La Santa Cena
La Santa Cena
La Santa Cena
ÍNDICE:
INTRODUCCIÓN
LA PASCUA JUDÍA (comparación)
A) El primer mes
B) El cordero
C) La sangre del cordero
EL PAN Y EL VINO ¿CARNE O SANGRE O SIMBOLISMO?
A) Lo que dice la Iglesia Católica
B) Lo que dice la Palabra de Dios
PROPÓSITO DE LA CENA DEL SEÑOR
A) Recordamos el sacrificio de Cristo en la cruz
B) Recordamos que Cristo volverá
C) Recordamos que somos un cuerpo
D) Recordamos los beneficios obtenidos en la cruz
CÓMO TOMAR DE LA CENA DEL SEÑOR
A) Participar con alegría y sencillez
B) Esperarse unos a otros
C) Discernir el cuerpo de Cristo
D) Examinarse a sí mismo
ALGUNAS PREGUNTAS
A) ¿Cuándo podemos celebrarla?
B) ¿Qué pan y vino utilizar?
C) ¿Todos deben beber vino?
D) ¿Quién puede oficiarlo?
E) ¿Qué se dice y qué se hace?
F) ¿Quién puede tomar de ellos?
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LA SANTA CENA
INTRODUCCIÓN
Se le llama Cena del Señor a la celebración más importante que tiene el pueblo
cristiano, ésta fue instituida por nuestro Señor Jesucristo la noche en que fue entregado
para morir por nuestros pecados.
A esta celebración se la llama también: Cena del Señor, Ágape, Santa Cena,
Partimiento del pan, Mesa del Señor y Comunión o Eucaristía.
Son cuatro los textos que hablan de este sagrado acontecimiento: Mateo 26:17-
19, Marcos 14:12-25, Lucas 22:7-30 y 1ª de Corintios 11:23-26. La Cena del Señor se
acompañaba de una comida común llamada Ágape.
“El primer día de la fiesta de los panes sin levadura, cuando sacrificaban el cordero
de la pascua, sus discípulos le dijeron: ¿Dónde quieres que vayamos a preparar para
que comas la pascua?”. (Marcos 14:12).
Fue a partir de este día que los cristianos, el nuevo pueblo de Dios, celebramos
una liberación mayor que la que recibió Israel cuando fueron librados de la esclavitud
de Egipto. Pues fuimos rescatados del pecado y de la condenación, por medio del
sacrificio del “Cordero de Dios que quita el pecado del mundo” (Juan 1:29), pues el
Señor instituyó a través de su sangre un Nuevo Pacto entre Dios y los hombres.
Este nuevo pacto obtenido en el Calvario invalida el antiguo que fue dado en el
Sinaí, por lo que podemos decir que Cristo es ahora nuestra pascua.
“...Porque nuestra pascua, que es Cristo, ya fue sacrificada por nosotros”. (1ª de
Corintios 5:7).
La pascua judía fue destinada a dirigir nuestra mirada, como prenda y figura,
hacia el sacrificio de Cristo (1ª de Pedro 1:18-20).
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LA PASCUA JUDÍA
(Comparación con la Santa Cena)
La palabra Pascua, en griego Pascha y en hebreo Pasach, significa: pasar por
encima, dejar a un lado.
Fue el paso del ángel que mató a los primogénitos egipcios y el paso de la
esclavitud en Egipto a la libertad.
La institución de la Pascua la encontramos en Éxodo 12:1-28 y es mencionada
en los textos Levítico 23:1, 2, 4, 8 y Deuteronomio 16:1-8.
A) EL PRIMER MES
“Este mes os será principio de los meses; para vosotros será éste el primero en los
meses del año”. (Vs. 2).
B) EL CORDERO
“...Tómese cada uno un cordero según las familias de los padres, un cordero por
familia” (vs. 3).
“El animal será sin defecto, macho de un año; lo tomaréis de las ovejas o de las
cabras” (vs. 5).
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a) FIGURA DE CRISTO
Angustiado él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero; y
como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca.
Apocalipsis también lo llama así con frecuencia, lo podemos ver en los pasajes de Ap.
5:6, 12; 6:16; 7:10; 12:11; 13:8; 14:1,4; 17:14; 19:7; 21:9, 23; 22:3.
b) DE UN AÑO
c) SIN DEFECTO
El animal no podía tener defecto (ciego, cojo, enfermo, etcétera). Denota la pureza
de Jesús, sin mancha ni defecto.
“Porque tal sumo sacerdote nos convenía: santo, inocente, sin mancha, apartado de
los pecadores, y hecho más sublime que los cielos” (Hebreos 7:26).
Sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin
contaminación.
(1ª Pedro 1:19).
d) SEPARADO 4 DÍAS
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e) PASADO POR FUEGO
Cristo pasó por el fuego de la prueba, indicándonos los tremendos sufrimientos que
padeció hasta terminar en la muerte e cruz.
Al cordero no se le podía romper ningún hueso, tal y como ocurrió con el Cordero
de Dios que quita el pecado del mundo.
g) SE COMERÁ EN FAMILIA
“...Un cordero por familia. Mas si la familia fuere tan pequeña que no baste para
comer el cordero, entonces él y su vecino inmediato a su casa tomarán uno según el
número de las personas; conforme al comer de cada hombre, haréis la cuenta sobre
el cordero.” Éxodo 12:3-4
De igual manera la Cena del Señor es una comida familiar, la comida de la familia
de Dios, la Iglesia. Según los escritos de Flavio Josefo, parece ser que hacía falta diez
personas para celebrar la comida del Cordero Pascual.
h) SE COMERÁ ENTERO
“...Su cabeza con sus pies y sus entrañas. Ninguna cosa dejaréis de él hasta la
mañana; y lo que quedare hasta la mañana, lo quemaréis en el fuego.” (Éxodo 12: 9
y 10).
Ninguna cosa de él era desechable, todo debía ser comido. De igual manera, nada es
desechable de Cristo, debemos recibirlo a Él por entero; con sus bendiciones y favores y
también con su corona de espinas y su cruz. Tenemos que estar dispuestos a recibir todo
lo que el Señor nos tiene prometido y ser fieles en darle todo lo que nos demande. Nada
del cuerpo de Cristo es inservible. La Iglesia formamos el Cuerpo Místico de Cristo (1ª
de Corintios 12:27) y nadie es desechable o despreciado en él.
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“Además, el cuerpo no es un solo miembro, sino muchos... Ni el ojo puede decir a la
mano: No te necesito, ni tampoco la cabeza a los pies: No tengo necesidad de
vosotros... Para que no haya desavenencia en el cuerpo, sino que los miembros todos
se preocupen los unos por los otros... Vosotros, pues, sois el cuerpo de Cristo, y
miembros cada uno en particular.” (1ª Cor.12:14-27).
El cordero tenía que comerse en el día (no dejarlo para mañana). Así que
tenemos que recibir al Señor mientras se dice hoy (Hebreos 13:13-14), no esperar a
entregarnos y convertirnos al Señor otro día, sino hoy, mañana puede ser tarde.
De igual modo, el pan y el vino por el que hemos orado deben comerse sin dejar
nada. Esto es, el hermano que preside debe calcular el número de hermanos
participantes y orar por una cantidad que se pueda consumir en la celebración sin dejar
nada para otro día, o para tirar una vez terminada la celebración. Todo representa el
cuerpo de Cristo y nada es desechable. Si se bendijo más cantidad, ésta se repartirá entre
los hermanos, lo mismo haremos con el vino. Lo que sobra de la Cena del Señor no se
debe tirar o dar a los niños que al vernos participar se les antoja. Esto es un acto muy
serio.
“Y lo comeréis así: ceñidos vuestros lomos, vuestro calzado en vuestros pies, y vuestro
bordón en vuestra mano; y lo comeréis apresuradamente; es la Pascua de Jehová.”
(Éxodo12: 11).
Debían comer el cordero con ropa de viaje, con sus largas vestiduras recogidas
por el cinturón, con sus calzados puestos (parece ser que ni los orientales, ni los
egipcios, utilizaban calzado en sus casas). En esta ocasión estaban totalmente vestidos
para salir aprisa.
Tenían que comer apresuradamente. No era una cena de gala, no era una velada
agradable entre amigos, era una comida rápida porque se marchaban de Egipto a la
mañana siguiente.
Nosotros también tomamos de la Cena del Señor en esta actitud de marcha,
preparados para partir, esperando la pronta venida de Cristo (1ª de Tesalonicenses 4:17).
Recordando que somos extranjeros aquí en la Tierra, somos ciudadanos del cielo (1ª de
Pedro 2:11).
Esta forma de tomar de la Pascua sólo se practicó la primera vez, actualmente no se
toma en esta actitud.
Comerlo de esta manera simbolizaba la amargura que habían tenido por más de
430 años como esclavos en Egipto (vs. 40). Las hierbas amargas podrían incluir según
se cree escarola, berro, pepinos, rábanos, lechuga y perejil. Esto servía para recordar en
las generaciones futuras la amargura de la que fueron liberados. Nosotros cuando
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tomamos de la Santa Cena también recordamos con alegría de donde nos sacó el Señor.
Cristo nos será dulce, si bien el pecado nos es amargo.
k) SIN LEVADURA
“Siete días comeréis panes sin levadura; y así el primer día haréis que no haya
levadura en vuestras casas; porque cualquiera que comiere leudado desde el primer
día hasta el séptimo, será cortado de Israel.” (Vss.15 y 19). “Ninguna cosa leudada
comeréis; en todas vuestras habitaciones comeréis panes sin levadura.” (Vs. 20).
Éxodo 12:15-20
“... ¿No sabéis que un poco de levadura leuda toda la masa? Limpiaos, pues, de la
vieja levadura, para que seáis nueva masa, sin levadura como sois; porque nuestra
pascua, que es Cristo, ya fue sacrificada por nosotros. Así que celebremos la fiesta,
no con la vieja levadura, ni con la levadura de malicia y de maldad, sino con panes
sin levadura, de sinceridad y de verdad.”
(1ª de Corintios 5:6-8).
“Pues yo pasaré aquella noche por la tierra de Egipto, y heriré a todo primogénito en
la tierra de Egipto, así de los hombres como de las bestias; y ejecutaré mis juicios en
todos los dioses de Egipto. Yo Jehová. Y la sangre os será por señal en las casas
donde vosotros estéis; y veré la sangre y pasaré de vosotros, y no habrá en vosotros
plaga de mortandad cuando hiera la tierra de Egipto.” (vss.12 y 13).
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a) EL DERRAMAMIENTO DE SANGRE
“En quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados...” (Efesios 1:7).
“Y casi todo es purificado, según la ley, con sangre; y sin derramamiento de sangre
no se hace remisión.” (Hebreos 9:22).
No sólo era necesario derramar la sangre del cordero, sino que había que rociarla
por los dinteles de las casas de los israelitas. Esta marca los guardaría cuando pasase el
juicio de Dios sobre Egipto, protegiéndolos de la muerte.
“Y por medio de él (Jesucristo) reconciliar consigo todas las cosas... haciendo la paz
mediante la sangre de su cruz.” (Colosenses 1:20).
Purifícame con hisopo, y seré limpio; Lávame, y seré más blanco que la nieve. (Salmo
51:7)
Los soldados usaron esta planta con Jesús a la misma hora en que se sacrifica el
cordero pascual (Juan 19:29).
La sangre de Cristo fue rociada por nosotros y habla mejor que la de Abel
(Hebreos 12:24).
A Jesús el Mediador del nuevo pacto, y a la sangre rociada que habla mejor que la de
Abel.
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La sangre se ponía sobre los postes y el dintel, pero no sobre el umbral,
señalándonos y amonestándonos con tener cuidado de no pisotear la Sangre del Pacto.
El Nuevo Testamento nos insta a tener cuidado de no pisotear la Sangre de Cristo, por
causa de nuestros pecados.
¿Cuánto mayor castigo pensáis que merecerá el que pisoteare al Hijo de Dios, y
tuviere por inmunda la sangre del pacto en la cual fue santificado, e hiciere afrenta
al Espíritu de gracia? (Hebreos 10:29)
c) EL JUICIO DE DIOS
La sangre de Jesús también nos libra hoy del juicio de Dios. El dintel es nuestro
corazón, el hisopo, la fe con que rociamos su sangre sobre el dintel.
Los israelitas eran delante de Dios tan pecadores como los egipcios, la diferencia es
que creyeron a Dios, por fe untaron la sangre del cordero en los dinteles y fueron
sacados milagrosamente de la esclavitud. Así nos sucedió a nosotros en Cristo Jesús,
Pedro nos dice:
“Sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis
de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre
preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación.” (1ª Pedro
1:18-19).
¿Por qué justo juicio? Porque durante ochenta años los egipcios habían matado a
los hijos varones recién nacidos de los judíos, y ahora todos los primogénitos suyos
cayeron bajo el golpe del ángel destructor. Se les hizo sentir la justicia de Dios,
recibiendo el mismo pago con que actuaron con los judíos.
Muchas veces las manos de los pecadores cavaron el hoyo en el que cayeron
ellos mismos al final (Salmo 35:7-8), por esto podemos decir:
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EL PAN Y EL VINO
(¿Carne y sangre o simbolismo?)
Los textos bíblicos en los que se quieren basar para hacer esta afirmación son
cinco (Mateo 26:26-29; Marcos 14:22-25; Lucas 22:17-20; Juan 6:25-66 y 1ª de
Corintios 11:23-24).
Todos estos textos excepto Juan 6:25-66 se refieren a la institución de la Cena del
Señor, donde Jesús dice:
“Tomad, comed; esto es mi cuerpo... Bebed de ella todos; porque esto es mi sangre.”
(Mateo 26:26-28).
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a) UNA METÁFORA
“Y mientras comían, tomó Jesús el pan, y bendijo, y lo partió, y dio a sus discípulos, y
dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo. Y tomando la copa, y habiendo dado gracias,
les dio, diciendo: Bebed de ella todos; porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que
por muchos es derramada para remisión de los pecados.” (Mateo 26:26-28).
Para entender bien estas palabras debemos recordar que Jesucristo acostumbraba
a hablar en parábolas, en metáforas, en ejemplos prácticos que ayudaban a entender
mejor el mensaje. Sería un grave error querer entender literalmente tales ejemplos.
- Pensemos también cuando Cristo dijo: “Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será
salvo” (Juan 10:9). Sería muy curioso pensar y llegar a imaginarse que Jesús es una
puerta y mucho más pensar que la salvación se obtiene entrando a través de una puerta.
- Pablo escribe a los corintios: “Y todos bebieron la misma bebida espiritual; porque
bebían de la roca espiritual que los seguía, y la roca era Cristo” (1ª de Corintios 10:4).
No siendo Cristo la roca de Horeb, sino que la roca de Horeb significaba ahora a Cristo
Jesús en la vida del creyente, pues “Y estas cosas les acontecieron como ejemplo, y
están escritas para amonestarnos a nosotros...” (1ª de Corintios 10:11).
“Y el que no toma su cruz y sigue en pos de mí, no es digno de mí.” (Mateo 10:38).
Pues si para seguir a Cristo hay que tomar un yugo y encima te van a cargar con
una cruz, creo que aquellos que tuviesen mucha fuerza podrían ser discípulos de Cristo,
entendiendo que no es así, sino que es una forma alegórica de hablar de Jesús en la que
insta a dejar todo lo nuestro y seguirle con todas las consecuencias.
Y así podíamos continuar con una larga lista de ejemplos, que nos llevan a
entender las palabras por lo que significan y no por lo que dicen literalmente. Por tanto,
cuando Cristo dijo “este es mi cuerpo, esta es mi sangre”, estaba haciendo una alegoría
en el que el pan y el vino representaban a su cuerpo y a su sangre, que se entregaría para
expiación por los pecados de los hombres.
Otros dicen que el verbo “ser” tiene aquí el valor interpretativo de “significa”,
como en Génesis 41:26, Daniel 7:17, Lucas 8:11, Gálatas 4.24 y Apocalipsis 1:20.
Además de que en el arameo hablado por Jesús el “es” faltaría del todo.
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b) ¿UN ACTO DE CANIBALISMO?
Los judíos, tan celosos de guardar sus leyes y estatutos, no hubieran participado de
un acto que Dios prohibía.
“Estatuto perpetuo será por vuestras edades, dondequiera que habitéis, que ninguna
grosura ni ninguna sangre comeréis” (Levítico 3:17).
Y a pesar de los años y ser ya creyentes, los judíos mantuvieron este estatuto en
la Iglesia y aún en el Concilio de Jerusalén (aproximadamente en el año 49) mandaron
no tomar sangre a los gentiles (Hechos 15:29). El vino no se convertía en sangre,
permanecía siendo vino. Jesús mismo así lo explica en Mateo 26:26-29, cuando tras
decir “esto es mi sangre” dice a continuación:
Llamar al vino sangre era una expresión del pueblo judío; así vemos en las
Escrituras:
“Atando a la vid su pollino, y a la cepa el hijo de su asna, lavó en el vino su vestido, y
en la sangre de uvas su manto.” (Génesis 49:11).
El que Jesús llamara al vino sangre fue algo normal, y aún más por cuanto este vino
representa su sangre derramada en la cruz, “la copa del nuevo pacto en su sangre”.
c) LA CORRUPCIÓN
Una de las razones de peso en contra del dogma de la "transubstanciación", y que
más ha preocupado a los católicos pensadores, es el hecho de que no existen las pruebas
que demuestren el cambio producido en los elementos que componen la hostia, una vez
consagrada. Si a éstos se ha agregado una substancia venenosa, la persona que ingiere
los elementos consagrados y, por añadidura, transubstanciados en el cuerpo y sangre de
Cristo, muere exactamente, lo mismo que si no se hubiera realizado el milagro de la
transubstanciación. Es bien notorio el caso de un arzobispo sudamericano que murió
envenenado por el cáliz que tomó el jueves santo; y ello de una manera tan fulminante
que ni siguiera le dio tiempo de retirarse del altar.
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Aún hay más: Cuando la especie que nos dicen ha sido transubstanciada en el
cuerpo de Jesucristo queda en reserva durante un tiempo bastante largo, se corrompe al
igual que cualquier otro pan o vino, entonces ¿sería esto posible si fuese una realidad el
milagro de la transubstanciación?
“No permitirás que tu Santo vea corrupción" (Salmos 16:10; Hechos 2:27; 13:35)
Así dice Juan: “Estas cosas dijo en la sinagoga, enseñando en Cafarnaúm” (Juan
6:59).
Pero ¿cómo entender este texto?: “De cierto, de cierto os digo: Si no coméis la
carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que
come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día
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postrero. Porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El
que come mi carne y bebe mi sangre, en mí permanece, y yo en él” (Juan 6:53-56).
Estas son formas de hablar para que los judíos acostumbrados a sus parábolas
entendiesen lo que les quería hablar. Así, comer su carne significa venir a Él:
“Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre...” (Juan 6:35).
Veamos ya más claramente tras unir dos versículos del texto que creer en Él es
comer su carne, y beber su sangre es dar crédito y hacerse partícipe de su obra
expiatoria sobre la cruz.
Comprobaremos que se está hablando de lo mismo, pues incluso termina cada versículo
de la misma manera “tiene vida eterna y yo le resucitaré en el día postrero”.
“Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquél que ve al Hijo, y cree
en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero... El que come mi carne y
bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero” (Juan 6:40 y
54).
Hay veces que Jesucristo habla de comer y beber y sin embargo está hablando de
otras cosas muy distintas, así por ejemplo tras haber hablado con la mujer samaritana, le
dicen sus discípulos:
“Rabí, come. Él les dijo: Yo tengo una comida que comer, que vosotros no sabéis.
Entonces los discípulos decían unos a otros: ¿Le habrá traído alguien de comer?
Jesús les dijo: Mi comida es que haga la voluntad del que me envió, y que acabe su
obra” (Juan 4:31-34).
Vemos claramente que Jesús habla de comida y sin embargo lo está haciendo en
un sentido espiritual. De igual modo ocurre en Mateo 16:5-12, cuando les habla de la
levadura del pan de los fariseos y saduceos.
“Y Jesús les dijo: Mirad, guardaos de la levadura de los fariseos y de los saduceos.
Ellos pensaban dentro de sí, diciendo: Esto dice porque no trajimos pan. Y
entendiéndolo Jesús, les dijo: ... ¿Cómo es que no entendéis que no fue por el pan que
os dije que os guardaseis de la levadura de los fariseos y de los saduceos? Entonces
entendieron que no les había dicho que se guardasen de la levadura del pan, sino de
la doctrina de los fariseos y de los saduceos”.
“Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, Así clama por ti, oh Dios, el
alma mía. Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo...” (Salmo 42:1-2).
“En el último y gran día de la fiesta, Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo: Si
alguno tiene sed, venga a mí y beba. El que cree en mí, como dice la Escritura, de su
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interior correrán ríos de agua viva. Esto dijo del Espíritu que habían de recibir...”
(Juan 7:37-39).
Todos sabemos que el ladrón de la cruz nunca tomó del pan y del vino; por lo
tanto, según la Iglesia Romana nunca comió de este sacramento y por eso según esa
interpretación nunca podría haber recibido vida eterna. Mas sabemos que Jesús le dijo:
“hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lucas 23:43). Lo que sí hizo fue creer en Jesús y
eso equivale a recibirlo en su corazón. Y recibir en nuestro interior a Jesús, equivale
metafóricamente a comer espiritualmente al Señor, pues comer es recibir a Cristo en
nuestro interior. Recibir a Cristo en nuestro interior también nos proporciona vida, pero
espiritual, de ahí que la parábola de Jesús se entendiese perfectamente por aquéllos que
lo oían.
“El espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha; las palabras que yo os
he hablado son espíritu y son vida.”
“La carne para nada aprovecha”, Jesús no estaba hablando de su carne física,
sino estaba hablando en sentido espiritual, “las palabras que yo os he hablado son
espíritu”. Algunos discípulos, igual que hoy, no entendieron su metáfora y se
marchaban, pues entendían que hablaba de comer físicamente carne y sangre (vss.60 y
66).
Jesús explicó en el v. 63, que hablaba espiritualmente, pues, “la carne para
nada aprovecha”, y preguntó a los apóstoles si ellos también querían marcharse. Pedro
entendió que estas palabras de Jesús no se referían a comer su cuerpo y beber su sangre
realmente, sino que cuando hablaba de comer y beber hablaba de creer de todo corazón
en Jesucristo.
“Le respondió Simón Pedro: Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida
eterna. Y nosotros hemos creído y conocemos que tú eres el Cristo, el Hijo del Dios
viviente.” (Jn.6:68-69).
“He aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.”
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Estas palabras son ciertas, Cristo Jesús está en medio de nosotros pero no a
través de la eucaristía, sino a través del Espíritu Santo.
“La carne para nada aprovecha; las palabras que yo os he hablado son espíritu y son
vida.”
Jesucristo está ahora en el cielo, y no estará más en la Tierra en carne, hasta que
venga en su segunda venida.
“Varones galileos, ¿por qué estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido
tomado de vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo.” (Hechos
1:11).
“Y el Señor, después que les habló, fue recibido arriba en el cielo, y se sentó a la
diestra de Dios.” (Marcos 16:19).
“De manera que nosotros de aquí en adelante a nadie conocemos según la carne; y
aun si a Cristo conocimos según la carne, ya no lo conocemos así.” (2ª de Corintios
5:16).
“...Cuando sea manifestado Jesucristo, a quien amáis sin haberle visto, en quien
creyendo, aunque ahora no lo veáis, os alegráis con gozo inefable y glorioso” (1ª de
Pedro 1:7-8).
“Así, pues, todas las veces que comiereis este pan, y bebiereis esta copa, la muerte del
Señor anunciáis hasta que él venga.” (1ª de Corintios 11:26).
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LOS PADRES APOSTÓLICOS
Los padres apostólicos también lo entendieron así:
- San Agustín dice: “El Señor no dudó en decir: Esto es mi cuerpo, cuando daba el
signo de su cuerpo. Estos son sacramentos en los cuales debe atenderse, no a lo que
son, sino a lo que representan, porque son signos de las cosas, siendo una y
significando otra.” (De Duabis Naturis Epistolae Romanorum. Pont. pág. 541).
“Que la misa es sacrificio expiatorio. Que en este sacrificio se ofrece, por el ministerio
de los sacerdotes, al mismo Cristo, que entonces se ofreció a sí mismo en la cruz. De
aquí es que no sólo se ofrece con justa razón por los pecados, penas, satisfacciones y
otras necesidades de los fieles que viven, sino también según la tradición de los
apóstoles (?), por los que han muerto en Cristo sin estar plenamente purgados.”
(Trento: Sesión XII. Capítulo 2º).
La Palabra de Dios nos dice que la ofrenda (Sacrificio de Cristo) se efectuó una
sola vez y que no se volverá a repetir. Esta sola vez fue suficiente para salvar a todo
aquél que se acerca a Él con fe.
“Porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados... Y
añade: Y nunca más me acordaré de sus pecados y transgresiones. Pues donde hay
remisión de éstos, no hay más ofrenda por el pecado.” (Hebreos 10:14, 17, 18).
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“Porque tal sumo sacerdote nos convenía: santo, inocente, sin mancha, apartado de
los pecadores, y hecho más sublime que los cielos; que no tiene necesidad cada día,
como aquellos sumos sacerdotes, de ofrecer primero sacrificios por sus propios
pecados, y luego por los del pueblo; porque esto lo hizo una vez para siempre,
ofreciéndose a sí mismo.” (Hebreos 7:26-27).
“Y no por sangre de machos cabríos ni de becerros, sino por su propia sangre, entró
una vez para siempre en el Lugar Santísimo, habiendo obtenido eterna redención.”
(Hebreos 9:12).
Ningún texto de las Escrituras nos dice que Cristo debe morir de nuevo en la
cruz en cada misa. Si el acto de la misa fuera un verdadero sacrificio de Cristo,
resultaría una impiedad y una crueldad por parte de los sacerdotes romanos repetirlo
varias veces al día en todas las iglesias católicas del mundo. Celebrar la eucaristía con
estos pensamientos es menospreciar el Sacrificio tan sublime que Cristo realizó por
nosotros en la cruz.
Para nuestra salvación lo único que nos pide el Señor es que nos arrepintamos de
nuestros pecados (Hechos 3:38), que creamos de todo corazón que Él nos perdonó,
gracias a su sacrificio en la cruz (Marcos 16:16) y de esta manera recibirlo en nuestros
corazones para seguir el Evangelio, obedeciendo Su Palabra como hijos obedientes
(Juan 1:12).
El único sacrificio que ahora se permite a sus hijos como reyes y sacerdotes que
somos todos (Apocalipsis 1:5-6) es que:
“Ofrezcamos siempre a Dios, por medio de él, sacrificio de alabanza, es decir, fruto
de labios que confiesan su nombre.” (Hebreos 13:15).
“Y este día os será en memoria, y lo celebraréis como fiesta solemne para Jehová
durante vuestras generaciones; por estatuto perpetuo lo celebraréis... Guardaréis esto
por estatuto para vosotros y para vuestros hijos para siempre. Y cuando entréis en la
tierra que Jehová os dará, como prometió, guardaréis este rito. Y cuando os dijeren
vuestros hijos: ¿Qué es este rito vuestro?, vosotros responderéis: Es la víctima de la
pascua de Jehová, el cual pasó por encima de las casas de los hijos de Israel en
Egipto, cuando hirió a los egipcios, y libró nuestras casas.”
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“Y tomó el pan y dio gracias, y lo partió y les dio, diciendo: Esto es mi cuerpo, que
por vosotros es dado; haced esto en memoria de mí.” (Lucas 22:19 y 1ª de Cor.11:24).
“Asimismo tomó también la copa, después de haber cenado, diciendo: Esta copa es el
nuevo pacto en mi sangre; haced esto todas las veces que la bebiereis, en memoria de
mí. Así, pues, todas las veces que comiereis este pan, y bebiereis esta copa, la muerte
del Señor anunciáis hasta que él venga.” (1ª de Corintios 11:25-26).
Estas palabras del apóstol y la misma frase figurada de Jesucristo pueden ser
mejor comprendidas con un ejemplo:
Imaginemos a un joven fuera de su patria, el cual antes de partir renovó sus promesas
con su novia de volver para hacerla su esposa y llevarla a un gran país desconocido. En
esto le ofrece su retrato diciendo “este soy yo”. Ella lo besa emocionada, y él añade:
“Haz esto cada noche y cada mañana en memoria de mí, pues cada vez que beses el
retrato, proclamarás nuestro fiel amor, hasta que yo venga.”
Así que cuando participamos del pan y del vino lo hacemos recordando el
sacrificio del Señor, anunciando con ese acto conmemorativo que esperamos su venida.
Era costumbre, y aún lo es entre los judíos, que el cabeza de familia, en el
momento de repartir el cordero asado, les recordara la maravillosa liberación de su
pueblo pronunciando las palabras del ritual:
“Tomad, comed porque esto es la pascua del Señor”, aludiendo a las propias palabras
de Moisés (Éxodo 12:11), cuyo sentido todos comprendían.
Nadie pretendía que el cordero que estaban comiendo fuese real y literalmente la
Pascua del Señor, o sea, “el paso” del ángel exterminador (pues este es el significado de
la palabra “pascua”: paso), no se trataba sino de un recuerdo de aquel hecho prodigioso
ocurrido muchísimos años atrás.
No hay, pues, nada de extraño en el hecho de que, al hacer la sustitución del Antiguo
por el Nuevo Pacto, el Señor empleara para el nuevo rito conmemorativo las mismas
palabras que eran usadas en el antiguo, con la seguridad de que el buen sentido de los
discípulos les haría comprender su verdadero significado de conmemoración, no de
realidad física.
“Y tomó el pan y dio gracias, y lo partió y les dio, diciendo: Esto es mi cuerpo, que
por vosotros es dado; haced esto en memoria de mí.” (Lucas 22:19).
Que así lo interpretaron los apóstoles queda patente en el hecho de que cuando
tuvieron que referirse al acto instituido por el Señor lo llamaron, sencillamente, “El
partimiento del pan” (Hechos 2:42-46 y 20:7).
19
a) RECORDAMOS EL SACRIFICIO DE CRISTO JESÚS EN LA
CRUZ.
“Haced esto en memoria de mí.” (1ª de Corintios 11:24 y 25).
“Así, pues, todas las veces que comiereis este pan, y bebiereis esta copa, la muerte del
Señor anunciáis...” (1ª de Corintios 11:26).
Cuando vemos el pan, que salió del trigo molido en el molino, triturado para hoy
ser nuestro alimento, y vemos el vino fruto de la vid, donde sus uvas son pisadas,
pisoteadas hasta que sale todo su jugo, es entonces cuando podemos recordar que Cristo
también fue molido, maltratado, escarnecido hasta lo máximo; derramando hasta la
última gota de su sangre por amor a nosotros.
“Y os digo que desde ahora no beberé más de este fruto de la vid, hasta aquel día en
que lo beba nuevo con vosotros en el reino de mi Padre.” (Mateo 36:29).
“La muerte del Señor anunciáis hasta que él venga.” (1ª de Corintios 11:26).
Cuando participamos del pan y del vino debemos tomarlos con la esperanza de la
pronta venida de Cristo, como hijos que están velando (Mateo 25:13) con las “lámparas
encendidas” (Mateo 25:4), sabiendo que el esposo de la Iglesia, Cristo Jesús, viene
pronto a por su pueblo.
20
“Pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la
sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado.” (1ª Juan 1:7)
Prestamos atención al pan y vemos que es uno solo. Al ser dividido y repartido a
cada uno de los hermanos, estamos proclamando nuestra unidad, pues si de nuevo
intentásemos unir los trozos que hemos comido para formar aquel único pan,
deberíamos unirnos tanto que formaríamos un solo cuerpo. ¡Esta es la voluntad de Dios!
Por lo tanto, poned empeño en reuniros con más frecuencia para celebrar la
Eucaristía de Dios y tributarle gloria. Porque, cuando apretadamente os congregáis
en uno, se derriban las fortalezas de Satanás y por la concordia de vuestra fe se
destruye la ruina que él os procuraba.
Nada hay más precioso que la paz, por la que se desbarata la guerra de las potestades
celestes y terrestres. (Ignacio a los Efesios 13:1-2)
4:1.- Poned, pues, todo ahínco en usar de una sola Eucaristía; porque una sola es la
carne de nuestro Señor Jesucristo y un solo cáliz para unirnos con su sangre, un
solo altar, así como no hay más que un solo obispo, juntamente con el colegio de
ancianos y con los diáconos, consiervos míos. De esta manera, todo cuanto hiciereis,
lo haréis según Dios.
(Ignacio a los Filadelfios 4:1)
Cuando participamos del partimiento del pan y del vino recordamos los beneficios
que Cristo ganó para nosotros en la cruz. Él nos dio una salvación completa (cuerpo y
alma), y estas cosas volvemos a recordar y recibir cuando tomamos de la Cena.
21
“Quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que
nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida
fuisteis sanados.”
(1ª Pedro 2:24).
“... Él mismo tomó nuestras enfermedades, y llevó nuestras dolencias.” (Mateo 8:17).
Así pues, mientras tomamos del pan es bueno pedirle al Señor salud para nuestro
cuerpo, si tenemos alguna dolencia o enfermedad, y también sanidad interior, si nos
dolemos de viejas heridas en nuestra alma, así como de todo complejo, frustración,
miedos, depresiones, ansiedades, etcétera.
Y debemos clamar a Dios, creyendo que Él lo puede hacer, con fe, pues es necesario
que el que se acerca al Señor lo haga sin dudar (Santiago 1:6).
Y lo haré con particular placer si el Señor me manifestare que todos y cada uno os
congregáis, por la gracia que viene en su nombre, en unánime fe y en Jesucristo... si
os congregáis, repito, para mostrar vuestra obediencia al obispo y al colegio de
ancianos con indivisible pensamiento, rompiendo un solo pan, que es medicina de
inmortalidad, antídoto contra la muerte y alimento para vivir por siempre en
Jesucristo. (Ignacio a los Efesios 20:2)
“... La sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado.” (1ª Juan 1:7).
22
“En quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas
de su gracia.” (Efesios 1:7).
El Señor perdonará nuestros pecados, aun los que nos son ocultos (si hemos
ofendido sin conocimiento), si así se lo pedimos.
La Cena del Señor es, por tanto, un momento especial para mirarnos hacia
adentro, clamar a Dios y recibir de él los beneficios que ganó para nosotros. Podemos
afirmar que cuando participamos de la Santa Cena recibimos de Jesús, de su Santo
Espíritu, como alimento espiritual que nos ayuda a seguir firmes en el camino.
“... Y partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón.”
(Hechos 2:46).
En estos cultos en las casas, se reunían las familias (hermanos, tíos, sobrinos,
etcétera), los vecinos y los amigos y tenían un ágape juntos. Ágape significa “fiesta o
comida de amor” en ella compartían los alimentos (cada uno traía lo que podía y lo
ponían en común) y después de compartir del Señor, partían el pan, esto es, celebraban
23
la Santa Cena, de la misma manera que Cristo lo hizo con sus discípulos la primera vez,
“los cuales después de haber cenado” (1ª de Corintios 11:25).
La actitud con que celebraban estos ágapes era “con alegría y sencillez de
corazón”. No participaban del pan y del vino con tristeza, al pensar en los
padecimientos de nuestro Señor, sino con el gozo del que considera un amor tan grande
manifestado hacia nosotros y llenos de este agradecimiento, participar con la sencillez
genuina del hijo que reconoce que lo que tiene, lo que cree y lo que es proviene del
amor y la misericordia del Señor.
“Anda, y come tu pan con gozo, y bebe tu vino con alegre corazón; porque tus obras
ya son agradables a Dios.” (Eclesiastés 9:7).
Sería, por tanto, muy bueno para nosotros recuperar esta práctica tan
beneficiosa de tener comunión los hermanos en grupos pequeños por las casas, esto
ayuda a no vernos tan sumergidos en el anonimato de la masa del domingo, y participar
de una forma más activa en reuniones por casas.
Recordemos que los primeros hermanos se veían en las casas para tener ágapes
juntos y para participar de la comunión, la oración y la enseñanza.
24
Porque al comer, cada uno se adelanta a tomar su propia cena; y uno tiene hambre, y
otro se embriaga. Pues qué, ¿no tenéis casas en que comáis y bebáis? ¿O
menospreciáis la iglesia de Dios, y avergonzáis a los que no tienen nada? ¿Qué os
diré? ¿Os alabaré? En esto no os alabo.” (1ª de Corintios 11:17-22).
Por causa de esos abusos el apóstol sigue exhortando a los hermanos a comer
antes en sus casas si tienen hambre y de esta manera poder esperarse unos a otros y
participar dignamente de la Cena del Señor.
“Así que, hermanos míos, cuando os reunís a comer, esperaos unos a otros. Si alguno
tuviere hambre, coma en su casa, para que no os reunáis para juicio.” (1ª de
Corintios 11:33-34).
Parece que este problema no es común ya en nuestras iglesias. Pero creo que la
frase “esperaos unos a otros” la podemos usar hoy en nuestras celebraciones de la
Santa Cena y en nuestros ágapes comunitarios.
Es entonces cuando todos a la vez, participamos del pan y del vino, mostrando
entre nosotros unanimidad y consideración unos para con otros. Con esto, evitaremos
que los últimos en recibir el pan y el vino se queden sin poder tomar por falta de cálculo
del diácono que no preparó suficiente cantidad para todos.
“De manera que cualquiera que comiere este pan o bebiere esta copa del Señor
indignamente, será culpado del cuerpo y de la sangre del Señor... Porque el que come
y bebe indignamente, sin discernir el cuerpo del Señor, juicio come y bebe para sí.”
(1ª de Corintios 11:27 y 29)
Discernir es distinguir una cosa de otra, señalando la diferencia que hay entre
ellas. La palabra griega usada es Diakrino que significa separar.
25
Tomamos, pues, indignamente cuando:
“Porque no tomamos estas cosas (pan y vino) como un pan cualquiera, ni como una
bebida cualquiera.”
¡No es una merienda! El pan y el vino es mucho más que un simple “esto
representa mi cuerpo”, pues al que lo toma con fe, amor y ardiente devoción, le sirve
como medio no sólo de recuerdo, sino también de estar en contacto espiritual con
Jesucristo. Por este motivo, el inconverso no puede participar de ellos, pues no se da
cuenta de lo que representan y significan estos símbolos sagrados, y si lo tomase lo
haría sin la reverencia que merece y sin el conocimiento de las obligaciones que nos
demanda participar de esta mesa.
“... El pan que partimos, ¿no es la comunión del cuerpo de Cristo? Siendo uno solo el
pan, nosotros, con ser muchos, somos un cuerpo; pues todos participamos de aquel
mismo pan.”
“Y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, la cual es su cuerpo...” (Efesios
1:22-23)
“Vosotros, pues, sois el cuerpo de Cristo, y miembros cada uno en particular.” (1ª
Cor.12:27).
26
“Además, el cuerpo no es un solo miembro, sino muchos. Si dijere el pie: Porque no
soy mano, no soy del cuerpo, ¿por eso no será del cuerpo? Y si dijere la oreja: Porque
no soy ojo, no soy del cuerpo, ¿por eso no será del cuerpo? Si todo el cuerpo fuese
ojo, ¿dónde estaría el oído? Si todo fuese oído, ¿dónde estaría el olfato? Mas ahora
Dios ha colocado los miembros cada uno de ellos en el cuerpo, como él quiso. Porque
si todos fueran un solo miembro, ¿dónde estaría el cuerpo? Pero ahora son muchos
los miembros, pero el cuerpo es uno solo. Ni el ojo puede decir a la mano: No te
necesito, ni tampoco la cabeza a los pies: No tengo necesidad de vosotros. Antes bien
los miembros del cuerpo que parecen más débiles, son los más necesarios; y a
aquellos del cuerpo que nos parecen menos dignos, a éstos vestimos más dignamente;
y los que en nosotros son menos decorosos, se tratan con más decoro. Porque los que
en nosotros son más decorosos, no tienen necesidad; pero Dios ordenó el cuerpo,
dando más abundante honor al que le faltaba, para que no haya desavenencia en el
cuerpo, sino que los miembros todos se preocupen los unos por los otros. De manera
que si un miembro padece, todos los miembros se duelen con él, y si un miembro
recibe honra, todos los miembros con él se gozan. Vosotros, pues, sois el cuerpo de
Cristo, y miembros cada uno en particular.” (1ª de Corintios 12:14-27).
“Por tanto, si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo
contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate primero con tu
hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda.” (Mateo 5:23-24).
Las Escrituras nos dicen que las consecuencias de comer sin discernir el cuerpo de
Cristo:
“Por lo cual hay muchos enfermos y debilitados entre vosotros, y muchos duermen.”
(1ª de Corintios 11:30).
- Somos culpados de la sangre del Señor y de su muerte. Cuando hay menosprecio del
cuerpo místico de Jesús, no considerando al hermano, menospreciamos su sacrificio en
la cruz. Nos hacemos partícipes con aquéllos que golpearon al Señor, pues hoy también
dañamos su cuerpo.
27
- Podemos estar débiles, enfermos e incluso morir por este pecado. Esto lo hace el
Espíritu para llevarnos al arrepentimiento, sabiendo que Dios al que ama disciplina
(Hebreos 12:6). El hombre se vuelve a Dios cuando las cosas no van bien. Incluso
algunos llegaron a morir (algunos comentaristas dicen que esta muerte es espiritual y no
física, y sea de una u otra manera, Dios juzgaba).
D) EXAMINARSE A SÍ MISMO
Antes de tomar del pan y del vino debemos examinarnos a nosotros mismos,
para ver cómo estamos viviendo delante de Dios, 1ª de Corintios 11:28, dice: “Por
tanto, pruébese cada uno a sí mismo, y coma así del pan, y beba de la copa.”
Es bueno hacer esto, pues no debemos tomar del pan y del vino a la ligera; no
podemos participar de la mesa del Señor, y vivir a la vez una vida de pecados.
“No podéis beber la copa del Señor, y la copa de los demonios; no podéis participar
de la mesa del Señor, y de la mesa de los demonios.” (1ª de Corintios 10:21).
De igual manera, nosotros debemos estar limpios para participar de la mesa del
Señor. Para estar limpios necesitamos solamente examinar nuestro corazón, reconocer
en qué fallamos y pecamos, y pedirle al Señor perdón con toda sinceridad y con actitud
de restaurar nuestra vida.
Cuando hacemos esto, recibimos bendición y no juicio de Dios por tomar indignamente.
28
“Si, pues, nos examinásemos a nosotros mismos, no seríamos juzgados; mas siendo
juzgados, somos castigados por el Señor, para que no seamos condenados con el
mundo.” (1Cor.11:31-32)
“Examina la senda de tus pies, y todos tus caminos sean rectos.” (Proverbios 4:26).
ALGUNAS PREGUNTAS
A) ¿CUÁNDO PODEMOS CELEBRAR LA CENA DEL SEÑOR?
Unos grupos la celebran todos los domingos, otros la administran el primer
domingo de cada mes, en las iglesias rurales sólo una vez en varios meses, cuando al
ministro le es posible asistir a un servicio. La escritura dice “todas las veces” (1ª de
Corintios 11:26), lo cual deja a criterio de las iglesias la frecuencia de la celebración. La
Iglesia comenzó a celebrar el partimiento del pan todos los días por las casas en
Jerusalén.
Más tarde vemos que se celebraba el primer día de la semana (el domingo, pues
fue el día en que se empezó a reunir toda la Iglesia).
“El primer día de la semana, reunidos los discípulos para partir el pan...” (Hechos
20:7).
“... Cuando os reunís como iglesia, oigo que hay entre vosotros divisiones... Cuando,
pues, os reunís vosotros, esto no es comer la cena del Señor”. (1ª Corintios 11:18, 20).
14:1 En el día del Señor reuníos y romped el pan y haced la Eucaristía, después de
haber confesado vuestros pecados, a fin de que vuestro sacrificio sea puro.
14:2 Todo el que tenga disensión con su compañero, no se junte con vosotros hasta
que no se hayan reconciliado, para que no sea profanado vuestro sacrificio.
14:3 Este es el sacrificio del que dijo el Señor: "En todo lugar y tiempo se me ofrece
un sacrificio puro: porque yo soy el gran Rey, dice el Señor, y mi nombre es
admirable entre las naciones". (Didaje, siglo I)
“En el día llamado del Sol (domingo) se reúnen en el mismo lugar todos los fieles de
la ciudad y la campiña. Mientras hay tiempo para ello, leense las memorias de los
apóstoles o escritos de los profetas; cuando el lector ha concluido, el que preside el
29
culto añade algunas instrucciones y exhortaciones orales, proponiendo a los fieles la
imitación de las hermosas enseñanzas que se acaban de leer.
Después, todos de pie, oran. Concluida la oración, traen pan, vino y agua. Entonces
se levanta el presidente, ora y da gracias a Dios, y el pueblo responde: "Amén". En
seguida se reparten los alimentos consagrados, participando de ellos los presentes.”
(Justino Mártir, Apología II, en el siglo II).
Además de tener el partimiento del pan todos juntos como iglesia, sería bueno
también conservar la buena costumbre de celebrar la Cena del Señor en grupos
pequeños por las casas, esto ayudaría muchísimo a la comunión y amistad entre los
hermanos de nuestras congregaciones.
Los escritos de los primeros cristianos apuntan sobre este tema, la primera
referencia la encontramos en una carta de un “no creyente”, la de Plinio el Joven
(procónsul de Bitinia y de Ponto), el cual escribió al emperador Trajano en el año 103,
dando informe después de haberse enterado por sí mismo de lo que pensaban los
cristianos:
Cartas Plinio.- “Las faltas o errores de los cristianos, consistían en los siguientes: en
cierto día indicado, reuníanse antes de la salida del sol; cantaban uno después de
otros, himnos en loor de Cristo, como a un Dios; por juramento se comprometían a
no realizar ningún robo o pillaje; a no cometer adulterio; a cumplir las promesas; a
no negar ningún deposito, después de lo cual tenían la costumbre de separarse, para
reunirse luego, con el objeto de comer manjares comunes e inocentes”
Debemos celebrar con frecuencia esta comida sagrada, así lo recomiendan en sus
escritos los Padres de la iglesia.
Por lo tanto, poned empeño en reuniros con más frecuencia para celebrar la
Eucaristía de Dios y tributarle gloria. Porque, cuando apretadamente os congregáis
en uno, se derriban las fortalezas de Satanás y por la concordia de vuestra fe se
destruye la ruina que él os procuraba.
Nada hay más precioso que la paz, por la que se desbarata la guerra de las potestades
celestes y terrestres. (Ignacio a los Efesios 13:1-2)
Cipriano de Cartago (murió mártir en el 258) dice que en sus días, celebraban el
partimiento del pan diariamente: “Nosotros recibíamos todos los días la Eucaristía”.
30
“Así, pues, todas las veces que comiereis este pan, y bebiereis esta copa... Por tanto,
pruébese cada uno a sí mismo, y coma así del pan, y beba de la copa.” (1ª Corintios
11:26, 28).
Los discípulos de los apóstoles la practicaron también así, lo podemos leer en los
escritos de Justino Mártir (siglo II):
“En el día llamado del Sol (domingo) se reúnen en el mismo lugar todos los fieles de
la ciudad y la campiña. Mientras hay tiempo para ello, leense las memorias de los
apóstoles o escritos de los profetas; cuando el lector ha concluido, el que preside el
culto añade algunas instrucciones y exhortaciones orales, proponiendo a los fieles la
imitación de las hermosas enseñanzas que se acaban de leer.
Después, todos de pie, oran. Concluida la oración, traen pan, vino y agua. Entonces
se levanta el presidente, ora y da gracias a Dios, y el pueblo responde: "Amén". En
seguida se reparten los alimentos consagrados, participando de ellos los presentes.”
(Apología II).
“No obstante haber sido frecuente desde los principios de la religión cristiana el uso de
comulgar con las dos especies; viendo empero, mudada ya en muchísimas partes con el
tiempo aquella costumbre, la Santa Madre Iglesia ha aprobado, movida de grandes y
justas causas, la de comulgar bajo una sola especie, decretando que esto se observase
como ley.”
Como muy bien afirma el edicto de Trento, “desde los principios de la religión
cristiana” se comulgaba con las dos especies. Fue a partir del año 440, cuando los
maniqueos comenzaron a introducir estas ideas (secta cuyo líder era el persa Maniqueo,
quien a mediados del tercer siglo, se proclamó el profeta que venía a sustituir a Cristo.
Su doctrina era una fusión entre el dualismo persa, el gnosticismo, el marcionismo y el
cristianismo. Tuvo influencia entre algunos cristianos introduciéndose algunas prácticas
suyas en la Iglesia). Éstos intentaron introducir la costumbre de tomar la comunión bajo
la sola especie de pan, pues ellos no bebían vino. Los cristianos de su tiempo repudiaron
enérgicamente esta herejía; así leemos los escritos de León (año 450) y Gelasio (año
492), obispos ambos de Roma:
“Hallamos que algunos, habiendo recibido solamente una parte del cuerpo, se
abstienen de la copa de la Santa Sangre, los cuales, sin duda por estar atados por no sé
qué superstición, o deben recibir todo el sacramento o apártense del todo porque la
división de uno y el mismo misterio no puede hacerse sin grande sacrilegio.” (León,
Mac. oper., In. 1623 col. 108, Sermón IV de Cuadrág.)
31
He aquí un lamentable contraste y contradicción entre un “papa” de la
antigüedad y el concilio antiecuménico de Trento que promovió la ruptura del
protestantismo.
Esta costumbre es muy sana y buena, ya que presidir este sagrado acto es muy
serio y no se puede hacer a la ligera. Si el tomar del pan y del vino indignamente trae
consigo juicio (1ª de Corintios 11:29), cuanto más el que lo oficie indignamente.
En las Escrituras, salvo la Santa Cena que Jesús tuvo con sus discípulos y el
partimiento del pan con los dos de Emaús, no vemos ninguna otra oficiada por
ministros. Suponemos que cuando todos se veían como Iglesia en un mismo lugar, los
líderes orarían para pedir la bendición sobre el pan y el vino. Pero vemos otros
momentos en que se partía el pan en grupos pequeños por las casas, recordemos que
había más de 3.000 personas, debían pues oficiar los hermanos sencillos, pero
espirituales, en Hechos 2:41, 42, 46, leemos:
“Así que, los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día
como tres mil personas. Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la
comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones... Y
perseverando unánimes cada día en el templo, y partiendo el pan en las casas, comían
juntos con alegría y sencillez de corazón.”
Viendo estos ejemplos me atrevería a decir que el pan y el vino pueden ser
oficiados por cualquier hermano espiritual, nacido de nuevo. Al hablar de espiritual no
me refiero a años de convertido. Cualquier buen hermano está autorizado para oficiarlo.
Sería buena costumbre reunirse en pequeños grupos (llámense casas, células,
discipulados...) para tener comunión, orar juntos, aprender de la Palabra, y para partir el
pan. En estas reuniones cualquier hermano maduro podría orar por el pan y el vino.
Aunque siempre es bueno tener el consentimiento y la autorización de los pastores o
ancianos de la iglesia, así lo entendían también los primeros cristianos y lo dejaron
plasmado en sus escritos.
Seguid todos al obispo, como Jesucristo al Padre, y al colegio de ancianos como a los
Apóstoles; en cuanto a los diáconos, reverenciados como al mandamiento de Dios.
Que nadie, sin contar con el obispo, haga nada de cuanto atañe a la iglesia. Sólo
aquella Eucaristía ha de tenerse por válida que se celebre por el obispo o por quien de
él tenga autorización.
Dondequiera apareciere el obispo, allí esté la muchedumbre, al modo que donde
quiera estuviere Jesucristo, allí está la Iglesia universal. Sin contar con el obispo, no
es lícito ni bautizar ni celebrar la Eucaristía; sino, más bien, aquello que él aprobare,
eso es también lo agradable a Dios, a fin de que cuanto hiciere sea seguro y válido.
(Ignacio a los Esmirniotas 8:1-2)
32
D) ¿QUÉ SE DICE Y QUÉ SE HACE AL PARTIR EL PAN Y EL VINO?
“Primero en esos cultos se hace una lectura de los Evangelios, a la que sigue la
homilía, después se dicen unas oraciones rogando por los cristianos y por todos los
hombres seguida del ósculo de la paz, luego viene la presentación de las ofrendas, su
consagración y distribución por medio de los diáconos. El pan y el vino consagrados,
son ya el cuerpo y la sangre del Señor, y esta ofrenda constituye el sacrificio puro de
la nueva ley, pues los demás sacrificios son indignos de Dios”.
El hermano que va a orar por el pan y el vino debería leer antes algún pasaje de
los que hablan sobre la Cena del Señor. Estos son:
Y mientras comían, tomó Jesús el pan, y bendijo, y lo partió, y dio a sus discípulos, y
dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo.
Y tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio, diciendo: Bebed de ella
todos; porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para
remisión de los pecados.
Y os digo que desde ahora no beberé más de este fruto de la vid, hasta aquel día en
que lo beba nuevo con vosotros en el reino de mi Padre. (Mateo 26: 26-28)
Y mientras comían, Jesús tomó pan y bendijo, y lo partió y les dio, diciendo: Tomad,
esto es mi cuerpo.
Y tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio; y bebieron de ella todos.
Y les dijo: Esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada.
De cierto os digo que no beberé más del fruto de la vid, hasta aquel día en que lo
beba nuevo en el reino de Dios. (Marcos 14:22-25)
Y tomó el pan y dio gracias, y lo partió y les dio, diciendo: Esto es mi cuerpo, que por
vosotros es dado; haced esto en memoria de mí.
De igual manera, después que hubo cenado, tomó la copa, diciendo: Esta copa es el
nuevo pacto en mi sangre, que por vosotros se derrama. (Lucas 22:19-20)
Porque yo recibí del Señor lo que también os he enseñado: Que el Señor Jesús, la
noche que fue entregado, tomó pan; y habiendo dado gracias, lo partió, y dijo:
Tomad, comed; esto es mi cuerpo que por vosotros es partido; haced esto en memoria
de mí.
Asimismo tomó también la copa, después de haber cenado, diciendo: Esta copa es el
nuevo pacto en mi sangre; haced esto todas las veces que la bebiereis, en memoria de
mí.
33
Así, pues, todas las veces que comiereis este pan, y bebiereis esta copa, la muerte del
Señor anunciáis hasta que él venga. (1ª Corintios 11:23-26)
Después de orar algunos hermanos ayudan a distribuirlo; mientras los hermanos lo van
cogiendo se puede exhortar al examen privado de nuestras obras y actitudes delante del
Señor.
Esto es sólo un ejemplo, ya que cada grupo tiene sus costumbres. No debemos olvidar
que el Espíritu Santo nos puede mover de la manera que Él quiera y tener cultos
distintos de los que acostumbramos.
34
En los escritos antiguos de los primeros cristianos leemos la oración que hacían
al principio y al final de la celebración del partimiento del pan. El más antiguo de todos
ellos, la Didaje, del siglo primero, dice:
35
21
No podéis beber la copa del Señor, y la copa de los demonios; no podéis participar
de la mesa del Señor, y de la mesa de los demonios. (1ª de Corintios 10:21)
Pueden participar por tanto de ella sólo y exclusivamente los discípulos, aquéllos
que viven conforme al Evangelio de Jesús siguiendo sus pasos.
“... Tomó Jesús el pan, y lo partió, y dio a sus discípulos...” (Mateo 26:26; Marcos
14:22).
“El primer día de la semana, reunidos los discípulos para partir el pan...” (Hechos
20:7).
Los primeros cristianos así lo hicieron también; Justino Mártir (que murió en el
año 165) escribió:
Que nadie coma ni beba de vuestra comida de acción de gracias, sino los bautizados
en el nombre del Señor, pues sobre esto dijo el Señor: No deis lo que es santo a los
perros. (Didaje 9:5)
Como hemos leído en estos textos, los primeros hermanos llamaban también al
partimiento del pan Eucaristía, que significa acción de gracias, recordando con esta
palabra las citadas por el Señor Jesús.
“Y habiendo dado gracias, lo partió, y dijo: Tomad, comed.” (1ª Corintios 11:24)
“Y habiendo dado gracias, les dio, diciendo: Bebed de ella todo” (Mateo 26:27)
Eran tan íntimos estos cultos de partimiento del pan, en los que no entraban
inconversos, que se creyó entre los del pueblo que hacían ritos raros, ya que habían oído
que su Mesías era un niño nacido en un pesebre y que se lo comían dentro de un pan.
Estos cultos no son para hacer evangelismo, son de intimidad de la Iglesia, donde el
Señor se puede mover con su Espíritu con libertad.
36