De La Metafora Del Perfeccionamiento Humano
De La Metafora Del Perfeccionamiento Humano
De La Metafora Del Perfeccionamiento Humano
RESUMEN ABSTRACT
En los discursos pedagógicos contemporáneos Two ways of conceiving education appear interwoven
aparecen entretejidos dos modos de concebir la in contemporary pedagogical discourse. On the one
educación. Por un lado, esta es entendida como hand, education is understood as a way of human
forma de perfeccionamiento humano, una enhancement, a conception that emerged with the
concepción que emergió con el humanismo moderno modern humanism and the Enlightenment, and was
e ilustrado, y se vinculó íntimamente con la intimately linked with schooling. On the other hand,
escolarización. Por otro lado, la educación aparece education appears as a factor and an indicator of
como factor e indicador de desarrollo económico y economic and social development, a perspective
social, una mirada cuyo colofón corresponde al whose colophon is the lifelong learning, described as
aprendizaje permanente, descrito cada vez más como an individual responsibility performed, preferably, in
una responsabilidad individual que se realiza non–scholar sceneries. Even that conceptions are not
preferiblemente en escenarios no escolares. Aunque completely incompatibles, the differentiation
esas concepciones no sean totalmente incompatibles, exercise proposed in this paper offers some clues to
el ejercicio de diferenciación planteado en este think about two issues: the professional training in
artículo resulta valioso por las posibilidades que pedagogical field and the educational politic design.
ofrece para repensar dos asuntos: la formación de
Keywords: education; lifelong learning;
profesionales en el campo pedagógico y la
educationalization; social pedagogization.
formulación de política educativa.
Palabras-clave: educación; aprendizaje permanente;
educacionalización; pedagogización social.
En 1961, Hannah Arendt (1996) publicó en los Estados Unidos el libro Entre el
pasado y el futuro. Ocho ejercicios sobre la reflexión política. En ese texto, aparecen dos
capítulos que abordan aspectos altamente valiosos para el campo educativo y
pedagógico. Se trata de los capítulos ¿Qué es la autoridad? y La crisis en la Educación,
en los cuales se plantea que la renuncia y la confusión en torno a la idea de autoridad,
así como la consiguiente indiferenciación entre adultos e infantes – una condición
fundamental del acto educativo –, constituyen un ejemplo fidedigno de la crisis
generalizada del mundo moderno. Esto significa, además, que con la indiferenciación
se anula la posibilidad de que los nuevos individuos de una sociedad, trátese de recién
nacidos o de recién llegados – caso de los inmigrantes –, puedan vincularse o ser
recibidos en esta. Esa condición no es un asunto cualquiera, pues resulta fundamental
para garantizar tanto la supervivencia de una sociedad, como su renovación.
Seis años después, en Williamsburg, Virginia (EE.UU.) se realizó la Conferencia
Internacional sobre la Crisis Mundial de la Educación, convocada por el Instituto
Internacional de Planeamiento de la Educación, y liderada por Philip H. Coombs. Al
año siguiente, fue el mismo Coombs (1971) el encargado de recoger en una
publicación – con un título semejante al de la Conferencia –, las diversas declaraciones
de los participantes. En términos generales, la crisis señalada por el autor surgió con la
ampliación de la escolarización en diferentes países del mundo que, pese a los
resultados conseguidos, hizo visible, por un lado, la renuencia de los sistemas
educativos al cambio, y por el otro, la disparidad entre necesidades y realizaciones
educativas. En esa dirección, indicadores como los datos sobre graduados y no
graduados, respecto a los costos de sostenimiento del sistema educativo, constituyen
motivo de preocupación, en especial para la relación establecida entre educación y
economía: mientras la primera se ocupa de la producción de recursos humanos
necesarios para el crecimiento económico, la segunda debe asegurarse de hacer buen
uso de tales recursos. No obstante, las discrepancias entre ambas funciones son
notorias, sobre todo en países subdesarrollados.
Como una vía para conjurar la crisis, Coombs señalaba diferentes estrategias:
la colaboración internacional, la modernización de la administración y de la formación
docente (para los nuevos profesores y aquellos en ejercicio), el mayor énfasis en la
educación informal, la promoción de la innovación permanente en la enseñanza, el
aprovechamiento de los recursos, entre otras. Sin embargo, en el marco de un mundo
en permanente cambio, que requiere “de la producción de gente instruida científica y
técnicamente para poder vivir sana y segura” (1971, pág. 149), los principales
esfuerzos deben encaminarse a producir personas «educables» más que «educadas»,
capaces de aprender y adaptarse de manera eficiente durante toda su vida.
Resulta bastante diciente que ambos autores coincidan en emplear la idea de
crisis en relación con la educación. En este punto, es importante recordar que «crisis»
es un concepto procedente de la antigüedad grecolatina que recogía elementos
políticos, médicos e incluso teológicos, estos últimos vinculados con la escatología
derivada de la tradición cristiana. Dicho concepto suponía una dimensión temporal, un
momento propicio y de duración exigua, en el que es preciso actuar eficazmente. En el
paso de la Edad Media a la modernidad, cuando la palabra empieza a usarse en las
diferentes lenguas vernáculas, y después con la Ilustración del siglo XVIII, «crisis» se
tornó en un concepto histórico y filosófico fundamental, asociado a “la capacidad de
interpretar todo el decurso de la historia a partir del diagnóstico de la propia época”
(KOSELLECK, 2012, pág. 134).
Aunque el significado de «crisis» no sea unívoco1 , su uso permite entrever que
– tanto en el caso de Arendt como en el de Coombs – se trata de describir un estado
de cosas de carácter global respecto a la educación, aunque cada uno lo haga con una
orientación distinta. De esa manera, frente a los planteamientos que hiciera la filósofa
alemana, más relacionados con un problema del humanismo y de las sociedades
occidentales en general, los aspectos recogidos por el economista norteamericano
constituyen evidencia de un giro en las maneras de entender el funcionamiento de
dichas sociedades y, de hablar sobre la educación, mediante un amplio número de
datos estadísticos (indicadores) y en términos de aprendizajes.
Para efectos de nuestro análisis, es claro que en el interludio abierto entre
ambas posturas sobre la crisis de la educación, el concepto mismo sufrió
modificaciones, que condujeron prácticamente a equipararlo con el concepto de
aprendizaje, pero que no implicaron un abandono total de los referentes que le habían
servido de sustento y que provenían de la tradición cristiano-humanista de los
primeros siglos de la modernidad. De hecho, siempre que fuese conveniente hacerlo,
la evocación de esos principios humanistas bastaría para justificar directrices,
orientaciones y recomendaciones en la política educativa, como queda ejemplificado
en el documento de Unesco que se menciona en la introducción, a propósito de la
educación como clave para formular un modelo de desarrollo sostenible.
¿Cómo ocurrió ese desplazamiento? ¿Cuáles han sido sus efectos? Al respecto,
Biesta (2013) señala que fueron cuatro las condiciones que contribuyeron al
surgimiento y consolidación en el campo educativo y pedagógico de lo que él
denomina «lenguaje del aprendizaje»: a) el énfasis en lo psicológico a partir de teorías
socioculturales y constructivistas sobre el aprendizaje; b) la crítica posmoderna al
proyecto educativo moderno; c) la explosión del aprendizaje adulto, más
individualizado en sus objetivos, su forma y contenido; d) la erosión del Estado de
Bienestar y el fortalecimiento del neoliberalismo. En el marco de estas condiciones, el
1
Koselleck (2012) señala al menos tres modelos semánticos relativos al concepto de «crisis» que no son
puros, más bien se mezclan y refuerzan entre sí en distintas proporciones para procurar modelos
explicativos de un momento histórico. Tales modelos son: en primer lugar, como concepto procesual,
se asume la historia en general como crisis permanente, de tal manera que toda situación requeriría
tomar decisiones definitivas; en segundo lugar, como concepto periódico iterativo, la crisis permite
marcar el umbral de una época, cuyos conflictos e impulso transformadores pueden repetirse en el
futuro, al mismo tiempo que sirven de indicador de progreso; en tercer y último lugar, como concepto
de futuro y resolución final, la crisis implica una ruptura después del cual las cosas serán muy diferentes.
2
En el caso de América Latina, esos procesos de reforma educativa tendrán que ver con la
modernización misma de los sistemas escolares, identificada con la racionalización de los recursos y
con el ordenamiento del sistema educativo en correspondencia con objetivos políticos globales y
estructuras económicas en constante cambio. Martínez (2004) describe estos procesos de reforma
educativa como el paso de la escuela expansiva a la escuela competitiva.
3
Sobre las críticas a la escuela, Masschelein & Simons (2014) señalan varios asuntos: primero, proceden
tanto de sectores progresistas como de los más conservadores, lo que constituye un signo inequívoco
del carácter estratégico de la escuela como espacio para la promoción de unas visiones del mundo y de
la sociedad; segundo, los argumentos que soportan esas críticas parecen ocultar efectos importantes
de la escolarización para la sociedad y la cultura que, aunque difíciles de anticipar, las interpelan y
vida adulta, reproduce formas de desigualdad social (por género, clase social, entre
otros) y, por ende, condena a muchos estudiantes a no aprender códigos necesarios
para la vida social, el acceso al mundo laboral y el ejercicio de sus derechos como
ciudadanos.
Por el otro lado, el énfasis en el aprendizaje permanente, encarnado en el
sujeto aprendiente a lo largo de la vida, no sólo se fundamenta en discursos de orden
psicológico, incorpora además elementos de lo jurídico que, centrados en el individuo,
habrían dado al aprendizaje el estatus de derecho fundamental. No en vano, en la
Declaración de Incheon, generada en el marco del más reciente Foro Mundial sobre la
Educación (2015), no sólo se ratifica el compromiso con la Educación para Todos
instituido en Jomtien en 1990 y reafirmado en Dakar en 2000, además establece que
la educación – descrita en términos de aprendizaje y sus resultados – constituye un
derecho base para garantizar otros derechos, como la inclusión, la equidad, la
igualdad de género y “las oportunidades de aprendizaje de calidad a lo largo de la vida
para todos” (Art. 10) en escenarios de educación formal (escolar) e informal.
En suma, es claro que el uso de una palabra como «educación» no significa que
siempre se haga referencia al mismo campo semántico. Como se indicaba al inicio del
apartado, pese a que tanto Arendt como Coombs hablen de la crisis de la educación,
cada uno lo hace en un sentido diferente, a partir de referentes distintos. No obstante,
como es claro desde hace buen tiempo, la función de las palabras no consiste en
representar el mundo; en lugar de ello, el lenguaje en sentido amplio constituye una
manera de configurarlo (TRÖHLER, 2013). En esa dirección, la idea de crisis daría
cuenta de la disposición de un modo de entender y hablar sobre educación en clave de
desafíos, de metas por cumplir para las comunidades locales, los países, el mundo y,
cada vez más, para los individuos. Sobre este punto, dos asuntos más: de una parte,
aunque sea claro que sobre la educación es posible entender, hablar y operar con dos
tipos de referentes diferentes, ello no significa que sean totalmente incompatibles,
aunque sea preciso diferenciarles para conjurar el debilitamiento de esos mismos
discursos, que ha producido que aquellos ajenos al campo empleen nociones
pedagógicas y hablen de educación sin la más mínima propiedad; esto será abordado
en el siguiente apartado. Por otra parte, en el marco de ese lenguaje marcado por
crisis y desafíos, en el que cada vez más se incrementa la demanda y la complejidad de
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En la parte final del capítulo sobre el concepto de «crisis», Koselleck (2012) advierte que a partir del
modelo semántico escatológico de dicho concepto – derivado de la tradición cristiana – se produjo
como efecto una aceleración del tiempo histórico mismo. En esa dirección, la historia de la humanidad
– sobre todo hoy – podría leerse como “una creciente presión temporal” de la cual no es posible
abstraerse y que conduciría a un límite infranqueable para cualquier forma de progreso técnico
científico. De allí deriva la imposibilidad de hacer cálculos hacia el futuro y la perentoria necesidad de
unos estabilizadores.
5
Traducido al español como “formación”, al portugués como “formação” y al inglés como “formation”
(formación), “training” (entrenamiento, preparación) y de forma más reciente como “upbringing”
(educación, elevación sobre sí mismo), Bildung ha resultado ser usualmente un concepto atractivo e
interesante, pero difícil de comprender fuera del entorno germánico. Sobre este punto, véase el trabajo
de R. Horlacher (2015).
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La traducción de esta y de otras citas, originalmente en inglés, es nuestra y queda bajo nuestra
responsabilidad.
permitirían estrechar el vínculo entre educación y economía incluso más que entre la
primera y el Estado; con esto, el aprendizaje paulatinamente fue ganando más
notoriedad hasta el punto en que, como se ha señalado, casi se equipara al concepto
de educación.
Con todo, el aprendizaje procede de la misma matriz que permitió la
configuración de otros conceptos que permitieron delimitar formas de la práctica
pedagógica en la modernidad, como educación, instrucción o formación. En esa
dirección, debe reconocerse el vínculo del aprendizaje con el concepto de interés –
que habría emergido en el siglo XVIII en el marco del liberalismo –, enfocado en la
capacidad de agencia de los individuos, de una acción que “distingue y particulariza al
individuo de la sociedad liberal, al ciudadano cosmopolita de la Ilustración”
(NOGUERA, 2012, pág. 274). Esta relación, en la que también entraría a participar la
noción de experiencia, se vería reforzada a principios del siglo XX con los desarrollos
de la biología, la medicina y la psicología experimental, más preocupados por el
crecimiento, el desarrollo o la adaptación del individuo, que por su direccionamiento
moral a través de la educación y la enseñanza.
En la contemporaneidad, según Simons & Masschelein (2008) la importancia
concedida al aprendizaje daría cuenta de la configuración de un dispositivo,
configurado a partir de cuatro campos de experiencia: a) la capitalización del
aprendizaje, como condición de desarrollo económico y para la productividad; b) la
responsabilización del individuo por su propio aprendizaje, a través de ideas como la
educación (aprendizaje) permanente o el aprendizaje a lo largo de la vida; c) la actitud
empresarial asumida por el individuo, que daría cuenta de formas de autogestión y
especialización del aprendizaje; y d) la empleabilidad de los resultados de aprendizaje,
marcada por el vínculo entre el desempeño actual y el potencial del empleado
(competencia). Para estos profesores belgas, la configuración de ese dispositivo de
aprendizaje permite comprender desplazamientos en la analítica del funcionamiento
de la sociedad y la escuela modernas, frente a los que conceptos como
educacionalización y gramática escolar podrían resultar insuficientes, como quedaría
evidenciado en los ambientes de aprendizaje.
Con todo, si se tiene en cuenta que en el lenguaje educativo contemporáneo
suelen emplearse educación y aprendizaje casi como sinónimos, la idea de
educacionalización de los problemas sociales podría ayudar a desenmarañar la
confusión y las tensiones generadas por las demandas que se le hacen a las
instituciones escolares y a los maestros. Así mismo, sería posible aminorar las
expectativas generadas frente a las posibilidades de esos escenarios “educativos” que
Para finalizar, quisiéramos indicar algunas líneas posibles que emergen a partir
del ejercicio de diferenciación planteado en el apartado anterior, para repensar la
formación de profesionales en el campo y la construcción de política educativa
pública. En esa dirección, en un intento por tomar distancia de la retórica de los
desafíos que impera en el lenguaje educativo actual.
Frente al primer asunto, con la ampliación de esos escenarios educativos, los
procesos de formación de los maestros parecieran orientarse más a atender esos
nuevos espacios como facilitadores o acompañantes del aprendizaje, y menos a
prepararse para su ejercicio en la escuela, con lo que su relación con el saber que
enseña queda en el olvido. Aunque no sea algo nuevo, es preciso retomar en esos
procesos de formación la enseñanza de las disciplinas, sin descuidar aspectos relativos
a la didáctica (general y específica) y a la pedagogía, pues como advierte M. Young,
tendemos “a olvidar cuánto tenemos que descubrir aún acerca de la pedagogía como
campo particular de conocimiento, y cuan pocos recursos invertimos en esta tarea”
(2013, pág. 103). En esa misma línea, es preciso robustecer la formación de
profesionales en pedagogía, que puedan reflexionar sobre la educación, además de
dar cuenta y atender procesos que ocurren en escenarios educativos con base en el
acumulado mismo de la pedagogía como saber.
Frente al segundo asunto, de mayor complejidad por la serie de intereses,
fuerzas y estrategias en juego, es importante que las demandas que se le hacen a las
instituciones de educación formal no se equiparen con las que corresponden a
escenarios informales. Esto no implica una desregulación de las instituciones, pues la
alianza entre escuela y estado fue una condición necesaria para la existencia de
ambos: mientras una se tornó en mecanismo estatal por excelencia para gobernar
individuos y poblaciones, el otro asumió el compromiso de sostener, administrar y
regular el sistema escolar. Sin embargo, en esa relación interviene cada vez más el
mercado como un ente regulador, por lo que sería fundamental, a través del riguroso
ejercicio académico y de la movilización de la opinión pública, demarcar con mayor
precisión las funciones que le competen a cada quien.
Referências
Foro Mundial sobre la Educación 2015. Declaración de Incheon. Educación 2030: Hacia
una educación inclusiva y equitativa de calidad y un aprendizaje a lo largo de la vida
para todos, 2015. Disponible en: https://es.unesco.org/world-education-forum-
2015/about-forum/declaracion-de-incheon Acceso: 7 de julio de 2016.
SIMONS, M. Masschelein, J. ‘Se nos hace creer que se trata de nuestra libertad’: notas
sobre la ironía del dispositivo de aprendizaje. Pedagogía y Saberes No. 38, p. 93-102,
2013.