DEPOSITO

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Capítulo 13

Depósito
I. Concepto

En las legislaciones más antiguas, hubo depósitos motivados en la necesidad de


guardar bienes mientras sus titulares iban a la guerra o de viaje, lo que se conocía como
oficio de amistad, de causa gratuita. De allí que solo se exigiera al depositario la
diligencia que disponía en las cosas propias, pues de lo contrario no había quien las
recibiera. En el curso del tiempo siguieron los depósitos comerciales en galpones,
apropiados para la circulación de las mercaderías, y ello confirió su modalidad onerosa
y una agudización de las responsabilidades.1
Dice el artículo 1356 del Código Civil y Comercial que “hay contrato de
depósito cuando una parte se obliga a recibir una cosa con la obligación de custodiarla y
restituirla con sus frutos”.
Se lo regula como contrato consensual, habida cuenta de la eliminación de la
categoría de contratos reales en el código; por ello, en la definición no se incluye la
obligación de entrega que pesa sobre el depositante, toda vez que hoy no hace al
perfeccionamiento del contrato, sino al cumplimiento de una obligación una
consecuencia de su celebración.
La obligación nuclear, en este contrato, es la guarda y custodia de las cosas. La
obligación de restituir es compartida con otros contratos que implican tenencia o uso de
cosa ajena y constituye el modo de extinguir la relación negocial.
La definición comprende las distintas especies de depósito que se regulan.
Gratuito y oneroso, regular e irregular, voluntario y necesario.
La guarda constituye la obligación principal. Su acepción primaria implica
conservar la cosa depositada en el mismo estado físico en la que fue entregada. No
obstante, modernamente la finalidad de las partes al contratar un depósito no puede
entenderse limitada a salvaguardar la integridad física de la cosa, sino que debe incluir
el deber de preservar su valor de cambio y su destino económico. Por ello, la genérica
obligación de guarda debe ser apreciada en un doble sentido: impedir la sustracción o
pérdida de la cosa (custodia), y conservarla en buen estado (conservación). 2
No se aplican las presentes disposiciones a los depósitos judiciales o legales,
salvo de modo subsidiario.3
El objeto debe consistir en cosas en sentido jurídico. Objeto material susceptible
de valor económico. Al no distinguir entre bienes muebles o inmuebles, se entiende que
el código, en este punto, siguió a su antecesor, por lo que podrían ser objeto del contrato
de depósito.

II. Caracteres

1) Es un contrato nominado y típico, en tanto no solo tiene nomen iuris, sino que
tiene regulación legal.
2) Es consensual. Aquí se modificó la regulación del Código Civil, donde el
contrato era real y se perfeccionaba con la entrega de la cosa. Hoy, la entrega de la cosa,
al ser un contrato consensual, no es más que una de las obligaciones que pesan sobre el
1
Lorenzetti, R. L. (2007). Tratado de los contratos: tomo III. Santa Fe: Rubinzal Culzoni, p. 641.
2
Lorenzetti, R. L. (2015). Comentario al artículo 1356. En R. L. Lorenzetti (dir.), Código Civil y
Comercial de la Nación. Comentado: tomo VII. Santa Fe: Rubinzal Culzoni, p. 171.
3
Lorenzetti, R. L. (2007), op. cit., p. 648.
depositante.
3) Es bilateral, toda vez que al tratarse de un contrato consensual, el depositante
siempre tendrá la obligación de entregar la cosa y de pagar una retribución si ello fue
convenido. Para Vélez Sarsfield, el contrato era unilateral, pues la entrega de la cosa
perfeccionaba al contrato por ser real, y era gratuito.
4) Oneroso. Vimos que en la actualidad, a diferencia del Código Civil, se
presume la onerosidad, y las partes deberían pactar expresamente si quieren un contrato
gratuito, aunque ello no liberaría al depositante del deber de reintegrar los gastos en los
que razonablemente haya incurrido para la custodia y restitución.
5) No formal. No está sujeto a ningún tipo de exigencia formal, se aplican los
principios generales. Entonces, solo será formal cuando se trate de un contrato que es de
uso instrumentar en los términos del artículo 1019, segundo párrafo, en cuyo caso no
podrá ser probado solo por testigos. No obstante, cuando existe comienzo de ejecución,
se admite el principio de prueba por escrito.
6) De duración. Se trata de un contrato de tracto sucesivo o de ejecución
continuada porque la finalidad perseguida por las partes se cumple con su prolongación
en el tiempo. El depositario debe la custodia y la conservación de la cosa durante todo el
plazo del contrato, el que no se interrumpe como las obligaciones periódicas, sino que
es continuado hasta su término.
7) De consumo o profesional. Así se calificará si cae dentro de las previsiones de
los artículos 1092 y 1093, y artículo 2 de la Ley de Defensa del Consumidor.
Generalmente, el depositante elige la persona del depositario teniendo en cuenta su
carácter de profesional y experto, por ejemplo, cuando se trate del supuesto previsto en
el artículo 1375 (establecimientos y locales asimilados al depósito necesario) y en el
artículo 1376 (casas de depósito).
Más difícil será cuando no se trate de un sujeto profesional, o sea el contrato
inter amicus. Si bien el artículo 2 de la Ley de Defensa del Consumidor incluye a
quienes proveen servicios de manera ocasional, lo cual pareciera incluir el contrato
dentro de los consumidores, no puede soslayarse que, aun así, debe tratarse de un
proveedor, o sea quien realice una oferta profesional de un bien o servicio, hasta de
manera ocasional. Quedará afuera el supuesto en que un empresario contrate un
depósito para la custodia y conservación de bienes de su emprendimiento, puesto que no
se configura el requisito exigido por el régimen tuitivo, al no ser destinatario final.
La jurisprudencia ha calificado como relación de consumo y ha aplicado las
normas protectorias a supuestos asimilables al depósito fundamentalmente por daños y
sustracciones a automotores. Ejemplo: estacionamiento en supermercados,
hipermercados, shoppings, supuestos expresamente contemplados hoy en el artículo
1375.4

III. Presunción de onerosidad

A diferencia de lo regulado en el Código Civil, la legislación actual presume que


el depósito es oneroso y así lo establece el artículo 1357.
Señala que “el depósito se presume oneroso. Si se pacta la gratuidad, no se debe
remuneración, pero el depositante debe reembolsar al depositario los gastos razonables
en que incurra para la custodia y restitución”.
El proceso de unificación de los contratos civiles y comerciales trajo consigo,
acorde a lo que es usual en los tiempos que corren, afirmar el carácter oneroso de la

4
Lorenzetti, R. L. (2015), op. cit., p. 174.
mayoría de las relaciones jurídicas, entre ellas, el contrato de depósito considerado
esencialmente gratuito en el Código Civil.
Acerca de quién es el sujeto legitimado en pagar la retribución, se discutió si
solo era el depositante, o –para el caso de no ser el titular de la cosa dejada en depósito–
si también podía responsabilizarse al titular del dominio. La justicia comercial, en un
fallo plenario, a propósito de un contrato de garaje, concluyó en el sentido de que el
único obligado es el depositante, aun cuando no sea propietario de la cosa.5
Consecuencia necesaria del principio de relatividad de los efectos de los contratos y
normas del contrato de depósito que determinan que puede ser celebrado por quien no
es titular de la cosa.
La gratuidad, dice la norma, debe ser pactada expresamente, si no, se presume
la onerosidad. No obstante, el hecho de que las partes hayan pactado que no se debe
retribución alguna, ello no impide que el depositario puede reclamar los gatos
razonables para hacer frente a la custodia y restitución. Se busca evitar el
enriquecimiento sin causa del depositante.

IV. Comparación con otras figuras

1. Locación de cosas

En este contrato se transfiere la tenencia de la cosa con la finalidad de usar y


gozar de ella. En el contrato de depósito, la principal obligación del depositario es de
custodia y conservación, obligación secundaria en el contrato de locación. En principio,
el contrato de depósito no permite que el depositario use de la cosa, salvo en el depósito
irregular. En su caso, siempre será una obligación secundaria.

2. Contrato de Comodato

Aquí se presta el uso de la cosa gratuitamente. También, la obligación de


conservación es secundaria, como en la locación, y no principal, como en el contrato de
depósito.

3. Contrato de Mandato

En el mandato, el mandante le encarga al mandatario la realización de uno o más


actos jurídicos a su cuenta y orden. La obligación nuclear del mandatario es efectuar el
encargo, y si existe algún deber de conservación y custodia, siempre tendrá carácter
accesorio de esa obligación principal, a diferencia del depósito, donde la principal
obligación del depositario es la custodia y conservación de los bienes depositados.

4. Contrato de garaje

El contrato de garaje es un contrato atípico, toda vez que carece de regulación


legal, pero tiene tipicidad social. Se dice que hay contrato de garaje cuando una parte se
obliga a conceder a otra el uso de un espacio para el estacionamiento de un automóvil,
cuidar del mismo y, eventualmente, proceder a su limpieza y lavado, a cambio de un
precio en dinero.
El contrato de garaje importa una relación jurídica más compleja que el simple
5
Cámara Nacional Comercial, en pleno. (27/08/2008), “Tiebou, Juan Carlos c/ Jivcovic, Gabriel”. La
Ley, 2008-E-406.
pago de precio contra el uso y goce de un espacio. Implica el uso y goce, la custodia y
los servicios. Por esta razón es un contrato atípico. No está regulado en el ordenamiento
argentino, y se rige por las normas que establezcan las partes, las relativas a la teoría
general del contrato y contratos análogos.
Las obligaciones de las partes son, en cuanto al garajista: i) dar el uso y goce de
un espacio determinado o indeterminado; ii) custodiar el vehículo asegurando su
indemnidad; iii) prestar los servicios que adicionalmente se hayan comprometido. Por
su parte, la obligación nuclear de quien introduce el automóvil es pagar el precio.
Lo más importante es la responsabilidad del garajista frente al robo o daños en el
automóvil. Su responsabilidad es contractual y objetiva por aplicación de las reglas de
custodia, debe devolver el mismo vehículo entregado, indemne. Es un deber de
resultado y responde por los hechos propios y de quienes se encuentren bajo su
dependencia. Únicamente se libera probando la culpa ajena.
Como se trata de un contrato no formal, no está sujeto a solemnidad alguna y
puede probarse por cualquier medio de prueba.

5. Servicio de caja de seguridad

Es un servicio ofrecido por las entidades bancarias que consiste en ofrecer a sus
clientes un servicio de custodia mediante cajas o cofres de seguridad para la guarda de
valores o bienes, que generalmente no son declarados, y por un plazo y con finalidad de
custodia, percibiendo como contraprestación un precio en dinero.
Se lo define como “un contrato por el cual el banco cede a un cliente por
determinado plazo el uso de un cofre o caja de seguridad, instalada en el edificio donde
el banco desarrolla su actividad en un lugar especialmente construido y vigilado,
mediante el pago de un precio, con la finalidad de que el cliente guarde allí
determinados bienes”.6
Está regulado en los artículo 1413 y siguientes del código, a los que se remite
para su mejor desarrollo.

V. Clases

El depósito es regulado como una figura genérica que admite subtipos según si
presenta determinados requisitos, de los que derivan efectos distintos.
Para definir estos subtipos, hay dos elementos diferentes: a) según el grado de
libertad que tiene el depositante en la elección de la persona del depositario. Existe el
depósito voluntario y el necesario; b) según la cosa objeto del contrato. Si es no
fungible o no consumible, será regular, y si no, irregular.
Los subtipos pueden combinarse, por lo que el depósito voluntario puede ser
regular o irregular, así como el necesario.

1. Depósito voluntario. Depósito necesario

En este depósito, el depositante elige la persona del depositario sin ningún


condicionamiento mediante el ejercicio pleno de su libertad; a diferencia del necesario
donde esta se encuentra restringida por circunstancias externas y conforme lo enuncia
como ejemplo el legislador en el artículo 1368.
El elemento diferenciador entre ambos subtipos se encuentra en la libertad de
6
Villegas, C.G. (2014). Contratos bancarios. En J. C. Rivera y G. Medina (dirs.), Código Civil y
Comercial de la Nación. Comentado: tomo IV. Buenos Aires: La Ley, p. 339.
celebración del contrato y no en la libertad de configurar su contenido.
Se asemejan al depósito necesario las casas destinadas a recibir viajeros. El caso
más claro se produce cuando existe una situación de monopolio de hecho o natural.
Ahora bien, una mera dificultad en la elección del depositario no transforma el contrato
en un depósito necesario. La regla es el depósito voluntario y la excepción, el necesario,
que justifica la adopción de efectos excepcionales.7
2. Depósito regular o irregular. Objetos sobre los que recaen.
Cuando es regular, la obligación del depositario consiste en devolver la misma
idéntica cosa que se recibió en depósito; por ello, el criterio diferenciador de ambas
especies de depósitos (regular e irregular) se encuentra en la individualización de la
cosa.
En el depósito regular, la cosa que se entrega debe ser no fungible y no
consumible; en su caso, debe encontrarse individualizada de tal forma que se considere
como no fungible y no consumible. Por ejemplo, dinero que se entrega en sacos o
bolsas cerradas.
En razón de ello, en el depósito regular, el depositante transmite la tenencia de la
cosa, toda vez que al finalizar el contrato se debe restituir la misma cosa que se entregó,
lo que no ocurre cuando se trata de depósitos irregulares, cuyo objeto consiste en cosas
fungibles que no se encuentran en sacos cerrados, por lo que el depositario está obligado
a devolver cosas de la misma especie y calidad, pero no las mismas cosas que recibió.
Aquí, dice el artículo 1367 que el depositante transmite la propiedad de las cosas dadas
en depósito, aunque el depositante no haya autorizado su uso o lo haya prohibido. Ello,
por cuanto se trata de bienes consumibles. Ahora, si se entregan cantidad de bienes
fungibles, y el depositario tiene la facultad de servirse de ellas, se aplican las reglas del
mutuo, contrato al que remitimos.
El Código Civil, en el artículo 2188, precisaba que el depósito era regular
cuando:
a) la cosa depositada fuera inmueble o mueble no consumible,
aunque el depositante hubiera concedido al depositario el uso de ella. Aquí, en
atención al carácter inidentificable de los bienes, el hecho de que se hubiese
facultado su uso no le quita su calidad de regular, toda vez que la obligación del
depositario se mantiene igual. Debe devolver la misma cosa recibida.
b) fuese dinero o cantidad de cosas consumibles, si el depositante las
entregó al depositario en saco, o caja cerrada con llave no entregándole esta, o
fuese un bulto sellado o con algún signo que lo distinga. Aquí, si bien las cosas
no tienen identidad propia, se las entrega de tal forma que logran su
individualización, razón por la cual, aun cuando sean fungibles o consumibles,
se les aplica las reglas de depósito regular.
c) represente el título de un crédito de dinero, o cantidad de cosas
consumibles, si el depositante no hubiese autorizado al depositario para la
cobranza. El titulo de crédito es cosa identificable, por ello es regular. Ahora, si
se autoriza su cobro, en razón de su reemplazo por dinero, se torna irregular por
perder su identidad.
Si bien el Código Civil y Comercial eliminó este artículo, su autoridad como
ejemplo no ha perdido valor y resulta plenamente válido a la hora de enunciar
supuestos de depósito regular.
Asimismo, en relación al depósito irregular hoy contenido en un solo
artículo, el Código Civil, a modo enunciativo, disponía en su artículo 2189 que el

7
Lorenzetti, R. L. (2007), op. cit., p. 656.
depósito era irregular cuando:
a) La cosa depositada fuere dinero o cantidad de cosas consumibles,
si el depositante concede al depositario el uso de ellas o se las entrega sin las
precauciones del artículo anterior, segundo caso, aunque no le concediere el uso
y aunque se lo prohibiere;
b) Cuando representare un crédito en dinero o cantidad de cosas
consumibles, si el depositante autorizó al depositario para la cobranza.
Como se dijo, en el depósito regular, se transmite la tenencia de la cosa y, en
principio, el depositario tiene la obligación de guarda y debe poner en ella la diligencia
que usa para sus cosas o la que corresponde a su profesión. No puede usar ni servirse de
la cosa y debe restituirla al finalizar el contrato con todos sus frutos (art. 1358). En
cambio, cuando se trata de un depósito irregular, como la cosa no es identificable, se
transmite la propiedad, el dominio de ellas al depositario, que se libera entregando una
cosa de la misma especie y calidad que la recibida en depósito. El criterio es que el
contenido de la obligación de guarda no es la cosa, sino el valor que ella representa.

VI. Capacidad

En atención a lo regulado por los artículos 1363 y 1365, puede ser depositante
todo aquel que al menos tenga la tenencia de la cosa que se dará en depósito. En efecto,
se encuentran habilitados para realizar el depósito, todos quienes poseen un poder hecho
sobre la cosa, sea tenencia, sea posesión, razón por la cual el depositante no tiene que
justificar su derecho a la propiedad sobre la cosa para exigir su devolución, ni el
depositario le podría exigir que acredite tal circunstancia.

VII. Forma y prueba

Como se dijo, el depósito no es un contrato formal, no está sujeto a ninguna


solemnidad para su celebración, por lo que en materia de prueba se aplican los
principios generales.

VIII. Obligaciones de depositario

Dice el artículo 1358 que el depositario debe poner en la guarda de la cosa la


diligencia que usa para sus cosas o la que corresponda a su profesión. No puede usar las
cosas y debe restituirlas, con sus frutos, cuando le sea requerido.
Se pueden precisar las obligaciones principales en tres: a) obligación de guarda,
sea como culpa leve en concreto o como buen hombre de negocios; b) prohibición de
usar de la cosa; c) deber de restituirla al finalizar el contrato.
El depositario debe poner en la guarda la diligencia que usa para sus cosas, o la
que corresponde a su profesión.
La primera regla se relaciona con la llamada culpa levis in concreto (culpa leve
en concreto), modelo de conducta que se atiende al comportamiento del propio deudor
respecto de sus asuntos e intereses. Se destaca que este modelo, si bien puede resultar
válido tratándose de un depósito gratuito, se aprecia como inadecuado cuando el vínculo
es oneroso, y con mayor razón si es prestado por un profesional. Por ello, en vigencia de
la legislación anterior, se entendía que tal regla de conducta solo se predicaba del
depósito gratuito, pero no cuando el depósito era oneroso, donde se exigía una conducta
acorde a pautas objetivas. Es que si no, se caería en el absurdo de decidir que cuando el
depositario acredita una costumbre descuidada para con sus cosas, el daño o la pérdida
no le podrían ser imputables.8
La norma, junto con la “culpa leve en concreto”, agrega otro estándar de
valoración, que se configura cuando el depositario es un profesional. Entonces, ya la
conducta que se exige es la de un “buen hombre de negocios”. Mayor exigencia y
diligencia, debiendo brindar seguridad y garantía de indemnidad en las cosas dejadas en
depósito.
Según el artículo 1362, si se convino un modo específico de efectuar la custodia,
y circunstancias sobrevinientes exigen modificarlo, el depositario puede hacerlo dando
aviso inmediato al depositante.
Las partes pueden pactar formas específicas de cumplir con la obligación de
guarda que pesa sobre el depositario. De hecho, existen determinados bienes que, por su
naturaleza o carácter (por ejemplo los que son perecederos), requieren que se adopten
determinaos recaudos para su conservación. Ahora, en el caso en que el depositario por
circunstancias sobrevinientes deba modificar el régimen acordado, podría hacerlo dando
aviso inmediato al depositante. En caso de que los cambios introducidos por el
depositario deterioren o destruyan la cosa, deberá responder frente al depositante por los
daños y perjuicios que tal conducta generó. En la mayoría de las veces, se tratará de un
depósito celebrado con un profesional, por lo que la exigencia es mayor y, por tanto, de
adoptar una modalidad distinta de la convenida, siempre tendrá que ser en beneficio de
la cosa y de los intereses del depositante, bajo apercibimiento de indemnizar los daños
que provoque.
En el caso de que se trate de un depósito regular, el depositario tiene prohibido
usar de la cosa dada en custodia. Esta obligación pesa sobre el depositario, se trate de un
depósito gratuito u oneroso, siempre que sea regular, puesto que si se trata de un
depósito irregular, vimos que se transfiere el dominio, por lo que la facultad de usar la
cosa se entiende incluida.
Se ha dicho que cabe diferenciar dos tipos de uso. El uso que importa servirse de
la cosa en provecho del depositario, lo que se encuentra vedado por la norma. Y el uso
en interés del depositante, el que no solo no está prohibido, sino que hasta, se puede
decir, constituye un deber del depositario en la medida que hace a la guarda y
conservación de la cosa dada en custodia. Por ejemplo, el depósito de un caballo de
carrera, el que ha de ser montado diariamente para que no pierda las cualidades que
tenía cuando fue depositado.9
Se regula específicamente como obligación del depositario el deber de restituir
la cosa. Es el modo natural de concluir el contrato y, como el depositario es un mero
tenedor, carece de título para beneficiarse de los frutos. Por ello, debe restituirlos junto
con la cosa, pero solo los percibidos, toda vez que como simple custodio no tiene
obligación de cultivarla, ni de hacerle producir los frutos que naturalmente produce.
Respecto del lugar donde debe restituirse la cosa, el artículo 1361 dispone que
debe ser restituida en el lugar donde debía ser custodiada.
El término “debía” implica que es el lugar donde debía custodiarse la cosa al
momento de la celebración del contrato, siendo irrelevantes –en principio– las
mutaciones que unilateralmente realice el depositario. Sin embargo, visto que se trata de
una norma supletoria de la voluntad de las partes, nada impide que estas en uso de su
autonomía establezcan una solución distinta de la prevista por el legislador.
Ahora bien, al tratarse de un depósito irregular, visto que se transmite el dominio
de las cosas, la solución para algunos no podría ser la reglada, por lo que se aplicarían lo
previsto por el artículo 874, esto es, ante la falta de lugar de pago designado en el
8
Lorenzetti, R. L. (2015), op. cit., p. 179.
9
Lorenzetti, R. L. (2015), op. cit., p. 181.
contrato, la restitución debería cumplirse en el domicilio del deudor, al tiempo del
nacimiento de la obligación.10
La restitución debe hacerse al depositante o a quien este indique. Si la cosa se
deposita también en interés de un tercero, el depositario no puede restituirla sin su
consentimiento (art.1363).
En principio, en razón del efecto relativo de los contratos, siendo que el depósito
es un contrato que se entabla entre depositante y depositario, este último tiene la
obligación de restituir la cosa al depositante. Por ello, faltaría a esta obligación el
depositario que restituye la cosa al propietario de ella, si no fue el depositante quien
contrató con él. Por excepción, el depositante puede facultar a otro para que en su
nombre reciba la cosa.
En el caso de que el depósito sea a favor de un tercero (arts. 1027 y 1028),
deberá contarse con su conformidad antes de hacer entrega de la cosa al depositante.
Ahora bien, ello debe entenderse para el caso de que el contrato se haya previsto en
beneficio de ambos (estipulante/depositante y tercero), puesto que si es una estipulación
a favor de terceros en el exclusivo beneficio de este, una vez que aceptó el beneficio,
consolidó su derecho y dio estabilidad a la promesa, razón por la cual podría solicitar la
restitución de la cosa, incluso ex ante, y sin necesidad de contar con la conformidad del
depositante. Es más, hasta podría modificar las condiciones en que se presta la guarda
por ser el único interesado.
A los fines de cumplir con la obligación de restituir, el depositario no puede
exigir que el depositante pruebe ser el dueño de la cosa depositada.
Se ha dicho que el depositante no tiene obligación de justificar que es el
propietario de la cosa dada en depósito, toda vez que su derecho no proviene de su
carácter de dominus sino del contrato de depósito, por lo que resulta lógico que el
depositario no pueda condicionar la restitución a que el depositante acredite ser el titular
de la cosa.
En efecto, visto que en el contrato de depósito se transmite la simple tenencia de
la cosa, basta que el depositante se encuentre en la relación de poder tenencia, por
cualquier título que sea, para que pueda dar en depósito y exigir la restitución. Por ello
también, el depositario cumple entregando la cosa al depositante, aun cuando no sea su
propietario. En todo caso, el verdadero titular tendrá acciones posesorias y
reivindicatorias para recuperar la cosa de manos de quien la detente, pero carece de
acción por daños y perjuicios contra el depositario, que se limitó a entregar la cosa al
legitimado por el contrato.
En caso de fallecimiento del depositario, y que sus herederos, de buena fe, hayan
enajenado la cosa depositada, solo están obligados a devolver al depositante el precio
recibido. Si este no ha sido pagado, deben cederle el respectivo crédito.
Se prevé el supuesto en que ante el fallecimiento del depositario, sus herederos,
desconociendo que la cosa no es de propiedad del causante, deciden enajenarla a un
tercero.
El legislador, en este caso, en razones de equidad y para no perjudicar a los
herederos de buena fe, limita al resarcimiento debido restringiendo el quantum
indemnizatorio al precio recibido y a la transmisión del derecho a su cobro, para el caso
en que los herederos aun no lo hubieran cobrado.
La norma importa: a) una suerte de indemnización legalmente tasada y, por ello,
el depositante no podría reclamar el mayor daño sufrido que exceda del precio recibido
por la enajenación de la cosa depositada; b) la referencia a “enajenación” importa

10
Lorenzetti, R. L. (2015), op. cit., p. 189.
alcanzar cualquier transmisión a título oneroso y no se limita a la venta. Luego, en caso
de permuta o dación en pago deberán no el precio, sino el provecho o beneficio
obtenido; c) si la cosa fue donada, para algunos los herederos nada deberían. Para otros,
igualmente los herederos del depositario deberían abonar su valor.

IX. Pérdida de la cosa

El depositario, en el depósito regular, tiene la obligación de custodiar y guardar


la cosa. Debe garantía de indemnidad, por lo que al finalizar el contrato debe restituir la
misma idéntica cosa recibida. El principio general es que responde frente al depositante
por todo daño que sufra la cosa durante el tiempo que estuvo bajo su guarda. Es decir,
que la regla es que frente a todo daño, destrucción o pérdida, la cosa se pierde para el
depositario, quien tiene la obligación de indemnizar al depositante.
Ahora bien, el artículo 1364 sienta una salvedad, y es para el supuesto que la
cosa depositada perezca sin culpa del depositario. En este caso, la pérdida debe ser
soportada por el depositante.
Se trata de una responsabilidad subjetiva atenuada, donde no se prescinde de la
culpa como factor de atribución pero, a diferencia del sistema subjetivo puro de
responsabilidad o de culpa probada, se establece una presunción iuris tantum de culpa
del agente dañoso quien, para liberarse, deberá demostrar la falta de culpa. 11
Se dice, que si la acreditación por el depositario que ha obrado sin culpa (es
decir, que ha puesto de su parte toda la diligencia exigible para evitar el daño) lo libera
de responsabilidad, aunque la norma no lo diga expresamente, se entiende que con más
razón cuando se prueba la ruptura del nexo causal, es decir la causa ajena (caso fortuito
o fuerza mayor, hecho de la víctima, en este caso del depositante, o de un tercero por
quien no debe responder).
Claro que lo dicho únicamente se aplica al depósito regular, toda vez que en el
depósito irregular, al tratarse de cosas fungibles y transferirse al depositario su
propiedad, siempre podrá restituir un cosa de la misma especie y calidad que la recibida.
El caso de los depósitos necesarios y los realizados en casas de depósitos, se
encuentran sometidos a reglas específicas.

X. Obligaciones del depositante

En caso de que el depósito sea oneroso, el artículo 1369 del Código Civil y
Comercial dispone que el depositante debe pagar la remuneración establecida para todo
el plazo del contrato, excepto pacto en contrario.
Asimismo, si para la conservación de la cosa es necesario hacer gastos
extraordinarios, el depositario debe dar aviso inmediato al depositante, y realizar los
gastos razonables causados por actos que no puedan demorarse. Estos gastos y los de
restitución son por cuenta del depositante.
Así como en el depósito oneroso, el plazo se entiende previsto en beneficio del
depositante, razón por la cual se dijo que este puede en cualquier momento requerir la
restitución de la cosa. Ello no significa un perjuicio para el depositario quien –salvo
pacto en contrario– tiene derecho a percibir la totalidad acordada por todo el plazo del
contrato. Es decir, que la norma tiene en cuenta el interés del depositario en el contrato
al pactarse una remuneración. Por ello, en principio, el depositario tiene derecho a toda
la remuneración pactada, aun cuando el depositante exija la restitución ante tempus.

11
Lorenzetti, R. L. (2015), op. cit., p. 195.
Claro que se trata de una disposición supletoria, razón por la cual opera salvo
que las partes hayan previsto expresamente una solución distinta.
En cuanto a los gastos, el principio general indica que los necesarios y
ordinarios, aquellos que habitualmente es necesario realizar para conservar la cosa,
deben ser realizados por el depositario en tanto integran su deber de guarda y resultan
imprescindibles para cumplir con la obligación restituir la cosa en buen estado y con sus
frutos. Se supone, además, que al ser ordinarios y habituales, fueron previstos por el
depositario a la hora de fijar su remuneración.
Respecto de los gastos extraordinarios, aquellos no previstos, que exceden de lo
común, cabe distinguir según se trate de gastos necesarios pero no urgentes, de los
urgentes. Respecto de los primeros, el legislador refiere que al depositario le basta con
dar aviso al depositante, quedando con ello liberado de su obligación.
Respecto de los urgentes, justamente, como no admiten demora, deberán ser
solventados por el depositario, pero dan derecho a reclamar su reembolso.
Si bien las reglas mencionadas –referidas a los gastos– están contempladas al
tratar el depósito oneroso en razón de su propia generalidad, corresponde aplicarlos
también a la modalidad gratuita, sin perjuicio de la facultad que tiene el depositario, en
este supuesto, de devolver anticipadamente la cosa.

XI. Plazo

Si se conviene un plazo, se presume que lo es a favor del depositante. Pero si el


depósito es gratuito, el depositario puede exigir del depositante, en todo tiempo, que
reciba la cosa depositada.
El artículo 351 del Código Civil y Comercial dispone que

el plazo se presume establecido en beneficio del obligado a cumplir o a restituir a su


vencimiento, a no ser que, por la naturaleza del acto o por otras circunstancias, resulte
que ha sido previsto a favor del acreedor o de ambas partes.

En el contrato de depósito, por su propia estructura se entiende que, en principio,


cuando el contrato es oneroso, el plazo es a favor del depositante, principal interesado
en la guarda o en la custodia. Por ello, aun frente a un plazo establecido, podría requerir
la restitución de la cosa en cualquier momento, sin perjuicio de tener que resarcir el
daño al interés negativo generado, indemnizando los gastos que el depositario debió
realizar con miras a la guarda de la cosa por el plazo estipulado.
En caso de que el depósito sea gratuito, el principio antes aludido cede en
beneficio del depositario. Es decir, que siempre que el depósito sea gratuito se entiende
en beneficio del depositario. Y ello así, por cuanto lo contrario importaría avalar un
comportamiento rígido e inequitativo, a la luz de la liberalidad que implica la gratuidad.

XII. Depósito irregular

Aunque ya algo anticipamos al hablar de las especies y el objeto en el contrato


de depósito, cabe precisar que el artículo 1367 regula el depósito irregular y refiere que

si se entrega una cantidad de cosas fungibles, que no se encuentra en saco cerrado, se


transmite el dominio de las cosas aunque el depositante no haya autorizado su uso o lo
haya prohibido. El depositario debe restituir la misma calidad y cantidad.

Si se entrega una cantidad de cosas fungibles, y el depositario tiene la facultad


de servirse de ellas, se aplican las reglas del mutuo.
El depósito irregular consiste en aquel subtipo de depósito donde la cosa es
fungible y no resulta individualizada. En razón de ello es que no se transmite la tenencia
al depositario, sino la propiedad de la cosa. Como consecuencia, no deberá restituir la
misma cosa recibida, sino una de la misma calidad y especie. Asimismo, los riesgos por
al pérdida o destrucción siempre están a cargo del depositario, toda vez que al ser cosas
fungibles, el género nunca perece.
Aquí fungibilidad implica sustitución, por ello siempre que la cosa objeto del
depósito sea sustituible por otra de la misma especie, el depósito será irregular. Lo
dicho, entonces, abarca tanto a bienes fungibles como consumibles, en la medida que un
miembro de la especie equivalga a otro de la misma especie.
Ahora, si los cosas sobre las que recae el depósito son fungibles, pero se
entregan en sacos o bolsas u otro modo que ayuda a su identificación, se le aplica el
régimen del depósito regular, y el depositario debe restituir la misma idéntica cosa
recibida. La razón es que en estos supuestos, el depósito ya no versará sobre las cosas
fungibles, sino más bien sobre el saco o bolsa, el que deberá ser restituido en ídem, sin
abrir y sin interesar que dentro haya cosas fungibles o consumibles.
Cuando el depositante confiere al depositario la facultad de servirse de la cosa,
se aplican las reglas del mutuo, es decir, de un préstamo de consumo. La situación varía,
puesto que en depósito, el plazo se considera en favor del depositante, en cambio en el
mutuo, en beneficio del mutuario no pudiendo el prestamista reclamar su devolución
ante tempus.
Luego, se aplican las siguientes reglas: a) si se entregan cosas fungibles sin
individualizarlas, aun cuando el depositante no haya autorizado su uso o lo haya
prohibido, se aplican las reglas del depósito irregular; b) si se entregan cosas fungibles
sin estar individualizadas, pero el depositante autoriza al depositario a servirse de ellas,
se aplican las reglas del mutuo. Esta autorización debe ser expresa y no puede
presumirse, toda vez que la regla es la prevista en a) si las partes nada dicen.

XIII. Depósito necesario

Es depósito necesario aquel en que el depositante no puede elegir la persona del


depositario por un acontecimiento que lo somete a una necesidad imperiosa, y el de los
efectos introducidos en los hoteles por los viajeros.
Lo que caracteriza a esta figura es la restricción de la libertad en el depositante
para elegir la persona del depositario, ya sea por un acontecimiento que lo somete a una
necesidad imperiosa, o por tratarse de los efectos introducidos por los viajeros en los
hoteles.
Las limitaciones a la elección de la persona del depositario, que se derivan de la
especial situación en la que se encuentra el depositante y la calificación como
“necesaria” de la relación de guarda entablada, no implican falta de voluntariedad,
puesto que si no, no habría contrato. Solo media una restricción a la voluntad
contractual, tal como sucede con otras figuras, como los contratos de adhesión.
Debe tratarse de un acontecimiento que por su gravedad y características linde
con la fuerza mayor, no siendo suficientes las meras molestias o dificultades con las que
se encuentre el depositante para elegir al depositario.
Se aplican a los depósitos necesarios, ante la falta de regulación específica, las
regulaciones del depósito en los hoteles.

XIV. Depósito en los hoteles


El depósito en hoteles tiene lugar por la introducción en ellos de los efectos de
los viajeros, aunque no los entreguen expresamente al hotelero o sus dependientes y
aunque aquellos tengan las llaves de las habitaciones donde se hallen tales efectos (art.
1369).
Se puede definir el contrato de hospedaje como aquel en que una de las partes
organizada profesionalmente para prestar el servicio de hospedaje, se obliga a facilitarle
a la otra, llamada pasajero, o huésped, el uso de una habitación a tal efecto, y servicios
accesorios (mucama, bar, restaurant, etc.) a cambio de un precio en dinero. 12
Es un contrato que debe ser estudiado como contrato de consumo y
específicamente dentro del turismo.
El sujeto activo es el “pasajero”, “viajero” o “huésped”, y el sujeto pasivo serían
los “hoteles”, es decir, aquellos establecimientos que se dedican de modo profesional a
brindar servicios de hotelería. Aquí el contrato de depósito se advierte como una
obligación accesoria a la principal, que sería la de brindar hospedaje.
La norma regula solo un aspecto de la responsabilidad hotelera, esto es, lo
referido a la guarda de los efectos introducidos por los viajeros.
Se especifica que la responsabilidad comienza con la introducción de los efectos
de los viajeros en el hotel. Es decir, que el hotelero deberá responder por todo daño o
pérdida sufrido por los efectos del pasajero desde que este se encuentre bajo su esfera de
control (sea hall central, habitaciones, pasillos, cocheras, etc.), aun cuando no haya
hecho entrega de los objetos al hotelero o sus dependientes. Incluso se dice que la
protección es más amplia, porque también comprende las pertenencias de los viajeros
aunque tengan las llaves de sus habitaciones, porque se entiende que el hotel cuenta con
varios juegos de llaves.
En este sentido, se ha dicho que tener la llave no significa que la guarda
corresponda al pasajero, pues es común que el hotelero tenga acceso a las habitaciones
mediante el empleo de duplicados o llaves maestras.13
El hotelero responde al viajero por los daños y pérdidas sufridos en: a) los
efectos introducidos en el hotel, b) el vehículo guardado en el estacionamiento, en
garajes, u otros lugares adecuados puestos a disposición del viajero por el hotelero (art.
1370).
De un análisis global de la responsabilidad del hotelero, se advierte el carácter
objetivo. En efecto, señala la norma que responde de toda pérdida o daño sufridos en los
efectos que introduzca en el hotel, como de los vehículos que guarde en el hotel, en los
estacionamientos o lugares asignados a tal efecto.
Al ser una responsabilidad de tipo objetivo, responde frente al pasajero sin
necesidad de que este pruebe culpa o dolo en el actuar del posadero o sus dependientes.
Basta que pruebe el daño y que este se produzca en la esfera de influencia del hotelero.
Solo se exime si prueba la ruptura del nexo causal, esto es, la causa ajena del daño (caso
fortuito o fuerza mayor, hecho de la víctima o de un tercero por quien no debe
responder).
No obstante, dice el artículo 1371 que el hotelero no responde si los daños o la
pérdida son por caso fortuito o fuerza mayor ajena a la actividad hotelera. Tampoco
responde por las cosas dejadas en los vehículos de los viajeros.
La norma refuerza el carácter objetivo de la responsabilidad, donde uno de las

12
Moeremans, D. (2010). Responsabilidad del hotelero en el contrato de hospedaje u hotelería. En L. F.
P. Leiva (dir.), Responsabilidad civil. Homenaje al Dr. René A. Padilla. Buenos Aires: La Ley, p. 356.
13
Zunino, J. O. (2007). Del depósito. En A. Belluscio (dir) y E. Zannoni (coord.), Código Civil y leyes
complementarias. Comentado, anotado y concordado: tomo IX. Buenos Aires: Astrea, p. 952.
eximentes es el caso fortuito y la fuerza mayor, ambos equiparables, pero siempre que
sea ajeno a la actividad hotelera. Es decir, que no haya podido ser previsto. Por ello, el
“casus” no opera como eximente cuando resulta una contingencia propia del riesgo de la
cosa o de la actividad.
El hotelero asume el riesgo que es propio del servicio que presta, es decir, el que
se produce en el ámbito interno de su actividad, y se exime cuando se produce en el
ámbito externo.
El ordenamiento actual suprimió la referencia que contenía la regulación anterior
en el sentido de que el robo con armas o escalamiento, que no pudiese resistir el
hotelero, importaba un caos fortuito. Hoy, se entiende que el empresario hotelero debe
adoptar las medidas de seguridad y prevención necesarias en función de su actividad,
controlando el correcto funcionamiento de los mecanismos de seguridad implementados
y la capacitación del personal en que delega la efectiva vigilancia, en cuyo contexto la
sustracción de los bienes depositados, aun llevada a cabo a mano armada, no puede ser
considerada imprevisible, máxime en atención a la reiteración con la que suele
cometerse tal modalidad delictiva.14
Otra eximente que prevé el artículo, y que no estaba contemplada en el Código
Civil, se refiere a los efectos dejados por el pasajero dentro del vehículo. Es decir, que si
bien el posadero responde por la sustracción del automóvil o sus partes constitutivas,
como de cualquier daño que cause al vehículo, se libera respecto de aquellos bienes que
el huésped por negligencia haya dejado olvidados en su interior. Cabe aclarar que esta
limitación no se aplica para los garajes o playas de estacionamiento, conforme lo
dispone expresamente el artículo 1375.
Respecto de los bienes de valor superior a los que ordinariamente los pasajeros
llevan consigo, el artículo 1372 señala que para que responda el posadero, es necesario
que el pasajero lo haya hecho saber al hotelero y guardado en las cajas de seguridad que
se encuentren a su disposición en el establecimiento. En este caso, la responsabilidad
del hotelero se limita al valor declarado de los efectos depositados.
Ahora, si los efectos del pasajero son excesivamente valiosos en relación con la
importancia del establecimiento, o su guarda causa molestias extraordinarias, los
hoteleros pueden negarse a recibirlos (art. 1373).
La norma impone al pasajero la carga de denunciar los objetos de valor
extraordinario o no usual que lleve consigo para que puedan ser debidamente
resguardados. Es lógico, que si tiene bienes de gran valor, se exija la denuncia al
posadero para que este adopte las medidas de seguridad necesarias para su cuidado. Es
más, conforme lo previsto en el artículo 1373, hasta podría negarse a recibirlos en caso
de que tenga un valor extraordinario en relación con el establecimiento o su guarda
cause molestias extraordinarias.
A ese deber de información que pesa sobre el pasajero, se le suma: i) la
obligación de denunciar el valor de los bienes que declara, en tanto será la medida de
reparación para el caso de pérdida o robo; ii) utilizar las cajas de seguridad que se
pongan a disposición.
Se entiende que el bien es de valor extraordinario cuando no es de los que
usualmente los pasajeros llevan consigo.
Ante la ausencia de cajas de seguridad, no se libera de responsabilidad al
hotelero, pero sí se exime en el supuesto de que habiéndolas puesto a disposición del
pasajero este voluntariamente decida no utilizarlas y luego reclame por pérdida o
sustracción.
14
Cámara Nacional Comercial, Sala A (16/09/2003). “Omega Coop. De Seguros c/ Osme SA”. La Ley,
2004-B, p. 1014.
Las reglas enunciadas constituyen la aplicación al específico supuesto de la
responsabilidad hotelera del principio de la previsibilidad contractual, según el cual las
partes de un contrato responden solo de las consecuencias que previeron o pudieron
prever al momento de contratar. Esta específica delimitación del daño resarcible,
implica que el deudor no debe responder por aquellos riesgos extraordinarios que no
fueron debidamente considerados y convenientemente asumidos al contratar. La
oportuna información al deudor (hotelero) del especial valor de los bienes introducidos
por el viajero permite a aquel adoptar los recaudos necesarios a su guarda segura o,
incluso, como se dijo, negarse a recibirlos.15
Excepto lo expuesto precedentemente, toda cláusula que excluya o limite la
responsabilidad del hotelero se tiene por no escrita (art. 1374).

XV. Establecimientos y locales asimilables

Las normas relativas a los depósitos necesarios se aplican a los hospitales,


sanatorios, casas de salud y deporte, restaurantes, garajes, lugares y playas de
estacionamiento y otros establecimientos similares que prestan sus servicios a título
oneroso.
Las eximentes previstas en la última parte del artículo 1371 no rigen para los
garajes, lugares y playas de estacionamiento que prestan sus servicios a título oneroso.
Así lo dispone el artículo 1375, que en modo expreso somete al régimen de los
depósitos necesarios, situaciones similares como las que menciona, dejando la puerta
abierta a cualquier otro supuesto que se le asemeje.
La característica común que han de tener para que el régimen les sea aplicable,
es que deberán prestar sus servicios a título oneroso. Asimismo, mantiene la limitación
de la responsabilidad prevista por el artículo 1371, a excepción de los casos de garajes,
lugares y playas de estacionamiento.
La norma asimila al supuesto de depósito necesario diversos casos donde las
personas se ven compelidas a dejar sus efectos bajo la guarda implícita o explícita del
ocasional titular de un establecimiento que, a veces, tiene por fin principal realizar otras
prestaciones.
En este orden de ideas, la obligación de guarda puede ser principal (por ejemplo
en garajes, playas o lugares de estacionamiento) donde la prestación esencial es la
custodia de la cosa y, entonces, la relación deberá ser calificada como depósito. O
secundaria, accesoria a un vínculo de otra naturaleza. En este último supuesto, la
situación es claramente análoga a la responsabilidad del hotelero, donde la obligación
principal consiste en brindar alojamiento, y la guarda de los efectos introducidos, uno de
los deberes accesorios.
Se ha dicho que resulta injusto, cuando el servicio se presta en forma gratuita,
someter su responsabilidad a pautas objetivas, en todo caso, el supuesto debería ser
resuelto según las reglas generales de la responsabilidad por culpa (art. 1721) o,
analógicamente, por las normas del depósito ordinario. Entonces, visto que la
onerosidad constituye una calificación de la prestación principal, la responsabilidad será
objetiva, de lo contrario, en caso de gratuidad deberá valorarse a la luz de los principios
generales de la responsabilidad; en su defecto, conforme las pautas de depósito gratuito.
Ahora bien, que se califique la actividad de onerosa no significa que se deba
cobrar por la prestación de guarda. La responsabilidad será objetiva si por el servicio
principal se obtiene una remuneración, aun cuando no se cobre un precio por la

15
Lorenzetti, R. L. (2015), op. cit., p. 220.
obligación accesoria de guarda. Por ejemplo, cuando se ofrece el servicio gratuito de
depósito en los hoteles.
Así lo ha dicho la jurisprudencia, respecto de los daños y sustracción de
vehículos estacionados en playas o lugares que destinan a sus clientes los
supermercados y shoppings. Al respecto, se ha sostenido que la gratuidad en el
estacionamiento en tales supuestos, no exime de responsabilidad al establecimiento, en
tanto dicho servicio adicional de guarda no es ofrecido desinteresadamente sino para su
propio beneficio, pues trae aparejado un incremento de la afluencia de público y,
además, cabe presumir que su costo ha sido trasladado al precio de los bienes
comercializados. Incluso, si el potencial comprador ingresara al establecimiento y no
realizara ninguna compra, pesa igualmente sobre quien lucra con esos consumidores
potenciales el deber de guarda y custodia de los vehículos estacionados. Distinta será la
situación si se demuestra que el damnificado había estacionado en una playa afectada a
un establecimiento comercial para trasladarse a un sitio distinto, en cuyo caso no cabría
responsabilizar al titular de la misma.16
Al régimen previsto, que encuadra el supuesto bajo el factor de atribución
objetivo, cabe aplicar el estatuto especial del consumidor en el supuesto de que le sea
aplicable (supermercados, hipermercados, shopping center, etc.).
Que la responsabilidad sea de tipo objetivo, importa que solo puede eximirse el
titular del establecimiento demostrando la ruptura del nexo causal, esto es: el casus
(caso fortuito o de fuerza mayor), el hecho de la víctima o de un tercero por quien no
debe responder. No obstante, se ha dicho que en caso de robo a mano armada, ello no
exime de responsabilidad, en tanto no puede considerarse un supuesto de fuerza mayor
al constituir un riesgo propio de la actividad que se realiza de manera onerosa y, por
ello, se tiene el deber de tomar todos los recaudos de seguridad necesarios para evitar su
ocurrencia.
En el caso de los parquímetros o estacionómetros, se ha dicho que tienen una
finalidad y regulación muy diferente del contrato de garaje, ya que al ser por hora crea
la presunción de que la principal finalidad que cumple es la proporcionar un espacio,
por tiempo limitado, para el estacionamiento del vehículo, a diferencia del contrato de
garaje, donde la finalidad primordial es la de guarda.

XVI. Casas se depósito

Los propietarios de casas de depósitos son responsables de la conservación de


las cosas allí depositadas, excepto que prueben que la pérdida, la disminución o la
avería han derivado de la naturaleza de dichas cosas, del vicio propio de ellas o de los
de su embalaje, o de caso fortuito externo a su actividad.
La tasación de los daños se hace por peritos arbitradores.
Son obligaciones de los titulares de casas de depósitos: a) dar recibo por las
cosas que le son entregadas para su custodia, en el que se describa su naturaleza,
calidad, peso, cantidad o medida; b) permitir la inspección de las cosas recibidas en
depósito al depositante y a quien este indique.
Son casas de depósitos, aquellos establecimientos que se dedican a la guarda y la
custodia de todo tipo de mercaderías.
Es un contrato en el que una parte concede un espacio físico acondicionado, por
un plazo determinado, a fin de que se guarden mercaderías a cambo de un precio.
La relación jurídica se encuentra sometida a las reglas del depósito ordinario,

16
Lorenzetti, R. L. (2015), op. cit., p. 225.
siendo objetiva la responsabilidad del depositario y de resultado, admitiendo como
causales de exoneración: a) el daño derivado de la naturaleza de la misma cosa
depositada; b) el daño derivado del vicio o defecto intrínseco de la misma cosa
depositada; c) el daño derivado del embalaje, toda vez que se entiende que quien tiene
la obligación de embalar y hacerlo conforme la estructura y naturaleza de la cosa es el
depositante; d) caso fortuito externo a su actividad. No lo sería y, por ende, respondería
la casa de depósito, en caso de pérdida o destrucción por incendio y robo, en tanto
situaciones previsibles.
Es claro que se trata del supuesto del depósito regular, toda vez que en el
irregular, al transmitirse la propiedad de la cosa por tratarse de bienes fungibles, la
especie nunca perece y el depositario siempre tendría la obligación de restituir la misma
calidad y cantidad del entregado en depósito.
Se somete a la decisión de peritos arbitradores cualquier conflicto derivado de la
tasación de los bienes.
El artículo 1377 enuncia las obligaciones específicas a cargo de los titulares de
las casas de depósito, a las que se suman las que en general corresponden a todo
depositario.
La novedad es que deben dar recibo de la mercadería que se le entrega, como
permitir la inspección del depositante de las cosas dadas en depósito.
El recibo es a fin de que al finalizar el contrato el depositante puede controlar si
la mercadería coincide con lo originariamente entregado. Tiene un fin probatorio que
permite acreditar la existencia del contrato de depósito y las mercaderías entregadas.
Su falta de entrega responsabiliza al depositario, pero no hace a la validez del
contrato, por ser consensual.

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