La Crisis Financiera Actual y La Política Monetaria: Algunas Lecciones para El Futuro
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La Crisis Financiera Actual y La Política Monetaria: Algunas Lecciones para El Futuro
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0. Presentación
Sin descartar ni reducir la importancia de otros factores1, parece que existe cierto
acuerdo en que la situación actual ha sido propiciada por un período de abundancia
excepcional de la liquidez en los mercados financieros, auspiciada por unos tipos de
interés de intervención de los principales bancos centrales también excepcionalmente
bajos. Esto apunta directamente a la conducción de la política monetaria desde el ante-
rior período de desaceleración de 1999-2001. Sin embargo, no es menos cierto que las
tensiones inflacionistas y el output gap tanto en la zona Euro como en Estados Unidos
no han dado motivos a los bancos centrales para actuar de otro modo, al menos dentro
de la estrategia de objetivo directo de inflación que han adoptado en los últimos años.
La cuestión que se aborda en este trabajo, de forma muy tentativa, no es, sin embargo,
el alcance de la responsabilidad de los bancos centrales en la gestación de la crisis ac-
tual, asunto que a buen seguro tendrán que abordar antes o después. La cuestión que se
plantea es si esta crisis va a suponer un cambio significativo en su estrategia. Para ello,
en el apartado 1 se hará un resumen muy breve de los hechos más significativos que
pueden hacer pensar en adoptar en ese cambio. En el apartado 2, se analizarán con esta
estrategia y el caso especial del Banco Central Europeo dentro del consenso general
de los bancos centrales. En el apartado 3 se hará una valoración de las posibles vías de
modificación de la estrategia actual de la política monetaria.
De entre los muchos factores directos que sin duda están detrás de la crisis actual,
la crisis de las hipotecas subprime en Estados Unidos aparece como el desencadenante
inmediato. Esta crisis se desató en agosto de 2007 y durante prácticamente un año las
tensiones en los mercados financieros no parecía que fueran a provocar un colapso
como el vivido a partir de septiembre de 2008. En el caso de las hipotecas subprime,
los primeros análisis revelaban que la causa estaba en una falta de información sobre la
localización y el tamaño de los riesgos de impagos en un número importante de activos
relacionados con las hipotecas subprime (Gorton 2008). Pero el colapso de otoño de
2008, con la nacionalización y el rescate de importantes bancos internacionales y la
quiebra de grandes entidades financieras, apunta a una serie de causas más profundas.
1
Entre otros la falta de regulación y supervisión en el sistema financiero, fundamentalmente
de las operaciones fuera de balance de los grandes bancos y de los hedge funds.
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ALGUNAS LECCIONES PARA EL FUTURO
Este hecho se puede apreciar también en el cambio del discurso de los responsables
de los dos principales bancos centrales del mundo, la Reserva Federal y el Banco Central
Europeo. Más allá de las históricas bajadas de tipos, en los meses de diciembre de 2008 y
enero de 2009, sus máximos responsables miran más allá de la crisis subprime y apuntan al
fin de un credit boom (Bernanke 2009), a la mala gestión del riesgo debido al crecimiento
de la liquidez y bajos tipos de interés (Stark 2008), una combinación de mala gestión y opa-
cidad del sistema financiero (Trichet 2008), el período previo de excepcionalmente bajos
tipos de interés, baja inflación y crecimiento sostenido (Tumpel-Gugerell 2009). Quizá el
mejor resumen de la situación lo haya hecho Bernanke el pasado 13 de enero:
However, although the subprime debacle triggered the crisis, the developments in the
U.S. mortgage market were only one aspect of a much larger and more encompassing credit
boom whose impact transcended the mortgage market to affect many other forms of credit.
Por tanto, más allá de los problemas mala valoración del riesgo en activos un tanto
opacos, el origen último de todo el problema está en una elevada liquidez presente en
los mercados financieros en el período comprendido entre 2002 y 2006. Esta elevada
liquidez, tiene como consecuencia un «exceso de capacidad» del sistema financiero
(Álvarez 2008: 23), y la facilidad para colocar activos financieros de cualquier tipo sin
pérdida de su valor. Frente a las tradicionales medidas de los agregados monetarios, el
Banco de Inglaterra elabora un Índice de Liquidez a partir de diversos indicadores de
los mercados financieros. Este índice ilustra a la perfección lo sucedido en los últimos
años y lo que está sucediendo en los últimos meses.
La evolución de la liquidez entre 2002 y 2007, según este índice, se debe entre
otras muchas cosas a un período excepcional en cuanto a estabilidad macroeconómica
y bajas expectativas inflacionistas. La desaceleración de 1999-2001 supuso un punto
de inflexión en la evolución de la inflación a escala global, puesto que se desataron
temores a la entrada en una fase de deflación que llevó a la Reserva Federal y al Banco
Central Europeo a fijar tipos de interés reales negativos. Lo notable de la evolución
del índice elaborado por el Banco de Inglaterra es la comparación con el resto de los
períodos de crecimiento o desaceleración, especialmente si comparamos la fase de
2000-2002 con la actual.
La conexión entre estos períodos de elevada liquidez y las crisis financieras se de-
muestra en el excelente trabajo de Berger y Bouwman (2008), que demuestra la estre-
cha relación de las crisis con la creación de liquidez por parte del sistema bancario. En
su estudio analizan la creación de liquidez agregada de los bancos antes, durante y des-
pués de cinco grandes crisis financieras en Estados Unidos, entre 1984 y 2008. En estos
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competitivo por captar prestatarios. Ahora bien, ¿en qué sentido este concepto más
amplio de liquidez está relacionado con los agregados monetarios tradicionales? En
un sistema financiero en el que los bancos son las únicas instituciones con capacidad
para apalancarse, sus pasivos pueden identificarse razonablemente bien con el dinero
en sentido amplio. En este caso, el agregado monetario puede ser un buen indicador del
tamaño agregado de los balances de las instituciones apalancadas. Sin embargo, en un
sistema financiero en el que la intermediación bancaria juega un papel no menor, pero
sí no dominante, no es tan fácil identificar el agregado monetario con los pasivos de las
instituciones apalancadas. Éstas pueden variar a lo largo del tiempo y adaptar formas
muy distintas de la banca tradicional (como ha sido el caso de los hedge funds), en pro-
ceso continuo de innovación financiera que está en el fondo del cambio de estrategia
adoptado por los bancos centrales en la década de los 90.
En el caso español, ha sido especialmente significativa la evolución de la brecha
crédito-depósitos del sistema bancario y su financiación en los últimos años (Fuen-
tes 2008: 61). El intenso crecimiento del crédito, fruto del propio dinamismo de la
actividad inmobiliaria y el bajo coste del préstamo hipotecario, ha coexistido con cre-
cimiento mucho menos intenso de los depósitos, debido al atractivo de otros activos
y a la disminución de la tasa de ahorro. La financiación de esta brecha se ha venido
resolviendo mediante emisiones de renta fija en los mercados internacionales, recurso
que en los últimos meses obviamente ha dejado de tener las mismas condiciones de
acceso que en todo este período. Aunque se ha insistido mucho en que las principales
entidades españolas no tenían exposición a los activos más problemáticos de la crisis
internacional, necesitaban captar financiación en unos mercados internacionales que
desde agosto de 2007 se han visto cada vez más paralizados.
Todos estos hechos apuntan a que el seguimiento de la evolución de la liquidez,
ya sean los tradicionales agregados monetarios, índices de liquidez o de otro tipo es
imprescindible para la instrumentación de la política monetaria. Sin embargo, este no
ha sido el caso en los últimos años, y la razón está en la estrategia de política monetaria
adoptada en la década de los 90.
2. La estrategia directa
De nuevo aquí los problemas vienen no sólo por el lado de la estimación de varia-
bles como el PIB potencial o la tasa natural de desempleo sino del valor que debemos
asignar a m, lo que determina el grado de «agresividad» en la respuesta del Banco
Central a las desviaciones de la actividad o del desempleo respecto de sus niveles po-
tenciales o naturales, respectivamente.
En ambos casos se planteó en su momento la misma cuestión: tanto en el caso de
las reglas como en el de las funciones de pérdida, la cuestión de la estabilidad finan-
2
Blinder 2006: 33
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ALGUNAS LECCIONES PARA EL FUTURO
ciera queda bastante desdibujada, puesto que el conjunto de variables que se toman en
cuenta en el proceso de toma de decisiones del banco central, según estas aproximacio-
nes, excluyen las referencias al sistema financiero. Para solventar este problema se ha
propuesto introducir un tercer objetivo en las funciones de pérdida del tipo c (r – rt–1)2,
bajo el supuesto que la volatilidad de los tipos de interés implica una mayor inestabili-
dad financiera. Sin embargo, esta especificación del objetivo de estabilidad financiera
no parece especialmente apropiada para la situación actual, habida cuenta que la prin-
cipal preocupación en estos momentos es la crisis bancaria y financiera.
En cualquier caso, la estrategia de fijar objetivos cuantitativos de inflación, si-
guiendo el modelo del Banco Central de Nueva Zelanda, ha sido la dominante en los
últimos años por parte de los bancos centrales de todo el mundo, salvo para el Banco
Central Europeo (BCE). Aunque puede considerarse que el BCE sigue la estrategia
directa y ha adoptado una aproximación tipo inflation targeting, al menos en su re-
tórica no ha abandonado el control cuantitativo de los agregados monetarios de los
años 80, una estrategia que se ha bautizado como «los dos pilares». Es muy signifi-
cativo que el citado trabajo del staff del BCE sobre las reglas de política monetaria
(BCE 2001), fuera extremadamente cauteloso con el uso de las reglas de política
monetaria:
Las reglas sencillas no pueden tener en cuenta toda la información pertinente que
los bancos centrales deben considerar… las reglas de optimización más ambiciosas,
que tienden a ser más complejas, son difíciles de aplicar, comunicar y seguir en la
práctica. (BCE 2001: 52).
Las dudas que delata este trabajo vendrían a justificar a posteriori la adopción
por parte del Banco Central Europeo de la estrategia de «dos pilares.» La defini-
ción que en su momento se dio de esta estrategia dista ya un tanto de la que se ofre-
ce hoy en día. Mientras que en noviembre de 2000 el primer pilar era «un valor de
referencia cuantitativo para el crecimiento monetario» y el segundo «una evalua-
ción basada en un amplio conjunto de otros indicadores» (BCE 2000: 53), en 2006
el primer pilar se había convertido en «un papel predominante del dinero» (Issing
2006: 5). La estrategia, en realidad, se ha convertido en un cross checking entre el
análisis de la evolución monetaria y de la economía real, sin referencia explícita al
crecimiento cuantitativo del agregado monetario, lo que a fin de cuentas puede con-
siderarse como una versión extendida de la estrategia del inflation targeting. Sin
embargo, incluso en el 2006, Otmar Issing seguía insistiendo en la importancia del
seguimiento del agregado monetario. Lejos del discurso monetarista, su insistencia
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Can one really expect that models without an explicit, well developed financial
sector can explain an economic world in which financial markets play an ever increa-
sing role? And, how could a central bank which conducts a monetary policy in which
these financial markets are essential for the transmission mechanism rely on such mo-
dels? (Issing 2006: 7).
3
Una política monetaria aún más laxa no hubiera tenido un efecto más expansivo habida
cuenta de que el origen de la apreciación del euro respecto del dólar estaba en el enorme déficit
comercial de los Estados Unidos.
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ALGUNAS LECCIONES PARA EL FUTURO
tas adecuadas para tratar específicamente con las burbujas: las subidas de tipos que
trataran de «pinchar» la burbuja, podría dañar seriamente a la economía.
Además de las razones que expone Blinder, en el caso de incluir los precios de los
activos en un supuesto objetivo de precios más amplio, habría que determinar la ponde-
ración de los precios de los activos y los precios de consumo; de considerarse las cuotas
de gasto tradicionales, la ponderación de los precios de los activos podría llegar a tener
un peso desproporcionado dentro del índice, o al menos seria así en el caso de la vivien-
do. Finalmente, se argumenta que la política monetaria no puede controlar los factores
fundamentales que afectan a los precios de los activos a largo plazo. El BCE concluía
en su trabajo de 2005 que, debido a estos problemas, el seguimiento de la evolución del
crédito y del dinero hace que se pueda realizar un seguimiento de las interacciones de
la formación de precio y la evolución de éstos.
La inclusión de la evolución de precio de los activos en los objetivos directos del
Banco Central esta conectado, en cualquier caso, con el de proporcionar estabilidad
financiera a la economía. Ya hemos visto que este objetivo se incluiría como un tercer
argumento de las funciones de reacción, aunque quizá no fuese la forma más apropiada
de formalizar esta estrategia. Hasta ahora, la forma de tratar con las burbujas ha sido
la indicada por Blinder, la llamada mop up after (recoger los pedazos). Sin embargo,
nunca se ha planteado esta estrategia en un escenario como el actual. Cuando Blinder
describe los sucesos de lo que considera como la mayor burbuja de la historia, el mer-
cado financiero norteamericano de 1998-2000, señala que «the ‘mop up after’ strategy
worked extraordinarily well in this extreme test; not a single sizeable bank or brokerage
firm went bankrupt, … [and] the post-bubble recession was so small that it diseappears
in annual data.» (2006: 63) Evidentemente este no va a ser el caso en la crisis actual: ha
habido que nacionalizar una parte importante de la banca internacional y ha quebrado
uno de los principales bancos de inversión. A fecha de hoy, la evolución de la recesión
esta obligando a cascada de revisiones de la previsiones que rara vez se ha visto; pero
la nota común es que, salvo cambio inesperado de la situación, se trata de la peor re-
cesión desde la Gran Depresión. Por lo tanto, no sería de extrañar que se volviese a
revisar toda esta literatura con el fin de valorar si realmente es mayor el coste de las
dificultades de calibración e instrumentación de la inclusión de algún tipo de índice de
la evolución del precio de los activos que la recesión a que puede dar lugar tratar que
no se produzcan.
Una nota adicional sobre esta propuesta es la apuntada por Ricardo Caballero: la
posibilidad de que exista una «escasez mundial de activos financieros» (Caballero
2008). Esta posibilidad puede parecer paradójica en el escenario actual, pero quizá está
en el origen de la misma. El argumento de Caballero es que la oferta de activos finan-
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cieros a escala global no puede satisfacer la demanda global. La causa está en el eleva-
do ritmo de crecimiento de países que no tienen un sistema financiero suficientemente
desarrollado como para hacer frente a las demandas de activos domésticos por parte
de sus residentes, como es el caso de China, Rusia o la India. Los países anglosajones
serían la parte más activa de la oferta de activos, actividad que tiene como contrapartida
el enorme déficit comercial estadounidense. Esto explicaría también los bajos tipos de
interés, no sólo en los tramos cortos de la curva sino en los tramos largos. Estos proce-
sos son «soluciones de mercado» a un problema de escasez crónica de activos en gran
parte del mundo. De confirmarse la hipótesis de Caballero, una estrategia destinada a
impedir estar burbujas no tendría mucho éxito, ya que en última instancia, lo único que
se puede hacer es mover la burbuja de sitio a otro (cambio de un tipo de activos a otros)
pero no eliminarla.
Más que una nueva propuesta, a la vista de las declaraciones de los principales res-
ponsables de la política monetaria, es posible que se asista también a una reafirmación
del doble pilar en la estrategia de los bancos centrales. Esta propuesta sería comple-
mentaria con la anterior, ya que vendría a apuntalar la estrategia de controlar el precio
de los activos desde el punto de vista de la evolución de la liquidez y del crédito. Desde
un punto de vista formal, ya se ha producido algún intento de incorporar este giro en
una regla de determinación de los tipos de interés (Beck y Wieland 2008). En este caso,
se retoma el problema clásico del sesgo inflacionario de la estimación del ouput gap,
incluyendo una tendencia de la inflación esperada a partir de un modelo monetarista.
Pero probablemente las reformulaciones de la regla de Taylor no respondan a lo que
supone, en la práctica, la adopción de un objetivo de crecimiento del dinero y del cré-
dito. Los responsables del Banco Central Europeo tienen muy presente que «Monetary
analysis can help us to identify distortions and imbalances in the financial system, and
the implied potencial risks to long-term price stability, in a timely manner» (Papade-
mos 2008: 202). Sin embargo, a pesar de estas intenciones, los problemas que estaban
presentes en los años 80 por los que se abandonaron estos objetivos cuantitativos (y que
de facto el BCE ha abandonado en los últimos años) no sólo siguen estando presentes,
sino que posiblemente tengan más fuerza que antes.
Desde el punto de vista de los bancos centrales, quizá se comenzará a demandar un
análisis más detallado de la microestructura de las operaciones de mercado abierto y
del mercado interbancario. Los detalles de estos mercados son relevantes para el aná-
lisis monetario y macroeconómico. Se ha argumentado que el modo en que los bancos
centrales determinan los tipos de interés a corto no es a través de la cantidad de dinero
que ofrecen, sino a través de los términos en que se proporciona (Disyatat 2008). Es
posible también que intenten reelaborar una medida más completa de la liquidez de los
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ALGUNAS LECCIONES PARA EL FUTURO
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