El Acceso de La Mujer A Las Instituciones Policiales
El Acceso de La Mujer A Las Instituciones Policiales
El Acceso de La Mujer A Las Instituciones Policiales
Resumen
El presente trabajo plantea la situación de las mujeres en cuanto al acceso a las
instituciones policiales. Se aborda desde la perspectiva de la estructura organizacional del
recurso humano, a partir de la recopilación de datos cuantitativos y cualitativos. El objetivo
del artículo se centró en la exploración de la cantidad de mujeres que tiene la policía de
Mendoza, aquellas que ocupan cargos en unidades especiales, y en cuanto a la cantidad que
sufren algún tipo de violencia laboral en contexto de género. Se optó por un diseño
descriptivo realizado mediante la triangulación de información proveniente de documentos,
sumado a entrevistas realizadas a actores claves. Además se incluyó un análisis de datos
primarios, con enfoque cuantitativo. El resultado de la investigación arrojó que la policía
de Mendoza ha avanzado al mismo ritmo que otros países iberoamericanos. Asimismo, se
identificó que el estereotipo masculinizado continúa predominando en las fuerzas policiales
analizadas. Finalmente, se incorporó una serie de recomendaciones producidas con base en
aportes de diversos autores y de investigadores de este artículo.
Palabras claves: género, policía; hegemonía, masculinizante; estereotipo.
Abstract
The present work raises the situation of women in terms of access to police institutions. It
is approached from the perspective of the organizational structure of human resources,
based on the collection of quantitative and qualitative data. The objective of the article
focused on the exploration of the number of women that the Mendoza police have, those
who occupy positions in special units, and in terms of the number that suffer some type of
workplace violence in a gender context. A descriptive design was chosen through the
triangulation of information from documents, added to interviews with key actors. In
addition, an analysis of primary data was included, with a quantitative approach. The result
of the investigation showed that the Mendoza police have advanced at the same rate as
other Latin American countries. Likewise, it was identified that the masculinized
stereotype continues to predominate in the police forces analyzed. Finally, a series of
recommendations produced based on contributions from various authors and researchers of
this article were incorporated.
Keywords: gender, police; hegemony, masculinizing; stereotype.
* Licenciada en Seguridad Ciudadana. Profesora en grado universitario Licenciada en Seguridad Ciudadana. Doctoranda en educación superior por la
Universidad de Palermo. Correo: alalaniz@mendoza.gov.ar. ORCID: ORCID https://orcid.org/0000-0001-7523-1258
** Técnica en Criminalística. Co-coordinadora de Proyectos y Capacitación en la IGS. Correo: jimoreno@mendoza.gov.ar. ORCID:
https://orcid.org/0000-0003-3236-8996
*** Abogado. Director Presidente en la IGS. Correo: mpuertas@mendoza.gov.ar. ORCID: https://orcid.org/0000-0003-3537-6393
**** Técnica en Administración Pública. Correo: cllanos@mendoza.gov.ar. ORCID: https://orcid.org/0000-0002-8030-4535
***** Procuradora y estudiante avanzada de Derecho (Universidad Siglo XXI). Correo: ydapas@mendoza.gov.ar. ORCID: https://orcid.org/0000-
0003-3239-2566
****** Técnico en Seguridad y estudiante de Derecho (Universidad de Congreso). Correo: agmorales.seg@mendoza.gov.ar. ORCID:
https://orcid.org/0000-0001-5525-8728
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1. Introducción
El título de este escrito parece enfocarse en el ingreso, más la palabra “acceso” se escogió
deliberadamente para hacer referencia no solo al momento de ingreso, sino también al de avance o
acceso a las posibilidades de avanzar en la carrera policial. También, visibilizar las desigualdades
imperantes del sistema androcentrista que favorece al varón en diferentes situaciones. En esta
terminología seleccionada, entra en juego el denominado “techo de cristal” o “segregación vertical”
para las féminas. Este concepto utilizado desde 1986 (Gaete Quezada, 2018, p. 71) es entendido
como una barrera muy sutil que imposibilita a las mujeres el acceso a determinados puestos o
escala jerárquica, dejando de lado sus aptitudes y logros (Federal Glass Ceiling Commission, 1995;
Barberá et al, 2011, p. 989; Cobler Martínez, 2014, p. 106). Aunque este concepto se popularizó
debido al bloqueo sistémico con el que históricamente se han encontrado las mujeres para el acceso
a la toma de decisiones (Díaz Langou et al, 2019, p. 125; Fernández Farinas, 2020).
Basta con enumerar algunos hechos históricos para comprender la complejidad de la
situación que se intenta abordar en este trabajo. Si el acceso de la mujer al mercado de trabajo
representó grandes desafíos, así como el derecho de emitir el sufragio (Díaz Langou et al, 2019)
puede el/la lector/a comenzar a imaginarse lo tempestuoso que puede resultar para la mujer superar
la segregación horizontal demarcada por separación de actividades laborales en función del sexo
(Barberá et al, 2011, p. 984), para incluirse en un mercado laboral fuertemente desarrollado bajo
estereotipos masculinizados.
Otro aspecto que se refleja es la violencia de género y violencia laboral en contexto de
género. Las estadísticas exhibidas más adelante evidencian una problemática instalada en la
estructura de la organización del recurso humano.
A lo largo del texto se busca una aproximación a la realidad de las mujeres policías en la
provincia de Mendoza, Argentina. Es por ello que, en primera instancia se ofrece una
contextualización sobre la mujer policía en general. Luego, se realiza un recorrido en los
antecedentes históricos que ubican a la mujer policía de algún modo, habilitada. Esto se acompaña
del relato de distintos actores claves que fueron entrevistados con el fin de esta investigación pero
marcando los desafíos pendientes con base en el análisis de prensa. A posterior, se reflejan algunos
datos recopilados en diciembre de 2020 y en finales de 2021 por la Coordinación de Proyectos y
Capacitación de la Inspección General de Seguridad [IGS]. Por último, se discuten algunos caminos
pendientes para con las mujeres policías de Mendoza.
2. Método
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En virtud de los datos provenientes del relevamiento anual de toda la policía de la provincia
de Mendoza que realiza la Coordinación de Proyectos y Capacitación de IGS se llevó a cabo un
análisis cuantitativo por medio del programa estadístico SPSS (Statistical Package for Social
Sciences), que permitió visibilizar aspectos sobre la mujer en la policía; tales como (a) la cantidad
según distribución jerárquica y según (b) cuántas mujeres son las que lideran alguna unidad, sobre
(c) la cantidad de policías que sufren algún tipo de violencia laboral en contexto de género y (d)
datos recopilados por la cantidad de sumarios administrativos realizados por la Inspección General
de Seguridad. Un dato extra tiene que ver con (e) la cantidad de policías que se han capacitado en
centros oficiales que abordan la Ley Micaela, la cual exige que toda/o funcionaria/o pública/o
argentina/o debe capacitarse en perspectiva de género.
De esta manera, se trabajó con un análisis que recupera los fragmentos de entrevistas más
significativos para la temática estudiada. Sumado al análisis comparativo de resultados estadísticos
y la documentación bibliográfica, se ha pretendido, al menos de manera aproximada, alcanzar a
visualizar el problema del acceso a la mujer en la institución policial.
3. Desarrollo
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crear una una perspectiva de género que favorezca la construcción de instituciones más justas,
inclusivas e igualitarias, que visibilicen la condición de género.
El ingreso de la mujer a las fuerzas policiales en los distintos países del mundo ha estado
supeditado a los mandatos socioculturales. En este trabajo no se pretende abordar acabadamente la
historia de las mujeres policías, solo se incorporan algunos datos que resultan necesarios para poder
contextualizar la situación.
Analizando los fundamentos históricos consultados se halló que las primeras
incorporaciones de la mujer en las instituciones policiales se originó debido a un rol maternizado y
de mayor sensibilidad para con otras mujeres y con menores de edad (Calandrón y Galeano,
2013b). Mientras que en un segundo momento de la historia, entre el 70 y el 90, ocupan más
puestos en la policía debido al “empuje de las revoluciones feministas” (Giménez Siurana, 2019, p.
18). A los fines de ilustrar esta situación, en las siguientes líneas se reflejan algunos datos de la
historia.
En Estados Unidos, los primeros registros se remontan a 1845, con el trabajo informal de las
“matronas”, encargadas de informar las situaciones que ocurrían en los barrios; pero fueron
consideradas policías recién en 1910. A ellas se les asignaba funciones en lugares a los que asistían
niños y mujeres, como cines, parques y otros. En 1968 a las mujeres policías estadounidenses se les
permitió conducir un móvil de la fuerza. En Francia, ingresan en 1914 como dactilógrafas y en
1935 como asistentes de policías a cargo del cuidado de menores en plazas y otros lugares
parecidos; entre el 70 y el 80 se consolidan como tales. En España, ocurrió algo similar a Francia,
aunque a partir de 1936 y con las limitaciones de no poder portar arma, insignias ni uniforme
debido a que sus funciones eran consideradas de “segundo nivel”. En el caso de México ingresan a
partir de 1930 a una policía femenina y dedicada a ser intérpretes, aunque con los años y pese a la
masculinización, se incorporaron a las fuerzas policiales con mayor paridad (Arteaga, 2000).
En Colombia, las mujeres ingresaron en 1953 con funciones destinadas al cuidado de
espectáculos públicos, escuelas y centros hospitalarios, es decir, tareas de asistencia. También se
trató de un hecho aislado, ya que solo volvieron a ingresar a partir de 1977 (Contreras Ruvalcaba y
Rozo Paz, 2019, p. 59) al igual que en la mayoría de los países analizados. En la actualidad este
país ha incluido voluntariamente el cupo femenino en cargos de gestión y escuadrones conformados
exclusivamente por mujeres, como el “Escuadrón Móvil Antidisturbios” creado en 2009
(Hernández-González, 2021; Mujica Jaime, 2016).
Durante las primeras décadas en que las mujeres accedieron a la policía, se les exigía como
requisito no estar casadas ni tener hijos y mantener esa condición durante la carrera (Cobler
Martínez, 2014, p. 115; Fernández Farinas, 2020, p. 20; Giménez Siurana, 2019, p. 16). En otras
palabras, la maternidad fue el motivo de impedimento por el que se desestimó la incorporación de
las mujeres en este ámbito. Con los años, estas situaciones se revirtieron, aunque el análisis
periodístico que se presenta más adelante, parece demostrar lo contrario.
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Humanos México [CNDH], 2019; p. 17). Tal es el meollo, que en 1955 luego de que Lonardi
derrocó a Perón, el discurso hegemónico desbarató el estado policial de las mujeres en la
bonaerense y también en prefectura, que había permitido el ingreso de mujeres desde 1953. La
disolución se realizó bajo el fundamento de “inoperancia” para actividades con el uso de la fuerza
física (Calandrón y Galeano, 2013a).
Ante la disolución de la función femenina en las fuerzas reseñadas, algunas de las mujeres
afectadas se resistieron en una contienda jurídica y comenzaron a abrir paso hacia una mayor
igualdad en el trabajo, pero no fue sin la permanente búsqueda de aceptación de sus pares varones y
con una marcada diferencia numérica (Calandrón y Galeano, 2013b).
En 1977 la Policía Federal Argentina incorporó mujeres y el número fue ascendiendo de a
poco. Aumentó con mayor estabilidad a partir de 1990, cuando se implementó el internado también
para mujeres (Frederic, 2016, p. 34).
El acceso de mujeres a los cargos de gestión disminuye a medida que asciende la escala
vertical (Barberá et al, 2011, p. 989; Díaz Langou et al, 2019, p. 124) y en el caso de las mujeres
policías no hay excepción. En la bonaerense, la primera mujer que estuvo a cargo de una comisaría
ostentando el grado de “Comisaria”, fue en 1994 (Ministerio de Seguridad de la provincia de
Buenos Aires, 2021); en otras palabras, hace 28 años que logró desvincularse del mandato social
como género débil capaz de asistir solo a otras mujeres y a menores.
Una frase de Giménez Siurana (2019) refleja la situación de mujeres policías en cargos de
gestión y toma de decisiones: “La mujer que ocupe la cúspide será considerada como una
excepción, pues las dificultades presentadas en promoción interna a las mujeres son mucho
mayores que la de los hombres, en idénticas particularidades” (p. 20).
Un caso extra, pero no por eso de no menor importancia, que aporta una perspectiva de
género, es el caso de una policía de la bonaerense que fue echada de la institución por ser trans, y
luego de seis años, en el 2017, fue reincorporada y ascendida al cargo de subcomisaría (Messi,
2020).
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subayudantes y adquirirían el estado policial, siempre y cuando, los varones dejaran alguna vacante
libre (Comisión de Estudios Históricos, 1992, p. 119).
Otro dato, es el registrado con el nombre de una mujer el 04 de enero de 1963. En ese
momento se aprueba y entra en vigencia un sistema unidactilar que fue propuesto por una mujer,
Agente (SA) Marina Danielli. Se trató de un sistema que permitió “el archivo patronímico de la
sección índice general de la división investigaciones” (Comisión de Estudios Históricos, 1992, p.
127). Siendo este el primer aporte reconocido para una efectivo policial o por lo menos, del que se
encontraron antecedentes.
El 02 de abril de 1964 se crea el “cuerpo de auxiliares sociales”, formado con personal
femenino para el trabajo de acción social; una sección dependiente del departamento de
planeamiento y acción social (Comisión de Estudios Históricos, 1992, p. 129). Este es otro
fundamento que muestra el lugar secundario que históricamente han tenido las mujeres policías. En
la década del 60 se incorporó a un grupo de mujeres que se encargaría de la educación vial, sin uso
de armas. Fueron conocidas como “las zorras grises”, por el color del atuendo. Entre 1974 y 1976
se les instruyó en el uso de armas y las enviaron a trabajar con tareas de patrullaje en calles (Legay,
2011, pp. 91-92).
Otro dato que no puede dejarse de lado, es el uso de la falda y el pantalón. Según los aportes
que surgen de la entrevista 3, a las mujeres policías de Mendoza no se les permitió el uso de
pantalón hasta la sanción de la ley 6722 en el año 1999. Incluso, en el reglamento de equipos y
uniformes que aún se encuentra vigente, se prevé el uso de faldas para el género femenino en
algunos tipos de uniformes (Ministerio de Seguridad de la Provincia de Mendoza, s.f.). El uso de
falda en las mujeres fue un hecho que se reflejó en distintos países, entre ellos en España, donde de
a poco adoptaron el pantalón también para las mujeres (Fernández Farinas, 2020).
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El entrevistado 2 hizo referencia a otra mujer que adquirió espacios que eran destinados solo
a varones y el hecho de que la habilitaran, dejó entrever que no hay diferencias físicas que
impidieran esa actividad. Se trató de Nora Carrasco, al respecto, el entrevistado 2 dijo:
Nora Carrasco fue la primera mujer policía en patrullar en moto en 1995. Comenzó con
una BMW 800 cc y luego, en una Harley Davidson. Lo más ilógico de todo, fue que le
permitieron subirse a la moto porque necesitaban cubrir un evento vendimial. A partir de
allí, ella prácticamente vivió arriba de la moto durante tres días consecutivos, en los que
aprendió a dominar la moto con más habilidad que con fuerza.
(Entrevista 2)
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Otro fragmento del relato del entrevistado 2 avanzó hacia el año 2000, en referencia a un
grupo policial formado con tácticas de contención y represión, que para ese año, ya contaba con
personal femenino. Sin embargo, de este fragmento se revela que la violencia simbólica por razones
de género y la violencia sexual, registran antecedentes desde hace más de 20 años en la historia de
la policía de Mendoza.
Alrededor del año 2000, el cuerpo de infantería tenía pelotones de combates
conformados por mujeres. En ese entonces, algunas de mis compañeras sufrieron
violencia simbólica y sexual en manos de otros policías. Pero ningún hecho llegó a la
justicia, ni siquiera hubo sanciones para ellos. Existía una especie de cultura en la que se
tapaba todo para que no saliera a la luz.
(Entrevista 2)
A partir de los relatos se deduce que la década del 90 en la policía de Mendoza, estuvo
signada por la visión masculina que colocó a la mujer en un rol accesorio y social, solo para la
asistencia. Los aportes del entrevistado son coincidentes con el análisis que realizan Contreras
Ruvalcaba y Rozo Paz (2019) cuando se refieren a que la masculinidad hegemónica es considerada
una norma inquebrantable en las fuerzas policiales y que es transmitida en los espacios formales e
informales. De sobremanera, la situación del acoso puede agravarse debido a que las mujeres a
veces son sometidas a burlas sexuales y a comentarios peyorativos.
En la entrevista 3 se dialogó con la primera mujer piloto de helicópteros en la policía de
Mendoza, quien afirmó que en la actualidad, es la única que posee licencia para volar en la lucha
contra incendios. Además, de ser una de las primeras mujeres argentinas en obtener la habilitación
y efectivamente sumar horas de vuelo. Se trata de una mujer policía que a lo largo de su carrera ha
obtenido varias menciones y reconocimientos. La entrevistada 3 relató su carrera y sus esfuerzos
mediante “mecanismos adaptativos” para llegar a donde hoy se encuentra, relatando que:
Fui parte del primer curso de auxiliares en el marco del Instituto de Seguridad Pública.
El cual se dictó en el año 2000 luego del cambio de la ley 4747/83 a la 6722/99. Nunca
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sentí discriminación por parte de mis compañeros varones, aunque sí se me exigía más
para poder llegar a la meta, pero fui desarrollando mecanismos adaptativos.
(Entrevista 3)
Sobre esta exigencia y sobredemostración de valía, Fernández Farinas (2020) muestra que
se aplica en la mayoría de los casos en los que hay mujeres y con mayor énfasis cuando se trata de
cargos altos o significativos.
La entrevista 4 fue realizada a una mujer policía en actividad, con la jerarquía de Comisaria
Inspector. Ella, al menos hasta julio de 2022, representaba a la única mujer policía con mayor
jerarquía en Mendoza y la primera fémina en su promoción en alcanzar este cargo junto a otros
pares varones. Entre sus aportes se halló el de la primera promoción de oficiales que aceptó el
ingreso de mujeres. Se aclara que en la escala jerárquica de la institución investigada, los primeros
años de ingreso efectivo de mujeres, se habilitó para las jerarquías más bajas, identificadas como
suboficiales. Abrir el ingreso para la carrera de oficiales, representó que las mujeres policías
podrían ejercer la función de mando y liderar grupos o unidades. Según la entrevistada 4, el primer
egreso con mujeres oficiales fue en la promoción 58°, en los años 1989-1990. En un fragmento de
su relato se halla:
La primera promoción de oficiales que aceptó el ingreso de mujeres fue la 58° y todas
ellas tenían armas. Pero si mal no recuerdo, Estela Muñoz fue parte de la primera
promoción de la Escuela de Suboficiales y Agentes (ESOA). Estela ingresó a la policía de
Mendoza alrededor de 1980. Pero cuando yo entré, las mujeres no podíamos ingresar a
la escuela casadas ni con hijos y teníamos que permanecer en el internado mientras nos
instruían. En Mendoza la situación cambió a partir de la ley 6722/99.
(Entrevista 4)
En la promoción 58° egresaron ocho mujeres que pueden observarse en la Figura 3
(Elizabeth Fernandez, Adriana Ortiz, Alejandra Valdez, Sonia Strogen, Iris Gonzalez, Sandra
Gutierrez, Cecilia Ruartes y Laura Infante); a quienes unos años después las denominaron las 8
estrellas en un escrito creado por el Comisario Hugo Ávila (2019). De estas mujeres, solo una
alcanzó el grado de Comisaria/o; pero ninguna alcanzó la máxima jerarquía (Comisaria/o General)
en la escala piramidal de oficiales.
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4. Resultados
Se llevó a cabo un análisis de las entrevistas realizadas en conjunto con las estadísticas de la
Inspección General de Seguridad, visibilizando los resultados que cuantitativamente se perciben en
la Policía de Mendoza.
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porcentaje subió un punto (31,3%). En los resultados del siguiente cuadro se ve reflejado lo
aportado en las entrevistas 1 y 5, ya que se continúa observando que la cantidad de personal
feminino, si bien ha aumentado sigue siendo mucho menor que la cantidad de personal masculino
que existen en las fuerzas policiales. Esta limitada representatividad femenina es coincidente con
los análisis bibliográficos que demostraron que la mujer llegó a estos espacios mucho después que
los varones y que es un común denominador, que sea una menor proporción la de mujeres en
distintas fuerzas de seguridad y cuerpos policiales.
Fuente: Elaboración propia con base en estudios de campo de los años 2020 y 2021.
La Figura 5 refleja una situación atípica para el caso de suboficiales, dado que desde el año
1999 se encuentran en un periodo de transición, ya que se trata de jerarquías obsoletas en la
normativa y los pocos casos que quedan, están pronto a desaparecer de la escala jerárquica. Luego,
se puede observar una mayor presencia femenina en las jerarquías más bajas, como el caso de
auxiliares (agrupados en todas sus categorías). A medida que la escala jerárquica asciende, se
observa una menor representación femenina en la policía de Mendoza; una consecuencia que ya fue
descrita en la entrevista 1 y 5 en cuanto a la reticencia de que las mujeres ocupen cargos altos.
También lo enunció Díaz Langou et al (2019, p. 140) y cuya situación también se refleja con “un
número paupérrimo y ridículo de mujeres, no superando un 3% del total” de mujeres en la policía
Nacional de España (Giménez Siurana, 2019, p. 19).
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Fuente: Elaboración propia con base en estudios de campo años 2020 y 2021
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Fuente: Elaboración propia con base en estudios de campo años 2020 y 2021
Otro relevamiento realizado en diciembre del año 2020, pero solo con responsables de
unidades policiales, incluyó las respuestas de 305 casos. De este relevamiento surge la Figura 7, en
la cual se observa que la mayor proporción de mujeres y varones consideran que hay paridad en las
oportunidades que ambos sexos tienen dentro de la institución. Solo el 9% expresó que no tienen
las mismas posibilidades. Esta apreciación sobre la paridad de oportunidades puede hallarse en los
fundamentos de que las corporalidades han sido moldeadas bajo un estereotipo masculinizante, con
rechazo de las conductas asociadas a lo femenino independientemente del sexo, dado que tanto las
personas con genitales femeninos como masculinos, son formadas con el mismo patrón del sistema
patriarcal (Contreras Ruvalcaba y Rozo Paz, 2019; Sirimarco, 2004).
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Fuente: Elaboración propia con base en estudios de campo del año 2020.
En la Figura 8 ante este grupo de titulares o responsables de unidades policiales (305 casos),
se les consultó si consideraban necesario implementar algún cambio en relación a la presencia
femenina. Solo el 25% indicó que sí es necesario, mientras que la mayor proporción reafirmando
que no es necesario. Considerando los aportes de Frederic (2016) resulta lógico que a las personas
que ingresan a la policía, se les exija que tengan una conducta masculina, independientemente del
sistema sexo-género y por ende, al contar con conductas estereotipadas naturalizadas, no puedan
discernir las diferencias hasta que inicien un proceso de deconstrucción.
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Fuente: Elaboración propia con base en estudios de campo del año 2020.
En la figura 9 se visualizan los datos relevados del total del personal policial en relación a
cuántas/os policías se capacitaron conforme los alcances de la Ley Micaela, a través del único
centro oficial de formación, es decir, del Instituto Provincial de Administración Pública (IPAP) o en
otros lugares con certificación. Se refleja que en el 2020 solo el 5,5% (478) había realizado los
cursos oficiales en IPAP y que el 14,5% de la fuerza había recibido alguna capacitación sobre
perspectiva de género para diciembre del 2020. Mientras que para el 2021 más del 71% (5933)
había sido capacitado por el IPAP.
Fuente: Elaboración propia con base en estudios de campo de los años 2020 y 2021.
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Figura 10: Importancia de temas para la capacitación según promedio de escala de Likert (1-5)
Fuente: Elaboración propia con base en estudios de campo del año 2020.
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Fuente: Elaboración propia con base en estudios de campo del año 2020.
Fuente: Elaboración propia con base en estudios de campo del año 2020.
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Finalmente, en la Figura 13 se incorpora una gráfica que refleja la cantidad de policías que
han sido sumariados durante el año 2021 por casos de violencia de género, intrafamiliar e
institucional, aclarando que esta última categoría incluye a la violencia laboral. Al comparar el
periodo 2020 y 2021, surge que los hechos vinculados a la violencia de género se magnificó (pasó
de 4 a 59 casos). Se puede inferir que, debido al incremento, la violencia de género se ha instalado
como una problemática actual en la Policía de Mendoza. Aunque en la entrevista dos, un relato
reflejó que estos hechos ya ocurrían en el año 1997 pero no había denuncias. Se considera un
aspecto positivo que las víctimas de violencia de género ahora sí están denunciando, al menos, en
sede administrativa.
Figura 13: Cantidad de policías sumariados por violencia de género en la IGS hasta 2021
5. Discusión
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fragmentos de la entrevista 1, en cuanto a la “reticencia para ocupar cargos altos”. Martín (1994;
citado en Cobler Martínez, 2014) sostiene que:
[...] las dificultades que una mujer debe superar para poder ascender son mucho mayores
que las de los varones en sus mismas circunstancias, y sus oportunidades son, por tanto, menores.
La presión que se debe soportar cuando se intenta el ascenso jerárquico, unido a la necesidad de
demostrar constantemente su capacidad profesional por el hecho de ser mujer, y la incomprensión
del resto de la organización, hacen que el ascenso se convierta en una aspiración menos atractiva
para las mujeres policía (Martín, 1994; citado en Cobler Martínez, 2014, p. 120).
Para el caso de la solicitud de ascensos (autopropuestas) del personal policial femenino,
aunque cuenten con informes favorables de evaluación, los mismos superiores suelen cuestionar la
capacidad de mando de las mujeres policías, con frases como “no tiene lo necesario” (Martín, 1994;
citado en Cobler Martínez, 2014; Contreras Ruvalcaba y Rozo Paz, 2019, p. 56; Bover, 2009). Este
punto queda expuesto en el trabajo realizado por Contreras Ruvalcaba y Rozo Paz (2019) así como
en el de Bover (2009); ya que al mencionar a Pierre Bourdieu proponen considerar que cada área de
acción social es un “campo” de práctica del “habitus”. Entendido de este modo, la policía es un
campo y tiene un habitus masculino que privilegia la agresividad, la neutralidad emocional y la
perpetuación de la dominación de un género a partir del establecimiento de relaciones de género
desiguales y de una forma implícita en la que se reproducen escenarios de violencia.
Por otro lado, quienes elaboran informes, principalmente son varones que ocupan cargos
altos. Al tratarse de una organización en la que la masculinidad hegemónica es la que decide las
prácticas que son aceptadas se tiende a sesgar, posicionando a las mujeres en lugar de
subordinación y en muchas ocasiones, los informes de desempeño reflejan el sistema patriarcal en
el que la sociedad se ha basado tradicionalmente, para la toma de decisiones (Connell, 2003;
Bermúdez, 2013).
La formación del personal de seguridad es una línea investigativa que excede el alcance del
presente trabajo. Sin embargo, resulta pertinente mencionar que para Sirimarco (2012), en el
proceso de ingreso se produce una transición o cambio de status que separa al aspirante de su
función civil para reconvertirse en el sacrificado estado permanente del rol policial. Un rol en el que
la muerte se vuelve un constante en el imaginario (Lorenz, 2018). De este proceso surgen rituales
de iniciación fuertemente marcados por una visión patriarcal en el que lo femenino no tiene lugar.
Es decir, que la masculinidad se trata de un patrón que guía la forma de actuar y que está disociado
del sexo, ya que ambos pueden tener naturalizadas las conductas masculinizadas (Sirimarco, 2004).
Esta situación se puede agudizar debido a la distancia real que existe entre el proceso de formación
y lo que un/a policía se encuentran en la práctica o ejercicio de sus funciones (Sirimarco, 2009;
Sirimarco, 2018).
En la formación se produce una instrucción de forma disciplinada, aquí entendido bajo la
definición de Foucault (citado en Piedra Guillen, 2004), quien indica que una persona que es
constantemente vigilada y se le pide que vigile, estará en permanente estado de alerta. Es
justamente a través de la disciplina que se alcanza un poder relacional sobre el “cuerpo dócil” del
otro.
La mujer policía es vista “bajo la lupa” por toda la sociedad (Fernández Farinas, 2020) e
incluso por las agrupaciones feministas. Para la mujer policía es difícil construir espacios de
confianza que le permita narrar su historia y sus problemas, porque para personas con estereotipos
masculinizados representaría un signo de debilidad (Rumbo Bonfil y Contreras Álvarez, 2021). Si
bien las mujeres policías han sido formadas bajo un estereotipo masculinizado, la vinculación con
grupos feministas y de apoyo a la perspectiva de género contrarresta ese modelo hegemónico,
aunque no se halló evidencia de que estos espacios en Mendoza, estén incluyendo a la mujer policía
ni que esta última, los esté buscando.
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6. Conclusiones
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11. garantizar la sanción para el agresor de violencia de género que sea funcionario policial;
12. incluir la perspectiva de género de manera transversal, como mejora que repercute en la
ciudadanía;
13. trabajar en la participación inclusiva, diversa y representativa de mujeres en la toma de
decisiones;
14. vincular a las policías con grupos de mujeres defensoras de los derechos, de áreas de género
y similares;
15. propender espacios de abordaje al varón;
16. llevar a cabo protocolos de actuación con el personal reincidente de cualquier tipo de
violencia hacia la mujer;
17. asegurar una mayor participación de mujeres en las mesas de ascensos del personal policial;
18. capacitar al personal policial en perspectiva de género;
19. evitar la segregación horizontal habilitando a las mujeres para que puedan ingresar a
cualquier destino de la Policía conforme a sus conocimientos y habilidades.
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