesidad del mecanismo que hace que a una frustración simbólica pueda sucederle siempre la
regresión. Una le abre la puerta a la otra.
Ahora se trata de construir la siguiente etapa, y para eso tenemos que dar un salto. Hay que partir de
la existencia de un falo imaginario. El falo imaginario es el eje de toda una serie de hechos que exigen
postularlo. Hay que estudiar ese laberinto en el que habitualmente el sujeto se pierde y puede acabar
siendo devorado. El hilo para salir de ahí es que a la madre le falte el falo, que precisamente porque le
falta, desea, y que solo puede estar satisfecha en la medida en que algo se lo proporciona.
La falta es aquí el principal deseo, si admitimos que esta es igualmente la característica del orden
simbólico.
Si el hecho de tener o no el falo imaginario y simbolizado adquiere la importancia económica que tiene
en el Edipo, es por razones inscriptas en el orden simbólico. Esta es la razón tanto de la importancia del
complejo de castración como de la preeminencia de los famosos fantasmas de la madre fálica.
Antes de conducirles hasta la articulación de la dialéctica del falo, a su culminación y su resolución en
el Edipo, quiero mostrarles que también yo puedo permanecer algún tiempo en los estratos
preedípicos, a condición de guiarnos por ese hilo conductor que es el papel fundamental de la relación
simbólica.
En su función imaginaria, en la pretendida exigencia de la madre fálica, ¿Qué papel desempeña el falo?
Si leen ustedes el artículo de Freud sobre la sexualidad femenina, verán que para la niña no se trata tan
solo de que le falte el falo a ella, sino de dárselo a su madre, o de darle un equivalente, como si fuera
un niño.
Se trata del falo y de saber cómo capta el niño, de forma más o menos consciente, que a su
omnipotente madre le falta fundamentalmente algo, y la cuestión es por qué vía le dará ese objeto que
le falta.
No lo olvidemos, en efecto, el falo del niño no es mucho más valeroso que el de la niña. Karen Horney
supo poner de relieve el carácter fundamentalmente deficiente del falo del niño, incluso la vergüenza
que esto puede producirle, el profundo sentimiento de insuficiencia que puede experimentar. Hay que
tener presente la importancia de este descubrimiento que el niño hace sobre sí mismo, para
comprender el valor exacto de sus tentativas de seducción ante la madre. En esta ocasión se producen
siempre las primeras lesiones narcisistas, que son solo los preludios, incluso los presupuestos, de
determinados efectos ulteriores de la castración.
La etapa crucial se sitúa justa antes del Edipo, en la relación primera de la que partí hoy y que he
fundamentado, la de la frustración primitiva, y el Edipo. Para satisfacer lo que no puede ser satisfecho,
es decir el deseo de la madre (que en su funcionamiento es insaciable), el niño, por la vía que sea,
toma el camino de hacerse el mismo objeto falaz. Este deseo que no puede ser saciado, es cuestión de
engañarlo. Precisamente porque el niño le muestra a la madre algo que él no es, se construye toda la
progresión en la que el Yo/Moi adquiere su estabilidad.
Nos encontramos aquí de nuevo con la posibilidad de la regresión. Esa madre insaciable, insatisfecha, a
cuyo alrededor se construye toda la ascensión del niño por el camino del narcisismo, es alguien real
(ella está ahí), y como todos los seres insaciables busca qué devorar. Lo mismo que el propio niño había
encontrado en otro momento para aplastar su insatisfacción simbólica, vuelve a encontrárselo tal vez
frente a él como una boca abierta. El agujero abierto de la cabeza de Medusa es una figura devoradora
que el niño encuentra como una salida posible en su búsqueda de la satisfacción de la madre.
He aquí un peligro que nos revelan sus fantasmas: ser devorado. Lo mismo encontramos en los
temores de Juanito.
UNIDAD 3: ANOREXIAS
Clínica de la falta y Clínica del vacío (Recalcatti)
La tesis principal de Recalcatti es sostener dos clínicas diferenciales: la Clínica de la Falta, y la Clínica
del Vacío.
No se pretende recalcar la diferencia que existe entre Neurosis y Psicosis. Aun así, la Clínica de la Falta
es la clínica de la neurosis: una clínica del deseo inconciente, de la represión y del retorno de lo
reprimido, del síntoma y de la división del sujeto. Es una clínica que encuentra su terreno en las
formaciones del inconciente.
Con la Clínica del Vacío se pretende definir un aspecto crucial de la clínica psicoanalítica
contemporánea: los denominados “nuevos síntomas” aparecen como irreductibles ante la lógica que
preside la constitución neurótica del síntoma. Asume posiciones del sujeto que son difícilmente
descifrables recurriendo al binomio Neurosis-Psicosis (y en la medida en que el síntoma no responde al
esquema clásico del retorno metafórico de lo reprimido).
Los nuevos síntomas parecen definirse, no tanto a partir del carácter metafórico, enigmático y cifrado
que adquiere el retorno de lo reprimido, sino más bien a partir de una problemática que afecta
directamente a la constitución narcisista del sujeto, y de unas prácticas de goce que parecen excluir la
existencia misma del inconciente (en el sentido de que ese goce no se inserta en el intercambio con el
Otro sexo, sino que se configura como un goce asexuado). Es un nuevo estatuto del goce,
desvinculado del fantasma inconciente y del Otro sexo, radicalmente autista y en relación con técnicas
y prácticas concretas de consumo.
La Clínica del Vacío trata las formas y los modos de esta desconexión entre el Sujeto y el Otro. Trata las
distintas declinaciones que puede asumir el rechazo del Otro en la época de lo simbólico
contemporáneo.
El centro de la Clínica de la Falta está constituido por el deseo: represión del deseo y retorno de lo
reprimido en las formaciones cifradas del inconciente. La Clínica de la Falta es una clínica que
encuentra su eje en el sujeto dividido como efecto de la incidencia del deseo. La Falta es un “Vacío
nombrado”, un vacío al que se ha dotado de significante y símbolos, y por tanto en conexión con el
Otro.
Aun cuando nos enfrentamos a la elección del sacrificio y la privación (como en el caso de ciertas
formas graves de anorexia), el sacrificio y la privación pueden aparecer como modalidades de goce que
llegan a sexualizar la renuncia y la propia adhesión a la locura de una Ley moral despiadada,
manteniéndonos en el campo de la Clínica de la falta. La privación anoréxica puede elegir el vacío
como meta pulsional, pero este goce del vacío no anula en absoluto el sujeto del deseo.
La falta no se puede llenar con ningún objeto, más bien la falta que toma la forma del deseo inviste al
Otro, es falta como apertura al Otro. En efecto, lo que da vida al vacío es el deseo: es el deseo el que
transforma el vacío en una falta.
En los nuevos síntomas asistimos a la desarticulación del vínculo dialectico Vacío-Falta-Deseo. El Vacío
no aparece ya en relación el Otro, a través del movimiento de apertura del deseo como expresión de la
falta, sino que se presenta como disociado del deseo, y por tanto como innombrable. No es tampoco el
Vacío del que la anoréxica goza en la privación.
En este sentido, la clínica de los nuevos síntomas es radicalmente una Clínica del Vacío: su referencia
central no es “el síntoma como formación de compromiso” entre el deseo inconciente y las exigencias
del Otro social, sino “la angustia”. No es el síntoma como satisfacción del deseo inconciente, como
mensaje cifrado y lugar inconciente del goce, sino la experiencia de un Vacío que aparece disociado de
la Falta, de un Vacío que ya no es manifestación de la “falta en ser”, sino expresión de una dispersión
del sujeto, de una inconsistencia radical del mismo.
La expresión “Antiamor” es utilizada por Miller para definir la posición del toxicómano en relación con el
Otro: el objeto perdido no cae en el lugar del Otro, y por lo tanto no mueve al sujeto a su búsqueda a
través del Otro, a través de la demanda de amor dirigida hacia el Otro. El objeto perdido no se
transfiere al campo del Otro, sino que se estaca de forma narcisista en el cuerpo del sujeto.
El goce no sigue el camino del síntoma, sino el más directo de las prácticas y técnicas pulsionales que
parecen excluir cualquier referencia a una satisfacción inconciente.
La Clínica del Vacío es una clínica el “Antiamor”: una clínica de la ausencia de transferencia en sentido
radical. Si la transferencia es el indicativo de una atribución al Otro de lo que le falta al sujeto (la
transferencia analítica encuentra su fundamento solo en la transferencia del objeto a, del objeto
perdido, en el campo del Otro), en las nuevas formas del síntoma se asiste a un colapso de la
transferencia, a la existencia de un circuito cerrado de la pulsión que suprime la dimensión del
encuentro con el Otro sexo: el objeto de transferencia se convierte en un objeto de goce separado del
Otro.
La primera nada de la anorexia salvaguarda el deseo del sujeto operando su pseudo separación
del Otro. Pseudo separación porque la separación anoréxica se consuma como pura actividad de
negación como una oposición unilateral al Otro. En la anorexia la separación del Otro se
configura como un modo para negar la dependencia estructural (simbólica) del sujeto con
respecto al Otro. Es una separación que tiende a desligarse de la alienación significante. Es una
pasión absoluta por la libertad en contra del vínculo impuesto por el significante.
La primer nada es pues una nada que debemos enlazar con la separación. El rechazo anoréxico
es el acto que hace que surja la nada como objeto separador. Por eso Lacan puede escribir que
en la anorexia el rechazo se orquesta como un deseo.
Este tipo de rechazo no deja de ser un rechazo dialectico. No es pura exclusión del Otro, sino un
rechazo que equivale a una llamada al Otro. Es la forma negativizada que puede asumir la
demanda de amor una vez que ha chocado contra la ausencia de signo de amor en el Otro,
contra un Otro que no ha hecho don de su propia falta.
El rechazo defiende el deseo del riesgo de ser absorbido por la demanda. De aquí la afinidad de
la anorexia con la histeria (como en el sueño de la bella carnicera: nada satisface más como el
propio deseo de la insatisfacción perpetua).
Esta primera nada puede dar paso, a lo largo de la cura, al amor edípico reprimido. Por ello a
menudo podemos descubrir fácilmente en la historia del sujeto una decepción edípica (una
frustración paterna de la demanda de amor), a partir de la cual el sujeto puede hacer de su
cuerpo un instrumento de chantaje para con el Otro del amor. Es decir, puede convertirse en
instrumento para chantajear al Otro: para empujar al Otro a dar, no ‘lo que tiene’, sino ‘lo que
no tiene’, a hacer signo de su falta, a donar un signo de amor.
Por estas razones, la primera nada está en relación con el deseo del Otro, es decir, con la
exigencia de un signo de amor. En efecto la negación del alimento tiene lugar con la finalidad de
hacer surgir ese signo de amor.
El drama de la anorexia es que el signo y el objeto aparecen como escindidos: para hacer existir
el signo de amor, aquella debe cerrar el paso al objeto, debe poder rechazar el objeto porque el
Otro de la anoréxica no ha sabido efectuar la dimensión del don del objeto como aquello que
hace signo de amor, sino que ha utilizado la oferta del objeto (de los cuidados).
Para hacer que exista el signo de amor, la anoréxica debe poder negar, rechazar, el objeto.
En la bulimia se verifica exactamente lo contrario: es a través del consumo infinito del objeto
como la bulímica trata de compensar la frustración de la demanda de amor (la ausencia del
signo de la falta del Otro). Pero ni todo el pan del mundo podrá constituirse jamás en signo de
amor.
No es tanto un escudo para el deseo, sino una decadencia de este, una degradación. En primer
plano no está el deseo de nada, sino la reducción del deseo a nada. Modalidad autotrófica,
asexuada, sin relación con el falo y la castración. Es la nada como aquello que permite ser, no
como protección de la falta (como defensa del deseo), sino como pura aniquilación de sí.
Esta segunda nada no define tanto una oposición del sujeto al Otro, un rechazo de la demanda
del Otro para defender el deseo, sino un eclipse total de la demanda, una separación del sujeto
de la demanda como tal.
Lacan había intuido esta dimensión nirvánica de la nada, cuando se refiere a un “apetito de
muerte” y a un “deseo de larva” que caracterizarían ciertas formas extremas de “Suicidio
diferido” como son la anorexia y la toxicodependencia.
Esta segunda nada no afecta al Otro sino al cuerpo del sujeto, en el sentido de que es el cuerpo
del sujeto el que se nadifica. Esta segunda nada no indica ya una llamada al deseo, sino una
“carrera hacia la muerte”, un empuje del cuerpo hacia su propia desaparición.
No se trata del rechazo del cuerpo, de la anestesia del cuerpo sexual, de su desexualización,
como en la anorexia histérica. La nadificación del cuerpo (que distingue los casos graves de la
anorexia) no puede reabsorberse en la lógica histérica del sacrificio extremo del cuerpo para
obtener del Otro el signo de su falta.
En la clínica de los casos de anorexia graves, la anorexia no expresa la división del sujeto, ni se
alinea de parte de la separación, sino que se configura más bien como una solidificación del
sujeto.
El principio de Nirvana es corregido por el principio del placer. La tendencia a la muerte, al cero,
es modificada por la libido. El principio del placer es ya un tratamiento del principio de Nirvana;
la pulsión de muerte resulta ahora unida con la de vida.
EL CONTROL ANOREXICO-BULIMICO
El principio fundamental de la clínica diferencia de la Anorexia-bulimia es: como respuesta al Otro de la
demanda (anorexia-bulimia de base neurótica), o al Otro como pura voluntad de goce (anorexia-bulimia
de base psicótica), la dimensión del Control inspira la existencia anoréxico-bulímica, dando origen a
rituales obsesivos en relación a la comida. Por ejemplo: lavar y lavar los platos para impedir que las
calorías queden pegadas.
El ejercicio del control nos muestra la función de defensa del deseo del Otro, y también la función de
defensa del deseo del Otro y aquella de autopuniciones por haber transgredido su ley. Son funciones
asociadas a la estrategia moral del súper-yo, que se presenta como el centro del discurso anoréxico-
bulímico. Esta característica del discurso anoréxico-bulímico tiene su origen en el desacuerdo entre la
Ley y el deseo.
En el sujeto anoréxico-bulímico la Ley queda anclada al imperativo del Otro que es la única ley que se
inscribió. Es por eso que se encuentran frecuentemente una madre intrusiva, seductora e
irresponsable, carente de afectividad, y absolutamente pérdida en el propio narcisismo; o un padre en
el que no se puede confiar, débil y temeroso, incapaz de sostener el significante de la Ley.
Este despliegue del sistema familiar indica la dificultad del sujeto anoréxico-bulímico para contener la
impetuosidad del Otro, ya que hay un defecto en la función paterna (que está llamada a limitar
simbólicamente esta impetuosidad, a ejercer su función de separación subjetiva para evitar la
anulación del sujeto; la anoréxica-bulímica busca defenderse de eso, abriendo un principio de
separación del Otro que la función paterna no inscribió en letras claras, que solo esbozó).
LA ESTETICA ANOREXICA
El cuerpo anoréxico es vaciado de Pulsión, y rellenado
La anoréxica revela algo esencial de la
del Ideal. Es un cuerpo sutil, etéreo; su faz sexual fue
estructura de la pulsión: la raíz ultima el objeto
reemplazada por una geometría que aplasta todos los pulsional es propiamente la Nada, porque la
relieves y salientes. Pero aun así el cuerpo pulsional pulsión no se extingue en el objeto (en cuanto
resiste: su fuerza pulsionante es constante; no se puede no existe un objeto capaz de saturar el hiato). El
huir de la pulsión. La existencia misma del cuerpo objeto de la pulsión es básicamente un Vacío,
pulsional es la continua refutación de su tesis: para la una Nada. Aquella Nada que, según Lacan, la
estética anoréxica el cuerpo debe ser sublimado en una anoréxica come; de esa manera eleva esa Nada
Imagen Ideal (la chatura responde a este principio). El a la dignidad de la Cosa.
cuerpo, a pesar de todo, se muestra heterogéneo al Las anoréxicas comen Nada, pero una Nada
Ideal. Su delirio por el cuerpo se quiebra por ese eterno consistente: tiene el espesor de la consistencia
exceso de carne que recuerda que la batalla continua.
La anoréxica sigue un Ideal: el de una “Delgadez del cuerpo” que pueda alcanzar a borrar los relieves, a
achatar las formas. Esta es la Vía Estética de la anoréxica.
EL cuerpo-delgado de la anoréxica evoca la imagen de un cuerpo inmaculado, asexuado, extraño a la
diferencia sexual. La virginidad anoréxica es el rechazo de la comida. Esto puede ser, en la lógica
histérica, un modo extremo para no ser tomadas como objetos, sino como sujetos; la histérica rechaza
esta degradación del sujeto a la posición de objeto. La sexualidad es traumatizante por ser gozado por
el Otro, ser reducido por el Otro a un objeto de goce. Es por todo esto que la anorexia-bulimia suele
darse en estructuras histéricas (es una patología afín a este discurso).
La anoréxica está dispuesta a morir para lograr este amor del Otro, para Esto explica el origen de la
cavarle una falta. Se busca provocar el amor del Otro con el riesgo de la anorexia como enfermedad
muerte propia. Se busca dejar al Otro habitado por una falta.
Lacan ya decía que la bulimia es una “compensación a la frustración de amor” (si no se ofrecen señales
de amor, y solo cuidado de las necesidades, hay frustración de amor). La incorporación en exceso del
objeto de la necesidad (el objeto-comida) vendría a intentar reemplazar la ausencia del don del amor.
La anoréxica elige hacerse invisible para volverse visible: hacerse ausente para el Otro para conmover
su indiferencia y mostrar su amor. Pretenden, en particular del padre, ser vistas solo a causa de su
“trastorno alimentario”; esto es lo último que garantiza al sujeto la única visibilidad posible frente al
Otro. Al faltar el sentido del límite, del umbral, de la Ley, ante el goce (lo que es tarea de la función
paterna inscribir) se intenta invocar la mirada del Otro que no ve, para que vea.
EL ESTRAGO ANOREXICO
Freud, en los últimos años de su obra, había subrayado con insistencia el vínculo profundo que une a la
niña con el Otro materno, y el impacto inevitable del proceso de sexualización femenina sobre este
vínculo. Freud acentúa allí el carácter inerte, pegajoso y pasivo de la relación primordial de la niña con
el Otro materno. A la relación amorosa con el Otro paterno (nudo central del Edipo femenino), Freud
agrega la fijación originaria al Otro materno, como punto principal del desarrollo sexual en la niña. En
consecuencia, el amor de la niña dirigido al padre, posee su raíz inconciente en la unión de la niña con
la madre.
Existe siempre en la niña un resto del vínculo, una huella indeleble que el Otro materno imprime sobre
el sujeto. La problemática anoréxico-bulímica indica la incidencia de este vínculo originario con el otro
materno en la estructura del sujeto, subrayado por Freud como el rasgo propio de la subjetividad
femenina.
La anorexia-bulimia indica la permanencia del sujeto bajo el régimen del Deseo de la Madre, y al mismo
tiempo el intento de subversión de este régimen. La penuria del padre deja a la niña a merced del
Deseo de la madre; permite que este estrago llegue al colmo.
La anoréxica reacciona a este vínculo de devoración con el Otro materno, introduciendo la Nada como
objeto separador.
Este discurso amoroso (irreductible en relación al régimen del goce fálico del tener, al cual tiende a
consagrarse el hombre) explica la afinidad estructural entre anorexia y el género femenino.
Estrago es la palabra que utiliza Lacan para indicar este drama que puede señalar la relación madre-
hija: relación de amor y de odio, devoración y rechazo reciproco, imposibilidad de separación e
imposibilidad de la unión.
El falo no es la X del deseo, sino que es la niña que puede encarnarlo, transformándose en un ídolo de
oro, del cual la madre será su prisión eterna. La anorexia es en lo femenino también porque es un
reflejo trágico de este vínculo devastador.
La boca del cocodrilo de la madre fagocita al niño-falo, desconociendo la ley del padre. Como la
drogadicción, anorexia y bulimia son opciones subjetivas alternativas a la vía edípica.
El sujeto melancólico opera una confusión entre el objeto y la Cosa porque repele la acción significante,
porque rechaza la perdida de goce que el tratamiento significante introduce en el sujeto. El “empuje a
la Cosa” indica la naturaleza extra-fálica (no marcada por la castración) del goce en el sujeto
melancólico.
Este impulso asume formas alternativas en la anorexia-bulimia:
- En la posición anoréxica, el sujeto elige la identificación con el objeto perdido en el sentido que
encarna la muerte, deviniendo él mismo momia, icono espectral del objeto perdido.
La anoréxica incorpora el vacío, se identifica ella misma a la Cosa. Conserva en el cuerpo el
goce indestructible de la Cosa. El objeto perdido sobrevive en la imagen del cuerpo delgado.
- En la posición bulímica, en cambio, el empuje a la Cosa da lugar a una especie de canibalismo
imaginario que devasta el semblante del objeto-comida, para llegar a la Cosa directamente:
reencontrar a la Cosa del goce, a través de la destrucción del objeto (porque el objeto es un
subrogado de la Cosa). Identificando la Cosa al objeto, la bulímica rechaza la perdida de la Cosa
para buscarla maníacamente en los despojos del objeto.
- Alma fija: alma nerviosa de la anorexia, la que indica la “Inclinación Holofrásica del discurso
anoréxico”, que tiende a desautorizar al Otro, congelando al sujeto en una identificación
idealizante antidialéctica. Es este el fenómeno clínico reconocido por la clínica psiquiátrica, con
rasgos delirantes, fuera-de-discurso del sujeto, que lo impulsa al rechazo de la comida para
preservar una imagen del cuerpo adecuada al propio ideal narcisístico.
La clínica evidencia una fijeza obstinada, sin dialéctica, de la posición anoréxico-bulímica. Algo no se
mueve.
En psicoanálisis el síntoma es analizable, interpretable, solamente si se sitúa en la transferencia, solo si
se produce su transformación en enigma con valor de verdad para el sujeto, que se dirige a un sujeto
supuesto saber en la transferencia. A un sujeto, el analista, supuesto poseer la clave de acceso al
enigma cifrado del síntoma.
La anorexia-bulimia parece plantear el problema de una “inclinación holofrásica del discurso” que se
opone al trabajo analítico. Esta inclinación holofrásica del discurso provoca un efecto de bloqueo, de
oxidación de la dialéctica discursiva, indicando un modo particular de la identificación por el cual la
identificación misma se vuelve inanalizable.
La Holofrase anoréxico-bulímica aparece como des-subjetivizada porque es el efecto de un defecto
lógico en la separación entre el sujeto y el Otro. La des-subjetivización holofrásica del sujeto produce el
congelamiento de la cadena significante anulando el intervalo entre S1 y S2. El sujeto queda entonces
enredado con el Otro, hace uno con el Otro.
La Holofrase no es un fenómeno propio de las anorexias-bulimias, pero allí tiene una particularidad: la
Holofrase anoréxica se realiza en el terreno de la identificación. La holofrasización del discurso se
configura como “solidificación monolítica del sujeto a un solo significante Ideal”. La anorexia como
auto-coincidencia imaginaria del sujeto con el Ideal, que excluye la división suscitada en el sujeto por lo
real de la pulsión.
Todo el goce de la anoréxica, el apetito de muerte del que habla Lacan, se deposita en la idealización
narcisística de la imagen del cuerpo. La suplencia anoréxica al déficit de la función paterna adviene a
través del Ideal, se cumple narcisísticamente.
La fragilidad de esta estructuración holofrasizada del Ideal se muestra con toda evidencia en el
hundimiento bulímico de la anoréxica. Es la bulimia la que determina la disgregación de la
identificación idealizada de la anoréxica. Un hundimiento que fractura la pantalla narcisística del Ideal,
y revela la ajenidad interna de la pulsión. Un hundimiento que evidencia un goce carente de deseo. Un
goce sin sujeto.
El objeto-alimento es elevado a la dignidad de la Cosa. Es la Cosa. Y, como la Cosa, se revela como
causa indestructible y objeto insustituible del deseo.
La bulimia es irrupción de la pulsión que demuele el falso dominio del Ideal. La sustancia alimento hace
las veces de la Cosa, sin entrar en el campo de acción del Otro.
El rasgo que más llama la atención del sujeto anoréxico-bulímico no es la división del sujeto, sino su
solidificación holofrásica particular, una inercia profunda en la economía del goce que vuelve bastante
problemática la introducción de un principio de histerización del discurso.
El síntoma indica en el sujeto un punto de no-dominio, de no-coincidencia, empujando el discurso del
sujeto hacia una histerización posible. En la anorexia, en cambio, nos enfrentamos a una especie de
dominio del Ideal. La anorexia no hace síntoma para el sujeto. No hay anoréxica que formule una
demanda de cura a partir de su anorexia, en el momento en el cual esta exhibe el triunfo exaltado de la
identificación idealizante.
Las anoréxicas que recurren al analista, o a las instituciones que trabajan en este campo, son
anoréxicas que han extraviado la función narcisística de aquella identificación. Son, generalmente,
anoréxicas ya bulimizadas, en las cuales la solidez de la identificación ha sido destrozada por las crisis
bulímicas, y se conserva solo a través del ejercicio sistemático del vomito.
La anorexia, por lo tanto, no hace síntoma para el sujeto. Todo lo contrario. La función lógica de la
anorexia es ofrecer al sujeto una identificación que lo resguarde de la división. La anoréxica no es un
sujeto dividido mientras se sostiene en la identificación idealizante al S1 de la anorexia.
La anorexia está más del lado de la respuesta que del lado de la demanda dirigida al Otro. Es una
respuesta al peligro de devoración del Otro cocodrilo, al canibalismo del Otro.
Del lado de quien tiene el síntoma sin demanda, habrá que operar su rectificación para producir una
demanda que lo sea verdaderamente, es decir una demanda subjetivada.
Los estigmas que surcan el cuerpo anoréxico quedan estetizados. Se vuelven signo del triunfo del Ideal.
La imagen del cuerpo flaco recubre el sufrimiento del cuerpo. A menudo, uno de los primeros
movimientos que es necesario desarrollar en la cura es el de hacer emerger lo real sufriente del cuerpo.
Despegar el cuerpo sufriente del cuerpo imagen.
Heridas, laceraciones, necrosis, agujeros, roturas, desgarros. El adentro del cuerpo interrogado con
angustia: el sujeto quiere saber, angustiado, qué es lo que pasa por dentro suyo. Esto introduce lo real;
a lo real de la muerte ante todo. Encuentros con el cuerpo que muere pueden ser fructíferos en una
cura. Puede ser la experiencia de muerte de un ser querido, una enfermedad de alguien, o el encuentro
con un cuerpo muriente en el hospital.
La acción del analista no debe descuidar este contenido escandaloso del cuerpo mortal: debe poder
presentificarlo justamente allí donde el diseño anoréxico querría cancelarlo. Hay que hacerle ver el
riesgo mortal del cuerpo. Así se opone la exterioridad estética de la imagen del cuerpo flaco, al interior
obsceno y no dominable del cuerpo mortal.
El trabajo sobre la anorexia-bulimia implica un tratamiento preliminar sobre ‘la demanda’ y sobre ‘el
goce’, porque como vimos aparecen posiciones del sujeto no reguladas por la metáfora sintomática, y
por lo tanto no disponibles inmediatamente para la cura psicoanalítica.
- Sobre la demanda: quien demanda en el tratamiento de la anorexia-bulimia es una cuestión
decisiva para verificar la posición del sujeto.
La demanda anoréxico-bulímica, cuando existe, es un pedido de ayuda, y no una demanda de
análisis. En otras palabras, es una demanda completamente aplastada por el “síntoma”, y por
ello difícilmente transformable en una demanda de saber cómo lo es una demanda de análisis.
Hay allí una demanda especialmente débil.
Recalcatti propone dos maniobras en relación al tratamiento preliminar de la demanda:
o Rectificación de la oferta: los pacientes se dirigen al terapeuta con la expectativa
imaginaria de encontrar un experto en patologías alimentarias. Colocan al terapeuta en
la posición del Otro del saber. El sujeto se pone al costado, se elimina, y pone en primer
plano el saber del Otro. Un saber supuesto imaginariamente como pleno y sin fallas.
Se debe dar vuelta el aspecto imaginario de la demanda, de modo tal que el sujeto
pueda reconocer su implicación en aquello de lo que se queja. Esta rectificación de la
oferta adviene primero deshaciendo la ilusión del especialista en patologías alimentarias:
“¿Qué demando si el que me escucha no es un experto en patologías alimentarias, sino
más bien un experto en el inconciente?” Rectificar la oferta es la condición preliminar
para que se articule una demanda.
o Volver al sujeto un analizante: esta segunda maniobra preliminar sobre la demanda
busca definir a un sujeto comprometido, ocupado, en el trabajo de análisis.
La anoréxica desafía al Otro del saber; no se debe tomar el camino de la respuesta que
obtura la demanda (pues encarnas al Otro del saber), sino que se debe dejar la demanda
insatisfecha para que pueda articularse dialécticamente en la transferencia.
Si respondemos con el saber que se nos demanda, obraremos como el Otro de la infancia
que solo sabía responder con el alimento, con la papilla asfixiante, atragantando con
respuestas, que obtura cualquier tentativa de deseo por las orillas de la demanda.
En vez de movilizar el saber especializado del Otro, debe apuntar a poner a trabajar al
sujeto. Debe poder producir la subjetivación del discurso; la condición mínima es el
vaciamiento del Otro del saber. Si se sustrae el saber, el sujeto puede ponerse en la
posición de quien trabaja, de quien busca la verdad que le concierne: un sujeto
analizante.
- Sobre el goce: el sujeto ha sido secuestrado por la sustancia-alimento. No hay una exigencia de
saber, sino un pedido de auxilio suscitado por una dependencia que causa al sujeto un goce
maligno.
Es necesario entonces un tratamiento preliminar del goce. Es preliminar porque precede la
operación de Rectificación subjetiva, que según Lacan es necesaria para hacer pasar a un sujeto
por la puerta del análisis. Se trata de hacer posible una reducción, una atenuación del goce, de
introducir en lo pleno del goce un elemento de vacío.
El tiempo preliminar al inicio de la cura sirve para producir, esencialmente, lo que Lacan llama
“Rectificación de las relaciones del sujeto con lo real” o Rectificación Subjetiva. Se trata de rectificar las
relaciones del sujeto con lo real, no con la realidad. Eso significa que lo que cuenta para iniciar un
análisis es, no tanto la evaluación de la realidad (familiar, social, etc.) que circunda el sujeto. Lo real
tiene que ver de manera exclusiva con el sujeto; en las entrevistas preliminares se debe poner en el
centro lo real del sujeto como irreductible a la realidad, porque es posible que la tendencia del sujeto
sea la de mostrar que es justamente la realidad (familiar, ambiental, etc.) la que causa su sufrimiento,
su infelicidad.
¿De qué se trata entonces la rectificación como operación preliminar a la entrada en análisis? Para
Lacan esta indica una transformación dialéctica (una inversión dialéctica) del sujeto. Su contenido es
sobre todo ético: “¡Mira cuál es tu parte en el desorden del cual te quejas!”
Para que haya una posible rectificación de las relaciones del sujeto con lo real, debe poder
manifestarse el sujeto dividido. La rectificación subjetiva tiene por objetivo abrir la división del sujeto,
pero al mismo tiempo la condición para que el sujeto reconozca la parte que tiene en la producción de
su sufrimiento es la división del sujeto. La rectificación subjetiva es una maniobra que concierne a la
entrada en análisis e sujetos neuróticos y no psicóticos.
Solo haciendo emerger la división subjetiva se puede dialectizar (des-holofrasizar) el discurso del
sujeto. Pero tal división no es un dato de partida; se trata de construirlo. El sujeto debe poder ver los
aportes que hace a la causa de su sufrimiento. Traducir el sufrimiento del que se queja el sujeto en los
términos de un goce del cual es, en cambio, el promotor.
Se trata de abrir un hiato entre el Yo y el síntoma, que aquí es evidentemente egosintónico, tendiendo
a confundirse uno con el otro. Solo así podremos alcanzar la división subjetiva.
Esta es una clínica que parece cuestionar la existencia misma del inconciente. La clínica de la anorexia-
bulimia ofrece un ejemplo de este cierre, de esa operación que tiende a cancelar, a suprimir la
existencia del inconciente.
La posición anoréxico-bulímica del sujeto se opone a la interpretación porque esta estructuralmente en
déficit de enigma. Todo parece estar a la luz del día. No hay lugar para ninguna división subjetiva.
¿Cómo introducir el enigma del síntoma en un discurso que tiende a holofrasearse, a aplastarse en una
tautología cerrada (“Soy una anoréxica-bulímica”)?
El rasgo que más llama la atención en la posición anoréxico-bulímica es la evidencia (la evidencia de la
piel y los huesos), no el enigma. En el discurso anoréxico, en el lugar de agente no está el sujeto
dividido, sino la identificación idealizante del sujeto a la Anorexia, con las características de la
Holofrase más que las de la metáfora sintomática.
Recalcatti propone que para articular una demanda de análisis, se debe hurtar algo de esa evidencia
que trae el sujeto. Hay que robar evidencia, sustraer evidencia. El analista no debe responder al deseo
de saber, no debe llenar, no debe saturar. Lo que llena y satura es el Otro de la anorexia-bulimia. Un
posible uso de la interpretación produce el efecto de presentificar este Otro que no soporta la falta.
La escucha no llena al sujeto con la papilla del saber: le reserva un lugar. Lo reconoce como sujeto.
En el discurso anoréxico tenemos el S1 de la evidencia anoréxica que se encarna en la estética
idealizada del cuerpo flaco, y en el imperativo moral del superyó “¡No comas!” que la sostiene. Es
gracias a la primacía de la moral del deber ser que la anoréxica realiza su ideal estético del cuerpo
flaco.
Se debe pasar de la anorexia como significante-guía para el sujeto, a operador de su división. Esta
exigencia implica la ruptura de la evidencia. A veces el resquebrajamiento del régimen anoréxico
adviene por el lado de la crisis bulímica, donde el dominio del Ideal se resquebraja por el empuje de la
pulsión. La crisis bulímica es un índice positivo pues abre a la división del sujeto.