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Como bien sugiere Ángela Pradelli (2009), la lectura ha dejado de ser un acto colectivo y
se ha posicionado como una práctica individual, silenciosa e introspectiva. En una época
donde cada contenido diseñado -por personas o algoritmos- está pensado para
compartirse hacia la masividad, que la lectura se proyecte como un acto antisocial, de
soledad, es, si bien un lugar de resistencia -como sugiere Jorge Larrosa (2010)-, también
una práctica poco accesible. Específicamente, me gustaría pensar una noción con la que
consideramos a la lectura y los efectos que genera, que creo, atentan contra su práctica.
Precisamente, creo que la lectura carga con cierto estigma de lo místico, cierta aura de
solemnidad que -para bien y para mal- la posicionan en un lugar más elevado que otras
prácticas. Esto se debe, en general, a la herencia que tienen distintas prácticas como la
filosofía y la historia, pero principalmente, la literatura por sobre otros formatos del
consumo cultural y su inserción en el mundo académico e institucional. Esta situación
otorga este estigma de práctica elevada e inaccesible hacia la lectura. Y, si bien, muchos
lectores disfrutan de este “prestigio”, de esta “singularidad” que representa el ser-lector,
creo que la desmitificación de la lectura es necesaria.
Considero que para que una situación de aprendizaje se realice en óptimas condiciones
se requiere la participación de un alumno activo, que aporte y pueda involucrarse con el
contenido. De igual manera, creo que para la enseñanza de cualquier especificidad
debemos, como docentes, mantener un rol también activo y dinámico que procure
acompañar y guiar a los estudiantes por el campo del conocimiento. Ciertamente, lo
anterior escrito sugiere distintas interrogantes, como por ejemplo: “¿Qué es un alumno
activo?”, “¿Cuál es el rol de un docente activo y dinámico?” y “¿Qué son óptimas
condiciones y cómo pueden ser generadas?” .
Un alumno activo es aquel que puede integrar los distintos contenidos con los que
interactúa a sus conocimientos previos, aquel que puede establecer relaciones
significativas entre las ideas expuestas y las que él mismo produce y puede ser
protagonista de su propio recorrido de aprendizaje. Pero, para la existencia de este
alumno se necesitan otros elementos en equilibrio y armonía. Un alumno activo es el
resultado de un proceso educativo que se ha pensado, planificado y proyectado
considerándolo a él como principal actor. Se trata no solo de contenidos que puedan
parecerles interesantes, que dialoguen con sus problemáticas como individuo subjetivo y
con las problemáticas del mundo objetivo; sino, también, se trata de encontrar las
estrategias metodológicas para guiar al estudiante hacia este contenido, darle las
herramientas necesarias para que pase de ser receptor a productor del saber. Considero
que un alumno que puede reflexionar sobre un saber incorporado, que puede generar sus
propias reflexiones, es decir, que puede apropiarse del contenido, es un alumno que ha
transcurrido un proceso de enseñanza de forma óptima.
Como bien señala Mariana Maggio (2021) en Educación en pandemia, este quiebre
metodológico que supuso la inserción inmediata de la tecnología de forma total produjo
conflictos nuevos que van desde los aspectos formales comunicativos hasta los criterios
de evaluación. Son muchos los supuestos que condicionan la experiencia, supuestos que
han incorporado los estudiantes y docentes en la experiencia áulica de forma tácita, pero
que en la experiencia digital deben redefinirse e incorporarse.
Por un lado, esta pandemia obligó al cuerpo educativo a redefinir el vínculo didáctico-
pedagógico que ahora carece de presencialidad. Por otro, acrecentó y visibilizó las
desigualdades que ya existían dentro de las aulas. Cierto es que el concepto de
educación gratuita era puesto en discusión cuando considerábamos la imposibilidad de
ciertos sectores de conseguir los recursos y materiales necesarios para acceder a la
educación institucional. Y, ahora, no solo debemos dar cuenta de la necesidad de la
tecnología y su costo capital, sino también de la crisis económica, la inestabilidad laboral y
el desempleo al que muchas familias han sido expuestas.
De esta forma, creo que se comprende muy bien el fenómeno literario ya que abarca la
subjetividad íntima, que le es propia al sujeto, a su lado sensible. Pero, también integra la
realidad que engloba a este sujeto, la cultura que lo modifica: lo convencional, lo objetivo,
lo social e intelectual. La literatura intrínsecamente -desde el momento en que se
constituye como arte- pertenece a estos dos mundos.
Del mismo modo, la lengua puede ser pensada dentro de este marco. En el acto literario,
tanto escritores como lectores toman la lengua -sistema de signos convencionales- y se la
apropian, la transforman y modifican. Crean un lenguaje propio, cargado de subjetividad e
identidad. Pasan de lo colectivo a lo individual.
También, creo que retomando las concepciones de Graciela Montes, podemos dar cuenta
de que así como la literatura permite la existencias de distintas subjetividades sobre un
mismo objeto, debemos ser conscientes que un repaso por la historia de la literatura deja
en evidencia que determinados discursos hegemónicos han impedido la visualización y
presencia de distintas voces que se proponen como divergentes o disidentes. En este
marco, la inclusión de autores que han permanecido al margen de los discursos de poder
es necesaria para dar cuenta del potencial que tiene la lengua y la literatura para la
creación y circulación de voces diferentes que exponen la desigualdad y los mecanismos
de exclusión. Estoy hablando de exclusiones referidas a la etnia, género, sexualidad o
identidad política de artistas cuyas voces hoy se pueden resignificar.
De esta forma, considero que deben seleccionarse textos que ofrezcan una multiplicidad
de sentidos para que la lengua y la literatura estén en constante presencia y diálogo, no
solo entre sí, sino con otros espacios, discursos, artes y disciplinas. Tanto las lecturas
personales y colectivas, como las producciones creativas y críticas exigen el trabajo y la
puesta en práctica de los conocimientos desarrollados en relación a la lengua y literatura.
Temas:
-Definiciones de literatura.
-Teoría literaria.
-Lengua y literatura.
-Literatura y estética.
-Recursos poéticos.
-Cuento.
Bibliografía:
Temas:
-Memoria e identidad.
-Proceso de reorganización nacional.
-Literatura e identidad.
-Literatura menor.
-Historia de la literatura argentina.
-El otro en la literatura.
Bibliografía:
Temas:
-Literatura e identidad.
-Discurso hegemónico.
-Normatividad.
-Lenguaje inclusivo.
-Género.
-Sexualidad.
-Teoría literaria.
Bibliografía:
Guión de clases:
Clase 1
-Objetivos:
-Concebir el funcionamiento de los estereotipos en El hombre sirena.
-Analizar las concepciones de identidad de género.
-Desarrollo:
Les comunicaré el comienzo de una nueva unidad que estará orientada al desarrollo y la
reflexión sobre la construcción de diferentes identidades. Exploraremos como estas
identidades son representadas a través del discurso literario hegemónico y cómo han
podido representarse a sí mismas.
Entonces, para comenzar, les repartiré una fotocopia a los chicos para leer el cuento El
hombre sirena de Samanta Schweblin. La lectura debería tener una duración aproximada
de 20 minutos. Al finalizar propondré un breve repaso sobre lo leído para caer en una
interrogante: “¿Cuál es la diferencia entre una sirena y un tritón?”. Tanto sirenas como
tritones son seres mitológicos y, si bien sus mitos y orígenes son distintos, la diferencia
que me interesa señalar es la que más los representa a nivel cultural, la sirena es mitad
mujer y mitad pez, mientras que el tritón es mitad hombre y mitad pez. Por eso, les
preguntaré: ¿Por qué creen que el personaje del relato es identificado como hombre
sirena y no como tritón?”. Y, para profundizar estos conceptos les preguntaré también
cuáles son sus representaciones mentales sobre las sirenas y tritones indagando en la
cultura popular: “¿Dónde han visto sirenas y/o tritones? ¿Cómo eran caracterizados?
¿Cuáles eran sus roles?”.
Luego, les repartiré otra fotocopia a los estudiantes con un artículo de Emmanouela
Varoucha titulado La identidad de género, una construcción social, publicado en Revista
Mito, donde se repasan algunos conceptos básicos sobre la formación de estereotipos y
roles en la vida social a partir de las categorías de género. Antes de leer, haré dos
preguntas que guiarán el resto de la clase y serán clave para interpretar los textos:
“¿Conocen debates sobre género?” “¿Creen que la sociedad influye en la construcción de
identidades, es decir en cómo las personas son, se identifican o se perciben?”. Teniendo
en cuenta que este debate ya ha alcanzado esferas de alta difusión social como los
medios y la política, al finalizar la lectura será necesario direccionar preguntas para de
tratar de percibir el grado de familiaridad con lo leído. Las respuestas a estas preguntas
dependen del tipo y grado de formación, así como del recorrido de cada estudiante y su
influencia familiar. Dependiendo de esto último podremos reforzar conceptos más básicos
que aparecen en el texto, como ‘estereotipo’, ‘género’ y ‘sexo’; o buscar debates más
complejos a través de preguntas disparadoras. Anotaremos las respuestas en el pizarrón
y luego leeremos el texto.
Clase 2:
-Objetivos:
-Percibir las manifestaciones de estereotipos en El hombre sirena de Samanta Schweblin.
-Reflexionar sobre la concepción de género.
-Desarrollo:
Comenzaremos la clase repasando lo visto en el encuentro anterior mediante
interrogantes “¿Qué sucedió en el hombre sirena?” “¿Qué es un estereotipo?” “¿Cómo
influyen las construcciones sociales en la ficción?” Las respuestas a estas preguntas
deberían de partir de las que ya han manifestado los estudiantes en la clase anterior y
serán de apoyo para la siguiente actividad.
Si bien los temas abordados en esta unidad exigen la posibilidad de pensar nuevas
estrategias y posibilidades pedagógicas, una actividad de escritura y análisis podrá
complementar lo que el debate oral logra. Tener un manifiesto más preciso de la postura y
familiaridad de los estudiantes con respecto a los temas abordados. Por eso, propondré la
conformación de grupos de no más de tres integrantes para trabajar con los dos textos
leídos. La consigna a resolver es:
Los estudiantes deberán escribir un texto escrito a mano de aproximadamente una carilla.
Mientras ellos realicen la actividad yo trataré de acercarme a los grupos para poder
asistirlos, resolver dudas de interpretación y/o expresión. A 15 minutos antes de la
finalización de la clase repasaremos entre todos lo desarrollado. “¿Han tenido dificultades
para responder a las preguntas?” “¿Han tenido opiniones diferenciadas dentro del mismo
grupo?”.
La intención de la unidad es poner en tensión los diferentes conflictos sociales que
interfieren en la identidad a través de los textos y no imponer una postura y/o mirada. Por
eso, los textos escritos son manifestaciones útiles para pensar el resto de las clases. Con
ellas, podemos observar las diversas posturas de los estudiantes frente a estos temas con
la precisión que la oralidad no permite ¿Hay estudiantes que han tenido dificultad para
reconocer la manifestación de estereotipos? ¿Hay quien piense que lo biológico defina al
género? ¿Por qué? Nuestra lectura de esto enriquecerá el resto de las clases.
Clase 3:
-Objetivos:
-Relacionar el concepto de monstruo con el texto trabajado en las clases anteriores.
-Pensar cómo el concepto de monstruo pone en tensión las convenciones sociales.
-Desarrollo:
Al iniciar la clase devolveré a los estudiantes las actividades realizadas la clase anterior
realizando apreciaciones personales o consultando dudas en caso de ser necesario. Lo
ideal será entablar un debate donde podamos unificar concepciones y precisar o
esclarecer conceptos trabajados para facilitar la continuidad y el desarrollo de la unidad.
Para continuar, redireccionaré la lectura en una cita específica del texto de Castro
Domínguez:
Clase 4:
-Objetivos:
-Analizar el funcionamiento del lenguaje en la normatividad.
-Pensar las tensiones que propone el lenguaje inclusivo.
-Desarrollo:
Para esta clase deberemos retomar lo desarrollado en la anterior, repasar lo leído y
centrarnos en una cita específica del texto de Silvina Castro Domínguez:
Otra vez iremos repasando algunas ideas que normalmente damos por entendidas: ‘¿Qué
implica dejar de hacer mecánicas las categorías que la lengua imprime en la sociedad?’;
‘¿Qué significa que la lengua esté cargada de arbitrariedad impuesta?’; ‘¿Por qué el
lenguaje inclusivo necesita ser <<eso que no es la norma>>?’; ‘¿Cuál es la relación entre
el concepto de monstruo que analizamos en el texto de Samanta Schweblin y el lenguaje
inclusivo?’; ‘¿Qué representan?’. Anotaré las respuestas de los estudiantes en el pizarrón
para luego dar por finalizada la clase.
Clase 5
-Objetivos:
-Comprender la definición de literatura propuesta por Graciela Montes.
-Redactar un texto ficcional en el cual se evidencien los saberes previamente trabajados.
-Desarrollo:
El texto tendrá una extensión de dos carillas en una hoja oficio. Se evaluará ortografía,
sintaxis, coherencia, cohesión y la manifestación de las ideas trabajadas en las clases de
esta unidad. Será en formato trabajo práctico y los estudiantes comenzarán a desarrollarla
en esta clase y deberán terminarla en sus clases para entregar 15 días después. Es decir,
dos o tres clases luego de esta.
Clase 6:
-Objetivos:
-Reconocer la experiencia personal y sensible frente al arte.
-Comprender el valor de los ídolos populares en la conformación de subjetividad.
Redactar objetivos
-Desarrollo:
Introduciré a Roberta Marrero. Ella es una artista queer plástica española nacida en 1972
con incursiones en la música, la narración y la poesía. Luego, les entregaré una fotocopia
con un texto que ella publicó en su página web el 4 de febrero de 2017, titulado “David
Bowie, IVAM, Enero 2017”.
Para continuar los alumnos deberán formar grupos de 4 integrantes en los cuales
trabajarán una actividad relacionada con la letra de la canción Starman de David Bowie
que menciona Roberta Marrero. Leeremos la canción entre todos, pensando la historia
que el autor describe. Luego, escribiré en el pizarrón:
A partir de la lectura de la canción, analicen la siguiente frase:
¿Qué creen que implicó en el contexto para Roberta Marrero esta frase?
Al finalizar la clase les comentaré que en la siguiente clase se realizará un trabajo práctico
donde darán cuenta de sus experiencias personales con figuras populares. Para ello,
pueden valerse de figuras tanto artísticas como mediáticas y hacer referencia a
canciones, plataformas digitales, redes sociales o eventos.
Clase 7
Objetivos:
-Identificar los valores estético discursivos de artistas, ídolos populares y/o figuras
mediáticas que los interpelen.
-Reconocer la posible influencia de estos artistas en sus experiencias personales.
Desarrollo:
Retomaremos a partir de lo trabajado en la clase anterior. Viendo a experiencia de
Roberta Marrero leída, los estudiantes deberán escribir un texto creativo en el cual
puedan vincular una experiencia personal con una figura popular. Esta figura o ídolo
popular no necesariamente debe ser masivo, ni estar limitado al arte o alguna corriente
específica. Entonces escribiré en el pizarrón la siguiente actividad:
Escribí un texto creativo donde des cuenta de tu relación con una figura popular
¿Qué relevancia tuvo o tiene en vos? ¿Cómo lo conociste? ¿Modificó tu manera de
pensar o valorar distintas situaciones?
Clase 8:
Objetivos:
-Comprender la transposición estética de la lengua a las artes visuales
-Reconocer las posibilidades del arte como crítica.
Desarrollo:
En esta clase, trabajaremos algunas obras de la muestra de Roberta Marrero titulada
“Dictadores”. En ella, se presentan distintas pinturas de dictadores y figuras de poder del
sigo XX intervenidas de forma satírica con estéticas propias de la cultura pop lgbt.
Algunos de estos dictadores son Hitler, Mao, Franco o la reina Isabel. También leeremos
dos fragmentos de entrevistas de la autora refiriéndose a su obra.
Todo esto será trabajado en conjunto de manera oral. Los orientaré con la información de
los personajes históricos e iré registrando sus respuestas en el pizarrón. El objetivo es dar
un contexto al análisis de las obras para luego abordar su contenido estético y crítico.
Vincularemos el análisis estético con lo trabajado en las clases anteriores con Roberta
Marrero ¿A qué le remiten esas formas y colores? ¿Qué similitudes tienen con la estética
de David Bowie? ¿Qué implica que esa estética antes vista en una figura de libertad como
Bowie ahora esté en la figura de un dictador? Reflexionaremos sobre las posibles
intenciones que tuvo la artista al realizar estas obras.
Para continuar leeremos dos fragmentos de entrevistas de Roberta Marrero que remiten a
la muestra.
Contrastaremos luego la información con las respuestas dadas por los estudiantes.
Para finalizar ahondaré sobre sus conocimientos previos sobre la dictadura argentina
transcribiendo en el pizarrón lo que los alumnos respondan.
¿Trabajaron previamente en historia u otras cátedras la dictadura cívico militar argentina?
¿En qué período sucedió? ¿Conocen dictadores argentinos?
Estoy sentada en el bar del puerto, esperando a Daniel, cuando veo al hombre sirena
mirarme desde el muelle. Está sobre la primera columna de hormigón, donde el agua
todavía no llega a la playa, a unos cincuenta metros. Tardo en reconocerlo, en entender
qué es exactamente, tan hombre de la cintura para arriba, tan sirena de la cintura para
abajo. Mira hacia un lado, después tranquilamente hacia el otro, y al fin vuelve a mirar
hacia acá. Mi primer impulso es pararme. Pero sé que el tano, el dueño del bar, es amigo
de Daniel, y me vigila desde la barra. Disimulo buscando entre las cosas de la mesa la
cuenta del café, como si de un momento a otro hubiera optado por irme. El tano se acerca
para ver que todo esté bien, insiste en que debo quedarme, que Daniel ya debe estar por
llegar, que debo esperar. Le digo que se quede tranquilo, que enseguida vuelvo. Dejo
cinco pesos sobre la mesa, tomo mi cartera y salgo. No tengo un plan para el hombre
sirena, simplemente dejo el bar y camino en su dirección. Contra la idea que se tiene de
las sirenas, hermosas y bronceadas, éste no solo es del otro sexo sino que es bastante
pálido. Pero macizo, musculoso. Cuando me ve se cruza de brazos —las manos bajo las
axilas, los pulgares hacia arriba—, y sonríe. Me parece un gesto demasiado canchero
para un hombre sirena y me arrepiento de estar caminando hacia él con tanta seguridad,
con tantas ganas de hablarle, y me siento estúpida. Pero ya es tarde para volver. Él
espera a que yo me acerque y entonces dice:
— Hola.
Me detengo.
— Pensé que quizá… —no sé qué decir. Dejo caer la cartera, la sostengo con ambas
manos, colgando frente a mis rodillas, como una nena—, pensé que quizá necesitaba
algo, como usted…
Miro sus piernas, o mejor dicho, su cola brillante que cuelga sobre el hormigón. Le paso la
cartera. La toma, la deja junto a él. Trabo un pie contra el muelle y tomo la mano que
vuelve a ofrecerme. Tiene la piel helada, como pescado de congelador. Pero el sol está
alto y fuerte, y el cielo es de un azul intenso, y el aire huele a limpio, y para cuando me
acomodo junto a él siento que la frescura de su cuerpo me llena de una felicidad vital. Me
da vergüenza y me suelto. No sé que hacer con las manos. Sonrío. Él se arregla el pelo
—tiene un jopo muy a lo americano— y pregunta si traigo cigarrillos. Digo que no fumo.
Tiene la piel lisa, ni un solo pelo en todo el cuerpo, y llena de pequeñas aureolas de
polvillo blanco, apenas visibles, quizá formadas por la sal del mar. Ve que lo miro y se las
sacude un poco de los brazos. Tiene los abdominales marcados, nunca vi una panza así.
— Podés tocarme —dice, acariciándose los abdominales—; no hay así en el centro ¿o sí?
Acerco una mano, él se adelanta, la aprisiona entre la suya y sus abdominales también
helados. Me tiene así algunos segundos, y después dice:
— Pero ese no es el problema —digo—, el que me preocupa es Daniel. Daniel está mal y
eso no ayuda.
Asiento.
— Sí.
— Al menos pueden dividirse las cosas. Yo soy hijo único y mi madre es muy absorbente.
— Somos dos, pero lo hace todo él. Yo necesito estar descansada, no puedo permitirme
emociones fuertes. Tengo un problema, acá, en el corazón; yo creo que es del corazón.
Así que mantengo distancia. Por mi salud…
— Tauro.
— Está todo el día pensando de dónde va a sacar dinero para pagar esto, de dónde para
lo otro. Todo el tiempo queriendo saber qué estoy haciendo, dónde voy a estar, con
quién…
— No. Mamá es como yo, somos mujeres independientes y necesitamos nuestro espacio.
Él considera que es peligroso que yo viva sola. Así nomás me lo dice: —yo creo que es
peligroso que una chica como vos viva sola—. Quiere pagarle a una mujer para que esté
todo el día detrás mío. Por supuesto que nunca acepté.
— ¿Vivís por acá? — Me alquila una casita a unas cuadras: cree que este barrio es
mucho más seguro. Y se hace amigos por acá, habla con los vecinos, con el tano, quiere
saber todo, controlar todo, es realmente insoportable.
— Sí, pero él no es papá. Papá está muerto, ¿por qué tengo que soportar un papá-
hermano si papá está muerto?
— Contame.
— Por favor. Une las palmas de las manos, y me ruega con una mueca graciosa, como un
ángel a punto de llorar. A veces, cuando me habla, la aleta plateada se ondula un poco en
las puntas y me roza los tobillos. Aunque son ásperas, las escamas no me lastiman, es
una sensación agradable. Yo no digo nada, y las aletas se acercan cada vez más.
— Contame…
— Es que mamá… Ella no sólo está enferma: la verdad es que la pobre está totalmente
loca…
Suspiro y miro el cielo. El cielo celeste, absoluto. Después nos miramos. Por primera vez
reparo en sus labios. ¿Serán también helados? Me toma de las manos, las besa y dice:
— ¿Creés que podríamos salir? Vos y yo, un día de estos… Podríamos ir a cenar, o al
cine, me encanta el cine.
Le doy un beso y siento el frío de su boca despertar cada célula de mi cuerpo, como una
bebida helada en pleno verano. No es sólo una sensación, es una experiencia reveladora,
porque siento que ya nada puede ser igual. Aunque no puedo decirle que lo amo: no
todavía, debe pasar más tiempo, debemos hacer las cosas paso a paso. Primero él al
cine, después yo al fondo del mar. Pero ya tomé una decisión, irrevocable, ya nada me
separará de él. Yo, que toda la vida creí que se vive por un único amor, encontré al mío en
el muelle, junto al mar, y me toma ahora francamente de la mano, y me mira con sus ojos
transparentes, y me dice:
Una bocina suena a lo lejos, desde la calle. La identifico enseguida: es el auto de Daniel.
Miro por sobre el hombro de mi hombre sirena. Daniel baja apurado y va directo hacia el
bar. No parece haberme visto.
Corro hasta el bar. Daniel está hablando con el tano y me ve. Parece aliviarse.
— Vamos al auto, hablamos en el auto. Me toma del brazo, con delicadeza, pero con esa
actitud paternal que tanto me enerva, y salimos.
— Soltame.
Daniel se detiene.
Se queda mirándome un momento. Me doy vuelta hacia el mar. Él, hermoso y plateado
sobre el muelle, levanta su brazo para saludarnos. Daniel, como si al fin saliera de su
estupor, entra al auto y abre la puerta de mi lado. Entonces no sé qué hacer, y cuando no
sé qué hacer, el mundo me parece un lugar terrible para alguien como yo, y me siento
muy triste. Por eso pienso: es solo un hombre sirena, es solo un hombre sirena, mientras
subo al auto y trato de tranquilizarme. Puede estar ahí otra vez mañana, esperándome
La identidad de género, una construcción social - Por Emmanouela Varoucha el 20
septiembre, 2014
“….los papeles tradicionales de género y los estereotipos siguen teniendo una gran
influencia en la división de papeles entre mujeres y hombres en el hogar, en el
lugar de trabajo y en la sociedad en toda su extensión, con las mujeres
representadas como las que operan la casa y cuidan los niños mientras los
hombres están representados como asalariados y protectores”
Cada uno, como persona, posee varias identidades: según el diccionario de la Real
Academia Española, la identidad es un “conjunto de rasgos propios de un individuo o de
una colectividad que los caracterizan frente a los demás”. Así, tenemos la identidad etaria,
que es el sentimiento de pertenecer a un grupo de edades, la identidad étnica, la
pertenencia a un pueblo, la identidad vocacional, que se determina por la profesión que
desempeñamos, etc. Una de ellas, la identidad de género, no se basa en algo innato, sino
se forma a través de modelos sociales, como se mostrará más adelante. En primer lugar,
es muy importante definir la palabra género y diferenciarla de la de sexo. El sexo es
biológico y contiene cualidades físicas y anatómicas que se traducen en la distinción
biológica entre hombres y mujeres. Al contrario, el género o, en otras palabras, el sexo
social, es una construcción, es decir, no tiene casi nada que ver con características físicas
y ni con la genética. Utilizando ésta como base diríamos que las diferencias biológicas
construyen diferencias sociales que afectan a la vida social y que crean ciertos papeles y
expectativas de comportamiento. Es imprescindible tener esta afirmación en nuestra
mente cuando hablamos del género, porque en nuestra sociedad el género se confunde a
menudo con el sexo, hasta a creer que la palabra género y la palabra sexo son
intercambiables. El género se crea en los primeros años de la vida de la persona,
distinguiéndose entre los géneros masculino y femenino en base a las diferentes
propiedades que el entorno social atribuye tanto a los hombres como a las mujeres. El
término género se usó por primera vez con su significado actual en 1955 por el psicólogo
y sexólogo John Money, cuya contribución en los estudios de género fue enorme. Fue él
quien acuñó también el término “papel de género”; sin embargo, el término no se
popularizó hasta la década de los setenta, cuando sería promovido por el movimiento
feminista, cuyo objetivo general es el establecimiento de derechos iguales entre hombres
y mujeres. Desde entonces se ha realizado un gran esfuerzo para su utilización correcta.
Los hombres y las mujeres no son sólo diferentes a causa de la genética, sino que
también a causa de los diferentes papeles que la sociedad les asigna. Así, la identidad de
género se construye por los otros, debiendo el individuo integrarse en un conjunto social
respetando sus normas. En definitiva, la identidad de género es una construcción social y
una manera de autodefinición. A partir de aquí se plantea una gran discusión respecto a
los estereotipos y a la formación de nuestra identidad de género. En el proceso de la
construcción de la identidad de género la sociedad suele refugiarse en los estereotipos de
género. Un estereotipo es una noción que adoptamos y reproducimos. Casi nunca
representa una realidad pues son una generalización que muy fácilmente atribuimos a los
otros sin pensarlo. Dado que las culturas presentan una gran variedad, los estereotipos no
son los mismos por todas partes. En el mundo occidental, los estereotipos sobre los
hombres y las mujeres son más o menos los mismos. La sociedad tiene distintos modelos
en cada caso. Así, por un lado, de las mujeres se espera que sean dulces y cariñosas,
buenas madres, que se ocupen del hogar. Ciertas profesiones están fuera de su campo
permisible. Por otro lado, los hombres deben ser siempre fuertes y duros y los
proveedores financieros. Llorar no se les perdona. Una realidad que desvela la fuerza de
los estereotipos de género en el mundo laboral es la brecha salarial, es decir, la diferencia
salarial entre hombres y mujeres, normalmente en detrimento de éstas últimas. Pero,
¿cuáles son las causas? Hay varios factores que explican la situación. En primer lugar,
algunas mujeres cobran menos por el mismo trabajo. En otros casos, el trabajo de las
mujeres está subestimado, aunque sea del mismo valor del trabajo de los hombres. La
causa de esto es que las competencias de las mujeres están estimadas como menos
importantes y como consecuencia no están tan bien remuneradas. Por ejemplo, en los
supermercados las cajeras, que son principalmente mujeres, suelen cobrar menos que los
empleados que apilan las estanterías, que son principalmente hombres, porque las tareas
físicas se valoran más. Otra causa de la brecha salarial es la segregación que sin duda
existe en el mercado laboral: los hombres y las mujeres suelen trabajar en diferentes
trabajos. Además, en el mismo trabajo, por ejemplo dentro de una empresa, las mujeres
suelen tener posiciones que están menos valoradas y pagadas. Las mujeres ocupan a
menudo posiciones de baja cualificación y están infrarrepresentadas en posiciones
superiores y directivas. En esta segregación las tradiciones y los estereotipos
desempeñan un papel definitivo. Esto se hace patente en la elección de carreras
profesionales y universitarias. Por ejemplo, las mujeres se ven menos ocupadas en los
sectores de las matemáticas, la informática y la ingeniería, entre otros. Las tradiciones y
los estereotipos mencionados más arriba crean también la idea por la que deben dejar su
trabajo o disminuir las horas que le dedican a cuidar la familia o los ancianos: las mujeres
tienen más dificultad que los hombres para combinar el trabajo y la vida privada. Las
tareas domésticas siguen desigualmente compartidas, destinando más tiempo a la crianza
de los niños, una situación a la que debe añadirse la escasez de instalaciones públicas y
accesibles para el cuidado infantil. Esta situación dificulta su acceso a los posgrados o
conferencias científicas, por ejemplo, con el consecuente efecto negativo en su vida
profesional, menos satisfactoria económicamente. Otra forma de segregación contra la
mujeres en el mundo laboral es el “glass ceiling”, un término inglés ya internacionalizado
que está usando para mostrar las barreras que impiden a las mujeres que quieren
ascender profesionalmente a los escalones más altos: para las mujeres existe un techo de
vidrio que crea una barrera invencible. Esto sucede, no porque las mujeres estén poco
cualificadas o no tengan las cualidades necesarias para ascender, sino porque,
simplemente, son mujeres y son objeto de otro tratamiento ligado con los estereotipos de
género, que dicen que su género no es capaz de estar a la altura de los requisitos de
esas posiciones. Una de las áreas en la que los estereotipos de género están presentes
de manera muy explícita son los medios de comunicación, ya sea mediante mensajes
directos o indirectos, los cuales contribuyen en gran medida en la perpetuación de los
estereotipos por la gran influencia que tienen; muy especialmente la publicidad, que no
cesa de difundirlos al adaptar su mensaje al público objetivo. Esto tiene como
consecuencia que las mujeres sean a menudo protagonistas en la publicidad, porque se
cree que son ellas las que se ocupan de las compras cotidianas. Además, están muy
circunscritas al ambiente doméstico, mientras que los hombres suelen estar al aire libre y
promocionar bienes que disfrutan de un cierto prestigio, como coches, cigarrillos y
productos bancarios. Por un lado, la mujer está representada como ama de casa, en su
imagen tradicional, como objeto de pasión, que es una imagen más moderna pero lo
mismo parcial, o como una persona preocupada principalmente de su imagen externa y
su belleza. Por otro lado, el hombre tiene también varios estereotipos: puede ser un
hombre-modelo, que tiene una profesión bien remunerada, un coche caro y una guapa
mujer a su lado o un hombre que se ocupa mucho de su familia. Los hombres y las
mujeres pueden considerarse como víctimas de la publicidad: esta función de la
publicidad es bastante peligrosa para la sociedad, intentando de fijar las personas en
unos modelos y mostrando una completa negligencia respecto a la personalidades. Sin
embargo, hay muchas compañías que tratan de huir en la perpetuación de los
estereotipos. Otro asunto que emerge con respecto a los estereotipos y los medios de
comunicación es la participación de las mujeres en éstos. Según el Global Media
Monitoring Project, las mujeres son más propensas a estar presentadas como víctimas en
los anuncios y aparecen menos que los hombres como especialistas o portavoces. Los
estereotipos tienen terribles repercusiones para los individuos, de ahí el esfuerzo del
Estado y de la Unión Europea para disminuir sus efectos. Por ejemplo, en el mundo
laboral o en la escuela las personas están confrontadas con el “peligro del estereotipo”,
que se da al integrarse en un determinado grupo: las chicas que antes de un examen de
matemáticas tenían que declarar su género, escogiendo entre masculino y femenino,
obtenían calificaciones más bajas que en los casos en los que no lo hacían (Steele,
1997). Además, la batalla contra los estereotipos es muy importante porque es un tema
que tiene que ver con los derechos humanos y la igualdad. En el mundo occidental ya
está aceptado que todos, sin discriminaciones, deben disfrutar de la misma manera de los
derechos humanos. Los estereotipos limitan la libertad de la persona y su capacidad de
elegir. En conclusión, la identidad de género es una construcción social que desempeña
un papel muy importante en nuestra vida. Dado que sirve como punto de referencia para
la formación de papeles y estereotipos de género, resulta un factor muy influyente, sobre
todo, como se ha mostrado, en el caso de los estereotipos de género, que pueden
generar efectos nefastos. Esto explica los esfuerzos que se hacen por parte de los
Estados para la disminución de su influencia. Por lo tanto, las razones de la batalla contra
los estereotipos de género superan los temas de igualdad y afectan también otros
aspectos de la vida como, por ejemplo, la eficacia en el mundo laboral, que se verá
aumentada si a las mujeres se dan las mismas oportunidades que a los hombres; pero, la
mayoría de los militantes contra los estereotipos de género tienen como objetivo vencer la
desigualdad, que que sobre todo es una cuestión humana.
Ni mi riprisinti – Eugenia Skrt
Para saber si tengo que usar la x, primero tengo que pensar si esa palabra que voy a utili-
zar admite ambos géneros (como gata/gato o chica/chico). Una vez que compruebo esto
tengo que tener cuidado de conjugar bien, también, el resto de las palabras de mi enun-
ciado que concuerdan con este núcleo sustantivo. Así, si, por ejemplo, yo quiero decir “los
niños pequeños son muy divertidos”, primero tengo que pensar que “niños” se está refi-
riendo a “niños y niñas”, y por lo tanto lleva x. Pero también debe hacerlo su artículo y las
otras dos palabras que lo están modificando: “pequeños” y “divertidos”. Ahora tampoco
me puedo olvidar de hacer la prueba de desdoblamiento con esos modificadores, ya que
si quisiera decir “los niños pequeños son muy salvajes” no haría falta utilizar la x. Y ahora
sí: “lxs niñxs pequeñxs son muy divertidxs”. El problema ahora es otro: ¿cómo se lee esto
en voz alta?
Lcs niñcs no son pequeñcs sino que “les niñes pequeñes son muy divertides”. La e se eri-
ge entonces como la Suiza del lenguaje y la neutralidad, al fin, queda instalada. Ahora
bien, si quisiera decir “lxs padres de mis alumnxs son insoportables”, ¿cómo hago para in-
culpar también, si fuera el caso, a las madres? Nuevamente, la x: “padres” pasa a ser “xa-
dres”, y esta vez sí se pronuncia cs. “Hoy tengo reunión de csadres”. A pesar de todo este
aparente trabalenguas, esto es mucho más fácil de automatizar que de explicar. Pero es
justamente esta dificultad la que pone en dudas las posibilidades de que la neutralización
con perspectiva de género en el lenguaje a través de la x se institucionalice. En la prácti-
ca, sin embargo, su uso parece ganar terreno. Ya no solo se multiplican las x y las e en
las redes sociales y en los medios progres, sino también en circulares y comunicados
académicos. Se escucha incluso en algunos discursos políticos, y ya hubo varios intentos
de convertir en ley la fomentación de la enseñanza y utilización de un lenguaje no sexista
a través del Ministerio de Educación, con un inevitable Manual de Estilo diseñado para im-
plementar en documentos oficiales de la Nación.
Solo el tiempo dirá si Word dejará de llenarse de subrayados rojos cada vez que escribo
con x, o si los diccionarios tendrán que comenzar sus ediciones desde cero. Pero lo cierto
es que no hay antecedentes de un cambio semejante en el lenguaje, y mucho menos de
uno impuesto por algún convenio semejante, tan en contra del tan automatizado uso es-
pontáneo de la lengua. Pero es en este punto donde el uso de la x funciona y de maravi-
lla: desarticular lo espontáneo. En gramática se habla del femenino como “el género mar-
cado” y del masculino como “el género no marcado”. Por eso si digo “todos están invita-
dos”, se entiende que tanto masculinos como femeninos pueden venir a la fiesta, y no
solo los primeros. El sufijo “-os” tiene ese poder porque es considerado, a la vez, el que
designa al género neutro. Y es contra esto que apunta el lenguaje inclusivo: la visión an-
drocéntrica del lenguaje —esa que tiene al varón como centro— no alcanza para repre-
sentarlo todo. Por lo tanto, habría algo intrínsecamente machista en él, y de ahí la necesi-
dad de la x, la e o del “todos y todas”. Ya fue Roland Barthes el que dijo que la lengua era
perversa, pero no sé si para tanto.
Más que a reparar una crisis de la representación, el lenguaje inclusivo viene a descon-
tracturar un orden. Un orden que es sedimentado, casualmente, por el lenguaje. Desde
ya, hablar en inclusivo es hacer un esfuerzo y entenderlo es hacer otro. Pero en esa des-
automatización emerge algo, no importa qué: empatía, rechazo, aceptación, enojo. ¿O a
veces no asombra cómo muchos de los que probablemente en el secundario no paraban
de preguntarse por qué tenían que estudiar sintaxis hoy salen a defender a la RAE como
si fuera su propia madre? Es que hay una diferencia fundamental entre lo que es el “signi-
ficado” y lo que es el “sentido”. El primero es lo interpretable, lo factible de poner en pala-
bras. El sentido, en cambio, solo es experimentable como efecto, lo que se produce en la
inmediatez. Y ahí es donde el inclusivo gana, instala cuestiones que exceden lo lingüísti-
co. Pensemos también en términos como “feminazi”, “machirulo” o “femininja”. Son neolo-
gismos, y si existen es porque algo tendrán para contar. No tienen un significado concre-
to, pero juntar “femi” con “nazi” produce un sentido que lo dice todo sin decir nada especí-
fico.
Por lo tanto, si la lengua puede tener algún correlato en la sociedad, el chiste empieza por
dejar de hacer mecánicas las categorías que tenemos para referirnos a ella y no al revés.
En palabras de Jacques Rancière: la democracia no determina regímenes específicos de
las relaciones entre expresiones y contenidos, más bien rompe con todas ellas. Y esa rup-
tura es la forma de intervenir en el recorte de aquello que forma un mundo en común. Ese
es el poder que tenemos los sujetos de verlo, de nombrarlo y de actuar sobre él. La len-
gua no puede ser intrínsecamente machista porque no hay nada intrínseco en la lengua,
es pura arbitrariedad impuesta. Pero justamente es eso lo que nos permite jugar con ella.
Si la potencialidad del inclusivo reside en la paradoja de que la neutralidad obliga a tomar
posición, no es sobre si usar x o no usarla es lo gramaticalmente correcto. Este recurso
no persigue la institucionalización, porque de conseguirla, la x perdería el superpoder de
ser eso que no es la norma. Es, más bien, una toma de posición respecto al orden y a los
supuestos que configura esa norma. Y es, si se quiere, la forma más molesta (y efectiva)
que se ha encontrado hasta ahora de hacer visibles esas limitaciones
Resumen de La monstruosidad en el orden de géneros: Samanta Schweblin y la
subversión del discurso dominante. (2020). Silvina Castro Domínguez.
Lo monstruoso en la ficción
Los monstruos estuvieron siempre presentes en el imaginario cultural; desde los mitos
precristianos hasta los videojuegos; esto los hace difíciles de definir, ya que trascienden
todo tipo de barreras –temporales, espaciales– y esa indefinición es, precisamente, uno
de
sus elementos esenciales. Román Gubern (1974) da ciertas pautas: son monstruos
aquellos
una especie o grupo los lleva al aislamiento, los encierra en la otredad, y la distancia los
vuelve posibles enemigos, aun cuando su reclusión no fuere buscada sino consecuencia
de
un rechazo. (...)
sino que siempre hay una jerarquía que se traduce en voluntad de dominación. La mujer,
En “El hombre sirena” nos encontramos con un cuerpo monstruoso: se trata, como refiere
el título, de un híbrido: mitad hombre, mitad pez. Esta ambigüedad rompe también con el
que trabaja en el puerto, sirena de la mitad para abajo. El hecho de que sea un hombre
baja con el animal, mientras que el hombre ocupa la parte superior. (...)
inmediatamente atraída por este personaje, pero debe reprimir su instinto a causa de la
vigilancia masculina: el tano, dueño del bar, la está observando, por lo que debe disimular
y salir con tranquilidad. Cuando se acerque, se producirá una escena que continúa la
inversión de roles, a la vez que refiere a otra realidad femenina, presente en el imaginario
del lector: el acoso callejero o “levante”. El sireno, sin embargo, tiene una actitud
relajada, nada insistente, pese a que maneja todos los códigos verbales y no verbales de
la
situación. Esto infantiliza a la protagonista que adopta la pose de una nena, sujetando el
entonces, no está en lo físico (hombre/pez), pero podría estar en la ausencia de pene que
instinto, que frente a un hombre (el tano) tenía que reprimir. (...)
Conclusiones
dominante. Frente a un logos falocéntrico que los niega, los cuerpos excéntricos aparecen
violencia por parte de estos cuerpos, marginados en universos ficcionales signados por la
enfermedad, la locura, la muerte, nos ayuda a entender en qué sentido son amenazantes:
que tiene la potencialidad de convertirse y, por lo tanto, superar las barreras que impone
literatura como formas que desafían esas convenciones y, por lo tanto, ponen en riesgo el
statu quo.
David Bowie, IVAM, enero 2017.
Publicado por Roberta Marrero el febrero 4, 2017
Cuando Rafa me invitó a esta mesa a hablar de David Bowie y el género pensé que sobre
este tema se podría realmente escribir un libro y que tenía que concretar muy bien qué
quería decir para no perderme. No sabía exactamente como enfocarlo porque tanto el
género como su manifestación en la persona de Bowie son temáticas muy complejas que
hay que atajar muy bien para, que en un espacio de tiempo tan corto como el que tengo lo
que quiero decir quede claro y el mensaje no se pierda. Después de darle muchas vueltas
decidí llevar a Bowie y su performatividad del género a mi terreno, a lo que uso
normalmente en mi trabajo como modo de expresión; y eso es lo personal y lo
autobiográfico.
Una tarde de julio de 1972 la vida de un montón de personas, mayoritariamente niños y
adolescentes que sentían que no encajaban , estaba a punto de cambiar. Ese día David
Bowie hacía su primera aparición pública como su álter ego “Ziggy Stardust” en el
programa de máxima audiencia “Top of the Pops” cantando “Starman”. Ese fogonazo
catódico, esa actuación de tres minutos y algunos segundos de elegante puterío,
androginia marciana, altivez, colores chillones y guitarras cortantes, escandalizó a una
Inglaterra que había despenalizado la homosexualidad solo unos años antes, abriendo al
mismo tiempo un brillante camino de baldosas amarillas a esos niños y adolescentes
outsiders. La famosa cita de Gil-Scott-Heron “la revolución no será televisada” toma un
nuevo significado aquella tarde de 1972, algunas revoluciones si que son televisadas.
“Morrissey” habla de las bandas y cantantes Pop en su niñez , la década de los 70, en
estos términos “la música sonaba a todo volumen y salvajemente, apuntando siempre
hacia la luz, hacia la salida o hacia la entrada, hacia el individualismo y hacia la curiosa
pero perturbadora idea de que a lo mejor la vida podía ser vivida como uno desease
vivirla”, cuando tu mundo cambia estás cambiando el mundo, esas pequeñas revoluciones
son las grandes revoluciones, y a mi juicio las únicas posibles. David Bowie trajo a los
hogares del Reino Unido y más tarde a los del resto del mundo, un universo que a él le
fascinaba: La subcultura gay americana, la Velvet Underground, el mundo de las trans de
la Factory de Andy Warhol, el Berlín de Christopher Isherwood, la luminosa decadencia de
los cabarets de la era Weimar y el glamour hechicero de la actriz Marlene Dietrich, el
hombre mejor vestido de Hollywood. Marlene Dietrich, esa otra gran revolucionaria del
género, la mujer dandy por excelencia y abierta bisexual en el conservador Hollywood
dorado, de quien se llegó a decir “que tenía sexo pero no género identificable” fue una
grandísima influencia para Bowie a quien rinde tributo en la portada del Hunky Dory, y de
quien podríamos decir que se “traviste” en el personaje de The Thin White Duke; Bowie es
a mi juicio a la música lo que Marlene fue a la historia del cine, incluso la invisibilidad
pública en sus últimos años tiene claros referentes a la desaparación premeditada de
Marlene en los medios de comunicación en el crepúsculo de su vida. Decía que Bowie se
apropió de todo eso que le fascinaba y lo pasó por el filtro de su propia personalidad
creando varias “personas” , desde “Ziggy Stardust” a su última encarnación como
“siniestra estrella negra “vaticinando su propia muerte; metiendo de paso a través del
mainstream en la cultura popular un mundo hasta entonces oculto y subterraneo. Cierto
es que antes de Bowie estuvo Elvis agitando la mirada heteronormativa a golpe de cadera
o Marc Bolan con sus boas de plumas y su maquillaje, pero eran heterosexuales y eso en
cierto modo los ataba a la norma, tranquilizaba la mirada del público “se maquillan y se
mueven como zorras, pero bueno, son nosotros, no el otro”. Bowie si era el “otro”, se
declaró homosexual en ese mismo año de 1972 y da igual si lo era o no, haciéndolo trajo
lo LGTBIQ a la palestra de manera espectacular y efectiva, ayudando así de paso a salir
del armario a un montón de lesbianas, gays, bisexuales, personas trans y heterosexuales
con maneras disidentes de entender la sexualidad. Y aquí vuelvo al género y a su
capacidad desestabilizadora cuando crea zonas grises, imágenes en las que no es
sencillo catalogar a alguien de manera clara como hombre o mujer. David Bowie no tenía
género, era el máximo exponente de la célebre cita de Rupaul “nacemos desnudos y el
resto es disfraz”, todo en él era un ir de lo masculino a lo femenino sin ser ni una cosa ni
otra, era el dandismo decadente del fin de siglo: un rebelde que se vestía no para gustar
sino para escandalizar, para desligarse de los demás y no para pertenecer, para brillar
como un perro de diamantes. Volviendo a esa primera actuación en Top of the pops, esos
tres minutos de televisión cambiaron la vida y trajeron luz a la existencia de un montón de
gente que luego crearon grupos Punks, post-punk o nuevos románticos como Sid Vicious
de Sex Pistols, como Siouxsie Sioux de Siouxsie and the Banshees, como todo los blitz
kids: desde Steve Strange de Visage a Marilyn pasando por Boy George de Culture Club,
Annie Lenox de Eurythmics o Pete Burns de Dead or Alive (en realidad esa influencia
llega hasta nuestros días, qué sería de Lady GaGa sin Bowie?, cómo hubiese sido el Brit
Pop sin un Jarvis Cocker de Pulp o un Brett Anderson de Suede, clarísimos herederos de
la pluma aristocrática del hombre de las estrellas?). Todos estos personajes rompieron en
su mayoría las barreras del género, no sólo a través de su aspecto sino también no
amoldándose a lo que se supone que puedes o no puedes hacer según seas un hombre o
una mujer, las chicas se maquillaron como rameras, eran fuertes y crearon grupos que
distaban mucho de la figura dulce y “femenina” de las girl bands de los sesenta y los
chicos también se maquillaron como rameras y se atrevían a hablar en público de su
homosexualidad o bisexualidad, dejando de lado las poses de macho, apostando por una
nueva masculinidad amanerada y afilada como una navaja.
Y aquí entra lo personal. Una tarde de 1983 yo tuve mi propia revelación televisiva.
Sentada con mi madre viendo el programa “La tarde” aparecieron los ojos
ultramaquillados de Boy George en pantalla con una voz en off que decía “no son los ojos
de una mujer, son los ojos de un hombre”, como esa pequeña niña transexual que era en
aquella España gris ( que salvando las distancias, era muy parecida a la Inglaterra
también gris de los suburbios de los años 70) ver a Boy George por primera vez me
supuso un mazazo en la cabeza que me la abrió en dos para descubrirme ese mundo de
luz e individualidad al que se refería Morrissey, el género “ser un hombre o una mujer” era
otra cosa distinta a lo que me rodeaba y en ese momento y de manera inconsciente supe
que si podía ser la niña que era en realidad y no el niño que todos decían que era. Boy
George es uno de “los hijos de la noche” que nacieron a raíz de Bowie y su Ziggy
Stardust, y a través de él descubrí a Bowie y a través de Bowie descubrí que te puedes
maquillar como una puta de babilonia mientras bailas al ritmo de la música, o bien puedes
vestirte de manera sobria como el duque blanco, que puedes atraer las miradas
engalanándote o quitarte todas las máscaras y pasar desapercibida, que puedes ser tú,
que debes de ser tú y que ese ser tú tiene tantas maneras de ser como esa gama de
grises que Bowie uso con diabólica elegancia desde lo masculino a lo femenino, obviando
esos blancos y negros absolutos que se supone son el género.. Que podía ser la mujer
que soy pero que no tenía porque ser tonta, que podía ser inteligente, que no tenía que
estar en este mundo para complacer la mirada masculina, sólo para complacer la mía
propia, que podía rebelarme, que podía ser “rara” y serlo con estilo. La influencia enorme
de Bowie en la cultura de lo Queer, el feminismo y las teorías del género tiene un poder
primario, atávico, casi primitivo. Ese poder descansa mayoritariamente en su imagen
difundida de forma masiva en la cultura popular, y las imágenes han sido siempre
elementos transformadores, un espejo en el que mirarte, un vínculo inconsciente a algo
que te da, a algo que te permite y te deja ser. La imagen de Bowie está desde luego más
cercana a la de las diosas paganas que a lo de los santos católicos, porque no nos
condena, nos salva, nos susurra al oído que podemos ser héroes. Los freaks nunca
hubiéramos estado tan orgullosos y orgullosas de serlo sin alguien como Bowie. Gracias
David Bowie.
Starman – David Bowie (The Rise and Fall of Ziggy Stardust and the Spiders from Mars, 1972).