Facultad de Ciencias Humanas Y Sociales: La Salud Mental de Los Profesionales de La Psicología: Una Revisión Sistemática
Facultad de Ciencias Humanas Y Sociales: La Salud Mental de Los Profesionales de La Psicología: Una Revisión Sistemática
Facultad de Ciencias Humanas Y Sociales: La Salud Mental de Los Profesionales de La Psicología: Una Revisión Sistemática
SOCIALES
Madrid
2021/2022
Resumen
Abstract
The growing demand for psychological care for the population that experienced
symptoms or emotional distress during the COVID-19 pandemic has been
unquestionable. The purpose of the present systematic review is to offer an insight into
the impact on the mental health of psychology professionals who faced the health crisis,
how they dealt with the challenge of online psychotherapy and to analyze the presence of
burnout as a potential adverse effect of the pandemic. A literature search was conducted
using the databases: PsycINFO, Google Scholar and PubMed and a total of 13 articles
were selected for review. The results show that these professionals experienced burnout,
anxiety, frustration, and guilt in relation to the overload of care and staff shortages, which
were exacerbated by being in a situation of emergency and uncertainty. The results
emphasize the need to prioritize mental health and promote self-care among psychology
workers.
1. Introducción ............................................................................................... 1
2. Objetivos .................................................................................................... 7
3. Método ........................................................................................................ 7
3.1 Estrategia de búsqueda ...................................................................................7
3.2 Criterios de inclusión y exclusión....................................................................8
3.1 Selección de estudios .......................................................................................8
4. Resultados ............................................................................................... 10
4.1 Impacto de la pandemia en la salud mental de los profesionales de la
psicología .............................................................................................................10
4.2 El desafío de la psicoterapia online en tiempos de pandemia .......................14
4.3 Burnout: Un potencial efecto adverso entre los profesionales de la salud
mental ..................................................................................................................16
4.4 La importancia del autocuidado del psicólogo hoy en día ............................18
5. Discusión y conclusiones ......................................................................... 21
6. Referencias bibliográficas ....................................................................... 25
1. Introducción
En el contexto actual, la pandemia por coronavirus no sólo ha perjudicado la salud
física de los contagiados, sino que de igual modo está suponiendo un importantísimo
impacto para la salud mental y el bienestar de las personas en todo el mundo (Cerdá,
2021; Kontoangelos et al., 2020). Si bien es cierto que el campo de la salud mental
pertenecía a la zona descuidada y poco abordada de la sanidad pública, a causa de su
relativa invisibilidad, hasta la llegada de la pandemia. Que, desde el primer momento se
estudiaron y destaparon las consecuencias psicológicas que la sociedad estaba acarreando
(Galiano et al., 2020).
Los ciudadanos hemos sido testigos de cómo la enfermedad ha alterado nuestra vida
social, personal, laboral y cotidiana (BPS, 2020; Rodríguez-Rey et al., 2020). En España,
como en muchos otros países, las restricciones que fueron tomadas para frenar el
coronavirus, la pérdida de seres queridos en completo aislamiento y la dura situación a la
que hicieron frente enfermos y sanitarios (Rodríguez-Rey et al., 2020); ha dado paso a un
largo periodo de incertidumbre, ha reducido los contactos sociales, ha interrumpido las
rutinas diarias y ha contagiado un gran temor a enfermarse; todo esto exacerbado por el
desconocimiento de la duración y el futuro que nos esperaría (Hernández, 2020;
Rodríguez-Cahill, 2020); además de llegar a experimentar síntomas depresivos como la
desesperanza, aburrimiento y frustración al perder una rutina, trastornos en el sueño o
alteraciones en el apetito (Ribot et al., 2020). Evidenciándose así, el impacto psicológico
que comenzaba a pasar factura en forma de altos niveles de ansiedad, depresión y estrés,
anticipándose de esta manera la aparición de posibles secuelas psicológicas entre los
habitantes (Rodríguez-Cahill et al., 2020).
Por lo tanto, no podemos negar que la salud mental es un elemento clave de nuestro
bienestar y que las circunstancias excepcionales causadas por la pandemia también han
revelado su fragilidad. La creciente necesidad de apoyo en materia de salud mental no es
proporcional con los recursos disponibles, que no han progresado al ritmo adecuado,
colocando al sistema de salud pública en una situación de alerta respecto a su capacidad
de reacción y resiliencia (Cerdá, 2021; Legido-Quigley et al., 2020).
De acuerdo con un informe reciente (OMS, 2021), las metas en salud mental no han
sido alcanzadas: los profesionales de la salud se han visto totalmente desbordados debido
principalmente a la urgencia de atención psicológica, la falta de servicios necesarios y la
1
escasez de profesionales. Esto acompañado con que los servicios ofrecidos estaban
condicionados por la excesiva carga de trabajo; paralelamente que, estos profesionales
se esforzaban por adaptarse a la “nueva normalidad”.
Asimismo, algunos datos exponen la precariedad ante la que nos enfrentamos, puesto
que en España se invierte alrededor del 5% del gasto sanitario a salud mental. Se trata de
una cifra insignificante para atender a un país en el que se ha pronosticado que los
trastornos mentales se incrementarán cerca de un 20% tras la irrupción de la COVID-19
(Cerdá, 2021). Es por esto que, con el propósito de alcanzar una mayor visibilidad y lograr
mejores resultados, es recomendable invertir en servicios psicológicos con el fin de cuidar
la salud mental y bienestar de la población (Kang et al., 2020).
Bretón y San Miguel (2020) señalan como principales grupos vulnerables para sufrir
problemas psicológicos durante la pandemia a las personas que necesitaron asistencia
hospitalaria y a las personas con alguna patología previa. Del mismo modo, las parejas
que vivieron el aislamiento separadas, las personas que fueron despedidas durante el
confinamiento, las mujeres, los jóvenes y aquellos que están dentro de grupos de
población de riesgo como son las personas mayores (Rodríguez-Rey et al., 2020); sin
olvidarnos del personal sanitario que estuvo en primera línea bajo numerosos estresores
(Organización de las Naciones Unidas [ONU], 2020).
Esta crisis sanitaria se plantea como un gran reto psicológico desde los profesionales
de la salud hasta la población (Rodríguez-Cahill, 2020). Por ello, la mirada se debe
colocar en investigar en profundidad cómo la salud mental afecta no solo a la población
general, sino también a aquellos grupos más propensos a desarrollar sintomatología
psicológica asociada con el agotamiento por COVID-19 (Hernández, 2020).
2
La Organización Internacional del Trabajo (OIT) y La Organización Mundial de la
Salud (OMS) han desvelado que existe una gran preocupación y deterioro en la salud
mental debido principalmente a las condiciones de trabajo estresantes. Se calcula que
aproximadamente el 30% de la población a nivel global sufre estrés laboral (Gómez y
Calderón, 2017). Aquellos profesionales que tienen contacto directo con el sufrimiento
humano no son ajenos; sino que, por el contrario, están altamente expuestos a sufrirlo,
por condiciones inherentes a su labor profesional (Díaz, 1994; Llano et al., 2020).
Por otro lado, aunque el concepto de burnout entre los profesionales sanitarios no es
nuevo, el reciente enfoque en la literatura académica ha arrojado algo de luz sobre una
experiencia anteriormente poco investigada entre los psicólogos clínicos (Bridgeman et
al., 2018). Esto se debe a que hay una gran variedad de profesiones que se han estudiado
en relación con la presencia del Síndrome de Burnout (SBO); en cambio son pocas las
investigaciones que se hayan enfocado expresamente en cómo las características del
individuo, los recursos y las responsabilidades laborales influyen en el agotamiento entre
los psicólogos (McCormack et al., 2018)
Benavides-Pereira et al., (2010) consideran que una de las causas del burnout es la
exigencia emocional en la relaciones interpersonales entre el profesional y el que recibe
sus servicios, por esta razón durante un tiempo se justificó que el SBO lo sufrían tan solo
trabajadores cuya labor estaba directamente relacionada con otras personas,
especialmente profesiones asistenciales tales como enfermeros/as, médicos/as o
psicólogos/as, entre otros. Pues, como venimos anunciando, el tener contacto directo con
el sufrimiento, la frustración humana y la responsabilidad que implica tener que tomar
decisiones constantemente, los hace más susceptibles a padecer consecuencias negativas
(Llano et al., 2020) y a sufrir angustia psicológica mientras luchan por llevar a cabo sus
tareas profesionales, unida a la inestabilidad emocional ante el miedo, el dolor y la tristeza
de los pacientes (Esperidião et al., 2020); y con el riesgo de que puedan repercutir en la
vida personal del sanitario.
Por otro lado, los profesionales de la salud mental no son inmunes a las dificultades
cotidianas (Dearing et al., 2005), pues también es cierto que sus vidas rutinarias están
impregnadas de preocupaciones, incertidumbres, tensiones, ansiedades etc. (Esperidião
et al., 2020). Al fin y al cabo, estos trabajadores han demostrado ser susceptibles al
sufrimiento psicológico y su condición de especialista no los deja al margen de los
obstáculos de la vida. Asimismo, los profesionales de la salud mental a menudo están
sometidos a infinidad de escenarios emocionalmente intensos en su lugar de trabajo,
sumado a los efectos acumulativos de presenciar múltiples narrativas de sufrimiento,
trauma y pérdida, entre otros. En este sentido, están sujetos a múltiples demandas
4
emocionales que compiten entre sí y que aumentan el riesgo de burnout (Simpson et al.,
2019).
Por otra parte, Bearse (2012) afirma que a lo largo del tiempo se han hecho grandes
esfuerzos por reducir el estigma vinculado a la psicoterapia, así como por eliminar las
barreras en búsqueda de ayuda profesional. Continuamente, los psicólogos son quienes
animan a otros a que se aprovechen de los servicios de salud mental, pero en ocasiones
les cuesta ser ellos mismos quienes disfruten de ese cuidado, cuando realmente lo
necesitan. Siendo importante mencionar, que aquel que atiende la salud mental del otro
no debe olvidar su propia salud mental, pues como afirman Barnett et al., (2007) el no
atender adecuadamente el propio bienestar y el autocuidado, puede poner al experto en
riesgo de deterioro del funcionamiento profesional.
De manera que los psicólogos pueden experimentar estrés en relación con las fuertes
demandas emocionales asociadas a la relación terapéutica con clientes, incluyendo la falta
de mejora del cliente, la recaída de los síntomas, la ideación y los intentos de suicidio, los
comportamientos agresivos o violentos, así como las demandas prácticas relacionadas
con el papeleo, la práctica ética, las quejas por mala praxis y el aislamiento profesional
(Barnett et al., 2007). Por esta razón es de vital importancia crear un equilibrio sostenible
entre el cuidado de nuestros clientes y el cuidado de nosotros mismos (Wise et al., 2012).
5
En otras palabras, el estrés, el agotamiento y el deterioro profesional son frecuentes entre
los profesionales de la salud mental y pueden tener un impacto negativo en su trabajo
clínico, mientras que el compromiso con el autocuidado puede ayudar a promover el
bienestar del terapeuta (Posluns y Gall, 2020).
En este sentido, el estado mental del terapeuta cobra suma importancia ya que el
instrumento más valioso con el que cuenta el clínico en su trabajo es su propia persona
(Corveleyn, 1998). Dado que la pandemia puede haber desvelado las exigencias a las que
se vieron sometidos los profesionales de la psicología que estuvieron al frente de los
efectos psicológicos de la población. Por consiguiente, abordaremos el impacto que el
COVID-19 ha tenido en el agotamiento del profesional, tomando en consideración el
autocuidado de este como factor decisivo para obstaculizar o facilitar el adecuado
desempeño de su actividad laboral.
6
2. Objetivos del trabajo
Esta primera fase del trabajo consistió en una búsqueda bibliográfica, para ello, se
consultaron las siguientes bases de datos: PsycINFO, PubMed y Google Scholar, al ser
consideradas idóneas con el campo de estudio. Además, para ampliar la búsqueda fue
preciso revisar la bibliografía de las citas más relevantes de los artículos escogidos.
7
COVID-19, pandemic, burnout, mental health professionals, help seeking, online
psychotherapy, well being, self-care; y combinándolas con los operadores booleanos
AND y OR.
Criterios de inclusión
Criterios de exclusión
- No se tomaron en cuenta los casos en los que los resultados de búsqueda fueron
muy elevados (más 100) que aparecieran a partir de la 4º página de resultados.
- Estudios que incluyeran a otros grupos profesionales que no fueran profesionales
de la salud, más concretamente que no fueran profesionales de la psicología.
8
Figura 1: Diagrama de flujo explicando el procedimiento de selección de los
artículos
Referencias
relevantes extraídas Referencias
de bases de datos relevantes extraídas
(PsycInfo, Google de otras fuentes:
Scholar y PubMed):
13
42
Artículos duplicados: 7
9
4. Resultados
Además, analizaremos los factores de riesgo que los han llevado a experimentar
burnout y fatiga por compasión asociado con el agotamiento por COVID-19. Finalmente,
como factor de protección se hará hincapié en la importancia de priorizar el autocuidado
del psicólogo y abordaremos diferentes estrategias que han llevado a cabo estos clínicos
para combatir la demanda de trabajo y la sobrecarga emocional. Que, a su vez, nos
permitirán conocer cuáles les fueron de utilidad para promover su bienestar físico y
mental durante el estado de emergencia.
La crisis sanitaria del coronavirus ha puesto en aprietos a todos los servicios de salud
mental. Hemos sido testigos de un alarmante aumento de casos que han buscado
intervención psicológica y que han necesitado apoyo y orientación sobre cómo afrontar
una desconocida, impredecible y amenazadora situación, para la que el mundo no se
encontraba preparado (Rokach y Boulazreg, 2020). Todos los gobiernos se volcaron para
reducir las consecuencias psicosociales y para ello, pusieron en marcha intervenciones de
emergencia sanitaria, formadas por equipos psicológicos con el fin último de ayudar
desde pacientes y trabajadores hasta la población en general frente el incremento de
síntomas de ansiedad, depresión, miedo y estrés (Rossi et al., 2021).
10
en este sector ha sido muy notorio en todo el mundo, principalmente en el estudio de
médicos/as y de enfermeros/as (García et al., 2020).
Sin embargo, en comparación con estos grupos sanitarios, parece que sólo unos pocos
estudios se han centrado en evaluar la prevalencia del agotamiento y de síntomas
depresivos y ansiosos entre profesionales que no estaban en primera línea, como han sido
psiquiatras, psicólogos y otros profesionales de la salud mental (Alkhamees et al., 2021).
Quienes, pese a los datos limitados sobre cómo se han visto perjudicados, Northwood et
al., (2021) insisten en que se han visto sometidos a factores de estrés similares a los que
han afectado a aquellos profesionales que sí estuvieron en primera línea. Por tanto, han
sido igual de proclives a sufrir las consecuencias psicológicas de la pandemia.
En este sentido, no podemos pasar por alto la salud mental de aquellos que han estado
y se encuentran al servicio de las necesidades psicológicas de los demás (García et al.,
2020; Rossi et al., 2021). Ni hacer caso omiso a las posibles interferencias que su
capacidad para atender a la población y desempeñar sus intervenciones de manera
eficiente y efectiva pueda verse afectada. Con el riesgo de experimentar desgaste personal
y profesional disminuyendo así, la calidad y efectividad de su tratamiento (García et al.,
2020).
11
En otras palabras, el trabajo en salud mental, sobre todo al comienzo de la crisis
sanitaria, fue exigente y agobiante. Es por esto que los clínicos se vieron sometidos a un
estrés laboral relacionado con la interacción entre el COVID-19, el entorno de trabajo y
el efecto individual y acumulativo sobre su salud mental y autoeficacia (Rossi et al.,
2021).
La ansiedad entre los psicólogos es prácticamente universal, podría decirse que casi
todos los psicólogos del mundo están experimentando algún impacto negativo en su salud
mental (Norcross y Phillips, 2020). La angustia psicológica ha predominado entre estos
clínicos en los momentos que trataban de realizar adecuadamente su trabajo, lidiar con el
malestar de otros, al tiempo que, vivían sus propios temores y preocupaciones llevando a
estos profesionales a un mayor desgaste emocional y laboral (García et al., 2020; Rokach
y Boulazreg, 2020).
Además, el desahogo de las emociones negativas del cliente puede provocar que el
profesional padezca sentimientos parecidos. De esta forma, vincularse con el estado
emocional del paciente puede llevar al trabajador a presentar un mayor desgaste
profesional. Influyendo de manera directa en el estrés percibido y haciéndole más
susceptible al agotamiento emocional (Joshi y Sharma, 2020). Durante la pandemia,
psicólogos que mostraron contagio emocional han informado de altos niveles de estrés
que, sostenido en el tiempo, le puede conducir a un mayor agotamiento (Joshi y Sharma,
2020). En esencia, percibir estrés está estrechamente relacionado con el contagio
emocional.
12
una inusual situación en la que profesional y paciente se encontraban bajo el mismo
escenario de emergencia, en el que todos sufrían la pandemia (Rossi et al., 2021).
Por esta razón, cuando el psicoterapeuta comienza a sentirse menos eficaz y a perder
la confianza, a largo plazo esta angustia se puede transformar en un estado de agotamiento
(Joshi y Sharma, 2020). Norcross y Phillips (2020) señalaron la necesidad de autocuidado
del clínico para su autoeficacia profesional durante la pandemia.
13
4.2 El desafío de la psicoterapia en línea en tiempos de COVID-19.
Durante la cuarentena, una de las medidas para prevenir los contagios del COVID-19
fue reducir las interacciones cara a cara. Es por esto que las instituciones pusieron en
marcha servicios online para promover la asistencia psicológica para todos aquellos que
lo demandaban (Rossi et al., 2021). En otras palabras, para responder rápidamente a esta
emergencia sanitaria, se impulsó la video-terapia como herramienta esencial para atender
a la población desde sus casas (Crescenzo et al., 2021).
Por lo que, el COVID-19 ha transformado las vidas y las prácticas de los psicólogos.
Han tenido que adaptarse a las nuevas exigencias y dar un giro a sus formas habituales de
trabajo (BPS, 2020). Se han visto obligados a incorporar la atención online a la relación
terapéutica (Rodríguez-Ceberio, 2020), a decir adiós, al menos temporalmente, al
escenario presencial. Para dar paso a ofrecer servicios de manera remota (Cano et al.,
2021; Rossi et al., 2021), sin mucho tiempo para acceder a formación o apoyo (Aafjes-
van Door et al., 2021) y con el temor e incertidumbre sobre el Estado de Alarma, la
incorporación de las tecnologías y, por consiguiente, las incipientes dudas respecto la
calidad de las intervenciones y la confianza del clínico en sus competencias profesionales
(Cano et al., 2021).
En este sentido, Aafjes-van Door et al., (2021) reportan que algunos profesionales de
la salud mental experimentaron algunas dudas y manifestaron ansiedad durante la
transición a la video-terapia, principalmente aquellos más jóvenes o con menos
experiencia. Por un lado, al preocuparse por las dificultades técnicas con la plataforma y
por otro, por los obstáculos que podrían aparecer en la relación terapéutica. Además, el
encontrarse en medio de una pandemia mundial es posible que agudizara los niveles de
estrés percibidos entre los profesionales. Por lo tanto, las dudas del profesional se podrían
relacionar con la situación vivida, con la inquietud por la crisis económica y social que
se avecinaba (Cano et al., 2021), así como con la excesiva carga de trabajo y el posible
deterioro de las intervenciones (Rodríguez-Ceberio, 2020).
Por otro lado, Rossi et al., (2021) señalaron como a un grupo de psicólogos les resultó
muy difícil utilizar el teléfono o el ordenador para ponerse en contacto con los pacientes
para realizar las sesiones psicoterapéuticas. Al manifestar que la videollamada o la
llamada telefónica podía ser percibida como un instrumento de distanciamiento o, al
contrario, como una herramienta invasiva en la relación entre psicólogo y paciente. En la
14
misma línea, Cano et al., (2021) ofrecen una postura pesimista respecto a la pérdida de
calidad en el vínculo entre psiquiatra y paciente, dado que, a partir de la muestra de
psiquiatras, más de la mitad reportaba que la relación se veía dañada a causa de la
distancia.
En este sentido, aquellos profesionales que trabajaron desde casa en mitad de la crisis
sanitaria mostraron la necesidad de apoyo personal y profesional durante la pandemia
(Rossi et al., 2021). Esto se debió a que el teletrabajo, el prolongamiento de la cuarentena
y las intensas demandas de tiempo y atención provocaron una ambigüedad entre los
límites de sus vidas privadas y profesionales que parecía que se iban desvaneciendo
(Rodríguez-Ceberio et al., 2020), la sensación de impotencia y la capacidad de
afrontamiento insuficiente (Cano et al., 2021) y, en definitiva, resultó en un incremento
de sentimientos de agotamiento emocional y de soledad (Norcross y Phillips, 2020).
15
Finalmente, cabe destacar que, a pesar de sentir que la relación terapéutica era menos
auténtica que la terapia en persona, Aafjes-van Door et al., (2021) recalcan que los
resultados mostraron una relación real relativamente fuerte a distancia. En esencia, estos
autores señalan que es posible que, durante la experiencia compartida de la pandemia, los
terapeutas y los pacientes se hayan sentido más conectados como seres humanos, lo que
posiblemente haya reflejado las puntuaciones relativamente altas en la relación real.
16
El estrés y el burnout son resultados comunes que se derivan de las altas demandas
de trabajo y los bajos aspectos positivos en el trabajo. Con el aumento de la
demanda de trabajo durante la pandemia, estos profesionales se enfrentaron a una
desproporcionada carga de trabajo, a un entorno laboral restringido y a nuevos
desafíos para elaborar estrategias efectivas que ayudaran a abordar las
preocupaciones de la población, viéndose obligados a tener que mantenerse al día
con materiales y recursos que pudieran ser de ayuda para los pacientes.
Paralelamente que, lidiaban con un trabajo percibido como poco positivo y
enriquecedor (Joshi y Sharma, 2020, p.3).
En resumen, al ser las exigencias del trabajo mayores que los aspectos positivos, los
profesionales de la salud mental corrieron el riesgo de sufrir burnout durante la crisis
sanitaria de COVID-19 (Joshi y Sharma, 2020).
17
La fatiga por compasión supone una continua y excesiva preocupación por el paciente
que, puede llegar a ser considerado normal, cuando se interviene con personas con estrés.
Mientras que, la fatiga por compasión acumulada da origen a un estado de agotamiento y
reduce la capacidad del profesional para atender al paciente después de estar expuesto a
su angustia (Joshi y Sharma, 2020). De esta forma, durante la pandemia los profesionales
que han trabajado con personas que atravesaban momentos muy complicados y
mostraban altos niveles de angustia psicológica al relatar detalles de los acontecimientos,
han sufrido un mayor desgaste laboral (BPS, 2020). De hecho, Crescenzo et al., (2021)
refieren que un aumento de la carga emocional puede inducir a los profesionales a
experimentar el SBO.
Por otro lado, el hecho de estar inmerso en una situación crítica como ha sido la
pandemia, en la que cargaban con las dificultades ajenas junto con las propias, ha llevado
a un mayor desgaste emocional a los profesionales de la salud mental (García et al., 2020).
Es por esto que, con la actual crisis sanitaria, paciente y psicólogo se encontraban en las
mismas circunstancias, atravesando la misma situación que aquellos que solicitaban
ayuda (Rossi et al., 2021). De tal forma que se corría el riesgo de interferir en el adecuado
desempeño profesional y de poner en peligro el vínculo terapéutico si no eran capaces de
reconocer y separar el propio mundo emocional. Por esto, preservar la armonía, la
objetividad y el estar enfocado como terapeuta activo se convirtió en un reto para algunos
(Joshi y Sharma, 2020).
Por lo tanto, los profesionales de la salud mental han tenido que responder
rápidamente a un estado de agitación e incertidumbre, expuestos además a una carga
considerada como desafiante y comprometiendo su propia salud mental (Crescenzo et al.,
2021). Por esta razón, durante esta emergencia sanitara es significativo aumentar la
comprensión del agotamiento y angustia psicológica que han experimentado los
psicólogos que han proporcionado tratamiento durante la pandemia (Rossi et al., 2021).
18
estrategias de autocuidado en sí mismos al conocer su importancia en el bienestar
personal, laboral y social (García et al., 2020).
Sin embargo, parece ser más sencillo decirlo que ponerlo en práctica (Rokach y
Boularz, 2020), puesto que a menudo consideran que sus necesidades están en un segundo
plano y toda su atención debe estar disponible para el otro. Rossi et al., (2021) refieren
que son menos eficaces a la hora de cuidarse a sí mismos, para poder dar lo mejor de sí
mismos a la hora de ayudar a los demás. Sin embargo, Rokach y Boulazreg (2020)
subrayan la importancia de ser coherente con uno mismo y crear rutinas destinadas al
autocuidado del clínico, en especial durante el confinamiento.
Los psicólogos se forman para identificar y reconocer los aspectos personales que
pueden alterar su manera de satisfacer la necesidad del cliente; sin embargo, en
situaciones alarmantes, como ha sido pandemia del COVID-19, es posible que se hayan
encontrado con numerosos factores que han impactado en su ejercicio profesional y
personal (Rossi et al., 2021), resaltando la necesidad de autocuidado (Nocross y Phillips,
2020; García et al., 2020) , es decir, se ha puesto de manifiesto la necesidad de atender
su cuidado personal como indispensable para la práctica efectiva y ética (Joshi y Sharma,
2020).
El agotamiento y la fatiga han estado presentes durante toda la actividad del psicólogo
en esta pandemia (BPS, 2020). A pesar de que se esperaba que los profesionales de la
psicología evitaran el aislamiento profesional y lo percibieran como un gran factor de
riesgo para el agotamiento y el deterioro de la competencia (Norcross y Phillips, 2020),
un grupo de trabajadores del campo de la salud mental les resultó complejo reconocer el
impacto personal en ellos mismos, provocando que les resultase difícil hablar sobre sus
problemas o buscar ayuda (BPS,2020). En esencia, esto esboza las consecuencias de
descuidar el cuidado de sí mismos y la naturaleza exigente de la psicoterapia, la soledad
y el aislamiento que, pueden llegar a experimentar los clínicos en la práctica profesional
(Rokach y Boulazreg 2020). Por esto, García et al., (2020) señalan cómo una adecuada
regulación emocional, puede favorecer que el individuo experimente y exprese sus
19
emociones de manera que consiga desarrollar conductas que se adapten al contexto en el
que se encuentra.
Por otro lado, alrededor de un 60% de los psicólogos que participaron en un estudio,
reportaron estrategias de autocuidado con frecuencia o con mucha frecuencia durante el
confinamiento. Estas conductas fueron desde el uso del humor, la realización de
actividades físicas, el tener redes sociales tanto de uso laboral como en otros ambientes
hasta emplear tiempo de calidad en actividades de ocio, entre otras (García et al., 2020).
Esto muestra la necesidad de los clínicos por llevar a cabo actividades destinadas al
autocuidado con el fin de disminuir la influencia del ambiente laboral y los altos niveles
de agotamiento durante la crisis socio-sanitaria (García et al., 2020). Pues los resultados
20
proporcionan evidencia de que realizar este tipo de conductas no sólo aumentan los
aspectos positivos (García et al., 2020), sino que también atenúan el impacto casi sin
precedentes de COVID-19 en los psicólogos, así como el desgaste laboral, preservando
de esta manera su eficacia laboral (Norcross y Phillips, 2020).
5. Discusión y conclusiones
Los resultados ponen en evidencia que los profesionales de la salud mental han
experimentado algún tipo de impacto negativo en su salud mental (Norcross y Phillips,
2020). Por un lado, la situación sanitaria introdujo otro tipo de eventos de estrés en el
profesional tales como: el temor a contagiarse, la pérdida de familiares; el cambio de
hábitos y la afectación en sus vidas cotidianas y profesionales (BPS, 2020).
21
Por otro lado, la sobredemanda de atención psicológica, provocó que un mismo
profesional acumulara múltiples responsabilidades como consecuencia de la escasez de
recursos humanos (Joshi y Sharma, 2020) y que, además, se vieran sometidos a una mayor
presión (Creszcenso et al., 2021); al tener que ofrecer una respuesta inmediata a la
emergencia de salud (BPS, 2020) y con la frustración de no tener las herramientas,
habilidades y experiencia necesaria, para hacer frente a esta impredecible crisis (Rossi et
al., 2021). Experimentado pena, agotamiento, ansiedad, frustración y culpa; en relación
con un mayor número de horas de trabajo y el desbordamiento en la demanda asistencial
(Northwood et al., 2021).
Por este motivo, de acuerdo con Inchausti et al., (2020) es preciso concienciar a
gobiernos y autoridades sanitarias de la necesidad de reforzar el número de profesionales
en salud mental, de facilitar su capacitación para la intervención en emergencias y
cuantificar su nivel de sobrecarga laboral; sobre todo cuando está es sostenida en el
tiempo. En ese sentido, es necesario insistir en la protección del bienestar de los
psicólogos a través de políticas que ofrezcan el soporte necesario para afrontar dichas
circunstancias en su ejercicio profesional (Neyra et al., 2021); así como crear programas
de formación y prevención para contener el SBO y preservar la calidad de la atención
psicológica (Alkhamees et al., 2021; Crescezno et al., 2021).
Por otro lado, es importante destacar que, pese a tratarse de un tema de actualidad,
son pocos los estudios en salud mental del profesional de la psicología. Llano et al.,
(2020) refieren que existe evidencia de un vacío en la investigación respecto al efecto en
la salud mental del psicólogo clínico. Si bien es cierto, que se pueden encontrar una
variedad de estudios acerca de muchos grupos profesionales, este no es el caso cuando
los sujetos en cuestión son los propios psicólogos. Demostrando que todavía faltan
22
investigaciones relevantes en relación a estos especialistas (Benevides-pereira et al.,
2010).
Pese a las limitaciones, podemos aprovechar esta situación para salir más fuertes y
mejor preparados (Inchausti et al., 2020). En cierto modo, la pandemia de COVID-19 ha
puesto, en muchos sentidos, a la psicología y a los psicólogos en el "punto de mira",
aumentando la comprensión pública del papel de la psicología y de los psicólogos que
trabajan en diversas disciplinas (BPS, 2020).
23
(Rossi et al., 2021) y, a partir de esta información, desarrollar mecanismos adecuados que
permitan mejorar la atención ofrecida por estos profesionales. En especial, la
implementación del autocuidado tiene el potencial para ser un recurso que de manera
indirecta impacte en el bienestar de la población a la cual se atiende (García et al., 2020).
24
6. Referencias Bibliográficas
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