Libro Completo - El Paraguay Catolico - Tomo II - P. Jose Sanchez Labrador - Portal Guarani

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Jos Snchez Labrador

EL PARAGUAY CATLICO II
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P. JOS SNCHEZ LABRADOR

EL PARAGUAY CATLICO
HOMENAJE DE LA UNIVERSIDAD NACIONAL DE LA PLATA AL XVII CONGRESO INTERNACIONAL DE LOS AMERICANISTAS EN SU REUNIN DE BUENOS AIRES, EN MAYO 16 A 21 DE 1910 TOMO II
BUENOS AIRES IMPRENTA DE CONI HERMANOS 684, PER, 684 1910

PARTE TERCERA QUE CONTIENE LAS NOCIONES SIGUIENTES I. LA DE LOS EYIGUAYEGUIS II. LA DE LOS CHANAS VARIOS VIAJES Y DIARIOS Y UNA BREVE NOTICIA DE CUYABA
(CONCLUSIN)

PARTE TERCERA
(CONCLUSIN)

CAPTULO XIX DE SUS BORRACHERAS, FIESTAS Y JUEGOS CCCI. Pasin por la bebida que embriaga. Por los mismos grados subi la opinin sin fundamento que indemnizaba a los Eyiguayeguis de adoradores de la bebida que embrutece. Puede sin recelo afirmarse que los dos dolos de esta nacin que ninguna deidad reconoce, son la bebida y el deleite ; partiendo los cultos brutales entre Venus y Baco. No se procuran embriagar sino cuando y cuantas veces tienen material ms a la boca que a la mano. Su propensin la borrachera ms parece innata que con el uso adquirida. Lo nico menos malo en sus embriagueses es que no se ponen furiosos entre s, ni con los extraos. Tambin que siendo tan inclinados beber, no preparen otros brebajes que el de la chicha aloja fuerte de miel de abeja mal clarificada.

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CCCII. Borracheras solemnes. Celebran de comunidad las borracheras; y para esto gastan en las prevenciones algunos das. Lo primero es salir a buscar la miel, que en abundancia hallan en las colmenas que las abejas labran en los cncavos rboles y debajo de tierra. La purifican expresamente para separar la cera y con toda la borra la ponen al sol al resistero en unas grandes calabazas. Poco poco fermentan y adquieren un gusto picante, bueno para mover ms el estmago que la cabeza. Todo el tiempo que gastan en la fermentacin, que por lo comn son de tres cuatro das, tocan un tamborilillo la entrada del toldo, de que empieza el convite. El son de este instrumento les avisa y convida. El da antes vspera, los que han de beber se abstienen de toda comida, disponiendo as la cabezas con la flaqueza para que den ms presto en tierra cargadas de los humos del Nudagi o Chicha. CCCIII. Ceremonias para beber. Dispuesta la materia, y preparados los cuerpos con el ayuno empieza la funcin al querer ponerse el sol, y dura 24 horas. Mientras beben los convidados, tocan una corneta, cuyo ronco sonido aturde y amedrenta. No es otra cosa esta bocina, que un cuerno de vaca, o un calabazo largo, agujereado, y por boquilla un cauto de caa con su lengeta, al modo de las trompetillas que hacen los muchachos. Soplan con violencia, formando un infernal ruido sin variedad alguna. No se percibe ms armona que la que resulta de repetir en bajo estas letras : V, V, V. De cuando en cuando tocan una plantilla (hecha de barro, madera hueso) como quien silba y baja el silbo de punta cuanto es menester, para llamar los que aun no han bebido, o vuelven a refrendar con alegra. Un muchacho vestido de gala toca un tamboril, y al mismo tiempo canta, celebrando el valor de los bebedores. Bien hiciera si entonara un elogio al brbaro descuido con que se entregan la bebida. El orden con que se les sirven las copas es ste. En unas escudillas calabazos modo de tazas, se lleva cada uno la chicha. Todos estn sentados en rueda. Una mujer es la copera. Beben cuanto pueden, y hablan ms que beben. As pasa la rueda, que mete una algazara y behetra, que el ruido basta para atolondrar las cabezas. Cada uno es su propio panegirista ; y todos en estas ocasiones son matamoros, aunque sean unos gallinas. Las cabezas se enflaquecen con la chicha y bulla, y mucho ms con el humo del tabaco de hoja, que se alterna con la bebida. Cuando ya hace su efecto el brebaje unos tienen bascas, otros efectivamente provocan, pero han de beber hasta que el hipocrs se agote, so pena de hombres para poco. Para evitar que no se revuelquen todos en la bascosidad de sus estmagos, que brotan por las bocas, hay unas mujeres, cuyo empleo es acudir con unos platos recoger antes que caiga al suelo la gazofia. Sienten que algunos quieren lanzar : al punto corren y le reciben la ambrosa. En llegando la funcin casi al punto de

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las 24 horas, las mujeres a sus maridos parientes les retiran y acompaan para que no caigan, y en sus toldos les dejan dormir hasta que digieran la bebida. Despiertan fatigados del brebaje y de la hambre, con descomposicin de estmago y dentera: esta la curan mascando la corteza de cierto rbol: Y los Pas medican aquella cantando por el inters de alguna cosilla. CCCIV. Juicio que forman del embriagarse. Este desorden es casi transcendental hombres y mujeres. Estas las que quieren beben, y beben muchas, especialmente viejas. Si se les dice que el Nudagi estraga el estmago con su aceda, a la cual llaman Neladi; responden que no, y que es muy sabroso, y tan suave que les hace turbar la vista y perder el juicio, lo que explican diciendo : Dabale Iguecoge. Aaden que beben para dormir, y ver en sueos cosas nunca vistas, fiestas, juegos, y delicias. Remedan los vaivenes y bamboleos que hacen cuando obra la chicha, y quieren dar entender que han estado con un entendimiento despejado, percibiendo aun dormidos lindos sabores de comidas y bebidas. CCCV. Continuacin de la borrachera. Algunas veces no pasan las 24 horas en slo un toldo, sino que beben y danzan en todos los de los capitanes. Estos tienen para este efecto dispuestos calabazos de bebida con que agasajar los amigos y concurrentes. Llmanlos el tamborilillo, la corneta y las flautas : empiezan en uno, y los recorren todos hasta dar fin al Nudagi, y consigo en tierra. La algazara sube de punto, pero sin propasarse a tomar las armas ni a desafos. En este particular es gente baladrona, pero sosegada y pacfica. CCCVI. Raras costumbres en pedir en estas ocasiones. Hay algunas circunstancias que hacen ms plausible su alegra. Es como ley entre ellos que lo que uno pide otro cuando est entre dos luces y sin saber lo que habla, no se le ha de negar : lo contrario fuera falta de hidalgua. Sabida esta prctica, nos desembarazbamos de peticiones festivas. Alumbrados venan vernos, entablaban su demanda : no se les negaba, pero tampoco se les conceda. Anda hijo, les decamos cada uno de los que nos molestaban duerme y vuelve maana : Ya sabes que te estimo, y ahora perders lo que te diere. As es, mi Padre, s hombre de tu palabra; y diciendo esto se volvan, sin acordarse ms de su impertinencia. Por lo comn, cuando despiertan, su primera diligencia es encaminarse al ro refrescar la sangre en el bao, y as avivar el hambre, que con el Nudagi est dormida. No admiten estos convites a muchachas jvenes, porque fuera ensearles descortesa. Ya se hallan algunos que, no se emborracharon, ni concurrieron los convites en toda su vida. beber a nadie se obliga, si no entr voluntariamente en la fiesta. Estos con gracia nos decan. Mis Padres, qu gusto puede ser alargrsele uno los dientes (as explican la dentera) y quedar enfermos por algunos das? Mejor es comer la miel dulce, que beberla agria y desabrida.

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CCCVII. Sus diversiones. La caza. Sabido todo lo referido, se sabe tambin el blanco que miran los Mbays en todas las ms de sus diversiones y fiestas frvolas. Lo que no es emborracharse no es entretenimiento que tiene su brbaro genio. Latecanaga llaman a la fiesta, y no atribuyen ese nombre lo que en castellano decimos borrachera. No obstante, tienen tambin sus diversiones secas. En stas manifiestan sus habilidades, y aun fiereza. No son muchas, aunque de suyo es gente divertida. Ya se dijo en otra parte, cmo se entretenan en las batidas del campo para la caza. veces sucede en estas monteras, que, irritado el ciervo que acosan vuelve contra su enemigo. Lleno el animal de coraje, arremete al caballo y jinete, vengando con sus ramificadas armas su cansada vida. Vuelven los toldos los montoneros trayendo la presa, y lo mismo es divisarles la muchachada, que con grande alegra gritan Napicagale, si es ciervo, y si es avestruz, Apacanigo. Este pregn en unos aviva el hambre, en otros la amortigua; porque la caza solamente se reparte entre los de aquella capitana que el cazador pertenece: los de otras comen con la vista esperando que los de su toldo tengan fortuna. El primer cuidado de los cazadores en dejando la presa en el toldo, es llevar su caballo al agua. Beben, los baan, y salen tan alentados que pudieran emprender nueva montera. Esta diversin les deja, fuera de alimentos, la utilidad de las pieles, como se dijo en otra parte. CCCVIII. Carrera. No as la carrera, que es otra de sus alegres fiestas. Esta, sobre no utilizarles, les saca mucha sangre costa de crueles punzadas. La vspera del da en que han de correr, un muchacho toca el tamborillo y canta al son de un calabazo, que es el repique con que se convidan. En amaneciendo, los que han de correr empiezan pintarse y vestirse las plumas segn el gusto de cada uno. Puestos en cueros de gala, ordenados en hilera, se dejan ver y pasar alrededor de las esteras. Hecha la resea, se van un sitio distante proporcionadamente del toldo. Desde all, arrancan todos un tiempo para ver quien es ms ligero, llegando primero los que se han sealado. Llvanse las aclamaciones de esforzados y generosos los que primero llegan. Todo esto casi era digno de alabanza: mas no lo que se sigue. Horroriza que, segn van llegando, se hacen crueles sangras en varias partes del cuerpo. Tienen unos punzones hechos de huesos de tigre, poco menos grueso que el dedo meique. Con este instrumento se taladran de parte parte las pantorrillas junto al taln del pie y cerca de las corvas. Del mismo modo barrenan abren agujero en los muslos, en los brazos y algunos junto la cintura. Cada uno se sacrifica s mismo ; y raro es el que en esto muestre cobarda ; pero no es desdoro hacer que otro ejecute la carnificina. Dicen, y creo que no yerran, que con tales sangras no sienten el cansancio. Por ventura la sangre, con la agitacin encendida, se templa, desfogando por tantas cisuras. Lo cierto es que algunos no corren por

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no sufrir las punzadas dolorosas. Vi drselas y me pareci que barreneaban una piel dura. Otros de los valientes quedan cojeando por algunos das, y confiesan que les molestan las heridas, teidos en su sangre, se muestran otra vez, y se encaminan al toldo del que indujo la fiesta. Almuerzan meriendan, y se van a descansar a sus esteras. Esta es una de las pruebas del valor; porque si el herido aguanta sin hacer movimiento, se acredita de guapo, y es acreedor los mayores honores digno de un soldado Eyiguayegui. Esta es diversin para poco frecuentada, y con que el diablo se burla de stos, sus mrtires. CCCIX. Fiesta de los muchachos. Ensayo para ser hombres. En este entretenimiento entran solamente los que tienen el grado de soldados. Si algunos muchachos corren lo tienen por travesura, y no se punzan tan cruelmente como los grandes. Los de edad de 12 aos 16 tienen su particular fiesta, que les sirve de ensayo para hombres. El que se ha de despojar la puericia, se pinta bellamente de colorado y blanco: vstese cuantas galas de plumas, cuentas y metales tiene: Dispone el tamborilillo: toca y canta toda una noche y el siguiente da hasta que el sol se pone. Antes de ocultarse el planeta un Nigienigi mdico inhumano toma el punzn de hueso de tigre. As armado, le punza en varias partes de su cuerpo, sin ocultar las que oculta el recato. Desngrase el muchacho, que mira con grande serenidad su sangre. Con esto el Nigienigi le tie el cuerpo, dejndole as rubricado en la categora de hombre. Todo se acaba con solemne borrachera, costa del inaugurado. CCCX. Venida de caciques. De esta clase de muchachos, hombres de primera impresin, los cuales llaman Nachigue Tenagad, se forman los tamborileros, cantores msicos que tocan en las venidas de los caciques y en otros regocijos. Si esperan algn cacique pariente de l se engalana el muchacho, pone agua en una olla, remoja la punta de una piel de ciervo y la ata a la olla, como se hace con las Zambombas. Dispuesto el tambor, se sienta cruzadas las piernas, teniendo delante el dicho instrumento; coge en la mano derecha un palillo, con que le toca, dando unos golpes en medio: y pausas tal cual en la orilla. En la mano izquierda tiene un calabazo en el cual hay unas frutillas duras, y le mueve sin cesar, causando una disonante armona con el refregarse contra la corteza interior y entre s las frutillas. Tienen nombrados los sones, como el de Gallinazo, el del Tigre, etc. Canta y toca un mismo tiempo, ensalzando las prerrogativas de su husped. Esta es ceremonia indispensable, y para que no incurran en falta los que le esperan, avisa al cacique de su ida. Para esto envan cuatro embajadores desde el camino, y se le seala el da de la entrada como ya se dijo en los Diarios. Al son del tambor remeda bastantemente el de una mala campana. Este es el instrumento ordinario en sus fiestas. Caminando con el cacique de la Reduccin, entramos en

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el toldo de otro cacique con las ceremonias acostumbradas. Falt la del tamborete, porque los muchachos, que estaban divertidos en la casa no fueron avisarlos tiempo. Sintise de falta tan crasa el husped y pregunt por qu no tocaban. Fue preciso dar la satisfaccin, que admiti no de muy buen semblante. Dicindoles en una ocasin que molestaba la unisonidad continua de su tambor, respondieron que ellos no, porque eran sus campanas. Al fin nos hicimos tanto orle, que el sueo en cierto modo con su desapacible ruido se arrullaba. CCCXI. Fiesta en lunas llenas. En las lunas llenas tocan y cantan toda la noche para diversiones dignas de las pocilgas de inmundos animales. Los negros humos de tales alegras pueden empaar los plateados resplandores del astro. En estas funciones Lunticas se remudan los cantores. Uno empieza desde la tarde y dura hasta la medianoche: el otro desde esta hora prosigue hasta que se deja ver el lucero del alba. El primero canta asuntos algo indiferentes: el segundo profiere clusulas propias de lupanares. Adelntanse la obscenidad Guaycurs lo que no se propasa la irracionalidad en las bestias. Al aparecer la estrella de la maana suspende los instrumentos, y entona estas palabras: Ya viene nuestro amo, no porque reconozcan soberana en aquel cuerpo lcido, sino por seguir los despropsitos de su educacin brbara. No quieren significar otra cosa sino que el lucero anuncia cercano el da. Al empezar la luna nueva, tienen tambin sus regocijos, y al verla gritan: Epe-nai, Epenai, la luna, la luna. Aun los que no son brbaros se consuelan viendo las noches claras y serenas. CCCXII. Remedos de aves y animales. Los que en tales noches se oye con agrado, aunque no tengan fiesta es el remedo de varias aves y animales. Imitan con mucha propiedad las voces de aqullas y de stos. En esta habilidad tiene gran parte el agujero del inferior labio y la flechilla barbote que de l cuelga. Dnles varias posturas, como los que los dedos metidos en la boca silba, y el viento obligado a salir por los conductos que suenan, hace el sonido ya alto, ya bajo, segn la voz que remedan. Este arte no se encierra solamente en los trminos de entretenimiento. Srveles mucho para avisarse, conocerse y llamarse en las expediciones contra sus enemigos. Estn tan prcticos en estos reclamos que al orlos conocen la distancia en que unos de otros se hallan y se comunican las ideas por su medio, como pudieran valindose de voces articuladas. De este modo logran muchas funciones que sin l se frustraran. Acostumbrados los odos or cantos de aves nocturnas y voces de animales, no sospechan fraude en los que de nuevo resuenan; y as no precaven el golpe, y sorpresa que les amenaza. CCCXIII. Juego de la escopeta. Ms inocente es el entretenimiento de algunos chicos, que en todo el mundo tienen sus juegos distribuidos por temporadas. Los Guaycurs hacen el

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siguiente. Del junco que les sobra para labrar sus esteras, cortan un pedazo como de cuatro dedos de largo: Excvanle, le sacan el corazn esponjoso, y queda como un cauto. Despus en una de las puntas le atan un cordelito de media vara. ste envuelven en una varita por una de sus extremidades, teniendo la otra agarrada. Ya est dispuesto el cohete. Para soltarle, ondean un poco la varita y le arrojan con bastante impulso. Al desprenderse el caoncito con su cola cordelillo de la vara, da un estampido que remeda el del cohete. este juego llaman Natopenigi; esto es, la escopeta. CCCXIV. Juego de argollitas. A otro dan el nombre de una Paquid. Hacen cincuenta y seis sesenta argollitas de la corteza dura de una especie de calabaza amarga. Por medio de todas pasan un hilo largo una vara. La una punta est atada la ltima argollita, y la otra a un palito pulido de casi tres cuartas. Dejan caer todas las argollitas, que, estribando unas en otras, estn bien juntas. Despus las despiden al aire, enderezando al mismo tiempo la punta del palito la primera. No sueltan el palito, y la habilidad consiste en ensartarlas todas al aire, y el que lo logra, gana. Juganle muchos en rueda, porque ensarte no las argollas, la destreza se prueba una vez sola, y despus espera que concluyan los dems de la rueda. CCCXV. Juego de las Ramas. Lucha y Chueca. Regilete. La diversin que llaman Etaguinaga, de la mscara, es fiesta de ramas y pudiera nombrarse de rameras. Una moza robusta sobre una ropa vieja se viste de ramas de rbol, tese la cara de negro con el cisco de carbn, sin ms mojiganga. En esta forma camina rodeada de otras mozas y mujeres altaneras. En llegando una cierta distancia, les sale al encuentro una cuadrilla de mozos desnudos, libres y sin vergenza. El empeo de stos es quitarle todas las hojas la enmascarada. Al fin lo logran, por ms esfuerzos que en defenderla ponen las compaeras. Es indecible la batalla y trisca que meten, y las indecencias que cometen. Despojada la Corneja del vestido ajeno, corren y van hasta el ro lavarle la cara. Alguna vez sucede que esta fiesta se hace en honra de algn cacique capitancillo, y entonces a cuenta de ste corre el porte con la enramada. Por lo comn el presente es una masa de algodn, que llaman Niguigate; esto se reduce el premio de la desenvoltura. Acabada la mscara, suelen quedarse los muchachos y jvenes en la plaza del toldo, la cual en su idioma llaman Nalacadi, sitio de juego: en ella luchan unos con otros ejercitando las fuerzas. Tambin juegan la chueca, llevando palos una pelota ya un lado ya otro, hasta que vence alguno de los partidos alejndola de la raya. Tambin juegan al Regilete como si fuera pelota.

CAPTULO XX

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DE SUS FIESTAS Y CEREMONIAS CCCXVI. Fiesta de las Cabrillas. Fuera nunca acabar y gastar la paciencia en la relacin de otras muchas insulsas diversiones y fiestas. Pudiera cerrarse este asunto con decir de los Guaycurs lo que Juvenal escribi de los romanos, que su vida se mova en dos polos: Uno el comer y otro el jugar. Atque duas tantum res anxius op tat-panem et circenses. Sin embargo no puede omitirse las que entre ellos son principales y como de primera clase. La primera es la de las Cabrillas, estrellas as vulgarmente llamadas. Algunos meses se ocultan en este hemisferio; y cuando vuelven salir sobre el horizonte se alegra con su vista toda la Nacin Eyiguayegui. La primera diligencia es deshacer los toldos, bajando todas las esteras. Despus las sacuden muy bien, y vuelven levantarlas. Preguntados porque hacan eso, respondieron que para asegurar la felicidad lo restante del ao, y que sacudan las esteras para echar de ellas las enfermedades a palo. Esto no pasa de prctica vana que, comparadas con muchas de la gente vulgar cristiana, merece no s por qu el ttulo de brbara. No reconocen deidad alguna en las Cabrillas sino el principio del buen tiempo para comer algarroba y gorda caza. El Dios de esta Nacin, como el de los Cretenses, es el vientre: Quorum Deus Venter est. CCCXVII. Fiesta de las visitas. Algunas veces en estos buenos meses que son los de los calores, suelen visitarse las parcialidades. Si los visitantes son muchos, hacen una entrada gallarda. Avisan los del toldo el da en que llegarn consolarles: stos procuran poner en co bro todas sus alhajuelas, sables, lanzas, flechas, ropa y cuentas, porque corren riesgo. Varias reces los de la Reduccin lo traan que se los guardsemos Informado de su costumbre, logr estorbarla. sta es bien rara. Los que vienen de visita se paran una legua o ms del toldo que buscan. Acrcanse por la maana todos embijados; hacen unas cuantas escaramuzas a caballo, como si vinieran de guerra. Despus echan pie a tierra ; espranlos de firme los visitados, y la primera salutacin es una formal pelea de puadas. Los recin venidos lo corretean todo, buscando que pillar; si hallan algo se lo llevan, como premio de sus hazaas. Como ya estn prevenidos los de las tiendas, para todo buenos golpes, que se sacuden en prendas de su hermandad agasajadas. Acabados los moquetes, comen y beben como los de casa. Esto pasa por fiesta clsica. CCCXVIII. Moquetes de los jvenes. Con la gente de otros toldos vienen sus hijos, y stos tienen despus otra diversin ms racional y autorizada. Segn el nmero de los jvenes huspedes, se escogen otros tantos del toldo. Pntanse todos las mil maravillas, y forman dos partidos. Cada uno de stos lleva su viejo de padrino. Salen las dos compaas la tarde

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aplazada, y dan una vuelta los toldos. Despus en fila y con paso mesurado van la plaza, toman sus sitios, unos enfrente de otros, dejando lugar capaz para la pelea. Los hombres con las lanzas en las manos cierran la plaza, formando un grande crculo: las mujeres no salen se quedan lo lejos. Dispuesta la tela, sale uno de los jvenes recin venidos pasearla. Llevan todos en las muecas algunos cascabeles, pezuas de puerco, que al bracear forman su sonido. El que sali provocar halla luego competidor. Este hace lo mismo de registrar el sitio. Antes de arremeterse parecen dos gallos que se disponen la lucha. Se acercan, se retiran, como si no les diera consecuencia mucho cuidado. Al fin se acometen puadas, de donde diere, y venza el que pudiere. Es juego algo pesado porque algunos salen ensangrentados, y ms de una vez dan en las sienes debajo de la nariz el golpe, y el herido cae en tierra atolondrado. Cuando ya ven los padrinos los combatientes encarnizados, meten el montante, que es la mano, los apartan y hacen que otros dos salgan medir los brazos. Recorridos todos se retiran con el mismo orden con que vinieron, tienen una merienda, y quedan tan amigos como si nada hubiera pasado. CCCXIX. Fiesta en el nacimiento de hijo de cacique. Concluiremos el asunto de fiestas con la mayor que puede verse en los toldos, pues tiene su octavario. Celbranse solamente en el nacimiento de algn hijo de cacique soberano. Es un compendio de cuantas diversiones se celebran en el crculo del ao. En honor del prncipe recin nacido, hombres y mujeres sacan la plaza cuantas invenciones les dicta su alegre genio y amor desordenado un nio que ya miran como conservador de su descanso. Pude observar el orden de tan grande solemnidad, y fue el que se sigue. Luego que ve la luz pblica el nio, las viejas de los toldos se pintan los rostros con Nibadena. Es paso irrisible ver unos retratos de la fealdad empeados en afectar lozana. Algunos hombres se esparcen a buscar miel para el Nudagi, sin el cual no acabara con la fiesta. Luego unas doce varas de distancia del toldo de la parida, levantan cuatro esteras, y ponen debajo muchos calabazos vacos, que se han de llenar de la chicha a su tiempo. Doce indios ancianos, pintados y pertrechados de todas sus armas guardan la oficina. No fan el cuidado de la taberna sino hombres de juicio y de experiencia. Estos ancianos prueban y dan su voto sobre el Nudagi. Este, en llegando tomar buen punto, se lleva las esteras del recin nacido, quedando otro fermentando y de reserva en la bodega. Beben y vomitan por espacio de veinticuatro horas, como en las otras borracheras; pero esto se hace el ltimo da de la fiesta. Las mujeres y muchachas forman con enlazadas de las manos varias ruedas, hicieron su Nalogo baile, y el debido acatamiento al infante. As se concluy este da primero, entrando gran parte de la noche.

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CCCXX. Remedo de los Mocovis. El segundo al romper el alba, reson una corneta y tamborilillo, que convocaba los que haban de sacar luz sus inventivas. Concurrieron al toldo del nio unas 18 personas, que eran los de la encamisada, que llaman Remedo de los Mocovs, nacin tambin infiel, su enemiga. Formronse en hilera pareados. Precedan dos jvenes Guaycurs, pintados a su usanza. Cada uno llevaba en las manos dos flechas con banderilla en las puntas, y en la otra extremidad muchas plumas de diversos colores. Las otras diecisis personas eran mujeres, y excepcin de unas cuatro, las restantes eran las ms viejas de la toldera. Dispuestas en filas los dos corifeos caminaban tocando con las puntas de las flechas la tierra, y haciendo varias contorsiones con los cuerpos, en ademn de quien danza la burlesca. En tono bien desapacible acompaaban los movimientos, resultando de voces y posturas un desacompasado concierto, pero muy de su genio. CCCXXI. Habiendo caminado los directores, cosa de veinte pasos se detenan y sin interrumpir el canto y danza, daban lugar a que saliesen las viejas. Cada una de stas llevaba una insignia en que representar su mojiganga y divertir los que miraban. La primera, sobre vieja, muy disforme con las pinturas, lleva en la boca, mantenida con los dientes, una flautilla, y soplando de cuando en cuando, resultaba un silbo tan desalentado como quien le daba. En la cabeza tena una guirnalda de cerdas de caballo, de la cual colgaban unas plumas. Desde los pechos hasta los pies la cubra amortajaba una manta. En cada mano llevaba una flecha adornada con penachos de plumas. este modo iban las otras viejas, distinguindose cada cual por su particular gala. Unas en las manos cargaban pequeas lanzas, otras arcos flechas. Todas iban envueltas en sus mantas. En los brazos y hombros tenan variedad de dibujos negros, blancos y colorados, que representaban las angaripolas. Cuatro de ellas cargaban pelucas cabelleras postizas de crines de caballo. Las cuales ondeadas y esparcidas hacia todos lados, realzaban la decrpita belleza. Estas cabelleras y otras insignias daban a entender el uso brbaro de los Mocovs, que cuando quitan la vida los cristianos, se llevan la cabeza casco y pelo con toda la piel de la cara para celebrar sus triunfos Y borracheras. Esta mojiganga recorri dos tres veces los toldos, y al fin par en las esteras del cacique. All almuerzan, beben Nudagi, y quedan incapaces de dar otra vuelta por las muchas que hacen sus cabezas, con que paran en traspis sus mudanzas. Seis das la misma hora se repiti esta frescura sin arte ni variedad especial alguna. Todos los das hubo Nalogo baile cerca del toldo del nio de mujeres y muchachas como el primer da. CCCXXII. Anuncios de felicidades. Por las tardes un Naighigete nagadi, tamborillero joven tocaba y cantaba segn acostumbran. Todas las maanas al rer el alba, tocaba el

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tamborilillo y cantaba un Guana viejo, pronosticando las felicidades que les acarreara la larga vida del infante. ste destruira enemigos, Y hara asombrosas hazaas. Todos son felices anuncios los que este Guan canta : su desempeo y trabajo se premia con una manta, que le regalan en nombre del recin nacido. Los mozos pintados y ceidos sus bellos cintos, jugaron varios das a la chueca. Otros das las mujeres y muchachas remedaron el juego de toros y ciervos. Una de ellas coge los cuernos del ciervo, y las otras le hacen suertes con grande algazara. Despus de este juego salieron al desafo de moquetes, como queda dicho arriba de los muchachos de distintas tolderas. Con ms tiento les juegan las muchachas, que no tiran herirse. CCCXXIII. Cuna y ridiculez de las viejas. Desde que sali a luz el nio, empezaron las mujeres de su toldo labrar una esterita muy curiosa. Los materiales son juncos hilos de algunos colores. Brdanla con belleza, y la ofrecen al nio para cuna. Todas se esmeran en manifestar el gozo de que estn posedas. Lo que se sigue es cosa ridcula. Las ms exhaustas viejas, armazones de piel y huesos en comprobacin de su amor, dan el pecho al nio, como si un cuero requemado fuera capaz de comunicarle cndido vital jugo. Todas se hacen amas de leche del infante, contando en el clculo de sus dichas haber concurrido a mortificar su tierno prncipe. CCCXXIV. Ceremonias en la borrachera y gracias que hace el infante. El segundo da de las fiestas lleg la miel; pusironla a fermentar; y para despertar el cuidado de los guardias tocaban una corneta de sonido tan trgico, y profundo que pudiera desterrarse al abismo. Dura esta msica hasta que se acaba la fiesta con la borrachera. La antevspera de esta reparte gracias el nio prncipe. Para estos favores escogen dos nios de pecho a los cuales cra capitanes. Esto es darle compaeros para la infancia y lo futuro. Es funcin en que intervienen algunas ceremonias y donecillos mutuos. Primeramente por la tarde, al caer el sol, con grande comitiva, llevan al recin nacido al toldo del nio neocapitn, y que ser su amigo. Duermen los dos en aquel toldo toda la noche, como si fueran dos hermanos uterinos. Por la maana hombres y mujeres se encaminan al toldo en que han dormido los dos nios. De una manta de varios colores, cogida por las cuatro puntas, remedan un dosel palio. Unos se visten de hojas, otros se pintan; y todos forman una procesin muy ordenada. Veinte ms de los as vestidos preceden, y despus debajo del dosel traen al caciquillo. Cerca de ste baila y canta una vieja, hecha el hazmerrer del concurso. Sguense otros pintados y enramados, los cuales va inmediato otro dosel, que defiende del sol al nuevo capitn creado nio. Cierra la comitiva un criado palafrenero que conduce de la rienda un bizarro caballo. Este es el don que

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en agradecimiento del favor recibido hace el nuevo capitn su cacique nio. De este modo llegan al toldo de la parida, en el cual quedan los nios todo el da, y noche siguiente. Ahora empieza la behetra de los que beben, y ellos llaman Nadagimigipi. otro da vuelven su toldo con mucho acompaamiento al nio que recibi el grado de capitn y compaero de su cacique. CCCXXV. Otras ceremonias. Este octavario de regocijos se termina cortando el pelo tal cual al nio, y abrindole los agujeros en las orejas inferior labio, de donde han de colgar zarcillos y barbote. Despus mozos y mozas juegan las ramas : beben potentemente los hombres y algunas mujeres ; retirndoles casi todos en brazos ajenos dormir el Nudagi. Tambin suelen los jvenes entretenerse en un juego que puede llamarse del rigilete. CCCXXVI. Juego del rigilete. En unas hojas de la espiga de maz, las cuales por ac llaman Chala, meten otras y las atan, formando una especie de pelota blanda y ligera. Por la parte de la atadura le ponen bien metidas unas plumas como las que tiene el rigilete. Juegan como la pelota, y aquel gana, que no le deja caer al suelo, o como ellos se explican, en cuyas manos no muere.

CAPTULO XXI DE SU ORGANIZACIN POLTICA Y JERARQUAS CCCXXVII. Capitanas de los Eyiguayeguis. La ceremonia que acabamos de relacionar de la creacin de capitanes en el nacimiento del prncipe heredero del cacicato excit la curiosidad para averiguar a fondo los ttulos de capitn, de que hacen magnfica ostentacin los Eyiguayeguis. En la Reduccin pasan de veinte los que se honran con este

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marcial nombre. Al principio estbamos en que le adquiran a costa de buen nmero de pruebas y hazaas, cosa ordinaria en otras naciones de esta Amrica. Mas las proezas no elevan a este grado los que la sangre el favor del recin nacido prncipe desde la cuna no sublima. Dos clases de capitanes hay entre estos infieles. En la primera se colocan los que por sangre gozan esta regala: en la segunda, los que la obtienen por gracia. todos nombran Niniotagi, con est diferencia, que los caciques actuales aaden el sobrenombre Capitanes Grandes: a los dems, de Capitanes Chicos, inferiores. Los capitanes por sangre son en primer lugar el cacique, tronco de los de la parcialidad y seor de los otros: ste es el Niniotagieliodi, o gran capitn. En segundo lugar los capitanes de sangre son todos los descendientes y parientes del cacique, en cualquiera lnea y grado, y en ambos sexos. La sola ejecutoria del parentesco es prueba que los constituye cabeza de partido que los sigue. Llmanlos Ninionigilionigi, capitanes inferiores. Los capitanes de segunda clase son todos aqullos que en el nacimiento de algn hijo del cacique, recibieron en la cuna el ttulo; y estos son capitanes menores, y lo explican llamndolos semejantes a capitanes Ninionig-Iguaga. La diferencia entre unos y otros es grande : porque en los de sangre pasa el ttulo y el honor de la capitana a todos sus hijos, varones y hembras, y todos sus descendientes : en los de favor, no se comunica. Es solamente vitalicio del que le recibe, y con su muerte expira. CCCXXVIII. Independencia de los capitanes de sangre. Otra diferencia interviene entre los capitanes de las dos clases, y es que los de primera son cabeza de sus familias y soldados. Por esto separan habitacin de los otros capitanes sus parientes. Es grande la soberbia Guaycur, para que se subordine a sus iguales en grado de nobleza. Aun cuando concurren todos en un sitio, colocan sus esteras por orden de capitanas. De este modo, sin confusin conservan la paz y buena armona, sin pretender salir de su esfera. Los capitanes de favor, sin embargo del ttulo quedan soldados sujetos su capitn por naturaleza, y viven como los otros soldados de su toldo. CCCXXIX. Prctica del cacique en los viajes. El cacique capitn grande, observa una poltica digna de alabarse en repblicas ms cultas que la de los Eyiguayeguis. Cuando se les ofrece algn viaje en el cual le han de acompaar voluntariamente los otros capitanes de su sangre con las familias, tienen la prctica siguiente. Antes de emprender la jornada, les avisa, y se toca la entrada de sus esteras el tamborilillo. Despus, cada da poco despus de amanecer, se juntan los soldados del cacique en su presencia; los capitanes de sangre se quedan en sus toldos con todas sus familias. Propone el cacique sus soldados la jornada premeditada para aquel da, y se seala el sitio de la parada. Si no ocurre algn embarazo que

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le obligue suspender la marcha van luego dos diputados, como mayores de rdenes, los toldos de los capitanes de sangre que los esperan y oyen sentados en el suelo. Avsanles el acuerdo que el cacique ha tomado en cuanto caminar, a qu sitio, de suspender la caminata, aadiendo las causas. Agradecen la dignacin de su cacique con su ordinaria clusula : iga-daga-time, como si dijeran : estimamos los buenos trminos de nuestro capitn ; y aaden: D-inigi-ta: caminaremos adonde dispone. Esta ceremonia se practica inviolablemente todo el tiempo que dura el camino. Si la expedicin se hace contra enemigos, los consejos de guerra se hacen concurriendo a ellos todos los capitanes. CCCXXX. Orden en las marchas militares. En estas expediciones, cada capitn de sangre comanda los de su compaa. Si va el cacique guardan este orden : desde que entran en la jurisdiccin de sus contrarios, marchan en fila con notable silencio. La fila se prolonga segn el nmero mayor de combatientes, y dentro de la misma cada capitn va en la retaguardia de los que le tocan. En esta forma se acercan al sitio donde quieren dar el avance. Lo dems que ejecutan, y cmo son recibidos los caciques cuando van otros toldos de visita se dijo en otra parte. Para avivar el valor, antes de acometer los enemigos, se punzan con huesos aguzados de tigres, en brazos, costados y pantorrillas. Esta es una vana ostentacin de coraje; y ellos se dan brbaramente las heridas que rara vez abre la lanza o flecha de sus rivales. CCCXXXI. Blasn de los Guaycurs. El mayor, y lo menos el ms levantado blasn de los capitanes Guaycurs es redimir sus surtidas contra naciones enemigas. La verdad es que todas inquietan. No ostentan acciones heroicas, ni muestran heridas : porque para aqullas les falta el valor y sobra el miedo : y para exponer sta es demasiada la velocidad conque en lances apretados huyen a rienda suelta. Tal cual muestra la cicatriz de la herida que hizo la saeta enemiga; ms no le rubrica el pecho, sino alguna otra parte del cuerpo, en que aun est como boca cerrada, pregona no obstante su cobarda indecorosa fuga. Si logran pillar algunas criaturas, vuelven insolentes, como cargados de tantos laureles cuantos son los cautivos, o mejor esclavos. De este entonamiento cabe gran parte de los capitanes. No hay paciencia para ver a una capitana Guaycur, seguida de cuatro seis criadas : va al ro a lavarse : camina todas partes, y entre tanta vanidad est ms vano el estmago sin probar bocado en casi todo el da. Con cuantos hablan no les conocen sacan la conversacin sus esclavos. Todos y todos gastan este humor fantstico. Aun hay algo ms. Llega un capitn su mujer pedir alguna cosa de comida ; verbo y gracia, se les ofrecen sin que la pidan. No hay que esperar que el seor seora se abatan inmediatamente recibirla, llama algn criado

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criada que la sirva. Tal bobo entonamiento se les quit con castigarlo en las temporalidades, cuando venan a los misioneros y les dbamos cosas que ellas por s podan llevar sus toldos. Habl al cacique y cacica sobre este punto : djeles que los espaoles por s mismos reciban muchas cosas, sin vana ostentacin de servidores para cada uno. Que yo les dara, pero ellos; y que si no le cogan, se quedaran sin nada. Los dos eran muy llanos : y luego entraron cada uno en coger lo que yo les ofreca. De este modo curamos otras fantasas, especialmente la de una hija del cacique. Despus de lo que haba dicho sus padres, vino a verme su marido, y la traa en su compaa. Dile al indio, que era de bello natural algunas races de mandioca y espigas de maz. Recibilas sin invocar el brazo de criado alguno. Ofrec la mujer otra cantidad de la misma comida : llam luego una criada : hice retirar lo que se le daba y prosegu con su marido la conversacin sin darme por entendido. Cuando ya se iban le dije : Miguel (ste era su nombre) lo que te he dado para que t solo comas : que ayune Rosa (era el de su mujer) que coma como sus padres, llevando su comida. No fue menester ms. Dame, mi padre dijo, qu comer, que no tendr vergenza en recibirlo y llevarlo a mis esteras, como ddiva tuya. Ya dijimos en otro lugar las naciones contra las cuales todos los aos mueven sus armas los Eyiguayeguis, y la multitud de criado feudatarios que tienen Niyololas. CCCXXXII. Liberalidad de los Guaycurs. Aqu es bien aadir que estos Guans regalan sus seores Guaycurs, cuando van sus poblaciones, entre otras cosas, mantas de algodn, bien tejidas. Ricos y contentos con sus mantas y bollos de Nibadena, salen para volver a sus esteras. En la primera jornada, al parar poco despus de medioda, cada capitn hace alarde de sus riquezas. Despus reparte mantas y color los de su capitana; pero es tan poco, que no les alcanza, en tan corta cantidad, que quedan poco menos surtidos que la ida. As sus viajes las tierras de los Niyololas les acarrean gran molestia, y utilidad casi ninguna. CCCXXXIII. Genio vagabundo de los Guaycurs. Su modo de jornadas. Lo nico que les hace suave estas caminatas es condescender con su genio gitano, inestable y vagabundo. Caminan como quien no pretende llegar al trmino. las siete ocho de la maana levantan las esteras: procuran medir las jornadas que lleguen a parar donde hay agua. Si sta dista seis ms leguas, se han de andar, aunque el sol vibre rayos : si se halla ms cercana, hace alto toda la cfila, sin reparar en otra conveniencia. este tenor hacen todos el viaje, sin que les falte cuanto tenan en sus toldos, porque tambin caminan stos, que no son sino sus esteras. Forman los ms pequeos en cada parada, y meten en ellos sus utensilios, ollas, cntaros, redes y cosas semejantes. No dejan en el sitio que desamparan, pjaro, perro

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ni gato : todos han de hacer las mismas jornadas que sus dueos. Lo que venturan en la caza, y las palmas les suministran alimento, sino para matar la hambre, suficiente para engaarla. Los Nigienigis, al son de los calabazos, cantan de noche, dndoles buenas esperanzas, y prometindoles imaginaria abundancia y prosperidad voceada.

CAPTULO XXII DE SUS MATRIMONIOS Y COSTUMBRES DOMSTICAS CCCXXXIV. Casamiento de los Guaycurs. Mas la volubilidad del carcter natural de los Eyiguayeguis en nada mejor se echa de ver, que en la corta duracin de sus casamientos. Aquel decantado modillo enftico en su boca para afianzar sus resoluciones: E iminitequigi yotaga, mi palabra es una : cumplo lo que hablo : es infiel fanfarronada. Vse en sus contratos matrimoniales, en los cuales deban guardar su palabra ley de hombres; y sin embargo son tan inconstantes, que apenas se halla en toda la nacin uno solo que en este punto no haya faltado a su palabra y obligaciones. Pudese decir que sus casamientos son unos paliados amancebamientos. Duran mientras su licenciosa vida no halla fastidio en el recinto del deleite que pretendi su pasin ciega, ms que el amor de una vida honesta. Al fin la esposa es tempornea, y el tiempo le prescribe la voluntad estragada. CCCXXXV. No son polgamos. Repudio. No tienen ms que una mujer; porque su pobre vanidad no presume poder mantener pluralidad simultnea. Por lo comn vive desterrada de sus esteras la poligamia. Con todo, su contrato no merece el nombre de verdadero matrimonio, pues no afianza la perpetuidad de por vida. Con grande ligereza y frvolos pretextos, se separan, y mutuamente mudan estalaje. Rarsima vez acontece, que la mujer empiece la separacin, aunque algunos la motivan con sus desmanes. De ordinario el hombre la traza y ejecuta, para entretenerse con otra, y de prado en prado apacentar su desenfrenamiento. Esta es la franqueza de la generosidad Guaycur. La libertad de mudar mujeres su antojo es regala de su genio infrunito 1 y que no se sujeta la obligacin ms estrecha. Ni por este desorden hay que tener pendencias ni desdoro. lo ms se desfogan los agravios en estas palabras : Ni agupelguagi. Fulano es un tonto, perverso : y, dando la razn de su enojo, aaden Llodagua N. Ealadite : ha repudiado a su mujer. En esto para todo el encono. Entretanto el Guaycur, a vista y paciencia de la repudiada, se amanceba con otra, cuya fortuna corre expuesta a la misma inconstancia.

Es palabra en latn. (Nota de la E.D.)

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CCCXXXVI. Descuidan de los hijos que dejan a la madre. Es tan libre en esto la barbaridad Guaycur, que no ata al yugo del casamiento su apetito ni la coyunda de los hijos, ni la de los aos. Arrojan por mejor decir, desamparan a la mujer y los hijos sin indicios de piedad humana. Los pobres hijos siguen la desgracia y trabajos de la madre, sin ms culpa en ellos que haberlos parido y sustentado la infeliz repudiada. La ancianidad fatigada de s misma no siente el gravamen de los aos, si la veleidad le sugiere que se descargue de la compaera en sus impertinencias. Una accin tan fea aun mirada a la luz natural, pasa entre los Guaycurs como costumbre cohonestada slo por la repeticin de tales vivezas. Ignoran lo que es deshonor; y vergenza la conocen solamente de nombre, llamndola Nibolega. Con esta indemnidad y poco o ningn rubor, hacen gala del mismo crimen que les condena. Cada da se ven ejemplares de repudios que, aplaudidos de los infieles, infunden nimo a los que por ventura no se propasaron a hacer lo mismo: y este desorden tiene de su parte la mayor parte de los hombres. Conocimos a algunos, pero pocos, que ya en muy avanzada edad, nos decan con gran regocijo : No he tenido sino esta mi mujer, porque no soy como los perros que cumplido su apetito dejan a la esposa cargada de cachorrillos. Tambin supimos (y los conocimos) de unos dos que a un mismo tiempo mantenan dos mujeres cada uno, ms en distintos y distantes sitios. Estos son fenmenos raros en su hemisferio poltico. CCCXXXVII. Csanse sin especiales ceremonias. Acaso por esta facilidad en despedirse de las mujeres, en el contrato de tomarlas no emplean ceremonias. Para casarse dos, no hay ms ritos, que, precediendo pedirlas a sus padres, y con su consentimiento y el de la mujer, cogerla el esposo y llevrsela su toldo. No hay ms que solemnice el contrato. As como se casan se divorcian, no queriendo ms su mujer el marido. En este caso, el hombre se muda por algunos das otro toldo, y la mujer se va con sus padres parientes, y queda como cuando soltera, esperando otro que la quiera. Al hombre le es libre escoger otra su gusto : de este modo sucesivamente logra cuantas su apetito le lisonjea, si ellas, cuerdas, no desprecian, como suelen, al nuevo pretendiente de delicias. CCCXXXVIII. Edad en que se casan. Estos sus tales cuales casamientos por lo comn no se celebran hasta que los varones llegan a la edad de los 25 30 aos. No hay en esto ms mira, que vivir con ms desahogo en su soltura ellos y ellas. Adoran Himeneo despus de cansados de sus torpezas, y ya mal ajustado sus anchuras. La gracia est en que todo el tiempo de solteros, y an despus de recin casados, preguntados por su estado y ao, responden : E Niga Anigi, Yo soy nio. Y dicen bien, entendido de ellos el divino orculo, que a

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los de semejantes costumbres califica de nios de cien aos, envejecidos antes de tiempo, en sus vicios. Cierto que no los llevarn al limbo sus inocencias. CCCXXXIX. Trato que dan a sus mujeres. Las mujeres Eyiguayeguis todo el tiempo que dura el matrimonio gozan fueros de seoras en casi todo. Sin razn las hace esclavas la Historia del Chaco : esto y otras cosas que refiere sucedera en tiempos antiguos. cuidado del marido corre proveer el toldo de caza y otros vveres con que alimentar la familia. Las mujeres cuidan de la harina de la palma y cosas semejantes, como de recoger cocos, frisoles amargos, y algunas frutas races. Si la mujer sale del toldo, especialmente acciones precisas, casi siempre la acompaa el marido. Esta humanidad a primera vista descubre la cara de poltica cariosa, y en el fondo no es otra cosa que mera cautela. No se fan en este particular unos de otros, y mucho menos confan en la lealtad de sus esposas. Debe sin embargo la mujer sufrirlo todo y mostrar alegra. De lo contrario se sigue que los celos del marido se templen desechndola. Esto mismo obliga la mujer salir poco de los toldos, y si han de hacer alguna visita, a ser muy cumplidas en tiempo y otras circunstancias. En presencia del marido pasan sin tropiezo, las llanezas en palabras, y no pocas acciones casi indecentes; ms todo esto es delito irremisible sus espaldas. veces, vindolo los maridos se propasa la licencia de algunos mozos tales desmanes que de referirlos se sonroja la tinta. CCCXL. Cmo andan a caballo las Guaycurs. Otro fuero seorial de las mujeres Guaycurs resplandece en sus caminatas largas. El marido ensilla el caballo y le adereza: para que suba, pone la mano, en que restibando 2 la india, sube con notable presteza. La silla es pobre pero acomodada. Sobre el lomo del caballo pone una especie de paja seca, parecida, en lo suave al heno, pero ms larga. Hllase en casi todos los sitios de su parada ; y si no, la cortan en donde la hallan, parando la comitiva y llevando de prevencin para remudarla. Sobre la paja asientan unos bastos hechos de juncos suaves, que, excepcin de ser ms cortos, parecen enjalma. Cubren sta con una piel de ciervo bien sobada, larga y doblada dos o ms veces. Todo lo cinchan con un cordelito de hilo de Pita. Como la pieza es larga, y est cinchada ante de hacerle los dobleces, cuelga bastante hacia las ancas del caballo. Doblan sobre los bastos lo que cuelga, y queda el caparazn formado, sobre el cual se pone la mujer dejando caer las piernas por sobre las cabezas de la enjalma hacia el cuello del caballo. As va sentada y estirada. CCCXLI. Criados llevan la carga. Las criadas y criados en sus caballos llevan toda la carga de esteras y utensilios. Ponen las esteras arrolladas los lados como una canal en
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estibando? (Nota de la E.D.)

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medio sobre los bastos en que han de ir sentadas al modo dicho. Encima acomodan las ollas, cntaros y todo. Algunas veces se horcajan 3 como los varones y manejan tan bien como ellos los caballos. Las vi algunas veces atajar la caza que sus maridos se les escapaba y entrar todo galope en unas tierras tan malas, que yo no esperaba, que volviesen, sino que las condujesen muertas maltratadas. Ellas salan con desempeo, y se lograba la caza, que todos nos serva. Al comer me deca con gracia: que yo no la mereca, porque no haba corrido atajarla. Y me excusaba con que no saba correr; y rindose me preguntaba qu haba aprendido en mi casa. Rara vez se ve una mujer Guaycur caballo, que no lleve un plumero de plumas de avestruz. Este les sirve en un clima tan ardiente de quitasol y de abanico. As defienden algo de los rayos solares la cabeza que siempre lleva descubierta y patente a la inclemencia. Lo que causa compasin es que si tienen criaturas de pecho (que suelen serlo hasta la edad de tres cuatro aos) empiezan desde sus primeros das a sufrir las mismas incomodidades. De esta escuela sacan unas cabezas de bronce, hechas toda prueba. CCCXLII. Libertad en escoger mujer. No hay estatuto ni costumbre entre los Guaycurs que les obligue a casarse con los de su nacin misma. Vse tal cual casado con cautiva, ya espaola, ya Niyolola. Es verdad que regularmente se casan entre si; y tienen a una especie de desdoro manchar su generosa sangre con la ajena. Sucede con estos brbaros lo que en otras partes de la Amrica : aunque tengan por vil el tronco, se borra la vileza en las ramas : esto es, aunque la madre el padre fuese cautivo, si emparent con los Eyiguayeguis sus hijos gozan privilegios de tales y pueden casarse con los que ya miran como iguales. Lo que causa extraeza en una repblica tan brbara es que si algn capitn Guaycur se casa con esclava cautiva, criada, la infeliz mujer no sale de su esfera y sirve como criada. No sucede este abatimiento con las que son criadas, si fueron hijas Guaycurs, por que ya estn ennoblecidas. CCCXLIII. Codalodis son Guaycurs. Csanse tambin con mujeres de otras parcialidades, aunque entre las dos hay distancia de muchas leguas. En este caso muda el hombre la mujer de sitio, pero no de cacicato y reconocen sus respectivas cabezas. En las parcialidades de la orilla del ro Paraguay viven muchos Codalodis. All y en otras parcialidades de la orilla oriental estn casados con Eyiguayeguis. Preguntados stos cmo se casaban con sus criadas y criados, respondieron que los Codalodis son sus antiguos hermanos y primitivos Eyiguayeguis. Esto confirma lo que se toc en otra parte, que los Codalodis eran unas de las parcialidades de Guaycurs que tanto terror causaron los espaoles de la ciudad de la
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ahorcajan? (Nota de la E.D.)

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Asuncin. Aun entre brbaros se aprecia la antigedad del linaje, y que desde su manantial corra clara la sangre. Por esto, capitn Guaycur por lo comn se casa con capitana, mirando los que no son de tal estirpe como gente plebeya, nacida para el vasallaje. CCCXLIV. Crueldad de las Guaycurs en los abortos y quitar la vida a sus hijos. Al leer la libertad de los Guaycurs en darse los placeres, se idear un nmero de prvulos casi incontable, que travesean en sus esteras. Se ajustar la verdad la imaginacin, si las mujeres Guaycurs, ms fieras que arpas, educaran cuantos infantes conciben dan la luz pblica. Su inhumanidad en este punto justamente las califica de bestias, y aun de ms salvajes degradndolas de tierno ttulo de madres. Segn las historias este es desorden muy transcendental otras naciones, las cuales los Guaycurs igualan exceden. Las solteras practican esta crueldad tan obscuras como cometieron el pecado. los primeros sentimientos de la carga de su liviandad procuran el aborto por cuantos medios su inhumanidad les dicta. De este modo se hallan desembarazadas para proseguir en sus devaneos inmundos. Las casadas no andan con rodeos, las claras intentan ser sepulcros de los infantes vivos en sus entraas ;o redoblan su maldad quitando al nacer la criatura la vida que en sus primeros alientos confunde el respirar con el expirar manos crueles. En sus fiestas y alegras buscan causas de sus multiplicadas disoluciones, amontonando sus licenciosas diversiones las enormidades de infanticidios. Es verdad que ya les precedieron las espartanas lacedemonias de las cuales escribe Platn que enteramente desnudas luchaban unas con otras vista de todo el pueblo, y Aristteles aade que Vivunt enim molliter et ad omnem licentiam dissolutae (lib. 2, Polit, cap. 7). Tan detestable crueldad no les acarrea infamia alguna. Ni el marido repudia su mujer por ella; ni la soltera (publicado su delito) deja de hallar quien la pretenda, alternando los cargos de madre y de verdugo. Es verdad que para estos casos tienen tambin comadres que imitan las de Egipto, quitando las vidas los infantes en el mismo ejercicio de parteras que fingen al sacarlos la luz pblica. CCCXLV. Quitan la vida a los mellizos. Pero pasa ms adelante la fiereza. Si alguna pare mellizos, aunque quisiera ella reservar uno, los dos sin remisin son condenados capital pena. Se avergenzan de su fecundidad; y hacen gala de la inhumanidad. En este caso llevan los dos infantes a uno de sus mdicos embusteros. Este se encierra en su crculo de esteras. Canta al son de su calabazo y calavera cuanto se le viene a la boca, calificando de mal agero un parto duplicado. Esto es lo mismo que dar el fallo contra la inocencia de los nios, que son enterrados vivos en tinieblas, los arrojan para alimento las fieras de la selva. Sucedime un da or cantar a un energmeno de stos deshora. Llegu su estera como que entraba por

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contingencia. Vi una mujer que tena en sus brazos un nio ya sentenciado muerte por el Nigienigi, que haba metido en sus esteras otro su hermano mellizo, y le cantaba aun vivo las exequias. La mujer le esperaba para ejecutar en los dos la cruel sentencia. Era india, que, si no por piedad, por otro ttulo senta ser la ejecutora. Djome lo que pasaba. Ped los dos nios que me dieron sin repugnancia. Bauticlos y les busqu amas que les criaron con amor y los libraron de la muerte, a que estuvieron condenados. CCCXLVI. Generalmente no cran sino un hijo hija. Por esta crueldad no hay muchos chicos en los toldos de los Guaycurs. En todos ellos no conoc sino cuatro casados que, como excepciones de la regla general tenan dos hijos. Los dems uno, a ninguno. La miseria en que viven vagando de un lugar otro, y la licencia con que sueltan las riendas su pasin brutal les ha obligado al exterminio de sus mismas prendas. Tambin parece que llenaran la tierra con ruina de los cristianos, si por sus altsimos juicios, Dios no les permitiera semejante infanticidio. Es cierto que los de la Reduccin empezaban ya mirar con horror una inhumanidad que acaso exceptuando los tigres y cocodrilos, no se halla ni en los brutos. Sin embargo sus capitanas son numerosas: hicimos juicio que entre seores y criados completarn el nmero de siete ocho mil personas. Golpe de gente siempre temible, pues pueden poner mucha y lucida soldadesca en campaa, como lo han hecho siempre que se dirigan a los espaoles sus expediciones.

CAPTULO XXIII DE SUS MDICOS O HECHICEROS Y DE SUS ENFERMOS CCCXLVII. Mdicos Guaycurs. En varias partes se ha insinuado algo perteneciente los Nigienigis de los Guaycurs, que son sus mdicos y adivinos. Es una casta de embusteros y holgazanes, en cierto modo equivalentes a los que en Moravia, Polonia y otras partes llaman Vampiros, y en la Grecia Brucolacos. Visionarios todos cuyos elementos son la patraa y la ilusin quimricas. Su arte artificio se compone de un agregado de mentecatos desatinos. Pueden calificarse de invenciones diablicas, que conducen morir ms presto con desasosiego. No tienen el ms mnimo conocimiento de las plantas y simples de que prdiga abasteci su pas Naturaleza. Un calabazo al cual nombran Lodani parecido una limeta, y un plumero de las plumas pardas de avestruz, llamado Otigadi, son las ms caracterizadas insignias de tan insignes embaucadores. En el Lodani meten un puado de frutillas del grandor de garbanzos, algo ms prolongadas, de corteza dura, negra y lisa : sta al mover el calabazo tapado y puesta hacia abajo la boca, y agarrado por el cuello causan un sonido sin armona.

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CCCXLVIII. Multitud de mdicos. No hay toldo que no tenga Nigienigi en cada capitana, y veces dos o ms en cada una. Es oficio que les importa, y por eso su profesin es extendida. Logran con su ejercicio algunas cosillas que les dan se cogen en paga de sus gritos y cansancio en la cura. Hay tambin mujeres mdicas ; y no son viejas, sino mozas que buscan de este modo su reputacin y vida. Entre ellos son algunos de gran fama, y les buscan, y conducen, si estn en parcialidad distinta, cuando la enfermedad no obedece la behetra y Lodani de los menos peritos. Todos curan como empricos, y hacen gala de tener mtodo, que lo es de hurtar a simples, y quebrar todos voces las cabezas. Conoc dos caciques tenidos por los ms aventajados en embustes, y curaban como los otros, y en la remuneracin se vean muy atendidos. CCCXLIX. Ceremonias para ser mdicos. En la facultad de engaar no se da el grado sino quien voluntariamente pretende ser admitido en sociedad de enfurecidos. No les faltan discpulos. Satisfecho el maestro de los talentos del candidato, se congregan en el toldo de ste cada uno con su plumero y calabazo que forman el distintivo. vista del pretendiente cada uno levanta el Otigadi, y con el Lodani mete ruido ; entonando la cancin que sirve de Prolusin, y tienen para estos grados cantar de costumbre. Mustrase a todo muy atento el discpulo, que en cada leccin aprende el modo de vivir autoritativo. Concluida esta ceremonia, que hace las vsperas solemnes, se retiran los graduados descansar de la fatiga. Beben bien y duermen mejor, contentos de que su secta va en aumento. Al da siguiente hacen otra junta en el mismo lugar, y por el inaugurado corre el desempeo en el refresco, que se ha de dar sus maestros. Beben hasta perder el juicio, y todo el tiempo que dura la bebida, canta el neomdico borlado de su Lodani y Otigadi. Este es el primer espcimen pblico de su habilidad, en que ya en el arte de engaar compite o a lo menos con los venerables doctores. Beodos stos, son llevados sus esteras dormir sin cuidado de enemigos. El nuevo mdico prosigue cantando y dura toda la noche este ejercicio. As da entender que no hacen falta Nigienigis dormidos, cuando su desvelo puede resucitar muertos. De este modo queda profesor en un gremio todo lleno de artificios. A estos grados ascienden tambin las mujeres que gustan de este ejercicio. Llmanlas Nigiena, y son tan temidas y vocingleras como los mdicos en todo este gento. CCCL. Cul sea la facultad de estos mdicos. Unos y otras hacen valer bien sus boberas. Tiene persuadido al vulgo que comunican con el padre de la mentira ; que este espritu maligno les descubre las causas de las enfermedades y sus remedios, y aun la salud muerte del enfermo. En caso de desahuciar al doliente fingen que se les aparece, se sientan su lado y en familiar conversacin les instruye. Esta instruccin se extiende darle conocer

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cuanto ellos quieren en orden al estado de los enfermos y utilidad de la gente Guaycur. De aqu es que su facultad abraza mucho : no se estrecha precisamente la medicina ; sino que se extiende la Nigromancia, y aun transciende a la Divinatoria. Todo es embuste con que hacerse temer de las mujeres y nios. Creen como verdad infalible cuanto sus mdicos fingen. Los hombres se acomodan con los simples, no porque no conozcan el artificio. Djele en una ocasin un capitn Guaycur : parece que grita el Nigienigi, quisiera ir hacerle una visita. Ve, mi padre, dijo : y vers que cura sin qu ni para qu, o como por ac se explica, de balde. Al decir esto, me instaba que fuese, como lo hice ; me sent con el indio, parlamos a satisfaccin, y la ma fue que el capitn tena razn en lo que deca. Del conjunto dicho de embustes toma el fondo la facultad mdica de los Eyiguayeguis. CCCLI. Prcticas de los Nigieniqis. Pero quiero explicarme ms en esta materia. Lo primero curan a los enfermos sin ciencia, como despus diremos. Lo segundo, de noche a la hora que quieren, o cansados de dormir se despiertan, empuan su Lodani y cantan, arrullando el sueo los otros, hacindoles la guardia para que prosigan sin recelo de enemigos ni infortunios. Lo tercero cantan y tocan el calabazo al forjarse algn nublado aparecer tormenta. Dicen que previenen la tempestad, y que con el hlito la disipan : efectivamente anhelan hacia la parte de la nube, como repelindola. Lo cuarto cuando nace alguna criatura, despus de lavarla en agua fra, se la llevan al Nigienigi, que le canta la felicidad futura. Mtela en su crculo de estera, y la anuncia larga vida, victoria de sus enemigos y cuanto se le ocurre la memoria. Lo quinto, cuando han de hacer algn viaje, la vspera se encierra y su orculo le descubre lo prspero del camino. Jams anuncia en este caso cosas adversas. Lo sexto, suean que su Latenigi, diablo los lleva volando sobre las nubes, y que colocados en tanta eminencia, les muestra cuantos males pueden sucederles, enfermedades, hambres, etc., y que ellos, dotados de virtud prodigiosa, impiden que tales cosas caigan sobre los Eyiguayeguis. Vuelven sus toldos, aun por tierra, sin tocar el suelo y sin ser sentidos. En sus manos tienen las llaves de las lluvias que fertilizan la campaa, la espada del terror que contiene sus enemigos; y por esto en las expediciones militares y pasos peligrosos, un Nigienigi lleva la vanguardia en las filas o fila. Son en realidad Nihilipotentes con todas sus virtudes irresistibles irrisibles. CCCLII. Obra fundamental de su facultad. Han tenido maa para hacer creer que si alguna persona entra en su casita de estera al tiempo que curan o cantan por alguna otra cosa, que la tal persona en castigo de profanar con su atrevimiento un lugar tan recomendable, pierde la vida o a lo menos la vista. Con esta persuasin vulgar no hay quin se atreva a

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llegarse su estera; y si algn misionero quiere arrimarse y entrar, se lo disuaden, alegando fatuidades dichas. Para desimpresionarles, entr yo varias veces por ms que los del toldo lo resistan por amor a mi salud y vida. Estaba con sosiego conversando con el mdico ; sala, le cerraba la estera, y me detena con la gente, para que viesen que rea y viva. Al fin pude conseguir el que conociesen que sin incurrir en los males decantados de sus Nigienigis podan stos entrar y curar vista de todos. Lo octavo, en ciertos das se abstienen de carne y pescado. En estos ayunos no guardan forma, y comen cuanto quieren, excepcin de las dos cosas dichas. CCCLIII. Mtodo de sus curaciones. El mtodo que en sus curaciones observan es ridculo. Toda su prctica se reduce cantar, menear el calabazo, y chupar en varias partes al enfermo. Alguna que otra vez dan inhumanas sangras. Antes de chupar, se encierran en unos crculos de altas esteras : aqu solos cantan llamando su Latenigi o diablo, para saber por sus respuestas el estado del enfermo y su salud muerte. En este tiempo ni el enfermo ni otra persona llega las esteras, porque su arrojo no les cueste caro. Lo primero, pues, que observa el Nigienigi, es encerrarse en una casita redonda formada de dos esteras de juncos : su altor es como de dos varas, y de otras tantas el dimetro. Coge su Lodani en la mano derecha y el Otigadi en la mano izquierda, algo arrimado al pecho. Con estos instrumentos de su arte, seguro de su ciencia, empieza cantar en voz alta : hace de cuando en cuando sus pausas, y da entender que se eleva, transporta. En uno de estos arrobos es llevado al sitio en que entierran sus difuntos. Puesto all, salen hablarle todas las almas cuyos cadveres yacen en aquella tierra. Preguntle : qu busca entre los muertos? Lleno el Nigienigi de arrogancia, les responde que ha venido buscar el alma de tal y tal enfermo, que se ha huido del cuerpo, y quiere restituirla a su morada y dueo. Sale temblando el alma fugitiva; y porque haga el camino con conveniencia, la sienta el Nigienigi en su plumero. As la vuelve al cuerpo, que, no obstante de estar sin alma, permaneci vivo todo el tiempo de la ausencia y visita los muertos. Otras veces ms divertida el alma, ms medrosa, se retira las selvas, y no los cementerios. Bscanla tambin por los bosques, y suele haber entre ella y el mdico sus pendencias ; y si prevalece el espritu paseandero, se vuelve el mdico lleno de melancola. Algn eco hace esto las fbulas gentlicas, cuyos hroes con su canto reunan las almas separadas sus abandonados cuerpos. CCCLIV. Lo que hacen con los enfermos. Colocada el alma en su cuerpo, abre el Nigienigi su diablica casita y entra en ella al paciente. chanle sobre una piel de ciervo, de tigre de otro animal. Puesto as, si es varn, le descubre el Nigienigi desde la cara hasta los

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pies, quitndole la manta en que va envuelto. Si es mujer, la destapa hasta la cintura, poco ms, como medio cuerpo. En esta diligencia no se dispensa, ni por fro, ni por viento. Toma ya el mdico en la mano derecha un palo de media vara de largo y casi una pulgada de grueso, aguzado en una punta. Chupa en varias partes al enfermo, y levanta la piel y carne con su brutal boca como lo hiciera una ventosa. Cada vez que chupa hace mil ascos y como que quiere vomitar con aquellas ansas que en realidad en otros causaran bascas verdaderas. Arroja la saliva en un hoyito que ya tiene hecho ; descansa un rato y con el mismo instrumento est dando siempre en el hoyo como para enterrar la materia morbfica. Repite las chupaduras y el escupir en el hoyo hasta que le parece tiempo de sacar a luz su pericia mdica. CCCLV. Causa del mal: la sacan del cuerpo chupando. Chupa la ltima vez : tiene de propsito y con estudio en la boca un poco de paja, una espina y casco de ella, y aun un pescado, gusano u otra cosa. Escupe en su mano, y muestra a los circunstantes lo que envuelto en saliva ech de su boca como extrado del cuerpo. Todos quedan pasmados de tan profunda ciencia, y no advierten que lo que muestra no dej seal de su camino en el cuerpo del enfermo. Retiran este tan malo peor que antes estaba. El Nigienigi entierra lo que sac y era causa de la dolencia. Come bien en premio de su cansancio, y ste se pone para despus la cuenta. Es una gracia lastimosa ceguedad, pues no advierten que cuerpos de ms de un dedo de grueso y pulgada de largo salgan de las entraas por los poros. Hacindoles yo muchas veces evidencia del embuste, lo atribuan ignorancia ma. Tal cual Nigienigi ms advertido y viendo la burla que yo le haca, cogi entre los dientes una espina con disimulo, y con ella al chupar al enfermo, le punzaba levemente : sala alguna sangre, y con ella pretenda teir de verdad su engao. Por lo comn chupan en la boca del estmago, y mientras escupen y entierran la saliva, ponen en el mismo sitio la mano cerrada, y aprietan con tanta violencia, que se hunde el puo. Esto solo basta para que muchos dolientes, sofocados del peso, se vayan la otra vida. En todo proceden con brbara inconsecuencia. Segn su sistema mdico, las causas de las enfermedades son huirse el alma del cuerpo. No obstante, restituida sta, sacan con su chupadura la causa que molestaba a alma y cuerpo. CCCLVI. Enfermos. Este brbaro mtodo practican con todos sus enfermos. Lo que casi no puede sufrirse pacficamente, es que no son ms mirados con los nios tiernos. Tan desaforadamente cantan y chupan, aturdiendo y estrujando el cuerpo delicado de un infantillo, como el de un indio Polifemo. Pero tienen tambin sus reglas los enfermos. Deben observar la ms rgida modestia de ojos que les es posible : precaucin con que los Nigienigis llevan el agua su molino. Credos hombres y mujeres que lo que se atreven mirar al Nigienigi cuando

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tiene su lado al diablo en las curaciones mueren pierden la vista, nadie en tal ocasin abre los ojos. Los enfermos adultos los cierran como unos difuntos : y no los abren hasta que el mdico da fin la cura, y con una cancin acaba, diciendo : Liniogo, fin, acabse. Con esto da a entender que no hay diablo que de en los ojos. Si los enfermos son nios, como no saben temer, porque aun ignoran la maldad, los lleva las esteras del mdico, su madre : sta le cubre con su propia manta, para que la inocencia de sus ojos no d en rostro al diablo del Nigienigi. La severidad inexorable de ste, castigara como crimen horrendo la niera! De modo que, aunque no haya diablo asistente en la estera del mdico, hay diabluras de ste que llenan el vicio del infernal monstruo. CCCLVII. Cuidado de sus enfermos. lo dicho se reduce todo el esmero en medicar a sus dolientes. Sea ste de los de ms baja estera, sea capitn o cacique venerando y temido, ni el mdico sabe hacer ms ni los asistentes se apuran mucho. Duerma no duerma el enfermo, tome no tome algn alimento, no importa. De los que todos comen, se le lleva algo al enfermo, si desganado lo aparta dice Ac-Ydiguiquile, no tengo hambre, no le hacen ms instancias. Tenemos por cosa cierta que en muchos obra, ms la necesidad que el achaque. lo ms que se extiende la natural compasin de los domsticos, es ojear las moscas que impertinentes se sientan sobre el rostro del enfermo. Si ste se queja con su comn interjeccin Acaichi, ay, le corresponden con alguna palabra de afecto. Si el padre o la madre estn presentes, al ay del enfermo responde el padre, Yonigi y lo mismo la madre. Mas si es hija dicen Y-ona, hija ma. Las viejas y viejos, responden mi nieto mi nieta: y acabse el consuelo. Si el enfermo es cacique capitn, le consuelan con su vano ttulo: Inionigi, o Inuagodite, mi capitn, mi capitn. As pasan sin alivio sus dolores. Entretanto, nada receta el Nigienigi, que pueda servir de alivio al enfermo. Este se ve en el mayor desamparo que es creble, y los del toldo sin cuidado que les congoje. Despus que vivimos entre estas gentes, lo gran los enfermos sobre el consuelo de nuestras frecuentes visitas, algunas cositas que apetecen y comen con gusto, tradas de la ciudad, aunque distan mucho de los espaoles. Nosotros tenemos tambin consuelo, instruyendo y bautizando los adultos que vemos en peligro de muerte. CCCLVIII. Sufrimiento de los enfermos y sosiego con que mueren. Si admira la ingrata sequedad de los mdicos y asistentes, pasma la tolerancia de los pobres enfermos. Parecen organizados de bronce. No se les descubre la ms pequea muestra de impaciencia poco sufrimiento. El dolor ms agudo apenas les saca de la boca un indeliberado quejido. Cuando toma algn desahogo la naturaleza y en los ltimos perodos de su quebrantamiento,

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entonces se oye algn ay, y el eco del necio con suelo mi hijo, mi nieto, sin ms lenitivo de un extremo padecimiento. Aun sube ms la admiracin al considerar el sosiego con que reciben la sentencia de su muerte. yenla como si no hablaran con ellos, o fuese alguna nueva de diversin y contento. La deplorable ignorancia en que han vivido les acompaa hasta sus ltimos alientos. No temen castigo en la otra vida, porque no se extiende a tanto su conocimiento, ni esperan premio. Lo ms que en este punto dicen es que las almas desatadas de los cuerpos, andan invisibles por los lugares en que estando unidas anduvieron. Sumergidos en estas sombras, entran en alas de la muerte sin susto ni congojas. Segn su errado concepto, quedan sobre la tierra, mejorando de estado, y libres de muchas incomodidades del cuerpo. Esta es la doctrina que aprenden de sus doctores o mdicos, que tienen con Pitgoras por fbula los tormentos eternos, y no quieren vivir aturdidos con el conocimiento de su mrito: O genus attonitum gelidae formidine mortis! Quid Styga, quid tenebras, et nomina vana timetis? Materiem vatum falsique percula mundi . (Ovid., Metam., lib. 15.) Pero en su mismo error dan a entender que no les falta conocimiento de la inmortalidad de las almas, aunque las dejen en el suelo. CCCLIX. Modo cmo desahucian a los enfermos. Mas por contener algo de curioso el modo con que los mdicos echan el ltimo fallo sus enfermos, les pondr aqu, para que sirva de rastro que descubra las patraas de estos embusteros. Despus que el doliente, por falta de alimento y sueo, pierde las fuerzas y parece ya ms cadver que animado cuerpo, es el tiempo de desahuciarlo. Bien conoce el mdico que no puede alentarle con su canto, y sones de calabazo. Pues, qu remedio para quedar con crdito? Mtese en su casita de esteras consultar al orculo de su ignorancia, Latenigi. Menea el calabazo con furia; y grita como un loco. Al cabo que ha estado invocando al diablo o no s quin ni l tampoco; hace una pausa, y finge que se le aparece y habla remedando l mismo el silbo, rugido voz de la bestia o ave en cuya figura dice que viene. Hace en este paso dos papeles, uno de energmeno y otro de diablo. De la conferencia sobre el estado del enfermo se concluye el corto plazo de das de horas que se restan. Mas para que no salga fallida la prediccin y quede perdido el crdito, finge ms sobre lo dicho. Hace ademn, remedando las dos voces, que se despide de su maestro, y que en xtasis profundo ve el alma del enfermo, que montada en un caballo vaguea por los campos, y an se acerca al toldo. La gracia es que el que se arrog poder para sacarla de entre los muertos, no tiene habilidad de apearla. Instruido con esta visin tan

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circunstanciada, suelta el Lodan y el Otigadi ; sale cabizbajo de sus esteras : manda que stas se quiten, y ya no hace ms diligencias: porque vio en un rocn al alma caballera. Aade en magistral tono O-y Elebote. Morir. Desde aqu principian algunos sollozos y compasivos cumplimientos de los asistentes. El Nigienigi en pago de su trabajo carga con lo mejorcito que tena el enfermo : lo dems se reserva lo que se dir su tiempo.

CAPTULO XXIV DE LOS AGONIZANTES Y MEDIOS CURATIVOS DE LAS PESTES, ETC. CCCLX. Ceremonias con los agonizantes. Como los Guaycurs tienen por indefectibles los dichos de sus mdicos, creen sin rastro de duda que morir el paciente, de cuyo inminente fallecimiento san mejores indicios los preliminares de cadver que se leen en su rostro. Luego aL punto las mujeres de la parentela del moribundo se aplican dar muestras de su amor y sentimiento. Si es varn, le pintan con Nibadena la cara, brazos y pecho : le cuelgan del labio inferior el Lapidigi barbote que tena ms largo y curioso; pnenle los zarcillos y al cuello los collares de cuentas de vidrio. En una palabra, les engalanan con cuanto en salud les fue de uso; as cuando el alma vaya al lugar de los muertos, la reconocern stos por rica y de provecho. Si el agonizante es mujer, la primera diligencia es tusarla bien el pelo, componerle el copete, pintndola su modo. Para estas ceremonias les dan tantos vuelcos, que ellos sobran para acelerarles la muerte. El mdico mientras se hace todo esto, entra y sale en el toldo como hombre suspenso y ocupado de un grande pensamiento. veces se llega al moribundo, y le aprieta el estmago tan fuertemente, que aunque no estuviera en riesgo de muerte por lo que dijo, morir por sus hechos. Con esto su profeca logra de lleno el cumplimiento, acabando el enfermo, ms no el mdico; aqul la vida, y ste sus embustes y enredos. CCCLXI. Enredo del mdico al expirar el enfermo. Los presentes lloran al difunto : y el mdico, buscando algn alivio sus lgrimas, carga su Otigadi, y sale al campo para concluir su cuento. Camina cosa de un cuarto de legua en distancia del toldo, grita, canta y llama al alma. Esta ya no oye sus conjuros: hcese sorda quien ayud a desatarla de los lazos del cuerpo. Desesperado el Nigienigi de hallarla, da la vuelta al toldo. No entra ms en el toldo del muerto ; pero desde proporcionada distancia les avisa que el alma se esconde que no quiere volver al cuerpo. No callan los vivos en este aprieto, porque le tiran al mdico mil apodos y cuantos tizones encuentran en el fuego. Como l no ignora este juego de brazos y manos se para algo apartado de las esteras para huir tiempo ; y el que de noche y cuando no

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le ven vuela por los aires, ahora haldas en cinta huye de los tizones con risas de algunos y vista de todos, que ni as quedan desengaados de las patraas del mdico. CCCLXII. Riesgo de la vida que corren los mdicos. No para en esto el comn sentimiento. Los mdicos Guaycurs hacen a todo. Si el enfermo convalece, se gloran de haberle sanado ellos : y hurtan lo que quieren. Si mueren, se atribuyen un fantstico dominio sobre las vidas; y boca llena pregonan que le han muerto, pero entre sus amigos. El dolor rompe el freno, y muchas veces su vana arrogancia le cuesta al mdico la vida, sino se pone en salvo y tierra por medio. Por esta causa muchos Nigienigis viven voluntariamente desterrados de sus cacicatos propios y buscan asilo en los ajenos. De este modo pasan algunos aos, hasta que, mitigado con el olvido el sentimiento, pueden con seguridad restituirse a sus antiguos alojamientos. Esta es pena si no aciertan en dos tres curaciones, y es justa para que su locura en gloriarse de ser seores de la vida, tenga algn freno, como en realidad los mdicos moderados en este asunto viven sin riesgo. En tales mdicos estuviera bien empleada una horca por repetidos homicidios. Muchas veces tienen junta de mdicos : todos comen, beben y fuman tabaco costa del enfermo, al cual, apretndole el estmago, ayudan morir todos. Valiera en este caso lo que del otro emperador dijo Satrico. Turba medicorum periit : Es cierto que si los Eyiguayeguis careciesen de algunas docenas de mdicos, viviran mucho ms segn su temperamento. El ostracismo de los Atenienses practicado en estos toldos, con solo los mdicos, fuera el mejor especfico con que murieran ms tarde todos. A lo ms se les podra permitir la entrada, cuando hubiera necesidad de diezmar la gente, como en lo antiguo se ejecutaba en Roma. CCCLXIII. No son cirujanos. Causa lstima ver algunos pobres infieles manando podre por muchas llagas, y que los hinchados mdicos no emprendan curarlos. Sin duda, que dan por perdida su causa. Sus Lodani-Otigad y cuantos gritos alientan sus pulmones, no bastan supurar la materia. El arte de estos ignorantes no lo es en esto: juegan lo seguro. No se entretiene en las bagatelas de heridas y llagas: porque para su entonamiento es facultad despreciable la ciruga. Una ciencia de medicina profunda es la recndita en su calabazo y vocera. Esta, sin pulsar al enfermo, ni atender otros indicantes, por s sola les manifiesta cuanto hace el ms atento estudio y experiencia en los males internos. CCCLXIV. Es patraa que se les aparezca el diablo. Digo, por s sola, porque las consultas con el diablo Latenigi nada tienen de slido. Es todo una ficcin refinada. El diablo de los toldos son los mdicos mdicas. Creo yo que el demonio no es de tal condicin, que se aparezca al llamado de unos valentones, que, si le vieran, echaran huir, y as dieran con

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toda la mquina diablica en tierra. As que toda la ciencia de estos mdicos se reduce a no dormir de noche, ni dejar reposar los enfermos a sus horas, ni los sanos deshora. Al fin, ellos triunfan, mientras en el toldo se hace duelo por los difuntos. CCCLXV. Viruelas: sus ideas sobre esta enfermedad. Tampoco miran los mdicos Guaycurs como objeto de su sabidura la enfermedad de las viruelas. Cuando dan en los toldos, es una epidemia verdadera. As lo vimos en las que padecieron el ao 1765. Los primeros que huyeron fueron los mdicos. Tienen rarsimo concepto formado de este mal, no muy frecuente en estas tierras. Creen que es un ente vivo aunque invisible, amigo del Sol y del calor, no menos opuesto al fro y a la sombra. Segn la naturaleza que se fingen, los hacen andariegos, buscando quien pegarse. Pobre del que anda por el sol y va recta. Es necesario andar por la sombra, por el sol atravesando de un lado otro, para que las viruelas no atinen con la vereda. Por esto se huyen todos, y van a esconderse en las selvas al or que alguno tiene viruelas. Mas stas los buscan y los hallan por ms que se escondan. En este tiempo no parece mdico alguno y temen el mal como cualquiera. CCCLXVI. Cmo sangran. Alguna vez se dignan los mdicos de manejar la lanceta. Pnese de rodillas el que necesita la sangra, si esto ha de ser con los hombres hacia la cabeza. Sintanse, si se le ha de picar en los muslos en las pantorrillas. En esta postura coge el mdico un hueso de tigre con punta y pasa la carne de una otra parte, cuantas veces gusta. Substituye tambin el hueso por dos agujas leznas de hierro, y separada un poco la una de la otra, con las dos taladra la parte que punza. No saba de que admirarme ms, si de la barbaridad del mdico o de la del enfermo. Aqul pica sin piedad, y ste sufre sin hacer el menor movimiento. Esto es a cuanto puede llegar la presuncin que tienen los Guaycurs de su valenta. CCCLXVII. Concepto subido que forman de sus mdicos. La muerte. Otra cosa tienen muy entraada, y es que no se persuaden que morir alguno, si le asiste mdico Eyiguayegui, sin embargo de constarles lo contrario por la continua experiencia. Haba unos cristianos enfermos, murise uno y vino el cacique de la Reduccin hablarme. Se conoca su intento, porque luego empez ensalzar la habilidad de sus mdicos. Entre otras se dej caer esta bobera: los mdicos Eyiguayeguis no se les mueren los enfermos. Dejla pasar y saqule de la conversacin de intento. Despus de un rato, como olvidado ya de la conversacin de los mdicos, le pregunt si haca mucho tiempo que haban muerto sus padres. Explayse en este punto el buen viejo. Pregunt por los otros que yo saba de sus amigos, y respondi que ya eran muertos. En dnde murieron? le dije. En sus toldos,

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respondi el cacique. Tenas entonces mdicos? S. Supongo que les curaron. Ya se ve. Luego, tambin mueren los curados por los mdicos Eyiguayeguis. Vise cogido y confes que no cortan sus mdicos los pasos la muerte. Y qu concepto forman de sta? Creen firmemente que no es el morir condicin inseparable de la naturaleza humana, y que ninguno muere naturalmente, en cuanto lo natural se opone a lo violento. Esto es lo segundo que creen. Conciben a la muerte como un agente furioso que sin piedad arremete y corta el hilo de la vida a quien y cuando quiere. Poco les falta para imaginrsela a modo del ngel exterminador de los primognitos de los egipcios y del ejrcito del soberbio Senaquerib. Por ventura stos quieren dar a entender con la ficcin de que cuando uno ha de morir ven el alma del moribundo a caballo.

CAPTULO XXV DE SUS RITOS Y CEREMONIAS FUNERARIAS CCCLXVIII. Llanto por el difunto. Luego que ven expirar al enfermo, levantan el grito los parientes, permitiendo al corazn algn desahogo por los ojos. Concurren muchas mujeres del cacicato y en presencia del cadver lloran cantando y hablando. Traen a la memoria las prendas en que sobresali el sujeto de sus lgrimas. Las que no acuden, plaen en sus esteras. En otra parte se puso por extenso el modo con que lloran. El tono en que explican sus sentimientos es, al paso que tierno, muy expresivo. Las mujeres empiezan las clusulas con estas voces: guayema piguidi, que es su ay! desdichado de m! Los hombres expresan lo mismo con estas : hatanaga mya. Han de llorar todos los de la parcialidad, ceremonia que dura algunos das al amanecer, y que ni con los ausentes se dispensa. Cuando stos vuelven al toldo, han de llorar manifestando todos sus penas. Lloran tambin por la tarde, antes que el sol se ponga. Dura el llanto casi una hora. No por esto interrumpen sus tales cuales faenas, excepcin de la que lleva el coro, que no se ocupa en otra cosa. CCCLXIX. Como los amortajan y entierran. Satisfecha la primera obligacin con las lgrimas, se sigue la de amortajar al difunto. El modo es liarle en una manta en postura de sentado en cuclillas. Atavanle con cuanto pueden, si el mdico les deja algo, y sino, lo buscan para este desempeo. Luego cargan el cuerpo sobre uno de los caballos que en vida sirvi su dueo. Llvanle un sitio retirado que en su idioma se llama napiog y es lugar de enterramiento. Este no se diferencia de un toldo de vivos en esteras, forma y postecillos que le dividen : con esto cada capitana y aun familia sabe en qu parte estn sus difuntos. Con el difunto varn entierran sus armas y si hombre mujer lleva consigo su sepultura las

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planchitas de plata y cuantos dijes le sirvieron de gala. La sepultura no es honda, y puesta en ella el cadaver le cubren, sin apretarle, con muy poca tierra, sobre la cual ponen una esterita y algunos cntaros bien labrados, y los que pueden los guarnecen de cuentas. Junto al sepulcro clavan los postecitos de palo que en su toldo tuvo en vida. Si tena caballos matan algunos (no las yeguas) para que pueda en su nuevo estado montar el alma y espaciarse en mejores prados y monteras. Los cntaros pintados y vistosos se destinan para que, fatigado el espritu, tenga agua y en que guardar sus alhajuelas. De cuando en cuando van a visitar el toldo del enterramiento y con notable aplicacin renuevan las esteras para que el sol y la lluvia no molesten a los que reposan. CCCLXX. Piedad con sus difuntos. A los que mueren en tiempo de epidemia, como sucedi en la de las viruelas, entierran cerca de donde mueren. Hacen un pequeo hoyo en que meten el cadver, cubrindole con una estera y algunas ramas, para que los tigres no los desentierren. Al cabo de algn tiempo, cuanto juzgan suficiente para que, podrida y consumida la carne queden los huesos, salen los parientes recogerlos. Llvanlos al comn carnero enterramiento, y despus unidos en los toldos, hacen el duelo. Si no hallan algn cadver porque el tigre se lo llev al bosque, lo toman por mal agero, y es inconsolable su sentimiento. Si el fuego sofoc alguno, y le abraz los huesos, hacen lar viejas sus extremos, ms que duelo. Cubiertas por adelante cuanto permite la decencia y todo lo dems del cuerpo al aire, dan varias vueltas llorando o cantando los toldos. Acaso recibiendo de lleno el viento, presumen escaparse de la actividad del fuego. CCCLXXI. Muerte del cacique. Los parientes inmediatos del difunto, en seal de su sentimiento, observan ciertos ritos en su duelo de que luego hablaremos. Antes conviene notar que los Eyiguayeguis de estos tiempos, en las muertes de sus caciques no son tan inhumanos como los pinta la Historia del Chaco. Dice sta que en tales funerales quitaban la vida muchos parientes y vasallos, ellos se tomaban la muerte para ir con sus rgulos a servirlos en el otro mundo. Al presente nada de esto hacen. El distintivo nico, es que mientras est presente el cadver, ponen cerca una cazuela con agua y uno como hisopo para que los que llegan le asperjen. Ceremonia que acaso tomaron de los cristianos cuando fueron sus caseros, como ellos se explican, entraban y salan hacer sus contratos. En el tiempo que he estado con ellos, han muerto un cacique y una cacica de otras parcialidades, y no hubo tales sacrificados servidores. Yo mismo les llev la noticia de la muerte del cacique su hija y vasallos, que no hicieron otra demostracin que la de su llanto.

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CCCLXXII. Ceremonias despus de retirado el cadver. Retirado el cadver del toldo, queman las esteras y lo que tienen presente del difunto; quiebran las ollas y cntaros y procuran apartar de sus ojos cuanto puede refrescarles la triste imagen de la muerte. Despus todos los del cacicato mudan un sitio algo distante los toldos, temerosos de que la muerte los recorra todos, si no la dejan sola en descampado. Esta ceremonia no se practica si el difunto es nio, porque la muerte de stos no es comparable con la de los adultos. Fundada la Reduccin de Beln, nos pidi un capitn que le hicisemos una casa de paja, el techo para todos sus soldados y dependientes. Mudronse la nueva habitacin, que les agrad mucho. porque les ahorraba la tarea con las esteras en los temporales. Dur este sosiego hasta que muri uno. Ya todos estaban temblando, y al fin se salieron todos de la casas y la incendiaron.

CCCLXXIII. Nuevos ritos en el duelo. Mudados los toldos y disipado todo lo dicho, los parientes del difunto continan su duelo con nuevos ritos. Las mujeres se tusan el pelo su modo y no le vuelven acortar hasta que les crece y llega casi los hombres. Los hombres hacen lo mismo y dura la ceremonia los meses de su duelo, que suelen ser dos ms, segn la calidad del difunto. Todos los de la parentela se abstienen de algunos alimentos, como pescado, carne de ciervo, etc. ; reducidos comer palma y legumbres si las pueden conseguir de los Niyololas. No juegan ni concurren las borracheras, que son sus fiestas. Tampoco se pintan con notique nibadena ; ni se ponen adorno alguno de sus cuentas planchitas. Guardan un retiro, para infieles, muy estrecho, pues no salen de su toldo sino a lo muy preciso. Los hombres estn sentados en ademn de absortos, haciendo flechas, etc., echados, de dolor rendidos. Las mujeres se entretienen en sus cuotidianas labores. Duran estas seales de dolor hasta que el cacique les manda alegrarse. Envales a decir que se diviertan y coman como los dems del toldo: que se pinten y que se engalanen y que no den lugar que les consuma la tristeza. Con este aviso cesan los lutos y entra la alegra en los corazones afligidos, y valen tanto las palabras de su prncipe como si fuera una revelacin del feliz estado de sus difuntos.

CAPTULO XXVI ORIGEN DE LOS GUAYCURS, SUS IDEAS RELIGIOSAS CCCLXXIV. Origen ridculo que se atribuyen los Guaycurs. Hemos visto las exticas costumbres de los Guaycurs hasta su paradero, que es el sepulcro, y hasta el fin de

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su duelo. Restan ahora las opiniones en que estn divididos en cuanto a su origen principio. La ignorancia lastimosa en que viven, con ninguna otra cosa se pone mejor a la vista que con la risible idea que forman del primer ser de sus ascendientes primitivos. La vida embrutecida no les deja levantar la consideracin a la nobleza del ser increado que con divino acuerdo sac a luz la ms bella imagen de sus indecibles perfecciones. Segn el principio que se atribuyen estos infieles, tiene en ellos pleno significado el vaticinio del Real Profeta : homines et jumenta salvabis domine. Los Eyiguayeguis son racionales; ms ellos como bestias no elevan el conocimiento lo que sale de la esfera de la sensualidad. Cusales grande admiracin el or que de la nada cre Dios este universo. CCCLXXV. Tres opiniones sobre su principio. Primera. Preguntados, pues, de dnde traen su descendencia los Guaycurs? Responden los que se precian de entendidos en sus tradiciones e historias con grande desatino. Tres fuentes de su origen sealan, todas tan turbias, que pasma no se sonrojen al mirarlos. No estn entre si concordes en este punto. Unos se atribuyen un modo de origen que rechazan otros presumidos. Dicen unos que sus antepasados vivan escondidos en cierto lugar subterrneo y que de all salieron para poblar la tierra. Aunque estaba el sitio debajo de tierra, no era profundo, sino que tocaba la superficie. Nadie saba que aquella tierra sirviese de arca que contena Eyiguayeguis. Una casualidad descubri el tesoro oculto. Pas por aquel lugar un perro, cuyo delicado olfato percibi los hlitos que exhalaban los Eyiguayeguis, que vivan en aquella caverna como aherrojados. Parse y empez araar la tierra y abri boca capaz por la cual salieron ver la luz los soterrados valentones. No pasa ms adelante el discurso de los que reconocen por su libertador un perro. Y quin dio la vida y cuerpos aquellos vuestros ocultos mayores? Quin se la dio al perro? Aqu enmudecen, diciendo con mucha satisfaccin que esto es lo que oyeron sus padres. De este modo pasando en herencia de padres hijos la ignorancia, viven de asiento en las fatales tinieblas de sus desconciertos y perdicin. Alguna vislumbre hay en esto de la formacin del cuerpo de Adn. CCCLXXVI. Segunda opinin. Otros, queriendo dar ms elevacin su principio, lo atribuyen un pjaro. Acaso por esto les roban las plumas todo su cario. No haba en la tierra Eyiguayeguis ahora muchos aos. Pero se remedi este defecto por un medio peregrino. En una encumbrada montaa busc su habitacin un pjaro de corporatura extraordinaria. Hall en las concavidades de las peas agujeros espaciosos, en uno de los cuales form su nido: puso sus huevos y los calent. Veis aqu que en lugar de aves de la misma especie, por metempsicosis admirable, los que haban de salir pollos, salieron Eyiguayeguis. Estos fueron

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poblando la tierra, enseorendose de las gentes. El origen es desatinado ; bien que no puede negarse que los Guaycurs fueron y son buenos pjaros y todos de rapia: nuevos Castor y Plux, nacidos de otro huevo. CCCLXXVII. Tercera opinin. Ms bien discurren otros Guaycurs en cuanto al principio de su gente. Desatinan en lo que refieren, mas no se precian de ser gallos transformados y se ren del olfato penetrativo del perro. Sienten, pues, que sus antepasados salieron de un profundo pozo en el cual estuvieron ocultos por muchos aos. Si este pozo fuera el abismo de la nada, hubieran acertado. Mas la historieta, segn se conserva en los anales de sus pobres cabezas, es la siguiente : Caminando al norte en distancia de unas veinte leguas de la Reduccin de Beln, se entra en una tierra doblada y apacible. Llmanla por una hermosa laguna que tiene al principio, numigenagadi, el pescadero. Sobre una colina muy espaciosa junto la cual hay otra bella laguna llamada ulenigo, sitio del pjaro pescador, dicho uleme, se levanta un bosquecito de pocos rboles altos, frondosos, que la coronan. Dentro de este bosquecito se registra un pozo, que la vista se representa bien profundo. No tiene bajada, y para examinar su boca es necesario hacerlo desde algn lugar alto apartado, porque con la lluvia est derrumba la tierra. De este pozo, dicen los Guaycurs de provecho, que sali el primer hombre y la primera mujer que a su numerosa descendencia sirvieron de troncos. No pasan ms adelante, ni se meten en ms honduras, que la pozo, que es cuanto puede profundizar su ignorancia. CCCLXXVIII. Caso gracioso. Aunque voy a dar de sta un rasgo ms calificado. Explicndoles yo un da cmo Dios nos dio el ser y sac de la nada todo lo criado, visible invisible, estaba presente la cacica a la cual llambamos Margarita, aunque aun no era cristiana. Es mujer de buena edad, y de las ms capaces de su toldo. Interrumpime sta y me dijo : Mi Padre, este Dios que t dices, es el de los Espaoles, y no el de los Eyiguayeguis. Lo es de todos, y todos somos sus criaturas. No, mi Padre, replic ella : Porque mira, los Espaoles ha dado miel, azcar, pan, carne y zapatos : y no ha hecho estas liberalidades los Eyiguayeguis. Con igual beneficencia os ha mirado vosotros, dije yo. Porque este Seor os ha dado ciervos, venados, antas, pescados, palma, etc., y para cazar y pescar os provey de caballos y de anzuelos. El cra los juncos que os sirven de casas, y el algodn para vuestras mantas. Dime, Margarita, los Eyiguayeguis que se afanan, no logran todas las cosas referidas? No encuentran las colmenas dulces en los rboles del bosque, y en la tierra de las campaas? Pues aun esa vida y todos sus movimientos, la salud y habilidad son dones de Dios. Por esto los Espaoles logran las cosas que tu has visto porque trabajan para adquirirlas

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como Dios manda. Al fin despus de un buen coloquio, qued la vieja reconocida y desengaada. CCCLXXIX. Obscuridad de los entendimientos de los Guaycurs. Causa ciertamente admiracin ver los entendimientos Guaycurs tan pegados a la tierra en los principios contemptibles de su ser que se imaginan. Como hemos visto, los Eyiguayeguis son de buen talle, despiertos y galanes en el hablar. Comunicaron ahora cien aos, y aun menos con los Espaoles como amigos, y al presente los han tenido en continuo movimiento con sus armas. Estn dominados de una soberbia infundada sobre las sobresalientes prendas de valor e industria millitar que en s mismos consideran. Su entonamiento mira al resto de las naciones que han llegado su noticia, sin exceptuar la Espaola, como a esclavos. Sin embargo, en medio de tan brbara altivez, se ide la nacin principios tan abatidos y despreciables como desatinados. Para dar a entender su valor, su intrepidez y arrojo, se llaman Tigres : visten de piel de esta feroz bestia, y no obstante, no se fingen descendientes de tigres, sino pollos y como gusanos de la tierra, rescatados del duro encerramiento por un perro, sin saber cmo estn sobre ella. Son entendimientos realmente obscurecidos con densas nubes de sombras, formadas de los vapores y exhalaciones de su embriaguez, soberbia licenciosa y autoritaria de sus Nigienigis embusteros maestros y adivinos. CCCLXXX. No son idlatras, sino atestas simples. De todo lo dicho se ve con evidencia casi, que los Eyiguayeguis no tienen claro conocimiento de Dios, y que viven como unos atestas. De que se alegren cuando empieza verse por el horizonte algo ms alta la luna nueva, y al aparecer las plyades o cabrillas en su hemisferio, nada se concluye para cargarles el error de idolatra, como ya en su lugar se dijo. No son sus tripudios otra cosa que indicios de la interior alegra de que con las luces de la primera podrn divertirse sin recelo de tigres y de enemigos que les acometen atalayan obscuras, y del buen tiempo para buscar su caza y la algarroba con las segundas. Ya as no se ve en ellos ceremonia que indique idolatra. Toda su religin est comprendida en aquel dicho de los impos : Coronemus nos rosis manducemus et bibamus, cras enim moriemur. CCCLXXXI. Conocen rudamente la inmortalidad de las almas. En la piedad natural que tienen con sus muertos Y en las prcticas que observan en ataviar los cadveres, etc., dan entender que conocen que el alma es inmortal, y que va a venir en otro gnero de vida. Pero los pases de sta no son como otros que los que anduvo en vida con sus toldos. No entienden de premio de buenas obras en el cielo : ni de castigo de malas por toda una eternidad. Viven los muertos mejorados de estado, en bailes, diversiones y otros ejercicios que no les causan

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fatiga. Mas todo esto lo hacen alrededor de su Napiog esteras de su enterramiento. Inquietar las almas lo miran como escndalo impo. Por esta razn a los Eyiguayeguis llamados de los Espaoles Mbayas bravos, y entre ellos Enacaga, miran con indignacin y califican de impos. Uno de los modos de robar stos, es ir los enterramientos, descubrir las sepulturas, y quitar sus armas y alhajuelas los muertos. Esta accin les acarrea indecible odio. CCCLXXXII. Concepto que forman del diablo. Del demonio forman una confusa y general idea. Los hombres le llaman Ayamarigodi, y las mujeres Guayemagayego. Este ultimo nombre explica su idea, pues significa el de los pesares y desdichas. Dicen que de l les vienen los trabajos infortunios y aqu para. No forman concepto de su espiritualidad, ni de otras cosas tocante al Padre de la mentira. En una palabra, no entienden el verdadero significado de la voz con que le llaman y aun explican. Cuando entre s se enojan, suele ser el desquite tirarse uno a otro a la cara la dicha palabra. Como si le motejaran de malvados e inquietadores. El Latenigi el que suean el que ven sus mdicos, no es diablo, sino mentira y terror espantajo de mujeres y chicos. A unos se les aparece como tigre, a otros como gallo y de distintas apariencias. Ni en su ficcin tiene ms forma o figura que la que quiere el Nigienigi que sobre su palabra se crea. CCCLXXXIII. Fuego particular. No s ni he podido averiguar qu entienden por esta palabra Iguogolitaga. Ellos dicen que significa un fuego grande, que no se apaga. Aaden que en este fuego se queman los que fueron malos en esta vida. No saben el sitio en que arde este fuego, ni quines son los malos, pues todos los vicios entre ellos pasan por alegras. El mal que ms Eyiguayeguis arrastra al fuego eterno es el de su desenfrenada lascivia. Conocen algo su deformidad; pero le juzgan entretenimiento de personas divertidas A los infantes que nacen de tan sucios fuegos llaman Hijos de alegra. Es cierto que al fuego ordinario llaman Nuled y que lo contradistinguen del que dicen Iguaogo-litaga. Inquira yo algunas cosas sobre este concepto para poner en el catecismo el artculo del infierno. Pona la comn palabra de Fuego con los adjetivos de grande interminable. Aqu fue cuando me dijeron que esto significaba la palabra dicha. Sin embargo no me atrev ponerla por ver que era poco usada, y que en rigor de su idioma quiere decir: los fuegos brasas, porque tambin llaman al fuego con el nombre de los leos que queman y dicen : Iguogoli. El Taga dice bosque, como si dijera: los que son de los fuegos : sta es significacin muy confusa para darles entender la verdad clara del fuego eterno. No obstante parece que en dichos fuegos reconocen su modo un gnero de pena de las almas malas, lo menos por algn tiempo.

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CAPTULO XXVII LUCHA ENTRE GUAYCURS Y CASTELLANOS. LOS NOMBRES GUAYCUR Y


MBAY ENTRADA DE LAS MISIONES JESUITAS

CCCLXXXIV. Guaycurs no quieren recibir el vasallaje del Rey de Espaa. Hemos visto hasta aqu el presente estado en que se halla la belicosa nacin de los Eyiguayeguis. Los Espaoles conquistadores del Paraguay propio bien desde los principios conocieron sus genios feroces, y nimos marciales. Esta antigedad, los diversos nombres que les atribuyeron y sus insultos contra la capital de la provincia, hasta que entraron a sus tierras fervorosos Misioneros jesuitas, pretendemos relacionar sucintamente en el presente pargrafo. El ao 1542 arrib a la ciudad de la Asuncin don Alvaro Nez Vera Cabeza de Vaca. Entre sus primeros cuidados de Gobernador, Capitn general y Adelantado del Ro de la Plata, fue acallar las quejas que los indios Guarans y otras naciones sometidas a la dominacin espaola le presentaron contra los Guaycurs. Recibiles y oy sus razones con mucho agrado. Mas como caballero prudente y cristiano no resolvi en este punto cosa alguna hasta cerciorarse por mejores testigos. Para esto fi el negocio dos eclesisticos y otros dos religiosos que de Espaa trajo en su compaa. La averiguacin que stos hicieron fue conforme lo que le haban hecho saber sus amigos y aliados. Tomado este informe cierto, envi a los dos eclesisticos con escolta de cincuenta soldados para su resguardo hablar con los Guaycurs. Propusironles que el gobernador quera tenerlos por amigos en nombre del Rey de Espaa, si ellos venan bien en ser vasallos de un tan gran monarca. Y tambin que seran tratados con benignidad, si dejaban de inquietar los otros Indios que ya se haban amparado los Espaoles. Aadi que no condescender en tan justas demandas, estaba dispuesto obligarles con las armas sujetarse y no inquietar nadie. Tres veces les hicieron este requerimiento los enviados de don lvaro. No pidieron tiempo para responder los brbaros. Sobre la marcha satisficieron, dicindoles que ellos jams reconoceran al Rey de Espaa, por su soberano ; y que estaban muy ajenos de desistir de hacer la guerra sus enemigos. Con arrogancia brbara les intimaron que se retirasen cuanto antes, si no queran llevar la prueba de su constancia. Al decir esto tiraron algunas flechas hirieron algunos soldados. CCCLXXXV. Son castigados los Guaycurs. No le pareci al gobernador pasar sin algn escarmiento la insolencia de los Guaycurs. los doce de julio se embarc con dos bergantines y doscientas canoas, en que iban cuatrocientos Espaoles y diez mil indios Guarans. En dos das atravesaron el ro Paraguay y se alojaron en su occidental orilla. Los

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centinelas y espas que envi delante el gobernador, le dieron noticia de que los enemigos retiraban sus conocidas tierras a largas jornadas. Orden que se le picase la retaguardia, siguiendo con diligencia la marcha. Los indios Guarans formaban un batalln que ocupaban una legua de terreno. La caballera espaola segua proporcionada distancia ; y el Gobernador vena cerrando al frente de la infantera, con sta el escuadrn. Caminaron as, omitidos algunos casos que pusieron a pique de desunin las tropas y punto de muerte de dos golpes de bala al Gobernador, algunas horas de la noche, que con la luz de la luna les ayudaba. Llegaron los espas a descubrir el puesto en que los Guaycurs para descansar levantaban sus esteras, desimaginados de tener al enemigo tan cerca. Al amanecer se hallaron a vista de los Guaycurs ; y para que, revueltos con estos, no peligrasen los fieles Guarans, les reparti unas pequeas cruces, que como divisa, llevaban en las espaldas atadas. Hizo poner los frenos los caballos para que no relinchasen. Hizo batir los tambores. Los Guaycurs segn la costumbre de sus Nigienigis, cuando van actualmente estn en compaa, vivan algo confiados en el canto y calabazo de los adivinos. Estos se tienen por los hombres ms vigilantes del mundo y engaan todos haciendo los Guaycurs seores de las naciones, si an de las nubes, tiempos y animales. Al abrir el da descubrieron el ejercito ya casi sobre sus cabaas de esteras. No se turbaron : luego preguntaron a los inmediatos : Quines sois vosotros tan atrevidos que llegis a nosotros? Respondi el intrprete Guaran que saba su idioma : Que venan a castigar los desafueros que haban cometido contra los Indios amigos de los Espaoles. Acercaos, repitieron los Guaycurs : haremos con vosotros lo que con ellos. No esperaron ms los cristianos. Atacronles por todas partes y les dieron una descarga tan a tiempo, que consiguieron una perfecta victoria. Pegaron fuego a sus toldos, e hicieron cuatrocientos prisioneros de toda edad y sexo. Murieron algunos en la refriega. Los Guaycurs componan el nmero de cuatro mil combatientes, de los cuales los que escaparon se refugiaron en las vecinas selvas. De los Espaoles murieron dos y otros dos de los Guarans aliados, los cuales con gran presteza cortaron, segn su inhumana costumbre, las cabezas, para celebrar con ellas sus brbaras fiestas, lo que ms sorprendi los Guaycurs fue el ardimiento de los caballos, que hasta esta refriega ellos no bien conocieron. CCCLXXXVI. Hacen la paz los Guaycurs. Entre las resultas de esta sealada victoria fue la de mayor consideracin la paz que voluntariamente dieron algunas naciones infieles, y los mismos Guaycurs. Don lvaro con sus modales cristianos y grande afabilidad les envi un embajador de los prisioneros. ste bien instruido y regalado se parti hablar los de su nacin. Pudo tanto con ellos, que en gran nmero fiados del salvoconducto del Gobernador, se vinieron la orilla del ro Paraguay enfrente de la ciudad de la Asuncin. Pasronle en sus

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canoas, y reconocieron el vasallaje de Espaa, pero nada concluyeron en punto de abrazar la religin cristiana. Dur muy poco esta paz tan deseada, porque los gobernadores que sucedieron don lvaro, ms atentos a sus propios intereses, que a la quietud de su provincia, no supieron conservarla. Los Guaycurs, adquiridos caballos, prosiguieron en inquietarla, y casi la redujeron su ltima ruina, como despus veremos. CCCLXXXVII. Nombre Guaycur, su etimologa. Lo que se concluye de lo dicho es que el nombre Guaycur, que los Espaoles dieron los Eyiguayeguis, era impuesto por los Guarans sus aliados. Estos indios, conforme la elegancia de su bello idioma, tienen un raro modo de imponer nombres gente extranjera y a las parcialidades de la suya misma. No dicen como los espaoles: estos son de Madrid, o del Paraguay, o de Buenos Aires : sino: Estos beben, son los que beben el agua de Madrid, y as de otras ciudades, provincias y reinos. Verbo y gracia para preguntar si uno es de Espaa, dicen : Si es el que bebe el agua de Espaa. De este mismsimo modo tenan nombre apropiado a los Eyiguayeguis. Por el sitio en que stos de ordinario habitaban, los llamaron Gua-cur-Ygua, los que beben el agua del Guacur y qu sitio pudo ser ese? Conjeturo que algn ro que abundaba de aves negras dichas Guacur. El seor d'Anville, gegrafo ordinario del Rey, en el mapa del Paraguay impreso en el ao de 1733, seala dos ros con este nombre. Al primero le demarca en los 22 grados de latitud meridional. Nace en la serrana del Amambay, que est oriente del ro Paraguay; y corre desembocar en ste entre los ros Tepotiy y Tarei. De este ro Guacur, no se halla indicio en el mapa topogrfico de la provincia del Paraguay. Los Espaoles corrompieron el nombre, como lo han hecho con muchos otros ndicos, cortando la slaba Gua, y anteponiendo la y, pronuncian Guaycur. El mismo gegrafo pone en los 22 30 de la misma latitud un ro pequeo al cual llaman Guacuriy, ro de la fruta Guacur Ibacur, alterado este segundo nombre. Baja este segundo ro de la serrana de Igatim, y desagua por la orilla del sud en el Tepotiy. Este ltimo es el que los Guaycurs nombran en su lengua Naaba, en cuya orilla del sud estuvo la Reduccin de San Ignacio, que en su transmigracin mud el primer ttulo en el de Santiago, que hasta hoy conserva. He aqu otro sitio de que pudo provenir el nombre de Guaycur que los Guarans dieron los Eyiguayeguis que estaban establecidos en las orillas oriental y occidental del ro Paraguay ; y los Guarans del Itatin lo mismo. Con que pudieron muy bien conocer toda la nacin con el nombre tomado de dichos ros. Hasta el tiempo presente, desde aquellos aos primeros de la conquista, plantaron muchos Eyiguayeguis sus esteras las orillas cerca de los nombrados ros, y traan continuas guerras con los Guarans. Cuando derrotados los Guaycurs rindieron sus armas don lvaro, le dijeron que ya los tena sus pies obedientes sus rdenes; pero que estuviese entendido que

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los Guarans jams haban osado ellos solos atacarles: ms que por su respeto en adelante viviran de paz con ellos. De donde se infiere que los Eyiguayeguis, antes que los Espaoles los derrotasen traan frecuentes guerras con los Guarans, y que estas dos naciones, ambas de pie, se conocan y buscaban para cautivarse ; por lo cual tendran nombres que las distinguiese de otras inmediatas. La Guaran llamaba Guacuruygua Guacuriygua los Eyiguayeguis : y stos a los Guarans hasta el da de hoy nombran Uneliodi Cuneliodi, que significa : los de un padre, y tambin los que nicamente son muchos, como de verdad lo fueron los Guarans, extendidos por gran parte de la Amrica meridional. Todos eran semejantes en lenguas, ritos, color y estatura, como si fueran hijos de un hombre slo y uterinos hermanos. CCCLXXXVIII. Nombres de Mbays. Don Domingo Martnez de Irala, que sucedi en el cargo Cabeza de Vaca, sosegadas las inquietudes de la provincia, determin poner en ejecucin un arduo viaje por el ro Paraguay arriba, que mucho tiempo antes tena proyectado. Parecile no perder la ocasin de las paces que su antecesor haba efectuado en los Eyiguayeguis. El ao pues de 1546 comunic sus rdenes para el desempeo Nuflo u Onofre de Chaves, generoso extremeo. Mandle que con el proveedor de vveres Lescano y cuarenta Espaoles se pusiese luego en camino, y que le esperase en las cabaas tolderas de los Indios Mays. Vivan estos infieles en la orilla occidental del ro Paraguay, como unas cien leguas al Norte de la ciudad de la Asuncin. Ya dijimos en otra parte que estos Indios no son distintos de los Eyiguayeguis. En esta distancia de la ciudad desde sus principios hasta el da de hoy estn la mayor parte del ao. En este mismo se cran las palmas llamadas Eyigu, de las cuales toda la nacin se denomina, y aun toda la orilla occidental del Paraguay. La palabra Mays es la misma que esta Mbays, substrada una letra; y como es guaran, y de pronunciacin narigal, lo mismo significa ponindola que sin ella. Ya en otra parte se not que los Guarans llaman Mbay una estera, sea de juncos de otra materia. Por las cabaas pues, les pusieron el nombre. En la misma tierra vivan y habitaban desde entonces los Chans que sujetaron los Guaycurs, emparentando con ellos, y son los que llaman Niyololas, sus feudatarios. Poco distantes a una y otra orilla del ro estaban los Guarans conocidos por el nombre de Itatines, con los cuales traan guerras y nunca rindieron. En el idioma guaran se hallan algunas palabras que tomaron de la lengua Guaran desde aquellos tiempos. Tales son stas : Mit, Mini, que nombran a los chicos y pequeuelos las dos naciones. Tambin las siguientes : Ecolugu, que significa una calabaza olorosa, que el Guaran llama : Curugu. Esta Guapoma es corrompida la voz guaran Iba Pomog, una fruta ; y otras menos alteradas y acomodadas a su pronunciacin y dialecto. Despus que vivimos entre los Guaycurs han

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hecho propias otras voces guaranes, verbigracia esta, Yuqui, que significa sal, y su compuesto Amboyuqu, salar, sazonar. Los Mbays las usan de este modo: Nuquin la primera : y la segunda con sus partculas compositivas formada en este verbo : Yuquigeni o Yuqui-Dagadi, que significan lo mismo en las dos lenguas. CCCLXXXIX. Van Misioneros Jesuitas a las tierras de los Guaycurs. La paz de los Guaycurs dur poco tiempo. La nacin no esper sino restablecerse para sacudir la alianza con los Espaoles, que a su indmita cerviz le era muy pesada. Los mismos disturbios de la provincia abrieron las puertas a sus armas y hostilidades. As la tuvieron en continuo sobresalto y vigilancia hasta el ao de 1609. Por este tiempo lleg la ciudad de la Asuncin el Padre Diego de Torres, primer Provincial de los Jesuitas en el Paraguay. Reducida al suave yugo de la ley de Jesucristo la altiva nacin de los Guaycurs, crea que en gran parte se remediaban las miserias que los vecinos padecan. Los Espaoles estaban amedrentados de las arremetidas de una gente no menos valerosa que fiera. Trat el Padre Provincial con el Gobernador Hernadaras de Saavedra de que pasasen algunos Jesuitas a la tierra de los Guaycurs a darles noticia de nuestra santa fe, y de este modo sujetar su altanera. Inclinbase esto mismo el generoso y cristiano Gobernador; mas los vecinos oponan su parecer invencibles dificultades. Los riesgos de los Misioneros; la innata crueldad de aquellos brbaros, su instabilidad continua no menos en dictmenes que en lugares, siempre vagantes como los gitanos. Confirmbanlo todo con inauditas inhumanidades que haban ejecutado en los Espaoles. Proponan la falta de todo lo necesario en que precisamente se haban de hallar los Padres ; y todos calificaban la entrada de arrojo temerario. Nada acobard el nimo celoso del apostlico Provincial. Represent sus deseos al Ilustrsimo Don Fray Reginaldo de Lizrraga obispo la sazn del Paraguay. Hizo la misma representacin al Cabildo secular de la Asuncin. As el Obispo como el Gobernador estimaron tanto la resolucin del Padre Provincial y de sus sbditos, que escribieron al Rey Felipe III y su Real Consejo de Indias, llevndole parte de los santos designios de la Compaa de Jess. Decan que en esto hacan los Jesuitas un grande servicio la Majestad Catlica para descargo de su conciencia. Deseaba el Rey Catlico lo mismo que le suplicaban y as el mismo ao lleg manos del Padre Provincial una Real Cdula. Manda en ella a sus Oficiales Reales que provean los Misioneros Jesuitas de todo lo necesario para tan ardua empresa. Fueron sealados los Padres Vicente Grifi, italiano, y Roque Gonzlez de Santa Cruz, que despus padeci un nclito martirio. Estos dos insignes Misioneros escogidos entre los pocos sujetos que entonces contaba la nueva Provincia, que no pasaban de treinta y ocho, desempearon su arduo apostolado.

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CCCXC. Recibimiento que los Guaycurs les hicieron. Llenos de gozo los dos Misioneros, se embarcaron para pasar la orilla opuesta del ro Paraguay, llevando solamente en su compaa dos muchachos espaoles ayudantes de Misa, y un Indio Guaran, que sabia la lengua de los Guaycurs, para que les sirviese de intrpretes. Puestos en tierra, como esta es baja y mala; se vean obligados caminar, no solamente pie, sino descalzos por los malos pasos y anegados. Apenas entraron en el pas de los Guaycurs cuando tuvieron stos la noticia por sus espas: pusironse en armas, y trataron de quitarles la vida. Esparcise por los toldos que los Espaoles los queran traer la religin cristiana, y bajo este ttulo a la servidumbre y vasallaje. Doblaron los brbaros los centinelas; y otros se avanzaron cerca de la ciudad descubrir los movimientos de los Espaoles. No obstante el peligro, prosiguieron adelante los Misioneros, y llegaron hasta el paraje en que los Guaycurs estaban arranchados. Mostraron los infieles gran desagrado, y no les hicieron el menor agasajo. No acobard los ministros de Dios tan rstico recibimiento. Antes bien por medio de intrprete hicieron saber al cacique que el fin de su venida era establecer una paz permanente entre su nacin y los Espaoles, y tambin darles conocer al Dios verdadero, y hacerles cristianos. El intrprete aadi de suyo que los Padres por todas partes eran los declarados protectores de la libertad de los Indios. Nada de esto al parecer hizo impresin en el cacique. Al ver esta como insensibilidad le dijeron los Misioneros que estaban resueltos quedarse en sus esteras para que viese la sinceridad con que le hablaban, y que se ponan en sus manos, con cuyo auxilio empezaran aprender su lengua. CCCXCI. Corren grave riesgo. Esta franqueza de los Misioneros, si no gan al cacique, lo (menos quit a) 4 sus vasallos las armas de las manos. Empezaron los padres con grande empeo el estudio del idioma difcil de los Guaycurs. Estos observaban atentos que lo que les deca el intrprete lo ponan por escrito, como era necesario para no olvidarse. Sospechaban los brbaros que tomaban las seas del terreno y que levantaban algn plano de su pas para dar noticia de todo los Espaoles. Ya estaba tomada la resolucin de deshacerse de aquellos hombres que pretendan engaarlos. Tuvo aviso de todo el padre Gonzlez, hizo pblicamente conocer al cacique que aquella escritura no contena otra cosa que los elementos de la doctrina cristiana traducidos en la lengua que l y sus vasallos con otros de su nacin hablaban. Esta clara demostracin de la verdad aplac los nimos, y el cacique que se llama don Martn, aun antes de ser cristiano, pareci ya trocado en otro hombre. Lograron los padres tan buena coyuntura, y le propusieron que fuese a la ciudad de la

Lo encerrado entre parntesis falta en el original (Nota de la Fuente)

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Asuncin, sin recelo de recibir dao de los Espaoles, y que entretanto ellos quedaran contentos entre los suyos : ya se prevena el cacique para el viaje, cuando una voz que los Espaoles haban muerto un su pariente, le hizo suspender la resolucin. Esto meti en nuevo peligro los Misioneros. Descubrise presto la falsedad del rumor de ser ya muertos los Misioneros violentamente, que los Espaoles haban esparcido. Fuesen los que gustasen los motivos de tales voces, es cierto que no pueden causar sino malos efectos, Don Francisco Gonzlez de Santa Cruz hermano del padre Gonzlez, teniente de gobernador castig los autores de aquellas voces vagas. Supieron los padres lo que en la ciudad pasaba y enviaron sin demora algunos Guaycurs autorizados para que viesen que los Espaoles no trataban de cautivarlos. Entraron en la ciudad, y vieron puestos en duras prisiones a los Espaoles que sembraron la mentira. Volvieron los suyos desengaados, y con los Padres pasaron la ciudad de la Asuncin. Un mes gastaron en las dichas diligencias los Misioneros, y volvieron dar cuenta de todo su Provincial, segn ste les haba ordenado. CCCXCII. Vulvense todos. Pide misioneros otro cacique. El teniente de gobernador y el padre provincial les agasajaron tiernamente y les dieron muchas cosas de las que ellos ms estiman. Sobre todos el cacique don Martn qued muy prendado de los Misioneros, cuyas palabras vio salir tan verdaderas. Llevselos otra vez en su compaa a sus esteras, y as salieron sus vasallos, gozaban de una tranquilidad grande, sin la perturbacin en que antes vivan. Durles todo el tiempo que tuvieron Misioneros Jesuitas en su tierra. Corri por los toldos el buen tratamiento que don Martn y los suyos hicieron los ciudadanos. Movise con esto otro cacique grande de los Guaycurs a venir personalmente a visitar al padre Provincial. Pidile encarecidamente otros Jesuitas que doctrinasen a sus vasallos. No pudo condescender por la gran falta de sujetos. Consolse con que en viniendo Misioneros de Espaa, se los dara. Animle que entre tanto comunicase con los que estaban en los toldos de don Martn, y que conservase la paz con los Espaoles de quienes se aseguraba que no recibiran la menor molestia. CCCXCIII. Trabajos de los Misioneros. Cesaron los Guaycurs en sus hostilidades, y respiraron los Espaoles con los trabajos de los Misioneros. Eran grandes los que la obstinacin de los infieles les ofreca por instantes. Sus brutales costumbres no les dejaban or las santas palabras que les decan. De nada trataban menos que de recibir el cristianismo. El hambre, la sed, la soledad y falta de todo lo necesario de los Misioneros fueron imponderables. No se comedan los brbaros a nada : vironse obligados servirse s mismos ; y aun eso casi no les aprovechaba. Los infieles hurtaban lo que tenan para su alimento. Labraron los

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Padres un pedazo de tierra, en que pusieron algn trigo y maz : ms los Guaycurs les quitaban el trabajo de hacer la cosecha, robando y comindose el fruto antes de sazonado. Ms de una vez pusieron brbaramente en los ministros de Dios sus sacrlegas manos. Ni que sus hijos acudiesen a or la doctrina cristiana permitan. Sin embargo, sac Dios de aquella masa de perdidos a los que tena predestinados su misericordia. Muchos nios murieron bautizados y algunos adultos, que en sus enfermedades se dejaban instruir de buena gana, y moran enderezados por el camino de su salvacin.

CAPTULO XXVIII PESTES. EXPULSIN Y VUELTA DE LOS MISIONEROS. REDUCCIN DE LOS REYES MAGOS. PESTE DE 1616. INDIOS Y MISIONEROS EMIGRAN

CCCXCIV. Peste entre los indios. Proseguan los Misioneros la labor, esperando del cielo para aquella tierra estril la lluvia de la divina gracia. Diles Dios un recuerdo paternal aquellos ingratos infieles : encendise una cruel epidemia, que hizo en la nacin grande estrago. Asistanles los Misioneros con heroica caridad : saliendo tambin personalmente buscar y traer sus esteras la lea. Dbanles de comer por sus manos, y alcanzbanles los remedios que se hallan en un despoblado. Abrigaban con sus mismas frazadas los enfermos, apartndose muy poco de su lado. CCCXCV. Determinan mudarse a mejor sitio. Demostraciones tan poco usadas ni vistas de los Guaycurs entre sus paisanos y parientes, les imprimieron una alta idea de la religin cristiana, y de los que se la predicaban ms con sus ejemplos que con sus palabras. Especialmente confirmaron en su amor los Misioneros al cacique don Martn y su mujer doa Francisca. Por respeto de los padres y de sus cabezas, resolvieron los indios dejar el Guazutingu, en que estaban poblados, y pasarse vivir en las cercanas de la Asuncin. Caminaron delante los Misioneros a buscar lugar, y no hallaron otro ms cmodo que uno llamado Yasoc. Creo que debe escribirse Caichoca, lugar de gatos monteses. Era lugar de pocas conveniencias para los Misioneros ; pero muy a propsito para los Guaycurs, por estar rodeado de buenos ros abundantes de pescado, de palmares y bosques llenos dulces colmenas ; y muy cercano los Espaoles en la misma orilla occidental del ro Paraguay.

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Edificaron una pequea a que ayudaron el cacique don Martn y otros por su mandado. Aqu compusieron dicho cacique con su mujer doa Francisca, la cual haba repudiado. Era esta india muy afecta a los Padres y la ley de Cristo, y por su medio se esperaban felices progresos. Reconciliados los dos consortes ayudaron grandemente los Misioneros. Premi el cielo su celo con que los dos poco despus recibiesen el bautismo y muriesen cristianos. CCCXCVI. Mueren muchos de peste. Caso raro. Porque en el nuevo sitio se encendi el ao siguiente de 1611 la peste que corra ejecutiva en la provincia del Paraguay. En ella murieron muchos de los Guaycurs, habiendo antes sido instruidos y recibido el santo bautismo. Uno que no quiso recibirlo les caus grande espanto, porque en la noche que muri el infeliz, se dej ver el diablo en figura de indio espantoso, caballero en un horrible bruto, y que corra velozmente alrededor de los toldos : amenazaba los Indios si abrazaban la fe de Jesucristo. Quedaron despavoridos los Indios y tan sin alientos que no se atrevan hablar. Aun los brutos parece que participaron del susto, pues una vista tan asombrosa, no se atrevieron los perros a dar ni un aullido. De este suceso se aprovecharon los Misioneros para persuadir a los Indios el engao en que el padre de la mentira los haba tenido. Por qu, decan, el mortal enemigo de los hombres siente tanto ms vuestra conversin, por que quisiera haceros eternamente infelices. Tocados de Dios rogaron mucho los padres que los instruyesen. Muri entre otros una hijita del cacique, recin bautizada y la enterraron con la mayor pompa que les fue posible en la iglesia. Estimaron mucho los Indios esta honra hecha a su cacique, y en adelante traan sus hijos a que los padres los bautizaran. Don Martn juntaba cada da dos veces a los hombres, y doa Francisca a las mujeres ; y los exhortaba a obedecer las palabras de los Misioneros. CCCXCVII. Entran otros dos Jesuitas. los dos aos de haber trabajado con los Guaycurs los dos Misioneros Vicente y Roque, salieron llamados la obediencia para emplearlos en otra labor que rindi ms seguros y colmados frutos de bendicin. El desamparo de aquellos infieles era extremo. Movi ste al Padre Provincial que el ao de 1612 le consigui otros dos insignes Misioneros. Fueron stos, uno el Padre Pedro Romero, y el otro el padre Antonio Moranta, los dos bien distinguidos por su sabidura y celo de la salvacin de las almas. Llegaron las esteras de los Guaycurs, y su primer cuidado fue imponerles bien el artculo de la inmortalidad de las almas, e instruir los nios, en quienes fundaban la esperanza de los adelantamientos en la fe con la divina gracia. De ordinario la frustraban sus padres, retirndose sus pescas y cazas, llevndose sus hijos. No desistan los soldados Guaycurs de inquietar los Espaoles de la Asuncin. Aade la Historia del Chaco que lo

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mismo hacan con la ciudad de la Concepcin del ro Bermejo, y con otros Indios enemigos suyos de los que del Paraguay pueblan el Chaco. Ya se dijo algo en otra parte sobre este asunto. Lo cierto es que los Misioneros lograron algn fruto de sus fatigas, bautizando bastantes adultos in articulo mortis, y multitud de infantes. Aqu aade la Historia referida que el Padre Romero empez informarse en la religin, ritos y ceremonias de los Guaycurs. Hall que slo reverenciaban la luna y al carro celeste, sin conocer otra alguna deidad. Supo que al tiempo de la luna nueva se juntaban todos a adorarla con ademanes y clamores supersticiosos. Hasta el tiempo presente tienen esta prctica los Guaycurs, como ya se dijo, pero no reconocen en la luna nueva, otra cosa sino una luz que ahuyenta las sombras de la noche, y con as los recelos de que sus enemigos obscuras los sorprendan, y mayor comodidad para sus juegos. CCCXCVIII. Salen los Misioneros. Al fin no corresponda la ingrata tierra de los Egiguayeguis al trabajo de los apostlicos obreros. Lo ms de la nacin persista con pertinacia en sus vicios. Ya iba pasando un ao, y a los que de lejos miran las cosas, y ms la conversin de los infieles les parecan principios que prometan poco consuelo. Corri voz al mismo tiempo de que queran quitar la vida los Misioneros. No fue necesario ms para que algunos, revestidos de celosos resolvieran que convena llamar los Misioneros. Oponase, no obstante, la prudencia del siglo el insigne mrtir de Cristo, Padre Romero, a quien no haca desmayar la avidez de los Guaycurs, ni aterraban los riesgos. Muchos infieles con su asistencia lograban las saludables aguas del bautismo : dejarlos era lo mismo que ceder el terreno y aquellas almas al infernal enemigo. Al fin prevaleci el parecer del Gobernador del Paraguay y Ro de la Plata, Diego Martn Negrn. ste juzg ms acertado que por entonces saliesen los Misioneros; crey la voz esparcida, aunque sin fundamento, y temi que con la muerte de los dos Padres los Guaycurs hostilizaran la ciudad sin rebozos y que toda la provincia corra riesgo. CCCXCIX. Vuelven a los toldos los Misioneros. Tena su corazn entre sus amados Guaycurs el Padre Romero, y as primero con Dios en la oracin, y despus con los hombres, consigui volver sus toldos el ao de 1613. Lleg la ciudad de la Asuncin el Padre Provincial Diego de Torres, que condescendi con sus ardientes deseos. Luego que los Guaycurs supieron el arribo del Padre Provincial, vinieron hablarle los caciques don Martn y un su cuado, llamado don Juan, seor de los Guaicuruts, que todos eran Codalodis. No pasaron el ro Paraguay por temor de los Espaoles : hzolo el Provincial, hacindose llevar la otra orilla, que es la occidental del Paraguay. Mostraron indecible alegra los pobres

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vindose con sus amados Padres. Dironles filiales quejas por el desamparo en que les haban dejado. Instaron de nuevo por sus Misioneros. Satisfzoles el caritativo Provincial, Y emple en bujeras que ellos aprecian mil y trescientos pesos sacndolos de la pobreza en que se vea la provincia. No hay que esperar que los seglares que son los que ms interesan en la quietud de las naciones, hagan semejantes expensas. Custales mucho el desarraigar de sus corazones el dinero. Y por no ser misericordiosos, pierden por avarientos sus tierras, posesiones y muchos la vida manos de los mismos infieles. CD. Trabajan apostlicamente los dos Jesuitas. Puestos los Padres Misioneros en Yasoc, trabajaron con los Guaycurs como experimentados apstoles. Cobraron tan grande dominio sobre sus corazones, que los trataban y aun reprendan como unos nios. Ambanles tanto, que les llevaban por sus tierras muy seguros. Asombrbanse los Espaoles de esta confianza de los Guaycurs, jams vista ni aun ideada. Los peligros de la vida que en sus viajes corra el Padre Romero, no provenan de la ferocidad de sus catecmenos, sino de las fieras, de que abundan los bosques y campias. Alimentbase con los mismos manjares. Cobraron indecible cario al santo Misionero. En significacin de lo que le estimaban, le pusieron el nombre de un famoso cacique, llamndole Yarusigu. Pregonaron las viejas por los toldos este nuevo nombre, para que por l fuese conocido y respetado padre y maestro. Oyeron todos con mucho aplauso el pregn, y se daban su modo con muestras de alegra los parabienes. Ennoblecido con el honorfico ttulo de esclarecido cacique, el Padre Romero, se vala de su autoridad para bien de aquellos miserables. Revestido de la autoridad que le daba el nombre pas a la tierra de los Guaycuruts, hermanos de los Codalodis, y consigui lo que apenas poda esperarse. El cacique de esta gente estaba furiosamente enojado con su mujer, y a punto de quitarle la vida con muchos de sus vasallos. Ya sin compasin haba empezado dispararle flechas. Luego que el Padre Romero se puso en su presencia, y le habl pocas palabras, se soseg el brbaro, depuso toda su ferocidad e hizo cuanto le mand el Padre. Consiguieron los Misioneros otras ms gloriosas victorias, desarmando los lazos que armaba el demonio ya contra su puridad anglica , ya bautizando a muchos viejos, que los suyos tenan en un sumo desamparo. Parece que para morir no aguardaban otra diligencia que la del santo bautismo. Participaron de este beneficio no pocos de los Napuras y Mbays, cuya fiereza domesticaron los Misioneros, y los redujeron a morir en el gremio de la santa iglesia. Ya se dijo en otro lugar quines fueron los Napuras y Mbays, aqullos Niyololas y stos Eyiguayeguis. CDI. Fndase la reduccin de los santos Reyes Magos. La ms fuerte tentacin de los infieles en esta parte de la Amrica para rehusar el bautismo, aun en la hora de la muerte,

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es que por lo comn mueren los que le reciben. Para que no tropezasen en esto los Guaycurs, dispuso Dios que en muchos fuese medicina de salud este sacramento. Experimentse este admirable efecto en una mujer adulta que ya estaba muy al cabo de la vida : y algunos prvulos moribundos que sanaron sin otra medicina. Viendo los Misioneros desengaados de su antiguo error y bastantemente dciles a los Guaycurs, Cadalodis, formalizaron su nueva iglesia. Dedicse la de Yasoc los tres santos Reyes Magos, exponiendo en el altar la pblica veneracin un lienzo primoroso de este misterio. Observaron los Misioneros desde este da mayor deseo en los infieles de ser cristianos. Sin duda que fue gracia debida a la intercesin de Mara Santsima y de los Santos Reyes, patronos de la nueva Reduccin. Por la proteccin tambin de la Reina de los ngeles, san el Padre Romero el ao 1615 de una peligrosa llaga que le tena inhbil para su apostlico empleo. Ocurrile tambin por este una duda que le congojaba : y era sobre si explicaba con palabras propias del idioma Guaycur los misterios de la Doctrina Cristiana. Sacle Dios de su perplejidad, significndole su compaero el Padre Moranta que estaba fielmente traducida la doctrina cristiana en aquella difcil lengua. Ojal no se hubieran perdido tan preciosos papeles, de los cuales no se ha podido encontrar ni una letra. Convirtieron entre otros una famosa hechicera de la nacin de los Frentones, que son los Tobas, cautiva de los Guaycurs. Dice la Historia del Chaco que les haba causado notables daos por arte mgica. Mucho aguant la ferocidad Guaycur a una vieja cautiva y perjudicial, cuando por una mala cura, sin efecto, quita la vida a sus temidos mdicos embusteros. Lo gracioso estaba en que, yndola bautizar el Padre Romero, le cercaron los Guaycurs, pidindole que no lo hiciera. Porque si muere bautizada la enterrars en la iglesia, y en este caso todos somos perdidos. Cree, Padre, que esta mujer. despus de muerta, se convertir en tigre, y si est cerca, acabar con todos nosotros. Para evitar este estrago no la bautices, y la arrojaremos un lugar retirado. Rise el Padre de sus dichos : bautizla, y la dichosa vieja acabado de recibir el Bautismo, expir con gran sosiego. Nota la Historia del Chaco que es error muy asentado entre los Guaycurs que las almas de los malos pasan despus de la muerte a los cuerpos de las fieras, y que son ms terribles desatados de los cuerpos que cuando en ellos vivan. No tienen tal error, ni creen la transmigracin dicha. Ya dijimos lo que sienten en este punto. La verdad es que los Latenigis de sus mdicos stos les atribuyen diversas figuras, y una es la de tigres. CDII. Peste entre los Guaycurs. El ao de 1616 lograron los Misioneros una mies copiosa para las trojes del cielo. Encendise entre los Guaycurs una ejecutiva epidemia.

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Bautizaron sobre doscientos adultos, y muchos ms infantes en peligro de muerte. En esta ocasin bautiz contra la voluntad de su padre que era cacique una nia que muri luego. Djole el Misionero que su hija ya estaba en el cielo; y as que no matase por ella alguno de los suyos. Muchsimos matar replic enfurecido el brbaro. Empezaba ya ejecutarlo, cuando levantaron el grito los infieles, llorando la difunta. Esto irrit ms al cacique contra el Padre, que no tuvo otro modo de aplacarle que llorar su modo con los que lloraban : arrojbase sobre el cadver, y se lamentaba como si hubiera perdido la prenda ms amada. Conmovieron estas demostraciones de modo al cacique, que permiti que la enterrase en la iglesia y no mat a ninguno. No as sus vasallos, que secretamente quitaron la vida una vieja infiel y queran enterrarla al lado del cadver de la nia. Opsose el Padre Romero con repetido riesgo de su vida a este designio ; y consigui que no se profanase la iglesia con el cadver inmundo. CDIII. Desamparan los Guaycurs la Reduccin y los sigue el Misionero. Encendise ms voraz el contagio despus de unas breves treguas. Atemorizados los Indios, desampararon el lugar de Yasoc, y se retiraron los ms distantes escondrijos de su pas. Ya se dijo que as juzgan que no atinar con ellos ni la epidemia ni la muerte. Engaronse y murieron muchos en los caminos y otros en las lagunas, a las cuales se arrojaban para templar los ardores de las calenturas. Siguiles el Padre Romero, y bautiz los ms; y algunos sac del peligro corporal hacindole conducir en hombros curarse al pueblo. El mismo Misionero carg sobre los suyos una pobre vieja hediondsima con las asquerosidades de la peste. As entr en la Reduccin este buen pastor con la caga de su oveja prdida, que realmente lo fu en todo, pues no quiso recibir el santo Bautismo y muri en su perfidia. Remitida la peste, sali el Padre Romero recoger los Indios dispersos ; y el Padre Moranta trabajaba con el mismo fervor en el pueblo. Los Guaycur nada oan ya con gusto, y sin rebozo hacan sus ceremonias gentlicas. Padecan lo que no es ponderable los Misioneros entre una gente tan empedernida. CDIV. Salen los Misioneros de Yasoc. Considerando esto los superiores, y que haba otras muchas naciones de infieles ms dciles a las luces de la divina gracia, resolvieron que se retiraran los dos Misioneros, aunque con mucho sentimiento de stos. Escribiles el Padre Provincial Durn (Pedro de Oate) cuya orden rendidos ejecutaron. El Padre Romero permaneci entre los Guaycurs hasta el ao 1619, cuyos fines pas las Reducciones del Paran de Indios Guarans. Fue en su lugar acompaar al Padre Moranta el Padre Pedro Jos Orighi, hermano y del eminentsimo cardenal Agustn Orighi, y amigo muy ntimo del Sumo Pontffice Urbano VIII. Este sumo pastor de la iglesia no se dedignaba de consolarle con sus

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cartas en estos desiertos de la Amrica, y de preguntar menudamente por la cosa los procuradores de la provincia del Paraguay que iban A Roma. CDV. Bautizase el cacique don Martin. Trabajaron los dos Misioneros con mucho fervor entre los infieles. Consiguieron que recibiese el santo Bautismo el cacique don Martn, que tanto haba fomentado la misin y conversin de los Codalodis sus vasallos. Muri poco despus, previnindole Dios con tan dichosa suerte. Qued con el gobierno de su parcialidad un hijo suyo llamado don Diego Francisco que era ya cristiano. Aventajse su padre en el afecto a la religin cristiana, y los ministros evanglicos, que se prometan reducir a toda la nacin de los Guaycurs, y otras que poblaban aquellas tierras. Frustr tan bellas esperanzas la innata volubilidad de los Eyiguayeguis. CDVI. Fruto que hicieron los Misioneros. El tiempo que se emplearon con los Guaycurs los Jesuitas Misioneros, fue el de los cuatro aos del provincialato del Padre Torres, los siete del gobierno del Padre Oate, y los cuatro del Padre Durn. Consta que los infantes bautizados y difuntos desde que se fund la Misin de los Guaycurs fueron algunos millares : y mil los adultos que murieron cristianos. Todo esto deca el Padre Torres y los Misioneros que deba reputarse por fruto considerable hasta tanto que llegase el tiempo de la total conversin, determinado por la divina Providencia. No obstante, prevaleci el contrario dictamen, sacando del pas de los Guaycurs los Misioneros Padre Moranta y Padre Orighi el ao de 1626. Aade la Historia del Chaco que hoy viven sin conocimiento de Dios ni observancia de ley alguna, sino finos atestas. Es cierto ; y ni en la luna ni en las cabrillas adoran deidad benfica, como en otra parte dice la misma Historia. Atestas son por embrutecimiento en sus vicios.

CAPTULO XXIX MALONES DE LOS GUAYCURS CONTRA LOS ESPAOLES. ESTRATAGEMAS DE STOS

CDVII. Intentan los Guaycurs destruir la Asuncin. Desamparados los Guaycurs, empezaron stos como de represa contra los Espaoles de la Asuncin sus hostilidades. Lleg a tanto su osada, que el ao de 1646 intentaron reducirla a cenizas, de un golpe abolir el nombre espaol en toda la provincia, que se abrasaba por este tiempo en disensiones intestinas, causadas por las turbulencias de su Obispo don Bernardino de Crdenas. Quisieron aprovechar las infieles estas coyunturas. Juntaron un numeroso ejrcito compuesto de tropas

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de su nacin y de otras de sus confederados. Los preparativos se hicieron con tanto secreto, como los brbaros acostumbran. En la jurisdiccin de la ciudad quitaron muchos Espaoles la vida; ms este frangente se miraba ms como efecto de las irrupciones furtivas de los enemigos, que como designio de evacuar la campaa para echarse con todas sus fuerzas contra la ciudad misma alborotada. CDVIII. Libran los Guarans la ciudad. Era a la sazn Gobernador del Paraguay don Gregorio de Hinostrosa, a quien daba bien en que entender el buen Obispo Crdenas. Sin embargo tuvo el gobernador aviso cierto del intento de los Guaycurs, y que el negocio de la ruina de la ciudad era ms serio de lo que los Espaoles imaginaban. El cacique de una de las Reducciones del Paran, que estaban al cuidado de los Jesuitas, y quera quitarles el Obispo, dio al Gobernador la primera noticia del intento y nmero del ejrcito de los enemigos. Dio al punto orden de levantar un cuerpo de milicia respetable de los nefitos de las mismas Reducciones. No perdieron tiempo los Misioneros, y su puntual obediencia desconcert las medidas que haban tomado los brbaros para echarse por varias partes sobre la afligida provincia. Los nefitos Guarans sorprendieron los enemigos, y cargaron sobre ellos con tanto denuedo, que les desordenaron y mataron muchos. Cay con esta accin tal terror sobre los confederados, que todos huyeron, dejando los leales Guarans la gloria y el campo. El Gobernador, en el informe que de esta victoria hizo al Real consejo de Indias confiesa ingenuamente que si se hubiera dejado llevar de las ideas del Obispo Crdenas sobre las Reducciones del Paran, quitndoles los Misioneros Jesuitas, no hubiera podido hallar socorro tan oportuno. Si los Guarans no socorrieran tan prontamente los Espaoles, haciendo al rey este notable servicio, la provincia corra riesgo de perderse. CDIX. Varias irrupciones de los Guaycurs. No cayeron de nimo los Guaycurs por la referida derrota de su ejrcito. Entraado en sus brutos corazones ms hondamente el odio al nombre espaol, procuraban inquietar los vecinos de la ciudad de todos modos. Bastar para conocer la pertinacia de este enemigo la breve noticia de lo que se refiere en los cargos hechos el ao de 1675 al gobernador del Paraguay don Felipe Rege Corvaln por el juez Pesquisidor, el general don Juan Arias de Saavedra. Lo contenido es lo siguiente. Que los Guaycurs y Mbays confederados hicieron varias invasiones la provincia : lo cual dicen los autos por estas palabras : reconociendo (el gobernador) que los infieles Guaycrs y Mbays haban llegado las costas (del ro) y fronteras de esta ciudad en repeticin de las que ms de tres aos han ejecutado en ellas, con muertes y cautiverios de muchas personas Espaolas Indios, incendios de casas, robos de estancias y chacras. Y reducidos a paz y obediencia los

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enemigos Guaycurs, Mbays y otros brbaros fronterizos de su squito ; y parte de ellos estaban poblados con sus barracas, mujeres, hijos y familias en las riberas fronteras de este ro tiro de mosquete del cuerpo de guardia, sin hacer dao alguno en los vasallos de esta provincia, sus ganados y granjas, y llegaban a los pagos de Tacumb, Buricao, etc. CDX. Acusacin sin fundamento contra el gobernador. Se dice que dichos enemigos levantaron cruz en sus barracas, e hicieron una casilla, recibiendo por predicador a Fray Dionisio Marecos del orden de Santo Domingo, y varas de alcaldes. Este cargo no tiene fundamentos. Concese lo primero en el modo de referirle con se dice. Los regidores de la Asuncin eran nios, que ignoraban lo que los Guaycurs haban ejecutado desde el ao de 1626, en que les quitaron los Misioneros Jesuitas, hasta el ao de 1646 en que los Guarans les dieron la derrota? Y desde este ltimo ao hasta el de 1675, podan ignorar las ventajas del enemigo sobre los ciudadanos para cargar al gobernador de omiso con un seco se dice? Fuera de esto, el seor Corvaln se recibi en su gobierno el da 13 de abril de 1671. su inters y codicia se atribuye la predicacin dicha, y as esta deposicin o fue inventada, sin acuerdo. Ahora los autos : en lugar de fomentar la predicacin del evangelio para la conversin de dichos indios Guaycurs, etc., se embaraz (el gobernador) con la ocasin del predicador que recibieron, en rescatar cantidades de cera, y algunas mantas trueque de cuas, cuchillos y otras armas permitiendo que el capitn Salvador Marecos (hermano de dicho predicador) alcalde de la hermandad de aquel ao de 1671, por puerto prohibido, cual es Tacumb, pasase cuatro yeguas dichos infieles enemigos, vspera de San Ignacio. Vspera de Santa Rosa les llevaron otra cantidad de caballos por el Puerto de Santo Domingo. En otra ocasin les dieron por rescates ms de seiscientas yeguas y caballos ; y as concurrieron los enemigos en mayores nmeros de doscientos, de trescientos, y pasaron a nuestras tierras y chacras en canoas. CDXI. Otra tampoco bien probada. Lo que se concluye de todo es que los Espaoles por sus intereses fomentaban con armas y caballos los Eyiguayeguis. Lo dems no tiene slido fundamento. La razn es clara : si Corvaln reciba tanto emolumento de la amistad de los Guaycurs, con pocos gastos, hubiera tirado fomentarla. Mas no sucedi as, sino que por diciembre de 1671, que fue el de su recibimiento, suponen sus actores los Guaycurs llenos de furor contra los Espaoles por estas palabras : El da 31 de diciembre quemaron los Guaycurs sus esteras, pasando el ro en sus canoas, y dieron en Tacumb y Lambar, haciendo destrozos. Por enero de 72 dieron en Guarnipitn y otros pagos, matando y cautivando. Por la primavera de este ao, asalt el enemigo al presidio de Tobat: no hicieron

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destrozo por estar fortificado. En 1673 desde veintiocho de agosto hasta dos de octubre acometieron los enemigos al pueblo de Atir: mataron y cautivaron sobre ciento veinte personas: el resto del pueblo se salv en los bosques. As tambin se salvaron los de los pueblos de Ypan y Guarambar. Talaron los campos de Atir, incendiaron las casas, saquearon su iglesia, robaron sus imgenes, ornamentos y vasos con la custodia en que estaba colocado el Santsimo, la cual traa un infiel al cuello, como se supo por cinco cautivos que se apresaron en una corrida. En vez de socorrer y conservar los dichos pueblos, estando como estn distantes cien leguas de esta ciudad ; los desdobl (Corvaln), trayendo el de Atir San Benito ocho leguas de esta ciudad ; y los de Ypan y Guarambar treinta leguas poco ms o menos de ella. CDXII. Sale en vano un ejrcito contra los Guaycurs. veinte de octubre de 1664, invadieron los dichos enemigos los pagos de las Salinas, y de Tapuaguaz, sus chacras y estancias de da claro ; y entre muertos y cautivos llegaron a ciento sesenta y ocho; y se llevaron ochocientos caballos. El mismo ao por los meses de noviembre y diciembre march el gobernador Corvaln con un ejrcito de mil ochocientos cincuenta hombres, entre Espaoles e Indios. No hizo nada. Camin como sesenta leguas distantes de la ciudad, y estuvo cerca de los toldos del enemigo, como lo aseguraba un indio Guaycur, llamado Francisco, que llevaba de gua. Es mucho que no nombren los actores los pueblos de Nuestra Seora de Fe y de Santiago, entonces San Benito, que cuidaban los Jesuitas en la provincia de los Itatines, y por los Guaycurs, que en aquel tiempo les perseguan de muerte, se retiraron. CDXIII. Traza de los espaoles contra los Guaycurs. Viendo los Espaoles que por armas no podan sujetar los Guaycurs, idearon un medio cuyo mal xito hasta el tiempo presente tiene inundadas de sangre espaola las campaas. Sospecharon que los Guaycurs pretendan asaltar la ciudad de la Asuncin los fines del ao de 1677. Para esto, dicen, que se junt toda la nacin, que estaba entonces de paz la otra orilla del ro en sus tolderas. Prevenanse los infieles labrando muchas armas, que ponan vista de los Espaoles, que no alcanzaban el fin del enemigo, aunque extraaban la prevencin, estando sin guerra. Los que pasaban la ciudad cargaban sus armas, cosa que tambin causaba novedad. Dispuso Dios que secretamente se tuviese noticia de los intentos de los Guaycurs. Una india de esta nacin quera mucho una seora espaola, y compadecida del mal que le amenazaba, le dio parte de la traicin fraguada. Aadi que los de su nacin, para lograr la destruccin de la ciudad que maquinaban, tenan convocadas otras gentes enemigas de los Espaoles. La seora dio aviso al Gobernador, que actualmente lo era el dicho don Felipe Rege Corvaln, que hizo

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informacin exacta de cuanto se le haba noticiado. Consult sobre el caso al Obispo de aquella Dicesis, que lo era don Fray Faustino de las Casas, por cuyo dictamen se pidi parecer toda la Religin. Vistas de hombres sabios las pruebas del atentado, resolvieron concordes que era lcito hacerles la guerra. El Gobernador resolvi que fuese con ardid estratagema. Dispuso que su teniente general don Jos de valos, diese entender los Guaycurs principales que quera casarse con una hija de un principal cacique, si gustaba su padre. Vino en ello fcilmente el cacique, creyndose honrado. valos para mayor disimulo se visti la moda de los Guaycurs, por mejor decir, se puso medio desnudo : empu su arco y flechas, adornado con vistosas plumas. Sealse el da veinte de enero del ao de 1678 para celebrar las bodas. Nombraron padrino y madrina de los mismos Guaycurs, y fueron convidados los ms nobles de la nacin. Dividironle en tres casas, que fueron la del novio, padrino y madrina espaoles, con el pretexto de que en una sola no caban. Al mismo tiempo ocultaron en cada casa buen nmero de soldados armados, que diesen sobre los convidados en vindoles ebrios, al or la seal que hara una campana. Dispsose tambin que al mismo tiempo se embarcara caballera infantera espaola que sorprendiese las tolderas, y de este modo cogerlos todos. CDXIV. Lgrase en parte el estratagema. Dispuestas del modo dicho todas las cosas, se embarc la milicia. Recelse uno de los Guaycurs de una accin que no deca bien en da de tanta fiesta y regocijo. Espi a lo lejos las embarcaciones espaolas. Not que los soldados (con poca cautela) echaron en tierra las caballeras. Corri luego y dio aviso los de los toldos, que al punto se pusieron sobre las armas. Por eso se malogr la funcin en las tolderas. En la ciudad consiguieron el intento, y los soldados ocultos dieron sobre los descuidados, aun divertidos Guaycurs, de los cuales quitaron la vida a ms de trescientos que pagaron su premeditada alevosa.

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CDXV. Conservan los Guaycurs en su memoria esta traicin. Esta conjuracin de los Guaycurs se refiere en el libro de los acuerdos capitulares del Cabildo secular de la Asuncin. Lo que sobre el fingido casamiento de valos escribe la Historia del Chaco, no se lee en dicho libro, ni tampoco el modo de que se vali para engaarlos. La voz comn y fama constante es que el teniente general a ttulo de amigo les convid a beber y consigui emborracharles. Vindoles privados del juicio, en el mismo fueron muertos los trescientos Guaycurs, que le aceptaron. Concuerdan los Guaycurs, que varias nos han contado la traicin que les armaron los Espaoles, cmo les emborracharon y, ebrios, les quitaron la vida, sin hacer mencin de las circunstancias del casamiento. Llenos de sentimiento nos decan que los Espaoles faltaron a la amistad que les profesaban, y que no se fiaran jams de hombres que tenan muchas palabras, esto es, que mentan. Desde entonces, aadan, no somos caseros de los Espaoles, como si dijeran, no vamos de paz a la ciudad. Vino a vernos recin llegados a sus tierras un indio muy anciano. Djonos que se llamaba Paulo, y que este nombre se lo impusieron los Espaoles cuando entraban en la ciudad como hermanos. Apartmonos despus, aada, porque con engao procuraron acabarnos. Esto fue el ao de 1670. Con que por buena cuenta, el dicho Guaycur contaba ya ms de cien aos. As conservan la memoria para la venganza de los agravios. CDXVI. Inquietan los Mbays la ciudad. No quiero causar fastidio con la repeticin de. casos idnticos. Es cierto que desde la tramoya dicha hasta el referido ao de 1760 los Guaycurs llenaban anualmente de sangre las campaas y la ciudad y villa de Curuguat de lgrimas y luto. Redujronla a tal estrechez, que apenas tenan los habitadores en qu

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mantener las ganados. Despoblronse los campos por miedo de tan feroz enemigo, que rara vez volvi a sus esteras sin el botn de muchos cautivos, nios y nias para criarlos a su modo brbaro. Fue necesaria toda la prudente entereza de don Rafael de la Moneda, Gobernador del Paraguay para que no se entrasen en la ciudad los enemigos. Distribuy en sitios acomodados algunos presidios, que fueron toda la defensa. Hizo publicar un bando en que daba por realengas las tierras abandonadas, si en el trmino de pocos meses no las volvan a poblar sus dueos. Con esto se animaron algunos; mas otros quisieron antes perderlas, que vivir en continuos sustos. En este grado tenan los Mbays la provincia por los aos de 1745. Y en los restantes hasta el ao de 1760, con poca diferencia sucedi lo mismo ; aunque, ricos ya los Mbays con los despojos de cautivos, vivieron algo contenidos, no de las armas espaolas sino de sus intereses, cuidando de lo mucho que tenan cogido. Lo que se dice, que en una refriega que tuvieron los Espaoles en estos ltimos aos, se apareci el glorioso San Blas, patrn principal de la provincia del Paraguay, y ahuyent los infieles, cegndoles con ceniza que les tir los ojos, es conseja, y como tal no tiene fundamento. este tenor se refieren otras historietas del mismo calibre. CAPTULO XXX HCENSE LAS PACES CON LOS MBAYS ENTRAN MISIONEROS JESUITAS TIERRAS DE ESTOS INDIOS CDXVII. Celbrase la paz con los Mbays. Lleg el tiempo deseado de los Espaoles y feliz para los Eyiguayeguis. Aqullos fatigados en defenderse, y estos en quitar las vidas a unos y cautivar a otros, parece anhelaban al sosiego. Este era el tiempo destinado por la Divina Sabidura para el consuelo de todos. El ao de 1759 ray ms poderosamente la luz de la divina gracia en los corazones de los Eyiguayeguis. Resolvironse dos caciques de esta gente a vivir en ms quietud de la que gozaban. Para esto, sin otro impulso que el del cielo, buscaron la paz con los Espaoles. Uno de los caciques se llama Epaquini. Es cabeza de los Apacachodegodis, y como el trono de todos los cacicatos. El segundo se llama Napidrigi, cuya gente es la Lichagotegodi, sobrino de Epaquini. El cacique Epaquini tiene un hijo llamado Epilig Iyeg, joven de edad de 25 a 30 aos, del cual se habl bastante en los diarios de la primera parte. Era habido en una india Payagu y educado de su madre en la ciudad de la Asuncin, hasta la edad de unos 10 aos en que le cogi y tena consigo su padre. Reconoci la nacin Eyiguayegui por heredero del cacicato a Epiliguiyegi aunque no era del todo de su sangre. En el tiempo que vivi ste entre los Payagus cerca de la ciudad, aprendi algo de la lengua guaran, comn en la provincia del Paraguay. Conoca a muchos Espaoles, y ms al

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que le puso, sin ser bautizado, el nombre de Lorenzo. Resolvise, pues, en los dos cacicatos, que Lorenzo slo fuese el faraute de las paces. Acababa el Gobernador don Jaime de San Justo de traer a la amistad de los Espaoles a los prfidos Payagus. Entre otras condiciones que les puso fue el que haban de entregar los cautivos cristianos, que eran muchos, especialmente muchachos Guarans del pueblo del Itat, que traidora e inhumanamente cautivaron. Como para estas diligencias iban muchas veces los Payagus a la Asuncin, en una canoa de un to suyo se meti Lorenzo, sin revelar a infiel ninguno sus intentos. Luego que desembarc, le conocieron los Espaoles, a los cuales dijo que quera ver al Gobernador. Puesto en presencia de ste, pidi la paz en nombre de su padre y de su to Napidrigi. Concedila el seor Gobernador, esperando por este medio volver la alegra a su provincia, y ensanche en las posesiones del campo a sus habitadores. CDXVIII. Van los Mbays a la ciudad. Agasajado y contento con la paz que llevaba, dio Lorenzo la vuelta a los toldos. Recibironse en ellos con aplauso los tratados ; y lo que ms es, toda la nacin ratific lo acordado, quedando amiga de los Espaoles desde aquel punto. La sinceridad y juntamente la generosidad de los Eyiguayeguis se conoci luego. Ms de cuatrocientas personas entre grandes y chicos de ambos sexos se pusieron en camino para ir la ciudad y visitar a los Espaoles sus amigos. Recibilos con la humanidad y ternura de padre el Capitn general y Gobernador don Jaime. Hzoles algunos presentes de las cosillas que estiman los infieles, que se volvieron llenos de gozo a sus toldos. Por los ms distantes de stos corri la fama del agrado que haban hallado en el capitn grande de los Espaoles Ecalais, como ellos se explican. Con testimonio tan autorizado, certificados los Eyiguayeguis de la lealtad espaola, repitieron las idas en nmero de hasta quinientos la capital de la provincia. Celebraban sus contratos con los Espaoles, recibiendo estos pieles de ciervos, caballos y mantas; y los Eyiguayeguis lo que apetecan, como cuentas de vidrio, planchas de plata, y cosas semejantes. Entraban en las casas de los vecinos con una total confianza, sin armas los varones, y lo que admiraba mucho, las mujeres y nios, naturalmente tmidos. Una de las que ms frecuentaban era el Colegio de la Compaa de Jess, por el agasajo que se les haca. Todos los Jesuitas les regalaban, y en comn se les daba de comer, y miel en abundancia. Atrados por este medio, para que se verificase la letra lo de San Pablo : Prius quod animale, deinde quod spiritale. Pidieron al seor Gobernador Misioneros Jesuitas. No falt quien les sugiriera que no pidiesen estos padres ; mas los Indios persistieron en su demanda, diciendo que no queran otros sino los de la casa grande vestidos de negro. Hicieron sobre este asunto repetidas instancias. No juzg conveniente el celo y eficacia del Gobernador dejar perder esta ocasin de dilatar el imperio de Jesucristo y los dominios de la

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Majestad Catlica. No hubo embarazo ni arduidad que no allanase su empeo, sin que su generoso nimo reparase en las grandes expensas que hizo de su propia hacienda. CDXIX. Consiguen los Indios Misioneros interinos que se vuelven sin llegar a los Indios. La mayor dificultad consista en vencer la dilacin necesaria en esperar la carta y asignacin de sujetos del Padre Provincial de los Jesuitas, que era el Padre Alonso Fernndez, y se hallaba muy distante. Dio arbitrio el seor Gobernador. Pidi padre Rector del Colegio de la Asuncin, Padre Jos de Robles que viese en consulta de sus religiosos si la urgencia poda satisfacerse sealando a dos interinos que fuesen con los Indios, hasta que el Padre Provincial sealase en propiedad Misioneros. Por dictamen de todos se resolvi no perder la ocasin, y no dejar enfriar los deseos instantes de los Indios. Con esto fueron sealados los Padres Francisco Burges, fundador del pueblo de San Francisco Javier de Mocovs, cuya lengua podra servirles, y el Padre Jos Mas, que sabia la Guaran. Eran ya los principios del ao de 1760, y en compaa de los infieles, se pusieron los dos Misioneros en camino. pocas jornadas, llegaron al lugar llamado Capii-Pomog, distante como unas veinte leguas de la ciudad, y unas cinco del presidio dicho de Mandubir. Los caminos estaban intransitables causa de los lodazales y anegadizos. Las cargas en que iba el altar porttil y algunos avos, caan en el barro a cada paso. Por esto los mismos Indios pidieron a los Padres que se volviesen la ciudad, que ellos volveran para conducirlos por el ro en botes en la luna de junio. Retirronse los Misioneros al presidio mencionado, desde donde dieron parte al seor Gobernador y al Padre Rector de lo acaecido. Era ya el mes de marzo, y dispuso el Gobernador que se aprontase una embarcacin que subiese por el ro, cogiese a los Misioneros, y por agua caminasen a su destino, que era el Ipan-Guaz. Llegaron a la desembocadura de este ro y no hallando a los infieles, determinaron seguir la navegacin hasta otro sitio ms avanzado al norte, llamado Itapac. Empezaron a navegar a boca de noche, y creyendo acercarse, por la maana se hallaron cerca del ro Xeju y de vuelta a la ciudad. Hablaron al Espaol cuidado iba el barco : ste respondi que no poda empearse, porque escaseaban los vveres. Bien conocieron los Padres lo insuficiente de la excusa ; ms no estaba en su mano reducir razn a un hombre que abandonaba su honor, desistiendo y no desempeando la confianza que de l haba hecho su Gobernador. Veremos en otras ocasiones los riesgos en que la fcil lengua de este Espaol nos puso. Arribaron los Padres la ciudad con general sentimiento de los que conocen los nimos volubles de los Indios. CDXX. Efectase la misin de los Mbays. Ya por este tiempo haba respondido al seor Gobernador, que en nombre del Rey le hizo un exhorto pidindole Misioneros, el Padre

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Provincial. Asignaba los Padres Jos Snchez Labrador y Jos Martn Matilla, ambos Misioneros de los Guarans, para que se encargasen de la misin de los Mbays. Era necesario esperar el trmino que fijaron para su vuelta la ciudad los infieles. Sin ellos de gua, hubiera sido moralmente imposible atinar con sus toldos, ni con la tierra que tenan escogida y en la cual deban juntarse. Entretanto lleg el Padre Matilla que estaba en el pueblo de la Cruz de las misiones guarans, y le esperaba en el colegio, cuyo sujeto actualmente era, el Padre Labrador. Cumplieron su palabra los infieles, y mediados de julio entraron en la ciudad once hombres y una mujer, que haban de acompaar en el viaje a los Misioneros. CDXXI. Accin cristiana del Gobernador y del Alcalde. Mientras se aprontaban las embarcaciones, dio el seor Gobernador un ejemplo de cristiano caballero. En compaa del Padre Rector del colegio sali por las puertas de las casas pedir limosna para la nueva Reduccin. Lo mismo hizo el primer Alcalde de aquel ao, don Francisco Javier Bentez, acompaado de otro Jesuita. Quien creyera que la presencia de tales caballeros y su dignacin no haba de obligar (ya que no motivo superior) a los ciudadanos acaudalados, un competente donativo? Pues no fue as, y tal cual inconsiderado dio tal respuesta que solo la pudo tolerar un caballero de la cristiandad de don Jaime. ste, y juntamente el colegio, hicieron todas las expensas, pues la limosna que se junt apenas llegaba al valor de cien pesos. El Gobernador se despoj de la ms estimable joya, imn de su cario, la hermosa imagen y pintura de Nuestra Seora de Beln. Quiso que la Reina de los ngeles bajo este ttulo fuese la fundadora y patrona de la Reduccin futura. CDXXII. Embrcanse los Misioneros. Dispuestas ya todas las cosas, y aprontadas dos embarcaciones medianas, se seal el da del embarque, que fue el lunes 4 de agosto del ao de 1760, por la tarde. El seor Obispo don Manuel de la Torre, y el Gobernador don Jaime de San Just, con toda la nobleza de la ciudad, se dignaron llegar al puerto, y despedir los dos Misioneros con un tierno abrazo. El pueblo era innumerable, y no menos los anuncios de nuestra muerte a manos de los Brbaros. No faltaban calificadores, que muerden todo lo extraordinario, midiendo las fuerzas de la divina gracia por las pocas que les asisten para empresas de menor monta que convertir infieles. Embarcronse los dos Misioneros y con ellos los infieles. Tambin tres muchachos ayudantes de Misa, y un Indio grande, los cuatro de la nacin Guaran, que voluntariamente quisieron seguir a los Misioneros. El cabo principal a cuyo comando iban las dos embarcaciones se llamaba don Ignacio Duarte, que para resguardo contra los prfidos Payagus hizo embarcar catorce soldados espaoles. Ni aun stos queran los Misioneros, habindoles ofrecido antes el seor Gobernador escolta de cien soldados, y

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rehusndola los Padres. Sobre no servir para la defensa los soldados en caso de alboroto de los infieles, sirve de perjuicio a los progresos del Evangelio con sus mximas prcticas de carne y sangre. La cruz de Jesucristo dom el mundo, y con la misma triunfaron sus discpulos, sujetando idlatras naciones. CDXXIII. Noticia de la navegacin. La navegacin ro Paraguay arriba fue muy molesta por su duracin y otros precisos trabajos de unas costas llenas de mosquitos y otros insectos nocivos. El trmino al cual pretendamos arribar en pocos das era el ro Ipan-guaz, ro mediano. Si hubiera acudido el viento Sur, en ocho pocos ms das le hubiramos tomado; ms destituidos de vientos bonancibles, fue necesario contrastar fuerza de remos al aire y agua. Aqul hasta el ltimo da nos fue contrario, soplando por el Este : y sta nos sirvi de rmora con sus precipitadas corrientes. Con este incesante afn se naveg desde las cinco de la tarde del da 4 de agosto hasta el da 18, que cay el Sur, entrada la noche, aprovechse cuanto tiempo se pudo y lo permiti el mismo viento, que arreciando con la furia que suele en estas partes de medianoche adelante, nos puso en gran riesgo, y nos oblig a buscar puerto a las embarcaciones. En nuestra estima distaba poco el ro que queramos por puerto, no nos engaamos; porque habiendo amainado algo el Sur, izaron al amanecer las velas el da 19, y entre siete y ocho de la maana, con notable alegra de todos, entramos en el Ipan-guaz, trmino tan deseado. En este ro no pudo aprovecharse el Sur, porque siendo su cauce de tan poca anchura, y corriendo sus aguas de Oriente a Poniente, fuera diligencia intil y empeo arriesgado, que poda o volcar las embarcaciones, aterrarlas por un costado. Caminse a reino todo este da 19 con muy poco consuelo. Las corrientes con impetuosa cada, o detenan los botes, o les hacan perder camino, arrebatndoles consigo. La causa de tanta fuerza en el agua era manifiesta. Dimos con dos tres arrecifes entre s muy poco distantes : y el ro, lleno con las lluvias, iba decreciendo a toda prisa. Determinse de tomar puerto en la orilla del Norte, y navegar el siguiente da 20 en busca del paso por donde los Mbays esguazan este ro cuando van al Paraguay a sus correras. Tambin porque este paso era el lugar que ellos haban determinado para establecer y fundar la Reduccin. En esto haban convenido los dos caciques principales con sus subalternos. CDXXIV. Trabajos en el Ipan-guaz. No distaba mucho este paso, a lo ms unas tres leguas del puerto en nos hallbamos. Hicironse todos los esfuerzos que dictaban las circunstancias para vencer los embarazos que tenamos presentes. Apenas haban subido los botes cosa de una legua, se descubri otro arrecife ms alto y ancho que los precedentes extendido de la una a la otra orilla del ro. Las piedras se levantan de modo que por la parte

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ms profunda solamente se hallaron tres palmos escasos. Era imposible pasar ms adelante sin riesgo, o de quedar en seco sobre las piedras, o de que arrebatado el bote se estrellase en ellas. No obstante, procurse probar fortuna. Para esta prueba se alij el bote que calaba menos agua: reforzronse los remos, y aadironse bogadores que los manejasen. Con todo, nos fue forzoso volvernos al sitio de que habamos salido : como el agua iba bajando, se haca ms impracticable navegar por las piedras. No sabamos qu resolucin tomar en este conflicto; y temamos que el Comandante o nuestro descuido, hiciese con nosotros lo que ejecut con los primeros Padres volvindonos a la ciudad, y haciendo malograr lo hasta aqu conseguido. Pregunt al caciquillo Lorenzo si en llegando los de los toldos nos prestaran caballos con que por tierra conducirnos al sitio del Paso? Respondi que hasta que llegase el toldo de su padre Epaquin, no los habra ; porque los que los hombres montan, ni entienden de carga, ni de jinetes vestidos. El plazo hasta la llegada de su padre era de unos diez das ; tiempo largusimo para detener las embarcaciones y a unos Espaoles posedos de un miedo indecible por lo que dir presto. Tambin quedaban expuestas las cosillas que llevbamos de iglesia y para agasajar a los Indios. Hasta el da 21 por la tarde todo era discurrir medios con qu endulzar algo la amargura que nos causaba vernos a vista del trmino sin poder cogerle. Disparronse tres piezas pequeas de seal que dijeron los infieles a Lorenzo se hiciese para dar aviso de nuestro arribo. Un infiel determin ir por tierra a los toldos con el fin mismo.

CAPTULO XXXI CDXXV. Regstrase el campo. Para lograr el tiempo y divertir algo los cuidados, resolvimos ver el campo en que estbamos. Yo me hallaba bastante indispuesto de un accidente que termin en disentera a pocos das. Con esto a otro da fue el Padre Jos Matilla a caballo a ver el sitio escogido cerca del paso. Esto fue fcil porque lleg a los botes un cacique llamado Conilicogodi, que desde la Asuncin nos traa cuatro caballos de nuestra silla que el Padre Rector le haba entregado. Acompaaron al Padre el caciquillo Lorenzo y otros tres cuatro infieles con don Ignacio Duarte. Volvi este mismo da desconsolado, y me dijo : algo mejorcito que este es el sitio, pero es cosa pobre para pueblo. Estando hablando sobre este punto vino Lorenzo y nos sugiri un medio que pareci el ms expediente a los infieles : Haced, nos dijo, en este puerto una casita en que poner las cosas, que cuando venga mi padre har llevar al paso : todo estar, a mi cuidado : y vulvanse los botes antes que les falte el agua para salir de los arrecifes del ro. Hubimos de poner en prctica este arbitrio ; pero yo no sosegaba con la especie de no ser lugar cmodo para la fundacin el sitio que el Padre Matilla

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haba registrado. Por no hallarnos en nuevos ahogos, determin, no obstante mi indisposicin, irme al otro da al Paso, y llevar conmigo a don Ignacio y doce indios de los bogadores ; registrar bien la tierra y, siendo de conveniencias para el establecimiento, dar principio al unas chozas, que nos sirviesen de vivienda. El Padre Matilla se qued con los botes, y cuid de que se hiciese un galpn enramada en que meter las cosas. CDXXVI. Sitio de la Reduccin de Beln. Llegu al paraje que vio el Padre, y tuvo razn en describirle y tuvo razn en describirle con el diminutivo de Mejorcito. Advert, que, a menos distancia que la de un cuarto de legua, por una caada hacia el Oriente, que tiene a un lado el Ipan, y al otro un bosque, se levantaba la tierra ms que la que pisaba. Costme mucho convencer al espaol a que fusemos a registrarla. Viendo que no se mova, me resolv a ir solo : l, considerando que me iba, me sigui : llegu a ella, y a primera vista llen toda la idea de lo que una poblacin necesita. El ro como a un tiro de bala, loma alta y espaciosa, y en su continuacin al Poniente y Oriente otras limpias y llenas de buenos pastos ; al Norte otra, y despus un bosque de escogidas maderas y de algunas leguas. La tierra suelta, que tira a negra y muy a propsito para plantos de rboles y sementeras. Escogla y di gracias a Dios por el repetido consuelo que reciba mirndola y pasendola ; pero qu, como tierra inculta, estaba llena de maleza. Aqu hice levantar un toldito que conmigo llevaba, y desde luego la llam tierra de Beln. Dise principio al corte de algunos palos y caas para nuestras chozas, en que se emple todo el da 23. Amaneci lloviendo el da 24, y nos impidi la obra. Este da por la tarde lleg Lorenzo, y me dijo : vengo a escoger los Indios cristianos que han de quedar aqu para hacer tu casa e iglesia : los dems y el Espaol que se vayan maana y que con los botes se vuelvan a la ciudad. Fue preciso condescender con l ; porque se conoca que el Espaol lo tramaba por sus intereses. Volvironse todos, menos siete Indios que se quedaron para ayudarme. En el puerto quedaron las cosas metidas en una mala ramada, expuestas a los incendios y a los Indios Payagus, si se acercaban. Levados los botes, se vino el Padre Matilla y en dos tolditos nos acomodamos. CDXXVII. Llegan unos infieles al puerto: y temen los espaoles. En todo el tiempo que nos detuvimos en el puerto y en este sitio de Beln, aunque no haban llegado los toldos no nos faltaron infieles, fuera de los que con nosotros vinieron en los botes. Ya dijimos que un Indio por tierra camin en busca de los toldos para darles aviso de nuestra llegada. Este Indio encontr casualmente en el campo a 16 soldados Mbays que seguan a los Lenguas, que haban pasado a la orilla oriental del ro y hcholes un robo de caballos. Con la noticia que les dio el Indio vinieron algunos al puerto y otros se partieron a llevar los toldos el aviso.

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Dijronnos que haban odo los tres tiros que se dispararon a nuestro arribo. Como saban que sta era la sea, correspondieron ellos levantando fuegos segn su costumbre. Entre estos infieles vena uno para el cual nos dio un bastn el Gobernador don Jaime. Pseselo en las manos ; y con la nueva insignia no caba en s de gozo el anciano. Era un pariente de Lorenzo, joven de bellsimo natural, y que desde luego trat con nosotros con tanta confianza como su deudo. Cuando llegaron los Indios al puerto, venan pintados a su modo, desnudos del todo, en caballos en pelo, con lanzas, flechas y otras sus armas ; traan en las cabezas alas de pjaros atadas, y en los caballos unos dos ciervos que haban cazado. Dispusieron luego asarlos : y, como todo lo estaban viendo los Espaoles, stos no se atrevieron a salir de los botes, siempre con las armas en las manos. Bien se les trasluca su miedo, y mucho ms estando nosotros casi siempre con los pobres infieles. Por esto Lorenzo dispuso que se levasen los botes y saliesen del puerto para consuelo de los Espaoles. Conmigo vinieron al sitio de Beln desde el principio unos cuantos a los que les capitaneaba el pariente de Lorenzo, a quien desde luego llam Jos, y por este nombre le conocen ya en los toldos. Los dems con Lorenzo se quedaron en el puerto junto al arrecife de San Bernardo (as lo bautizamos por haberle experimentado el da del Santo) como ya dijimos. Los infieles de los toldos venan despacio. Dmosle tiempo para que lleguen : entretanto diremos algo de lo que en la navegacin nos pareci digno de alguna atencin curiosa. CDXXVIII. Enterramiento de los Payagus. La primera cosa ve pic la curiosidad fue la diablica tierra en que los infieles Payagus entierran sus difuntos, y ellos llaman iglesia, hurtando el nombre a los templos de los cristianos. Est colocada en un pequeo bosque pero muy espeso la entrada llamado Ypequ, nido de patos. Por tierra dista muy poco de un presidio que tiene por nombre Arecutacu, o habitacin de renacuajos. Por donde entramos haba un caaveral de caas bravas, que con sus garfios sacaban a la ropa el pasaporte : tena de largo como cien varas. Al fin de este caaveral haba unos cinco o seis rboles corpulentos y altos en proporcionada distancia uno de otro. Al Sur est la barranca del ro bastantemente alta. Debajo y a los lados de dichos rboles, estaban las sepulturas, de una vara en cuadro cada una. La profundidad es cuanto basta para que entre un cadver en postura de sentado, recogidas las rodillas y brazos como quien est en cuclillas. No echan mucha tierra encima, aunque se cubre con ella el cuerpo. No la pisan ni la aprietan. Sobre cada sepultura haba una estera de enea, que aqu llaman totora, y un cobertizo de la misma. Acaso en la imaginacin obscurecida servir aqulla para que el alma se siente sobre su cuerpo, cuando fatigada de la pesca, se retira la iglesia, y el cobertizo templar los

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ardores del sol y las otras incomodidades, guarecindose a su sombra una alma andariega. Como el cansancio en los paseos puede fatigar los espritus Payagus, acostumbrados en su vida mortal a sus canoas, para que la sed no les aqueje, ponen sobre la estera unos cntaros de varias figuras y grandeza. Unos parecen campanas, pero iguales en el vuelo de la concavidad, y en lugar de asas, en unos hay como una hacha y en otros como una mano de almirez. Los ms tenan unos dibujos negros sobre campo blanco, que para nosotros fueron caracteres arbigos, y para los Payagus son griego 5 . Lo que no se puede penetrar es por qu debajo de los cntaros grandes haba dos tres chicos de la misma forma; tambin por qu unos tenan suelo y otros no ; y, finalmente por qu en todas las sepulturas estaba un cntaro de stos con tres agujeros, uno a un lado, otro en medio y otro en el fondo. Ofrecise que dichos agujeros servan para que el espritu metido en su tinaja, tenga sol, viento y comodidad para registrar lo que pasa por afuera y por dentro de la sepultura, cuando gustare vivir en retiro. Una alma desarmada hiciera pocos adelantamientos en la caza y pesca, si se hallara sin los pertrechos necesarios para tales empleos. Previendo esto, un lado de la sepultura le ponen las armas, y cuanto estando en el cuerpo us en semejantes ejercicios, a excepcin de la ropa, que la entierran, envolviendo con ella el cadver. Una reciente sepultura nos hizo observar las ms de las cosas referidas. Es verdad que nos hubo de costar una revolucin de estmago el empeo de descubrir el cuerpo, registrarlo todo y meternos en ms hondura que la que l tena. CDXXIX. Eslabn de los Mbays. De esta iglesia de precitos (as) salimos al campo que sirve de prtico a sus veneradores. Es un mediano boquern que forman dos bosques. Por ste se internan de a pie hacia las Estancias o haciendas de los Espaoles, los Payagus, dejando en seguro sus canoas. Desde este sitio se apartaron de nosotros cinco Indios Guaycurs que deban caminar por tierra y llevar consigo unos caballos. De su modo de montar se dijo en otra parte. Todos, cuando caminan, llevan dos palitos, uno duro, que sirve de eslabn, y otro blando, que es como la yesca, con los cuales sacan ms prontamente fuego, aunque el tiempo sea lluvioso. Llaman a estos palitos en su idioma Niguy. En el blando hacen unas excavaduras redondas y al lado de cada una, una canalita. Meten en ella el palo duro y le frotan contra el blando, como quien taladra dando vueltas, hasta que sale por la canal el fuego.

Unos obreros de una compaa de prospeccin petrolfera me refirieron que en el Chaco Central hacia 1950 unos indios moros les haban enseado unos claros en la maleza con palillos superpuestos y dispuestos en el suelo en varias posiciones, dicindoles que como sa eran sus cartas. Se debe tener ms cuidado cuando se afirma que los pueblos originarios de esta parte del continente carecieron de escritura. (Nota de la E. D.)

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CDXXX. Ave dicha Yac Caraguat. Nosotros proseguimos la navegacin hasta un sitio llamado Yu Ob, espinar verde. Aqu se caz un ave, llamada Yac, aunque diferente de las ordinarias de este gnero, en corpulencia y pluma. No era mayor que una polla : el pico blanco pajizo con algo de morado en su arranque, algo corvo y duro. Toda la pluma era pardo claro, y en algunas declinaba en acanelado. Creo que por los visos de la pluma le dan el nombre de Yac Caraguat. Es buena carne, aunque menos delicada que la de los Yacs ordinarios.

CAPTULO XXXII CDXXXI. Boca del ro Xeju. De Yu-Ob en tres das se alcanz con grande trabajo la boca del ro Xeju, conocido por el nombre de Jejui. Desembocaba en el Paraguay por tres canales que formaban los camalotes y otras yerbas que se detienen en su cauce, por correr sin precipitacin sus aguas, por arrimarlas a aquel sitio las crecientes del ro Grande. No son permanente dos de los dichos canales; y segn las lluvias en la serrana, la abundancia y disminucin de las aguas, se reducen a una. Esta es la de en medio poco ancha por los bancos de arena laterales; pero siempre capaz de que naveguen por ella A remo tendido embarcaciones medianas. CDXXXII. rbol Mandubir. Entretanto que se navega hacia el Xeju, la casualidad de presentarse a la vista una frutilla dio motivo de examinar el rbol que la produce, llamado Mandubir, esto es, semejante al man. Es alto y bien copado, sus hojas largas y ovaladas ; duras y de un olor algo fastidioso : el verde tira a obscuro. Las flores tienen cinco hojitas, blanquecinas y sin olor especial. A la flor sucede el fruto, que en su perfecta madurez y magnitud se da un aire al limn sutil; tiene la corteza escabrosa, desigual y amarilla. Encierra una carne blanca, que destila un jugo lcteo y acre al gusto casi como el pimiento, aunque no tan intenso ni permanente. En esta pulpa hay muchas semillas del grandor de una avellana, pero largas, como las almendras o man. Tiene aun ms : su figura est encorvada pegndose una parte con otra hacia arriba, en donde la punta ms delgada sobresale la ms gruesa. La corteza es pardita y la carne blanca, poca y de un gusto amargo. Los infieles Payagus comen estas semillas. La madera no sirve para fbricas por su debilidad y poca firmeza. El presidio de Mandubir tomara su denominacin de estos rboles.

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CDXXXIII. Boca del Ipan-Mir. El da 14 por la tarde paramos cerca de la boca del Ipan-Mir. No merece el nombre de ro, ni es impropio el que tiene, que significa el chico necesitado, el pequeo escaso. As es ; porque en su madre no tiene sino camalotes, y grandes yerbas con tanta broza que no se puede navegar por l ni en canoas ; como lo experimentamos en la que quisimos registrarle, y no pudo entrar sino como unas cien varas. Sin embargo, los Demarcadores le ponen en su carta como cosa grande, seal de que no le examinaron. Ya sabemos que no es otra cosa que un desage de tierras inundadas en tiempo de lluvias. CDXXXIV. Rabrbaro americano. Cerca del Ipan-Mir, en su orilla del Norte, crece mucho Rabrbaro, tan bueno como el alejandrino. Es muy semejante ste en el sabor, color y olor, substancia y virtud purgante. La nica diferencia del Rabrbaro americano del otro consiste en las hojas. Las del alejandrino empiezan angostas y rematan anchas; mas las del americano acaban en punta, como las de los Lirios. Si no fuera sta tan pequea diversidad, no se diferenciara el uno del otro. En otros sitios del Paraguay, especialmente en Beln, en las tierras del pueblo de San Estanislao, y en la cordillera, tambin se halla en abundancia sta tan til planta. Si fuera ms conocida de los habitadores, y supieran el mtodo y dosis para usarla, no venderan tan caras sus drogas algunos curanderos, que con sus purgas ms de una vez limpian la hacienda de los enfermos, y a los cuerpos de sus almas. Para utilidad de todos pondr lo que de esta raz paraguaya escribe uno de los ms experimentados fsicos. El Rabrbaro americano consta de partes sutiles, que son las que promueven la evacuacin, y de otras ms gruesas y astringentes. Para usarla se exprime su jugo y, en medida de una dracma y media se bebe; 6 las heces o poso se toman en la misma cantidad como medicina astringente. Si se quiere usar sin el trabajo de exprimir el jugo sumo se toma el peso de dos dracmas si los dolientes son fciles en evacuar. De este modo limpia la cabeza. La raz se conserva como la del Mechoacn y Jalapa, de que tambin tenemos abundancia. CDXXXV. Entrada del ro Ypan-guaz. La escasez del viento sur y la fuerza constante de los Lestes, dieron lugar al examen de las cosas dichas. El da 18, como ya notamos, cogimos el ro Ypan-guaz. No es ancho su cauce, y a lo ms tiene como cien varas en la
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Aparentemente, falta parte de la frase. (Nota de la E.D.)

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entrada. La creciente ahora la representaba mayor, por estar inundadas sus riberas, que aqu son bajas, especialmente las del Sur. Despus van poco a poco levantndose y estrechndose como unas veinte varas. As va hasta la serrana, ya ms, ya menos apartadas sus orillas haciendo muchas vueltas sus aguas, como dijimos al principio. Su desembocadura en el ro Paraguay no est perfectamente al Poniente, sino algo inclinada al Oeste-sueste. Desde su boca hasta el sitio de Beln, son siete los arrecifes que hacen casi innavegable el Ypanguaz. CDXXXVI. Varios rboles. En Beln yo me hall ya postrado de la disentera. Nuestras chozas no se acababan por ser pocos los indios y llenos de miedo. Vivamos en los toldos de algodn, lo que sin duda ayudaba al quebranto, por los calores intensos que se sentan; y no hubo otro medicamento que el agua, que, como nueva y muy delicada, me empeoraba. Sin embargo, sacando fuerzas de flaqueza, registre con mis compaeros algunas cosas. En las dos orillas del Ypan-guaz abundan las caas bravas, que los Mbays llaman Etagadi, y nos sirvieron grandemente para los techos de las fbricas. Hay muchos rboles que dicen Notiquigo, cuya fruta medio madurar da un sumo negro con que se tien los infieles. Hay Cupays, que son los Copaibas, o rboles del blsamo del Brasil. Dragos, cuya resina se llama Sangre de drago, y otros muchos tiles para varias obras. CDXXXVII. Tierras inmediatas al puerto. Todos contribuyen enlazados de unas plantas sarmentosas, llamados Nucapale, a formar unos tejidos tan espesos, que hacen un continuado bosque impenetrable. Por dos tres partes hay algunos trechos en los cuales, no juntndose tanto los rboles, est la orilla algo limpia y pueden tomar puerto las embarcaciones. En uno de estos sitios en nuestra arribada se detuvieron los botes, y hoy da es el puerto de la reduccin. El campo por afuera es bastante limpio, y capaz de muchas cabezas de ganado. Al Sur y Norte est cerrada la tierra con el ro Paraguay, y de Oriente a Poniente le sirve de barrera el Ypan. Abundan los barreros o salitrales por tener muchas palmas Eabuigo. La entrada esta tierra est junto a la loma colina de Beln ; y otra tiene algo ms apartada a las espaldas de un bello bosque. Es poco ancha la puerta, y con facilidad puede cerrarse y quedar resguardado el ganado. El grande inconveniente es estar tan inmediata a los infieles, voraces en las comidas, y que todo lo acabarn. CDXXXVIII. Reduccin de Nuestra Seora de Beln. La loma en que est la reduccin de Nuestra Seora de Beln, es muy capaz. Su altura tan proporcionada que las pendientes a todos lados son casi insensibles. Entre Poniente y Norte, que es como la espalda, corre un bosque de bella arboleda. A su frente, que mira entre Oriente y Sur, corre inmediato el

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ro Ypan-Guaz Guarambar. Todas son tierras que claman por gente que las cultive por su fertilidad. Hacia todos lados hay manantiales y arroyuelos que corren al ro. Hllase tierra buena para hacer tejas, ladrillos, ollas y cntaros. El agua es buena, porque entre piedras corre golpeada y limpia, y el fondo entre las piedras es de arena. En el ro hay bastante pesca, y en tiempo de las crecientes del Paraguay, abundan los Dorados, Pacs, Bogas, Palometas, etc. En esta loma se fund la reduccin bajo el sobredicho ttulo en 23 30' de latitud meridional en 320 58' de longitud. CDXXXIX. rbol guamigo. Por todo alrededor hay muchos rboles a los cuales llaman Guamigo los Mbays infieles. Son grandes, y bien compuestos, de leo duro y blanquecino, bueno para toda obra. Tienen la corteza gruesa y jaspeada de pintas blancas que amarillean. Las hojas estn al fin de los ramos, colocadas opuestamente entre s. Estn algo hendidas hacia la parte de adentro. Su fruto son unas vainas algo largas, unas aplanadas, otras casi cilndricas, de corteza dura de color pardo. Dentro encierra, una carne algo plida, blanda y filamentosa. Su sabor es de la harina de algarroba, con bastante dulce. Cmese cruda, y si primero se remoja en agua, es ms suave al gusto, y no daa. Contiene esta substancia dos o tres huesos, como habas, de color pardo lustroso, que son la semilla. Cmense tambin y son del sabor que las almendras, y no de inferior bondad y substancia. La goma de este rbol es la que se llama Anime. No destila hacia afuera, sino por interiores conductos entre la corteza y lea baja hasta la tierra. Scase cavando junto a las races del rbol, en donde se halla. Sirve de incienso por su fragancia y tambin para barnices. CDXL. Canchalagua. Existe mucha Canchalagua, en nada inferior a la de Chile. Levntase como una paja poco ms de cuarta y media : publase de varios ramitos el principal tronco, y srvenle de hojas. En la punta de ramito da una flor pequea, amarilla, que despus queda en un botoncito, depsito de la semilla. Sus virtudes andan publicadas en muchos libros. Lo que jams creer es que la Canchalagua americana sea la centaurea menor europea, como lo afirma don Francisco Rivera, amontonador de especies con poca crtica. No se hubiera ocultado esta identidad a tantos herboristas que en nuestros tiempos y en los del referido autor han dado a la prensa sus observaciones botnicas. Las virtudes son ms que las que ordinariamente se le atribuyen. Sirve la Canchalagua para las paridas, cuando no acaban de arrojar presto las secundinas. Dseles a beber de su cocimiento con feliz suceso. Adminstrase del mismo modo los que han recibido algn golpe recibido cada; e impide que se cuaje la sangre extravasada. Es un buen remedio contra las heridas. Cucese y con su agua se lava primero la herida, y la rama machacada se aplica sobre la parte daada. Si no hay tiempo de

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cocerla, se tuesta soasa un poco al fuego y se aplica como emplasto la herida. En los prrafos de las plantas de este pas dejamos dicho de otras muchas sus excelentes calidades. Lo cierto es que el que las conociere, no tendr necesidad de las composiciones de las boticas.

CAPTULO XXXIII CDXLI. Ficcin de Lorenzo. Luego que se levaron las embarcaciones para surtir del puerto, dejando todas las cosas expuestas en la ramada a mil contingencias, se vino tambin el caciquillo Lorenzo. ste con el Espaol que comandaba los botes hizo un atentado, sin saberlo mi compaero ni yo, de que despus hablaremos, que los dos nos hubo de costar la vida mano de los brbaros. Lo mejor fue que, cuando ya nos vio solos, dio conocer su genio Payagu atraidorado. Llegse a m, y con muestras de algn sentimiento, me dijo : Los Eyiguayeguis dicen que t eres malo. En qu lo he sido? pregunt. Dicen, prosigui, que has recibido muchas cartas del Paraguay ; y contenan noticias contra los indios, porque las has rasgado. Bien le estaba la falsedad, y que nosotros con l estbamos recin llegados ; sin embargo tir por este medio probarnos, y experimentar si mostrbamos cobarda entre ellos. Como vio la severidad con que le deshice su enredo, lo ech risa, tan falsa como su nimo, que siempre le reconocimos doblado. CDXLII. Primeras chozas. Estos eran prenuncios de los futuros trabajos que nos esperaban entre una gente cuyo prncipe era el ms taimado. Sin embargo, aunque los cristianos ramos pocos y los Mbays no se comedan a nada, dimos principio unas chozas en que albergarnos. Todas las medidas salieron tan estrechas como las circunstancias en que nos hallbamos. Levantse una ramada o mejor cortijo, de paja, de 16 varas de largo, cuatro de alto por la cumbrera, y como cuatro y media de ancho. Luego que estuvo cubierto, que fue al cabo de algunos das, nos mudamos con los tolditos vivir debajo. Hicironsele despus dos atajadizos a cada lado, uno, de menos de cinco varas de largo, que nos sirvieron de aposentos; y en medio se dej el portal, que sirvi de iglesia una temporada. En estas sepulturas de vivos estuvimos muy holgados algunos meses, y nos parecan grandes palacios en comparacin de los tolditos en que antes nos abrasbamos. Sin embargo, que el mencionado espaol tena orden de no retirarse del ro Ypan hasta habernos con su gente fabricado algunas chozas, no hizo caso ; y lo peor fu que en la ciudad hizo correr la voz de que nos dejaba tan acomodados

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como lo estbamos en nuestro colegio. Estos alivios procuran los Misioneros Jesuitas hombres semejantes. Vale mucho la salvacin de las almas, y su rescate se hizo a costa de trabajos, y derramamiento de sangre de Dios hombre contra quien se levantaron testigos falsos, para ensearnos imitar sus divinos pasos. CDXLIII. Primeras ovejas : quien las dio. Cuando de la ciudad de la Asuncin, la primera noche tomamos puerto no lejos de una casa de campo del Sargento mayor don Sebastin de Len y Zrate, nobilsimo vecino feudatario. As l como su esposa doa Mara del Casal traen su origen del conquistador que dio forma la repblica del Paraguay, don Juan de Oyolas. Estos seores miraron desde sus principios la conversin de los Mbays como el negocio ms importante. Puedo decir que son como los protectores y padres de la nueva espiritual conquista. El cario con que reciban a los Indios, cuando iban a la ciudad, y lo que gastaban liberalmente en mantenerles y regalarles, les mereci entre ellos el suave nombre de padres. Con los Misioneros se portaron con mayor franqueza, socorrindolos en sus necesidades, y aun previnindoles cuanto permita la larga distancia. Permtase este breve desahogo al agradecimiento. Desde hoy empezaron sus acciones generosas. Dironnos algunas ovejas, segn lo permita la estrechez de los barcos, que llegaron costa de un sumo cuidado Beln, y fueron las primeras que vieron aquellas tierras. Despus los dos pueblos de Indios nefitos Guarans de San Joaqun y de San Estanislao, nos hicieron una gruesa limosna de ganado menor, con que se puso una buena majada, por apreciar mucho los Mbays la lana para sus tejidos y mantas. CDXLIV. Primer planto en Beln. Tambin desde el principio llevamos de providencia caas de azcar, mandioca y algunos sarmientos. As estas cosas como las ovejas haban quedado cerca del puerto de Beln, expuesto todo la contingencia. Dios nos lo guard, y al punto que pudimos lo hicimos llevar todo al sitio en que nos hallbamos. Nos faltaban animales con que labrar la tierra. Dispsose un buen pedazo de terreno mano, y plantamos la caa y mandioca. Una y otra planta multiplic con el tiempo como en propio suelo. Funos de grande alivio para los infieles. Con unas races de mandioca entretenan la hambre temporadas ; y con la caa dulce contentbamos a los nios. Los sarmientos corrieron fortuna, y despus de bien arraigados y brotados, los arrancaron unos Guans, creyendo que la raz sera comestible como la de la mandioca. Reemplazse despus su falta con otros trados de la Asuncin, y logramos una parra y sus frutos. Nuestro empeo en esta planta era no hallarnos sin vino para celebrar la misa. Ni en la Asuncin abunda este gnero, porque dicen que acaban las cepas las hormigas. Creo que el descuido, y tambin el logro de la yerba del Paraguay, priva a la

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provincia de vias. Los primeros habitadores espaoles las tuvieron, y alguno tena treinta mil pies de cepas, como consta de lo que renunci el Venerable Padre Roque Gonzlez de Santa Cruz en su entrada a la Compaa de Jess. En el snodo que el ao de [ ] celebr don Martn de Loyola, Obispo del Paraguay, se lee que la Asuncin, que era la capital, provea de vino a otras cuatro ciudades que de l carecan. La tierra es hoy la que en aquellos tiempos, y en Beln, en donde no faltan avispas, logramos uvas con poca fatiga. CDXLV. Llegan a Beln los infieles. Con la noticia que tuvieron en los toldos de nuestro arribo al ro Ipan-guaz, levantaron los Mbays sus esteras, y se pusieron en marcha. Fueron llegando poco poco, como caminan : el ltimo fue el cacique Epaquini, padre de Lorenzo. La vspera y el da de su llegada fue para nosotros, al paso que alegre, molestsima. Resonaban varios tamborilillos ; cantaban y metan tanta algazara, que no nos entendamos. Habindole rendido sus vasallos el debido homenaje en una cazuela de comida, determinamos los Misioneros ir a visitarle. Dinos muy humano asiento en el suelo a su usanza. Por medio de una cautiva cristiana, que es la intrprete, tocamos varios puntos ; y el principal sobre el fin de nuestra venida a sus tierras. Confirmse en querer la paz con los Espaoles, y en que se ensease a sus la doctrina cristiana. En efecto, es un buen viejo, pero casi sin autoridad, por el modo de gobierno de estas gentes, que es de mera condescendencia. Sin embargo, Jaime, que este nombre le dieron los Espaoles, por respeto al seor Gobernador antes de ser cristiano, su mujer, Margarita, hicieron el ltimo esfuerzo de su potencia. Aqul habl los hombres, y sta a las mujeres en orden vivir con quietud en Reduccin, abrazando la vida cristiana, y poltica. Todos condescendieron, porque el decir s no les cuesta, y el faltar a su palabra no les acarrea desdoro. CDXLVI. Instabilidad de los Mbays. Vise la instabilidad de los Mbays dentro de dos das. Volvieron a resonar los tamboriles, y los calabazos, que aturdan. Inquirimos la causa, y supimos que haban determinado pasar adelante hasta la ciudad. No es otra su vida sino un continuo movimiento y mudar de estalajes. Gente de caballo sin lugar fijo, ha costado muchos aos y sudores los Misioneros hasta tenerla fija en un sitio. La bulla era tal en las esteras, que no pudo aguantarla su mismo cacique. Vnose ste a mi choza y dijo : mi Padre, djame dormir en esta tu casa, porque no puedo descansar por tanto bullicio. Retirado de ste, durmi a la larga, guardndole yo con mi desvelo el sueo. Reforzado ya el cacique anciano, se partieron los ms hombres y mujeres la ciudad, quedndose con nosotros muy pocos. CDXLVII. Apstata embustero. Entre los que se detuvieron en Beln, fu un cierto Antonio, llamado el portugus, y sobrino del cacique. En un encuentro de los lusitanos con los

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Mbays, se le llevaron Cuyab cautivo. Vivi diez aos entre cristianos, y recibi el bautismo. Cansado ya de los Portugueses, y capaz de vengarse de ellos, les arm un lazo, en que cayeron. Djoles que si le dejaban volver sus toldos, hablara sus hermanos, de los cuales seran ellos bien recibidos, si le acompaaban. Creyronle, deseosos .de atraer a su alianza una nacin tan belicosa, y que les estorbaba sus grandes designios de apoderarse de la tierra de Espaa hasta la villa de San Isidro de Curuguat, Puestos los portugueses en los toldos de los Mbays, sacaron estos sus caballos, y aquellos los efectos que traan para comprarlos. Al mejor tiempo, siendo el traidor Antonio, dieron los infieles sobre los cristianos descuidados, y no dejaron quien pudiera llevar a Cuyab la noticia. Viva peor que los otros como ordinariamente lo hacen los apstatas. Vino Vernos, y le d un bastn que el seor Gobernador le enviaba. Al recibirle, lleno de vanidad, y oyndolo algunos Mbays dijo: Ahora conocern mis soldados lo que puedo y lo que soy, pues el Capitn Grande tanto me estima. Este Indio pudo habernos ayudado mucho, porque hablaba muy bien la lengua portuguesa ; ms era de un corazn tan abatido, que nos sirvi de estorbo y aun de inquietud. El mayor ladrn, que tir destruirnos. La gracia estaba en que el da que haca mejor presa, vena con grande disimulo y preguntaba cuando era Domingo para or misa y hacer que los Mbays la oyesen. Porque yo, deca, conozco a nuestro seor Jesucristo, pero los Mbays son unos caballos. Tenanle los Mbays por lo que realmente era, un famoso mentiroso : Esto nos sirvi para salir bien de todos los enredos en que procur meternos. Luego les preguntaba yo : lo ha dicho Antonio? y bastaba indicarles de este modo el autor, para sosegarles. CDXLVIII. Miedo de los Mbays. En efecto luego se experiment el genio del apstata Antonio. Llegaron bastantes infieles de los toldos que estn en la orilla occidental del Paraguay. Venan vernos y juntamente traan la noticia de la muerte de una cacica hermana del cacique Jaime. Como ste haba ido a la ciudad, no dur el llanto sino poco, reservando la formalidad del duelo para cuando estuviesen juntos todos los de los toldos. Supe de estos Indios que traan sangrientas guerras con los Nogolodis o Lenguas. Dijronme tambin que la cacica haba muerto de repente, y que estaban muy enojados con su Nigienigi, o mdico, porque no les haba anunciado tan sensible desgracia. Esto da a entender el concepto en que tienen sus mdicos de profetas adivinos, y como stos los tienen embaucados con sus imaginarias hablas con el diablo y nocturnas visiones. Con la ocasin de hallarse en Beln estos Indios forasteros, y acaso se esparci el rumor de que se vean fuegos de los Espaoles que venan apresarlos. Avivaron las llamas unos Nigienigis con lea de su caletre. Se haban resfriado algunas criaturas, y fingieron los mdicos que el miedo de los fuegos las haba enfermado. Labr tanto la especie de los fuegos, que me vi obligado ponerles patente el embuste de

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Antonio, y de otros de su squito. Vuestro capitn, les dije, con casi toda la gente de este toldo est en la ciudad, y ni de ir, ni de vivir entre los Espaoles tiene miedo, ni le han mostrado las mujeres y nios : por qu, pues, os inquietan unos fuegos que estn muy apartados de nosotros? Aunque vinieran Espaoles, no os perjudicaran, estando aqu los Misioneros: sobre todo, el seor Gobernador os ama y busca vuestra quietud y bien en todo. Al or esto, dijo un capitn: Ya no hay miedo, ni en el toldo de Antonio. As se conoca de dnde haba salido el enredo. CDXLIX. Djanse ver infieles Payagus. Los infieles Payagus del cacicato de los Zarigues, cuyo rgulo llaman los Mbays Ecoguede, y los Espaoles Cuat, se dejaron ver en diez canoas la entrada del ro Ipan-guaz. No supimos sus intentos, pero de gente tan traidora poda temerse algn insulto, estando casi todos los Mbays ausentes. Quiso Dios que los descubrieran dos indios de Beln, que se haban ido pescar al ro Paraguay. No tuvieron nimo para esperarles, huyronse, y los Payagus les hurtaron sus cosillas. No pasaron adelante los Payagus, recelosos de que saliesen contra ellos los Mbays que haban quedado con nosotros. Como lo hicieron con el aviso que trajeron los pescadores; pero los Payagus en sus veloces canoas se burlan de todos, atravesando el ro. Las dos naciones viven enemistadas, aunque tienen sus treguas cuando les est cuento. Tmense unos a otros y los que son ms en nmero, si se encuentran, rompen las treguas, acometiendo los que son menos. En varias ocasiones los Payagus, segn su genio, sembraron en la ciudad voces contra los Mbays, y a estos procuraban impresionar contra los Espaoles. As jugaban el trocado para inquietarlos todos y lograr su perfidia los tiros.

CAPTULO XXXIV CDL. Corren riesgo de la vida los dos Misioneros. Libre de los cuidados en que nos pusieron los fuegos, no faltaron otros de mayor momento. Desde que se fueron los botes, no habamos tenido razn alguna ni de nuestras cartas la ciudad, ni del socorro de ganado que ofrecieron los vecinos para ayuda de mantener los infieles de la nueva Reduccin. Cada da llegaban nuevas familias del cacicato de los Lichagotegodis, que venan establecerse en el nuevo pueblo con los Apacachodegodis. Entre los dos cacicatos pasaban de mil y trescientas almas: y detenerlas en un sitio sin tener que darles para su sustento, era empresa imposible.

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Cuatro mil cabezas de ganado mayor ofreci el vecindario, pero nunca con muchos centenares complet el nmero, ni daba muestras de hacerlo el ao de 1767, en que dejamos la Reduccin en manos de un seor clrigo. Esperbamos por momentos algunas cabezas de ganado, y hablando con unas cautivas cristianas sobre este punto, divis una de ellas un Mbay que vena de hacia el Paraguay. Fue luego a hablarle y decirle que se llegase consolarnos, que es el modo con que dicen visitarnos. No hizo caso el infiel, ni le respondi palabra. De all media hora lleg otro Indio de los que haban ido al Paraguay. Saludnos a su modo y pas al toldo. Vena enviado del cacique Jaime a toda prisa. Se reduca su apresuracin a prevenir a los Indios que estaban con nosotros, que nos guardasen porque aquel Indio que apareci primero traa nimo de quitarnos la vida. Recibido el recado del cacique, doce soldados escogidos se pusieron de guardia en un toldo aprestado junto a nuestras chozas. Mudbase esta guardia de da y de noche, hasta que se fue el indio, que era de los toldos de arriba, y nosotros salimos del riesgo. El que haca cabeza en estas guardias era un capitn sobrino del cacique Jaime. Djome por la intrprete que no temiramos, y que de da podamos ir al campo y divertirnos, pero no de noche ; no fuese que aquel malvado, a la sombra de las tinieblas ejecutase sus daados intentos. As lo hicimos, maravillados de las intenciones perversas de aquel hombre, al cual no slo no habamos dado el ms mnimo motivo de agravio pero ni aun conocido. CDLI. Enredos de Lorenzo y de dos Espaoles contra los Misioneros. Lleg el cacique Jaime, nos entreg las cartas y por ellas conocimos la causa del enojo del Indio, y juntamente los artificios de Lorenzo y del Espaol, comandante de los barcos. Aquel tena enemistad con el Indio, que fu uno de los que nuestro primer arribo al puerto lleg las embarcaciones. Para vengarse de l Lorenzo ide un desatino, y se le aprob el Espaol sin descubrirse a los Misioneros, que le hubieran estorbado. Trataron entre los dos que el Indio fuese en una embarcacin con el pretexto de ver la ciudad y juntarse en ella con los Eyiguayeguis del cacique Jaime. Pero la realidad era que iba como desterrado, y para que el seor Gobernador le castigase. Claro est que no hablando nuestras cartas sobre el tal Indio, haba de poner en cuidado al Gobernador que en nuestro nombre el Espaol le hubiese llevado. Preguntsele al Espaol si los Misioneros enviaban al dicho Indio. Ratificse que s, porque era Indio tan perverso que impedira que el evangelio se predicase, y juntase reduccin. Esto le haba dicho Lorenzo al espaol fcil. Como el buen Espaol protestaba que el Indio era remitido por los Misioneros, determin el seor Gobernador remitirle los pueblos de los Guarans con ttulo de paseo : y entretanto escribirnos para saber lo cierto. En el camino otro Espaol se declar con el Indio, y le manifest el fin con que le llevaban a los dichos pueblos,

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acumulando todo los Misioneros. De tal Espaol hizo confianza el Gobernador, encargndole que llevase el Indio con cautela ; esto fu lo que hizo menos. Dio escape al Indio, fingiendo que de noche se le haba desaparecido. Despus volvern otros enredos de estos dos Espaoles, que tomaron a su cuenta tenernos en continuo desasosiego, y aun quitar la Reduccin a los Jesuitas. Sentido el Indio de lo que con l, segn le decan, haban tramado los Misioneros, vena resuelto a quitarles la vida, y de este modo vengarse de los que miraba como enemigos extranjeros. CDLII. Primer ganado en Beln. En las cartas que nos dio el cacique Jaime se nos avisaba que el seor Gobernador nos enviaba unas cuantas cabezas de ganado mayor, y el colegio catorce bueyes, con prdida considerable en el camino, lleg la Reduccin el resto. Los infieles eran muchos y acostumbrados la carne ; y fuera de esto sin sementeras, como que jams han sido labradores. Todos los das tenamos huspedes de los toldos apartados, a los cuales era preciso agasajar con algn alimento, porque llegaban desprovedos de un todo. Hicimos juicio que no haba para un mes, si se repartiera carne cada da todos. Con esto para no quedarnos sin algunas cabezas para lo que poda acontecer, determinamos proseguir en casi un perpetuo ayuno. los infieles que nos pedan vaca, respondamos que, en siendo muchos, quedaran consolados todos. Mas la hambre no tiene esperas, y el portugus Antonio y otros Mbays hurtaron bastantes. El cacique Jaime y su hijo Lorenzo nos ayudaban poco, porque su autoridad solamente es respetada en cosas de conveniencia. CDLIII. Primera sementera y hurtos de los Mbays. Idebamos, teniendo ya bueyes aradores, hacer unas buenas sementeras de maz y otros granos, con que poder su tiempo suplir las necesidades. Apenas pas este pensamiento de idea, porque el espaol Duarte se llev los siete Indios Guarans que nos hubieran ayudado. Quedronse solamente dos, que no eran bastantes para guardar el poco ganado y acabar de componer nuestras chozas. Sin embargo, con ellos se hizo la primera sementera, que rindi abundante fruto por lo frtil del terreno. Nuestra desgracia era no poder lograr casi nada, porque lo hurtaban, antes de sazonar, los infieles. No se les poda reprender el hurto sin riesgo de que nos desamparasen. Y ms cuando el mismo cacique era el primero de los ladrones, y sembraba voces de que l y los suyos se retiraran sus antiguos estalajes, porque les acosaba el hambre. As lo esperbamos, atendida la volubilidad de estos infieles. Supo nuestro cuidado el cacique de los Licha-gotegodis, y nos dijo que no creyramos al viejo Jaime, que hablaba con ninguna reflexin, con intento de que los otros se retiraran y quedarse l solo con unos pocos de su familia para disfrutar las ddivas de los Misioneros. Avivaba las voces de los descontentos una

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cautiva cristiana ms ingrata que los mismos infieles. Lo singular fu que una chica de edad como de ocho aos, habl con tal energa y gracia contra las patraas de dicha cautiva, que la cacica Margarita y cuantos la oamos, estbamos admirados de su elocuencia. En substancia dijo : nuestros Padres han regalado todos los Mbays, mannos todos: y saben distinguir al capitn del que no tiene este ttulo. Hacen matar la res, y se nos reparte. esta embustera le han dado lienzos, abalorios, etc., y con todo se atreve mentir. CDLIV. Van muchos Mbays a la tierra de los Monteses. Fuera nunca acabar referir los disgustos de este gnero que cada da recibamos de los infieles y de la mencionada cautiva. Mas, como ahora no les sali bien por este lado el intento, tiraron por otro de mayor consecuencia, y con que lo exponan todo, quebrando las paces celebradas con la provincia. Pertenecen a sta en lo espiritual y temporal los dos pueblos de monteses nefitos Guarans, llamados San Joaqun y San Estanislao. Los Espaoles la lengua ndica los conocen con este nombre de Caigus, esto es, los salvajes. Tal cual Espaol, por sus viles intereses, dio luz los Mbays de que convendra limpiar la tierra de dichos monteses, que posean los mejores plantos de la yerba del Paraguay, sin poderse aprovechar de ellos los Espaoles. De repente resonaron los tamborilillos y las cornetas infernales. Supe la novedad y el intento de Lorenzo, que ech la voz de que volva al Paraguay, de donde acababa de venir con su gente. Bien informado de todo, procur disuadirles del viaje, pero no pude conseguir otra cosa de ellos, sino que yo menta, pues los Espaoles les haban dicho que aquellos Indios no eran cristianos. Al fin se fueron, y llegaron unas sementeras del pueblo de San Estanislao. No hallaron Indios, porque estaban todos en el pueblo. Hurtaron cosas de las sementeras, y como vieron una cruz grande ; y doce Indios de noche se acercaron la Reduccin, y conocieron ser verdad lo que yo les haba dicho, retrocedieron. Lorenzo, con disimulo de Payagu, se fue a la ciudad. Aqu procur engaar al seor Gobernador, dicindole que en el camino haba visto Caigus, que con su beneplcito dara sobre ellos, y los acabara todos. Penetr el Gobernador el nimo traidor de Lorenzo, y se impuso luego en que seran los nefitos de dichos pueblos. Disuadile, pues, el arrojo, dicindole entre otras cosas que l no quera infieles muertos, sino cristianos, y reverentes a los Misioneros ; que se volviese la Reduccin, y aprendiese lo que se le enseara para ser bautizado. CDLV. Primer bautismo. En lo que l menos pensaba, era en esto ; pero nos consol Dios con que un hijo suyo fuese el primero que recibi las saludables aguas del sacramento del bautismo. Da 14 de-noviembre, entre cuatro y cinco de la maana, llegaron unos Indios a mi cabaa, llamndome en nombre de Lorenzo ; informme de lo que quera, y era para que fuese

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a bautizar a un nio que su mujer acababa de dar luz con regocijo de todos los toldos. Fui, extraando la diligencia de Lorenzo, que en esta ocasin se olvid de su genio. Bautic al nio dndole el nombre de Estanislao de Kostka. Agradme mucho que, dicindoles yo que despus le bautizara, puesto que no corra riesgo, respondime la madre muy resuelta : Bautzale luego, porque este mi hijo desde hoy lo sea de los Padres : y como los Espaoles, aprenda las palabras de Dios su tiempo. Es cierto que este nio fu el imn de los carios de los Mbays, y ms de los Misioneros. Aqullos celebraron sus magnficas fiestas y el octavario ruidoso de que ya se dijo en otra parte ; y stos le miraban como el fundamento de aquella nueva cristiandad. El nio a su tiempo dio muestras del amor que tena los Misioneros. De edad, de poco ms de un ao, lloraba hasta que su madre le traa a vernos. Cuando ya hablaba, la deca : Mi madre, llvame a la casa de nuestros Padres : y la buena india traa a su hijo y nos lo dejaba, sentndose ella a hilar hacer otras cosas de su genio. Ya mayorcito, se les escapaba, y se vena a estar con nosotros ; y como si fuera hombre de mucho juicio, daba algunas respuestas a los que concurran. Una vez le visitaba su abuela, para que en su nombre nos pidiese una cosa que la vieja quera. Volvise ella el nio y le dijo : Vete, no seas molesta. Cuando tuvimos acabada la iglesia, le traa su madre ella en brazos or la doctrina ; y despus de acabada la misa, vena besar la mano al Misionero, como capitn grande de aquel toldo. Dios le quera para s, y los cinco aos, antes que la malicia le pervirtiese, se dign llevrselo al cielo. CDLVI. Djannos solos los Mbays. Acabadas las fiestas por el nacimiento de su nuevo cacique, ide Lorenzo otro viaje a la Asuncin. Quince das de quietud eran un siglo para este andariego. El atraso que con sus viajes nos acarreaba era grande. Llevbanse los grandes a sus hijos, y con esto no se adelantaba en la Doctrina. Lo que aprendan en estando con nosotros, lo perdan en sus mudanzas, y dilatadas estaciones en el campo. El viaje hasta la ciudad es de unos seis ocho das ; y con todo ellos empleaban un mes, y veces mes y medio. Pranse en donde hay caza, y no se acuerdan por algn tiempo del trmino. De este modo nos quedbamos casi solos, pues no guardaban los toldos sino algunas personas ancianas, las cuales los aos no permitan tales paseos. As nos sucedi acabadas las dichas fiestas. Lorenzo, que era el que a todos mova para todas estas andanzas, y con que pretenda poner a salvo su inconstancia, se fue con muchos a la Asuncin : otros se esparcieron hacia las orillas del ro Paraguay pescar : y con nosotros se quedaron como unas diez personas entre chicos e invlidos.

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CDLVII. nimo pertinaz de Lorenzo. Conocase que Lorenzo no quera sino tener los Misioneros en Beln para poder con ms frecuencia hacer sus viajes la ciudad y utilizarse por dos. Su nimo opuesto ser cristiano se manifest muchas veces, y especialmente en esta ocasin. Escrib yo al Gobernador y otras personas en orden que le hablasen sobre el principal asunto de permanecer en Beln, y or las instrucciones de los Misioneros, haciendo que los vasallos de su padre asistiesen lo mismo. Respondi el brbaro que no le molestasen en esto. Porque yo, dijo, no quiero ser cristiano : ya lo es mi hijo Estanislao, y los Padres podrn ensear los chicos cuando se juntaren. Para que se conozca bien el nimo de este infiel y lo que nos desayudaba adelantar este caso. poco tiempo de haber vuelto esta ltima vez de la ciudad, determin hacer segundo viaje con muchos de su squito la misma. Habanle hablado sobre los puntos que escrib las mencionadas personas. Quiso cumplir con todas con un pobre engao. La maana de su ideada vuelta a la ciudad se entra con mucha algazara mi cabaa : Vengo, dijo, a que me laves con el agua de los cristianos : fu lo mismo que si dijera : que me bautices. Me alegro mucho, le dije yo, de tus buenos deseos, y de que des ese buen ejemplo a todos los Eyiguayeguis ; pero muchas veces me has odo que para bautizar a los adultos, es necesario que stos aprendan y conozcan lo que reciben, detestando sus vicios, etc. Haz primero esto, viniendo la doctrina todos los das, y dar cumplimiento tus deseos. Salise medio enojado, y se fue al Paraguay, en donde boca llena publicaba que l pretenda el bautismo, ms que yo no quera administrrselo. Como en todo el mundo hay buena gente, no falt tampoco en este caso, sobre el cual me escribieron, sin reflexionar que ninguno ms que los Misioneros, deseaba bautizar los Eyiguayeguis, y que el no hacerlo se fundara en motivos que no deban ignorar los protectores cristianos. Al fin se desengaaron y vinieron en conocimiento de las imposturas del joven brbaro, y de su vivir estragado, que conserv hasta que los Chiquitos le hicieron prisionero y llevaron sus pueblos, como se dice en la segunda parte del Paraguay Catlico. CDLVIII. Ocupaciones de los Misioneros. Catecismo. Solos en Beln los Misioneros, procuramos emplear el tiempo en cosas tiles para lo de adelante. Lo que se tom con ms empeo fue adelantar cuanto fuese posible en el difcil idioma Eyiguayegui. Para esto nos ayud mucho una cautiva espaola, natural de la villa de Curuguat, que se acordaba de la lengua guaran, porque era grande cuando la cautivaron. El primer cuidado fu formar un Catecismo que sirviese para instruir los nios, sin gravarles de muchas cosas que les causasen fastidio a aprender la santa doctrina, y juntamente aprovechar los adultos para el .caso de enfermedad y peligro de muerte en que solamente podamos bautizarles. Tradujronse tambin en su idioma las oraciones de la doctrina cristiana. Todo nos sirvi

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mucho su tiempo. Cost indecible trabajo hacer entender los significados la intrprete que estaba ya poco menos brbara que los mismos infieles. Uno de los mayores cuidados consisti en que nos diese las palabras con que hablan en muchas cosas los hombres, y son distintas de las que usan las mujeres, Como lo era la interprete, nos deca los vocablos que las de su sexo eran familiares. Hablbamos con tales palabras los hombres, y stos con gracia nos preguntaban si nosotros ramos mujeres : y al mismo tiempo corregan la voz y ponan la que ellos usaban. CDLIX. Gramtica y vocabulario. Vencida esta dificultad, nos vimos en otra bien ardua sobre la lengua, para reducirla a apuntamientos gramaticales. Preguntbamos, por ejemplo : Cmo decs Cabeza? y responda la intrprete, no en absoluto, sino en posesivo de plural : Nuestra cabeza. Al principio, ignorantes aun de esta propiedad del idioma Eyiguayegui, tombamos los plurales por singulares, y los relativos de posesin por los nombres absolutos. Enterados de este artificio, con que los Mbays casi todo lo nombran en plural posesivo, fu fcil corregir lo escrito y formar una Gramtica bastante completa con el tiempo ; y tambin un Diccionario bien extenso. Para que se formen algn juicio de lo que cuesta trabajar estas cosas por intrpretes, referir tal cual caso. Preguntaba un da uno cmo decan los Myabs, Cielo? Era un negro portugus, que por muchos aos haba estado entre ellos cautivo. Respondi prontamente : No lo se, porque os Mbays en nengum tempo me fahlaron do ceo. otro interprete pregunt otro Padre Misionero cmo se dice en lengua Mocov, t. Daba la palabra sin tropiezo. Prosegua el Misionero. Cmo se dice, yo : se explicaba bien el intrprete. Quera el Misionero averiguar qu tenan equivalente la conjuncin, y. Para conseguirlo le preguntaba : Como dicen : t y yo? Aqu fue el barranco. Respondi el intrprete : Mi Padre, Tuyuy es un pjaro grande de zancas largas, que habita en tierras baadas. Por ms que procur el padre darle entender lo que quera saber, no hubo medio de que saliera de que t y yo era el pjaro Tuyuy. Lo que puedo asegurar es que hablar los Indios por intrprete es perder tiempo, porque no les dicen lo que pretende el Misionero, lo dicen como lo conciben que suele ser al revs de lo que significan las palabras. Por esta razn a los principios se hacen pocos progresos, hasta que el Misionero con tesn inconceptible logra poder explicarse con los infieles. En esto les sucede con mayor exceso lo que los nios principiantes en la escuela de leer de gramtica, y dijo en breve Horacio : Qui studet optat cursu contingere metam, Multa tulit, fecitpue puer, sudavit et alsit.

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Todo el tiempo que falta el comercio de la lengua entre el Misionero y los infieles, mutuamente pasan plaza de brbaros, como nos lo dej escrito el Misionero apostlico de los gentiles San Pablo.

CAPTULO XXXV CDLX. Registro de la tierra para poner ganado. Como esperbamos que la ciudad cumplira la promesa que haba hecho de dar cuatro mil cabezas de ganado, se haca preciso registrar la tierra y buscar un sitio capaz en que establecer una hacienda, sin la cual era imposible sujetar en reduccin los Mbays. estos la hambre tiene dispersos, vagando sin quietud en busca de alimentos, que tambin los lleva con tanta frecuencia la ciudad, y con su acomodacin puede decirse de estos infieles : Famem patientur-ut canes, et circuibunt civitatem. Con el dicho designio varios das sal ya a un rumbo ya otro por bastantes leguas. Para de pronto se encontr lugar y lugares propsito para el intento. Lo particular que note en dichos registros del terreno, fu lo siguiente. rboles de todas las especies que se hallan en la provincia del Paraguay, buenos para fbricas y otras cosas. Tambin muchas yerbas medicinales. Muchos frutales silvestres, entre los cuales merece alguna atencin ste que se desgajaba del peso de la fruta. CDLXI. rbol Ypecueniguaga. Es un rbol alto, bien formado: tiene la corteza blanquizca, las hojas pequeitas y de figura de lanza, bien ordenadas, y de un verde claro muy agradable, y lustroso. La flor blanca, pequeita, y de cinco hojas, de la figura de la del Naranjo. El fruto es muy parecido las cerezas, y como stas, est arracimado en pezoncito principal, del cual salen tres o cuatro, de los cuales inmediatamente pende el fruto. Cuando maduro, tiene el color de las cerezas, algo ms obscuro. Tiene una coronita de hojas que tiran a amarillas, casi como en la granada. El hollejo es algo duro, parecido al de alguna especie de uvas. Encierra una substancia algo pajiza, dulce, de bastante jugo ; est pegada a dos huesecitos semejantes a las judihuelas chicas : su color entre verde y pardo, y su sabor amargo con algo de astringente. Cmese con gusto esta fruta, y, puesto en infusin todo el fruto entero, dejndole fermentar, se forma una aloja vinosa muy suave. CDLXII. Planta Ypequeni. En algunos sitios haba muchas plantas de las que en Curuguat llaman Guabir mir, y los Mbays Ypequeni. Es una mata hermosa que se levanta como una vara. Las hojas puntiagudas, de color verdescuro, y muy olorosas, parecido al olor de la cidra, aunque menos intenso. La fruta es parecida una ciruela redonda, y con su corona de hojitas : el color amarillo cuando madura. El hollejo es bastante duro, pero con facilidad

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quebranta con los dientes : tiene un gusto bien astringente con bastante de aromtico. La carne es jugosa y muy suave al paladar : en ella hay tres pepitas aplanadas pequeas y blanquecinas como la carne : son de gusto picante y se tragan sin mascarlas. La flor es pequea de cinco hojitas blancas : y en medio muchos hilitos del mismo color. La fruta y la planta son tan olorosas como la flor. CDLXIII. Canchalagua. La famosa canchalagua estaba lozana en varios sitios hmedos. Su flor es plida, pequea, formada de seis hojitas algo largas : en medio tiene un hilito coronado de tres antenas cuerpecitos naranjados como los de la azucena. El botn pistilo en que se contiene la semilla, es como un pequeo grano de pimienta, con cuatro divisiones, en cada una de las cuales hay seis granitos esquinados, consistentes que resisten algo al diente que pretende quebrantarlos. CDLXIV. Varios insectos. Con ocasin de las frutas de los rboles, haba bastantes aves de muchas especies y tamaos, que las coman, especialmente Papagayos. No faltaban mosquitos, que nos atormentaban de da y de noche, con muchsimos tbanos, que procuraban chuparnos la sangre. En una senda estaba tendida una vbora horrible de ms de vara y media de largo y de grueso como dos dedos. Mi gua dijo que en lengua guaran se llama Mboicugui ; que irritada acomete, y sigue con una ligereza como si volara. CDLXV. Entblanse las sementeras. Hecha la diligencia de ver los campos y las conveniencias que ofrecan para la nueva reduccin, se convirtieron los cuidados otro negocio de grande importancia para el entable y subsistencia. Los infieles Mbays no eran labradores : y sin este arte quedaran siempre expuestos vagar para alimentarse. Las sementeras no son medio que absolutamente baste para mantener gentiles acostumbrados la carne ; ms es una ayuda de costa, sin la cual no bastara aqulla. Por esto, como ya tenamos animales diestros, hicimos arar un pedazo de tierra como de cien varas en cuadro. Echse grano de maz, semillas de sandas y calabazas, que a su tiempo rindieron hermosa cosecha. Tuvimos con esto qu dar los nios especialmente los que asistan al rezo, y tambin los grandes que pedan alimento. CDLXVI. Empiezan los infieles la labranza. Era ya entrado el ao de 1761. No perdamos ocasin de hablar a los Indios, ponderando las utilidades que les acarreara la labor de la tierra. Todos lo aprobaban; ms se les haca muy cuesta arriba el trabajo. Al fin con la industria que se refiri en otra parte y con las que ya refiero, conseguimos que empezasen ser labradores. Lo primero fue hacer una sementera vista de sus toldos, con el fin de que observasen la maniobra, y se aficionasen. Admirbanse mucho de la docilidad de los bueyes

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en tirar el arado, y mucho ms de ver en poco tiempo cubierto el terreno de plantas tiles la vida. Lo segundo, habl con una cautiva cristiana para que en secreto persuadiese a su amo, que era un buen Indio, que me pidiese que le araran un buen terreno, porque ella, como espaola, le sembrara, logrando todos los de su familia el fruto. Sali bien esta traza, con que los otros Mbays entraron en deseos de que tambin a ellos se les dispusiese la tierra. Desde el da 13 de enero se dio principio esta faena. Los dos Indios Guarans que tenamos en nuestra compaa les araban la tierra ; y nosotros les dbamos el grano, semillas y rama de mandioca. bamos personalmente a ensearles; y se alegraban indeciblemente, oyendo y practicando lo que les decamos y obrbamos. su cuidado quedaba cercar las sementeras y desherbarlas. Lo primero era necesario, porque sus caballos sin este atajo, lo destrozaban todo. Lo segundo se enderezaba darles alguna ocupacin con que ir quebrantando su genio entonado. Los dos cacicatos se vieron en poco tiempo en el ejercicio de la labranza con amor y empeo. Dbannos mil parabienes cuando lograron ya el fruto de sus sudores. Como la tierra es tan frtil y los aguaceros frecuentes, se deja labrar casi todo el ao en este clima, en que rarsima vez hiela. CDLXVII. Vienen a Beln veinte familias Guarans. Con el socorro de Indios Guarans que nos envi el Gobernador don Jaime, entraron en mayor calor las sementeras, y vino quedar el campo alrededor de la Reduccin un jardn continuado. El da 17 de febrero aportaron a Beln veinte familias Guarans, que con beneplcito del seor Gobernador de Buenos Aires, el excelentsimo seor don Pedro de Zevallos, nos agenci don Jaime. Eran todos de los cuatros pueblos inmediatos la Asuncin; de cada pueblo cuatro familias. Estas voluntariamente se ofrecieron venir ayudarnos cuando los Padres curas Jesuitas insinuaron en sus respectivas doctrinas la voluntad de los seores Gobernadores. CDLXVIII. Enredos de un Espaol. Don Jaime previno la necesidad en que un golpe de gente tan considerable podra verse en un despoblado, al cual vena sin prevencin, y en que todava faltaban los socorros de ganado, y en algunos meses no tendran frutos de su labranza. Para este caso, en los mismos botes que conducan las familias, enviaba muchas fanegas de maz, frisoles 7 y otros granos con muchos haces de tasajo, que supliran muy bien el tiempo necesario. Sin embargo, Dios quiso probarnos; y, estando toda esta provisin en el puerto, nos hallamos del todo desamparados. El Espaol cuyo cargo vena todo, era el mismo que con Lorenzo urdi la trama de llevarse el infiel nuestro primer arribo Beln, de que se habl arriba. Con frvolas excusas sin desembarcar el grano y tasajo, se lo volvi todo a
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frijoles, judas, porotos. (Nota de la E.D.)

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la Asuncin cargndome m la culpa de su desatino o atentado. Maravillronse en la ciudad, y ms el Gobernador, al orle decir que yo no haba querido recibir aquella limosna tan oportuna y del todo necesaria. Dentro de poco tiempo qued convencido de embustero el tal Espaol, pero sin escarmiento; con esto tom nimo para fingir otras cosas que despus diremos en que ech el resto. CDLXIX. Extrema necesidad en que se ve la Reduccin. Con este hecho inconsiderado del Espaol, se apresur a instancias del Gobernador la remesa de unas vacas con que socorrer la necesidad casi extrema en que estbamos. Tenamos noticias de que estaban ya en camino pero nunca llegaban. Esto me oblig a emprender el primer viaje por tierra, a ver si las encontraba. Llegu sin gua y al rumbo, metido casi siempre en pantanos y baados, a un ro que llaman Tobatiry, y dista de doce catorce leguas de la ciudad. Aqu tuve la noticia que el ganado lleg hasta el ro Xeju; y que, por estar ste muy crecido, no haban podido pasarlo, y se haban vuelto. Pas adelante, y entr en la

ciudad, en donde el que ms bien senta juzgaba mi viaje por temerario por caminos desconocidos y tan arduos. Con esta ocasin conoci el Gobernador y otros las artes del Espaol de arriba y de otro que le fomentaba. Consegu que prontamente se socorriera la Reduccin; y yo mismo en embarcaciones conduje una buena provisin de maz y otros granos. Del viaje por tierra y de la vuelta por agua escrib dos diarios, que podrn verse en el fin de este tratado. CDLXX. Caresta otra vez en la Reduccin. Para la inteligencia de la carta que mi regreso y arribo la Redaccin escrib al Paraguay, es bien advertir dos tres cosas. La primera, que en medio de haber salido el ganado de la jurisdiccin de la ciudad, antes que las embarcaciones, sin embargo, no lleg hasta despus de dos meses. Antes de este trmino, consumieron las familias el grano que yo traje, y volvi la miseria a reinar en los toldos. No hay que detenernos examinar la insuficiencia de los motivos de su demora, que los Espaoles alegaron. Baste saber que concurran a lo que ellos tanto les importaba, como era la quietud de los Mbays con suma repugnancia. Por esto daban ganado estropeado, viejo e intil para emprende, camino largo y trabajoso, y mucho ms para fundar hacienda. La segunda es, que antes de mi partida, habamos entablado el rezo de la doctrina para los infieles, especialmente nios. stos al fin de la distribucin les repartamos algo de comida, y muchos no tenan otro socorro en todo el da. Falt el alimento, y sus padres se esparcan a buscar palma, etc., y se llevaban sus hijos, con que ces la entablada armona de la doctrina. La tercera, que, sabiendo los Mbays que los

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infieles Nogolodis, conocidos por el nombre de Lenguas, sus enemigos, lo eran tambin de los Espaoles, determinaron conquistarlos. Hicieron convocatoria general, y concurri Beln la milicia escogida de los toldos. Ahora, cuando al tiempo dicho nos lleg la noticia de que estaba cerca el ganado, se hizo pasar ste el ro, y con los Espaoles que se volvan la ciudad envi esta carta. Ella sola es bastante para conocer cmo estbamos. CDLXXI. Carta de uno de los Misioneros. Hoy 13 del corriente como las nueve de la maana, lleg Ignacio con las cartas y la noticia de no distar mucho el ganado. Esta nueva nos hall en la chacra (sementera), al Padre Jos con la azada carpiendo, y m del mismo porte. Todo es fin de coger su tiempo con qu entretener el hambre de las familias fieles e infieles. Las primeras han sufrido la mayor prueba que se poda hacer en Guarans, que es la hambre. Iban los hombres pie la otra banda del ro Ipan buscar palmas Mbocays Namogoligis, y con los trozos que traan se divertan las criaturas. Los Mbays no entienden de caridad: y, si tenan un puado de harina de dichas palmas, y la queran los Guarans, les llevaban en paga la ropa. Lo peor era que ponan un censo irredimible para acabarles cuanto tenan sembrado. Con el actual socorro de ganado habr para que lo pasen menos estrechamente un par de meses. Porque han de comer tambin los Mbays, y hurtarn como suelen. Aqu no hay cabeza que nos ayude, ni el viejo Jaime, ni su hijo Lorenzo. Padre hijo no tienen dominio sobre los Eyiguayeguis. El primero no piensa sino en comer ; y el segundo en vagabundear. Toda su aficin al cristianismo no es ms que cuanto les sirve para su til. CDLXXII. Mudanza de los Mbays, y bautismos de chicos. Sin embargo de vernos tan sin hombre, no nos falta Dios. La conversin de las almas es toda regala de su Majestad. Lo experimentamos actualmente en la mudanza de los corazones de estos infieles. Cuando menos lo esperbamos lo humano, ha manifestado la Providencia divina que la docilidad de los Mbays corre por cuenta de su gracia, que de feroces los muda en apacibles, y de enemigos en hijos. Desde el da 5 de julio hasta hoy 13 del mismo, hemos bautizado treinta y ocho prvulos de uno hasta nueve aos de edad, segn el talle de sus cuerpos. Estando escribiendo esto, suspendo la pluma para bautizar a otro. Esperamos en el Seor que ha empezado esta grande obra que con los riegos de sus auxilios llegar a sazonar las incultas plantas de este gentilismo. Su Majestad sabe los medios y los instrumentos con que su nombre ser glorificado en este erial, que slo produca espinas de vicios torpsimos. Admirbamos ver la diligencia con que las mujeres Mbays y algunos hombres traan sus hijos para que los bautizsemos. Veamos destituidos de bastimentos y de caballeras con que agenciarles; y con

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todo, porfiaban en cierto modo por el bautismo de sus hijuelos. Escogemos los de edad inocente, y hay muchos de 12 aos arriba que lograrn la dicha de las saludables aguas despus de instruidos. As cantamos con David en nuestro desamparo humano : Hi in curribus, hi in equis : nos autem in nomine domini invocabimus. CDLXXIII. Jntanse los chicos a la Doctrina. Cuando aport en el bote Beln, se juntaban or y decorar el Catecismo, porque faltando el alimento, se les llevaban sus padres al campo a buscarle. El nico atractivo de estas pobres gentes en la miseria en que se hallan, es la comida. Luego se dio providencia para hacerles cocer cada da suficiente maz frisoles, con que conocan que desebamos sustentarlos. Ha bastado esto para que otra vez se junten, y oigan con gusto el Catecismo que se les imprime en la memoria. Si nos faltan los socorros, todos, chicos y grandes, irn la ciudad, llevados de la necesidad y acosados por el hambre. As nos lo dicen y mejor lo cumplirn. En este caso, que nosotros no podremos impedir, habrn de tener paciencia los cristianos, y alimentar caritativos a los infieles, que desean ser sus her manos en Cristo. Si cerraren las manos, est pique que se verifique de los Mbays lo que se dijo de sus progenitores : Nisi et saturati fuerint, et murmurabunt. Mucho ms constndoles lo que la ciudad les tena ofrecido para su subsistencia. CDXXIV. Preparacin para hacer guerra a los infieles Lenguas. La ejecucin de irse a la ciudad se ha retardado, porque, animado Lorenzo de los Espaoles incautos, ha determinado conquistar primero los infieles Lenguas, enemigos de todos. Por esto entre otros ttulos los llaman tambin Enimaga, plural formado a su modo de la palabra espaola enemigo. Ya dije otra vez que los Lenguas habitan en la orilla occidental del ro Paraguay, y que son muchos y valientes. este pas y contra los Enimaga marchar presto un campo lucido de Mbays. Ha juntado la milicia escogida, que vive esparcida por ms de 60 leguas hacia el Norte y Oriente. En Beln se hace la resea y no falta hoy sino un capitn que esperan, para completar el nmero de sus tropas. El jefe principal y el motor de todo es Lorenzo, quien tambin ha hecho la convocatoria. Hnse prevenido de muchas armas, y no hablan sino de esta grande empresa y conquista. Promtense un rico botn de cautivos, caballos, etc., sin pasarles por la imaginacin que los Lenguas son diestros soldados que saben defenderse. Dicen que todos los despojos han de llevar la Asuncin. Es muy contingente que vuelvan con las manos en la cabeza. No podemos aun computar el nmero de los combatientes que marchar contra los Lenguas. Yo me persuado que no harn hazaa digna de memoria. Los sucesos de esta campaa darn asunto para alguna carta. Lo que de cierto contestan es que despus de su expedicin caminarn al Paraguay vender piezas y saciar la hambre. Creo

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que no ser esta ida tan inmediata a su regreso, que no esperen a los dos caciques Caminigo y Inionig-lguaga. stos se han excusado de ir a la guerra; pero vendrn para pasar a la Asuncin en calentando el tiempo. CDLXXV. Nombres que los Mbays dan a la iglesia. La capilla que dej armada cuando sal al Xejui, quedar hermosa para obra de prestado. Ahora le aadimos bastantes varas, con lo que quedar bien desahogada. No disgustar Vuestra Reverencia saber cmo los Mbays nombran a la iglesia. Tres nombres han inventado, cada uno muy expresivo. El primero es Niacana-Gaichi, que significa lugar del rezo en comunidad. El segundo: Niguicodi Loigi, esto es, Casa de las imgenes, por las pinturas y estatuas que han visto en las iglesias de la Asuncin. El tercero: Conuenatagodi Ligeeladi, habitacin de nuestro Criador, o morada de nuestro Hacedor. Usan indiferentemente estos tres nombres para expresar lo que han visto entre los cristianos Ellos al toldo o medio crculo de esteras adonde llevan a enterrar a sus difuntos dan otro nombre como en otra parte advertimos, hablando de sus funerales. CDLXXVI. Caso de edificacin. Me olvide arriba de poner un caso que no dudo servir, de consuelo a Vuestra Reverencia. El da 12 del presente mes administr el bautismo a doce prvulos. Acabada la funcin me aparte un poco del concurso, y encontr una anciana Mbay que tena a un lado a una hija suya como de 8 a 9 aos. La madre mostraba tristeza y la chica estaba llorando. Preguntles la causa de su desconsuelo en da tan alegre? Respondi la madre : Mi Padre, Mara (as llambamos a la chica, aun antes de bautizarla) llora y yo no tengo consuelo porque no la has lavado con el agua de los cristianos. No tard en enjugar las lgrimas de la una y consolar a la otra. Con esto quedamos todos contentos. Esto es cuanto ocurre participar a Vuestra Reverencia, etc. Beln y julio 14 de 1761.

CAPTULO XXXVI CDLXXVII. Salen mal de la guerra costra los Lenguas. Lo que yo presuma de la entrada de los Mbays a la tierra de los Lenguas, sali cierto. Despus de una grande borrachera, marcharon los soldados. Sus Nigienigis nos quebraron nosotros las cabezas cantando al son de sus calabazas, y los valentones se las rebutieron de ventolera, celebrando sus proezas y anunciando los destrozos de sus enemigos. En pocos das volvieron con el desengao. No slo no hicieron funcin honrosa, pero ni casi vieron a los Lenguas, pretextando que se haban huido de noche al bosque, retirando las mujeres y criaturas. La

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verdad fue, como nos lo contaron algunos soldados, que los Lenguas, habiendo descubierto los Mbays, pusieron en cobro la gente intil para la guerra. Dieron los guerreros en los Mbays, a los cuales quitaron bastantes caballos. Tambin los Mbays cogieron algunos caballos de los Lenguas. Entraron en la Reduccin, como yo les anunciaba por fiesta, cabizbajos. Picados de su desprecio, pretendieron recobrar el honor de sus armas, repitiendo la entrada con nuevo refuerzo de milicia, que les lleg de los toldos de arriba. Tampoco luci su valor en esta ocasin, volvieron diciendo que vieron tres tolderas desamparadas y en una tres sepulturas, las cuales abrieron, creyendo hallar algunas alhajas, pero no vieron sino tres cadveres frescos y monstruosos. Lo que yo supe de cierto fue que pelearon, y los Lenguas les hirieron gravemente dos, que presumimos que no fueron solos. otros dos que conocamos, no vimos despus en la Reduccin, y preguntando yo por ellos, me respondieron que se haban ido a la tierra de arriba; al contrario, hicieron viaje sus infelices almas la de abajo. Para ocultarnos esta desgracia, observaron grande silencio, aun en su llanto acostumbrado. Anduve con cuidado, y pude notar que lloraban antes del alba en gemidos muy bajos. Despus, caminando con dos de ellos, se iban hablando de esta prdida, juzgando que yo no les oa. Djeles: con que los Lenguas quitaron la vida dos soldados? Al punto mudaron de asunto, porque se recelaban de quedar desacreditados. Este fin tuvo la intentona del inquieto Lorenzo. CDLXXVIII. Pas de los Lenguas. Lo que pude averiguar del pas de los Lenguas es que el terreno es bajo hacia la orilla del Paraguay y lleno de baados y juncos. Despus hay unos dilatados palmares de palmas Eabuigos Carandays. Estos en tiempo de aguas, estn inundados; y en faltando las lluvias, quedan tan ridos, que no se halla agua que beber en muchas leguas. Sguense los palmares unos grandes bosques, que estn en mejor tierra, alta, y con lagunas en los valles, cerca de las cuales fijan sus esteras los Lenguas. CDLXXIX. Remedos de los Lenguas. De stos se sintieron en la reduccin, algunos remedos, como de aves, animales, etc. y de sus flautas que son las lenguas con que en tierra enemiga se entienden. Ya en esta ocasin nos haba dejado solos Lorenzo, llevndose la ciudad los de la Reduccin y otros muchos infieles que vinieron vernos de los Guetiadegodis, y de otros toldos de arriba. No nos asaltaron los Lenguas, segn creemos, porque sentiran los estampidos de algunas escopetas, que se disparaban de cuando en cuando para meter ruido y espantar el miedo de unos Mbays invlidos que se quedaron con nosotros.

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CDLXXX. Un cacique pide Misioneros. El cacique principal de los Guetiadegodis que nos hizo la visita y pas hasta el Paraguay, se llamaba Golanigi. Traa consigo a su mujer, nombrada Mara Anita, nieta de espaoles cautivos, y descendientes de los Monteles de la Asuncin. Djome el cacique Golanigi que quera pedir al Capitn grande de los espaoles ( Gobernador) dos hermanos mos que enseasen sus vasallos. Dile cartas sobre este asunto, que se malogr por causa de una cautiva, que sirviese en la ciudad de intrprete. este cacique y casi toda su gente aprisionaron despus los fieles indios Chiquitos, por la muerte cruel que un su hermano llamado Oyomadigi, dio al Padre Antonio Guasp, como se dijo en otra parte. CDLXXXI. Empeo de los nios en aprender la Doctrina. Lo que nos consolaba grandemente ms de ver los infieles de otros toldos movidos tener Misioneros Jesuitas, era que en la Reduccin iban en aumento los bautismos, y la asistencia al Catecismo. Ya empezaban conocer la continua inquietud en que los traa la volubilidad de Lorenzo; y los atrasos de sus sementeras en los viajes largos que por su causa emprendan. Notamos en algunos chicos una gran viveza para aprender la doctrina, y el empeo de repetirla en sus toldos, para que la oyesen sus padres. Sobresala una nia llamada Mara. Esta era el encanto de las seoras espaolas cuando la llevaban la ciudad. Una de estas me propuso que deseaba quedarse con la nia. Respondle que los Mbays eran libres, y que no haba derecho que cohonestase, quitarles sus hijos hijas. Tambin que era consejo poco acertado querer arrancar la mejor flor que tenamos en la Reduccin, cultivada con mucho afn y cuidado. En este tiempo hice algunos viajes dos pueblos antiguos cercanos, y a los Chans Niyololas, de que dar despus noticia. CDLXXXII. Muere recin bautizada una mujer: otra repugna que se bautice. De vuelta del viaje a los Chans bautic despus de instruida a una India llamada de los Espaoles Mariquita. Esta fue la nica Mbay que se anim a ir la ciudad de la Asuncin cuando los indios fueron traernos a sus tierras. Premile Dios sus deseos de tener Misioneros, como de su caridad lo esperbamos. En esta sola ocasin se not en otra india alguna repugnancia a que se bautizase la enferma. Alegaba la frvola razn de que el agua le quitara la vida. Das antes de mi arribo quiso bautizarla mi compaero, y no pudo conseguirlo por la resistencia que le hizo la que la cuidaba, que era la hija del cacique. Convenc a sta de su errado juicio, y cedi las razones claras que le puse a la vista. CDLXXXIII. Incendio de la Reduccin y lealtad de los Mbays. Con la quietud que reinaba en los toldos, y el amor que ya mostraban los Misioneros, viendo que la providencia

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de stos se extenda tambin sus enfermos, cuyo descanso eterno procurbamos, se adelantaban las sementeras y otras obras de capilla y casas. Una contingencia nos redujo quedar en el campo poco menos que desalojados. Dos chicos Guarans traveseaban en su casa con una ascua de fuego. Una la aplic la paja del techo para hacer luminarias, y logr ms de lo que su inocencia alcanzaba. Era el da 10 de diciembre, en que aqu los calores equivalen los de la cancula, en Espaa. El material estaba hecho una yesca: prendise el fuego ayudado del viento que soplaba recio: y en menos de cuarto y medio de hora consumi todas las casas de los indios y la nuestra. Aqu experimentamos la fidelidad de los Mbays infieles. Acudieron todos prontamente al socorro : unos cogan una cosa, otros otra para librarlas del incendio. Acabado ste, cuando creamos vernos sin nada, lo volvieron todo los infieles, sin que se echase menos cosa de importancia. Lo que no pudo librarse fueron los alimentos ; pero como el tiempo era bueno, lo suplieron las palmas y algunas races, y granos de las sementeras. CDLXXXIV. Fabrcase de nuevo, y daos de algunos indios. Este fracaso nos oblig trabajar de nuevo. Concluyronse primero las casas y despus la iglesia. Colocamos la hermosa imagen de Nuestra Seora de Beln, conquistadora de los corazones de estos infieles. Entablamos con ms formalidad el rezo en la iglesia, a que acudan los catecmenos, son de campana. Es cierto que la mayor parte de los Mbays aprobaba la vida quieta cristiana ; mas Lorenzo, la cuadrilla que le segua, y algunos holgazanes, nos daban mucho que merecer. Hurtaban sin cesar de las sementeras de los cristianos y de los infieles, con desconsuelo de todos. Esta era una grandsima tentacin para los ltimos, que vean malogrado el fruto de sus sudores. Aadanse algunas voces vagas esparcidas por malignos para hacer desconfiar los buenos. Una fue que uno de los Misioneros haba muerto dos infieles Guans. Convencise esta calumnia presto, haciendo venir los presumidos muertos, que todos vieron sanos y buenos. Otra divulg el portugus Antonio, diciendo que los de la Asuncin intentaban venir la Reduccin a sorprenderles. Como el autor est tenido an por los infieles por novelero, se apag fcilmente el fuego, que procur levantar con sus enredos. Los Payagus, llenos de envidia, no dejaban de inquietar los Mbays, sembrando falsos rumores. No fu el de menor monta decir que los Misioneros juntaban los catecmenos en la iglesia, para que as descuidados los cogieran por sus cautivos los Espaoles. Semejantes patraas no dejaban de hacer impresin en algunos tmidos, menos afectos al cristianismo. Las cosas se alternaban. En unas temporadas nos causaba sumo consuelo ver la paz de los Mbays, su aplicacin a la labranza y a la iglesia : y en otros casi desconfibamos de hacer fruto en ellos, por el retiro y despego.

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CDLXXXV. Peligro de que se deshiciese la Reduccin: intento de los portugueses. Cuando ms temimos la dispersin de los infieles, fu en el tiempo del rompimiento de las coronas de Castilla y Portugal. Dinos la noticia el seor Gobernador don Jos Martnez Fontes, la cual nos lleg el da 23 de junio de 1762. Esta era una prevencin muy prudente para que los Mbays viviesen sobre aviso, y no se dejasen engaar de los Lusitanos, en caso de venir por tierra, por el ro los de Cuyab o Matogroso. Esto mismo atemoriz al principio los in fieles, recelndose de ser sorprendidos juntos en la Reduccin. Procuramos que se hiciesen capaces de todo, y con esto se sosegaron, y les sirvi para evadir el golpe que amenazaba a ellos y los Espaoles, sirviendo en esto su rey, que ya lo era el de Espaa por muchos ttulos. El caso fue que por el ro Paraguay bajaba hacia la Asuncin un corto armamento de piraguas y otras embarcaciones portuguesas. Descubrironla los Mbays, y se acercaron algo la orilla del ro. Preguntronle los portugueses algunas cosas : entre otras, si tenan en sus tierras Misioneros Jesuitas? En dnde moraban? Cmo se llamaban? Como los Mbays estaban alerta, y no se fiaban de aquella gente, viendo que formando como un cordn, procuraban acercar las embarcaciones, se retiraron fuera del tiro de bala. Los Portugueses pusieron en tierra un frasco de aguardiente y unos pauelos de seda, con que obligar los Indios que se acercasen. Pero no lo hicieron hasta que las embarcaciones se levaron. Entonces cogieron las dichas cosas y nos dieron parte de lo referido, y nosotros al seor Gobernador de la provincia. El intento de los Portugueses se crey ser ganar la nacin Mbay, y con su milicia de auxiliar, invadir las poblaciones espaolas. El motivo de creerse esto fue el siguiente. Retiradas las embarcaciones, a poco tiempo despus aparecieron en una piragua cinco negros. Apresronles los Mbays Adibeguodegis ayudados de los Payagus. Dichos negros se hicieron desertores de Cuyab, pero en realidad venan sublevar la nacin de los Eyiguayeguis. Decanles a estos que se apartasen de la amistad de los Espaoles, hiciesen paces con los Portugueses, que tenan plata y ropa con que regalarles. este tenor aadieron otras cosas en que manifestaban lo que se esconda en sus nimos. No les creyeron los Indios, y los Payagus los llevaron la ciudad, donde los vendieron por lo que necesitaban. CDLXXXVI. Djannos los Mbays y por qu. No obstante que estaban bien impuestos en todo los Mbays, y que los Espaoles no tomaban las armas contra ellos, se inquietaron mucho. Los principales fueron Lorenzo y su padre Jaime, que levantaron las esteras, y con todos los de sus familias se fueron sus antiguos escondrijos. El motivo que propalaron fue el que podan venir los Portugueses, y el descontento con que miraban los Espaoles, porque en tanto tiempo no les haban cumplido la palabra de enviarles mucho ganado para su sustento. Acurdanse mucho de la antigua tragedia que en el convite de Avalos se hizo con

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sus abuelos. Por esto nos preguntaban con frecuencia enfticamente Iga me ecalaidipi liiquiagi? Qu intentan los Espaoles ? Qu ideas son las suyas? En gente tan sospechosa como los Indios, son los dichos motivos sobrados, no slo para irse, sino para precipitarse en ms lamentables resoluciones. CDXXXVII. Inconsideracin de unos Espaoles. Ayudaban las sospechas de los Mbays los dichos inconsiderados de algunos Espaoles, y las boberas de uno de sus Nigienigis. Aqullos le dijeron Lorenzo que se retirase con su gente, porque los Espaoles estaban mal con ellos. Que un cierto Umanaga (as llamaban al Espaol que tantas veces nos inquiet los Indios, y calumni los Misioneros) haba exhortado Lorenzo que dejase solos los Padres; porque los Espaoles en muchas embarcaciones subiran por el ro a coger los Mbays, y otros despropsitos tan perjudiciales. El mismo Lorenzo y su padre instaban con nosotros para que les desengasemos si haban de venir efectivamente los Espaoles. El dicho Espaol por prueba ltima de sus boberas aadi que los Espaoles haban retirado el ganado para que en el rompimiento con los Mbays no le hurtaran estos. No les hizo menos impresin el anuncio de uno de sus mdicos. Fingi ste que en uno de sus vuelos estticos haba visto al alma del nio Estanislao muerto en la iglesia de la Reduccin. Sobre este principio enton un canto largo en que les pronosticaba enfermedades y muertes, si no se iban a sus sitios antiguos. De estos embustes tenan cada da un ciento ; y sin embargo, no acaban de conocer por embusteros a sus adivinos Nigienigis. Al fin obr todo en el nimo novelero de Lorenzo, que se retir con los suyos, llevndonos por persuasin de su manceba, que era una cautiva cristiana, un muchacho Guaran para su criado ; y le tuvo algunos meses en su compaa con mil engaos.

CAPTULO XXXVII TRABAJOS DE LOS MISIONEROS. LOS GUACHIES MALDADES DE LORENZO CDLXXXVIII. Qudanse algunos indios en la Reduccin. No todos los Mbays se dejaron engaar de las voces de su mdico ; y mucho menos de las del espaol Umanaga. Mi Padre, nos decan, stos son enredos de Lorenzo y de los de su casa. Quisieran ellos que nos furamos lejos para lograr solos los frutos de nuestras sementeras. Umanaga habla lo que se le antoja. Ahora hemos de ir la ciudad, porque los Espaoles nos quieren y estiman. As lo ejecutaron, y volvieron del agasajo que se les hizo en la Asuncin muy contentos. Con estos indios hacamos nuestros ministerios de doctrina y rezo. Uno de los que vinieron de la ciudad

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muy alegre me dijo: Mi Padre, mi mujer ya es cristiana, porque una espaola en su casa de campo la cual llegamos la ha bautizado. Pase sin calificacin de disparate la accin nacida de un buen deseo. No nos atrevemos tanto los misioneros, hasta despus de la debida instruccin, y prueba de la constancia de estos infieles. CDLXXXIX. Vistannos cuatro caciques y pasan a la ciudad. Corri en breve la voz por los toldos de arriba de que los Espaoles no maquinaban contra los Eyiguayeguis y que era todo falso cuanto Lorenzo y los de su casa haban fingido. Con esto se movieron algunos caciques de los lejanos venir vernos y detenerse con nosotros algunos das. Parecime buena esta ocasin para convencer de hecho las falsedades del espaol Umanaga y de Lorenzo. El mejor medio era que pasaran la ciudad los Mbays forasteros, y que a cuatro caciques que eran los principales, les diese bastones el seor Gobernador. Cost poco persuadir tres de ellos el viaje, que aceptaron sin repugnancia, fiados en la verdad de los Misioneros. Estos tres fueron Yetega, Cacoba e Inionigiguaga, cabezas de los Mbays bravos. Al cuarto, llamado Caminigo, cost algo ms empearle en seguir sus compaeros. Era ste muy nombrado entre los Espaoles por sus cautiverios y muertes que haba ejecutado en los vecinos de la villa de Curuguat, y tema que los Espaoles, acordndose de los agravios, le echasen mano. Valme de una traza que surti el efecto deseado. Cacoda haba trado consigo una hija suya muy querida de otra hija de Caminigo, que tambin haba venido Beln. Habl a sta, y la dije que cmo no acompaaba su amiga? No quiere mi padre, respondi ella. Bien : ponte llorar en su toldo; vindote triste, te preguntar tu padre la causa : dile que te aflige dejar tu compaera amada, y el no ir ver la ciudad de los Espaoles. As lo hizo la muchacha, que logr conquistar su padre y caminar la Asuncin en su compaa. Volvieron regalados y con grande estimacin de los Misioneros, que, como ellos decan, no engaan los Eyiguayeguis. CDXC. Varias noticias de naciones infieles. Guachicos. Hallbame yo solo en la Reduccin, y bien indispuesto con unas fuertes calenturas. Como por esta causa no poda salir de mi cabaa, los caciques referidos estaban lo ms del da y gran parte de la noche en mi compaa. Procur informarme de varias cosas conducentes al conocimiento de las naciones y tierras. Dijronme que los infieles los cuales ellos llaman Guachi, Guaches y Guagii, que son los Guachicos de muchas parcialidades, y tambin los antiguos Guats: trabajan la tierra y tienen buenas sementeras de maz, batatas, calabazas, frisoles y mucho algodn y tabaco. As es, y en mis viajes vi que tenan hermosas mantas de algodn, y que tean bastantemente el hilo de color encarnado con grana; y de otros colores con races y cortezas de rboles. No son

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Indios de a caballo, sino de a pie, y de canoas, Salen al ro Paraguay a buscar Payagus, que son sus enemigos. Entienden la lengua del pas de Cuyab, que es la guaran mezclada con portuguesa. Porque en sus malocas, los Lusitanos cogieron a bastantes Guachies, mataron a otros e hicieron estrago; pero los ms de los presos despus de algn tiempo se escaparon, y estos saben la dicha lengua. En otra refriega que tuvieron con los portugueses, muchos de estos fueron muertos y los dems se huyeron a Cuyab amedrentados. La cacica de los Guachies tiene por insignia la flechilla o barbote pendiente del labio de abajo. Esto la distingue del resto de las mujeres. CDXCI. Otras parcialidades de Guachicos. Los Guagii compiten en nmero con los Buaches; y lo mismo los Guagini y Huaichangue. Como todos son Guachicos, tienen los mismos usos, y tambin canoas. Viven sobre la rivera de los ros medianos, llamados, uno Alagadi, y el otro Niguegi. Los cuales desembocan en otro llamado Guocotogoguiyadi, esto es, lugar de las caas de flechas, que desagua en el del Paraguay con caudal como el del Ypan. El Alagadi le entra por la orilla del sur; y por la opuesta del norte el Niguegi. Salen estos ros de la cordillera de Igatim, como ya dijimos en otro lugar, tratando de estos indios. CDXCII. Embustes de los Mbays. Llevaban mal el agasajo que hacamos a los caciques forasteros y a los de su squito, que entre hombres y mujeres, seran como doscientas personas, el portugus Antonio y otros ladrones, que l fomentaba. Estos echaron voz de que queran librarse de una vez del Misionero que les reprenda sus hurtos y maldades. Le quitaremos, decan, la vida, y con esto cesarn sus amonestaciones. Para dar algn color a sus malvados designios, fingieron que yo haba escrito al seor Gobernador pidindole que enviase soldados espaoles que viniesen a castigar sus desafueros. Despreciaron los indios estas voces calumniosas, porque actualmente estaban en la Asuncin bien tratados muchos Mbays de varias tolderas. De todo era el motor el portugus Antonio, que se desboc en palabras contra el Misionero. Habl como un fino apstata. Oyronle los Enacagas y los de la Reduccin con gran displicencia, y le taparon con su desprecio la boca. CDXCIII. Favorecen otros infieles al Misionero. La experiencia nos ha enseado que no le conviene al Misionero callarse con semejantes embusteros. Del silencio toma mayor avilantz la cobarde mentira. Dile en rostro al apstata con sus execrables maldades. Como est tenido por falso y engaador, aplaudieron todos mi entereza, y el portugus se retir corrido. El cacique Caminigo me dijo: Mi Padre, vente con nosotros a nuestra tierra, en donde estars estimado, y te vers libre de estos diablos mentirosos. Otro cacique llamado Napidigi,

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no obstante que estaba de duelo, vino de noche a verme, y habl del tenor siguiente: Mi Padre, por estar llorando la muerte de mi hija, no he venido estos das consolarte, hgalo ahora, porque he sabido los desmanes del portugus Antonio. Est en inteligencia que si el portugus otro Mbay repitiere sus necedades que no les temas, ni los mires con piedad; mande que cojan los cristianos; yo estoy aqu para ayudarte con mis soldados, que sabes que son muchos y esforzados. Aqu habis de vivir con nosotros; y si el portugus no entra en juicio, le matar, y quitar de en medio este estorbo. No se le ocult al dicho portugus lo que me dijo el cacique Napidigi; y a la cuenta hubo de temer que lo ejecutara, pues se retir a su lugar antiguo, distante muchas leguas de la Reduccin hacia el Norte. CDXCIV. Mentiras de Lorenzo. Apenas nos veamos libres de un enredo, cuando empezaban otro los noveleros. Conoci Lorenzo que no le sali bien el intento de hacer retirar los Mbays de la Reduccin. Estbamos ya en febrero de 1763, y se volvi a Beln con su padre y todos los de sus esteras. Vino verme, pertrechado de las dobleces que, como Payagu, le son propias y mamadas con la leche. Lo primero con que empez su arenga fue diciendo. Que los Padres tenan muchas palabras, que equivale a decir que eran engaadores y embusteros. La razn que aleg fu sta: S que han escrito al Paraguay que cuando yo vaya me maten. Tambin porque los Portugueses eran buenos, y los Espaoles haban encargado los Mbays que no se fiasen de ellos. Aadi el fementido : Yo os traje esta tierra contra el dictamen de los otros Mbays que no lo queran temerosos de que la registrseis, con lo que quedaban descubiertos las armas de los Espaoles. Callse el brbaro, cuya mal ideada tramoya se diriga indemnizarse del hurto del muchacho guaran que ahora trajo. Con cuatro palabras deshice todo su artificio; porque con estos infieles no sirve larga prosa. Si los Mbays y t, dije, no estis gustosos con los Misioneros, es fcil contentaros. Escribir luego a la ciudad, y vendrn embarcaciones en qu irnos. All tenemos casa acomodada, fieles amigos, y que comer en abundancia. Entre nosotros todo esto nos falta. Enmudeci el infiel, y despus prorrumpi en estas palabras : Mi mujer me dijo bien: que no creyese las palabras falsas de los Mbays: los espaoles y los Padres son buenos como lo estamos viendo. En esto remat el entrems de Lorenzo. Al fin l par poco en la Reduccin, y se fue la ciudad, llevndose a muchos que le siguieron. De este modo sus hechos daban entender la poca sinceridad de sus dichos, y el ningn afecto a ser instruido en el cristianismo. CDXCV. Caso de consuelo en el bautismo de una mujer. En medio de tantos azares, no faltaron casos de grande consuelo. Dos indios adultos, bautizados en peligro extremo, murieron. Ms donde se hizo patente la misericordia del Seor, fue en el caso

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siguiente : De muy lejos trajeron enferma a una india, que meses antes haba ido con su familia buscar alimento. Al punto llam la enferma uno de los Misioneros. Fu verla mi compaero el padre Juan Garca. Pidile que la bautizara. Detenase el Padre, porque no conceba riesgo en el achaque. Instaba la enferma por el bautismo; y dicindola el Padre que aun no era tiempo, porque el accidente iba la larga, replic la enferma : Mi Padre bautzame, y dame este consuelo que he venido buscar desde el sitio en que estaba : yo s lo que padezco : yo me muero. Bautizla el Padre, sintindose interiormente movido hacerlo. Despidise de la catecmena, con nimo de volverla ver de all un rato. Vinse el Padre verme ; y antes de entrar mi cuarto le avis uno de la casa de la enferma que sta haba en el instante que se apart de ella, muerto. Dimos Dios las gracias, que por tales medios hace que se logren sus escogidos : Scit dominus qui sint eius. Era esta una india que mir siempre con notable amor y compasin los Misioneros. Tena una criada espaola, que en la villa de Curuguat apres su marido. Este y su mujer desde el principio nos dijeron que aquella cautiva nos asistiese y cuidase, trayendo lea y agua al muchacho que inmediatamente nos serva. As lo hizo la espaola, que se llamaba Tomasa, que ayud en todo la instruccin de su ama. CDXCVI. Hurtos de los secuaces de Lorenzo. No nos daban lugar de sosiego los secuaces del prfido Lorenzo, y del portugus apstata. Robaban cada noche las sementeras de los cristianos Guarans y de los Mbays mismos. De la hacienda que empezbamos establecer para su bien, y conveniencia, arreaban las vacas y si podan los caballos. No se hubieran atrevido tanto los infieles, si no les hubiera dado nimos cierto espaol llamado Delgado, cuyo dudoso origen tena la ciudad bastantemente averiguado. Conocido el duende, fu fcil aplicarle el conjuro, y apartarle de cierto cargo que indignamente ejerca. los Mbays habl con entereza y claridad : dicindoles que si no se moderaban, dara parte de todo al Gobernador, que vendra remediarlo. Al fin habl al cacique Jaime, y se ofreci atajar el dao. Es cierto que habl su gente, pero con poco fruto, porque su hijo Lorenzo por bajo de cuerda mova los perdidos del toldo, aunque procuraba persuadirnos que en nada tena arte. Vindome resuelto escribir al Gobernador, hizo que me viniese hablar un primo suyo, capitn de autoridad entre ellos. Llambase Jos, aunque todava no era cristiano. En substancia su razonamiento se redujo esto: Que suspendiese escribir al Paraguay; porque aunque era verdad que los Mbays hurtaban, lo hacan compelidos del hambre. Todo el da, dijo, estn trabajando en sus chacras : llega la noche, y no tienen otro consuelo que echarse a dormir fatigados. Cuando sazonen las sementeras el ao que viene no harn hurtos. En cuanto al hambre tena razn el Indio ; porque los socorros ofrecidos por los Espaoles hasta ahora no

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acabaron de llegar : y la racin de carne, que dos veces la semana le repartamos, era muy corta para tantos. Los Espaoles quisieran que los Misioneros obraran cada da un milagro, manteniendo turbas grandes en el desierto multiplicando pocos peces y algunas espigas de grano. Acosados de los infieles ofrecen montes de oro, a fin de que los Misioneros Jesuitas entren en sus tierras pacificarlos y convertirlos; mas despus les pesa de sus promesas, que rara vez cumplen. Ojal no fuera tan cierta en esto la experiencia. CDXCVII. Maldad de Lorenzo: quitan la vida a dos indios cristianos y cautivan una muchacha. Asegurado Lorenzo de que yo por entonces no escribira al Paraguay, intent una empresa que l no se hubiera animado si unos Espaoles no le hubieran aconsejado. Son el tamborilillo y calabaza de expedicin en sus esteras. Supe que se diriga ir las tierras del pueblo de San Estanislao de Kostka. Procur disuadrselo, y respondi muy sereno que no poda desistir, porque los mozos lo queran y que traeran Nibadena para pintarse. Con stos se acompaaba, y jams le vimos hacer liga con Indios de edad y sosegados. El fin de su jornada di bien entender lo que pretendan. Quitaron la vida a dos indios cristianos del pueblo de San Joaqun, que andaban amontados; y cautivaron una muchacha como de veinte aos, que no pudo ganar el bosque y descuidada se entretena en un arroyuelo. Llambase Mara. Enga Lorenzo al Gobernador, dicindole que nos la restituira el indio que la cogi, por nombre Apacanigi, su ntimo confidente, y tan perdido como su amigo. Con largas de hoy a maana, se quedaron con la cautiva, que qued sin esperanza de su libertad con nuestro arresto. La razn de persistir en no drnosla fu porque algunos espaoles hicieron creer Lorenzo que los indios de los dos pueblos referidos no eran cristianos ; y que no es el Gobernador el que pretende que no los cautiven, sino los Misioneros Jesuitas. De este modo los malos cristianos desacreditan las mximas ms recomendables del Evangelio, por sus viles intereses. En esto excedi a los mismos infieles el arriba mencionado Delgado. Este buen hombre miraba con enojo a uno de los Misioneros, que le reprendi sus maldades, y haca todo empeo por destruir la nueva Reduccin que tantos sudores haba costado. CDXCVIII. Vienen a vernos los Cadiguegodis. Al paso que Lorenzo y los malos Espaoles nos causaban muchos desasosiegos, Dios endulzaba nuestros trabajos, envindonos nuevos fieles que nos ofrecan campo en que esparcir la semilla de la fe de Jesucristo. Entre los alborotos del cautiverio dicho, llegaron muchos indios de los Cadiguegodis. Estn situados en la orilla occidental del ro Paraguay, en distancia como de seis leguas de un pueblo de los monteses llamados Etelemas. El cacique que haca cabeza tiene por nombre Matotenigi. Explic el contento que haba en los toldos de aquella banda del

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ro por saber el buen trato que los Misioneros daban los Eyiguayeguis. Dijeron que, en abonanzando el tiempo, vendra Beln el cacique Napidrigi con muchos de sus vasallos. Cada uno de los Misioneros poda decir con San Pablo : Ostium magnum mihi apertum est et adversarii multi. CDXCIX. Ida a la ciudad. Corra ya el mes de marzo y nos llegaron cartas del Padre visitador Nicols Contucci, y embarcacin en que yo fuese a la ciudad a darle parte de la Reduccin, y de la oportunidad que haba de extender ms hacia el norte el cristianismo. Embarqume el da 11, y entr en la Asuncin el da 20 por la tarde. Hbeme de detener en el colegio para ayudar al Padre misionero Ignacio Oyarzbal, que necesitaba de operarios de lengua guaran, que yo saba. Concluida la misin, pas a las misiones o doctrina de los indios Guarans pedir limosna para la nueva Reduccin, que estaba muy necesitada. Hicironla muy copiosa, mostrando mayor celo de la conversin de las almas los nefitos Guarans, que los Espaoles preciados de antiguos cristianos. su tiempo dar razn do estos viajes. Ahora nos llama una nueva escena de alborotos y males, que por la mayor parte sucedieron en mi ausencia.

CAPTULO XXXVIII MAL PROCEDER DE LOS ESPAOLES PARA CON LOS MBAYS LA VIRUELA D. Afligen a la provincia los infieles. Para inteligencia de lo que luego relacionar, nos es preciso tomar el agua de un poco arriba. Recin recibido en la pacfica posesin del Gobierno del Paraguay el capitn de dragones don Jos Martnez Fontes, turbaban la provincia los infieles Abipones, aliados con los Lenguas y Tobas. Hicieron contra ellos algunas surtidas los Espaoles, sin considerable escarmiento de los Brbaros. Insolentes estos repetan los avances con susto de los vecinos, que vivan en sus caceras del campo y prdida de sus haciendas. En una de estas ocasiones me hallaba yo en la ciudad con el cacique de la Reduccin Jaime, su hijo Lorenzo, y otros muchos Eyiguayeguis. Fueron estos a ofrecerse al Gobernador para hacer guerra a las dichas naciones como auxiliares. Hablme sobre el asunto, y parecile expediente no desechar una milicia tan oportuna. instancias mas se dispuso la cosa de modo que los Espaoles no tuviesen la menor sospecha de los Mbays ni estos se riesen de las armas espaolas, que tienen casi en desprecio.

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DI. Disposicin del Gobernador en orden a hacer guerra a los Lenguas. Su contraorden. Lo que se resolvi fue que la gente Mbay con sus capitanes entrase la tierra de los Mbays por los caminos conocidos e inmediatos a Beln. Tambin, que seis ocho Mbays prcticos del terreno, bajasen la ciudad ser guas de los soldados espaoles que deban hacer su entrada por enfrente de la misma. Por ltimo que las guas obrasen de concierto con los Eyiguayeguis que por Beln haban de marchar, determinando lugar conocido en que incorporarse los dos tercios de Espaoles y Mbays para as en un cuerpo coger a los enemigos. Por una interprete cautiva explic el Gobernador sus intentos Lorenzo y a su padre, sealndoles el mes y da en que haban de empezar sus marchas para lograr el fin de atacar a los infieles. Admitieron gustosos los Mbays el plan y plazo de esta empresa. Hzose la convocatoria en todos los cacicatos : y se junt en Beln la ms florida milicia de los Mbays, en nmero de casi setecientos soldados. Lorenzo se hallaba en la ciudad, y era preciso esperarle, porque l haba de elegir de los de la Reduccin las guas y prcticos que necesitaban los espaoles. Lleg Lorenzo : nos dio la carta del Gobernador, que ya haba mudado de dictamen por aquella ocasin, y deca que en pasando unos meses se hara la entrada premeditada. Sealaba en su carta el mes en que esperaba a los soldados Mbays en la ciudad para que prontamente marchasen a buscar los Lenguas con los soldados espaoles. Lorenzo le dijo lo mismo de palabra. Esta nueva disposicin se intim a los Mbays, que la recibieron con agrado. Unos soldados se volvieron a los toldos, y otros fueron a la ciudad hacer contratos, segn acostumbran. DII. Caminan los Mbays a la ciudad. Por el mes de febrero de este ao de 1764 se cumpla el trmino de los meses sealados por el Gobernador y en que se esperaba en la ciudad la milicia de los Mbays. Estos no yerran las cuentas de los meses, que ellos llaman Lunas. Parecile a Lorenzo no convocar los toldos lejanos, y quiso la gloria de ayudar con los soldados de la Reduccin los Espaoles. Partieron buen tiempo la Asuncin, segn el orden que el mismo Gobernador les haba dado. Para asegurar sus mujeres y criaturas, las llevaron consigo, con nimo de que las cuidasen las espaolas todo el tiempo que les durase la campaa. Esta era una prueba real de la sinceridad de los Mbays y como unos rehenes de las prendas que ms estimaban. DIII. Juicio sin fundamento contra la lealtad de los Mbays. Sin embargo, al Gobernador que era algo fcil, le impresionaron contra los Mbays, hacindole creer que el nimo de stos era apoderarse de la ciudad, y la milicia esforzaba a soplos de embustes el recelo mal fundado. Decan que los Mbays tenan mucha milicia prevenida unas leguas de la

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ciudad para el asalto. El sitio que ocultaba esta milicia estaba poblado de Espaoles : stos nada vean, y en la ciudad soaban ejrcitos armados. Moranse de hambre los Mbays porque el Gobernador no les asista, queriendo con este mal trato obligarles que se volviesen sus tierras. No se afligan mucho los Mbays, porque pasaban el ro, y cazaban ciervos, avestruces, etc., y lo traan sus familias. Esto meti en mayor cuidado al buen Gobernador. Una mujer de casta (mulata) le dijo su amo que era sargento mayor de la ciudad que un infiel Payagu haba asegurado que los Mbays pasaban a la otra parte del ro con pretexto de la caza a hablar los Lenguas, con quienes estaban coligados, para destruir los Espaoles. El sargento mayor era muy crdulo ; y constndole que con los Mbays iban caza jvenes espaoles alentados, y que stos no haban visto tales Lenguas, sin embargo, corri apresurado dar parte al Gobernador. Aumentse el temor de ste ms por el que su mujer mostraba que por verosmiles indicios. DIV. Aparatos contra los Mbays. La cosa remat en tropela y aun en inhumanidad contra los inocentes Indios. Hizo el Gobernador arrastrar la puerta de su casa para defenderla, algunas piezas de artillera. Apostronse varias compaas de caballera espaola en sitios aventajados ; y levantronse piquetes en la plaza, revolviendo por un femenil miedo toda la provincia. Pusironse soldados que sirviesen de centinelas cuando caminaban por las calles los Mbays, que estaban con tales novedades casi pasmados. Mas para forzarles desamparar la ciudad les enviaron al toldo que tenan fuera de la ciudad varias personas que estaban convalecientes de las viruelas, que en la provincia hacan estragos. Esta traza sin caridad hizo que muchos de los Mbays se determinasen dejar la tierra y volver sus toldos. Lorenzo lo adverta todo, y oa lo que se hablaba contra ellos. Lo entenda muy bien, porque desde nio aprendi la lengua guaran mezclada con espaol, que es la vulgar en la Asuncin. Por otra parte saba por carta que yo haba escrito al Padre Rector del colegio desde una hacienda llamada Paraguary que yo estaba ya de vuelta de mi viaje las Misiones. Peda Lorenzo que no se atropellase los Mbays hasta que yo llegase, y me informase de lo que les suceda, y quedase el Gobernador desengaado. DV. Sacan a los Mbays con guardias. No hubo lugar en un hombre posedo del miedo peticin tan justificada. Juntse milicia espaola que de grado o por fuerza sacase los Mbays. Cedieron stos la violencia. El que se haba encargado de principiar esta accin indecorosa, fue un don Salvador Cabaas, hombre de buen cuerpo y poca alma. Llegaron un palmar de aquellas palmas que comen los Mbays. Estos, castigados en las temporalidades, tenan hambre. Parbanse cortar algunas palmas; y el dicho Cabaas con espada en mano,

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les amenazaba y violentaba unos nimos ya exasperados. Un indio ech tambin mano su lanza : la dicha de Cabaas consinti en acudir prontamente un sargento juicioso y querido de los Mbays. Sirvi de iris que seren la tempestad, que hubiera sido de sangre. Ms aunque se evit este principio de rompimiento, no se pudo borrar del nimo de Lorenzo el odio que concibi y fomentaba en su pecho contra los Espaoles. Las viruelas, que sacaron de la ciudad algunos Mbays, y se declararon en el camino y en la Reduccin, en que hicieron riza, estorbaron la pronta venganza que hubieran tomado. DVI. Sigue el mismo asunto. Llegu yo la ciudad dos tres das despus de la violenta echada de los Mbays. Informme de todo, y fu preciso dar entender al Gobernador el riesgo en que tena metida la provincia. Vise el caballero atajado, sin saber qu hacerse para atajar el fuego que haba encendido su credulidad medrosa. Saqule de cuidado, escribiendo al punto una carta mi compaero el Padre Juan Garca, y envindosela Lorenzo al camino con un recado de que me esperase en la Reduccin donde yo por el ro luego ira con muchos regalos, que de limosna me haban dado los Guarans de las doctrinas. A mi compaero le enteraba en breve de lo sucedido ; y su prudencia hall modo con que deslumbrar a los Mbays ofendidos, e impedir el rompimiento con la provincia. En estos aprietos ponen los Espaoles de poco alcance su patria y los Misioneros Jesuitas. DVII. Muere un Mbay de viruelas :los dems huyen. Deseaba yo llegar cuanto antes la Reduccin, y tantear los nimos de los Mbays para aplicar los medios conducentes o sosegarlos. Pero el Gobernador dio tantas largas, imbuido de algunos que tena al lado, que no pude aportar a mi Beln hasta el da 12 de abril del dicho ao. Sacaba las lgrimas ver el lamentable estado de los pobres Mbays. Luego que estos en el camino, como ya advert, notaron algunos picados de las viruelas, sin atender nada, se pusieron en casi precipitada fuga. En la hacienda del noble caballero don Sebastin de Len y Zrate quedaron dos infieles, que, postrados del accidente, no pudieron pasar adelante. Asiatiles la gente de don Sebastin con caridad cristiana. Algunos instruyeron y bautizaron en los ltimos extremos de la vida, que acab con sentimiento de aquellos buenos cristianos, cuyos amos les precedan en la caridad con insignes ejemplos. El otro, convalecido despus de tiempo, vino la Reduccin menos edificado que agradecido de la grande caridad con que en todo le asistieron. DVIII. Estrago que hicieron las viruelas. En la Reduccin apenas qued indio de los infieles. Conforme iban llegando, deshacan los toldos, y, sin esperar los que se seguan, huan todos, como si tuvieran la vista un ejrcito de contrarios. Algunas familias se resolvieron no desamparar los Misioneros, ya que ellos se vean en el mayor desamparo de

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sus parientes y hermanos. Los que se huyeron, se escondan en lugares sombros y excusados, por lo que dir abajo. Mi compaero los que se haban quedado serva de enfermero, sin permitir prudentemente que los cristianos Guarans fuesen asistir a los enfermos, porque no se les pegase el contagio. Llegu yo y los dos partimos el trabajo. Visitbamos los pobres y les llevbamos alimento. Como el mal era ejecutivo, nuestro primer cuidado era disponerlos para que muriesen cristianos. Quebraba el corazn la vista lastimosa de aquel teatro de la muerte. No haba padres para hijos, ni hermanos para hermanas. Unos huidos no cuidaban de los otros, y se moran sin otro consuelo que tener los Misioneros consigo. Al fin la desolacin lleg a lo sumo, y murieron ms de doscientos indios. Lloraban los caminos de Sin, porque no haba quien viniese las solemnidades del rezo y sacrificio incruento. DIX. Asombro de los indios. Lo que ms traspasaba de dolor nuestros corazones era que, remitido ya el mal, iban saliendo de sus escondrijos los pobres infieles. Me llamaban desde algn trecho (porque teman dar con el enemigo de las viruelas, si se acercaban) y pedan algn alimento. Muchas veces se lav ste en nuestras lgrimas. Recibida la limosna, se despedan casi sin hablar palabra, como atnitos del fatal golpe. As se explicaban y nos decan: Eiodi, Yopoconaga, Tibigi : mi Padre, estamos pasmados de asombro. Algunos ms alentados me preguntaban quines haban muerto, y con un tierno suspiro arrojaban entre sollozos estas palabras : Nocododite Eyiguayegui! Ah pobres Mbays! DX. Vinese el cacique a Beln y le dan las viruelas. Uno de los que con mayor apresuracin huy fu el cacique Jaime con su familia. No nos era fcil descubrir los sitios en que vivan escondidos, por estar en bosques; y por mudarlos con frecuencia. Cuidadoso el viejo de nuestra salud, vino vernos, y llevar algn sustento. Con esta ocasin supimos en donde moraba, y que no haba en su vida padecido viruelas. Animle que se viniese la Reduccin, en donde en caso de asaltarle la enfermedad, yo le asistira. Nos temamos que se muriese sin bautismo en su guarida. Oyme el cacique y dentro de pocos das se vino estar con nosotros. Ya traa la enfermedad consigo, y otros dos de su casa. Bautizamos stos que murieron en breve. Al viejo cuidamos lo mejor que podamos, llevndole de nuestra ropa para su abrigo, y dos veces al da medicina y comida. Quiso Dios conservarle la vida, la cual era muy necesaria para que la Reduccin durase. Su hijo Lorenzo nos vino a ver muchas veces, y llevaba su limosna de comida; pero no quiso acercarse vivir con nosotros por el temor de las viruelas.

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DXI. Mueren muchos Guarans. Emprendieron stas los Cristianos Guarans que nos ayudaban, y hasta entonces estaban libres de esta epidemia. Empez otro espectculo de lstimas. Haba muchos adultos que, picados del accidente, se echaban en sus hamacas redes, casi con ciencia de que acabaran sus das. En todos los Indios son contagiosas las viruelas; mas en los Guarans son preliminares de la sepultura. Murieron 21 personas, y las ms de oficio que nos servan mucho en la nueva plantacin, la cual voluntariamente, por ayudar los Misioneros, y ensear los infieles, haban caminado. Dios hizo esta prueba de los Mbays y de los Guarans, reservando por sus justos juicios buenos y sanos los infieles de los toldos de arriba, de hacia el norte. Tambin se manifest su providencia en haber conservado todos los nios y nias recin bautizados de los cuales no falt ninguno. DXII. Noticia de las paces con los Chiquitos. Repeta Lorenzo las visitas en busca del sustento. Hablle en orden venirse la Reduccin y prometi hacerlo. Trat con l el punto de hacer viaje a los pueblos de los Chiqutos, en estando bueno el tiempo. Hizo tambin protesta de que no ira sin que yo le acompaase. Ya sabamos que los Guetiadegodis haban primero estado en el pueblo del Santo Corazn de Jess, y lo que despus hicieron, como lo digo en los Diarios de la segunda parte. Nuestro recelo era de que Lorenzo, llevado de su genio inconstante, levantase gente, y fuese ayudar su amigo Golanigi contra los Chiquitos. Por esto tiramos sujetarle, aunque en mi ausencia renunci el bastn de capitn, y con unos pocos que gustaron seguirle, se fue al toldo de los Guetiadegodis; y despus la estancia del Santo Corazn de Jess, en que qued aprisionado con otros muchos Eyiguayeguis. DXIII. Padre Provincial no llega a Beln. Mi ausencia de la Reduccin por este tiempo se hizo precisa por lo que dir ahora. El Padre Provincial Pedro Juan Andreu lleg a visitar los pueblos de San Joaqun y de San Estanislao. Determin pasar la Reduccin de Beln. Faltbanle prcticos de la mayor parte del camino. Con unos indios monteses me escribi una carta desde la primera jornada el Padre Tadeo Enis, cura de la Reduccin de San Estanislao. En ella me deca en nombre del Padre Provincial que saliese al ro Xeju, en donde me esperaran. Ejecutlo as, ms en vano, porque ya, dndose por perdidos, haban retrocedido a san Estanislao. Esto me oblig a volverme a la Reduccin, y desde ella emprender el nuevo y largo viaje por las tierras de los pueblos mencionados al Paraguay, en que habl al Padre Provincial.

CAPTULO XXXIX

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ALBOROTOS ENTRE LOS MBAYS. SE ASILAN PAYAGUS EN BELN. RECELOS QUE INFUNDEN LOS CHIQUITOS DXIV. Desamparan los Mbays la Reduccin. Consegu del Padre Provincial un nuevo Misionero para la misin de los indios Chanas o Guans, cuya Reduccin se intitul de San Juan Nepomuceno. Con el Padre Manuel Durn, ste es su nombre, volvimos a Beln, adonde llegamos el da 25 de octubre de este ao de 1764. Dos novedades encontramos, ambas de momento. La primera que todos los Mbays faltaban de la Reduccin y andaban por los campos y sitios donde haban enterrado los que murieron de las viruelas, recogiendo los descarnados huesos. Estos, envueltos en alguna manta o en un poco de tela de algodn, eran llevados al comn enterramiento o Napiog, que distaba muchas leguas. Hablbamoslos para que, acabado su ejercicio de natural piedad, se volviese a vivir como antes, a Beln. Todos decan que s; pero fue muy raro el que lo cumpli. DXV. Engaa Lorenzo a los Mbays. Procuraban dar varias excusas de su demora, pero la verdadera y la nica ocultaban cuanto podan. No obstante, no pudo estar mucho tiempo la maldad de Lorenzo; y sta fue la otra novedad de mayor consecuencia, y de que dependa la enajenacin de los Mbays del sitio de Beln. Solicitaron los Guetiadegosis Lorenzo para la guerra con los indios Chiquitos. Hallle el convite en el escondrijo que tena por miedo de las viruelas. Di el s y alist unos pocos soldados, buscndolos en sus madrigueras. Enga su padre Jaime que le disuada el viaje, que el hijo calificaba de nuevo paseo ver sus amigos. Quiso engaar a mi compaero, que le conoci sus malvados intentos. Prometase Lorenzo con los Guetiadegodis la victoria y volver cargado de cautivos cristianos, y otras cosas sus esteras. Adelantaba ms el prfido en este caso favorable, y era revolver con toda la milicia Mbay vencedora contra la ciudad de la Asuncin, y lavar con sangre de Espaoles sus imaginados reales agravios. Ataj Dios las ideas de este joven desenfrenado, favoreciendo los indios Chiquitos, que todos los aprisionaron. Ahora como las miras de Lorenzo estaban puestas en hacer la guerra los Espaoles, no le pareci acertado que los Mbays con su padre Epaquin quedasen en la Reduccin, porque serviran de estorbo para sus intentos. Tuvo arte para persuadirles que se apartasen de Beln hasta que l volviese de su viaje, y entonces todos se vendran. El cautiverio prisin de Lorenzo y de los Mbays se supo en los toldos; pero se miraba como un problema, patrocinado por ambas partes. Al fin lleg con unos Guans fugitivos la noticia cierta ; y sta descubri las intenciones de Lorenzo. Penetrado de sentimiento con este frangente su anciano padre, vino verme. Explicse con ardimento contra su hijo por sus engaos ; y me habl en orden a que yo fuese rescatarle. Todo constar del

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viaje que pondr despus que tiene cosas bien notables. Los Enacagas con su cacique Caminigo se opusieron la prosecucin de mi camino con frvolas esperanzas de ver restituidos sus toldos los prisioneros Eyiguayeguis. Fue preciso volverme a la Reduccin. Pas todo lo referido en diciembre del ao 1765. DXVI. Miedo de Caminigo. El cacique que se opuso la prosecucin del viaje, sobre ser de condicin agreste, hace alarde de la medicina ms sublime. Como Nigienigi, finge continuas visiones, y una le manifest a los Mbays prisioneros ya libres, y en sus toldos. Con una ciencia tan evidente, fuera demasiado abatir sus intuiciones, dejndome pasar adelante. No obstante, el da 11 de enero de 1766 llegaron unos indios de nuestra Reduccin, y aseguraron que el visionario Caminigo, de miedo de los Chiquitos, andaba hudo con su gente por la serrana. Tambin que los dems Mbays estaban ya en camino para la Reduccin. As sucedi, aunque pararon poco tiempo, y se fueron a la ciudad a hacer sus cambios o contratos. Despus se fijaron en Beln, porque vivan con grande sobresalto de que los sorprendiesen los Chiquitos. Compusieron las sementeras, y vivan sin susto, porque como ellos decan, estando aqu los Padres, aunque vengan los Chiquitos estamos seguros. CXVII. Viaje a los Monteses. Los Mbays quietos. Mientras los Mbays obligados del temor de las flechas de los Chiquitos, vivan quietos en Beln, por orden del Padre viceprovincial Antonio Miranda, emprend un viaje hasta los dos pueblos de San Estanislao y San Joaqun. Acabada mi comisin, me volv a Beln en que entr da 7 de abril. Pondrse con los dems al fin. Las cosas de la Reduccin iban prsperamente, por donde conocimos que Lorenzo no nos haca falta, y que cuando estaba, nos sirvi de estorbo con sus noveleras. DXVIII. Payagus se vienen a Beln. Esparcise por todos los toldos de las dos orillas del ro Paraguay el terror del valor de los indios Chiquitos. Apoderse tambin de los Payagus, que se vinieron a Beln a buscar asilo. El da 21 del mes arriba escrito aportaron sus canoas al ro Ypan-guaz y el siguiente 22 lleg a hablarnos ese cacique llamado Ecoguede entre los suyos, y entre los espaoles conocidos por el nombre de Cuat. Es cabeza de la parcialidad de los Zarigues los ms perversos que infestan el ro, y los que quitaron la vida a los Padres Arce y Blende. Pidime establecerse en Beln con toda su toldera, que tendra como unas cuatrocientas almas. No convena tener la vista una gente que no idea sino traiciones; y por otra parte no sabe ms ejercicio para buscar la vida, que la pesca, para lo que necesitan ro grande y en que abunden los peces, cocodrilos, capibaras, hidros y otras especies de que se mantienen.

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DXIX. Determinase sitio a los Payagus en algunas condiciones. Respondisele, pues, que en Beln no se le dara forma de establecerse. Lo primero, porque no gustaban los Mbays de la Reduccin; pero que stos les daran sitio acomodado donde pudieran vivir sosegados y apartados en una proporcionada distancia por evitar pleitos y encuentros entre las dos naciones, tan opuestas en genios como espaoles y franceses. Parecile bien al cacique esta disposicin; y se le seal la tierra inmediata a la desembocadura del Ypan en el ro Paraguay. Aqu lograban la conveniencia de la pesca y buen terruo para sementeras. Propusironseles y aceptaron las condiciones siguientes: 1 Que no haban de vagar por el ro hacer daos; 2 Que haban de tener paz con los Guans y otras naciones amigas de los Mbays, sin inquietarlas como acostumbraban; 3 Que con los Espaoles haban de conservar la amistad, sin ir a robar y matar traicin, so pena Espaoles y Mbays les haran viva guerra hasta terminarlos ; y tambin se llamaran de auxiliares los Chiquitos, cuyo valor los tena espantados ; 4 Que haban de hacer sementeras de maz, tabaco, algodn, etc., para lo que yo les ayudara, hacindoles arar la tierra, y dndoles las primeras semillas ; 5 Que no haban de cortar rboles Timbs para la fbrica de sus canoas en las inmediaciones de Beln, sino a la orilla del ro Paraguay. Tambin que yo no les haba de prestar hachas, ni otras herramientas. Por ltimo, les propuse que si queran ser cristianos, yo ira dos ms veces cada semana a verles y ensearles; y que cuando por pruebas claras constase su constancia y buen porte, pedira Misioneros Jesuitas que viniesen a vivir de asiento entre ellos y formar pueblo. Agradles la propuesta, que tambin los Mbays aprobaron, como que interesaban en descanso. DXX. Retranse los Payagus. Algn tiempo estuvieron los Payagus en el lugar sealado y con nosotros en Beln, para ganarles ms, algunas familias. Pero tan bellos principios se atajaron con la ocasin que digo en uno de los diarios de la segunda parte. Las voces y sospechas bien fundadas de que los Payagus haban muerto con engao unos Mbays fugitivos de los pueblos de los Chiquitos, los hizo retirar de Beln, y acogerse al abrigo de los Espaoles en la ciudad. Es cierto que corran riesgo y que los Mbays, en caso de ser ciertos los homicidios, les tenan decretada la muerte. DXXI. Divlgase el temor de los Mbays a los Chiquitos. Las referidas voces y el rumor de que los indios Chiquitos intentaban correr todos los toldos, y hacer prisioneros cuantos encontrasen que no fuesen de la Reduccin traa todos aturdidos. El miedo de los Mbays lejanos esforzaba estas novedades. Enviaron decir que los fieles Chiquitos se hallaban ya apostados en la orilla occidental del ro Paraguay para perseguir por ella los

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Mbays. Aadan que se disponan pasarle para hacer lo mismo por la oriental hasta acabar con todos. Movido de estas noticias vino a hablarme el cacique Napidrigi, que se hallaba en Beln con sus vasallos los Lichagotegodis, suplicme que les tuviese piedad, y tomase el trabajo de ir a hablar los Chiquitos, pues no haba otro medio de hacer apartar sus triunfantes armas, y de apagar su enojo justamente enardecido por la muerte de su padre, y maestro. Djele que espersemos ms fundadas noticias; y que, en caso de ser verdaderas, no rehusara hacer lo que me peda. Agradecilo y ofreci cabalgaduras para el camino.

CAPTULO XL MOVIMIENTOS ENTRE MBAYS. EXPULSIN DE LOS JESUITAS DXXII. Retranse de la Reduccin los Mbays. Con la quietud que ofreca el tiempo, me resolv hacer un viaje entre Sur y Oriente, y registrar bien aquellas tierras, y ver si haba infieles, y si ofrecan algunas conveniencias la Reduccin. Lo que se descubri se ver en el diario de este camino. Tambin los Mbays lograron la sazn, y con cartas nuestras caminaron muchos la ciudad sus acostumbrados contratos. Todo prometa una tranquilidad grande en la Reduccin ; mas el enemigo de las almas sembr la cizaa de la discordia entre los Mbays, con que se malograron nuestras esperanzas. En el regreso que hacan de la ciudad muy contentos, tuvieron entre s sus reyertas por cosas de ninguna substancia, mas para indios de mucha monta. Par el enojo de unos con otros en levantar los ms sus esteras, y caminar a sus antiguos sitios. Con nosotros se qued el cacique Jaime y algunos pocos, que no tardaron en hacer lo mismo que sus mulos. Antes de este disturbio logramos bautizar dos ancianos, que murieron luego, y una vieja, que sobrevivi su bautismo. DXXIII. El cacique despide a los Mbays. Antes de partirse el viejo Jaime vino verme, y en cierto modo a condenarse del desparramo inesperado de los Mbays. Djome que l como cacique los haba despedido, y apartar de Beln cuantos llegasen. La causa de su enojo estribaba en las razones siguientes : Que estando enfermo en el Paraguay, no se comidi ni uno de sus Nigienigis mdicos curarle chuparle. Tambin porque sin su beneplcito se haban vuelto, faltndole al respeto debido y sumisin acostumbrada. Aadi que consigo tena al portugus Antonio, y otros que le reconocan por su prncipe o capitn grande. En esto se declar ms de lo que pretenda, y se conoci que el disgusto de los Mbays tuvo su origen en las impertinencias del viejo cacique y de los de su casa. Concluy que l tambin se iba cuidar de sus vasallos ; y que presto todos volveran con su sobrino Caminigo, que andaba vagando con todas las mujeres de su toldo por miedo de los Chiquitos.

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DXXIV. Resulvese mi viaje a las Misiones de los Chiquitos. Lo que ayud grandemente la resolucin dicha fueron las voces que les llegaron en orden los prisioneros que estaban en los pueblos de los Chiquitos. Un enviado del toldo de Caminigo trajo Jaime la plausible noticia de haberse escapado siete de los prisioneros, llegando con bien los toldos. Dijo tambin que su hijo Lorenzo no vena porque los Chiquitos esperaban al Padre Misionero de Beln en sus pueblos ; y que entonces con el Padre volvera. Con tan deseada noticia me habl Jaime sobre mi ida a las misiones de los nombrados Chiquitos. Dificultsela con bastantes razones, y mucho ms por haberme impedido la primera expedicin su sobrino Caminigo. Ajustse el viaje con ciertas condiciones, siendo la principal que yo no me empeaba en volverle su Lorenzo ni a otro Mbay alguno de los prisioneros. Que ira, s, ms a ver solamente si era verdad que me esperaban los Chiquitos, y si vivan los Mbays, segn los huidos referan. Qued contento el viejo, y aplazada mi salida para cuando llegase mi compaero el Padre Juan Garca que estaba en la ciudad. Al fin dijo que l quera acompaarme en mi camino, y que se ira poco poco delante esperarme en su lugar antiguo, que yo bien saba. Dej algunas cabalgaduras y unas siete personas entre hombres y mujeres que deban acompaarme. DXXV. Crtase el hilo a nuestras esperanzas. Da 1 de diciembre lleg mi compaero, y se empez a disponer el viaje dicho. Concluido todo, sal el da 10 de la Reduccin; y, habiendo llegado los toldos de Epaquin, habl a los Mbays para que se volviesen a Beln, olvidados antiguos disgustos. As lo ejecutaron, siguindoles despues de algn tiempo el cacique. Aqu me esperaron, y tuvieron el consuelo de verme entrar la noche del 7 de agosto del ao de 1767. Con las buenas nuevas que les traje se animaban vivir quietos, como esperbamos que lo haran; pues ya cesaba el motivo frvolo de esperar Lorenzo en el sitio que l les dijo. Con los sudores y trabajo de mi compaero hall las cosas de la Reduccin muy adelantadas. Los campos limpios, y bien cultivados, parecan un jardn ameno. La gente dcil y aplicada, causaba sumo consuelo. La nueva Reduccin de San Juan Nepomuceno, ya principiada, era puerta para el numeroso gentilismo de los Chans o Guans, que queran ser hijos de Dios y vasallos de nuestro Catlico Monarca. DXXVI. Instan los Mbays Lichagotegodis por Misioneros. Los Mbays de los cacicatos lejanos quedaban hablados y movidos a recibir Misioneros Jesuitas ; y ya ideada la Reduccin de San Ignacio de Loyola de Mbays Lichagotegodis. Esta parcialidad estuvo con nosotros los principios ms de ao y medio en Beln. La gente era mucha, y habamos bautizado a bastantes chicos. Algunas veces se disgustaban con los del cacicato de Epaquini y

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al fin fu necesario que se apartaran, con la esperanza que les dimos de que en breve vendran otros dos Misioneros Jesuitas. En mi vuelta de los Chiquitos sali el cacique Napidrigi con casi todos sus vasallos a encontrarme y reconvenirme con la palabra que le haba dado. Confirmle en sus buenos deseos y le dije que ya era llegado el tiempo de consolarle : que me siguiese a Beln, desde donde iramos a la ciudad a agenciar con el Gobernador don Carlos Morphy los Misioneros. Ellos caminan lentamente: y yo los trece das de mi llegada por orden supremo arrestado y preso con mi compaero el Padre Juan Garca. DXXVII. Nuestro arresto prisin. El caballero co misionado para nuestro arresto prisin, fu don Antonio de Vera y Aragn, vecino honrado de la Asuncin. Dime la carta del Padre Rector y nos ley el Real Decreto manifestado con lgrimas el sentimiento que le penetraba. Djele que caminaramos luego que gustase, porque con nuestro Breviario tenamos bastante vitico. No, Padres mos, respondi don Antonio. Los infieles Mbays estn aqu y la novedad puede perturbarlos y hacerles precipitar algn arresto que llore toda la provincia. Pareci expediente dar parte de nuestra ida los nefitos, la noticia con agasajos y con frases que les hiciesen entender que el grande amor que el Rey y nuestros Padres tenan de vernos nos sacaba de entre ellos. No era fcil ocultrseles el motivo, yendo la ejecucin algunos soldados espaoles, que no todos eran tan prudentes como su jefe. Supieron, pues, los Indios adonde caminbamos y que ya no quedaban Jesuitas ni entre los Espaoles. No les falta capacidad para concebir este golpe y llevar ms adelante lo que en su fantasa se les representaba de la suya y nuestra desgracia. DXXVIII. Sentimiento de todos los nefitos por nuestra partida. Retirronse sus esteras, y empez un grande llanto que dur toda la noche. El cacique vino vernos varias veces y preguntarnos si volveramos presto. No lo sabemos, le decamos, pero esperamos que s, y que nuestro capitn grande (el rey nuestro seor) os enviar cuentas, plata, y lo que necesitreis. Ya experimentis la benignidad de su real nimo, pues os seala por Maestro y Padre al sacerdote que tenis presente. Era ste un seor clrigo joven, que en la ciudad haba estudiado la filosofa en el colegio, y tambin la teologa, en que fue mi discpulo. Tomando pie de esto les dije que le respetasen y obedeciesen, porque era sacerdote y nuestro hermano. Y para que conozcis que le amamos, todas las cosas que hemos adquirido para vuestro consuelo, se las dejamos, aun nuestros libros. Si es as como decs, replic el cacique, por qu no anda vestido como vosotros Por qu viene sin ropa larga? (estaba en cuerpo a la sazn y trae hebillas en los zapatos). Todas estas menudencias abultan mucho en la idea de los Indios.

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DXXIX. Sosiegan a los Indios los Misioneros. Mientras yo sosegaba al cacique que con otros indios estaba en mi cuarto, mi compaero procuraba lo mismo afuera con el mujeriego y criaturas. Estas ms osadas, le dijeron a las claras : para ir ver al Capitn Grande basta nuestro Padre, entindolo por m ; t qudate aqu con nosotros, como lo haces siempre que nuestro Padre va sus viajes. Y diciendo y haciendo le cogieron para llevrsele a los toldos. Con buen modo sali el Padre de este empeo, pero los nefitos por nuestro respeto y las razones que les dbamos, no pasaron adelante en su empeo, pero si en su sentimiento. El jefe espaol y sus soldados dieron autntico testimonio de que la quietud de los Mbays se consigui por los esfuerzos de los dos Misioneros. DXXX. Nuestro embarque. Lleg el da 19 de agosto y quinto del arresto. Sosegados los indios, se determin el embarque. Dista el puerto de la Reduccin cosa de unas tres leguas y todo el camino y la orilla del ro se llen de Mbays y Guarans que queran darnos el ltimo vale. Era espectculo que sacaba las lgrimas ver aquella pobre gente y dejarla los siete aos cabales que entramos en sus tierras adonde espaol ninguno se haba atrevido entrar por la ferocidad de los Eyiguayeguis. Dimos gracias Dios en este paso de su docilidad, y que la dulzura de las palabras de los Misioneros Jesuitas los tuviesen en estado de no haber llevado el negocio por las armas. DXXXI. Entramos en la ciudad. En tres das de navegacin aportamos a la ciudad ; y las playas y calles inmediatas se llenaron de sus nobles vecinos, cuyos rostros y lgrimas de muchos aliviaban, ms dir, agravaban nuestro sentimiento. Conocida la nacin Mbay, y que aquella provincia quedaba expuesta al furor de sus armas, se nos ofrecan las palabras del Divino Redentor en su deshonroso camino al calvario : Filiae Jerusalem, nolite flere super nos, sed super vos ipsas flete, etc. El seor Gobernador, don Carlos Morphy, sin faltar a las obligaciones de leal vasallo del rey, tuvo muy presentes las de generoso y cristiano caballero. DXXXII. Agasajo de los reverendos Padres Mercenarios. La casa destinada nuestro retiro fue el religiossimo convento de Nuestra Seora de la Merced. El agasajo y caridad que recibimos de aquellos santos religiosos y principalmente de su reverendo Comendador el Padre Pessoa, pide ms larga relacin. Lo que sin duda podemos asegurar, es que nos trataron como carsimos hermanos, y que fueron redentores de las amarguras, que tal cual seglar ingrato intentaba aumentarnos. No poda Cabaas llevar en paciencia, ver la alegra que realmente rebosaba de lo interior nuestros semblantes. Nos quisiera aherrojados y en una mazmorra, contra las intenciones piadosas del soberano. Pero era tiempo de hacer figura, si pudiera, con nuestra opresin, un hombre todo fachada. No penetraba (como de corto

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alcance) que nuestra alegra y jbilo naca de races despegadas de la tierra, y que al sabio todo el mundo le es patria. DXXXIII. Vienen los Mbays a la ciudad a vemos y pedir Misioneros. Dbanse disposiciones para nuestro segundo embarque por el ro Paraguay y Paran hasta la ciudad de Buenos Aires, caja determinada, que para nosotros fue cerrada, por el encierro casi inhumano y trato que experimentamos. Huye la memoria del recuerdo y la pluma no da tinta para relacionarlo, temiendo el escndalo del orbe cristiano. Antes pues, de embarcarnos llegaron la Asuncin el cacique Jaime y sus vasallos los nefitos; y tambin el cacique Napidrigi con los suyos, que son los Lichagotegodis. Buscronnos en el convento, noticiosos ya de lo que pasaba. No saban los pobres apartarse de nosotros, entre confusos y pasmados. Exhortmosles a perseverar en la Reduccin, en que ya haban notado alguna otra cosa que les mova desampararla. Preguntme Jaime por qu el clrigo que haba ido a sucedernos tena consigo guardia de soldados? Respondle que para defenderlos en caso que hiciesen alguna irrupcin los Lenguas. Y por qu vosotros, replic l, no tenais miedo? El modo del clrigo no agrada los Mbays. Pregunt ms : y qu fin se ha encerrado en un cercado de palos? Esto les dio mucho golpe, porque los presidios de los Espaoles estn as rodeados. Djele que lo har por los tigres, que eran muchos y muy feroces. Y cuando t estabas, faltaban tigres? No los cazbamos sin que te encerraras. Creo, aadi el viejo, que no nos conoce el clrigo, y que tiene poca experiencia porque es an joven. Nuestros hijos se irn, y despus yo har lo mismo. Dile a nuestro Capitn Grande (al Rey) que te enve presto, que yo le pido que tenga compasin de nosotros. Tu eres nuestro Padre, te has fatigado en buscarnos alivio y en aprender nuestra lengua : y ahora que la sabes te aparta de nosotros. Sollozando el buen anciano, repiti : dile al Capitn Grande que tenga compasin de nosotros y que yo Epaquini le pido que te vuelva nuestra tierra presto. DXXXIV. Enojo del cacique Napidrigi. En ms cuidado puso el modo del cacique Napidrigi. Preguntme ste en dnde estaban los Padres que yo le haba prometido para sus maestros y misioneros. Djele que los pidiese al seor Gobernador, que tendra cuidado de consolarle l y sus vasallos. Yo quiero tus hermanos, y estoy admirado de no hallaros en vuestra casa, que he visto con solos soldados. Qu significa esto? Procur por cuantos medios pude satisfacerle ; pero el indio con un modo de desdn, ponindose la mano derecha sobre los labios, y pronunciando en su acostumbrada admiracin. V. V. V. V. aadi estas palabras : No vale, no vale el modo de los espaoles, y sin despedirse se retir con los suyos. Nuestro Seor contenga los mpetus del brbaro, cuya demostracin lo era de su enojo

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y clera. Para estos Indios estaba destinada una futura Reduccin cuyo titular fuese el nclito patriarca San Ignacio de Loyola. DXXXV. Hacen sentimiento los Payagus. Lo que caus admiracin a todos fueron las demostraciones de sentimiento que en su toldera, que estaba inmediata a la ciudad hicieron los infieles Payagus. Cuando stos supieron el arresto de los Jesuitas, en cierto modo pusieron entredicho a su genio alegre. Por la noche lloraban en sus esteras el trabajo de los Padres. Uno de ellos, llamado Anapichigu, capitn bien conocido, en su modo de hablar la lengua espaola, delante de muchos espaoles y otra gente de castas, dijo : Los Payagus lloran porque irse Pay Teatino, Pay Teatino mucho bueno : pay Teatino no malo. En este castellano elegante deca otras cosas de poco honor de los Espaoles, y que se omiten ; bastando saberse que los Payagus son testigos de muchas maldades de personas que se precian de espaolas y cristianas.

APNDICE VIAJES, DIARIOS Y VARIAS CARTAS Por no cortar el hilo de la Historia de la fundacin y progresos pertenecientes , los Mbays y Reduccin de Nuestra Seora de Beln, omitimos en la serie de aos algunas piezas juzgndolas necesarias para mejor conocimiento del pas y de los Eyiguayeguis, las pondremos en este lugar como Apndice de la misma Historia. Solamente se reserva el Diario y carta perteneciente la nacin de los Chans o Guans para cuando se trate de estas gentes, y de los pasos que en su conversin haban dado desde Beln los Misioneros Jesuitas, con fundadas esperanzas de reducirlos todos.

CAPTULO XLI DIARIO DEL PRIMER VIAJE LA CIUDAD DXXXVI. Motivo del viaje. La falta de socorro y la penuria en que nos hallbamos en Beln, nos tena ya puestos casi en la ms inminente necesidad. Mi compaero y yo llegamos a la economa, de contar al medioda y la noche unos granos de maz para que nos durase este pan de cada da, que con un poco de carne era todo el alimento. Los indios Guarans que nos ayudaban estaban en la misma miseria, mantenindose con algo de carne y cogollos y pedazos de palma. Los Espaoles muy sosegados porque ya nos tenan de guardias

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avanzadas en la tierra, que les guardbamos el descanso. Corrieron voces de que a la orilla del Sur del ro Xeju haban llegado algunos Espaoles que conducan algn ganado. Resolvme ir a buscarlo y dar prisa en su camino. No s lo que fue, pero interiormente senta grandes impulsos de emprender este viaje. No los manifest mi compaero, el Padre Jos Martn Mantilla por no desconsolarle, pues en tal cual salida breve que hice registrar la tierra, conoc que senta quedar slo. Al fin, la noche del da 16 de abril de 1761 ms que nunca percib los impulsos dichos ; y me determin a ponerme en camino. Toda la dificultad consista en no tener prctico : ms, fiado en la Divina Providencia, con tres mozos Guarans, cada uno con dos caballos, camin segn el siguiente Diario. DXXXVII. Campos inmediatos a la orilla del Sur del Ipan (da 17). Salimos de Beln. Luego que pasamos el ro Ipan-guaz, se entra en campichuelos bajos y horribles baados en tiempo de aguas. Ahora estaban intransitables. Estn rodeados de bosques ; y uno, el ms cercano al ro, se pasa por camino hecho a mano. Paramos como unas cinco leguas de la Reduccin en una colina loma bastante alta. Desde Beln hasta esta colina se camina hacia el Sur, a excepcin de la primera legua, y media, que se busca el Oriente para evitar algunos malezales, y buscar las bocas o entradas de los bosques. En saliendo de stos, se coge un palmar de palmas Eabuigos. As el palmar como las tierras que estn antes, se llenan de agua como ya se dijo; y no tiene otras fuentes ni arroyos, sino cerca del ro, como media legua de la Reduccin. Los pantanos son temibles, especialmente el que ocurre pasado el Ipan la orilla de un bosque, en que se hunden los animales hasta el lomo. Pasmosle pie sobre yerbas y alguna fajina. Puestos en el palmar se ven bosques medianos hacia el Oriente que corren al Sur y forman como un medio crculo ; y otro que se extiende hacia el Poniente ; con que el terreno del palmar queda como vistosa plaza. Es verdad que el bosque grande empieza desde el Ipan, toma su direccin hacia el Poniente, despus se doblega al Sur, y llega hasta el Piripuc, formando una bolsa de tierra y ensenadas de algunas leguas.

DXXXVIII. Ensenada. Lluvia. Sed. Esta bolsa ensenada tiene al lado derecho o de Oriente Poniente al ro Ipan hasta su desembocadura en el del Paraguay : ste le sirve de muralla hacia los pies, sea de Norte a Sur ; y al lado izquierdo, de Oriente a Este-sudeste, cierra la tierra el dicho bosque grande. Con el mucho barro se nos cansaron las cabalgaduras ; y despus de mojarnos todo el da, por la noche nos falt para beber agua, que no se pudo hallar en toda la loma.

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DXXXIX. Cosas que se observaron. La fatiga no nos daba lugar para observar muchas cosas. Sin embargo, lo que de paso ocurri este da fueron muchos monos de los grandes y de los pequeos : a aquellos llaman los Guarans Carayas, y son lerdos y feos ; a stos Cas. De unos y otros varan los tamaos y los colores del pelo. Vimos araas innumerables que tiraban sus hilos de un rbol otro: haba hilos que tenan ms de doce varas de largo. La consistencia y suavidad es corno la de la seda. Haba algunos pjaros que en guaran se llaman Apecu, y en espaol Carpinteros. Son como la ave Pico de Europa ; y excavan con tanto impulso los rboles y palmas que resuenan las selvas con el sonido. Muchas perdices, tordos, torcaces y los gallinazos o cuervos de cabeza encarnada que en guaran llaman Napirai. No tienen pluma en la cabeza, y el color proviene de una carne arrugada como la de la cresta de las gallinas, aunque no est levantada. DXL. Manantial dentro del bosque (da 18). Caminamos parte por tierra inundada y parte por unas bellas lomas como cinco lenguas. El bosque se lleva a la izquierda y un palmar con algunas isletas de rboles a la derecha. Hicimos noche a la ceja de un bosque en cuyo medio est el manantial y laguna llamada Niguigig-Aguanigi, como despus registr en otros viajes. DXLI. Piripuc, trmino de las marchas de los espaoles (da 19). Hicimos jornada de cuatro a cinco leguas. El camino fue por un palmar, que a la izquierda est cerrado del bosque. Todo l estaba pantanoso, principalmente cosa de una legua al empezar, y al acabar otra. La primera, ms del agua de las lluvias, tiene el arroyo desage de la laguna arriba dicha. Nos cost mucho trabajo pasarle por lo barroso de sus dos orillas, y estar la maleza muy alta. La ltima legua de la tierra inmediata al canal y baado famoso llamado de los Espaoles Piripuc, y de los Mbays Niguigi-Eliodi, de que ya se habl en otra parte. Aqu nos vimos casi atascados y perplejos en si pasaramos no adelante. Nos resolvimos a proseguir al rumbo, porque no se conoca camino alguno. En una balsa de piel de toro me pasaron los muchachos, nadando ellos y por delante los caballos casi un cuarto de legua. Paramos en la salida que no estaba tan inundada, por ser terreno algo alto. En la ciudad supe por relacin de espaoles ancianos que hasta este sitio llegaron en una expedicin 16 20 Espaoles, siguiendo el rastro de los Mbays, que, triunfantes se retiraban de la jurisdiccin de la ciudad. Los espaoles modernos apenas saban el camino hasta el ro Xeju. DXLII. Caada de las piedras. Ro Xeju (da 20). Por una abra que hacan los bosques y parte por un palmar, salimos una grande caada, que pona horror el mirarla. Llena de agua y barro, y muy sucia de pajonal y matorrales. Entramos en ella y vimos que

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nuestro empeo tuvo algo de arrojado. El agua llegaba hasta la barriga de los caballos, que con dificultad rompan la maleza y barro. Salimos bien mojados y embarrados. La caada tiene una legua larga, y por unas piedras que sobresalen en la loma que est a la salida, la pusimos el nombre de Caada de las Piedras. Proseguimos por la dicha loma y ceja de un bosque, que era camino alto. Acabado ste entramos en un palmar de Eabuigos, poco menos malo, que la caada dicha, aunque ms barroso. Luego cogimos la tierra alta que se llama las Lomas del ro Xeju. Estn con bastante bosque los lados, y sus trechos de palmar en los bajos. Nuestro empeo era llegar hoy al ro Xeju en donde creamos hallar el ganado, porque nuestro matalotaje se acababa. Entramos en las tierras bajas, que caminamos con notable fatiga, por la mucha agua y barro. Descubrimos el ro con grande consuelo, pero nos cost mucho coger su orilla causa de unos grandes zanjones que estn antes, y son muy pantanosos por el baado que tienen los lados y se llena con las crecientes el ro. Hicimos noche sobre la misma barranca del lado del Norte del ro dicho. Con el ruido que metamos, sali del mismo sitio un enorme tigre y se meti en los pajonales de cortadera. Esto nos hizo estar en centinela toda la noche y conservar el fuego encendido. DXLIII. Baado Yetiti: Yquareta, Urucuy y Quarepotiy (da 21). Pasamos el ro Xeju que estaba muy crecido. Vimos muchas huellas de ganado y unas chozas casi cadas. Dimos en lo que era. Hasta aqu haban trado las vacas ; mas, estando rebosando el ro, no se atrevieron a pasarlas. Nuestro parecer fu que no estaran lejos en tierras de pastos. Con esto volvimos caminar por las cercanas del ro Xeju, que son tierras bajas, cenagosas, y ahora estaban con mucha agua. Tienen cosa de media legua de travesa. Slese una abra que forman los bosques, larga como un cuarto de legua. Luego se nos puso delante uno de los ms nombrados anegadizos, que entonces le tuvimos por el Yetiti, y en realidad lo era. Nos metimos en l siguiendo el rastro del ganado ; passe agua sobre la barriga del caballo y atollando a cada paso. Tiene algo ms de una legua por donde le atravesamos. Como nos veamos ya faltos de alimento, y perdidas las esperanzas de hallar socorro ms cerca de lo que imaginamos, caminamos de noche por tierras malsimas. Pasamos la caada del Iquaret, de los pozos por los que el agua en la tierra ha formado. En ellos se meten en barro gredoso los caballos con riesgo de dar en tierra los jinetes. De este mal paso, entramos en las lomas altas del Urucuy ; y despus empeados pasamos un palmar y un arroyo llamado Quarepotiy, y que todo estaba muy malo. Al fin, favorecidos de la claridad de la luna, llegamos la orilla de un brazo del ro Paraguay, llamado Poitague. Poco antes de llegar este sitio, divisamos una cosa blanca en un pajonal, que nos puso en algn cuidado. Bien se conoca que era animal, pero no se distingua la especie. Un Guaran alentado se acerc y vio que era una vaca, recin muerta

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de un tigre. La hambre hizo valeroso al miedo. Cortaron unos buenos pedazos, que, mal asados, nos sirvieron de gustossimo alimento. Paramos cuanto fue necesario para asar la dicha carne. DXLIV. Encontramos un Espaol. Noticia que dio. Nos perdemos (da 22). Ya algo fortalecidos y con el encuentro de la res muerta, dijimos que no poda el ganado distar mucho. Caminamos por malsimas tierras por agua y barro hasta eso de las ocho del da. esta hora divisamos lo lejos un jinete, que nos puso en cuidado. Estbamos en tierras infestadas de los infieles Lenguas. Sospechbamos si sera alguno de stos que buscaba caza. Conforme se acercaba el jinete, se distingui vestido de cristiano. Ni esto nos sosegaba; porque los infieles se visten las ropas de los Espaoles que matan. Quiso Dios sacarnos de ahogos, y se lleg nosotros un buen espaol admirado de vernos. Era un capataz de la hacienda que don Sebastin de Len acababa de fundar en la tierra llamada Capii Pomog. Llevnos su casa y nos trat con caridad cristiana. Dime la noticia de que ya la provincia tena nuevo Gobernador, que era el capitn de Dragones don Jos Martinez Fontes, y que don Jaime San Just, que acababa, estaba de propartida para ocupar su nuevo empleo de Gobernador del Potos. No era conveniente perder la ocasin de hablarlos. Prestnos caballeras y luego nos pusimos en camino. Llegamos una hacienda llamada Del Cannigo Verdejo ; y aqu estaba el ganado que desde el Xeju haban vuelto los Espaoles. No era tiempo de entretenerme ; y as pas el ro Tobatiry en la canoa que tienen los soldados del presidio Mandubir. Puesto el sol, sal de este presidio con nimo de llegar esta noche a la Emboscada, poblacin libre de gente de castas, y por esto dicho El pueblo de los Mulatos. Estbamos ya en haciendas de los Espaoles ; y confundidos los Guarans con las sendas de las vacas, perdieron el camino. Fue preciso pasarnos sin saber en dnde, has ta que rayara el alba. DXLV. Descbrense las calumnias de los Espaoles (da 23). Al amanecer empezamos a caminar. Perdmonos de nuevo, y fuimos dar a la orilla del ro Piribebui, mucho ms abajo del paso. Psonos en camino un buen hombre, criado de don Blas Pereyra, en frente de cuya hacienda estbamos. Con la ayuda de este director pasamos el ro dicho, y como las siete ocho leguas llegamos a la Emboscada. En esta poblacin me detuvo su Cura el maestro don Francisco Javier Amancio Gonzlez, hasta despus del medioda. Haban estado en este lugar de paso ms de cien Mbays de todos sexos y edades, que dos das antes pasaron la ciudad. Con esta ocasin vino verles y armar su tramoya un don Jos Delgado, que ejerca el empleo de sargento mayor de aquella frontera. Habl con Lorenzo, el hijo del cacique y le instruy para que me calumniase. La acusacin nica fue que yo me haba

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propasado castigando con azotes a los hijos de los caciques. Que por este arrojo me haban cobrado miedo los Mbays; y se hacia preciso que me quitasen juntamente con mi compaero y fuesen a sustituirnos de otra orden que nombraron. El dicha Delgado obraba de acuerdo con el muchas reces nombrado don Ignacio Duarte. Para informarme de todo esto, me hizo pasar el buen sacerdote, escandalizado del proceder de aquel hombre. Ahora conoc que los toques interiores de salir a buscar el ganado al ro Xeju y no hallado, de pasar hasta la ciudad, miraban fin ms oculto que el que nosotros se nos ofreca. DXLVI. Contina el mismo asunto. Cierto que hice muy poco caudal de tales lenguas. Sin embargo el seor prroco me hizo el favor de acompaarme hasta la ciudad, en que entramos como las diez y media de la noche. Habindome dejado en el Colegio, se fu derecho a dar noticia don Jaime de San Just y al Gobernador actual de mi llegada ; y por lo que haba odo, informarles de las mentiras de Delgado. El Padre Rector, en medio de ser tan tarde, pregunt sobre todo lo que haba en el caso. Qued como atnito, bien que lleno de gozo, cuando le dije que en la Reduccin no haba otro hijo de cacique sino el sobornado Lorenzo, y que hubiera sido una temeridad de alzar la mano contra l, que ya era hombre, y aun contra el nio Mbay de menos aos. Entre estos infieles se mira como impiedad castigar los chicos. Qued tambin informado de que todo era enredo de los Espaoles mencionados, que ignoramos por qu se mostraban traidores y solapados. El Padre Rector, satisfecho en un todo, prorrumpi en estas palabras : El ngel de guarda ha trado a V. R. por camino tan impensado. DXLVII. Aclrase ms la inocencia de los Misioneros. Por la maana no esperaron los dos Gobernadores que yo fuese como era debido, su mandado ; con dignacin grande me ganaron por la mano ;ansiosos de salir de cuidado. Quedaron tambin satisfechos, y acabaron de conocer el nimo revoltoso de Delgado y su asociado. Quedaron como sorprendidos de lo que ya digo. Supieron los Mbays que estaban en la ciudad mi llegada ; y al punto volaron al colegio a verme y hablarme. la sazn que ellos llegaron, estaba yo con los seores Gobernadores y otros respetables sujetos de afuera y de casa; y atropellando por todos los infieles, se llegaban mi, me besaban la mano, y no solamente los varones me abrazaban, sino que quisieron hacer lo mismo las mujeres, lo que no les permit por ningn caso. A este Padre no quieren los Mbays? se preguntaban todos, al ver una demostracin que por s misma desarmaba los mal tirados lazos de los dichos espaoles. Al fin lleg el mismo Lorenzo, que era el nicamente engaado. Hizo lo que todos: y se vio claramente que pasa la malicia de los malos cristianos muy adelante la sencillez de los infieles. Los dos

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Gobernadores cogieron Lorenzo, y sirvindoles de interprete en lengua guaran don Andrs Flix de Quiones, Tesorero 8 [ ] 9 de la Santa Iglesia del Paraguay, averiguaron la inocente

conducta de los Misioneros Jesuitas, y los autores de la calumnia. Algunos fueron de sentir que stos fuesen castigados como lo mereca su delito, con que pretendan desacreditar los Misioneros su ministerio apostlico. Esto sera volver por el crdito de la religin, del ministerio y de los Misioneros, que son personas pblicas, de su proceder y de la doctrina que ensean. Es ardid de Satans notar al Misionero de algn desacierto y aun delito para que infamada la persona, se envilezcan sus exhortaciones. Los dichos Espaoles faltan de reincidencia, y si no se les refrena, llevarn adelante sus calumnias, aun con riesgo de la provincia, si los Indios se alborotan. No obstante lo justificado de estas y otras razones, que se producan, pareci mejor dejarlo todo Dios y sufrir con silencio y paciencia, pues su Majestad dice : Mihi vindicta: ego retribuam. Mucho ms cuando todas las conquistas espirituales se han hecho costa de trabajos y descrdito de los Misioneros, cuya conducta justific el cielo con admiracin de los hombres. Concluan que se deba decir y sentir con San Pablo : Propter quod placeo mihi in infirmitatibus meis in contumeliis? in necessitatibus? in persecutionibus? in angustiis? pro Cristo. DXLVIII. Padecen los calumniadores. En efecto, se vio presto que Dios miraba por los Misioneros. El Delgado fu depuesto con ignominia del empleo por captulos bien intrincados, y la mala satisfaccin que dio sus superiores. Lo peor fu que le notaron que no proceda derecho, y que no mereca ser contado entre la noble sangre espaola. El Duarte se vio preso en una crcel por otros cuentos, y se vali del Misionero calumniado para que con el Gobernador tratase y consiguiese su alivio. Hacindole cargo un caballero de lo fcil de su lengua, respondi muy sereno: Si saben que yo miento por qu dan crdito a mis palabras? Lo que hizo ms al caso fu que mi vuelta Beln me vino a ver Lorenzo. Portme con grande disimulo en sus enredos. Viendo el brbaro que yo no le hablaba sobre el asunto, prorrumpi en estas palabras : Delgado y Duarte (los Mbays al primero llaman piguichane liguecogedi, ojos de gato, y al segundo umanaga, calvo) son unos diablos embusteros. Con esto dio bien entender el subido concepto que hizo de sus talentos. DXLIX. Diltase mi salida. Mi regreso la Reduccin se resolvi que fuese por agua, para llevar algn socorro, mientras se juntaba algn ganado y caminaba a la misma. Con bastante sentimiento mo se dilat el viaje y navegacin hasta el da 4 de junio. La causa fue la irrupcin que en la provincia hicieron los infieles Tobas, a vista de los dos Gobernadores, en el
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Chantre debe decir, porque el Tesorero era el doctor Antonio de la Pea. (Nota de la Fuente) En este lugar hay algo escrito con lpiz. (Nota de la Fuente)

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paso del ro llamado Del Timb en que mutuamente se despedan. Dise providencia que todas las embarcaciones bajasen al tal lugar para pasar milicia que persiguiese los enemigos, que se llevaban una buena presa y haban ejecutado algunas muertes. Con esto falt bote para mi navegacin hasta el trmino dicho. DL. Otro ardid de Delgado. El ganado camin a pocos das, lleg hasta el ro Xeju, y hallndole crecido, por no esperarse los conductores, tres o cuatro das a que bajara el agua, se le volvieron y le dejaron en una hacienda llamada De Verdugo. Este fue otro enredo de Delgado que aun bulla. La disposicin del Gobernador en caso de la creciente del ro, y tardar mucho tiempo en bajar ste, fue que se pusiese el ganado en la Hacienda o estancia de don Sebastin de Len, que estaba ms inmediata a Beln, y en donde se cuidara por la generosidad de este caballero con el mismo esmero que el suyo propio. As, luego que diese lugar y paso el ro, nos avisaran, y se llevara a la Reduccin necesitada de este alivio. Con haber quebrantado la orden del Gobernador, se imposibilit este arbitrio. Poblbase de nuevo la hacienda de dicho Verdugo, y por hacerle favor hizo Delgado que se pusiese en ella el ganado dejando a los nefitos pereciendo. Huye la pluma y no quiere dar tinta para escribir otras semejantes acciones indecorosas. Nos consolamos con el Apstol de las gentes: Non enim possumus aliquid adversus veritatem, sed pro veritate. Gaudemus enim quoniam nos infirmi sumus, vos autem potentes estis. Hoc et oramus vestram consummationen.

CAPTULO XLII NAVEGACIN DESDE LA CIUDAD A BELN SEGUNDO VIAJE POR AGUA O SEA VUELTA DEL PRIMER VIAJE DLI. Salida del puerto (da 3 de junio). Se lev el bote: ste en los dos das siguientes par en lo de don Sebastin de Len, que dio una buena limosna de ovejas, maz y frisoles. Doa Rosa Valenzuela su cuada, hizo tambin limosna de unos carneros y arrobas de algodn, gnero por entonces apreciable en la Reduccin. Mientras el bote llegaba al puerto de la emboscada, sal yo por tierra el da 4, y le esper en ella dos das. El da 7 por la tarde me embarque en Arecutacu habiendo recibido grandes favores de don Amancio Gonzlez y de otros caballeros que me acompaaron hasta el puerto. DLII. Payagus :su entrada de visita (da 8, lunes). Nos partimos al cuarto del alba, navegamos por la costa llamada Aipequa, enfrente de la cual encontramos ocho canoas de Payagus Zarigues que venan a la ciudad celebrar sus contratos. En cuatro llevaban la

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carga de sus esteras, y utensilios. Colocan la carga desde el medio de la canoa hasta la popa; y encima, sobre la misma popa, van las personas; y los Indios que bogan, adelante. Estos Payagus acostumbran al llegar al toldo de los que estn en la ciudad, asegurar las canoas, y entrar como de guerra, y es fiesta de buenas puadas. Todo lo que recogen en esta refriega de cuentas, hachas, palas, canoas, etc., es de los vencedores. Ni las mujeres quedaban exentas de este rapto, mas el gobernador don Jaime de San Just les prohibi esta indecencia. Dormimos cerca de la hacienda de don Blas Pereyra. El ro estaba muy bajo, y toda la plaza llena de animales muertos, que quedaron empantanados al buscar el agua; porque casi todo el fondo es de tierra gredosa. Llovi bien esta noche. DLIII. Sitios de esta jornada (da 9). Al amanecer caminamos; y como las ocho pasamos la desembocadura del ro Mandubir, Tobatiry. Entramos en un brazo del ro grande, que llaman Paraguay pequeo, Paraguay Mir. Su ms ordinario nombre es Catigua, por los rboles de este nombre que tiene en sus orillas. La corteza sirve para teir de color acanelado. Del riacho salimos otra vez la madre del ro y costeamos la estancia del cannigo Verdejo. Como el ro estaba bajo, iba delante de espa una canoa. Los que en ella bogaban hablaron con algunos camperos, y nos dieron la sensible noticia de haberse vuelto desde el ro Xeju los Espaoles con el ganado que llevaban a la Reduccin. Paramos unas horas en frente del puesto de dicha hacienda por ser el viento Este recio. Fuimos dormir al Cappii Pomog; y ya de noche sobrevino una tormenta grande de truenos y agua, nos defendimos en el riacho del mismo nombre. DLIV. Capibar : como pierde el tufo (da 10). Caminamos por la Barranca, a la vista del Capii Pomog ; e hicimos medioda en la ramada de Yuob. Por la tarde paramos en frente de la casa de la hacienda de don Sebastin de Len. Bien informado aqu de haberse vuelto los Espaoles con el ganado y con cien yeguas que nos dio de limosna el colegio escrib al seor Gobernador y al Padre Rector para que acelerasen el remedio y entendiesen los enredos de Delgado. A tiro de escopeta se mat un Capibara, de que se habl en otra parte. Los indios la chamuscan antes de abrirla, y as pierde el tufo que sin esta diligencia tiene su carne. Nicols Lemery en su diccionario de Drogas simples dice que este nombre es portugus no siendo sino de la lengua guaran. Da otra noticia singular, y es que los Capibaras salen del agua por la noche tierra, en donde saquean las huertas, y echan perder los rboles. Esto es escribir lo que se encuentra. DLV. Curiyi, culebrn (da 11). Antes de amanecer se dio a los remos. El viento era levante, y tan fro que no dudamos haba cado helada. Siguise la costa llamada Uruguait

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Mir en que paramos un poco medioda. Despus se camin por Uruguait Guaz. Mataron escopetazos un Hidro, cuyo nombre es Curiyi, del grosor de un brazo y largo ms de dos varas. Duermen estas culebras profundamente; y ste no despert con el ruido de los remos que estaban cerca. Dormimos cerca del ro Ipit porque arreci mucho el Este. Pescronse palometas y hermoso pat. DLVI. Viaje de este da con varios vientos (da 12). Salimos poco despus de amanecer, y como una hora se naveg por el riacho llamado de Ipit. Forma una bella explayada de agua y yerba dicha Camalote. Al salir al ro grande se dej sentir lo violento del viento Este, y cay alguna lluvia. Cambise el viento al Norte tan fuerte, que nos oblig buscar puerto entre unos camalotes que nos abrigaron bastante. Menude ms la lluvia. Como las doce, habiendo calmado algo el viento, se volvi a caminar. Paramos otra vez la salida del riacho. Al anochecer salt el viento Sur, que traa una horrible tormenta de truenos y agua. Amarrse la embarcacin contra una barranca. Habiendo amainado algo, se levant la vela, pero sirvi poco, porque ces el viento, y se llam al Poniente. Dormimos en la costa occidental del ro, que llaman los espaoles de Calchaqu, en que estbamos con los rboles resguardados del viento. DLVII. Yeso espejuelo y tierra del Urucuy (da 13). Desde el alba caminamos por la misma costa hasta las 8, que pasaron la costa del Oriente. Aqu en la barranca haba mucho yeso espejuelo. Entramos en un riacho que se crey ser la costa de Zanjn Quarepot, y tiene poco ms de legua de largo. Vironse cuatro Capibaras juntas. As suelen andar en manaditas. La entrada del riacho tiene mucho camalote. En tierra se vean muchas palmas Carandays. Si el ro grande est muy bajo, no es bien entrarse en este riacho, viniendo de hacia la ciudad, ro arriba, porque no tiene salida, por la mucha arena que se amontona en la boca. Como las 4 y media dejamos este riacho; y paramos en la barranca del Urucuy. Es tierra alta, y aqu despus pusieron una hacienda los Espaoles, que se llama la estancia de don Jos Carrillo. DLVIII. Niebla, fro y vboras yacanin y verde con otras (da 14). Antes del cuarto del alba se lev el bote. La neblina era tan densa, que apenas se vea el ro. Esto fue causa de que los remeros, creyendo que iban bien, se metiesen en un riacho sin salida. Fue necesario desandarle. Cogimos el ro grande : el fro era excesivo, y la neblina no se deshizo hasta ms de las diez del da. Caminamos a la vista de una barranca alta y larga. La gente incendi el pajonal y huyendo del fuego, se descolg hacia el ro una vbora culebra, llamada Yacanina. Su color era pardo con pintas algo obscuras. Dijeron que era vbora horrorosa : y que cuando ha de hacer la presa, levanta el medio cuerpo anterior, y despus con velocidad de rayo, se tira

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cogerla. El grosor era como de una mueca. Joston bajo el nombre de caninana describe una culebra americana, de pie y medio dos pies de largo : su espalda es verde y su vientre amarillo. Tinese por culebra inocente, y de las menos venenosas. Sigue los hombres con halago, y se deja coger sin dao. Cmenla los americanos despus de haberle cortado la cabeza y la cola. A sta llaman en el Paraguay uazo ob, gusano verde del campo. No tiene dientes ni colmillos. Es muy distinta de la Yacanina. Lemery dice que se llama caninana, del nombre canis, perro, porque esta culebra sigue los hombres y se deja manosear como el perro. La lengua guaran, de la cual es el nombre entero, no llama al perro canis, sino Yagu. El estudio de las etimologas es, sobre arriesgado, obscuro. En la misma costa se mataron otras dos vboras fesimas, llamadas Quiririog. Enfrente de la barranca hay una isla hermosa en medio del ro ; tendr como un cuarto de legua. Comimos en la misma barranquera, Por la tarde se camin remo ; y se hizo noche en la casa del Yetit. Este anegadizo se desagua cuando se llena con las lluvias inundaciones del ro Xeju por dos zanjones sobre la misma barranca. DLIX. Costa del ro Xeju (da 15). Salimos antes del cuarto del alba : caminse fuerza de remo hasta llegar a un grande anegadizo, que est en la costa de Barranca, que es la del Oriente del ro. Aqu se levant la vela para aprovechar el viento del Este, que pudo servir. Comimos al fin del anegadizo en tierra alta. Despus se volvi navegar remo, y eso de las dos de la tarde, llegamos al ro Xeju. La costa que se sigue a la desembocadura est toda anegada y llena de sauces, que cogen por ms de una legua ro arriba. La orilla occidental de Calchaqu en frente del Xeju tiene un grande palmar de Carandays. Como dos leguas del Xeju hay una grande isla en medio del ro la cual tiene la principal madre del ro hacia Calchaqu. Dormimos en frente de esta isla en la costa de barranca en buena y alta tierra. DLX. Palmas hermosas y ro Ipan-miri (da 16). Antes del alba salimos del puerto : navegse a vista de buena orilla, y como las nueve llegamos al palmar hermoso que se extiende tierra adentro hacia el Oriente y Norte por algunas leguas. Toda esta costa es alta, y se sirg un poco para que descansasen los remos, hasta llegar un riacho, que se llam del Palmar. En la entrada de ste paramos eso de las doce. la una y media volvimos caminar vista de buena costa, alta y limpia. Dormimos en la costa del Ipan-mir, el cual pasamos como la medianoche por lograr vela el viento favorable, aunque flojo. Sirvi muy poco, porque calm presto, y nos arrimamos tomar puerto. Ya se dijo que el Ipan-mir no es ro.

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DLXI. rboles amarillos para los tintes (da 17). eso de las siete de la maana entramos en un riacho bello, que est en la costa de la barranca. Psosele el nombre de Ibiray, de los rboles amarillos, a causa de los rboles de este nombre que tiene en su orilla. Sirven para fbricas y tintes. Por la mayor comodidad de lograr el viento Sur se camin hasta la noche. Dormimos en la costa de Calchaqu, enfrente de un sitio llamada Itay punta de piedra. DLXII. Pirdense dos hombres (da 18). Como al alba salimos: caminse parte a vela parte remo hasta el medioda, que paramos en una barranca y en un bosque de rboles altos, aunque ralos. Dos soldados se metieron por el bosque y se perdieron. Salieron buscarlos y los encontraron. Como a las dos caminamos, y, pasando con trabajo a remo muchas puntas de tierra, dormimos en un bello puerto, limpio y abrigado. DLXIII. Puntas de barranca y entrada en el Ipan (da 19). Poco despus de medianoche salimos. Despus de amanecer sirvi algo el viento Sur. Comimos en riacho corto que tena un buen puerto, hasta el cual se contaron doce puntas de barranca que entraban al agua, y las corrientes daban que hacer los remeros. Salimos de este sitio, y las dos y media entramos en el ro Ipan-guaz, tan deseado. Hallmosle bien lleno, y por esto se naveg sin especial tropiezo por tres grandes vueltas, que por elevacin harn una legua. Dormimos en su orilla del Sur, porque los Espaoles tuvieron miedo de los indios Mbays. Llovi algo. DLXIV. Arrecifes furiosos (da 20). Salimos despus de amanecer, aunque lloviznaba. Caminse con trabajo por las corrientes como unas dos leguas. Al anochecer llegamos al puerto. Con un tiro de pieza se dio aviso. En los das siguientes se descarg el bote, y condujo Beln la carga. En esto se gast el tiempo hasta el da 24 en que, habiendo antes odo misa, se volvieron la ciudad. Haba yo agenciado entre otras plantas unos cien pies de pltanos, que por ac llaman Pacoba, quedndose en el puerto hasta el da 6 de julio, que dispuesta la tierra en que se haban de plantar, se llevaron y lograron todas. Quisimos hacer prueba si el arrecife de San Bernardo y otros se podan pasar en canoa. La corriente arroj con furia la una, y otra qued estrellada contra las peas. El traidor Lorenzo vino verme. Disimul. Lo mejor, que en Beln los Mbays no saban cosa alguna de sus trazas con los dos Espaoles

CAPTULO XLIII PUEBLOS ANTIGUOS DLXV. Dos pueblos antiguos. Consta que las tierras en que est la Redaccin de Beln y las que miran entre Oriente y Norte, en lo antiguo tuvieron muchas poblaciones de

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Indios de la nacin Guaran. Una contingencia nos descubri dos que nos sirvieron mucho. Vi en manos de un chico Mbay una naranja agria, trada de hacia sus antiguos lugares, de adonde vena con sus padres. Noticiado de los sitios en que haba aquellos rboles, determin ir verlos y aprovecharnos de ellos para plantar una capaz huerta. sta la habamos ya empezado con plantas tradas de la Asuncin, y otras que nacieron bien en los almcigos que hice en Beln. Para certificarnos primero de lo que decan los infieles, envi un indio guaran con algunos de ellos. ste confirm lo que decan, y para mejor prueba, trajo bastantes naranjas y algunos erizos fruto del rbol Uruc. DLXVI. Sitio del naranjal. Da 8 de septiembre de 1761 sal para ir uno de los dos pueblos antiguos. Yo cre que tardara mucho tiempo, lo menos todo el da, en llegar al sitio, mas no fue as: porque no distaba tanto: emple en el camino de ida cinco horas ; y despus en la vuelta otras cinco. Est situado el naranjal en una bella loma, distante del ro Ipan-guaz cosa de unas cuatro leguas. Es arboleda muy extendida, por haber nacido otros naranjos de las semillas que de suyo caan, los pjaros desperdiciaban cuando coman. Hllanse tambin otros rboles frutales del pas, como son Guabiraguaz, Tatayba, Urucuy, Mbocay, de los comunes, y otro llamado Mbocay Guaz, que es la planta que en otra parte describimos bajo el nombre de Palma real. DLXVII. Lo que se descubri y observ. Detuvimos el tiempo necesario para cavar los rboles medianos que habamos de llevar la Reduccin en buen nmero. Con ocasin de estas cavas, se hallaron las cosas siguientes: Un hueso que pareci ser humano, como de una cuarta de largo y dos dedos de ancho : conocase bien la materia, aunque estaba casi podrido, Unos cascos de olla de loza blanca y muy fuerte. Un cuchillo amohecido en figura de pual, el cabo ya del todo carcomido. Lo que observ fue que como una legua antes de llegar al dicho sitio, hay una zanja hecha antiguamente a mano, de anchor de tres varas : corre del Nordeste al Sur-sudeste. Su principio est en un bosque, y su fin en lo ms bajo de la loma. Los Mbays dicen que segn su tradicin, hicieron esta zanja los cristianos que all se poblaron, para defenderse de ellos; y que, sitiados de sus invencibles armas, se escaparon de noche por la dicha zanja. No merecen crdito. Al Sudeste del pueblo hay un manantial de bella agua. DLXVIII. Otras varias cosas. En el camino vimos lo primero, que la tierra es casi poblada con buenas colinas, pobladas de rboles altos y frondosos. En medio del camino se levanta una sobre las dems; y su plan tendr una legua. Hay agua en ella con abundancia, que corre como de Oriente a Poniente, formando un buen arroyo. la bajada de esta loma haba un baado ancho y profundo : el agua llegaba al pecho del caballo. En otro lado

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pasamos un pantano, cuyo barro nos dio en que entender. En un prado estaban dos tigres feroces de los que se llaman onzas, Huyeron al vernos. En un rbol estaba un pjaro del grandor de un alcatraz pero de pluma canelada : silbaba como lo puede hacer una persona. Haba muchos papagayos, de todas especies y tamaos ; los mayores eran los Guacamayos. En varias partas encontramos muchas matas de Articu Guaz, que dicen es la Chirimoya afamada del Per. La plaga de garrapatas es indecible. Unas eran blancas y pequeas como liendres : causan escozor de fuego : otras chicas, de color dorado, que son peores : otras grandes como una lenteja, negruzcas y con una mancha que desde la cabeza se extiende hacia la espalda. Su mordedura nos dej ronchas y ejercicio de paciencia por muchos das. Haba en sitios hmedos muchas plantas de rubia tinctoria, que llaman Caapita. DLXIX. Regstrase otro pueblo antiguo (da 13). Habiendo trado muchas plantas de naranjos del lugar dicho, y otras de Urucu, ste da fui ver otro pueblo antiguo, que caa un poco ms al Norte que el pasado. todo andar, paso del caballo (menos una legua) y parte galope corto, tard en llegar como unas seis horas. Por la noche sobrevino una horrorosa tormenta de truenos y agua Nos reparamos algo en un choza extempornea fabricada de hoja de la palma Yatay. Con todo nos mojamos muy bien aunque nos defendi bastante del viento Sur fro. El da siguiente prosigui la lluvia menuda y el viento. Por la tarde entr al bosque, en cuyo centro estaba un naranjal hermoso. Concese que hubo pueblo, y grande. DLXX. Comodidad de la poblacin. Como una legua antes de llegar al naranjal, sitio de la poblacin, se ve una zanja hecha mano, del anchor de tres varas ;corre lo largo de Sur Norte, y, principiando en una bella loma, remata en una caada que siempre tiene agua, y corre al ro Piray, que no dista mucho. En lo interior del naranjal hay otra zanja, tirada como en cuadro los cuatro vientos principales. sta acaso servira de cercado la arboleda. Hay un manantial bello de agua que mira al Norte, que servira a los vecinos de fuente. El recinto del bosque, en que estaba el pueblo, tendr cosa de legua. El terreno es alto, y tan alegre, que la vista no halla tropiezo los rumbos Norte, Oriente y parte hacia el Sur por estar retirados los bosques. esta tierra llaman los Mbays en su idioma Apacachodiyodi, lugar de avestruces, por los muchos que hay en ella. Un indio de los de mi comitiva cogi siete medianos. DLXXI. Cosas que se observaron. Hallamos medio enterradas dos ollas vidriadas de barro fino. Su figura y grosor era como las de las que se hacen en las Misiones de los Guarans para recoger agua, altas, y abiertas de boca. No son hechura de los Mbays, ni stos entienden de vidriar. Haba naranjos, Guabir guaz, Aguays, Ambays, Yayayba, y Palmas reales. Conocase que algn da estuvieron colocados todos estos rboles frutales en hilera. La

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volatera era mucha : Papagayos, Guacamayos, Acae negros y blancos, y unas avecitas del grandor de gorriones; pero de pluma encarnada, tan brillante, que pareca una ascua encendida. Las garrapatas infinitas de todas especies. DLXXII. Descripcin del camino. El camino desde Beln tiene sus rodeos causa de los bosques que ocupan la tierra. salir de Beln se rodea su loma como una legua, de Oriente Poniente: despus se vuelve al Norte, y se atraviesa un bosque cuyo camino, abierto mano, tendr algo ms de media legua. Acabado el bosque, se entra en una caada estrecha, con bosques los lados, que corren como una legua al Nornordeste. Al fin de ella se ofrece un pantano grande. En saliendo de ste se coge otra caada, algo ms ancha, que se extiende tres cuatro leguas casi al Norte. Llega hasta el sitio del pueblo antiguo. La tierra es toda doblada, y tena sus bosques interpolados con campos. Hllanse en este camino los rboles llamados Yaracati Guaz, Urunday, Tayi. stos dos ltimos son para fbrica y dursimos. Haba muchos Zuinandy, cuya corteza cocida da un excelente blsamo, que curan las heridas que hacen las uas de los tigres. Junto al naranjal se ven las cosas siguientes, que registr en otra ida. DLXXIII. Vestigio de la poblacin antigua. El da 21 fui otra vez al dicho pueblo antiguo. Descubrise de nuevo un cidral, que nos dio para Beln plantas con que se cercaron las huertas. Fructificaban con tanta abundancia, que las cidras, algunas del grandor de melones, se perdan y podran al pie de sus madres. Haba cinco hileras de postes, todos de maderas fuertes, clavados en tierra. Los de la cumbrera tenan descubiertas cinco varas de altura, y los de los alares como dos y media. En un arroyo que corra por una caada, se vea bastante sal sobre la tierra. Por evaporacin se sacar como la del Salado de la ciudad. Hallamos muchos naranjos, de fruto agridulce suave. Sin duda que en su principio fueron dulces o de la China, y despus confundidas las races con las de los agrios, quedaron en un medio. Cavando unos naranjos, se hallaron unas flores de talco, que serviran en la iglesia. Por la maana del da 22 se levant una recia tormenta de truenos y agua : cogime en medio del bosque y me empap muy bien. DLXXIV. Qu pueblos fueron stos? Conjeturamos que estas dos poblaciones antiguas fueron las de Nuestra Seora de Fe, y del Apstol Santiago, patrn de Espaa. Ambas estuvieron en el Itat ; y despus por las inquietudes que les causaban los Guaycurs, se mudaron cerca del ro Piray, en donde estn en los sitios dichos. Ya en otra parte esforzamos estas conjeturas.

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Lo que no admite duda es que todo este terreno estuvo habitado de la nacin Guaran, y que stas fueron propias tierras de los Itatines. Entre los Indios que llev en mi compaa cuando fui las dichas poblaciones destruidas, fue uno llamado Mauricio Guayrayu, de edad de unos sesenta aos. Era natural del pueblo de Nuestra Seora de Fe, que es de Itatines. Este viejo me dijo en el camino y despus en la Reduccin que estaba contentsimo de haber visto las tierras de sus abuelos. Preguntle que cmo lo saba? Respondi que sus padres le decan muchas veces en sus conversaciones e instrucciones que de noche les daban en sus casas. Y aadan : felices seris si veis aquellas tierras en compaa de nuestros maestros, los Padres de la Compaa, como nosotros lo fuimos.

CAPTULO XLIV TERCER VIAJE DEL MISIONERO Y ES EL PRIMERO DE GUANS DLXXV. Motivo de otro viaje corto. Este ao de 1761 A 5 de noviembre, empec el viaje para visitar a los Guans, llamados de los Mbays Layans. Le pondr despus, cuando hablar de la nueva Reduccin que en esta nacin se empezaba. El ao siguiente de 62 fu necesario no parar mucho. Las reducciones nuevas son como las ruedas de un torno, que caminan con viveza si no cesa el impulso. Lo que ms urga por ahora era buscar una buena tierra a la orilla del Sur del ro Ipan en que fundar la hacienda. sta se haba principiado en la orilla del Norte en tierras buenas, pero que por la inmediacin estaban expuestas los continuos robos de ganado que los infieles hacan. No nos prometamos creer con su establecimiento, si no se retiraba, y pona ro por medio. Con este intento
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DLXXVI. Tierra buena para estancia (da 10 de enero de 1762). Despus de Misa, pas el ro Ipan o Guarambar, y como las 8 y media empezamos a caminar por la banda del Sur del mismo. La tierra que se acerca al Ipan es baja y con mucho bosque. Anduvimos por ella como unas cuatro horas, el rumbo casi al Oriente. Acabadas las caadas, salimos a una hermosa loma, con buenos campos a todos lados. Pareci capaz de mucho ganado : y efectivamente aqu se mud despus toda la hacienda, y continu despus de nuestro arresto. El puesto es bueno, y aunque escaseaba el agua, se dio forma de que los animales pudiesen acercarse al Ipan, que les serva de abrevadero en tiempo que faltaban las lluvias y bajaban los arroyos de esta tierra. La loma tiene muchas palmas Namogoligi, que sirvieron mucho los

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Falta algo en el original. (Nota de la Fuente)

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Mbays con sus cocos, cogollos y harina. la falda oriental, y antes de llegar tambin esta loma, haba mucha chilca melosa, creca tan lozana, que parecan las plantas arbolillos. DLXXVII. Otras tierras buenas. Pantano grande. Desde el sitio en que estbamos se descubra tierra alta al oriente de la loma, pero mediaba un pantano y anegadizo de casi media legua de ancho. Nos resolvimos a pasarlo, y registrar bien el terreno. La entrada de este anegadizo estaba poblada de espesos cardos y de rboles espinosos llamados Yuquery, que son una especie de planta sensitiva. Despus haba un pedazo de bosque, bien cerrado. Salimos, pues, como las tres de la tarde. Con gran dificultad vencimos el pantano, en el cual camos todos, y yo dos veces, de modo que nos vimos obligados a caminar a pie, llenos hasta casi las rodillas de barro, y remojados hasta ms arriba. Llegamos la loma, que, aunque no es tan grande como la que dejamos, se contina con otras por algunas leguas. La arboleda del Sur va seguida, formando un vallado de bosque hermoso; y por el Norte tiene el ro Ipan con campos parte limpios, y parte con isletas de boscaje. DLXXVIII. Lo que se observ. Siguiendo la direccin de la tierra alta, caminando hacia el Oriente otras cuatro horas. No se ensancha mucho la tierra. Parece un callejn de tierra, que corre bastantes leguas, en unas partes estrecho como un cuarto de legua, y en otras ms ancho. No tiene sino tal cual arroyuelo que la atraviesa y va desaguar al Ipan. Frmase en algn otro manantial y crece con las lluvias. Vimos muchos Tauazs, que son puercos monteses. Paramos eso de las ocho de la noche en un sitio que tena agua y algunos rboles de Yerba del Paraguay, aunque no de la mejor calidad. Haba muchos Papagayos y aves llamadas Acae, que son como las urracas de Espaa. DLXXIX. Caada de la Yerba (da 11). Poco despus de salir el sol, caminamos como media legua al Oriente, y luego volvimos al Sudeste por una bella caada. Tiene los dos lados bosques altos que la cierran. En medio hay mucha agua, y lodo, especialmente en las orillas del agua. Sale sta de una fuente que viene del bosque, que mira al Oriente. La mayor anchura de esta caada no excede un cuarto de legua : su largor tiene como dos leguas : la ataja un grande bosque que llega hasta el ro Aguaray Mir, ro pequeo de las zorras, que le cae entre Sur y Este. Haba muchos rboles de Yerba, pero muy arruinados por las quemazones del campo, incendiado por los Indios que viven ocultos en las selvas, y llamamos Monteses. Hacia el ro Ipan estaban mejores los rboles de buena yerba, porque los defenda del fuego un anegadizo. Este Yerbal del Ipan est metido en un bosque, y los rboles son altos y estn bien espesos.

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DLXXX. Lo que se vio. Haba muchas plantas de aquellos arbolillos llamados en guaran Ibaaro Miri. Sus hojas son como las del laurel y muy fragantes. Con ellas dan olor muy suave la Yerba del Paraguay los nefitos del pueblo de San Cosme y San Damin. Matse una vbora Yacanina, que, no obstante que era hijuelo, tena vara y media de largo. Haba cazado un lagarto, y se lo estaba engullendo todo entero. Vale quebrantando poco a poco hasta que le deja en estado de que pase todo. Molestnos muchsimo una plaga de mosquitos casi imperceptibles. Su picadura dejaba un escozor como de fuego. Registrada la tierra, nos volvimos el da 13 a la Reduccin. Animse mi compaero, el Padre Matilla, y fu ver la misma tierra hasta el Yerbal.

CAPTULO XLV VIAJE A LA ASUNCIN DLXXXI. Algunas razones que hubo para emprender el camino. Se haca preciso otro viaje a la ciudad por varias razones. Una era registrar bien los campos y caminos en tiempo que no hay agua, y de este modo averiguar si en los meses de sequa se poda transitar. Otra, conferir con el seor Gobernador y el Padre Rector el modo de dar prontamente Misioneros los Mbays Guetiadegodis, que los deseaban ; y tambin a los Layans, que fui ver sus tierras, y se llaman Chans. No era la menos eficaz el desvanecer las falsedades que Epiliguiyegui Lorenzo haba urdido contra mi compaero el Padre Matilla. Picado de haber salido desairado del enredo en que contra m le metieron Duarte y Delgado, tira ahora que salga de la Reduccin el Padre Jos, porque le habla con entereza evanglica. DLXXXII. Despdense los infieles. Laguna en el bosque. Desgracia. Da 18 de febrero despus de haber celebrado el santo sacrificio de la Misa, sal de la Reduccin. Vinieron los infieles despedirse, y como estaban inocentes en las tramas de Lorenzo, que ya se haba ido por delante, me persuadan que por los grandes calores suspendiese el viaje. Viendo mi determinacin, me decan : Codiodiepeque ano: nuestro Padre, vuelve presto. Para hallar qu beber fue necesario (el camino este da fue sin estorbo de agua) alargar la jornada hasta el Niguigig-Aguangi, cuya orilla paramos como las cuatro de la tarde. Est el agua dentro de un bosque grande. Es un manantial, que, hallando el terreno bajo, forma una buena laguna. Salimos como las cinco y media, y por tierras bastante buenas caminamos en busca de la orilla del ro Paraguay, en la cual hicimos noche. Llegarnos la dormida entre siete, y siete y media de la noche. Por el camino nos llovi algo ; y prosigui la lluvia toda la noche. Sucedi una desgracia que me dio cuidado. Una mula dio una coz en la boca un chico

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Guaran de los de mi comitiva. Dejle como muerto del golpe, y le quit algunos dientes. Quiso Dios que volviese en s, y convaleci poco poco con los remedios que en la ciudad se le aplicaron. DLXXXIII. Bellas tierras (da 19). Costeamos el ro Paraguay desde las 8 hasta las 10 de la maana. Desde las 10, fuimos vista de un riacho brazo hermoso del mismo ro. Sale de ste, y corre por largo trecho entre Sur y Oriente, hasta volver inclinado al Sur buscar la madre del Paraguay. Para atravesar la tierra, dejamos el riacho ; y como las 11 de la maana llegamos al desage del Piripuc, que desemboca en el dicho brazo del Paraguay. Por este paso angosto como unas seis varas, se nada se hace una puente de palos y palmas. De este desage del Piripuc se hace el que llaman Ipan Mir. Desde ayer la tierra es buena, y capaz de mantener mucho ganado : por eso le anticiparnos el nombre, llamndola Estancia de San Ignacio, porque con el tiempo podra la Reduccin poblarla. Por todos lados est cerrada : de Sur Norte con el ro Paraguay y con los riachos que de l salen por Oriente y Poniente. Por estos rumbos tiene el Piripuc la entrada, y por la salida tiene el Ipan-guaz. Pasado el desage, caminamos hasta las 11 y media. Paramos sobre la orilla de otro riachuelo angosto, pero muy profundo, que corre de Oriente Poniente, y est lleno de Aguaps, yerbas as llamadas. Volvimos caminar eso de las 3 de la tarde, y fuimos a dormir a la orilla del ro Xeju, adonde llegamos al anochecer. Las lomas del Xeju, que se extendern como dos leguas, son altas, y de buenos pastos. Lo dems est lleno de bosquecillos y de palmas Eabuigos, y es falto de agua en tiempo de los calores. El Xeju estaba muy bajo ; y no nadaron las caballeras sino al salir cosa de unas cuatro varas. DLXXXIV. Encontramos a los Mbays. Mosquitos y tigre (da 20). Empezamos caminar como las 9 y media : eso de las 11 pasamos el famoso pantano Yetiti. Ahora estaba sin agua, y tan seco el barro, que polvoreaba. Nos vimos precisados caminar hasta el arroyo Quarepotiy, al cual llegamos como las 3 de la tarde. Aqu encontramos Lorenzo con los Mbays, que seran unos 16, e iban la ciudad. Alegrronse con mi llegada, y me presentaron una ave que haban cazado, llamada Etagataga. Es como un pavo : su descripcin la dimos en otra parte. Salimos de este sitio como las 6 de la tarde, y fuimos dormir en distancia de unas tres leguas. Paramos junto un juncal que tena agua. Aqu se vio una senda que entraba al bosque, y cremos que es por donde los Mbays entraron la estancia de San Joaqun. No nos dejaban reposar los enjambres de los mosquitos, por lo que tratamos de caminar desde las 12 de la noche hasta las 3 de la maana, que paramos rendidos. Dormimos campo raso, porque el roco ahuyenta los mosquitos. Cuando despertamos vimos las huellas

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frescas de un tigre, que vino visitarnos, pero no hizo dao. Esta noche pasamos dos anegadizos muy malos. DLXXXV. Novedad de los Payagus (da 21). Salimos eso de las 6 ; a las 7 y media pasamos por la orilla de un riacho llamado Poitagua ; las 9 y media llegamos al arroyo Ipit, trmino hacia el Sur de la estancia de don Sebastin de Len. Los muchachos cogieron muchas frutas llamadas Arazas, y en el Paraguay Guayabas : las dos orillas estn pobladas de estos arbolitos. Nos recre la fruta con su agridulce suave. Paramos hasta las 2 y media, que volvimos caminar. Llegamos la casa de la estancia eso de las 4. Por todo este camino de hoy haba llovido mucho. La noticia que me dio el espaol capataz fu que haba pasado un Bote hacia Beln, el cual iba a explorar si ramos vivos. Los Payagus haban divulgado en la ciudad que sus hermanos los Zarigues haban acabado con los Mbays y Guarans de la Reduccin, y que tambin a nosotros nos haban muerto. DLXXXVI. Confrmanse las mentiras de los Payaguas (da 22). No camin al presidio de Mandubir. Aqu me contaron los espaoles las novedades siguientes : 1 que los prfidos Payagus haban publicado que los Mbays Enacagas me haban robado, y que, intentando quitarnos la vida, nos defendieron los de la Reduccin ; 2 que ligados los Payagus Zarigues con los Eyiguayeguis nos haban finalmente quitado la vida. Estas nuevas haban retardado las remesas de las vacas. Aqu esper a los Mbays de Lorenzo, segn me haban hablado. (Da 23). Salimos como a las 6, camino a la Emboscada, de la estancia de Len ; y las 9 y media pasamos el ro de Tobatiry. Descansamos en el presidio de Mandubir, cosa de una hora, y proseguimos hasta llegar al pueblo de la Emboscada, donde llegamos las 2 de la tarde. la falda de la serrana, antes de llegar la poblacin, se pasa el ro Pirebebu : es de bastante caudal, y de buena agua. Dormimos en la Emboscada, cuyo Cura, don Amancio Gonzlez nos hosped con mucho agasajo. DLXXXVII. Diligencia para saber si ramos muertos (da 24). Despus de celebrar Misa, sal acompaado del comisario de guerra don Jos Gamarra y de muchos soldados que se haban juntado por el miedo que de los Mbays tena an el Gobernador. Comimos en la casa de campo de don Sebastin de Len, y por la tarde entramos en la ciudad. sta llegamos poco despus de las Ave Maras. Entr ver al seor Gobernador, y sacarle de cuidados. Trat con su seora algunos puntos muy importantes. El Padre Rector Jos de

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Robles se haba partido a Buenos Aires : su sucesor era el Padre Antonio Miranda 11 Mirbanme como un hombre resucitado. Tal era la aprensin en que vivan de nuestra muerte manos de de los brbaros. Dijeron que el Gobernador quiso enviar una embarcacin para saber lo cierto. Un caballero alentado, mi confidente, se ofreci a ir por tierra, y examinar lo que haba en el caso. No se le concedi. Esto, y ver sin prevencin los presidios, y los Espaoles del camino muy sosegados, hizo sospechar que todos fueron pretextos frvolos por no enviar Beln el ganado. Mucho ms, que ya unas hijas del Gobernador interesaban en que quedase en la estancia de Verdejo. Lo cierto es que aun despus de mi llegada instancias, tard muchos das el Gobernador en dar las providencias para que se llevasen las vacas. Bastaba que anduviese en el negocio un don Salvador Casaas. Fume preciso demorarme en la ciudad todo el mes de marzo. DLXXXVIII. Empleo en este mes. Padre Juan Garca. Para emplear el tiempo tilmente, me envi el padre Vicerrector Gabriel Novat la hacienda del colegio llamada de Paraguary. El fin fue confesar los que cumplan con la iglesia en lengua comn del pas, que es la guaran. El Padre Luis Fernndez que cuidaba de dicha hacienda hizo una buena limosna la Reduccin. Tuve mucho consuelo con la llegada del Padre Juan Garca. Vena desde las Misiones de los Guarans, destinado por mi compaero en la de los Mbays. Costnos mucho conseguir del Gobernador un Bote en qu conducir Beln seis familias de Indios Guarans, parientes de los que all estaban, y algunas limosnas. Los lados 12 que tena el Gobernador, le ladeaban a sus intereses, sin mirar por los de la provincia. Al fin vencidas muchas dificultades, y sufridos no pocos sonrojos, se dispuso el viaje. . CAPTULO XLVI VIAJE A LA REDUCCIN DLXXXIX. Sale el bote :nosotros por tierra :Dios nos libra de un naufragio (da 4 de abril). Se lev el bote, y el da 6 lleg la orilla del ro que es el puerto de la Emboscada, y se llama Arecutacu. El Padre Juan Garca y yo caminamos por tierra. El ro Salado estaba muy crecido: empeados en pasarle, lleg don Blas Pereyra, sacerdote ejemplar, que viva cerca y tuvo noticia de nuestro arrojo, llevnos su casa, y fu nuestro ngel custodio, porque
Pero el Padre Antonio Miranda no lleg a su Rectorado del Paraguay hasta el 12 de Septiembre de dicho ao; y cuando por Febrero lleg a la Asuncin el Autor de este Diario, era Vicerrector el Padre Babriel Novat, y lo fue hasta dicho da 12 de Septiembre. 12 Dicho Gobernador no necesitaba de lados para esta suerte de maraas. l las saba urdir mejor que ninguno, notoriamente mentiroso, pobre, cargado de hijos, y nicamente atento a su inters, a que por otra parte lo estimulaba de continuo la insaciable codicia de su mujer doa Josefa Bustamante.
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proseguir en el empeo hubiramos perecido arrebatados de la furiosa corriente. El da 6 nos acompa el dicho sacerdote, y con sus criados, prcticos del ro nos puso en salvo. Con haber bajado el agua bastante, arrebat una caballera y un pen nuestro : aquella fu arrastrada de la corriente con tanta velocidad, que no pudo librarse. Este que era buen nadador, se mantuvo hasta que fu socorrido y sali del ahogo. En compaa de don Blas subimos la cordillera, y llegamos la Emboscada. Llevse al bote una fragua y una carreta que en Beln hacan notable falta. Este mismo da nos embarcamos, y se camin algo de noche por lograr el tiempo. DXC. Da 7. Ibamos navegando y por la maana muy temprano se arrim al bote un Payagu, llamado Anapichigu. No se le dio entrada, escarmentados del genio traidor de esta nacin, bien que le agasajamos, y con los suyos se retir contento. Como las tres de la tarde entramos en el riacho Paraguay-mir. Poco antes de llegar este riacho est el presidio de Itacurub, fabricado costa de don Blas Pereyra, cuya hacienda defiende de los infieles Lenguas y Tobas. En el riacho mencionado desemboca el ro Tobatiry, que corre de Oriente a Poniente. Los campos son buenos, pero algo bajos. Dormimos en una barranca, cerca del Capii-pomog. Estuvieron insufribles los mosquitos. DXCI. Aves pescadoras. Dejamos el bote (da 8). Salimos despus de medianoche. En las vueltas se logr el viento Leste : y antes de amanecer nos pusimos enfrente de las tierras de don Sebastin de Len. Vimos bastantes pjaros, blancos, del grandor de una polla. Su ejercicio es el pescar, lo que hacen arrojndose con velocidad sobre los peces chicos : llmanlos Martinetes Pescadores. Aqu mi compaero y yo dejamos la embarcacin para hacer nuestro viaje por tierra hasta la Reduccin. Para esto nos fuimos a dormir la estancia de don Sebastin de Len, en que estaban los caballos que dej para que se reforzasen mi venida. El camino estaba muy lleno de agua y barro. Los mosquitos an los estancieros obligaron dormir sobre el techo de la casa, cielo descubierto. Nosotros los sufrimos en el patio. Aqu nos detuvimos dos das, ya por el tiempo, y ya para disponer el viaje. El campo estaba inundado causa de las lluvias que haban durado nueve das con pocas interrupciones. DXCII. Camino con barro, agua insectos (da 11). Salimos de la estancia y caminamos hasta una costa del ro Paraguay llamada Uruguayt. Aqu comimos. Tuvimos noticia por un Espaol llamado Zaldvar, que vena de hacia el ro Xeju, que .el camino estaba inundado, y el Quarepotiy muy crecido. Sin embargo, caminamos, y fuimos hacer noche un sitio llamado Uruguayt-Mir, costa tambin del ro grande. Todo el camino de este da fu por agua y barro, con infinidad de tbanos y mosquitos. Dejamos algunas caballeras fatigadas.

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DXCIII. Tormenta deshecha (da 12). Fumos chapaleando a comer enfrente de la senda que abrieron los Mbays para entrar en las tierras de la Reduccin de San Estanislao. Tiene esta tierra al principio una bella loma, que no dista mucho del ro Paraguay. Aqu se fund la hacienda de Arestigu. Con nuestras fatigas, caminos y noticias que dbamos de las tierras, iban los Espaoles adelantando sus posesiones, y sin embargo, en casi nada ayudan los Misioneros. Por la tarde llegamos la orilla del Quarepotiy. Estaba muy lleno, y los caballos cansados, y por esto paramos. Por la noche se levant una recia tormenta de viento Leste y truenos, con agua. La lluvia dur hasta las doce del da siguiente, que la rechaz al Sur. Para defendernos fue necesario pasar toda la noche sin dormir, manteniendo unos palitos sobre los cuales habamos puesto algn reparo. DXCIV. Trabajos del camino (da 13). Passe nado Quarepotiy; y caminamos por un palmar de palmas Eabuigos, que estaba todo inundado. Llegamos como las tres de la tarde al zanjn de la primera loma de Urucuy, en donde paramos. Todos los campos estaban llenos de agua, y los mosquitos intolerables. Da 14. Salimos ya de da claro, y con grandsimo trabajo pasamos la caada llamada Iquaret. Sus pozos ahora estaban llenos de agua y muy cenagosos. Hicimos noche la entrada del Yetit. Este baado estaba lleno de agua de punta punta. Ya nos iban faltando las caballeras, que dejbamos cansadas en el camino. DXCV. Pasamos el Yetiti y el Xeju (da 15). Como a las ocho de la maana entramos en el Yetit. Pareca grande ro. Antes de llegar la mitad, nos apeamos, que as le pasaramos con menor riesgo que caballo. Empezamos caminar con el agua ms arriba de las rodillas, y poco poco subi hasta cerca de la cintura. Lo peor era que nos resbalbamos en algunos altos de barro gredoso y de paja que estaban ocultos en el agua. Por esto resolvimos meternos en la pelota de piel de toro, y de este modo con trabajo salvamos los pozos y las vidas. Desde la mitad volvimos a montar a caballo, y atollndose con frecuencia los animales, y nosotros tan empapados, llegamos al medioda la orilla del ro Xeju. Haba bajado bastante el agua; pero ms de la mitad de su ancho cauce se nadaba. Los que nos dieron en que entender fueron los zanjones de hacia el Norte. Estaban muy pantanosos y llenos de agua. Se pelotearon, esto es, se pasaron en embarcacin de cuero. Nos apartamos de las orillas del Xeju, y fuimos hacer noche la primera loma que distar del ro una legua. No comimos en todo este da; porque ni el camino ni los mosquitos daban lugar para el descanso DXCVI. Jornada de este da (da 16). Caminamos por las lomas del Xeju desde las ocho. cosa de dos leguas encontramos los Mbays que con Lorenzo haban salido antes que

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nosotros de la ciudad. No se matan por los caminos, porque las palmas y la caza les suministran alimento. Todos juntos entramos en el palmar grande que se sigue las lomas. Es tierra llana, y estaba hecha un barro. Pararnos comer en la Loma de Piedra. Por la tarde pasamos la caada, que estaba llena de agua y barro. Salimos la loma de Piripuc, ms abajo de la canal. Esta es tierra buena, alta y con salitrales. Los Mbays se adelantaron hasta la misma entrada de la canal. DXCVII. Piedra Tobat (da 17). Atravesamos la tierra hacia el Poniente : descabezamos por lo ms angosto, por su desage el Piripuc, que estaba nado. La tierra parte inundada, parte cenagosa. Caminamos a buscar la orilla del riacho del Paraguay, en que descansamos algunas horas. Hay aqu mucho Tobati en las barrancas. Esta es una piedra que, en falta de otros materiales sirve para blanquear las paredes que quedan muy bien enjalbegadas. Los plateros la usan para bruir la plata. Por la tarde atravesamos unas malsimas caadas que tenan agua y barro. Hicimos noche junto a la laguna del bosque llamado Niguigigagaani. DXCVIII. Arribo a la Reduccin. Falta de agua (da 18) Salimos del sitio en que quisimos dormir, pero no nos lo permitieron los mosquitos; y fuimos hacer medioda la primera loma del Ipan-guaz. Cosa admirable: casi todo el camino habamos venido metidos en agua, y aqu no la hubo ni para beber. Apagamos la sed con dos cogollos de palma, que nos present un infiel. Por esto, sin ms comida, a eso de las doce, volvimos a caminar. La tierra estaba seca, porque por aqu no haban sido excesivas las lluvias, como en el Paraguay. Entramos en Beln, pasado el Ipan, como las cuatro de la tarde. El bote haba ayer llegado. Con esto, armada la carreta que traa, se condujeron las familias y trastos la Reduccin. Mi primer compaero el Padre Matilla se embarc por estar dbil del estmago, y se fu curar la ciudad. Mi nuevo compaero, en accin de gracias, celebr una Misa cantada en la recin acabada iglesia, con regocijo de todos.

CAPTULO XLVII DXCIX. Motivo de otro viaje a la ciudad. Cuando menos pensbamos en ver la ciudad de la Asuncin, entretenidos en el orden de las cosas de Beln, lleg al puerto del Ipan un bote. Traa cartas en las cuales se nos daba noticia de estar en el colegio el Padre Visitador Nicols Contucci, que deseaba verme e informarse del estado de la Reduccin y de la gentilidad numerosa que nos cae al Norte. Fue preciso embarcarme, y bajar por el ro Paraguay en cumplimiento de dicha orden.

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DC. Navegacin. Da 12 de agosto de 1763 salimos del puerto, aunque estaba lloviendo. La navegacin se alarg ms de lo ordinario a causa de vientos sures, que alborotaban mucho las aguas. Da 15 por la tarde, entr en el colegio. No se ofreci cosa particular en estos das, sino haberse dejado ver en el agua varios Guairacs, que son una especie de lobos o mejor perros del ro, de los cuales ya se habl en otra parte. En la costa del Ipit cogi la gente muchas matas para hacer escobas. Llmase esta planta en guaran Tamanduay, planta del oso hormiguero, acaso porque se parece en algo la cola de este animal. Tambin la nombran Chiric Miri, chilca pequea. En la ciudad y sus contornos padecan una grande sequedad por falta de lluvias; y las heladas perdieron los plantos de la caa de azcar. DCI. Misin en la ciudad. Comunicadas con el Padre Visitador las cosas que deseaba saber, no pudo conceder Misionero a los Guans, por estar la provincia falta de sujetos. El Padre Misionero Ignacio Oyarzbal estaba por dar en la ciudad principio a su fervorosa misin. Faltaban operarios de lengua guaran, y resolvi el Padre Visitador que yo me detuviese para ayudarle. Lo mismo se determin del Padre Martn Dobrizzhoffer, que lleg para ir a fundar la Reduccin de Nuestra Seora del Rosario y San Carlos de Abipones, llamada comnmente la del Timboy. DCII. Nos conceden poder entrar a tierra de infieles. Aunque por ahora no pudo el Padre Visitador dar Misioneros que fuesen las tierras de los Chans, me concedi m y a mi compaero todas sus veces en cuanto hacer entradas las tierras de los infieles para hablarles inducirles a ser cristianos. En fuerza de esta voluntad del Padre Visitador, que hizo una competente limosna a Beln, y el da 16 de septiembre se parti de la Asuncin me habl el Padre Rector Antonio Miranda, y exhort emprender nuevo viaje a los Guans Chans. Queran los Padres Superiores que se asegurasen los pobres infieles de nuestra parte, de que se les concederan Misioneros en habindolos. DCIII. Concurren las misiones de los Guarans. Las visitas a los infieles surten mejores efectos, si el Misionero lleva algunos donecillos con que consolarlos y ganarles el afecto. Estaba yo cierto que los Padres Misioneros de los Guarans concurriran en abundancia con limosnas para Beln, y de este modo podramos partir con otros infieles. Concluida, pues, la misin el da 11 de Octubre, pas a las doctrinas dichas. Junt una gruesa limosna de todo, especialmente de ornamentos, campanas y otras cosas de iglesia. Puedo decir ingenuamente que Beln debe lo que es a los pobres Indios Guarans. Estos, a ms de las familias que ya estaban en la Reduccin para ayudarnos, quisieron ahora venir muchos con el mismo intento.

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Ocho familias solamente se escogieron hijos y parientes de los que estaban en Beln, y los pedan para su consuelo y ayuda. DCIV. Abipones: sus robos. Los caminos desde las Doctrinas al Paraguay estaban infestados de infieles Abipones. Estos perversos hacan continuas irrupciones en las haciendas de los pueblos de Nuestra Seora de Fe, de Santiago y Santa Rosa y San Ignacio Guaz. Hubo pruebas claras que eran los cristianos que en la Reduccin se haban juntado ya en el Timboy. Spose tambin que un espaol ms empeado en que se fundase la tal Reduccin, compraba a los ladrones mulas, caballos, yeguas de las que hurtaban [a] los Guarans, animando de este modo a los infieles Abipones a proseguir en sus robos. Aunque los enemigos lo corran todo, nos pusimos en camino, y aunque de noche hubo tal cual susto, llegamos con el favor de Dios a paraje seguro. En este tiempo fueron los alborotos del Gobernador contra los Mbays que estaban en la ciudad; y el encono de Lorenzo contra los Espaoles, como se dijo en su lugar. DCV. Navegacin a Beln; arroyo Zurubiy (da 29 de mayo de 1764). Dispuestas las cosas, sali el bote del puerto, y fue a parar al arroyo Zurubiy, tierra perteneciente a la casa de campo de don Sebastin de Len. Este caballero siempre generoso, mantuvo las familias por bastante tiempo, y ahora las hizo conducir la embarcacin, dndoles un buen socorro para el viaje, ayudando en esto al colegio, que hizo todo el costo. El da siguiente caminamos y fuimos a hacer noche cerca del puesto del Obraje de San Francisco. La navegacin se hace por un riacho, brazo del ro grande, al cual llaman riacho de Caa puc. El arroyo Zurubiy es de poco caudal. Tiene su origen en unos manantiales que estn cerca de las tierras de Garay, pocas leguas distantes del ro Paraguay. DCVI. Presidio del Pen. Fortificacin intil (da 31). Salimos despus de amanecer ; y, dejando el riacho, se naveg por el ro. eso de las nueve pasamos el presidio del Pen. Y poco despus el ro Salado. Hicimos medioda junto al ro Yabebiry. Por enfrente de ste los infieles Lenguas nadan al ro grande y pasan dar en las haciendas de los vecinos de la Asuncin. Por esta causa la guarnicin del Pen registra con frecuencia este paso, para precaver los intentos del enemigo. Al anochecer llegamos al presidio de San Roque dicho de Arecutacu. Aqu vi la fortificacin hecha para en caso que se acercasen los Portugueses por el ro la ciudad. Es cosa muy pobre, de tapia francesa de pura tierra : su situacin es dentro de un pantano : en medio tiene un manantial de agua, que hace un lodazal toda la plaza. Gastos superfluos. Ni aun para defender la entrada del ro Peribebui sirve. El ingeniero fue una persona sin letras ni estudio, cuya cabeza no estaba muy consistente.

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Abril de 64 13 DCVII. Isla de las conchas. Madreperlas. Pez armado (da 1). De Arecutacu salimos como las siete. Como a las dos leguas est el sitio llamado Ipequ, en que tienen su enterramiento los Payagus. Aqu hay otro paso de los infieles Lenguas. Comise en este lugar. Despus caminamos hasta el presidio de Itacurub, junto al cual hicimos noche. Poco ms abajo de este presidio tienen otro paso los dichos infieles. Entre el Ipequ y el ro Pirebebu se ofrece un corto riacho por el cual solamente cuando el ro crecido puede navegarse. Divdese este riacho del ro grande por una mediana isla. En la orilla del Sur de sta se cran muchas conchas grandes madre-perlas, las cuales se ven estando bajo el ro. Por esto la llamamos Islas de las conchas. Aqu pescaron dos armados, llamados en guaran undia, y en la ciudad Itayqua. Es pez de tres cuatro cuartas de largo : la cabeza aplanada y fuerte, los ojos pequeos, y prominentes. La boca grande sin dientes, cuyo oficio hacen unas encas speras. Tiene seis barbas largas y duras : las dos mayores en la quijada superior, junto al remate de la abertura de la boca; y las otras cuatro en la inferior, colocadas en hilera : las ms cortantes son las dos de en medio. Las pnulas son seis : y lo singular de ellas es que la de la espalda y las dos de los costados tienen un hueso duro y largo como de 8 dedos, y ancho como de un dedo con disminucin hacia la punta. Este hueso en lo superior est todo con dientecillos semejanza de una sierra. Por los costados le corren dos hileras de anzuelos de hueso sobresalientes : en cada costado 24 ; alargndose ms conforme se acercan la cola. El color del pescado por la espalda es pardo : por el vientre blanquecino : y el de la cola y tres aletas que estn en el vientre tira a colorado. No tiene escama, y es de los pescados ms gustosos y saludables del ro Paraguay. DCVIII. Camino de esta da (da 2). Salimos al descubrirse el sol. Luego pasarnos el ro Capii-pomog, que est inmediato la entrada del Paraguay mir por el Sur. Este es un brazo del ro que tendr de largo como dos leguas. En l desemboca el ro Tobatiry, sobre el cual est el presidio de Mandubir. Pasado el riacho cogimos la costa, llamada Poitague, en donde paramos unas horas. Cazaron una ave llamada Yac, cuya descripcin se dio en otra parte. Por la tarde caminamos hasta el fin de un riacho que puede llamarse de Capiipomog. Antes de entrar en el ro hay una laguna grande formada de los esteros de tierra adentro. La tierra que est enfrente de dicha laguna es alta, y aqu est, la Estancia de Verdejo. Llovi mucho esta noche.

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A estar a lo que precede debe ser junio. (Nota del copista de la Fuente)

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DCIX. Peligros en que nos vimos (da 3). Al cuarto del alba surtimos. Habiendo andado como un cuarto de legua hasta el fin del riacho, hubimos todos de perecer anegados. Por los malos aperos del bote se cay la caza que l cubra por el alar del Oriente. Dos muchachos Guarans que estaban sobre ella dormidos, cayeron al ro ; y se hubieran ahogado, no haberlos favorecido tiempo. El paso casi aneg el bote. Compuesta la casa, caminamos vista de la tierra de don Sebastin de Len. Hicimos medioda en un buen puerto. De ste salimos, y por buena costa se anduvo hasta el ro Yuob, que desemboca en una grande laguna inmediata al ro. Despus de la medianoche cay el viento Sur tan recio, y con tanta lluvia, que encrespndose el ro, nos vimos en grande riesgo de morir ahogados. Quebrse la amarra de la proa y si la de la popa no se hubiera reforzado, nos hundamos sin remedio. Casi toda la gente salt en tierra azorada. Al amanecer calm el viento, y prosigui como dos horas la lluvia. DCX. Costa buena (da a). Como las diez del da volvi el Sur. Caminamos por la costa de Uruguayt mir. No se pudo aprovechar el viento favorable por faltar los obenques. Compusironse y como a las dos se levant la vela. Dormimos en Uruguayt guaz. Las barrancas del ro aqu son bien altas. DCXI. Descuido arriesgado (da 5). Levse el bote al salir el sol. Caminse por un riacho de la banda occidental hasta el ro grande. Paramos algo en la entrada del riacho en que desagua el ro Quarepotiy. Por la tarde, por descuido del timonero se solt el timn, y qued la embarcacin sin gobierno. Hicimos noche enfrente del Uruguy. Da 6. Salimos al amanecer. Caminse poco. Dormimos en el remate de la costa alta del Urucuy. DCXII. Hace agua la embarcacin. Pjaros bellos (da 7). Anoche llovi mucho hasta cerca de amanecer. Caminamos a remo. Como a la una del da llegamos al ro Xeju. Estaba muy bajo, y se vea el banco grande de arena que tiene en su boca. Var en l nuestra embarcacin. Tomamos puerto dentro del mismo Xeju para abrigarnos de algn temporal. Descargse el bote, que haca mucho agua por varias partes. Averironse los alimentos y mucha ropa de iglesia que los Guarans haban dado de limosna. As nos avi el seor Gobernador. Cazronse dos hermosas aves, una llamada Muyt. El color de su pluma negro entreverado de pintas blancas. En la cabeza tiene un copete largo de pluma, muy suave al tacto, blanca y negra. El pico algo corvo y negro. Es carne muy delicada. La otra fue un Martinete pescador llamado as porque su ejercicio es pescar. Pnese en alguna rama avanzada sobre el agua y desde ella se arroja como una flecha sobre los peces chicos, que

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coge con el pico y saca para su alimento. Es pjaro del grandor de un mirlo. Su pico es largo cosa de tres dedos, fuerte, derecho y muy agudo. Los ojos azules y perspicaces. La cabeza proporcionada. El color de la pluma por la espalda, en lo superior de las alas y cabeza, es muy lustroso. En la cabeza se levanta un copete de pluma del mismo color. En la garganta tiene un collar de pluma blanca, y en las orillas de las alas y cola unas pintas blancas muy vistosas. El color de la pluma por la pechuga y debajo de las alas es blanco, a excepcin de una mancha acanelada que le coge todo lo inferior del cuello. Las piernas son delgadas y negras: los dedos armados de uas corvas, negras y afiladas con que tambin hace presa en los incautos pececillos. Da 8. Salimos al amanecer. Comimos en la barranca que cae en frente del zanjn de tierra. Por la tarde llegamos cerca del Ypan-mir. Pescronse algunos Pacs y Palometas. DCXIII. Pato grande (da 9). Caminse remo hasta medioda, en que se pas junto un buen arroyo que parece desage de anegadizo. Por la tarde anduvimos por el riacho de los rboles Quirays, que dan color amarillo. Cazse un pato grande. Su color negro : en la cabeza tena una como corona de carnosidades prominentes que se la cea toda desde sobre los ojos. Los mosquitos no nos dejaron pegar los ojos. DCXIV. Vbora Quiririog y arrecifes (da 10). Al amanecer caminamos. Paramos medioda junto una costa alta. Llovi algo. Cazronse tres Yacs. Una vbora llamada Quiririog, gruesa como la mueca y larga cosa de una vara, arremeti subir al bote. Ahuyentse, nadaba con mucha velocidad. Hzose noche en un puerto acomodado, pasado el primer arrecife. Tiene el ro Paraguay en este paraje dos restingas arrecifes de piedra que se extienden mucho y casi atraviesan el ro. Estando ste bajo, se pasan trabajosamente a remo y para esto es necesario echarse la orilla occidental para poder vencer la corriente. Esta noche sopl el Sur con furia, y llovi mucho. DCXV. Aportamos al Ipan-guaz (da 11) . Con el Sur se levant la vela, y llegamos medioda un buen puerto de costa alta. Pescronse algunos Pira pita. Son peces muy semejantes los Dorados, menos en ser muy espinosos, y menores. La cola y las extremidades de las aletas son encarnadas, y tambin parte del color de la escama de hacia el lomo. Es buen alimento. Cazronse dos Yacs. Sacse del tronco de un rbol una colmena llena de miel de las abejas llamadas Eyrobana. Es miel muy rica. Por la tarde caminamos. Dise algn descanso los remeros; y por la noche con el viento Sur nos pusimos cerca del Ypan-guaz. Entramos en ste el da 12 temprano ; y aunque llovi mucho, luego que dio

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lugar el agua, se descarg todo. En los das siguientes hasta el 14 se llev todo a la Reduccin. En esta hall un teatro de lstima por las viruelas, de que ya habl en otra parte.

CAPTULO XLVIII DCXVI. Llegan a Beln cuatro Indios de San Estanislao. La epidemia de las viruelas haca riza en los Mbays de la Reduccin. Alcanz tambin el azote a los pobres Guarans que nos ayudaban. En esta sazn que requera la asistencia de los dos Misioneros, dispuso Dios para su mayor mrito que recargase todo el trabajo sobre mi compaero el Padre Juan Garca. Da 29 de julio de 1764 se vio un grande fuego al sud del ro Ipan. Animse un joven Guaran ir a registrarle. Dudbamos si le habran puesto los espaoles los infieles Lenguas. El Guaran encontr cuatro Indios cristianos de la Reduccin de San Estanislao, que andaban perdidos dos das haba, sin acertar a tomar el camino que guiaba la Reduccin de Beln. Trjolos consigo, y me entregaron una carta de su Padre Cura, el Padre Tadeo Enis, escrita desde la primera jornada de su pueblo. Decame en ella que el Padre Provincial, Pedro Juan Andreu, vena Beln; y que yo saliese hasta el ro Xeju, para desde ste guiarlos : pues no tenan prcticos. DCXVII. Vulvense los Padres. Peligro en que nos vimos. Al otro da que fu el 30, me puse en camino. Llegu hasta el ro Xeju, cuya orilla dorm el primer da de agosto, y no los encontramos. Vimos en los das antecedentes algunos fuegos, y creyendo que los levantaban los que buscbamos, les correspondimos tambin nosotros ; incendiando el campo. Esta contrasea, ordinaria en los Indios infieles, caus algn espanto en los nefitos de San Estanislao. Retrocedieron ellos y los Padres , imaginando sobre s innumerables Guaycurs, que les disputaran el paso. El mismo fuego nos dio a nosotros ms cuidado. Cerca del Piripuc se perdi mi gua, poco prctico. El mismo fuego que nosotros habamos puesto, circulando por los campos, y entre bosques, nos cerc de modo, que no hubo otro remedio para librarnos, que salir apretando la espuela a los caballos, por sobre las mismas llamas. DCXVIII. Diligencias para saber de los Padres. En la orilla del ro Xeju encontramos huellas frescas de pies descalzos que tiraban a la orilla opuesta. Tambin dos rastros de la pelota embarcacin de cuero, y las pisadas de muchas cabalgaduras sobre la arena, que se perdan en el agua. Caa ya la noche, y sin embargo, un muchacho Guaran se desnud la Mbay, y en un ligero caballo nad el ro : pas ms adelante y registr el pantano Yetiti. En esta diligencia se pas ms de hora y media. Yo confieso que estaba muy congojado con la demora del muchacho. Ya se me ofreca que haba hecho presa en l algn tigre de los

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muchos que por aqu se hallan ; ya que haba cado en manos de los infieles Lenguas. Sacme de cuidado su voz : repas el ro y me dijo que el camino estaba recin pisado, y que iba hasta el fin del Yetit pero que no se vea gente, cuyo caminar se conoca que era muy acelerado. Por seas de su diligencia trajo un cuerno grande lleno de miel, que al salir del Yetit haba encontrado en el suelo. Sin duda se le haba cado alguno de la comitiva de los Padres. DCXIX. Vuelta a Beln. Indeciso en que resolucin tomara, si pasar adelante volverme Beln, se levant casi la medianoche un fuego en la caada del ro Quarepotiy, cuyo resplandor alumbraba hasta el Xeju. Conocase que era fuego de los que se retiraban, y que en vano seguiramos los que parece huan. Por otra parte, nosotros no habamos hecho ms provisin que unas tortas de harina de mandioca, lo ms por dos das, creyendo que, segn la carta, nos esperaban en el Xeju los que la escriban. Ya se acababa el matalotaje ; y as nos determinamos volver Beln, y prevenirnos para el largo viaje hasta San Estanislao ; y en caso de no hallar aqu al Padre Provincial, pasar San Joaqun, y aun hasta la ciudad hablarle. A nuestra vuelta recogimos algunas mulas, que los Indios estanislaistas haban dejado cansadas. Entramos en Beln el da 10, y me sucedi un caso chistoso con el cacique Jaime, que estaba convaleciente de las viruelas. Fui verle, y me pregunt por el Padre Provincial. Respondle que no lo haba hallado. Se conoce, dijo el viejo, que eres un Agupelguagi, esto es, que eres un bobo. Si yo hubiera ido, le hubiera hallado, porque soy anciano : que fue tanto como decir que era hombre de experiencia y resolucin.

VIAJE SAN ESTANISLAO DCXX. Camino hasta el Urucuy. Da 10 de agosto del dicho ao, sal de Beln, llevando conmigo los cuatro Indios estanislaistas que me trajeron la carta del Padre Tadeo. Llegu la laguna del bosque eso de las cuatro y media: y al Piripuc al querer ponerse el sol. Habindole pasado, hicimos noche en su punta del Sur. Encontramos 9 cabalgaduras cansadas, de las que dejaron los indios de San Estanislao. Llevmoslas con las nuestras su pueblo. El da 11 salimos poco antes de salir el sol: y a eso de las 9 y media pasamos el ro Xeju. Distar del Piripuc como unas 10 leguas. Da 11. Dejamos el Xeju como las 12 del da, y fuimos a dormir la primera loma de Urucuy. Pasamos con trabajo el Yetit, porque tena mucha agua. Distar como unas seis leguas. DCXXI. Camino hasta el Piray. Empezamos caminar como las 6 y media; llegamos a la casa y ltima loma del Urucuy cerca de las 9 y media. eso de las 10 volvimos a caminar: pasamos un rato en una caada que tena buena agua. Al bajar esta loma del Urucuy, se deja

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el camino que va la Asuncin, se toma al Oriente: el bosque queda mano izquierda. Camnase por la caada arrimndose siempre la loma, la cual tiene lo largo de su falda, de Poniente Oriente un gran pantano, el cual se pasa. A las 2 y media volvimos a caminar y llegamos al ro Piray poco despus de puesto el sol. Dista este sitio del Urucuy de 8 10 leguas. la orilla de un bosque encontramos una sementera desamparada; tena muchas plantas de Berigi. Dijeron los de San Estanislao que por estos parajes pasaba su vida el infiel Agustn Yaguaret, y los que le seguan, todos apstatas. Al Agustn quitaron la vida los Mbays en este paraje, y cautivaron la muchacha llamada Mara, que llevaron Beln, que tambin andaba fugitiva por las cabezadas del Yetit, que distan como unas 20 leguas de San Estanislao. El ro Piray es el que los espaoles llaman Quarepotiy. DCXXII. Naranjal. Aguapey. Buenatierra. Ro Y o negro (da 13). Salimos antes de verse el sol : costeamos y parte pasamos por debajo de los rboles de un bosque grande que desde la loma del Urucuy traemos la izquierda. Tiene agua su tierra que es alta, y hay muchos naranjos agrios. Sobresale una hermosa loma, cuyo bosque por la mayor parte es de naranjos. Los monteses llaman este sitio Narandi Guaz, Naranjal Grande. Costeamos por algunas horas el bosque, caminando casi al Oriente al principio, y despus volviendo al Estesudeste. eso de las 2, llegamos un arroyuelo llamado Aguapey, que en un manantial tena agua. En la loma vimos una senda, que desde un ojo de agua tiraba al bosque. Era camino de los indios monteses. En los naranjos haba muchos Papagayos, que de repente alzaban el vuelo, como espantados. Hay todava en este sitio algunos infieles pertenecientes San Estanislao. Atravesada la caada, se entra en una tierra alta y de hermosas lomas hasta el Aguapey. Aqu se apartaron un poco los indios que enviaba el Padre Tadeo Beln buscar los que venan conmigo. Habanse escondido en el bosque cuando nos divisaron, tenindonos por Mbays. Caminamos otra vez como las 4, y llegamos a un ro pequeo llamado Yu, agua negra, al ponerse el sol. Corre entre bosques, con barrancas altas : su agua es buena. Antes de llegar a este ro, se atraviesa de Norte a Sur un bosque por camino hecho a mano. DCXXIII. Llegada a San Estanislao: su ro (da 13). Nos apartamos del Yu poco antes de salir el sol, y por varias vueltas de bosques entr en San Estanislao como las 8 y media de la maana. Pasamos dos bosques por camino hecho mano. El primero dista del Yu cosa de legua, y es poco largo. El segundo tiene como media legua de largo, y su salida est el Itapiraquay, que se pasa. Es mediano y corre de Oriente Poniente. Nace en la serrana que est cerca del pueblo de San Joaqun, y desagua, en la laguna Ypacara, con nombre de Ypit en el ro Paraguay.

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DCXXIV. Ida al pueblo de San Joaqun. No hall en esta Reduccin al Padre Provincial, que das antes se haba partido. Por si acaso se hallaba an en la Reduccin de San Joaqun, me puse en camino, habiendo descansado algo. Da 16: Sal de San Estanislao, y llegue hacer noche un lugar llamado Yat, junta de ros, porque aqu se unen algunos arroyos, que nacen en los cerros inmediatos, y van a desembocar ya incorporados al ro Ytapiraquay, que desde San Estanislao se trae la vista hacia la mano izquierda. El da 17 como las 9 de la maana llegu al pueblo de San Joaqun. Aqu hall la novedad de haber caminado la Asuncin el Padre provincial. Con esto se hizo preciso pasar adelante. DCXXV. Terrenos de San Joaqun. Ros. Da 18, como a las 7 y media, sal de San Joaqun. la bajada de la loma est el ro llamado Negro Yu. Hice medioda en otro paraje por el cual corre un arroyo cuyo nombre es Yuqueriy, ro de los matorrales espinosos de este nombre. En el medio de los dichos est el Tarumay, en el cual se divide el camino que va Curuguat, muy frecuentado de los beneficiadores de la famosa Yerba del Paraguay. El terreno del pueblo de San Joaqun, es arenisco, de arena mezclada con greda colorada. Hay tambin mucha arena blanca. Por esta causa en las tierras bajas se levantan muchos hormigueros, ya blancos y colorados, segn la arena que las hormigas sacan. La disposicin de la poblacin es irregular; estando como sembradas las casas, apartadas unas de otras, por evitar los incendios frecuentes. Como pueblo nuevo, tiene las casas y la iglesia techadas de paja. esto de las 2 y media sal del sitio arriba dicho ; y cosa de las 5 llegu a la entrada, , como aqu dicen, Borda del bosque, y monte grande. Pasado el Yuqueriy, encontramos el ro Guiranguay, del nido del pjaro negro. Corre buscar el Paran. Es malsimo paso para las tropas de mulas que acarrean la Yerba. Sus orillas estn desquebrajadas, y pantanosas. Psase sobre fajina. ste se sigue el ro Cambay, del negro. Inmediato al bosque grande corre otro que toma de l su nombre y se dice ro de Monte Grande. DCXXVI. Tropas de Yerba y su modo. Este da encontramos dos tropas de mulas cargadas de Yerba del Paraguay que iban la ciudad. El modo de caminar que observan es el siguiente. Cada mula muy mal aparejada, carga dos zurrones, que llaman tercios, cada uno de 7 o de 8 arrobas. Si la mula fatigada se echa, al pasar algn lodazal, se empantana la dejan baje la carga. Pasan las restantes, y un pen arriero viene detrs, recogiendo las dejadas. Maltratan muchsimo los animales, como no les duele el perderlos, porque no son suyos. Hay jornadas de un viaje, jornadas de dos y jornadas de tres. Un ejemplo aclarar este enigma. Muchas reces los zurrones de la yerba son muchos y las mulas de carga pocas. Pues qu traza para no dividir cada noche la carga? Llevan con las mulas que tienen primero unos

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zurrones al sitio de la parada, que por lo comn es corto. Descargan, y con las mismas mulas vuelven una dos veces llevar los zurrones que restaban. ES cosa muy prolija y que aniquila las bestias. De este modo echan muchos das en un camino que se abreviara tres cuatro veces ms, si las mulas bastaran para las cargas y hacer camino seguido. DCXXVII. Yerba del Paraguay. Sus plantas y beneficios. En los bosques en que se hace el corte y beneficio de la Yerba, vale cada arroba un peso. Conducida de los yerbales, y pasada de Monte Grande, sube dos pesos. Los rboles de Yerba, especialmente los llamados Caamini, son hermosos, copados, altos como un naranjo, y asimismo gruesos. La hoja no es desemejante la de los naranjos, pero es ms suave de tacto, y por la orilla picoteada. Las flores son pequeitas, de cinco hojas, blancas y arracimadas. La semilla madura parece los granos de pimienta; pero se distingue en que la cortecita encierra tres cuatro semillitas ncleos blancos, larguitos y algo esquinados. Lavada la simiente en varias aguas claras, suelta una materia viscosa, que levanta espuma como el jabn. Hecha esta diligencia cuando estn frescas sembradas recin cogidas del rbol, fcilmente brotan; sino apenas nace planta porque la humedad pudre y no desata la dureza de aquella goma. Cortados los gajos del rbol los chamuscan la llama, y despus los cuelgan en Barbacoas, o casas tejidas de palos, y ponen fuego de ascua debajo para que se tueste la hoja. Despus la muelen en morteros hechos en tierra, la ciernen y guardan para enzurronarla. Este es el modo desaseado que tienen los Espaoles. Los Indios Guarans tienen morteros de palos, y todo lo necesario para la limpieza. Los espaoles no quitan los palillos de las ramas, sino que con la hoja los quebrantan y mezclan : por eso su Yerba se llama de Palos, y no es muy estimada. Los Guarans muelen solamente las hojas y separan curiosamente las granzas. Esta es la Yerba Caamir, tan afamada. DCXXVIII. Malogro de los beneficios. En este trfico casi siempre quedan perdidos los cortadores, los beneficiadores y los mercaderes. Estos dieron sus gneros en la ciudad buen precio, los beneficiadores, que los recibieron, los dan a los peones jornaleros con la obligacin de ir pagar a los yerbales. Sucede que los peones en los beneficios se empean de nuevo ; y ms que los amos les sacan paga por el cuchillo que les prestan para cortarla ; por el uso del caldero en que cuecen la comida ; y as de otras cosas : con que los pobres vuelven sus casas desnudos y adeudados. Los amos, por escasear los rboles, por averiarse la Yerba, no pueden dar cumplimiento los interesados, y todos quiebran. Todo esto me deca un hombre honrado, capataz de una tropa, que gran parte de la noche la pas hablando conmigo la entrada del Monte Grande ; y aadi que ya haba once meses que

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faltaba de su casa, por haber tenido muchos atrasos en el beneficio de la Yerba el que era el dueo. Con estas demoras, las pobres mujeres y familias viven casi desamparadas. Todo se evitara, si plantaran yerbales hortenses, como los han logrado con el empeo y direccin de los Misioneros Jesuitas los nefitos de las Misiones Guarans, con suma envidia de los Espaoles. DLXXIX. Montes Grandes y Yayao (da 19). Como una hora antes de amanecer entramos en el Caaguaz, o bosque grande : y como a las once de la maana salimos a un pequeo campo que le separa de otro bosque y monte llamado Yayao, el de las coles de la tierra. Los dos montes y bosques son molestsimos, por largos y por tener cerros cuyas faldas estn llenas de piedra suelta. Encontramos varios arrieros, unos que llevaban ganado vender, ya vendido, a los yerbales : otros mulas y ropa: y otros que ya conducan Yerba. Los caminos son muy estrechos, atajados por los lados de rboles y cerros, y as nos cost salir bien de estos encuentros ; porque se mezclaban las cabalgaduras. Como en el centro o medio del camino del Caaguaz, hay una caada muy corta en forma de plaza, llamada Pindoti, el palmar de una especie de palma llamada Pind. Si llueve, se recoge aqu agua : y por esto es descargue de las tropas, que dejan en este los zurrones, cubiertos con paja, puestos en hilera. A veces llega algn fuego, casual, puesto de propsito, lo abrasa todo, como yo lo vi con bastante lstima. Sacan las mulas comer la borde del monte. Este al fin tiene un campichuelo llamado Ibahaiti, sitio de los rboles as llamados, cuya, fruta es agria y refrigerante. El monte Yayao es ms pedregoso, y tiene algunos arroyuelos. DCXXX. Caso chistoso. No quiero omitir un gracioso caso que sucedi la entrada de este bosque y monte Yayao. Encontr aqu un buen anciano que cuidaba de unas cargas de Yerba. Pregntame si vena de San Joaqun. Respondle que s, como as era. No s en qu parar ese pueblo y el de San Estanislao, prosigui l ; porque los malditos Mbays estn alborotados. Ya la milicia de Curuguat est en campaa, porque se han dejado sentir en las cercanas de aquella villa. Dicen que dos benditos Padres han ido predicar los Mbays. Por qu habrn hecho esto con unos Indios, que fuera mejor que se los llevaran los diablos. Para que no se los lleven estarn entre los Indios los Jesuitas, dije yo. Pero, mi Padre, aadi el viejo, ahora nos piden vacas para mantener esos enemigos de los cristianos. Con esta limosna estarn los Mbays quietos, recibirn la fe, y descansarn los Espaoles, le dije al viejo mal humorado. Dgame usted, antes no buscaban los Mbays las vacas y las cabezas de los cristianos? No vale ms con mrito dar limosna que no perder el ganado, las tierras y las vidas? Pero, ah! Padre, que no cesan de inquietarnos por esto, como actualmente sucede en el

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Curuguat, y ms tarde lo harn con nosotros. Djele : y despus que con los Mbays estn los Padres de la compaa, han sentido ustedes algn insulto de los brbaros Mbays? Ninguno, mi Padre, respondi el viejo. Aqu me le declar y le hice saber que yo era uno de los Misioneros, y que los Mbays no trataban de inquietar a los Espaoles, muertos unos de las viruelas, y los dems esparcidos de miedo y escondidos. Alegrse el viejo y dijo: Mi Padre, estas voces vienen de la ciudad para agravarnos los pobres: y crea que son el diablo los de vara y cabildantes, que con nuestras pensiones, se eximen ellos sin que los aflija el bien de la patria. DCXXXI. Tacuacor y gallo silvestre. Como una y media del da descans la bajada y salida del monte en un sitio llamado Tacuacor, en que est la hacienda de don Ramn de Espnola. El capataz de ese caballero me llev su casa y me acompa desde las tres y media hasta la noche, que hice la entrada del valle de los Ajos. Por Tacuacor corren los ros Tobatiry grande y chico; que desaguan en una laguna grande. Corre tambin el Tacuary, y se pasa para entrar en el dicho valle. Todos son ros de poco caudal, menos en tiempo de lluvias, que crecen mucho. El ltimo tiene cerca de s un estero, llamado Mburur, malsimo y muy pantanoso. Aqu omos cantar una ave a medianoche, y las horas en que canta el gallo. Dijronme que es el Mayt macho : mas despus supe mejor que es un gallo de agua y silvestre, que se halla en otras muchas partes. En el valle de los Ajos, que es pequeo, y angosto, est la Guardia, que cuida de recoger los Quintos reales de las cargas de yerba que vienen de los beneficios. Tiene este valle una capilla ayuda de parroquia en un sitio alto y muy hermoso. Junto al sitio en que hicimos noche haba un naranjal de naranjos agrios : comimos algunos para refrescarnos. DCXXXII. Varios valles del Paraguay (da 20). Sal antes de amanecer, y pasado el campo llamado Mboti 14 , lugar de vboras, Mandiho y Cariy, que todos tres son campos valles pequeos, pas a medioda junto al arroyo Cariy. Este ltimo tena capilla, donde acuden a or misa los vecinos, de los cuales murieron algunos, aos pasados, manos de los Mbays. Estaban varias cruces levantadas en los sitios en que sucedieron estas desgracias. Tan estrechados tenan los Mbays los Espaoles, que estos valles estaban por el pavor despoblados casi del todo. Volvimos caminar eso de las 12, y por un pequeo campo llamado boquern del tigre, Yaguaretecua, llegue la hacienda de don Jos Marecos, cuyas tierras son capaces y bellas. Costeamos despus varios vientos el arroyo Yacanbuz, que corre por entre serranas, hice noche sobre una hermosa piedra ancha de su orilla, sirviendo
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Hoy se escribira Mboity (Nota de la E.D.)

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de arrullo al sueo el murmullo suave de la cada y choque de su agua. Est este sitio inmediato a la cuesta llamada de Mbatob, por un cerro de este nombre, que sobre los otros solitario se levanta. DCXXXIII. Entrada en Paraguary (da 21). Sal al aclarar el da: baj la cuesta, que es bien mala y tiene mucha piedra; y a las siete de la maana entr en la hacienda o estancia del colegio llamada Paraguary. Al otro da sal y llegu la ciudad el da 23. Trat con el seor Gobernador y con los Padres Provincial y Rector los negocios de la Reduccin. Estaba en el colegio el Padre Manuel Durn, y determin el Padre Provincial que me acompaase a Beln, con nimo de que, abierto el camino para ir las Misiones de los Chiquitos, pasase ellas. Meses despus recibi el Padre Manuel Durn carta por la cual el Padre Provincial deshaca su primera designacin, Y le sealaba Misionero de los Chans, como veremos su tiempo.

VUELTA A LA REDUCCIN DCXXXIV. Salida de la ciudad y llegada A San Joaquin. Concluidas nuestras diligencias, el Padre Manuel y yo salimos de la Asuncin el da 31 de agosto : dormimos en la casa de campo del colegio, dicha San Lorenzo; y al otro da llegamos a Paraguary; de donde nos partimos el da 4, y fuimos dormir Cariy en la casa de don Jos Rivas, ayudante de Cura. No comimos este da hasta la noche. El da 5 dormimos en el Mburur, habiendo hecho medioda en Mandiho en casa de la madre de don Jos Marecos, que nos trat con grande agasajo y caridad. Da 6: pasamos los montes Yayao y Grande. Dormimos la salida del ltimo. Da 7 : comimos a la orilla del ro Yuqueriy, y dormimos en San Joaqun. Junto al ro dicho estuvieron algn tiempo los dos pueblos de San Joaqun y San Estanislao, por miedo de ser sorprendidos de los Mbays. Despus volvieron los sitios que hoy tienen. Hasta el da 12 nos fue preciso detenernos en San Joaqun por la revolucin del tiempo, lluvias, truenos y tormentas. DCXXXV. Indios joaquinistas (da 12). Salimos de San Joaqun y llegamos San Estanislao. Segn algunos indicios tienen algunas familias de los antiguos Arecayanos. En el pueblo hay un cacicato llamado Xavi, y el cacique cuenta que su abuelo fue ahorcado. Hay tambin cacique llamado Tup, nombre de Indios Portugueses, y de los amotinados. Vase la vida del Padre Quesa en Las Siete Estrellas. Hllanse en las tierras de San Joaqun muchos Guacamayos y Canindes, que son una especie de aqullos con la pluma del pecho amarilla hermosa.

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DCXXXVI. Indios serranos y otros. En el tiempo que nos detuvimos en el pueblo de San Estanislao, vimos sus tierras inmediatas y las sementeras : aqullas son altas, lomadas y bosque: stas estaban muy bien cuidadas de los nefitos. Una tarde vi el modo con que cazan papagayos, que ya describ en la primera parte. El Teniente del pueblo y otros Indios me dijeron que en la orilla del Norte del ro Xeju hacia el Oriente haba muchos infieles llamados Ibitirigu, los serranos. De stos vino una mujer la toldera de su padre, el cacique Arabeb, la cual haban cautivado los Payagus, de los que se huy y se escondi en el bosque. Esta mujer habl con el Padre Sebastian de Yegros, cuando fue vivir en su primer bosque con ellos. Pidile al Padre que fuese a las tierras de sus parientes ensearles, que eran muchos y mansos ; y que no hacan dao nadie. Hay otros infieles por el mismo rumbo, llamados Guebi, los cuales tambin son muchos. DcXXXVII. Pjaro campana. En los bosques de San Estanislao hay las aves llamadas Guirap, pjaro campana. Tienen este nombre por su modo de canto parecido los golpes de una campana almirez mediana. Son ligersimos, y mudan continuamente de sitio, pasndose de unos rboles otros. Es cada una del grandor de una torcaz : su pluma blanca con algo de cenicienta. En parte el pecho y cuello tiene una carnosidad verde, desnuda de pluma, la cual le sirve para formar el dicho sonido. Sus ojos son hermosos y la cabeza grande. La dicha carnosidad se extiende hasta cerca de los ojos. DCXXXVIII. Ro Piray y entrada en Beln (da 20). Salimos de San Estanislao: descansamos en el ro Yu; y dormimos en el Aguapey (da 21). Comimos en la loma del naranjal, y fuimos hacer noche a la orilla del Piray. Los caminos estaban buenos. Por este camino no se pasa el Piray : djase mano izquierda o ms al Poniente (da 22). Comimos en Urucuy. La caada tena bien malo el pantano. Dormimos la entrada del Yetit. No tena este baado mucha agua. (da 23). Llegamos al ro Xeju: estaba algo crecido. Dormimos su orilla del norte (da 24). Llegamos al Piripuc. Estaba lleno. Pasmosle en pelotas con susto, porque se oan los bramidos del cocodrilo llamado Yacarepit, que acomete a los que nadan. Dormimos en la orilla punta del Norte (da 25). Fuimos a comer al ro Ypan-guazu y por la tarde entramos en Beln. No hallamos Mbays, porque todos se haban esparcido buscar los huesos de los difuntos de las viruelas y llevarlos su enterramiento mortuorio. Lorenzo se haba ido, engandonos todos, juntarse con la gente de Golinigi para acometer los Chiquitos. Supimos que los Payagus vasallos del cacique Cuat haban muerto cinco Mbays, y se retiraron poco despus la ciudad temerosos de que los Mbays les hiciesen la

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guerra. Desde que llegamos Beln, hubo sandas maduras, y se lograron aun ms tempranas por la dulzura del clima.

CAPTULO XLIX DCXXXIX. Retranse los Mbays. Nuevo viaje corto. La piedad natural con sus difuntos traa a los Mbays retirados en el entierro de los esqueletos. Venan con frecuencia la Reduccin, y esperbamos reunirles en ella acabado su duelo. Encendise de nuevo en los Guarans otra pestecilla, de la cual murieron algunas mujeres. Al ver esto los Mbays, temieron de nuevo vivir en un lugar tan infecto. Uno de sus mdicos cant una noche y dijo que las enfermedades venan de la ciudad: bast esto para que se retirasen casi todos sus lugares antiguos, en que esperar mejores tiempos. La quietud en que nos vimos, nos dio lugar trabajar en lo material, mi compaero en la Reduccin, y yo haciendo un nuevo viaje, que tuvo algo de singular. Por los fuegos que se vean hacia el Oriente, principalmente desde la hacienda de la Reduccin, que ya estaba en la costa del Sur del Ypan, nos persuadimos que haba infieles en los bosques. Para averiguar algo en particular, era preciso ir sitio cerca del cual se levantaban los fuegos. DCXL. En marcha hacia los bosques. Da, pues, 22 de septiembre del ao 1765, sal de la Reduccin : pas el ro Ypan, y, caminando al Oriente, llegu la hacienda estancia del ganado. Informme bien de los Indios que all cuidaban de la hacienda, y contestaron verse menudo los incendios. DCXLI. Indicios de infieles de lengua guaran (da 23). Camin algunas leguas al Oriente, y me confirm en que haba infieles por dos indicios manifiestos. El primero fue que, habiendo llegado de noche la entrada de la caada de la Yerba, de que ya habl en otra parte, vimos al salir el sol venir bandadas de innumerables papagayos. Sentronse en el bosque cerca del cual estbamos. Advertimos que de cuando en cuando, con grande algazara se levantaban en el aire, y revoloteaban en contorno, y volvan sentarse. Esto sucedi tres cuatro veces, con que sospechamos que haba gente que los espantaba. Al fin, como perseguidos, volaron todos, desamparando el bosque. Los Guarans que me acompaaban convenan en que all haba Indios de su lengua, que tendran sembrado maz, al cual acudiran los papagayos. El segundo indicio fue ver un pedazo del campo, quemado, formando el pasto que retoeca, como una plaza, estando todo alrededor el pajonal alto y seco. Conocase que estaba quemado con arte. Y en realidad, esta era la traza de los Guarans en su infidelidad para cazar ciervos, venados y avestruces. Acuden estos animales al pasto nuevo, o, como el

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Guaran se explica, Cuzugue. Escondidos los cazadores entre la paja alta, los flechan y matan su salvo. DCXLII. Otros indicios de infieles (da 24). Hallamos un nuevo indicio ; y determin hacer una tentativa. Vimos una senda, como de media vara de ancho, que sala de un bosque, iba derecha una laguna que estaba en tierra baja, y distaba del bosque como un medio cuarto de legua. Certificados que la senda era de huellas humanas, habl dos muchachos Guarans que me acompaaban, en orden entrar por ella, y ver adnde nos llevaba. Como conocieron mi empeo, no repugnaron. eso, pues, de las diez de la maana, pie los tres uno tras otro, nos metimos por dicha senda. Habiendo caminado una media legua, salimos un sitio alto, lleno de gruesos rboles, y bastante limpio de yerbas y matorrales. Aqu les hice tomar algn descanso, y entretanto me adelant yo registrar el terreno. Siguironme los dos jvenes, y metidos ya muy bien en el bosque, como otra media legua, dimos en un suelo, todo lleno de arbolillos, que brotaban debajo de los rboles grandes. Aqu se nos perdi la senda clara; pero pudimos continuar en el camino ayudados de otras seas que advertimos. En las ramas de arbolillos medianos estaban colgados unos gajitos tiernos de un matorral; y as proseguan por todo aquel trecho en que estaba oculta con las matas y yerba la senda. Se conoce que los tales gajitos, que estaban recin cortados y puestos, servan de balizas seales para no errar el camino, y meterse en aquel malezal, todo lleno de espinas. DCXLIII. Seas ms claras de los infieles. Alegres porque nos acercbamos a lo que buscbamos, fuimos caminando como otra legua. Al fin de sta, dimos con un terreno sin matorrales espinosos. Descansamos un rato, y habiendo empezado a caminar en busca de algunas seales, omos que quebraban un rama bastante grueso de rbol, como lo colegimos del chasquido. Ya somos sentidos, les dije a los dos muchachos. Cogimos el viento de donde sali el ruido : caminamos bastante, y volvimos a or ms cerca otro estampido de rama que desgajaban. Quera yo pasar adelante; mas los dos muchachos me representaron razones que mirando ellos, eran eficaces, para desistir por entonces del empeo. Vamos pocos, mi Padre, me dijeron. Ni nuestros arcos y flechas traemos, por no caminar embarazados por estas breas. Los infieles ya nos han atalayado y descubierto. Qu les costar acabarnos a los tres desarmados? La sed que nos aflige, y el calor debajo de estos rboles, que impiden pase libre el viento, nos quema. Volvmonos la Reduccin, y prevenidos de flechas y de calabazos para traer agua, con ms compaeros volveremos a buscar a estos infieles. Bien est, les dije. Saldremos; pero antes subid a uno de esos rboles ms altos : y ved si se descubre algn campo ranchera de Indios. Subieron, y contestaron que no muy lejos, hacia el Este-sudeste,

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se descubra espacio de terreno claro, y que lo daban entender los rboles que alrededor haba, faltando rboles en aquel espacio ; que no podan descubrir lo que haba en el suelo, pero que suba algn humo; por lo que se persuadan que all estaban los infieles, o algunas de sus sementeras; y que stas vendran los papagayos, de que hablamos arriba, y que revoloteaban como asombrados ojeados. DCXLIV. Motivo de otro viaje. Volvimos la hacienda el da 25 ; y por la tarde llegaron unos Mbays, hacindome stos muchas instancias para que emprendiese otro viaje ms largo y ms lleno de peligros. Djeles que se retirasen la Reduccin componer sus sementeras, que en desocupndome les seguira, y conferira con mi compaero lo que deba hacer en lo que me proponan. Omosles con ms formalidad en la Reduccin, y dijeron que el cacique Jaime les enviaba suplicarme que les consolase emprendiendo un viaje los pueblos de Chiquitos, a traer los Mbays apresados. Al fin se resolvi mi ida con ciertas condiciones: solamente llevando conmigo dos Guarans y los Mbays que quisieran seguirme. Lo que sucedi, y la causa porque desde ms de la mitad del camino se interrumpi pasar adelante, se leer en el Diario y Cartas subsiguientes.

CAPTULO L DCXLV. Diario del viaje no acabado A los Chiquitos. rbol raro (da 1 de octubre). Como las tres y meda de la tarde salimos de la Reduccin. Al anochecer paramos en una loma que est un poco ms adelante del lugar llamado Liguedemadigo, agua de los sapos. Hablronse est noche sobre lo que haban visto de salir despedirme los Guarans, llorando, temerosos de que no volvieran verme. Lloraron ahora tambin los Mbays, y entre otras cosas decan : No desampararemos nuestro Padre, que tanto nos estima; y para nuestro consuelo emprende estos trabajos. Cuando vuelva, todos en su compaa nos vendremos. Vi hoy un rbol al cual llaman Enimaga Laagaichi, con lo que beben los Lenguas. Es alto y bastante corpulento; su hoja como la mano de grande y figura de lanza. En las races laterales se cran unos tumores del grandor de sandas. falta de agua, cavan la tierra y las comen. Deshcense en la boca, y se convierten en fresca agua, nada nociva. DCXLVI. Cosas observadas (da 2). Como las seis y media salimos y paramos las doce en la orilla del Norte del ro Aquidaguanigi, esto es, ro mediano. Los campos son hermosos y de lomas parte limpias, parte pobladas de arboleda y palmas. Antes de llegar al ro ocurre un arroyuelo al cual llaman Cachoque Anuenagadi, aullido del zorro. Cazaron dos avestruces y dos ciervos. El grande calor nos oblig arrimarnos un rato la sombra de un

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bosque; derribaron una palma de las llamadas Namogoligi ; abrironla una canal con un palo fuerte y su meollo nos refriger grandemente chupado y bebido el zumo. Pescse una raya, que ellos llaman Nela ; tena en su vientre seis hijuelos : es vivpara. La comimos. Cerca del ro hay unos postes de palo, agujereados y en hilera, que van hacia el pueblo antiguo de donde saqu los naranjos. Se conoce que servan de cercado para detener el ganado. Volvimos caminar eso de las cuatro, y con media hora de puesto el sol, llegamos la laguna Numigena, Pescadero. Como legua y media antes se pasa un ro llamado Pitanoiagadi, punta quebrada. Desemboca en el arriba nombrado. las dos orillas tiene los rboles llamados Alaiche, cuya descripcin est en su lugar. El campo entre estos dos ros est lleno de palmas Eabuigos, y en tiempo de lluvias se inunda. La tierra del Numigena es alta, y una de las que tienen escogidas los Mbays para el engorde de sus caballos. DCXLVII. Laguna: bella tierra (da 3). Como las 11 salimos, y a eso de las 2 pasamos a la orilla de una laguna llamada Eguag-Iguaga Niogodi, agua del pjaro como Eguaga. Est la orilla del Oriente de un bosque : esa agua es gruesa por la mucha broza que tiene. El camino fue por lomas hermosas, limpias y de buenos pastos, rumbo al Norte cuarta al Leste; tendr tierra unas cuatro leguas de dimetro. Al Oriente se ve lo lejos la serrana : sobresale hermosamente un cerro. Al Norte se divisa mejor un ramo de la misma serrana. Al Norte cuarta al Oeste se vieron fuegos de los Chans. Al poniente y Sur se ve cerca el ro Paraguay, en cuya orilla levantaron fuegos los Payagus. Cazaron dos avestruces. Haba muchas pavas monteses. Guardan las canillas de los avestruces para puntas de sus flechas. La laguna tiene peces llamados palometas y dentudos. DCXLVIII. Serrana, ro y plantas. Animal acutico (da 4). Salimos como las 10, y paramos las 12 en la orilla del Norte del ro Etagadiyadi : caaveral. El camino es todo por colinas de buen pasto. trechos tiene mucha piedra de cal. No se ensancha mucho la tierra, porque los dos lados tiene bosque, y cerros bastante altos. Las piedras no impiden el camino ni la fertilidad, y sobresalen poco. Como media legua antes de llegar al ro, se angosta mucho el campo, que al Occidente tiene la serrana pequea Gutig-Aguanigi, de buenos cerros, llenos de arboleda. Estos son los primeros que descubren desde el ro Paraguay los navegantes que suben por l hacia el Norte. Nuestro camino los deja a mano izquierda, y la punta distar de l cosa de media legua. Al Norte y Este estn otros cerros de la cordillera, cuyo principio le tenamos como un cuarto de legua. En este campo haba mucha Rubia, buena para tintes encarnados. El agua del ro tenia un sabor algo spero, por la broza. Corre de Oriente a Poniente. Su suelo es de piedra: la bajada y salida muy malas. Tiene muchas caas

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bravas, llamadas Etagad. El camino por las vueltas fue al Nornoroeste. Pescaron bastantes peces como sardinas, a los cuales llaman Nocodaga: y otros como un geme de largo, dichos Gotinaga Liguetegi. son de buen gusto. Tienen los ojos muy resaltados, y junto a la cabeza cada lado una mancha de escama negra. La cola es de figura de abanico. La serrana Guetiadaguanigi tiene la punta en que remata al Sudeste, y va al Nornordeste unirse con la serrana grande. El ro hace grandes pozos, en que se junta pescado; y por caada atraviesa la serrana pequea. En estos pozos se halla un animal semejante al perro mediano. Es muy feroz : tiene el pelo ms largo que los perros : sale tierra; y hace, si puede, presa. No le tienen puesto nombre los Mbays: pero han muerto tal cual. Los Guarans le llaman Yaguar. Sus orejas son pequeas, y sus colmillos y uas agudos. Llovi toda la noche y el da siguiente: por eso no caminamos. DCXLIX. Otro caaveral. Aves, laguna y rbol raro (da 6). Salimos entre 10 y 11. Todo el camino fue por tierra alta, aunque el campo es estrecho. La primera parte, que ser de unas dos leguas, tiene bastante piedra de cal. Al Poniente cerca de la serrana chica, est, el origen del ro Etagadiyadi lionigodi, caaveral pequeo. Nace de una bella laguna de agua permanente. Haba en ella muchos pjaros llamados Eboda, patos, y de otras especies. La segunda parte es de lomas altas, y ms sembradas de piedra. La tercera se hace atravesando colinas bien altas, que corrern como unas tres leguas hasta el sitio en que paramos anochecer, llamado Nigualemgema. Todo el camino parece una especie de callejn, que forman las serranas del Occidente y Oriente. En la segunda parte del camino hay una bella laguna llamada Nibadenadi. Haba muchos papagayos llamados Naquilgen-Iguaga. Mucho azafrn de la tierra rubia y Guabir-mir, y un rbol raro cuyo nombre es Guelocolog-Iguaga. Es algo ms alto que un naranjo: no tan grueso. Todos los de estas especies estaban hechos un ramillete de flores como campanillas de un color azul muy vistoso y grandes poco ms de una pulgada. La ave llamada Eboda habita en los rboles inmediatos al agua. Es del grandor de una garza: las piernas largas, y que amarillean, las uas medianas, corvas, fuertes y pajizas. Su cuello se alarga cosa de dos cuartas hasta la cabeza, la cual es grande y algo aplanada por las sienes : los ojos grandes, estn hermoseados de una iris amarillo. El pico tiene de largo de tres a cuatro pulgadas : es fuerte, puntiagudo, y en su arranque ancho cosa de una pulgada. La lengua es corta, respecto del pico. Todo el color de la pluma es jaspeado de leonado y pajizo claro : las pintas estn colocadas con mucha hermosura. La pluma de la cola es blanquizca, como tambin la del pecho. Su graznido es bastante parecido al de los Yacs Pavas monteses.

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DCL. Cerros hermosos. Peces varios. Despus de atravesar las lomas del camino, se sale a un bello campo alto, que tiene al Norte un cerro encumbrado y solitario : entre Poniente y Norte, serrana : y entre Norte y Oriente otra mayor de siete cerros encadenados : levantando con proporcin ms los cinco primeros que los dos ltimos de hacia el Oriente. La arboleda en gran parte se compona de Yataybas segn los Guarans, y en lengua Mbay Guamigo. Comimos a satisfaccin. Las lagunas abundan de pescado llamado Guoponaga, parecido al dentudo; y de otro cuyo nombre es Neeguagani. Es largo casi un geme, la cabeza algo redonda, pocos dientes y cola corta. Hay otros llamados Eicholo, muy parecidos a las palometas, sino que son mucho menores y de escama ms colorada. Cazaron tres avestruces. DCLI. Arrecife, arroyo, cerros, rboles (da 7). Empezamos a caminar como a las 7 y media, y paramos cerca de las 3 la orilla del ro Aaba, junto su arrecife, llamado Ayagiyaga, ruido repetido del agua, por el que sta mete chocando con las piedras al deslizarse. El camino fu por tierra alta. Como al fin de la primera legua por camino hecho mano, se atraviesa un bosque que tendr como un cuarto de legua. la salida corre un arroyo llamado Malagate, que lleva bastante agua sobro suelo de piedras. Pasado este se entra en un bello campo de lomas altas, en cuyo medio est un cerro muy alto y solitario. Al Oriente y Norte, y tambin por el Poniente al Oriente, corren las dos serranas, que forman como una corona al campo, que tendr de dimetro por parte dos y por parte una legua. Llmanle los Mbays Nalagate, esto es, la subida. Aqu encontramos bastantes Mbays, que iban la ciudad vender caballos. Despus de estas lomas que son limpias, de buen pasto, se atraviesan otras que tienen bastantes rboles. En este sitio remata la serrana que viene del Oriente : la altura de sus cerros baja formando unas colinas iguales pobladas de boscaje. La cordillera serrana occidental lleva su direccin al Norte, empinndose cada vez ms los cerros. En una abra caada que stos forman la parte del Poniente, hay muchos rboles Nibadenigos, altos y hermosos. Al campo que corresponde enfrente de estos rboles y prosigue hasta el Ayagiyaga, llaman los Indios Etmiyadi, sitio de hurones. Est lleno de agujeros. Cazaron no obstante, en l dos avestruces. En el sitio en que paramos haba muchas palmas, llamadas Eyates, que son las reales. En el ro hay lobitos perros de agua, dichos Egueleiche, y mucho pescado. Cazaron tambin dos ciervos. El camino casi todo fu al Norte. DCLII. Ro Ayapiyaga. rboles. Llegamos a la toldera (da 8). Salimos las 8 y media y paramos poco despus de las 3 cerca de una laguna de muy mala agua. Aqu esperamos algunos, cuyas cabalgaduras fatigadas del sol intenso, estaban retiradas. eso de las 5 volvimos caminar, y media hora despus de puesto el sol llegamos la toldera del

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cacique Jaime Epaquini. Todo el camino se hizo por valles que forman las cordilleras de Oriente y Poniente. un cuarto de legua del Ayigiyaga atravesamos un bosque por camino hecho a mano largo cosa de una legua. Tiene el dicho nombre el ro por lo que se dijo arriba : corre de Oriente a Poniente y desemboca en el del Paraguay. Pasada la serrana toma el nombre de Aaba, y es el que en los mapas se demarca bajo la palabra Tepotiy, junto al cual estuvo el pueblo de San Benito, despus Santiago de Indios Itatines. El suelo del ro por este sitio es de piedras de todos tamaos, y se esguaza con riesgo por ellas. A su orilla del Norte tiene otro bosque como de media legua que se atraviesa : al Oriente estn los cerros de que viene. Hay muchos rboles de Arazas o Guayabas, de Notiquiguagas y de Yataybas, con muchas palmas Eyates. El que se llama Aalo, es bien alto, pero descompuesta la hoja como la del manzano, algo ms spera. La fruta es parecida una cereza chica : cuando madura su color tira negro. Tiene poco jugo y menos carne ; pero es muy dulce, y por eso apetecida de los Mbays y Chans, de cuya lengua es el nombre. DCLIII. Terreno en que ordinariamente viven los Mbays. Grana, planta especial y otra Enimaga Lagagaichi. En saliendo de los bosques, se entra en un campo rodeado de rboles y cerros: estos se atraviesan por caadas de lomas bastante altas, y bien vestidas de boscaje. Entre otros rboles llaman uno Naguacagigo: su fruto es como los higos blancos, pero menor. Los Guarans le llaman Atingi. Vnse muchas palmas Namogoligis. Cortaron tres rboles en que haba colmenas, y con los dedos cogan la miel y se los chupaban. Aqu est el campo cuyo nombre es Eloguiyadi, lugar. de los cogollos de palma, por estar lleno de Eabuigos, cuyos cogollos comen. Mantienen en l algunos caballos, por el buen pasto y salitre. Los cerros hacen como una plaza de dos o tres leguas de ancho. este campo hace frente la serrana por el Noroeste. Costease casi toda por su falda. Hay mucha piedra de cristal de roca. Desde aqu empieza la tierra de los toldos de los Mbays, en que viven retirados. Epaquini es el primero, y su cacicato es el que cae ms al Sur. Los Lichagotegodis viven ms al Poniente y los Enacagas al Norte, cerca de un brazo del ro Paraguay. Los Guocotogotegodis viven tierra adentro hacia el Esnordeste: los ms septentrionales son los Guetiadegodis. En las tierras que estn enfrente en la orilla occidental del ro Paraguay habitan los Eyibegodis. Por estos campos nacen muchas Tunas, en cuya Palas hojas se nutre el insecto que, machacado y reducido pasta se llama Grana. Llmanlas Noyotile. Hay otra planta dicha Enimaga Lagagaichi, distinta del rbol de este nombre. Es planta que se levanta como una vara : el fruto como un pepino, con lneas encarnadas, en que est la semilla. No se come. La raz es grande, y de una carne jugosa, que se deshace en la boca como la de la sanda. Algunas races pesan ms de una arroba. Comida con moderacin, refresca la sangre : mas si se excede, causa pasmo : cuyo

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remedio es el pimiento molido tomado por la boca. El rbol llamado Neguacaga, da por fruto vainas llenas de frisoles, pero muy amargos, para comerse se cuecen en varias aguas. Parecen algo al caf. Crzanse ya por estos lugares los caminos de los Mbays : y algo al Sur est por el que van los Chans Layans, que quedan al Occidente en la otra orilla del ro Paraguay. En la toldera haba pocos Indios, porque los ms estaban en el pueblo de los Chans llamados Neguacaga Temigis, y en la orilla del ro hacer tratos con los Payagus. El cacique Jaime envi sus Lieniguis embajadores dar parte al cacique Napidrigi y otros de mi arribo. Lo que me consol indeciblemente fu verme rodeado de los chicos cristianos, que clamaban por volverse Beln. Al Nornordeste est el camino por donde iban los infieles la villa de Curuguat robar, matar y cautivar gente. DCLIV. Latitud de este paraje (da 9). No caminamos. Con la quietud hice una observacin del sol con un cuadrante pequeo. Result de ella que este sitia de la toldera de Epaquini y casi lo mismo con poca diferencia la desembocadura en el Paraguay del ro Aaba est en 22 grados y 16 minutos de latitud austral. En casi la misma estn las poblaciones de los Chans, Layans y Neguecagatemigis en la orilla occidental del ro que le caen en el paralelo. DCLV. Viento. Enimagalagagaichi (da 10). No camin. Llovi casi toda la noche con truenos horribles. Examin con mucho cuidado la planta de arriba llamada Enimaga lagagaichi. Sus hojas son muy parecidas las de la mandioca. La vaina en que est la semilla tena de largo pulgada y media. Est sealada con cinco lneas encarnadas que corren desde su pezn hasta la punta. La semilla es como un garbanzo. Una raz que sacamos exceda el peso de una arroba. Por la noche llegaron los que fueron a avisar al cacique Napidrigi. Este se haba ido a los Guans, con lo que se dilat nuestra salida. Trajeron noticia de que los Chiquitos batan la campaa y de que sus fuegos se vean cerca entre el ro Paraguay y la laguna Loyagadigo. Inst por partirme sin esperar Napidrigi. No se resolvieron, por no faltar a un punto esencial de su brbara poltica. Una vieja me dijo que los Guetiadegodis eran malos, porque no descendan de cristianos ; al contrario Epaquini y Napidrigi, porque venan por lnea recta del cacique Guachicota, que cuando cristiano, se llam Matn, esto es, Martn. Se conoce que conservan la tradicin. DCLVI. Palos para tintes (da 11). Parados. Informme que hacia la desembocadura del ro Aaba hay rboles llamados Alecanigo. Este, hecho astilla y cocido, da un tinte como de grana. En la tierra ms inmediata la Reduccin, que es la que llaman Apacachodyadi. Hay otros rboles, cuyos nombres son Lichagotigi y Guamiguagua, que dan color encarnado. Acaso

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son especie del palo conocido por el nombre de Brasil. Este da sub a un cerro de los inmediatos. Tard ms de media hora en repecharle. Desde su cumbre se descubra al Poniente, el bosque de los Chans y el ro Paraguay, que no dista mucho. Hacia el Oriente se vean otras serranas; y entre Oriente y Norte campaas altas y arboledas. Hice juicio que stos son los clebres campos de Jerez. Esta noche volvi llover fuertemente. Quebraba el corazn ver los pobres Indios muertos de hambre. Exhortles que se volviesen la Reduccin cuidar de sus sementeras. Lo hicieron muchos, porque sus hijos ya cristianos lloraban por irse ver al Padre, mi compaero. Por medio de los nios se consigue de estos infieles lo que por razones no se alcanza. No saben negarse las instancias de sus hijuelos. Lleg este da un Indio Guan de la poblacin de los Eterenas, que se haba escapado del pueblo de Santa Ana de las Misiones de los Cliiquitos. DCLVII. Noticias que dio un Guan huido. Resolucin de los Mbays (da 12). Parados. Anoche hasta muy tarde tuvieron una junta en que oyeron al fugitivo Guan. Llmese Juan. Ponder la multitud de Indios Chiquitos, Zamucos y Colupies, que son los Ugaraos, todos ya cristianos. Nombraba por su orden los diez pueblos de aquellas Misiones : tambin algunos Misioneros. Informles de las casas, de las iglesias, armas y valor de los Chiquitos. Oanle con admiracin y entraron en mayores sustos, abominando de los Mbays que haban ido inquietarlos. Llegaron enviados del cacique Napidrigi para conducirme su toldo. En ste estaban juntos los Mbays de otros toldos, que me esperaban. Algunos no llevaban bien mi viaje, sospechando de mi, por ser espaol, segn su genio. Desengales el cacique Jaime, y les hizo conocer que por su amor me pona yo en aquellos trabajos. Hubo sobre el asunto sesin en mi toldo, que era el del cacique. Djeles lo que me pareci conveniente en orden su quietud y la nuestra. Expseles bien claro lo que me preguntaran naturalmente los Chiquitos, especialmente sobre cinco chicos que les tenan cautivos, si no me los entregaban. Pedles las respuestas que deba darles. Hallronse aqu sorprendidos. Resolvieron por ltimo de que yo no instase con los Chiquitos para traer los Mbays de otros cacicatos, sino de los dos nuestros; y que no tuviese recelo de no traerlos, puesto que por sus alevosas y maldades merecan las prisiones. DCLVIII. Hacienda antigua (da 13). Como las 12 y media salimos del toldo de Epaquini. Paramos entre cuatro y cinco. El camino es por tierra alta, ya atravesando lomas, ya costeando cerros, los cuales dos veces se pasan por caadas angostas, que tenan mucha piedra. Encontramos dos arroyos : el primero corra al Poniente, el segundo ms al Sur. Este tena mucha agua en algunos pozos. Haba bastantes lagunas chicas de agua llovediza. El

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camino fu casi al Noroeste, por causa de ir al toldo de Napidrigi. Hay camino ms corto para ir al de Caminigo, que al Nornoroeste. Como a la mitad del camino est un bello campo, que llaman Guaquigo, lugar que fu de ganado vacuno. Por ventura aqu tuvieron su hacienda los Itatines del pueblo de Santiago. Hoy da sirve de estancia de los caballos de los Eyiguayeguis. Al Oriente est una serrana mediana, llamada Amoguiyadi. su banda del Poniente hay buenos campos, y se destinan para la nueva Reduccin de San Juan Nepomuceno. En este sitio tienen un enterramiento los Mbays. Llaman esta tierra Nigaanigipi Lancadi, lugar del nacimiento de los nios. No s por qu. DCLIX. Caso gracioso. Sucedi aqu un caso gracioso. Un Nigienigi mdico dijo que haba ido parlar un rato con las almas de los difuntos que se posaban en el enterramiento. Antes de llegar, le sali al encuentro el alma de un muchacho. Al querer entablar con ella pltica, salieron las almas de muchas mujeres, se encaminaban a una laguna inmediata beber y baarse. esta vista, se espant el alma nia, y ech correr aldas en cinta 15 , porque las almas adultas venan con algazara y bulla festiva. Contaba esto el Nigienigi con tono y ademanes de hombre asustado. Sonrele y le dije que aquellas almas andaban muy ociosas : que les llevase algodn y las dijese que se entretuviesen en hilar y no en bailar. Pasamos cerca de una laguna de agua llovediza y mala. Llaman al sitio Nipodaguanigi, campo pequeo, por estar entre cerros. DCLX. Toldo en que se juntaron muchos Mbays, y el de los Payagus (da 14). Salimos como las 7, y eso de las 12 llegamos al toldo de Napidrigi. Este envi la mitad del camino dos criados suyos recibirme. Traan un manso y hermoso caballo para mi silla. Todo el camino se hizo parte al Noroeste y al fin al Poniente. Fuimos a buscar el ro Paraguay, cuya orilla estaba ahora el toldo. El camino se hace por espinos y un palmar de Eabuigos, y despus se entra en un bosque cuyo camino estrecho, hecho mano, tiene como una hora de malos pasos. Slese luego otro palmar, que llega hasta la orilla del ro. Aqu estaban muchos Mbays de los Cadiguegodis con su cacique Natalenigi. Estaba el toldo de los Payagus del cacique Cuat, con pocos hombres y todas las mujeres y criaturas: los dems hombres haban ido a la Asuncin. Las mujeres seran como unas ciento cincuenta. La muchachada grande: porque los Payagus no tienen la abominable inhumanidad de matar sus hijos ni dentro ni fuera del maternal albergue. Trajronme muchas conchas, madresperlas, colmillos de caimn y algunos peces. Haba dos Indias Guarans cautivas, naturales del pueblo de Ytat, que est cerca de la ciudad de las Corrientes.
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Aldas en cinta: Regazar la ropa. Enfaldarse para estar pronto y expedito a hacer cualquier cosa. Expresin antigua. Dicc. Univ. Latino-espaol por Manuel de Valbuena. (Nota de la E.D.)

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DCLXI. Piden Misioneros unos cacicatos. Por la tarde se juntaron en mi toldo (habindome primero enviado comida y miel al uso de los capitanes el cacique Napidrigi) Natalenigi y los suyos. Expseles lo que haban hecho los Guetiadegodis en los Chiquitos. Se admiraron y quieren tener paz con ellos. Pidironme Misioneros Jesuitas, y dijeron que a mi vuelta vendra el cacique conmigo Beln y pasaramos la Asuncin buscarlos y traerlos. Esperaban el famoso Caminigo, que vena huyendo de miedo que le infundieron los fuegos de los Chiquitos. DCLXII. Plantas. Borrachera. Serrana. En el camino hay muchos Egualogas Guambs en los rboles. Tambin muchos cardos de aquellos entre cuyas pencas se recoge agua cuando llueve, y en tiempo de calores, por ser fresca y cristalina. De estas plantas se habl en sus lugares. Hoy empez una borrachera que dur hasta el medioda siguiente. En frente del sitio en que estbamos, la otra banda del ro Paraguay, descubre una pequea serrana, la cual llaman los Mbays Eyigu, y por sta han puesto este nombre toda la orilla occidental de dicho ro, abundante de palmas, tambin Eyigu. DCLXIII. Impdese el viaje (da 15). No caminamos. Despidise Natalenigi. Por la tarde lleg Caminigo con los suyos. Haba como unos doce hombres de armas: lo dems viejos, mujeres y nios. Traan tres muchachos hijos de los Chiquitos, que cautivaron en la estancia de los Chiquitos. Arrimronse los caballos para proseguir el viaje: creyendo que, segn lo haban prometido, me los daran para llevarlos conmigo. Neg Caminigo los cautivos, aunque le hablaron los otros caciques. Con esto me resolv interiormente no pasar adelante, y darles entender lo que senta que me faltasen a su palabra. Era necesario obrar con tiento, porque el mujeriego lloraba por sus maridos, presos en las Misiones de Chiquitos. Disimul que quera pasar adelante, con tal que un cacique y bastantes de sus vasallos me acompaasen. DCLXIV. Intntase sin fruto (da 16). Sal como a las 10, aunque estaba lloviznando, y conmigo Napidrigi, su mujer y criado, poca ayuda para un largo camino. Como a las 2 paramos, habindole pasado, junto un brazo del Paraguay. Sale del Ytapuc, y rodeado como dos leguas, cae otra vez en su origen madre del ro. Hcese el camino entre este riacho y el ro siguiendo casi en todo las vueltas de ste. la orilla del Grande hay unos cerritos medianos, que forman una especie de albardonada, de un cuarto de legua: los llaman Guetig-Aguanigi, monte pequeo. Por aqu tienen el paso del ro para ir los Guans Neguecagatemigis. Despus, como dos leguas de donde comimos se levantan hermosos cerros, y sobresalen siete encadenados, uno de los cuales es muy alto. Estn la orilla del ro Paraguay. Este es el lugar llamado de los Espaoles en lengua guaran Itapuc, piedra larga.

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Detrs de estos cerros viven de ordinario los Enacagas. Haba muchos rboles de Palo Santo, al cual los Mbays llaman en su idioma Eleguigo. Conociendo que el cacique no bastaba para acompaarme, le ped parecer sobre mi viaje. Resolvi que le dejase para otro tiempo. Con esto me volv, y quit ocasin de sentimientos, pues los Mbays no se atrevieron reprobar la determinacin de un cacique, como rehusaron venir conmigo porque no quiso Caminigo. DCLXV. Recelos de que nos matasen (da 17). Camin al Sur hacia el toldo de Epaquin. Hall este cacique en el camino: y cuando supo que me volva, envi a encontrarme con agua, porque el da estaba muy caluroso. Par un rato con l, y por la tarde caminamos juntos hasta el sitio de su toldera. Anoche, estando descansando en un riacho llamado Etagadiyadi, como medianoche sent pasos de gente caballo. Era Antonio, el Portugus, con tres cuatro de su faccin, tan bellacos como l. poco rato llegaron unos soldados del cacique Napidrigi. Asustse algo el Portugus, y fingiendo mil embustes, se retir, y volvi sus esteras. Entonces me dijeron les enviados de Napidrigi: nuestro capitn, cuidadoso de que el Portugus maquinase contra tu vida, nos ha enviado para estorbar sus villanas. Ya se retir: ahora descansa sin recelo que no volver el taimado. Ya est descubierto. Por la maana vinieron muchos Mbays despedirse. DCLXVI. Camino de este da (da 19). Salimos a las 11. El camino fu al Sdeste por entre los cerros del Amoguiyadi, Mudronse tambin todos los Mbays que estaban en el toldo de Epaquin porque se sec el arroyo de que beban. Anoche toc un Guan toda la noche el tambor Para la partida. Ceremonia que usan con sus caciques. Como las 4 de la tarde pasamos un ro mediano. Corre entre bosque, y desagua en el Aaba. La entrada y salida son malas y con pantano como media legua: llmanle Eguala-Necadi. Cazaron un ciervo. Guardaron las pezuas para su Nalogo, sonajas. Hay rboles llamados Atalanigiguaga, de cuya corteza segunda, que es muy correosa, hacen sogas. DCLVII. rboles varios: malas orillas del ro y aves (da 20). Empezamos a caminar eso de las siete. La primera legua se hizo el camino por entre espinillos y otros rboles. Despus salimos unos buenos campos, que al Poniente tienen cerca la serrana, y como a seis leguas la del Oriente y Norte. Tienen los cerros y campos trechos bosquecillos, y en otras partes rboles ralos. Tiene el campo algunas lagunas en los sitios muy llanos y bajos. Pasamos una que tena mucho barro, y el agua por partes llegaba los encuentros del caballo. No tena sino cosa de unas trescientas varas de travesa. Uno cayo al agua. Al salir, se entra en un bosque. Aqu estn los rboles llamados Nacaliguitigo, cuya resina sirve para pelotas que saltan mucho por la grande elasticidad, como en su lugar se dijo. Despus anduvimos por

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otro campo bastantemente limpio. Haba en l rboles llamados Noguiguigo: palo amarillo. Da un tinte hermoso de este color. Es rbol grande y proporcionalmente grueso: la hoja como la de los algarrobos: un poco ms larga. Paramos como a las doce la orilla del ro Aaba 16 .Es un lugar del ro Aaba, as llamado. La entrada a este paso es mala y barrosa. En tiempo de lluvias, y cuando est crecido, se nada mucho antes de llegar a la madre del ro, por ser tierra baja la de estas orillas. Tiene mucho pescado. Cazaron un avestruz; a m me dieron a comer el corazn, porque as lo hacen con sus capitanes. Haba muchas araas, de las que de un rbol otro tiran sus hilos, y bastantes cisnes, que llaman Apocologo. DCLXVIII. Camino de este da (da 21). Salimos como las siete. Caminamos por los campos de Etimiyadi; y cosa de dos leguas, cogimos el camino que trajimos la venida. Pasamos el ro Nalagate, y paramos la orilla de la laguna Nigualengena. Pescaron bastantes peces, y cazaron cuatro avestruces. El camino fu entre Sudeste y Sur. Haba muchos rboles Nogoguigo, y muchos pjaros llamados Aletas. Paramos como las once. Habiendo descansado, volvimos caminar eso de las cinco, y paramos como las siete, junto la laguna Nibadenadi. El camino fue por atajo: era de lomas altas, pero sucias con bosque. Vironse bastantes patos reales. LCLXIX. Camino de este da (da 22). Estuvimos parados hasta que ces la lluvia. Luego que escamp que fu cerca de las once, salimos. eso de las seis llegamos hacer noche la orilla del ro Etagadiyadi. La jornada fue de unas cuatro leguas. Toda esta caada tiene agua permanente en abundancia. Los manantiales estn en medio de ella en pozos de piedra: tambin est el origen del ro Caaveral Pequeo. En el bosque que cae hacia el Poniente, hay muchas palmas Namogoligi de cogollos dulces. Cogieron una colmena, en que las abejas aun estaban en embrin crislidas. Comironsela con ansia. Yo prob, y saba gusanos. Un Indio me animaba a comer ms, diciendo: Come mi Padre, no ves que tienen el gusto de miel. Descubrise una planta que es otra especie de vergonzosa. Es un arbolito alto ms de dos varas: la hoja menudita, y la flor como la Aroma, pero de color rosada. La semilla est en un cuerpecito redondo que sucede la flor, muy olorosa. DCLXX. Araas malignas (da 23). Salimos a eso de las 7, y como las 11 paramos en el Numigena. Cazaron dos avestruces y un ciervo pequeo, un mono grande y un pato real. Hay aqu una especie de araas chicas: su color, parte es encarnado, parte pardo. Si pica, causa inflamacin y dolor intenso. Llovinos anoche y esta maana: por esto los mosquitos nos molestaron mucho.
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Hay algo en el original (Nota de la Fuente)

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Da 24. Salimos como las once del da. Pasamos el ro Pitanoigadi, y el Aquidaguanigi, y como las ocho de la noche llegamos al arroyo Ligedemadigo. En todo el camino hay varias especies de palmas, y muchos rboles de palo amarillo para tintes. El da siguiente 25, como las nueve entr en la Reduccin. La carta siguiente suplir las noticias que faltan en el presente Diario. CARTA AL PADRE PROVINCIAL DCLXXI. Rumores que intimidaron a los Mbays. Por espacio de muchos meses nos haban venido con mucho desconsuelo nosotros y los Indios de nuestra Reduccin las voces vagas que corran de la derrota que los de la nacin Guaycur haban padecido de las armas de los Chiquitos, provocados con injusticia inhumanidad. Aumentseles el desconsuelo con un rumor de que todos los prisioneros quedaron muertos esfuerzo del valor de los Chiquitos. Aadan que stos, victoriosos, y animados con el buen suceso, marchaban contra el resto de la nacin, pasndolo todo sangre y fuego. Posedos de un terror pnico con noticia tan infausta, no se daban por seguros en ninguno de sus sitios. Desterrbanse voluntariamente tierras ocultas, porque cada instante imaginaban sobre s los Chiquitos. DCLXXII. Demostraciones de sentimiento. La demostracin que hicieron su modo gentlico da bien entender las angustias en que vivan sumergidos. Pusieron entredicho general todos sus juegos y diversiones: los tamborilillos y pfanos enmudecieron: entregaron las llamas las pobres alhajas de los que juzgaban muertos, porque no tropezase la vista con objetos que le renovasen el sentimiento. Los embijamientos pinturas encarnada y negra se trocaron en lgrimas, que sacaban al rostro los tristes afectos de sus corazones: el llanto sus horas resonaba en sus toldos; y los ayes explicados con esta interjeccin, Guayema Pigidi, manifestaba claramente su dolor excesivo. Acusaban la ida intempestiva de sus parientes al convite y llamamiento del cacique Golanigi. este cargaban toda la culpa de sus infortunios. Calificaban de temeraria su resolucin en emprender la guerra contra una nacin tan valerosa como la de los Chiquitos. DCLXXIII. Mentiras de los Payagus. Los Indios Payagus, grandes embusteros, esforzaban las voces que anunciaban la total ruina de los Eyiguayeguis. Aportaron de ellos esta Reduccin, y tambin la ciudad, en donde esparcieron cuantas patraas les sugera su perfidia. En la ciudad se habl variamente sobre el caso. El Gobernador nos escribi una carta, en la cual, entre otros puntos, peda que le disemos puntual noticia de las hostilidades que Lorenzo y los suyos haban hecho en los Chiquitos. Por entonces tan en tinieblas vivamos los

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Misioneros como los Guaycurs. Y est fu la respuesta sobre un asunto en que no estbamos instruidos. DCLXXIV. Descontento del hijo del cacique. Todo esto era nuevo motivo para nuestro desconsuelo. Reflexionbamos sobre el tratamiento que en la ciudad dieron los Mbays la ltima vez que en ella estuvieron. Conocise en Lorenzo notable mudanza contra los Espaoles, particularmente contra Cabaas y Yegros, oficiales militares. Si el Indio concibi algunos designios de venganza, los ocult en aquella ocasin, por la epidemia de viruelas que de la ciudad trajeron la Reduccin. DCLXXV. Engaos de Lorenzo. Acabada la peste de que murieron muchos, con pretexto de ir enterrar los huesos de sus difuntos, y de que teman los que haban quedado, habl Lorenzo a su padre, y todos se retiraron de la Reduccin sus sitios antiguos. De all vino varias veces visitarnos Epaquin, aunque tan anciano. Nos aseguraba que no nos dejara. Por ltimo vino su hijo Lorenzo; habl con mi compaero el Padre Juan Garca, ocultndole su determinacin de ir los Chiquitos y lo mismo hizo con su padre. Deca solamente que su nimo era pasar las tierras del cacique Golanigi y explorar sus intentos, disuadindole de la guerra contra los Chiquitos. Bien penetr el Padre Juan la intencin doblada del brbaro. Mucho ms cuando le volvi el bastn, acompaando la accin con estas palabras: Si me mataren dselo otro. Esto fu como una renuncia de la amistad con los Espaoles. Ya empezaba humear el fuego que abrigaba en su pecho. Retirse otra vez su toldo, y dijo su padre (como ste nos lo dijo repetidas reces) que no volviese establecerse en la Reduccin hasta que l volviese. DCLXXVI. Milicia Guaycur se junta y queda prisionera. Lo cierto es que, libre ya de los Misioneros y de la vista de su padre, recorri los toldos de su padre y los de Napidrigi, habl algunos capitanes, y alist con los dos 37 hombres entre Guaycurs y Guans criados. Con esta milicia pas el ro Paraguay, y dirigi sus marchas a las tierras de Golanigi, principal motor de estas revoluciones. Juntos los Guaycurs vivan muy ajenos de pensar lo que despus les sucedi. Creyeron que en los pueblos de los Chiquitos podan conseguir de un golpe ganado vacuno, mulas, caballos, ropa, rescates y sobre todo esclavos. Prometase cada cual volver a su toldo con rico botn de cuanto su insaciable codicia poda apetecer. Dbanse ya los parabienes del buen xito de su ideal empresa. Sucediles al revs, porque Dios tena determinado que los Chiquitos abatiesen su orgullo. En efecto, fueron puestos en jaula como fieras sin razn, con suma ignorancia de su entonamiento. Haban los Mbays sido el terror de muchas naciones, sin exceptuar la espaola: haban derramado la sangre de millares de

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hombres, arruinado muchas poblaciones. Con estos desrdenes concitaron contra s la indignacin divina, que por este medio quiso ponerles en abatimiento y en donde podan salvarse poca costa. DCLXXVII. Silencio de los Mbays. Consuelo que recibieron. Esta accin tan valerosa de los Chiquitos se ignor en los toldos de los Guaycurs por muchos meses. Parecer increble el silencio de una prdida tan ruidosa, y de tan grande nmero de combatientes. Pero as fue; y esta caresta de noticias contra lo que ellos acostumbraban, les hizo creer que eran del todo pasados cuchillo los que estaban prisioneros. Al cabo de cinco seis meses por un modo no esperado, supieron todo lo que queda referido, y que vivan sus llorados difuntos. El modo fue el siguiente: En los pueblos de los Montes Terenas aparecieron dos fugitivos Guans de los que fueron con Lorenzo. Estos trajeron la alegre nueva de que los Guaycurs eran vivos. Aadan que no perdiesen las esperanzas de verles restituidos sus toldos: porque el capitn (Superior) de los Padres, y uno llamado Elipe (Felipe), les haban dicho que, pasados tres aos, como l se explic, tres cosechas de algarroba, bien enterados de las palabras de los cristianos, esto es, de la Doctrina, los enviaran. DCLXXVIII. Determnase mi ida a los Chiquitos. Con anuncio tan alegre, se mud el teatro, y resollaron algo los angustiados nimos. En los toldos de Epaquin y Napidrigi se alz el entredicho del jbilo. Engalanronse todos y al son de sus tamboriles festejaron la nueva con tanta alegra como si ya viesen restituidos sus cautivos. Discurrieron entre s que ms prontamente se efectuara el rescate si yo fuese hablar los Chiquitos. Fundbanse entre otras de las razones en que uno de los Guans haba dicho que, en yendo el Padre que enseaba a los Guaycurs, vasallos de Epaquin, le daran a los de su Reduccin. Con esto determinaron llevarme; y en efecto, vinieron las personas de ms autoridad entre los de Epaquin suplicarme que no me excusase. Conferidas las dificultades con mi compaero, se las propusimos los enviados, que traan estudiadas las soluciones: y as fue preciso emprender el viaje. (Nota. Omtense muchos prrafos de la carta, porque fuera repetir las noticias que quedan en sus lugares esparcidas en la Historia. Copiar solamente los dos ltimos prrafos, y son estos:) DCLXXIX. Dme su nombre un cacique Guan y yo a l el mo. Un cacique anciano y principal del pueblo de los Chans que lo visit antes, sabiendo que me hallaba en el toldo de Epaquin me envi de regalo su propio nombre, que es Nem; para que sea por l conocido entre sus vasallos, y obedecido como l mismo. Pedame que le enviase yo el mo. Hcelo con

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el mismo mensajero, y le dije que se llamara Jos. En proporcionndose las circunstancias caminaremos el Padre Manuel yo. Vernse las cosas ms de cerca, y se dar principio la nueva Reduccin de San Juan Nepomuceno, debajo de cuya tutela la puse desde que emprend el viaje para hablar los Chans; y se debe de justicia por haber el nclito mrtir desempeado la confianza en su intercesin poderosa. DCXXX. Final de la carta. Para una y otra Reduccin escasearon los medios humanos por parte de los Espaoles de la Asuncin. V. R. con su celo y prudencia discurrir modos para la subsistencia de estas nuevas plantaciones, cuyos aumentos corren por cuenta de la divina Providencia. En Beln hallaremos todo aquello que puede extenderse la pobreza de esta Misin; y si fuere necesario, partiremos con nuestros hermanos el bocado de mandioca que nos sirve de pan sabroso. Mas esto no basta para convertir gentiles Dios. Su Majestad guarde muchos V. R., etc. Beln y noviembre 8 del ao de 1765. M. S. de V. R. Jos Snchez Labrador.

CAPTULO LI NUEVO VIAJE Y SUS INCIDENTES DCLXXXI. Motivo de un nuevo viaje. Cuando menos imaginado estaba en emprender presto otro viaje, me hall con carta del Padre Antonio Miranda, Rector del colegio de la Asuncin, y nombrado Viceprovincial, en que me ordenaba uno dilatado. Haba de ir por los pueblos de San Estanislao, de San Joaqun y la Villa Rica al pueblo de Santa Rosa de las Misiones de los Guarans, en que hallara su Reverencia. Estando yo ya en la mitad del camino, recib otra carta en la cual me ordenaba suspendiese mi viaje, por haber llegado la disposicin de nuevo gobierno. El viaje que hice fue el siguiente: DCLXXXII. Camino de este da. Da 10 de marzo de 1766, sal de la Reduccin de Beln. eso de las tres y media llegu la laguna del bosque; y como a las cinco y media a la canal del Piripuc. Hasta la una estuvo malo el camino causa de las lluvias. Lo restante no tena tanta agua, y barro. Llovinos entre la laguna y el ro Ypan. Pas pie el Piripuc, por una orilla pisando sobre los juncos. Las cabalgaduras nadaron. Dorm su orilla salida del Sur. Hubo innumerables mosquitos.

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DCLXXXIII. Ca en un anegadizo (da 11). Al apuntar el sol caminamos, y como las 11 y media llegu al ro Xeju Yeyu. Estaba crecido y los zanjones llenos. Hasta las 3 y media gastamos en ponernos hasta la opuesta orilla. El caballo en que yo iba era brioso. Parecime que me sacara bien de uno de los peores zanjones. No quise apearme. Entr en l, y como la mitad, en lo ms profundo, se atoll la cabalgadura. Con el esfuerzo que haca hacia todos lados por salir, fu preciso que yo padeciese el mismo trabajo: y as, dejando el caballo, que cost despus sacarle, sal pie, bien embarrado y mojado. La fortuna, que este da vibraba el sol raso: con esto me sequ en breve. Dorm en la orilla del Sur del Xeju. DCLXXXIV. Pantano Yetit, y nuevo camino (da 12). Salimos al amanecer y al descubrirse el sol entramos en el pantano Yetit. La primera parte, que llega hasta unas palmas Carandays, y es como la mitad, estaba malsima Despus estaba mejor porque la haba pisoteado el ganado de la hacienda de Prez, poco antes fundada. Le atravesamos para coger el camino a la casa de la hacienda de don Juan de la Cruz Rivarola, tambin nueva. Estas conveniencias de extender sus tierras trajo los Espaoles la Reduccin de Beln; y esto es lo que quieren de los Misioneros Jesuitas, no ayudarlos. El camino fue nuevo; por eso le desmenuzar un poco. Desde la punta del Yetit atravesamos este pantano; y fuimos a buscar la orilla del Oriente, que tiene un grande bosque. Llevamos este mano derecha, como seis u ocho varas distante, y veces menos, hasta la misma casa. El Yetit se arrima l algunas veces. Si hubiera tenido mucha agua, nos hubiera costado indecible trabajo. DCLXXXV. Pueblo antiguo de Arecay. La casa de la hacienda est situada en una bella loma, mas falta de agua. Este es el mismo sitio en que antiguamente estuvo el pueblo de Arecay, famoso por el levantamiento contra los Espaoles, del cual hablo en la primera parte. Respecto de la casa cae al Norte, poco apartado, este pueblo antiguo. Fui a examinar los vestigios. Dentro del bosque hay un hermoso naranjal, de naranjas agrias. Tambin se conserva en pie un poste de palo labrado, que tiene en cuadro poco ms de una cuarta: y de alto, todava de claro cosa de cuatro varas: concese que tuvo algo ms de cinco. Los lugares en que estuvieron puestos otros postes en hilera se conocen distintamente, Pero los palos estn ya acabados de la carcoma y podredumbre. La casa estaba colocada al Oriente de la loma, y el naranjal o huerta le caa al Poniente, respecto de la casa. Este pueblo no tena ro inmediato, sino el Xeju, que dista como dos leguas, y el Yetit una. Suplan la falta de agua con pozos y fuentes, en que la hallaban somera. De stos como manantiales est rodeada la loma. Uno de stos aclar la gente de la hacienda para beber, y es buena agua. Al limpiarle sacaron muchos cascos de cntaros y ollas, de las que se les quebraran los Indios. Junto este sitio

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fue la desgraciada muerte de Agustn Yaguaret, manos del Mbay Lorenzo y de sus compaeros, y tambin el cautiverio de la muchacha Mara ; que andaban con otros huidos del pueblo de San Estanislao. La gente de esta hacienda disfruta las sementeras que los fugitivos tenan de maz y otras cosas. Este fue el paraje en que el Gobernador Lugo se libr de los rebeldes Arecayanos, por el valor de los Itatines, que trajo al socorro de los Espaoles el Padre Quesa desde el pueblo de San Benito y Nuestra Seora de Fe. DCLXXXVI. Jornada de este da. Lluvia de noche sin despertarme (da 13). Como las 7 sal de lo de Rivarola, cortamos y atravesamos la caada y ro Piray por ms abajo del manantial que est en la loma del Naranjal grande. eso de la una llegamos al manantial de San Jos. Paramos aqu hasta las 3 y tres cuartos. No haba agua para las cabalgaduras; y por esto fue necesario volver caminar hasta un lugar llamado del cacique Tapar, al cual llegamos entre 7 y 8 de la noche. Pasamos antes un bosque por camino abierto mano, nos dio mucho trabajo por la obscuridad de la hora, y del bosque, que estaba muy lbrego. En la loma del manantial de San Jos hay mucha Canchalagua. El camino, al paso que tiene buenas lomas, est lleno de caadas muy malas. Estbamos rendidos, porque ya haba algunas noches que los mosquitos nos tenan ahuyentado el sueo. Yo me ech probar si descansaba un rato. Tapme con el poncho camiseta. Quedme tan profundamente dormido, que cay sobre m una buena, lluvia, y no sent nada. Supe esto por la maana, que encontr todo el poncho mojado, y los muchachos se haban guarecido en el bosque. DCLXXXVII. Llegada a San Estanislao (da 14). Al amanecer salimos, y caminamos por malas caadas hasta un bosque grande, que pasamos por senda hecha mano. Llegamos al sitio de la nueva hacienda del pueblo como las 9. eso de las 12 entr en el pueblo de San Estanislao, cuyo Cura era mi primer compaero, el padre Jos Martn Matilla. La hacienda est en buena tierra entre el ro Yu, que mira al Sursudeste, el Aguapey al Oriente, y el Piray al Norte. Tiene buenos pastos, salitrales y palmas Carandays para corrales. DCLXXXVIII. Varias especies de yerba del Paraguay. Mientras daba expediente las diligencias que me haba cometido el Padre Viceprovincial, me detuve en esta doctrina. ratos con los indios ms prcticos supe las cosas siguientes. Hay varias especies de Yerba del Paraguay, cuyos nombres son los que ya escribo: Caay, es rbol bastante grueso y alto: su hoja ancha y larga medianamente. Los rboles de Yerba que dentro de bosque crecen, todos se levantan bien buscar el sol por entre los dems rboles. De esta especie es la que se cra en el bosque la orilla del Sur del ro Ypan. Es buena Yerba. Caara: es Yerba de suyo buena, y sirve para mezclar con otra de inferior calidad, y la compone. Hay tambin de estos rboles

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en el lugar mencionado. Caa Mir, segn el terreno se hace rbol queda matorral: y medida que crece el tronco, tiene mayor menor la hoja. Es la mejor Yerba. Crase en caadas hmedas patentes al sol: aunque suelen hallarse algunos rboles en los bosques. De esta se compone la arboleda de las orillas del ro Aguaray. Tiene mucha resina la hoja, y si sta no se beneficia bien, queda al principio amarga. Caa Cat: rbol mediano, su hoja leve, porque le falta la goma. Caa Apere, es matorral, hoja pequea y muy amarga. Mal beneficiada, causa cursos: Es mala Yerba. Por el camino de San Estanislao a San Joaqun se cra mucha; y en la orilla del Sur del Ypan en una caada de la cual ya hablamos. DCLXXXIX. Pueblo antiguo. Cerca del ro Aguaray, llegan unos campos dilatados hacia el Oriente. Al fin de stos, no muy lejos del ro, se levantan dos hermosos rboles los cuales los Guarans llaman Tay y los Espaoles Tajivos. Los nefitos de San Estanislao, prcticos de estos campos, decan: Tay Yobai, Tajivos pareados. Junto estos rboles hay vestigios de un tetangue pueblo antiguo. No sabemos cul pudo ser de los muchos de Indios Guarans convertidos que por estos parajes hubo. DCXC. Cascarilla, fruto de un rbol muy distinto del Anguay. El rbol Anguay, que es el del blsamo, el mismo tan bueno como el del Brasil y Per, llaman los de San Estanislao en su idioma Ibir Pay, rbol mdico; sin duda por lo especfico de su goma para curar muchas enfermedades. Da por fruto unas vainitas como aceituna. Dicen que si las comen les matan, les causan grandes ansias; pero que cuando toman un poquito, les cura algunas dolencias. He visto esta vainita; y segn toda su apariencia, es el fruto del rbol llamado Quina Quina, la famosa Cascarilla. Por lo que me inclino que este rbol Anguay se diferencia del que en el Paraguay con el mismo nombre conocen los Espaoles; y, si es el mismo, ha faltado curiosidad en su examen. DCXCI. Varios remedios caseros. Para curar el empacho originado de comer mucha mandioca, es remedio especfico el zumo de la caa dulce de que se hace la miel y azcar. Bbese en buena cantidad, y la saca toda por el vmito. En Beln en tiempo de las viruelas, experimentamos que las puches claras de harina de mandioca Bachiare y el zumo de la caa dulce, aqulla comida en moderada cantidad dos veces al da y ste bebido otras dos, sirvieron para librar muchos viruelentos de la muerte. DCXCII. Ida a San Joaqun. Fruta Aguarayba. En San Estanislao recib carta del Padre Antonio Miranda en que me deca que suspendiese el viaje, porque haba ya expirado su empleo. No obstante, estando el Padre Martn Dobrizhoffer, cura de San Joaqun, solo, y su compaero enfermo en las Misiones de los Guarans, fui ayudarle en los oficios de la

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Semana Santa, y confesar Indios. Part el da 23 de marzo, y llegu al pueblo el siguiente 24. Aqu pude cmodamente averiguar qu fruta era una que comimos en Beln, y pareca en el sabor manzana rica, ignorbamos su nombre y calidad: por eso recelndonos comimos muy poco. Llmanla estos Indios Aguaraiba Guaz: fruta grande del zorro. Hay muchas plantas en el camino y cerca de San Joaqun. La planta es alta como una vara, espinosa y con hojas grandes, muy ondeadas. La flor de cinco hojas, pequea y blanca. La fruta es del grandor de un mediano membrillo, algo aplanada como una especie de manzana. Cuando madura, el color, olor y sabor es de manzana. Tiene mucha leche jugo lcteo y viscoso, cuyo efecto dir luego. Los indios la comen algunas veces. Un Espaol que vena de los beneficios de la Yerba, preguntado sobre esta fruta, y ensendole una, confirm el nombre, y en cuanto a comerla, me dijo que en los yerbales haba muchas, y que, comidas con moderacin, eran buenas. Otro Espaol me dijo que si se coman dos tres con la semilla, y corazn, nos mata, como la mandioca brava. Otro Espaol quien pregunt si esto era as, dijo: No tanto: es verdad que Yyoa mir, esto es, en tal caso es un poco venenosa. Habiendo ayudado en San Joaqun, resolv partirme para volverme mi Reduccin de Beln. DCXCIII. Fruta del Aguarayba, custica. Da 1 de abril, pues, sal de San Joaqun, y llegu a San Estanislao, al anochecer. En el camino cog una fruta bien madura del Aguarayba Guaz. Com un pedazo mediano para probar si era verdad lo que de ella me haban dicho. Advert que, aunque al comerla, el gusto era suave, el dejo tena un spero desapacible y acre como custico en el paladar y lengua. Fue tal, que se me inflam algo la garganta. Acaso la fruta no estaba an sazonada como m me pareca. DCXCIV. Camino de estos das (da 3). Sal de San Estanislao: pasamos el ro Itapiraquay y el Y Yh. ste tiene sus fuentes cerca, y en tiempo de los calores se corta conservndose el agua en algunos sitios. Llegu a la estancia despus de puesto el sol. El camino desde el pueblo es al Poniente con alguna inclinacin al Norte. Da 4: Con sol sal y las 9 par un rato en la de Tapar. Pasamos un gran bosque; y como las 12 y media llegamos la loma de San Jos. El camino fue al Poniente con dos cuartas al Norte. las 2 volvimos a caminar, y como media hora despus de puesto el sol, llegu al Piray. El camino fue ms al Norte. DCXCV. Artesas de Curupicay (da 5). Salimos al rayar el sol. Atravesamos al Norte la caada del Piray, y luego se entra en las tierras de Arecay, que son la Hacienda de Rivarola. Hizo muchsimo calor. Supe que del rbol llamado Curupicay se fabrican muy lindas artesas. Vi unas. Sirve para otros usos su tablazn.

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DCXCVI. Escasez de agua (da 6). Media hora antes de salir el sol, volvimos caminar y buscar la caada del Piray. Llegue como a las 10 al Urucuy, en que est la hacienda de Carrillo. Llovinos en casi todo el camino; y prosigui el agua hasta las 4 de la tarde. Habiendo escampado, sal, y al anochecer llegu a la Hacienda de Prez, que es la tierra del Yquaret. No tenan ni una gota de agua que beber, porque se les haba secado un pocito. El Urucuy tiene el ro Paraguay cosa de legua y media al Poniente. DCXCVII. Molestia de los mosquitos (da 7). Al amanecer camin, pas el Yetit que estaba sin agua; tambin el Xeju, que iba bajo. En dos horas llegamos al Xeju, desde lo de Prez. Descansamos un rato en la primera loma del Xeju, y fuimos dormir la loma de Piedra. Da 8. Pasamos el Piripuc: hicimos medio da en la laguna del bosque, y eso de las 5 de la tarde entramos la Reduccin. Hubo infinitos mosquitos estos das.

CAPTULO LII VIAJE CORTO Y SUS INCIDENTES DCXCVIII. Motivo de otro viaje corto. Del pueblo de San Estanislao hubo en Beln unos Indios, los cuales volviendose su pueblo, cogieron muy diverso camino del que haban trado. Fuese con ellos un Guarani de los que estaban con nosotros para informarse del terreno. ste hall en San Estanislao, y traje conmigo. Habindole odo, me pareci ir con l de gua registrar lo que me contaba, por acarrear conveniencias a la Reduccin. DCXCIX. Caaveral. Pueblo antiguo. Da 14 de Julio de 1776: Sal de la estancia de la Reduccin a eso de las 9. Llegu la caada de la Yerba, llamada Caa Apere, en que descansamos. Volvimos caminar las 2 y media, y llegu a cosa de las 6 a la loma llamada Taquatindy, esto es, el caaveral de caas de Espaa. Es tierra alta, por la falda de la loma corre el ro Ypan, y en ella hay bellos manantiales y un arroyo cristalino que viene del Poniente buscar el Ypan. Hay muchas caas de las ordinarias de Espaa. Estas no se cran en la Amrica meridional como plantas propias, sino extranjeras. Esto y la disposicin del terreno indican que por aqu hubo algn pueblo antiguo. Si fue as, sera alguno de los cinco llamados del Pituu, que estuvieron sobre este ro. Por todo el camino se va costeando el ro, que queda al Norte. El bosque sigue de Poniente Oriente y se extiende al Estesudeste y Sur. DCC. Indicios de Indios monteses (da 15). Como las 8 salimos, y llegamos la entrada boca de un bosque grande eso de las 12. Volvimos caminar la una. Luego

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entramos en el bosque del cual salimos las 3 y media. Hicimos noche apartados de la salida como dos leguas en tierra alta. Este da observamos unas palmas Mbocays cortadas, y en lo machacado del corte se conoca que haban sido cortadas con hacha de piedra. Vimos tambin una senda que sala del bosque y llegaba al ro Ypan. Seales de haber por estos sitios Indios salvajes monteses. En la primera ensenada que hace el campo saliendo del bosque, la cual cae hacia el Poniente, hay rboles de Yerba Caa-mir como la llaman los monteses, Caa-yu, Yerba amarilla, por el color verde claro de sus hojas. El camino fue parte al Oriente y lo restante al Este-Sudeste. DCCI. Tierra buena (da 16). Como las 9 empezamos caminar. Abrimos fuerza de hacha y machetes dos medianos bosques, que atravesamos. cosa de las 5 paramos en frente de una caada toda llena de rboles de yerba Ca Mir. La tierra es admirable. Lomas extendidas, caadas, pasos, tres arroyos de bastante caudal, que cruzan las caadas y van desaguar en el ro Aguaray. Las orillas de estos arroyos estaban en partes limpias y por partes pobladas de rboles. Los dos que vienen de hacia el Norte se incorporan con el principal, que tiene su origen hacia el Nordeste. Pasmoslo en su junta ya incorporados, y as corren el Aguaray. Haba muchas palmas Mbocays. DCCII. Arroyos, caadas y rastros de infieles (da 17). las 9 empezamos caminar. Con estar el yerbal a la vista, una caada solamente por medio, fue necesario hacer tantos rodeos, por estar muy pantanosa y con agua, que gastamos todo el da en buscar paso. Al fin le hallamos por otra caada por cuyo centro corre un arroyo que descabezamos; como tambin otras dos caadas que entran al Nordeste, cada una larga ms de dos leguas, cerradas al dicho rumbo con bosque, por cuya orilla las atravesamos. Cada una tiene su arroyo en medio. Al anochecer llegamos vista del ro Aguaray; y cerca del Yerbal. El camino casi todo fue por rodeos, pero por elevacin se hizo al Este-sudeste. Hay hermosas lomas. La caada en que estn los rboles de la Yerba tiene de ancho ms de una legua. Del Nordeste viene alargndose al Sursudeste. Cont en ella trece arroyos, que unidos en una madre en la misma caada forman un mediano ro, que corre al mismo rumbo buscar el Aguaray, que cerca los recibe. Las lomas corren al Sudoeste, y van buscar las del ro Xeju. El yerbal estaba por ms de una legua recin quemado. Vironse las huellas frescas de un hombre descalzo. Sin duda, que algn infiel monts haba salido buscar Yerba. Estaban impresas sobre la ceniza del campo quemado. DCCIII. Fuegos. Ro bello. Animales anfibios y osos hormigueros. Paramos en este sitio hasta el da 24. En el 18 por la noche se levantaron dos fuegos grandes, el uno al

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Sudeste, y el otro al Oriente. El primero pudo ser de los Espaoles en las haciendas situadas hacia la orilla del ro Paraguay, y la del Sur del ro Xeju. El segundo, que se levant cerca de nosotros a las espaldas del bosque, que est en frente del Yerbal, fue sin duda de Indios monteses. Registr bien el sitio, entrando descalzo, causa de la mucha agua. El ro corre sobre piedra, y tiene algunos arrecifes. Es capaz de navegarse en canoas en bote chico. Su agua riqusima. Tiene muchos Capibaras y Yacars Caimanes. Cazaron los Indios tres Yoquis, que son los osos hormigueros. Commoslos, y no es carne inferior la de gordas terneras. DCCIV. rboles de rica Yerba. Concluida nuestra diligencia, nos volvimos la hacienda estancia de la Reduccin. Entramos en Beln el da 26 bien de noche. Viniendo del sitio llamado Taquatidi, se pasa por un bosquecillo que dista como media legua del caaveral: est lleno de cardos silvestres que los Guarans llaman Caraguat. Al salir de este cardal, forma la tierra algunas ensenadas hacia el ro Ypan por ms de dos leguas. En ella se cran muchos rboles de la Yerba llamada en guaran Caa Guaz porque tiene la hoja mayor que las otras especies. Es Yerba estimable. Muchos rboles ahora estaban quemados, pero brotaban con fuerza. DCCV. Riesgo de ser ahogados. Al llegar un bosque, por el cual se entra para ponerse a la orilla del ro Ypan, se obscureci tanto la noche con lo sombro de los rboles, que nos perdimos dos veces. Al fin, cogida la orilla del ro, como la obscuridad nos impeda ver su precipitada corriente, hice pasar a nado un muchacho que hiciese una hoguera en la salida, cuyo resplandor nos alumbrase. Pseme en la embarcacin de una piel de toro que llamamos Pelota: Alucinse el que la tiraba iba nadando: cuando de improviso arrebatado de la furia del agua, me llev bien lejos ro abajo: y me azot contra unos rboles en poqusimos instantes. Agarrme de las ramas, y anim al muchacho para que no se turbase a hacer lo mismo. Fuimos saliendo poco poco, agarrndonos siempre, con que nos vimos libres del riesgo por una especial providencia de Dios. El viaje que ltimamente hice a las Misiones de los Indios Chiquitos puede verse en la segunda parte del Paraguay Catlico.

INDIOS CHANS VULGARMENTE CONOCIDOS POR EL NOMBRE DE GUANS CAPTULO I

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DIFERENTES NOMBRES DE LOS CHANS. JUAN DE OYOLAS. TIERRA DE ESTOS INDIOS. SU FAUNA Y SU FLORA DCCVI. Nombre de la nacin y de sus poblaciones. En varias partes del Paraguay Catlico se ha hecho mencin de la nacin, comnmente conocida por el nombre de Guans. Ellos s mismos se llaman Chans nombre que comprende todas las parcialidades, aunque stas para distinguirse entre s, se apropian otros nombres. La primera, y que tiene su poblacin ms inmediata la Reduccin de Nuestra Seora de Beln, ha quedado con el nombre de Chans, transcendental todas. Los Mbays llaman toda la nacin Niyolola, y la dicha primera poblacin, Layan. De sta se hizo el ao antes de nuestra entrada los Eyiguayeguis, una numerosa colonia que por el sitio, que no dista mucho de su matriz, ni del ro Paraguay, tom el nombre de Nigati Cibo. Los Mbays la llaman Neguecaga Temigii. Ms antigua divisin cuenta la nombrada Tereno, y, segn los Mbays, Etelena. Multiplicronse de modo que hoy da forman dos grandes pueblos parcialidades. uno conocen los Mbays con el nombre Alomegodigi ; y la otra dicen Nagatag-Egodigi. La ms numerosa parcialidad es la de los Choaraana, dicha de los Mbays Echoaladi. Est dividida en dos pueblos grandes, entre s no muy apartados. Son reputados por los ms brbaros, e inquietos de toda la nacin. La ltima poblacin y ms inmediata las Misiones de los Indios Chiquitos, es la de los Quainocons, los que los Mbays llaman Equini Quinao. DCCVII. Historia del Chaco confunde las naciones. Cuando estuve en las Misiones de los Chiquitos, los nefitos Ugaranos, hermanos de los Zamucos, me dieron otros nombres de la nacin Chan y de sus pueblos, que omito por no causar confusin con nombres brbaros. En bastante nos ha puesto la Historia del Chaco, que pone algunos ; y, siendo la nacin individua, la multiplica en tantas cuantos son los nombres de las parcialidades. La tierra fuera estrecha para tantas naciones como pone en ella sin fundamento la dicha Historia. DCCVIII. Oyolas navega y da nombre al puerto de la Candelaria. Lo que puede comprobar el nombre de Chans, que tiene esta nacin, es una memoria antigua en que se pone el mismo nombre. Don Juan de Oyolas, uno de los ms insignes conquistadores del Paraguay, en su descubrimiento por el ro del mismo nombre, subi hasta la altura meridional de 20" a0'. Aqu en la costa oriental del ro, hall un pequeo puerto, al cual dio el nombre de la Candelaria. Habiendo asegurado los Guarans que, en tomando esta altura, si pasaba el ro, y caminaba al Occidente, encontrara Indios que tenan mucho oro y plata, resolvise Oyolas a seguir esta derrota. Pas el ro la vista del puerto de la Candelaria, al cual envi con las

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embarcaciones don Domingo Martnez de Irala con orden que le esperase por tiempo de seis meses. En tierra, en la derecera del puerto de la Candelaria, dej al capitn Vergara con un pequeo destacamento de Espaoles. Sucedi todo esto el ao de 1537. DCCIX. Chan, un Indio de esta nacin da noticia de la muerte de Oyolas. En este mismo ao, en el siguiente de 38, volviendo Oyola cargado de metales preciosos, no hall los Espaoles del destacamento en la orilla occidental del ro, ni en la oriental las embarcaciones que dej en el puerto de la Candelaria. No se te tenan en la Asuncin nuevas algunas de Oyolas, y ya era el ao de 1739. Irala determin adquirirlas, subiendo hasta el puerto de la Candelaria. Aqu no encontr cosa que le asegurara: con eso naveg ro arriba ; y no pudiendo saber nada, retorn al puerto. Estando aqu desvelado una noche, oy una voz que sala de la opuesta banda, y le llamaba. Dio providencia para que trajesen al que gritaba, que era un Indio. Preguntle Irala de qu nacin era, y respondi que de la de los Chans, habitadores de las campaas. De este Indio supo cmo los prfidos Payagus haban muerto en su regreso Oyolas y sus compaeros, juntamente con muchos Chans que su cacique le haba dado para que transportasen la plata y oro al puerto. Algunos escriben Cheneses y Chans. Lo que acaso naci de no percibir bien la pronunciacin de este nombre, como me sucedi m hasta que penetr el modo con que proferan la A en ste y otros vocablos. DCCX. Tierra de los Chans. Para mayor claridad de esta noticia histrica, servir saber que el puerto de la Candelaria, segn la latitud dicha, estaba entre el ro Aaba y el Itapuc, lugares conocidos, y de los cuales muchas veces hemos hablado. En frente de la orilla occidental del ro estn las poblaciones de los Chans y Neguecagatemigis. Las dems poblaciones se inclinan algo ms al Norte, de modo que el pas de los Chans puede considerarse comprendido entre los 21 y 19 grados de latitud austral. Como hermanos, y todos de un idioma, han procurado no separar mucho sus siete poblaciones Para socorrerse unos otros y unirse fcilmente contra sus enemigos. excepcin de los Chans ms inmediatos a los Espaoles, las dems parcialidades no viven en bosques, sino en campos abiertos, aunque llenos de faginas y matorrales. DCCXI. Terremo a veces pantanoso y d veces rido. El terreno por la mayor parte es bajo; y en tiempo de lluvia, barroso. Al contrario, cuando aprietan los calores, es muy falto de agua, que aun para beber apenas no se halla sino en las inmediaciones del ro Paraguay, y de algn otro que viene de tierra adentro, y corre entre rboles. En estas escaseces de agua se retiran a los sitios en que se halla, y se mantienen de la caza y pesca. Antes de dejar sus pueblos, siembran maz, calabaza, algodn, tabaco y frisoles, y lo dejan al cuidado del cielo.

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Cuando ya presumen que las sementeras empiezan fructificar, envan unos que las registren. Si estos inspectores les llevan buenas nuevas, se recogen en sus pueblos y cuidan de los sembrados. DCCXII. rboles, aves, puercos y otros animales. Las producciones de este pas son las mismas que las que dejamos sealadas en la tierra de los Eyiguayeguis. Abunda sobre todo el rbol llamado Palo Santo. De la madera dura de estos rboles hacen palas con las cuales trabajan sus sementeras, y pipas para fumar tabaco, que son muy apasionados. Las aves pueblan en ms abundancia el aire que en la orilla oriental opuesta. En los sembrados de los Chans hallan alimento que las llama. Cazan muchas, especialmente Papagayos de todas castas, que cran en sus pueblos con cuidado por el uso de sus plumas. Poseen tambin el arte de hacer que salga toda amarilla, como se dijo en otra parte. Con el mismo cebo de las sementeras acuden muchas manadas de puercos silvestres, que les causan mucho dao en las races de batatas y mandioca. Recompnsanse los Chans cogiendo los ladrones y alimentndose con sus sabrosas carnes. Lo mismo ejecutan con los ciervos, osos hormigueros, zorros, conejos y cuadrpedos semejantes. La mayor riza hacen en los monos, astutos usurpadores de los frutos, que pagan caros, quedando muertos innumerables y destinados a suplir con sus carnes el grano hurtado.

CAPTULO II MS DATOS SOBRE LOS CHANS DCCXIII. Propiedades de los Chans. La gente Chan, en fisonoma y talle de los cuerpos se da mucho aire los Indios Guarans. Los hombres en gran parte han cogido los usos de los Eyiguayeguis en andar desnudos y el pelo cercenado. Las mujeres se cubren desde bajo los sobacos hasta la pantorrilla con mantas de algodn, que ellas hilan y curiosamente tejen. Son hacendosas y no se han dejado dominar de la terrible inhumanidad de quitar la vida a sus tiernos infantes. Por esta razn se han aumentado de modo que en sus siete poblaciones acaso es mayor el nmero de almas, que el que cuentan todos los toldos Eyiguayeguis. El color de las mujeres y criaturas declina en blanco: mas el de los varones es algo tostado, por ser demasiadamente andariegos. El genio de los Chans por lo comn participa ms de suave y humilde, que de spero y altivo. Con esto sufren con paciencia los soberbios Eyiguayeguis, que los miran como criados y feudatarios, del modo que se dijo en otra parte.

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DCCXIV. Noticias que tenan de cristianos y Misioneros. Desde que llegamos los Misioneros al Ypaneguaz, conocimos que con mayor facilidad abrazaran la fe de Jesucristo los Chans, que sus seores los Eyiguayeguis. Sin embargo, era preciso ganar primero a stos, porque sin ellos era imposible penetrar las tierras de aquellos pobres infieles. bamos tomando aquellas noticias que juzgbamos conducentes para poner algn da en prctica nuestros designios. Algunas luces se vislumbraban entre ellos de que conocieron cristianos, como se ver en mi viaje. Despus de concluido ste, vino Beln un capitn de los Terenas a verme, enviado de los dems caciques de sus dos pueblos. Explic los sentimientos que haban hecho por no haber yo pasado visitarlos, estando ellos esperndome y queriendo ser cristianos. Djome el dicho capitn que, siendo l joven como de unos 20 aos, haban llegado a las inmediaciones de sus pueblos muchos Bochararas, llamados Zamucos, que consigo traan un Padre vestido como yo, bajo de cuerpo y flaco. Que los Zamucos venan con camisetas largas de algodn y con collares al cuello como el que yo tena, que era el Rosario. Que el Padre agasaj mucho los Terenas, que encontr cazando en el bosque ; y lo mismo los que la novedad acudieron. Que esto sucedi dos veces, y que todos estaban en seguir a aquel Padre ; pero que ignoraba por qu despus no lo ejecutaron. Consta que el V. Padre Agustn Castaares fue este Misionero ; y que los Aamocos eran los Zamucos Uragaos que convirti el varn apostlico, y le acompaaban en sus conquistas evanglicas. Conoc en el pueblo de Santiago apstol de las Misiones de los Chiquitos, a un anciano Uragao que haba sido paje del Padre Agustn y compaero inseparable de sus apostlicas empresas. ste se acordaba de todo lo que me refiri el Terena en Beln, y tambin de los nombres de los malvados intrpretes que impidieron los progresos de esta misin tan gloriosa. Vase la carta impresa de las Misiones del Padre Castaares, en la cual, aunque algo alterados, se hallan los nombres de Terenas, Ecoara, y otros de estas gentes Chans, y aun Eyiguayeguis. El capitn Terena instaba para llevarme sus pueblos: y de este modo consolar a sus parientes. Dile buenas esperanzas: y con stas se detuvo en Beln algunos meses; y labr muy buenas sementeras. Impidise mi ida por otros incidentes ; y le envi bien regalado, esperando yo coyuntura de ir a hacer una visita los que tanto la deseaban. Antes que los Terenas logr dar un pregn evanglico en los bosques espesos de los Chans. Trasladar aqu al pie de la letra la carta que sobre este asunto escrib por marzo de 176a al Padre Visitador Nicols Contucci. En ella se leer el motivo y el fin buen xito del viaje. Pondr despus un Diario exacto en que saciarn su buen gusto los amantes de semejantes expediciones.

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CARTA MI PADRE VISITADOR NICOLS CONTUCCI P. XPTI

DCCXV. Estado moral del pas de los Eyiguayeguis. mi arribo Beln por junio de 61 escrib & Vuestra Reverencia. La mucha distancia de tierra y la poca comunicacin nos privan de las cartas de Vuestra Reverencia frecuentes: stas nos sirvieran de norte seguro en nuestra conducta. Por su situacin ocupa este pas dilatados espacios entre el Trpico y la Lnea equinoccial. No le faltan ni luz ni rayos del prncipe de los astros. Mas contemplado a otros visos, por su geografa mortal, reinan en sus habitadores muy densas sombras, en cuya comparacin fueran luces las tinieblas egipcias. Bien necesaria es la direccin de la obediencia para no errar el rumbo en un pilago de ingratitud y de ignorancia. La ltima carta contena un resumen de algunas cosas de esta Misin de Guaycurs, o Mbays, desde que llegamos sus tierras. La presente dir Vuestra Reverencia lo que hasta este mes de mareo de 62 ha sucedido digno de participarse. DCCXVI. Desengao de los Mbays. Mi primera atencin luego que aport a Beln fue explorar los nimos de los infieles. Me recelaba que en genios tan volubles poda haber hecho alguna mocin el tropel de calumnias que sali campo en la Asuncin. Mi recelo estribaba en la misma inconstancia de sus voluntades, y en la ciega credulidad con que viven adheridos los dichos de sus hermanos. Haba ya vuelto del Paraguay al toldo el caciquillo, empeado a influjo de malos cristianos en mi descrdito aun del Evangelio. Se disip el nublado que fulminaba imposturas ; pero no me constaba si la serenidad haba penetrado hasta el corazn del brbaro. pocos das conoc que no haban tenido aplauso sus imposturas; y que cuanto cabe en infieles, estaban sentidos de la mala correspondencia del caciquillo los beneficios que reciba de los Padres Misioneros. El mismo Lorenzo (as se llama el hijo del cacique) pareca otro hombre. Con ser Payagu de origen por la madre, procedi sin la deslealtad de Payagu en cuantas conversaciones entabl conmigo. Su mudanza fue sin duda obra de la diestra del Excelso. Procur portarme con l con el mayor disimulo, hacindome ignorante de cuanto se forj contra mi proceder en la capital del Paraguay. Ni es de tan corto alcance el dicho infiel que quedase persuadido por mi silencio a que yo no haba sabido lo divulgado en la ciudad. As se dej caer tal cual proposicin que condenaba de falsario al que le imbuy en despropsitos ajenos de la verdad y de la honradez. Fulano, deca, Abuitaquigigi: es un embustero. De esto pude yo colegir que mintindose s misma la iniquidad de un catlico, esfuerza ms los tiros de su lengua un mal fiel, que un buen gentil. Para m todo fue

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documento que me hizo experimentalmente conocer la infalibilidad del divino orculo en boca del santo Zacaras: Salutam ex inimicis nostris, et de manu omnium qui oderunt nos... ut sine timore inimicorum serviamus illi. DCCXVII. Los Mbays estiman a los Misioneros. Cada da reconoca la vuelta que haba dado el corazn de los infieles. Estos, no satisfechos, al parecer, con manifestar que no aprobaban las invenciones de la calumnia, hicieron demostraciones que positivamente declaraban la estimacin que profesaban los Misioneros. m me pusieron dos nombres, ndices de su amor. Primero me llamaban Aliguega Lionigi, hijo del sol. No s por qu motivo me honraron con tanta luz: lo que no admite dudas es que yo deseo entraablemente que todos ellos sean hijos del sol de Justicia, en cuyas alas est la sanidad de sus almas. El segundo nombre dice algo ms de confianza. El cacique en cuyo toldo estbamos se llama Epaquin: ste pidi Misioneros, y es el primero de toda la nacin que logr ver en su tierra de asiento Jesuitas. Es anciano de edad avanzada, y creemos que cuenta hoy sobre setenta aos. Para dar, pues, un pregn de la conducta inculpable de los Misioneros, mand sus gentes que en adelante me conociesen por su nombre de Epaquin: porque nuestro Padre (dice l y todos estos infieles) no es Espaol, sino Eyiguayegui. Todo ha sido disposicin de Dios, que por un medio los ojos humanos tan intil, allan el paso para conseguir de los infieles cosas que solamente con mucho tiempo y sufrimiento juzgbamos exequibles. Dios es fiel, que con la tentacin adelanta los negocios de su mayor gloria, como ver Vuestra Reverencia. DCCXVIII. Sementeras de los Mays. Honrado con los dos ttulos mencionados, uno de la mayor estimacin de los Incas, y el otro de la mayor dignidad que se reconoce en el toldo de Epaquin, me val de ambos para lo que ya digo a Vuestra Reverencia. Lo primero hablles en orden a trabajar sementeras chacras, ponderndoles las utilidades de su trabajo en el logro de los frutos. El nombre hubo de autorizar mis palabras, que surtieron el pretendido efecto. Algunos tenan ya sementeras, pero muy reducidas: los dems aun no haban entrado en el ejercicio de labradores: mas desde aquel tiempo hasta hoy tienen ya buenos sembrados las personas de provecho del toldo. Epaquin, me dicen, haz que se nos are tierra, y danos qu poner en ella. Ayudseles en todo: y al presente ellos lo hacen todo, excepto el arar, porque no saben manejar el arado. Con esta traza y otras, han logrado calabazas, man, frisoles, mandioca, sandas y aun tabaco con que entretener su vicio de fumar los hombres y de mascar las mujeres. Los Indios Guarans han sido los que con empeo y con su ejemplo promovieron las sementeras y los adelantamientos de esta Reduccin por este medio.

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DCCXIX. Bautismos de los Mbays. Habiendo visto el feliz xito de esta primera tentativa, me pareci no perder instantes en proponerles otra cosa ms rdua, bien que ms importante. Expseles (lo que muchas veces les habamos dicho) que deseaba mostrarles mi amor enseando sus hijos las palabras de los cristianos, frase con que ellos significan la Doctrina: mas que primero quera bautizarlos y hacerlos cristianos, puesto que yo Epaquin lo era. Recibise con jbilo mi propuesta ; y desde 5 de julio son muchos los prvulos que han venido al Sacramento del Bautismo: entre tantos slo uno muri a pocas horas de estar lavados en tan saludable bao. Dichoso nio, primicias de los Eyiguayeguis, predestinado eternos descansos! De los adultos hasta ahora no se ha bautizado sino una mujer instruida en las cosas necesarias y deseosa del Bautismo: administrsele como media hora antes que expirase. No dudamos que Dios la mir con ojos de misericordia por el gran amor y compasin que tena los Misioneros. Llamse Mara: y fue la nica mujer de su nacin que en compaa de su marido y otros once hombres emprendi el viaje a la Asuncin en busca de los Jesuitas. Tuvo el consuelo de volver con ellos su tierra para bien suyo y de sus paisanos. DCCXX. Pequea resistencia al Bautismo. Hasta este Bautismo no haban los infieles hecho la menor resistencia recibirle. Una mujer slo mostr alguna repugnancia en que se bautizase Maria. La razn que dio fue la ordinarsima tentacin con que el demonio ha procurado retraer la gentilidad de las dos Amricas del sagrado Bautismo. Se morir si la bautizas, dijo la Guaycur. Mas, convencida con suavidad, cedi su pertinacia la fuerza de la razn, y vino gustosa en que se le administrase. No dej de extraarse la tal cual oposicin dicha: porque ni los Nigienigis Guaycurs, ni los Niguienas, que son sus curanderos y adivinos, profetas vocingleros, jams han manifestado disgusto en los Bautismos, aun de sus propios hijos. Antes bien, el nombre con que ordinariamente nos llaman es el de Nigienigi, franqueza que les obliga nuestra amistad y buena correspondencia, como ellos se explican: Imedite, nigienigi: eres mi verdadero amigo, porque yo soy Nigienigi. Damos gracias Dios que esta casta de gente no haya levantado bandera contra los Misioneros: porque en tal caso, el temor y aun el terror pnico que les tienen servira de rmora las cosas de la fe entre los Indios Eyiguayeguis. DCCXXI. Trtase algo de los Chans. Lo dicho es evidente testimonio de lo que la divina gracia va obrando en los corazones de los Guaycurs. Creemos que ya lleg el tiempo en que Dios quiere derramar la lluvia voluntaria de sus eficaces auxilios en sta su heredad, que por centenares de aos ha sido un erial de abominaciones. Sin embargo, voy decir V. R. otra accin de los Eyiguayeguis que puede competir con las referidas, y lo menos

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equilibrarse con ellas. Y cierto, que reflexionado el genio Guaycur, y lo mucho que ocultan sus tierras, sus cosas, y ms sus intenciones, mi entender excede lo que escribir lo que ya he referido. Lo atribuimos triunfo de la gracia, cuyos bellos resplandores quiso el Seor de la misma gracia, que sirviendo de instrumento a los Guaycurs, alumbrasen otros menos malos, aunque ms remotos y escondidos gentiles. Viven estos pobres la orilla occidental del ro Paraguay, en distancia de sesenta leguas de la Reduccin de Beln. All al abrigo de espesos bosques y dilatados campos, pasan la vida sombra de eminentes y frondosos rboles, y en la de la eterna muerte de sus almas. No hay para ellos ms mundo que sus breas: ni ms racionales que los Guaycurs, y otros monteses sus convecinos. Los infieles Lenguas y Payagus arredrados 17 de las selvas, apenas se atreven inquietar el rstico sosiego de aquellas gentes labradoras. Son por todas siete poblaciones parcialidades y todas muy numerosas. A la primera y ms inmediata Beln llaman los Guaycurs en su idioma Layana: y son los mismos que en nuestras historias se conocen por este nombre de Chans. (Las dems parcialidades omito porque estn nombradas arriba.) DCCXXU. Chans, tributarios de los Mbays. En todas las referidas parcialidades tienen los Guaycurs de una y otra orilla del ro Paraguay criados tributarios que tiempos les hacen algn corto reconocimiento. En cuanto he podido indagar el origen de este su derecho Niyololas, como ellos llaman toda la nacin, todo va fundado en parentesco, sin que por armas conquista pretendan esta dominacin los Eyiguayeguis. Estos antiguamente tan peones eran como los Niyololas, y todos en el asilo de los bosques vivan de un mismo ejercicio y se defendan de sus rivales. Entonces se enlazaron los Eyiguayeguis con los Niyololas, contrayendo matrimonios su usanza las dos naciones. Sali de los bosques como ms intrpida la Eyigiuayegui, cuando los Espaoles, primeros conquistadores de estas provincias, fundaban villas y ciudades. Hicironse de caballo, ya comprndolos, ya hurtndolos: y lleg tanto su osada brbara, que con irrupciones continuas hicieron los estragos que refieren las historias. Seores del campo los Eyiguayeguis, no quisieron obscurecer su valor en las selvas, contentos con que en ella labrasen la tierra sus hermanos los Niyololas y con disfrutar tiempo sus sementeras. DCCXXIII. No todos los Mbays tienen tributarios. Sucedi que los caciques Eyiguayeguis que casaron con mujeres Niyololas cacicas capitanas, tenan por suyos los vasallos de sus esposas: y desde entonces los reconocen como tales. Por esto los capitanes Eyiguayeguis solos tienen criados: el vulgo Guaycur no adquiri derecho sobre aquellas
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Hay una palabra en el original. (Nota de la Fuente)

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gentes. De aqu es que los Niyololas a los caciques Guaycurs y sus parientes apellidan Nuestros Capitanes; pero al resto de la nacin y los que no estn emparentados con caciques llaman Nuestros Hermanos. DCCXXIV. Nombre Guan. Los Espaoles de la provincia del Paraguay conocieron los Niyololas bajo el nombre de Guans lo que dara motivo alguna contingencia. Guan en idioma de los Chans es pronombre relativo de tercera persona, esto es, aqul. Preguntara algn Espaol, viendo estos Indios: quin es aqul? Y le responderan: Guan; y de aqu de cosa semejante vendr atribuir toda la nacin Chan el nombre de Guan. DCCXXV. Visitas de los Mbays d los Chans. Mas sea lo que fuere de este nombre, los Eyiguayeguis, los cuales los Chans llaman Oquilidi, han mantenido buena correspondencia con los Niyololas. Vistanlos cada ao, y reciben el pleito 18 homenaje de sus criados. Cuando van sus poblaciones, se detienen en cada una lo ms tres das; ya por no permitirles ms tiempo la falta de pastos para sus caballos, ya por costumbre de muchos aos. Lo ms particular que hay en este punto es que cada capitn Eyiguayegui toma alojamiento en casa de sus criados, sin que otro Mbay se hospede en dicha casa. Observan esta prctica con tanta precisin, que, si la capitana Mbay tiene distintos criados, que los de su marido, se apartan aquellos das y cada uno vive con los suyos sin el menor sentimiento. Los tres das corre por cuenta de los criados mantener los seores; y de cuanto producen sus sembrados les ministran: cierto que ms buscan los Mbays con qu entretener el hambre, que cosas de mayor monta. La vspera de la partida de los Mbays les regalan sus criados algn grano para el viaje: un bollo de Nibadana, con que se pintan de encarnado, y alguna manta de algodn, ya blanca, ya listada de varios colores que con primor tejen los Chans. A los Mbays plebeyos no se les hacen semejantes presentes, aunque los alimentan los tres das que estn en sus pueblos los amigos y conocidos. DCCXXVI. Utilidad de las visitas. los Chans les est cuenta la ida de los Eyiguayeguis a sus poblaciones. Carecen de cuchillos, de rescates, y de otras cosillas semejante que suelen tener sus huspedes. Sucede, pues, que el varn Chan habla su seor, y le dice: Yo no tengo cuchillo, mi capitn, etc., y ste, si tiene, se le deja. As la mujer pide cuentas de vidrio, aguas, etc., y la Mbay reparte con ella, sin reserva sus ms estimadas bujeras. Lo bueno es que, si no les dan graciosamente lo que piden, procuran compensarse, y cogen furtivamente lo que pueden, sin que el belicoso genio Mby d ms indicios de sentimiento que decir en tono moderado: Olequeguigipi Niyolola, son unos ladrones. No pasan
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pleno? (Nota de la E.D.)

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otras demostraciones, quedando los Chans con lo que cogieron, y retirndose los despojados sus toldos. DCCXXVII. Determnase mi ida a los Chans. En el que nosotros trabajamos, se public para cierto trmino de das el viaje al pueblo de los Layanas. Deseaba yo dar una visita aquella pobre gente y en sus bosques un pregn de la ley evanglica. Haba conservado en el secreto del corazn mis deseos, hasta que las cosas de los Mbays tomasen buen semblante. No me pareca malo en las presentes circunstancias, en que me vea honrado con el nombre de Epaquin, y que ofrecan sus hijos para que los bautizase. Dej caer tal cual proposicin, sin mostrar mucha inclinacin acompaarles, pero que al mismo tiempo daba entender lo que deseaba ver las tierras y sementeras de los Guans. Mi dicho corri por la toldera; recibise con aplauso y jbilo. Hablronme el cacique Jaime y otros capitanes, sin querer (ni yo quera) admitir mis disimuladas excusas. Al fin, como rendido sus instancias, les di mi palabra de acompaarles, con tal que los chicos cristianos que iban en la caravana, se juntasen rezar en las paradas, si el tiempo lo permita. Ofrecironse a todo, y lo cumplieron. Dispusironse ellos la partida con lo que llaman Fiesta, y es una solemne borrachera. Yo celebr el incruento sacrificio del altar, ofreciendo Nuestro Seor las penalidades del viaje. Para asegurar el feliz suceso tom por patrn al nclito mrtir San Juan Nepomuceno, poniendo debajo de su abogaca la nacin Chan, y pueblo de Layanas. Y cierto que el santo me favoreci en todo: por lo que de justicia (cuando Dios quiera que se establezca doctrina) se le debe el patronato de aquellas tierras, y pueblo de Chans. DCCXXVIII. Alegra de los Chans. Salimos, pues, de Beln el da 5 de noviembre, y hasta el da 22 del mismo mes no llegamos al pueblo de los Chans. Las causas de tanta demora en los caminos estn en el Diario que aadir a esta carta. Rebosaban los rostros el gozo de aquellas pobres almas al ver en sus tierras cristianos, los cuales llaman Bocharara, sin acertar desprenderse de su lado. Ponanse la mano en la boca, y exclamaban: Has venido? Entre las voces y festiva algazara de ms de dos mil entre grandes y chicos, me condujeron a su pueblo y la posada que me tenan preparada. No me pareci conveniente albergarme al modo que lo hacen los Mbays viviendo en la casa de sus criados. Mi intento era hacer, sin que los Mbayas se sintiesen, contra distincin en todas las cosas de los cristianos y de los infieles de mi comitiva. DCCXXIX. Mi alojamiento. Ped, pues, que me hiciesen una chocita de esteras en medio de una espaciosa calle inmediata la plaza, pretextando que en sus cabaas era el calor grande. Sin tardanza lo pusieron en ejecucin los capitanes Chans con gusto suyo y

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consuelo de mi parte. Las paredes y techo eran esteras tejidas de unos juncos que ellos llaman Boqui, y se levantan a la altura de casi tres varas. No estaban muy satisfechos los Mbays de sta mi determinacin, recelosos de que los Chans hurtaran cuanto se les pusiese la vista. Insist en vivir con independencia porque deseaba tratar con los caciques Chans sin el registro de los Eyiguayeguis. Agradles mucho esta confianza que haca de ellos; y en realidad se portaron fielmente, pues no falt cosa alguna de las que tena en la choza extempornea. DCCXXX. Fidelidad de los Chans. Y para que se vea el cuidado y vigilancia que en esto ponan, dir el siguiente caso. La primera noche, bien entrada sta, se arrim a las esteras, que estaban cerradas, un Chan: hablme en lengua Mbay, y djome: Mi Padre aqu est mi capitn que viene verte. Apart la estera y sentado en el suelo el cacique, se explic en estos trminos: Bocharara, no extraes que hora tan intempestiva venga hablarte: pues en eso pretendo huir el registro de los Oquilidis: y el que me oigan. Lo que quiero decirte es que no creas en cuanto contra los de mi nacin Chan te pueden haber informado. Sin duda que habrs odo de su boca que los Layanas somos ladrones y malos. Te ruego que no hagas caudal de sus palabras. Los Chans somos buena gente: nadie inquietamos: empleamos el tiempo en cuidar de nuestras sementeras. Los malos, los ladrones, son los Eyiguayeguis, que nos quitan nuestro sustento y el de nuestros pobres hijos y mujeres. Satisfice al anciano cacique de modo que se despidi muy consolado, lo que yo experiment el tiempo que estuve con ellos, no fue, cierto, para calificarlos de ladrones. DCCXXXI. Concurso de Chans a mi casita. La traza de mi casita independiente surti el efecto que yo pretenda. En acabando antes de amanecer algunas diligencias cotidianas, se llenaba la choza de Chans de todas edades y sexos. Por intrprete de su misma nacin inteligente de la lengua Mbay, les hablaba, y pude apuntar mucho del idioma Chan, diligencia que les agrad ms de lo que yo puedo explicar. todas horas se acercaba innumerable pueblo ; y esto era lo que yo quera: que me viesen, y comunicarles con el fin de entablar los tratados de mi embajada evanglica. Para ganarles, y juntamente aficionarles ms los cristianos, todas las tardes venan los chicos Mbays, y no pocos de los adultos, y con ellos rezaba el catecismo. Rematbase esta funcin con el Bendito cantado en lengua espaola al son de un violn, que con esta mira me llev los Chans. Los Guarans de mi comitiva, que eran tres, y se llamaban Pedro Ignacio Ibiti del pueblo de San Cosme, Miguel Quand, del de Santa Rosa, y Toms Quarep, del de Nuestra Seora de Fe, precedan con su buen ejemplo y compostura. El Miguel es msico hbil: y el Toms, chico de unos catorce aos, bello tiple, que se granje las voluntades de los Chans. Quedaban stos como

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pasmados oyendo y viendo en el retiro de sus bosques cosas para ellos del todo nuevas. Los chicos Mbays y sus padres hablaban los Chans para que ellos aprendiesen el rezo. Disponase todo como yo esperaba; y todo sin duda por la intercesin de San Juan Nepomuceno y de los santos ngeles de guarda de aquellas desamparadas almas. DCCXXXII. Resuelven los Chans tener Misioneros Jesuitas. La confianza que de mi hacan, y no saberse apartar de mi lado, me pareci medio suficiente para pedir a los Chans pblica audiencia y junta de todos los caciques y capitanes. Vinieron en darme gusto: y juntos todos, despus de haberles repartido algunas cosillas de su aprecio les d razn de mi ida sus tierras. Oyeron con atencin: y respondieron que desde que haban odo que los Padres estaban en el toldo de Epaquin, tenan deseos de comunicarles, y de conseguir la misma dicha que los Mbays, trayndolos su pas y selvas. Aadan: ya que tu te has cansado viniendo nuestro pueblo, no te vuelvas con los Mbays: qudate con nosotros y ensears nuestros hijos. Por alicientes muy eficaces, aadan tambin estos: Aqu hay muchos chicos y chicas: entre los Mbays son pocos. Los Mbays algn da te quitarn la vida, porque son muy semejantes los Payaguas traidores: entre nosotros vivirs sin recelo: tendrs casa y qu comer. Satisfcele con que dara parte mis Superiores; y que segn su disposicin, yo dos hermanos mos su tiempo vendramos darles consuelo. Replicaron al punto: Y cuntas lunas morirn hasta que t vuelvas esos tus hermanos? Esto es, despus de cuantos meses tendr cumplimiento tu palabra? No s cuntas lunas morirn, les dije: porque hay mucha distancia la tierra en que estn mis Superiores. Vuelve t vernos, dijeron, despus de dos lunas meses, ya que nos quieres dejar ahora: y tus hermanos podrn venir cuando haya otra vez Chone, esto es, Algarroba: fue lo mismo decir que de all un ao. Enva presto tus palabras (escribe) concluyeron: y dile al Capitn grande (Gobernador) que los Chans somos buenos, y queremos ser hermanos de los Bochararas, esto es, de los cristianos. DCCXXXIII. Ergese una cruz en la plaza del pueblo. El auditorio era innumerable: y todo l aplaudi la resolucin de sus cabezas instando en mi quedada, a lo menos en mi pronta vuelta sus tierras. Valindome de tan favorables coyunturas, les propuse con traza levantar una Cruz en su pueblo. Les dije: Conocer la sinceridad y eficacia de vuestros deseos, si permits que en este lugar se levante la seal que en sus pueblos tienen los cristianos. Esta es la que llamamos Cruz, la cual algunos de vosotros han visto en el toldo de Epaquin. Yo y mis hermanos viendo esta seal en vuestra patria, nos holgaremos mucho y diremos: Es cierto que los Chans son buenos y aman los Padres. No fueron necesarias ms arengas. Al punto

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los caciques dieron orden a alguno de sus vasallos para que trajesen dos hermosos palos. Labrlos un Indio Guaran, y a vista de todos los Mbays de mi comitiva, y del innumerable gento de los Chans, se enarbol el estandarte de nuestra redencin, en la plaza del pueblo. Pusieron en su idioma a la Cruz este nombre: Oronn Gaguati: leo cruzado. Mirando yo aquel sagrado leo deca con David: Virga tua et baculus tuus ipsa me consolata sunt. Jess amabilsimo acordaos de de vuestra preciosa sangre, precio de la Redencin, derramado en la Cruz por estas pobres almas. Recogedlas, mi Redentor, por medio de los de vuestra Compaa. La mies es mucha, el campo dilatado. Esto pide muchos operarios. Vos sois el Seor de esta sementera, y queris que os pidamos compaeros para su cultivo: Rogate ergo dominum messis ut mittat operarios in messem suam. Con todo el afecto de mi corazn os suplico que enviis los destinados para labor de tanta gloria vuestra y bien de los infieles. DCCXXXIV. Splica a los Superiores . Confieso V. R. que me pareci que eran odas mis splicas, y que sealaba V. R. los elegidos de Dios para tan santa empresa: Id, les deca V. R., ngeles veloces, los Chans, gente convulsa y dilacerada. Ad gentem lineae lineae: una nacin sobre cuyas cabezas el sol forma repetida la lnea cuando se acerca al trpico y se retira hacia la lnea equinoccial. Espero que V. R. ha de dar consuelo los desamparados Chans, que buscan el remedio de sus almas por medio del celo de V. R. y la desean por ministerio de los hijos de nuestra mnima Compaa de Jess. DCCXXXV. Accin singular de los Chans. Porque puede dar mucha fuerza la causa de los Chans un caso dado que sucedi algunas semanas despus de mi regreso Beln, quiero ponerle en este lugar como perteneciente la Cruz que se erigi en el pueblo. Un cacique Mbay, hombre brbaro, y que no corre muy bien con la casa de Epaquin, entr en el pueblo de los Chans. Vio la Cruz, y pregunt: qu palos eran aqullos? Respondieron los Chans que haba estado all el Bocharara del toldo de Epaquin y con acuerdo de los capitanes Chans, y de todo el pueblo, haba levantado aquella Cruz, la cual ellos estimaban como prenda del amor que el Padre les tena: y que la haban de conservar para manifestacin del que toda su nacin profesaba al Padre. Yo la derribar: dijo el inconsiderado infiel Guaycur. Callaron los Chans, y echaron mano sus arcos y flechas: rodearon a lo lejos la santa Cruz, y dijeron al Mbay: Ahora puedes entrar derribar la Cruz: cumple tus amenazas y experimentars si nuestros arcos yerran tiro. El Padre levant la Cruz: y el Padre sus hermanos la han de hallar colocada en el mismo sitio. Explicronse los Chans con tan buen aire, que, lleno de miedo el Mbay fanfarrn, no slo desisti de su intento, sino tambin se sali de la poblacin, temeroso de que sus vecinos tumultuasen y vengasen con su muerte el

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descomedimiento. Verdaderamente que en este hecho mostraron los Chans que son buenos, y que su deseo de tener Misioneros Jesuitas es sincero. Compadzcase V. R. de ellos, y mrelos como los infieles ms desamparados que habitan estos pases. No son necesarios muchos costos para entrar a una nacin quieta y labradora. Hachas destrales cuas de hierro para ayudarles en sus rozados y facilitarles grandes sementeras, s sern necesarias. Rescates y cosillas que estimasen, les ganarn las voluntades. De este modo conquistar almas la Cruz, dar nuevos hijos la iglesia, y vasallos nuestro Monarca. Adems que por este medio creo que se abrir el camino para ir los pueblos de los Chiquitos, en cuyo descubrimiento se han malogrado tantos viajes. DCCXXXVI. Terenas: dan noticia de cristianos. En la poblacin de los Chans encontr dos hombres que estaban con sus mujeres hijos, todos Terenas y hermanos de los Chans. Tome lengua de su pas. Preguntles si tenan noticia de que hubiese cristianos cerca de sus tierras, si haban llegado a ellas? Respondieron que s, segn oan sus paisanos; y que en tiempos pasados haban estado cerca de su tierra: y sealando a los Guarans, que estaban presentes, aadieron: venan vestidos como estos, y con collares (rosarios) como aqullos al cuello. Sucedera esto cuando el Venerable Padre Castaares con los Indios Zamucos se dej ver cerca de la poblacin de los Terenas, , como ellos se llaman si mismos, Telenoe. Nota. Aqu se omiten dos nmeros que ya estn insertos en la Historia de los Eyiguayeguis. DCCXXXVII. Poblacin de los Chans. Cerciorado de los buenos deseos de los Chans, me pareci ver con toda atencin su pueblo. De parte de los Chans no hallaba embarazo en la ejecucin de mi pensamiento. La dificultad y mi recelo consista en que si los Mbays tomaran ocasin de algn sentimiento, presumiendo que haca ms caso de los criados que de los seores. Todo se compuso gusto de las dos naciones. Habl los Mbays dicindoles que cada capitn juntase en una casa sus feudatarios, porque quera regalarlos en su nombre y en sus propias casas por el buen hospedaje que nos haban hecho. Con este ttulo registr toda la poblacin, acompaado de Chans y Mbays. Pude as hacerme cargo del sitio, de la arquitectura de sus chozas, y de otras cosas que me parecieron dignas de advertencia. La poblacin est situada en medio de un grande y espeso bosque que por el Oriente se extiende hasta cerca de la orilla, del ro Paraguay. El plano es tierra ya bastante limpia; pero llana y baja, que ocupar poco ms de un cuarto de legua. En esta llanura est

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trazado el pueblo con calles capaces y plaza. Esta no es redonda, sino larga y proporcionadamente ancha. DCCXXXVIII. Casas de los Chans. Las casas se distinguen en su hechura de las de los cristianos. Cada casa tendr de 16 20 varas de largo, y como unas ocho de ancho. La forma de su arquitectura es una bveda, sin pilares postes en medio. Hacen este oficio los palos medianamente gruesos y proporcionalmente altos que forman lo slido de las paredes, y arqueados y atados sin juntarlos del todo por las puntas, queda la bbeda cimbria. La altura es de unas cinco seis varas. No tienen caballete, porque el sitio que haba de ocupar la cumbrera queda descubierto y como claraboya de toda la casa, mejor, chimenea que da franca salida al humo y vapores. Por esto no cierran del todo al arquearlos, arriba los palos. La armazn de stos se cubre de una especie de paja larga y ancha, que tejen con curiosidad desde el suelo hasta toda la bveda, menos sobre la claraboya. Este aforro los defiende del sol y bastantemente de las lluvias, aunque cuando llueve, pasa bastante agua por la cumbrera descubierta. Hablles algo sobre este inconveniente; y les agradaba que se cerrasen. DCCXXXIX. La divisin e interior de las casas. Cada capitn vive con sus hermanos y parentela en una casa. La multitud les ha obligado dividir habitaciones, y as tienen repartidos los barrios por capitanas y cacicatos. Cada casa tiene cinco puertas para no impedirse unos otros: dos estn en las testeras, y tres en un frente. Cuando llueve tapan las puertas con unas esteras de juncos. Al lado de las puertas tienen sus hogares y sus cocinas sin ms arte que unas tres piedras movedizas que sirven de trbedes en qu asentar las ollas que labran curiosamente y en que cuecen sus alimentos sin ms especias que agua sola. Al lado opuesto estn los dormitorios y camas, todo patente y en el suelo, sobre el cual ponen unas esteras de juncos. Es mucho que cogiendo algodn, no hayan dado en el uso de las redes hamacas. DCCXL. Fisonoma y vestuario. La gente en su fisonoma es parecida la Guaran; aun su idioma tiene mucho de gutural y narigal; pero con suavidad fcil de imitarse del que la aprende. Las mujeres andan cubiertas con mantas de algodn, como ya se dijo: tienen el pelo largo y por delante cercenado desde una sien otra. Los hombres usan camisetas de algodn, pero de ordinario las dejan y andan en carnes. Tien todo el cuerpo de negro con la tinta de una fruta que llaman Nigue, es el Notique de los Mbays y andipa de los Guarans. La gente es mucha, y segn lo que me pareci, pasarn de seis mil almas. DCCLI. Caso gracioso. En la visita que hice del toldo sucedieron algunas cosas que no debo pasar en silencio. La primera fue que, caminando por una de aquellas sus calles, me sali

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al encuentro una Chan de edad avanzada. Saltaba esta vieja de jbilo y en tono de quien llora cantaba. Despus se acerc y me habl en su idioma. Pregunt mi intrprete qu deca la buena vieja, y expuso as: Dice que t y los Chans somos hijos de un mismo vientre ( madre). Porque tu vives quieto como ellos en un lugar: tienes choza de paja, labras la tierra y coges sus frutos con que te alimentas. Por tanto, que te quedes con nosotros, y no te vuelvas con los Eyiguayeguis que son hijos de otro vientre; no tienen asiento en un lugar, ni ms comida que la caza. Tena razn la vieja. DCCXLII. Otro serio. La segunda fue que llegndose m unos Mbays, me dijeron: Ya ves que los Layans son muchos: escoge criados y llvalos contigo para que trabajen en las sementeras. No vengo, les respond, buscar criados, sino discpulos, quien ensear la ley de Dios, que todos nos dio el ser, redimi costa de muerte y es nuestro Padre. Hice explicar esto al intrprete, cuyas palabras merecieron toda la aprobacin de los circunstantes. DCCXLIII. Fineza de un cacique Chan. Acercndome ya de vuelta mis esteras, me habl un cacique Chan y me ofreci un su hijito como de 8 aos de edad que traa consigo. Llvatele, me dijo, y tenle contigo para que aprenda lo que le enseares. Agradecle la fineza, y al chicuelo le d y puse una monterita, hecha de retazos de persiana. Gurdala, le dije, por prendas de mi amor, y cuando yo vuelva, o vengan mis hermanos vivir entre vosotros, la mostrars, y t sers el primero que oir y aprender las palabras santas de los Padres. Ya se haca tarde: y los pobres Chans no se apartaban. Presentbanme algo de maz, batatas, etc. Ms embelesado yo que ellos, no adverta en los regalos, hasta que me dijeron los Mbays: Nuestro Padre, quieres comer? Respondles que no haba emprendido aquel viaje en busca de alimento; que lo que era que ellos y los Layans comiesen; y yo interiormente me consolaba con aquellas suavsimas palabras del Redentor: Meus cibus est ut faciam voluntatem patris qui misit me, sin acertar desprenderme de una gente cuyo gozo en tenerme les rebosaba los rostros. El Diario siguiente dir mejor cuanto puede desearse en esta carta.

CAPTULO III DIARIO DEL VIAJE AL PUEBLO DE LOS CHANS DCCXLIV. Modo como viajan los Mbays. Para no embarazarnos cada da con repeticiones, fastidiosas de una misma cosa, ser bien advertir lo siguiente que es un resumen del modo con que viajan los Eyiguayeguis cuando en la tropa van sus mujeres y criaturas. La comitiva se compona de cuasi cuatrocientas personas, computando adultos y chicos, mujeres

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y hombres. Estos montan en pelo, y las riendas son unos cordelitos que meten en la boca del caballo y atan en la barbada. Las mujeres tienen una especie de silla que parece enjalma bastos de lomillos. Estn hechos de juncos machacados; debajo por sudadero ponen un poco de paja como el heno; y encima por caparazona una piel de venado o manta de algodn. Las doncellas y capitanas aaden su caballo un collar de cascabeles si los tienen. Las ms cargan un plumero de plumas .de Apacanigo avestruz con que se hacen sombra y defienden de los ardientes rayos del sol y de los mosquitos. Hombres y mujeres llevan descubiertas las cabezas. Las criadas, cautivas, y de esta esfera tambin algunos hombres, cargan las esteras de juncos, las ollas y cuanto tenan en sus toldos: puede decirse que trasladan toda su casa: la cual fcilmente se levanta en todas las paradas. Estas las tienen muy sabidas, por frecuentadas, y siempre estn cerca de agua. De aqu es que las jornadas son desiguales, porque se alargan o se acortan segn dista la aguada. DCCXLV. Ceremonia de la milicia. Los soldados cada da como una hora despus del alba, se juntan cerca del toldo de su cacique del que hace cabeza en la caravana, confieren sobre la marcha de aquel da, determinan el paraje, y tratan sobre si hay, o no hay impedimentos que puedan embarazarlos. Si los hay, v. gr.: enfermos, cansados, faltan algunos de la comitiva, suspenden la jornada hasta otro u otros das. Si no los hay, se resuelve la partida. A esta junta no concurren los capitanes que son los parientes casados con parientas del cacique. Este tiene un Indio de edad como ayudante mayor, el cual, disuelta la junta, va a los toldos de dichos capitanes, y les da parte de lo acordado en ella. Reciben sentados con seriedad el orden, y al ayudante le agradecen la atencin de su cacique con estas palabras: iga daga time. Por esto quedo obligado. En este viaje iba el oficial de rdenes primero al Padre Misionero y le deca: Mi Padre, ests fatigado indispuesto? quieres caminar detenerte? Atencin digna de gente ms cultivada que la Guaycuru. Dijo muy bien el V. Padre Juan Eusebio Nieremberg que los Guaycurs tienen algunas prcticas que pueden ser documentos a los filsofos y otras que casi los degradan de racionales. DCCLVVI. Modo que observan los cazadores. Determinada la marcha, empieza el almuerzo, que dura, si hay materiales, un par de horas. Traen caballos, y en poco ms de media hora todos estn puestos en camino. Los hombres van del todo desembarazados: porque a su cuidado est cazar ciervos, venados, jabals, avestruces, y aun tigres, que comen como si fueran sabrosas terneras. Cuando entran en el campo que les ofrece caza, dejan las lanzas y las flechas, y solamente cargan un garrote largo como vara y media y proporcin grueso, de madera dura y pesada: llmanle Nebo. Lo dems que observan en las monteras

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queda dicho en su historia. Mientras los cazadores buscan qu comer, no pierde camino la tropa: prosiguen todos el viaje hasta llegar al sitio de la Dormida, que en su idioma se llama Comeedi. Noviembre de 1761

DCCXLVII. Agua de los sapos (da 5). Sali toda la gente que haba de viajar a los bosques de los Chans. Seran las 11 de la maana cuando se empez caminar, y como las 2 de la tarde se par en un bello sitio, llamado Liguedemadigo, que significa lugar de los sapos. Es un arroyuelo de buena agua cuyo paso tiene un cenagal bien trabajoso. El nombre le viene bien apropiado, pues se haca casi insufrible la vocinglera de aquellos molestos animalillos. DCCXLVIII. Palmas bellas (da 6). Por bellos campos altos poblados de palmas Noyoliguaga, se camin hasta un mediano ro cuyo nombre es Aquidaguanigi. Dur esta jornada desde las 7 y media hasta las 12. La palma dicha es muy hermosa. Hay las chicas, medianas y altas. Las primeras apenas sacan el tronco de la tierra, y parecen un ramillete sus hojas. Las ltimas se elevan hasta la altura de cinco seis varas en su copa. Todas son fructferas, y dan unos racimos de dtiles del color de una camuesa y del grandor de una pera. Su figura es algo puntiaguda, la carne fibrosa, y de un agrio tan intenso, como el del limn. Las hojas de esta especie de palmas, tostadas algo al fuego, sirven de cordeles para atar lo que se quiere: y de ellas hacen los Guaycurs maneas para sus caballos. Los cogollos frescos y cocidos son muy gustosos. Aquidaguanigi significa Ro Mediano del cual se habl en otras partes. DCCXLIX. Camino de los Guaycurs. Este da se dividi la multitud en dos tropas, y cada una cogi por la maana camino distinto. Tienen los Eyiguayeguis tres caminos por los cuales desde los toldos venan sus correras, y los tres se juntan en el Agua de los sapos. Un camino costea la orilla oriental del ro Paraguay, con las preciosas vueltas que hacen sus aguas hacia todos rumbos: les ofrece la comodidad de la pesca: pero est intransitable en tiempo de las crecientes del ro. Otra senda tira derecha al Norte por buenas tierras y campos: da tambin sus vueltas por evitar los bosques. Por este hallan mucha caza, y las frutas llamadas Guama con palmas de que hacen harina. Llaman dichos campos Apacachodiyadi, esto es, lugar de avestruces, por criarse innumerables en ellos. El camino de en medio participa de todo, parte tierra baja como el de la costa, y parte campos espaciosos. Por ste hicimos la jornada, y en un palmar, cazaron dos ciervos. Desde esta parada rezaron los chicos

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la Doctrina. Acordbame de nuestros Jesuitas franceses, fervorosos Misioneros en el Canad, que tiempo llevan su iglesia porttil a la las costas del mar, y permanece en despoblado todo el tiempo que aquellos nefitos emplean en la pesca. DCCL. El pescadero. Lagarto raro. Desgracia de un chico (da 7). Dise principio la marcha como las 8. La primera. parte del camino es de tierra baja, llena de cinaga y anegadizos, y poblada de palmas llamadas Eabuigo. Pasado el palmar, se atraviesa un bosque por senda hecha mano, la cual remata en un ro nombrado Pitanoiagadi, punta quebrada, que corre de Oriente Poniente. Al salir de este ro, se hace el camino por bella tierra alta y doblada, con grandes lomas. Extenderse de seis ocho leguas entre Oriente y Norte. Vnse muchos barreos salitrales, aguadas y pasos admirables.. Es estancia en que engordan mucho los animales. Paramos al bajar la ladera de una colina entre 11 y 12 de la maana. Aqu hay una laguna de buena agua y permanente, llamada Numgenagadi, el Pescadero. Desguase hacia el Poniente buscando el ro Pequeo, que dista poco de este sitio. Cazaron cuatro ciervos, una especie de lagarto llamado Nialiyegui, que es la Iguana. Es animal anfibio, y para nadar tiene en los pies aletas como las de los patos. Su carne es blanca y sabrosa, aunque algo seca. No es ponzooso, aunque irritado muerde y procura defenderse sacudiendo fuertes azotes con la cola. Un caballo arroj violentamente un chico que corra tras un ciervo. Sus Niegienigis o mdicos le desahuciaron. Fui verle. Era ya cristiano; y conociendo que no haba contusin, ni otra cosa de riesgo le llev mi toldito tienda de campaa curarle. San y me honraron con el honorfico ttulo de mdico experimentado. DCCLI. Descanso. Caza. Frutilla Ipequeni (da 8). No se camin, porque yo ped que descansara el chico enfermo. Tambin porque los nios estaban muy fatigados de los soles que los das antecedentes haban abrasado. Agrad mucho los Eyiguayeguis mi determinacin, y me decan: Acami codiodite: t eres nuestro verdadero Padre. Cazaron seis ciervos y un avestruz. En los campos del Pescadero, se cra en abundancia una frutilla que es la delicia de los Eyiguayeguis: llmanla Ipequeni. Es muy parecida las brevas: pero su color antes de sazonar tira ceniciento, y cuando madura naranjado. Este mismo tiene la raz, que es muy larga y del grosor de un dedo. Cada frutilla contiene dos huesecitos: algunas tres: y tal cual uno: blando, y de sabor algo amargo. estos huesos est pegada la carne, blanca, jugosa y dulce, aunque poca. La planta echa solamente una vara del grosor de un junco ordinario, alta como tres palmos; la hoja es larga como la del olivo: algo ms ancha y de color verde obscuro. DCCLII. Ro Caaveral (da 9). Empezamos caminar a eso de las siete; y como a las once paramos la orilla de un mediano ro que tiene por nombre Caaveral, Etagadiyadi, por

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las muchas caas bravas que se cran en las dos orillas. Su agua es algo gruesa, porque se recoge mucha hojarasca en su cauce que es estrecho; y las piedras de que est lleno forman pozos, en que se detiene la suciedad. Nace en la serrana que corre de Oriente Norte, de la cual en otras ocasiones hemos hablado: otra tiene distancia de dos leguas hacia el Oriente, la cual atraviesa para salir los campos y bosques que llegan hasta el ro Paraguay, en el cual desemboca. Llmanla los Mbays Guetiadaguana, serrana pequea, porque es ramo del grande que se extiende de mayor distancia. Lleva sus aguas este ro de Oriente a Poniente. DCCLIII. Pozo de los Mbays. Salinas. Laguna Ulemigo. Como una legua del Numigena, sobre una hermosa y capaz colina se registra un bosquecillo de pocos rboles: en medio de estos hay una sima, cuya boca se mira de lejos, por estar con las lluvias derrumbada la tierra. Dicen los Mbays doctos, que de este pozo salieron sus ascendientes primeros. Desde enfrente de ese calabozo mazmorra de los primeros Eyiguayeguis, tira una senda hacia el Poniente y ro Paraguay, la cual termina en un sitio llamado Nagatadiyadi: la salina. De la sal, aunque en partes brota de la tierra, no se aprovechan; sino de la que hacen de cierta planta yerba, cuya ceniza se forma en cristales. Es la Soda Barilla. No trabajan esta sal con aseo; y as, sobre quedar negra, envuelve mucha tierra. En la mitad del camino ocurre una laguna que se forma de las lluvias y del manantial que en s contiene. Su figura es de una pila casi redonda, sin profundidad de ms de vara. Llmanla Ulemigo, esto es, sitio del pjaro Ulema. Esta es una ave mediana de varios colores: blanco, pardo y negro. Su ejercicio es la pesca, que hace arrojndose al agua con notable velocidad al divisar la presa. Toda la jornada fue por tierra alta y apacible, falda de la sierra pequea. . DCCLIV. Laguna mala. Serrana. Ro Caaveral chico (da 10). las siete salimos, y paramos cerca de la una del da en un sitio llamado Apolicaganaga Niigo Ig, Bebedero de los caballos. No le cuadra mal el nombre, porque es una laguna chica, muy mala, propsito para slo bestias. El camino se hizo todo por lomas altas, llenas de piedras. Coge estas lomas en medio una corona de cerros que se abre al Norte y Sur, y su dimetro tendr como legua y media. Forma una vistosa perspectiva. En distancia de una legua de la dormida pasada, se vadea un pequeo ro llamado Etagadiyadi Lionigi, Caaveral pequeo, causa de ser menor su cauce que el del otro de este nombre, en el cual desemboca y corre de Oriente a Poniente hasta juntarse, haciendo una inclinacin al Sudoeste. Su agua es muy gruesa por la mucha broza que tiene, aunque su suelo es de piedra. Matse un lagarto Niali-Yegui, que me sirvi de comida.

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DCCLV. Camino de este da, rboles, laguna (da 11). Empezse la marcha a las 6 y media; y paramos entre 9 y 10 de la maana. Hzose el camino ya atravesando espesos bosques, que coronaban hermosos cerros, ya bajando por espaciosos valles matizados de flores y yerbas. En una loma haba mucha piedra blanca, que pareca de cal. Hay muchos rboles llamados Naquilguenaligueenigi, comida de los Guacamayos: y la planta pequea dicha Liticonagadi: con la que se tie. Al sitio en que paramos, llaman Noyogogo Nuguacagaichi, lugar en que muerde el gusano: nombre que le dio la casualidad, porque en tiempos antiguos un Guaycur fue mordido de un insecto en dicho sitio. Es un manantial de buena agua entre piedras, que hace una capaz laguna. DCCLVI. rbol de cacao. Rubia. El rbol comida de los Guacamayos es muy singular en todo. El tronco es grueso y alto, de corteza escabrosa y blanquecina. Compite en altura con los ms encumbrados. La madera es frgil ms que la de la higuera. Las ramas se extienden todos lados con una positura paralela y vistosa descompostura. Tiene las hojas en el remate de las ramas; y son tres cuatro veces mayores que las de las higueras, aunque no tan cortadas, sino con dos alas que salen del pezn y rematan como la tercera parte del cuerpo largo de la hoja. Su color por abajo es blanquecino, por arriba verde claro. La fruta est encerrada en unas vainas cuya figura forma una cruz, larga ms de un palmo, proporcin los brazos. Toda la cruz parece torneada modo de balaustre. Cuando le corresponda estar verde, tiene en lo exterior un color encarnado muy encendido sobre una pelusita suave como la felpa; el cual se muda en pajizo obscuro cuando madura. En el interior encierran unos granos habas muy parecidas las del cacao ordinario, las del maz, aunque mayores que stas. Tostadas tienen mejor gusto que el man, y las comen los Guaycurs con ms ansia que los papagayos, que dieron el nombre este rbol. Mezclados estos granos con los de cacao en la molienda, le mejoran; y por s hacen un buen chocolate. En la huerta de Beln tenamos ya muchos de estos rboles, cuya total descripcin se da en su lugar. La planta que sirve para tintas encarnadas es como la Rubia, que tanto se aprecia en Espaa, y la que el Guaycur llama Caapita. Cazaron cuatro ciervos.

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DCCLVII. Lluvia. Hambre. Cursos. Almendros (da 12). No se hizo jornada por esperar unas familias de la comitiva cuyos caballos se haban perdido. Desde las 4 de la tarde llovi mucho, con que refresc algo el tiempo. No cazaron sino un ciervo; y por esto hubo hambre. Yo los chicos, puestos en rueda, repart mi pobre comida. Asaltronme unos cursos que me dieron cuidado temiendo no se malograse el fin de mi viaje. Un infiel me present tres huesos parecidos los de las almendras excepcin de ser mayores y ms aplanados. El ncleo es dulce como las almendras. Es fruto de un rbol mediano que llaman Noliguaga. DCCLVIII. Serrana; mucho calor y mosquitos (da 13). Empezse caminar las siete, y como las diez se tom alojamiento en un sitio llamado Eboda Nibedonagadi: instrumento con que se caza la ave Eboda. Es una pequea laguna de agua permanente, aunque no muy buena. El camino fue atravesando la sierra hacia el Norte con tal cual vuelta al Poniente para evitar los cerros y coger las caadas. En medio del camino se ofrece un bosque que se atraviesa por senda hecha mano corte de hacha. Al salir de este bosque corre de Oriente Poniente un mediano arroyo de buena agua. Cazaron tres ciervos. El calor fue excesivo, y los mosquitos estuvieron hoy ms que otros das molestsimos. La descripcin de la ave Eboda, pusimos en otra parte. DCCLIX. Ro Aaba. Serrana (da 14). Amaneci nublado, con que se templ algo el tiempo. Salimos como las 8; y llegamos la parada eso de las 12. Anoche se nos perdieron las cabalgaduras, y fue singular providencia de Dios que no se perdiese tambin el indio guaran que fue buscarlas y las trajo. El sitio en que paramos es un hermoso ro que vadeamos con trabajo, y se llama Aaba. Corre de Oriente a Poniente y con canoas y botes

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medianos ser navegable hasta su salto arrecife Ayagiyaga. En su suelo de arena y en lo ancho de su cauce y caudal compite con el Yeyu Xeju. Abunda de pesca; y se cogieron algunos peces llamados Atepaga, y un Apopaga. Los primeros se conocen entre los espaoles por el nombre de Pac, y el otro es el que llaman Zurub. Por este ro suben veces los Payagus, y llegan hasta su arrecife. Haba un toldo antiguo de estos traidores. Cerca del sitio en que hicimos alto, hay una sierra de encumbrados cerros que se extienden entre Oriente y Norte: la llaman Amogiyadi, pedregal negro, por el color de sus piedras de que antes hacan destrales o cuas, y hasta hoy algunos las conservan. DCCLX. Enterramiento. rbol Guapomigo. Junto esta sierra tienen los Eyiguayeguis un enterramiento de sus difuntos. Trenlos a l desde donde mueren, aunque haya muchas leguas. No tiene ms arte que los toldos de esteras de juncos en que viven los sanos. Esta noche llovi con viento Sur. Lleg un Chan que traa al cacique un regalo de calabazas chicas zapallitos. Uno de los Nigienigis cant desaforadamente, celebrando al son de su calabazo el presente de calabazas. En este sitio hay muchos rboles Naquilgena Ligueenigi, y otros llamados Guapomigo. Este es rbol frondoso, acaso el de ms agigantada corpulencia que hermosean las selvas. Da unas frutas como ciruelas; pero el pellejo es claro y se despega entero de la carne, quedando vaco como cscara de huevo: la dicha carne est pegada un hueso orbicular y blando, del cual con dificultad se despega, por ser muy fibroso y gomoso. Deja un dulce viscoso en la boca. Gustan mucho de esta fruta los Guaycurs y las aves. El sitio referido qued escogido para establecer su tiempo una Reduccin: y aqu se pona ya la de San Juan Nepomuceno de los Chans al tiempo de nuestro destierro, con que se malogr todo. DCCLXI. Aves y tigres (da 15). No caminamos porque quisieron pescar. El da se mantuvo nublado y fresco con el viento Sur. Llovi desde las 12 del da hasta las dos de la tarde. Metieron mucha vocinglera las aves Gotinig-Iguaga, que son las Pavas monteses; y tambin los Papagayos, que en bandadas acudan a los rboles frutales. Un tigre a vista del toldo maltrat con sus garras un caballo. Este lugar tiene muchos que se mantienen del pescado que por este paso les ofrece el ro. DCCLXII. Jornada de este da (da 16). Amaneci nublado y fresco. Como a las 8 se levantaron las esteras y caminamos hasta cerca de las 3 de la tarde, que paramos en un hermoso palmar en un toldo de Mbays, que nos recibieron con agrado. El primer tercio del camino son unos bellos campos los cuales tienen al Poniente al ro Paraguay y al Oriente y Norte la serrana. El otro tercio se camina por un palmar de Eabuigos, la altura de cuyas palmas descuella ms que en otros sitios. El ltimo tercio como mas inmediato al ro Paraguay,

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se viaja por entre palmas y rboles espinillos. La tierra es bien mala y cenagosa; en tiempo de aguas no puede transitarse. Costase un zanjn con agua hedionda, y se llena mucho en los reboses del ro Paraguay. El camino fue al Poniente. DCCLXIII Familias Chans. Pena de los malos mdicos. Ceremonia al comer. Arroz silvestre. Como la mitad del camino hay pobladas unas cuantas familias Chans, que tienen sus chozas en unos espesos bosques. Llmanla Niyololaguanigi, pueblecillo chico de Niyololas. Entramos verlos: y nos regalaron con calabazas tiernas ya cocidas en solo agua. Seran unas 20 personas. Supe que se haban refugiado aqu porque el principal era mdico en la poblacin, y no haba hecho una buena cura. La pena que tales mdicos dan los Chans es ponerlos encima de un montn de lea como en pira, y quemarlos vivos. Huyendo de este castigo, se escondieron en este sitio. Pocos mdicos hubiera en el mundo, si se les diera semejante premio por sus desaciertos. Al verme saltaban de gozo. Mientras el cacique Jaime coma, y yo con l las calabazas, una India Chan nos haca viento, y tambin la cazuela, como quien ojea las moscas con una ala de cuervo. El capitn Mbay del toldo junto al cual pasamos envi, segn su poltica, comida compuesta al cacique, y entre los pobres manjares vena una cazuela de arroz cocido en agua; pero mal limpio. Este arroz era del que se cra naturalmente a la orilla oriental del ro Paraguay desde aquel paraje hasta bien arriba hacia el Norte. Es algo moreno respecto de el de Espaa, pero de tan buen gusto. DCCLXIV. Cerros del Per. Origen de los Mays (da 17). No caminamos por esperar los Eyiguayeguis que el da 16 se apartaron de nuestra comitiva, como all se dijo. Desde el sitio en que estbamos la orilla occidental del ro Paraguay se descubren lo lejos unos cerros muy altos, los cuales estn ms arriba del bosque de los Chans. Estbalos yo mirando, y un capitn Mbay que se lleg m me dijo: Mi Padre, junto aquellos montes est la habitacin que desde muy antiguo tiempo han posedo los Eyiguayeguis. Segn la distancia, hice juicio que eran los cerros en que remata la cordillera de los Chiriguanos, que se acercan a las tierras de los pueblos de las Misiones de los Chiquitos. Y acaso por esta tierra vendran desde el Per los Mbays, y desde entonces traeran la inclinacin engalanarse con plata y metal amarillo. Das 18, 19 y 20. No caminamos, ya por estar el tiempo lluvioso, ya por esperar unos que aun no haban llegado. Padecimos hambre. Derribronse muchas palmas Eabuigo, cuyos cogollos comimos. En este sitio se dej la caballada, y con solo un caballo cada persona pelo pelo se pasa el ro y se va al pueblo de los Chans.

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DCCLXV. Paso del ro. Como las 8 salimos en busca del ro Paraguay, cuya orilla por malsimo camino llegamos cerca de las 10. Aqu se hizo el pasaje con presteza admirable. La tropa se compona de casi cuatrocientas almas: iban las cabalgaduras necesarias para tanta gente: llevaban sus esteras y utensilios; y con tantos embarazos, en menos de media hora estbamos todos la otra banda, que es la occidental del ro, puestos caballo y en marcha. En este sitio corre el ro en una madre tan explayada, que estuvimos en el agua y se gast en nadar un cuarto de hora y cinco minutos. Los chicos y las ms de las mujeres pasaron en unas pieles de venados de toros, recogidas por los lados y llenas de trastillos, a que los blancos llaman Pelota y los Mbays, Etogo. No harn los Espaoles tan liberal pasaje del ro, ni con sus embarcaciones. DCCLXVI. Algarrobal. Niboi, rbol. Aletas, aves. El sitio en que paramos se llama el Algarrobal. Hay muchos rboles de algarroba, y creo que es punta del que se extiende por casi todo el Chaco. Son tres las especies que aqu se cran y de todas gustan mucho los Guaycurs. Hacen pan de su harina, al cual llaman Naderogo, que es el Patay del Tucumn; pero hecho con muy poco aseo. Comen tambin la algarroba machacada y puesta en agua. No saben hacer el vino o chicha de algarroba; y no hay duda que si hubieran dado en ello, no se acabara en todo el ao su borrachera. Otro rbol muy de su gusto se cra entre los algarrobos. Llmanle Niboi: da una frutilla sutil, de cortecita dura, que con facilidad se quebranta: tiene un huecesito duro y poca pulpa, aunque muy dulce. Parece al Chaar de la provincia de Tucumn. En los caados que hace el ro Paraguay cuando rebosa, haba muchas aves blancas, del grandor de un pato: llmanlas Aleta, y sus plumas son muy apetecidas de los Guaycurs para adornarse con ellas. En este lugar vivieron los Mbays del toldo de Epaquin: tenan vecinos a los Payagus, con quienes guardaban buena correspondencia. DCCLXVII. Orden militar con que se march (da 22). las 8 y media salimos y llegamos al pueblo de los Chans las 3 de la tarde. Al principio se hizo el camino por unos campos poblados de palmas Eabuigo y algarrobos, costeando un anegadizo, que caracoleaba mucho, aunque angosto. Despus se pasa un bosque mediano, que remata en un campichuelo lleno de las palmas dichas. En este campo se hizo la resea de la gente. La forma de marchar este da era vistosa. Los soldados se embijaron de encarnado y negro: parecan sus cuerpos retratos de almas condenadas. Cargaron todas sus armas: lanzas, flechas, alfanjes y Neb. Todos se pusieron en fila, la cual guiaba un Nigienigi. Las mujeres y bagaje iban en medio, y cerraba la fila un capitn con escogida milicia. La razn de caminar con este orden y puestos en armas, fue porque estbamos en tierra peligrosa y frecuentada de los infieles Enimagas,

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que son los Lenguas. En la forma dicha, uno en pos de otro, se camin por un bosque grande, en cuya travesa se pas hora y media. De este bosque se sale a un campo plaza que tiene agua en un juncal muy bello: de ste se entra en el bosque en que viven los Chans. DCCLVIII. Mal camino. rbol como retama. Palo santo. Todo el camino por los bosques fue molestsimo: la senda es estrecha y un cenagal seguido y pantano de tierra gredosa blanquecina. Hay muchos rboles de grandeza correspondiente al terreno hmedo y frtil, casi siempre caluroso. Es singular el llamado Neguegigo. Crece como un nogal; pero las hojas son como las de la retama: todo el rbol parece una grande retama, y como que est sin hojas, y con solas aquellas que parecen espinas. El leo corazn tira encarnado, y tan duro que compite con el hierro. De este rbol costa de tiempo y paciencia, hacen los garrotes Neb, que usan en la caza, y tambin unas como barretas para hacer hoyos, arrancar palmas, desarraigar arbolillos y otras plantas, como lo hacen los Chans en sus sementeras. Hay abundancia de rboles de Palo santo, del cual hacen palas con que limpiar los sembrados y otras cosas. DCCLXIX. Recibimiento y poblacin. Luego que llegamos al campichuelo en que est la poblacin, la novedad sali una multitud de chicos y grandes que pasaran de dos mil. Los ms estaban teidos de negro con el zumo de la yerba Notique. En la cabeza traan unas plumas blancas de avestruz en forma de guirnalda; y en las muecas manillas de plumas encarnadas de papagayos. La planta de la poblacin es desacomodada, por ser tierra baja y con un baado hacia el Norte, del cual se proveen de agua; pero que se seca en tiempo de calores, y ahora lo estaba. DCCLXX. Modo cmo labran la tierra. La gente Chan muestra una bella ndole y un genio humilde. El modo que tienen en labrar la tierra es singular. Con las palas arriba dichas mueven la tierra y desherban, no al modo que lo hacen los Espaoles, sino sentados. Enhastan las palas en unos cabos largos de vara y media: sintase el Chan, y trabaja cuanto alcanza la pala; as, mudando sitios, limpia y compone el terreno de su sementera. Cogen mandioca, maz, frisoles, calabazas, batatas y tabaco con algodn. Cran muchsimos papagayos de todas especies. Causa admiracin la multitud y de muchos la variedad de sus plumas. Sin recelo me descubrieron el secreto de darles tinte amarillo, de que ya hable en otra parte. Queda con esto la ave tan galana, que parece de otra especie. DCCLXXI. Ceremonia en muerte del cacique. La tarde que entramos en la poblacin pude observar una ceremonia que acostumbran en la muerte de sus caciques. Haba muerto uno, y el doble con que se avis todos fue este: Salieron cinco mujeres desgreadas: dos

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iban pareadas delante y dos detrs, cogiendo la otra en medio. Las cuatro lloraban en voz alta, y al mismo tiempo cantaban endechas: la del centro llevaba un tamborete, que tocaba de cuando en cuando, acompaando el llanto de las otras. As dieron una vuelta la plaza. Por la noche reson una flauta trompetilla, que remedaba en voz lgubre los dejos y ecos de un nio que llora. Quise ver el cadver, y me dijeron que ya le haban llevado al bosque en que tienen sus sepulturas. DCCLXXII. rbol salado. Entre las cosas muy particulares que produce la naturaleza, merece lugar un rbol que en grande abundancia se cra en el bosque de los Chans. Su tronco es poco ms grueso que el brazo, y se levanta de tres cuatro varas. Ramifcase hacia todos lados con bastante compostura. Las hojas son casi redondas, y tienen como una pulgada de dimetro, gruesas y jugosas. No pude ver la flor: la semilla est contenida en una cajita triangular que remata en punta. Todo este rbol al gusto es una sal muy sabrosa. Masticadas las hojas, sueltan un zumo salado, como si en la boca se hubiera tenido un terroncito de sal. DCCLXXIII. Vuelta a Beln (da 25). Salimos de los bosques de los Chans, y con buen pretexto, pasado el ro, determin apartarme de los Mbays, y caminar con slo los tres Guarans hasta Beln. Vinieron en ello los Guaycurus: pero no pude ejecutarlo hasta el da 27 en que nos trajeron las cabalgaduras. Desandando, pues, a largas jornadas el camino entr en Beln el da 30 de noviembre como las seis de la tarde: cuatro das despus de haberme separado de los Mbays. De lo que infiero que en seis das, con buenas cabalgaduras, y en tiempo que no haya muchas lluvias, se puede ir desde Beln hasta la poblacin de los Chans. DCCLXXIV. Bastsimo: da la salud a un nio enfermo. En mi regreso hubo algo que notar. En el pueblo chico de los Niyololas hall cinco seis familias Mbays, que, de miedo de los Payagus, no quisieron seguir la multitud. Una India Mbay tena en los brazos un hijo suyo de pocos meses que an no estaba bautizado. Parecime en el semblante que el nio estaba muy enfermo. Pregunt la madre cmo estaba su hijo. Muy malo, respondi. Pues le bautizar: y al punto, sin la menor repugnancia, le ech la saludable agua del Bautismo. Y como si aquel nio quisiera agradecer el beneficio y la gracia de verse hijo de Dios, abri sus ojitos, que antes tena desmayados y con una cara de ngel no los apartaba de m, cosa que not tambin una cautiva cristiana que se hallaba presente, y la misma madre. Sobrevivi el nio y vino Beln, pasados algunos meses. Viendo este bautismo una infiel Chan, me ofreci a su hijito de pechos, que tena en los brazos, para que tambin le bautizase. Respondle que si se vena a mi tierra, esto es, Beln, all le bautizara; porque donde estaba ella no haba cristianos ni Misionero que les cuidase. Dio su palabra de irse a Beln, y la

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cumpli dos meses despus, trayendo su marido y a toda su parentela. Con esto tuvo el consuelo de ver bautizado a su hijo. DCCLXXV. Lluvias. Hambre saciada. Llegada de los Mbays. Haba llovido copiosamente los das antecedentes, y los ros corran tan hinchados, que todos negaron el vado, y fue necesario pasarlos en la Pelota de cuero. Los baados y las cinagas nos dieron mucho trabajo, y no menor los aguaceros, que nos dejaban empapados. Lo ms sensible era la escasez de alimento para cuatro. Mas el da de mayor necesidad provey Dios la mesa. El chico Tomas encontr en la ceja del monte una tortuga que pesara de diez doce libras. Dinos que comer con regalo y esplendidez en un desierto desconocido y slo habitado de feroces fieras. Los Mbays de mi comitiva llegaron Beln dos meses despus que los dej ; porque se entretuvieron en hacer de harina de algarroba el Nadenogo, pan y en buscar colmenas por los campos.

CAPTULO IV DILIGENCIAS PARA ESTABLECER MISIN ENTRE LOS CHANS DCCLXXVI. Gobernador: no favorece la Misin de los Chans. Una nacin tan bien dispuesta al parecer como la Chan, tard algunos aos en lograr ministros determinados ; y su mayor desgracia estuvo en que apenas los empezaba gozar, cuando desaparecieron. Luego que yo volv de la tierra de los Chans, hice cuantos esfuerzos pude para desempearles la palabra que les haba dado. Ofrecise buena ocasin para con golpe de autoridad buscarles Misioneros. El ao de 1762 en el viaje que por febrero hice la Asuncin, llevaba en mi corazn ese empeo. Habl al Gobernador don Jos Martnez Fontes, quien como Vicepatrn Real poda haber hecho mucho favor de los pobres Chans. Mas dicho caballero no quiso arrimar el hombro, siendo una de las primeras obligaciones de su cargo. Los lisonjeros le tenan como embelesado con las magnficas conveniencias que se le acreceran con la fundacin de la Reduccin del Rosario y San Carlos de Indios Abipones. Al fin me volv Beln con el desconsuelo que puede imaginarse, considerando las palabras del Apstol: Quaerunt quae sua sunt, non quae Iesu Christi. DCCLXXVII. Otras diligencias intiles. Repet el viaje el ao de 1763, por agosto: hice nuevas diligencias; pero con tan poco xito como las primeras. El Padre Visitador Nicols Contucci se hall falto de sujetos ; y por otra parte el Gobernador no le peda Misioneros. Antes bien intent que yo desistiera de la conversin de los Mbays y Chans, y que me encargara

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de los Abipones. Hablme sobre el asunto, pero qued desengaado, y aun advertido de la inutilidad de su empeo por unos forajidos que no quisieron hacer vida cristiana en Reduccin ninguna de las del Chaco. DCCLXXVIII. Deseaban varios Jesuitas esta Misin. Desde Beln en varias ocasiones procur consolar los Chans y mantenerlos en sus buenos deseos, esperando yo el remedio del cielo, pues lo humano estaban cerradas todas las puertas. Constbame y tena cartas de fervorosos Jesuitas que no esperaban sino que los enviasen para entrar en los trabajos de esta ardua y espiritual conquista: pero ocupados en otros ministerios de la gloria de Dios, y falta de sujetos, no era fcil buscar quienes les substituyeran. Los Misioneros de las Doctrinas de Indios Guarans ofrecan su ayuda en buenas limosnas, y algunos sus mismas personas como experimentados operarios. DCCLXXIX. Misioneros sealados, Padre Manuel Durn y Padre Manuel Bertodano. As se pasaba el tiempo, y los Chans me instaban de continuo por lo que les haba ofrecido. Lleg el ao de 1764, y por Agosto fui la ciudad ver al Padre Provincial Pedro Juan Andreu. Su empeo era que se descubriese el camino las Misiones de los Chiquitos. Conceba el Padre muy fcil esto ; y aun nos persuadimos que por s mismo intentaba meterse en los precisos riesgos de este descubrimiento. Propsele los inconvenientes, con que desisti de hacerlo personalmente Con esta ocasin seal al Padre Manuel Durn para que procurase por Beln pasar las dichas Misiones de los Chiquitos, pero en compaa de uno de los Mbays. En nuevos e incgnitos caminos, traa esta determinacin dificultades insuperables, como se lo dije al Padre Provincial. Este, mejor consideradas las cosas, seal despus al Padre Durn para Misionero de los Chans ; y por su compaero al Padre Manuel Bertodano que se qued en el pueblo de San Estanislao. DCCLXXX. Agenciase limosnas. El primer cuidado fue buscar alguna limosna para principiar la Reduccin. Encargse de esto al Padre Manuel Durn, y con este fin sali de Beln el da 28 de mayo de 1765. De los Espaoles no haba que esperar socorro; y as pas las Misiones de los Indios Guarans, en que le hall muy cumplido. 30 de octubre estaba ya de vuelta en Beln. DCCLXXXI. Viene un cacique Chan a llevar al Misionero. Los Chans no saban cmo explicar su gozo luego que supieron que sus Misioneros se les acercaban. Para empear ms a toda la nacin envile un regalo uno de los caciques con un vasallo suyo que haba venido visitarnos estando el Padre Manuel ausente. Envile decir que l otro de los caciques se pusiese en camino hasta Beln para llevar con presteza y sin depender de los

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Mbays al Padre Misionero. Hicieron su junta en su pueblo; y determinaron que viniese uno de los principales caciques llamado Chibata. Este era el padre de aquel chico a quien di la monterita de persiana cuando estuve en su tierra. Lleg Beln el cacique Chibata el da 24 de agosto con seis de sus vasallos. Nos dijo que los Chanas estaban muy contentos; y que los encontraran a la orilla occidental del ro, en sabiendo que iba el Padre. Dijo tambin que la Cruz que yo hice levantar en su pueblo, la haban cortado los Mbayas Guetiadegodis; y aadi que por eso estaban esclavos (prisioneros) en los pueblos de los Chiquitos. tem, que en llegando el Padre Misionero, a vivir de asiento, le haran casa los Chans, le labraran tierra y cuidaran de su vida y alimentos. DCCLXXXII. Va el Misionero a visitar a los Chans. Dispuestas las cosas para el camino, sali el Padre Durn de Beln el da 8 de septiembre. El viaje fue molesto y peligroso, pues al pasar el ro Paraguay se vio en prximo peligro de ahogarse. Libre del riesgo con el favor de Dios, lleg al pueblo de los Chans, en donde fue bien recibido de todos. Hzose el Misionero cargo del pas, de la gente y de lo que conduca permanente entable. Para dar calor la conduccin de lo que haba recogido de limosna, se volvi Beln, en donde entr la noche del 26 del dicho mes de septiembre. No era fcil la conduccin sino por el ro; y para esto se necesitaba embarcacin proporcionada. agenciarla se parti la Asuncin el Padre Manuel el da 12 de octubre. DCCLXXXIII. Muere Chibata: albortanse algunas mujeres. Antes de pasar adelante ser bien dar razn de un accidente que ocasion al Misionero grande sentimiento, y en la poblacin de los Chans una novelera en el mujeriego del cacicato de Chibata. ste, acometido de un golpe de calentura maligna, muri los cuatro das de haber llegado con el Misionero su pueblo. Este frangente pudo perturbar el buen principio de la conversin de los Chans. Y mucho ms, cuando algunas mujeres, con el natural sentimiento, como tumultuando, cogieron los trastillos del Padre que concibi tiraba esta desatencin levantamiento. Sosegse todo por la autoridad de los caciques, uno padre del difunto y otro su hermano. Como en el alboroto no entraban hombres, se tuvo por una de las noveleras de la parienta del muerto. Lo cierto es que antes haban salido muchos varones recibir al Misionero hasta la orilla occidental del ro Paraguay, y que, sin recelarse del furor mujeril, le llevaron ver las sementeras, y an le hicieron ver la tierra que le escogan para las del mismo Misionero. Dijronle que volviese h quedarse entre los Chans; que subiese ro arriba con embarcacin, en la cual despus bajara algn cacique ver al Gobernador. Levant el Padre una Cruz con

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alegra de todos, que estaban sentidos del atrevimiento con que los Guetiadegodis haban cortado la que yo puse.

CAPTULO V OPOSICIN DE LOS ESPAOLES A LA MISIN DCCLXXXIV. Impdese el establecimiento por los Espaoles. En la ciudad, no sin mucho trabajo, consigui el Misionero embarcacin, en que llevar lo que necesitaba la tierra de los Chans, y dar principio una Reduccin intitulada de San Juan Nepomuceno. Cuando el bote parti de Beln con nimo de llegar al Paso en que los que van por tierra atraviesan el ro Paraguay para entrar la tierra de los Chans, al mismo tiempo camin por tierra el Misionero con unos Indios Guarans que cuidaban de algn ganado y de las cabalgaduras. Lleg al sitio plazado y el bote no pareca; porque se haba vuelto desde la mitad del camino. Con este empeo toman los Espaoles el servicio de Dios y de su Rey. la novedad qued admirado mi compaero el Padre Juan Garca; y no hubo ms arbitrio que escribirle al Padre Manuel lo que los Espaoles haban hecho. DCCLXXXV. Quieren los Chans pasar a la orilla oriental del ro. Hubo tambin el Padre de volverse, y traer consigo Belen los Guarans. Los dos Padres dieron aqu orden de que se sembrasen buenas sementeras, y esperar buen tiempo para pedir otra vez embarcacin en que ir a los Chans. Antes de mi ida a las Misiones de Chiquitos trat con el cacique Chibata para que propusiera en su pueblo que sera mejor que se mudaran la orilla oriental del ro Paraguay, porque sus bosques no ofrecan conveniencias para la Reduccin. El agua escaseaba en tiempo de los calores; y no haba tierras limpias en que poder establecer hacienda estancia. Lo que tambin serva de grande incomodidad era el haber de conducir los trastos desde la orilla del ro al pueblo en que estaban. En mi viaje le envi decir lo mismo, y les indique el lugar que yo haba visto y me pareci muy propsito para una Reduccin y sus conveniencias. Era ste el que dije arriba, inmediato al ro Aaba. Las mismas pretensiones tenan desde Beln los dos Misioneros. No desagrad los Chans el proyecto, con el cual mejoraban en un todo. DCCLXXXVI. Empiezan a disponer el terreno. En cumplimiento de su resolucin, pasaron el ro Paraguay los caciques con muchos de sus vasallos. Registraron el terreno y empezaron rozar y disponer los campos para las sementeras. El intento era que no se agolpase toda la gente, desamparando las que tenan ya en sus bosques labrados, sino que

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lograsen los frutos de unas y otras su tiempo sin exponerse padecer los rigores del hambre. De este modo tambin sin el atajo del ro podran desde Beln ser socorridos, y estara la comunicacin corriente en todo tiempo, an con los pueblos de los Chiquitos. DCCLXXXVII. Un Capitn Mbay ayuda a los Misioneros. Entre los prisioneros Mbays que tenan los Indios Chiquitos, haba un Capitn, hombre de buena edad, y muy afecto los Misioneros. Llambase Yeteda, y un hijito suyo era ya cristiano. Consegu del Padre Superior de aquellas Misiones que volviera conmigo a su toldo. Ningn Capitn Mbay tena tantos Chanas feudatarios como el dicho Yeteda. Trat con l en el camino sobre que les hablase en orden mudar de sitio, y cuidar del Padre Misionero. Ofreci cumplirlo, y efectivamente luego que lleg su toldo, que era el de los Lichagotegodis, pas el ro, y fue hablarles. Convinieron todos en dar gusto los Padres Misioneros, tanto ms, cuanto conocan que stos no buscaban sino lo que los mismos Chans les acarreaba grandes provechos. DCCLXXXVIII. Suspndese la conversin de los Chans por nuestra prisin y destierro. Estando las cosas en tan bellos principios, se determin el Padre Manuel hacer otro viaje al Paraguay en pretensin de un bote, que acarrease las cosas al nuevo sitio y Reduccin, intitulada San Juan Nepomuceno. En el camino tuvo noticias de que ya no haba Jesuitas en el colegio de la Asuncin, y que presos y desterrados haban sido enviados la ciudad de Buenos Aires. Pas adelante, y sin notificacin de Real Decreto, de que en Beln no habamos tenido noticia, entr en la ciudad, y por s mismo se fue en casa del gobernador con deseo de seguir a sus hermanos en los descrditos y trabajos. Pocos das despus nos arrestaron nosotros en la Reduccin de Beln, como queda referido en otra parte. Con esto, los pobres Chans se volvieron sus primeros sitios, y nuestro jbilo nacido de su conversin, y de poner bajo el vasallaje de nuestro Catlico Monarca una nacin tan numerosa, qued suspenso: In salicibus in medio ejus suspendimus organa nostra. PUEBLO SAN JUAN NEPOMUCENO, REDUCCIN PRINCIPIADA DCCLXXXIX. Naciones infieles. NOTA. Entre la villa de Cuyab y el Oriente, hay dos naciones numerosas de infieles silvestres. la una llaman los Mbays en su idioma Inemaga y la otra Echibie. Son distintas de las de los Guachicos. En tiempos pasados iban los Mbays dichas naciones buscar cautivos. Al presente no las inquietan, por miedo de no encontrarse con los Portugueses. El da 22 de octubre de 1766 bautic y puse por nombre Ignacio un viejo Echibie, que cuando chico cautivaron los Mbays. Muri al poco tiempo de bautizado, era de un genio bellsimo, bastantemente blanco, y gran labrador su modo. Las dos son naciones

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de pie: y que cultivan la tierra. El no esperado accidente que nos sobresalt, impidi el haber dado una vista a dichas naciones, y procurar su conversin. Iudicia Dei abyssus multa

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VILLA DE CUYAB CAPTULO NICO DIGRESIN DE LA VILLA DE JESS DICHA CUYAB

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DCCXC. Situacin de Cuyab. La famosa villa de Cuyab est al Oriente del ro Paraguay, sobre otro mediano ro, que le dio el dicho nombre. Se ha hecho clebre por los lavaderos de oro de 23 quilates y por los muchos diamantes que se hallan en sus inmediaciones y disfrutan los Portugueses, que tienen usurpada la tierra. Cuyab es parte de la capitana de Matogroso, como se dijo en la segunda parte. Est situada segn Belln, en 11 grados 20 minutos de latitud meridional; y en 51 grados 55 minutos de longitud occidental del meridiano de Pars. Un mapa M. 5, delineado en las misiones de Chiquitos, con mayores informes, la coloca en 13 grados 20 minutos de la misma latitud y en 323 grados 50 minutos de longitud de la isla del Ferro. Est casi en el centro de la Amrica meridional, adonde la fuerza del oro ha llevado a los Portugueses que se han enseoreado de un pas que ciertamente no les pertenece. DCCXCI. Es villa abierta. Cuyaba es villa abierta y sin defensa de muros, los que no necesita. Porque los Espaoles, contentos con la abundancia de Minas de oro y plata que tienen en otras partes de la Amrica, no quieren las de Cuyab costa de muchos trabajos que son indispensables para llegar aquel terreno. Sin embargo no faltan Espaoles que le buscan y llevan Cuyab caballos, mulas, etc., a precio de oro. Ni los Portugueses se descuidan en buscar los mismos efectos en la jurisdiccin del Paraguay, principalmente por la villa de Curuguati, como despus diremos. Los Indios infieles, no slo no se acercan Cubay, sino que se apartan cuanto pueden, huyendo de la inhumanidad de los portugueses Mamelucos. Alguna vez en sus navegaciones han recibido daos de los Payagus y Guaycurs: y stos ltimos por tierra les han muerto y cautivado alguna gente. DCCXCII. Presidio de Cuyab. Toda la defensa, pues, de Cuyab consiste en 54 soldados, que vinieron de Portugal con el Capitn General, que ahora reside en Mato Groso, como se dijo en la segunda parte. De los 54 soldados solamente 22 con sus capitanes estn asistentes en la villa de Cuyab. Diez con el Teniente pasaron Matogroso para la Guardia del Capitn General. Doce estn repartidos en algunas guardias fuera de la villa ; y otros 12 andan continuamente en la canoa de guerra, que acompaa las canoas de comercio que van y vienen de San Pablo Cuyab, al contrario. DCCXCIII. Vecindario. La poblacin de Cuyab est compuesta de algunas familias portuguesas que por sus ocupaciones de oficiales reales, mineros, etc., se sujetan vivir en aquel pas tan apartado. No llegan estos 250 personas, segn la deposicin de los mismos Portugueses. Lo ms del vecindario es gente de castas, Indios, negros, mulatos, mestizos, etc. 207

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De estos la mayor parte gime bajo una dursima esclavitud, cuyo pesado yugo sacuden muchos con frecuencia, huyndose ciudades de Castilla. Dicen que entre todas las castras se contara como unas cinco mil almas. DCCXCIV. Temple de la villa. El temperamento de Cuyab declina en ardiente, parte por estar muy dentro de la zona trrida, y parte por el mucho boscaje que no da libre paso los vientos, con que los rayos del sol obran ms fuertemente. Son muy frecuentes las lluvias que aunque fecundizan la tierra, la hacen algo enfermiza para los Portugueses que viven sin regla; que los que no se desmandan, gozan salud y robustez. La peor enfermedad de Cuyab proviene de las Indias, negras y mulatas: Esta all no tiene remedio. Otra tienen muy frecuente, que llaman Mal de bicho: son pocos en Cuyab los que de ella se libran. Comienza con calentura y dolor de cabeza, y causa una grande luxacin de msculos. Especialmente se sienten sus efectos en el ano. Cranla con cosas acres, como son zumo de limn, vinagre y otros cidos. La gente de Cuyab a la vista goza de poca salud, segn lo quebrantado y plido de sus colores. DCCXCV. Precios altos de las cosas. En esta villa todas las cosas valen subidos precios. Una vaca vale 20 pesos, una gallina 2 pesos. Una frasquera pequea 60 pesos. Un par de zapatos 4 5 pesos; y as de todo lo dems que viene de otros pases. En el de Cuyab se da en abundancia mandioca, pltanos Pacobas, maz, frisoles y muchas frutas propias del terreno, como pias, Anans, y otras muchas de las selvas. DCCXVII. Sigue el mismo asunto. Caballos tienen pocos, comprados subido precio los Espaoles: un caballo suele valer 100 pesos, y una mula 200. La sal es el mayor contrabando que puede entrarse en Cuyab. Celan mucho que no se introduzca otra sal, que la que viene de Lisboa; sta sobre ser tan cara por los costos en tan cara conduccin paga subidos derechos al Rey. DCCXCVII. Qu entienden por mina de oro. Ni en Cuyab ni en todo el Brasil se han hallado minas de oro, y si en alguna parte se hallaron, no se trabajan. Todo el oro que sacan es de Lavaderos. Por eso los que entre los Portugueses de Cuyab, Matogroso, etc., se llaman Mineros, son los hombres de algn caudal, que compraron 20, 30 o ms negros, a los cuales hacen trabajar en los lavaderos. Generalmente hablando, cada negro al cabo de la semana entrega su dueo octava y media de oro, que importa tres pesos ce plata! La moneda que corre en Cuyab es oro en grano: cuentan siempre por octavas y medias octavas. Hllanse tambin Diamantes terca de la villa de Cuyab: estn sueltos entre la arena. Estles prohibido 208

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por Real Decreto el sacarlos; y para evitar su extraccin se conserva una guardia de soldados con el paraje en que se hallan. DCCXCVIII. Caminos de los Portugueses. El viaje que hacen los Portugueses desde Cuyab San Pablo en canoas, es largusimo. Baja muchas leguas por el ro Cuyab navegando casi al Sur hasta entrar en el ro de los Porrudos. Por ste cogen al Poniente hasta el canal de Chiane, y por ste atraviesan buscando el Sudoeste hasta caer al gran ro Paraguay. Por ste navegan muchas leguas hacia el Sur hasta la embocadura del ro Tacuar, por el cual silben al Este hasta la unin del ro Camapoa, en el cual entran y navegan hasta sus cabezadas. Aqu saltan en tierra, y en hombros de esclavos pasan las canoas, dejndolas, toman otras en el ro Pardo. Por ste bajan buscar el gran ro Paraguay, y subiendo por el Paran, entran en el ro Aemb, que pasa pocas leguas distantes de San Pablo. Este viaje por tantos ros, vueltas y revueltas, ya bajando, ya subiendo, les cuesta 6 o 7 meses. Padecen indecibles trabajos y riesgos de perder las vidas, manos principalmente de los infieles, y de los tigres, de ponzoosas vboras. DCCXCIX. Otro camino. Otro camino tienen los Portugueses para ir por tierra desde Cuyab las minas que llaman Guayases. Es trabajossimo, y como en el Brasil no hay abundancia de mulas ni de caballos, trajinan poco el dicho camino. Han hallado tambin paso los Portugueses para ir al Per por el ro de los Tapayos, que desemboca en el Maran, y en sus cabezadas, que no distan muchas leguas de Cuyab, tiene el nombre de ro de los Arinos. DCCC. Camino de Cuyab a Matogroso. Para ir de Cuyab Matogroso por tierra, gastan algn tiempo por los muchos baados y pantanos que ocurren. Escogen los meses de sequa, con que se hace el viaje ms llevadero. Pero siempre han de pasar los ros Paraguay y Yaur en sus primeros raudales cabezadas. Para hacer el viaje en canoas desde Cuyab Matogroso dan un grande rodeo. Bajan las embarcaciones por el ro Cuyab al de los Porrudos; despus navegan casi cien leguas al Norte por el ro Paraguay; embcanse por el Yaur, que vienen del Noroeste. Aqu pasan bastante fatiga; porque el ro Yaur tiene algunos saltos arrecifes altos de piedra, por los cuales es imposible que naveguen las canoas, y as las pasan en hombros por la orilla. stos llaman los Portugueses Cachoeiras. cuarenta cincuenta leguas de la boca del Yaur dejan las canoas, y caminan por tierra, pasando una vez el ro Guapore y dos veces el Serer. Cuando el ro Paraguay rebosa, acortan este viaje; porque desde el ro Cuyab atraviesan con las canoas la tierra inundada y llegan al ro Paraguay sin bajar al de los Porrudos. 209

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Es bien advertir aqu que el ao de 1746, el da 6 de diciembre, el Obispado del Ro Janeiro se dividi en cinco partes, erigiendo de nuevos los Obispados de San Pablo y de la Mariana: y juntamente los Vicariatos de Goyases, de las Minas Generales y de Cuyab. Agregronse esta ltima divisin Matogroso, y la Estacada de Santa Rosa, esto es, el fuerte as llamado, segn lo dispuesto en el tratado de la lnea divisoria entre las Coronas de Castilla y Portugal.

Izq: CARTA DEL GRAN CHACO; Centro y derecha: dibujos con anotaciones del P. Jos Snchez Labrador (Pulsar sobre las imgenes para abrir la imagen a mayor escala.)

APNDICE NOTICIA DE LOS INDIOS MBAY, EYIGUAYEGI O CADUVEOS DE LA GRAN FAMILIA GUAYCUR Y DE LOS CHAN, O CHAN SEGN ALGUNOS AUTORES, Y TAMBIN DEL P. JOSE: SNCHEZ LABRADOR, S. J., EXTRACTADAS ESTAS DE LOS ESCRITOS DE SUS CONTEMPORNEOS: PADRE NICOLS DEL TECHO, S. J., P. JOS JOLIS, S. J. CAPITN DE FRAGATA DON JUAN FRANCISCO AGUIRRE P. LORENZO HERVS, S . J., DON FLIX DE AZARA; ALFREDO D'ESCRAGNOLLE TAUNAY; GUIDO BOGGIANI; KARL VON DEN STEINEN 210

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HISTORIA PARAQUARIA (Padre Nic. del Techo. 1673. Lib. III, cap. 37, ao 1610) Los Guaycur y los Guaycuruti vivan del lado del Chaco, en frente de la Asuncin, y agrega: Ibi tamen frecuentiores sunt, ubi Pilcomaius e Peruviae montibus ortus, in Paraquarium sese exonerat. El provincial Diego de Torres nombra los padres Roque Gonzlez y Vicente Grisi doctrinar estos indios. En el libro IV, captulos 27 y 28 (ao 1613) insiste en que son grandes andariegos. Los visitan el provincial Diego de Torres con el padre Pedro Romero, y concluye el captulo y prrafo con estas palabras: Satis constat his artibus ferocissimam Guaicuraeorum gentem non tantum diu utcumque in officio fuisse retentam, sed etiam Niapurorum (apers) et Baiarum (Mbays) barbarissimorum hominum quamplurimos pellectos, ut de Divinis rebus socios verba facientes audire vellent. El ao 1626 (lib. VII, cap. 34), visto el poco provecho que se sacaba de estos indios, abandonse la misin de los Guaycur, 16 aos despus de haberse fundado.

DESCRIPCIN CHOROGRFICA DEL GRAN CHACO (Padre Pedro Lozano, pgina 59, prrafo IX. ao 1732-1733) A propsito de los indios Guaycur dice esto: En la otra punta del Chaco hacia el Paraguay, que es la parte del Oriente, viven los Guaycurs, entre el Pilcomayo y el Yavevir Tramaban los Guaycurs asaltar la ciudad de la Asuncin por los fines del ao 1677... Toda esta nacin se divide en tres parcialidades... todas tienen una misma lengua, visten un mismo traje y observan un mismo modo de vivir, ritos y costumbres, parecidos a otros del Chaco... La primera parcialidad son Guaycurs, que en su lengua llaman Codollate Taquiyiqui, que quiere decir: los de hacia el sur y stos son los corsarios ms ordinarios de la provincia del Paraguay... Los segundos son los Guaycurutis, que en su lengua se llaman Napinyiqui, que significa: los de hacia el Poniente... estn emparentados con los Guaycurs Codollates... sus propias tierras...son las que caen las espaldas del ro Bermejo, que es tambin patria de los indios Napars, quienes mandan como seores y con quien estn emparentados. Los terceros son los Guaycurs Guazs, que en su idioma se llaman Epiguayiqui, como si dijeran, los de hacia el norte... distan de la ciudad de la Asuncin casi 100 leguas, viviendo en las tierras de los indios Mbays y Guans, que confinan con los Chiriguans del Per, y eran gente labradora, quienes sujetaron por armas estos Guaycurs Guazs, y emparentaron con ellos...

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La tierra propia de las tres parcialidades de Guaycurs fue antiguamente la que llaman Caaguaz, 200 leguas de la Asuncin, ro Paraguay arriba, pero la desampararon por lo comn y a causa de las guerras... para conquistar otras naciones, como lo consiguieron con los Napars, Guans y Mbays, acercndose por esta razn al Pilcomayo... en su idioma Guazutingu, donde tambin sojuzgaron los Guatuts, Mongolas, Tapayaes y otros, que hoy da son todos de esta nacin y ocupan, como dije, por el Oriente hasta el ro Bermejo la entrada del Chaco, por donde tambin asolaron los indios Calchines y otros pueblos de los Frentones Abipones.

SAGGIO (Ab. D. Guiseppe Jolis, t. I, lib. VI, art. XI, Dei Guaicurs) El entonces provincial de los jesuitas, instancias de aquel gobierno y nombre de su majestad catlica, seal de buen grado, en la esperanza de implantar all el Evangelio, los padres Jos Snchez Labrador y Jos Martn Matilla, los cuales, el ao 1760 dieron inmediatamente principio la reduccin de Nuestra Seora de Beln, al Oriente del ro Paraguay, cerca de Ipan, a 80 leguas ms menos de la Asuncin. En ella se reunieron en poco tiempo 300 familias de aquellos brbaros, que formaban un nmero de 1000 individuos. Pero, al cuarto ao de la fundacin, por amoroso decreto de la Providencia soberana, segn nos dijeron despus, declarse la viruela, muchos de ellos murieron bautizados en aquella circunstancia y se dispersaron 323 en los bosques. Desaparecido el mal epidmico destructor de los salvajes, regresaron de nuevo la aldea recibir las instrucciones necesarias para ser regenerados ms tarde en la Sacra Fuente. En la condicin de nefitos, dieron ellos no pocas muestras de sincero arrepentimiento y de querer abandonar del todo el gentilismo y sus costumbres brbaras, debido las exhortaciones v buenos modales del susodicho padre Snchez Labrador. Sin embargo, eran considerados antes por los Espaoles como Guaicurs y llamados con el magnfico nombre de Aligena Lionigi, que significa Hijo del Sol en su lengua, y el propio del Cacique de la Misin, y por el mismo ordenado que ellos se diesen el nombre de Epaquini. Tambin el misionero Juan Garca, su hermano y compaero en aquel ministerio, donde reemplaz Matilla, hacia fines del ao 1762, se haba conciliado con su trato corts y amable la buena voluntad de esos brbaros, de donde result que se mostraron bastante disgustados, cuando en el ao 1767, por orden superior, tuvo que abandonarlos. 212

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SAGGIO (Ab. D. Giuseppe Jolis, art. XII, Della Nazione Guan, o Chan) Encontrndose, pues, algunos con sus amigos los Guaicurs en la nueva Reduccin de Beln, suplicaron al misionero padre Snchez Labrador que fuera visitarlos en sus tierras. El padre se lo prometi, y el ao siguiente 1761, el 5 de noviembre, cumpli su promesa, acompaado de cerca de 400 de aquellos reducidos de toda edad y de ambos sexos. All fue recibido con expresiones de alegra y lo regalaron su manera; a lo que correspondi el misionero con lo que para tal propsito traa consigo. Los Guans quedaron sugestionados por los donativos y la benevolencia que se les demostraba; no queran separarse del misionero y le rogaron encarecidamente de fijar entre ellos su residencia, ms bien que regresar los Mbays, entre los cuales resida para instruirlos; alegaban como motivo el genio cruel y brbaro de los Guaicurs que, cuando menos l mismo lo pensara, acabaran por asesinarlo; que ellos eran mejores que los Mbays y que si se resolviese residir en su aldea, procuraran alimentarlo del mejor modo posible, sin ultrajarlo jams en lo ms mnimo y lo serviran en todo lo que pudiese necesitar. El padre Snchez mostrose sensible a las instancias tan premurosas de aquella gente, sus demostraciones tan corteses y sinceras, pero se neg aceptar por estar ya comprometido en otra parte, prometiendo de escribir al superior para que les mandase otro de sus hermanos, como se hizo, y vino, destinado por el padre Pietro Andreu, el misionero Manuel Durn. En el mes de septiembre de 1766 lleg el dicho padre Manuel Durn, acompaado de cuatro indios guans y dos jvenes Guarans; la acogida que recibieron de la tribu de los Layanas, numerosa de seis mil y ms almas, fue del todo conforme las ideas ya formadas de esos salvajes y a los datos recientemente recibidos del padre Snchez.

ETNOGRAFA DEL CHACO (MS. del capitn de fragata don Juan Francisco Aguirre (1793) con introduccin por Enrique Pea. 1899, pg. 39)

NOTA SOBRE LA LENGUA MBAY

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La lengua Mbay, segn el padre don Pedro Domnguez, se habla con pausa gravedad; distingue en las voces el masculino y femenino segn es hombre o mujer el que habla. Con l escribi los vocablos de esta lengua en la Asuncin el 24 de abril de 1793, cuando haca poco tiempo que lleg del fuerte de Borbn, donde estuvo de capelln. Es excelente lenguaraz. Dos vocabularios que se hicieron anteriores a este en la Villa Real varan bastante en algunas palabras; y es de suponer que variar (aun en todas las lenguas referidas) si se hiciere de nuevo valindose de diferentes intrpretes. La causa de ello es que la referida lengua Mbay, como las otras indias, son compuestas de varias palabras, como cocinar, que dicen: hacer de comer: cinco: una mano de dedos, etc., y en stas composiciones cada uno se vale de trminos diferentes. La lengua Mbaya tiene alguna parada alta de voz en la vocal larga, que no se deja de articular, y muy breve y baja la de la inmediata. No tiene narigal ni casi gutural, y suena clara y agradablemente al odo; tan compuesta de vocales que podra ser no la haya tanto. Y sin disputa, si por ello es buena, como dicen los Montesquieus, la italiana para cantar, debiendo ceder a la Mbay, sera para los Cafarielos y Farinelos la lengua del cielo.

NOTAS SOBRE LA LENGUA GUAN La lengua Guan carece de los pronombres meus, tuus; lo suple con elegancia y bella asonancia, con slo mudar letras iniciales y algunas de las vocales: pero cuando se pronuncia el vocablo undi, que es yo, iti, que es tu, no admite mudanza de verbo, nombre substantivo adjetivo; pero del otro modo suena mucho mejor. No tiene narigal guaran sino castellana que es , . Las tildes y virulillas que llevan las voces que hacen el mo no es narigal, sino que se carga la pronunciacin, aunque tenga un sonido narigal. Tiene tambin su particular, que aunque la palabra sea simple, y no compuesta, se divide en la pronunciacin como en sta: sap, as, que es tigre chico ouza (que dicen), y en otras muchas; algunas palabras, sin duda, debern escribirse con k; por la aspereza con que las pronuncian; pero no he querido usar de ella por no ser castellana. Tambin es de notar que esta lengua de los Chanes Uanas Vanas, no Guans, como los llaman vulgarmente, admite y tiene varias diferencias, ya en la pronunciacin, ya en la diversidad de voces, porque es general, pues los Chanes, conocidos de esta banda, son cinco tolderas distintas que son: Caynocoe, que quiere decir: gente que hace frente fronteriza: Chaavaraane, de pecho grande: Terenoe, gente de la rabadilla propiamente que est la 214

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ltima; Nicatisivoe, comedora de cierta especie de algarroba spera; y los Layyanas, que no tiene significacin. Esta es mi gente. Estas dos ltimas convienen en la pronunciacin y se diferencian de las otras. De la otra parte del Chalco, en las fronteras de Chuquisaca y camino do Santa Cruz, hay muchos ms Chanes, algunos entreverados con los Chiriguanos y otros en sus tolderas separadas, y de estos hay una reduccin de 12 aos esta parte 19 . As el padre Pedro de Bartolom en carta de su reduccin de San Francisco de Ass de los Guans 15 de septiembre de 1892. CATLOGO DE LAS LENGUAS (Abate don Lorenzo Hervs, vol. I. Lenguas y Naciones Americanas, pg. 180 a 184, edic. de Madrid, 1800) La lengua Mbay, llamada tambin Guaicur y Eyiguayegi, se habla en la nueva poblacin de Nuestra Seora de Beln de las misiones del Chaco antes mencionadas en la dicesis de Paraguay, situada 23 grados y medio de latitud, y 320 grados y medio de longitud. Esta poblacin se fund por el respetable misionero seor don Jos Snchez Labrador, que me ha favorecido con los elementos gramaticales de la dicha lengua Mbay, y en carta fechada en Ravena a 23 de junio del ao 1783, me dice: Los indios llamados Mbays Guaicurs de la ribera occidental del ro Paraguay tuvieron antiguamente misioneros jesuitas, como usted lo podr leer en la historia de Paraguay, escrita por el padre Charlevoix. Los indios Mbays de la ribera oriental de dicho ro tuvieron misioneros en estos ltimos tiempos en que se form la misin llamada Beln, en donde haba un cacique o jefe con sus sbditos, que eran ms de doscientos. All haba otros cacicados que pedan misioneros. Los cacicados de dichos indios eran nueve, de los que ocho quedaron en las selvas. La lengua de todos los cacicados era la misma con notable diversidad de palabras y de pronunciacin. Se puede decir que son dos los dialectos de esta lengua notablemente diferentes: uno de ellos es el que se llama lengua Mbay, y el otro es el que hablan los indios llamados Enacagas Guaicurs feroces. La poblacin de Beln tena 260 personas, y todas stas eran catecmenas. Hasta aqu el seor don Jos Snchez, que modestamente oculta haber l fundado la misin Mbaya, la que hubiera sido universal de todos los cacicados, si le hubiera sido posible quedar entre los Mbays hasta su total reduccin. El seor abate Snchez, despus de haber enseado filosofa en la universidad de Crdoba, y teologa en la ciudad de la Asuncin, pidi los superiores una
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Esta reduccin, segn noticias del padre Bartolom, est a cargo del Colegio de Misioneros de Tarija y se llama Filipili. Los nombres que aqu puso el padre Bartolom a las naciones Guans, son, como es claro, en su lengua. Los que se pusieron en el estado de su poblacin, fueron los que usan los Mbays como Echaoladis a los Chaavaraanes, Equiliquinaos a los Coynoconoes, Neguagatemi a los Nicatisivoc, etc.

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misin, eligi la de los Mbays, que entonces era la ms trabajosa y peligrosa, y el Seor premi su vocacin hacindole respetable los mismos brbaros, como se ha insinuado se repetir despus. El seor abate Camao (citado varias veces) me escribe diciendo que todos los misioneros juzgan haber gran afinidad entre las lenguas Mbay, Yapitalaga, Mocob y Abipona, la cual afinidad he observado tambin en el cotejo que he hecho de no pocas palabras que de dichas lenguas pongo en el vocabulario polglota; ms habiendo logrado, como antes insinu, algunos documentos para formar los elementos gramaticales de las lenguas Mbay y Mocob, he advertido ser diverso el artificio de ellas; y mi parecer, no la afinidad de las palabras en los idiomas, ms la del artificio gramatical prueba que dos idiomas son dialectos provenientes de una misma lengua matriz. En los dialectos teutnicos hay innumerables palabras de clara afinidad con las de los dialectos latinos; ms cada dialecto teutnico las usa segn su respectivo artificio gramatical. Los Araucanos del Chilo usan muchas palabras espaolas que declinan y conjugan segn la ndole de su lengua propia que es la Araucana. Parece que la lengua Mbay, ha sido escassima de palabras, y que se haya enriquecido con las de los idiomas Mocob, Abipn, etc. Segn la respectiva situacin de las naciones yo deba haber discurrido de la lengua Mbay despus del nmero 34, colocndola entre la Payagu y la Guan, ms he tratado de ella en el nmero presente despus de haber hablado de los dialectos de la lengua Toba, porque con ellos tiene afinidad. Jolis en el libro VI, artculo XI y pgina 481 de su obra citada ha publicado ltimamente sobre los Mbays, que l siempre llama Guaicurs, algunas noticias que juzgo dignas de notar aqu. En primer lugar el dicho autor advierte que el nombre Guaicur, aunque derivado ciertamente del idioma Paraguayo (esto es del Guaran), se aplica por varios autores, y por los Espaoles de Amrica, diversas naciones, como la Abipona, Toba, Mocob, Payagu, la nacin llamada Lenguas y a otras naciones. En algunas naciones, dice, los idiomas tienen tal afinidad, que aunque sean distintos, y por tales se reputen, no por tanto pueden parecer conexos, y como partes de una misma lengua matriz. Tales son los idiomas que se hablan por los Tobas, por los Mocobs y por los Abipones respecto del idioma de los Mbays, como se dir en el artculo de las lenguas en el segundo tomo. Este no se ha publicado porque el seor Jolis paso mejor vida al mismo tiempo que lo imprima; mas de las palabras que acabo de referir, se infiere, que el seor Jolis convena en dudar conmigo sobre conceder la lengua Mbay un origen comn los dialectos Tobas.

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El seor Jolis contina su relacin, diciendo: En la relacin que har de los Guaicurs, entiendo hablar de Eyiguayegis, esto es, de los habitadores de los palmares, los cuales habitadores se llaman Mbays por los europeos, quienes, como tambin a las naciones fronteras, han causado terror. La nacin Guaicur Mbay se divide en siete fracciones tribus, que tienen los siguientes nombres: Guetiadegodis (montaeses), Cadiguegodis (nombre de un ro, en el que estn dos tribus que toman del ro su nombre), Lichagotegodeguis (tierra encarnada), Apachodegoguis (avestruz), Eyibegodeguis (septentrionales) Encagas

(escondidos), y Gotocoguegodeguis (los del caaveral). Los Guaicurs se extienden desde el ro Ipaneguaz hasta el ro Taquari a una y otra parte del ro Paraguay por poco menos de cien leguas; ms el nmero de los individuos no pasa de siete mil, entre los que no se comprenden los esclavos, que son muchsimos; por lo que fcilmente se puede inferir que es falsa la opinin de Lozano, que supone muy poblado al Chaco. Hasta aqu Jolis, que contina describiendo el carcter de los Guaicurs, su ferocidad y las varias tentativas hechas por los jesuitas para su conversin desde el ao 1610 hasta el de 1760 en que el venerable anciano Snchez Labrador, antes nombrado, con Jos Matilla, su compaero en las misiones, fund la de Guaicurs Mbays llamada Beln.

HISTORIA DEL PARAGUAY (Flix de Azara, edic. espaola, 1806-1847, t. I, pg. 229, etc.) INDIOS GUAICURS 124. Cita Alvar Nez Cabeza de Vaca en sus captulos 19, 25, 26 y 30. Por cierto que lo que dice no es de mayor peso, como suele suceder cuando lo que escribe no resulta de su propia observacin sino que reproduce o comenta lo que otros han contado, y srvanos de ejemplo al caso los siguientes: En el prrafo citado atribuye Cabeza de Vaca esta frase: Por costumbre se entregaban esclavos al que los venca. Alvar Nez dice esto de los Guaycurs: Tienen por costumbre que si alguno los venciese se les daran por esclavos. Los condicionales stos no significan literalmente la interpretacin de Azara, mnime si se tiene en cuenta la ndole de la relacin. Prosigue Azara con sus citas de lo que escribi Alvar Nez: cualquier enemigo suyo que iban matar, quedaba libre con slo verle una mujer, y que se sentaban sobre un pie. Schmidel, captulo 41, aade que eran Canoeros y que colgaban en su templo las cabelleras de sus enemigos, pero todo lo dicho es falso. 217

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He aqu lo que se halla en el texto del Adelantado, capitulo 25: Las mujeres tienen por costumbre y libertad que si cualquier hombre que los suyos ovieren prendido captivado, querindolo matar, la primera mujer que lo viere lo liberta y no puede morir, ni menos ser captivo. Y queriendo estar entre ellos el tal captivo lo tratan y quieren como si fuese de ellos mismos. Ya se ve que hay bastante diferencia entre lo que dice Alvar Nez y la interpretacin que Azara quiere darle esas palabras; pues aquel autor est ponderando los privilegios de que gozaba la mujer Guaycur, y era el citado uno de tantos. Eso de todo lo dicho es falso no pasa de ser una ligereza de apreciacin. Este captulo de Azara se refiere nicamente a los Guaycurs de la Asuncin, ro Paraguay por medio. los Mbays los describe Azara en las pginas 206 y siguientes, y como se trata de cosas observadas por l mismo, conviene enterarse de lo que l cuenta acerca de estos indios, que son de la misma estirpe que los Guaycurs de los dems autores, y que los Eyiguayegui y Caduveos, etc., de Snchez Labrador [y] Boggiani. En las pginas 198 y captulos 79 y siguientes, Azara hace la descripcin de los indios Guan, Chan Chan, esos compaeros inseparables de los Mbay. En este caso tambin Azara relata lo que l personalmente vio. El prrafo 85 describe muy grficamente la clase de sujecin en que los Chan-Guan vivan con los Mbay, y que por cierto es casi la misma descripta por Schmidel. Dice Azara: Por esto los Mbays les llaman sus esclavos (a los Guan incorporados, se entiende); pero esta sujecin la dejan los Guana cuando les da la gana sin oposicin de los Mbays; stos les mandan pocas cosas, nunca con imperio ni precisin, y dividen con los Guan cuanto tienen, sin exceptuar a sus mujeres.

ALFREDO ESCRAGNOLLE TAUNAY (Escenas de Viaje, 1843-1899) Este viajero habla de los indios Guaycur y Chan del ro de Miranda, en la provincia de Matto Grosso (Brasil), que son los mismos de que trata Boggiani en sus varios folletos y publicaciones; conviene advertir que este viajero no conoca lo escrito por aqul, de suerte que en nada pudo ser sugestionado por el interesante trabajo del distinguido autor brasileo; la traduccin del texto portugus recin le fue enviada poco antes de su desgraciado fin. He aqu las palabras de Escragnolle Taunay vertidas a nuestro romance: 218

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En dos importantes grupos se divide la raza india que habita Miranda: los Guaycurs y los Chans. Aqullos comprenden tres tribus: la Guaycur propiamente dicha, que va

desapareciendo por el contacto inmediato con la gente blanca; los Cadiveos, que, por el contrario, se conservan en el estado casi silvestre, en terrenos prximos los ros Paraguay y Nabilek, aun no bien explorados; y los Beaquieos, que viven con los Cadiveos 20 . Los Chans se subdividen en cuatro ramificaciones: los Terenas, que constituyen las tres quintas partes de la poblacin aborigena; los Layans, los Quiniquinaos y los Guans 21 , Choorons, de entre todos los ms dciles y civilizados. La lengua de ellos (i. e. los Chan) es la misma para todos estos con algunas alteraciones, que entretanto no les estorba la fcil comprensin recproca, etc. Hasta aqu lo de dEscragnolle Taunay.

ETNOGRAFA DEL ALTO PARAGUAY (Guido Boggiani. Del Bol. del Inst. Geogr. Arg., t. XIII, pg. 61-78, 1897) La tribu de los Caduveos Mbays era de las ms numerosas y valientes, como lo atestiguan todos los escritores de cierta poca. Segn parece ocupaba ambas mrgenes del ro Paraguay, llegando en la occidental hasta cerca de Villa Hayez 22 en los 25 8' 10", segn Azara asegura en un manuscrito indito de que me dio noticia el seor Lafone Quevedo en una de sus ltimas cartas. Del lado oriental llegaba hasta ms abajo del Ypan, y es para los Mbay que los padres Misioneros Jesuitas en 1760 fundaron la misin de Beln, hoy Belncu 23 . Ms tarde se fueron retirando hacia el norte, donde, segn l mismo Azara, llegaban hasta los 19 30' de latitud sur. Todava en tiempos de Martn Dobrizhoffer, como l mismo escriba 24 los Mbay ocupaban ambas mrgenes del Paraguay (1749-1767), y se dividan en dos fracciones

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De las otras tribus, que refiere Castelnau, no omos hablar; acaso estn extintas o confundidas con stas. No se confundan estos Guan con los otros de ms abajo Guana-Lengua, de Cominges y Boggiani, etc. 22 Villa Hayes (Nota de la E.D.) 23 V.L. Hervs. Catlogo de las lenguas. Vol. I, num 31, pg. 180-184. 24 On account of de Abipones. London, 1822, vol. I, pg. 125.

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principales, los de occidente y los de oriente, como dije ya en mi carta de julio 5, publicada en el Boletn del Instituto geogrfico argentino, tomo XVIII, pgina 369. En fin, han desaparecido del Chaco y del Paraguay moderno; y, disminuidos grandemente de nmero, estn hoy reducidos poco ms de cien individuos de raza pura, deducidos los esclavos que tienen de otras tribus, especialmente Chamacocos. Ocupan una muy pequea zona del territorio que les he asignado en el mapa tnico adjunto, el que recorren de vez en cuando pacficamente cazando o buscando trabajo en las estancias vecinas, y cuyo centro principal es Nalique con dos aldeas menores que se llaman, una Ettoquiya, a unos cinco kilmetros de Nalique, y la otra del Morrinho, sobre el ro Nabileque, a pocos kilmetros del Paraguay. Lingsticamente pertenecen los Caduveos la familia que he indicado en el mapa con el apodo 25 de Guaicur, la cual pertenecen tambin los Payagu, Pilag, Toba, Mbocov y Abipones 26 y, parece que tambin Jolis segn traduccin interpretacin del mismo Hervs, dudaba de que al idioma Mbay se pudiera conceder un origen comn los dialectos mbocov, abipn, toba, etc.: pero los estudios hechos por el seor Lafone Quevedo sobre documentos antiguos (V. Idioma Mbay, 1896), y sobre datos que yo mismo le he suministrado, quitan toda duda y establecen de una manera definitiva el parentesco en cuestin. Por eso van indicados los Caduveos en mi mapa tnico con el mismo color que los Pilag, Toba y Payagu y bajo el mismo apodo de Guaicur.

UNTER DEN NATURVOLKERN ZENTRAL-BRASILIENS

(Von Karl von den Steinein, Reisesschilserung und Ergebnisse der Zweiten Schiug, pg. .549-550, expedicin 1887-1888. Berln, 1894.) 3-6. Guaycurus Cadiveos. Clebres desde los tiempos antiguos por su resistencia. En nmero como de 800 en ambas orillas del Paraguay, abajo de Coimbra. Forman varias hordas. Habitan en tiendas hechas de cueros y esteras. Caza, pesca, agricultura ninguna. Muchos caballos, algo de ganado lanar, puercos, gallinas. Ninguna industria. En incesante guerra con
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Deca apoyo (Nota de la E.D.) Hervs. Catlogo de las lenguas. Cit. vol. I, pg. 182-183, nm. 31.

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sus vecinos, en paz con el Brasil. Orgullosos y astutos; cambian sus tejidos por aguardiente, caballos, etc. (Informe, 1872: Guaycurs Beaqueos. Como 100 individuos en una aldea cerca de Miranda. Caza, pesca, maz, pororoca 27 , mandioca, batatas, car, zapallos, caa de azcar. Unos pocos caballos, algo de ganado lanar, aves y puercos. Roban mujeres y nios los Chamacocos y los Enims del vecino Paraguay. Tejen hermosos ponchos, hamacas, cinchas y cinturas. Orgullosos, propensos la bebida y al robo.) 7. Guans. Aldea cerca de Albuquerque y una media legua de Cuyaba. 8. Guans Kinikinaos. Como 800 en la aldea primera de Matto Grande, tres leguas al occidente de Albuquerque; aldea segunda, 200 cerca de Miranda. 9. Guans Terenas. Viven colonizados alrededor de la ciudad de guarnicin (presidio) de Miranda. 10. Guans Laianas. dem. Informe 1858: Guans y Kinikinaos habitan en la aldea de Nossa Senhora do Bom Conselho, bajo la direccin del distinguido padre Mariano de Bagnaia, quien se ausent con licencia y qued en So Paulo. Tenan a su disposicin un maestro de escuela, un maestro de msica y un maestro sastre. Terenas y Laianas en la aldea de Villa de! Miranda. Informe 1861: Los Kinikinaos habitaban en la jurisdiccin de Albuquerque tres leguas de la ciudad, aldea de Nossa Senhora do Bom Conselho, largo tiempo ya antes de la fundacin de la Directoria. sta trat de regularizarlos por medio de la Misin de fray Mariano. Para los Terenas, Laianas y Guachis, en nmero de 2500, fundse el 30 de abril de 1860 una colonia una legua de distancia de la Villa de Miranda. 11. Guaxs. Tribu casi extinguida. Tienen los mismos usos y costumbres que los Guanas y Guaicurs de Miranda, donde viven igualmente.

NDICE PARTE TERCERA (Conclusin)

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Tambin pipoca, variedad de maz muy adecuada para la confeccin de un pan semejante al bizcocho.

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Cap. 19. Pasin por la bebida que embriaga, 301. Borracheras solemnes, 302. Ceremonias para beber y la borrachera, 303 305. Rara costumbre en estas ocasiones, 306. Sus diversiones, la caza, la carrera, fiesta de los muchachos, venida de cacique, fiesta en los novilunios, remedos de aves y animales, juego de la escopeta, el de las argollitas, el de las ranas, 307 315. 3 Cap. 20. Fiesta de las Cabrillas, 316. Fiesta de las visitas, 317. Moquetes de los jvenes, 318. Fiesta en el nacimiento del hijo de un cacique, 319. Otras fiestas, 320 327. 12 Cap. 21. Capitanas de los Eyiguayegis, 327 y 328. Prctica del cacique en los viajes, 329. Orden en sus marchas militares, 330. Blasn de estos indios, 331. Su liberalidad, 332. Genio vagabundo, 333. 19 Cap. 22. Casamientos de los Guaicurs, 334. Repudio, 335. Descuido de los hijos, 336. Csanse sin especiales ceremonias, 337. Edad en que se casan, 338. Trato que dan a sus mujeres, 339. Cmo andan stas caballo, 340. Criados llevando la carga, 341. Libertad en escoger mujer, 342. Codalodis son Guaicurs, 343. Crueldad en los abortos y en quitar la vida a los hijos, 344 y siguientes. 24 Cap. 23. Mdicos Guaicurs, 347: multitud, ceremonias para serlo, sus facultades, prcticas, mtodo, 348 a 356. Enfermos, su cuidado y sufrimiento, 357 359. 31 Cap. 24. Ceremonias con los agonizantes, 360. Enredo del mdico, riesgo de su vida, la patraa de la aparicin del diablo, 361 364. Viruelas, 365. Cmo sangran, 366. Concepto subido de sus mdicos, la muerte, 367. 41 Cap. 25. Llanto por el difunto, 368. Cmo los amortajan y entierran, 369. Piedad para con ellos, 370. Muerte del cacique, 371. Ceremonias despus de retirado el cadver 372. Nuevos ritos en el duelo, 373. 46 Cap. 26. Orgenes ridculos que se atribuyen los Guaicurs, 371 377. Caso gracioso, 378. Entendimientos obscurecidos de los Guaicurs, 379. No son idlatras sino atestas simples, 380. Conocen la inmortalidad del alma, 381. Concepto del diablo, 382. Fuego particular, 383. 49 Cap. 27. Negacin recibir el vasallaje del rey, 384. Son castigados, 385. Hacen la paz, 386. Nombres. Guaicur, su etimologa, 387. Nombre Mbay, 388. Van Misioneros Jesuitas tierras de los Guaicurs, 389. Su recibimiento, 399. Corren riesgo, 391. Vulvense, 392. Trabajos de los misioneros, 393. 55 Cap. 28. Peste entre los indios, 394. Determinan mudarse mejor sitio, 395. Mueren muchos de peste, 396. Entran otros dos Jesuitas, 397. Salen los misioneros, 398. Vuelven los toldos los misioneros, 399. Sus trabajos apostlicos, 400. Fndase la Reduccin de los Santos Reyes Magos, 401. Peste entre los Guaicurs, 402. Desamparan los Guaicurs la Reduccin y los sigue el misionero, 403. Salen los misioneros de Yasoc, 404. Bautismo del cacique don Martn, 405. Fruto que hicieron los misioneros y remocin de stos, 406. 66 Cap. 29. Intentan los Guaicurs destruir la Asuncin, 407. Lbranla los Guarans, 408. Varias irrupciones de los Guaicurs, 409. Acusacin sin fundamento contra el gobernador, 410. Otra tampoco bien probada, 411. Marcha en vano milicia contra los infieles, 412. Traza indigna y traicionera de los espaoles contra los Guaicurs, 413 415. Inquietan los Mbays la ciudad, 416. 75 Cap. 30. Celbrase la paz con los Mbays, 417. Van los Mbays la ciudad, 418. Consiguen Misioneros Jesuitas, 419. Efectase la misin de los Mbays, 420. Accin cristiana del 222

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gobernador y del alcalde, 421. Embrcanse dos misioneros, 422. Noticias de la navegacin, 423 y 421. 32 Cap. 31. Regstrase el campo, 425. Sitio de la reduccin, 426. Temor de los espaoles, 427. Enterramiento de los Payagus, 428. Eslabn de los Mbays, 429. Ave dicha Yac Caraguat, 430. 90 Cap. 32. Boca del ro Jeju, 431. rbol Mandubir, 432. Boca del Ipan Miri, 433. Rabrbaro americano, 434. Entrada del ro Ipan Guaz, 435. Varios rboles, 436. Tierras inmediatas al puerto, 437. Situacin de la reduccin, 438. rbol Guamigo, 439. Canchalagua, 440. 95 Cap 33. Ficcin de Lorenzo, 441. Primeras chozas, ovejas y plantos, 442 444. Llegan los infieles Beln, 445. Instabilidad de los Mbays, 446. Apstata embustero, 447. Miedo de los Mbays, 448. Aparecen infieles Payagus, 449. 100 Cap. 34. Riesgo de la vida de los Misioneros, 450. Enredos de Lorenzo y de dos espaoles, 451. Primer ganado, 452. Primera sementera, 453. Van muchos Mbays a tierra de los Monteses, 454. Primer bautismo, 455. Quedan solos los Misioneros, 456. nimo pertinaz de Lorenzo, 457. Ocupaciones de los Misioneros: Catecismo, 458. Gramtica y Vocabulario, 459. 107 Cap. 35. Registro de la tierra para poner ganado, 460. rbol Ypecueniguaga, 461. Planta Ypequeni, 462. Canchalagua, 463. Varios insectos, 464. Entblanse las sementeras, 465. Empiezan los infieles la labranza, 466. Vienen Beln familias guarans, 467. Enredos de un espaol, 468. Extrema necesidad en la reduccin, 469. Caresta otra vez en la reduccin, 470. Carta de uno de los Misioneros, 471 476. 116 Cap. 36. Mal xito de la guerra contra los Lenguas, 477. Pas de los Lenguas, 478. Sus remedos, 479. Un cacique pide Misioneros, 480. Los nios empeados en aprender la doctrina, 481. Mucre recin bautizada una mujer: otra repugna el bautismo, 482. Incendio de la Reduccin, 483. Fabrcase de nuevo, 484. Intento de los portugueses, 485. Nos abandonan los Mbays, 486. Inconsideracin de unos espaoles, 487. 126 Cap. 37. Qudense algunos indios en la Reduccin, 488. Visita de cuatro caciques, 489. Varias nociones infieles: Guachicos, 490 u 491. Embustes de los Mbays, 492. Favorecen otros infieles los Misioneros, 493. Mentiras Lorenzo, 484. Consuelo en el bautismo de una mujer, 495. Hurtos de los secuaces de Lorenzo, 496. Maldad de Lorenzo: matan dos indios cristianos y cautivan una muchacha, 497. Visita de los Cadiguegodis, 498. Ida a la ciudad, 499. 133 Cap. 38. Afligen a la provincia los infieles, 500. Orden del gobernador de hacer guerra a los Lenguas y su contraorden, 501. Caminan los Mbays la ciudad, 502. Juicio infundado contra la lealtad de los Mbays, 503. Maltratan los Mbays, 504 506. Las viruelas y sus estragos, 507 511. Noticia de las paces con los Chiquitos, 512. Padre Provincial no llega a Beln, 513. 141 Cap. 39. Desamparan los Mbays la Reduccin, 514. Engaa Lorenzo los Mbays, 515. Miedo de Caminigo, 516. Viaje los Monteses, 517. Payagus vienen Beln, 518. Determnase stos sitio bajo ciertas condiciones, 519. Retranse los Payagus, 520. Divulgacin del temor de los Mbays los Chiquitos, 521. 149 Cap. 40. Retranse de la Reduccin los Mbays, 522. El cacique despide los Mbays, 523. Resolucin de mi viaje los Chiquitos, 524. Crtase el hilo nuestras esperanzas, 525. Instan los Mbays Lichagotegodis por Misioneros, 526. Nuestro arresto o prisin, 527. 223

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Sentimiento de los nefitos, por nuestra partida, 528. Sosiegan los indios los Misioneros, 529. Nuestro embarque, 530. Entramos en la ciudad, 531. Agasajo de los Padres Mercenarios, 532. Vienen los Mbays a vernos y pedir Misioneros, 533. Enojo del cacique Napidrigi, 534. Hacen sentimiento los Payagus, 535. 154

APNDICE DIARIOS, VIAJES Y VARIAS CARTAS Cap. 41. Diario del primer viaje a Ia ciudad, 536 a 550. Cap. 42. Navegacin desde la ciudad a Beln, 551 564. Cap. 43. Pueblos antiguos, 565 a 574. Cap. 44. Tercer viaje del Misionero y primero de Guans, 575 a 580. Cap. 45. Viaje a la Asuncin, 581 a 588. Cap. 46. Viaje a la Reduccin, 589 a 598. Cap. 47. Otro viaje la Asuncin y regreso, 599 615. 163 173 180 185 188 193 197

Cap. 48. Motivo y viaje a San Estanislao, 616 623. Paso San Joaqun y la ciudad, 624 633. Vuelta la Reduccin, 634 638. 205 Cap. 49. Nuevo viaje corto los bosques hacia el Oriente, 639 644. 218 Cap. 50. Diario del viaje no acabado los Chiquitos, 645 670. Carta al padre provincial, 671 680. 221 Cap. 51. Nuevo viaje San Estanislao, y San Joaqun y regreso la Reduccin, 681 697. 242 Cap. 52. Otro viaje corto para registrar terrenos inmediatos, 698 a 705. 249

INDIOS CHANS (Vulgarmente llamados Guans) Cap. 1. Nombre de la nacin y de sus poblaciones, 706 y 707. Juan de Oyolas y el puerto de la Candelaria, 708. Un indio Chan da noticia de la muerte de Oyolas, 709. Tierra de los Chans, 710. Terreno veces pantanoso y veces rido, 711. rboles, aves, puercos y otros animales, 712. 255 Cap. 2. Propiedades de los Chans, 713. Noticias que tenan de cristianos y Misioneros, 714. Carta del Misionero al Padre Visitador Nicols Contucci, 715 743. 259 Cap. 3. Diario del viaje al pueblo de los Chans, 744 a 775. 278 Cap. 4. Diligencias para establecer misin entre los Chans, 776 778. Misioneros sealados, 779. Limosnas, 780. Viene el cacique Chibat llevar al Misionero, 781 Va el Misionero los Chans, 782. Muere Chibata, 783. 294 Cap. 5. Impdese el establecimiento de la misin por los Espaoles, 784. Quieren los Chans pasar la orilla oriental del ro, 785. Empiezan disponer el terreno. 786. Un capitn 224

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Mbay ayuda los Misioneros, 787. Suspndese la conversin de los Chans por nuestra prisin y destierro, 788. 298 ***

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