Cómo El Gran Imperio Persa Fue Borrado de La Historia

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Cómo el gran Imperio Persa fue borrado de la historia

 Revista BBC HistoryExtra.

21 agosto 2022

Restos del salón principal del complejo Takhte Jamshid,


Persépolis, que fue la capital del imperio persa aqueménida
hasta que Alejandro Magno la redujo a escombros.

Ni siquiera una campaña de desprestigio de 2.000


años, instigada por los griegos, puede oscurecer los
asombrosos logros de los antiguos persas.
El historiador y autor Lloyd Llewellyn-Jones, experto en
Persia aqueménida y en la historia sociocultural griega,
cuenta la historia de la dinastía iraní que forjó el mayor
imperio que el mundo haya conocido.
Alrededor de 1943, el poeta y novelista histórico británico
Robert Graves escribió el poema "La versión persa" sobre
la batalla de Maratón, librada en el 499 a.C. entre las
fuerzas de Atenas y Persia.
Aclamado como un triunfo magnífico para los atenienses,
Maratón se convirtió rápidamente en un mito en el mundo
de habla griega.
Cuando los persas fueron repelidos del suelo
griego, nació la leyenda de la heroica lucha por la
libertad sobre el despotismo.

Y eso no es todo. Porque Europa, en esa lectura de la


historia, también nació en Maratón.
Graves cuestionó esa postura y prefirió leer las
consecuencias de Maratón como el triunfo final de una
exitosa y longeva campaña de propaganda ateniense.
El poema de Graves está escrito desde el punto de vista
de los "persas amantes de la verdad".
Para ellos, subraya, Maratón fue poco más que una
"escaramuza trivial" en los límites occidentales de su
imperio y ciertamente no el "intento grandioso y
desafortunado de conquistar Grecia" soñado por los
atenienses y vendido a escolares europeos por
generaciones.
Filípides dando la noticia de la victoria en la Batalla de Maratón
en Atenas. Artista: Luc-Olivier Merson.

Entre el ascenso de Ciro el Grande a mediados del siglo


VI a.C. y la muerte de su descendiente Darío III dos siglos
después, los persas (con la formidable dinastía
aqueménida a la cabeza) presidieron el imperio más
grande que el mundo había visto hasta entonces.
Fue un imperio construido sobre una infraestructura
avanzada, tolerancia hacia las diversas culturas y
religiones y, cuando fue necesario, una fuerza
abrumadora.
Dado el inmenso poder que ejercieron durante 200 años,
no sorprende que Graves concluyera que los persas bien
podrían haber considerado sus enredos con los griegos
como un mero espectáculo secundario.
Sin embargo, el poeta nadaba contra la corriente.

La herencia griega
Durante la Ilustración, dos siglos antes, los intelectuales
habían teorizado sobre por qué Occidente se había vuelto
tan dominante en el orden mundial y había tenido tanto
éxito en la expansión de su civilización.
Propusieron una teoría radical: la superioridad europea no
provenía del cristianismo, como se había pensado
anteriormente, sino de una tradición cultural que comenzó
en la antigua Grecia.
Entre los "bárbaros", para los griegos, los peores eran los persas. (Detalle de un
friso del palacio aqueménida de Darío I en Susa, Irán).
Los griegos, estipularon, inventaron la libertad y la
racionalidad, y luego Roma esparció estos preciosos
dones por toda Europa en una serie de conquistas
imperiales civilizadoras.
Otras culturas al margen de Grecia y Roma eran
bárbaras.
Y los peores y más amenazadores de los bárbaros eran
los persas, con su búsqueda de la dominación mundial.
Desde la era de las guerras greco-persas, los persas
fueron los receptores de una campaña de desprestigio en
la que se les presentaba como los opresores tiránicos del
mundo libre.
Eso ha sido enormemente perjudicial para el estudio de la
historia de la antigua Persia.
Y el problema se ha visto agravado por el hecho de
que los persas no escribieron historia narrativa de la
forma en que lo hicieron los griegos, sino que se basaron
principalmente en narraciones orales, poesía y canciones
para transmitir su pasado.

Salvado de la tiranía
¿Entonces, cómo pueden los historiadores liberar a los
persas de la tiranía de la tradición clásica?
¿Cómo podemos relacionar el auge y la caída de su
notable imperio desde una perspectiva que durante tanto
tiempo estuvo fuera de la historia: la suya propia?
ES
Hay tesoros que permiten contar otra versión de la historia,
como esta placa de oro con inscripciones en cuneiforme de 550-
500 a.C.

La respuesta la proporciona una variedad vertiginosa,


pero maravillosamente esclarecedora, de fuentes
genuinas.
Hay inscripciones reales en el antiguo idioma persa; hay
ricos archivos de documentos cuneiformes escritos en
arcilla que nos hablan del funcionamiento del imperio, su
economía y su servicio civil; hay un dossier de arte -
relieves en paredes, diseños textiles, trabajos en oro y
plata- y una magnífica herencia de arqueología para
contar la historia interna del pasado de Persia.
Gracias a la aparición de esos tesoros, finalmente los
persas cuentan con una plataforma para relatar su propia
historia.

De reino a superpotencia
Esa historia comienza a mediados del siglo VI con el
ascenso de uno de los gobernantes más notables del
mundo antiguo: Ciro II, o "el Grande".
Cuando llegó al poder en 559 a.C., Persia era un pequeño
reino ubicado en el suroeste de Irán, una de las varias
tribus vasallas del reino de los medos.
Cuando murió en el 530 a.C., estaba en camino al estatus
de superpotencia.
El cilindro de Ciro, aqueménida, 539-538 a.C., excavado en
Babilonia, Irak, 1879.

El momento decisivo llegó en el 550 a.C. cuando Ciro,


apoyado por una coalición de tribus del sur de Irán, atacó
a los medos y saqueó su capital, Ecbatana.
Luego enfrentó al poderoso reino de Lidia en Asia Menor,
capturando su rica capital, Sardis, una victoria que le abrió
el camino para apoderarse de otras ciudades importantes
a lo largo de la costa jónica.
Otro hito llegó en el 540 a.C. cuando Ciro lanzó un ataque
contra el imperio neobabilónico, centrado en
Mesopotamia, y entró en la fabulosamente rica ciudad de
Babilonia.
Gran parte de nuestro conocimiento sobre la caída de
Babilonia proviene del cilindro de Ciro.
Como pieza de propaganda imperial, el cilindro intenta
legitimar la conquista de Babilonia por parte de Ciro al
representar al rey como el campeón elegido del dios
Marduk.
Tras la conquista de Babilonia, Ciro forjó un imperio
verdaderamente internacional.

FUENTE DE LA
Ruinas del palacio en Parsagada.

En Pasargada en Irán, el rey construyó una tumba y un


palacio con un jardín regado por una miríada de canales
de agua.
El resultado fue nada menos que un paraíso en el
desierto, que, con sus representaciones arquitectónicas
de las culturas ahora bajo el dominio persa, reflejaba al
imperio en miniatura.
La retórica real enfatizaba que todas las naciones
conquistadas estaban unidas al servicio del Gran Rey,
cuyas leyes debían obedecer y cuya majestad debían
defender.
El rey era respaldado por el gran dios Ahuramazda,
quien le otorgó al monarca el don de la realeza para
estabilizar el orden mundial, ya que el malestar y la
rebelión estaban vinculados al desorden cósmico.

Ritos y rituales
Ciro el Grande murió luchando contra una tribu de Asia
central llamada los masagetas.
Aunque su caída asestó un duro golpe, no fue suficiente
para revertir la expansión del imperio. De hecho, su
sucesor, Cambises II, agregó un premio significativo a
las posesiones imperiales de Persia: Egipto.
Las fuentes griegas retratan a Cambises como un déspota
loco que oprimía tiránicamente a sus súbditos y
degradaba impíamente las tradiciones religiosas de las
naciones conquistadas, pero la evidencia arqueológica de
Egipto pinta un cuadro diferente.
Indican que el rey adoptó una política de armonía
religiosa: las inscripciones del Serapeum de Menfis (524
a.C.) confirman que honró la muerte de un toro sagrado
con los debidos ritos y rituales.
FUENTE DE LInscripciones del Serapeum de Menfis.

La actitud de laissez faire hacia las diversas creencias


religiosas y culturales exhibida por Cambises parece
haber sido un sello distintivo del gobierno persa.
Sin embargo, los aqueménides también podían emplear la
fuerza bruta para salirse con la suya, como lo demuestra
el ascenso del hombre que rivalizaría con Ciro II como el
más consumado de todos los gobernantes persas y
presidiría el imperio en su cenit: Darío el Grande.

Despiadado y formidable
Darío le arrebató el poder en 522 a.C. al hijo de Ciro,
Bardiya, en un sangriento golpe de Estado en el palacio, y
fue completamente despiadado cuando el imperio fue
sacudido por una ola de revueltas.
En poco más de un año, derrotó, capturó y ejecutó a los
líderes rebeldes, y durante el resto de su reinado de 36
años nunca más fue amenazado con un levantamiento.
Los textos persas contemporáneos atestiguan el alcance
del poder de Darío y su ferocidad al defenderlo.
Según una fuente, el propio dios Ahuramazda le dio a
Darío "la realeza de esta amplia Tierra con muchas tierras
en ella: Persia, Media y las otras tierras de otras lenguas,
de las montañas y las llanuras, de este lado del océano y
del otro lado del océano, y de este lado del desierto y del
otro lado del desierto".

Palacio de Darío en Persépolis.

Sin embargo, la formidable reputación de Darío no se


basó sólo en el poderío militar.
Se aseguró de que se implementaran proyectos de
ingeniería y construcción en todo el imperio.
En Egipto construyó un canal entre el Nilo y el Mar Rojo.
En el corazón de Irán, comenzó un gigantesco programa
de construcción en Persépolis, que se convertiría en la
capital ceremonial de su imperio.
A la ciudad elamita de Susa (oeste de Irán) se le dio una
nueva oportunidad de vida cuando se convirtió en la
capital administrativa.

Satrapías
Presidir un imperio de más de 3 millones de kilómetros
cuadrados presentaba un enorme desafío logístico,
incluso para un gobernante tan capaz como Darío.
Su solución fue dividir los territorios del imperio en
satrapías administrativas (provincias) y entregar los
puestos más altos a un pequeño grupo de hombres
extraídos exclusivamente de los escalones más altos de
la aristocracia persa.
El sistema de satrapía es una de las principales razones
por las que los persas pudieron controlar un imperio tan
vasto durante tanto tiempo.
Otro factor que le dio al imperio persa una ventaja
competitiva crítica fue la calidad de su infraestructura.
Carreteras de primer orden conectaban los principales
centros satrapiales con el núcleo imperial.
La mera inmensidad del imperio de Darío también se
refleja en el arte aqueménida, esencialmente una mezcla
ecléctica de estilos y motivos extraídos de diferentes
partes del imperio, pero fusionados para producir una
apariencia distintiva y armoniosa que era claramente
persa.

Exageraciones
A pesar de todos sus logros como guerrero y
administrador, Darío el Grande es recordado
principalmente, al menos en Occidente, como el déspota
cuyos designios sobre Grecia terminaron sangrientamente
en la batalla de Maratón.
Si bien Darío pudo haber tenido la ambición de incorporar
Grecia a su imperio, el relato de Heródoto sobre las
tensiones greco-persas exagera la respuesta persa a la
resistencia griega.
Darío murió en el 486 a.C. y la tarea de expandir el
imperio quedó en manos de su hijo Jerjes.
FUENTE DE LA IMAGE
Según la Biblia, Ester fue una reina judía del rey persa Asuero.
Asuero se identifica tradicionalmente con Jerjes.

Al igual que su padre, para el nuevo rey los griegos fueron


un hueso duro de roer.
Aunque capturó Atenas en el 480 a.C., sus fuerzas
sufrieron serias derrotas ante los griegos tanto en el mar
(Salamina) como en tierra (Platea y Micale).
Ante la realidad de que Grecia nunca se incorporaría a su
imperio, Jerjes desistió y regresó a casa.
El magno
El siguiente siglo y medio fue testigo de rebeliones
internas, la pérdida y reconquista de Egipto y el
aplastamiento de una revuelta en Sidón (en el actual
Líbano).
A pesar de todas esas crisis, la primacía de Persia
continuó sin ser cuestionada, hasta que, en el año 330
a.C., surgió en Grecia una figura que derribaría todo el
edificio aqueménida en unos pocos años: Alejandro
Magno.
El rey encargado de detener al gigante macedonio fue
Darío III.
El hecho de que no lo lograra ha sido una mancha en su
reputación desde entonces, sin embargo Darío fue un
soldado valiente y un administrador capaz que
representaba una seria amenaza para los sueños de
gloria de Alejandro.
Pero no pudo evitar dos pérdidas importantes en la
batalla: en Issos en 333 a.C. y en Gaugamela en 331.
Tras la segunda derrota, Darío huyó a Ecbatana en el
oeste de Irán para tratar de reunir tropas, y de allí a
Bactria, donde fue asesinado por su propio primo, Bessos.
La muerte de Darío en el 330 a.C. marcó el fin del imperio
persa y una nueva fase en la historia del mundo, una en la
que Alejandro Magno construiría un imperio que eclipsaría
incluso al de los persas.
Mapa del Imperio persa.

FUENTE DE LA
Mapa del imperio de Carlo Magno.
Todo en familia
A pesar de las revueltas, los problemas fronterizos, las
luchas por la sucesión y los regicidios, el imperio persa
había dominado enormes territorios y diversas
poblaciones durante más de dos siglos.
La pregunta que surge inevitablemente no es por qué
llegó a su fin el imperio persa, sino más bien, ¿cómo se
mantuvo durante tanto tiempo?
Hay una respuesta fundamental a esa pregunta: la familia
aqueménida nunca perdió su control exclusivo sobre la
realeza.
Los aqueménidas dirigieron su imperio como un negocio
familiar.
Hubo rebeliones dentro de la casa imperial, es cierto, pero
nunca para establecer estados separatistas, sino para
establecer quién debería sentarse en el trono como
cabeza de la familia.
Hoy, el estudio del imperio persa se está expandiendo y
floreciendo como nunca antes.
Siguen apareciendo estudios textuales de fuentes
indígenas persas y, desde la década de 1930, la
arqueología del imperio ha producido hallazgos
inesperados que constantemente obligan a los estudiosos
a repensar nuestras definiciones de imperio.
Tomando prestado de Robert Graves, ahora es posible
contar la versión persa de la rica historia de Irán.

* Si quieres leer el artículo original en Inglés, en la revista BBC


HistoryExtra, haz clic aquí.

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