Cuaresma
Cuaresma
Cuaresma
El color litúrgico de este tiempo es el morado que significa luto y penitencia. Es un tiempo
de reflexión, de penitencia, de conversión espiritual; tiempo de preparación al misterio
pascual.
En la Cuaresma, Cristo nos invita a cambiar de vida. La Iglesia nos invita a vivir la
Cuaresma como un camino hacia Jesucristo, escuchando la Palabra de Dios, orando,
compartiendo con el prójimo y haciendo obras buenas. Nos invita a vivir una serie de
actitudes cristianas que nos ayudan a parecernos más a Jesucristo, ya que por acción de
nuestro pecado, nos alejamos más de Dios.
Por ello, la Cuaresma es el tiempo del perdón y de la reconciliación fraterna. Cada día,
durante toda la vida, hemos de arrojar de nuestros corazones el odio, el rencor, la envidia,
los celos que se oponen a nuestro amor a Dios y a los hermanos. En Cuaresma,
aprendemos a conocer y apreciar la Cruz de Jesús. Con esto aprendemos también a tomar
nuestra cruz con alegría para alcanzar la gloria de la resurrección.
40 días
Miércoles de Ceniza
Con la imposición de las cenizas, se inicia una estación espiritual particularmente relevante
para todo cristiano que quiera prepararse dignamente para la vivir el Misterio Pascual, es
decir, la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor Jesús.
Este tiempo vigoroso del Año Litúrgico se caracteriza por el mensaje bíblico que puede ser
resumido en una sola palabra: "metanoeiete", es decir "Convertíos". Este imperativo es
propuesto a la mente de los fieles mediante el rito austero de la imposición de ceniza, el
cual, con las palabras "Convertíos y creed en el Evangelio" y con la expresión "Acuérdate
que eres polvo y al polvo volverás", invita a todos a reflexionar acerca del deber de la
conversión, recordando la inexorable caducidad y efímera fragilidad de la vida humana,
sujeta a la muerte.
Tradición
Era práctica común en Roma que los penitentes comenzaran su penitencia pública el
primer día de Cuaresma. Ellos eran salpicados de cenizas, vestidos en sayal y obligados a
mantenerse lejos hasta que se reconciliaran con la Iglesia el Jueves Santo o el Jueves
antes de la Pascua. Cuando estas prácticas cayeron en desuso (del siglo VIII al X), el inicio
de la temporada penitencial de la Cuaresma fué simbolizada colocando ceniza en las
cabezas de toda la congregación.
Hoy en día en la Iglesia, el Miércoles de Ceniza, el cristiano recibe una cruz en la frente
con las cenizas obtenidas al quemar las palmas usadas en el Domingo de Ramos previo.
Esta tradición de la Iglesia ha quedado como un simple servicio en algunas Iglesias
protestantes como la anglicana y la luterana. La Iglesia Ortodoxa comienza la cuaresma
desde el lunes anterior y no celebra el Miércoles de Ceniza.
La ceniza, del latín "cinis", es producto de la combustión de algo por el fuego. Muy
fácilmente adquirió un sentido simbólico de muerte, caducidad, y en sentido trasladado, de
humildad y penitencia. En Jonás 3,6 sirve, por ejemplo, para describir la conversión de los
habitantes de Nínive. Muchas veces se une al "polvo" de la tierra: "en verdad soy polvo y
ceniza", dice Abraham en Gén. 18,27. El Miércoles de Ceniza, el anterior al primer domingo
de Cuaresma (muchos lo entenderán mejor diciendo que es le que sigue al carnaval),
realizamos el gesto simbólico de la imposición de ceniza en la frente (fruto de la cremación
de las palmas del año pasado). Se hace como respuesta a la Palabra de Dios que nos invita
a la conversión, como inicio y puerta del ayuno cuaresmal y de la marcha de preparación a
la Pascua. La Cuaresma empieza con ceniza y termina con el fuego, el agua y la luz de la
Vigilia Pascual. Algo debe quemarse y destruirse en nosotros -el hombre viejo- para dar
lugar a la novedad de la vida pascual de Cristo.
Durante este tiempo especial de purificación, contamos con una serie de medios concretos
que la Iglesia nos propone y que nos ayudan a vivir la dinámica cuaresmal.
Ante todo, la vida de oración, condición indispensable para el encuentro con Dios. En la
oración, si el creyente ingresa en el diálogo íntimo con el Señor, deja que la gracia divina
penetre su corazón y, a semejanza de Santa María, se abre la oración del Espíritu
cooperando a ella con su respuesta libre y generosa (ver Lc 1,38).
Asimismo, también debemos intensificar la escucha y la meditación atenta a la Palabra de
Dios, la asistencia frecuente al Sacramento de la Reconciliación y la Eucaristía, lo mismo la
práctica del ayuno, según las posibilidades de cada uno.
De entre las distintas prácticas cuaresmales que nos propone la Iglesia, Ia vivencia de Ia
caridad ocupa un lugar especial. Así nos lo recuerda San León Magno: "Estos días
cuaresmales nos invitan de manera apremiante al ejercicio de Ia caridad; si deseamos Ilegar
a la Pascua santificados en nuestro ser, debemos poner un interés especialisimo en la
adquisición de esta virtud, que contiene en si a las demás y cubre multitud de pecados".
Esta vivencia de la caridad debemos vivirla de manera especial con aquél a quien tenemos
más cerca, en el ambiente concreto en el que nos movemos. Así, vamos construyendo en el
otro "el bien más precioso y efectivo, que es el de Ia coherencia con la propia vocación
cristiana" (Juan Pablo II).
Pensar en qué he ofendido a Dios, Nuestro Señor, si me duele haberlo ofendido, si realmente
estoy arrepentido. Éste es un muy buen momento del año para llevar a cabo una confesión
preparada y de corazón. Revisa los mandamientos de Dios y de la Iglesia para poder hacer
una buena confesión. Ayúdate de un libro para estructurar tu confesión. Busca el tiempo
para llevarla a cabo.
Analiza tu conducta para conocer en qué estás fallando. Hazte propósitos para cumplir día
con día y revisa en la noche si lo lograste. Recuerda no ponerte demasiados porque te va a
ser muy difícil cumplirlos todos. Hay que subir las escaleras de un escalón en un escalón, no
se puede subir toda de un brinco. Conoce cuál es tu defecto dominante y haz un plan para
luchar contra éste. Tu plan debe ser realista, práctico y concreto para poderlo cumplir.
3. Haciendo sacrificios.
La palabra sacrificio viene del latín sacrum-facere, que significa "hacer sagrado". Entonces,
hacer un sacrificio es hacer una cosa sagrada, es decir, ofrecerla a Dios por amor. Hacer
sacrificio es ofrecer a Dios, porque lo amas, cosas que te cuestan trabajo. Por ejemplo, ser
amable con el vecino que no te simpatiza o ayudar a otro en su trabajo. A cada uno de
nosotros hay algo que nos cuesta trabajo hacer en la vida de todos los días. Si esto se lo
ofrecemos a Dios por amor, estamos haciendo sacrificio.
4. Haciendo oración.
Aprovecha estos días para orar, para platicar con Dios, para decirle que lo quieres y que
quieres estar con Él. Te puedes ayudar de un buen libro de meditación para Cuaresma.
Puedes leer en la Biblia pasajes relacionados con la Cuaresma
La celebración de la Pascua del Señor, constituye, sin duda, la fiesta primordial del año
litúrgico. De aquí que, cuando en el siglo II, la Iglesia comenzó a celebrar anualmente el
misterio pascual de Cristo, advirtió la necesidad de una preparación adecuada, por medio de
la oración y del ayuno, según el modo prescrito por el Señor. Surgió así la piadosa
costumbre del ayuno Infra-pascual del viernes y sábado santos, como preparación al
Domingo de Resurrección.
A esta práctica podría aludir la Traditio Apostolica, documento de comienzos del siglo III,
cuando exige que los candidatos al bautismo ayunen el viernes y transcurran la noche del
sábado en vela. Por otra parte, en el siglo III, la Iglesia de Alejandría, de hondas y mutuas
relaciones con la sede romana, vivía una semana de ayuno previo a las fiestas pascuales.
De todos modos, como en otros ámbitos de la vida de la Iglesia, habrá que esperar hasta el
siglo IV para encontrar los primeros atisbos de una estructura orgánica de este tiempo
litúrgico. Sin embargo, mientras en esta época aparece ya consolidada en casi todas las
Iglesias la institución de la cuaresma de cuarenta días, el período de preparación pascual se
circunscribía en Roma a tres semanas de ayuno diario, excepto sábados y domingos. Este
ayuno pre-pascual de tres semanas se mantuvo poco tiempo en vigor, pues a finales del
siglo IV, la Urbe conocía ya la estructura cuaresmal de cuarenta días.
Durante el primer estadio de organización cuaresmal se celebraban tan sólo las reuniones
eucarísticas dominicales, si bien entre semana existían asambleas no eucarísticas: los
miércoles y viernes.
Pero a finales del siglo VI las reuniones del lunes, miércoles y viernes celebraban ya la
eucaristía. Más tarde, se añadieron nuevas asambleas eucarísticas los martes y sábados. Por
último, el proceso se cerró bajo el pontificado de Gregorio II (715-731), con la asignación de
un formulario eucarístico para los jueves de cuaresma.
Hacia finales del siglo V, el miércoles y viernes previos al primer domingo de cuaresma
comenzaron a celebrarse como si formaran parte del período penitencial, probablemente
como medio de compensar los domingos y días en los que se rompía el ayuno.
Dicho miércoles, los penitentes, por la imposición de la ceniza, ingresaban en el orden que
regulaba la penitencia canónica.
En efecto, cuando el ayuno se limitaba a dos días —o una semana a lo sumo—, esta praxis
litúrgica podía justificarse simplemente por la tristeza de la Iglesia ante la ausencia del
Esposo, o por el cli¬ma de ansiosa espera; mientras que el ayuno cuares¬mal supone desde
el principio unas connotaciones propias, impuestas por el significado simbólico del número
cuarenta.
En primer lugar, no debe pasarse por alto que toda la tradición occidental inicia la Cuaresma
con la lectura del evangelio de las tentaciones de Jesús en el desierto: el período cuaresmal
constituye, pues, una experiencia de desierto, que al igual que en el caso del Señor, se
prolonga durante cuarenta días.
Por último, la tradición cristiana ha interpretado también el número cuarenta como expresión
del tiempo de la vida presente, anticipo del mundo futuro. El Concilio Vaticano II(cfr. SC
109) ha señalado que la Cuaresma posee una doble dimensión, bautismal y penitencial, y ha
subrayado su carácter de tiempo de preparación para la Pascua en un clima de atenta
escucha a la Palabra de Dios y oración incesante.
El período cuaresmal concluye la mañana del Jueves Santo con la Misa crismal —Missa
Chrismalis— que el obispo concelebra con sus presbíteros. Esta Misa manifiesta la comunión
del obispo y sus presbíteros en el único e idéntico sacerdocio y ministerio de Cristo. Durante
la celebración se bendicen, además, los santos óleos y se consagra el crisma.
El tiempo de Cuaresma se extiende desde el miércoles de Ceniza hasta la Misa de la cena del
Señor exclusive. El miércoles de Ceniza es día de ayuno y abstinencia; los viernes de
Cuaresma se observa la abstinencia de carne. El Viernes Santo también se viven el ayuno y
la abstinencia.