LUCAS Adolfo La Confirmacion en Liturgia y Espiritualidad. Ano XLVIII Numero 89 Agosto Septiembre de 2017 P. 447455

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sacramentos

2
La confirmación
Adolfo Lucas

M
e gustaría saber qué piensan nuestros jóvenes respecto a la
confirmación; e, incluso, qué piensan los obispos, teólogos,
catequistas y pastoralistas. Vista la situación actual, me temo
que muy pocos saben el sentido y el significado de este sacramento.
Aunque se han realizado buenos estudios sobre el sacramento de la
confirmación, no pueden compararse con los del bautismo o la Euca-
ristía, estos los superan en cantidad y calidad. Quizá la causa se halle en
que la confirmación no ha suscitado a los teólogos el adecuado interés
y, más bien han puesto su mirada en otros aspectos de la teología.
En este artículo, no puedo ofrecer una visión de la confirmación, tal y
como se merece, ya que se requerirían muchas páginas; simplemente
trataré de apuntar algunas cuestiones y abrir caminos al futuro.

1. La situación actual de la confirmación


Los sacramentos tienen una importan-
cia de primer orden para la formación de Adolfo Lucas, presbítero, vicario
los cristianos; constituyen un manantial parroquial en la archidiócesis de Madrid.
Doctor en Sagrada Liturgia por el
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Pontificio Ateneo San Anselmo de Roma. 

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óptimo para su crecimiento; y son un camino pedagógico-educativo
para llegar a Dios.
El Concilio Vaticano II abrió amplios horizontes y puso las bases para
que la sacramentaria recupere su puesto correspondiente. Por eso, hoy
día, el estudio de los sacramentos se alimenta de otras disciplinas teo-
lógicas: la bíblica, la patrística, la teológica, la litúrgica y la antropológica.
Pero, por desgracia, la catequesis y la pastoral de calle van por otros
derroteros dando preferencia a determinadas acentuaciones, que
reducen los sacramentos a la moral, a la validez celebrativa, a meros
ritos y a formalismos. Esto desvirtúa la visión interdisciplinar estable-
cida por el Concilio y los estudios acadé-
Hoy día, el estudio de los micos.
sacramentos se alimenta de otras También la confirmación, como sacra-
disciplinas teológicas: la bíblica, la mento, debería ser vista, estudiada y
patrística, la teológica, la litúrgica y tratada desde la integración e interdisci-
la antropológica. plinariedad con las materias teológicas;
pero, sobre todo y especialmente, desde
una perspectiva no desconectada de su
verdadero contexto celebrativo y no desligada de los llamados sacra-
mentos de la iniciación cristiana (bautismo, confirmación y Eucaristía);
casi siempre la confirmación se explica como sacramento ad hoc tanto
en su concepción, celebración y momento cronológico.
Por otro lado, los sacerdotes y catequistas explican a sus jóvenes el sacra-
mento de la confirmación desde un punto de vista parcial, ambiguo y
con influencia de la teología protestante;1 es decir, lo presentan como
el sacramento donde se da el Espíritu Santo y sus dones; como el sacra-
mento de la madurez, del compromiso y de la misión; como el sacra-
mento de la libertad donde el bautizado siendo ya mayor decide y opta
si seguir siendo cristiano o no; o simplemente como el sacramento que
finaliza una etapa de la vida y se entra a formar parte del mundo adulto.
¡Esto no es del todo cierto! Cuando uno explica así el sacramento de la
confirmación, se distorsiona la realidad y no se llega a la verdad.
Otro comentario que puede hacerse respecto a la situación actual es la
cantidad de cristianos bautizados que no están confirmados y que acce-

1 Cf P. Blanco, «El sentido luterano de la confirmación», Liturgia y Espiri-


tualidad 47 (2016) 227-232.

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den a otros sacramentos, como por ejemplo la Eucaristía y el matrimonio.
Pienso que es debido, además de la falta de fe, a la defectuosa estructura
del proceso catequético-iniciático que rompió la sucesión teológica del
bautismo – confirmación – Eucaristía; la confirmación se sacó de su lugar
para administrarla en la adolescencia creando un tipo de sacramento
donde los jóvenes pueden acceder a él según su criterio. Para muchos
sacerdotes situar la confirmación en la edad adolescente (16-18 años)
ayuda a las parroquias a mantener un cierto grupo de jóvenes; aunque
más que ayuda, pienso es una excusa para asegurar un número de jóve-
nes que si se confirmaran antes de la comunión se marcharían definitiva-
mente. Por eso, como telón de fondo, la confirmación está para no vaciar
las parroquias de jóvenes.
Por último, habría que revisar
las catequesis de confirma-
ción en cuanto a su tiempo
y la forma de darla, siempre
con ese formato de tipo esco-
lar. Parece que se tiene una
concepción ligada al modelo
académico: aulas, libros, piza-
rras, cuadernos, etc. Es lógico
que cuando el joven finaliza el
período catequético lo asocie
(psicológicamente) con lo
escolar, y desaparezca de la
Iglesia: se gradúa en el instituto y termina todo, recibe la confirmación
y también termina todo. Ya se sabe el chiste de los murciélagos y el
cura: este tenía una iglesia llena de murciélagos y no sabía cómo echar-
los de allí, incluso probó toda clase de fungicidas; hasta que otro cura
le aconsejó confírmalos, y se irán para siempre.
La pena es que ya no hay que esperar a terminar la confirmación, la
mayoría de los jóvenes se marchan y ya no vuelven, una vez hecha la
primera comunión.

2. ¿Qué es la confirmación?
La confirmación, ya está dicho, es un sacramento de iniciación cris-
tiana. Esta iniciación es un proceso que una persona hace para ser

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introducida en la Iglesia que consiste en su evangelización y donde
se requieren tres momentos: el abrazo de la fe, el rito bautismal (bau-
tismo, confirmación y Eucaristía) y agregación a la comunidad eclesial.
Estos tres sacramentos bautismo, confirmación y Eucaristía, inician a
la persona en el camino cristiano y son considerados como un único
sacramento, como parte de un todo, en
Estos tres sacramentos Bautismo, referencia y conexión con el Misterio Pas-
cual de Cristo.
Confirmación y Eucaristía, inician
a la persona en el camino cristiano La confirmación es perfeccionamiento del
bautismo, que confirma y da plenitud a la
y son considerados como un único
unción bautismal (Catecismo Iglesia Cató-
sacramento, como parte de un lica 1242). Cuando uno se confirma, no
todo, en referencia y conexión con significa que él confirma su fe, y decide
el Misterio Pascual de Cristo. si quiere seguir siendo cristiano o dejar
de serlo; sino que quien confirma la fe es
la Iglesia al otorgarle el don del Espíritu
(segunda crismación), ya recibido en el bautismo (primera crismación).
El cristiano, una vez bautizado debe ser confirmado, para finalmente
recibir el Cuerpo de Cristo y participar en el sacramento de la Eucaris-
tía, culmen de la iniciación cristiana. La confirmación ayuda al bauti-
zado a vivir mejor su seguimiento a Cristo.

3. Necesidad de confirmarse
La confirmación es inseparable del bautismo; el hombre recibe la
energía-fuerza necesaria para desarrollar los dones espirituales que
se le han otorgado. La confirmación perfecciona al neófito, comuni-
cándole las energías y actividades relacionadas con esta vida. Por eso,
este sacramento es un principio de energía y actividad; es el principio
de todo perfeccionamiento y santificación; es un don sagrado que sal-
vaguarda el cuerpo y la salud del alma. Como dirá con contundencia
Simeón de Tesalónica: «Revestido por la confirmación con la coraza y
el Espíritu, el hombre puede caminar seguro en esta vida, y sin miedo a
los ataques del maligno. El que no reciba la confirmación no está total-
mente bautizado». Esta afirmación me lleva a añadir que, entonces, la
Confirmación tal como se practica en el rito romano, es decir, después
del sacramento de la Eucaristía y rompiendo la sucesión teológica,
es la asignatura suspensa de la iniciación cristiana y de aquellos que

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por derecho la administran. Ellos tienen el deber de buscar el mejor
método operativo para hacer que todos los que se bautizan también
se confirmen.2
El Derecho Canónico dice que el niño bautizado, llegado al uso de
razón, sea preparado convenientemente y cuanto antes, para recibir la
confirmación (núm. 889).

4. ¿Quién es el que confirma?


El obispo, como sucesor de los apóstoles, administra la confirmación.
Por lo tanto, es el ministro propio de este sacramento, al menos en
la Iglesia Occidental. Entre los ortodoxos y en las iglesias orientales
pueden hacerlo los mismos presbíteros.
No obstante, en situaciones especiales, el obispo puede autorizar a un
presbítero a administrar la confirmación. En las grandes ciudades, los
obispos delegan en los vicarios terri-
toriales este sacramento. El Catecismo Este sacramento es un principio de
1313 dice que la separación de la con- energía y actividad; es el principio
firmación del bautismo se produjo para
que el obispo pudiese celebrar y subra-
de todo perfeccionamiento y
yar con su presencia la confirmación. No santificación; es un don sagrado
obstante, esto es un arma de doble filo que salvaguarda el cuerpo y la
ya que en realidad esto no se aplica ya salud del alma.
que en la mayoría de los casos se pos-
pone la confirmación para que sea el obispo quien confirme cuando
en realidad lo hace un vicario territorial que es un presbítero, sacra-
mentalmente hablando. Sorprende la cantidad de años que uno tiene
que esperar para ser confirmado por el obispo, cuando al final ni apa-
rece.
No es cuestión de tratar este desajuste, tan solo comento otro aspecto
desordenado en que ha caído nuestra confirmación. A veces me pre-
gunto, ¿no estaría mucho mejor facultar al presbítero para que con-
firme siempre cuando haga un bautismo de niños? Digo esto porque

2 Cf. A. Lucas Maqueda, «El Espíritu Santo, terapéutica psicopedagógica (A


propósito de las epíclesis extra-celebrativas)», en AA.VV., Pastura les meves
ovelles (Jn 21,16). Miscel·lània d’homenatge al cardenal Lluís Martínez Sistach,
Barcelona: Ateneu Universitari Sant Pacià 2015, 477.

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me remito a una curiosa petición de la oración de los fieles que aparece
en el Ritual del bautismo con niños que dice: «Para que el bautismo y la
confirmación los haga fieles discípulos suyos, que den testimonio del
Evangelio en el mundo. Roguemos al Señor». Parece que el niño bau-
tizado también va a recibir la confirmación en esa misma celebración.
¿No debería caminar la Iglesia en ese sentido?
Si esto no es posible aún, al menos que se faculte al presbítero para con-
firmar al niño antes de hacer su primera comunión. El caso es que hay
una innegable unión entre bautismo-confirmación.3 La teología lo tiene
muy claro, pero la práctica pastoral erre que erre le sigue dando la espalda.

5. Motivaciones teológico-pastorales para un replantea-


miento de la confirmación
Todas las cosas tienen solución y respuesta. Aprendemos de los erro-
res. Por eso, en algunos sitios, se están replanteando los procesos teo-
lógicos, catequéticos y pastorales de la Iniciación Cristiana y volver, así,
a una dinámica originaria. Esto significa que la confirmación recobraría
su sentido específico y su lugar propio.
Los obispos sobre todo, los sacerdotes, los laicos y los catequistas
tienen que convencerse de que los sacramentos de la Iniciación (pro-
ceso catequético, estructura, celebración, tiempos, edades) tal y como
están pensados y presentados actualmente no responden bien a la
mentalidad de los cristianos.
Propongo algunas claves de pensamiento (teología) y actuación (pas-
toral) que motiven un paso inicial para una concepción adecuada de la
Iniciación Cristiana, a la cual pertenece la confirmación.
Motivaciones teológicas
– El orden teológico en la recepción de los sacramentos bautismo-
confirmación-Eucaristía hay que promoverlo sin más. Es un legado

3 Cf A. M. Triacca, «Unità dell’iniziazione cristiana. Relazione tra Batte-


simo e Cresima», en Baptême – Eucaristie – Ministère. Reflexions de Théolo-
gie Catholique sur le document oecuménique «La reconciliation des Églises»
(Studia Anselmiana 74. Sacramentum 4), Pontificio Ateneo Sant’Anselmo,
Roma 1977, 67-97; y A. Lucas Maqueda, La pneumatología litúrgica en la obra
de don Achille Maria Triacca (Biblioteca Litúrgica 43), Barcelona: CPL 2012,
190-196.
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de la tradición cristiana. Además, con ello, se expresa y subraya la
unidad del misterio pascual, el vínculo entre la misión del Hijo y
la infusión del Espíritu Santo y la conexión entre el bautismo y la
confirmación.
– La confirmación debe celebrarse entre el bautismo y la Eucaristía,
así lo expresan las fuentes litúrgicas de Oriente y de Occidente
(católicos y ortodoxos). Dejar la confirmación para después de la
Primera Comunión, como fin de la Iniciación Cristiana, debe ser
considerado como una rara excepción (gestada en la baja Edad
Media) dentro del cristianismo.
– En la confirmación, el Espíritu Santo es ofrecido por Cristo a los
bautizados de modo que estos, ex parte sacramenti, gocen de un
deber (munus) y de un derecho (ius) simultáneamente a la doci-
lidad, docilibilidad, disponibilidad y dilatabilidad de las efusiones
del Espíritu Santo.
– Así pues, el bautismo tiene el valor de un derecho (ius) que per-
mite al fiel recibir otros sacramentos; la confirmación tiene el
valor de un deber (munus), que conjugado con el derecho (ius),
permite acceder a la Eucaristía, es decir, disfrutar de la vida ecle-
sial. En este sentido, todos los bautizados tienen la obligación de
acceder a la confirmación.
– La confirmación permite el acceso a la Eucaristía. Acceder a la
comunión estando solo bautizado, sería mortificar y suprimir el
dinamismo pneumatológico de los sacramentos. Quien está con-
firmado posee la capacidad de la plenitud del Espíritu para parti-
cipar en la Eucaristía con todo derecho, precisamente porque ella
es la plenitud del don del Espíritu.
– La Iniciación Cristiana pretende formar cristianos que maduran y
crecen en la fe, mediante un proceso personal. En la confirmación,
el aumento de fe se da gracias a la infusión del Espíritu Santo. Sin
embargo, el Espíritu ya se le otorgó al fiel en el bautismo. En rea-
lidad, el bautizado en Cristo, con la confirmación, viene sumer-
gido y fortalecido en el Espíritu gracias a Jesucristo. La naturaleza
sobrenatural, que se le otorgó a través del bautismo, alcanza la
plenitud con la confirmación. El confirmando actúa en la plenitud
del Espíritu; entra en sinergía con Él; tiene acceso a las repetidas
plenitudes eucarísticas del Espíritu.

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– El Espíritu actúa en el bautizado conformándolo más perfecta-
mente a Cristo e incardinándolo más plenamente a la Iglesia. Esto
no significa que el bautismo sea un sacramento imperfecto, sino
que la confirmación acaba, da plenitud, corona la gracia bautismal.
Motivaciones pastorales
– El modelo actual de catequesis de infancia se apoya en grupos
homogéneos de edad o nivel escolar cuyos miembros se encuen-
tran en etapas muy diversas en el camino de la fe y en situaciones
vitales muy distintas. Por eso lo primero que habría que abordar
es el proceso catecumenal de las familias: fe, presencia, principios,
criterios, constancia. Una vez contextualizada la familia, trabajar
con ella.
– Los padres son los primeros responsables de la educación reli-
giosa de sus hijos, observando su fe, los mandamientos y su amor
para con Dios y el prójimo. Como la mayoría de los padres están
lejos de este planteamiento, habría que asegurar la consecución
de estos objetivos organizando un plan de vida y acción concreto
para ellos.
– En las catequesis hay que abandonar el modelo escolar que siguen
casi todas las parroquias. Habría que recurrir a otro estilo pedagó-
gico que fomente los mass media recuperando el Evangelio más
que los libros de texto. Hay que romper la costumbre de celebrar
las llamadas primeras comuniones al final de la catequesis prepa-
ratoria como si se obtuviese un diploma al final de la etapa. Sería
ideal celebrarlas cuando el candidato esté preparado, a juicio de
los padres, catequistas y párroco, sin tener que seguir un ritmo
escolar (casi siempre a finales de cuarto de primaria).
– Por lo general, se debe personalizar el camino de la fe, es decir,
formar grupos de catequesis con criterios más cercanos a una
pedagogía que cuente siempre con el proceso personal. Tam-
bién, los niños no bautizados que quieren hacer la comunión
deben formar un grupo entre ellos para seguir un itinerario al
estilo del catecumenado antiguo. Ellos ya son considerados adul-
tos a efectos pastorales (Derecho Canónico 852,1).
– Lógicamente, la celebración del sacramento de la confirmación
debe realizarse antes de la Eucaristía (primera comunión): el niño
es bautizado y confirmado en orden a ella. Además, el sacra-
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mento de la Penitencia puede celebrarse cuando lleguen al uso
de razón, sin tener que esperar al momento inmediato de la pri-
mera comunión (días antes). Los niños ya saben distinguir lo que
está bien y lo que está mal con conciencia de pecado.
– En este replanteamiento, propiamente dicho no habría una cate-
quesis específica de la confirmación sino más bien unas explica-
ciones que irían en consonancia con la Iniciación Cristiana.
– No obstante hasta que este modelo se imponga la catequesis
de la confirmación no debe durar más de un año, ya que es un
sacramento que no tendría mucho más que decir. Ahora bien
si aprovechamos para dar catequesis sobre la vida ya no sería
en específico catequesis de confirmación, sino que estaríamos
reteniendo a los niños en las parroquias. Un año de catequesis
de confirmación (y se confirman) y todas las catequesis que uno
quiera para vivir en cristiano.
– El planteamiento de dar catequesis para cada sacramento: cate-
quesis para la Comunión, catequesis para la confirmación, es
absurdo. No hay catequesis para cada uno de los sacramentos ya
que se trata de tres sacramentos fusionados. Por tanto, hablar de
la confirmación es hablar del bautismo y de la comunión; y hablar
de la comunión es hablar del bautismo y de la confirmación. Todo
lo que se salga de aquí, sería catequizar para la vida, y por tanto,
estaríamos en otro orden de cosas.

6. Recuerdos celebrativos para la confirmación


Para finalizar con otros asuntos, quisiera recordar a los sacerdotes,
catequistas y confirmandos algunos puntos sobre la confirmación y su
celebración:
La celebración sea sencilla pero expresiva; sin inventar ritos, ni recar-
gar la celebración. Se usa el Sagrado Crisma; la marca en la frente
expresa la pertenencia a Cristo. Una marca-unción hecha como masaje
extendido por toda la frente. En la celebración, se renuevan las pro-
mesas bautismales no al estilo de la Vigilia Pascual: sin cirio (excepto
en Pascua) ni velitas, tan solo la renovación dicha con voz potente. Se
debe comunicar a las parroquias de origen que han sido confirmados
aquellos que lo han hecho.

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