La Psicología en La Prevención y Manejo Del COVID-19.
La Psicología en La Prevención y Manejo Del COVID-19.
La Psicología en La Prevención y Manejo Del COVID-19.
Introducción:
Un análisis simple de estos hechos muestra que, a efectos de la salud pública, la gravedad no es
únicamente el virus en sí mismo, sino la rapidez de contagio a la población y la llegada a los grupos
de riesgo en poco tiempo, lo que conlleva a una inadecuada capacidad de respuesta de los
servicios de urgencia ante una alta demanda en poco tiempo.
Entonces, ¿qué variables hacen que un virus /enfermedad pueda cerrar fronteras y colapsar
sanitaria, política y económicamente a todo el planeta? ¿Qué factores más allá de lo biológico y de
la ausencia aun de una vacuna hacen que se transforme en uno de los peores fenómenos en salud
de los últimos años en todo el mundo? Creemos que la respuesta es fundamentalmente el
comportamiento de las personas.
Hace años, Bayes y Ribes argumentaban cómo la psicología estaba involucrada en una enfermedad
importante y menos conocida en ese momento como es el VIH-SIDA (Bayes & Ribes, 1992).
Apelando a la evidencia y a modelos conceptuales y teóricos de la psicología experimental, su tesis
principal era que, independientemente del origen del virus y su potencial tratamiento médico y /o
la generación de una vacuna en el futuro, su adquisición proceso y tratamiento era desde un inicio
y final un proceso psicológico. La investigación posterior ha generado abundante evidencia que
muestra que tanto la prevención, la adherencia al tratamiento o el enfrentamiento y avance de
múltiples enfermedades son un tema de comportamiento.
iversos modelos psicológicos tales como el de creencias en salud, transteórico, locus de control,
autoeficacia, acción razonada, entre otros, intentan explicar cómo adquirimos y mantenemos las
conductas en salud (Vera-Villarroel, Livacic-Rojas, Fernández & Oblitas, 2015). La evidencia
muestra que los mecanismos por los cuales adquirimos, mantenemos y eliminamos nuestros
comportamientos son principalmente por medio del aprendizaje, por ende, los comportamientos
involucrados en los procesos de salud y enfermedad responden a los mismos mecanismos. De esta
forma, el pasar de una condición de ausencia de enfermedad a estar enfermo e incluso el éxito o
no del tratamiento estará determinado por nuestras creencias (cogniciones), emociones (como
predisposiciones a la acción) y finalmente nuestro comportamiento pro o riesgoso para la salud.
El MERS fue identificado en su momento como una nueva infección respiratoria en el año 2012 en
Arabia Saudita (Zaki, van Boheemen, Bestebroer, Osterhaus & Fouchier, 2012) y en Corea el 2015
caracterizándose también por su rápido contagio y muertes. En plena epidemia, Parka, Leeb, Parkc
& Choid (2018) realizaron un estudio en enfermeras hospitalarias, encontrando que tanto el
estigma como la resistencia —conceptualizada como disposición de la personalidad caracterizada
por un involucramiento en lo que están haciendo (compromiso), en que creen y actúan como si
pudieran influenciar los eventos que forman sus vidas (control), y consideran que el cambio no
sólo es normal sino también un estímulo para el desarrollo (desafío)— ejercen un efecto directo
sobre la salud mental, el cual podría ser parcialmente mediado por la presencia de estrés,
concluyendo sobre la necesidad de implementar aplicaciones en salud mental mediante un
programa de educación/intervención que considere estos aspectos.
En Corea del Sur el MERS fue considerado como una gran amenaza para la salud pública, donde la
gravedad se vio aumentada por las respuestas inapropiadas de las principales instituciones y la
comunidad. Yang & Cho (2017) analizaron las posibles fuentes de confusión durante el brote de
MERS y los factores que podían afectar el comportamiento de las personas, reportando que la
percepción del riesgo fue clave en las reacciones de las personas y se relacionó con la mayoría de
los factores estudiados y principalmente con la reacción exagerada del público. Sin embargo, el
conocimiento sobre la naturaleza de la enfermedad disminuyo la reacción exagerada y mejoró el
cumplimiento de las instrucciones de la cuarentena. De esta forma, los autores concluyen la
importancia de proporcionar adecuadamente información sobre la enfermedad y de entregar
datos precisos al público y establecer confianza y facilitar el desarrollo de una actitud será
importante en futuras crisis similares de forma de garantizar una respuesta rápida a los brotes de
enfermedades y para prevenir comportamientos inadecuados.
En Corea igualmente se estudió el efecto del MERS en la salud mental de personas que estuvieron
en cuarentena por haber estado expuestas al virus, en un periodo de 4 a 6 meses después de
haber concluido la cuarentena, encontrando como factores de riesgo para experimentar
sintomatología ansiosa y sentimientos de rabia la presencia de síntomas relacionados con el MERS
durante el aislamiento, suministros inadecuados (comida, ropa, alojamiento), actividades de redes
sociales (correo electrónico, texto, Internet), historial de enfermedades psiquiátricas y pérdidas
financieras, concluyendo que estos problemas de salud mental pueden prevenirse al proporcionar
apoyo de salud mental a las personas con salud mental vulnerable, así como proporcionando
información precisa y suministros apropiados (Jeong et al., 2016).
El 2003, el mundo se vio afectado por la mortal epidemia de SARS. Dadas las exigencias y
demandas de esta enfermedad tanto para la comunidad como para el personal de la salud se
analizaron las posibles consecuencias tiempo después. Lee et al., (2007) analizaron las
consecuencias psicológicas en sobrevivientes trabajadores sanitarios y no sanitarios un año
después del brote de la enfermedad. Los resultados un año después del brote mostraron que los
sobrevivientes de SARS todavía tenían niveles elevados de estrés y niveles preocupantes de
angustia psicológica y específicamente del SARS del trabajador de la salud fue significativamente
mayor, lo que sugiere en la necesidad de establecer programas de apoyo e intervención posterior
y específicos para los profesionales de la Salud. En China, se estudiaron las relaciones entre los
estresores y el estilo de afrontamiento utilizado frente al SARS con el ajuste psicológico, en
estudiantes universitarios, encontrando que la presencia de estresantes y un estilo de
afrontamiento evitativo predijeron la presencia de sintomatología, en tanto un afrontamiento de
tipo activo predijo una mayor satisfacción con la vida al controlar los estresores (Main, Zhou, Ma
et al., 2011).
Impacto psicológico del COVID-19:
Debido a lo reciente de la enfermedad se cuenta con poca evidencia disponible, sin embargo, ya
especialistas reportan una serie de reacciones y estados psicológicos observados en la población,
incluyendo efectos en la salud mental (Torales, O’Higgins, Castaldelli-Maia & Ventriglio, 2020). Así,
Shigemura, Ursano, Morganstein, Kurosawa & Benedek, (2020) informan que las primeras
respuestas emocionales de las personas incluyen miedo e incertidumbre extremos. Por otra parte,
y dado el miedo y percepciones distorsionadas de riesgo y consecuencias dañinas se informa de
comportamientos sociales negativos. Estos estados y conductas pueden dar pie a problemas en
salud mental publica incluidas reacciones de angustia (insomnio, ira, miedo extremo a la
enfermedad incluso en personas no expuestas), y de comportamientos riesgosos para la salud
como mayor uso de alcohol y tabaco y aislamiento social), trastornos específicos como trastorno
de estrés postraumático, trastornos de ansiedad, depresión, y somatizaciones. Estos últimos
síntomas y la necesidad de intervenciones terapéuticas son igualmente recomendables para niños
(She, Yanq, Wang et al., 2020). Un efecto similar lo reportan Li, Wan, Xue, Zhao y Zhu (2020),
quienes estudian los mensajes enviados de Weibo (sitio web chino de redes sociales) antes y
después de la declaración del COVID-19 el 20 de enero del 2020, encontrando que las emociones
negativas como la ansiedad, la depresión y la indignación, así como la sensibilidad a los riesgos
sociales aumentaron, en tanto disminuyeron las emociones positivas (por ejemplo, la felicidad) y la
satisfacción con la vida. En general encontraron que las personas se preocupaban más por su salud
y su familia, y menos por el ocio y amigos.
Por otra parte, entre el 31 de enero al 2 de febrero de 2020 se realizó una encuesta en línea a
1210 personas de varias ciudades chinas, encontrándose que el 53.8% de los encuestados calificó
el impacto psicológico de la enfermedad como moderado o severo; 16.5% reportaron síntomas
depresivos moderados a severos; un 28.8% reportó síntomas de ansiedad moderada a severa; y
8.1% informaron niveles de estrés moderados a severos. La mayoría de los encuestados informó
pasar de 20 a 24 h por día en casa (84.7%) y además un 75.2 presentaba preocupación de que sus
familiares se contagiaran de la enfermedad. Un aspecto importante para considerar en función de
incorporar para intervenciones futuras es que se encontró que la información específica y
actualizada sobre la salud (p. Ej., tratamiento, situación de brote local) y medidas de precaución
específicas como higiene de manos y uso de una mascarilla) se asociaron con un menor impacto
psicológico del brote y menores niveles de estrés, ansiedad, y depresión (Wang, Pan, Wan et al.,
2020).
Con respecto a las intervenciones psicológicas, obviamente a estas alturas es escasa la información
que se puede considerar. Aun así, ya se cuenta con alguna información disponible para la
comunidad científica. En este sentido, los especialistas concuerdan que las intervenciones en crisis
deberían ser consideradas como una medida a implementar en todos los grupos afectados, ya sea
pacientes personales médico, contactos cercanos, personas en las áreas afectadas, así como
público en general (Zhu, Chen, Ji, et al., 2020). Las intervenciones psicológicas en crisis tienen
como objetivo minimizar los daños psicológicos y proveer asistencia durante la prevención y el
control de la epidemia, intentando evitar así problemas posteriores como el estrés post
traumático. Dado que los recursos son limitados, Jiang et al. (2020), con base a los protocolos
establecidos por el Gobierno Chino y aplicados en Shangai en pacientes con neumonía por
coronavirus, reporta cuatro niveles de atención que podían ayudar a la priorización de la atención:
1) pacientes con síntomas severos, personal médico de choque investigadores y personal
administrativo,
3) personas relacionadas con los grupos 1 y 2, como miembros de la familia, colegas o amigos,
rescatistas,
La cuarentena, concebida como la separación y restricción del movimiento de personas que han
sido potencialmente expuestas al virus, también ha sido un factor estudiado. Brooks et al (2020),
realizaron una revisión rápida acerca del impacto psicológico de la cuarentena y cómo reducirlo.
Los autores plantean que se han reportado efectos psicológicos negativos, como síntomas de
estrés postraumático, confusión e ira. Igualmente, reportan que existirían diversos factores que
incidirían en la respuesta de las personas al distanciamiento social, como por ejemplo el tiempo de
duración de la cuarentena, temores de infección, frustración, aburrimiento, suministros
inadecuados, información inadecuada, pérdidas financieras y estigma. Plantean que en las
situaciones en que la cuarentena se considera necesaria, no se debe poner a las personas en
cuarentena por un período superior al requerido, debiéndosele proporcionar una justificación
clara de la cuarentena e información sobre los protocolos, asegurando que se proporcionen
suficientes suministros.
Desde el brote de la enfermedad muchos trabajadores de la Salud han sido infectados con el virus.
Dai, Hu, Xiong, Qiu & Yuan (2020). investigaron la percepción de riesgo y el estado psicológico
inmediato de trabajadores de la Salud en la etapa temprana de la epidemia de COVID-19. Se
evaluó entonces la percepción del riesgo y el estado psicológico junto a características
demográficas y las experiencias de exposición a COVID-19. Se encuestaron a 4.357 sujetos. Las
principales preocupaciones de los trabajadores de la salud fueron en primer lugar infección de
colegas (72.5%), en segundo lugar, la infección de miembros de la familia (63.9%), tercer lugar
medidas de protección (52.3%) y finalmente la violencia médica (48.5%). Por otra parte, un 39% de
los trabajadores sanitarios presentaba problemas psicológicos, principalmente los que ya habían
pasado por aislamiento y contagio a familiares o colegas.
Intervenciones psicológicas en COVID-19:
NOTA: A continuación, se muestra un esquema conceptual con el siguiente circuito con el mapa
conductual del COVID-19
Lunn, Belton, Lavin et al. (2020) proponen siete áreas en que la ciencia del comportamiento puede
contribuir a frenar la propagación del virus en distintos niveles, no sólo por las autoridades
nacionales y locales, sino también por organizaciones, lugares de trabajo e incluso hogares. Estas
áreas son el lavado de manos, el contacto con la cara, el aislamiento, el comportamiento en
público, los comportamientos indeseables (ej. xenofobia), la comunicación de crisis y las
percepciones de riesgo. Estos investigadores plantean, por ejemplo, que la evidencia muestra que
la educación y la información sobre la higiene de las manos no es suficiente, que el aislamiento
puede causar distrés y problemas de salud mental que requieren atención o que las percepciones
de riesgo pueden estar sesgadas o distorsionadas. Con el fin de poder sistematizar la diversidad de
áreas en que la psicología en tanto ciencia y profesión pueden contribuir al abordaje del COVID-19,
Murphy (2020) desarrolló un marco que organiza los distintos aportes de la psicología, el cual
hemos adaptado y organizado según los diferentes niveles de prevención en Salud Pública (Tablas
1 y 2.)
NOTA: A continuación, se expondrá la información de las tablas 1 y 2 del texto:
Prevención Primaria:
1. Intervención con la finalidad de reducir o eliminar el riesgo. Se implementa antes de que
haya evidencia o sintomatología de una enfermedad, afección, daño o lesión.
2. Psicoeducación para la adopción de conductas preventivas: lavado de manos,
distanciamiento social.
3. Desarrollo de material educativo con medidas preventivas.
4. Apoyo información/comunicación pública.
5. Entrenamiento en búsqueda racional de información.
6. Manejo de creencias irracionales con relación a la enfermedad.
7. Aumento percepción de vulnerabilidad.
8. Desarrollo estrategias de afrontamiento.
9. Optimismo ilusorio.
Prevención Secundaria:
Prevención terciaria:
Prevención Primaria:
1- Control de la ansiedad.
2- Gestión de riesgo.
3- Control de preocupación por cercanos.
4- Desarrollo de tolerancia ante la incertidumbre.
Prevención Secundaria:
1- Control de la ansiedad.
2- Gestión de riesgo.
3- Manejo de la culpa.
4- Control de preocupación por cercanos.
5- Desarrollo de tolerancia ante la incertidumbre.
Prevención terciaria:
1- Control de la ansiedad.
2- Manejo de la culpa.
3- Control de preocupación por cercanos.
Prevención Primaria:
1- Interpretación/ percepción de síntomas (no hiper o hipo).
2- Percepción de riesgo.
3- Promover conductas de búsqueda de ayuda apropiadas.
Prevención Secundaria:
Prevención terciaria:
Prevención Primaria:
Prevención Secundaria:
Prevención terciaria:
Prevención Primaria:
Prevención Secundaria:
Prevención Primaria:
Prevención Secundaria:
2.3. Trabajo:
Prevención Primaria:
Prevención Secundaria:
Prevención Primaria:
Prevención Secundaria:
Prevención Terciaria:
Las intervenciones han cobrado prioridad en diversos países. El gobierno de China ya principios
rectores de la intervención de emergencia en crisis psicológicas para neumonía con nueva
infección por coronavirus (National Health Comission of China, 2020) donde plantean como
principios básicos Incluir la intervención de crisis psicológica en el despliegue general de
prevención y control de epidemias, con la premisa de reducir el daño psicológico causado por la
epidemia y promover la estabilidad social, y ajustar oportunamente el enfoque de la intervención
de crisis psicológicas de acuerdo con el progreso de la prevención y el control de epidemias, e
Implemente intervenciones clasificadas contra diferentes grupos de personas para proteger
estrictamente la privacidad personal de los destinatarios. Tanto los implementadores como los
receptores deben tener cuidado para evitar el trauma. En dicho documento plantean una serie de
acciones tendientes a prestar servicios de salud mental para las personas afectadas, así como
intervención de crisis psicológica para las personas que lo necesiten, prevenir, mitigar y tratar de
controlar activamente el impacto psicosocial de la epidemia y por último mantener eficazmente el
manejo y tratamiento de los trastornos mentales graves.
Un ejemplo de modelo de intervención en marcha:
Considerando que gran parte de la intervención para tratar el COVID-19 incluyen aislamiento y
cuarentena, se ha puesto en jaque las intervenciones psicológicas tradicionales cara a cara. Es por
esto por lo que especialistas han desarrollado un modelo de intervención para abordar los
problemas psicológicos urgentes de las personas. Zhang, Wu, Zhao & Zhang (2020) informan de un
nuevo modelo de intervención de crisis psicológica utilizando tecnología de Internet. Este nuevo
modelo, uno de West China Hospital, integra a médicos, psiquiatras, psicólogos y trabajadores
sociales en plataformas de Internet para llevar a cabo una intervención psicológica a los pacientes,
sus familias y el personal médico. Esta intervención utiliza como soporte la tecnología de Internet
(redes 4G o 5G y teléfonos inteligentes).
El supuesto de base, afirman los autores, es que la intervención de crisis psicológica debe ser
dinámica, para adaptarse fácilmente a las diferentes etapas de la epidemia (durante y después del
brote). Durante el brote se plantea que la intervención psicológica en crisis debe abordar dos
cuestiones a. intervención por miedo a la enfermedad, realizada por médicos y psicólogos b.
intervención por dificultad en la adaptación, principalmente realizada por psicólogos. En caso de
existir problemas mentales graves como violencia o conductas suicidas son manejadas por
psiquiatras.
Un hecho altamente llamativo en esta enfermedad es la paradoja que a pesar de no ser una
enfermedad fulminante si ha sido rápidamente propagada a nivel mundial y particularmente en
algunos países como Italia su propagación así de una velocidad alarmante. Diversas son las causas
que han podido incidir en que parte de la población no adopte las conductas preventivas, entre
estas una baja percepción de riesgo dada por un optimismo ilusorio.
Los estudios sobre optimismo y salud han identificado dos tipos de optimismo. El realista y el
ilusorio (Torres-Salazar, Moreta-Herrera, Ramos-Ramírez. & López-Castro, 2019: López &
Leffingwell, 2020). El primero se sustenta en esperar cosas positivas que ocurrirán, pero con un
criterio anclado a la evidencia y hechos. Mientras el optimismo ilusorio lleva a que los sujetos
esperen cosas positivas casi mágicamente independiente de lo que ellos hagan. Este último caso
se ha identificado como riesgoso para la salud, ya que podría llevar a que sujetos con esa
tendencia pseudo optimista e ilusoria realicen incluso comportamientos riesgosos para su salud ya
que esperan que ellos no se enfermaran.
A fines de febrero de 2020 se llevó a cabo una encuesta en cuatro países de Europa que incluyeron
a Francia, Italia, Reino Unido y Suiza (N = 4,348) (Raude et al., 2020). Se evaluó las percepciones
públicas del riesgo de infección por coronavirus pidiéndoles a los participantes que estimaran las
probabilidades de contraer la enfermedad en los próximos meses. Dentro de los principales
resultados se descubrió que las personas estimaron el riesgo de coronavirus de manera optimista.
Es decir, el riesgo percibido de infección para uno mismo como el de otros fue muchísimo más
bajo de lo esperado. Además, aproximadamente la mitad de los encuestados estimo la infección
era menos probable que les ocurriera a ellos que a la población general. En opinión de los autores
concluían que la mayoría de las personas en Europa estaban más sujetas a un optimismo “poco
realista” sobre el riesgo de infección por coronavirus. Lamentablemente semanas después se ha
visto que la epidemia avanzo muy rápidamente fuera de todo lo esperado por Europa y
especialmente en Italia.
Por otra parte, un proceso básico en Psicología (y por lo tanto completamente sustentado en
evidencia experimental) ayuda a explicar y complementar lo planteado anteriormente.
Tal como lo planteaban Bayes y Ribes (Bayés & Ribes, 1992) un aspecto presente y no siempre
considerado es la variable contingencia en el proceso del comportamiento y Salud. Como es
sabido, la contingencia es la variable presente entre la emisión de una determinada conducta y la
llegada de las consecuencias. Este fenómeno explica si un determinado comportamiento se
adquiere, mantiene o se elimina o incluso si es más resistente a la extinción. Muchos de los
problemas graves en salud o difícil de intervenir-prevenir, por ejemplo, adicciones o enfermedades
de transmisión sexual son posibles de entender por la contingencia. En pocas palabras cuando los
sujetos percibimos que entre la emisión de una determinada conducta y la “eventual” llegada de
las consecuencias (sean positivas o negativas para él) es poco probable o pasa mucho tiempo este
comportamiento es más difícil de adquirir o modificar. Esto llevaría por ejemplo a problemas
serios de adherencia cuando un sujeto debe cambiar su alimentación por un problema serio de
salud o para mantenerse sano. El postergar un alimento rico pero dañino en el momento es más
difícil de cambiar si el posible beneficio se verá solo meses después. Este fenómeno y proceso
psicológico estaría presente también en la epidemia COVID-19. Si revisamos la evidencia hasta
este momento, la enfermedad se ha vuelto grave por la velocidad principalmente de propagación
(a pesar de ser potencialmente “fácil” de prevenir) por todo el mundo. ¿Cómo se explicaría que a
pesar de información, educación y medidas rápidamente informadas por los gobiernos e
instituciones de salud esto haya ocurrido?
Un segundo dato hasta este momento es la investigación descrita anteriormente (Raude et al
2020) donde se detectó que en promedio ciudadanos europeos estimaron su probabilidad de
riesgo en forma optimista siendo en este caso una estimación (percepción, y creencia, dos
fenómenos básicos nuevamente en psicología) riesgosa y como vemos llevó a las consecuencias
hasta este momento que hemos lamentablemente experimentado. Esto traducido en los procesos
básicos de adquisición de comportamiento y contingencia es que probablemente los sujetos no
consideraron las medidas, indicaciones y riesgo de seguir con determinadas conductas y la
necesidad de alterar y adecuar su estilo de vida precisamente porque no percibían el riesgo
inmediato, solo una eventual posibilidad a futuro y que lo más probable no le ocurriera a él si no a
otros. Esto fue lo ya detectado en la investigación, y la explicación de esa percepción puede ser el
tipo de contingencia percibido por la población ante las campañas de prevención masiva.
Comentarios Finales:
El COVID -19 nos ha mostrado que, aunque el factor biológico es esencial (virus, mecanismos
biológicos involucrados y tratamiento farmacológico u otros disponibles), los factores psicológicos
y sociales lo han transformado en un desastre mundial. El rápido avance y el impacto de la
enfermedad en diversos ámbitos de la vida de las personas, las familias, las comunidades y la
sociedad en general ha generado la urgente necesidad de que la ciencia psicológica y todas las
otras disciplinas científicas consideren toda la evidencia disponible para afrontar una crisis
sanitaria a nivel mundial, dado que todos los grandes desastres de la naturaleza y salud implican
variables y/o consecuencias psicológicas importantes que deben ser consideradas (Vera-Villarroel
& Vogel, 2010; Vera-Villarroel, Celis-Atenas, Córdova-Rubio, Zych & Buela-Casal, 2011).
Para la psicología, el desafío es recuperar la evidencia científica que por décadas han generado sus
actores para incorporar en forma clara, precisa toda la evidencia científica disponible para la
contribución en los problemas y desastres en salud en este caso. Como se describió el gran
problema de esta enfermedad ha estado vinculado al comportamiento de los sujetos, la necesidad
de cambios en nuestro estilo de vida habitual. Este comportamiento que está estrechamente
ligado a nuestras cogniciones, emociones y factores sociales y culturales deben ser incorporados
en los análisis que se hagan a futuro, en las campañas de prevención y en la promoción de la Salud
ya que, a pesar del poco tiempo transcurrido, ya contamos con información sobre los procesos
psicológicos involucrados en el COVID-19 y con evidencia disponible que explica todos estos
fenómenos, la cual debe ser puesta en relieve por los mismos actores de la psicología a disposición
de otras disciplinas y sobre todo para los tomadores de decisión.
Se debe incorporar los principios psicológicos ya conocidos y avalados por décadas de
investigación en las campañas de prevención, en los medios de comunicación, en la capacitación
en los líderes políticos y de opinión (Garfin, Silver & Holman, 2020). Así como también se requiere
que este conocimiento psicológico pueda rápidamente incorporarse a las nuevas tecnologías. La
experiencia descrita anteriormente ya puesta en marcha en este desastre pero que fue iniciada
por otros desastres específicamente terremotos muestra que estas aplicaciones y el uso de
teléfonos inteligentes e internet es una buena vía para realizar intervenciones a la población. Sin
embargo, esta tecnología debe contener y desarrollarse a partir de la evidencia científica y no solo
la construcción de tecnologías sin sentido social y sin base científica para la Salud.