VIACRUCIS
VIACRUCIS
VIACRUCIS
Cristo aún camina con la cruz a cuestas entre nosotros. No es que la cruz de
Cristo sea muy grande, es que Cristo está en todas las cruces. Hay caminos de
cruz en Jerusalén, en Roma, en todas las ciudades y pueblos, en todas las
familias y comunidades de la sociedad, y también aquí., en nuestra parroquia.
El camino de la cruz es tan grande que nunca le agotaremos, y es tan piadoso que
nunca nos cansaremos; comprendemos y no acabamos de comprender. El
misterio no está en la cruz, sino en el que está crucificado en ella. La cruz sola es
maldición, la cruz con Cristo es fuente de bendición.
Guía: En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Consideremos los múltiples aspectos de sus sufrimientos, para estar más atentos
y sensibles a la presencia, junto a nosotros, de los que sufren en su cuerpo, en su
mente, o en su espíritu.
El matrimonio es condenado
Cristo fue condenado. Porque quiso y porque nos quiso. Fue condenado con
falsas acusaciones. Le condenaron porque no respetaba las tradiciones, Él que
había dicho que no había venido a destruir, sino a perfeccionar. Le condenaron
porque se oponía al Cesar, Él que había dicho que había que dar al Cesar lo que
era del Cesar. No importaba, le condenaron a muerte.
¿Por qué suceden estas cosas? ¿No será porque los cristianos no hemos sabido
presentar una imagen atractiva de nuestros matrimonios?
Padre nuestro. Señor, pequé. Ten piedad y misericordia de mí. Las almas de los
fieles difuntos por la misericordia de Dios descansen en paz. Amén.
II ESTACIÓN: Jesús con la cruz a cuestas
Padre nuestro. Señor, pequé. Ten piedad y misericordia de mí. Las almas de los
fieles difuntos por la misericordia de Dios descansen en paz. Amén.
III ESTACIÓN: Jesús cae por primera vez
Inevitablemente pasan los primeros años del matrimonio. Con el paso del tiempo
se pagan las primeras ilusiones. Se ven las cosas con menos pasión y con menos
ilusión. El color rosa de los primeros momentos da paso al color gris-morado de la
realidad monótona de cada día.
Esta suele ser la primera caída de muchos esposos, que un día de prometieron
felicidad y fidelidad eterna, y ahora parece que aquellas promesas no se ven
cumplidas.
Padre nuestro. Señor, pequé. Ten piedad y misericordia de mí. Las almas de los
fieles difuntos por la misericordia de Dios descansen en paz. Amén.
IV ESTACIÓN: Jesús se encuentra con su Madre
Pero ver a hijo cargado con la cruz, coronado de espinas, ensangrentado era
distinto. Era el dolor de una madre por sus hijos que había sido prendido en la
oscuridad de una noche, juzgado sin garantías legales, condenado a muerte como
un vulgar malhechor, y que iba camino del patíbulo cargado con una cruz de
madera. Era ciertamente un dolor profundo como ningún otro.
Hoy son muchas las madres que sufren por sus hijos: es el dolor de una madre
ante su hijo deficiente físico o psíquico, ante el hijo que prometía mucho y se
vuelve calavera, ante el hijo que no encuentra trabajo, ante el hijo que se
encamina por los senderos de la droga o de la delincuencia. Siempre será la
madre la que más sufra y la sufra en silencio.
Padre nuestro. Señor, pequé. Ten piedad y misericordia de mí. Las almas de los
fieles difuntos por la misericordia de Dios descansen en paz. Amén.
V ESTACIÓN: El Cirineo ayuda a Jesús a llevar la cruz
Los verdugos no tenían compasión. Querían que Jesús no se les muriera por el
camino y llegara vivo al calvario. Querían clavarlo en la cruz y que muriera
crucificado. Querían completar su obra. Por eso, y para que no se les muriera por
el camino -no por compasión- buscan un hombre para que lo ayudara a llevar la
cruz. Y encontraron a Simón de Cierne. Él no sabía quien era el hombre de la
cruz. De haberlo sabido lo hubiera hecho encantado.
Nadie en la vida está libre de una cruz. Cada cual lleva la suya, aunque no lo
parezca. Aunque traten de escaparse de ella. También la hay en los esposos.
Cada familia lleva su propia cruz. Será diferente, pero será cruz. Para unos la cruz
es el agobio económico, para otros el paro. Para unos la cruz serán los hijos, para
otros la enfermedad. Lo cierto es que no hay familia sin cruz.
Pero en el matrimonio todo es común, todo debe ser compartido por los esposos.
Para los dos maderos a veces pesados de la cruz matrimonial – la que sea- debe
haber cuatro hombros dispuestos a compartir el peso de la cruz. Los esposos
deben ser cirineos el uno para el otro. Sólo así serán de verdad comunidad
matrimonial.
Padre nuestro. Señor, pequé. Ten piedad y misericordia de mí. Las almas de los
fieles difuntos por la misericordia de Dios descansen en paz. Amén.
VI ESTACIÓN: La Verónica enjuga el rostro de Jesús
Cristo cargado con la cruz, sigue su camino hacia la cumbre del Calvario. Su cara
está manchada de sangre y de polvo. Su cabeza coronada de espinas. Apenas
puede ver. Ha perdido la belleza. A ambos lados del camino el gentío mira. Una
mujer valiente, desafiando el “qué dirán” sale de las filas, atraviesa la calle, se
acerca a Jesús y le limpia con un paño el rostro desfigurado. Le alivia por unos
momentos el dolor. Dice la tradición que en el paño de aquella mujer quedó
marcada para siempre la imagen de Jesús.
¡Cuántas veces en la vida de familia hay caras marcadas por las arrugas, por el
cansancio, por el duro trabajo, por la enfermedad, por las contradicciones y
problemas, por el dolor!
Oración: Señor Jesús, que camino del Calvario tuviste el consuelo de que una
mujer te limpiara el rostro; ayuda a los esposos para que estén siempre atentos al
dolor que pueda haber en su hogar para ayudar y compartir, para aliviar y
consolar. Por Cristo Señor Nuestro. Amén.
Padre nuestro. Señor, pequé. Ten piedad y misericordia de mí. Las almas de los
fieles difuntos por la misericordia de Dios descansen en paz. Amén.
VII ESTACIÓN: Jesús cae por segunda vez
Jesús, ya a las afuera de Jerusalén, vuelve a caer. La ayuda del cirineo no era
suficiente. Le faltaban las fuerzas y cae de nuevo en tierra aplastado por el
madero de la cruz.
Los hijos son muchas veces, más que una alegría, un problema serio. Hoy más
que nunca. Para muchos padres son una pesada carga, que les lleva a volver a
caer en el desánimo y en el desaliento.
Unas veces es una enfermedad del hijo lo que preocupa y angustia. Otras, las
más, son los malos pasos que dan, su rebeldía, el paro. Incluso, la delincuencia y
la droga.
¡Cuántos disgustos nos dan a veces! Hay momentos en los que incluso parece
que nos arrepentimos de haberlos traído al mundo. Nos pesan, como a Jesús le
pesaba la cruz. Nos hacen sufrir, nos hacen caer en el desconsuelo y la
desesperación.
Oración: Señor Jesús que caíste en tierra por segunda vez aplastado por el peso
del madero de la cruz, ayuda a los padres que sufren el dolor y el desconsuelo
que les producen muchas veces sus propios hijos. Por Cristo nuestro Señor.
Amén.
Padre nuestro. Señor, pequé. Ten piedad y misericordia de mí. Las almas de los
fieles difuntos por la misericordia de Dios descansen en paz. Amén.
VIII ESTACIÓN: Jesús encuentra a las mujeres de Jerusalén
En el camino del Calvario que recorrió Jesús, no todo fueron ofensas para Él.
Sabemos que un pequeño grupo de mujeres, viendo cuanto sufría y viendo el
dolor de su madre, lloraban por Él. Fue como una lejana caricia. Jesús se paró
ante ellas y con voz casi sin fuerzas, les dijo: “No lloréis por mí, llorad más bien
por vosotras y por vuestros hijos”.
Junto a los días de afecto y cariño, junto a los días apacibles y buenos, junto a las
alegrías que muchas veces proporcionan los hijos, existen también otros días de
sufrimiento y dolor. Son los momentos en que hay que tragarse las lágrimas de la
soledad, son los momentos en los que el llanto brota espontáneo. Son los
momentos del dolor por los hijos que traen suspensos en sus estudios, del dolor
por el hijo al que despiden del trabajo, el dolor por el hijo que con frecuencia llega
a casa bebido y encamina su vida por los senderos del alcohol. ¡Hay veces en que
hacen sufrir tanto que se llora por ellos!
El camino de las lágrimas es un camino muy recorrido por las madres. ¿Qué
madre no ha llorado alguna vez por su hijo?
Oración: Señor Jesús, que camino del Calvario consolaste a unas mujeres que
lloraban por ti; consuela hoy a las madres que lloran por sus hijos. Dales ánimo y
valor. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
Padre nuestro. Señor, pequé. Ten piedad y misericordia de mí. Las almas de los
fieles difuntos por la misericordia de Dios descansen en paz. Amén.
IX ESTACIÓN: Jesús cae por tercera vez
Ya faltaba poco para llegar a la cumbre del Calvario. Apenas unos metros. Pero
Jesús no podía más. Estaba desangrado. Había llegado al límite de sus fuerzas,
no podía más y cae al suelo bajo el madero de la cruz por tercera vez.
En la vida de las familias no hay problemas insolubles, cuando hay salud y fuerzas
para afrontarlos. “Mientras haya salud…”, se dice a menudo. Pero, cuando menos
lo esperamos, surge la enfermedad, la operación difícil, el accidente laboral o de
tráfico, el tumor que tanto nos asusta. Y todo se nos derrumba a nuestro
alrededor. Nos faltan las fuerzas. Nos dan ganas de revelarnos. “¿Por qué a mí,
Señor? ¿Por qué nos tenía que tocar a nosotros?”.
Oración: Señor Jesús, que caíste en tierra por tercera vez bajo el peso de la cruz.
Ayuda a los matrimonios que sufren la cruz de la enfermedad, ayúdales a
comprender que el dolor es el camino y el medio de la redención. Por Cristo
nuestro Señor. Amén.
Padre nuestro. Señor, pequé. Ten piedad y misericordia de mí. Las almas de los
fieles difuntos por la misericordia de Dios descansen en paz. Amén.
X ESTACIÓN: Jesús es despojado de sus vestiduras
Por fin llegan al Calvario. Jesús consigue llegar con vida a la cumbre del pequeño
monte. Pero aún quedaba algo. La pasión de Cristo fue total. No quedó en su
cuerpo ni en su espíritu un solo rincón sin dolor. Allí lo desnudan y se ve envuelto
en la burla y en el desprecio de las gentes.
Mientras los hijos son pequeños, sus padres les arropan y protegen
constantemente. Se les protege quizás demasiado. Se les mima. Pero pasan los
años y los hijos crecen, se hacen mayores. Quieren independizarse de sus
padres, se alejan del hogar. Incluso, a veces, se rebelan contra la autoridad y la
protección de sus padres. Y entonces surge el drama en muchas familias.
Olvidan muchas veces los padres que sus hijos ya son mayores, que pueden volar
por sí mismos, que tienen derecho a una cierta independencia y autonomía. Los
padres no saben desprenderse del paternalismo y autoritarismo. Olvidan que su
autoridad debe tener ya unos límites. Y sufren.
Oración: Señor Jesús que fuiste desnudado en el monte del Calvario; ayuda a los
padres en la difícil tarea de despojarse de su autoritarismo y paternalismo con que
anulan, sin desearlo, la personalidad de sus hijos. Por Cristo nuestro Señor.
Amén.
Padre nuestro. Señor, pequé. Ten piedad y misericordia de mí. Las almas de los
fieles difuntos por la misericordia de Dios descansen en paz. Amén.
XI ESTACIÓN: Jesús clavado en la cruz
La cruz de la ancianidad.
Unos la sobrellevan con cierta dignidad, otros con aceptación cristiana. Muchos
reniegan por haber llegado tan pronto a la cumbre de la vida.
Pidamos a Cristo clavado en la cruz por todos los que cargan con la pesada cruz
de los muchos años, para que no pierdan nunca la esperanza.
Padre nuestro. Señor, pequé. Ten piedad y misericordia de mí. Las almas de los
fieles difuntos por la misericordia de Dios descansen en paz. Amén.
XII ESTACIÓN: Jesús muere en la cruz
Ha llegado el temido final. Cristo está clavado en la cruz y desde ella entrega su
vida y la entrega por amor. Perdona a sus verdugos, nos entrega a su Madre, pide
agua, dice que su obra está consumada. Y muere. Las sombras y las tinieblas
cubren el Calvario.
Hay gente que comienza a crecer. El centurión romano dice que ese hombre era
Dios. Se cumple la profecía de Jesús: “Cuando sea elevado, atraeré a todos a mí”.
Todo, por lejano que nos parezca, llega en la vida. Unas cosas antes, otras
después. Pero al final siempre está la muerte cierta, segura, cruel. Y tarde o
temprano siempre acaba haciendo acto de presencia.
Cuando muere alguien en una familia, muere algo para todos. Pero cuando muere
uno de los esposos, es el otro quien más muere con él. Entonces aparecen como
únicos compañeros de la viudez la sombra, el vacío, el desamparo, la soledad. Y
eso nadie podrá volver a llenarlo del todo. Después sólo quedan los recuerdos, las
lágrimas y las oraciones.
Pidamos a Cristo muerto en la cruz por tantos viudos, para que sean atendidos y
no se encuentren solos.
Padre nuestro. Señor, pequé. Ten piedad y misericordia de mí. Las almas de los
fieles difuntos por la misericordia de Dios descansen en paz. Amén.
XIII ESTACIÓN: Jesús es bajado de la cruz y entregado a su Madre
La escena tenía que hacer llora hasta las piedras. María, traspasada de dolor,
recoge durante unos instantes en su regazo el cadáver de su hijo. Aquel cuerpo
destrozado, aunque no lo pareciera, era el de su hijo. Aquel hijo que ella había
cobijado tantas veces de niño. Aquel hijo que ella había visto crecer. Aquel que
“todo lo había hecho bien”, estaba ahora muerto en sus brazos.
Algunos padres viven la terrible experiencia de ver morir a un hijo. Los accidentes,
la enfermedad incurable, el tumor maligno, el infarto. Cerrar los ojos a un hijo es
una de las experiencias más duras y crueles de la vida. Algo que sólo puede
entender quien ha tenido la desgracia de vivirla en su propia carne.
Algunos padres han bebido este amargo trago. Estos son los únicos que están en
condiciones de saber cómo fue el dolor de María al tener en su regazo el cuerpo
muerto de su Hijo.
Oración: Virgen María que viste morir a tu hijo en una cruz y lo recogiste después
en tus brazos; ayuda a las familias que pasan por el amargo trance de perder un
hijo. Dales fortaleza y esperanza. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
Padre nuestro. Señor, pequé. Ten piedad y misericordia de mí. Las almas de los
fieles difuntos por la misericordia de Dios descansen en paz. Amén.
XIV ESTACIÓN: Jesús es puesto en el sepulcro
Pidamos desde lo hondo de nuestro corazón al Señor que nos infunda fe en sus
palabras y la esperanza en una vida eterna, a la que todos estamos llamados.
Oración: Señor Jesús que dijiste: “Yo soy la resurrección y la vida. Quien cree en
mí, aunque haya muerto, vivirá para siempre”. Infunde en nuestros corazones la
firme esperanza de la vida eterna. Ayúdanos a comprender que, aunque
caminamos hacia una muerte segura, ese es el paso que nos conduce a una vida
que no tendrá fin. Por Cristo nuestro Señor.
Padre nuestro. Señor, pequé. Ten piedad y misericordia de mí. Las almas de los
fieles difuntos por la misericordia de Dios descansen en paz. Amén.
REFLEXIÓN FINAL
El Vía Crucis termina con la muerte y sepultura de Jesús. Pero esa muerte no fu
Hemos intentado con este sencillo Vía Crucis descubrir los vía-crucis que existen
en tantos hogares de nuestro tiempo. En ellos sigue sufriendo y muriendo el
Señor. Pidámosle que también para estas familias que llegue pronto el Domingo
de Resurrección.
ORACIÓN FINAL
Señor hemos recorrido tu camino de la cruz hasta llegar al calvario donde te diste
por nosotros, por la redención de nuestras faltas, por nuestra salvación, pero, no
te quedaste ahí, resucitaste y eso nos llena de gozo al saber que también un día
resucitaremos para vivir contigo en la gloria eterna.
Te damos gracias Padre, por todos los beneficios que nos das a cada instante y te
pedimos que nos des la perseverancia en la fe, la esperanza y el amor, te lo
pedimos por Jesucristo, tu Hijo, que siendo Dios vive y reina contigo en la unidad
del Espíritu Santo, por los siglos de los siglos. Amén.