El Mensaje-Fp
El Mensaje-Fp
El apóstol Pablo declara que, junto a los otros ministerios, el evangelismo funciona
en cohesión para hacer crecer a la iglesia y hacerla más fuerte. Todo esto con el propósito
de que Jesús sea glorificado y que su Reino avance anunciando su segunda venida.
Hay personas con una fuerte pasión y determinación por compartir el amor de Jesús
y el mensaje del Reino, pero hacerlo no es un llamado exclusivo, ni excluyente. Cuando
hablamos de evangelistas nos referimos a mujeres y hombres de Dios que han dedicado
más tiempo que los demás, han destinado más recursos y seguramente han tenido más
hambre por tener encuentros con personas para compartir de Jesús, han sido dotados con
un corazón compasivo y con la pasión necesaria para ser fieles en su llamado. Como cuerpo
de Cristo debemos honrar a estos hombres y mujeres, pero no podemos cometer el error
de poner sobre sus hombros la carga de que el evangelio del Reino sea predicado en la
tierra, esa es una labor que fue encomendada por Jesús a través de una orden directa y
comprende un mandato global y un compromiso personal, todos somos llamados a mostrar
en nuestro circulo de influencia y en todo lo que hacemos quien es Jesús y cuál es su
mensaje.
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EL MENSAJE: Evangelismo & Ministración – Franco Peña
PRIMERA PARTE:
¿Qué es el evangelismo?
Siendo más claros en nuestra misión: sin predicación del evangelio, no hay
evangelismo.
Sin ese mensaje central, no hay evangelismo, simplemente porque no hay evangelio.
Independiente del tiempo que llevemos como creyentes, de los métodos que
usemos, si somos nuevos en nuestro deseo de evangelizar o estamos haciéndolo hace
mucho tiempo, siempre es necesario volver a refrescar la misión central de lo que hacemos
cuando evangelizamos.
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EL MENSAJE: Evangelismo & Ministración – Franco Peña
acercado, lo hizo Jesús, lo hicieron sus discípulos y los apóstoles y nosotros podemos seguir
haciéndolo de esa manera.
Tenemos como autoridad la biblia y ese debe ser nuestro estándar de vida en todo
sentido, cuando vemos la proclamación del mensaje de Jesús en ella no solo vemos hechos
aislados o historias de poder, sino un por qué y un hilo conductor que siempre termina en
Cristo como el Señor.
“Hermanos en Cristo, cuando fui a ustedes, para hablarles de los planes que Dios tenía en
secreto, no lo hice con palabras difíciles ni traté de impresionarlos. 2Al contrario, decidí
hablarles sólo de Cristo, y principalmente de su muerte en la cruz. 3Cuando me acerqué
para enseñarles y anunciarles el mensaje, me sentía poco importante y temblaba de
miedo. 4No fui a ustedes como un sabelotodo, ni usé palabras elegantes. Sólo dejé que el
Espíritu de Dios mostrara su poder y los convenciera. 5Y así, ustedes creyeron en Dios, no
por medio de la sabiduría humana sino por el poder de Dios” (1 Corintios 2:1-5).
Muchos hermanos nuestros llevan una vida recta, son bondadosos, generosos,
tienen un buen testimonio, se destacan por su integridad y podríamos decir que sus obras
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hablan por sí solas, pero cuando no se habla del evangelio, cuando no se está comunicando
la verdad elemental, cuando el pensamiento del mundo y su filosofía toma el lugar de la
autoridad bíblica en nuestras vidas corremos el riesgo de vivir vidas que, aunque bendicen,
aunque intentan integrar a la iglesia a este mundo haciéndola más inclusiva, no tienen un
impacto en la eternidad de las personas. Tiene que llegar un momento en la vida de un
cristiano en el que testifica no solo con sus hechos, sino con sus palabras que Jesús está
vivo, que resucitó y volverá por su iglesia y también dar razones de su fe en Jesús a quienes
se la pidan.
Ningún cristiano le tiene miedo a la proclamación del mensaje del evangelio porque
si, nuestro miedo más común es ser rechazados y ser aislados por nuestra creencia. El día
que renunciamos a la aceptación de los demás y decidimos darle “importancia a lo
importante” considerando que el Reino de Dios es lo más relevante en la lista de
prioridades, empezamos a prestar más atención a lo que Dios dice de nosotros y a fortalecer
relaciones en las que somos aceptados tal como somos. Esos lazos de amistad con otros
cristianos apasionados encienden nuestro fuego y nos hacen sentir que no estamos solos,
es bueno sentir que hay más como nosotros repartidos por ahí.
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SEGUNDA PARTE:
Ministrar
Lo que hacemos determina nuestra misión, pero el cómo lo hacemos revela nuestro
carácter. Jesús vino con una misión: deshacer las obras del diablo y a darnos salvación, su
mensaje fue claro: “Arrepiéntanse porque el Reino de los cielos se ha acercado”. Pero su
corazón fue revelado por la forma en que lo hizo: ministrando personas.
¿Qué es ministrar?
Eleonor Mumford define ministrar como satisfacer las necesidades del ser humano
ocupando los recursos del cielo. Cuando escuché esta definición en una conferencia donde
Eleonor enseñaba sobre profecía, conectó como una pieza faltante en un rompecabezas.
Todo se hace más simple cuando empezamos a ver el paso de Jesús por esta tierra
como una constante ministración a la humanidad. Comienza a tener sentido para la idea de
que los milagros, señales, conversaciones, y las interacciones de Jesús con los hombres
tenían siempre una tónica: ministrarlos y restaurarlos. Jesús conectaba con personas y ellos
con Él.
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camino” (Mateo 15:32).
• Necesidad de sanidad física
- Gran cantidad de los milagros de Jesús fueron sanidades físicas.
• Necesidad de dignidad
- La mujer sorprendida en adulterio en Juan 8:1-11, nos muestra un momento muy
tenso, Jesús priorizó dignificar a una mujer que estaba siendo humillada
públicamente y que merecía ser apedreada según la ley de Moisés. Solo un hombre
lleno del Espíritu Santo y su compasión sabe identificar cuando es tiempo de
corregir y cuando de cubrir una falta.
- Esta mujer tenía muchas necesidades, pero en ese momento no necesitaba
sermones, consejos, liberación de un espíritu de adulterio, o hacerla entrar en
razón, necesitaba sobrevivir y ser rescatada, el resto vino después.
- Esta historia hace que me pregunte cuantas veces he sido torpe priorizando las
leyes y las opiniones de los demás por sobre la compasión y el amor urgente que
salva vidas.
• Necesidad de liberación
- En las historias de Marcos 5:1-20 y Lucas 13:10-17, vemos la autoridad de Jesús
movida por la compasión. Él podía ver a la persona detrás del hombre demonizado
o de una mujer encorvada por un espíritu maligno.
- Para Jesús no era un espectáculo, lo que hacía era increíble y sorprendía a todos,
pero no se trataba de una demostración de poder aislada, se trataba de personas
cara a cara con Dios mismo siendo restauradas.
Ministrando a otros
Los dones del Espíritu Santo son un regalo de Dios para sus hijos y sirven para edificar
a la iglesia y hacerla crecer. Cuando ministramos personas podemos recurrir a los dones del
Espíritu y utilizándolos de forma en la que Jesús lo hizo podemos manifestar el amor y el
poder de Dios colaborando con Él en lo que quiere hacer en cada momento.
Todos los hijos de Dios tenemos la autoridad para ministrar a otros dentro y fuera
de la iglesia. Esto lo podemos hacer porque el Espíritu Santo nos habilita para hacerlo y
porque Jesús nos dejó ese modelo y esa instrucción.
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La biblia nos enseña que hay dones disponibles para nosotros y nos anima a pedir
más de los que ya tenemos.
“31
Por lo tanto, ustedes deberían desear encarecidamente los dones que son de más
ayuda” (1 Corintios 12:31).
Si vemos estos dones como una herramienta para ministrar, para suplir necesidades
y para servir a la humanidad y además los utilizamos con un corazón humilde nos acercamos
al modelo de Ministerio de Jesús, no podemos asegurar un crecimiento numérico, pero
potencialmente estaremos creciendo en lo importante: ser más parecidos a Jesús.
Jesús era capaz de enseñar, demostrar, involucrar a otros y corregirlos dentro del
mismo proceso, enviaba a sus discípulos a hacer algo que lo vieron hacer a Él, tenía la
habilidad de corregir en el momento y no temía que sus discípulos cometieran errores.
Antes de seguir es importante reforzar la idea de que no ministramos solo con los
dones del Espíritu. Si comprendemos ministrar como servir podemos involucrarnos en
cualquier actividad que sea relevante para las personas, hacer actos de servicio, estar
presentes en actividades de ayuda social, o cualquier otra manifestación de amor hacia la
comunidad o personas que nos rodean. Pero en este curso te motivaré a ministrar con
dones del Espíritu, específicamente con los dos que más me han sido útiles: don de sanidad
y palabras de conocimiento. Te invito a no poner límites a lo que Dios pueda hacer contigo
a favor de los demás, ábrete a todas las posibilidades y toma este curso como una guía y
sobre todo un impulso a llevar tus limites más allá.
Don de sanidad
Ministrar a otros con este don es muy común en las iglesias, pero lo realmente
desafiante es hacerlo en la calle, sin música de fondo, fuera de contexto y en un ambiente
que a veces puede parecer hostil.
Todos los pasos descritos a continuación no deben ser seguidos como manual, solo
son consejos que fueron y siguen siendo útiles, lo importante es ser fiel a nuestra
personalidad y diseño. En ocasiones tendremos que saltarnos pasos y aprender a surfear
una ola impredecible, estaremos en la calle, pero no estaremos solos. Estaremos ahí
disponibles para que Dios nos use, viviremos la aventura de no saber lo que va a pasar, la
aventura de ministrar.
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Es importante no cerrar los ojos para poder ver lo que Dios está haciendo, también
nos ayudará a interpretar la reacción de las personas, sus gestos, su incomodidad
o su sorpresa mientras oras por ellos. El lenguaje corporal de las personas nos dará
luces de seguir o detenernos, eso es imposible de identificar con los ojos cerrados.
- Referencia y comprobación
Antes de orar podemos pedir una referencia de dolor o de molestia para verificar
si el dolor está disminuyendo o la enfermedad ya no está. En algunos casos es
imposible corroborarlo de inmediato, pero para situaciones de dolor o molestia
comprobable podemos usar la escala de dolor de 0 a 10: Antes de orar pedimos
que la persona le otorgue un numero a su dolor entre 0 y 10, después de orar le
pides que compruebe si sigue igual, aumentó o disminuyó.
Lo más común es que el dolor disminuya, en ocasiones el dolor baja de forma
instantánea a 0 y en otras hay que volver a orar por sanidad ya que el dolor baja
de forma paulatina.
Si el dolor disminuye de a poco podemos preguntar a la persona si podemos seguir
orando, oraremos cuantas veces nos dejen hacerlo intentando dar espacio para
parar si es que la persona muestra incomodidad o da claras señales de querer irse.
Un gran amigo me contó la historia de la primera vez que oró por sanidad y vio
resultados. Estaba tan contento por la restauración de una rodilla de forma instantánea que
salió corriendo de felicidad a contarle a sus amigos y olvidó a la persona sanada. La primera
vez que veamos una sanidad puede pasarnos algo similar, intentaremos contener el aliento
y recordar el porqué de todo esto. Estamos sirviendo a otro y ministrando a otro para
compartir el mensaje de Jesús, luego tendremos tiempo donde celebraremos nuestras
victorias y aprenderemos de nuestros errores.
Un gran impedimento para no comenzar cosas que nos importan y que queremos
hacer es el temor al fracaso, al ridículo y a ser expuestos. Tenemos la costumbre de
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imaginarnos en la peor de las situaciones y le tenemos fobia a no saber reaccionar ante un
resultado contrario al que esperamos.
Cuando se trata de orar por sanidad y sobre todo fuera de la iglesia aparecen en
nuestras mentes preguntas como, ¿Qué pasa si no hay sanidad? ¿Dejaré a Dios mal parado?
La fantasía Inversa
Una de mis estrategias para vencer el temor es la “fantasía inversa”. Cuando veo a
cualquier persona con alguna enfermedad o dolencia y siento el deseo de orar por ella, pero
mi primer pensamiento es el fracaso, invierto la pregunta negativa a positiva y sigo esa
historia mental.
Preguntas y respuestas
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¿Dejaré a Dios mal?
Don de Conocimiento
Este don consiste en recibir revelación de algo, sobre alguna persona o una situación
sin tener información previa por medio del Espíritu Santo, es útil para animar, consolar y en
ocasiones para corregir con amor.
Usar este don es un gran desafío ya que en una primera instancia no es fácil
comprender como se escucha esa voz del Espíritu Santo, nadie puede explicar de forma
satisfactoria como recibir un mensaje de Dios para otra persona y ser certero en
comunicarlo. ¿Cómo me conecto con esa voz? ¿Se oye? ¿Se siente?
Este puede ser un tema sensible porque la ministración en la calle es una experiencia
difícil de teorizar sin caer en terrenos teológicos peligrosos, antes de seguir leyendo
recuerda usar lo que te sirva para potenciar tu desarrollo ministrando a otros y lo que no te
edifique simplemente deséchalo.
Una tarde orando por personas en Santiago, Dios nos llevó a un encuentro con una
mujer que sufría de dolor en sus caderas y rodillas, oramos por ella y recibió alivio total de
su dolor, ella nos agradeció y justo antes de invitarla a nuestra iglesia un joven de nuestro
equipo lanza una bomba: “Usted tiene tres hijos y está teniendo un conflicto con su hijo
mayor, Dios quiere decirle que Él puede restaurar su relación si usted se atreve a perdonar”.
¡Comencemos!
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Dios siempre está haciendo algo y comunicándose con nosotros, su deseo es darnos
vida y ánimo para que vivíamos una vida plena según su plan para nosotros. Tú puedes ser
un instrumento para amplificar esa voz.
• Voz audible
Es escuchar literalmente con tus oídos físicos un mensaje de Dios, una frase o una
palabra.
• Voz interior
Escuchas en tu mente un pensamiento o una frase de forma repentina y a veces
repetitiva que no proviene de ti.
• Percepción
Sientes emociones que no tienen que ver necesariamente con tu estado emocional del
momento mientras hablas u observas a las personas.
• Imágenes
Ves la imagen mental de la persona frente a ti haciendo una acción, que comúnmente
se relaciona a algo que le ocurrió o está ocurriendo en su vida. También puedes ver a
otras personas, imágenes aisladas, incluso cosas y objetos. Es tan natural que suele
confundirse con nuestras propias ideas y están sencillo que tendemos a descartar que
puedan venir de Dios.
Hemos descubierto la clave infalible para saber si lo que percibes viene de Dios o no
es: comunicarlo. En las giras de entrenamiento que lideramos con el equipo de Enciende
Chile, luego de explicar las maneras en las que Dios potencialmente puede hablarnos para
bendecir a los demás, llevábamos a los participantes a juntarse en parejas de desconocidos
y después de presentarse debían comunicar las primeras sensaciones, imágenes, palabras
o percepciones que sentían hacia su pareja de práctica. Fue sorprendente la cantidad de
palabras de Dios con una certeza increíble, muchos de nuestros asistentes eran ministrados
por sus compañeros y la gran mayoría de ellos por primera vez experimentaban entregar
este tipo de palabras.
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Cuando les preguntábamos si pensaban que podía ser tan fácil, algunos respondían
con lágrimas en los ojos que nunca pensaron que Dios podía usarlos tan poderosamente de
una manera tan fácil. Suena tan simple que lo desestimamos.
El arte de comunicar
“¿Tiene sentido para ti?”. Terminar de dar una palabra con una frase como esa es
hacerse cargo de lo que entregamos y muestra que estamos interesados en involucrarnos
en lo que Dios está haciendo en esa persona. Esta frase es el comienzo de lo que viene
después de dar una palabra de conocimiento ya que si lo que dijimos tuvo sentido, el
próximo paso puede ser orar en esa dirección o seguir animando con palabras de afirmación
y consuelo. Si lo que entregamos no tuvo sentido podemos orar por otra necesidad y no
será incómodo para ninguno de los dos.
Esta forma de orar por otros se acerca más a la idea del riesgo y a la vulnerabilidad
y servicio humilde hacia los demás.
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TERCERA PARTE:
Aplicando lo aprendido
Todo lo expuesto en este documento está hecho con la intención de que sea
practicado y así vivir experiencias que motiven a tener nuevas historias con Dios.
Este texto solo será útil si es aplicado en la calle, en el trabajo y con quienes nos
rodean. Puede ser un poco difícil comenzar o retomar la práctica de estas experiencias, pero
estamos aceptando el desafío de ir donde Dios te está llamando.
La importancia de un grupo
Cuando Jesús envió a los setenta discípulos los hizo ir de dos en dos, trabajar en
equipo siempre es mejor. Nos complementamos, hacemos un trabajo en equipo, honrando
y agradeciendo lo que Dios le ha entregado a cada uno.
Cada uno de nosotros tiene distintos dones desarrollados, algunos fluyen más
rápido en un don en particular incluso sin haberlo practicado tanto, para otros un mismo
don será mas trabajoso de dominar, pero estamos todos llamados a trabajar juntos.
Tips
A continuación, dejo algunos consejos prácticos finales para ser más efectivos al
momento de evangelizar y ministrar personas.
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escucharte o solo quiere probar que tiene la razón. Tenemos un tiempo y una cantidad
de energía disponible que tiene que usarse de forma eficiente.
• Mantener los ojos abiertos
No solo para saber si Dios está haciendo algo en alguna persona, también como
método de protección y autocuidado.
• Intentar abrir el grupo
Integrar a otros, invitar a otros grupos de otras comunidades, abrir espacio para que
otros nos acompañen puede ser una experiencia muy enriquecedora.
Además, intentamos provocar instancias de retroalimentación después de cada salida
preguntando cómo se sintieron los participantes, como podemos mejorar y si hay
algún testimonio que edifique la experiencia.
• Expectativa correcta
El evangelismo no es popular, no esperamos que toda la iglesia local se involucre, no
va a pasar así. No criticamos a quienes no nos acompañan, ya que no todos tienen el
tiempo ni la pasión de hacerlo. Si queremos inspirar debemos partir haciéndolo
nosotros y luego con nuestro ejemplo animar a la iglesia. No somos superiores a otros
por hacer algo que otros no están haciendo, preocupémonos por hacer lo que Dios nos
está llamando a hacer.
• Seamos fieles
Si una sola persona nos acompaña, saldremos con esa persona. Nunca es buena idea
suspender una salida por poco quorum. Dios se encargará de añadir un equipo a su
tiempo.
• Llevar tarjetas de contacto para que las personas puedan encontrar nuestra
comunidad.
• Cuidar nuestra higiene no es un detalle.
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