Libelula y El Aprendíz - Cap V
Libelula y El Aprendíz - Cap V
Libelula y El Aprendíz - Cap V
LIBÉLULA Y EL APRENDÍZ
Al inicio fueron encuentros casuales y tímidos donde compartían ese brebaje especial que ella
degustaba con gran fascinación. Con el tiempo, ambos fueron revelando sus Artes mágicas utilizadas
para sus propios fines. Ella controlaba a sus duendes y enanos, los dominaba a tal extremo que todo de
ellos conseguía, regalos, amistad, buen humor, ternura, alegría, en fin, y otras tantas cosas que la hacían
feliz. Una vez le confesó al Aprendíz que su mejor amigo era un autómata que lo conservaba desde
tiempos muy antiguos y lo llamaba Pericles.
Nadie sabe con exactitud de dónde llegó el autómata, pero Libélula lo había adoptado como un
confidente muy especial.
Deben saber que un autómata es un ser inanimado que responde a ciertas combinaciones
relacionadas con la magia y cosas mecánicas. Ese autómata era poseedor de conocimientos que ella
almacenaba constantemente en él. Ese artilugio de la nueva ciencia se había transformado en un grial
de saberes y de conocimientos que a muchos comenzaba a interesar. Experta en cosas aracnidas, vió en
el Aprendíz al anunciado mago de estas Artes, pues, como lo dijo en un momento clave en su amistad
con él, el rey brujo se los había prometido a todas, invocar a un experto en artes relacionadas con esos
conocimientos desconocidos por muchas de las hechiceras que le eran incondicionales.
A diferencia de ella, el Aprendíz utilizaba la Telaraña para estudiar y encontrar cosas perdidas,
cosas novedosas, cosas inintelegibles y que, de una forma especial, sabía que cautivaban a Libélula,
seduciéndola a través de ideas y conocimientos para hacerla caer en sus redes y poder manipularla de
muchas maneras y aprender más de sus embrujos y pociones, conocimientos y hechizos; y ella lo
dejaba, pues tonta no era, ella también perseguía sus fines, quería saber más y más sobre la Gran
Telaraña y sus poderes ocultos. Lo hermoso de esTa extraña relación de hechicero y de hechicera, era
que produjo autoconocimiento en ambos y a partir de esos logros persononales adquirieron más
conocimientos y surgieron sentimientos mutuos. La magia suele ser benévola cuando energías,
emociones y sentimientos similares tienen la posibilidad de juntarse en los momentos más inesperados.
Libélula y el Aprendíz compartían las mismas inquietudes pero sus finalidades eran diametralmente
opuestas.
Dicen que la magia los embriagó a ambos y juntos ideaban y experimentaban todo el potencial
que la gran Telaraña les ofrecía para transmutar la materia a partir de simples ideas y pensamientos. A
través de los hilos de esta gran telaraña pudieron enterarse de infinidad de eventos acaecidos a
distancias enormes, como también, de conversaciones conspirativas atroces que de mil maneras a ellos
dos afectaría. Hubo un tiempo que ambos se perdieron en sus propias emociones y sentimientos, ella
descuidó sus labores un poco, perdió a duendes y a enanos, y muchas brujas le quitaron el saludo, sin
embargo, era leal con su Aprendíz y compartió sus conocimientos y saberes con él al igual que él con
ella. Para él Libélula era una hechicera ideal y una bruja terrible y encantadora a la vez. Como bien
sabía desde hace tiempo, una hechicera es dócil y amable, amiga y gentil cuando no ve en peligro su
identidad e independencia. La bruja aparece cuando nada de lo que busca puede satisfacer su sed de
saberes, y eso fue lo que sucedió en ella. Una noche, mientras conversaban sobre cosas misteriosas,
encantamientos y brujerías, él intentó embrujarla para saber de dónde ese autómata llamado Pericles,
provenía, y cuán importante era para ella. Sin dar tiempo para dejarse hechizar, Libélula realizó sus
pases mágico-gimnásticos y dejó cautivo al Aprendíz en un aura mágica prendado completamente de
ella. Se dice que anduvo así un buen tiempo, algo así como desorientado y también mal humorado y
sin saber el porqué. Libélula disfrutó mucho ese momento pero al final, comprendió que no podía dejar
a su amigo a merced de sus caprichos por siempre, por lo que, aconsejada por Damalibros, deshechizó
a su amigo y lo hizo olvidar cosas importantes, saberes únicos que ahora solamente a ella le pertenecen.
Damalibros observó que esa amistad era algo extraña y engañosa. Un día le dijo a su amigo que
se cuidara, no tanto de Libélula como de símismo y de sus habilidades. Esa cualidades especiales
podían ser dañinas para Libélula, pues ella, hábil aún en asuntos arácnidos, no podría acostumbrarse a
estar sujeta permanentemente a una amistad aracnida de por vida, era una criatura completamente libre.
El Aprendíz comprendió lo que su amiga le decía y muy sutilmente permitió a Libélula que se
distanciara de él, ó, como dicen otros, ella lo permitió. Dicen que hubo cosas de brujerías y que al final
predominó el libre albedrío, factor clave para ellos dos. Desconcertada de sus propias emociones,
Libélula, como buena hechicera, sabía todo lo que vendría y decidió distanciarse de su amigo, no sin
antes, realizar algunos embrujos especiales, porque, a su buen juicio, ambos no podrían lograr sus
ansiados propósitos sujetos el uno al otro.
Tiempo después de haberse distanciado, en la Caverna de los Recuerdos, libélula, muy ansiosa
por saberse partícipe de todos los acontecimientos que sucederían, buscó en el éter todo lo relacionado
con el gran brujo y el destino que a ella le tocaría jugar durante esos tiempos. En “Los Anales de los
Recuerdos Recientes” se lee lo siguiente;
“Libélula buscó una hora prudente en donde nadie pudiera verla ingresar a la Caverna de los
Recuerdos, y ese momento fue durante la media noche, y con tan mala suerte, que hubo luna llena.
Ansiosa, nerviosa e inquieta por la magia que la embriagaba y la impulsaba a desplegar sus alas para
volar libremente, y todo producto de ese embrujo lunático, sin pensarlo mucho cogió lianas silvestres y
se ató a un árbol para evitar que sus propias alas se la llevaran lejos.”
“Atada a un grueso árbol por la cintura, Libélula convulsionó dramáticamente por unos
segundos y de pronto sus ojos tornáronse completamente blancos y su rostro palideció como la luna
misma. En ese momento Libélula viajaba no físicamente, sino, más bien por el éter, un tiempo y un
espacio indeterminado que solo es conocido por los seres más limpios y puros de mente y cuerpo, de
corazón y Alma. Fue durante ese vuelo no físico que ella supo de eventos que no debía saber, vió cosas
que no debía ver, aprendió de cosas que nadie sabía y supo verdades que la enloquecieron de manera
casi permanente. Un rato después, volviendo en sí, de sus ojos salieron unas lágrimas que rodaron por
sus mejillas, lo visto en su viaje por el éter afectaba ahora sus sentimientos.”
Después de ese día estuvo ausente un buen tiempo. Muchos dijeron que había partido lejos, que
su amigo Aprendíz la había herido mucho en sus sentimientos y que Damalibros, molesta por llevarse a
su amigo lejos del lado de ella, con unos cuantos encantamientos la había hecho desaparecer. ¡Es
increíble todo lo que se dice cuando nada hay que decir!.
Mientras Libélula, Damalibros y Aprendiz se hallaban distantes unos de otros, el gran brujo
había estado preparándo todo para, llegado el momento, asirse del trono del pequeño reino del bosque
apoyado por algunas brujas y hechiceras poderosas que pasarían a conformar su cohorte leal y letal por
todo el resto del tiempo que el destino les fijara.
Las visiones de Libélula se hicieron realidad y comprendió que formaba parte de una aventura
excepcional junto a Damalibros y al Aprendíz, pues, junto a ellos emprendería un viaje que significaría
restablecer el equilibrio entre lo bueno y lo malo, entre la sensatez y la locura, entre la honestidad y la
mentira. Sabía que su deber era alcanzar su propósito final, el cual era, ser reconocida por el consejo de
hechiceras como la mejor de todas, la más sabia y experimentada, la mejor en sus pócimas de amor y
de locura, la única en volar de noche bajo la luz de la luna; su destino estaba escrito, las hadas la
odiarían, pero ella lo había visto todo y sabía que era posible alcanzarlo.
Si pudieramos saber todo sobre nuestro destino los esfuerzos por alcanzarlo no tendrían sentido.
Es por eso que la vida nos entrega indicios de éste, partes incompletas que hemos de ir completando a
medida que avanzamos en este juego llamado vida.
Muy lejos de estos parajes, en otro lugar del bosque, lejos de la Caverna de los Recuerdos, el
gran brujo se reunía con Morelia y sus hadas, Pies Altos se transformó en el lugar ideal para ello. Desde
ese sitio que estaba por encima de las copas más altas de los árboles, el gran brujo, por momentos
sintióse poseído por un extraño sortilegio que lo hizo sentirse poderoso e importante, un elegido
primordial para establecer orden y obediencia en todos esos lugares en donde su voz no era obedecida.
Ese lugar, Pies Altos, tenía una particularidad única, sin necesidad que las hadas intervinieran,
el lugar por simismo poseía un encanto que, si no eras cauto, muy pronto te poseía y terminabas
encantado por estar ahí rodeado de tan hermosas hadas que reinaban todas las partes iluminadas del
bosque.
En crónicas antiguas se relatan historias muy interesantes sobre ese lugar pero ese detalle lo
dejaremos para más adelante.
Morelia guió al brujo hacia uno de los balcones más altos construídos y desde ese punto le
enseñó la hermosa vista que, desde ahí, todas ellas tenían del bosque.. El brujo observó la grandiosidad
de este bosque y guardó en su memoria privilegiada, cada hermoso detalles de su interés, como
también, todo aquello que no era de su agrado.
Viendo al gran brujo extasiado por lo hermoso del paisaje nocturno y a la luz de la luna, y
también algo embrujado por el ambiente mismo, Morelia no perdió la oprtunidad al verlo embobado y
le dijo;
– Desde estas alturas todo es observable y predecible, nada puede escapar a tu mirada y con
nosotras a tu lado podrás escuchar todo lo que de tí digan allá lejos, por encima y por debajo
de los árboles, todo ésto será posible si, apenas seas rey del bosque, nos das estos dominios,
las alturas.
– ¡¡Claro!! ¿Porqué no!! Respondió el brujo absorto por los amplios dominos que podrían estar
ahora bajo su control absoluto.
Será fácil reinar por estos lugares, pensó el brujo mientras miraba a Morelia fíjamente a los ojos
y ésta le sonreía amigablemente y con satisfacción por haber acertado con su comentario y afianzar
aún mas los sentimientos que este brujo tenía en ese momento. La sed de poder de su nuevo aliado le
aseguraba por un largo tiempo un poder sobre las hadas, un poder diferente que las pondría,
irremediablemente, contra ellas mismas. Hay veces que las palabras están de más, solo bastan miradas
o sonrisas para expresarse pensamientos, emociones y acuerdos, y ésta fue una de esas ocaciones.
El brujo, de regreso en su pequeña casa ubicada a los pies de las montañas añosas, tomó asiento
en su sillón de poder y cerró los ojos. A través del pensamiento, convocó a todos sus aliados y amigos y
a cuanta criatura quería ayudarle. Casi de madrugada un centenar de personas, brujas, hechiceras,
duendes y enanos, un gigante renegado, unas hechiceras viejísimas y muchas hadas jóvenes ambiciosas
por ocupar el puesto de Morelia y tener el control de Pies Altos, se congregaron ahí rodeando la
pequeña casa. Los relatos nos dicen que el brujo, viendo que su casa era muy pequeña para recibir a
tanta gente, salió fuera y, subiéndose a un pequeño abedul, se acomodó entre las ramas más gruesas y
les dirigió unas palabras. Lo que se ha transcrito de esas primeras palabras conspirativas no es por
completo exacto, sin embargo, cronistas calificados en historias mágicas, aseguran que esta
transcripción es lo más próximo a lo que habló el brujo que, meses después, se convertiría en el Gran
Brujo del bosque y que, con el tiempo venidero, sería conocido como el brujo de “Más Allá”.
“Amigos, hermanos, colegas en las Artes mágicas, sé que están cansados por el mal trato y la
dejación con que este reino es conducido, yo me ofrezco a revertir estos malos gobiernos, les aseguro
que conmigo como lider y con el apoyo de todos ustedes, podremos juntos cambiar los destinos de este
nefasto reino que tantos desengaños nos ha producido.¡¡Apóyenme!! No se arrepentirá!!.”
Dicen muchos, a escondidas, que después de ese día todo cambió para siempre. Las hadas
sentíanse más seguras en sus labores y daban atención a todos los habitantes de los rincones más
apartados del bosque. Las hechiceras más perversas suavisaron su trato con sus sirvientes y
amorosamente comenzaban a tratar a sus lacayos más próximos. Hubo un tiempo de paz y tranquilidad,
de armonía y de florecimiento de muchas actividades que otrora estaban prohibidas.
Damalibros, siempre cauta, comenzó a reunir toda la información posible y a través de sus
escribas que, desde los cuatro puntos cardinales, le enviaban comentarios y opiniones aisladas sobre las
hermosas cosas que acontecían, se preparó para partir. Provista de su báculo descendió del gran árbol,
no sin antes dejar bien cerrado toda su morada. Acopió sus libros y hierbas en el rincón más apartado y
seguro, dejó cerrado todo bajo siete llaves y partió en busca de sus dos amigos.