José María Arguedas
José María Arguedas
José María Arguedas
fue un escritor, poeta, profesor y antropólogo peruano. Fue autor de novelas y cuentos que
lo han llevado a ser considerado como uno de los grandes representantes de la literatura
del Perú.1 El crítico Martin Seymour-Smith considera a Arguedas "el más grande novelista
de nuestro tiempo",23 quien escribió "algunas de las prosas más poderosas que el mundo
haya conocido".4
Introdujo en la literatura una visión interior más rica e incisiva del mundo indígena. La
cuestión fundamental que se plantea en sus obras es la de un país dividido en dos culturas
(la andina de origen quechua y la occidental, traída por los españoles), que deben convivir.
Los grandes dilemas, angustias y esperanzas que ese proyecto plantea son el núcleo de su
visión.
Su labor como antropólogo e investigador social se da en paralelo a su importancia y a la
influencia que tuvo en su trabajo literario. Se debe destacar su estudio sobre el folklore
peruano, en particular de la música andina. Al respecto tuvo un contacto estrechísimo con
cantantes, músicos, danzantes de tijeras y diversos bailarines de todas las regiones del
Perú. Su contribución a la revalorización del arte indígena, reflejada especialmente en
el huayno y la danza, ha sido muy importante.
Fue además traductor y difusor de la literatura quechua, antigua y moderna, ocupaciones
todas que compartió con sus cargos de funcionario público y maestro. Entre sus novelas se
encuentran Yawar fiesta (1941), Los ríos profundos (1958), Todas las sangres (1964) y El
zorro de arriba y el zorro de abajo (1971).
Biografía[editar]
José María Arguedas Altamirano nació en Andahuaylas, en la sierra sur del Perú el 18 de
enero de 1911. Proveniente de una familia criolla y aristócrata por parte materna, quedó
huérfano de madre a los tres años de edad. Por la poca presencia de su padre ― abogado
litigante y viajero, y su mala relación con su madrastra ,ya que su madrastra lo maltrataba
junto con su hermanastro , se refugió en el cariño de los sirvientes andinos, lo que hizo que
se adentrara en la lengua y costumbres quechuas que modelaron su personalidad. Sus
estudios de primaria los realizó en San Juan de Lucanas, Puquio, Ayacucho y los de
secundaria en Huancayo y Lima.
Ingresó a la Facultad de Letras de la Universidad de San Marcos, en 1931; allí se licenció
en Literatura, y posteriormente cursó Etnología; se recibió de bachiller en 1957 y de doctor
en 1963. Entre 1937 y 1938 estuvo en prisión en razón de una protesta contra un enviado
del dictador italiano Benito Mussolini, y se afilió al partido comunista. Paralelamente a su
formación profesional, en 1941 empezó a desempeñar el profesorado, primero en Sicuani,
Cuzco, y luego en Lima, en los colegios nacionales Alfonso Ugarte, Guadalupe y Mariano
Melgar, hasta 1949.
Ejerció también como funcionario en el Ministerio de Educación, poniendo en evidencia su
interés por preservar y promover la cultura peruana, en especial la música y la danza andina.
Fue director de la Casa de la Cultura (1963-1964) y director del Museo Nacional de Historia
(1964-1966). En el campo de la docencia superior, fue catedrático de Etnología en la
Universidad de San Marcos (1958-1968) y en la Universidad Nacional Agraria La Molina
(1962-1969). Agobiado por conflictos emocionales, puso fin a sus días disparándose un tiro
en la cabeza el 2 de diciembre de 1969, a los 58 años de edad.
Su obra narrativa refleja, descriptivamente, las experiencias de su vida recogidas de la
realidad del mundo andino, y está representada por las siguientes
obras: Agua (1935), Yawar fiesta (1941), Diamantes y pedernales (1954), Los ríos
profundos (1958), El Sexto (1961), La agonía de Rasu Ñiti (1962), Todas las
sangres (1964), El sueño del pongo (1965), El zorro de arriba y el zorro de abajo (publicado
póstumamente en 1971). Toda su producción literaria ha sido compilada en los primeros
cinco tomos de sus Obras completas (1983). Además, realizó traducciones y antologías de
poesía y cuentos quechuas, como sus trabajos de antropología y etnología y su producción
no literaria en general se encuentran compilados en la segunda parte de sus Obras
completas (2012).
Infancia y niñez[editar]
José María Arguedas Altamirano nació el 18 de enero de 1911 en la ciudad de Andahuaylas,
en la sierra sur del Perú. Era hijo de Víctor Manuel Arguedas Arellano, un abogado cuzqueño
que ejercía de Juez en diversos pueblos, y de Victoria Altamirano Navarro, perteneciente a
una hacendada y acaudalada familia de Andahuaylas. Cuando falleció su madre (cuando el
tenía 3 años), víctima de «cólicos hepáticos», pasó a vivir en la casa de su abuela paterna,
Teresa Arellano, en la ciudad de Andahuaylas. En 1915, al ser nombrado juez de primera
instancia de la provincia de Lucanas departamento de Ayacucho, su padre se trasladó a
dicha sede, donde poco después se casó con una rica hacendada del distrito de San Juan
(Lucanas), provincia del mismo nombre del departamento de Ayacucho, Grimanesa
Arangoitia Iturbi viuda de Pacheco (1917). El pequeño José María viajó entonces a Lucanas,
para reunirse con su madrastra; el viaje fue todo un acontecimiento para él, como lo
recordaría siempre. La familia se instaló en Puquio, capital de la provincia de Lucanas del
departamento de Ayacucho. José María y su hermano Arístides, dos años mayor que él,
fueron matriculados en una escuela particular. Al año siguiente, 1918, los dos hermanos
continuaron sus estudios en San Juan de Lucanas, a 10 km de Puquio, viviendo en la casa
de la madrastra. En 1919, Arístides fue enviado a estudiar a Lima y José María continuó
viviendo con la madrastra.
En 1920, tras la ascensión al poder de Augusto B. Leguía, el padre de José María ―que era
del partido contrario (pardista)― perdió su cargo de juez y tuvo que retornar a su profesión
de abogado litigante y viajero, trajinar que solo le permitía hacer visitas esporádicas a su
familia. Esta etapa de la vida del niño José María estuvo marcada por la difícil relación que
sostuvo con su madrastra y con su hermanastro Pablo Pacheco. Aquella sentía por su
hijastro un evidente desprecio, y constantemente lo mandaba a convivir con los criados
indígenas de la hacienda, de la cual solo lo recogía a la llegada de su padre, tal como lo ha
relatado Arguedas en el primer encuentro de narradores realizado en Arequipa en
1965.[cita requerida] Por su parte el hermanastro lo maltrataba física y psicológicamente e
incluso en una ocasión le obligó a presenciar la violación de una de sus tías, que era a la
vez la mamá de uno de sus compañeritos de escuela (los «escoleros» mencionados en
varios de sus cuentos). Al parecer, esa fue solo una de las tantas escenas sexuales que fue
obligado a presenciar, ya que el hermanastro tenía muchas amantes en el pueblo. 5La figura
de este hermanastro habría de perdurar en su obra literaria personificando al gamonal
abusivo, cruel y lujurioso. Sobre aquel personaje diría Arguedas posteriormente:
Cuando llegó mi hermanastro de vacaciones, ocurrió algo verdaderamente terrible (...) Desde el primer
momento yo le caí muy mal porque este sujeto era de facciones indígenas y yo de muchacho tenía el
pelo un poco castaño y era blanco en comparación con él. (...) Yo fui relegado a la cocina (...) quedaba
obligado a hacer algunas labores domésticas; a cuidar los becerros, a traerle el caballo, como mozo.
(...) Era un criminal, de esos clásicos. Trataba muy mal a los indios, y esto sí me dolía mucho y lo
llegué a odiar como lo odiaban todos los indios. Era un gamonal.6
Algunos, sin embargo, consideran que el supuesto maltrato de la madrastra fue una ficción;
entre ellos el mismo Arístides.7
A mediados de julio de 1921 José María se escapó de la casa de la madrastra junto con su
hermano Arístides, que había retornado de Lima; ambos fueron a la hacienda Viseca,
propiedad de su tía Zoila Rosa Peñafiel y su esposo José Manuel Perea Arellano (medio
hermano de su padre) a quien le tenía un gran cariño, situada a 8 km de San Juan de
Lucanas. Allí vivió durante dos años, en ausencia del padre, conviviendo con los campesinos
a quienes les tomó cariño y con quienes participaba por diversión de las faenas agrícolas.
De dos campesinos guardaría un especial recuerdo: don Felipe Maywa y don Víctor Pusa.
Para José María fueron los años más felices de su vida.
Vida universitaria[editar]
Vista exterior de la histórica Casona de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, donde José
María Arguedas estudió, y en la que luego se desempeñaría como catedrático.
Narrativa cumbre[editar]
En 1958 publicó Los ríos profundos, novela autobiográfica, por la cual recibió en 1959 el
Premio Nacional de Fomento a la Cultura «Ricardo Palma». Esta novela ha sido considerada
como su obra maestra. Por entonces empezó a ejercer como catedrático de Etnología en
la Universidad de San Marcos (de 1958 a 1968). De la misma disciplina fue también profesor
en la Universidad Nacional Agraria La Molina (de 1962 a 1969).
En 1961 publicó su novela El Sexto, por la cual se le concedió, por segunda vez, el Premio
Nacional de Fomento a la Cultura «Ricardo Palma» (1962). Dicha obra es un relato novelado
de su experiencia carcelaria en el famoso penal situado en el centro de Lima, que sería
clausurado en 1986.
En 1962 editó su cuento La agonía de Rasu Ñiti. Viajó en ese mismo año a Berlín
Occidental (Alemania), donde se llevó a cabo el primer coloquio de escritores
iberoamericanos, organizado por la revista Humboldt.
En 1963 fue nombrado Director de la Casa de la Cultura del Perú, donde llevó a cabo una
importante labor profesional; sin embargo, renunció al año siguiente, como gesto de
solidaridad para con el presidente de la Comisión Nacional de Cultura.
En 1964 publicó su obra más ambiciosa: Todas las sangres, novela de gran consistencia
narrativa, en la que el escritor quiso mostrar toda la variedad de tipos humanos que
conforman el Perú y a la vez los conflictos determinados por los cambios que origina en las
poblaciones andinas el progreso contemporáneo. Sin embargo, esta novela fue criticada
severamente durante una mesa redonda organizada por el Instituto de Estudios Peruanos
el día 23 de junio de 1965, aduciéndose que era una versión distorsionada de la sociedad
peruana. Estas críticas fueron devastadoras para Arguedas, quien aquella misma noche
escribió estas líneas desgarradoras:
… casi demostrado por dos sabios sociólogos y un economista, […], que mi libro Todas las sangres es
negativo para el país, no tengo nada que hacer ya en este mundo. Mis fuerzas han declinado creo
que irremediablemente.16
Uno de los críticos desaforados de la obra arguediana era el escritor Sebastián Salazar
Bondy. Según la interpretación de algunos, esas críticas fueron uno de los tantos eslabones
que se sumaron a alimentar la depresión de Arguedas, que lo llevaría a su primer intento de
suicidio al año siguiente
No obstante, su labor intelectual siguió recibiendo reconocimientos oficiales. En ese mismo
año de 1964 su labor de docente mereció el otorgamiento de las «Palmas Magisteriales» en
grado de Comendador y una Resolución Suprema firmada por el presidente Fernando
Belaúnde Terry dándole las «gracias por los servicios prestados a favor de la cultura
nacional». Fue nombrado también Director del Museo Nacional de Historia, cargo que ejerció
hasta 1966.
En 1965 Arguedas inició su divorcio de Celia a la vez que entablaba una nueva relación con
una dama chilena, Sybila Arredondo, con quien se casó en 1967, una vez fallada la sentencia
de divorcio. Sybila lo acompañó hasta el final de su vida; décadas después, estuvo presa en
el Perú acusada de tener vínculos con el grupo terrorista Sendero Luminoso y tras ser
liberada volvió a su país en el 2002.
Ese mismo año de 1965 Arguedas hizo numerosos viajes al extranjero y al interior del Perú.
En enero estuvo en Génova, en un congreso de escritores, y en abril y mayo pasó dos
meses, invitado por el Departamento de Estado, recurriendo universidades norteamericanas
(en Washington D. C., California e Indiana). De regresó a Perú, visitó Panamá. En junio
asistió al primer Encuentro de Narradores Peruanos, realizado en Arequipa, donde sostuvo
una polémica con Sebastián Salazar Bondy quien días después falleció víctima de
una cirrosis hepática congénita. En septiembre y octubre estuvo en Francia. Pero se dio
tiempo para publicar, en edición bilingüe, su cuento El sueño del pongo.
Estatua de José María Arguedas.
En 1966 hizo tres viajes a Chile (en enero, por diez días, en julio, por cuatro y en septiembre
por dos) y asistió, en Argentina, a un congreso de interamericanistas, luego del cual
visitó Uruguay por dos semanas. Ese mismo año publicó su traducción al español de la
crónica Dioses y hombres de Huarochirí del doctrinero hispanoperuano Francisco de Ávila.
Depresión y suicidio[editar]
La depresión de José María Arguedas hizo crisis en 1966, llevándolo a un primer intento de
suicidio por sobredosis de barbitúricos el 11 de abril de aquel año. [cita requerida] Desde algunos
años atrás, el escritor venía recibiendo múltiples tratamientos psiquiátricos, describiendo sus
padecimientos en sus escritos:
Yo estoy sumamente preocupado con mi pobre salud. (...) He vuelto fatigadísimo, sin poder dormir y
angustiado. Tengo que ir a donde el médico nuevamente; aunque estos caballeros nunca llegan a
entender bien lo que uno sufre ni las causas. Lo malo es que esto me viene desde mi infancia (carta
a John Murra, 28 de abril de 1961).17
Un poco por miedo otro poco porque se me necesitaba o creo que se me necesitaba he sobrevivido
hasta hoy y será hasta el lunes o martes. Temo que el Seconal no me haga el efecto deseado. Pero
creo que ya nada puedo hacer. Hoy me siento más aniquilado y quienes viven junto a mí no lo creen
o acaso sea más psíquico que orgánico. Da lo mismo. (...) Tengo 55 años. He vivido bastante más de
lo que creí (carta a Arístides Arguedas, 10 de abril de 1966).18
A partir del intento de suicidio, su vida ya no volvió a ser la misma. Se aisló de sus amigos
y renunció a todos los cargos públicos que ejercía en el Ministerio de Educación, con el
propósito de dedicarse solamente a sus cátedras en la Universidad Agraria y en la de San
Marcos. Para tratar su mal se puso en contacto con la psiquiatra chilena Lola Hoffmann,
quien le recomendó, a manera de tratamiento, que continuara escribiendo. De este modo
publicó otro libro de cuentos: Amor mundo (en ediciones simultáneas en Montevideo y en
Lima, en 1967), y trabajó en la que sería su obra póstuma: El zorro de arriba y el zorro de
abajo.
En 1967 dejó su magisterio en la Universidad de San Marcos, y, casi simultáneamente, fue
elegido jefe del departamento de Sociología de la Universidad Nacional Agraria La Molina,
a la cual se consagró a tiempo completo. Continuó su afiebrado ritmo de viajes. En febrero
estuvo en Puno, presidiendo un concurso folclórico con motivo de la fiesta de la Candelaria.
En marzo pasó 15 días en México, con motivo del Segundo Congreso Latinoamericano de
Escritores, en Guadalajara, y ocho días en Chile, en otro certamen literario. A fines de julio
viajó a Austria, para una reunión de antropología, y en noviembre estaba de nuevo en
Santiago de Chile, trabajando en su novela de los «zorros».
En 1968 le fue otorgado el premio «Inca Garcilaso de la Vega». En esa ocasión pronunció
su célebre discurso y testamento intelectual:19 No soy un aculturado, en el que "con mayor
optimismo"20 se autodefine21 como mestizo:22 "Yo no soy un aculturado, yo soy un peruano
que orgullosamente como un demonio feliz habla en cristiano y en indio, en español y en
quechua."23
Del 14 de enero al 22 de febrero de ese año estuvo en Cuba, con Sybila, como jurado
del Premio Casa de las Américas. Ese mismo año y el siguiente tuvo su amarga polémica
con el escritor argentino Julio Cortázar, y viajó varias veces a Chimbote, a fin de documentar
su última novela.
A principios de 1969 hizo su último viaje a Chimbote. Ese mismo año hizo tres viajes a Chile,
el último de los ellos por cerca de cinco meses, de abril a octubre. Por entonces se
agudizaron nuevamente sus dolencias psíquicas y renació la idea del suicidio, tal como lo
atestiguan sus diarios insertos en su novela póstuma:
Yo no voy a sobrevivir al libro. Como estoy seguro que mis facultades y armas de creador, profesor,
estudioso e incitador, se han debilitado hasta quedar casi nulas y sólo me quedan las que me
relegarían a la condición de espectador pasivo e impotente de la formidable lucha que la humanidad
está librando en el Perú y en todas partes, no me sería posible tolerar ese destino. O actor, como he
sido desde que ingresé a la escuela secundaria, hace cuarenta y tres años, o nada. (Epílogo, 29 de
agosto de 1969).24
Ese mismo día (28 de noviembre de 1969) se encerró en uno de los baños de la universidad
y se disparó un tiro en la cabeza. Tras ser encontrado, en grave estado, fue trasladado
al Hospital del Empleado26 donde pasó cinco días de agonía y falleció el 2 de diciembre de
1969.
El día de su entierro, tal como el escritor había pedido en su diario y en sus últimas cartas,
el músico Máximo Damián tocó el violín ante su féretro ―acompañado por el arpista Luciano
Chiara y los danzantes de tijera Gerardo y Zacarías Chiara― y luego pronunció un breve
discurso, en palabras que transmitieron el sentimiento del pueblo indígena, que lamentó
profundamente su partida.
Sus restos fueron enterrados en el Cementerio El Ángel. En junio de 2004 fue exhumado y
trasladado a Andahuaylas, el lugar donde nació.
En 1969 ―el mismo año en que suicidó― Arguedas concedió una entrevista a Ariel
Dorfman para la revista Trilce:
Entiendo y he asimilado la cultura llamada occidental hasta un grado relativamente alto; admiro a Bach
y a Prokofiev, a Shakespeare, Sófocles y Rimbaud, a Camus y Eliot, pero más plenamente gozo con
las canciones tradicionales de mi pueblo; puedo cantar, con la pureza auténtica de un indio chanka,
un harawi de cosecha. ¿Qué soy? Un hombre civilizado que no ha dejado de ser, en la médula un
indígena del Perú; indígena, no indio. Y así, he caminado por las calles de París y de Roma, de Berlín
y de Buenos Aires. Y quienes me oyeron cantar, han escuchado melodías absolutamente
desconocidas, de gran belleza y con un mensaje original. La barbarie es una palabra que inventaron
los europeos cuando estaban muy seguros de que ellos eran superiores a los hombres de
otras razas y de otros continentes «recién descubiertos».