Los Trascendentales
Los Trascendentales
Los Trascendentales
Trascendental es una propiedad que tienen los entes por el hecho de ser entes, por el
hecho de ser o existir. Son propiedades comunes.
La lista de seguros trascendentales son: unidad, verdad y bondad. Se discute hasta qué
punto lo pueda ser la belleza. En los últimos años se han incorporado la posibilidad de
que el concepto de relación pueda ser trascendental.
Realmente no, pero sí según la razón. Los trascendentales no son sino la consideración
mental del ser. Es decir, hay distinción entre ser y trascendental según la razón, según
nuestro modo compuesto de entender la realidad. No es una distinción real sino de
razón.
Toda la realidad bajo la razón negativa de que es indivisible (si algo se divide, por
ejemplo una piedra tendremos nuevas piedras, pero la primera ya dejó de existir al ser
dividida) es una. Es decir, la unidad es trascendental. Es toda la realidad bajo razón de
su unidad.
Es decir: la verdad del entendimiento depende del ser. La realidad es algo previo, es
fundamento y medida de la verdad.
Por tanto, las cosas son verdaderas independientemente de que exista una inteligencia
que las conciba. A las cosas les da igual que se las piense o no, al menos por parte de
un entendimiento finito como es el del hombre.
Si todo ente es verdadero por el hecho de serlo, la raíz de que el ente pueda ser
conocido es el ser. Y cuanta más realidad tiene un ente, más alta es la capacidad que
tiene para ser conocido. Como el hombre es una realidad más rica que una lombriz,
desprende más luz para el intelecto, se puede conocer más del hombre que de la
lombriz, porque el ser del hombre es más que el de la lombriz.
Sin embargo, si consideramos que Dios crea las cosas pensándolas, es decir, les da ser
(existan), hace que sean como son, y las mantiene en el ser con su cuidado providente,
a las cosas no les daría igual que se las pensase o no (aunque esta vez por parte de un
entendimiento infinito, como el de Dios).
La verdad surge entonces con una relación que surge entre las cosas y los
entendimientos, sea el entendimiento de Dios o el del hombre. Entre las cosas y Dios
existe una relación real: las cosas dependen de Dios. Entre las cosas y el hombre existe
una relación sólo de razón: a las cosas les da igual que un entendimiento finito las
conciba, las cosas no establecen ninguna relación real por el hecho de que el hombre
las conciba, es nuestro entendimiento el que depende de las cosas.
No es cierto que las cosas se reduzcan a la capacidad que tiene el ser humano de
conocerlas. Berkeley afirmó que ser es ser percibido (esse est percipi). Como cuando
nosotros decimos -equivocadamente- que cada uno tiene su verdad, es decir, la
verdad sería aquello que cada uno percibe, por lo que la prioridad la tendría la
inteligencia de la persona que percibe y no la realidad.
Aristóteles contra los sofistas: “Porque nosotros pensemos que tú eres blanco, tú no
eres verdaderamente blanco; más bien porque tú eres blanco, nosotros, que
afirmamos esto, estamos en la verdad” (Metafísica, IX, c.10, 1051b)
2) Las cosas naturales son mensurantes (del entender humano) y medidas (por el entender de
Dios).
En el lenguaje ordinario llamamos bien a aquello que nos reportan algo. Decimos que
hemos logrado un buen trabajo, decimos que el descanso es bueno para la salud,
decimos que un caballo veloz es un buen caballo, etc.
Tienen en común que son. Para cada cosa su bien consiste en ser según su naturaleza: como
está en la naturaleza del hombre trabajar y hacerlo dignamente, podemos calificar a un trabajo
como bueno; como el hombre tiende a autoconservarse, busca no perder su salud, así como la
virtud caballo consiste en galopar veloz para no ser atrapado por los depredadores: un caballo
veloz es un buen caballo.
Por tanto, igual que en la verdad, todo lo que es, por el hecho de ser, es bueno. Ser y
bondad son convertibles.
Por eso el mal se define como una privación o ausencia de un bien debido. Una
ceguera para el hombre es una ausencia de un bien debido. El mal moral también es
una ausencia de un bien debido.
Si el bien se funda en el ser, cuando más ser más bondad hay en algo: en Dios hay más
bondad (pura bondad porque es puro ser, totalmente ser). Y por eso también Dios es
lo máximamente querible. Y por eso se quiere a sí mismo y lo que quiere de forma
perfecta.
Por eso dice Aristóteles que el bien es lo que todas las cosas apetecen, porque toda
perfección a la que tienden los seres es apetecible. Las perfecciones siempre son
apetecibles. Las personas más perfectas, son las más buenas, y al mismo tiempo las
máximamente queribles (y queridas).
La bondad del ente aparece en tanto y cuanto lo que es es apetecible, es querible por
una voluntad.
Es más, todo el mundo obra sub ratione boni, es decir bajo razón de bien. Nadie quiere
el mal por el mal. Por ejemplo, el ladrón se equivoca, pero obra para obtener un bien
(lo robado).
La cosas no son buenas porque nosotros las queramos o deseemos, sino que las
queremos porque son buenas. De igual manera que las cosas no son verdaderas
porque las concibamos, sino porque de suyo son verdaderas.
Existe una relación entre una facultad de la voluntad (es la que capta el bien) y la
realidad querida, así como existía una relación entre el entendimiento o razón, (como
facultad de conocer la verdad de la realidad), y la realidad a conocer.
La relación del querer es distinta en en Dios y en el hombre. Las criaturas quieren las
cosas en la medida que son buenas. En cambio, Dios no quiere las cosas porque son
buenas, sino que porque las quiere las hace ser, y por tanto ser buenas: el querer
divino es fundamento de bondad de las criaturas. Dios por exceso de amor, crea
criaturas que como reflejo de su bondad, son buenas.
Resumiendo:
En el hombre no hay perfecta coincidencia entre ser bueno por ser y ser bueno por alcanzar su
fin, porque muchas veces no alcanza su fin (puede renunciar a ser perfecto y ser no alcanzar el
fin de ser moralmente bueno. En Dios hay perfecta coincidencia entre ser y ser bueno.
- Algo es bueno en cuanto difunde su perfección, su bondad. Dios es tan bueno que comunica
su perfección, hace ser las cosas por su bondad y las hace buenas, por eso el bien es difusivo
de suyo, nadie es bueno si no comunica su bondad a los demás, si su rica vida interior se la
queda para sí (por sus obras les conoceréis).
Del bien al que tiende el hombre -y que puede no hacer en virtud de su libertad- nace
la ética.
La ética responde, pues, a la pregunta acerca de qué es bueno hacer (ética del bien o
de las virtudes) no qué debo hacer (ética del deber) o qué es lo valioso (ética de los
valores).
Los valores son los juicios subjetivos sobre lo que estimamos bueno para nosotros,
pero nuestros juicios pueden no ser correctos, por lo que resulta imposible articular
una ética en torno a valores: cada uno tiene los suyos, muchas veces en contradicción
con los de los otros, por lo que todo intento de fundar una ética en torno a valores
acaba en un auténtico caos y desconcierto moral.
En cambio sí que es posible fundar una ética conforme a los bienes: éstos son
objetivos y se derivan de la naturaleza humana y del primer principio del obrar
práctico: el bien ha de hacerse y el mal ha de evitarse.
Llamamos bueno todo lo que es por su relación con el apetito (sensible o racional).
En cuando que se puede conocer podemos decir que todo lo que es, es verdadero.
Ahora bien, la bondad y la verdad de las cosas causan agrado y deleite. Es la belleza. Es
decir, la belleza se basa en la verdad y en la bondad de las cosas.
Tomás de Aquino afirma que es hermoso aquello cuya contemplación agrada: lo bueno
y lo verdadero al ser contemplado, agrada.
Por tanto, la belleza está ligada con el conocimiento: sea de orden sensible, sea de
orden intelectual (de contenido lógico o moral). El agrado o gusto que sale de ese
conocimiento resulta bello. No es sólo un conocimiento, sino su deleite.
Pero la belleza no es sólo el deleite, sino que hay deleite porque hay unas propiedades
que hacen que haya deleite. La belleza no es un mero juicio subjetivo, sino que posee
propiedades objetivas.
En la cuestión de la belleza inteligible algo no puede ser bello si no es bueno o posee una
maravillosa verdad.
Así como todas las cosas son buenas de suyo, a veces no son buenas en determinadas
circunstancias (el veneno no es bueno para el hombre). De igual modo, para que el hombre
capte la belleza, tiene que haber una cierta proporción entre sus capacidades para conocer y la
belleza de la cosa a conocer. Así como hay personas incapaces de comprender verdades
difíciles, también hay gente incapaz de ver belleza. Por eso es necesario también, una
educación estética, sin la que es difícil percibir la belleza de algunas manifestaciones artísticas.
Por eso el hombre puede tener desordenado su gusto artístico, su capacidad para apreciar o
componer lo bello. También hay personas que naturalmente poseen mayor sensibilidad.