Mariátegui - Punto de Vista Antiimperialista (1929)

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CRÍTICA MARXISTA-LENINISTA

Punto de vista antiimperialista [*]


José Carlos Mariátegui
Tesis presentada a la Primera Conferencia Comunista Latinoamericana
(Montevideo, junio de 1929)

1º ¿Hasta qué punto puede asimilarse la situación de las repúblicas latinoamericanas


a la de los países semicoloniales? La condición económica de esas repúblicas es, sin
duda, semicolonial, y, a medida que crezca su capitalismo y, en consecuencia, la
penetración imperialista, tiene que acentuarse este carácter de su economía. Pero las
burguesías nacionales, que ven en la cooperación con el imperialismo la mejor fuente de
provechos, se sienten lo bastante dueñas del poder político para no preocuparse
seriamente de la soberanía nacional. Estas burguesías, en Sud América, que no conoce
todavía, salvo Panamá, la ocupación militar yanqui, no tienen ninguna predisposición a
admitir la necesidad de luchar por la segunda independencia, como suponía
ingenuamente la propaganda aprista. El Estado, o mejor la clase dominante, no echa de
menos un grado más amplio y cierto de autonomía nacional. La revolución de la
independencia está relativamente demasiado próxima, sus mitos y símbolos demasiado
vivos, en la conciencia de la burguesía y la pequeña burguesía. La ilusión de la soberanía
nacional se conserva en sus principales efectos. Pretender que en esta capa social prenda
un sentimiento de nacionalismo revolucionario, parecido al que en condiciones distintas
representa un factor de la lucha antiimperialista en los países semicoloniales avasallados
por el imperialismo en los últimos decenios en Asia, sería un grave error.

Ya en nuestra discusión con los dirigentes del aprismo, reprobando su tendencia


a proponer a la América Latina un Kuo Min Tang, como modo de evitar la imitación
europeísta y acomodar la acción revolucionaria a una apreciación exacta de nuestra
propia realidad, sosteníamos hace más de un año la siguiente tesis:

“La colaboración con la burguesía, y aun de muchos elementos feudales, en la


lucha antiimperialista china, se explica por razones de raza, de civilización
nacional que entre nosotros no existen. El chino noble o burgués se siente
entrañablemente chino. Al desprecio del blanco por su cultura estratificada y
decrépita, corresponde con el desprecio y el orgullo de su tradición milenaria. El
antiimperialismo en la China puede, por tanto, descansar en el sentimiento y en
el factor nacionalista. En Indo-América las circunstancias no son las mismas. La
aristocracia y la burguesía criollas no se sienten solidarizadas con el pueblo por el
lazo de una historia y de una cultura comunes. En el Perú, el aristócrata y el
burgués blancos, desprecian lo popular, lo nacional. Se sienten, ante todo,
blancos. El pequeño burgués mestizo imita este ejemplo. La burguesía limeña
fraterniza con los capitalistas yanquis, y aun con sus simples empleados, en el
Country Club, en el Tennis y en las calles. El yanqui desposa sin inconveniente de
raza ni de religión a la señorita criolla, y ésta no siente escrúpulos de
nacionalidad ni de cultura en preferir el matrimonio con un individuo de la raza
invasora. Tampoco tiene este escrúpulo la muchacha de la clase media. La

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“huchafita” que puede atrapar un yanqui empleado de Grace o de la Foundation


lo hace con la satisfacción de quien siente elevarse su condición social. El factor
nacionalista, por estas razones objetivas que a ninguno de ustedes escapa
seguramente, no es decisivo ni fundamental en la lucha antiimperialista en
nuestro medio. Sólo en los países como la Argentina, donde existe una burguesía
numerosa y rica, orgullosa del grado de riqueza y poder en su patria, y donde la
personalidad nacional tiene por estas razones contornos más claros y netos que
en estos países retardados, el antiimperialismo puede (tal vez) penetrar
fácilmente en los elementos burgueses; pero por razones de expansión y
crecimiento capitalistas y no por razones de justicia social y doctrina socialista
como es nuestro caso”.

La traición de la burguesía china, la quiebra del Kuo Min Tang, no eran todavía
conocidas en toda su magnitud. Un conocimiento capitalista, y no por razones de
justicia social y doctrinaria, demostró cuán poco se podía confiar, aún en países como la
China, en el sentimiento nacionalista revolucionario de la burguesía.

Mientras la política imperialista logre “manéger” los sentimientos y formalidades


de la soberanía nacional de estos Estados, mientras no se vea obligada a recurrir a la
intervención armada y a la ocupación militar, contará absolutamente con la
colaboración de las burguesías. Aunque enfeudados a la economía imperialista, estos
países, o más bien sus burguesías, se considerarán tan dueños de sus destinos como
Rumania, Bulgaria, Polonia y demás países “dependientes” de Europa.

Este factor de la sicología política no debe ser descuidado en la estimación precisa


de las posibilidades de la acción antiimperialista en la América Latina. Su relegamiento,
su olvido, ha sido una de las características de la teorización aprista.

2º La divergencia fundamental entre los elementos que en el Perú aceptaron en


principio el A.P.R.A. –como un plan de frente único, nunca como partido y ni siquiera
como organización en marcha efectiva– y los que fuera del Perú la definieron luego
como un Kuo Min Tang latinoamericano, consiste en que los primeros permanecen
fieles a la concepción económico-social revolucionaria del antiimperialismo, mientras
que los segundos explican así su posición: “Somos de izquierda (o socialistas) porque
somos antiimperialistas”. El antiimperialismo resulta así elevado a la categoría de un
programa, de una actitud política, de un movimiento que se basta a sí mismo y que
conduce, espontáneamente, no sabemos en virtud de qué proceso, al socialismo, a la
revolución social. Este concepto lleva a una desorbitada superestimación del
movimiento antiimperialista, a la exageración del mito de la lucha por la “segunda
independencia”, al romanticismo de que estamos viviendo ya las jornadas de una nueva
emancipación. De aquí la tendencia a reemplazar las ligas antiimperialistas con un
organismo político. Del A.P.R.A., concebida inicialmente como frente único, como
alianza popular, como bloque de clases oprimidas, se pasa al A.P.R.A. definida como el
Kuo Min Tang latinoamericano.
es un partido nacionalista chino

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El antiimperialismo, para nosotros, no constituye ni puede constituir, por sí solo,


un programa político, un movimiento de masas apto para la conquista del poder. El
antiimperialismo, admitido que pudiese movilizar al lado de las masas obreras y
campesinas, a la burguesía y pequeña burguesía nacionalistas (ya hemos negado
terminantemente esta posibilidad) no anula el antagonismo entre las clases, no suprime
su diferencia de intereses.

Ni la burguesía, ni la pequeña burguesía en el poder pueden hacer una política


antiimperialista. Tenemos la experiencia de México, donde la pequeña burguesía ha
acabado por pactar con el imperialismo yanqui. Un gobierno “nacionalista” puede usar,
en sus relaciones en los Estados Unidos, un lenguaje distinto que el gobierno de Leguía
en el Perú. Este gobierno es francamente, desenfadadamente panamericanista,
monroísta; pero cualquier otro gobierno burgués haría, prácticamente, lo mismo que él,
en materia de empréstitos y concesiones. Las inversiones del capital extranjero en el
Perú crecen en estrecha y directa relación con el desarrollo económico del país, con la
explotación de sus riquezas naturales, con la población de su territorio, con el aumento
de las vías de comunicación. ¿Qué cosa puede oponer a la penetración capitalista la más
demagógica pequeña burguesía? Nada, sino palabras. Nada, sino una temporal
borrachera nacionalista. El asalto del poder por el antiimperialismo, como movimiento
demagógico populista, si fuese posible, no representaría nunca la conquista del poder
por las masas proletarias, por el socialismo. La revolución socialista encontraría su más
encarnizado y peligrosos enemigo -peligroso por su confusionismo, por la demagogia-,
en la pequeña burguesía afirmada en el poder, ganado mediante sus voces de orden.

Sin prescindir del empleo de ningún elemento de agitación antiimperialista, ni de


ningún medio de movilización de los sectores sociales que eventualmente pueden
concurrir a esta lucha, nuestra misión es explicar y demostrar a las masas que sólo la
revolución socialista opondrá al avance del imperialismo una valla definitiva y
verdadera.

3º Estos hechos diferencias la situación de los países sudamericanos de la situación


de los países centroamericanos, donde el imperialismo yanqui, recurriendo a la
intervención armada sin ningún reparo, provoca una reacción patriótica que puede
fácilmente ganar al antiimperialismo a una parte de la burguesía y la pequeña
burguesía. La propaganda aprista, conducida personalmente por Haya de la Torre, no
parece haber obtenido en ninguna otra parte de América mayores resultados. Sus
prédicas confusionistas y mesiánicas, que, aunque pretenden situarse en el plano de la
lucha económica, apelan, en realidad, particularmente a los factores raciales y
sentimentales, reúnen las condiciones necesarias para impresionar a la pequeña
burguesía intelectual. La formación de partidos de clase y poderosas organizaciones
sindicales, con clara conciencia clasistas, no se presenta destinada en esos países al
mismo desenvolvimiento inmediato que en Sud América. En nuestros países el factor
clasista es más decisivo, está más desarrollado. No hay razón para recurrir a vagas
fórmulas populistas tras de las cuales no pueden dejar de prosperar tendencias
reaccionarias. Actualmente el aprismo, como propaganda, está circunscripto a Centro
América; en Sud América, a consecuencia de la desviación populista, caudillista,
El aprismo es una ideología política proyectada a escala continental ideada por el pensador y político peruano Víctor Raúl
3
Haya de la Torre, mediante la Alianza Popular Revolucionaria Americana, cuyo fin era el de formar un pensamiento
auténticamente latinoamericano que funcionase como alternativa a la cosmovisión eurocentrista americana, adaptado y
adaptable a su realidad espacio-temporal y como foco de lucha antiimperialista y antioligárquica en el que se uniesen en
un frente único los "Trabajadores Manuales e Intelectuales",2 término por el cual se incluían a todas las clases sociales.
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pequeño-burguesa, que lo definía como el Kuo Min Tang latinoamericano, está en una
etapa de liquidación total. Lo que resuelva al respecto el próximo Congreso
Antiimperialista de París, cuyo voto tiene que definir la unificación de los organismos
antiimperialistas y establecer la distinción entre las plataformas y agitaciones
antiimperialistas y las tareas de la competencia de los partidos de clase y las
organizaciones sindicales, pondrá término absolutamente a la cuestión.

4º ¿Los intereses del capitalismo imperialista coinciden necesaria y fatalmente en


nuestros países con los intereses feudales y semifeudales de la clase terrateniente? ¿La
lucha contra la feudalidad se identifica forzosa y completamente con la lucha
antiimperialista? Ciertamente; el capitalismo imperialista utiliza el poder de la clase
feudal, en tanto que la considera la clase políticamente dominante. Pero, sus intereses
económicos no son los mismos. La pequeña burguesía, sin exceptuar a la más
demagógica, si atenúa en la práctica sus impulsos más marcadamente nacionalistas,
puede llegar a la misma estrecha alianza con el capitalismo imperialista. El capital
financiero se sentirá más seguro, si el poder está en manos de una clase social más
numerosa, que, satisfaciendo ciertas reivindicaciones apremiosas y estorbando la
orientación clasista de las masas, está en mejores condiciones que la vieja y odiada clase
feudal de defender los intereses del capitalismo, de ser su custodio y su ujier. La
creación de la pequeña propiedad, la expropiación de los latifundios, la liquidación de
los privilegios feudales, no son contrarios a los intereses del imperialismo, de un modo
inmediato. Por el contrario, en la medida en que los rezagos de feudalidad entraban el
desenvolvimiento de una economía capitalista, ese movimiento de la liquidación de la
feudalidad coincide con las exigencias del crecimiento capitalista, promovido por las
inversiones y los técnicos del imperialismo; que desaparezcan los grandes latifundios,
que en su lugar se construya una economía agraria basada en lo que la demagogia
burguesa llama la “democratización” de la propiedad del suelo, que las viejas
aristocracias se vean desplazadas por una burguesía más poderosa e influyentes –y por
lo mismo más apta para garantizar la paz social–, nada de esto es contrario a los
intereses del imperialismo. Demagogia es una estrategia utilizada para conseguir el poder político que
consiste en apelar a prejuicios, emociones, miedos y esperanzas del público para
ganar apoyo popular
En el Perú, el régimen leguiísta, aunque tímido en la práctica ante los intereses de
los latifundistas y gamonales, que en gran parte le prestan su apoyo, no tiene ningún
inconveniente en recurrir a la demagogia, en reclamar contra la feudalidad y sus
privilegios, en tronar contra las antiguas oligarquías, en promover la distribución del
suelo que hará de cada peón agrícola un pequeño propietario. De esta demagogia saca el
leguiísmo, precisamente, sus mayores fuerzas. El leguiísmo no se atreve a tocar la gran
propiedad. Pero el movimiento natural del desarrollo capitalista –obras de irrigación,
explotación de nuevas minas, etcétera– va contra los intereses y privilegios de la
feudalidad. Los latifundistas, a medida que crecen las áreas cultivables, que surgen
nuevos focos de trabajo, pierden su principal fuerza: la disposición absoluta e
incondicional de la mano de obra. En Lambayeque, donde se efectúan actualmente
obras de regadío, la actividad capitalista de la comisión técnica que las dirige, y que
preside un experto norteamericano, el ingeniero Sutton, ha entrado prontamente en
conflicto con las conveniencias de los grandes terratenientes feudales. Estos grandes
terratenientes son, principalmente, azucareros. La amenaza de que se les arrebate el

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monopolio de la tierra y del agua, y con él el medio de disponer a su antojo de la


población de trabajadores saca de quicio a esta gente y la empuja a una actitud que el
gobierno, aunque muy vinculado a muchos de sus elementos, califica de subversiva o
antigobiernista.

Sutton tiene las características del hombre de empresa capitalista


norteamericano. Su mentalidad, su trabajo, chocan al espíritu feudal de los latifundistas.
Sutton ha establecido, por ejemplo, un sistema de distribución de las aguas, que reposa
en el principio de que el dominio de ellas pertenece al Estado; los latifundistas
consideraban el derecho sobre las aguas anexo a su derecho sobre la tierra. Según su
tesis, las aguas eran suyas; eran y son propiedad absoluta de sus fundos.

5º ¿Y la pequeña burguesía, cuyo rol en la lucha contra el imperialismo se superestima


tanto, es como se dice, por razones de explotación económica, necesariamente opuesta a
la penetración imperialista? La pequeña burguesía es, sin duda, la clase social más
sensible al prestigio de los mitos nacionalistas. Pero el hecho económico que domina la
cuestión, es el siguiente: en países de pauperismo español, donde la pequeña burguesía,
por sus arraigados prejuicios de decencia, se resiste a la proletarización; donde ésta
misma, por la miseria de los salarios no tiene fuerza económica para transformarla en
parte en clase obrera; donde imperan la empleomanía, el recurso al pequeño puesto del
Estado, la caza del sueldo y del puesto “decente”; el establecimiento de grandes
empresas que, aunque explotan enormemente a sus empleados nacionales, representan
siempre para esta clase un trabajo mejor remunerado, es recibido y considerado
favorablemente por la gente de clase media. La empresa yanqui representa mejor
sueldo, posibilidad de ascensión, emancipación de la empleomanía del estado, donde no
hay porvenir sino para los especuladores. Este hecho actúa, con una fuerza decisiva,
sobre la conciencia del pequeño burgués, en busca o en goce de un puesto. En estos
países, de pauperismo español, repetimos, la situación de las clases medias no es la
constatada en los países donde estas clases han pasado un período de libre
concurrencia, de crecimiento capitalista propicio a la iniciativa y al éxito individuales, a
la opresión de los grandes monopolios.

En conclusión, somos antiimperialistas, porque somos marxistas, porque somos


revolucionarios, porque oponemos al capitalismo el socialismo como sistema
antagónico, llamado a sucederlo, porque en la lucha contra los imperialismos
extranjeros cumplimos nuestros deberes de solidaridad con las masas revolucionarias
de Europa

José Carlos Mariátegui


Lima, 21 de mayo de 1929

* Tesis presentada a la Primera Conferencia Comunista Latinoamericana (Buenos Aires,


junio de 1929). Se ha reproducido de El Movimiento Revolucionario Latino
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Americano (Editado por La Correspondencia Sudamericana). La misma versión


aparece en el Tomo II de la obra de Martínez de la Torre (págs. 414 a418). Fue leída por
Julio Portocarrero en circunstancias en que se debatía “La lucha anti-imperialista y los
problemas de táctica de los Partidos Comunistas de América Latina”. Al término de su
lectura, el delegado peruano señaló: “Compañeros: Así escribe el compañero José Carlos
Mariátegui cuando formula su tesis sobre el anti-imperialismo, analizando antes el
estado económico y social del Perú...”. Nota de los Editores [de las Obras
Completas].

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