Hiatorias y Monasterios Propios
Hiatorias y Monasterios Propios
Hiatorias y Monasterios Propios
I.—INTRODUCCION
1. ToRREs LopEz, El origen de las iglesias propias, en el «Ann. de Hist, del Derecho
Español», 5 (1928) 83-85.
n
A partir del año 395, fecha de Ia muerte del Emperador Teodosio, los
pueblos bárbaros comenzaron Ia invasión de los territorios dependientes
de Ia antigua Roma. Eran comunidades enteras, con sus mujeres, ancia-
nos, y niños los que así irrumpieron con ansias de paz y de fusión muchas
veces. Entre los Godos, Ia rama de los Visigodos, tras larga convivencia
pacifica; con los romanos, llegó a España a partir del afio 416 4.
Este pueblo, de sencillas costumbres e ideas religiosas muy simples,
se convirtió pronto al catolicismo tras haber aceptado durante casi un
siglo el cristianismo de Arrio 5. Se efectuó este movimiento con Ia con-
versión de Recaredo en el III Concilio de Toledo. La proclamación desde
entonces de Ia religión católica como religión del Estado, trajo consigo un
2. La auténtica realidad de los hechos sólo es historiable cuando, como dice Américo
Castro, es puesta en correlación con Ia estructura humana en que existen y con los
valores en los cuales se hacen significantes.
3. La historia hispana, dice S*NCHEz ALBORNOZ, es en Io esencial Ia historia de una
creencia, de una sensibilidad religiosa y a Ia vez de Ia grandeza, de Ia miseria, y de
la locura provocada por ella (España, un enigma histórico, Buenos Aires 1956, tom. I, 241).
4. Ver D'ABADAL, DeI Reino de Tolosa al Reino de Toledo (Madrid 1960).
5. Hay que tener presente que los godos no abrazaron por completo Ia herejía
arriana, sino el semiarrianismo del Credo de Rimini. Y ellos, faltos del sutil espiritu
de los bizantinos, encontrarían no poca dificultad en captar las esenciales diferencias
que Io separaban del catolicismo.
6. Tres ideas habian ganado a las gentes : Ia culpabilidad ante Dios de los hispano,
godos; el abandono de Dios hacia el pueblo, dejándolo en manos de los invasores; el
que sólo Ia misericordia divina podia poner remedio a ello. Un ejemplo de ello podemos
encontrarlo en las numerosas dedicatorias que figuran en las actas de consagración de
templos; por ejemplo, en el Decreto del Rey D. Sancho el Mayor entregando el monas-
terio de Leire a los cluniacenses dice claramente : «Porque recelo no suceda que, como
en tiempos de los reyes predecesores Vitiza y Rodrigo, nuestros antepasados perecieron
entregados a los enemigos del nombre de Cristo por haber desamparado los caminos
del Señor y menospreciado los preceptos de los sagrados cánones». Cf. TEJADA Y RAMiRo,
Colección de cánones de todos los Concilios de Ui Iglesia Española. III (Madrid 1851), 76.
7. A inculcar el temor a Dios concurrieron además otros hechos : desde finales del
siglo viu aproximadamente circuló insistentemente por Europa Ia noticia del próximo
fin del mundo, señalando como fecha el año 1000. Numerosas versiones del Apocalipsis
andaban de mano en mano, y en España, el can. 17 del IV Concilio de Toledo ordenó
que fuera predicado en las Iglesias. Todo esto contribuyó a que las donaciones a iglesias
y monasterios se hiciesen con Ia triste fórmula «appropinquante flne mundl...», que ya
aparece en Italia a flnes del siglo viii. Cf. TAMAssiA. La fonruUa "Appropinyuante fine
mundi" nei documenti del medio evo, en «II filangieri» 12 (1887). MouNiER, La paura
del X secolo (Firenze 1951). GiuLiAui, Il terrore dell'anno milte, en «Nuova Antologia»
(1953) mayo, 49-55. C*LAsso, Medioevo del diritto (Milano 1954) 347-349.
8. En tres sitios distintos se gloriaban de tener Ia cabeza del Bautista; llegaban
a treinta y tres los clavos de te. Oruz que se veneraban en diversos lugares; el monje
de Cuxá, Gacia, escribe al obispo de Vich que en su monasterio se guardan los pañales
del Niño; otros dicen tener las barbas de San Pedro, etc., etc. (Ver Historia de Io Iglesia
Católica (BAO, Madrid 1953), tom. II, 276-278).
9. Los monasterios familiares en España durante to alta Edad Media, en «Ann de
Hist, del Der. Español», 26 (1956) 1-46.
10. Historia de Ui Iglesia Católica, BAC, tom. ii, 190.
III
ORIGEN Y FUNDACIÓN
DE LAS IGLESIAS Y MONASTERIOS PROPIOS
11. Entre los autores españoles que se han ocupado especialmente del tema podemos
citar a ToRREs Lorea, El origen de las iglesias propias, en «Ann. de Hist, del Der. Esp.» 5
(1928). RAMON BiDAGOR, La iglesia propia en España (Roma 1933). GARciA GALLO, El Con-
cilio de Coyanza, en «Ann. de Hist, del Der. Esp.» 20 (1950). ORLANDis, Los monasterios
familiares en España durante Ia Alta Edad Media, y Los monasterios dúplices etpa,noles
en Ia alta Edad Media, ambos en «Ann. de Hist, del Der. Esp.» 26 (1956) y 30 (1960).
PEREz DB URBEL, Los monjes españoles en Ia Edad Media (Madrid 1934).
Entre los extranjeros podemos considerar como más notables a IMBERT DE LA TouR,
Les paroisses rurales de IV a IX siècles (Paris 1900). GENEsTAL, Les origines de droit
eclesiastique français, en «NeuveUe Revue Historique de Droit Français et Etranger»
38-39 (1914-1915). EiTEL, Die Vorgermanische Spanische Kirche, en «Estudios en honor
de Flnke» (1955). ZnisMANN, Das Stí/terrecht in der morgentondischen Kirche (Wien
1888). BiSHKo, Spanish monastecism in the Visigothic period (Cambridge 1938). FouRNiER,
La propieté des églises dans les premiers siècles du Moyen Age, en «Nouvelle Revue
Historique dU Droit François et Etranger» 21 (1897) 480-506. TnoMAs, P., Le droit de
propieté des laiques sur les églises au Moyen Age (Paris 1906).
12. GARciA GALLO, El Concilio de Coyanza..,, 418, nota, estima poco exacta esta de-
nominación entre otras cosas porque no es Ia propiedad privada de las iglesias, sino
Ia relajación del «ius episcopale» Io que caracteriza el régimen de Ia alta edad media.
13. Así los profesores DiAz y TovAR de Ia Universidad de Salamanca.
14. Dictionaire de Droit Canonique (NAZ). tomo V, col. 172-175. Quizá nos slrva
esto para explicar cómo un Concilio de Ia importancia del de Ooyanza únicamente haga
referencia directa a las «iglesias» y no a los «monasterios» que, sin duda, ya tenian
planteados entonces serios problemas disciplinarios. Recuérdese, por ejemplo, el escán-
dalo producido en León el año 954 por Ia conducta inmoral y depravada de un convento
de monjas ; conducta que indujo a los leoneses a entrar a saco y matar a las «sórores».
15. UBiETO ARTETA, Cartulario de Albelda (Valencia 1960), 144. «In Dei nomine vivo
et vero... quam ego donna Sancia facio ad honorem Sancti Martini, episcopi et fratribus
Albaide Deo servientibus, trado corpus et anima mea simul monasteriolum quod dicunt
Sancti Cipriani».
16. Parece hacer referencia a ello Ia ùltima parte del caa 3 del Concilio de Lérida
(a. 546?) cuando dice: «...Si autem ex laicis quisquam, a se factam basilicam consecrari
desiderat, nequaquam sub monasterii specie, ubi congregatio non coUigitur, vel régula
ab episcopo non constituitur, eam a diocesana lege audet segregare». Ver, TEJADA v
BAMiRO, Cotección de cánones..., tomo II (Madrid 1850) 140.
PEREZ DE URBEX nos da cuenta también de Io frecuente de tal costumbre en Aragón
España cristiana, en «Historia de España», dirigida por Menéndez Pidal, tomo VI (Ma-
drid 1956) 377-397.
17. Un interesante estudio extranjero: VEissERH, Une communauté cannonicale au
Moyen Age. Saint Quirace de Provins (paris 1961).
18. El influjo del monacato era tan grande que en reaUdad las constituciones mo-
násticas eran ley general del clero. Vlda regular hacía el obispo con sus clérigos en
Ia catedral, y de igual modo vlvian los presbíteros con los diáconos y clérigos inferiores
en las restantes Iglesias. Ver, PEREz PujOL, Instituciones sociales de Zo España, goda,
tomo III (Valencia 1896) 186.
ORLANDis tiene publicado también un interesante artículo en el «Ann. de Hist, del
Der. Español», 24 (1954) 95-279, titulado: Traditio eorporis et animae, en el que nos
muestra Ia extraordinaria difusión en nuestro país de las denominadas «famillaritas»
en torno a las iglesias y que las harían parecer a monasterios, sobre todo cuando Ia
vinculación se hacía en Ia forma estricta. Tenía lugar esta forma de vida, aparte los
monasterios, en las catedrales o en las canónicas.
19. El párrafo último dice en el original asi: «...cum utrumque una sit Ecclesia
propter fidei unitatem, et alterum utriusque diversum videatur habere nomen pro me-
lius vivendi consuetudine». Y posteriormente se refiere varias veces a Ia «ecclesia vel
canónica».
20. LopKz PERREIRO, (Historia de Ui Iglesia de Santiago de Compostela, Santiago
1899), nos da cuenta a través de su obra de bastantes ejemplos. Por citar uno (vol ii, 220)
tenemos el de Ia iglesia de San Sebastián, construida como iglesia pero pensando en
su posibilidad de convertirse en monasterio.
21. El Concilio de Mérida del año 666, canon 18, ordena a los presbíteros que tengan
a su cargo una parroquia que procuren crear clérigos que les ayuden en su ministerio.
Ver, TEJADA y EAMiRO, Colección de cánones..., tomo II (Madrid 1850) 715-716.
B) Tesis del lucro: ven los autores que deflenden esta teoría el origen
de las iglesias y monasterios propios en un afán de obtener determinadas
ganancias derivadas de los estipendios, rentas, y donaciones que con su
fundación o apropiación se conseguían. Esta tesis parece recogerla en Es-
paña Briz Martinez 27 al constatar cómo muchos particulares edificaban
las iglesias para liberarse de tener que pagar el diezmo.
Esta teoría, que tiene indudablemente sus puntos débiles, no puede sin
embargo ser descartada del todo como a veces se ha hecho. No debió en
muchas ocasiones de andar lejos Ia intención lucrativa en Ia mente de
los fundadores, cuando el II Concilio de Braga se ve obligado a prohibir
expresamente a los Obispos el consagrar las iglesias o monasterios funda-
dos por laicos «cuando se sospeche que Io hacen con animo de lucro».
23. Desde hace algún tiempo estamos empeñados en un trabajo sobre los edificios
religiosos «propios» creados con motivo de Ia repoblación del valle del Duero. Esperamos
hallar las suficientes pruebas para zanjar, en uno o en otro aspecto, Ia cuestión. Ahora
simplemente nos limitamos a dar una rápida visión de e^ta página histórica.
24. Das Eigenkirchenrecht, als Element íes mitteUuterlicfigerma,nisciisn Ktrctien-
rechtx (Berlin 1895), desarrollada posteriormente en otros trabajos.
25. En España Ia han combatido ToRREs LopEZ, el P. BioAcoR y GARciA GALLo. En
el extranjero principalmente ScHUBERi, ZmsMANN, GENEsiAL, y sobre todo, DopscH. Real-
mente hoy nadie se atreve a defenderla tal y como Ia expuso su autor.
26. Últimamente GAUOEMEr ha demostrado que en algunas novelas de Ju.stiniano se
hace referencia a Ia existencia en Roma de tales iglesias (L'eglise dans l'empire romain
IV y V siécles (Paris 1958) 299-316). De Ia misma opinión respecto a su existencia en
Oriente es ORLANDis, quien pone de manifiesto que el II Concilio de Nicea prohibe ya
su constitución en el futuro (Los monasterios dúplices..., 60-61).
27. Historia de Ia fundación y antigüedades de San Juan de Ia Peña (cit. por ToRREs
LopEz) donde dice : «fundan iglesias dentro de los límites de sus heredamientos y no
pagan diezmos de los frutos que cogen de ellos, los cuales reservan para sí en socorro
y para el sustento de aqueUas iglesias».
36. En efecto, Ia historia nos muestra que los visigodos no habitaban en núcleos
de población urbana, sino en caseríos dispersos.
37. La cura pastoral en Ia España romano-visigoda. (Boma 1955), 224.
38. La cura pastoral..., 214-215.
39. PoNT Rius, La sociedad en Asturias, León y Castilla en los primeros siglos
medievales, en «H/ social y económica de España y América» (Barcelona 1957) T. I., 258.
40. MARTiNEz DiEz, El patrimonio eclesiástico en Ia España Visigoda (Universidad
Pontificia de Comillas 1959) 71-77. «Hablando con todo rigor, dice el autor, podríamos
afirmar que Ia iglesia visigoda no conoció Ia iglesia propia, y que esta solo pudo brotar
en España sobre las cenizas del Estado visigodo y de una iglesia maltrecha y mutilada
de sus órganos centrales, los concilios, por Ia invasión agarena».
41. Manifestaciones a<ceticas en Ia iglesia hispano-romana del siglo IV (León 1962)
119-121.
42. Historia social de España, e Hispanoamérica (Madrid 1961) 48... «En Ia época
romana ya debieron existir en España las iglesias propias. El engarce con las civltates
episcopales de las parroquias dejó amplias zonas a Ia libre acción de los segtares cris-
tianos que fundaron oratorios dotándolos para atender a los campesinos, y que fre-
cuentemente son objeto de constitución autónoma, como iglesias propias, que tienen
a su frente un hermitaño».
43. V. GARCiA ToLSA, Visigodos y musulmanes, en «Historia social y económica
de España y América», 133. GARciA ViLLADA, Historia eclesiástica de España (Madrid
1932) tomo II, 281 ss.
44. El rey Alfonso el Casto puede servirnos de ejemplo al procurar instaurar en
Oviedo el orden eclesiástico y civil del antiguo reino godo. AMERico CASTRO parece opo-
nerse a esta idea.
55. En este sentido GARciA GALLO, El Concilio de Coyanza..., 450 ss. Un ejemplo pode-
mos verlo en SERRANO, Becerro gótico de Cardeña (VaUadolid 1910), 55, y en muchas
de las eacrituras de fundación (Ia de San Salvador de Deva. SANCHEZ CANDEiRA, La
reina Velat,quita de León y su descendencia, en «Hispania» 10 (1950) 504).
56. ROBERT S. López, Naissance de l'Europe..., 165.
57. El documento que se conserva sobre el Concilio de Oviedo del año 791 nos relata
cómo habiendo entrado en Asturias un formidable ejercicio de árabes al mando de un
CaI Mugait fue vencido infUngiéndosele grandes pérdidas, por Io que el rey Alfonso el
Magno fundó en acción de gracias una basílica en honor de N. S. Jesucristo, otra en
honor de Ia Virgen, y otra en honor de San Tirso, así como iglesias dedicadas a Santa
Basilisa y san Julián (TfcjAOA Y RAMiRO, Colección de cánones..., tomo VI (Madrid
1859) 20).
58. ORLANDis, Los monasterios familiares..., 19, nos pone como ejemplo el caso de
los esposos Gudensindo y Enderquina quienes fundaron varios monasterios creyendo que
Dios les había castigado por sus faltas al nacerles una hija con un defecto corporal.
59. No sólo, los hombres fundaban por su cuenta; también las mujeres Io hacían:
Ia reina doña Velasquita funda el monasterio de San Salvador de Deva, y una señora
llamada Elaguntia levantó el cenobio de Abelio. También los matrimonios hacían en
común sus fundaciones muchas veces : los condes Piniolus Ximénez y su mujer Ildoncia
fundaron el célebre monasterio de Corias (PLORiANo, El libro registro de Conos, Ovie-
do 1950), y Alfonso Ramírez y su esposa Gutina el de Santa María de Ribeira (SAEZ
SANCHEZ, El monasterio de Santa Maria de Ribeira, en «Hispania» 4 (1944) 11); igual-
mente los esposos Salto y Ricardis construyeron el de San Benito de Bages en cumpli-
miento de un voto (DEL ARco Y GARAY, Cataluña, en «Historia de España» de Menéndez
Pidal, tomo VI, 513).
60. Véase nota 8.
61. San Fructuoso y San Valerio no han dejado noticia de tal manera de proceder
entre muchas gentes. (Ver, ICNAcio ARENiLLAS, Autobiografía de San Valerio, en «Ann.
de Hist, del Der. Esp.» 11 (1934) 475 ss.).
62. Los monasterios dúplices españoles en Ia alta edad media..., 51-52, y nos con-
firma Ia antigüedad de esta forma de ascetismo MARio M*RiiNS, O monacato de S. Fruc-
tuoso de Braga (Coimbra 1950).
63. ORLANDis, Traditio corporis et animae..., 95 ss.
64. Esta última forma parece haberse dado principalmente en Castilla, aunque no
debió de ser desconocida en otros territorios, como se deduce de D'ABADAL, EIs primers
comtes catalans (Barcelona 1958) 73-114.
65. La Crónica Albeldense y Ia de Alfonso III narran las fundaciones de Alfonso II
(San Salvador, San Tirso, Santos Julián y Basilisa), y Ia Crónica de Sampiro las de
Ordoño JI y Ramiro III.
66. lGNACio DE LA CoNCHA, La presura (Madrid 1946) 58-59.
67. SERRANO, L., Cartulario de San Vicente de Oviedo (Madrid 1929), en Ia intro-
ducción. Con carácter más general BisHKo, Callegan pactual monasticism in the repopu-
lation of CastiUe, en «Estudios en honor de Menéndez Pidal» 2 (1951) 525-531.
donaciones que recibían de lo3 reyes, nobles, e incluso del pueblo llano 7S.
Los capitularios de cualquier monasterio o iglesia famosa están Uenos de
ejemplos de tales liberalidades, cuya sola enumeración se haría inter-
minable. Baste únicamente el citar a titulo de ejemplo un caso cual-
quiera: Ia donación fundacional del monasterio de Corias, erigido en el
siglo xi, y que consistió en más de 50 viUas, con sus siervos adscritos,
4 iglesias, 7 monasterios, etc., etc. 76.
Tan grande debió de llegar a ser el poder de algunos obispos y abades
de entonces que Sánchez Albornoz nos dice " que ningún laico logró Io
que consiguieron el obispo de Santiago, Diego Gelmirez y los abades de
Sahagún: el privilegio de acuñar moneda.
rv
REGBiIEN JURH)ICO-LEGAL
DE LOS MONASTERIOS E IGLESIAS PROPIOS
75. Apenas si nadie moría sin deJar a alguna iglesia o monasterio Ia llamada «quinta
del alma» o quinta parte del haber de libre disposición. Otras muchas veces se hacían
especiales para obtener el perdón de los pecados «sicut aquam extinguit ignem».
OARCiA OALLo indica que para poder ser consagradas las iglesias tenian que tener
una dote o patrimonio (EZ Concilio..., 450), y PRinro BANCES, Donación de una iglesia
a un altar, en «Cuadernos de Hist, de España» 17 (Buenos Aires, 1952) 105-141, nos cuenta
cuatro formas de hacer donaciones a iglesias: 1) el mortuorium; 2) Ia ofrenda fune-
raria; 3) Ia cuota cpro anima»; 4) Ia ración espiritual. De ellas Ia más interesante es
Ia cuota «pro anima» y Ia ración espiritual : Ia primera nace de Ia idea de considerar
a Jesús como hijo de Dios y hermano de los hombres, por Io que a Ia hora de testar
se Ie considerará un hermano más a repartir; Ia segunda consiste en Ia entrega de
bienes a cambio de una participación en los sufragios celebrados por los clérigos o Ia
comunidad.
76. El monasterio de Belmonte, en Oviedo, recibió de una sola donación en eI año
1098, dos monasterios propios y varias villas completas. Ver, más extensamente, FumiANO,
Colección diplomática del monasterio de Belmonte (Oviedo 1960) 5-13. LucAs ALV*RSz,
El libro becerro del monasterio de Valbanera (Zaragoza 1950).
Entre los monasterios mas famosos podemos citar en Asturias San Vicente de Oviedo,
Samos, San Juan de Neva, Santa Maria de Lapedo; en CastiUa, Cardeña, ArIanza,
Silos, San Salvador de Oña; en Aragón, San Martin de Cillas, San Juan de Ia Peña,
San Pedro de Siresa; en Cataluña, Cuxá, Santa Maria de Bipoll, San Ougat, etc., etc
77. La moneda en el reino Astur-leonés, en «Cuadernos de Hist, de España» 31-32
(Buenos Aires, 1960) 8 y 10 (nota). „
78. Se refiere BRiz MumNEz a las iglesias edificadas por los reyes, pero estimamos
que puede hacerse extensivo a las erigidas por los nobles, eclesiásticos, y gente del
pueblo. También el P. BiDAGOR se refiere únicamente de manera directa a las iglesias
y no estudia a los monasterios. No obstante no creemos que haya obstáculo para equi-
pararlos en líneas generales.
79. La Iglesia propia en España..., 11-12.
80. BiDAGOR, La iglesia propia..., 38, entiende que Ie estaba vedado hacer de Ia
iglesia un uso inconveniente o diverso a su destino religioso.
81. De aquí que se hablase frecuentemente de «ecclesia mea propia». Llega a ser
común en tan gran medida el tener cada señor su iglesia o monasterio que era raro
el que no tenía ninguna, e incluso el no tenerlos suponía cierto desprestigio.
82. OARciA OALLO, El Concilio de Coyanza..., 506.
83. En este último caso, el eclesiástico siervo no podía muchas veces cobrar las
rentas, ni administrarlas. BiDAGOR, nos muestra en su obra un ejemplo (p. 18) : el clérigo
que atendía a Ia iglesia de Santiago de Manilán.
84. La Iglesia propia en España..., 140, donde nos relata a este respecto las luchas
del monasterio de San Juan de Ia Peña con los obispos de Huesca y Pamplona
85. OARCiA GALLO, El CoTicüio de Coyanza..., 243 prosigue señalando que Ia potestad
de los laicos sobre las iglesias no nace sólo de su construcción o adquisición legitima,
sino también por Ia llamada «defensio» o encomendación. Esta consistia en Ia protec-
ción que un «señor» poderoso brindaba a las iglesias y monasterios débiles para defen-
derlos de los ataques y frecuentes saqueos. El protector, que recibe el nombre de «sénior»
o «defensor», llegó muchas veces a constituirse tal mediante Ia coacción, ya que si obte-
nía te protección Ie suponía el poder cobrar por ella un censo. Diríamos con palabras
de hoy que hubo momentos en que existió una especie de «gansterismo» medieval en
Ia especiaUdad de protección obligatoria pagada.
86. OARciA GALLo, El Concilio de Coyanza..., 227.
87. FLORiANO, El libro registro de Cória:;..., 222 ss., del tomo I.
88. La Iglesia propia..., 99-101.
DECLIVE
89. GARCiA OALLo, El Concillo de Coyama..., 282 (separata), sostiene que este derecho
a Ia «tertla» debió desaparecer al pasar Ia carga del cuidado de las iglesias a los pro-
pietarios.
90. En forma análoga puede hablarse respecto a los monasterios si bien es cierto
que a través del tiempo varió un tanto su régimen jurídlco-legal del de las iglesias.
90. Una panorámica sobre este siglo, desde el ángulo religioso, puede verse en
MoNGHEN, Movimenti religiosi popolari nel periodo deUa riforma della Chiesa, en «Storia
del Medioevo», voL III (Firenze 1955) 333-356.
92. De Ia religiosidad de entonces puede servirnos de muestra el hecho de que a los
Santos no se les pidieran normalmente gracias espirituales, sino fortuna, victorias, salud
y buenas cosechas.
93. Más extensamente sobre Ia piedad en este siglo, DELARVELLE, La pietà popolare
nel secolo XI, en «Storia del Medioevo», vol. III (Firenze 1955) 326-332.
94. B0RLER, Vida y cuitura en Ia Edad Media (Mexico 1946), nos cuenta, en las
paginas 63-64, cómo Ia predicación de que eran muy pocos los que se salvaban y que
Ia mayoría se condenaban, hacía que muchos dejaran de creer en el inflerno y en el
diablo, y Ia mayoría argumentara que si los diablos eran tan numerosos era raro que
no se les viera y que además si el infierno tenía tantos hombres no debía de ser tan
insoportable. Y así BERTOLDO DE RAxissoNA tuvo que salir al paso, en sus Sermones,
de «quienes pensaban que después de acostumbrarse al infierno se viviría allí agrada-
blemente, como en cualquier otra parte». Y el poeta AuGASsiN Y NicoLET escribía en el
siglo XIIi «al cielo van a parar los sacerdotes viejos, inválidos, y tullidos que se pasan
los días y las noches doblados ante los altares. Me espanta Ui Idea de verme en tal
compañía; prefliero ir al infierno con los sabios, hermosos caballeros, hermosas damas,
músicos, reyes, oro y plata».
95. El canon 3 del Concilio de Zaragoza del año 691 ya exhortaba para que «los
monasterios no se convirtieran en casa de recreo de los seglares» (TEJAD* v RAMiRO,
Colección de cánones..., tomo II (Madrid 1830) 134).
96. Historia de Zo Orden Benedictina (Madrid 1922), 180.
97. Sancho el Mayor de Navarra (Madrid 1950) 299-300.
9$. La disiciplina canónico-visigoda fue sustituida por un nuevo Derecho consuetudi-
nario, cuya principal característica era Ia secularización del sistema eclesiástico.
La situación religiosa en general preocupaba, nos dice con acierto BERNARD BuoNv
(L'Eglise et les ordres religieux dans Ie royaume de Bourgogne au XI et XlI siècles, Gre-
noble 1960) : inmoralidad, ingerencias laicas, etc., hicieron que Io sano de Ia Iglesia
Intentase Ia reforma.
En realidad, nos dice BuHLER (ob. cit, p. 53) el problema cardinal de Ia Edad Medla
era el divorcio interior de una época que de una parte renegaba del mundo, y de otra
Io ambicionaba ardorosamente.
99. Ver, FONT Rius, La sociedad en Asturias, León y Castilla..., 352.
100. Parece que su entrada en España se debe al rey Sancho el Mayor de Navarra.
Quizá Io viera al visitar Francia cuando fue Invitado a Ia ceremonia de exponer al
culto Ui supuesta cabeza de San Juan Bautista. Por otra parte el Duque de Aquitania
y algún noble más, protectores de las comunidades cluniacenses, vinieron a nuestro
suelo varias veces en peregrinación, y debió de oírles el rey alabar a tales monjes.
Probablemente es esta Ia versión más segura ya que el mismo rey escribe el año 1022
al entregar el monasterio de Leire a tal congregación : «Oyendo que Ia doctrina del
Bienaventurado San Benito resplandece mucho y con grande espíritu por todas las
tierras, comencé a desear con ardientes ansias el traspintarla a nuestras regiones con